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Adquisición y desarrollo del lenguaje en Preescolar y

Ciclo Inicial
Desarrollo del lenguaje infantil
Los primeros sonidos emitidos por el niño no pueden calificarse como lingüísticos. En realidad, muchos
de ellos sólo pueden ser considerados como prelingüísticos porque se producen en una etapa anterior a sus
primeros intentos lingüísticos.
En consecuencia podemos hablar de tres fases sucesivas:
- el período del grito,
- el período del gorjeo o lalación,
- el primer lenguaje.
De éstos sólo el primer lenguaje puede valorarse como lingüístico.

El grito

El grito es el primer sonido que emite el niño. No tiene función ni intención comunicativa. Desde el
momento del nacimiento el niño grita o chilla por simple reflejo ante el comienzo de la respiración aérea que
sustituye los intercambios de oxígeno anteriores en el medio intrauterino. Durante varias semanas el grito
constituye su única manifestación sonora, que no lingüística.
Esta producción de sonidos es casual, pero pronto se convierte en un juego por parte del niño
(FRANCESCATO). Así consigue experimentación y fortalecimiento de los elementos fisiológicos que luego
intervendrán en la articulación del lenguaje.
Aunque el grito no tiene valor lingüístico, en cuanto el niño descubre su influencia en el entorno, tanto el
grito como el llanto se convierten para él en instrumentos de apelación más que de comunicación. De todas
formas, el grito del niño, incluso el grito intencionado, no puede considerarse como lenguaje, ya que no está
constituido por elementos discretos.

El gorjeo o balbuceo

La actividad del gorjeo o lalación aparece a veces desde el primer mes de edad del niño, y contribuye a la
organización progresiva, y cada vez más fina, de los mecanismos de producción de sonidos. Se trata de
sonidos preferentemente vocálicos, indiferenciados, con tendencia a su mayor articulación.
Estos sonidos a veces son respuesta a estímulos somáticos, visuales o acústicos. Pero a menudo se
producen espontáneamente, y hasta los emite el niño en estado de reposo.
A partir de los dos meses, los gorjeos del niño pueden responder a veces a palabras de la madre, con lo
cual se establece una especie de diálogo.
El gorjeo sigue siendo, no obstante, una manifestación prelingüística que utiliza los órganos de la voz
para vibraciones, gargarismos, chasquidos, sonidos silbantes... Si no constituyen un lenguaje, mucho menos
pude pensarse que formen parte de una lengua.
El hecho de que los produzcan también los niños sordos deja claro que no están provocados
necesariamente por estímulos auditivos.
STARK (1979) establece hasta cinco etapas en la producción de sonidos prelingüísticos:
Etapa 1ª:De 0 a 8 semanas:
gritos reflejos y sonidos vegetativos.
Etapa 2ª:De 8 a 20 semanas:
gorjeos, arrullos y sonrisas.
Etapa 3ª:De 16 a 30 semanas:
juegos vocálicos.
Etapa 4ª:De 25 a 30 semanas:
balbuceo reduplicativo.
Etapa 5ª:De 36 a 72 semanas:
balbuceo no reduplicativo y jerga expresiva.

El primer lenguaje
El primer lenguaje abarca dos aspectos distintos:
- la comprensión pasiva,
- la expresión activa.
Es evidente que la comprensión es anterior a la expresión. Precisamente la comprensión pasiva resulta
más difícilmente evaluable. Para conseguir su evaluación, siempre imprecisa, hemos de servirnos de
conjeturas y de testimonios extralingüísticos. Así podemos observar que el niño sonríe, palmea o se agita
alegremente ante determinadas palabras o frases. En consecuencia interpretamos estas reacciones como que
el niño entiende, o tal vez recuerda, o quizá se le provoca un reflejo condicionado.
Para algunos, en estos contactos, el niño capta un material sonoro que va acumulando y que constituye
sus futuras primeras palabras cuando pueda convertirlo en material articulado. Sus emisiones no se producen
inmediatamente.
Al contrario, parece ser que en muchos niños las primeras palabras van precedidas de un período de
silencio. El gorjeo o balbuceo queda recortado o se limita a los juegos de acostarse y levantarse, y se
prolonga incluso durante el sueño, según JAKOBSON.
Durante este período de mutismo el niño reduce, con toda probabilidad, la amplísima gama de sonidos
propia del período de lalación, para centrarse en sus esfuerzos en los grupos fonemáticos propios de la
lengua materna.
Estos fenómenos se producen paralela y simultáneamente a la aparición de las primeras palabras.
La síntesis entre el sonido y el significado de las palabras supone un fenómeno muy complejo, y para
PIAGET se realiza gracias a la facultad de representación, inmersa en el juego simbólico.
A los 12 meses el niño puede conocer de 5 a 10 palabras a las que atribuye un sentido impreciso y
global. A los 2 años su vocabulario puede alcanzar ya 200 palabras. A los 2 años y medio, unas 400; y a los 3,
ya ronda el millar. Para poseer entre 2.000 y 3.000 a los seis años.
El niño progresa en el desarrollo y adquisición del lenguaje, no por simple adquisición de estructuras cada
vez más complejas, sino en virtud de la comprensión del medio.
Análisis de la adquisición del lenguaje

Podemos decir que el lenguaje tal y como nosotros lo percibimos es el resultado de la implicación y
simultaneidad de cuatro organizaciones distintas que corresponden a otros tantos componentes del mismo.
Según esto podríamos hablar de:
- organización fonológica,
- organización léxico-semántica,
- organización morfosintáctica,
- organización psicoafectiva.
Los componentes del lenguaje están en íntima interdependencia y actúan simultáneamente o por medio
de procesos no bien definidos que los hacen inseparables. Aquí, no obstante, se estudian separadamente tan
sólo por razones de claridad en la exposición.

Organización fonológica

Para MONFORT y JUÁREZ (1980), a quienes seguimos en parte, el aprendizaje fonético está marcado
por tres características fundamentales:
1º La globalidad del proceso, según la cual el niño adquiere los fonemas globalmente y no como una
serie de unidades que se agregan unas a otras analíticamente. Es decir, el niño no aprende a pronunciar
letras, sino palabras y frases.
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Esto tendrá su importancia a la hora de aprender a leer también, de acuerdo con el uso de los métodos
analíticos y los sintéticos.
2º El desfase entre el sistema perceptivo y el reproductivo. Es decir, que hay que distinguir entre lo que el
niño percibe, y que es motivado por las emisiones del adulto, y lo que el niño emite y nosotros percibimos.
El niño dice Tetesa en vez de Teresa, o paya, en vez de playa. Si nosotros le decimos Tetesa y paya, lo
desorientamos y no nos entiende.
Es importante, por consiguiente, que el adulto no incurra en la autocorrección en beneficio del niño.
Por otra parte, el proceso productivo del niño es mejor conocido, puesto que el adulto lo puede analizar
con facilidad; mientras que el perceptivo es peor conocido, porque se resiste más al análisis.
3º Existe un orden de aparición y unas estructuras de desarrollo muy definidos; casi iguales en todos los
países, aunque con rapidez variable entre los distintos niños.
El niño procede por oposiciones fundamentales. Y a través de ellas va afinando su capacidad
articulatoria.
Así,
- a la apertura máxima /a/ se opone la apertura mínima /b, p, m/,
- a la pronunciación oral /p/, la pronunciación nasal /m/,
- al punto de articulación labial /p/, el punto de articulación dental /t/.
Estas oposiciones básicas están presentes ya en el balbuceo.
Conclusiones
a) La adquisición de un fonema supone la adquisición previa de otros que le son anteriores. Es decir, que
no se puede producir un fonema, si antes no se ha producido otro.
Esto lo confirma también ERVIN-TRIPP (1966):
- El primer contraste se da entre vocal y consonante.
- En posición inicial la oclusiva /p/ preceden a la fricativa /f/.
- La dental /t/ precede a la sibilante /s/ y a la gutural /k/.
- La nasal /n/ precede a la dental /d/.
- Los grupos consonánticos o combinaciones generalmente aparecen tarde.
- Los contrastes consonánticos en posición inicial aparecen antes que los intermedios o finales.
b) El sistema productivo del niño es un sistema cerrado y completo, aunque no coincida con el del adulto.
En consecuencia el niño atribuye, por ejemplo, a una letra dos sonidos distintos. La /t/, por ejemplo, le
sirve para realizar la /t/ y la /s/. Así el niño dice pata, correctamente y cata y meta, por casa y mesa.
c) Cada nueve adquisiciones del niño modifica la totalidad del sistema -221- fonológico anterior, y, en
consecuencia, se inicia un período de crisis en el que el niño, para dar cabida al nuevo fonema, incurre en una
serie de fluctuaciones que puedan dar la impresión de regresión, hasta que llega a la fijación definitiva de las
adquisiciones precedentes y de las posteriores. El niño fluctuará entre casa y cata; o entre pata y pasa, para
acabar diciendo casa y pata, formas correctas.
Desde el punto de vista didáctico
Habida cuenta de que hay una adaptación progresiva:
1º Al hablar al niño no debemos imitar su pronunciación, porque lo desorientamos, como hemos dicho
antes. Lo más adecuado es el uso del lenguaje bebé.
2º Hay que insistir en la repetición, aunque para evitar la monotonía, haya que introducir variaciones de
palabras en las que aparezcan las mismas dificultades y además echar mano de expansiones y extensiones.
3º Hay que tener presente que hasta los cinco años, y a veces hasta los seis, el niño encontrará
dificultades ante sílabas complejas como pla, ter, gru... y ante el fonema /r/. Así serán palabras difíciles para
él tigre, madrastra...
4º Es frecuente a esta edad la geminación, lleval.lo, el cambio de líquidas, r y l, por ejemplo almario, en
vez de armario.
5º A menudo las dificultades articulatorias proceden más de pereza, comodidad o prisa que de
deficiencias reales o articulatorias.
6º El contexto geográfico y sociocultural a menudo es causa de dificultades y de su pervivencia, aunque
suelen desaparecer entre los 6 y 7 años por influencia de la escuela y del lenguaje escrito.
7º El hablar hacia adentro o el hablar mimoso suele tener causas psicoafectivas: mimos, celos,
vergüenza, hábito...
8º El orden de producción de los fonemas está presidido por leyes relacionadas con elementos
portadores de significado. Por consiguiente el niño puede incurrir en errores, principalmente bajo la forma de
metátesis, que en modo alguno tienen que relacionarse con dislexias. Para el niño, por ejemplo, es más
fácil cerdito que crédito, porque la primera de estas palabras tiene significado para él.

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