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EN LA UNIVERSIDAD
INTRODUCCIÓN
En nuestro movimiento se ha tenido como una característica básica la presentación del Evangelio
en la universidad a través de grupos pequeños de testimonio. Muchas veces estos grupos
sufrieron crisis en su composición y organización, pero fundamentalmente en identidad,
reduciéndose a veces a esporádicos y rutinarios encuentros para estudiar improvisadamente el
texto bíblico con descuido en la preparación, entre otras fallas.
Este entendimiento no viene de una teorización de lo que debe ser una célula. Brota de las
páginas gloriosas escritas por la Iglesia Primitiva que, siendo pequeña en número, tuvo que
afrontar los desafíos de ser sal y luz de la tierra cuando las condiciones eran muy difíciles. Brota,
además; de observar con sensibilidad lo que Dios ha venido haciendo a lo largo de estos siglos a
través de su Iglesia como presencia de su Reino en el mundo. Asimismo el movimiento del
Espíritu Santo llamando a personas de todas las condiciones a participar en la extensión del
Evangelio, también tienen que ser tomado en cuenta.
Una parte de este accionar del Señor de ha dado en las universidades de todo el mundo y
particularmente de América Latina.
En Hechos capítulo 2 leemos que en el día del cumplimiento de la promesa que Jesús hiciera
antes de su ascensión, se añadieron a la Iglesia naciente como tres mil personas (v. 41). La
pregunta que surge es, cómo se haría para que todas estas personas pudieran ser atendidas y así
crecer en su fe? El versículo 46 nos da la respuesta, el crecimiento de la Iglesia se fue dando en
la comunión que se vivía, en dos tipos de encuentros: “Unánimes en el templo” y “partiendo el pan
en las casas”. Esto significaba que había un lugar para asistir al templo y tener allí momentos de
adoración y edificación pero también se daban momentos en los que grupos de cristianos se
reunían para combatir las cargas económicas y participar de la comunión en diversos aspectos.
La trascendencia de la vida celular en la Iglesia de los primeros siglos es estacada en el libro “La
Evangelización en la Iglesia Primitiva” del historiador bíblico y evangelista Michael Green:
“La utilización de los hogares fue uno de los métodos más importantes en la extensión del Evangelio en la
antigüedad. Tenían ventajas positivas: el número relativamente pequeño de los involucrados hacía
posible un intercambio real de puntos de vista y permitía las discusiones informales entre los
participantes; no existía un aislamiento artificial del predicador con respecto a sus oyentes… La completa
informalidad y la atmósfera tranquila del hogar, para no hacer mención de la hospitalidad que
frecuentemente debe haber acompañado tal práctica, todo ayudaba para que esta forma de
evangelización fuera particularmente exitosa”. (1)
En el cumplimiento de esta tarea de grandes dimensiones, todos los cristianos estaban llamados,
sin distinción de sexo o raza, a participar protagonicamente con su vida diaria.
Varias referencias a lo largo del libro de Hechos de los Apóstoles indican que en los hogares se
tenían reuniones de oración, confraternidad cristiana, servicios de la Cena del Señor, vigilia
nocturna de oración, evangelización improvisada, evangelización planificada, instrucciones sobre
la obra, etc. En Hechos 5:42, se observa el lugar que tenían las reuniones hogareñas en el
fortalecimiento mutuo frente a las pruebas, porque después de un importante evento en el que la
vida de Pedro y Juan había corrido peligro, nos menciona la Biblia que todos los días en el templo
y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
En el capítulo 10 encontramos que también en esos encuentros, los cristianos oraban y eran
edificados. En el v. 33 cuando Cornelio habla con Pedro, le explica que en su casa un grupo de
hermanos se mantenían en oración esperando oír la Palabra de Dios por boca del apóstol. Vemos
también que Dios bendecía estos encuentros, pues, en el relato se dice que mientras aún Pedro
estaba explicándoles la obra del Señor a través de de Jesús, el Espíritu Santo cayó sobre todos
los que oían el discurso (v. 44).
En el capítulo 12 vemos hermosas referencias a lo que significó la célula para los primeros
cristianos: “en otra situación de peligro en la que Pedro había sido liberado de la cárcel por un
ángel, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, donde muchos estaban reunidos orando”
(v. 12).
En las epístolas del apóstol Pablo observamos como pequeñas congregaciones se reunían en las
casas de algunos creyentes consagrados. En su despedida a los romanos, Pablo envía saludos a
la Iglesia que se reunía en casa de Aquila y Priscila en Roma. Esta congregación también es
mencionada en la despedida a los corintios (Romanos 16:5 y 1 Corintios 16:19). Esto nos muestra
que las reuniones que se daban en casa de ellos no eran eventuales sino que había una pequeña
comunidad de creyentes que sostenían encuentros regulares y por un tiempo considerable en
casa de esta pareja cristiana.
De la misma manera, ubicamos que en Laodicea (Colosas) había una congregación que tenía sus
reuniones en casa de un hermano llamado Ninfas (Col. 4:15).
Las células en los hogares era la Iglesia dispersa y diseminada en los diferentes lugares y en las
diferentes esferas sociales.
“Unidad comunitaria, mínima y vital de la Iglesia, en la que se manifiestan las mismas características
vitales de todo el cuerpo. Es una unidad comunitaria porque existe a partir del encuentro de dos o mas
cristianos, es mínima porque la componen un número reducido de miembros y es vital porque cada uno
de ellos manifiesta la vida producto de la acción redentora de Dios en Jesucristo”.
MISIÓN INTEGRAL
La misión de una célula es la misión de la Iglesia y aunque tiene diferentes dimensiones es una
sola: Dar testimonio de Jesucristo. Sin embargo, con propósitos meramente pedagógicos, pueden
considerarse cinco aspectos de la misión integral: Adoración, Comunión, Evangelización,
Discipulado y Servicio.
Estas dimensiones expresan no sólo lo que el cristiano tiene que hacer sino fundamentalmente lo
que el cristiano es.
Estas dimensiones no se dan necesariamente en ese orden rígido porque cuando alguien vive la
fe del Evangelio experimenta crecimiento en los diferentes aspectos de su nueva vida como
resultado de la presencia activa de Dios en su vida.
LA ADORACIÓN (LITURGIA)
Las Escrituras son la viva expresión de un pueblo escogido por Dios para adorarle. En Hechos
2:46 leemos que los creyentes perseveraban en la oración y alabanza.
Cuando los miembros de una célula adoran a Dios, se postran incondicionalmente ante el Dios
de la gloria, Creador y Sustentador del Universo.
De modo que, cuando una célula ora y clama, y canta con gozo no es escapista, ni fanática,
menos retrógrada. Sólo lo es desde la óptica de quienes confían en sus dioses a los cuales
también rinden culto conscientes o veladamente.
COMUNIÓN (KOINONÍA)
La comunión está en la misma base de la vida y misión de la Iglesia y por ende de una célula
cristiana. “Dios nos ha salvado, entre otras cosas, para que vivamos en comunión los unos
con los otros” (1). De allí que es prioritario entender lo que significa la comunión.
El problema es cómo vivir la comunión en medio una vida tan agitada y sujeta a tantas
presiones. En el caso de la universidad, las presiones son diversas y entre ellas está la
académica, que llega a ser algunas veces insoportable. La célula cristiana es el medio puesto
por Dios para bendecirnos con el don de compartir en medio de un ambiente hostil,
competitivo, en el que el sentimiento de soledad es abrumador.
Comunión está por tanto ligada íntimamente al amor. En una célula se expresará de muchas
maneras, desde una preocupación genuina por la salud espiritual de cada miembro, hasta el
compartir diversas cargas (físicas, académicas, económicas, familiares, de pareja,
eclesiásticas, etc.).
La comunión es dada por Dios pero también en una célula tiene que mantenerse y cuidarse.
No estamos hablando de organizar reuniones de comunión, porque en el sentido estricto de la
palabra tenemos “reuniones” de comunión, sino que cuando hay cristianos allí hay comunión.
De lo que se trata es de tener momentos especiales para expresar cuidado los unos por los
otros con palabras y hechos. Estos momentos se darán aún más allá de las reuniones
formales de la célula (en el comedor, en la cola del ómnibus, en un intermedio de clase, en el
templo, en la casa y hasta en plena clase).
Nuestra vida como comunidad, se convertirá así en el más poderoso testimonio que podemos
dar a los que nos rodean: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los
unos a los otros”.
PROCLAMACIÓN (KERYGMA)
“Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). Este
versículo nos habla de los frutos de toda una tarea de comunicación del Evangelio. No es una
preocupación estadística sino la convicción de que la conversión de las personas depende de
la acción del Espíritu Santo y no de las estrategias que usemos para lograrlo.
La evangelización en una célula es algo natural. Brota de la misma vida que ella tiene. En ella
se hace carne lo que Jesús dijo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. En efecto, no se puede
dar jamás lo que no se tiene y en materia de evangelización esto es inexorable, los cadáveres
no pueden evangelizar, porque el Evangelio es vida. Por lo mismo, cuando en una célula
cristiana fluye la vida y el amor de Cristo, la evangelización no se reducirá a esfuerzos
esporádicos de presencia pública, que tiene su lugar, pero no pueden sustituir la
evangelización permanente.
Al ubicarse la célula en un ambiente especial, comparte con los que la circundan problemas
comunes que pueden servir de puntos de contacto para la comunicación del Evangelio. Su
evangelización, por lo tanto, no es una irrupción desencarnada, sino que se da como una
proclamación en palabras y hechos del mensaje liberador del Evangelio.
En la célula es más difícil eludir la tarea de evangelizar por cuanto todos y cada uno son
llamados a participar activamente. No hay lugar para dejar a que los demás hagan.
La célula que vive en la universidad, necesariamente tiene que combinar la proclamación con
la tarea apologética debido a que en ese lugar discurren las ideas. En este sentido los
miembros deben prepararse para presentar defensa a los que demanden razón de su
esperanza.
Es la relación que se establece con los que van añadiéndose a la Iglesia como producto de la
evangelización. El discipulado permite transmitir en primer lugar, la doctrina que es
fundamento de la fe cristiana. En Hechos 2:42 leemos que los creyentes “perseveraban en la
doctrina de los apóstoles”. En segundo lugar, el discipulado permite el compartir actitudes de
vida que son fundamentales en la formación del nuevo creyente. Estas actitudes tienen que
ver con todas las áreas de la vida: con la mente, con las emociones, con la voluntad, con el
dinero, con los padres, etc. El hermano mayor en la célula compartirá, por ejemplo, una actitud
de búsqueda incansable de la verdad en Jesucristo, reflexividad, reverencia en la casa de
Dios.
La Palabra estará presente, aunque en diferentes formas: puede tenerse un encuentro bíblico,
una exposición exegética, una lectura sistemática, un panel, etc. Lo que cada célula tiene que
hacer es ver la manera creativa en que se presente la Palabra, pero ésta no puede faltar si se
quiere mantener y profundizar la vida.
Por otro lado, (Mateo 28:18-20) la comunicación de todo el Consejo de Dios, no se hace de
manera fría, como si se tratara de contenidos mentales o eminentemente racionales. Esta
transmisión se hace en el marco del discipulado, en una relación de mutua dependencia del
Señor, que es la base de la extensión del reino de Dios.
SERVICIO
En Lucas 9:11 se dice de Jesús que “la gente le siguió; él les recibió y les hablaba del reino de
Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados”. Su ministerio estuvo signado por la
expresión constante de servicio, resultado de su sentimiento de compasión luego de observar
la situación por la que la gente atravesaba. Jamás permaneció indiferente o interesado sólo en
exponer sus verdades acerca del Reino. En una ocasión tuvo compasión porque vio a las
multitudes como “ovejas dispersas sin pastor”. En otra oportunidad, al ver a la gente con
hambre conminó a sus discípulos “dadles de comer vosotros”.
Servir para él no fue cuestión de énfasis o de línea teológica sino una consecuencia necesaria
de su amor.
Una célula cristiana, por naturaleza es, sensible a lo que la rodea; ella sirve no por imposición,
ni porque está “de moda” en cuanto a corrientes misiológicas, ni por calmar la conciencia por
lo que puedan increparle los demás. La célula sirve porque éste imperativo viene del mismo
corazón del Evangelio.
A cualquier nivel el servicio es tal si tiene la motivación del amor. Una célula tiene que
responder al medio y hacerlo con discernimiento para evitar, en su sincero pero a veces
ingenuo intento, reforzar situaciones de pereza, descuido e injusticia. Aquí estará el desafío
permanente para una célula el que expresen obediencia y cumplan el propósito para la vida en
Jesucristo porque “somos creados en Cristo para buenas obras”.
Estas son las dimensiones de la Misión Integral. No hay lugar a énfasis de algún aspecto sobre
otros, pues un sano crecimiento de cualquier área requiere de un armonioso desarrollo de los
demás. No podemos crecer verdaderamente en nuestra vida de adoración, por ejemplo,
descuidando nuestra comunión con el hermano, ni podemos evangelizar y esperar frutos de
nuestro trabajo si somos indiferentes en el discipulado y el servicio.