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“Mi marido me secuestró”

Una de cada tres mujeres que contrajo matrimonio en Kirguizistán lo hizo contra su voluntad: la
mayoría fueron secuestradas de forma violenta y por un desconocido

La antigua tradición que se usaba para evitar pagar la dote de la novia sigue siendo socialmente
muy aceptada y, pese a los esfuerzos de activistas y asociaciones, impune ante la ley.

Cuando Bermet salió de su casa por la mañana, camino de la universidad, nada le hizo sospechar
que por la noche sería ya una mujer casada. Al terminar las clases unos jóvenes la asaltaron, la
tomaron por la fuerza en mitad de la calle y la metieron dentro de un coche. Ella forcejeó
durante las casi tres horas que duró el trayecto en automóvil, rodeada por desconocidos.
“Luego, dejé de luchar porque pensé que me quedaría sin fuerzas”, cuenta hoy en casa de su
suegra, con el pañuelo blanco de recién casada sobre la cabeza y embarazada de cuatro meses.
Aquella tarde la trasladaron hasta esta misma casa, en un pueblacho a varios cientos de
kilómetros de Bishkek, la capital de Kirguizistán. De madrugada contrajo matrimonio con uno de
los jóvenes que la había raptado. Hoy, su marido.

Las bodas por secuestro son una retorcida práctica que, con falsos tintes de antigua tradición,
condena a una de cada tres mujeres del país a contraer matrimonio por la fuerza. Jóvenes
esposas obligadas a casarse súbitamente y por sorpresa con un hombre, a menudo un
desconocido y habitualmente de forma violenta.

“Lo más duro fue explicárselo al que entonces era mi novio, el hombre al que amaba. Él
simplemente no pudo hacer nada”, dice a solas Bermet, de 19 años. Majabat, de 18 años,
también forcejeó y trató de zafarse de sus captores pero no tuvo tanta suerte y en uno de esos
tiras y afloja fue estrangulada. El joven que la raptó se suicidó unas semanas más tarde. La tía de
Majabat narra cómo ambas familias, la de la víctima y la del secuestrador, han acordado que con
la muerte del muchacho la familia ya tiene suficiente castigo. Por tanto, no irán a los tribunales.

A pesar de que hace años que la legislación de esta república castiga y persigue las bodas por
secuestro, apenas ha habido condenas contra los raptores. De hecho, tan solo se ha sentenciado
a dos en los últimos 20 años.

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