You are on page 1of 2

Buen día querida comunidad del Santísima: alumnas, docentes, equipo directivo.

Les comparto a
través de estas palabras escritas, algunas reflexiones que tengo respecto a esta fecha que nos
convoca. Sepan disculpar mis idas y vueltas; las alumnas saben bien, después de horas y horas de
clase, que entre tanta palabra que a veces puede resultar complicada, busco realmente compartir y
pensar con ustedes alguna idea, algún pensamiento, algo que valga la pena.

Hoy es el Día de la Diversidad Cultural, el que Ayer se llamaba el Día de la Raza. Cambió el nombre,
y con ello lo valores que conmemoramos. ¿Por qué? Porque como sociedad aprendemos,
cambiamos, reinterpretamos, proponemos. Ayer se acentuaban las diferencias. Hoy la posibilidad
de una vida común entre las múltiples experiencias.

Si es el día de la diversidad cultural es porque en eso que llamamos Cultura puede haber
diferencias. Yo creo que estas diferencias no hacen más que enriquecer la experiencia del ser
humano. De ser humano. Y todos somos humanos ¿No? Entonces la Humanidad es una, es lo que
nos une, es decir, es Unidad.

Hay algo que es muy fácil de decir y muy difícil de practicar: vivir haciendo sentir a los demás que
pese a lo distintos que puedan ser, también son iguales. También somos iguales. Cuántas veces
escuchamos o decimos “somos todos iguales”. ¿Cuántas veces actuamos como si de veras
fuéramos todos iguales en lo que importa? Porque es fácil decirlo cuando nos conviene, cuando
nos protege y luego olvidarnos de eso cuando implica ayudar a otro a sentirse igual.

Es como que hay algo que nos dice como una voz silenciosa que la Igualdad en sí no existe, que es
solo un lema que queda bien. Porque, seamos sinceros, diferencias hay: no somos todos del
mismo molde. Y si bien todos vivimos en el mismo mundo, no todos tenemos la misma
experiencia. ¿Acaso alguien que es igual no debería tener lo mismo que tengo yo? ¿Acaso yo no
debería tener aquello que tiene el que es igual a mí?

Si solo hablamos de igualdad en términos ideales, estaríamos invisibilizando muchos problemas.


Por eso, puede ser peligroso solo acentuar la igualdad, exagerarla. Peligroso, además de no cierto.
Si solo hablamos de igualdad, se convierte en un concepto que aplana, un concepto que limita,
que esconde la realidad, que reprime aquello propio que no encaja en el deber ser de la sociedad.
Así que No. No ensalcemos el concepto de igualdad aislado.

Me parece que por eso, las personas que en el 2010 presentaron un proyecto de ley para cambiar
el concepto y las prácticas que se conmemoran el 12 de octubre, no propusieron hablar de
igualdad sino de diversidad. De respeto a la diversidad. Y venía diciendo yo un par de párrafos
atrás, Unidad en la diversidad.

Hoy como sociedad, elegimos festejar entonces que cada uno tiene libertad de expresarse y
reconocerse como distinto: distinto en formas, en ideología, en género, en actitud política, en
pensamientos, en gustos, etc. Y como todos somos humanos que pretenden ser libres mejor
festejarlo en un día como hoy. Y festejar se puede si se sabe por qué se festeja. Y para eso, cada
vez que festejamos hay que volver a pensar por qué lo estamos haciendo. Las preguntas ayudan,
incluso cuando no tienen respuesta. Me corrijo: las preguntas ayudan especialmente cuando no
sabemos la respuesta, porque quedan flotando por ahí, como signos de lo que de verás importa.
Entonces decíamos que aceptamos que los humanos son diferentes, son diversos. Pero entonces
propongo que nos preguntemos: ¿Puede haber Unidad en la Diversidad?

La unidad en la diversidad es difícil. Puede ser una Utopía que vale la pena alcanzar. Utopía es una
palabra que viene del griego y significa “no-lugar”. Pero aunque una “utopía” sea algo que no
existe, no quiere decir que no pueda guiarnos como un ideal. Bien, entonces, ¿Cómo se hace para
ir hacia ella? ¿Cómo se hace para llegar a la Unidad en la Diversidad?

Mmmm, no sé: acá se mezcla el ideal con algo que a todos nos pasa. Todos deseamos. ¿Qué
deseamos? ¿Deseamos ser únicos o deseamos lo que otros tienen? Tal vez deseamos tener algo
único. Pero solo se desea lo que otros ya antes desearon. Y cuando deseamos lo mismo puede
aparecer la competencia. Y justo eso de desear lo mismo es lo que podría llevarnos a estar unidos.
¡Qué lío! ¿Tiene solución esta contradicción?

No. Es una paradoja. A esto se suma, lo que decíamos antes de que los puntos de partida siempre
son desiguales. Es inherente al humano ser distinto por la historia de sus padres, el lugar donde
nació y las experiencias que tuvo.

No podemos solucionar la paradoja del querer ser distinto y el querer ser igual. Pero sí podemos
estar atentos a por qué queremos ser iguales y únicos a la vez. La propuesta es pensar cómo hacer
para que exista esa diversidad en la Unidad. Se me ocurren posibilidades, caminos, modos…

Podemos ser diversos y aceptar que puede haber distintas unidades conviviendo. Empezando por
la escala más chica: cada uno de nosotros es uno, incluso aunque cada día cambie un poco y
mañana sea otro. Podemos ser “empáticos”: eso quiere decir “poder ponernos en los zapatos del
otro”, y si las cosas salen mal y otro quiere igualarse de la peor manera conmigo, o decirme que no
soy su igual, podemos intentar desactivar la violencia que enseguida aparece en palabra, acto o
pensamiento. Son muchos los consejos que a lo largo de la historia hemos recibido: el que dio
Cristo: poner la otra mejilla. El que dio Jean Jacques Rosseau al recordarnos que en un pasado
utópico éramos Buenos Salvajes.

Yo creo que la unidad en la diversidad aparecerá en la medida en que podamos tener en cuenta
todas las miradas, todas las posiciones, y saber que las ideas, así como las personas, pueden y
deben cambiar. Como dijo otro gran filósofo: Panta Rhei, “todo fluye”. Si la vida es un Río en el
que todos navegamos, cada uno tendrá su propia experiencia y surcará mejor o peor sus
corrientes, pero el Mar en el que desembocamos es uno. Si queremos, quizás podemos entender
que no importa cómo se llame la Unidad, sea Dios o Razón: es necesaria para que la diversidad sea
festejada con respeto.

Quería compartir estos pensamientos con ustedes. Como se darán cuenta no son conclusiones, no
son verdades, ni afirmaciones. Son preguntas sin respuestas. En el mejor de los casos, son
propuestas. Pero no son nada si no nos hacen pensar, si no nos hacen reflexionar sobre nuestros
actos como personas y como comunidad. No son nada si no vale la pena compartirlos en este día y
en este lugar que nos une. Quizás una utopía, un no lugar, que por un rato, aparece.

Muchas gracias.

You might also like