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CÉLULAS CRISTIANAS

EN LA UNIVERSIDAD

Primer documento de trabajo elaborado por el Grupo de Reflexión del


trabajo de células en la AGEUP.

Este documento fue publicado por Ediciones AGEUP, parte de la serie


Células Cristianas, Fascículo Nº 1.

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Responsable de la reproducción, Roger Ramos, militante de la Comunidad Bíblica Universitaria de Huancayo.


e-mail: onlyroger@hotmail.com

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CÉLULAS CRISTIANAS EN LA UNIVERSIDAD

INTRODUCCIÓN

En nuestro movimiento se ha tenido como una característica básica la presentación del Evangelio
en la universidad a través de grupos pequeños de testimonio. Muchas veces estos grupos
sufrieron crisis en su composición y organización, pero fundamentalmente en identidad,
reduciéndose a veces a esporádicos y rutinarios encuentros para estudiar improvisadamente el
texto bíblico con descuido en la preparación, entre otras fallas.

Cuando nos planteamos en AGEUP el desafío de revitalizar nuestras células en la universidad,


también tenemos el reto de entender a profundidad el concepto de esta forma de cumplir la
misión.

Este entendimiento no viene de una teorización de lo que debe ser una célula. Brota de las
páginas gloriosas escritas por la Iglesia Primitiva que, siendo pequeña en número, tuvo que
afrontar los desafíos de ser sal y luz de la tierra cuando las condiciones eran muy difíciles. Brota,
además; de observar con sensibilidad lo que Dios ha venido haciendo a lo largo de estos siglos a
través de su Iglesia como presencia de su Reino en el mundo. Asimismo el movimiento del
Espíritu Santo llamando a personas de todas las condiciones a participar en la extensión del
Evangelio, también tienen que ser tomado en cuenta.

Una parte de este accionar del Señor de ha dado en las universidades de todo el mundo y
particularmente de América Latina.

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CÉLULAS CRISTIANAS EN LA UNIVERSIDAD

REVISANDO LAS ESCRITURAS

En Hechos capítulo 2 leemos que en el día del cumplimiento de la promesa que Jesús hiciera
antes de su ascensión, se añadieron a la Iglesia naciente como tres mil personas (v. 41). La
pregunta que surge es, cómo se haría para que todas estas personas pudieran ser atendidas y así
crecer en su fe? El versículo 46 nos da la respuesta, el crecimiento de la Iglesia se fue dando en
la comunión que se vivía, en dos tipos de encuentros: “Unánimes en el templo” y “partiendo el pan
en las casas”. Esto significaba que había un lugar para asistir al templo y tener allí momentos de
adoración y edificación pero también se daban momentos en los que grupos de cristianos se
reunían para combatir las cargas económicas y participar de la comunión en diversos aspectos.

La trascendencia de la vida celular en la Iglesia de los primeros siglos es estacada en el libro “La
Evangelización en la Iglesia Primitiva” del historiador bíblico y evangelista Michael Green:

“La utilización de los hogares fue uno de los métodos más importantes en la extensión del Evangelio en la
antigüedad. Tenían ventajas positivas: el número relativamente pequeño de los involucrados hacía
posible un intercambio real de puntos de vista y permitía las discusiones informales entre los
participantes; no existía un aislamiento artificial del predicador con respecto a sus oyentes… La completa
informalidad y la atmósfera tranquila del hogar, para no hacer mención de la hospitalidad que
frecuentemente debe haber acompañado tal práctica, todo ayudaba para que esta forma de
evangelización fuera particularmente exitosa”. (1)

En el cumplimiento de esta tarea de grandes dimensiones, todos los cristianos estaban llamados,
sin distinción de sexo o raza, a participar protagonicamente con su vida diaria.

Varias referencias a lo largo del libro de Hechos de los Apóstoles indican que en los hogares se
tenían reuniones de oración, confraternidad cristiana, servicios de la Cena del Señor, vigilia
nocturna de oración, evangelización improvisada, evangelización planificada, instrucciones sobre
la obra, etc. En Hechos 5:42, se observa el lugar que tenían las reuniones hogareñas en el
fortalecimiento mutuo frente a las pruebas, porque después de un importante evento en el que la
vida de Pedro y Juan había corrido peligro, nos menciona la Biblia que todos los días en el templo
y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

En el capítulo 10 encontramos que también en esos encuentros, los cristianos oraban y eran
edificados. En el v. 33 cuando Cornelio habla con Pedro, le explica que en su casa un grupo de
hermanos se mantenían en oración esperando oír la Palabra de Dios por boca del apóstol. Vemos
también que Dios bendecía estos encuentros, pues, en el relato se dice que mientras aún Pedro
estaba explicándoles la obra del Señor a través de de Jesús, el Espíritu Santo cayó sobre todos
los que oían el discurso (v. 44).

En el capítulo 12 vemos hermosas referencias a lo que significó la célula para los primeros
cristianos: “en otra situación de peligro en la que Pedro había sido liberado de la cárcel por un
ángel, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, donde muchos estaban reunidos orando”
(v. 12).

En las epístolas del apóstol Pablo observamos como pequeñas congregaciones se reunían en las
casas de algunos creyentes consagrados. En su despedida a los romanos, Pablo envía saludos a
la Iglesia que se reunía en casa de Aquila y Priscila en Roma. Esta congregación también es
mencionada en la despedida a los corintios (Romanos 16:5 y 1 Corintios 16:19). Esto nos muestra
que las reuniones que se daban en casa de ellos no eran eventuales sino que había una pequeña
comunidad de creyentes que sostenían encuentros regulares y por un tiempo considerable en
casa de esta pareja cristiana.

De la misma manera, ubicamos que en Laodicea (Colosas) había una congregación que tenía sus
reuniones en casa de un hermano llamado Ninfas (Col. 4:15).

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Esta observación panorámica de la vida de los primeros cristianos nos muestra que dentro de la
vida y misión de la Iglesia era de fundamental importancia la existencia de estos núcleos de
testimonio, de estas células que como “iglesia” vivían todas las dimensiones que este término
implicaba.

Consecuentemente concluimos pues que, la célula no es una construcción metodológica inspirada


en el gran descubrimiento social de los pequeños grupos. Ni es tampoco simplemente una
estrategia de trabajo que ha funcionado bien a grupos extremistas que están en la clandestinidad.
Cuando leemos Hechos, podemos percibir que una fuerza poderosa se estaba moviendo y que los
cristianos esparcidos en todo el mundo conocido en ese entonces, estaban escribiendo una
historia, quizá pasada por alto por los historiadores del momento, cuya influencia nos ha llegado
hasta hoy. Esta historia fue escrita muchas veces con la misma sangre de los discípulos que
supieron seguir las huellas de Su Maestro quien les había declarado en varias ocasiones el costo
grande de seguirlo.

Las células en los hogares era la Iglesia dispersa y diseminada en los diferentes lugares y en las
diferentes esferas sociales.

VIDA Y MISIÓN DE LAS CÉLULAS

De la consideración a lo referido en las Escrituras obtenemos, entonces, nuestra comprensión de


lo que es y debe ser una célula cristiana:

“Unidad comunitaria, mínima y vital de la Iglesia, en la que se manifiestan las mismas características
vitales de todo el cuerpo. Es una unidad comunitaria porque existe a partir del encuentro de dos o mas
cristianos, es mínima porque la componen un número reducido de miembros y es vital porque cada uno
de ellos manifiesta la vida producto de la acción redentora de Dios en Jesucristo”.

MISIÓN INTEGRAL

La misión de una célula es la misión de la Iglesia y aunque tiene diferentes dimensiones es una
sola: Dar testimonio de Jesucristo. Sin embargo, con propósitos meramente pedagógicos, pueden
considerarse cinco aspectos de la misión integral: Adoración, Comunión, Evangelización,
Discipulado y Servicio.

Estas dimensiones expresan no sólo lo que el cristiano tiene que hacer sino fundamentalmente lo
que el cristiano es.

Estas dimensiones no se dan necesariamente en ese orden rígido porque cuando alguien vive la
fe del Evangelio experimenta crecimiento en los diferentes aspectos de su nueva vida como
resultado de la presencia activa de Dios en su vida.

LA ADORACIÓN (LITURGIA)

Las Escrituras son la viva expresión de un pueblo escogido por Dios para adorarle. En Hechos
2:46 leemos que los creyentes perseveraban en la oración y alabanza.

Cuando los miembros de una célula adoran a Dios, se postran incondicionalmente ante el Dios
de la gloria, Creador y Sustentador del Universo.

La adoración no es un acto solamente, es una actitud de vida; se da permanentemente: al


amanecer, al mediodía, al anochecer; se da en la hermosura de la santidad, Dios quiere que
levantemos manos santas sin ira, ni contienda; se da en todo lugar donde el pueblo de Dios

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esté: en el templo o en las casas y centros de trabajo o estudio, en el culto comunitario y en la
vida cotidiana.

La célula cristiana en la universidad tiene que explorar el significado de adorar a Dios en


medio de tantas idolatrías (culto a la ciencia, culto a la razón, culto al hombre, culto a la
sensualidad, culto a las masas, etc.). Tiene que responder con una adoración fresca y
vigorosa ante la crítica mordaz de quienes los califican por esto de fanáticos, espiritualistas y
alienados. El grupo se sabe que es el agente de Dios para hablar a los hombres,
especialmente a los que están en la Universidad. Con su adoración está afirmando su entrega
a Dios y está reconociendo públicamente su grandeza y poder. Está sabiendo ser grato
elevando su expresión auténtica de gratitud por la acción diaria del Altísimo a su favor aún en
cosas aparentemente intrascendentes.

De modo que, cuando una célula ora y clama, y canta con gozo no es escapista, ni fanática,
menos retrógrada. Sólo lo es desde la óptica de quienes confían en sus dioses a los cuales
también rinden culto conscientes o veladamente.

De allí que es necesario poner todo el cuidado posible en la programación de la vida de


oración, desde las reuniones de oración (alabanza, confesión, acción de gracias, interseción,
petición) hasta la incorporación de la alabanza cantada e instrumentada. Aquí cabe una
reflexión autocrítica en cuanto a la presencia de grupos carismáticos que en plena universidad
no tienen reparo en poner grandes carteles invitando a llenarse de vida a través de un tiempo
de oración. Con todas las observaciones que podemos hacer a estos grupos, tenemos que
valorar y admitir que, muchas veces, nuestros temores y prejuicios nos han llevado a no
participar a otros de este aspecto tan importante de nuestra identidad, somos parte de un
pueblo que canta una nueva canción y que sabe encomendar su causa al que todo lo puede.
El desafío esta en rendir al Señor el culto debido, desde lo más profundo de nuestro ser. Esa
expresión será como “ríos de agua viva que corren de nuestro interior y salten para vida
eterna”.

COMUNIÓN (KOINONÍA)

Otra característica de la vida de los primeros cristianos es la que encontramos en el v. 42 de


Hechos 2: “… y perseveraban… en la comunión los unos con los otros…”

La comunión está en la misma base de la vida y misión de la Iglesia y por ende de una célula
cristiana. “Dios nos ha salvado, entre otras cosas, para que vivamos en comunión los unos
con los otros” (1). De allí que es prioritario entender lo que significa la comunión.

Literalmente “koinonía” significa compartir, participar de algo en común. Participar en común


de la gracia que hemos recibido de Dios y de la vida que se ha manifestado concreta e
históricamente en Cristo (1 Cor. 1:9). Compartir sus padecimientos, su muerte, resurrección y
gloria (Rom. 6:3-4, Fil. 3:10). Compartir juntos la fe, la esperanza y el amor que emanan del
Evangelio. Participar en común de todas las cosas (Hechos 4:32).

Cuando pensamos en el caso de la Iglesia Primitiva, necesariamente tenemos que aceptar


que ese modelo no puede repetirse literalmente, sin embargo, los principios de comunión no
sólo pueden, sino que deben ser considerados por toda comunidad de fe cristiana.

El problema es cómo vivir la comunión en medio una vida tan agitada y sujeta a tantas
presiones. En el caso de la universidad, las presiones son diversas y entre ellas está la
académica, que llega a ser algunas veces insoportable. La célula cristiana es el medio puesto
por Dios para bendecirnos con el don de compartir en medio de un ambiente hostil,
competitivo, en el que el sentimiento de soledad es abrumador.

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La comunión no se reduce a reunirse una vez por semana, cantar juntos o estudiar la Biblia,
tampoco a preguntarse de vez en cuando cómo estamos. No se limita a participar juntos en
acciones evangelísticas o de servicio. No es la simple sensación de bienestar porque estamos
juntos, ni solamente el experimentar compañerismo. La esencia de la comunión está, como
dijimos, en participar juntos de la plenitud de la vida en Cristo. Cuando hay algo que estorba el
que mi hermano goce de esta plenitud, entonces mi comunión con él me lleva a buscar
maneras de ayudarle.

Comunión está por tanto ligada íntimamente al amor. En una célula se expresará de muchas
maneras, desde una preocupación genuina por la salud espiritual de cada miembro, hasta el
compartir diversas cargas (físicas, académicas, económicas, familiares, de pareja,
eclesiásticas, etc.).

La comunión es dada por Dios pero también en una célula tiene que mantenerse y cuidarse.
No estamos hablando de organizar reuniones de comunión, porque en el sentido estricto de la
palabra tenemos “reuniones” de comunión, sino que cuando hay cristianos allí hay comunión.
De lo que se trata es de tener momentos especiales para expresar cuidado los unos por los
otros con palabras y hechos. Estos momentos se darán aún más allá de las reuniones
formales de la célula (en el comedor, en la cola del ómnibus, en un intermedio de clase, en el
templo, en la casa y hasta en plena clase).

Nuestra vida como comunidad, se convertirá así en el más poderoso testimonio que podemos
dar a los que nos rodean: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los
unos a los otros”.

PROCLAMACIÓN (KERYGMA)

“Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). Este
versículo nos habla de los frutos de toda una tarea de comunicación del Evangelio. No es una
preocupación estadística sino la convicción de que la conversión de las personas depende de
la acción del Espíritu Santo y no de las estrategias que usemos para lograrlo.

La evangelización en una célula es algo natural. Brota de la misma vida que ella tiene. En ella
se hace carne lo que Jesús dijo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. En efecto, no se puede
dar jamás lo que no se tiene y en materia de evangelización esto es inexorable, los cadáveres
no pueden evangelizar, porque el Evangelio es vida. Por lo mismo, cuando en una célula
cristiana fluye la vida y el amor de Cristo, la evangelización no se reducirá a esfuerzos
esporádicos de presencia pública, que tiene su lugar, pero no pueden sustituir la
evangelización permanente.

Al ubicarse la célula en un ambiente especial, comparte con los que la circundan problemas
comunes que pueden servir de puntos de contacto para la comunicación del Evangelio. Su
evangelización, por lo tanto, no es una irrupción desencarnada, sino que se da como una
proclamación en palabras y hechos del mensaje liberador del Evangelio.

En la célula es más difícil eludir la tarea de evangelizar por cuanto todos y cada uno son
llamados a participar activamente. No hay lugar para dejar a que los demás hagan.

La célula que vive en la universidad, necesariamente tiene que combinar la proclamación con
la tarea apologética debido a que en ese lugar discurren las ideas. En este sentido los
miembros deben prepararse para presentar defensa a los que demanden razón de su
esperanza.

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DISCIPULADO

Es la relación que se establece con los que van añadiéndose a la Iglesia como producto de la
evangelización. El discipulado permite transmitir en primer lugar, la doctrina que es
fundamento de la fe cristiana. En Hechos 2:42 leemos que los creyentes “perseveraban en la
doctrina de los apóstoles”. En segundo lugar, el discipulado permite el compartir actitudes de
vida que son fundamentales en la formación del nuevo creyente. Estas actitudes tienen que
ver con todas las áreas de la vida: con la mente, con las emociones, con la voluntad, con el
dinero, con los padres, etc. El hermano mayor en la célula compartirá, por ejemplo, una actitud
de búsqueda incansable de la verdad en Jesucristo, reflexividad, reverencia en la casa de
Dios.

El aspecto de enseñaza de la doctrina es fundamental ya que la única fuente de autoridad es


la Palabra de Dios en asuntos de fe y conducta. Las Escrituras tienen que jugar un papel
nutriente en la vida de toda célula. Esto es lo que le dará consistencia y fuerza: “El Evangelio
es poder de Dios”. La Palabra, por tanto, tiene que estar siempre presente. Una célula que
pasa todo el tiempo, o debatiendo, o planificando, o accionando (sea en proclamación o en
servicio) y no tiene lugar para estudiar y reflexionar en la Palabra de Dios irá sufriendo de
inanición espiritual hasta llegar a la misma muerte.

La Palabra estará presente, aunque en diferentes formas: puede tenerse un encuentro bíblico,
una exposición exegética, una lectura sistemática, un panel, etc. Lo que cada célula tiene que
hacer es ver la manera creativa en que se presente la Palabra, pero ésta no puede faltar si se
quiere mantener y profundizar la vida.

Por otro lado, (Mateo 28:18-20) la comunicación de todo el Consejo de Dios, no se hace de
manera fría, como si se tratara de contenidos mentales o eminentemente racionales. Esta
transmisión se hace en el marco del discipulado, en una relación de mutua dependencia del
Señor, que es la base de la extensión del reino de Dios.

Una célula, no puede dejar a la espontaneidad la tarea de discipular, no la puede improvisar.


Necesita programarla sin llegar a convertirla en un sistema rígido y frío. Esto significará darse
un tiempo para discutir cómo se va a discipular, quiénes lo pueden hacer (teniendo en cuenta
que no hay un llamado especial para discipular, sino que todos los cristianos están llamados a
hacerlo), el momento, qué recursos necesitan, etc. La invitación es a que en las células se
programe intencionalmente el discipulado y no se deje a lo espontáneo solamente. Se
recomiendo tener un encargado en la célula que pueda dedicarse a coordinar este aspecto y
darle la seriedad que ésta tarea exige.

SERVICIO

En Lucas 9:11 se dice de Jesús que “la gente le siguió; él les recibió y les hablaba del reino de
Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados”. Su ministerio estuvo signado por la
expresión constante de servicio, resultado de su sentimiento de compasión luego de observar
la situación por la que la gente atravesaba. Jamás permaneció indiferente o interesado sólo en
exponer sus verdades acerca del Reino. En una ocasión tuvo compasión porque vio a las
multitudes como “ovejas dispersas sin pastor”. En otra oportunidad, al ver a la gente con
hambre conminó a sus discípulos “dadles de comer vosotros”.

Servir para él no fue cuestión de énfasis o de línea teológica sino una consecuencia necesaria
de su amor.

Una célula cristiana, por naturaleza es, sensible a lo que la rodea; ella sirve no por imposición,
ni porque está “de moda” en cuanto a corrientes misiológicas, ni por calmar la conciencia por
lo que puedan increparle los demás. La célula sirve porque éste imperativo viene del mismo
corazón del Evangelio.

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Cuando se ha superado el problema de la comprensión de la misión, se tiene el problema del
cómo servir. Ese es el mayor problema cuando se trata de cumplir con este aspecto. Dentro
del ámbito universitario, las posibilidades son diversas. Hay diferentes niveles de servicio y lo
importante no es servir impulsivamente, sino servir de la mejor manera. Las posibilidades
incluyen desde un análisis serio de la problemática universitaria (que es un buen aporte para
la universidad) hasta planes de apoyo a nivel académico y económico…

A cualquier nivel el servicio es tal si tiene la motivación del amor. Una célula tiene que
responder al medio y hacerlo con discernimiento para evitar, en su sincero pero a veces
ingenuo intento, reforzar situaciones de pereza, descuido e injusticia. Aquí estará el desafío
permanente para una célula el que expresen obediencia y cumplan el propósito para la vida en
Jesucristo porque “somos creados en Cristo para buenas obras”.

Estas son las dimensiones de la Misión Integral. No hay lugar a énfasis de algún aspecto sobre
otros, pues un sano crecimiento de cualquier área requiere de un armonioso desarrollo de los
demás. No podemos crecer verdaderamente en nuestra vida de adoración, por ejemplo,
descuidando nuestra comunión con el hermano, ni podemos evangelizar y esperar frutos de
nuestro trabajo si somos indiferentes en el discipulado y el servicio.

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