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SEMANA 3: FEMINISMOS CONTEMPORÁNEOS: MÁS ALLÁ DEL “SUJETO

POLÍTICO MUJER”
Lección 3.1. Feminismos de color: Antecedentes históricos de la Interseccionalidad

Bienvenidas y bienvenidos a la primera lección de esta semana; “Feminismos de color: antecedentes


históricos de la Interseccionalidad”.

Desde los años 90’ y a partir de las experiencias heterogéneas de activistas feministas, se comienza a
sistematizar teóricamente un cuestionamiento a la homogeneidad del sujeto político del feminismo;
nosotras, las mujeres. En resumidas cuentas, estas feministas problematizarán las relaciones de poder,
fundamentalmente de clase y raza, entre las mujeres.

Así, si bien existe consenso en que el problema de la simultaneidad de las relaciones de poder ya había
sido abordado desde los inicios del movimiento feminista, también es necesario señalar que, desde fines
de los años ochenta, los feminismos de color sistematizarán las experiencias de mujeres negras,
chicanas, indígenas, árabes, entre otras. Desde aquí, se enfrentarían a la hegemonía del feminismo
“blanco” y a la paradoja de elegir entre proyectos políticos que se les presentaron como antagonistas
(feminismo, lucha antirracista o lucha anticapitalista).

Modelos de la dominación

Los modelos de la dominación, fueron acuñados por Elsa Dorlin el año 2005. El primero es llamado
Modelo jerárquico, el cual subsume los ejes de la desigualdad social a una sola dominación
fundamental; ya sea la explotación capitalista, el patriarcado o el racismo. El problema de este modelo
es su énfasis homogeneizador y su tendencia a crear jerarquías en torno a los sufrimientos resultantes
de las desigualdades.

El segundo, es el Modelo aditivo, que representa la “doble” o “triple” dominación como unidades
distintas, que se suman unas a otras. Es decir, aísla cada experiencia de dominación y define sus mutuas
relaciones de manera aditiva. Este modelo se focaliza en las características cuantitativas de la
dominación, pero obstaculiza la explicación cualitativa del origen de tales experiencias.

La Interseccionalidad

Es a partir de las limitaciones de estos modelos de la dominación, que surge el concepto


Interseccionalidad. Este emerge en Estados Unidos a fines de los años ochenta, a partir del trabajo de
la abogada feminista afrodescendiente Kimberlé Crenshaw, quien se encargó de visibilizar la
insuficiencia de las leyes estadounidenses para abordar las múltiples dimensiones de la opresión
experimentada por las mujeres afrodescendientes.
Un ejemplo clásico al respecto, es el de la violencia de género al interior de las comunidades negras.
Estas mujeres se veían simultáneamente interpeladas a no denunciar (por parte de los líderes del
movimiento negro) y a denunciar (por parte de las feministas), para demostrar su lealtad a las respectivas
causas políticas.

Así, constatando la debilidad para recoger esas experiencias tanto por parte de la política feminista, como
de la política antirracista, Kimberlé Crenshaw señalará que aquellas vivencias de opresión sólo serían
audibles desde la intersección y coexistencia de distintas situaciones de dominación. En sus palabras;

“Los hombres de color y las mujeres blancas son raramente confrontados a esta dimensión
interseccional, particular de la desposesión, que obliga al individuo a separar su energía
política entre dos proyectos a veces antagonistas”.

La Interseccionalidad en el Contexto Árabe

Una paradoja similar fue descrita con lucidez por Deena Mohamed, una estudiante egipcia de 19 años,
que en el contexto de la “primavera árabe” denunciaba el problema al que se vieron enfrentadas las
mujeres de su país, una vez puesta la mirada y la condena internacional en las violaciones y abusos
vividos cotidianamente en la Plaza Tahrir, que esta vez afectaban a las periodistas europeas que cubrían
los acontecimientos durante el 2011 y 2012.

Concretamente, los medios de comunicación reutilizaron las representaciones colonialistas del hombre-
bestia árabe, desacreditando la movilización política. Para Deena Mohamed no se trataba,
evidentemente, de ocultar la violencia de género, sino de ilustrar la situación paradojal en la que se
encontraron luego las egipcias, chantajeadas a no denunciar en la medida en que se difundía con ello el
estereotipo del animal-árabe, “traicionando” por ese mismo gesto la revolución.

Mohamed decide entonces crear un cómic para denunciar simultáneamente al patriarcado árabe y a la
islamofobia internacional. Este será protagonizado por “Qahera”, una superheroína que utiliza el velo
islámico y que defiende sable en mano a las mujeres en la plaza de Tahrir.

Otro ejemplo paradojal es la polémica por la cuestión del velo en Europa. La feminista musulmana
Houria Boutelja critica el racismo islamofóbico de algunos de los argumentos más reiterativos del
feminismo francés en favor de la prohibición del velo. Ella nos explica que, para muchas de las jóvenes
de los suburbios de Paris, usar el velo es una forma de administrar sus relaciones con los hombres
“árabes”. Señala;
“Estamos obligadas a construir un feminismo paradojal. Lo que significa hacer una crítica
radical del sexismo en nuestro medio y en la sociedad y, al mismo tiempo, rechazar los
discursos racistas y esencialistas que bestializan a los hombres árabes (…) No es como para
las francesas que no tienen más que luchar directamente contra sus hombres. Nosotras
debemos luchar para que nuestros hermanos y nuestros padres sean rehabilitados (…) Se
trata de una competencia patriarcal entre hombres, pero una competencia que va a la par
con una relación de racismo (…) Hay que pasar por su revalorización [del velo], por su
rehumanización (…) dar pruebas de lealtad para ganar nuestra libertad (…) El feminismo
ideal no podemos permitírnoslo, ¡es un lujo de blancas! (…) La significación del velo es ésa:
el velo dice a los hombres blancos: ‘no nos tendrán’ (…) El velo es un mensaje que dice al
hermano: ‘puedes confiar en mí, yo no te traicionaré’.”

La Interseccionalidad en el contexto latinoamericano

En relación al problema de la violencia en el contexto latinoamericano, Rita Segato sostuvo que, para
comprender la violencia contemporánea dirigida hacia las mujeres indígenas en sus comunidades, es
necesario atender al cruce entre dos sistemas patriarcales, cuyos efectos más problemáticos serían la
despolitización del espacio doméstico y la desvirilización de los hombres indígenas. Esto expone a las
mujeres que quisieran cuestionar al patriarcado indígena a “un chantaje permanente”. La amenaza es
que, de tocar y modificar este orden, la identidad y la cultura se verían puestas en riesgo.

Sin embargo, frente a este problema, las mujeres indígenas también han sido críticas del feminismo
tradicional. En el caso chileno, por ejemplo, las organizaciones de mujeres mapuche han criticado el
doble discurso del SERNAM. La institución hablaría en nombre de las afectadas en casos de violencia
intrafamiliar, pero guardaría silencio frente a la violencia policial y estatal experimentada por las mismas
mujeres que se supone defiende.

Las organizaciones de mujeres insisten en que la violencia de género dentro de las comunidades, sería
expresión de una violencia mayor de carácter neocolonial, que es necesario visibilizar en su amplio
espectro.

En resumen, los enfoques interseccionales se proponen, por una parte, denunciar la pobreza de las
herramientas políticas y conceptuales de la dominación. Por otra parte, quieren ir más allá en el
reconocimiento de la multiplicidad de diferentes sistemas de dominación, con el objetivo de explicar esta
simultaneidad en configuraciones socio-históricas específicas, analizando su mutuo modelamiento en la
producción y reproducción de las desigualdades sociales.

Para citar este material educativo:


Vera, Antonieta (2019) “Feminismos de Color: Antecedentes históricos
de la interseccionalidad” material del curso “Introducción a las teorías
feministas”, impartido en UAbierta, Universidad de Chile.

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