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Cabe destacar que el hacer “teoría” es per se una actividad filosófica, ya que las
preguntas por el ser y la función literaria son esencialmente filosóficas. ¿Y por
qué la filosofía se ha ocupado algo tan “lúdico” como la poesía o la literatura?
Porque estas ficciones forman parte consustancial de la realidad, configurándola
como la conocemos. Un mundo sin ficción es una cosa inimaginable. Cuando
nos duele mucho el pie y sentimos que las palabras no rozan siquiera nuestro
dolor, es una ficción que desespera. En la otra dirección, cuando leemos una
novela y nos reconocemos en ella, advertimos que esa novela es menos ficción
de lo que creíamos.
No existe ningún juicio entorno a una obra de arte que no vaya acompañado de
un juicio sobre su verdad o mentira (metafísica) y sobre su maldad o bondad
(ética). ¿Cuál de los tres principios es el más importante? Hasta 1790 la
jerarquía era metafísica > ética > estética, siendo la búsqueda de la verdad lo
primordial.
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La teoría literaria anterior a Platón
La historia de la teoría de la literatura, empieza para Occidente en los diálogos
de Platón (el Protágoras, el Ión, el Gorgias, el Crátilo, el Banquete, el Fedro, la
República, el Sofista…) No obstante, anteriormente a Platón también existieron
otras tradiciones, más antiguas a la griega o paralelas a ella, en las que se
reflexiona sobre la “poesía” u nociones afines a ella.
Ahora bien, para comprender lo que Platón dice de la poesía debe tenerse en
cuenta que nunca habla de ésta de forma aislada, sino dentro del contexto de
una o varias preocupaciones más amplias (la ética, la política, la verdad…)
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Incluso en el Ión (cuyo subtítulo es “o de la poesía”) trata el tema de la creación
poética en relación al conocimiento.
Por otra parte, la estructura dialogada de sus textos hace que confluyan en un
mismo tema puntos de vista y opiniones diferentes y opuestas respecto a la
poesía, aunque es cierto que siempre hay una tesis (generalmente a la que
llegan Platón-Sócrates), esa estructura polifónica no da una lugar a una teoría
compacta, por lo que la actitud platónica hacia la poesía es ambigua: a veces
defendiéndola, casi siempre atacándola.
Sea como fuere, estos discursos han fijado el camino por el que, en un sentido
u otro, ha transcurrido la manera occidental de pensar la literatura.
Por esta razón, Platón realiza una división lógica entre 2 mundos: el mundo de
las Ideas, invisible o suprasensible y el mundo visible, empírico, material
o sensible. Con esta división, da por hecho que la verdad no puede hallarse en
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este último plano, el sensible o material, ya que al ser cambiante, jamás
proporcionaría verdadero conocimiento.
El alma, asimismo, posee dos tendencias (el alma es como un carro alado tirado
por dos caballos, alegoriza Platón): a permanecer en el mundo supraceleste o a
precipitarse en el mundo sensible. Cuando ésta última vence, el alma cae al
mundo en el interior de un cuerpo, y olvida su estancia supraceleste. Así pues,
tal y como ilustra el mito de la caverna, el hombre toma por verdadero lo que
conoce, el mundo sensible, lo cual sólo es una mera sombra. El verdadero
conocimiento llega cuando el alma comienza a “recordar” (anamnesis o
“recuerdo” y anagnorisis o “acto de reconocimiento) ese “estancia” en el mundo
suprasensible, acercándose así a las ideas.
De esto deriva la conclusión de que lo más deseable es estar muerto, y así llegar
al mundo invisible. Pero, si esto no es posible, el alma deberá desatender los
deseos del cuerpo, acercándose sólo a los del alma para conseguir el
conocimiento verdadero y esencial.
Por otro lado, respecto a la relación entre ambos mundos, existe una relación
jerárquica de subordinación: el mundo visible participa de las ideas del original a
través de copias. Así pues, el mundo que percibimos mediante los sentidos, es
una mímesis del mundo supraceleste.
Platón define la poesía como una imitación del mundo sensible, pero no de
cualquier objeto sino de las acciones humanas. Esta imitación se lleva a cabo
mediante el lenguaje, la armonía y el ritmo.
Así pues, como hemos visto, si la realidad sensible es ya una imitación del
mundo surpraceleste, la poesía es una copia de una copia, porque el mundo
sensible ya es per se una falsificación del mundo Ideal.
No obstante, no todas las imitaciones son iguales. Una cosa es la mesa material
sobre la que trabajo y que es una copia directa, en primer grado, de la idea de
mesa, y otra muy distinta es la mesa pintada en cuadro o la que se menciona en
una novela. Lo segundo es una imitación en segundo grado muy alejada de la
verdadera idea de mesa.
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Platón distingue, de esta manera, entre la copia fiel del artesano (realizada por
un hombre o un demiurgo) que sí puede llegar a aportar la verdad con un método
adecuado denominado dialéctica, y la copia fantasmagórica, la poesía (propia
del poeta o del sofista), que no aporta contenido epistemológico, que es falsa,
mera doxa, opinion, eikasia, conjetura.
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Ética, política y poesía
Lo propio y lo impropio
Las razones de la condena a la poesía no se detienen en el punto de vista
metafísico (el hecho de que no aporte contenido epistemológico) sino que se
amplían al plano ético y político.
Platón defiende que si una sociedad quiere estar guiada por el bien y la justicia
debe basarse en la total subordinación del individuo a la colectividad. Y esto se
consigue mediante acciones en las que cada persona haga lo que le es
propio en función de su nivel social (a lo cual Platón denomina justicia). De
esta manera, el gobernante debe gobernar, el militar defender y el labrador
trabajar la tierra, y si alguno de ellos hiciese lo que no le es propio todo el sistema
se vendría abajo.
Para que cada uno de ellos elija correctamente lo que le es propio, es necesario
contar con una buena educación, que se edifica a partir de todo lo que éste ve y
oye. Y esto no engloba sólo lo que ocurre en la realidad, sino también relatos y
mitos. Para Platón, el mito es una influencia determinante en la educación y
en la sensibilidad de los ciudadanos, configurando una especie de “imaginario
social” que posiblemente tenga más fuerza que la realidad.
Esta preocupación por los relatos y los mitos tiene su razón en la concepción de
la poesía en la vida cultural de la Atenas del siglo V. Las representaciones
trágicas se celebraban entre grandes festejos entre marzo y abril , acogían a una
muchedumbre y eran hechos sociales y políticos que intervenían
necesariamente en la formación del espíritu nacional. De ahí radica la necesidad
de una censura en estas representaciones teatrales, las historias, y los mitos.
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De esta manera, a la acusación metafísica de que la poesía no tiene contenido
epistemológico se suma ahora la de que contiene puras mentiras. Platón
fundamenta su necesidad de la censura en cuatro cosas: la trascendencia de
la poesía, la verosimilitud, la alegoría y el imaginario, la vigilancia.
La trascendencia de la poesía
La verosimilitud
El que la poesía sea capaz de influir tanto en la sociedad se debe a que utiliza
(al igual que la retórica sofista) el recurso de la verosimilitud (que alcanzará gran
importancia en la obra de Aristóteles). Para Platón, la verosimilitud alude a algo
probable que no coincide necesariamente con la verdad (así la define en el
Fedro) y puede hacer caer a cualquiera en el error.
La alegoría
Pero, ¿quién es capaz de desvelar esa significación escondida? Los niños, los
ciudadanos comunes y la multitud en definitiva, no, ya que toman al pie de la
letra lo que debe ser interpretado alegóricamente, o con libre albedrío respecto
al sentido textual (como señala el filósofo en el Protágoras). Ante ello sólo
quedan dos opciones: impedir que se compongan ese tipo de obras o que la
lectura de la interpretación esté limitada a unos pocos, lo cuales lo guardarán el
secreto (lo que Platón aconseja en La República)
La imaginación
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Teoría de los géneros
Si observamos la poesía desde el punto de vista ético, se descubre que no toda
la poesía es igualmente condenable; todo dependerá de si el poeta imita o no
imita. Esto da lugar la teoría de los géneros o tipos poéticos de Platón, cuya
base no es formal sino es moral.
Así pues, el género poético más condenable es sin duda el dramático, y dentro
de éste, la tragedia, la modalidad poética contra la que Platón lanza una y otra
vez sus críticas. Esta crítica es fruto de que el hecho de que el poeta nunca esté
presente en la enunciación de sus textos y se esconda no es políticamente justo
ni adecuado ya que no contribuye al bien social. Además, Platón pensaba que
durante la representación de una tragedia el público se identificaba
afectivamente con la acción dramática y con sus personajes (llora, ríe),
perdiendo así la facultad de guiarse por la razón, y la de comportarse con
propiedad debido a que se identifica con otro y ya no es él mismo.
La inspiración
En el Ión o de la poesía, Platón nos da una visión distinta del poeta y del acto de
creación que pone de relieve esa ambigüedad en la actitud de Platón hacia la
poesía. En ese diálogo defiende que el poeta y el rapsoda no poseen un saber
acerca de los asuntos tratados en sus textos o recitales. Sócrates le va
demostrando a su contertulio Ión que en relación con cualquier saber, quien más
conocimiento posee es el especialista y no el poeta.
Entonces, ¿a qué se debe que poeta y rapsoda se expresen tan bien en sus
versos y recitaciones? Sócrates responde en el Ión a que aquello se debe a la
inspiración: en el momento de creación, el poeta pierde el sentido de sí mismo
y entra en un estado de furor (theia mania en griego) provocado por la influencia
de las musas y los dioses, que lo poseen (entusiasmo en griego quiere decir
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poseído por los dioses) De esta manera, si son los dioses los que se sirven de
los poetas para transmitir un mensaje divino, es difícil admitir que la poesía esté
alejada de la verdad.
Una solución a esta paradoja en torno a la poesía es que esa transmisión del
mensaje divino por parte de los poetas remite a un estado ideal e inocente de la
poesía, estado que no posee, según Platón, la poesía de su tiempo. Esta poesía
(sobre todo la tragedia y la épica) se ha alejado de musas y dioses y, por tanto,
ha perdido lo único que la vinculaba a la verdad. De todos modos, la doctrina de
la inspiración crea un clima de ambigüedad en el conjunto total de la teoría
platónica sobre la poesía
La retórica
La retórica, tal y como se practicaba en la Atenas del siglo V, es duramente
criticada por el filósofo. Para demostrarlo, basta observar que muchos de los
diálogos platónicos llevan nombres de grandes retóricos o sofistas de la época
(Gorgias, Protágoras, Menon…) y que suelen ser los adversarios dialécticos de
Sócrates.
La retórica logográfica
Había incluso maestros oradores llamados sofistas que enseñaban las técnicas
de persuasión a futuros oradores y también logógrafos que preparaban discursos
escritos para los demás, todo ello retribuido económicamente.
La retórica Psicagógica
Cabe destacar que Platón no estaba en contra de la retórica, sólo contra la forma
en que se practicaba. Así lo demuestra en Fedro, donde nos da otra visión
distinta de la retórica.
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La metáfora del organismo. La belleza
Y aunque la teoría del texto y la belleza sean cosas distintas, ambas coinciden
en el principio del equilibrio y en estar ambas al servicio de la verdad y la justicia.
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