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La teoría de la literatura reflexiona sobre lo que el hombre ha dicho sobre la

ficción y la poesía lo largo de los siglos. Engloba una sistematización de lo que


la Filosofía, la Retórica, la Poética etc han pensado sobre el hecho literario.

Cabe destacar que el hacer “teoría” es per se una actividad filosófica, ya que las
preguntas por el ser y la función literaria son esencialmente filosóficas. ¿Y por
qué la filosofía se ha ocupado algo tan “lúdico” como la poesía o la literatura?
Porque estas ficciones forman parte consustancial de la realidad, configurándola
como la conocemos. Un mundo sin ficción es una cosa inimaginable. Cuando
nos duele mucho el pie y sentimos que las palabras no rozan siquiera nuestro
dolor, es una ficción que desespera. En la otra dirección, cuando leemos una
novela y nos reconocemos en ella, advertimos que esa novela es menos ficción
de lo que creíamos.

Este entreverado de “realidad” y “ficción” llamó pronto la atención de los filósofos,


y así Platón y Aristóteles se enfrascaron en una reflexión que siempre tenía como
motivo principal o telón de fondo el problema de la ficción.

Es imposible entender el pensamiento de los grandes filósofos de todas las


épocas si no comprendemos su visión del mundo coetánea, muy diferente de la
nuestra. Necesitamos dos ideas fundamentales para entender la teoría de la
literatura:

1. La estética antigua y moderna está dominada por un triple principio: estético,


metafísico y ético.

No existe ningún juicio entorno a una obra de arte que no vaya acompañado de
un juicio sobre su verdad o mentira (metafísica) y sobre su maldad o bondad
(ética). ¿Cuál de los tres principios es el más importante? Hasta 1790 la
jerarquía era metafísica > ética > estética, siendo la búsqueda de la verdad lo
primordial.

2. El concepto “teoría de la literatura” pertenece al siglo XX y se debe, sobre


todo, al surgimiento de la lingüística, por lo que este concepto carece de
sentido riguroso cuando se aplica a épocas o tradiciones que ni siquiera
poseen la noción de “literatura”.

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La teoría literaria anterior a Platón
La historia de la teoría de la literatura, empieza para Occidente en los diálogos
de Platón (el Protágoras, el Ión, el Gorgias, el Crátilo, el Banquete, el Fedro, la
República, el Sofista…) No obstante, anteriormente a Platón también existieron
otras tradiciones, más antiguas a la griega o paralelas a ella, en las que se
reflexiona sobre la “poesía” u nociones afines a ella.

En la India se hallan meditaciones sobre la práctica poética en el considerado


poema más antiguo de las lenguas indoeuropeas, el Rig Veda, planteándose una
preocupación constante a lo largo de la teoría literaria: la función de la literatura.

También destacamos los mantras (literalmente “verso”), que se creía que


liberaban con su ritmo los sentimientos negativos que generaban un karma
oscuro. Además, el papel social del poeta y el análisis de los textos (categorías
gramaticales y retóricas) también jugaban un papel importante en la teoría
literaria India (que aún no se etiquetaba como tal). A la vez que sucederá en la
teoría literaria occidental, se considera que la poesía está dividida en dos planos:
el de las cualidades formales (alankara) y el del significado o esencia (guna)

También hay referencias poéticas poéticas en otras culturas como la china


(reflexiones desde antes de la dinastía Tang (618-907), la japonesa ( en su
antología de versos Man’yshu)…Habría que advertir, no obstante, que Oriente y
Occidente difieren significativamente en el modo de hacer teoría literaria.

Por otra parte, autores griegos anteriores a Platón también hicieron


reflexiones sobre “poética”, “estética” y “crítica literaria”. Homero, en el siglo VIII
a.C. ya habló de las musas como fuentes básicas de creación poética, Hesíodo
relacionó el arte poético con la habilidad de contar mentiras que parecen
verdades… Y podríamos seguir citando autores como Aristófanes, Heráclito,
Pitágoras etc. Pero ninguno como Platón supo profundizar en esas nociones de
teoría poética y darles una dirección y un marco que se constituirán en la base
de toda la reflexión occidental sobre el hecho literario.

Término poesía para Platón


El concepto de literatura tal y como hoy en día lo conocemos no existe hasta el
siglo XVII (y se afianza en el XX) así pues, Platón emplea el término poesía
(poiesis, que en griego significa “hacer”) en un sentido técnico por lo que engloba
todas las actividades creativas en general: los trabajos artesanales del agricultor,
carpintero… Así como la pintura, la escultura, la música y la poesía propiamente
dicha.

Ahora bien, para comprender lo que Platón dice de la poesía debe tenerse en
cuenta que nunca habla de ésta de forma aislada, sino dentro del contexto de
una o varias preocupaciones más amplias (la ética, la política, la verdad…)

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Incluso en el Ión (cuyo subtítulo es “o de la poesía”) trata el tema de la creación
poética en relación al conocimiento.

Por otra parte, la estructura dialogada de sus textos hace que confluyan en un
mismo tema puntos de vista y opiniones diferentes y opuestas respecto a la
poesía, aunque es cierto que siempre hay una tesis (generalmente a la que
llegan Platón-Sócrates), esa estructura polifónica no da una lugar a una teoría
compacta, por lo que la actitud platónica hacia la poesía es ambigua: a veces
defendiéndola, casi siempre atacándola.

Sea como fuere, estos discursos han fijado el camino por el que, en un sentido
u otro, ha transcurrido la manera occidental de pensar la literatura.

Metafísica y ética, las dos teorías de la poesía.


Las preocupaciones fundamentales de Platón son dos: la metafísica y la ética,
y todos sus diálogos giran entorno a la estos conceptos. Cabe remarcar que toda
la estética de la antigüedad está subordinada a un triple principio: metafísico,
estético y ético. Es decir, la búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza.

Así pues, cuando Platón afronta la cuestión de la poesía es para preguntarse


qué hay de verdadero en ella, y qué contenido ético y político posee.

Metafísica y poesía, las dos mímesis.


Primera mímesis, la metafísica.
Platón define la metafísica como una imitación del mundo de las Ideas; el mundo
que percibimos mediante los sentidos, es una mímesis del mundo supraceleste.

La búsqueda de la verdad y el conocimiento

En sus diálogos (y el Fedón es un buen ejemplo de ello) Platón muestra


preocupación por la verdad: por cómo alcanzarla y en dónde se halla.

No obstante, al observar a su alrededor se da cuenta de que esta verdad es


imposible que se encuentre en el mundo que percibimos mediante los sentidos,
porque, ¿cómo va a ser verdadero algo que cambia continuamente, algo que
está sometido a la acción corrosiva y sin tregua del tiempo? Lo verdadero, según
Platón, debe poseer los atributos de la inmutabilidad y la durabilidad, lo cual no
se encuentra en este perecedero mundo sensible.

Mundo sensible y mundo de las ideas

Por esta razón, Platón realiza una división lógica entre 2 mundos: el mundo de
las Ideas, invisible o suprasensible y el mundo visible, empírico, material
o sensible. Con esta división, da por hecho que la verdad no puede hallarse en

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este último plano, el sensible o material, ya que al ser cambiante, jamás
proporcionaría verdadero conocimiento.

El mundo invisible contiene los modelos o ideas que representan la verdad al


no estar sometidos a la temporalidad.
Mientras tanto, el mundo visible sólo contiene copias, derivaciones de los
modelos perfectos, que están sometidas a la acción corrosiva del tiempo.

 Igualmente, el alma posee modelos de las Ideas perfectas, anteriores a toda


experiencia empírica, de lo que se deduce que debe haber habitado en ese
mundo suprasensible donde ha conocido la verdad a través de las ideas (la
belleza en sí, la justicia en sí…) y al que volverá una vez haya abandonado de
nuevo al cuerpo.

El alma, asimismo, posee dos tendencias (el alma es como un carro alado tirado
por dos caballos, alegoriza Platón): a permanecer en el mundo supraceleste o a
precipitarse en el mundo sensible. Cuando ésta última vence, el alma cae al
mundo en el interior de un cuerpo, y olvida su estancia supraceleste. Así pues,
tal y como ilustra el mito de la caverna, el hombre toma por verdadero lo que
conoce, el mundo sensible, lo cual sólo es una mera sombra. El verdadero
conocimiento llega cuando el alma comienza a “recordar” (anamnesis o
“recuerdo” y anagnorisis o “acto de reconocimiento) ese “estancia” en el mundo
suprasensible, acercándose así a las ideas.

De esto deriva la conclusión de que lo más deseable es estar muerto, y así llegar
al mundo invisible. Pero, si esto no es posible, el alma deberá desatender los
deseos del cuerpo, acercándose sólo a los del alma para conseguir el
conocimiento verdadero y esencial.

Por otro lado, respecto a la relación entre ambos mundos, existe una relación
jerárquica de subordinación: el mundo visible participa de las ideas del original a
través de copias. Así pues, el mundo que percibimos mediante los sentidos, es
una mímesis del mundo supraceleste.

Segunda mímesis: la poesía.

Platón define la poesía como una imitación del mundo sensible, pero no de
cualquier objeto sino de las acciones humanas. Esta imitación se lleva a cabo
mediante el lenguaje, la armonía y el ritmo.

 Así pues, como hemos visto, si la realidad sensible es ya una imitación del
mundo surpraceleste, la poesía es una copia de una copia, porque el mundo
sensible ya es per se una falsificación del mundo Ideal.

No obstante, no todas las imitaciones son iguales. Una cosa es la mesa material
sobre la que trabajo y que es una copia directa, en primer grado, de la idea de
mesa, y otra muy distinta es la mesa pintada en cuadro o la que se menciona en
una novela. Lo segundo es una imitación en segundo grado muy alejada de la
verdadera idea de mesa.

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Platón distingue, de esta manera, entre la copia fiel del artesano (realizada por
un hombre o un demiurgo) que sí puede llegar a aportar la verdad con un método
adecuado denominado dialéctica, y la copia fantasmagórica, la poesía (propia
del poeta o del sofista), que no aporta contenido epistemológico, que es falsa,
mera doxa, opinion, eikasia, conjetura.

Por esta razón, Platón condena lo estético desde el punto de vista


metafísico.
La escritura y el lenguaje
Debemos rechazar todo lo que provenga del mundo sensible ya que sólo
favorecerá al cuerpo, y no al alma: la cosmética, la cocina… Es el caso también
de la retórica (que sólo busca convencer a la opinión mundana) pero también el
de la escritura. En el diálogo Fedro, Platón mostrará poco aprecio por ésta, y lo
argumentará con dos razones fundamentales.

En primer lugar, porque la escritura relaja el uso de la memoria, verdadera


fuente del (re)conocimiento. En segundo lugar, porque, al contrario de lo que
sucede con el habla, el autor del texto escrito no está presente para sacarnos
de dudas en el caso de confusión. Y en el diálogo el Sofista el filósofo va
todavía más lejos: dice que la escritura es como una prostituta que circula de
mano en mano y está a disposición de quien quiera “conocerla”.

No sucede lo mismo con el lenguaje hablado, éste es superior a la escritura ya


que traduce directamente el ánimo y pensamiento de quien habla. No
obstante, el lenguaje como tal no es ni bueno ni malo, depende de la dirección
que se le imprima.

 En otro diálogo, el Crátilo, Platón pretende demostrar que el lenguaje no es ni


absolutamente convencional ni absolutamente motivado.

Frente a la tesis de que el lenguaje es convencional (también llamada


“hermogenismo”) Sócrates aduce que si así fuera, todo discurso sería falso por
su inadecuación a la cosa que describe. Por tanto, si alguien quiere nombrar las
cosas de forma verdadera deberá usar las palabras motivadas para ello, para
así captar la esencia de ese “algo”.

Pero, frente a la tesis de que el lenguaje es motivado (también llamado


“cratilismo”) Sócrates objeta que de ser así, todo lenguaje sería verdadero por
su absoluta adecuación a la cosa que describe. No todas las palabras son
capaces de reproducir la esencia de las cosas: los números, las formas
geométricas, ¿qué tiene todo ello que ver con la realidad?.

La conclusión a la que llegamos es que, metafísicamente, el lenguaje es un


instrumento apto para llegar a la verdad, pero en sí mismo no la contiene por lo
que puede inducir a engaño (en el caso de la poesía y de la retórica)

Así pues, de TODO lo expuesto anteriormente se deduce que Platón condena a


la poesía desde un punto de vista metafísico.

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Ética, política y poesía
Lo propio y lo impropio
Las razones de la condena a la poesía no se detienen en el punto de vista
metafísico (el hecho de que no aporte contenido epistemológico) sino que se
amplían al plano ético y político.

Platón defiende que si una sociedad quiere estar guiada por el bien y la justicia
debe basarse en la total subordinación del individuo a la colectividad. Y esto se
consigue mediante acciones en las que cada persona haga lo que le es
propio en función de su nivel social (a lo cual Platón denomina justicia). De
esta manera, el gobernante debe gobernar, el militar defender y el labrador
trabajar la tierra, y si alguno de ellos hiciese lo que no le es propio todo el sistema
se vendría abajo.

Para que cada uno de ellos elija correctamente lo que le es propio, es necesario
contar con una buena educación, que se edifica a partir de todo lo que éste ve y
oye. Y esto no engloba sólo lo que ocurre en la realidad, sino también relatos y
mitos. Para Platón, el mito es una influencia determinante en la educación y
en la sensibilidad de los ciudadanos, configurando una especie de “imaginario
social” que posiblemente tenga más fuerza que la realidad.

Esta preocupación por los relatos y los mitos tiene su razón en la concepción de
la poesía en la vida cultural de la Atenas del siglo V. Las representaciones
trágicas se celebraban entre grandes festejos entre marzo y abril , acogían a una
muchedumbre y eran hechos sociales y políticos que intervenían
necesariamente en la formación del espíritu nacional. De ahí radica la necesidad
de una censura en estas representaciones teatrales, las historias, y los mitos.

Necesidad de una censura


El reproche más destacable que Platón hace a la poesía (tanto a la narrativa
como a la teatral) es temático: aprovechándose de su apariencia de verdad, de
su mímesis, la poesía de desvía hacia la falsedad y cuenta mentiras acerca de
dioses y héroes.

Y si esto es fundamentalmente falso y tiene gran influencia en los ciudadanos,


¿podrá esperarse que se comporten justamente, con adecuación?. La opinión
de Platón es clara: es necesaria una censura y una vigilancia de los mitos,
las narraciones y representaciones, ampliada incluso a la intimidad de madres
e hijos. Sólo deberá admitirse el mito, narración o representación que se
considere adecuada para la formación de los ciudadanos.

La música también necesita una censura, ya que se introduce fácilmente en el


cuerpo y el alma de los individuos a través de la melodía. Esta última debe seguir
una concordancia y subordinación al alma de quien la escucha y al asunto de
que se está tratando.

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De esta manera, a la acusación metafísica de que la poesía no tiene contenido
epistemológico se suma ahora la de que contiene puras mentiras. Platón
fundamenta su necesidad de la censura en cuatro cosas: la trascendencia de
la poesía, la verosimilitud, la alegoría y el imaginario, la vigilancia.

La trascendencia de la poesía

Platón, como hemos dicho, ve en la poesía un instrumento social de acción


poderosa y efectiva sobre la sociedad.

La verosimilitud

El que la poesía sea capaz de influir tanto en la sociedad se debe a que utiliza
(al igual que la retórica sofista) el recurso de la verosimilitud (que alcanzará gran
importancia en la obra de Aristóteles). Para Platón, la verosimilitud alude a algo
probable que no coincide necesariamente con la verdad (así la define en el
Fedro) y puede hacer caer a cualquiera en el error.

Los más proclives a emplear el instrumento de la verosimilitud son el poeta y el


retórico. El primero porque, buscando agradar e impactar al público, le cuenta
toda clase de mentiras. El segundo porque, no duda en recurrir a la verosimilitud
para hacer creíble sus juicios sobre temas judiciales o políticos. Muchas veces
(por ejemplo en el diálogo Giorgias), Platón explica que la poesía es una forma
de retórica. Son actividades diferentes que usan los mismos medios, y por eso,
en ocasiones, se refiere a esas dos actividades como una sola.

La alegoría

La verosimilitud es empleada por Platón a la lectura e interpretación de texto,


así, éste puede contener un significado o símbolo oculto. En esto consiste, la
alegoría, en utilizar un término o grupo de términos para referirse a una cosa
distinta con la que guarda alguna semejanza (una especie de metáfora
continuada).

Pero, ¿quién es capaz de desvelar esa significación escondida? Los niños, los
ciudadanos comunes y la multitud en definitiva, no, ya que toman al pie de la
letra lo que debe ser interpretado alegóricamente, o con libre albedrío respecto
al sentido textual (como señala el filósofo en el Protágoras). Ante ello sólo
quedan dos opciones: impedir que se compongan ese tipo de obras o que la
lectura de la interpretación esté limitada a unos pocos, lo cuales lo guardarán el
secreto (lo que Platón aconseja en La República)

La imaginación

La gente practica constantemente la narración imaginaria tomándola como


modelo y confundiéndola con la verdad, como por ejemplo con las historias que
se cuentan de madres a niños. Platón advierte que la actividad imaginaria jamás
permanece en los límites de la mente, sino que trasciende a la realidad a través
de determinados comportamientos y se expande, lo cual va minando las bases
de la organización social.

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Teoría de los géneros
Si observamos la poesía desde el punto de vista ético, se descubre que no toda
la poesía es igualmente condenable; todo dependerá de si el poeta imita o no
imita. Esto da lugar la teoría de los géneros o tipos poéticos de Platón, cuya
base no es formal sino es moral.

Tras haber distinguido en el Sofista entre copia fiel y copia fantasmagórica,


aclara que dentro de la copia fantasmagórica (la poesía en sentido amplio) hay
que distinguir entre la imitación hecha con instrumentos (en lenguaje, o la piedra,
los pigmentos), y la hecha con el propio cuerpo (que alude al actor)

Pero es en la República donde ofrece la versión más nítida de su teoría de los


géneros.

 Por un lado, se halla la poesía íntegramente imitativa en la que el poeta


nunca habla en nombre propio sino a través de unos personajes y se identifica
con el género dramático.

 Por otro lado, tenemos la poesía no imitativa donde el poeta habla en


nombre propio, sin esconderse, de acuerdo a lo que siente y piensa.. Platón se
refiere con esto último al ditirambo, composición religiosa en honor al dios
Dionisos. Por último, tenemos la poesía mezcla de las dos anteriores: se trata
de la poesía épica en la que en ocasiones poeta y recitador nos refieren en
nombre propio lo sucedido y en otras dan la palabra a los personajes

Así pues, el género poético más condenable es sin duda el dramático, y dentro
de éste, la tragedia, la modalidad poética contra la que Platón lanza una y otra
vez sus críticas. Esta crítica es fruto de que el hecho de que el poeta nunca esté
presente en la enunciación de sus textos y se esconda no es políticamente justo
ni adecuado ya que no contribuye al bien social. Además, Platón pensaba que
durante la representación de una tragedia el público se identificaba
afectivamente con la acción dramática y con sus personajes (llora, ríe),
perdiendo así la facultad de guiarse por la razón, y la de comportarse con
propiedad debido a que se identifica con otro y ya no es él mismo.

La inspiración

En el Ión o de la poesía, Platón nos da una visión distinta del poeta y del acto de
creación que pone de relieve esa ambigüedad en la actitud de Platón hacia la
poesía. En ese diálogo defiende que el poeta y el rapsoda no poseen un saber
acerca de los asuntos tratados en sus textos o recitales. Sócrates le va
demostrando a su contertulio Ión que en relación con cualquier saber, quien más
conocimiento posee es el especialista y no el poeta.

Entonces, ¿a qué se debe que poeta y rapsoda se expresen tan bien en sus
versos y recitaciones? Sócrates responde en el Ión a que aquello se debe a la
inspiración: en el momento de creación, el poeta pierde el sentido de sí mismo
y entra en un estado de furor (theia mania en griego) provocado por la influencia
de las musas y los dioses, que lo poseen (entusiasmo en griego quiere decir

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poseído por los dioses) De esta manera, si son los dioses los que se sirven de
los poetas para transmitir un mensaje divino, es difícil admitir que la poesía esté
alejada de la verdad.

Una solución a esta paradoja en torno a la poesía es que esa transmisión del
mensaje divino por parte de los poetas remite a un estado ideal e inocente de la
poesía, estado que no posee, según Platón, la poesía de su tiempo. Esta poesía
(sobre todo la tragedia y la épica) se ha alejado de musas y dioses y, por tanto,
ha perdido lo único que la vinculaba a la verdad. De todos modos, la doctrina de
la inspiración crea un clima de ambigüedad en el conjunto total de la teoría
platónica sobre la poesía

La retórica
La retórica, tal y como se practicaba en la Atenas del siglo V, es duramente
criticada por el filósofo. Para demostrarlo, basta observar que muchos de los
diálogos platónicos llevan nombres de grandes retóricos o sofistas de la época
(Gorgias, Protágoras, Menon…) y que suelen ser los adversarios dialécticos de
Sócrates.

La retórica logográfica

La retórica de la época de Sócrates y Platón puede ser definida como el arte de


utilizar el lenguaje con fines persuasivos. Este intento de persuadir se producía
en dos contextos fundamentales: el judicial (donde se trataba de convencer a los
jueces de la inocencia o culpabilidad del acusado) y el político (convencer a una
asamblea o muchedumbre de la conveniencia o inconveniencia de una decisión
política).

Había incluso maestros oradores llamados sofistas que enseñaban las técnicas
de persuasión a futuros oradores y también logógrafos que preparaban discursos
escritos para los demás, todo ello retribuido económicamente.

De lo que Platón acusa a esta retórica es de no tener verdaderos conocimientos


de la materia (como sostiene en el Gorgias), de limitarse a jugar con las palabras
sin más, de pretender agradar al cuerpo y no al alma, y, en definitiva, de
inmoralidad, de buscar el éxito social y económico a expensas de la verdad.

La retórica Psicagógica

Cabe destacar que Platón no estaba en contra de la retórica, sólo contra la forma
en que se practicaba. Así lo demuestra en Fedro, donde nos da otra visión
distinta de la retórica.

El poder de afectación de la palabra, es decir, la retórica, no debería estar


focalizado en la persuasión hueca sino en la búsqueda de la verdad y de la virtud.
Desde ese momento la retórica se subordina a la dialéctica y ya se puede aceptar
todas sus estrategias, incluida la verosimilitud.

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La metáfora del organismo. La belleza

Desde su concepto de retórica Platón expone lo que se conoce como metáfora


del organismo. Ésta afirma algo que será defendido por todos los teóricos del
texto hasta nuestros días: un discurso debe ser concebido como organismo
vivo, de forma que tenga cabeza, tronco, pies y extremidades de forma que al
unirse se combinen entre sí y formen un todo armonioso y equilibrado. Esta
teoría del texto se adapta perfectamente al concepto de belleza de la tradición;
la belleza como equilibrio y proporción, que proporcione serenidad y templanza.

Y aunque la teoría del texto y la belleza sean cosas distintas, ambas coinciden
en el principio del equilibrio y en estar ambas al servicio de la verdad y la justicia.

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