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r e v i s t a d e

PSICOANÁLISIS
Y
GRUPOS

vol. 2 • núm. 2 • enero-junio 2004


Revista de Psicoanálisis y Grupos
Dirección editorial
Mario Campuzano
Alejandro Tarragó
Jorge Sánchez-Escárcega

Comité editorial
Mario Campuzano (México)
Alejandro Tarragó (México)
Jorge Sánchez-Escárcega (México)
Miren de Izaurieta (México)
Lilian Lasky de Dubson (México)
Alfredo Alcántar (México)
Diana Singer (Argentina)
Graciela Selener (Argentina)
Alejandra Bó de Besozzi (Argentina)
Luis Grieco (Uruguay)
Waldemar Fernandes (Brasil)
Beatriz Silverio (Brasil)
Alejandro Ávila Espada (España)

La Revista de Psicoanálisis y Grupos es una publicación semestral


de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo

© Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo

Los artículos firmados no reflejan necesariamente los criterios de AMPAG y son respon-
sabilidad exclusiva de los autores. Para la reproducción total o parcial de los artículos se
requiere autorización por escrito del comité editorial.

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Reserva de derechos al uso exclusivo del título: 04-2003-100114323300-102. ISSN: en trámite.
Editor responsable: Mario Campuzano, Alejandro Tarragó y Jorge Sánchez-Escárcega. Dis-
tribución: AMPAG, Gral. Molinos del Campo 64, col. San Miguel Chapultepec, Deleg. Miguel
Hidalgo, CP 11850, México, DF, México; tels. (55) 5273-7401, (55) 5515-1041 y (55) 5516-7885
(fax); CE: ampag@prodigy.net.mx y psicoanalisisygrupos@prodigy.net.mx Edición: Grupo
Ideograma Editores. Diseño de portada: Mora. Tiraje: 300 ejemplares. Se terminó de imprimir
en octubre de 2003, en los talleres de Solar, Servicios Editoriales, SA de CV, Ediciones del
Ermitaño, división editorial, Calle 2, número 21, San Pedro de los Pinos, 03820, México, DF.
ÍNDICE

lll editorial lll

Pluralidad temática 5
Mario Campuzano

••• artículos •••

Un viaje por el tiempo. Encuadre, transferencia y cambio psíquico


en el proceso psicoanalítico 7
Maxine Zambrano González
El artista y el proceso creativo 14
Cecilia Mancera Cardós
Grupo, creatividad, arte y psicoanálisis 19
Luis Xavier Sandoval García
La institución ¿enferma o se enferma? 34
Grizel Salomón
La regla de la superficie en la psicología del yo 40
Simone Hazan
La separación de los padres durante la transición de la pubertad
a la adolescencia 53
José Ballesteros Monroy
La clínica vincular con adolescentes 65
Graciela Selener
Revisión crítica de los conceptos de selección, analizabilidad y agrupabilidad
en el dispositivo terapéutico grupal 76
Angélica González Guadarrama, Martha López Reyes y Jorge Sánchez-Escárcega

Desde la clínica

Guerra, pulsión de muerte y pareja narcisista. Una reflexión


desde el psicoanálisis 101
Luis Adrián Aldrete Quiñones
Discurso y actuaciones codependientes 112
Jaime Castrellón Díaz
Nuevos odres para los nuevos vinos 121
Agustín Palacios L.
AMPAG en los setenta. Sus atravesamientos 128
Mario Campuzano

sucesos

36 años de trabajo creativo 134


El psicoanálisis en Jalisco. Veinticinco años de historia 135
Congreso Lusobrasileño en Campinas, San Pablo, Brasil 136
XVI Congreso de la FLAPAG y X de AMPAG 140

noticias bibliográficas

Sobre la pareja humana, su psicología, sus conflictos, su tratamiento 144


Iinvestigación cualitativa/cuantitativa en ciencias PSI 149
El psicoanálisis grupal en San Pablo 152
Revista da SPAGESP 153
Grupo 154
Intersubjetivo 155
Subjetividad y cultura 156

varios

Instrucciones para los articulistas 157


Citas y referencias 160
Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC 165
lll editorial lll

PLURALIDAD
TEMÁTICA

E
l segundo número de nuestra revista sigue manteniendo
su vocación de pluralidad temática. De tal modo, en la sección
Artículos, Simone Hazan –desde el psicoanálisis individual–
hace una magnífica revisión de la perspectiva técnica en la psicología del yo,
que dejara propuestas clásicas en los libros de Fenichel y que busca
siempre contrastarse y diferenciarse de la técnica kleiniana concebida –ideo-
lógicamente y en la rivalidad de escuelas– como “psicoanálisis salvaje”, a
partir de una de sus propuestas técnicas más trascendentes: tener como
tarea central el análisis de los núcleos psicóticos de la personalidad
(esquizoides y depresivos), que ha permitido mantener una unidad técni-
ca en el abordaje de neuróticos, fronterizos y psicóticos y que no ha
podido ser resuelto técnicamente en la psicología del yo, llevando a mu-
chos de los psicoanalistas norteamericanos a utilizar en la práctica un
marco dual según el tipo de patología: psicología del yo para los neuróticos
(edípicos) y psicología del self para los preedípicos (fronterizos y
psicóticos).

La misma sección incluye dos artículos sobre adolescentes: uno de


Graciela Selener y otro de José Ballesteros, colegas argentina y mexica-
no, respectivamente, ambos con enfoques vinculares aunque no com-
parten el mismo marco teórico. Asimismo, hay una interesante revisión
de conceptos básicos sobre el dispositivo terapéutico grupal —de Angé-
lica González Guadarrama, Martha López Reyes y Jorge Sánchez-
6
MARIO CAMPUZANO

Escárcega— así como una reflexión sobre las instituciones, de Grizel


Salomón.

También contamos con dos artículos de nuestro evento institucional so-


bre los treinta y seis años de AMPAG –centrado en el tema de la creativi-
dad– el trabajo de Cecilia Mancera Cardós, una reflexión profunda y
sensible desde el lado de los artistas que se acercan al psicoanálisis
(sobre todo con una madre profesional de ese campo), y el de Luis Xavier
Sandoval, en el lado opuesto: el de los psicoanalistas que, con sus herra-
mientas teóricas, buscan comprender algo más del fenómeno artístico.
En este último caso hay un abordaje interesante: buscar comprender el
factor grupo en el impulso a la creación artística, algo semejante a lo que
Kuhn hiciera en el campo de la epistemología al considerar la importan-
cia de los factores grupales-institucionales de la comunidad científica en
el establecimiento, mantenimiento o desaparición de los paradigmas cien-
tíficos. Asimismo esta sección incluye un artículo teórico, de Maxine
Zambrano González, sobre el tiempo y el psicoanálisis.

La sección Desde la clínica tiene aportaciones muy interesantes de Luis


Adrián Aldrete, Jaime Castrellón, de nuestro querido Agustín Palacios y
de un servidor. Finalmente, la revista se complementa con una revisión
de eventos científicos latinoamericanos y de noticias bibliográficas de
nuestro subcontinente.

Mario Campuzano,
Ciudad de México, abril de 2004

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
7
••• artículo •••
UN VIAJE POR EL TIEMPO. ENCUADRE, TRANSFERENCIA Y CAMBIO PSÍQUICO EN EL PROCESO PSICOANALÍTICO

UN VIAJE POR EL TIEMPO


ENCUADRE, TRANSFERENCIA
Y CAMBIO PSÍQUICO EN EL PROCESO
PSICOANALÍTICO

Maxine Zambrano González*

El proceso psicoanalítico ha sido es- En este trabajo se buscará


tudiado desde diversas perspectivas: comprender algunos elementos de la
la relación paciente-analista, la cura técnica como el encuadre, la transfe-
en psicoanálisis, el uso de la asocia- rencia y el cambio psíquico desde un
ción libre, la atención libremente flo- eje de análisis diferente: la vivencia de
tante para develar el inconsciente, tiempo psíquico que permea y define
etcétera. A través de los años, desde la relación paciente-analista y el pro-
los primeros escritos de técnica de ceso psicoanalítico.
Freud hasta la actualidad, los teóricos Ya que el centro del análisis de
del psicoanálisis han desarrollado una estos aspectos de la técnica psicoana-
prolífica teoría de la técnica que expli- lítica será el concepto de tiempo, es
ca la función y el efecto de las diferen- necesario –para ahondar en el tema–
tes herramientas que se usan en el proponer una definición del mismo. Es
trabajo clínico tales como: el encua- sabido que el estudio del tiempo por
dre, la alianza terapéutica, el uso de parte de filósofos y físicos es tan anti-
la interpretación, el manejo de las re- guo como el tiempo de la historia. En
sistencias y la utilidad de la transfe- la historia del pensamiento humano se
rencia y la contratransferencia. han elaborado infinitas definiciones

•••
* Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia, AC y Asociación Mexi-
cana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC.

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MAXINE ZAMBRANO GONZÁLEZ

sobre el tiempo, el solo hecho de especificar una idea tan intangible presupone
una limitación, sin embargo, es importante ajustarla a conceptos específicos
para estudiarla.
Por ello, en este trabajo se usarán las definiciones de tiempo que propo-
nen Norbert Elías (1989) y Elliot Jacques (1984). Al hablar de la historia del
estudio del tiempo, Elías plantea que la hegemonía de los físicos y de la repre-
sentación naturalista es reciente. Hasta la época de Galileo, el estudio del tiem-
po y la naturaleza estaban centrados alrededor de los grupos humanos. El tiempo
era un medio para orientarse en el mundo social y para regular la convivencia
humana (Elías, 1989).
En el centro de la larga discusión filosófica sobre la naturaleza del tiem-
po se han presentado dos posturas encontradas. Las teorías de Newton plan-
tean que el tiempo es un hecho objetivo de la creación natural y no se diferencia
de otros objetos naturales más que por la cualidad de no ser perceptible. En el
marco teórico de Kant y Descartes se considera la percepción del tiempo como
una forma de contemplar los eventos, basados en la peculiaridad de la concien-
cia humana. En ambos casos, plantea Elías (1989), el tiempo se presenta como
un dato natural, en el primero se le considera objetivo, independiente de la
existencia del hombre, y en el otro como una representación subjetiva. El autor
establece que no basta con oponer el tiempo objeto de la física con el tiempo
objeto de la filosofía, pues al determinarlo se presuponen, por un lado, proce-
sos físicos, aunque el hombre no intervenga para modelarlos y, por otro, indivi-
duos capaces de hacer una síntesis reflexiva. En el fenómeno tiempo no se
trata del hombre y la naturaleza sino del hombre en la naturaleza.
Por otra parte, Elliot Jacques propone que el tiempo tiene realidad como
un concepto abstraído y construido desde la experiencia de la sucesión, los
procesos, los sucesos y la continuidad. Para Jacques, la experiencia del tiempo
abarca los sucesos del mundo material exterior y el mundo psicológico interior.
Define el tiempo psíquico desde una perspectiva filosófica y psicoanalítica.
Sugiere que para el sujeto hay tres experiencias psíquicas del tiempo: en el
consciente, en el preconsciente y del inconsciente. Retoma el modelo tópico de
Freud para definir las tres vivencias que el hombre tiene del tiempo. A nivel
temporal el mundo consciente es vivenciado como estático, mecánico, como
un mundo en que actúan fuerzas entre objetos situados a distancia. En este
sentido es un mundo espacializado que puede ser descrito en el lenguaje de la

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UN VIAJE POR EL TIEMPO. ENCUADRE, TRANSFERENCIA Y CAMBIO PSÍQUICO EN EL PROCESO PSICOANALÍTICO

geometría, la aritmética y la mecánica. El tiempo del conocimiento consciente


es el de lo anterior y lo posterior. Es el tiempo del reloj, una sucesión de puntos
temporales que, aun siendo infinitos, nunca se moverán.
Dice Jacques que la vida mental contiene más que la percepción y el
conocimiento iluminados por la conciencia, existe también la representación
latente susceptible de hacerse conciente. La vivencia del tiempo en el
preconsciente no contiene cosas, es un campo de extensión continua que nun-
ca termina, está en flujo o duración constante. La percepción desde el conciente
proporciona lamparazos de quietud momentánea, pero la vivencia del
preconciente da una experiencia directa del movimiento. El tiempo es percibido
como flujo o duración por oposición a simples puntos espacializados. De esta
experiencia preconsciente se extrae la vivencia directa del continuo espacio-
tiempo, no del espacio y el tiempo, sino la noticia de un mundo de procesos que
poseen extensión espacial. En el consciente se experimenta el tiempo del reloj
y el flujo temporal es vivido en el preconsciente.
En la actividad psíquica inconsciente se encuentra el campo de fuerzas
que comprende la coexistencia del pasado, el presente y el futuro. Aquí ocurre
la interpenetración del recuerdo, la percepción y el deseo. El mundo de la figura
y el fondo, del sistema consciente y preconsciente no funciona por sí solo. Esto
es sólo la superficie de la actividad psíquica. En la decisión consciente hay un
eje temporal pasado-presente-futuro que viene del deseo inconsciente que atra-
viesa en línea recta la experiencia del presente. El inconsciente contiene sólo
un vivencia no formulada del pasado-presente-futuro, del recuerdo-percepción-
deseo (Jacques, 1984).
El encuadre en el proceso psicoanalítico analizado desde su dimensión
temporal funciona desde el eje del tiempo consciente: la relación con el afuera
o la realidad. Según Grinberg (1981) el encuadre comprende dos tipos de fac-
tores: unos internos y otros externos. El externo incluye los aspectos formales
no sujetos a variaciones circunstanciales como la frecuencia de las sesiones,
la duración de cada una, el estar en diván, cara a cara o en grupo, el uso de la
asociación libre, la transferencia, el pago, la regla de abstinencia y componen-
tes accidentales, como la mudanza o la decoración del consultorio, el arreglo
personal del analista, y posibles accidentes o enfermedades serias del analista.
El encuadre externo supone también un componente mudo que es que el analista
debe estar analizado.

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MAXINE ZAMBRANO GONZÁLEZ

El encuadre interno se refiere a la actitud analítica, el estado o la actitud


mental del analista en el tratamiento psicoanalítico. Desde esta actitud mental
el analista intenta comprender al paciente, al margen de la omnipotencia y la
omnisciencia y busca abrir durante el proceso vías de interrogación y compren-
sión (Coderch, 1995). Por lo tanto, los factores externos del encuadre funcio-
nan desde el eje del tiempo consciente: la relación con el presente. Así el setting
funciona como puerto desde donde se inicia el viaje por el tiempo preconsciente
e inconsciente. El vehículo es la relación analítica, el vínculo paciente-analista
que se interna en el tiempo preconsciente, como flujo o duración e inconscien-
te, como interpenetración de recuerdo, percepción y deseo. A través de la trans-
ferencia el analista posibilita el cruce por los diferentes tiempos psíquicos, la
apertura de diferentes vías temporales de comprensión.
Según Le Poulichet (1996), el tiempo en la experiencia analítica no pue-
de reducirse al tiempo lineal o al relato de un pasado. En la experiencia analíti-
ca hay un tiempo que instaura un conjunto de pasajes pasados, presentes y
venideros. El tiempo, que se pone en acción por el análisis no se rige por los
relojes del tiempo consciente sino por la transferencia: es tiempo de trasposición
y transformación. Dice Le Poulichet que los acontecimientos psíquicos encuen-
tran en la transferencia su lugar y tiempo propios. En ella se establece un tiem-
po abierto y multiplicado en los tiempos del silencio, la palabra o el sueño que
trasponen los acontecimientos psíquicos, resuenan en combinaciones inespe-
radas. Los de la transferencia cumplen una doble función: engendran la repeti-
ción de lo mismo, que son la actualización de las fuerzas pulsionales que
persisten inalteradas y esto mismo deviene otro al manifestarse en la relación
transferencial. La transferencia se vuelve entonces el eje de trasposición del
tiempo consciente, preconsciente e inconsciente.
En el consultorio lo que se escucha no es sino una serie de tem-
poralidades que atraviesan la palabra del analizante. El analista escucha entre
los tres tiempos: desde el consciente, el lineal donde se cuentan sucesiones
que se ordenan en pasado, presente y futuro. A su vez, los preconcientes e
inconscientes abren devenires anónimos.
Según Le Poulichet, en los tiempos inconscientes no hay ninguna loca-
lización, sedimentación o cronología, se ordenan o fijan los movimientos y trans-
formaciones implicados por las leyes que rigen al inconsciente: desplazamientos,
condensaciones, etc. En este sentido, Freud (1900) señaló, al mencionar las

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UN VIAJE POR EL TIEMPO. ENCUADRE, TRANSFERENCIA Y CAMBIO PSÍQUICO EN EL PROCESO PSICOANALÍTICO

propiedades del aparato psíquico, que los procesos del sistema inconsciente
se hallan fuera de tiempo, no aparecen ordenados cronológicamente ni sufren
modificación alguna por el paso del tiempo lineal.
El tiempo del consciente va incesantemente al encuentro de los tiempos
del inconsciente. El analista, desde la transferencia, es un eje de temporalización.
La transferencia en el vínculo analista-paciente es el lugar de encuentro o su-
perposición de los diferentes tiempos. La compulsión a la repetición en la trans-
ferencia se vuelve entonces no una réplica del pasado en el presente, sino un
nuevo encuentro. La actualización en la transferencia de los diferentes tiempos
permite el entrecruzamiento de éstos que, de otra manera, no se encontrarían.
El cambio psíquico en psicoanálisis toma en cuenta la multiplicidad y
complejidad de los procesos psíquicos. La revivencia y entrecruzamiento de
los tres tiempos permite la resignificación del vínculo infantil en la transferencia
y posibilita el cambio psíquico que conduce a la cura analítica, no como algo
que se adquiere sino como un acontecimiento que abre otro campo y desenca-
dena un tiempo de recomposición (Le Poulichet, 1996). Una visión conservado-
ra del cambio psíquico es planteada como una “adquisición”, desde esta
perspectiva se hace referencia al tiempo lineal del consciente, pero se dejan
fuera los del preconsciente y del inconsciente.
Según Coderch (1995), el cambio psíquico se refiere a modificaciones
estructurales en la psique del paciente que suceden en dos niveles: en el del
conflicto y en el de fallas o detenciones en el desarrollo. Este autor plantea que,
al lograr una resolución del conflicto, entre los diversos componentes de la
psique del paciente se abordan también detenciones en el desarrollo. La reso-
lución del conflicto en la psique del paciente permite reanudar el proceso de
desarrollo y da lugar al crecimiento y al cambio psíquico. Desde los tres tiem-
pos psíquicos que se reviven en la transferencia, el conflicto entre las instan-
cias psíquicas es resignificado. Fallas en el desarrollo que fueron experimentadas
en el pasado salen de la vivencia lineal del tiempo (pasado-presente-futuro),
pasado y presente se encuentran en la transferencia y se abre una puerta para
una solución diferente.
Así, el agente del cambio psíquico es la transferencia. Dentro del encua-
dre, una adecuada relación paciente-analista hace efectivas las interpretacio-
nes. La interpretación en la transferencia es el único instrumento capaz de dar
lugar al insight en el paciente que lleva al cambio psíquico (Coderch, 1995).

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MAXINE ZAMBRANO GONZÁLEZ

Desde la transferencia el analista es el lector y descifrador de los otros tiempos que


surgen durante el proceso analítico. En la interpretación el analista descifra para el
paciente los códigos ocultos que posibilitan que suceda el cambio psíquico.
Por otra parte, uno de las interrogantes que frecuentemente plantea el
paciente cuando el analista le hace explícitas las normas del encuadre es, ¿cuán-
to tiempo va a durar el tratamiento? En el contexto de la cultura actual, donde el
concepto y el manejo del tiempo se refiere sobre todo al uso del reloj y a la
optimización de las horas y los días, es difícil dar una respuesta adecuada.
¿Cómo explicarle que en este caso la vivencia del tiempo psíquico se relaciona
sólo parcialmente con la vivencia del tiempo consciente que se maneja en su
realidad cotidiana?
El viaje al fondo del inconsciente por medio de la transferencia, la invo-
cación de los otros tiempos, no es un proceso que se pueda medir en el tiempo
lineal, desde el paso del tiempo conceptualizados como pasado-presente y fu-
turo. En la transferencia resurgirán los tiempos del preconsciente e inconscien-
te que buscarán ser escuchados. Así, el cambio psíquico y la cura psicoanalítica
suceden por el desciframiento y la reactualización de los otros tiempos en la
transferencia.

••• Conclusiones

Desde la óptica temporal, el encuadre entonces no se limita sólo a una serie de


reglas o normas que funcionan como marco desde donde se desarrolla el pro-
ceso psicoanalítico. Tal como plantea Grinberg, el encuadre es un proceso que
debe ser creado y recreado constantemente en cada encuentro con el paciente sin
que esto signifique descuidar sus elementos específicos y constantes. En cada
encuentro el analista debe estar inmerso en el proceso analítico del mismo
modo que un músico se sumerge en sus instrumentos. A pesar de representar
el marco preestablecido en cada sesión, desde esta perspectiva el encuadre
funciona como algo dinámico y en evolución continua (Grinberg, 1981).
Una de las conceptualizaciones de la transferencia es que es un “fe-
nómeno general universal y espontáneo, que consiste en unir el pasado
con el presente mediante un enlace falso que superpone el objeto originario
con el actual” (Etchegoyen, 1999: 98), donde la superposición del pasado y el

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UN VIAJE POR EL TIEMPO. ENCUADRE, TRANSFERENCIA Y CAMBIO PSÍQUICO EN EL PROCESO PSICOANALÍTICO

presente está vinculada a objetos y deseos pretéritos que no son conscientes


para el sujeto y le dan a su conducta un sello irracional, y el afecto no aparece
ajustado ni en calidad ni en cantidad a la situación real, actual, según el mismo
autor. En los encuentros entre analista y paciente las formaciones del incons-
ciente son actualizadas y resignificadas a través de la transferencia. La serie de
repeticiones que se engendran instauran un tiempo interno propio de la expe-
riencia analítica. Así, es en la superposición de tiempos donde se engrendra la
repetición: se reactualizan, reviven y resignifican las fuerzas pulsionales y los
modos de relación inscritos en el inconsciente.
Aun cuando en la teoría de la técnica psicoanalítica, encuadre, transfe-
rencia y cambio psíquico, se estudian de forma separada para ser comprendi-
dos no pueden ser desligados el uno del otro, forman parte de un mismo proceso.
La cura, en psicoanálisis, no se debe medir sólo desde el tiempo lineal, que es
cualidad del tiempo consciente. El cambio psíquico se hace posible desde el
encuadre vislumbrado como proceso, la transferencia que permite la trasposición
y expresión de los otros tiempos, y la interpretación, palabra que descifra las
claves ocultas de los tiempos del preconsciente y del inconsciente.

••• Bibliografía

Coderch, J. (1995). La interpretación en psicoanálisis: fundamentos y teoría de la


técnica. Barcelona: Herder.
Elías, N. (1989). Sobre el tiempo. México: Fondo de Cultura Económica.
Etchegoyen, H. (1999). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Ai-
res: Amorrortu editores.
Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños en Obras Completas. (Vol. V).
Buenos Aires: Amorrortu editores.
Grinberg, L. (1981). Psicoanálisis: aspectos teóricos y clínicos. Barcelona: Paidós.
Jacques, E. (1984). La forma del tiempo. Buenos Aires: Paidós.
Le Poulichet, S. (1996) La obra del tiempo en psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu
editores.
Zambrano, M. (1997). El tiempo del adolescente. Tesis de recepción del Instituto
Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia.

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CECILIA MANCERA CARDÓS
••• artículo •••

EL ARTISTA Y EL PROCESO
CREATIVO

Cecilia Mancera Cardós*

Proceso creativo, discurso y estilo, tres tinuados por otros psicoanalistas, en


conceptos controversiales y un solo los que el enfoque clínico centra su
afán incesante: entender el arte y su interés en el análisis de símbolos o en
misterio. Las discusiones en torno a el diagnóstico de la personalidad del
este empeño obsesivo duran lo que artista y sus motivaciones incons-
una época, y renacen en la siguiente. cientes; o aun desde la investigación
Persisten al trote de los siglos las ten- histórica, que traza conexiones y pa-
tativas por dilucidar las interrogantes ralelismos con el contexto social, cien-
que genera este verdadero apodera- tífico y tecnológico en el que florece
miento del espíritu. Desde diversos una obra de arte.
ángulos y disciplinas confluyen –se Sin embargo, los significados
complementan, se enredan o se en- de la creación artística siguen siendo
crespan– los intentos por despejar las objeto de análisis, se renuevan las
incógnitas en que perduran los tres interrogantes y asimismo la necesidad
conceptos enunciados (y otros más de seguir pensando y discutiendo
que al paso se van acumulando). Des- acerca de ellas.
de la estética, por ejemplo, con sus ¿Cómo se vive y entiende el
indagaciones acerca del significado de trabajo artístico desde el punto de vis-
la belleza y su inextirpable relación con ta del artista? En las siguientes re-
el arte; desde el psicoanálisis, con los flexiones me atengo a mi propia
estudios inaugurados por Freud y con- experiencia en el proceso creativo.

•••
* Artista plástica autodidacta, economista (UNAM) y maestra en psicología (UIA), recibió men-
ción honorífica durante la Segunda Bienal de Pintura del Instituto Nacional de la Nutrición y
el Premio Hilla Rebay del Museo Guggenheim de Nueva York.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
15
EL ARTISTA Y EL PROCESO CREATIVO

Si partimos de que cualquier objeto (afuera o adentro del arte) posee


una dimensión estética, la pregunta acerca de cómo logran los objetos ser obras
de arte podría ser abordada sin ningún tipo de consideración estética; por el
contrario, al echar mano de alguna definición de arte fácilmente encontraría-
mos que las filosóficas tradicionales han perdido conexión con las creaciones
artísticas.
De Duchamp a nuestros días contemplamos la transformación en obras
de arte de objetos sumergidos en la banalidad, cotidianos, carentes, hasta ese
instante, de otro contenido que no fuese el estrictamente utilitario. Así ocurre
desde “El urinario” o “El peine” hasta las latas de sopa Campbell’s de Andy
Warhol, entre tantas otras obras. ¿Cómo sucede semejante metamorfosis?,
¿qué es lo que ha cambiado?, ¿es acaso el arte mismo el que se ha transfor-
mado? Reflexionemos en torno a los elementos que intervienen en la formula-
ción de tales interrogantes y tratemos luego de comprender el proceso de
construcción del objeto de arte.
Sucede que con “El urinario” o con piezas más recientes, como “La caja
de zapatos” de Gabriel Orozco, los objetos mismos han sido despojados de su
sentido y su valor: han sido trastocados. La obra de Duchamp no es, en sí, el
urinario, sino el acto de exponerlo y de cargarlo de nuevos contenidos; piezas
de esta índole, a diferencia de otras aparentemente similares, son diferentes
porque contienen significados que las otras no poseen; son divertidas, suge-
rentes e irreverentes: están cargadas de humor e inteligencia.
El filósofo estadunidense Arthur Danto (2002) plantea que Narciso se
enamora de su propia imagen, sin saber (al menos en un principio) que es a sí
mismo a quien mira; y se pregunta: ¿Cómo da Narciso el paso hacia este cono-
cimiento, cómo llega a saber que lo que brilla reflejado en el agua es su propio
rostro, cómo descubre que es la mímesis de sí mismo lo que al cautivarlo cum-
ple la profecía de Tiresias, quien le prometió larga vida si no llegaba a mirar su
imagen reflejada en el agua? Danto concluye que cuando aquello que ve coin-
cide con aquello de lo que se enamora, Narciso muere pasmado, al convertirse
en un ser auto-consciente de que su exterior y su interior son una misma cosa.
De manera similar, todos somos susceptibles de vernos reflejados en
una obra de arte, sin estar por ello condenados a una muerte por auto-conoci-
miento (en tal caso, la muerte simbólica correspondería al impacto que pudo o
puede representar una imagen en nuestro propio ser). En el momento en que el

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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CECILIA MANCERA CARDÓS

ser humano se descubrió capaz de representar al animal que cazaba –es decir
capaz de crear una imagen como reflejo de la realidad, una abstracción que no
había tenido paralelo en la naturaleza– dio un brinco cualitativo en el desarrollo
de su conciencia, en su crecimiento mental y espiritual.
El arte, entendido como reflejo, floreció sin embargo a la sombra de un
ejercicio de sustitución. Luego, el trabajo propiamente artístico ha ido más allá
del espacio que late entre las imágenes, reflejos o imitaciones y la realidad. El
trabajo artístico más bien ya está situado en el espacio arte-vida, en el espacio
en que yacen y se yerguen fuerzas opuestas y encontradas.
Lo que está en juego es una necesidad de comunicación entrañable-
mente humana del artista con su oficio; y frente a sí mismo es vulnerable y
poderoso, construyendo y destruyendo, dando forma y por lo tanto exponiéndose.
El proceso creador es intrínsecamente riesgoso, un acto en el que el
artista se violenta al intentar dar salida a dos corrientes que lo impulsan en
sentidos opuestos. Juego y trabajo, planeación y azar, libertad y control, incer-
tidumbre y certeza, el proceso creador siempre está situado en medio del con-
flicto y en busca del equilibrio.
El concepto de obra de arte que mi reflexión contiene excluye a los obje-
tos de arte de la relación inmediata con la realidad, la imagen no explica ni
tampoco ilustra, la idea subyace, es la esencia del conflicto que la gestó: es
síntesis. Sólo entonces la metamorfosis se sostiene y cobra fuerza, lo que que-
da es el instante, sólo el precario momento del equilibrio vuelto imagen y de
esta forma estrecha los vínculos entre juegos, sueños y fantasías con la fuerza
metafórica de los colores, la armonía de las formas y la intensidad dramática de
una composición.
Lo que nos conmueve al admirar una obra de arte, además de su belle-
za formal, es el contenido universal del equilibrio estético. El artista se vuelve
adicto a ese instante efímero que sobreviene al concluir una obra. La búsqueda
se vuelve fehaciente necesidad vital, un constante regresar a ese momento, a
ese instante de equilibrio que se traduce en una especie de compulsión creativa.
Conocimiento de cosmos diminuto que se expande, conocimiento entendido
como una breve certeza.
Así, dedicarse al arte se convierte en una forma de vida: la acción creativa
es el camino y el destino es la exaltación del ser y la afirmación de lo humano como
significación de lo que se estremece al contacto con la totalidad de la vida.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
17
EL ARTISTA Y EL PROCESO CREATIVO

La libido está encaminada a este tipo de creación, a la creación que se


debate entre el oficio y los conocimientos resultantes de un constante trabajo
de investigación y experimentación y, en el otro extremo, las presiones de la
personalidad, de los instintos y de los reclamos de lo inconsciente. La capaci-
dad introspectiva, la historia, la búsqueda, los anhelos, todo lo que el artista es
da paso a la intuición, al juego, al devenir; y después, como decía Max Ernst “El
autor puede asistir como espectador al nacimiento de su obra”.
El artista se violenta porque al enfrentarse a su trabajo entran en juego
fuerzas opuestas, que él con fervor y perseverancia aprende a armonizar o
superar. Él es campo de batalla, blanco a cuyo centro una flecha encendida se
dirige, escaque por reinas y peones disputado. El oficio es primordial también
cuando da cabida al accidente y al extravío; la imaginación transgrede y se
concilia con las reglas; el juego no riñe con el trabajo sistemático; el deseo de
libertad deviene consolidación del trabajo.
Al final, sólo insinuaciones de un origen huérfano de explicación pero
colmado de sentido. En una ocasión una persona se acercó a Beethoven y le
preguntó: ¿Qué quiso decir con esta sonata? La respuesta del músico fue sen-
tarse al piano y volverla a tocar... pues, ¿cómo podría explicar la palabra al
sonido? Yo misma, ¿cómo podría explicar uno de mis cuadros, su larga gesta-
ción, el viaje del embrión por el misterio? ¿Para qué, con qué palabras explicar
las formas que sobrevienen indeseadas pero exigiendo con fuerza expresiva
su lugar?
La conexión, la empatía entre el trabajo y el trabajador guiará el proceso
creativo y alumbrará el momento psicológico en que éste asume la decisión de
dar por terminada una obra; momento en el cual los artistas nos sentimos idén-
ticos a ella y, por un instante, como Narciso, quedamos pasmados frente a la
imagen, encontrando reposo, certeza y embelesamiento.
Una forma de comprensión de la realidad. Una manera de mirar. Un
proceso de conocimiento profundo de la vida, lleno de subjetividad y fuerza,
sensibilidad y entendimiento, fragilidad y equilibrio, lleno de certeza íntima. ¡Ah,
dedicarse al arte! ¡Pagar la renta!
La creatividad es lance de hallazgo y riesgo de abandono, como obras
son amores en construcción y destrucción. Tiende el artista a poner en tela
(de juicio) descubrimientos propios y ajenos; los deja de lado porque emprende
primero un largo camino de sustentación, de condensación, y en lo que suele

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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CECILIA MANCERA CARDÓS

llamarse estilo encontrará la persistencia, la reaparición de soluciones que han


ido marcando su trayecto al filo de las disyuntivas.
Imposible ser artista sin sensualidad nutrida por los sentidos y matizada
por el temperamento. En la realidad que los artistas construimos con los ele-
mentos del caos de nuestras impresiones sensoriales es apreciable ese vaivén
dialéctico que va del impulso del inconsciente, casi suprapersonal, a las cuali-
dades estéticas mediante las cuales los sentidos, la percepción, las reacciones
ante el color o los sonidos se convierten en actos creadores de forma, en arte.
El desarrollo del sentido estético es una marca transversal en la vida de
un artista, quien requiere de una percepción afinada, capaz de pulsar la tensión
que da vida al silencio entre dos notas, basta con recordar los conmovedores e
inquietantes silencios en “El cuarteto del fin de los tiempos” de Olivier Messiaen
o la fuerza y el dramatismo entre las dos líneas negras que rasgan el cuadro
amarillo de Lucio Fontana.
El arte tiene su espacio entre dos puntos en movimiento: el conocimien-
to y la intuición. Una parábola china dice: “Para ser arquero es preciso tenderse
durante dos años bajo un telar y no pestañar siquiera cuando la lanzadera va y
viene; y luego, durante tres años, con el rostro vuelto hacia la luz, haz que un
piojo trepe por un hilo de seda. Cuando el piojo parezca más grande que una
rueda, que una montaña; cuando tape el Sol; cuando veas su corazón, podrás
disparar; y acertarás exactamente en medio del corazón”.
Creo que el trabajo del artista significa ese salto al abismo, al corazón
del piojo transformando un conocimiento pleno de tiempo, de historia y de ver-
dad subjetiva en obra de arte.

Ciudad de México, 2004

••• Bibliografía

Danto, Arthur (2002). La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte,
México: Paidós.
Read, Hebert (1985). Carta a un joven pintor. Buenos Aires: Siglo XXI.
Tapies, Antoní (1989). La realidad como arte. Vol. 22. Murguía, España: Coleccio-
nes de Arquitectura.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
19
••• artículo ••• EL ARTISTA Y EL PROCESO CREATIVO

GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE


Y PSICOANÁLISIS

Luis Xavier Sandoval García*

••• Creatividad y psicoanálisis nuestros pacientes y estamos entre-


nados para poner atención a ellas,
Aunque en una baja proporción, el mientras que por otro lado, en la mis-
psicoanálisis se ha interesado en ex- ma vida intrapsíquica, también exis-
plorar y entender la creatividad y el arte ten todos los fenómenos que dan ese
de manera genuina para intentar com- perfil cultural a los individuos y las so-
prender al hombre en sus diversas ciedades a las que pertenece. Un poco
manifestaciones, ya no desde una de apertura para ver al humano no sólo
perspectiva psicopatológica, sino más desde lo patológico sino también des-
bien como una forma de ampliar la de lo creativo no nos perjudicaría para
conceptualización de todas las produc- tener una visión más amplia de nues-
ciones de la humanidad. La civiliza- tros pacientes.
ción, sus construcciones, ornamentos,
vestuario y manifestaciones artísticas ••• Objetivo
de todo tipo, indudablemente, tienen
un sustrato psíquico desde donde se Si consideramos las cuatro palabras
han producido y han dado un perfil dis- del título es evidente lo intrincado y ex-
tinto en las diversas épocas y en las tenso del tema. Aquí, sólo intento mos-
diferentes latitudes. Los clínicos nos trar algunos puntos de coincidencia
encontramos en contacto con las ma- entre tantos tópicos de gran compleji-
nifestaciones psicopatológicas de dad, darles mi punto de vista y seña-

•••
* Profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM y psicoterapeuta analítico de grupo de AMPAG.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

lar cómo es que en la creatividad y en el arte, el grupo y la teoría psicoanalítica


que la acompaña, también tienen una interesante aportación para la compren-
sión en la evolución de la historia del arte. El foco principal de mi exposición se
centra en los grupos de pintores que se formaron a finales del siglo XIX y princi-
pios del XX, precisamente porque es donde puede verse con mayor claridad la
trascendencia de los grupos y sus consecuencias en el arte.

••• Historia del arte. Importancia del grupo

En la historia del arte de Occidente podemos ver cómo existen tendencias en la


estética que marcan grandes épocas y que nos permiten reconocer y valorar
las obras de arte en relación con el momento en que fueron realizadas. Induda-
blemente las creaciones pictóricas son muestra de cómo cada artista se en-
cuentra constituido por los espacios intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo
descritos por Kaës. En la Edad Media el artista se encontraba en correlación
directa con los talleres en donde se formaba y siempre con una importante
influencia de la Iglesia, como puede verse en la temática de entonces. Poste-
riormente, en el Renacimiento surgieron nuevas posibilidades de expresión pic-
tórica pero los artistas, en general, permanecieron durante siglos en condiciones
sociales poco favorables, perteneciendo a talleres en donde la Academia oficial
se encargaba de marcar las rutas que el artista debía de seguir, y los que co-
rrían con mejor suerte eran considerados como criados de categoría superior o
como un funcionario administrativo de escala media.
En el siglo XIX, gracias a los cambios ideológicos logrados mediante la
Revolución Francesa, la unidad de Europa se rompió y el romanticisismo se fue
apoderando de los creadores de todo tipo de manifestación artística; las gran-
des comunidades se concentraron en expresar aquello que los caracterizaba y
diferenciaba del resto del continente, la comunidad europea con sus reinados
como punto de referencia principal cedió el paso a los ideales de igualdad,
fraternidad y libertad, y entonces el acomodo de las regiones europeas cambió
por las democracias incipientes que ahora pugnaban por otros valores. Los
pintores empezaron a centrarse en expresar lo que veían en sus comunidades
y precursores como Fuselli, Blake, Daumiere y Goya dieron un vuelco a las
posibilidades de representación pictórica, porque ahora sí se podían expresar

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GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

las emociones en las obras y el acartonamiento academicista fue perdiendo


terreno.
Resulta de gran interés para nosotros, a los que nos interesa estudiar
los fenómenos grupales, cómo es que estas transformaciones políticas e ideo-
lógicas repercutieron directamente en la manera en que se organizaron los
grupos de pintores y cómo éstos influyeron en sus obras, quienes podían ex-
presarse como un conglomerado de humanos pertenecientes a una determina-
da región, con lenguajes que los identificaban y con formas de expresión que
eran propios de cada uno y en donde formaban sus propios criterios de estéti-
ca, con una influencia interdependiente que los marcó el resto de sus vidas. De
alguna manera los grupos de pintura fueran portavoces de lo que ocurría a nivel
social y, al mismo tiempo, fueron propiciadores, mediante su arte, de que estos
cambios se consolidaran en toda Europa. Es entonces cuando se forma una
multitud de grupos que transformaran la historia de la pintura, con el tránsito del
clasicismo al romaticisismo y a las diversas manifestaciones que se dieron en
esta época, impresionistas, prerrafaelitas, post-impresionistas, dadaístas,
futuristas, fauvistas, expresionistas y surrealistas muestran cómo, al reunirse
crean estilos que los identifican y los diferencian de las producciones de otros y
que, finalmente, funcionaron como precursores para el arte moderno. Fueron
40 años de cambios vertiginosos y profundos en la forma de organización de
los pintores, transformándose del estado de indefensión y dependencia de los
talleres y academias a los grupos de rebeldía y de propuesta hasta llegar a los
que ahora trabajan solos en sus talleres para expresarse de forma aparente-
mente muy personal.

••• Principales grupos

Una de las características de la mayor parte de estos grupos fue la acalorada


posición de rebeldía que guardaban sobre sus antecedentes pictóricos, fueron
movimientos de ruptura con el pasado inmediato. La historia de Klimt y del
grupo de la Secession es representativa de varios de ellos y del conflicto entre
lo tradicional y lo moderno. Como un pintor con las habilidades reconocidas
para el clasicismo es invitado por el Ministerio de Educación de Viena para
realizar algunas pinturas para la Universidad que representarán las considera-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

das como máximas disciplinas del conocimiento: medicina, filosofía y jurispru-


dencia; Klimt armó un verdadero escándalo en Viena, ridiculizó los magros lo-
gros de éstas. Medicina muestra a Higía, la hija de Asclepio, el primer médico,
como diosa de la salud, pero incapaz de influir en la prevención y evolución de
la enfermedad y la muerte, la cual se representa en la columna de personas
que se encuentran a espaldas de la diosa y en un lugar de dominio sobre ellas.
En Jurisprudencia vemos cómo arriba, muy lejos y sin intervención alguna, las
representantes de la Verdad, la Justicia y la Ley sólo pueden mirar impávidas
cómo es que tres figuras femeninas, enjutas y desnudas, martirizan a un ancia-
no desnudo que acepta el sofocante abrazo de un pulpo salido del infierno, lo
que enfatiza más el castigo que puede sufrir el débil que el estado de Justicia
que puede privar en la comunidad.
En Filosofía se repite la misma incapacidad de la disciplina para influir
en el transcurso del sufrimiento del ciclo vital, en un ambiente de polvo cósmi-
co, nebuloso, aparece una figura a manera de esfinge en lo alto y que con
rostro pétreo, indiferente, meditabundo, inmóvil y con los ojos no abiertos tiene
enfrente una columna de individuos que representan a la humanidad en su
sufrimiento, retorciéndose y abrazándose, conjunto que muestra lo enigmático
de la vida. Debajo, la filosofía representada por una mujer con una frondosa
cabellera que cubre parte del rostro, también con mirada sorpresiva y sin res-
puestas observa más bien al espectador y no a la columna que representa el
punto de conflicto, la misma existencia humana.
La exposición de su obra provocó en las academias de la Universidad
un fuerte rechazo y que el Ministerio de Educación y consecuentemente el gre-
mio de la pintura retiraran su apoyo moral y económico al pintor. Entonces,
Klimt crea el grupo de Secession de Viena que permite la exposición de pinto-
res jóvenes y el contacto con otros grupos. El cartel de la primera exposición de
la Secesión representa el espíritu revolucionario y la inspiración de la mitología
del grupo mostrando a Teseo combatiendo y venciendo al minotauro mientras
es protegido por Palas Atenea, Edipo en su complejo presente desde antes de
la primera publicación de Freud. El estilo y la temática rompen con los esque-
mas tradicionales del academicismo. Crean su propia revista, Nuda Veritas, en
donde se puede ver ese contenido beligerante y revolucionario hacia las reglas
establecidas.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
23
GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

••• Postulados

Los manifiestos de los otros grupos tienen el mismo tono y contenido con dife-
rentes propuestas estéticas. El grupo del puente, representando el expresionismo
y el dadaísmo; el grupo rojo representando el realismo expresionista, los
futuristas, el surrealismo, el rayonismo, constructivismo y varios grupos más
muestran esta actitud. El manifiesto del expresionismo empieza:

[...] animados por la fe en el progreso y en una nueva generación de creado-


res y de amantes del arte, hacemos un llamamiento a la juventud y, como
jóvenes que llevan en sí el futuro, queremos conquistarnos libertad de ac-
ción y de vida frente a las viejas fuerzas tan difíciles de desarraigar. Acoge-
mos a todos los que, directa y sinceramente, reproducen su impulso creativo.

Si consideramos la productividad, fuerza y trascendencia en el arte de estos


grupos estaríamos muy lejos de ubicarlos dentro de una posición paranoide
narcisista que los llevara a funcionar en el ataque y fuga. De hecho, más bien
estaríamos viendo que dentro del grupo los individuos funcionarían resolviendo
conflictos de alto nivel, tal vez como lo vimos con Klimt; más bien de caracterís-
ticas edípicas en donde cada uno de los integrantes podría resolver sus con-
flictos de alto nivel estructural psíquico y, al mismo tiempo, si consideramos a
estos grupos como portavoces del momento histórico estarían elaborando y
representando gráficamente las necesidades de la población en general de
acuerdo con todos los movimientos intelectuales, políticos y económicos que
se entrecruzaron en este periodo. Así, vistos desde afuera más bien creo que
elaboraban los conflictos de toda una generación, lo que los llevó a funcionar
de manera secundaria con la posibilidad de que cada uno favoreciera un proce-
so auto-introspectivo y con un marco de seguridad al estar envueltos bajo la
piel grupal.

••• Grupo y creatividad

En el estudio de los procesos psíquicos que llevan al desarrollo creador, Freud


enfatizó en la importancia de que el que el artista tenga contacto con sus proce-

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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

sos inconscientes para que pueda, entonces, partir de un problema real,


dramatizarlo en los procesos profundos inconscientes y luego retornar a la rea-
lidad en un proceso de creación artística que requiere un curso de modificación
y nueva formación dentro del mundo externo y que esté acorde con las posibi-
lidades de cambio de la realidad y también en relación con las necesidades
internas. De tal manera, el creador pierde su posición egocéntrica y crea una
situación distinta refiriéndose a algo universal. Klein y Segal dieron importancia
al proceso reparador de la posición depresiva para que surja la creatividad. En
contraste con la reparación maníaca, la verdadera reparación debe incluir el
reconocimiento de la agresión y de su efecto, no puede haber arte sin agresión,
no hay arte inocente. Nietzche manifestó al respecto que no hay superficies
verdaderamente bellas sin que existan profundidades espantosas. Segal seña-
ló que:

[...] el impulso creativo surge de angustias depresivas, y como la expresión


de éstas de un modo significativo para el receptor implica procesos seme-
jantes a los que se movilizan en la posición depresiva: la capacidad de sim-
bolizar, la percepción de la realidad interna y externa y la aptitud para soportar,
por último, la separación y el hecho de estar separado.

Anzieu agregó que debe haber una parte del yo que permanece consciente y
que al recoger el material reprimido se encuentra siempre bajo la jurisdicción
del yo ideal, que funciona como organizador en doble sentido: permite decodificar
de una manera nueva ciertos datos de la realidad exterior o interior, estable-
ciendo un código particular para procesar el material concreto, estableciendo
su propio orden, su marcado espacial y temporal donde puedan desplegarse.
En la elaboración secundaria posterior, el material traído del inconsciente y
codificado de manera original, finalmente tiene que adaptarse a condiciones
reales de la vida, por lo que toma en consideración al super yo, proceso doloro-
so por las negociaciones que se requieren entre las distintas instancias, lo que
lo hace más complicado que un proceso no creativo en el que se puede optar
por privilegiar sólo alguna de las instancias psíquicas que exigen satisfacción
libidinal.
Sin embargo, es precisamente por esto que el resultado final en el pro-
ceso creativo es tan satisfactorio, y no desde una perspectiva de placer libidinal,

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

sino más bien a nivel de integración y sublimación porque es la manera óptima


en donde se realiza ese equilibrio entre necesidades internas inconscientes y
frecuentemente generadoras de un malestar y los requerimientos que expone
la limitación de la vida real. El sujeto no sólo genera una respuesta adecuada a
un requerimiento pulsional o social, sino que crea una auténtica neoformación
donde la formación de compromiso está muy lejos de ser un síntoma, más
bien interviene y da a la vida una nueva posibilidad de manifestación que, lejos
de ser el acto omnipotente e inmaduro del principio del placer, ofrece generosa-
mente su posibilidad de intervención hacia lo estético, hacia el enriquecimiento
simbólico con el otro. Por lo anterior, un acto que pareciera tan individual, des-
de la perspectiva de la teoría psicoanalítica grupal, se trata de un proceso que
se relaciona con los demás; así vemos que el individuo, en este acto sublimatorio,
no queda encerrado en su aparato intrapsíquico, al contrario, en la sublimación
artística siempre se encuentra en función de aportar a los demás su parte, no
para destruirla sino para embellecerla y, sobre todo, en función de crear expre-
siones que resignifiquen en el otro aquellos aspectos que pertenecen a los
fantasmas o fantasías originarias o de los orígenes que los otros individuos
también tienen dentro de sí.
El artista, con su creación le ofrece al otro la posibilidad de remover y
reestructurar sus propios procesos inconscientes no resueltos al ofrecerle,
mediante la obra pictórica, en este caso, nuevas posibilidades de resignificación
o, por lo menos, de asociación con elementos inconscientes que se encuentran
en conflicto dentro del individuo. Mientras mayor sea la posibilidad de recontactar
en el otro proceso inconsciente conflictos no resueltos, mayor será el beneficio
que le aportará el ver el cuadro en cuestión, o en otros casos leer el poema o la
prosa, percibir la figura tridimensional, o escuchar aquellas secuencias musica-
les que se requieren para darle un significado a sus propios conflictos. A dife-
rencia de un psicoanalista que mediante el setting le ofrece a un individuo
condiciones para que establezca una confrontación interna, el cuadro es un
producto simbólico puro en relación directa con la transformación de la realidad
que puede llegar al paciente como una muestra y una señal de cómo otro hu-
mano realizó ese proceso complejo que se lleva en las profundidades del apa-
rato psíquico, pero sin esa mediación del terapeuta, sino como acto mucho más
puro y simbólico. De esta manera, a diferencia del analista que ofrece metáfo-
ras, la imagen es una creación pura del espíritu en la que no cabe la contradic-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

ción, a diferencia de la metáfora, en la que siempre hay algo de intelectual.


Durante el proceso en que se crea una imagen pictórica, el artista que se en-
tiende siempre con base en el otro logra también su diferenciación de ese otro,
por un lado se vincula al ofrecer su imagen que es resignificada mediante la
mirada de la persona con la que se relaciona y, al mismo tiempo, ofrece una
creación cosificada de lo que lo hace diferente, es un proceso de individuación
que lo delimita claramente de los demás.
Todos los grandes pintores que pertenecieron a estos grupos, que
trascendieron en la historia del arte de Occidente tenían una individualidad y, a
su vez, la suficiente diferenciación para producir una obra que tiene sus propias
huellas digitales y les permite un estilo propio. Finalmente, cada pintor tenía
que vérselas con su propio lienzo, aunque compartiera mucho de lo que hacía
con sus colegas, el enfrentamiento con la tela en blanco le correspondía a cada
uno. Sin embargo, es indudable la fuerte influencia que tuvieron los compañe-
ros para establecer determinado estilo ya que, a la larga, el cuadro como pro-
ducto final, será reconocido como parte de una época y un grupo. Cuando vemos
un lienzo de un impresionista nunca lo podríamos colocar dentro del surrealis-
mo o del expresionismo.

Prerrafaelitas

Al ver los procesos de creatividad dentro de estos grupos tenemos que cuestio-
nar y reflexionar acerca de nuestra mirada psicoanalítica de la creatividad y
vemos entonces que nuevamente la teoría psicoanalítica nos ofrece nuevos
horizontes en la comprensión del proceso creativo.
Cuando consideramos cómo se juntaron diversos pintores, podemos ver
que aunque todos se consolidan como grupos bien constituidos varía el grado
de cohesión, apertura, identidad compartida y recambio de sujetos. Los
prerrafaelitas, por ejemplo, se consolidan como una auténtica hermandad don-
de los integrantes son los mismos y de manera continua, con un patrón más fijo
para sus reuniones y en donde el grado de convivencia es muy estrecho,
intercambiando además inquietudes literarias, principalmente poéticas y en
donde también se enriquecen con la mitología. De hecho, se inspiran en un
grupo de pintores del Renacimiento que trabajaba en un templo cerrado con
una relación muy estrecha. En este grupo, sobre todo al inicio, los procesos

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

intersubjetivos son tan estrechos y poco diferenciados que los llevan a firmar
sus cuadros con las siglas PRB (prerafaetlih brotherhood) para identificar que se
trata de lienzos elaborados por el grupo. Si vemos el parecido de los bocetos
con los que trabajaban parecerían que eran realizados por el mismo autor. La
forma de abordar los lienzos y utilizar los colores es exactamente la misma, por
lo que sus cuadros son sumamente luminosos e imposibles de confundir con lo
que se producía en Inglaterra y en otros países. Entre ellos pintaron sus retra-
tos y permanecieron unidos durante muchos años.
Aquí vemos cómo la ilusión grupal tiene un factor de estimulación para
la manufactura y no estorbaba a la creatividad, se rompe así con los esquemas
tradicionales en que se parte de la base de que se requiere una crisis personal
para ser creativo. Tal vez podamos decir, si consideramos la vivencia de estos
pintores, que describieron su grupo como uno cálido y con un estrecho contac-
to entre ellos, por lo que el crecimiento sin dolor no sólo se da en el enamora-
miento, sino que posiblemente también pueda darse en la producción pictórica,
sobre todo en estas condiciones grupales. Mientras lo que predomine sean los
procesos identificatorios y la cohesión grupal y no la ilusión grupal descrita por
Anzieu con una negación importante de los problemas internos, se favorece un
clima donde los artistas pueden proyectar lo malo hacia fuera pero más limitado
a los elementos ideológicos y que lo que prevalezca sea una producción de
cuadros con posibilidades de manifestación de la visión intragrupo, considera-
da mejor que la de afuera pero en un contexto sublimado y no en una lucha
furiosa y destructiva. Eros triunfa sobre Tanatos.

Impresionistas

Dado el carácter combativo de los grupos y un respaldo ideológico de avanza-


da, nos es más fácil identificar los aspectos del conflicto humano en el intento
de expresión pictórica. De aquí que el grupo de los impresionistas resulte muy
interesante para poner en cuestión lo planteado por el psicoanálisis en el pro-
ceso creativo. Carece de todo el sustento revolucionario y, de hecho, la imagen
de Renoir, es la de un individuo superfluo, no muy analítico y desinteresado de
la situación social y política. Este grupo también se reunía con mucho afecto en
el café Guerbois, pero la temática estaba más bien respaldada por las inquietu-
des científicas y técnicas que ofrecía nuevas posibilidades en el conocimiento

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

de la luz, los colores y los instrumentos ópticos. Estaba más relacionado con el
conocimiento positivista y con el deseo de agradar con los colores que con
manifestar algo más profundo con su pintura. Su objetivo era plasmar, de la
manera más parecida a lo que sus ojos percibían, y para eso había que aban-
donar los sistemas tradicionales de los academicistas, no por instalarse en una
posición contraria sino más bien incorporando los nuevos conceptos que la
óptica les ofrecía y saliendo a pintar al aire libre y con la luz natural.
Se unieron en un grupo por afinidades, pero mucho también porque to-
dos fueron rechazados de la exposición oficial de pintura y tuvieron que expo-
ner en un local alternativo llamado el Salón de los rechazados. Como grupo
que produjo imágenes, rápidamente entran en un procesamiento interindividual
cuyos resultados son la clara transformación, potenciación y síntesis de todos
los integrantes del impresionismo, de tal manera que tienen un periodo de ocho
a diez años, y especialmente de tres años, en que sus cuadros se hacen muy
similares. Posteriormente, podemos ver en los cuadros la evolución que tenía
cada uno desde su individualidad y desde su aparato psíquico. La desintegra-
ción del aparato psíquico grupal plasmado en las imágenes que mostraban en
sus obras se refleja en la forma en que nuevamente van adquiriendo un estado
de diferenciación pero siempre tocados por lo que se transformaron al estar en
interdependencia en un fenómeno grupal intenso. Sin existir el planteamiento
de conflicto humano presente en otros grupos, la influencia intersubjetiva pictó-
rica es, inclusive, mucho más evidente.
Sería muy interesante especular sobre el futuro de cada uno de los jóve-
nes impresionistas si no hubieran coincidido en el Salón de los rechazados. Es
factible que si alguno de ellos hubiera sido aceptado y no hubiera pertenecido a
ese grupo, su técnica hubiera cambiado a una que se ajustara más a los cáno-
nes de los academicistas que entonces era el imperante, y que la expresión del
aspecto impresionista de ese determinado sujeto nunca se hubiera dado. Esta
especulación es tan sólo para considerar la importancia que puede tener la
partencia a un grupo para desarrollar un perfil estético determinado.
El efecto agradable visual que crea ese juego de colores provoca una
sensación placentera que difícilmente alguien pueda rechazar, lejos del
cuestionamiento de los aspectos más profundos del humano. Renoir decía que
los cuadros tenían un fin decorativo, por lo que los colores deberían ser agrada-
bles. Es probable que sea más deseable si los mecanismos de defensa no son

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

cuestionados, como puede suscitarse cuando veo una pintura de los románti-
cos, por ejemplo. La función de la obra, de antemano, sería sólo en el sentido
estético instrumental. Tal vez no exista otra corriente en el mundo que sea tan
conocida y tan aceptada como la de los impresionistas y puede ser que eso
hable del siglo XX, donde el consumo fácil ha abonado pródigamente a los ho-
gares de Occidente.
Al mantener su objetivo en un plano meramente técnico los impre-
sionistas, desde la visión psiconalítica escrita sobre la creación, tal vez no se-
rían muy distintos a lo que puede pasar entre albañiles que intercambian
opiniones acerca de cuál sería la mejor forma de alinear dos paredes o cómo
hacer la mezcla para el cemento. Pero como en el psicoanálisis tenemos la
costumbre de interpretar absolutamente todo, bien podríamos especular con la
biografía de cada uno de los impresionistas y ver lo que llevaba a este acto
creativo. Inclusive, podríamos decir, considerando nuestra teoría psicoanalítica
de la creación, que los impresionistas más bien llegaban a un falso acto
reparatorio, más bien de características maníacas en donde se niega el conflic-
to, se da sólo salida al principio de placer libidinal y mediante representaciones
coloridas se evade con omnipotencia la verdadera reparación que debería ser
dolorosa. Nada, o por lo menos casi nada, de lo inconsciente se pone en juego
y, por lo tanto, no consideraríamos a los impresionistas como creativos, sino
más bien como buenos técnicos.
Con esta posición, dentro del ámbito de la estética, quedamos los psi-
coanalistas nuevamente como los aguafiestas que no saben jugar debido a que
todo lo queremos llevar a nuestro marco teórico, cuando la estética existe inde-
pendientemente de lo que nosotros analicemos al respecto. Lo anterior tam-
bién puede sugerirnos que no nos quedemos con una sola acepción de la
creatividad, desde la emergencia sublimada de conflictos inconscientes, y así
como existen diversos tipos de inteligencia, también podamos hablar de dife-
rentes formas de creatividad. La de los impresionistas tal vez pueda ser mejor
comprendida desde lo neuropsicológico, en donde ésta se da precisamente en
la capacidad para manejar los espacios, los tonos, las cantidades, las dilucio-
nes, de tal manera que los efectos logrados a nivel del ojo receptor sean espec-
taculares.
Si los impresionistas se llevan las palmas cuando consideramos la difu-
sión y aceptación de la obra a nivel general, tal vez los surrealistas se las lleven

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

cuando tomamos en cuenta las aportaciones a la ideología, reflexión, búsque-


da de posibilidades y sin quedarse tampoco atrás en la presencia pictórica.
Inclusive, el contacto de mucha gente con el psicoanálisis puede ser precisa-
mente mediante la producción de los surrealistas. Al inicio de la década de los
veinte se reunían en cafés, en las casas y en sus estudios para escribir y hablar
con el psicoanálisis y la libre asociación como bandera. Un fragmento en la
crónica de Aragón, uno de sus integrantes, nos permite visualizar lo que suce-
día en el grupo:

En primer lugar, cada uno de nosotros se consideró a sí mismo como el


objeto de una inquietud muy particular, luchó contra esta inquietud. Pronto
fue revelada su naturaleza. Todo ocurrió como si la mente, habiendo alcan-
zado la cima del inconsciente, hubiera perdido la facultad de reconocer su
lugar. En ella subsistían imágenes que adoptaban formas y se convertían
en la sustancia de la realidad. Se expresaban según esta relación, como
una fuerza perceptible. De este modo, asumían las características de las
alucinaciones visuales, auditivas y táctiles. Experimentamos con toda pleni-
tud la fuerza de estas imágenes. Habíamos perdido la facultad de manipu-
larlas. Nos habíamos convertido en su dominio, sus súbditos. En la cama,
justo antes de dormirnos, en la calle, con los ojos abiertos de par en par con
toda la maquinaria de terror, tendimos nuestra mano a los fantasmas. Por
ejemplo vimos cómo una imagen escrita, que primero se presentó con los
rasgos de lo fortuito, lo arbitrario, alcanzaba nuestros sentidos, perdía su
aspecto verbal para adoptar esas realidades fenomenológicas fijas que siem-
pre creímos incapaces de provocar.

Todo lo que favoreciera el acceso al inconsciente, aunque implicara esfuerzos


de extrema dureza era aceptado. Los surrealistas practicaron propositivamente
lo que en la teoría psicoanalítica de los grupos buscamos ver. Jugaban Conse-
cuencias, un juego infantil en que se coloca un pedazo de papel doblado en
cuatro tiras y se pide que cada participante dibuje una parte del cuerpo sin ver
que dibujan los otros. Así el resultado es aleatorio y sin el control de la mente
racional. Con esta técnica, pintores como Man Ray, Yves Tanguy y Joan Miró
produjeron trabajos colaborativos que llamaron Esquisite Corpses, los que se
reprodujeron en la La Révolution Surréaliste. También se estimuló la produc-

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
31
GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

ción de pinturas de sueños debido a que era una forma de representar las
imágenes oníricas que estaban más cerca del inconsciente, decían que la
producción colectiva era más congruente con la vida social. Inclusive, fue-
ron precursores de nuestra teoría psicoanalítica de los grupos al manifestar
que no se contradecían el freudismo y el marxismo, que la visión intrapsíquica
tenía que integrarse con la visión social. Esto les costó ser expulsados del Par-
tido Comunista.
Un aspecto muy interesante de los surrealistas –en comparación con
los grupos previos– es que tuvieron una difusión mundial al no centrarse en un
grupo cerrado de artistas del mismo lugar, se abrieron a distintos países, con-
gruentes con su visión social y lograron proyectarse en todo el mundo como
ningún otro grupo lo había hecho.
Lacan diría que el surrealismo “se inclina a una filosofía particular de la
inmanencia, según la cual la surrealidad estaría contenida en la misma reali-
dad, y no sería superior a ella ni exterior, se trataría casi de un vaso comunican-
te entre el continente y el contenido”.
Si consideramos estos postulados, los surrealistas fueron unos
buscadores de la creatividad porque se mostraron perfectamente congruentes
sobre lo que consideramos como creativo. Lo interesante es que sería muy
difícil decir que este grupo fue más creativo que otros que no buscaron
propositivamente esta meta. A final de cuentas, el acto reparador no es una
estrategia que intelectualmente se propone y se lleva a cabo, como sería cons-
truir un edificio, es más bien un proceso que requiere una posición de madurez,
de una auténtica preocupación y compromiso con lo que sale del ego, una
oportunidad que requiere de factores internos y externos para que pueda dar-
se. Por eso creo que algunos de los trabajos de los surrealistas son más bien
una desorganización de aspectos que se quisieron agrupar y nunca lo lograron
y, a veces, los impresionistas tienen auténticos actos creativos cuando no se
proponían racionalmente otro objetivo que pintar bonito.

••• Conclusiones

Nuestra poderosa herramienta, el psicoanálisis, ofrece una profunda y amplia


visión sobre el existir, siempre tiene mucho que decir y da una comprensión

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS XAVIER SANDOVAL GARCÍA

original y que sustenta lo expresado en todas las manifestaciones humanas. Lo


sabemos y lo experimentamos con nosotros mismos y en nuestro quehacer
cotidiano, pero no olvidemos que, aunque todo es interpretable, no quiere decir
que la interpretación psicoanalítica lo es todo. Hay una multitud de marcos
epistemológicos que nos ofrecen otras perspectivas y que nos muestran otra
visión distinta y enriquecedora del quehacer humano. El arte y el psicoanálisis
se encuentran en estrecho contacto, pero no son lo mismo. Cada visión enri-
quece y aun así, siempre quedan espacios inexplicables. Las aproximaciones
teóricas del psicoanálisis ayudan pero al mismo tiempo dejan de resaltar otros
aspectos que se manifiestan en el arte.
Algunos de los que nos formamos en psicoanálisis tenemos un origen
epistemológico muy diferente y hemos logrado beneficiarnos de nuestra disci-
plina gracias a que podemos dejar a un lado preconcepciones y abrir nuestra
percepción y comprensión a otra manera de ver las cosas. Al psicoanalista sin
formación en la estética o en las artes creo que también le ayudaría dejar a un
lado sus preconcepciones psicoanalíticas de lo que la obra dice y entonces
sumergirse en lo que la obra le dice.
Al tener una experiencia estética cuando nos acercamos al arte somos
copartícipes y, muchas veces, el complemento del artista. Éste, en su estado
diferenciado, produjo una obra creativa que permitió plasmar en la vida una
recreación del conflicto humano. Lo hace indudablemente su pincel. Sin em-
bargo, la gestación de su pintura puede encontrarse motivada desde un conflic-
to muy personal o también estimularse desde la pertenencia a un grupo y, en
este caso, a un grupo de pintura en particular. Hay artistas que se desempeñan
mejor trabajando solos así como hay deportistas que también así les pasa,
pero hay otros que posiblemente requieran de ese grupo para proyectar su
interior, sin que implique un estado de menor desarrollo estructural psíquico, de
una mayor indiferenciación. De hecho, Bretón no estaba tan dotado en lo artís-
tico en comparación con todos sus compañeros surrealistas, pero su papel fue
fundamental para la estimulación, producción y desarrollo de muchos artistas
surrealistas. Su rol fue indispensable para que los artistas surrealistas fueran
estimulados, enriquecidos e influidos mutuamente. Con su participación se per-
mitió que los artistas produjeran y proyectaran su arte y favoreció que todos
nosotros, los humanos, podamos enriquecernos al entrar en contacto con la
producción artística concreta.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
33
GRUPO, CREATIVIDAD, ARTE Y PSICOANÁLISIS

Los “grupólogos” decimos que a los psicoanalistas ortodoxos se les olvi-


da que el aparato psíquico siempre está en relación a otro; también la pintura
procede de un acto creador del pintor pero siempre en relación a otro.
Por lo dicho, los entrecruces epistemológicos enriquecen nuestra visión
si nos mantenemos abiertos a considerar a cada una de las partes y no nos
remitimos a visualizar el marco epistemológico que se nos atraviesa desde la
visión aprendida desde nuestro origen y nos ayudan a integrar aquello que, en
la naturaleza, así se presenta de manera natural, cohesionada e integrada y
que sólo al irnos formando en diferentes ámbitos del conocimiento vamos se-
parando para estudiarlo.

••• Bibliografia

Anzieu, D. (1993). El cuerpo de la obra. Ensayos psicoanalíticos sobre el trabajo


creador, México: Siglo XXI editores.
De Micheli, M. (1996). Las vanguardias artísticas del siglo XX. Madrid: Alianza editorial.
Gombrich, H. (1989). La historia del arte, decimoquinta edición. México: CONACULTA.
Hawksley, L. (1999). Essential pre-raphaelites. UK: Dempsey Parr Parragon editorial.
Hilton, T. (1993). Los prerrafaelitas. Barcelona: Ediciones Destino.
Martin, T. (1999). Essential surrealists. UK: Dempsey Parr Parragon editorial.
Pool, Phoebe (1993). El impresionismo. Barcelona: Ediciones Destino.
Segal, H. (1995). Sueño, fantasma y arte. Buenos Aires: Nueva visión.
Whitford, F. (1993). Klimt. Barcelona: Ediciones Destino.

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GRIZEL SALOMÓN
••• artículo •••

LA INSTITUCIÓN
¿ENFERMA O SE ENFERMA?1
Grizel Salomón2

Como el inconsciente, la institución es inmortal en el fantasma


de sus sujetos [...] la meta de la institución es [...] controlar [...]
todas las pasiones: el amor, el odio, el miedo, la envidia.
(Käes, 1989-1998: 38-29).
No podemos entender la razón por la cual las normas que noso-
tros mismos hemos creado no habrían más bien de protegernos
y beneficiarnos a todos [...] gran parte de la culpa por nuestra
miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura; seríamos mucho
más felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos
en condiciones primitivas.
(Freud, 1929: 85).

Cuando hablamos de institución, ¿qué cumplir sus funciones correspon-


entendemos por tal concepto? dientes, realiza funciones psíqui-
cas múltiples para los sujetos
[El] conjunto de las formas y las singulares, en su estructura, su
estructuras sociales instituidas dinámica y su economía perso-
por la ley y la costumbre: regula nal. Moviliza cargas y represen-
nuestras relaciones, nos preexis- taciones que contribuyen a la
te y se impone a nosotros: se regulación endopsíquica y ase-
inscribe en la permanencia [...] guran las bases de la identifica-
no es solamente una formación ción del sujeto al conjunto social;
social y cultural compleja. Al constituye [...] el trasfondo de la

•••
1
Obviamos el uso metafórico de esta expresión.
2
Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica, AC; Universidad Anáhuac y Universi-
dad Intercontinental.

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35
LA INSTITUCIÓN ¿ENFERMA O SE ENFERMA?

vida psíquica en el que pueden ser depositadas y contenidas algunas par-


tes de la psique que escapan a la realidad psíquica [...] la institución prece-
de al individuo singular y lo introduce en el orden de la subjetividad,
predisponiendo las estructuras de la simbolización: mediante la presenta-
ción de la ley, mediante la introducción al lenguaje articulado, mediante la
disposición y los procedimientos de adquisición de los puntos de referencia
identificatorios [...] está atravesada por órdenes diferentes, a los cuales co-
rresponden lógicas diferentes: sociales, políticas, psíquicas [...] tiene que
ser permanente: con ello asegura las funciones estables que son necesa-
rias para la vida social y la vida psíquica (Käes, 1989: 22-45).

Como no es novedad en la teorización psicoanalítica, el primero en elaborar


sobre la institución fue Freud, particularmente en textos como Tótem y tabú
(1913), Psicología de las masas y análisis del yo (1921) y El malestar en la
cultura (1929), en los que escribió acerca de la transmisión psíquica colectiva,
de generación en generación, y sobre la creación de la institución –la institución
originaria de la sociedad humana– fundada en el asesinato primigenio y en la
consecuente culpa; y analizó la desdicha causada por la civilización-la cultura-
la institución, con sus normas y límites. En Tótem y tabú también explicó que la
primera vez que un hombre repelió a otro con una palabra en vez de con un
arma, se instituyó la civilización.
Según queda evidenciado a través de lo dicho hasta aquí, la institución
no sólo nos precede, sino que nacemos insertos en ella, en una relación
asimétrica, desigual. Esto es así desde la familia, la escuela, la institución reli-
giosa y una infinidad de otros ámbitos institucionales más, unos en los que sin
cuestionamiento alguno fuimos insertados y otros en los que por motivaciones
conscientes e inconscientes nos adentramos nosotros mismos.
Recordando nuevamente a Freud en el epígrafe, ¿por qué la institución
no sólo cumple con su papel de “ente” protector? La respuesta podría ser tan
sencilla como el hecho de que la “antropomorfizamos” para explicárnosla, pero
finalmente está formada por sujetos con pulsiones hostiles y libidinales que la
“humanizan” para “bien y para mal”. Sin embargo, hay que ir más allá de lo
aparente e intentar decir algo más sobre la dinámica sui generis que, como la
compulsión a la repetición individual, se reedita en toda institución. De allí el
cuestionamiento que da título a este ensayo. Si damos por sentada la parte

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


36
GRIZEL SALOMÓN

“sana”, “adecuada”,3 protectora, benevolente y estructurante de la institución,


¿también podríamos hablar de que ésta “enferma” a sus miembros y que ella
misma “se enferma”?
Un conocedor sobre instituciones como lo es Käes (1989), refiere que la
institución es un fuera de nosotros que, a la par, es parte nuestra y que es esta
externalización de un espacio interno lo que determina lo más anónimo, violen-
to y poderoso de nuestra relación con ella. En la institución perdemos pues
parte de nosotros mismos, pero sin ella nos hundiríamos en el caos quedando
fuera de un pensar colectivo que nos aporta representaciones comunes y mo-
delos de identificación. Tanto ser excluidos de la institución como el que ésta se
destruya, nos enfrenta a la muerte.
Sin embargo, a pesar de su carácter de contención, también la institu-
ción fomenta el desorden psíquico, debido a sus propias contradicciones y a
que el orden que sustenta no es permanente. Así, la institución falla cuando
incumple su cometido y deja a sus miembros con la sensación de fracaso, de
traición, de abandono.
Aunado a esto, cuando lo anterior sucede, aquellas partes psicóticas
que los sujetos depositaron en ella retornan como inquietantes perseguidores,
pero no regresan tal cual fueron proyectadas, sino cargadas con los matices
institucionales, absorbiendo así, ahora, cada sujeto por separado la
reintroyección de su “locura”, así como la parte psicótica de la institución, antes
compartida con ella como precio que en su momento tuvo que pagar para ser
aceptado en la misma.
¿Pero cuál es esta parte psicótica de la institución? Siguiendo a Käes
(1989), esta “locura institucional” se manifiesta a través de la macerante repeti-
ción de ideas fijas, de la parálisis de la capacidad para pensar, de odios
incontenibles, de ataque contra la innovación, de confusión de los niveles y los
órdenes, de ataques agrupados contra el proceso de vinculación y de diferen-
ciación, y de actings y somatizaciones violentas.
Otros “síntomas” de “enfermedad” institucional son: reacciones
paranoides (sospecha, desconfianza, miedo); la primacía de lo instituido sobre
lo instituyente; la prevalencia de contenidos narcisistas, represivos, negadores
y defensivos; el dominio por parte de ciertos miembros y/o cuando en algunos

3
Siguiendo un término de Elliot Jaques (cit. por Kernberg en Käes, 1998).

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
37
LA INSTITUCIÓN ¿ENFERMA O SE ENFERMA?

de ellos amenaza el surgimiento de formaciones mentales primitivas; el


involucrarse en labores secundarias o burocráticas o en proyectos insignifi-
cantes o irrealizables; el debilitamiento o la destrucción de la contención, impi-
diendo la transformación de las ansiedades primitivas; el intento de control
omnipotente de los objetos perseguidores a través de exigencias de conducta
exactas a la demanda, la rigidez; el ataque envidioso; acciones violentas contra
objetos que se han victimizado (actuaciones sadomasoquistas); el señalamien-
to de víctimas expiatorias o emisarias; maniobras perversas que lleven a la
exclusión del “chivo expiatorio” o del “portasíntoma”, etcétera (Käes; Pinel;
Kernberg en Käes, 1998).
Pero, ¿qué hace el sujeto ante el derrumbe institucional y toda esta car-
ga psicótica que en su dimensión relativa ha absorbido? Buscar de inmediato
un nuevo ámbito de proyección, que lo acoja y contenga, a sabiendas de que
tiene que costear la introyección de nuevas “locuras” institucionales para, final-
mente, ser nuevamente contenido por el “ente” estructurante.
Sin embargo, aunque toda institución es finita,4 hay momentos en que
ante el caos ésta no muere y no da lugar a la creación de un nuevo ámbito
institucional, sino que sus miembros, luchando porque la pulsión libidinal triunfe
sobre la de muerte, intentando reestructurar su “ente” estructurante, crean
“pseudo-instituciones” al interior de la misma. “Mini-instituciones” nacidas de la
escisión, arropados no obstante por la institución original que se debaten por
abanderar, y proyectan en el (los) ahora opositor(es) las partes psicóticas que
antes compartían, intentando así controlar lo tanático que amenazaba con la
destrucción institucional, a costa de desplazarlo sobre los sujetos que se perci-
ben como amenazantes para la continuidad de vida de la institución.
Conocemos muchos casos como éste no sólo fuera de, sino, desde sus
orígenes, dentro del ámbito psicoanalítico nacional e internacional,5 situación
que puede tener dos vertientes finales: la creatividad o la destrucción última. La
creatividad sería resultado de que logre imperar el intento vital, el impulso libidinal
a través de la neutralización de la hostilidad por medio del trabajo colectivo,
consiguiendo la participación de todos los grupos opositores en una meta co-
mún institucional: la vuelta a la tarea primaria.

4
Así como infinitas las instituciones.
5
Recordemos algunos de ellos: Adler, Stekel, Jung, Rank, Ferenczi.

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38
GRIZEL SALOMÓN

La otra posible vertiente, la destrucción final, sería resultado del nulo


intento neutralizador, debido en parte a profundas heridas narcisistas que por
mucho sobrepasan los beneficios narcisistas obtenidos de la institución o del
fracaso del intento de neutralizar la violencia imperante. Esto último motivado
por la pérdida del organizador psíquico inconsciente, del referente integrador –la
representación compartida del mito que originó la institución–; por la pérdida
de la función del ideal compartido y/o por el fracaso en la regulación social del
grupo,6 que finalmente conducen al extravío de la tarea primaria de la institu-
ción, que fundó su razón de ser y la razón del vínculo entre sus miembros,
anulándola o sustituyéndola por toda una serie de defensas contra peligros
reales e imaginarios.
Como es claro a través de este ensayo, me adhiero a la idea de algunos
grupalistas que hablan de una realidad psíquica como sujeto singular y de una
realidad psíquica que emerge como efecto del agrupamiento; parte de la cual
es la ilusión de que hay coincidencia y una relación de semejanza entre los
sujetos y su grupo o institución, negando o disimulando las diferencias ya sea
de tipo teórico, ideológico, social, económico o cultural, muchas veces a través
de falsos consensos o de aparentes acuerdos absolutos con el fin de alimentar
y mantener esta ideología de la unanimidad.
Así, la semejanza es parte de la demanda institucional para su constitu-
ción y permanencia. Sin embargo, la heterogeneidad suele ser fuente de
cuestionamientos y de creatividad. Por tanto, existe una perenne e inherente
contradicción en toda dinámica institucional, ya que aquello mismo que integra
a sus miembros, por ejemplo, el pensamiento paralelo o semejante, puede con-
ducir también a la inercia y a la parsimonia, al estancamiento de la creatividad.
Y aquello que lleva al desequilibrio institucional, por ejemplo, el pensamiento
diverso, divergente y creativo, puede conducir también al crecimiento pero,
retomando nuevamente a Käes (1989), en la fantasía reformar es refundar y
esto implica, al menos en este nivel fantasmático, la destrucción de la comuni-
dad institucional.
¿Cómo solventar la contradicción? Mientras la heterogeneidad sea rela-
tiva y en tal medida tolerada por la institución, se posibilitará el pensar y crear
6
“Sobre este tríptico la institución asegura su subsistencia y constituye para sus sujetos el
trasfondo de continuidad sobre el que se inscriben los movimientos de su historia y de su
vida psíquica” (Käes, 1989: 23).

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39
LA INSTITUCIÓN ¿ENFERMA O SE ENFERMA?

tanto semejante como diferenciado, en un espacio común, compartido e


integrador, que así respete la diversidad de las subjetividades psíquicas. Aquí,
nuevamente la institución debe echar mano del equilibrio y la tolerancia, que no
necesariamente conllevan la disidencia. En términos de Käes (1989, p. 67):

Se trata de instalar un dispositivo de trabajo y de juego que restablezca, en


un área transicional común, la coexistencia de las conjunciones y las
disyunciones, la continuidad y las rupturas, los ajustes reguladores y las
irrupciones creadoras, de un espacio suficientemente subjetivizado y relati-
vamente operativo.

En conclusión, la institución “se enferma y enferma” al sujeto, cuando las situa-


ciones caóticas y conflictivas, frecuentemente asociadas con fantasías de des-
trucción de la misma, conducen a una angustia que alcanza niveles incontrolados
y paraliza tanto la función psíquica individual como el ámbito psíquico compar-
tido entre ésta y sus miembros, imperando entonces, de manera paradójica, la
destrucción del pensamiento, de los ideales compartidos, de la institución mis-
ma... su muerte.

••• Bibliografía

Freud, S. (1913). Tótem y tabú, en Obras completas. (Vol. 13). Buenos Aires:
Amorrortu, 1986.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo, en Obras completas.
(Vol. 18). Buenos Aires: Amorrortu, 1986.
Freud, S. (1929). El malestar en la cultura, en O.C. 21.
Käes, R., et al. (1989). La institución y las instituciones. Estudios psicoanalíticos.
Buenos Aires: Paidós.
Käes, R. (1998) Sufrimiento y psicopatología de los vínculos institucionales. Ele-
mentos de la práctica psicoanalítica en institución. Buenos Aires: Paidós.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


40
SIMONE HAZAN
••• artículo •••

LA REGLA DE LA SUPERFICIE
EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

Simone Hazan*

A la memoria de Víctor Neumann

••• Introducción 18-19). Kris ilustra varios tipos de in-


terpretación con un caso de Anna
En 1948, durante un encuentro de la Freud y con el de un paciente que fue
American Psychoanalytic Association, tratado por dos psicoanalistas, seña-
Ernst Kris presentó un trabajo titulado lando cuál es el que funciona mejor.
“Ego psychology and interpretation in La regla de la superficie o,
psychoanalytic therapy”. En este ar- como la nombra Coderch (1995), de
tículo, Kris parte del principio freudia- la superficialidad, fue seguida por los
no según el cual “el análisis debe analistas de la psicología del yo en las
empezar desde la superficie y la re- siguientes décadas, tal vez de mane-
sistencia debe ser analizada antes de ra más radical de lo que sugiere el tra-
que se interprete el contenido” (Kris, bajo de Kris. Por otro lado, los psicoa-
1951, p. 16).1 El autor enfatiza el papel nalistas kleinianos interpretaban de
de las resistencias en el proceso ana- manera mucho más directa, yéndose
lítico, “ya no como un simple ‘obstá- sin preámbulo a las ansiedades y las
culo’ sino como parte de la superficie fantasías inconscientes (Coderch,
psíquica que debe ser explorada” (pp. 1995). En la actualidad, existe menos

•••
* simhazan@prodigy.net.mx
1
Las traducciones de los textos de Kris (1951) “Ego psychology and interpretation in
psychoanalytic therapy”; Chessick (1974) Technique and Practice of Intensive Psychotherapy
y Laplanche y Pontalis (1998), Vocabulaire de la Psychanalyse, son de la autora.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
41
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

radicalismo en ambas partes, pero los “yoístas” siguen prefiriendo interpretar


las defensas antes que el contenido.
La regla de la superficie ha sido ampliamente discutida y criticada por
autores kleinianos y neo-kleinianos (por ejemplo Etchegoyen, 1986 y Coderch,
1995), en particular por el riesgo de que el paciente se psicotice al romper sus
defensas. Este último autor concluye su discusión optando por usar el término
de interpretación acertada, que designa una interpretación correcta hecha en el
momento apropiado, tal como lo confirma el paciente con su respuesta y su
actitud. En este trabajo,2 no pretendo repetir esas críticas, sino en primer lugar
tratar de entender la regla de la superficie tal como la describió Kris (sección 1),
para luego compararla con la aplicación que varios autores posteriores hacen
de ella (sección 2). La tercera parte es una nota sobre el concepto de psico-
análisis silvestre. En la cuarta sección, intento rastrear el concepto de super-
ficie desde su origen, en particular en la obra de Freud. Finalmente, en la
quinta parte menciono el concepto de eslabones intermedios que extiende el
de superficie.

••• La interpretación en el trabajo de Kris

El niño de seis años

Este caso de Anna Freud es de un niño que, después de una visita penosa al
dentista, despliega una serie de acciones sintomáticas en su sesión analítica:
destruye varios objetos en el consultorio y rompe repetidas veces las puntas de
unos lápices para después volverles a sacar punta. El autor señala tres tipos
posibles de interpretación para el comportamiento del niño.

a) La enfocada a la castración retaliatoria. Este primer tipo constituye una


interpretación del ello que apunta directamente al complejo de castra-
ción y es considerado por Kris como “el viejo método”.

2
Este artículo es una versión ligeramente modificada del trabajo final que presenté en junio
de 2003 para la clase de Teorías psicoanalíticas contemporáneas III, impartida por Eduardo
Ongay, en el marco de la maestría en Psicoterapia general de la Asociación Psicoanalítica
Mexicana.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


42
SIMONE HAZAN

b) La de las acciones del niño como transformación de una experiencia


vivida de manera pasiva a una vivida de manera activa. Este segundo
tipo enfatiza la dificultad de soportar la pasividad y la posibilidad de do-
meñar el peligro al pasar de pasivo a activo.
c) La del comportamiento del niño como una identificación con el dentista.

Aunque el autor precisa que el tipo de interpretación que se debe escoger de-
pende de la fase del análisis en la que se encuentra el paciente, como regla
general prefiere el tercer tipo, que según él es el más amplio: al mostrar la
identificación como mecanismo de defensa, incluye el segundo tipo citado; es
probable que el niño utilice ese mecanismo en varios aspectos de su vida, y la
interpretación le permitirá reconocer el patrón en sus auto-observaciones. Lo
que pretende Kris con estos tres ejemplos no es afirmar que hay que evitar
interpretar las pulsiones, sino que el tipo c) abarca las primeras dos posibilidades:

No hemos elegido este ejemplo para demostrar las potencialidades de una


interpretación cuya meta es hacer el uso de un mecanismo de defensa cons-
ciente, sino más bien para demostrar que una situación permite y en última
instancia requiere los tres tipos de interpretación (p. 20)

Más aun, el autor subraya que el interpretar únicamente las defensas (y no las
pulsiones) es un procedimiento que se debe restringir a los momentos en los
cuales el paciente no está listo para la interpretación completa; Kris agrega
que, por un lado, ciertos analistas se muestran exageradamente cuidadosos en
este aspecto y, por otro, aun cuando solamente se interpreta la defensa, el
paciente infiere las pulsiones subyacentes.

El científico y sus dos análisis

El segundo caso presentado por Kris es de un joven científico que, a pesar de


haber estado en un primer tratamiento analítico, era incapaz de avanzar acadé-
micamente por no publicar sus resultados. En su primer análisis, había aprendi-
do que sus impulsos lo llevaban a robar, y por lo tanto sus temores y sentimientos
de culpa le impedían ser productivo. En una ocasión, cuando ya en su segundo
tratamiento con el autor estaba a punto de publicar una serie de resultados,

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
43
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

encontró en la biblioteca un viejo tratado que ya había revisado años antes.


Aunque ese libro contenía material que apoyaba la tesis del paciente, los resul-
tados mismos no aparecían allí. No obstante, el académico creyó haber plagia-
do esos resultados, y al percatarse de ello el analista indagó más profundamente
y descubrió que un colega con el que el paciente había tenido numerosas dis-
cusiones era en realidad quien habían plagiado las ideas de ése.
El abuelo del paciente fue un distinguido científico, mientras que el pa-
dre no había logrado trascender en su campo de actividad. El segundo analista
interpretó el hecho de que el paciente veía las ideas de los demás como las
únicas valiosas: era un desplazamiento del deseo de incorporar el pene del
padre, representado por el recuerdo de unos paseos en los cuales a los cuatro
y cinco años, el paciente pescaba con su padre y deseaba pescar el pez más
grande. A la vez, el proyectar sus propias ideas valiosas en figuras paternas
traducía su deseo de tener un padre que fuera grande o grandioso como su
abuelo (grandfather). Al oír estas interpretaciones, el paciente guardó silencio
por un largo momento y después expresó el insight logrado relatando:

Cada mediodía, cuando salgo de aquí, antes de la comida, y antes de regre-


sar a mi oficina, camino por la calle X [una calle conocida por sus restauran-
tes pequeños pero atractivos] y miro los menús en las vitrinas. En uno de los
restaurantes habitualmente encuentro mi platillo preferido –sesos frescos
(p. 23).

El autor describe este caso clínico con el propósito de comparar el método


seguido por la primera analista (no mencionada por su nombre, pero que se
puede identificar en la bibliografía como Melitta Schmideberg, una analista
kleiniana), con el suyo propio. En el primer tratamiento, la inhibición laboral del
paciente se había relacionado con su agresividad oral; es decir, únicamente el
ello se había interpretado. En cambio, en su análisis con el autor:

La segunda serie de interpretaciones, por lo tanto, operaba la primera por


ser más concreta, por el hecho de que cubría un mayor número de detalles
de comportamiento y por lo tanto abría el camino al conectar presente y
pasado, sintomatología adulta y fantasía infantil. El punto crucial, sin em-
bargo, fue la “exploración de la superficie” (p. 24)

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


44
SIMONE HAZAN

En resumen, en este artículo Kris compara un tipo de interpretación que se


dirige directamente al ello con uno que empieza explorando la superficie, es
decir que descubre un mecanismo de defensa y termina abarcando simultá-
neamente los aspectos presentes y pasados de esta defensa. En la siguiente
sección se presentará una cronología de la revisión de la versión de esta regla
manejada por cuatro autores que se pueden considerar de la psicología del yo
(ver Kolteniuk, 1990).

••• La regla de la superficie vista por otros autores

Fenichel (1945)

El libro de Fenichel precede la conferencia de Kris por tres años. En el tercer


capítulo, intitulado “El método psicoanalítico”, este autor describe la labor del
analista como consistente en ayudar al paciente a eliminar sus resistencias y
tratar de deducir lo que hay atrás de sus ocurrencias. Fenichel afirma que “Cuan-
do existe una distancia mínima entre la alusión y aquello a que se alude, el
analista proporciona al sujeto las palabras necesarias para que éste exprese
los sentimientos que están a punto de emerger a la superficie, facilitando así su
afloración a la conciencia” (p. 39) Un poco más adelante, critica autores que
afirman “que una rápida ‘interpretación profunda’ puede vencer la angustia del
paciente” (pp. 39-40). El texto al que se refiere Fenichel sin citar explícitamente
a su autora es The Psychoanalysis of Children, de Melanie Klein y rechaza este
tipo de interpretación de manera categórica con estas palabras:

El paciente no preparado no puede, en modo alguno, relacionar las pala-


bras que oye de su analista con sus vivencias emocionales. Una tal “inter-
pretación” no interpreta absolutamente nada (p. 40).

Chessick (1974)

Este psiquiatra y psicoterapeuta estadounidense sostiene en su libro de técni-


ca que en psicoterapia se deben tratar las resistencias antes que el contenido,
agregando que “Es sorprendente cuán frecuentemente este shibbolet bien co-

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
45
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

nocido es violado por jóvenes terapeutas” (p. 194). Hay que destacar que el
autor parece equiparar resistencias con conciencia, como si se hubiera queda-
do con la primera tópica de Freud, a pesar de que El yo y el ello (Freud, 1923)
figura en su bibliografía. En efecto, en un mismo párrafo recomienda:

Quédese en el nivel consciente del material. No mezcle niveles. Esto es


muy importante en el arte de la interpretación. Si el paciente está lidiando
con material en el área de la resistencia es muy importante circunscribir la
interpretación en el área de la resistencia y no interpretar contenido cuando
el paciente no está listo para ello (p. 206).

Chessick describe el interpretar material inconsciente profundo como un error gra-


ve que moviliza defensas, un ejemplo de análisis salvaje o silvestre (wild analysis).

Greenson (1976)

En su libro de técnica, este autor manifiesta que “Son fundamentales estas


reglas de técnica: analizar la resistencia antes que el contenido, el yo antes que
el ello y empezar desde la superficie” (p. 150) Pero de manera análoga a cómo
lo hace Kris, Greenson especifica que esta regla:

[...] no debe entenderse como que significa analizar la resistencia sola o


abordarla primero y olvidar el contenido por completo mientras se resuelve
la resistencia. De hecho, no siempre hay una dicotomía marcada entre re-
sistencia y contenido [...] la interpretación del contenido no será efectiva
sino cuando las resistencias significantes hayan sido debidamente analiza-
das (pp. 150-151).

Finalmente, al igual que Fenichel, critica la teoría kleiniana, pero de manera


más explícita. En un apartado titulado “Desviaciones en la técnica”, Greenson
reconoce por un lado las contribuciones de Klein al psicoanálisis, pero por otro
lado subraya el hecho:

[...] de que los kleinianos no laboraban con las resistencias como tales, des-
deñaban la alianza de trabajo, subestimaban la historia del paciente y uni-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


46
SIMONE HAZAN

versalizaban las fantasías complicadas y detalladas de los tiempos


preverbales (p. 143).

Kernberg (1995)

En su manual de psicoterapia del paciente limítrofe, Kernberg y otros, al igual


que Chessnick parecen equiparar conciencia con defensas:

El material que se va a interpretar debe abordarse desde la superficie hasta


la profundidad. El material más cercano a la consciencia deberá ser interpreta-
do primero, el material menos consciente más tarde [...] Al intentar interpre-
tar los aspectos defensivos antes que el contenido (superficie antes que la
profundidad), el terapeuta que trabaja con pacientes limítrofes se enfrenta
con el problema de diferenciar con precisión qué está en la superficie y qué
se encuentra por debajo; el uso predominante que hace el paciente limítrofe
de la escisión da lugar a una alternancia entre la defensa y el contenido –de
modo que la “superficie” y la “profundidad” son intercambiables (p. 81).

Este autor es el único entre los cuatro revisados que pertenece a la psicología
del yo en el sentido amplio únicamente (Kolteniuk, 1990). De hecho, ha incor-
porado conceptos kleinianos a su teoría, en particular el de escisión. En cuanto a
los otros tres autores, “puros y duros” y menos recientes, es claro lo radical de
sus puntos de vista, así como su rechazo a cualquier aporte al psicoanálisis
que no provenga de la psicología del yo. En particular, es interesante ver que
tanto Kris como Fenichel y Greenson critican la teoría de Klein de manera más o
menos abierta, como refiriéndose a un enemigo que temen y desprecian al
mismo tiempo. Este punto es el que llama más la atención porque por otro lado,
la regla que expone Kris parece bastante razonable en sí. La expresión psicoanáli-
sis silvestre, usada por Chessick, merece ser aclarada, lo que haré a continuación.

••• Una nota acerca del psicoanálisis silvestre

Volvemos a encontrar este término en un artículo de Greenacre (1970) sobre la


contribución de la psicología del yo a la práctica psicoanalítica. La autora seña-

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47
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

la que en años recientes (es decir tal vez en los sesenta), surgieron otros tipos
de terapia, los cuales Greenacre desaprueba de forma manifiesta, como “for-
mas inusuales de terapia de grupo, análisis ‘silvestre’, combinaciones de
farmacoterapia con otras formas de psicoterapia y, en algunos casos, trata-
mientos en alguna escuela “neo-freudiana” (p. 110).
No resulta muy claro a qué se refiere la autora por análisis “silvestre” o
escuela “neo-freudiana”, pero por el tono de su artículo podemos suponer que
en el análisis “puro” al cual se refiere, no están incluidas teorías como la kleiniana
o la lacaniana. Parece ser que en las dos instancias de uso del término psicoa-
nálisis silvestre mencionadas aquí, se refiere al hecho de hacer interpretacio-
nes brincando etapas, o sea, profundas, pero no necesariamente en el sentido
de que sean del ello. En el Vocabulario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis
(1998), se encuentra lo siguiente: El concepto de psicoanálisis silvestre provie-
ne de un artículo de Freud de 1910 (Über “wilde” Psychoanalyse), en el que se
refiere al uso que hacen los que no tienen los conocimientos necesarios para
ello. La crítica de Freud:

[...] se extiende a los casos donde el diagnóstico formulado es correcto, la


interpretación del contenido inconsciente exacta. [...] tales revelaciones exi-
gen que la transferencia esté bien establecida y que los contenidos reprimi-
dos estén cerca de la consciencia. [...] Lo que Freud denuncia en efecto en
el análisis silvestre, es menos la ignorancia que cierta actitud del analista
que encontraría en su “ciencia” la justificación de su poder (p. 354).

Este último párrafo parece indicar que para Freud, el análisis salvaje consiste
en interpretaciones demasiado profundas y, por lo tanto, agresivas. En lo que
sigue, intento aclarar el concepto de superficie que ya se ha mencionado tantas
veces.

••• El concepto de superficie

En la primera tópica de Freud, la superficie designaba la parte consciente del


espacio psíquico; un poco más adentro estaba ubicado el preconsciente, sepa-
rado del sistema consciente por la barrera de represión (Kolteniuk, 2000); final-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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SIMONE HAZAN

mente, el inconsciente era la parte interna de ese espacio. Esta visión del apa-
rato psíquico se justifica, por una parte, por el hecho de que el sistema cons-
ciente era para Freud “el receptor de la información perceptual e introspectiva”
(Kolteniuk, 2000: 23); así, nuestro sistema consciente, visto de manera
topográfica, se situaría entre el mundo externo y el interno, en la superficie de
nuestro cerebro.
Por otra parte, el conceptualizar nuestro inconsciente como una parte
profunda, o una subterránea, parece ser un componente casi arquetípico de los
humanos: muchas personas, aun sin haber oído de Freud y del psicoanálisis, lo
manifiestan en sus sueños. Más aún, existen múltiples expresiones en varios
idiomas que usan los adjetivos profundo y superficial para referirse a hechos
significativos, difíciles de inferir, por un lado, y hechos triviales o poco intere-
santes por el otro.
En esta primera tópica de Freud, el yo era equiparado con el sistema
consciente, y el ello con el inconsciente. Al pasar a su segunda tópica, Freud
renunció a la idea de ubicar los sistemas consciente, preconsciente e incons-
ciente topográficamente, y se limitó a usar los calificativos correspondientes en
un sentido descriptivo o dinámico (Freud, 1923, 1933). De allí en adelante, se
admitió que el yo tenía partes inconscientes o preconscientes y que existía una
tercera instancia llamada superyó. No obstante, en los diagramas que apare-
cen en esos dos artículos, las partes inconscientes siguen representándose
más abajo y las conscientes más arriba. A pesar de haber renunciado a su
primera tópica, Freud seguía representando esas partes de manera topográfica,
con la diferencia de que dichas representaciones eran de un momento dado; es
decir que en otro momento, las partes inconscientes podrían achicarse y posi-
blemente partes del ello volverse partes del yo. Por otro lado, la siguiente cita
tomada del yo y el ello muestra cierta confusión acerca de cómo algo incons-
ciente se vuelve preconsciente:

Si tal es el camino por el cual algo en sí inconciente deviene preconciente, la


pregunta por el modo en que podemos hacer (pre)conciente algo reprimido
ha de responderse: restableciendo, mediante el trabajo analítico, aquellos
eslabones intermedios prcc. Por consiguiente, la conciencia permanece en
su lugar, pero tampoco el Icc ha trepado, por así decir, hasta la Cc (p. 23).

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49
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

Este pasaje conserva las huellas de la primera tópica, al hablar de la conciencia


y de su lugar, y de la posibilidad de que el inconsciente trepe hasta la concien-
cia. Otro elemento importante que contiene es el concepto de eslabones inter-
medios, que examinaré en el siguiente apartado. Para terminar, quisiera volver
a la multiplicidad de definiciones del concepto de interpretación en la superficie
que hemos observado en la segunda sección, en los distintos textos que tratan
el tema, superficie puede designar tanto lo consciente como las defensas o las
resistencias, o el mismo yo. Esta confusión proviene seguramente de la prime-
ra tópica de Freud y del hecho de que desde sus primeros escritos sobre técni-
ca, recomendaba interpretar en la superficie.

••• Los eslabones intermedios

Como se puede ver en el pasaje de Freud citado en la sección anterior, una


moción reprimida necesita, para volverse consciente o preconsciente, seguir
un camino (ascendente). Esta idea se encuentra en varios textos de Freud y de
otros de los autores, en particular Fenichel, quien como hemos visto habla,
incluso, de una distancia mínima entre una alusión y lo aludido. Es decir que no
solamente existe una superficie en el aparato psíquico, sino que una moción
puede estar más o menos cerca de la superficie, y por superficie hay que
entender consciente o sistema percepción-consciencia (Freud, 1933:73 ver
diagrama).
Alexander (1935) habla de una lógica de las emociones, según la cual
los procesos inconscientes se rigen por silogismos emocionales arcaicos. Por
ejemplo, en “Un caso de paranoia”, Freud describió la cadena de silogismos
que subyacen al delirio de persecución masculino: No lo amo, lo odio Lo
odio porque él me persigue.
Desde mi punto de vista, existe un punto débil en el modelo de aparato
mental utilizado en la segunda tópica, porque se nos dice, por un lado, que los
sistemas inconsciente, preconsciente y consciente ya no son regiones y que se
usarán esos términos de manera descriptiva o dinámica. Por otro lado, las mo-
ciones se mueven, lo cual da a entender que de todas maneras lo inconsciente,
lo consciente y lo preconsciente corresponden a una región.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


50
SIMONE HAZAN

••• Conclusión

El concepto de superficie proviene de la primera tópica de Freud, y de allí ha


permanecido la idea de un aparato psíquico tridimensional, en el cual las mo-
ciones se pueden desplazar de dentro hacia fuera. En realidad, actualmente no
existe un modelo del aparato psíquico que permita encajar el término de super-
ficie de forma consistente. Por lo tanto, al hablar de superficie uno puede refe-
rirse al yo, a lo consciente, a las defensas o las resistencias. Por otro lado, el
análisis del artículo de Kris muestra que para él, interpretar en la superficie
significa en general dar una interpretación que abarque defensa y pulsiones,
presente y pasado, y solamente en casos delicados hay que limitarse a inter-
pretar las defensas. En este sentido, la elección del término me parece desafor-
tunada, siendo la aportación de Kris muy valiosa y no tan radical, mientras que
otros autores usan el término en un sentido más restringido y sin definirlo de
manera rigurosa. Si bien el concepto de interpretación desde la superficie nos
viene de Freud, es significativo que los autores de la psicología del yo siempre
se refieran a él comparando este método con otros –el kleiniano, las interpreta-
ciones silvestres–; esto da a pensar que el énfasis puesto en la regla de la
superficie puede ser una reacción a las interpretaciones kleinianas, como una
radicalización del punto de vista yoísta para diferenciarse de la teoría de Melanie
Klein.
Es evidente que pueden existir muchos modelos distintos de la mente, y
sería muy válido que alguien decidiera diseñar un modelo en el cual las ansie-
dades (como parte del ello) estuvieran en algún momento en la superficie, o un
modelo no topográfico donde el concepto de superficie no tendría sentido. Al
considerar las cosas de esta manera, nos damos cuenta de que el intento de
relacionar una cuestión técnica como la del timing y del tipo de interpretación,
con un modelo del aparato psíquico, sólo puede llevar a criterios arbitrarios o
confusiones como las que mencioné a lo largo de este trabajo.
Me parece que el término de interpretación acertada, acuñado por
Coderch, es preferible a otro, porque puede ser usado dentro de cualquier mar-
co teórico, no tiene ninguna connotación ideológica y es lo suficientemente
amplio para incluir la interpretación que convenga al paciente en el momento
en que se le proporciona.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
51
LA REGLA DE LA SUPERFICIE EN LA PSICOLOGÍA DEL YO

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SIMONE HAZAN

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a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
53
••• artículo •••
LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES


DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA
PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

José Ballesteros Monroy*

Jugar con las identificaciones sólo es posible si el terapeuta


no se identifica demasiado con el personaje del analista (pues
faltará entonces la dimensión lúdica esencial que hay que
conservar en la dimensión con el adolescente.
Octave Mannoni: La crisis de la adolescencia.

••• “Escisión y conflicto de se requiere para sostener a una fami-


lealtades: un intento lia en condiciones normales es un
de elaboración” desafío para los padres que frecuen-
temente obliga a ambos a trabajar para
La vida familiar en los inicios del siglo obtener un nivel de ingresos decoro-
XXI ha cambiado drásticamente de so y acorde con sus necesidades y as-
como era treinta o cincuenta años piraciones, además de que la mujer,
atrás, las condiciones de vida actua- igual que el hombre, pretende realizar-
les y las exigencias para satisfacer las se y aprovechar sus capacidades per-
necesidades familiares en los albores sonales, no sólo como madre sino
del presente siglo son cada vez ma- también como profesionista o traba-
yores dadas las recurrentes crisis jadora, desempeñando alguna activi-
económicas que nos han –y siguen– dad remunerativa fuera de casa, para
afectado durante las dos últimas dé- tanto satisfacer sus necesidades como
cadas. El grado de competitividad que contribuir a la economía familiar.

•••
* Terapeuta familiar y de pareja (IFAC); psicoterapeuta de niños y adolescentes (APM); psicoa-
nalista de grupo (AMPAG); miembro de la Sociedad Médica de la Clínica Londres.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


54
JOSÉ BALLESTEROS MONROY

Si a estas condiciones externas agregamos la inmadurez emocional con


la que un buen número de parejas formalizan su relación y llegan al matrimo-
nio, con escaso o nulo conocimiento de sí mismos y mucho menos de su pareja
–que a través del proceso de enamoramiento ha sido idealizada y por tanto
sólo se perciben y exaltan las cualidades del otro y se niegan como mecanismo
de defensa (en un proceso de escisión) sus defectos– tenemos los ingredientes
suficientes para poner a prueba la estabilidad y durabilidad del matrimonio y
por lo tanto de la familia.
Desde el punto de vista del adolescente y su familia, Louis de la Robertie
(1984), de la escuela francesa de psicoanálisis, considera que a la crisis normal
del adolescente corresponde, como reflejada en un espejo, la crisis parental.
Lo importante es el paso progresivo de una relación de padres-hijo (de depen-
dencia) a una de adulto-joven (de interdependencia) a otra de adulto-adulto (de
autonomía), aun cuando esta nueva relación esté marcada por un aspecto es-
pecífico que es el de filiación, sin dejar de tomar en cuenta que a la explosión
pulsional (refiriéndome a la representación mental de los instintos) del adoles-
cente, provocada por los cambios biológicos que experimenta, puede corres-
ponder la revivificación de ciertas fuerzas pulsionales reprimidas en los padres
y el levantamiento parcial de la represión (mecanismo de defensa que impide la
manifestación de los impulsos instintivos).
Esta crisis parental se caracteriza por un trabajo muy importante de due-
lo que no siempre los padres realizamos adecuadamente a medida que crece-
mos, maduramos y cubrimos nuestras necesidades y realizamos nuestras
expectativas ya que, sin darnos cuenta, con el paso del tiempo poco a poco
declinamos en nuestras facultades. Muchas cosas se reagrupan alrededor de
esta idea de duelo que se sitúa en varios niveles, particularmente en el plano
“narcisista” (de autosatisfacción y halago) y en el plano del “ideal del yo” (lo que
nuestros padres esperaban de cada uno de nosotros).
En nuestro medio, Estrada (1982), destacado terapeuta familiar y psi-
coanalista, coincide en gran parte con las ideas expresadas en el párrafo ante-
rior y destaca cómo los padres, aún cuando muchas veces ya se encuentran en
la madurez muy a su pesar, se ven obligados a revivir nuevamente su propia
adolescencia. En el terreno de la identidad personal menciona que pueden
aparecer fuertes dificultades, por ejemplo, la rivalidad que un padre siente ha-
cia su hijo varón cuando éste crece más fuerte o más inteligente que él, o bien

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
55
LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

sentimientos de inferioridad y minusvalía si el hijo no logra alcanzar las expec-


tativas paternas.
Éste es, sin duda, un punto con innumerables facetas, como la deman-
da que igualmente, el muchacho (como en espejo) puede hacer a su padre
cuando lo compara con algunos de sus maestros, amigos, líderes, ídolos y
demás modelos de identificación social. Así, la mayor parte de las veces el
padre se ve confrontado en sus propias áreas de identidad, por ejemplo, su
capacidad de trabajo, su fortaleza física y moral, su inteligencia, su capacidad
para tolerar el cambio hacia la madurez o los cambios socioculturales que se
dan con el tiempo, el estatus social, a veces, no es tan bueno como el de los
padres, de algunos amigos o compañeros de sus hijos.
No es, por tanto, fácil pasar con ecuanimidad y gracia estas pruebas;
como resultado, se antoja pensar que es más fácil conservar el estado anterior,
cuando los hijos aún eran pequeños y aceptaban todo sin reproche o discusión,
donde el trono indiscutible pertenecía al padre o a la madre, sin necesidad de
ponerlo a prueba y tener que compartirlo y menos aún con los hijos.
Las madres, al igual que los padres, también confrontan algunas situa-
ciones difíciles durante esta etapa: de pronto encuentran que existen otras
mujeres que tal vez ofrecen mayor atractivo y más estímulo para sus hijos
que ellas mismas; o la hija adolescente ya no la encuentra tan hermosa e
inigualable, como cuando era niña; ni su hijo la ve tan bella e inteligente, como
cuando era pequeño, señales que preludian una despedida, un paso más del
crecimiento y madurez difícil de aceptar. Los hijos crecen, se van y con ellos la
propia juventud.
Primero se van desde el punto de vista emocional: se separan y cam-
bian y esto requiere que todo el sistema familiar inicie un drástico movimiento
en la distribución de corrientes emocionales que hasta entonces habían cum-
plido satisfactoriamente su misión y que los padres elaboren y toleren sus pro-
pias reacciones de duelo; para ello es necesaria una gran capacidad para
expresar los sentimientos de pérdida y tristeza y se requiere de un fuerte apoyo
mutuo en la pareja paterna que, a estas alturas, no siempre se tiene y que
produce el síndrome del nido vacío. Mientras escribo esto, recuerdo cuando
mis hijos eran pequeños e iban todavía en la primaria (hace más de tres déca-
das), en un festival de la escuela, un cantautor expresaba en una bella canción:
“eso de jugar a la vida es algo que a veces duele”.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


56
JOSÉ BALLESTEROS MONROY

La hipótesis de este ensayo es la de las dos crisis especulares: la del


adolescente (propia de su etapa vital) y la de los padres (que atraviesan parale-
lamente otra fase vital), ambas correlativas, ya que él o la joven no logran salir
de su crisis sino a costa del difícil recorrido de ambos padres y, como son igual-
mente seres humanos, pueden tener tropiezos y en ocasiones fracturas, en el
camino de la vida. Cabe entonces esperar que el psicoterapeuta acompañe al
niño o al adolescente y a veces también a la familia en ciertos momentos críti-
cos como la separación de la pareja paterna (cuando han dejado de quererse y
no se toleran más), separación que resulta tan difícil, dolorosa e inaceptable
inicialmente para los hijos que quisieran ver siempre unidos a sus padres.
La separación o el divorcio de los padres plantea siempre exigencias
extremas. Estas parejas necesitan reorganizar sus relaciones durante la sepa-
ración y después de ella. Necesitan enfrentar toda una gama de sentimientos
contradictorios que experimentan tanto los padres como los hijos: de perdida,
de ira, de culpa y alivio. A menudo la familia se tiene que adaptar a un cambio
radical en su posición socioeconómica; puede ocurrir que los progenitores (con
más frecuencia la madre) experimenten una notable disminución de sus ingre-
sos, que altere su estilo de vida.
Estos cambios afectan profundamente los niveles de estrés de niños,
jóvenes y adultos; no obstante, muchas familias logran salir adelante a pesar
de las dificultades. Hay padres que no pueden controlar sus disputas y, a menu-
do, reclutan a sus hijos haciendo que tomen partido y surjan las alianzas y
coaliciones como expresión del conflicto de lealtades que, frecuentemente,
genera culpa y ambivalencia (sentimientos contradictorios: amor-odio). Vea-
mos cómo se da todo esto a través de la exposición de una experiencia clínica-
terapéutica que compartí con un joven (al que empecé a tratar aún siendo niño,
estaba por cumplir los doce años), y lo atendí durante poco más de tres años y
medio, en que asistió a consulta dos veces por semana.
La psicoterapia de niños y adolescentes suele comenzar con la llamada
telefónica de uno de los progenitores, en este caso la madre, quien se mostró
preocupada por el bienestar de su hijo y por las repercusiones que pudieran
tener en él la separación reciente y el divorcio (en trámite y en desacuerdo por
parte del marido, por lo tanto forzado y difícil). Inicialmente G (el púber a
quien atendí) me expuso con gran tristeza lo que estaba pasando entre sus
padres a quienes quería volver a reunir: “para vivir como antes, todos felices”

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LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

(frase en la que expresaba básicamente su deseo como ideal de una situación


ajena a él, que pretendía remediar).

G: Hace como un año y medio mi mamá nos dijo a mi hermana y a mí que


teníamos que dejar la casa e irnos a vivir a otro lado, y nos fuimos a vivir
unos días con una amiga de mi mamá, mientras ella comenzó a buscar
departamento. A la semana siguiente nos cambiamos a la colonia Irriga-
ción, a un departamento chiquito y sin jardín. Ahora no puedo salir a jugar a
la calle como lo hacía antes en mi casa, porque en La Herradura vivíamos en
una cerrada y era bastante tranquila, en cambio, acá pasan muchos co-
ches, no conozco a nadie y no tengo amigos con quienes jugar. En el edifi-
cio no hay niños de mi edad, sólo uno, pero me molesta porque cuando su
mamá le llama la atención, él le contesta y por eso casi no lo busco.

G continúa asistiendo al mismo colegio, cerca de la casa paterna donde vivía,


ha perdido amigos pues ahora le quedan lejos de donde vive. Cuando sucedió
esto se sentía muy triste, desconsolado y desconcertado, no aceptaba y recha-
zaba la separación de sus padres, comenzó a bajar en su rendimiento escolar
(en aquella época cursaba el quinto año de primaria que estaba prácticamente
por terminar). Al finalizar el segundo de secundaria con buen promedio se fue a
pasar las vacaciones del verano con su madre a Estados Unidos, donde ella
radica actualmente, y tenía la intención de explorar la posibilidad de estudiar un
año high school y terminar la secundaria allá, para aprender a hablar bien el
inglés y, a su regreso, hacer el bachillerato acá, en el mismo colegio en el que
ha estado desde primaria.
Al platicarme sus penas y sus proyectos durante las primeras sesiones
lloró con gran sentimiento. Es un chico muy perceptivo, sensible y afectuoso
que establece contacto con facilidad. Le pregunté si le gustaba jugar (los
psicoterapeutas utilizamos el juego con los niños para comunicarnos con ellos)
y lo invité para la siguiente sesión y le propuse que me trajera algunos juguetes
(pensando que los juguetes que él trajera podrían ser representantes simbóli-
cos de sus “objetos internos”, es decir, sus padres internalizados como figuras
significativas de su infancia).
Llegó sonriente a la quinta sesión con una bolsa de plástico en la mano,
le pedí que me enseñara qué traía, sacó unos cochecitos, una construcción de

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JOSÉ BALLESTEROS MONROY

plástico que él identificó como un Mc Donald’s y otro edificio de plástico que


convirtió en hospital. Me senté con él en la alfombra y lo invité a que me ense-
ñara cómo jugaba él en su casa con esos juguetes que había traído y por último
le pregunté:

T: ¿Qué te gustaría jugar?


G: Podría ser a los ladrones y policías o también a los ejecutivos —respon-
dió plácidamente.
T: Lo que prefieras —le dije, dándole plena libertad de elegir.
G: Acomodó el Mc Donalds y la otra construcción, el H}hospital, luego los
coches e inventó un jueg, en el que participaron un gobernador, el hijo del
gobernador y un médico. El hijo se accidentaba en el automóvil y tenía que
ser hospitalizado y atendido por el médico-terapeuta. El gobernador (su
padre) iba a visitar a su hijo (él) al hospital para ver cómo seguía y luego
regresaba a su casa y después se iba al palacio de gobierno a despachar
sus asuntos. Luego uno de los coches del padre se descompuso y tuvo (al
igual que él, el hijo) que ser llevado al taller —Tardó casi media hora en
desplegar este juego que describo muy sintéticamente.
G: Ahora voy a jugar a los policías y ladrones —me dijo, intentado cambiar
de juego.

Me encontraba muy gratamente sorprendido por la nitidez y la transparencia


con la que me había mostrado su drama y su conflictiva personal, mediante sus
fantasías y sus deseos a través del juego, así como de su disposición y buena
relación conmigo que “transferencialmente” (sentimientos y deseos que surgen
espontáneamente en toda relación) eran de plena aceptación. Faltaban aproxi-
madamente diez minutos para terminar la sesión (de 45 min) y le hice una
proposición:

T: ¡Qué tal si hacemos una pausa para tratar de entender tu juego!, ¿te
parece? —G voltea a verme con cara de sorpresa— ¿Recuerdas lo que me
contaste las sesiones anteriores: ¿cómo te has sentido desconcertado y
triste por la separación de tus papás…? Parece que en el juego expresas
claramente todo lo que me platicaste. El hijo del gobernador que se accidenta
eres, tú, y el accidente es la separación intempestiva y violenta de tus pa-

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LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

pás, que fue algo que no esperabas, que te tomó por sorpresa y te “choqueó”
y te dejó mal herido en tus sentimientos, por eso tuviste que venir conmigo
al consultorio-hospital para que te atienda y te ayude a curar tus heridas
emocionales y tu tristeza, causadas por algo que te es muy doloroso: el no
poder vivir con tus padres juntos en tu casa de La Herradura y tener que vivir
en un departamento pequeño en el que no tienes amigos como a ti te gusta.
El coche de tu padre (“el gobernador”) que se avería representa tu relación
con él, que sientes ahora deteriorada.
G: ¡Híjoles eres un mago!, yo no creí que en un juego pudiera decir tantas
cosas.

Evidentemente el mago había sido él que, a través del lenguaje lúdico, me


repetía vivencial y emocionalmente toda la información verbal que él mismo me
había dado durante las primeras sesiones y la que su madre me había ofrecido
también cuando la entrevisté inicialmente; sólo que ahora él añadía toda la
emotividad y dramatización de su sufrimiento, de su conflicto y de sus deseos
de ser atendido no sólo por mí, sino por su padre (“el gobernador”), al que
seguramente ama y teme a la vez (por eso eligió a un personaje investido de
gran autoridad y posiblemente un tanto distante en su trato con él).
Dos o tres sesiones después volvió a traer sus cochecitos y el Mc
Donald’s, con los que desplegó el juego de “policías y ladrones” que había
quedado pendiente, mismo que fue igualmente expresivo y transparente res-
pecto de sus vivencias y la situación conflictiva por la que atravesaba en ese
momento: G saca sus juguetes de la bolsa, coloca el Mc Donald’s y separa los
coches en dos bandos “policías” y “ladrones”. Los asaltantes llegan al restau-
rante y piden unas hamburguesas, observan los movimientos y de pronto sor-
prenden a la encargada con sus armas: “Esto es un asalto, danos todo el dinero
que tienes o te matamos” —le dicen amenazándola con un revólver. La obligan
a abrir la caja registradora y luego la caja fuerte, sacan todo el dinero y salen
huyendo cubriéndose el rostro, amenazan con sus armas a la encargada, a los
meseros y a los clientes, a quienes les piden que se tiren al suelo sin levantar la
cabeza. Se suben en los dos coches y arrancan. De inmediato, la encargada
avisa a la policía y se desata una persecución en la que los asaltantes cambian
de coches para despistar a la policía que los persigue, cuando están a punto de
cogerlos roban otros coches con los que huyen sin ser reconocidos y la policía

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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JOSÉ BALLESTEROS MONROY

tiene que pedir refuerzos para lograr atrapar a los ladrones hasta que, final-
mente, atrapan a los que van en uno de los coches y los meten a la cárcel, en
tanto los del otro coche escapan por otro camino sin llegar a ser descubiertos.
Cuando termina su juego le pregunto:

T: ¿Qué significa tu juego? —como si se tratara de un sueño, las fantasías o


ensueños diurnos pueden interpretarse al igual que los sueños.
G: No sé —responde y comienza a platicarme nuevamente toda la secuen-
cia del juego que acababa de representar, al igual que uno puede repetir el
contenido de un sueño sin entender realmente su significado.
T: Sí, eso es lo que tú jugaste —le digo— pero pienso que algo me habrás
querido decir con este juego, tal vez algo que tiene que ver contigo, con lo
que has vivido en estos días y lo que te preocupa últimamente, como el
juego de hace algunas semanas ¿no? en el que el gran mago que inventó el
juego fuiste tú.
G: Bueno sí, tal vez, pero no sé qué pueda ser.
T: Mira, a mí me llamó la atención en tu juego de hoy, que los ladrones
asaltan a la encargada de un Mc Donald’s, que es un lugar donde se come,
donde hacen unas hamburguesas ricas que a ti seguramente te gustan
mucho ¿verdad? —sonríe, asintiendo con la cabeza—. Se me ocurre que
en tu casa la que te da de comer rico es mamá. Tal vez en este último año
que han estado viviendo fuera de lo que tú considerabas tu casa, sientes
que han perdido, que les han “robado” muchas cosas que antes tenías y
disfrutabas tranquilamente: tu casa muy amplia, bonita y con jardín, en una
zona residencial, más tranquila y mejor que en la que vives ahora.
G: Sí, allá sí podía salir a jugar a la calle porque casi no había coches, en
cambio acá no puedo porque pasan bien seguido y en lugar de salir al jar-
dín, a veces me asomo a la terraza del departamento que está hasta el
séptimo piso.
T: Parece que te sientes muy limitado, un poco como si estuvieras encarce-
lado, ¿no?, y eso seguramente te da mucha rabia.

De ahí su identificación con los agresores (los ladrones en su juego y en su


fantasía), ya que todo ha sido provocado por el conflicto y la separación de sus
padres y sus nuevas condiciones de vida más estrechas y limitadas.

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LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

G: Pues tal vez en cierta forma sí, porque acá no tengo la libertad ni el
espacio de allá, acá el departamento es mucho más chiquito.
T: Además allá tenías muchos más amigos que acá, ¿no?
G: No, pues más bien acá no tengo, sólo el que te platiqué, todos viven por
allá en La Herradura o acá en Palmas (en esa época que lo atendí tenía el
consultorio a dos cuadras de Palmas).
T: Entonces, seguramente, has de sentir que de alguna manera te han qui-
tado, “te han robado” o has perdido todo eso que antes tenías y disfrutabas:
tu casa, tu jardín, tu calle donde podías salir a jugar, tus amigos con quienes
jugabas y quién sabe cuántas cosas más y tal vez también temes que te
quiten o te puedan “robar” a mamá. Puede ser que estés muy enojado por
todo eso, tanto con papá como con mamá y con ganas de desquitarte.

El juego, como los sueños, contiene entremezclados deseos y fantasías que


permiten apreciar muchos más elementos que, poco a poco, se irán haciendo
explícitos como el sentir que le pueden quitar o “robar” a mamá (que se hicieron
patentes algunas sesiones después, en que volvió a mostrarse angustiado y
preocupado por la separación de sus padres); además de los sentimientos
ambivalentes explícitos en el juego mismo de “policías y ladrones”, con los que
seguramente se sintió identificado, “identificación con el agresor” como meca-
nismo de defensa para calmar su angustia de separación.

G: Papá me dijo que se separaron porque mi mamá tiene otro novio.


T: Seguramente te has de haber sentido muy mal que papá te dijera eso…
G: Sí, la verdad sí, es que cómo puede ser…
T: ¿Y qué hiciste tú?… ¿lo hablaste con alguien, lo aclaraste?
G: No, ¿con quién?
T: Se me ocurre que tú has querido decirles muchas cosas a tus papás,
tanto a uno como al otro. Te voy a sugerir algo, que les escribas una carta a
cada uno de ellos, en la que puedas decirles todo lo que te has guardado
dentro de ti y no les has podido decir; si quieres las traes aquí cuando ya las
hayas escrito y me las lees y, si te animas, luego se las entregas o las
guardas para más adelante, como tú quieras, ¿que te parece?
G: Pues si está bien, las voy a hacer y te las traigo.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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JOSÉ BALLESTEROS MONROY

Relataré finalmente un breve sueño de esa época inicial (al que yo le llamé “la
misa diabólica”), que algunas sesiones más tarde compartió conmigo y le pro-
vocó gran angustia por su contenido fantasmagórico terrorífico:

G: Soñé, que habíamos ido a misa mi mamá, mi hermana y yo y de repente


el padre que la estaba diciendo se convertía en diablo y nosotros tres salía-
mos disparados al aire junto con nuestros asientos.
T: Como seguramente sentiste que tuvieron que salir de casa de tu papá; tal
vez tú sentiste que fueron expulsados con gran enojo de parte de tu padre.
G: Sí, un día se puso muy violento con mi mamá, estaban discutiendo en su
recámara y yo sólo oía gritos. Parece que él sacó una pistola y amenazó a mi
mamá.

En esta sesión G relató algunos pleitos fuertes entre sus padres (ambos practican-
tes religiosos) y amenazas por parte del padre (concordando con el relato de la
madre en la entrevista inicial que tuvimos y a la que no asistió el padre por no estar
de acuerdo con el tratamiento psicológico del niño) que confirmaron el contenido
terrorífico del sueño y la transfiguración que en él hizo del padre, primero como
sacerdote oficiante de la misa (padre bueno) y, luego, en diablo capaz de lanzarlos
fuera, al espacio (padre malo). Transfiguración que muestra su ambivalencia: “amor-
temor-odio” hacia la figura paterna enojada y fuera de sí, y misma de la que
transferencialmente podría yo ser objeto en cualquier momento.
En alguna ocasión posterior en que el padre trajo a su hijo a la terapia le
pedí hablar con él, se mostró dolido y resentido con la esposa, a la que no
estaba dispuesto a concederle el divorcio y en desacuerdo también con la tera-
pia que su hijo estaba tomando conmigo, ya que había sido propuesta por la
madre; sin embargo, durante el último año que G estuvo asistiendo, lo trajo el
padre y pagó puntualmente los honorarios, ya que él se hizo cargo de su hijo,
quien vivió con él ese último año, en que la madre se fue a vivir con su nueva
pareja a Estados Unidos. Después de más de tres años de pleito legal la sen-
tencia de divorcio fue favorable y la madre emigró al país del norte. G se fue a
pasar nuevamente las vacaciones del verano allá y a estudiar un año de High
School, para terminar la secundaria; a su regreso, hace poco más de dos me-
ses, me llamó para saludarme y decirme que no sabía si reiniciar sus estudios
aquí o continuar allá y me pidió una cita a la que no acudió.

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63
LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

Por ultimo, G mejoró paulatinamente en su rendimiento escolar y mejoró


también en sus calificaciones. Aceptó la separación de sus padres y la nueva
pareja de su mamá. Se adaptó a vivir primero con la madre y luego con el
padre, con quien logró también llevarse mejor y consiguió que lo dejara ir con la
madre durante las vacaciones del verano y finalmente que le permitiera termi-
nar su educación preuniversitaria por allá.

••• Síntesis

En este ensayo acerca de los efectos de la separación de los padres durante el


periodo de transición de la pubertad a la adolescencia —que incluye las veinte
primeras sesiones psicoterapéuticas con un chico preadolescente, al que traté
durante poco más de tres años y medio (de los 12 a los 15 años) en los que se
convirtió en un joven— podemos apreciar claramente cómo a través del juego y de
los sueños se entrelazan sus fantasías y deseos más profundos, a la vez que
logró expresar sus temores, angustias y conflictos de lealtad con sus padres.
En la psicoterapia de juego (que en el niño equivale al lenguaje de los
adultos), pudo plasmar su intrasubjetividad, es decir, sus fantasías, pensamientos
y sentimientos más profundos, algunos de ellos ambivalentes o en conflicto por
la situación familiar inestable y de desintegración que G estaba viviendo; en
tanto que la intersubjetividad que corresponde a las subjetividades que se dan
cuando nos relacionamos con los demás pudo manifestar de manera virtual, es
decir, inventada o recreada por él mismo mediante el juego, la conflictiva
interacción que vivía con sus padres, personajes importantes y significativos en
la vida de todo niño, y la representación mental que de ellos tenía, y que cons-
tituye sus “objetos internos” (es decir, sus padres internalizados), que son los
objetos de identificación, de “amor-temor-odio”, en este caso particular, que el
niño hizo intervenir en el juego y en sus sueños, para expresar su conflicto
interno no resuelto, su temor a la fragmentación y fragilidad de sus vínculos con
ellos y de ellos entre sí; lo mismo que la transubjetividad, que corresponde a lo
heredado filogenéticamente y trasmitido generacionalmente a través de los mitos,
costumbres y cultura familiar.
Lo importante, en este caso, no fue el momento de mi interpretación
sino el momento en el cual G se sorprendió a sí mismo concediéndome el don
de convertirme en “mago”, cuando el único mago creador del juego había sido

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


64
JOSÉ BALLESTEROS MONROY

él, al adquirir el conocimiento interno de sí mismo (insight) y de su propio con-


flicto interno entre la imagen idealizada de unos padres amorosos y capaces de
mantener una relación idílica permanente y la imagen real de los padres cuya
relación se había deteriorado y terminado.
Los niños a lo largo de su desarrollo viven cierta experiencia de control
mágico, que les permite a veces tolerar las frustraciones externas, es decir, lo
que se denomina comúnmente “omnipotencia”, en la descripción de los proce-
sos mentales intrapsíquicos, conocidos como mecanismos de defensa que,
originalmente, constituyen mecanismos de adaptación, pero que al repetirse
reiteradamente se convierten en mecanismos de defensa, sobre los cuales el
psicoterapeuta necesita incidir para producir los cambios necesarios en las
actitudes y la conducta del paciente y lograr así que éste mejore y pueda alcan-
zar una vida más satisfactoria y plena, con menos angustia y desgaste de energía.
Finalmente, la psicoterapia de juego se realizó, como la consideró
Winnicott (1971), pediatra y psicoanalista inglés, en la superposición de dos
zonas de juego, la del paciente y la del terapeuta, “si este último no sabe como
jugar, no estará capacitado para la tarea. Si el que no sabe jugar es el paciente,
habrá que hacer algo para que pueda lograrlo, después de lo cual comienza la
psicoterapia”. El motivo de que el juego sea tan esencial en esta etapa de la
vida consiste en que el niño(a) se muestra creador.

••• Bibliografía

Ballesteros Monroy José (1994, septiembre). Fantasía, juego y realidad. En X Con-


greso Nacional de Psiquiatría Infantil, mesa de trabajos de la Asociación Mexicana
de Psicoterapia Psicoanalítica de la Infancia y la Adolescencia. Puebla, Pue.
Estrada Inda Lauro (1982). El ciclo vital de la familia. México: Xóchitl editores.
Louis de la Robertie, (1984). El adolescente y la familia. En O. Mannoni et al., La
crisis de la adolescencia (cap. 5, pp. 61-64). México: Gedisa, 1989.
Winnicott W. Donald (1971), El juego actividad creadora y búsqueda de la persona.
En Realidad y juego (cap. 4, pp. 79-91). Buenos Aires: Granica editor, 1972.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
65
••• artículo •••
LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES DURANTE LA TRANSICIÓN DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA

LA CLÍNICA VINCULAR
CON ADOLESCENTES

Graciela Selener*

••• La clínica grupal do hace que nuestra actividad clínica


con adolescentes nos interrogue sobre nuestra posición
como analistas.
¿Por dónde empezar? Son tantos los Los garantes sociales como la
temas para trabajar en un encuentro escuela, la Iglesia, los jueces y el Es-
de pensamiento como el que tenemos. tado están francamente debilitados y
Frente a la complejidad de la consulta eran ellos los que proveían el sostén
adolescente actual, ¿podemos hablar y el apuntalamiento necesarios para
de la adolescencia como una catego- la organización psíquica a través de
ría totalizadora o resulta más adecua- la transmisión de la ley. Si el Estado
do referirnos a las adolescencias, se fragiliza como matriz de la ley, cae
apelando a la singularidad de la sub- en su potencia unificante y queda di-
jetividad en relación con las nuevas suelta la idea de una realidad macro-
prácticas que definen nuestra contem- contextual como totalizadora. La crisis
poraneidad? en lo social hoy se instala como un
La situación de traumatismo devenir caótico y no como una crisis
social por la que estamos atravesan- de pasaje de un paradigma a otro.

•••
* Miembro titular de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG);
ex-directora del departamento de Grupos de niños y adolescentes; docente del Instituto de
Configuraciones Vinculares de la AAPPG; miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica
de Buenos Aires (APdeBA).

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


66
GRACIELA SELENER

Si las prácticas sociales están dispersas, entiendo que no es posible


generalizar una definición de la adolescencia, pues de esta manera deter-
minaríamos una categoría unificante cuando nos encontramos con una disper-
sión de subjetividades.
Podríamos definir algunas características de la subjetividad adolescen-
te contemporánea pero siempre teniendo en cuenta que la subjetividad se cons-
truye en cada situación. La asignación del lugar del adolescente alterna entre
dos posiciones diversas que consisten en la negación de un espacio propio y
discriminado o bien la idealización canalizada a través del mito de la eterna
juventud y borrar la diferencia generacional con los adultos.
La adolescencia contemporánea es compleja, difícil de percibir y segu-
ramente mucho más difícil de habitar. Los cambios que surgen del interior del
adolescente y el lugar que éste ocupa en el imaginario social generan una
situación de crisis y ruptura de los apuntalamientos básicos para la creación
subjetivante. Crisis y ruptura que provocan sentimientos de desamparo y remi-
ten a situaciones de carencia infantil afectando la construcción de la identidad.
En este sentido es importante la idea de René Kaës sobre el apuntalamiento
como uno de los procesos fundantes de la construcción del psiquismo dando
cuenta de la trama relacional entre la psiquis, el cuerpo, el grupo y la cultura. La
historia del sujeto –señala– es la de sus apuntalamientos: apoyos, modelos,
desprendimientos y transcripciones.
El sujeto psíquico nace a partir del primer encuentro con la madre,
iniciándose así una historia relacional basada en identificaciones y que resulta
del entrecruzamiento con el espacio necesario que provee la sociedad para
sostener la continuidad de la existencia y el desarrollo de la capacidad crea-
dora. En las nuevas condiciones, el tema a indagar sería, ¿cómo se constituye
el adolescente como sujeto en cada situación? ¿A través de qué operatoria
adviene a la novedad y la inscribe? ¿Cómo operar como psicoanalistas acom-
pañando al adolescente en el recorrido de un camino de subjetivación, habi-
tando cada situación? Es interesante poner a trabajar los conceptos de
apuntalamiento y crisis que caracterizan la situación del transcurrir adoles-
cente enmarcados en las condiciones contemporáneas de producción de sub-
jetividad, donde las estrategias de subjetivación consisten en hacer de un
fragmento una situación, de una subjetividad fragmentada, una subjetividad
situacional.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
67
LA CLÍNICA VINCULAR CON ADOLESCENTES

••• Apuntalamiento y crisis

Es Kaës quien señala la idea de un apoyo múltiple como base de la estructuración


grupal del psiquismo entendida como un movimiento de apoyaturas y des-apo-
yaturas, aperturas y cierres, crisis y creación. Resulta así que toda formación
psíquica está multiapoyada pues a los soportes ya conocidos en la teoría
psicoanalítica –el de la pulsión sobre el cuerpo, y el del objeto de amor sobre la
función materna y paterna– Kaës agrega el apoyo a los grupos y a lo social en
su conjunto.
Todo soporte no sólo forma parte de una red de apoyaturas sino que
está en “apoyo mutuo” es decir, que aquello que se sostiene sirve, a la vez, de
apoyo. El psiquismo se construye a través de estas apoyaturas múltiples y, si
alguna falla o está ausente, genera perturbaciones que desembocan en una
situación de crisis. Podríamos definir a la crisis como la ruptura, pérdida o falta
en los apoyos con que cuenta el psiquismo. Y es a través de las crisis y sus
resoluciones, de las rupturas, suturas y entre-aperturas, que el sujeto se va
constituyendo.
En el adolescente son varios los apoyos que generan ruptura, el de lo
corporal, el del vínculo con las figuras parentales, el del conjunto social, pero
también nuevos apuntalamientos serán el modo de resolver la situación de cri-
sis. Este movimiento de apoyos y des-apoyos, de aperturas y de cierres, impli-
can una experiencia de crisis pero también una posibilidad de creación. La
manera en que el adolescente elabore la crisis, como mero despliegue de con-
flictos y traumas infantiles o bien como la inscripción de marcas que conforman
una historia propia, determinarán las características de la subjetividad. La idea
es generar procesos de subjetivación que puedan imprimir sentidos a cada
situación. Guillaumin habla de estados crónicos de crisis separados, a veces,
por periodos breves de estabilidad. La adolescencia tiende, entonces, a perpe-
tuarse, a instituirse como estado permanente de inestabilidad y marginalidad.

••• El dispositivo grupal psicoanalítico

El análisis en la situación grupal, se centra en el entrecruzamiento entre dos


espacios, el de lo individual y el de las formaciones propias de la situación de

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


68
GRACIELA SELENER

grupo. Las partes del psiquismo de cada uno están puestas en juego y trabaja-
das en el espacio intersubjetivo. Kaës plantea que:

Este punto de vista introduce una comprensión y un análisis específicos de


las formaciones y de los procesos psíquicos que se manifiestan en las trans-
ferencias y en los procesos asociativos. Implica también una concepción
particular de la interpretación, cuya función principal es crear sentido sobre
lo que se anuda entre el sujeto, los otros y el grupo.

El trabajo del psicoanalista es diferenciar el espacio intersubjetivo y reconocer


los niveles de organización de cada sujeto en ese espacio y en el del grupo. Lo
esencial es escuchar el sufrimiento y que se despliegue su representación
mediante la palabra y la escenificación de la fantasía. El objetivo es realizar un
trabajo de simbolización que apunte al armado de la historia fantasmática, en el
grupo funcionando como aparato elaborador donde no sólo se devela lo latente
sino que nuevos sentidos son construidos. El dispositivo grupal funciona como
una membrana de para-excitación que actúa mediando entre la realidad psíqui-
ca del sujeto y la del grupo y también como una envoltura que permite articular
las formaciones del inconsciente individual con el conjunto.

••• La intersubjetividad

La regresión generada por la circulación del deseo y las defensas asociadas le


permiten al adolescente ver representado, en el escenario del grupo, lo hasta
ahora irrepresentable e impensable para su psiquismo.
A través de la cadena asociativa grupal, el relato que aporta otro miembro
puede dar lugar a detener o continuar el proceso asociativo, favoreciendo el levan-
tamiento de la represión o bien enquistando lo reprimido. Se entretejen palabras,
miradas, gestos, mímicas que junto con cada enunciado funcionan como eslabo-
nes de una cadena que se relacionan con otros eslabones y dan sentido a lo elabo-
rado por el sujeto y el conjunto grupal. En el dispositivo grupal el eslabón faltante de
la cadena puede ser re-creado por el trabajo del analista y del grupo.
Los otros del grupo posibilitan que en la situación analítica creada, el
adolescente se enfrente con los conflictos sobre la sexualidad, la muerte, el origen

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69
LA CLÍNICA VINCULAR CON ADOLESCENTES

de la vida, la castración. La presencia de los otros, el otro real, permite articular


el proceso de elaboración individual con los procesos intersubjetivos y grupales.
Las asociaciones de cada uno se insertan en la pluralidad de discursos
asociativos. Se produce, tal como señala Käes, el trabajo de la intersubjetividad
que comprende tanto la formación de alianzas inconscientes como las condi-
ciones del retorno de lo reprimido y el proceso de simbolización.
Como en la escena de un sueño, donde la persona del soñante es
descompuesta en representantes múltiples, los diferentes miembros de un gru-
po pueden representar, para un sujeto dado, los diferentes aspectos de su
grupo interno.
Este proceso de difracción surge como la descomposición del yo del
sujeto en múltiples imágenes, objetos y yo(s) parciales, como representaciones
de aspectos del conjunto y manteniendo con los otros relaciones de equivalen-
cia, de analogía, de oposición y de complementariedad. Volveremos sobre este
importante concepto.
El dispositivo grupal enmarca a la manera de una cubeta (Laplanche)
los límites de la situación analítica, donde un conjunto de reglas permiten el
conocimiento y transformación del objeto a abordar: el inconsciente, a partir del
despliegue transferencial.
En las situaciones de crisis y en relación con la elaboración de las expe-
riencias traumáticas, el dispositivo grupal aporta para la reconstitución del ca-
mino las escenas irrepresentables. La creación de una operatoria situacional
como es el grupo terapéutico, posibilita que el trabajo grupal no sólo revele
–como decíamos anteriormente– los contenidos implícitos en las escenas des-
plegadas, sino el armado de una trama donde las representaciones previas
sirven de apoyo para la inscripción de la novedad.
El dispositivo grupal promueve un lazo de interrogación que apunta al
auto-conocimiento subjetivante produciendo transformaciones en la forma de
pensar los pensamientos. Funciona a la manera de una formación intermedia-
ria que, a partir del desciframiento de lo dicho y la construcción de sentidos,
logra transformaciones psíquicas.
Así como en el sueño se despliegan imágenes visuales que aluden a
sentimientos y pensamientos, en el grupo se escenifican dramáticamente los
guiones de las fantasías, cuyos personajes son sus miembros y sus propios
dramas psíquicos. Análogamente al sueño, el grupo produce un trabajo de ela-

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GRACIELA SELENER

boración que apunta a transformaciones en la organización del psiquismo del


sujeto; tiene una función formadora de trama psíquica a través de la creación
de un espacio simbolizante que marca el devenir del pensamiento y la palabra.
En el encuentro grupal cada uno es encontrado y creado por el otro
como personaje de un sueño creado por el soñante pero, si bien el grupo es
análogo a un sueño, no es un sueño ya que el otro pone un límite al deseo,
produciendo una confrontación con la alteridad y la tramitación del deseo por la
vía del pensamiento y la palabra.
Tal como plantea Piera Aulagnier, el adolescente necesita realizar una
autobiografía que le permita historizar acerca de su pasado, trabajo de cons-
trucción-reconstrucción a partir del cual se orienta en el presente y proyecta un
futuro posible. La historia relacional se realiza en el grupo con la coautoría de
los otros miembros quienes prestan su cuerpo y su psiquismo en la dramática
del contexto grupal. El despliegue de la historia identificatoria se vincula con los
orígenes y es garantía de la identidad pero también nuevas marcas otorgan
sentidos a partir de lo vincular. El encuentro genera el efecto grupo que imprime
algo novedoso.
El trabajo psíquico en el dispositivo grupal no sólo revela los contenidos
implícitos en las escenas desplegadas sino que construye una trama donde las
representaciones previas sirven de apoyo para la inscripción de la novedad. No
sólo se produce un develamiento de marcas ya inscritas, una elaboración de
marcas de la historia singular del sujeto sino que devienen transformaciones a
partir de nuevas marcas. Nace entonces una nueva historia.

••• El dispositivo grupal como espacio transicional

La circulación fantasmática permite la transferencia de experiencias y vínculos


anteriores. El paciente reconstruye escenas con las que se identifica, proyecta
su fantasía en el grupo y forma parte de una estructura de roles donde se dra-
matiza el argumento de la fantasía que funciona como organizador. El grupo
terapéutico es un espacio intermediario, una zona de ilusión donde el adoles-
cente descubre su singular fantasmática y recrea su grupalidad interna.
La resignificación identificatoria que realiza allí el adolescente es posi-
ble en el trabajo elaborativo grupal, centrado en el conocer y conocerse. Proce-

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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LA CLÍNICA VINCULAR CON ADOLESCENTES

so que oscila entre el narcisismo y la resolución del complejo de Edipo, entre un


polo de fusión y otro de discriminación.
El conocimiento está inmerso dentro de un proceso reflexivo, por el cual
el adolescente necesita reconstruir un pasado para trabajar sobre su presente
y anticipar así su futuro, discriminando lo posible de lo imposible, la vida de la
muerte, la finitud de la infinitud. La reescritura del pasado tiene la impronta
particular del autor, que sólo puede historizar si tiene anclajes estables en los
vínculos tempranos. La transicionalidad del dispositivo grupal consiste en la
función contenedora y de pasaje de la unión con el medio grupal a la posibilidad
de la separación y la incertidumbre de una nueva unión.
Es el intermedio entre un adentro y un afuera, un espacio potencial dife-
rente al de la cotidianeidad y un tiempo que no es el cronológico sino del como
si, donde las escenas de las fantasías, como organizadores del grupo, son
desplegadas y elaboradas. Es interesante la metáfora utilizada por Joyce Mc
Dougall cuando habla de teatro psíquico para referirse a la realidad psíquica:

Nuestros personajes internos están constantemente en busca de un esce-


nario donde representar sus tragedias y comedias. El lenguaje nos informa
que el dramaturgo se llama yo: el psicoanálisis nos ha enseñado que los
dramas fueron escritos años atrás por un yo ingenuo e infantil que luchaba
por sobrevivir en el mundo adulto. Estas obras psíquicas pueden represen-
tarse en el teatro de nuestra propia mente o en el de nuestro cuerpo o pue-
den tener lugar en el mundo externo, utilizando a veces como escenario el
cuerpo y la mente de otras personas o incluso las instituciones sociales.

El escenario del grupo permite que este trabajo de resignificación relacional se


despliegue fantasmáticamente con la colaboración autoral de sus compañeros,
quienes prestan su cuerpo y su psiquismo. La co-excitación potencialmente
traumática, el frente a frente y la pluridiscursividad pueden aportar u obstaculi-
zar este proceso.
Entiendo que las transformaciones psíquicas sólo son posibles en la
adolescencia por la puesta en historia, donde el yo sólo puede ser rescatando su
origen y anticipando un futuro. Situación muy difícil en las condiciones contempo-
ráneas de dilución y fragmentación, y que sólo es posible operando en el vez
a vez de cada sesión, haciendo de cada fragmento una situación de pensamiento.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


72
GRACIELA SELENER

••• Viñeta clínica

Una escena que transcurre en un grupo es infinita en cuanto a su análisis. Haré sólo
un recorte para ilustrar un recorrido de la clínica vincular en el escenario de un
grupo. La escena se desarrolla en un grupo terapéutico de adolescentes de 17 a 19
años. Sus integrantes son cuatro mujeres, tres están en 5° año de secundaria,
próximas a realizar el viaje de egresados; la cuarta está buscando trabajo.
En una de las sesiones anteriores, Mariana comenta sobre un frustrado
encuentro sexual con un íntimo amigo del hermano, después de sucesivos jue-
gos seductores. Transmite este relato angustiada y con sensación de maltrato.
La sesión con la que quiero ejemplificar, fue posterior a una en la que
Mariana faltó. Explica su ausencia diciendo que se recostó junto a la madre, se
quedó dormida y tuvo un sueño: le ponían una tortuga que le caminaba hacia la
cabeza y le pasaba por la cara. “Había algo muy raro –dice–, mi piel estaba
arrugada como una naranja”. Se despertó muy angustiada gritando.
Gisella comenta que ella también se angustió mucho por algo que le
sucedió. Se presentó a una entrevista de selección para un trabajo de promotora
en una exposición. El señor que la atendió le hizo preguntas íntimas sobre su
sexualidad y sin darse cuenta, ella le contestó. Llora intensamente, por haberse
sometido a esa situación.
A Lucrecia, paciente que suele estar callada porque cada vez que habla
–dice– se angustia y llora inconsolablemente (su padre murió a los pocos me-
ses de su nacimiento, producto de una larga enfermedad), relata que en ese
momento recordó un episodio que le sucedió a los nueve años, lo mantuvo en
secreto sin contarlo a nadie, salvo a su mamá apenas ocurrió.
Se cruzó con un señor en la calle, y éste le dice que si le contesta algu-
nas preguntas ganará un atractivo premio, concurrir a un parque de diversiones
con todo pago. Ella accede y es manoseada. Sale corriendo asustada en busca
de su mamá. Está muy sorprendida por la aparición en el grupo de este recuer-
do secreto durante tanto tiempo.
Lo relatado provoca mucho impacto, se produce un momento de silen-
cio y luego aparecen comentarios en relación con las distintas situaciones en
las que no pudieron decir “no” frente a los requerimientos de otro.
Mariana, frente al amigo de su hermano aun suponiendo el maltrato;
Gisella a su entrevistador y Lucrecia al adulto que no conocía.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
73
LA CLÍNICA VINCULAR CON ADOLESCENTES

En todo el guión de la escena hay una propuesta de salida a la genitalidad,


aunque también un resguardo en lo pregenital. Mariana contacta con el amigo
del hermano, en un vínculo que aun teniendo una matriz incestuosa, intenta
una salida. Situación difícil de afrontar, de allí la ausencia al grupo y su sus-
titución por la escena donde se queda dormida en la cama de la madre, junto a
ella, y el sueño con la tortuga. ¿Sería éste un encierro incestuoso con la
madre?
Es interesante la imagen de la tortuga, como representante del grupo,
recorriendo todo su cuerpo, hasta llegar a la cabeza. Situación que le produce
un despertar angustioso. La imagen del grupo implica un corte discriminatorio
en esa unión incestuosa madre-hija.
La metáfora del “drama de la langosta” que plantea Françoise Dolto
remarca la vulnerabilidad de los adolescentes que, al cambiar de caparazón,
como la langosta y hasta crear uno nuevo, quedan sin defensas. Son frágiles
frente al asomo a la genitalidad y enfrentan una dolorosa crisis en su doble
acepción: riesgo y oportunidad.
El cambio de piel, de caparazón, tiene que ver con una nueva piel psí-
quica; en el sueño, la de Mariana se arruga como una naranja. El grupo funcio-
na aquí como envoltura, como nuevo caparazón, como formación intermediaria
entre el sujeto y el grupo y simultáneamente entre el grupo y el mundo externo
amenazante.
Permite, de esta manera, lograr un entramado simbólico que liga y trans-
forma esa angustia adolescente que tan poéticamente describe Cecilia
Millonschik: “Esa angustia que es el agujero abrasador de la pasión aún no
volcada, del vacío a llenar con el desborde creador, de ese instante único de
lanzarse al abismo sin saber si las alas se abrirán”.
En la escena grupal relatada, la realización del deseo tiene que ver con
un deseo prohibido, imposible: el incesto. Al igual que en el sueño, surge la
fusión entre yo y objeto. El acceso a la genitalidad aparece como un vacío a
llenar, un abismo angustiante. El deseo imposible y la defensa confluyen en la
dramática del grupo. Gisella, frente a su entrevistador no pudo discriminar y
negarse a ese tipo de preguntas. Seguramente, él percibió sus fantasías y la
guió hacia la actuación del deseo.
¿Habrá fallado, aquí, el grupo como membrana de paraexcitación? En
realidad, al borrarse el límite yo-no yo, no hay discriminación y se llega a la

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


74
GRACIELA SELENER

fusión originaria, aunque es luego, en el escenario grupal, donde surge el “no”.


Diferencia ésta, con el sueño, en el que no hay freno a la realización del deseo.
El grupo funciona en esta escena como un “aparato elaborador” que
produce transformaciones, que marca límites entre el sí mismo y el no-sí mis-
mo, entre fantasía y realidad.
Es investido como envoltura, como albergue psíquico capaz de conte-
ner y transformar los objetos internos, de decir lo indecible, de pensar lo impen-
sable. Además vemos cómo lo producido en el sueño genera un trabajo de
ligazón y de transformación de la realización del deseo, desplegado a través de
la transferencia y las asociaciones de palabra.
La forma de elaborar los contenidos se da en la intersubjetividad y la
pluralidad del discurso, dentro de un espacio de figuración que posibilita que
circule la representación. En el grupo, cada paciente puede tomar como propios,
ligar, transformar o rechazar algunos aspectos de la realidad psíquica del otro.
A la vez se produce una polifonía del discurso, como vimos en la viñeta
clínica, donde la pluralidad de voces permite que el sujeto reconstruya, vuelva
a fundar y apuntale su propia posibilidad de pensar. Hablamos y somos hablados
por otros.
Para finalizar, me gustaría remarcar la función del dispositivo grupal psi-
coanalítico en situaciones de traumatismo social como la actual, donde el pro-
ceso asociativo ofrece enunciados para pensar lo impensable a través del trabajo
de la intersubjetividad. Por otro lado, el espacio transicional genera un “como
si” donde lo pulsional puede circular en representaciones, sin pasar inmediata-
mente a la descarga al acto. Sentirse representado en lo hablado por otro a
través de la polifonía o difractar los diferentes aspectos del yo en los integran-
tes del grupo da figurabilidad a lo no ligado y recompone el tejido narcisista a
través de las identificaciones comunes y compartidas.

••• Bibliografía

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Adolescencia.
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LA CLÍNICA VINCULAR CON ADOLESCENTES

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••• artículo •••
ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

REVISIÓN CRÍTICA
DE LOS CONCEPTOS
DE SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD
Y AGRUPABILIDAD
EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO
GRUPAL

Angélica González Guadarrama*


Martha López Reyes*
Jorge Sánchez-Escárcega*

••• La valoración de pacientes de las relaciones con los otros reales.


Funciona además en todas las proble-
Pensamos que la psicoterapia analíti- máticas vinculadas con la identidad y
ca de grupo resulta ser, generalmen- las nuevas formas de vivir.
te, el método más adecuado para una Aunque muchos pacientes te-
variedad importante de perturbaciones men perder la atención del terapeuta
vinculadas con las relaciones emocio- en la terapia de grupo (cuando se
nales de un individuo con su medio y movilizan precisamente las ansieda-
con las relaciones de ese individuo des vinculadas con la pérdida de la
consigo mismo. En muchos casos fun- identidad y la masificación en el con-
ciona también cuando otras formas de junto), en realidad su temor es bas-
tratamiento se han agotado, se han tante infundado, ya que una gran parte
estancado o cuando simplemente se del efecto del grupo es relativamente
necesita ver al paciente “actuando”, independiente de la personalidad in-
“escenificando” su papel en el terreno dividual como tal, y más bien obtiene

•••
* Miembros del Comité de investigación de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica
de Grupo, A C.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

su beneficio del trabajo grupal o conjunto; es decir que el grupo –en buena
medida– depende de su propia estructura, ritmo y capacidad de dar y tomar a
partir del interjuego pulsional, fantasmático, relacional, vincular que se da entre
los diferentes compañeros aunque, por supuesto, existen también diferencias
individuales. Naturalmente esto conduce enseguida a preguntarse por los fac-
tores que pueden incrementar el beneficio del grupo en lo general y del pacien-
te en lo individual. Si el beneficio del grupo está en los miembros que lo
componen, entonces parece una preocupación lógica el establecer criterios
para seleccionar a sus integrantes:
¿A qué pacientes debe indicarse la terapia analítica de grupo? ¿Qué
debe valorarse en una entrevista, o simplemente en un solicitante de tratamien-
to? Y también: ¿Cómo podemos establecer que un grupo es mejor que otro
para un paciente determinado, o que un paciente es mejor que otro para un
determinado grupo? ¿O que un terapeuta lo es para ese u otro grupo?
Es difícil dar respuesta inmediata a estas preguntas, principalmente por-
que son multicausales los factores estructurales que dan respuesta al proble-
ma que todavía permanece en discusión entre los diferentes teóricos del
psicoanálisis (individual y grupal), es decir, cuáles son los factores básicos que
determinan que una persona pueda obtener su plena curación, mientras que
otra –supongamos que igualmente dotada, con el mismo diagnóstico y con un
terapeuta de las mismas condiciones– tendrá que conformarse tan sólo con
una ligera mejoría y hasta un retroceso.
El asunto se vuelve de mayor importancia y complejidad cuando se trata
de seleccionar pacientes a través de grupos de admisión en una clínica que,
por lo general, manejan un volumen mayor de solicitudes, y cuyos resultados
en la recepción, evaluación y derivación de pacientes determinarán en buena
medida el éxito o el fracaso de esta área de la institución.

••• Importancia de la selección de pacientes. Concordancias


y discrepancias

Muchos de los analistas de grupo que se han ocupado del tema coinciden en
afirmar que una cuidadosa selección de los pacientes es crucial para el destino
del grupo y el tratamiento, en tanto que está relacionada no sólo con la deser-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

ción sino también con el resultado de la relación terapéutica. Para estos auto-
res el punto de mayor cuidado es el de la selección de los futuros candidatos a
recibir tratamiento; piensan que la composición del grupo terapéutico gravita de
manera determinante en la efectividad de todo el proceso. Por ese motivo insis-
ten en que se debe ser muy cauto, procurando evitar la formación de grupos
disparejos en lo que se refiere a los siguientes factores: edad, sexo, estado
civil, nivel social y cultural, personalidad, síntomas clínicos, etcétera.
Dentro de esta postura parece haber “alas radicales” que consideran no
sólo la necesidad de evitar formar grupos disparejos, sino incluso promover
que éstos sean similares y homogéneos en la mayor parte –o en determinados
aspectos– de los factores mencionados. Los que sostienen este criterio de ho-
mogeneidad lo fundamentan con argumentaciones que se apoyan esencial-
mente en las ventajas de la interrelación y la comunicación entre personas con
aspectos comunes. De esta manera orientan su selección basándose en la
similitud de las características individuales o de los problemas que les afligen.
Para Davidovich et al. (s/f.), por ejemplo, el agrupar pares provee a los pacien-
tes de un dispositivo facilitador de la emergencia de las ansiedades y dificulta-
des propias de una etapa de la vida, que son fácilmente comprendidas y
aceptadas por los otros.
Sin embargo, existe otro gran grupo de autores que coinciden en la convic-
ción de que no es necesario poner tantas expectativas en la selección de los pa-
cientes. Incluso afirman que es inútil la selección previa porque los actuales
conocimientos en este sector aún están en la fase preliminar, no disponiéndose en
consecuencia de elementos que permitan juzgar con anterioridad para qué pacien-
tes será indicada y para cuáles contraindicada la psicoterapia de grupo.
Así piensan, por ejemplo, Grinberg, Langer y Rodrigué (1957) cuando
afirman que en su práctica clínica tan sólo evitan “naturalmente que las diferen-
cias individuales o clínicas lleguen a extremos exagerados”. Foulkes (1975) por
su parte, sería el representante “radical” de este grupo opuesto a la postura que
propone una selección homogénica. Su criterio es totalmente laxo, y sostiene
que prácticamente cualquier paciente que logre mantenerse en el grupo de
admisión es candidato a recibir terapia de grupo.

Sin selección previa, sin preparación y sin ningún conocimiento previo acer-
ca de ellos, cogía a los últimos ocho pacientes que habían sido remitidos y

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

los veía juntos. Casi nunca me pareció necesario cambiar nada, es decir,
que encontré que podía comenzar con ocho pacientes cualesquiera, y con-
tinuar con ellos como grupo durante toda su permanencia (p. 99).

Grinberg, Langer y Rodrigué (1957) piensan que Foulkes, con su método, des-
tacó los beneficios de la formación de grupos con personalidades contrastantes.
Su utilidad no consiste tan sólo en el logro de un equilibrio entre tendencias
opuestas como pueden ser: inhibición-impulsividad, agresividad-pasividad,
manía-depresión, etcétera, sino también en que se ponen en evidencia con
mayor facilidad las características latentes y reprimidas contrarias a las mani-
festadas por las respectivas personalidades.
El grupo terapéutico, para cumplir con esta tarea, no tendrá que diferir
fundamentalmente en su composición de la de cualquier otro grupo casual reu-
nido con una finalidad común, aunque en ocasiones se deberá tener en cuenta,
para el criterio selectivo, las necesidades específicas de los grupos, es decir
que, en algunos casos, determinadas personalidades podrán ser útiles o perju-
diciales para ciertos grupos y no para otros (ibid.).
Más recientemente, Bernard (1979) parece tener una postura interme-
dia en la que considera que funcionan igualmente bien los grupos en los que
los terapeutas “se contentan con una selección menos cuidadosa” con tal de
que sean heterogéneos en edades, homogéneos en nivel intelectual y
sociocultural, que tengan patologías variadas y que, en lo posible, haya un
número equilibrado entre mujeres y hombres. Considera que, si bien los proce-
dimientos de selección no son inútiles, en la práctica corriente son suficientes
las entrevistas libres y poco dirigidas hechas por profesionales experimentados.
Aun cuando se tome con toda seriedad el argumento a favor de realizar
una cuidadosa y estricta selección de pacientes, todavía resta a esta corriente
contestar dos objeciones más:
a) Ninguna selección puede garantizar el éxito o el fracaso de la terapia:
Bach (1984) piensa que si bien es cierto que cuando se utiliza un grupo de
pacientes como medio psicoterapéutico, su selección cuidadosa es una res-
ponsabilidad clínica esencial, no lo es menos el que aun la mejor técnica de
selección no garantiza el éxito o fracaso de un plan de psicoterapia, puesto que
–como ya se mencionó– psicológicamente un grupo terapéutico es más que la
suma de sus miembros individuales cuidadosamente elegidos, por lo que aca-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

ba por desarrollar sus propias configuraciones, su red peculiar de relaciones


interpersonales y sus distintos grados de compromiso y avance. La selección
es sólo un ítem en una larga y mal conocida lista de variables que influyen en el
desarrollo y conservación de una atmósfera de un grupo favorable para los
fines terapéuticos. Cuando se discuten las técnicas de diagnóstico y evalua-
ción, debe recordarse que la elección de un paciente para esta clase de trata-
miento sólo tiene sentido en relación con los factores de la dinámica del grupo
particular en donde su participación es considerada.
Aun cuando muchos colegas piensen que el éxito o fracaso de la psico-
terapia de grupo depende de la efectiva y cuidadosa selección de los candida-
tos individuales a grupo, no parecen estar considerando suficientemente que
las evidencias concernientes a la interdependencia psicológica de los organis-
mos humanos hacen claro que es imposible predecir con certeza la conducta
del grupo sobre la base de las estimaciones del diagnóstico de los miembros
individuales. La correcta selección no puede garantizar la sana vida del grupo.
La confianza de que una adecuada selección es el principal sostén de la efi-
ciencia terapéutica en el tratamiento de grupo debe, en consecuencia, limitarse
hasta quedar como un ingenuo e incumplido anhelo profesional. En estos mo-
mentos no podemos hacer otra cosa que enunciar unos pocos, amplios y ob-
vios principios para la integración de un grupo. Si acaso, el objetivo de la selección
será evitar algunas obvias fuentes de excesiva tensión y ansiedad para todos
los participantes.
b) Los criterios de selección son muy heterogéneos: Incluso cuando en
ocasiones se intentan explicitar uno o varios de los criterios utilizados en la
selección, el punto resulta siempre complicado porque normalmente se trata de
factores bastante disímbolos, que parecen tener extrañas conexiones y que
varían de autor en autor, además de que cuando se les trata de definir expresa-
mente por separado, tanto teórica como operativamente, nos encontramos con
definiciones ambiguas, débilmente sustentadas, o que incluso a veces resultan
contradictorias. Más adelante veremos algunos ejemplos.

Aunque los terapeutas grupales poseen ciertos criterios de selección y agru-


pabilidad, sus respectivas indicaciones varían dentro de muy amplios már-
genes, lo que depende de su orientación teórica y de las metas que pretenden
alcanzar. Los autores con orientación psicoanalítica consideran importante

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81
SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

la existencia o posibilidad de desarrollo de motivación terapéutica e insight.


Pero los principios a seguir para formar grupos terapéuticos eficientes re-
sultan generales y contradictorios (Díaz Portillo, 2000: 301).

Junto con Yalom (1995), concluye esta autora: “…resulta más fácil identificar
las características que pesan en contra de la admisión a un grupo, que estable-
cer indicaciones claras para este tipo de tratamiento”.

••• Diferentes criterios de selección

Si consideramos más ampliamente el tema de la heterogeneidad en los crite-


rios de selección, podemos ver que algunos de estos caen en la categoría de
criterios de inclusión, en otros casos se trata en realidad de propuestas de
analizabilidad, y aún más, en otras ocasiones se considera como criterios a las
indicaciones y contraindicaciones de tratamiento. También hay quien utiliza cri-
terios ambientales y quien menciona más o menos específicamente algunos
criterios propios de la dinámica grupal o la situación analítica grupal.
Por ejemplo, Vinogradov y Yalom (1989) corresponden a la categoría de
quienes utilizan el criterio de inclusión/exclusión como punto central de la se-
lección, ya que consideran que el criterio más importante en cualquier grupo es
la capacidad de realizar la tarea grupal, es decir, un criterio de inclusión. Para
ellos, el estudio de los fracasos de grupo ha revelado que la desviación (la
incapacidad para participar en la tarea de grupo o la negativa a hacerlo) está
perjudicialmente relacionada con el resultado. Un individuo que se considere a
sí mismo fuera del grupo o marginado o insignificante, o a quien el resto de los
miembros consideran como tal, tiene pocas probabilidades de sacar provecho
del grupo y sí una gran probabilidad de obtener un resultado negativo.
Estos autores consideran, además, como criterios de inclusión favora-
bles, la capacidad de realizar la tarea en grupo, la motivación para participar en
el tratamiento, las áreas problemáticas compatibles con los objetivos del grupo,
el compromiso de asistir a las sesiones y permanecer durante toda la sesión,
etcétera, mientras que, por el contrario, los factores de exclusión serían: la in-
capacidad de tolerar el escenario del grupo, la tendencia a asumir un papel
desviado (sic), la agitación extrema, la disconformidad con las normas grupales

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

de conducta aceptable, la grave incompatibilidad con uno o varios miembros


restantes, etcétera.
Leopold (citado en Díaz Portillo, 2000) también coincidiría con el grupo
de los criterios de inclusión, ya que para él es indispensable que el paciente
seleccionado tenga capacidad para responder a una relación interpersonal, para
manejar la tensión y de verbalización simbólica y flexibilidad.
Por otro lado, sobre la categoría de quienes utilizan como criterios de
selección de pacientes las indicaciones y contraindicaciones de tratamiento,
tenemos a varios autores, entre ellos Slavson (1953), quien recomienda el tra-
tamiento en grupo para trastornos de carácter (agresividad, timidez, pasividad,
tendencia al acting-out, neurosis leves, personalidades esquizoides, masoquistas
psíquicos, trastornos borderline, negadores, etcétera).
Otro autor que selecciona a sus pacientes basándose en la indicación
terapéutica es Usandivaras (citado en Díaz Portillo, 2000), quien considera el
caso de caracteropatías con poco insight que sólo pueden ver los problemas
adaptativos a través de las confrontaciones ajenas, en los casos de roles
estereotipados, intensa pasividad, falta de espontaneidad, inhibiciones socia-
les frente al sexo opuesto e, igualmente, en los problemas de superyó muy
estricto y en pacientes que requieren apoyo yoico.
Zimmermann (1969), por su parte, considera como indicaciones especí-
ficas para la terapia de grupo toda la gama de manifestaciones neuróticas y
psicóticas, aunque con respecto a las últimas opina que debemos discriminar
entre aquellas que por ser ambulatorias pueden tratarse en la práctica grupal
privada.
También Fredman y Sweet (citados por Kadis, Krasner, Winick y Foulkes,
1963) recomiendan el grupo para pacientes que utilizan roles fijos como defensa
(a pesar de que provocan reacciones contratransferenciales negativas), y con-
sideran que el grupo está indicado, en general, para pacientes muy enfermos.
Esther Romano (1991), a su vez, indica grupo en los pacientes social-
mente marginados, inmigrantes, y en aquellos con una identidad deficiente. Su
opinión no es compartida por todos los autores y, así, Díaz Portillo (2000) opina
que los pacientes que tienen una falla [grave] en la relación simbiótica original
requieren, primero, una prolongada relación terapéutica individual.
Como parte de las contraindicaciones, Yalom (1995) enumera la incapa-
cidad de introspección, dificultad para autodescubrirse, dificultad para manifes-

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

tar sentimientos, personalidades esquizoides, somatizadores y negadores. (Nó-


tese cómo Yalom mezcla contraindicaciones con criterios de exclusión).
Rutan y Stone (1993) excluyen a pacientes en situación de crisis, con
dificultad para el control de impulsos debido a organicidad o sociopatía; incapa-
ces de aceptar acuerdos grupales; con incapacidad para participar en la tarea y
a candidatos obsesivos compulsivos muy rígidos. Podemos observar nueva-
mente cómo estos autores también mezclan criterios de inclusión con indica-
ciones (además de que sus criterios de exclusión se contraponen a lo propuesto
por Usandivaras, citado anteriormente, quien indica la terapia a pacientes con
roles estereotipados, como los que probablemente tendría un obsesivo com-
pulsivo y que, por lo mismo, Rutan y Stone excluirían; o a solicitantes pasivos,
como suelen ser algunos de los pacientes que presentan dificultad para traba-
jar en la tarea).
Por otro lado, Bach (1984) también mezcla criterios nosológicos de in-
clusión/exclusión basados en la situación vital del paciente, así como de la
dinámica particular del grupo (este último punto nos introduce en el terreno de
la agrupabilidad, que trataremos más adelante). Considera entonces:
Criterios de inclusión, relacionados con criterios de personalidad y refe-
ridos a las idiosincrasias del comportamiento individual. Particularmente impor-
ta evaluar el insuficiente contacto con la realidad, los síntomas de desviaciones
sociales, el carácter dominante del monopolista crónico y las defensas
psicopáticas y la impulsividad; criterios ambientales, relacionados con la pre-
sencia real de dificultades en la situación vital de los pacientes; y criterios par-
ticulares de la dinámica del grupo (o campo), que atañen a las características
de un determinado grupo terapéutico en el momento en que se produce en él
una vacante.
Por último, mencionaremos a Zimmermann (1969), quien establece cin-
co criterios para la selección de pacientes de grupo basándose en: a) la estruc-
tura de personalidad (preferentemente neuróticos, descartando paranoides,
sociópatas y deprimidos graves, así como trastornos psicopatológicos agudos),
b) en las relaciones de objeto (pacientes que son capaces de establecer rela-
ciones cercanas a las totales), c) en los factores externos (por ejemplo, ubica-
ción geográfica, idioma, honorarios, etc.), d) en los factores contratransferen-
ciales (se refiere a la neurosis y puntos ciegos del terapeuta), y e) en los factores
del grupo (valoración de la capacidad del paciente para funcionar en una situa-

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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

ción de grupo, por ejemplo, capacidad de contención o tolerancia a la frustra-


ción, capacidad para guardar secretos, etc.).
Puede observarse que los dos primeros criterios corresponden a lo que
otros denominan indicaciones y están basados en consideraciones sindromáticas
y nosológicas, mientras que el tercer criterio es una lista de variables
sociodemográficas, y los dos últimos pertenecen más bien a la categoría de
criterios de campo, es decir, factores situacionales del grupo analítico.
Como podemos ver, entonces, nos encontramos con que la mayor parte
de los criterios de selección caen en varias categorías (criterios basados en la
analizabilidad, en las indicaciones y contraindicaciones, en los criterios de in-
clusión/exclusión, la situación ambiental de los pacientes o la dinámica particu-
lar de un grupo, entre otros), muchas veces de manera un tanto confusa e
incluso en ocasiones contraponiéndose entre sí los criterios de una misma ca-
tegoría (porque, por ejemplo, lo que para un autor es una indicación, para otro
es una contraindicación).

••• El problema de la analizabilidad

Ya hemos visto que para Díaz Portillo (2000) es de gran importancia la existen-
cia o posibilidad de desarrollo de motivación terapéutica e insight, por lo que
correspondería a la categoría de quienes utilizan el criterio de analizabilidad
para determinar la selección de un paciente candidato a recibir tratamiento grupal.
En realidad, muchos otros autores han considerado antes diferentes cri-
terios para realizar la selección de un paciente basándose en las posibilidades
reales de ser analizado, sólo que sin hacer mayor distinción de si este análisis
se hace en forma individual o grupal. Autores como Paz (1971) se han ocupado
extensamente del problema de la analizabilidad en el tratamiento psicoanalítico
general.
Según este autor, existen tres posturas acerca de la analizabilidad: Los
que consideran que la analizabilidad es un aspecto exclusivo de los pacientes,
aquellos que piensan que es exclusivo de los analistas, y los que creen que la
analizabilidad se construye en el campo o situación analítica. Las dos primeras
posturas aspiran a detectar la analizabilidad previamente al tratamiento, mien-
tras que la última lo hace a partir del trabajo analítico.

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

A) Así, por ejemplo, entre quienes explícitamente mencionan como cri-


terios de analizabilidad algunos aspectos directamente vinculados al paciente,
tenemos a Palacios (1975), quien recomienda valorar los patrones repetitivos
de conducta, los mecanismos de defensa característicos, la integración e inte-
gridad de las estructuras intrapsíquicas, la conciencia de enfermedad, así como
la capacidad de introspección y la motivación.
Grotjahn (1977), por su parte, recomienda valorar la capacidad para
establecer relaciones primarias mínimas, la fortaleza yoica, el grado de desa-
rrollo del superyó, y el grado de perturbación sexual.
Mendizábal, Dupont y Santamaría (citados en Díaz Infante, 1975) resu-
men los siguientes criterios de diferentes autores sobre la analizabilidad como un
aspecto exclusivamente referido al paciente: 1) edad (menos de 50 años, pre-
feriblemente entre 15 y 40); 2) un estado psíquico normal (en especial un yo
fuerte que resista la frustración y el sufrimiento analítico); 3) un grado de inteli-
gencia y cultura lo suficientemente avanzado para comprender las interpreta-
ciones abstractas; 4) un yo observador adecuado y con capacidad para la
introspección; 5) un nivel ético y desarrollo de valores para realizar una buena
alianza terapéutica; 6) que no se le imponga el tratamiento para no sentirse
perseguido desde el principio; 7) un grado especial de salud para que pueda
tener una transferencia positiva; 8) suficientes valores y fortaleza del yo para
soportar la regla de abstinencia; 9) que no exista relación social con el analista o
familiares, ya que eso implica una relación transferencial establecida; 10) capa-
cidad para sublimar sus instintos; 11) capacidad para soportar la duración del
análisis (capacidad no masoquista) y el suficiente coraje para cambiar su pato-
logía; 12) que no tenga muchas ganancias secundarias de enfermedad; 13)
que al momento de iniciar su terapia tenga suficiente movilidad del yo; 14) que
tenga la experiencia egodistónica de sufrimiento psíquico; 15) que disponga del
tiempo necesario y el sustento económico suficiente para pagar el tratamiento; 16)
que no tenga tal inercia psíquica (que indica viscosidad de la libido) como para
no querer abandonar sus fijaciones; 17) que se identifique con su analista; 18) que
pueda expresarse en palabras y dar información cuando sea preciso; 19) reali-
zar regresiones parciales; 20) asociar libremente; 21) ponerle atención al analista
y comprender lo que dice. Todos ellos relacionados con el paciente.
Vemos, enseguida, que el mismo problema de confusión, sobreposición
y contradicción que se presenta al hablar de selección de pacientes (por ejem-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

plo, mezclar indicaciones y contraindicaciones de tratamiento con criterios de


inclusión y exclusión) lo encontramos también al hablar de analizabilidad (en
otras palabras, que mientras que algunos autores llaman criterios de anali-
zabilidad a las indicaciones, otros denominan así a los criterios de inclusión).
B) Ahora veremos algunos autores que, con respecto a la analizabilidad,
ponen el acento en el terapeuta.
En un sentido amplio, Mendizábal (1975) menciona que el concepto de
analizabilidad es complejo y está influido por la ideología total de la escuela
psicoanalítica o personalidad del investigador que lo encara. La posición que
sustenta cada analista en materia de analizabilidad está indisolublemente uni-
da y apoyada en sus ideas y experiencias concretas sobre los límites de la
terapia analítica. Por lo mismo se puede decir que hay tantas definiciones de
analizabilidad como escuelas psicoanalíticas existen. Algunos terapeutas
enfatizan más unos aspectos que otros, estableciendo listas o cánones que
ponen de manifiesto los múltiples problemas que plantea la analizabilidad.
Díaz Infante (1975), por ejemplo, dice que el primer criterio consciente o
inconsciente para analizar está en relación con los valores y los núcleos enfer-
mos y sanos de la personalidad del terapeuta, o como lo dijera Freud: “Ningún
analista llega más allá de lo que se lo permiten sus propios complejos y resis-
tencias”. De manera similar, Leo Stone (ibid.) dice que “las predilecciones del
analista, sus intereses y texturas emocionales van a influir profundamente en la
analizabilidad del paciente (motivos para ser terapeuta, qué filosofía de vida
tiene, qué entiende por salud mental, qué entiende por ayuda terapéutica, etc.).
C) Por último, veremos algunos representantes que consideran necesa-
rio conceptualizar la situación analítica como un fenómeno de campo, es decir,
mantener una preocupación constante por comprender la trascendencia que
tienen las características del paciente, las del analista, las relaciones entre
ambos, el encuadre y, en un sentido más amplio, el contexto de la situación
analítica (Mendizabal, 1975). Es, en otras palabras, un concepto que hace refe-
rencia a la necesidad de establecer una nosografía bipersonal.
Muchos autores, entre ellos Paz (1971), sostienen que el primer en-
cuentro entre analista y paciente es decisivo para el inicio del tratamiento y
para su curso posterior. De esta primera confrontación normalmente surge la
decisión del terapeuta de tratar o no a un determinado paciente. En este senti-
do se podría definir la analizabilidad como campo como una noción referida al

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

grado en que un paciente y un analista pueden comprometerse en un proceso


analítico en el cual el paciente puede evolucionar y eventualmente curar, y el
analista gratificarse con su tarea específica.
Campo significa, entonces, en términos del concepto de analizabilidad,
no hacer un diagnóstico conciso y carente de significado clínico, sino un tipo de
evaluación más vincular e incluyente, donde lo relevante es la identificación de
todos los factores que, en un momento dado, se encuentran interviniendo en,
entre y alrededor de la relación paciente-terapeuta.1
En conclusión, la analizabilidad no es ni puede ser un concepto absoluto
que permita dividir a los pacientes en analizables o inanalizables de acuerdo
con su estructura psicopatológica. Es, por el contrario, un concepto relativo que
surge de una consideración multidimensional que comprenderá ineludiblemente
al paciente, al analista y al ambiente total de ambos (Mendizábal, 1975).

••• Valoración de la agrupabilidad

Un grupo terapéutico presupone la selección de pacientes tomando en cuenta


el criterio de agrupabilidad, es decir, la noción relacionada con el intento de
evaluar prospectivamente las posibilidades de que se dé un buen intercambio
relacional entre un paciente determinado, un grupo determinado y un determi-
nado terapeuta. Por lo tanto, no puede hablarse correctamente de criterios de
selección en grupo sin tomar en cuenta este concepto.
Cuando se discuten las técnicas de selección y diagnóstico, debe
recordarse que la valoración de un paciente individual sólo tiene sentido en
relación con los factores de la dinámica grupal en la cual participará. El intento
de evaluar las posibilidades de que se dé un buen acoplamiento entre un pa-
ciente determinado, un grupo específico y un coordinador (terapeuta), es lo que
se conoce como diagnóstico de agrupabilidad.

1
Al respecto, Pichon-Rivière (1971:16) dice: “El campo operacional del análisis debe ser tra-
tado como campo operacional de la psicología experimental. Todo observador es siempre
participante y modificador del campo de observación, por lo que considera que el analista
siempre participa y modifica el campo de observación de la sesión analítica. Entre observa-
dor y observado se crea una situación de interacción, una unidad de relación, una unidad
dialéctica en la que el terapeuta actúa sobre el paciente y el paciente sobre el terapeuta”.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

Entre los antecedentes del concepto, podemos citar el trabajo de Wolf y


Schwartz (1962), quienes cuestionan la derivación a grupo utilizando el simple
criterio de la existencia de lugares disponibles, práctica frecuente en el ámbito
institucional; plantean, en cambio, la necesidad de valorar cuáles pacientes
pueden coincidir con cuáles otros.
Posteriormente Bach (1984) señaló que los procedimientos diagnósti-
cos sirven para establecer no sólo la necesidad de una psicoterapia (averiguar
qué tipo de método puede ser el adecuado para el paciente en consideración),
sino también para evaluar el carácter de los problemas de personalidad del
paciente en relación con la atmósfera psicológica del grupo específico para el
cual ha sido considerado. Por su parte, Díaz Portillo (2000:319) nos dice:

Una vez seleccionados los pacientes adecuados para tratamiento en grupo


heterogéneo, se plantea el problema de su inclusión en el grupo más ade-
cuado para ellos, que además hasta donde sea posible, sea susceptible de
beneficiarse con su presencia (criterio de agrupabilidad).

••• Criterios de selección y agrupabilidad

Para algunos autores como Zimmermann (1969), es importante diferenciar los


conceptos de selección y agrupamiento [agrupabilidad], porque tales tareas se
confunden. Para él, selección es el hecho de valorar las características de un
paciente a fin de verificar si la indicación terapéutica es o no la psicoterapia de
grupo. Respecto a su forma, piensa que se puede realizar de manera grupal o
individual. En el primer caso, consiste en mantener un grupo abierto en el cual
el paciente es admitido sin una investigación completa. En el proceso de este
grupo se pueden llegar a realizar exámenes psiquiátricos completos, estudios
sociales, tests psicológicos, etcétera. En el segundo, se refiere simplemente a
la realización de entrevistas individuales y pruebas.
Opina Zimmermann que no se trata de obtener un diagnóstico en térmi-
nos concisos, un rótulo simple de escaso significado clínico, sino caracterizar
los conflictos internos y externos, los mecanismos defensivos empleados, y
también obtener un balance aproximado de los aspectos mórbidos y sanos del
paciente. Podemos ver que este autor utiliza aquí criterios nosológicos clínicos

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

y también psicodinámicos, así como los relacionados con la analizabilidad del


paciente.
Por otro lado, considera que por agrupamiento se debe entender la elec-
ción adecuada de un grupo terapéutico para el paciente ya seleccionado (es
decir, la selección precede al agrupamiento), y deben tenerse en cuenta no
solamente las características de los demás que constituirán o que ya constitu-
yen el grupo, sino también las características del terapeuta, teniendo como
finalidad la formación de un grupo razonablemente conformado y equilibrado
desde el punto de vista de su constitución.
Los criterios en los que se basa Zimmermann para lograr un buen agru-
pamiento son: a) diagnóstico clínico; b) síntomas, síndromes y problemas; c)
sexo; d) factores tales como el estado civil, profesión, raza, religión, intereses
especiales, nivel social, grado de escolaridad, edad; e) contraste, refiriéndose
a los planos más profundos de la personalidad y f) criterio dinámico. El autor
cree que el mejor medio para evaluar tales capacidades está constituido por los
propios sentimientos del terapeuta en relación con el paciente en las entrevis-
tas preliminares individuales o de grupo, y también por su identificación con el
paciente en las diversas situaciones relatadas: cuanto mayor sea el número de
situaciones en las cuales le es posible identificarse con el paciente, mayores
serán las posibilidades de que también se identifiquen los futuros compañeros
del grupo al que se le ha destinado. En otras palabras, en la medida en que el
psicoterapeuta va asumiendo en su fantasía los sucesivos papeles relatados
por el paciente en su historia clínica y en las entrevistas, en esa misma medida
puede conocer no solamente el tipo de relaciones de objeto que el paciente es
capaz de establecer, sino también su grupo interno y su modo potencial de
funcionamiento en un grupo.
Puede decirse, entonces, que antes de que el paciente ingrese en el
grupo real, el analista, en su fantasía, se sitúa en el grupo interno del paciente
con la finalidad de verificar cómo funcionarían ambos en una situación tera-
péutica grupal, cuáles serían los papeles que asumirían, su movilidad, acción,
etcétera.
No todos los autores coinciden con la idea de distinguir entre selección
y agrupabilidad. Entre ellos, Kesselman (1977) considera que los criterios de
agrupabilidad son indistinguibles de los de selección y que ambos involucran
“tanto la personalidad del coordinador como la de los coordinados, [así como]

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

el tipo de combinación que se da en los distintos niveles transferenciales obser-


vables en la práctica: la relación de los coordinados con el o los coordinadores,
y la de éstos entre sí. Todo ello en el contexto psicosocial, sociodinámico,
institucional o comunitario en que se sitúe la observación”.
Por otro lado, algunos autores no entienden por agrupabilidad lo
mismo que el resto de sus colegas. Es decir, cuando hablan de agrupabilidad
parecen entender por ella una valoración apriorística en la que consideran al-
gunas características o criterios de inclusión del futuro paciente, pero de una
manera un tanto desconectada del grupo real en el que va a ser incluido. Aun-
que se utiliza el término valoración de agrupabilidad, esto se hace con muy
poca referencia al grupo terapéutico real, sino más bien en relación con un
grupo típico, promedio, incluso estadístico.
Entre los autores que así proceden, contamos por ejemplo a Adamson
(2002), quien considera como condiciones de agrupabilidad a las estructuras
psicopatológicas. Plantea la necesidad de que los integrantes del grupo sean
neuróticos (“la condición por la cual el otro no me es indiferente ni me aliena en
una identificación masiva”), y descarta la estructura narcisista de la psicosis, “la
cual obtura la capacidad de identificación operativa requerida en la producción
grupal”. Igualmente piensa que la estructura perversa es incompatible con las
condiciones de producción social de un saber.
De manera similar, Davidovich y colaboradores (s/f) –a quienes ya he-
mos citado por su propuesta de agrupar pares para proveerlos de un dispositivo
facilitador–, consideran como elementos de agrupabilidad algunos criterios de
exclusión/inclusión o de indicación/contraindicación; como cuando señalan que el
dispositivo grupal no se indica y no debe incluir a pacientes con psicosis clínica
o cuando se detectan potencialidades psicóticas, dado el riesgo que implica la
fuerte regresión que se produce en los grupos de encuadre psicoanalítico.
Vale la pena comparar aquí, en contraste, el criterio de Puget, Bernard,
Games Chaves y Romano (1991), quienes no deducen el criterio de agrupa-
bilidad de una nosografía determinada, sino más bien de la modalidad y estilo
de adaptación, la forma de funcionamiento grupal. Consideran que los pacien-
tes ideales para ser incluidos en un grupo determinado son quienes, por decirlo
de alguna forma, “saben usar al grupo”. Así, son capaces de transmitir a sus
compañeros la información pertinente a los fines de la tarea terapéutica, pue-
den proponer una determinada estructura de roles, en cuanto a comunicación

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

se refiere, logrando conciliar la atención de los demás en una estructura radial


y al mismo tiempo pudiendo ingresar a una estructura propuesta por otro de los
miembros del grupo, estableciéndose una red comunicacional constituida por
las sucesivas configuraciones radiales.2
Con ese punto de vista, estos autores proponen una clasificación de
agrupabilidad en la que están: a) pacientes que pueden funcionar muy bien en
grupo logrando beneficio para ellos, b) pacientes que aparentemente funcionan
de forma adecuada pero difícilmente modifican sus estructuras básicas, y c)
pacientes que no pueden ser tratados en grupo. Balancear la composición de
un grupo con los diferentes criterios aquí resumidos les lleva a decir que en el
momento de valorar a los pacientes –en grupo o individualmente– se debe
seguir un camino simultáneo poniendo atención en las cualidades de agru-
pabilidad y accesibilidad, lo que posibilitará dar una indicación de tratamiento
más acertada.
Bach (1984) piensa, por ejemplo, que para lograrlo es necesario buscar
ciertas características individuales de los pacientes que son útiles indicadores
de cómo una persona se comportará en un grupo terapéutico: a) la intensidad y
carácter de los problemas de autoridad del paciente relacionados con su apti-
tud para adaptarse a sus semejantes, b) la capacidad de exponer sus debilida-
des ante un grupo de iguales, c) la aptitud para expresar la agresividad, unida a
una regular tolerancia de las tensiones producidas por las propias expresiones
hostiles y las de los demás hacia uno mismo.
Por último, Vinogradov y Yalom (1989), piensan que dado que en una
entrevista inicial tradicional es muy difícil detectar elementos sutiles de persona-
lidad, debe buscarse la cohesión como línea primaria en la composición de un
grupo. Recomiendan que una regla empírica y eficaz para los grupos de larga
duración sea la siguiente: a) homogeneidad de fuerzas subjetivas, b) heteroge-
neidad de áreas problemáticas, y c) heterodoxia de estilos de personalidad.

2
En este sentido Grinberg, Langer y Rodrigué (1957), consideraban que si hay identificacio-
nes y proyecciones en un grupo entonces tenemos agrupabilidad. Es de hecho una
precondición para la agrupabilidad. Un grupo no funcionará bien si durante un cierto tiempo
permanece estático, si los papeles de cada participante son invariables, pero muy frecuen-
temente tales hechos sólo podrán ser verificados a posteriori cuando el grupo ya está fun-
cionando, por lo cual el problema en sí es evaluar tales posibilidades a priori con fines de
agrupamiento.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

En conclusión de este apartado, podemos decir que independientemente


de si se considera que el concepto de agrupabilidad es diferente del de selección, o
si debe estar basado en criterios nosológicos, de estructura psicopatológica indivi-
dual, de modalidad y estilo de adaptación (funcionamiento grupal), del juego
proyectivo-introyectivo conjunto, el punto que parece necesario destacar es que la
relevancia del concepto de agrupabilidad se encuentra en la interdependencia que
surge entre paciente, terapeuta y grupo en términos de situación y campo.

••• Discusión y conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos intentado exponer cómo se utilizan casi indis-
tintamente los términos “criterios de selección”, “valoración”, “analizabilidad” y
“agrupabilidad”. Éstos frecuentemente incluyen una mezcla diversa de estipu-
laciones de inclusión/ exclusión, de indicación/contraindicación de tratamiento
(comúnmente basados en diagnósticos nosológicos o psicodinámicos), así como
de otros criterios varios.
Por otro lado, también hemos podido ver que las descripciones de los
distintos elementos que componen un criterio de inclusión/exclusión y de indi-
cación/contraindicación, frecuentemente quedan sobrepuestas y sus límites
desdibujados. Así, de manera intercambiable, comúnmente se les considera a
estos elementos como clasificados bajo otro criterio distinto, es decir, como
pertenecientes a los otros criterios de selección o valoración, de analizabilidad
o de agrupabilidad.
Consideramos a la valoración de pacientes como la integración de una
serie de círculos concéntricos, donde la selección sería el nivel más amplio, la
analizabilidad el intermedio, y la agrupabilidad como el estrato más específico.
1) Identificamos como valoración del paciente a aquel periodo del trata-
miento psicoanalítico, con un principio y un fin más o menos definidos, en el
cual se determina la idoneidad de la terapia –si está indicada o no– y su moda-
lidad (individual, grupal, etc.). Descriptivamente hablando, el proceso completo
se inicia con la llamada telefónica (y a veces antes) y termina con la inclusión
del paciente en un grupo, en un tratamiento individual o en una derivación.
Este periodo de valoración incluye, como ya se dijo, una decisión sobre
la selección, la analizabilidad y la agrupabilidad (en el caso de los tratamientos
grupales) del paciente.

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

2) Por selección entendemos aquel aspecto de la valoración relaciona-


do mayoritariamente con elementos del paciente que, a grandes rasgos, pue-
den agruparse en: a) relacionados con su psicodinamia (estructura de
personalidad, relaciones de objeto, mecanismos defensivos),3 b) relacionados
con variables sociodemográficas (edad, sexo, estado civil, horarios, valoración
socioeconómica), c) relacionados con elementos situacionales, grado de
descompensación que tiene el paciente (presencia real de dificultades) y las
posibilidades realistas de compensarse (nivel de motivación, estabilidad am-
biental). Algunos de estos elementos parecen corresponder más estrechamente
(o suelen ser citados más frecuentemente) como de indicación/contraindicación
de tratamiento, mientras que otros parecen coincidir con mayor precisión con la
idea de uno o varios criterios de inclusión/exclusión. Ya hemos mencionado
que los conceptos de analizabilidad y agrupabilidad también hacen uso de es-
tos mismos elementos.
En afán de una mayor precisión de términos, preferimos reservar el nom-
bre de criterios de inclusión/exclusión para aquellos elementos que, por lo ge-
neral, consisten en una serie de datos aislados, tales como síntomas (insomnio,
miedo) o elementos sociodemográficos (edad, sexo, grupo social), mientras
que restringimos el nombre de indicación de tratamiento para aquellos elemen-
tos mucho más amplios que, por lo general, se derivan de diagnósticos
nosológicos, sindromáticos o psicodinámicos.
3) Enseguida consideraremos el concepto de analizabilidad, del cual
nos veremos precisados a hacer una modificación. Este concepto, originalmen-
te expuesto en el trabajo pionero de Setzel (1968), intentó trascender la mera
indicación de tratamiento al incluir como elementos de valoración el funciona-
miento intrapsíquico del paciente, sus funciones yoicas, el estado general de
sus relaciones objetales. El valor de este concepto estriba en el intento de pre-
cisar las indicaciones y contraindicaciones del análisis trascendiendo la noción
de categorías diagnósticas. Sin embargo, a este criterio se le han hecho diver-
sas críticas, entre ellas la de inflexibilidad (Etchegoyen, 1986) o insuficiencia
explicativa (Caparrós, 1993:335):

3
Utilizamos la noción de psicodinamia y no la de diagnóstico nosográfico porque “no cubre
por sí solo los datos que necesita el clínico a la hora de establecer sus predicciones y
planificar el tratamiento, no reflejan adecuadamente una realidad en permanente cambio”
(Rodríguez Sutil, 2002:167).

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

En lo que respecta al aspecto concreto de la analizabilidad, el acento inicial-


mente se colocó en la ecuación transferencia-analizabilidad, con la conse-
cuencia obligada de que transferencia era sinónimo de neurosis; el diagnós-
tico psicopatológico resulta un instrumento insuficiente y reticentemente pres-
tado al grupo; el enfoque transferencial, al menos el que inicialmente se
concibió y que se sigue considerando por parte de muchos como el único
válido, por su propia definición no es aplicable al espacio grupal.

Por estas razones es que preferimos utilizar la noción alterna de accesibilidad


(Joseph, 1975), que intenta ser más dinámica y flexible al plantear que la per-
sonalidad (diagnóstico, estado del yo, funcionamiento de las relaciones objetales)
se encuentra en constante cambio, con lo cual este concepto parece ser bas-
tante más útil teórica y clínicamente que el de analizabilidad, que es mucho
más estático. Esta accesibilidad no depende del tipo nosográfico, sino de la
personalidad profunda del paciente. Ser accesible significa que se es alcanza-
ble, y por lo tanto la accesibilidad sólo puede establecerse con la marcha mis-
ma del análisis.
Al respecto, Etchegoyen (1986: 50) afirma:

El concepto de accesibilidad, en conclusión, surge del trabajo analítico y se


propone descubrir las razones por las que un paciente se hace inaccesible
o casi inaccesible al tratamiento psicoanalítico, pensando que el fenómeno
debe explicarse en términos del narcisismo y de tipos especiales de disocia-
ción; pero no es útil para predecir lo que va a suceder en el curso de la cura,
lo que tampoco se propone, a diferencia de los criterios de analizabilidad.

Sin embargo, más recientemente autores como Maganto Mateo y Ávila Espada
(1999) sostienen que el concepto de accesibilidad sí tiene un valor predictivo,
y es de hecho una herramienta para promover que el paciente pueda ser ana-
lizable:

Este es un concepto utilizado para pronosticar hasta qué punto un paciente


se beneficiará de un trabajo clínico de orientación psicodinámica. Una con-
cepción clásica de “analizabilidad” concebida como cumplimiento o no de
criterios definidos para aprovecharse con éxito del tratamiento, viene sien-

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

do sustituida por la idea de “accesibilidad al tratamiento”, que implica tanto


los criterios como las vías para promover qué sujetos que inicialmente no
son accesibles a la intervención, puedan llegar a serlo.

Por nuestra parte consideramos que el concepto de accesibilidad incluye dos


dimensiones más: la interaccional-vincular y la situacional. Esto significa que
evitamos utilizar criterios estáticos, parciales y dicotómicos (en los que se con-
sidera al paciente y al analista por separado); preferimos enfatizar la dinámica
relacional que surge entre paciente y analista, incluido el papel de la realidad
externa, el encuadre y el proceso analítico.
4) Por último, llamamos agrupabilidad al intento de evaluar prospectiva-
mente las posibilidades de que se dé un buen intercambio relacional entre un
paciente determinado, un grupo determinado y un determinado terapeuta, debi-
do a que la valoración de un paciente individual sólo tiene sentido en relación
con los factores de la dinámica grupal en la que participará.
Lo hacemos desde tres lugares diferentes: a) desde el paciente en rela-
ción con el grupo al cual se le piensa asignar, b) desde el terapeuta que coordi-
nará ese grupo, y c) desde el grupo mismo en relación con el paciente que está
próximo a incluirse. Pensamos entonces que la agrupabilidad es la accesibili-
dad aplicada al grupo.
La sola valoración del paciente, así sea en relación con un grupo prome-
dio o imaginario, no parece ser un criterio suficientemente firme para basar la
indicación o contraindicación de inclusión en un determinado grupo real. Lo
mismo se podría decir del hecho de no tomar en cuenta las características de
personalidad y habilidades del propio terapeuta. Ciertamente algunos pacien-
tes pueden presentar características que los hacen mejores candidatos al aná-
lisis en cualquier grupo terapéutico –o para el caso, que los hacen más fácilmente
recomendables para cualquier modalidad de análisis–, pero en definitiva, y con-
siderando que la última palabra siempre la tendrán las vicisitudes y la evolución
del grupo en marcha, no puede hablarse correctamente de criterios de selec-
ción grupal –y sobre todo de la posibilidad de hacer una predicción– sin tomar
en cuenta en la imaginación, y a través de la contratransferencia, el juego de
posibilidades de lograr buena interacción y dinámica entre el paciente conside-
rado, el grupo específico al que se le piensa incluir y el coordinador (terapeuta)
que se hará cargo.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

Podemos añadir algunas palabras más sobre cada uno de estos tres
elementos:
5) Del paciente, es necesario señalar que con frecuencia se olvida eva-
luar en el proceso de selección la disposición que tiene para tratarse grupalmente,
es decir, su motivación para el tratamiento grupal. Rutan y Stone (1993) sostie-
nen que una proporción significativa de entre 34-41% de los pacientes deriva-
dos a grupo evaden la indicación de ese tratamiento sin comunicárselo al
terapeuta que los derivó, mientras que sólo 8% lo hacen así cuando se les
indica tratamiento individual; dicha evasión estaría relacionada, por un lado,
con el temor a enfrentar la relación con el grupo y, por el otro –como menciona-
mos al inicio del trabajo–, con la idea de que recibirán más atención en el trata-
miento individual.
Por nuestra parte, podemos decir que la experiencia que hemos tenido
en los grupos de admisión de la clínica de AMPAG parece coincidir con estos
datos. La cantidad de pacientes, que una vez concluido el proceso de valora-
ción, no se presentan a su grupo terapéutico definitivo, oscila entre 10 y 14%. A
estos números añadimos el de los pacientes que hacen lo que llamamos “en-
tradas en falso” (es decir, se presentan a una o dos sesiones de su grupo defi-
nitivo y después abandonan sin avisar), y que representan aproximadamente
de 14 a 20%. El total observado en la clínica AMPAG es, entonces, relativamente
menor a los datos obtenidos por esos autores, pero bastante aproximado.
Por otro lado, concluimos que, excepto en las contraindicaciones abso-
lutas, la cuestión de la selección de los pacientes pensados para terapia de
grupo tendría que hacerse valorando la triada paciente-grupo-terapeuta
(agrupabilidad), tal como lo hemos discutido a lo largo de este trabajo, y que
hacerlo así nos proporciona un criterio mucho más sólido y efectivo que el ba-
sado en los diagnósticos nosológicos, caracteropáticos, estructurales o
psicodinámicos, sea que formen parte de una noción de analizabilidad, sea que
lo hagan como parte de un criterio de inclusión/exclusión o de una serie de
indicaciones/contraindicaciones de tratamiento.
6) En relación con el terapeuta del grupo en cuestión, mencionaremos el
hecho de que muy frecuentemente debiera revisar sus propias motivaciones
contratransferenciales para decidir sobre la inclusión de un paciente en un de-
terminado grupo, tanto como su propia relación emocional con los grupos que
coordina.

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SELECCIÓN, ANALIZABILIDAD Y AGRUPABILIDAD EN EL DISPOSITIVO TERAPÉUTICO GRUPAL

Bach (1984), por ejemplo, afirma que algunos terapeutas tienden a pen-
sar en la posibilidad de indicar una psicoterapia grupal cuando: a) no encuen-
tran satisfechas sus necesidades contratransferenciales como figuras de
autoridad o parentales, b) requieren de mayores respuestas emocionales de
sus pacientes individuales o c) enfrentan manifestaciones transferenciales hos-
tiles, así como demandas de fusión y simbiosis de sus pacientes individuales
que les parecen intolerables o el proceso de elaboración les resulta frustrante o
difícil. Es decir, efectúan sus canalizaciones al grupo debido a motivos contra-
transferenciales. Kesselman (1977), por su parte, sugiere que para prevenir
esto el coordinador debería hacerse frecuentemente la siguiente pregunta:

¿De acuerdo al diagnóstico que tengo de mí mismo, con qué tipo de estruc-
tura grupal me puedo manejar más operativamente? O si no: ¿De acuerdo
al diagnóstico que tengo de mí mismo, cuál sería el diagnóstico más conve-
niente para compartir la coordinación de este grupo con otro colega? ¿Un
diagnóstico homólogo (idéntico, similar) al mío o complementario (opuesto,
distinto) al mío?

Con respecto a la agrupabilidad de los pacientes, también habría una serie de


preguntas que el terapeuta tendría que formularse:

¿Qué tipo de terapeutas o de terapeuta le convienen a este grupo o a cada


grupo? ¿Cuándo es conveniente que se agrupen pacientes con un mismo
núcleo de predominio y cuándo será conveniente la complementariedad?
¿Cuál será el mínimo y el máximo operativo de personas con el mismo
núcleo de predominio o con distinto núcleo de predominio, que es conve-
niente seleccionar para un grupo?

7) En relación con el grupo terapéutico considerado para el paciente candidato,


podemos decir que el concepto de campo grupal, o el de interacción entre los
miembros y en relación con el nuevo compañero –o su valoración imaginaria al
momento de pensar en la derivación– nos acerca al concepto de vínculo grupal.
Consideramos esta noción de vínculo como el nudo central del diagnóstico de
agrupabilidad, dado que algunos pacientes pueden llegar a agruparse bien (ha-
biendo sido considerados lo más precisamente posible los tres ejes que hemos

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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ANGÉLICA GONZÁLEZ GUADARRAMA, MARTHA LÓPEZ REYES Y JORGE SÁNCHEZ-ESCÁRCEGA

mencionado: paciente-grupo-terapeuta) y, sin embargo, no llegar verdadera-


mente a vincularse de una manera profunda con el grupo o con el terapeuta.
El factor de la valoración contratransferencial es esencial aquí (así como
el de la experiencia clínica que tenga el terapeuta), por lo que resulta altamente
recomendable que sea éste quien realice la valoración del paciente de la forma
más parecida posible a la situación definitiva del grupo real con el que trabaja-
rá. En este sentido nuestra recomendación es que, por ejemplo en el caso de la
valoración que se realiza en los grupos RED de las clínicas de AMPAG, ésta sea
hecha por terapeutas expertos (tal como suele hacerse en los hospitales
de especialidades, donde son los médicos más preparados y hábiles quienes
reciben a los pacientes de primera vez). Igualmente sugerimos que para lograr
un mejor diagnóstico de agrupabilidad, el terapeuta definitivo –es decir, quien
está solicitando la apertura de un grupo terapéutico– debiera ser quien coordi-
ne el grupo RED del cual espera poder obtener a los pacientes que conformen
un grupo definitivo. Hacerlo así permitiría, seguramente, una posibilidad de poner
en juego las condiciones de agrupabilidad de los pacientes y los terapeu-
tas con quienes trabajarán. Es decir, se trata de permitir que el terapeuta sea
quien seleccione a sus pacientes, dando también oportunidad a que éstos
interactúen y valoren las posibilidades de vincularse entre sí y con el propio
terapeuta.

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101
desde la clínica
GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE


Y PAREJA NARCISISTA

UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

Luis Adrián Aldrete Quiñones*

Presentación ro brevemente el proceso de desarro-


llo propuesto por M. Klein, así como
En este espacio pretendo compartir ciertas características del trastorno de
con ustedes una reflexión desde el la personalidad narcisista menciona-
psicoanálisis sobre la temática de la das por O. Kernberg en la colusión de
pulsión de muerte, la guerra y la pare- la pareja, ya que considero que nos
ja narcisista. Para esto considero los ayuda a aclarar las oscuras y a veces
recientes acontecimientos en que Irak incomprensibles decisiones y accio-
y la coalición de la pareja Bush-Blair nes que dos máximos lideres políticos
se han visto envueltos desde el 19 de (“la pareja” Bush y Blair), llevaron a
marzo de 2003. Señalo, en este escri- cabo al invadir Irak en franco y abierto
to, que esta guerra de ocupación pa- desprecio hacia la oposición de la in-
recería haber tenido como uno de sus mensa mayoría de la comunidad in-
desencadenantes más contundentes ternacional.
los fatídicos hechos del 11 de septiem-
bre de 2001. Para abordar esta temá- El 11 de septiembre
tica tomo algunas importantes aporta-
ciones para la explicación de la guerra Pareciera haber algo de cabalístico en
desde la pulsión de muerte o agresiva la fecha del 11 de septiembre, hace
hecha por S. Freud, también conside- treinta años en el sur de nuestro con-

* Candidato a psicoanalista individual y grupal por AMPAG.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS ADRIÁN ALDRETE QUIÑONES

tinente, Chile fue víctima de un terrible golpe de Estado comandado por Augus-
to Pinochet, el resultado fue incontables e impronunciables actos de violencia,
muerte y tortura llevadas a cabo por parte del régimen militar en contra de la
población y la oposición chilena y la muerte heroica del presidente constitucio-
nal de ese entonces, Salvador Allende.
Hace dos años, también el 11 de septiembre pero ahora en el norte de
nuestro continente ¡lo inimaginable! aparece un ataque terrorista a las torres
gemelas de la ciudad de Nueva York provocando miles de muertos y desapare-
cidos. Un mes después ¡la escalada!, en respuesta a estos ataques el gobierno
estadunidense invade Afganistán con la tecnología militar más costosa y avan-
zada de nuestros tiempos. Miles de afganos mueren y otros tantos quedan en
una situación de una miseria tan absoluta que se pensaba que no podría existir.
Según se dijo desde la Casa Blanca, el objetivo de la administración Bush –con
esta incursión militar– fue eliminar a la organización terrorista Al-qaeda y a su
líder Osama Bin Laden, el resultado fue el fracaso.
No obstante, la escalada continuó, el 19 de marzo de 2003 pasando por
encima de lo establecido por el consejo de seguridad de las Naciones Unidas,
a las 20:45 la pareja Bush y Blair “empiezan una danza macabra”, atacan Irak
bajo el argumento de que ese régimen contaba con armas de destrucción ma-
siva que podrían ser usadas en un lapso no mayor a los 50 minutos, en contra
de ellos o de los países aliados. Asimismo se aseguró que el régimen iraquí
contaba con fuertes vínculos en diferentes organizaciones terroristas, entre ellas
la organización Al-qaeda.
El resultado de la invasión hasta ahora fue no haber encontrado armas
químicas o de destrucción masiva ni tampoco haber comprobado vínculo algu-
no entre el régimen iraquí y la organización terrorista Al-qaeda. En cambio, la
invasión provocó miles de iraquíes muertos, mutilados y/o destinados a una
miseria aún mayor de la que tenían antes del derrocamiento de Sadam Hussein;
la invasión también provocó caos y rapiña en el país y en uno de los patrimo-
nios culturales más importantes de la humanidad. Asimismo generó el surgi-
miento de una resistencia civil en forma de guerra de guerrilla y de ataques
terroristas en contra de las fuerzas invasoras y de sus intereses en diferentes
partes del mundo.
Ante esto, la pregunta necesaria es: ¿qué sucede con el hombre cuando
expresa tal capacidad de violencia, agresión y muerte?

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

En las guerras y en los momentos más dramáticos de la humanidad son,


por lo general, las mentes más brillantes de cada época las que nos han dado
“luz” para entender qué es lo que sucede, qué pasa con la condición humana
cuando se vuelca el odio y la capacidad destructiva contra sí misma. En este
sentido, Freud y Einstein –dos de las más grandes mentes de nuestros tiem-
pos– poco antes de la segunda Guerra Mundial y a petición de la Liga de las
Naciones mantuvieron un intercambio epistolar entre mediados y finales de
1932, así Freud responde a una pregunta formulada por Einstein, tal vez moti-
vada por la amenazante presencia del nazismo:

¿Qué podría hacerse para evitar a los hombres


el destino de la guerra?

En aquel entonces, en un clima de constantes quebrantos y cuestionamientos


al derecho internacional, que anunciaba la próxima guerra mundial, Freud, en
su respuesta, se remontó a la relación entre el derecho y el poder y para esto
corrigió el término “poder” por el de “violencia o uso de la fuerza”. Freud partió
de que esta violencia o uso de la fuerza ha estado en todos los tiempos y está
presente en todos los niveles del reino animal –sin excluir al hombre– y llega a
la conclusión obvia de que es en el uso de la fuerza y/o la manifestación de la
violencia más contundente donde se ha basado, desde un principio, “el dere-
cho” a la dominación del prójimo, su subyugación y, en muchos casos, es en sí
la base para el éxito de los dominadores. Pero también, en contrapeso, Freud
menciona que la unión de muchos débiles contra pocos fuertes y el paso del
uso de la fuerza al uso de la razón y la negociación para alcanzar el bien co-
mún, es el factor equilibrante que, ante asuntos tan desastrosos, puede permitir
la continuidad de la existencia humana.
En ese entonces Freud, posiblemente, partiendo de que es fundamental
el dominio del pensamiento secundario sobre el primario para que continué la
civilización y que debe predominar la razón sobre la pulsión, opinó que Sólo es
posible impedir con seguridad las guerras si los hombres se ponen de acuerdo
en establecer un poder central al cual se le confiriera la solución de todos los
conflictos de intereses.
Pareciera aquí que Freud planteaba que, para contrarrestar la locura de
lo humano, era necesaria una instancia con fuerza, que pudiera poner límites,

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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LUIS ADRIÁN ALDRETE QUIÑONES

equidad y coherencia a las relaciones. Una instancia que al brindar la adecua-


da frustración, favoreciera la estructura psíquica que en los hombres les permi-
tiera poner límite y control a la pulsión agresiva.
En suma, parece ser que Freud habla de la necesidad del buen padre
que trae consigo la adecuada resolución al conflicto edípico generando –por
medio de la introyección de esta figura parental– la óptima conciencia moral.
Hay que mencionar que eran épocas en que empezaba –de forma imperfecta
pero esperanzadora– la Liga de las Naciones, creada tras la primera guerra
Mundial (1914-1918). Por desgracia esta institución, tal y como ha sucedido en
nuestros días con la ONU, no tuvo el poderío autónomo o la posibilidad de mani-
festar una “violencia o fuerza contundente” en forma de algún tipo de límite o
sanciones de contrapeso beligerante que detuviera a aquellas naciones que,
en cambio, por su capacidad armamentística y poderío, sí pudieron someter a
su libre albedrío a otras sociedades, pasando por alto todo llamado a la paz y
negociación, proviniera de donde fuera. Es decir, lamentablemente la ONU no
ha podido erigirse como el necesario padre fuerte y sensato que medie y re-
suelva conflictos que aparecen en momentos de profunda agresión y locura de
las naciones y de sus líderes.
Einstein, en este intercambio epistolar, menciona lo asombroso que le
resultaba comprobar la facilidad con que se entusiasma a los hombres con la
guerra y le presenta la conjetura sobre la existencia de “una pulsión a odiar y
aniquilar, que transita en el azuzamiento” y los conduce a la acción bélica.
Freud se muestra de acuerdo y la corrobora y profundiza exponiendo la suposi-
ción, desde la investigación psicoanalítica, de la existencia de dos clases de
pulsiones en el ser humano: “aquellas que quieren conservar y reunir, y otras
que quieren destruir y matar”, es decir, la pulsión de vida o Eros y la pulsión de
muerte o Tanatos. Y agrega que “de las acciones conjugadas y contrarias
de ambas surgen los fenómenos de la vida”, por lo que “ambas son indis-
pensables”.
Conviene aquí detenernos un momento para recordar que la pulsión es
humana y el instinto es animal, ya que el instinto sólo cuenta con un objeto para
satisfacerse, en cambio la pulsión puede contar con diferentes objetos para al-
canzar su fin por medio de diferentes mecanismos psíquicos. En este sentido
Freud señaló que en las pulsiones de vida y de muerte, cada una es indispen-
sable para la otra ya que siempre están conectadas –decimos aliadas– con

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

cierto monto de la otra parte que modifica su meta o, en ciertas circunstancias,


es condición indispensable para alcanzarla. Así, la pulsión de auto conserva-
ción es, sin duda, de naturaleza erótica, pero justamente necesita disponer de
la agresión si es que ha de conseguir su propósito. En este sentido, ante la
pregunta a Freud sobre la posibilidad de que se pudiera erradicar la agresivi-
dad en el hombre, éste responde mencionando que la pulsión de muerte o
agresiva no ha sido, en modo alguno, apreciada en todo su significado e impor-
tancia. Menciona que esta pulsión se encuentra en todo ser vivo y que aunque
se afane en producir su descomposición, en reconducir la vida al estado de la
materia inanimada, es fundamental y necesaria para la vida. Por lo que conclu-
ye: “no ofrece perspectiva alguna pretender el desarraigo de las inclinaciones
agresivas de los hombres”. Y le comparte a Einstein:

Es claro que, como usted mismo puntualiza, no se trata de eliminar por


completo la inclinación de los hombres a agredir; pero puede intentarse des-
viar la pulsión lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la
guerra […] desde el psicoanálisis hallamos fácilmente una fórmula sobre las
vías indirectas para combatir la guerra. Si la guerra es un desborde de la
pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contrario, el Eros, ya que
todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres me-
diante procesos de identificación, no podrá menos que ejercer un efecto
contrario a la guerra.

Por último Freud concluye su carta a Einstein haciendo hincapié en la razón y


sensatez que, desde un individuo hasta una amplia colectividad, se puede al-
canzar, diciendo de forma esperanzadora: “Todo aquello que promueva el de-
sarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”.
En esta línea de pensamiento, conviene recordar también a otro gran
hombre de nuestro tiempo, esta vez un gran luchador social, ideólogo y defen-
sor de los derechos de la raza negra, el ciudadano estadunidense Martín Luther
King quien, al observar y vivir la agresión entre los hombres de su época, apeló
a lo que Freud denominaría como el contrapeso necesario para que la vida
continúe, apeló al afecto, a la comprensión, al amor y escribió una metáfora en
la que es obvia su posición a favor de la esperanza: “Si supiera que el mundo
va a terminar mañana yo…de igual manera hoy plantaría un árbol”.

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LUIS ADRIÁN ALDRETE QUIÑONES

Hasta aquí podemos ver la postura de estos tres grandes pensadores


(Freud, Einstein y Martín Luther King) ante la agresión innata en el hombre.
Cabe ahora preguntarnos, si todo individuo cuenta de forma natural con la pulsión
agresiva, ¿por qué no todos expresan esta capacidad de agresión de la misma
forma?, ¿qué hace que unas personas puedan desviar hacia una actividad
creativa e incluso benéfica esta pulsión agresiva, mientras que otras no pueden
hacer este ejercicio de desvío y sí, en cambio, la manifiestan de forma franca,
abierta y destructiva?, ¿por qué hay personas que se detienen ante la posibili-
dad de dañar a los demás?, mientras que otros –y aquí se retoma a la pareja
Bush-Blair en su invasión a Irak– no sólo no presentan culpa ante el daño que
provocan sino que, incluso y contra toda evidencia, procuran mediante diferen-
tes formas de manipulación “legitimar” su actuar y en franca contradicción con
la lógica y la realidad, esperan admiración y gratitud del resto de la gente. La
respuesta desde la teoría psicoanalítica hace referencia a la necesaria consi-
deración de los diferentes procesos de desarrollo libidinal y de relaciones de
objeto con que cada individuo se “topa” durante su crecimiento en su socializa-
ción primaria y, más concretamente, en su relación con la figura materna. Es
decir, se plantea que dependerá de las características constitutivas innatas del
sujeto, más el monto y balance de las primeras experiencias objetales
gratificadoras y frustrantes para que éste estructure la base de un determinado
aparato psíquico o personalidad que le llevará, al mismo tiempo, a tener una
determinada y particular forma de relación con sus mundos interno y externo.
De lo anterior se desprende, entonces, que todo sujeto –en función de su carga
filogenética, de sus relaciones objetales y del contexto sociocultural en el que
se encuentre– podrá oscilar en su interacción con su medio desde la
indiferenciación y simbiosis más primitiva, hasta la diferenciación clara, objeti-
va e incluso empática entre sus mundos interno y externo.

Bush-Blair y la posición esquizoparanoide

Se podría tener una aproximación explicativa desde la teoría de las relaciones


objetales propuesta por M. Klein, del proceder de la pareja Bush-Blair si supo-
nemos que sus psiquismos están fijados o que predominantemente se
regresionan a la posición que esta psicoanalista denominó como: esquizo-

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
107
GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

paranoide, ya que el comportamiento público de ambos mandatarios se ha ca-


racterizado por su percepción distorsionada y profundamente amenazante del
mundo externo, debido –tal vez– al uso de las defensas características de esta
fase, como la disociación, ya que recordemos lo dicho por Bush: “el mundo
tendrá que decidir si está con nosotros o está con los terroristas”. Y la proyec-
ción del propio instinto de muerte hacia el exterior, pues bajo el argumento de
que Estados Unidos puede ser atacado, ha sido precisamente su milicia –en
una proporción muy superior– la que en los hechos ha invadido, atacado y
sometido a diferentes naciones durante la presidencia de Bush y a lo largo de
su historia.
Dado que la angustia fundamental de la posición esquizoparanoide es
la persecutoria, la respuesta natural es el ataque y la destrucción de la amena-
za externa, aunque ésta sólo sea visible para la mirada paranoide de persona-
lidades fijadas a este momento del desarrollo. En este sentido recordemos las
constantes recomendaciones hechas por el consejo de seguridad de la ONU
encaminadas a solicitar a la administración Bush mayor paciencia y considera-
ción a los informes de los inspectores de seguridad en los que se establecía
que Irak no contaba con armas que no fueran convencionales o que constituye-
ran una amenaza para Estados Unidos o sus aliados.
Klein supone a esta primera posición como una organización mental
primitiva constituida por ansiedades persecutorias en forma de angustia del yo,
por el temor de ser atacado y destruido por sus propios impulsos agresivos no
tolerados y proyectados en la infancia en la figura materna. Asimismo, supone
que para avanzar y superar este momento, es fundamental para el crecimiento
psíquico del bebé la interacción con una figura materna que cuente con la sufi-
ciente capacidad de tolerancia ante los embates rabiosos del bebé y pueda en
cambio, regresarle y brindarle suficiente afecto que le permita equilibrar, e in-
cluso neutralizar, las expresiones más destructivas de su propio instinto de
muerte; en el caso de que esto no pudiera darse, se correría el riesgo de que el
yo quede fijado o constantemente se regresione a este momento de su desa-
rrollo y se proteja de la angustia persecutoria con mecanismos de defensas
primitivos, intensos y omnipotentes como la disociación, la identificación
proyectiva, la negación, etcétera. De manera que en su percepción sólo exista
un mundo totalmente bueno o totalmente malo, o bien, desde su narcisismo
primitivo lo bueno esté totalmente en él y en los que están con él (Bush-Blair)

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LUIS ADRIÁN ALDRETE QUIÑONES

mientras que lo malo está fuera de él o de lo que no sea él. Nuevamente recor-
demos una de las tristemente celebres declaraciones de Bush: “El mundo ten-
drá que decidir si está con nosotros o pertenece al eje del mal”.
Continuando con el enfoque de Klein se podría decir, considerando lo
que la pareja Bush-Blair ha declarado en diferentes medios que, estarían en su
desarrollo psíquico muy lejos de la posición depresiva o que pocas veces mani-
fiestan características propias de esta posición; ya que en este segundo mo-
mento los objetos tanto internos como externos están integrados y más acordes
con el principio de realidad. Klein sostiene que esta posición se caracteriza por
el interés del sujeto por el objeto, es decir, el yo siente culpa y teme por el daño
que ha hecho al objeto amado con sus impulsos agresivos, esto le lleva a em-
pezar a tener un tipo de relación con un objeto total. Ahora los objetos con los
que el yo se vincula son percibidos más “completos”, más coloridos y ya no
“blancos o negros” y por lo tanto menos parciales. El niño ha aumentado el
proceso de integración y de mejor reconocimiento de “un afuera” necesario y al
que hay que cuidar y en su caso reparar. La característica principal en esta
etapa es la reparación, es decir, el atender y preocuparse por el objeto interno
y externo. Esta nueva estructura no es solamente un progreso madurativo, es
una configuración diferente en donde los intereses narcisistas de la posición
esquizoparanoide que trataban de proteger al yo de las amenazas persecutorias,
cambian a la preocupación central que ahora tiene el yo de cuidar y preservar
sus objetos. Así pues, desde Klein, cuanto más se desarrolle el amor hacia los
objetos por encima de los deseos narcisistas y egoístas, el resultado será una
moral de mayor benevolencia y generosidad. Por desgracia estas cualidades
psíquicas parecen estar muy lejos de la poderosa y narcisista pareja Bush-
Blair.

La danza con el espejo

Otro importante teórico que nos puede dar “luz” para entender a la pareja que
nos ocupa es Otto Kernberg, desde su óptica, considero que la pareja Bush-
Blair no sólo presentan características de estar regresionados a la primera po-
sición planteada por Klein, sino que además pueden contar con un narcisismo
maligno con trastorno de personalidad antisocial, ya que la grandiosidad y el

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GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

menosprecio, acompañado por el engaño, la manipulación dolosa, los críme-


nes y la carencia de culpa son, por desgracia, sólo algunas de las característi-
cas principales de estos líderes políticos que concuerdan con los trastornos de
personalidad mencionados. Nuevamente apelo a la memoria del lector para
que se recuerde que, según la información de diferentes medios, ambos líderes
manipularon o intentaron manipular la opinión pública de su país y de la comu-
nidad internacional. Y si la disertación que aquí se plantea es correcta, posible-
mente tanto para Bush como para Blair, esta manipulación exitosa (por lo menos
con parte de la población del país de origen de cada uno) les podría represen-
tar, en lo profundo de su psiquismo, el mostrar su superioridad y el gran menos-
precio y falta de empatía por los otros ya sean conacionales o extranjeros; todo
esto también desde la teoría de Kernberg son características del narcisismo
maligno y de la personalidad antisocial. De hecho, no obstante de la clara evi-
dencia en contra de las declaraciones y posturas belicistas de ambos mandata-
rios, por parte de las Naciones Unidas, éstos optaron nuevamente por manifestar
de manera ostentosa su superioridad al no acatar las resoluciones de la ONU.
Decidiendo de manera unilateral hacer el papel de expertos manipuladores como
si fueran “jugadores de ajedrez”, que más que dirigir y cuidar a las naciones y
personas que representan, movieron y mueven “piezas” como más conviniera
a sus intereses, sin importar el engaño, el brutal maltrato o la muerte masiva
que con su acciones podían y han provocado.
Kernberg plantea que los trastornos narcisistas traen de base una defi-
ciente conformación psíquica, concretamente en la instancia super-yoica que
al no poder internalizar componentes sádicos hace que el sí mismo los introyecte
y se vuelva terriblemente insensible y sádico. De esta forma en el ámbito de las
relaciones objetales patológicas, los síntomas que predominan son la envidia
inmoderada (conciente e inconsciente); la desvalorización de los demás como
defensa contra la envidia, la tendencia a la explotación del o los otros, de ahí
que no puedan tolerar nada bueno que provenga del exterior. En este sentido
recordemos las constantes descalificaciones y amenazas a los dictámenes del
consejo de seguridad de las Naciones Unidas y las invalidaciones y amenazas
a las propuestas de otros países –entre ellos el nuestro– para la solución del
conflicto.
Finalmente me parece que en la “pareja” Bush-Blair, se presenta tam-
bién un vínculo narcisista en forma de un baile involuntario entre dos patologías

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LUIS ADRIÁN ALDRETE QUIÑONES

complementarias, en la que ambos se encuentran fascinados con la imagen del


otro, “aparentemente leal”, en la que el afecto, aprecio y respaldo incondicional
hacia la “pareja”, pareciera ser más una manifestación narcisista o de amor
hacia sí mismo depositado en el “otro igual” que hace la función de confirma-
ción de imagen a manera de espejo ilógico e incondicional. De esta forma, el
“amor y aceptación” en esta pareja es más un auto-enamoramiento en la ima-
gen del otro igual, asegurando con esta indiferenciación la lealtad –no al otro
real– sino hacia sí mismo en la figura del otro. Ya que en la medida en que el
otro represente los mismos intereses no será amenazante puesto que no será
diferente, y como no “está afuera” se percibirá como una extensión del sí mis-
mo. En este tipo de relación se puede observar que el vínculo que domina se
fundamenta en la pulsión de muerte, es decir la agresión y el deseo de dominio
externo e interno es el lazo que los une.
Así, aparentemente existe en esta poderosa pareja un “andar juntos en
leal compañía”, pero cada uno en realidad continua como en el mito de narciso,
su camino de soledad y desprecio –en mayor o menor medida– por el mundo
externo y de los que en él habitamos. Kernberg diría que el narcisista no es
alguien que no pueda amar, sino más bien es alguien que ama a los demás tan
mal como se ama sí mismo. Y, posiblemente Klein agregaría: el narcisista ama
tan mal como él mismo fue amado en sus primeros contactos con lo humano.
Por desgracia parecería que dos mentes infantiles voraces y resentidas,
en una relación narcisista de pareja perversa con poca y mala capacidad para
reconocer y valorar el mundo externo, se encuentran en dos de las personas
más poderosas de nuestro planeta… habrá que hacerles el contrapeso nece-
sario mediante la unión de las diferentes fuerzas creativas que estén a nuestro
alcance y –siguiendo la propuesta de Martín Luther King– “habrá que plantar un
árbol” manteniendo la esperanza y la creatividad en la organización social, co-
munal y familiar con base a la sensatez… aunque el mañana sea incierto.

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GUERRA, PULSIÓN DE MUERTE Y PAREJA NARCISISTA. UNA REFLEXIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

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JAIME CASTRELLÓN DÍAZ
desde la clínica

DISCURSO Y ACTUACIONES
CODEPENDIENTES

Jaime Castrellón Díaz*

“Como quieres que te deje sino me dejas dejarte”.


Palabras de una codependiente

El presente artículo se centrará en el pendencias a sustancias químicas” el


análisis del discurso y actuaciones co- término se transforma y a las perso-
dependientes desde la óptica psicoa- nas vinculadas en el plano emocional
nalítica, enfatizando en las deficiencias a dichos adictos se les comenzó a
–en estas patologías– en la estruc- nombrar “codependientes”.1
turación del yo debido a fallas narcisís-
ticas en la infancia, lo que configura El o la codependiente, es aque-
un tipo de vinculación amorosa carac- lla persona que sufre de ansie-
terístico en estas personalidades. dades, tristeza, enojo, confusión
El uso del término codepen- mental y trastornos psicosomá-
dencia se remonta a los años cincuen- ticos entre otros, debido a una
ta cuando en Estados Unidos a las fuerte dependencia emocional y
esposas de los alcohólicos se les lla- vida conflictiva con el enfermo
maba co-alcohólicas (Crothers y adicto. Ahora bien, el padeci-
Warren,1996). Posteriormente, en los miento se ha extendido ya que
setenta, con la proliferación de las “de- la codependencia abarca tanto

* Maestría y estudios de doctorado en Psicología clínica, UNAM. Analista de grupo de AMPAG;


miembro pleno de AMPAG y FLAPAG.
1
Codependientes: el prefijo “co” se entiende como el “estar al lado”, se refiere a alguien que
está junto, que está ayudando. Habría que destacar que la persona que está al lado “ayu-
dando”, de hecho, a lo que ayuda es a prolongar el padecimiento.

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DISCURSO Y ACTUACIONES CODEPENDIENTES

a los que se relacionan con los que usan cualquier tipo de sustancia tóxica
al organismo, como a los que se vinculan con personas que presentan algu-
nas tendencias obsesiva-compulsivas al trabajo, al juego o a las compras,
al sexo, ante la comida y/o que tienden a relacionarse con los “adictos” a la
relaciones destructivas.

Según la literatura, en las personas codependientes sobresalen: 1) la presencia de


disturbios emocionales expresados en fragilidad yoica, dependencia emocional y
sentimientos de ansiedad, enojo y tristeza; 2) daños y heridas narcisísticas refleja-
das en baja autoestima, sentimientos de vacío, abandono y fuerte necesidad de
reconocimiento externo; así como 3) dificultades en las relaciones interpersonales
por la dificultad en marcar límites, la aceptación de conductas destructivas, de re-
chazo y maltrato físico y/o psicológico y por ser aferradas, celosas y controladoras
(Beattie, 1990; Cantú, 1995; Kalina, 1995; Crothers y Warren,1996).
Son múltiples los autores que encuentran en el seno familiar disfuncional,
los factores determinantes que predisponen el desarrollo de la conducta o per-
sonalidad codependiente (Cermak, 1986; Cooper, 1995; Irwin, 1995; Hinkin y
Kahn, 1998). Cuenta en estas familias una niñez triste en combinación con
patología en el seno familiar en donde destacan: enfermedad psicológica en los
padres, fuertes y continuos traumas, no laborados o elaborables, que incluyen
abandonos por ausencia o muerte de las personas significativas de la familia,
separaciones múltiples, divorcio, maltrato físico, psicológico y abuso sexual en
la familia, prácticas de crianza violentas y erráticas, problemas de uso de alco-
hol y drogas en sus miembros y familiares que ya padecen de y/o actúan los
patrones codependientes. Asimismo frecuentemente hallamos padres violen-
tos y distantes, madres abandonadoras y sometidas, hecho que hace que el
niño(a) no tenga de donde “agarrarse” y/o nutrirse afectivamente.
Al respecto, Lyon y Greenberg (1991), Morgan (1991) y Melody (1989)
citados por Crothers y Warren (1996) han reconocido en el concepto de “de-
pendencia mórbida” planteado por K. Horney (1950) una temprana descripción
de lo que en la actualidad se conceptualiza como codependencia. Horney iden-
tifica en los dependientes mórbidos, datos clínicos en donde describe que es-
tán “compelidos a una total entrega”, poseen una intensa “ansia de encontrar
unidad a través del fundirse con un compañero” y tienden a “perderse en el
otro” (Horney, 1950: 157). Aclara que conductualmente estos impulsos tienden

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JAIME CASTRELLÓN DÍAZ

a caracterizar la parasitación, las relaciones simbióticas, la autodestructividad,


la externalización del orgullo y el autorreproche.
Horney teoriza que la dependencia mórbida se desarrolla en el niño como
una defensa contra la influencia parental adversa, quienes están envueltos en
sus propias disfunciones y son incapaces de proveer condiciones de maternaje
y paternaje. Algunas de las características de tal parentalidad adversa son la
coerción, la impredecibilidad, la intimidación, actuaciones de dominación,
sobreprotección y la indiferencia, condiciones que exacerban la inseguridad, el
aislamiento y el miedo en el niño. Como resultado el niño experimentará una alie-
nación de sus propios sentimientos, sufre una pérdida en la habilidad para de-
terminar lo que le gusta y lo que le disgusta y pierde la fortaleza interna para
determinar su propia vida. En ese sentido la unicidad y características de la
personalidad del niño no son cultivadas, obstruyéndose el desarrollo personal
y, finalmente, ocurre una alienación del yo que, de acuerdo con Horney, es lo
que configura la dependencia mórbida.
Cermak (1991a y b) por su parte ha planteado una relación entre
codependencia y narcisismo. De acuerdo con este autor ambos –la codepen-
dencia y el narcisismo– surgen en la niñez temprana durante la fase simbiótica
del desarrollo e impiden la progresión a la fase de separación-individuación.
Ambos tipos de rasgos representan procesos de “espejeo” defectuosos: las
personas narcisistas se relacionan buscando aspectos de ellos mismos en los
otros. Los codependientes, también buscan relacionarse con otros para ser
espejeados. En ese sentido el origen de la codependencia y el narcisismo
involucran defectos en el espejeo, en este caso, por parte de los padres.
Más recientemente, Diamondstein (1994) plantea una línea similar de
pensamiento en torno a la drogadicción, señalando que se genera por el efecto
que tienen sobre la personalidad del sujeto los vínculos familiares enfermantes que
se manifiestan en un déficit de narcisización, un vacío donde el sujeto coloca a
la droga, en la codependencia sucede lo mismo, es decir, el codependiente
presenta una similar deficiencia de narcisización, resultado de una historia fa-
miliar caótica y desorganizante, que se refleja en un profundo vacío emocional
que el codependiente trata de llenar con el adicto.
Pero pasemos a lo que son el discurso y las actuaciones codependientes:
en los talleres que imparto con subtítulo de “Codependencia: Anhelo de
reencuentro con la madre”, observamos una dinámica en la línea del “rejuego

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DISCURSO Y ACTUACIONES CODEPENDIENTES

de las miradas” en las relaciones codependientes. Es frecuente que siempre


exista en éstas(os) la necesidad de la búsqueda de una mirada que los comple-
te, que les dé forma, que les nutra en su autoimagen y registros de ser mujeres
u hombres. Así, frecuentemente, el o la codependiente en un acto fallido se
miran en las “miradas ciegas” del otro, quien no los ve, ya que también ellas(os)
andan en la búsqueda de una figura (maternal o paternal) que les dé afecto y
aceptación. Esto lo expresa de manera muy clara una mujer quien menciona
que: “yo puedo llegar a un baile atiborrado de hombres, inicialmente mirar a
todos a los ojos y siempre corro el riesgo de quedarme con el más patán”.
Algo llamativo en los codependientes es la existencia de una exagerada
tendencia, casi obstinada, a vincularse con personalidades narcisistas (alcohó-
licos y adictos en general) (Castrellón, 1997) o sujetos con defectos de carácter
en donde destacan las(os) orgullosas(os) y soberbias(os), iracundas(os),
lujuriosas(os), egoístas e envidiosas(os), resentidas(os), perezosas(os) y
avaras(os). En ese sentido, es frecuente observar en la clínica que debido a los
daños en la autoestima durante la infancia, el o la codependiente adulto desa-
rrollan un mecanismo de captación inconsciente (en otras ocasiones muy cons-
ciente) de que quien tiene una enfermedad adictiva es una fuente ideal de estima
y reconocimiento, que anhela de manera importante el codependiente.
También son comunes durante las sesiones, relatos de sueños en donde el
o la persona codependiente “se ven que están sentados en las piernas o en el
regazo de la madre, van de la mano o en los hombros del padre” o sueños en
“donde estando con sus parejas en la cama, a éstos (o sea, al codependiente) se
les transforman o los viven como sus padres”. En estos sueños típicos aparecen
claramente anhelos de relaciones cálidas, seguras y manifestaciones en donde se
observa que confunden las búsquedas de afectos y lugares infantiles en las relacio-
nes actuales empalmando a sus figuras paternas con sus actuales parejas.
En México, desde una perspectiva histórica, aspectos psicosociales y
religiosos determinan en mucho a las madres, hermanas, esposas y a las mu-
jeres en general, a desempeñar roles codependientes como una forma de ex-
presar afecto. En ese sentido, una visión implícita desde lo cultural de la dinámica
codependiente se refleja en la actitud vincular del macho mexicano2 y la con-

2
También un fenómeno común de Latinoamérica; es decir, la presencia del “macho latino-
americano” (Lopátegui y Mendizábal, 1986: 31).

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


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JAIME CASTRELLÓN DÍAZ

ducta abnegada de la mujer mexicana. Por otro lado, en el plano familiar el


prototipo de la “madre buena” o el “papito bueno” proyectan a sus hijas(os) la
figura de una mujer u hombre protectores, quienes se preocupan por el bienes-
tar de ellas(os), creando una situación de dependencia emocional evitando así
que los hijos se alejen cuando llegan a la madurez, provocando otro de los
males involucrados como es el de la “mamitis o papitis aguda”, tanto en hom-
bres como en mujeres y que se traduce en exagerado apego a los padres o, de
igual manera, en fuertes demandas de afecto y atenciones a la pareja a quie-
nes se les inviste erróneamente con imágenes “de ma- y/o de pa”.
En la consulta de pareja nos encontramos también con que el o la
esposo(a), el o la amante, el o la novio(a) viven a expensas de lo que piensa y
desea el otro, dan y hacen todo lo que el otro quiere al estar sobreinvolu-
cradas(os) o indiferenciadas(os) con las necesidades, deseos, pensamientos y
actos del otro miembro de la pareja. Es común que consuman una gran canti-
dad de energía en conservar esas relaciones, aunque el costo sea muy alto.
Quien sufre esta enfermedad tiene un gran miedo al abandono, a la ruptura y a
las separaciones, por eso muchas veces buscan “alguien más necesitado” que
él o ella a quien cuidar, reasegurándose así que no las(os) abandonarán y las(os)
valorarán por su rol. En ese sentido, tienen la necesidad imperiosa de ser nece-
sitados y, en el fondo, lo que se encuentra es el demonio de la baja autoestima.
En las relaciones de pareja en donde aparece la infidelidad, el engan-
che es codependiente y se observa en los miembros que uno es el adicto (a las
relaciones sexuales o a las relaciones destructivas) y el otro el codependiente.
En ese sentido, frecuentemente la codependiente piensa: “si yo fuera mejor
esposa, mejor ama de casa o madre, él no tendría necesidad de otra” y van “a
escondidas” a conocer “a la otra” para aclarar qué atributos tiene “esa” (la otra),
buscando cualidades que siente que ella no posee. Expresan frecuentemente
que: “si no fuera por mis hijos, ya me hubiera salido de la relación”, catalo-
gándose(les) entonces como sacrificadas y aguantadoras.
En lo emocional, el o la codependiente sufre de constantes crisis de
desintoxicación fallida a través de sus enojos, los cuales tienen una acción
antidepresiva o antiansiógena momentánea, también levantan “barreras” a tra-
vés de la amenaza (del “me suicido” o del “me voy”) o el silencio, de esta forma
no permiten la negociación y se empecinan en el control. Frecuentemente se
acompañan de dolores de cabeza, dificultades para concentrarse, insomnio,

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117
DISCURSO Y ACTUACIONES CODEPENDIENTES

alteraciones en el apetito, en el deseo sexual y de trastornos gastrointestinales.


También son frecuentes los accidentes de todo tipo con lastimaduras graves e
incapacidades y deseos de que el otro, en el fondo, la cuide y la rescate. Son
muy frecuentes en estas personas las cirugías y largas jornadas de gimnasio
para embellecerse y así agradar a la pareja.
En el ámbito de las oficinas, existen las codependientes que se angus-
tian y se sienten culpables por tener que despedir a un subalterno que ha falta-
do a su trabajo por problemas con drogas. Son los que trabajan arduamente y
están subpagados, son los que le sacan el trabajo a los compañeros por no
poder decir “no” a un jefe desorganizado. Son los “muy dadores”, personas que
consistentemente dan más de lo que reciben y navegan con la bandera de
víctimas o de paño de lágrimas de las(os) sufridas(os).
En las consultas de cualquier tipo, se encuentran también los
profesionistas con manejos desde sus propios rasgos codependientes. Estos
no pueden “parar” a las personas que demandan atención en cualquier mo-
mento, o a las que desean que se les resuelva su situación desde el teléfono o
en una sola sesión o a quienes hacia el final de la sesión con sus quejas y
malestares impiden el cierre de la misma. Es común que se dé la situación en
donde el o la codependiente quien se ha encargado de dar regalos caros a la
pareja –pagar las “salidas” (comidas, bebidas y hasta el hotel), sostienen la
casa y la crianza de los hijos como maniobras codependientes– no deseen
pagar el costo de los honorarios de su psicoterapeuta.
Lo que se observa clínicamente es que el codependiente se mantiene
en una ilusión de control, aunque generalmente su vida es ingobernable. En
ese sentido, es necesario tener cuidado al tocar a las figuras objetos de las
relaciones codependientes. En muchas ocasiones al primer movimiento para
trabajar esta relación se “pelean” con el terapeuta o con los miembros del grupo
y hasta abandonan el tratamiento, como una forma de preservar sus vínculos.
Es oportuno mencionar que para superar la codependencia el primer
paso es reconocerla, en ese sentido, en el proceso de recuperación es necesa-
rio lidiar con los resentimientos a través del perdón y así sanar de las experien-
cias dolorosas debido a las propias necesidades de dependencia mórbidas en
ellas(os). Se debería de entender que a la única persona que uno puede con-
trolar es a sí misma, tendría que vivir y dejar vivir con actos de desapego, lo que
daría paso a abandonar la dinámica de víctima-victimarío, en ese sentido las

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


118
JAIME CASTRELLÓN DÍAZ

líneas de interpretación laborarían en que la persona pueda manejar sus ansie-


dades de separación.
También desde la contención derivada de la relación terapéutica se pro-
movería la reestructuración del yo débil a través de la función de espejo del
terapeuta que favorece actuaciones de autoafirmación e individuación en el o la
codependiente, estimulando también la capacidad de negociar los conflictos, el
autocontrol emocional y no tomar los problemas o las diferencias de modo per-
sonal (desde su baja autoestima), haciéndole consciente de que el vincularse
desde los deseos de dependencia son el reflejo de inmadurez emocional aso-
ciada con sus vivencias de maltrato, abandono y pérdidas infantiles.
También es necesario saber encarar a otros miembros codependientes
del círculo familiar que “apapachan” las adicciones –(madres, abuelas(os),
tías(os), hermanas(os)–. Habría que combatir los argumentos favoritos (casi
míticos) de que: “al dejar la droga se sufre mucho”; o que: “se padece mucha
culpa y ansiedad por el desapego hacia el adicto” y que a éste: “le puede pasar
algo” y por eso no se emprende el cambio o se tienen frecuentemente las recaí-
das en los intentos de recuperación. Hay que tener presente que un cambio en
un miembro de la pareja puede provocar cambios en la otra parte. Si su pareja
o familiar no busca ayuda, muévase usted para ver alternativas. Es útil mencio-
nar que la psicoterapia, los grupos de apoyo (CODA) y los libros de autoayuda
pueden ser buenos medios para iniciar y alcanzar la recuperación.
Podríamos concluir, a modo de discusión, que el síndrome de persona-
lidad codependiente en donde se destaca la tendencia a depender
emocionalmente del otro, tiene sus antecedentes en situaciones traumáticas
infantiles que afectaron, de manera importante, el narcisismo (la autoestima)
de la persona. También, que los estilos relacionales codependientes varían en
intensidad y grado, o sea, de un cierto patrón o conducta disfuncional, pasando
por una variedad de rasgos codependientes, hasta el propio disturbio
codependiente según aspectos emocionales (debilitamiento yoico), familiares
(parentalidad adversa) y culturales (asimilación y aprendizaje de valores y roles
codependientes), entre otros.
La codependencia está determinada por un debilitamiento yoico y se
asocia con disturbios en la identidad y en la capacidad de intimidad, en ese
sentido, las descripciones clínicas anteriores apuntan a señalar que las con-
ductas codependientes tienden a ocurrir cuando las personas pierden el senti-

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DISCURSO Y ACTUACIONES CODEPENDIENTES

do de sí mismas y actúan conforme con las necesidades y deseos del otro, esto
como una forma de ganar aprecio y evitar conflictos, todo lo cual las(os) expone
al riesgo de relaciones desventajosas y de maltrato para ellas(os).
Se observa cada vez con mayor frecuencia que el estilo vincular
codependiente no sólo pertenece al ámbito de las adicciones, sino que se aso-
cia con fallas en la capacidad de intimidad en la pareja moderna y con dificulta-
des relacionales desde las diferencias de género.

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JAIME CASTRELLÓN DÍAZ

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121
desde la clínica DISCURSO Y ACTUACIONES CODEPENDIENTES

NUEVOS ODRES
PARA LOS NUEVOS VINOS

Agustín Palacios L.*

Es fascinante contemplar la evolución especie humana no ocurre, al parecer,


de la especie humana desde la pers- en el terreno de lo biológico sino en el
pectiva del psicoanálisis. Los avances ámbito de lo social. El acomodo au-
se dan cuando la inventiva de algu- toplástico resulta patológico para un
nos selectos miembros sintetiza algo porcentaje de los miembros pero,
novedoso en el campo de las ciencias, como las condiciones ambientales van
las ideas, las artes o la tecnología. Tal variando, la autoplasticidad anormal
avance deviene egodistónico durante se viste con ropajes diferentes aunque
cierto tiempo, pasado el cual es aco- el proceso intrapsíquico luzca similar.
modado gracias a la capacidad adap- Al ingresar en el tercer siglo de
tativa del ego de una gran proporción la existencia de la práctica analítica
de los miembros; algunos quedan muy observamos un panorama que, al
rezagados. Dicho en otras palabras, ponderarse en su perspectiva, nos
los avances se dan en el territorio deja atónitos.
aloplástico y demandan acomodos De los finales del siglo XIX al
autoplásticos de la mayor parte de los presente, el ámbito humano se ha mo-
miembros de la especie. Tal ciclo alo- dificado con magnitud y celeridad ini-
y auto- plástico ha sido una constan- gualadas en toda la historia. Como la
te, lenta en un principio y muy acele- psicopatología es, en última instancia,
rada en el presente. resultado del antagonismo funcional
Dicho de otra forma, pretende- de las pulsiones y el entorno social,
mos reafirmar que la evolución de la no debe sorprendernos que también

* Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC; Asociación Psicoanalítica Me-


xicana, AC.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


122
AGUSTÍN PALACIOS L.

haya cambiado. La acción del entorno ejerce sus efectos sobre el yo desde el
exterior del aparato psíquico o, más intensamente, cuando ya ha encontrado
cobijo en su interior, especialmente en el sistema del superyó. El sistema
pulsional no ha variado como dotación humana desde el debut de nuestra es-
pecie aunque, como bien sabemos, muestra algunas diferencias cuantitativas
individuales. El acelerado proceso de variación ambiental presente obliga a
optar por transacciones adaptativas a veces agobiantes.
Durante la vida del psicoanálisis hemos transitado del carruaje de trac-
ción animal a los vuelos espaciales, del telégrafo a la comunicación universal
de los sistemas de cómputo, de los antisépticos elementales a la ingeniería
genética, del predominio habitacional del campo a las megalópolis, de las vela-
das compartidas hasta los romances por correo electrónico, y de la moralidad
victoriana a la liberalidad sexual propiciada, entre otras cosas, por el fácil acce-
so a los anticonceptivos.
Hoy día se continúa albergado en el preconsciente el fantasma
persecutorio del holocausto nuclear que podría resultar en la extinción de nues-
tra especie y presenciamos, además, por más que apelemos a la negación,
cómo se destruye progresivamente el ecosistema global.
Las circunstancias que nosotros creamos son tan cambiantes que los
futurólogos titubean, dado que sus esferas predictivas proyectan imágenes con
una celeridad tal que resultan confusas. El saber total de la humanidad, por
sólo mencionar un dato representativo, se duplica antes de que termine cada
década. Las posibilidades de clonación del ser humano y el reemplazo de órga-
nos –enfermos o envejecidos– está saliendo de las páginas de las novelas de
ciencia ficción para ingresar a una realidad deslumbrante y de efectos imprevi-
sibles. Esos avances alientan la esperanza de prolongar enormemente los pro-
medios de vida que, en la época de Freud, no llegaba al medio centenar y que
hoy, tan sólo en México, llega a los 74 años.1 Las consecuencias psicológicas
de tal longevidad se encuentran, por ahora, en el territorio de lo especulativo.
En el siglo XIX las parejas tendían a vivir no más de diez años después
del matrimonio de su último hijo; ahora se ha triplicado. Matrimonios tan
longevos reclaman transacciones interaccionales de gran exigencia. Pero, en
realidad, atravesamos una etapa en la que un elevado porcentaje se di-

1
Aguayo Quesada, S. (editor) (2000). El almanaque mexicano, México: Hechos Confiables.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
123
NUEVOS ODRES PARA LOS NUEVOS VINOS

suelven, predominantemente durante las crisis edípica y puberal de su des-


cendencia.
Los estilos de crianza muestran claras diferencias con el predominante
en épocas pasadas, al menos dentro de las comunidades urbanas. Las muje-
res han abandonado la función central de amas de casa para engrosar las filas
de los asalariados. La madre soltera, la que trabaja fuera del hogar, la divorcia-
da y la mal avenida, carecen de la disponibilidad libidinal para acompañar en
armonía el curso del desarrollo de sus hijos. Tal asincronía e insuficiencia fun-
cional prohíjan detenciones en el desarrollo o fallas básicas, cuyos efectos se
manifiestan después en trastornos de la personalidad, limítrofes y narcisistas.
El reinado de la pequeña empresa ha cedido su sitio al dominio de los
conglomerados industriales. El consumismo compulsivo es una de sus conse-
cuencias indirectas inevitables así como el excesivo valor que otorgamos al
bienestar material.
Un último, pero bien destacable dato, es el cambio de los patrones de
actividad sexual que, en México, se inicia en promedio a los 17 años mientras
que el matrimonio resulta cada vez más tardío (21.3 años en nuestro país). El
lapso resultante puede llenarse de conflictos y, no pocas veces, culmina en
madres solteras o en abortos provocados.
La humanidad toda y, en especial sus miembros mejor informados, vive
bombardeada por impactantes estímulos y es presa de incertidumbre
prospectiva. El resultado inevitable es un estado depresivo pertinaz, subclínico
quizá, pero que se expresa en alteraciones del comportamiento individual y
colectivo a las que no hemos prestado suficiente atención los psicoanalistas.
Los mecanismos de negación tienen que prodigarse para mantener cierta
homeóstasis; pero ésta, a despecho de su especificidad funcional, cuando se
emplea en exceso hace que se deforme la percepción del entorno; ello nos
convierte en indiferentes para muchas situaciones que deberían tener –para
nuestro bien– mayor importancia como la desmesurada actividad ecocida. Tal
vez la fármacodependencia, tan difundida hoy día, sea un recurso adicional
para evadir la percepción cabal de un entorno tan intrusivo y amenazante.
La formación de compromiso que es el síntoma o su cristalización en la
estructura anormal del carácter son, como ya mencionamos, mucho más influi-
dos por nuestro medio social de lo que hemos ponderado hasta ahora. El ámbi-
to en el que transcurre la vida de los seres humanos, especialmente durante los

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


124
AGUSTÍN PALACIOS L.

años formativos, es el cincel que esculpe la materia prima que heredamos. Los
padres –esos mensajeros del entorno– lo adviertan o no, intentan moldear a su
prole en concordancia con el mundo donde se espera que transcurra su existencia;
labor, por cierto, mucho más previsible en épocas pasadas, cuando los cambios
sociales se daban de manera tan lenta, que las comunidades parecían estáticas.
La historia del concepto de enfermedad mental no es muy longeva. Du-
rante decenas de miles de años no existían enfermos. Las selvas, las estepas
y las aldeas contaban con un porcentaje poblacional de poseídos por demo-
nios, de víctimas de malévolos hechizos o de practicantes de un acendrado
animismo religioso. La idea de enfermedad es hija de la Ilustración. Hace poco
más de dos siglos que Pinel desencadenó a los locos y poco menos de uno
cuando Kraepelin otorgó una respetable coherencia taxonómica a la patología
psiquiátrica. Freud desentrañó los mecanismos subyacentes a la psicopatología.
Sabemos –o creemos saber– que las formas de enfermedad mental han
variado pero no existen, a mi entender, comprobaciones documentales y esta-
dísticas que nos permitan apoyar con seguridad nuestras impresiones.
La neurosífilis, quizá la más generosa productora de psicosis, desapa-
reció de los hospitales psiquiátricos hace poco más de medio siglo. Con los
antibióticos se desocupó 20% de las camas de esos hospitales. La locura que
seguía en frecuencia: las esquizofrenias, demuestra una incidencia similar en
todas las culturas, dando así testimonio de su parcial etiología genética. Su
incidencia no parece haber variado aunque sí la severidad de sus síntomas y
su curso, gracias a los psicofármacos.
Los otros trastornos –aquellos que no han demostrado un sustrato anato-
mopatológico– siguen apareciendo con distintos ropajes. Los mecanismos
neurobioquímicos que los acompañan se van conociendo, poco a poco; pero
no hemos definido con claridad si son causa, consecuencia o concomitancia.
No parecen caber serias dudas de que las formas conversivas de la
histeria han dejado de verse en los países industrializados y en los estratos
urbanos más favorecidos de los países en vías de desarrollo. En cambio los
síndromes depresivos, en especial los reactivos, parecen haberse incrementado.
Estos trastornos y muchos otros cuadros clínicos, psicosis funcionales, fobias,
trastornos obsesivos y reacciones neuróticas de otras denominaciones –de
manera similar a las esquizofrenias– han reducido su dramatismo sintomático
gracias a los avances de la psicofarmacología de los últimos cincuenta años.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
125
NUEVOS ODRES PARA LOS NUEVOS VINOS

Como resultado de tales circunstancias los psicoanalistas hemos tenido


que enfrentar variaciones cuanti- y cualitativas en nuestro ejercicio profesional.
Las neurosis han desertado y su espacio ha sido ocupado por los trastornos de
personalidad, de manera elocuente por las patologías narcisistas y limítrofes;
ambas, producto indirecto de las nuevas condiciones sociales. Asisten a nues-
tras salas de consulta personas que no sufren de síntomas egodistónicos sino
que desean comprender y corregir las causas de sus fracasos vitales: divor-
cios, falta de progreso laboral o diversas expresiones de disfunción social. To-
das esas personas muestran, en unas pocas sesiones, estar aquejados de
deformaciones del carácter de profundas raíces de génesis propia y ajena; la
primera genética, la segunda ambiental e involuntaria.
Pero, más que nombrar los nuevos cuadros clínicos, lo que me parece
más urgente es definir con mayor lucidez la teoría de la técnica que nos permita
encontrarnos mejor armados en esta novedosa práctica. Pese a la pléyade de
publicaciones dedicadas al estudio de los aspectos metapsicológicos y diag-
nósticos de tales cambios, los analistas no nos hemos atrevido a confesar, en
público que, si bien las herramientas técnicas no han variado, la teoría de la
técnica clama por una profunda revisión.
Los viejos odres ya no sirven para albergar los nuevos vinos. La técnica
analítica y la teoría que la sustenta fueron diseñadas por Freud y sus inmedia-
tos seguidores para el tratamiento de las neurosis, aquellas en las que el cho-
que dialéctico entre las pulsiones y la expresión intrapsíquica de las fuerzas
sociales derivaba en síntomas egodistónicos.
En los institutos de enseñanza y en las ponencias públicas nos compor-
tamos como si nada hubiera cambiado. Resulta inquietante la propensión con-
servadora que hemos manifestado los analistas. Ir en contra de lo que
supuestamente predicó el maestro o que puede cobijarse bajo el palio de una
ortodoxia idealizada nos hace sentir apóstatas, a despecho de que los abruma-
dores datos empíricos gritan la incongruencia de tal desatino.
Hacer consciente lo inconsciente en la demostración transferencial era
la clave de las aspiraciones aclaratorias y curativas de las neurosis, en la pers-
pectiva decimonónica. Pero hoy en día, ¿qué es lo que pretendemos traer a la
conciencia en la inestable interacción de los limítrofes o en el reclamo empático
del narcisista? Con las otras caracteropatías hemos de laborar tenaz y
tediosamente antes de lograr que algunos rasgos de la personalidad accedan a

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


126
AGUSTÍN PALACIOS L.

la asintonía; sólo así podrá el paciente ver la punta de la nariz de su carácter.


Pero, ¿estaremos en lo cierto al suponer que tal proceso es hacer consciente lo
inconsciente? Hartmann nos enseñó que era preciso reparar daños estructura-
les en el yo y rescatar, para las áreas libres de conflicto, funciones atrapadas
durante el desarrollo. Sin embargo, cuando logramos poner en evidencia los
rasgos del carácter con algún asomo de utilidad para el paciente, ¿habremos
conquistado para el yo un territorio controlado antes por el ello o, simplemente,
hemos logrado zanjar algunos puntos ciegos para la función observadora del
yo mismo?
Ante la profusión de datos de los estudiosos del desarrollo infantil que
nos muestran que el yo temprano va introyectando estilos de relación en las
innumerables interacciones con la madre; y en las aclaraciones que la semióti-
ca moderna nos ofrece para comprender –con mejor detalle– el proceso de
retroalimentación de signos entre la madre y su pequeño, ¿seguirá teniendo
validez epistémica hablar de relaciones de objeto internalizadas?
Y en la reparación o, mejor dicho, en la restitución de las carencias del
yo, producto de la detención en su desarrollo, ¿será conceptualmente acertado
hablar de transferencia?; ¿resultará correcto entender la teleología del proceso
como una mera transposición de planos de advertencia o de ubicación funcio-
nal? ¿Qué no estaremos más bien tejiendo estructuras inexistentes en el yo o,
como sugiriera Green, tendiendo puentes en los archipiélagos intrapsíquicos?
Tales interrogantes ameritan respuesta para ubicarnos, con coherencia
metodológica, frente al nuevo panorama clínico que estamos presenciando.
Hace ya muchos años logramos consenso, casi unánime, en la aceptación de
concesiones paramétricas para el tratamiento de los cuadros psicóticos. Los
frutos de esa experiencia no parecen haber servido para que hoy, de cara al
novedosos espectro, cediéramos un tanto en nuestro terco empeño de propagar
y transmitir la teoría de la técnica clásica. El alud de la modernidad clínica nos
ha obligado a practicar la heterodoxia, pero en público nos seguimos resistien-
do a despojarnos de las supuestamente respetables vestiduras de la ortodoxia.
No es discutible que, como punto de partida para el aprendizaje y como
base esencial de nuestra profesión, conviene conocer bien la teoría y la técnica
clásicas. Pero los tiempos que corren demanda ceder a la presión y, sin tapujos,
admitir que estamos practicando un psicoanálisis modificado, porque las nue-
vas patologías así lo han reclamado.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
127
NUEVOS ODRES PARA LOS NUEVOS VINOS

En los años dorados de expansión del psicoanálisis aprendimos a escu-


char a nuestros pacientes con un tercer oído, afinado, para distinguir las notas
poco audibles de la transferencia. En el presente precisamos de un cuarto oído
que atienda los ecos interiores de la resonancia complementaria del reclamo
relacional de muchos de nuestros nuevos pacientes. Sólo así podremos enten-
der el proceso y cumplir mejor con la demandante tarea a la que nos vemos
exigidos en este fascinante momento de la historia humana.
Teniendo en cuenta la situación actual que hemos tratado de esbozar en
unas cuantas páginas, es imposible predecir, con alguna certidumbre, qué de-
para el futuro a quienes siguen nuestros pasos en esta peculiar profesión. Pero
no parece arrojado aventurar que el psicoanálisis que –como teoría ocupa un
lugar indisputable en el acervo de conocimientos del hombre– seguirá
practicándose con las adaptaciones técnicas y teóricas que las condiciones le
demanden.
El dictum que adornaba el friso del templo en el oráculo de Delfos, que
se apropiara Sócrates como esencia de su filosofía: conócete a ti mismo, sólo
puede cumplirse a cabalidad con la ayuda del método psicoanalítico. No pare-
ce previsible que tan preciosa herramienta sea sustituida en el futuro cercano.
Despojar al psicoanálisis de su misión como lente privilegiada para asomarse a
la esencia del ser humano sería una insensatez imperdonable.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


128
JAIME CASTRELLÓN DÍAZ
desde la clínica

AMPAG EN LOS SETENTA.


SUS ATRAVESAMIENTOS

Mario Campuzano*

En un intento de historización podría- para médicos), la Asociación Mexicana


mos considerar los primeros 16 años de Psicoterapia Psicoanalítica (donde se
de vida de AMPAG como los necesarios inició la formación psicoanalítica de psi-
para la fundación de sus elementos cólogos) y la Asociación Mexicana de
institucionales básicos. Como apreta- Psicoterapia Analítica de Grupo.
da síntesis podemos reseñar los si-
guientes hitos históricos: 1961-1966: Intervención institucional
en el Convento de los Benedictinos,
1945: Fundación de un grupo de es- en Cuernavaca, por el núcleo de psi-
tudios en psicoanálisis en la ciudad de coanalistas que, después, fundarían
México que duró varios años, incluyen- AMPAG.
do la práctica de análisis silvestre por
sus integrantes. Llegó a su término 1962: Fundación de un grupo de estu-
por la dispersión de algunos de sus dios sobre el psicoanálisis grupal forma-
miembros ya que partieron al extran- do por algunos miembros de la APM.
jero para formarse como psicoanalis- 1967: Se firma el acta constitutiva, como
tas en programas de entrenamiento en asociación civil, de la Asociación Mexi-
Francia, Estados Unidos de Nortea- cana de Psicoanálisis de Grupo. Inicia
mérica y Argentina. A su regreso, seis el Instituto de Enseñanza.
a diez años después, fundaron la Aso-
ciación Psicoanalítica Mexicana (filial 1968: Por presiones de la APM la Aso-
de la IPA y durante largos años, sólo ciación Mexicana de Psicoanálisis de

* Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
129
AMPAG EN LOS SETENTA. SUS ATRAVESAMIENTOS

Grupo, cambia de nombre a Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica


de Grupo. Se obliga a Gustavo Quevedo a renunciar como presidente y miem-
bro de la asociación. Se establece la separación de AMPAG y el Centro Psicoa-
nalítico Emaús (transformación laica del ex convento benedictino).

1969: Se recibe la primera generación y se inauguran los cursos de la segunda


en una situación de crisis y división. Muere Gustavo Quevedo.

1973: Primer análisis institucional. Se realizan otros en 1975 y 1977 con inter-
ventores externos: Emilio Rodrigué y Fernando Ulloa, ambos argentinos.

1975: Primeras publicaciones que evidencian los polos de tensión para la for-
mación de un marco teórico- técnico propio: de una parte el libro de Agustín
Palacios con el paradigma del enfoque unidisciplinario, el psicoanálisis grupal;
de la otra parte, un artículo de José Antonio Carrillo, José Luis González, Adela
Jinich y Sylvia Radosh sobre la inclusión del psicodrama en la psicoterapia
analítica grupal que plantea un marco teórico- técnico multi e interdisciplinario.

1977: Fundación de la Clínica de AMPAG.

1978: Primer cogobierno colegiado de miembros plenos y alumnos.

1979: Primer socioanálisis autogestivo.

1982: Primer Congreso Nacional, en Oaxtepec, Morelos.

1983: Se edita la primer revista de AMPAG: Análisis Grupal.

Sirvan estos hitos históricos para dar el marco institucional de mi inclusión en


ella. Llegué en 1977, el año de la fundación de la Clínica, y terminé en 1982
porque en mi generación, la sexta, el programa de estudios cambió a cinco
años de seminarios al incluir un precurso y a siete años reales porque se exigía
empezar el análisis didáctico –en grupo– mínimo dos años antes del inicio de
seminarios.
Me tocó vivir el inicio del sistema de cogobierno en 1978. El primer so-
cioanálisis autogestivo en 1979, precedido por tres intervenciones ins-
titucionales externas en 1973, 1975 y 1977. Asimismo el socioanálisis realizado
por Lourau en 1981 –que causó lo que llamé una neurosis traumática

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


130
MARIO CAMPUZANO

institucional– que dio lugar al espaciamiento del siguiente análisis por ocho
años, hasta 1989.
Terminé en 1982, coincidiendo con otro gran evento institucional: el pri-
mer Congreso Nacional, en Oaxtepec.
Un año después, en 1983, fundé la primera revista de AMPAG y con ese
evento final quedó definido el perfil político, organizativo, académico y clínico
de AMPAG, esto es, su particular identidad institucional.
El periodo fundacional, 1962- 1975, fue previo a mi ingreso. Y mi lectura
es que ese tiempo transcurrió en convivencia y competencia con dos institucio-
nes: la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM) y el Convento Benedictino de
Cuernavaca, que devendría en Centro Psicoanalítico Emaús.
Me tocó un efervescente periodo organizativo iniciado por la fundación de la
Clínica, el establecimiento de un gobierno colegiado de miembros plenos y alum-
nos, el primer Congreso Nacional y la aparición de la primera revista societaria.
Ahora bien, la efervescencia no era sólo al interior de la asociación. En
todo el mundo occidental los sesenta habían sido años de intensa movilización
política y cultural, de ascenso de los movimientos progresistas de oposición y,
consecuentemente, de planteo de una serie de propuestas contraculturales,
entre otras el existencialismo, el hippismo, el estructuralismo. La música, espe-
cialmente de rock, acompañaba estos movimientos y daba un peculiar estado
de ánimo: idealista, romántico y pasional. Aguilar Camín destacó esta última
característica como paradigmática de esas generaciones, ciertamente acom-
pañadas de la búsqueda de transformaciones políticas radicales y de nuevas
formas de convivencia humana. Buscábamos la revolución. El asalto al cielo.
La transformación del mundo. Un mundo mejor para las siguientes generaciones.
El 68 fue el año cúspide de estos movimientos y luego vino la derrota y
la progresiva instauración del neoliberalismo, aunque en el horizonte del mo-
mento eso no era evidente, si bien ya se veía la aparición de los instrumentos
de control social que apoyaban el retorno de la derecha: la difusión masiva de
las drogas psicotrópicas, la proliferación de distintos movimientos místicos y la
incitación a estilos de vida centrados en el hedonismo y la banalidad.
Los setenta se definieron, en los distintos países, en torno a su particu-
lar respuesta a la agitación social de la década previa.
En el primer mundo se establecieron esfuerzos enormes no sólo para el
control de la inquietud social, sino para el olvido de esos años de lucha. Se

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
131
AMPAG EN LOS SETENTA. SUS ATRAVESAMIENTOS

pasó del homo faber, del hombre económico constructor del capitalismo na-
ciente que describiera Max Weber en ese libro central que es La ética protes-
tante y el espíritu del capitalismo donde se requería como modelo caracterológico
el del carácter obsesivo, a una nueva propuesta necesaria al capitalismo avan-
zado: el hombre-masa ya no productor sino consumidor adicto de las diversas
ofertas del mercado, no sólo de mercancías sino de diversiones y propuestas
de estilos de vida. Consecuentemente se indujeron dos propuestas carac-
terológicas predominantes: los manipulables caracteres fronterizos y los explo-
tadores caracteres narcisistas, o sea, los borregos y sus amos.
En la Unión Americana ese cambio se propició mediante “la explosión del
self” a través de varias vías, entre otras una psicológica, el Movimiento del Poten-
cial Humano en la llamada Corriente Humanista o Tercera Vía, aquella que abría un
espacio distinto al de la confrontación entre el psicoanálisis y el conductismo.
Un historiador estadunidense que falleciera en los noventa da cuenta de
ese giro en otro libro fundamental: La cultura del narcisismo de Christopher
Lasch. Su equivalente europeo en mostrar los resultados del postmodernismo,
aunque no sus orígenes, es el libro de Lipovetsky La era del vacío. Unas pelícu-
las del realizador francocanadiense Denys Arcand marcan, asimismo, este pro-
ceso; la reciente: Las invasiones bárbaras, donde los personajes –cincuentones–
son los mismos del film que inició el tema cuando los actores tenían 30 años,
dos décadas antes (La decadencia del imperio americano).
En el tercer mundo, desde siempre sobreexplotado por las grandes po-
tencias capitalistas, el control social se logró sólo a sangre y fuego. Los movi-
mientos políticos opositores habían pasado a la lucha armada guerrillera desde
los años cincuenta en algunos países de Latinoamérica y, ante la falta de res-
puestas políticas y el incremento de la represión por parte de los gobiernos,
estos movimientos guerrilleros se generalizaron en el subcontinente. La res-
puesta estatal, hegemonizada desde Norteamérica, fue la instalación de múlti-
ples dictaduras militares y la estrategia de guerra de exterminio contra los
insurgentes de izquierda, lo que hoy, con claridad, se llama la guerra sucia, que
dejara en Argentina 30 mil desaparecidos y en México más de un millar, mues-
tra comparativa de la despolitización mexicana y no de diferencia en la feroci-
dad de la represión. Un chiste era paradigmático de la época: ¿Por qué no hay
golpes de Estado en la Unión Americana y sí en toda Latinoamérica? Y la res-
puesta era: Porque no hay embajada norteamericana en Washington.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


132
MARIO CAMPUZANO

Por increíble que parezca algunas de estas preocupaciones se lograron


filtrar a esta asociación que, como todas las instituciones psicoanalíticas, for-
maba parte del polo político conservador, y al filtrarse dieron lugar a cuestio-
namientos que no quedaron sólo en crítica ideológica sino que se consolidaron
en cambios organizativos como el gobierno colegiado de miembros plenos y
alumnos, así como el uso sistemático de las asambleas socioanalíticas para
resolver los conflictos institucionales y la apertura democrática y participativa
en el conjunto de su vida política. Un oasis contracultural en un país conservador.
AMPAG ha logrado, así, aunar una vida académica y laboral con un am-
biente no autoritario. Algo excepcional en el conjunto de nuestras instituciones
nacionales.
Permítaseme, entonces, terminar con una nota sentimental, expresada
en algunas de las dedicatorias de un libro sobre los más de veinticinco años de
experiencia en AMPAG con los grupos de admisión, libro que no alcanzó a estar
publicado para este evento y que en esas dedicatorias define, en mi opinión, a
los principales actores sociales que han tenido que ver con ese cambio:

A José Luis González, cuya bonhomía y apertura permitieron la apari-


ción de una institución liberal en un medio conservador.
A las generaciones utopistas de los sesenta y setenta.
En recuerdo de José Antonio Carrillo, mi analista didáctico, hombre
creador y contradictorio que logró el establecimiento del cogobierno y
la fundación de la Clínica de la AMPAG.

Ciudad de México, noviembre de 2003

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134
sucesos

36 AÑOS DE TRABAJO CREATIVO

Bajo este epígrafe, la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica


de Grupo, celebró los 36 años de su fundación los días 7 y 8 de noviembre de
2003 en el Museo Nacional de las Intervenciones (exconvento de Churubusco).
El programa incluyó varias mesas redondas bajo el tema de Testigos de
la historia de AMPAG, donde se invitó a socios de distintas generaciones que
dieran su testimonio sobre la vida societaria en diversos momentos de su
evolución. De las ponencias presentadas publicamos en este número la
que reseña el ambiente en los agitados setenta.
También se efectuó una interesante mesa redonda sobre Creatividad,
arte y psicoanálisis donde participaron Cecilia Mancera Cardóz, Alejandro
Sandoval, Alfredo Alcántar Camarena, Enrique Lara y Xavier Sandoval. De
ella incluimos algunas ponencias.
En el evento se presentó la nueva revista societaria Psicoanálisis y Grupos,
así como dos libros: Sexualidad femenina y psicoanálisis de Maxine González
Enloe, como homenaje póstumo a esta querida colega, y Cuánto debo pesar
para que me acepten de la doctora Sandra Weinstein, libro de divulgación para
adolescentes sobre los problemas de anorexia nerviosa y bulimia.
Los talleres institucionales que funcionan en la actualidad también con-
taron con un espacio para su expresión: El de Investigación y actualización
en adolescencia, que coordina María Eugenia Melgoza; el de Investigación
psicoanalítica sobre los mitos, que coordina José Luis González; el de In-
vestigación y actualización sobre psicodinamia y psicoterapia de la pareja
humana, que coordinan Reyna Montes y Alejandro Labarthe; el de Investi-
gación psicoanalítica acerca de cuerpo y grupo, que coordina José Merca-
do y el de Actualización en supervisión psicoanalítica individual y grupal,
coordinado por Mario Campuzano.
La exposición de pintura y escultura incluyó a Alejandro Sandoval,
Guillermo González Rodríguez, Enrique Lara, Germán González Hidalgo y
Silvia Ballesteros Paredes
Mario Campuzano, Ciudad de México, febrero de 2004

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
135
sucesos

EL PSICOANÁLISIS EN JALISCO.
VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA

El 14 y 15 de febrero de 2004 la Asociación Psicoanalítica Jalisciense


celebró los veinticinco años de su fundación con la realización de la XVII
Jornada de Trabajo Psicoanalítico. El congreso terminó en la mañana del
domingo con una comida en casa de su fundador: Enrique Torres. Marco
Antonio Pérez Mora, coordinador general de la Junta de Gobierno 2002-2005,
describe en el programa de actividades de la Jornada la evolución de esta ins-
titución:

La Asociación Psicoanalítica Jalisciense fue fundada en 1979 por dos


psicoanalistas tapatíos: los doctores Manuel Fernández Villanueva
(q.e.p.d., 1986) y Enrique Torres Acevedo con el objetivo de enseñar,
difundir e investigar el psicoanálisis.
En veinticinco años se han formado en su Instituto de Enseñanza
diez generaciones de terapeutas psicoanalíticos de adolescentes y adul-
tos; seis de psicoanalistas y una generación de psicoterapeutas de ni-
ños y adolescentes. Por otra parte, en su Clínica, se ha brindado atención
profesional a cientos de pacientes con bajos recursos económicos des-
de su fundación en 1991.
Se han realizado XVI Jornadas de Trabajo Psicoanalítico, varios ci-
clos de cine-análisis, múltiples conferencias y talleres sobre aspectos
de salud mental con un enfoque psicoanalítico dirigidos a especialistas
en salud mental y al público general.
La Jornada XVII, a la que asistimos, fue destacada por la presenta-
ción de trabajos psicoanalíticos en un ambiente de justificada alegría y
orgullo

Mario Campuzano, Ciudad de México, marzo del 2004

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


136
sucesos

CONGRESO LUSOBRASILEÑO
EN CAMPINAS, SAN PABLO, BRASIL
7-9 DE NOVIEMBRE DE 2003

El congreso celebrado en Campinas, San Pablo, se organizó en el


UNICAMP, Universidad en Campinas, que tiene una población de 30 mil estu-
diantes y una plantilla de 10 mil trabajadores incluyendo los profesores. El
ambiente universitario y las comodidades de los espacios facilitaron un con-
greso exitoso en número de asistentes, que no habían tenido otros. El he-
cho de que hubieran sido tres congresos simultáneos —XII Congreso
Brasileño de Psicoterapia de Grupo, VII Encuentro Lusobrasileño de
Grupoanálisis y Psicoterapia de Grupo y XV Congreso de SPAG Campinas—
lo hizo un evento muy importante para la psicoterapia de grupo en Brasil:
estaban incluidas todas las asociaciones de grupo de ese país, fue organi-
zado por su asociación más grande (Campinas), además de los lazos con la
psicoterapia de grupo de Portugal.
Como todos estas reuniones, hubo conferencias magistrales y mesas
redondas pero, fuera de lo convencional, se realizó el Grupo Mamut y se
presentaron videos tanto sobre este grupo como acerca del trabajo de rein-
corporación a la vida civil de exguerrilleros gustemaltecos, tras firmarse los
acuerdos de paz. Como experiencias vivenciales y trabajos audiovisuales
tuvieron mucho éxito. No obstante, en la evaluación del congreso se auto-
criticó la falta de más experiencias vivenciales y la realización de talleres.
De cualquier forma, las clases impartidas por los personajes de la psicotera-
pia brasileña como Zimerman y Osorio fueron muy exitosas.
Por otro lado, la situación de la psicoterapia analítica de grupo en Brasil
está en crisis, la salud del ciudadano se atiende con una combinación públi-
ca y privada. La gente no tiene interés en pagar el equivalente a 20 dólares
para acudir a grupos privados mientras que los de asistencia pública pagan

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
137

dos dólares y, cuando no van, no pagan. Debido a esta crisis, la ABPAG ha


cambiado su nombre, quitó la “A” de analítica y las asociaciones de Brasil
quedan como de psicoterapia de grupo: ABPG. Estas agrupaciones no tie-
nen dinero y su organización está en dificultades; de tal manera, en lugar de
elegir un nuevo presidente de la ABPG, reeligieron al mismo por un año más
a fin de que se puedan ir resolviendo los problemas de unidad y organización.

Grupo Mamut, Campinas, 2003

A continuación relatamos la experiencia vivencial de grupo grande, denomi-


nado Mamut, coordinado por el doctor Jorge Margolis.
La experiencia, de dos horas de duración, se realizó en una sala de 150
m con aproximadamente 50 terapeutas, psicólogos, psicoanalistas y estu-
2

diantes del área. El coordinador estuvo auxiliado por dos personas para
facilitar la traducción y el manejo grupal (Francisco Navarrete, mexicano, y
una chilena radicada en Brasil). El trabajo comenzó cuando se les pidió a
los asistentes quitarse los zapatos y caminar en cualquier dirección, pen-
sando en la razón por la que habían acudido, que miraran y tomaran en
cuenta a las personas que estaban en el lugar y que se concentraran en la
forma de su cuerpo, a fin de crear conciencia de sí mismos, de los otros y
del lugar de trabajo. Posteriormente, se puso música y el coordinador pidió
que imitaran sus movimientos. Así, danzando, fue comandando un movi-
miento de todo el grupo que se amalgamanba en el baile (los movimientos
de los brasileños eran sueltos y armónicos, con raras excepciones). En el
grupo predominaban las mujeres.
Posteriormente, pasadas unas cinco canciones y lograda la integración
por el movimiento del cuerpo, el coordinador solicitó a los asistentes que
dijeran sus expectativas del trabajo grupal y/o fantasías y/o algunos sueños
que quisieran compartir. Así se abrió un abanico de fantasías y de sueños:

1) la primera persona dijo que soñó que habían invadido su casa, y que del
congreso esperaba aprender más;
2) la segunda compartió que había soñado una enorme cantidad de elefan-
tes anaranjados, mamut ahora (aseverando posteriormente la realidad
de su sueño “premonitorio”);

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


138

3) la tercera soñaba con agua, pájaros y una linda cascada;


4) otra más dijo que el congreso era un teatro, un cambio de ideas;
5) la siguiente soñó que cavaba y encontraba una caja de bombones de-
liciosos,
6) una más soñó con volar;
7) la siguiente soñó un animal madre con hermosos cachorritos;
8) la otra soñó salir cabalgando en una playa;
9) la penúltima soñó pájaros volando sobre la selva;
10) la última pidió repetir la experiencia más veces.

El coordinador pidió a quienes hicieron estos comentarios que formaran un


círculo y que los demás se agruparan en fila detrás de cada sueño o fanta-
sía con la que se habían identificado más; cada subgrupo trabajaría una
escena dramatizada sobre los mismos. Así fue como cada uno representó
sus fantasías y sueños, prevaleciendo la voluntad brasileña del vuelo, de-
mostrando una gran imaginación, manejo artístico y coordinación grupal.
Este trabajo tuvo características muy lúdicas.
Posteriormente se le pidió a todo el grupo —dividido en dos— que rea-
lizara un mamut hembra y uno macho. Una vez constituida la hembra, que
fue más rápido, se lanzó a caminar pero tuvo que ser detenida hasta que el
macho acabara de conformarse. Ambos animales comenzaron a moverse y
después de una danza bajo el tum tum tum, del paso del macho, éste asaltó
a la hembra y se le desprendió lo que conformaba la cabeza.
Después se les pidió a todos conformar un gran círculo y contar su ex-
periencia. La más contundente, en medio de una algarabía general, fue la
semejanza que se produjo cuando el macho aborda a la hembra: “ésta pier-
de la cabeza”.
Uno de los pocos hombres que participaron contó cómo el ejercicio lo
había transportado a su niñez; otro confió sentir cómo se iba descongelan-
do el animal...
Algunas mujeres relataron cómo habían pensado en seducir al macho,
a lo que los integrantes de este mamut dijeron que nunca se les había ocu-
rrido esa posibilidad.
Como resultado anecdótico: a los participantes del congreso se les ocu-
rrió ponerle el apodo de “doctor Mamut” al coordinador.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
139

Los videos

Se presentaron dos videos de experiencias distintas, el primero realizado


en el último congreso de FLAPAG-AMPAG, en Zacatecas en octubre de 2002,
y el segundo durante la reincorporación de los guerrilleros de la URNG a la
vida civil en Guatemala, después de haber firmado la paz (marzo de 1997).
Para esta presentación se reunieron aproximadamente 40 asistentes
del congreso y sólo acudieron algunos de los articipantes del Grupo Mamut
realizado dos días antes. Después de proyectados los videos y abrir las
preguntas, se generó un vacío, un silencio, y una de las participantes le
pidió a Francisco Navarrete que la acompañara afuera para quebrarse en
llanto. Luego explicó que había participado en los tiempos de la represión
dura en Brasil y que el video la había emocionado al ver que la guerra sucia
no había terminado mientras que en Guatemala, al firmarse la paz, había
llegado a un final.
Las preguntas y comentarios fueron diversos y con énfasis en la sorpre-
sa de poder realizar un trabajo con grupos tan numerosos.
En resumen, se abrió un nuevo espacio de trabajo para todos los parti-
cipantes, que vieron con los videos experiencias de trabajo en grupo gran-
de, tanto en una de tipo vivencial en el congreso de Zacatecas, como en el
taller para el cambio de la vida político-militar a la político-civil durante la
reinserción social de los guerrilleros guatemaltecos para su pertenencia a
una comunidad después de la guerra sin perder el objetivo de sus deman-
das sociales

Jorge Margolis

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


140
sucesos

XVI CONGRESO DE LA FEDERACIÓN


LATINOAMERICANA DE PSICOTERAPIA
ANALÍTICA DE GRUPO (FLAPAG)
Y
X CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN
MEXICANA DE PSICOTERAPIA ANALÍTICA
DE GRUPO (AMPAG)

“EL IMAGINARIO EN LOS VÍNCULOS”


(en el individuo, la pareja, la familia, el grupo,
las instituciones y en la sociedad)

12-14 de noviembre de 2004, Guadalajara, Jalisco, México

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
141

La FLAPAG-México desea a todas las asociaciones miembro, a los cole-


gas y amigos de la Federación que el 2004 sea un año de bienestar perso-
nal y de éxitos en sus proyectos institucionales.
“El imaginario en los vínculos” es el tema central del XVI Congreso
de la FLAPAG, en el que nos proponemos el intercambio académico-científi-
co y la discusión sobre las formas actuales de vinculación afectiva, los com-
portamientos del hombre postmoderno y los fenómenos grupales y sociales
en general. En esos temas compartiremos experiencias y reflexionaremos
con los colegas mexicanos y latinoamericanos sobre los desarrollos actua-
les de modelos teórico-técnicos, los abordajes terapéuticos en la pareja, la
familia, los grupos, los distintos métodos de investigación, así como las in-
tervenciones institucionales y en la comunidad.
Al respecto, la Mesa Directiva de la FLAPAG y la AMPAG, en conjunto con
la Universidad de Guadalajara y la Asociación Psicoanalítica Jalisciense
serán los anfitriones científicos de nuestro Congreso latinoamericano por lo
que convocamos a participar a los profesionales del psicoanálisis, la salud
mental y ciencias afines. Tendrá como sede la hermosa ciudad de Gua-
dalajara, Jalisco, México (http://vive.guadalajara.gob.mx/index.html).
Reiteramos la invitación a inscribir trabajos científicos al XVI Congreso,
para lo cual se deberá enviar un resumen del trabajo antes del 30 de abril de
2004 (ampliación a la fecha inicial). La entrega del trabajo final (de 10 cuar-
tillas a doble espacio, con bibliografía aparte, en fuente: arial, 12) será antes
del 31 de julio de 2004, a la nueva dirección: cientificaflapag@hotmail.com.
En relación con la página de la FLAPAG informamos que –debido a diver-
sos contratiempos en su construcción y actualización y ante la desaparición
del portal de Psinet– desaparece de la red esa dirección. En sustitución se
encuentra activa http://www.flapag.com, se trabaja para actualizarla en los
espacios tradicionales y últimas noticias de la Federación.
Miembros del Comité General Organizador del Congreso:
Coordinación general: doctor José Mercado
Comisión de difusión: doctoras Miren de Izaurieta y Cynthia Rosas
Comisión científica: doctores Mario Campuzano, Jaime Castrellón,
Jorge Margolis, Jorge Sánchez Escárcega, Alejandro Tarragó
y Alma López.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


142

Comisión editorial: doctor Alfredo Alcantar


Comisión operativa: doctores Adrián Aldrete y Javier Sandoval.
Comisión de finanzas: doctores Alejandro Labarthe, Teresa Hernández
y Lilian Lasky
Comisión de enlace: doctora María Eugenia Melgoza
Comité local: doctores Gabriel Vallejo, José de Jesús Gutiérrez,
Marco Antonio Pérez y Clementina Pulido
Mario Campuzano y Jaime Castrellón
Comisión Científica del Congreso

Apuntes sobre Guadalajara y sus alrededores

La ciudad de Guadalajara ha sido denominada “la perla de occidente”, se


encuentra ubicada en la faja oeste del país, tierra adentro, a 546 kilómetros
de la ciudad de México, con autopistas que permiten trasladarse de una
ciudad a otra en 5-6 horas, así como por tren o por vía aérea.
Es la segunda ciudad en población del país, con cinco millones de habi-
tantes que conforman un centro industrial, comercial y cultural de suma im-
portancia en el conjunto nacional.
El cine mexicano ha difundido como identidad nacional algunos rasgos
propios de esa región, como son el traje y sombrero charros característicos
(equivalente jalisciense del gaucho o del cowboy) y las charreadas (equiva-
lentes al rodeo), la música de mariachi, el tequila y una de las danzas tradi-
cionales mexicanas más conocidas: el jarabe tapatío.
Guadalajara tiene variados atractivos: interesantes museos y galerías,
hermosos edificios históricos, sitios culturales y vida nocturna, buenos luga-
res para comer y hospedarse pero sin algunos de los problemas de la capi-
tal, así como con un equilibrio todavía posible entre la celeridad del mundo
industrial moderno y la tranquilidad de las ciudades provincianas.
Tlaquepaque y Tonalá son dos suburbios famosos por sus artes y
artesanías. También queda cerca el mayor lago del país, el lago de Chapala,
que se ha constituido en un área de casas de fin de semana y de zona de
retiro para jubilados nacionales y extranjeros.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
143

COSTOS DE INSCRIPCIÓN AL XVI CONGRESO


Cuotas de congreso (IVA incluido)
Fecha Profesionistas Estudiantes

Hasta el 31 de marzo de 2004 $ 1,200.00 $ 600.00


Hasta el 31de julio de 2004 $ 1,350.00 $ 700.00
Desde el 1 de septiembre de 2004 $ 1,500.00 $ 750.00
Talleres y cursos $ 200.00 $ 100.00
Extranjeros: cuota única $ 120.00 USD
Talleres y cursos $ 20.00 USD

Hospedaje

En cuanto a hospedaje, contaremos con un número limitado de habitacio-


nes en el hotel Misión Carlton, sede del Congreso, por lo que te invitamos a
reservar oportunamente. Posteriormente informaremos los costos del pa-
quete de hotelería.
El comité organizador del Congreso ofrecerá a la membresía de FLAPAG-
AMPAG, a colegas de la salud mental y ciencias afines y, al público en gene-
ral, la posibilidad de gozar de los beneficios de los paquetes del Congreso.
Todos los procedimientos de reserva de hotel y avión se harán a través
de FLAPAG-AMPAG-México: ampag@prodigy.net.mx o bien a los teléfonos:
5515 1041 y 5273 7401 o al fax 5516 7885, de lunes a viernes de 9:00 a 16:00
horas, donde estaremos atentos a responder a tus inquietudes y preguntas.
Los pagos, tanto de inscripción al XVI Congreso como de hospedaje y de
avión, se podrán realizar directamente en FLAPAG-México o bien a través
de depósito bancario en: Scotiabank Inverlat, cuenta núm. 106040977,
sucursal 0037. Se debe remitir la ficha de depósito anotando claramente
nombre, teléfono y concepto del pago y la forma de reservación vía fax al
número (55) 5516-7885 y confirmar la recepción de la misma al teléfono
(55) 5515-1041 ext. 105.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


144
noticias bibliográficas

SOBRE LA PAREJA HUMANA,


SU PSICOLOGÍA, SUS CONFLICTOS,
SU TRATAMIENTO*

El libro del doctor Campuzano llena un vacío que, al menos en


español, existe desde hace tiempo. Toca uno de los temas más delicados,
cruciales y apasionantes de la existencia humana, donde todas las discipli-
nas del hombre opinan y se rompen escuelas y donde, a ciencia cierta,
nadie parece haber encontrado una solución inmediata –quizás sólo podría
ser mágica– al problema del diario vivir con un otro, desarrollarse sin morir
en el intento, elegir a una persona por principio de cuentas, convivir con la
cotidianidad, dar –al fin y al cabo– salida a Eros antes que Tanatos lo alcance.
El psicoanálisis se ocupa poco de la pareja; inexplicablemente, porque to-
dos tenemos comprobado que la mayoría de nuestra clientela acude original-
mente por problemas derivados de sus relaciones amorosas y el resto, nor-
malmente, toca el punto más de una vez; tal vez porque el psicoanálisis se forjó
en el tratamiento individual, en el mundo intrapsíquico, donde habitan los obje-
tos internos y cuando fue necesario confrontar la relación real con el otro, el
terreno fue rápidamente ganado por los terapeutas de familia y sistémicos,
apoyados por sólidas teorías sociales. Al psicoanálisis le faltaba, aún, descubrir
todas las implicaciones de la grupalidad, la llave a la intersubjetividad, pero
cuando las tuvo, entró en los terrenos del vínculo, de la vincularidad.
Y también en esto influyó el otro gran componente de las relaciones
amorosas: el orden social, los cambios en los roles, dinámicas y comporta-
mientos derivados de presiones socioeconómicas, culturales, identificatorias,
geográficas, que han derivado en una mayor demanda de los tratamientos
psicoterapéuticos multipersonales: grupo, familia y pareja. La gente intenta,
cada vez más, reducir costos y beneficiar a más miembros involucrados o
afectados por el conflicto, concentrando, además, los resultados de la ayu-
da en aquello que le es más tangible e inmediato, las formas de contención
emocional más elementales: la pareja, los hijos, los padres.

* Comentarios al libro La pareja humana: su psicología, sus conflictos, su tratamiento de


Mario Campuzano, México: Plaza y Valdés, 2001.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
145

Siendo así, se esperaría que se escribiera más sobre el tema, pero no


ocurre de esa manera. En particular, esto sobresale en nuestro país, a pesar de
la extensa población joven y adulta-joven estableciendo o desarrollando
prolíficamente relaciones de pareja. En otros países de Latinoamérica la situa-
ción parece distinta, particularmente en el cono sur, probablemente debido a
que por sus grandes tragedias sociales y políticas, y sus graves crisis económi-
cas, la necesidad de restaurar las redes familiares y los vínculos de pareja haya
aumentado y, con ello, las investigaciones formales sobre el tema.
Mario Campuzano, con la colaboración de Miren de Izaurieta y Teresa
Hernández, nos presenta un riquísimo volumen de estudios psicoanalíticos
y propuestas terapéuticas sobre la pareja. Una de sus mayores virtudes es
que incluye constantemente, en el estudio de las relaciones amorosas, la
dimensión social o institucional, junto con la pulsional así es totalmente con-
gruente con su propuesta de que la pareja está siempre montada a caballo
sobre ambos componentes:

[...] por un lado, las fuerzas de la naturaleza, que dan lugar a la presión de las
pulsiones individuales, tanto sexuales como agresivas, que buscan su expre-
sión y descarga (nivel o dimensión pulsional, instintual o del deseo); y por el
otro, una respuesta de coacción social, que genera diversos temores, normas
morales e ideales con capacidad de interiorizarse, que buscan la regulación
de las pulsiones de los individuos (nivel o dimensión institucional o social).
Ambos niveles, el institucional y el pusional, participan en la elección y el
mantenimiento de la pareja, así como en la determinación de su ruptura cuan-
do esto llega a suceder (p. 18).

Por otro lado, el libro parece estar organizado alrededor de tres ejes: el
histórico-social, el psicodinámico y el terapéutico, y una especie de apéndi-
ce sobre la pareja homosexual. Cada capítulo está ampliamente ilustrado
con viñetas clínicas y fragmentos de novelas contemporáneas, lo cual es,
sin duda, el segundo gran acierto del autor y colaboradoras.
El libro tiene otra gran virtud y es la claridad del lenguaje. Mario Campuzano
es conocido como un escritor prolífico y como maestro teórico y clínico de va-
rias generaciones, lo que le da todos los elementos necesarios para transmitir

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


146

ideas de una forma organizada, sencilla y metódica. El libro lo refleja. Ade-


más, en cuanto a profundidad, sistemáticamente pasa de la descripción
externa, fenomenológica, al nivel analítico profundo, psicodinámico.
Presenta varias propuestas originales: una tipología multidimensional
de parejas (que combina tres escuelas psicoanalíticas); un modelo psico-
dinámico de relaciones de pareja que utiliza como ejes la sexualidad directa
y de meta inhibida, las luchas por el poder y el problema de la intimidad;
varias propuestas de modelos de intervención en parejas (por ejemplo gru-
po analítico de parejas, psicoterapia breve de parejas, taller para separados
y divorciados); un modelo de entrevista y evaluación inicial de parejas; una
extensión o aplicación de las resistencias clásicas del ello, yo y superyó a la
relación conyugal, y otras más; pero incluso en la revisión o análisis de
temas que han sido tratados por otros autores, en cada capítulo se van
encontrando –a renglón seguido– ideas novedosas, bien documentadas,
reflexiones sociales y políticas, síntesis concienzudas de todas las teorías
psicoanalíticas pasadas y presentes (Freud, Klein, Mahler, Kernberg, auto-
res franceses, Socárides, Dicks, Lemaire, Willi, Lacan y decenas más).
Me interesa destacar uno de los puntos señalados. Mario Campuzano y
sus compañeras señalan a lo largo del texto la importancia de varios com-
ponentes de la vida amorosa que pueden ser unidos alrededor de tres orga-
nizadores: la sexualidad, el poder y la intimidad. De la primera estudian sus
aspectos genitales y pregenitales, la importancia y vicisitudes de la pulsión
orgásmica y la de meta inhibida, sus disfunciones y perversiones. Del poder
tienen mucho que decir, y lo sitúan en las inmediaciones de lo social, sobre
todo en cuanto al manejo del dinero en la pareja. Por último, de la intimidad
señalan su vinculación con el proceso de separación-individuación y los líos
que en cada uno de nosotros causa todo lo referente a la simbiosis. En
relación a ésta, en varios capítulos plantean una clasificación novedosa y
clara sobre tres niveles de funcionamiento objetal: los edípicos, los simbióticos
objetales (es decir preedípicos, pero con cierta capacidad para establecer
relaciones objetales a medias), y los simbióticos profundos o narcisistas
graves que son, por supuesto, también preedípicos. Con esta clasificación,
organizan y jerarquizan los elementos psicodinámicos subyacentes a varios
fenómenos típicos de las parejas y su tratamiento, por ejemplo, la infidelidad,

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
147

la valoración pronóstica de la terapia, los resultados y efectos de un divor-


cio, etcétera. Es decir, utilizan una clasificación de tres niveles fundamenta-
da en el estado de las relaciones objetales para agrupar, diagnosticar y
predecir fenómenos de pareja, sin caer en el reduccionismo de las clasifica-
ciones sintomáticas, descriptivas o fenomenológicas.
Así que el libro que ahora nos presentan tiene el mérito de intentar –con
éxito– sintetizar una teoría social, la psicoanalítica clásica de las pulsiones y
otra de las relaciones objetales (con sus autores pioneros y modernos) en
una sola obra. El balance final es equilibrado, justo y bien combinado.
Volviendo a lo social, el libro incluye agudas observaciones sobre mo-
dernidad, neoliberalismo, religión, desempleo, luchas sociales, feminismo y
movimientos de reivindicación de derechos humanos, por ejemplo, de los
homosexuales. Se estudian las organizaciones de las comunidades, tanto
en el pasado como en el presente, las migraciones, la revolución industrial,
el feudalismo, el capitalismo y los medios de satisfacción institucional que
producen, soportan o bloquean las relaciones maritales. Asimismo, contie-
ne reflexiones sobre la ética en la psicoterapia y los factores ideológicos en
los que el clínico sustenta su práctica. Así aparecen dos ejes orientadores
permanentes de la tarea: el ideológico y el teórico-técnico, íntimamente li-
gados uno al otro. Mario Campuzano señala, en este punto, que los analistas
tendemos a agruparnos en tres alternativas ideológicas, cuando nos en-
frentamos al problema de la pareja conyugal:

a) Considerarla como una unidad social valiosa que hay que preservar a
ultranza (que es el punto de vista dominante en grupos de autoayuda religio-
sos y en muchos terapeutas creyentes); b) Que hay que destruir, según la
tendencia opuesta expresada por antipsiquiatras como Cooper; y c) Considerar
a la pareja conyugal como una estructura operativa, sujeta a cambios en función
de los intereses y necesidades de los individuos que la componen (p. 101).

De ahí la necesidad de que el analista de parejas tenga claros no sólo sus


aspectos psicológicos internos, sino su ideología personal, además del aná-
lisis de su propia relación de pareja.
Son muchos los aspectos fundamentales del estudio de la pareja huma-
na que podemos encontrar en este valioso tomo de doce capítulos. Me gus-

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


148

taría destacar uno que tiene que ver con una pregunta que, probablemente,
todos nos hemos formulado decenas de veces: ¿Existe un criterio de salud
mental en la pareja? O al menos de, ¿qué significa “madurez”? Mario Cam-
puzano nos ofrece una propuesta metapsicológica al estilo Kernberg: una
relación amorosa anclada –pero no tironeada– en la expresión y conviven-
cia armónica de lo más maduro e inmaduro que todos tenemos dentro:

La relación amorosa madura implica la integración de dos corrientes: la regresiva


preedípica de fusión con el objeto amado que implica la recuperación –así sea
transitoria e imaginaria– de la unidad simbiótica ideal con la madre; y la ten-
dencia progresiva, edípica, de la consolidación de las diferencias de las re-
presentaciones del self y el objeto, que permite la relación íntima con un objeto
diferenciado y “total”, con capacidad de preocuparse por él (p. 46).

Un último aspecto que me gustaría mencionar tiene que ver con el interés
de Mario Campuzano y colaboradoras por el estudio de la pareja humana.
En la tendencia creciente a la deshumanización de las relaciones, la
desafectivización defensiva como producto del individualismo, la pérdida de
la responsabilidad social como nueva ideología colectiva, resulta de un mérito
muy encomiable el que un grupo de investigadores psicoanalistas dediquen
sus esfuerzos a analizar y sanar vínculos, a conocer lo que está en medio
de dos personas que se aman o se odian porque no se pueden amar. El
analista de parejas –si se lo propone– juega del lado de una real oposición
a las tendencias masificadoras, tecnologizantes y marginadoras, a través
de su participación en los procesos de vinculación, de relación con un otro,
que establecen algunas personas en su vida. La apuesta del libro es, en
última instancia, a favor de la vincularidad, aunque en algunos casos el
éxito sea ayudar a deshacer una pareja.
Sé que Mario Campuzano y sus colaboradoras no gustan de los home-
najes excesivos, pero me gustaría terminar diciendo que me he sentido muy
honrado de poder comentar su libro y de haber tenido a Mario como maes-
tro, y es que él es un hombre que da mucho, y este libro, que lo refleja,
también da mucho

Jorge Sánchez-Escárcega
México, DF

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
149
noticias bibliográficas

INVESTIGACIÓN
CUALITATIVA/CUANTITATIVA
EN CIENCIAS PSI*

Hoy, más que nunca, se encuentra totalmente abierto el debate entre las
ciencias. El punto central parece estar en decidir si los hechos del mundo
existen o se explican, es decir, si son, o significan. La idea de una unifica-
ción de los diferentes enfoques sobre lo que es investigar en ciencia parece
cada vez más difícil y, tal vez, la solución debe vislumbrarse por el lado de la
aceptación de las pluralidades, de las diferencias.
Por muchos años el enfoque cuantitativo dominó las formas de hacer
ciencia, de investigar en ella (epistemología) y a través de ella (investiga-
ción experimental aplicada o pura). En las universidades, el enfoque se ins-
taló en las aulas y en los laboratorios, y desde mediados de los años treinta
del siglo pasado, hasta prácticamente unos veinte años antes del nuevo
milenio, dominó la mayor parte del pensamiento científico. A partir de ahí,
poco a poco comenzó a abrirse camino el enfoque cualitativo, la interpreta-
ción del significado de los fenómenos del mundo.
Los dos grandes polos han presentado sus argumentos de una forma
bastante convincente, y ambas aproximaciones tienen la máxima validez
científica desde sus diferentes ópticas. Sin embargo, parecen siempre re-
presentar pares antitéticos como objetivismo/subjetivismo, empirismo/es-
peculación, holismo/relativismo, etcétera. Como han mencionado algunos
autores: cuantitativo sería igual a números-exterior-explicación-facticidad;
mientras que cualitativo haría referencia a palabras-interior-comprensión-
virtualidad...
Sin embargo, parece que en el momento actual se ha abierto la posibili-
dad de superar esta oposición. La dicotomización radical de ambos enfo-
ques, en cuanto pretenden ser absolutos en lugar de reconocer sus

* Prólogo al libro Guía para la elaboración de investigación social de M. P. Bonilla Muñoz y M. R.


Wilcox Hoyos. México: Ediciones Ferrer, 2004.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


150

respectivas limitaciones y mutua complementariedad, tiende a concluir –por


ambas partes– en una esterilidad metodológica.
En México, sólo algunas universidades han dado cabida plena a ambas
aproximaciones científicas, permitiendo abiertamente la existencia de las
dos tendencias entre sus investigadores, maestros y alumnos.
Martha Patricia Bonilla y María del Rocío Willcox son dos de las maes-
tras más reconocidas y valoradas en estos ámbitos formativos, y desde sus
diferentes perspectivas, han sabido conducir la investigación social que se
realiza dentro y fuera de las universidades donde han colaborado.
Ambas profesoras e investigadoras han sido reconocidas también por
otras instituciones privadas y públicas, las cuales constantemente les ofre-
cen invitaciones a participar como docentes, asesoras o investigadoras. Una
de sus principales preocupaciones ha sido la de transmitir a los alumnos un
método para trabajar desde el enfoque de elección del método apropiado y
pertinente al problema de investigación.
El trabajo que ahora nos presentan ha sido el de condensar los enfo-
ques cualitativos y cuantitativos en una sola guía, que respete a la vez sus
diferencias y similitudes. En este sentido, ponen al día los antiguos manua-
les que daban totalmente crédito y espacio al modelo cuantitativo-experi-
mentalista predominante no sólo aquí, sino en la mayor parte de los espacios
de investigación. Revisan todos estos conceptos, actualizándolos, e inte-
gran una segunda parte que da cuenta cabal del enfoque cualitativo.
Pretenden ofrecer a ambos modelos igual valor, y nos presentan los
diferentes casos en que cada uno puede ser aplicado. Intentan superar la
idea de “un mejor” método de investigación, presentando las virtudes y limi-
taciones de cada enfoque.
En el fondo lo que cuestionan las autoras es la noción de exactitud en la
ciencia. El problema surge cuando se comete el error de reservar la exacti-
tud para las ciencias popularmente llamadas exactas, es decir, las lógico-
matemáticas y las que emplean el método matemático de representación
simbólica. Como alguna vez dijo el maestro Eduardo Nicol:

La exactitud, como ideal del conocimiento, la persiguen por igual todas las
ciencias. También todas son rigurosas, pues el rigor cualifica los procedimien-

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
151

tos de la investigación. La exactitud, en cambio, cualifica los resultados de


esa investigación. El error habitual [...] es el de equiparar la exactitud con la
cuantificación. Hay una exactitud cualitativa, aparte de la exactitud cuantitati-
va, aunque no es inferior a ésta: cada una es específica. [...] La falta de rigor
consistiría en aplicar el método cuantitativo a unos objetos o fenómenos que
ni lo requieren ni lo admiten.

En este sentido, la Guía para la realización de investigación social de Martha


Patricia Bonilla y María del Rocío Willcox tiene trazas de compendio, pero
se centra claramente en la tarea de guiar al investigador en ciernes, paso a
paso, hasta el final de su trabajo. Los actuales alumnos y tesistas de las
disciplinas sociales van a encontrar de mucha utilidad la guía que aquí nos
presentan las dos autoras. Se trata de una herramienta indispensable, pen-
sada en ellos y para ellos, basada en la experiencia cotidiana del trabajo
directo con los diferentes proyectos y realizaciones.
El lector encontrará un manual sencillo, claro, didáctico, que tiene la
virtud de permitir al aprendiz de investigador elegir entre los dos enfoques
clásicos aquel que mejor convenga no sólo a sus intereses, sino al sentido
general de la lógica de la investigación que pretende iniciar. Presentan a
cada enfoque como una forma diferente de lanzar las redes de las que ha-
blaba Popper, que sirven para apresar aquello que llamamos el “mundo”,
para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. La tarea de cada enfoque, de
cada investigador, es hacer que su malla sea cada vez más fina

Jorge Sánchez-Escárcega

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


152
noticias bibliográficas

EL PSICOANÁLISIS GRUPAL
EN SAN PABLO

Como muestra de productividad y dinamismo, el grupo de SPAGESP,


editó en 2003, el más reciente número de su revista así como un libro sobre
el tema de la comprensión psicoanalítica de los grupos desde la perspectiva
vincular. Sus autores son Waldemar José Fernandes, Betty Svartman y
Beatriz Silverio Fernandes quienes refieren como sus influencias a Freud,
Klein, Foulkes, Bion, Pichon-Rivière y Kaës, así como otros de la teoría
general de sistemas y de la comunicación.

Abordan distintas modali-


dades de trabajo grupal: gru-
pos operativos, de discusión,
de terapia familiar, de terapia
conyugal, de reflexión e insti-
tucionales. El texto está divi-
dido en seis capítulos: 1) In-
troducción al psicoanálisis de
los vínculos; 2) Contribucio-
nes teóricas; 3) Contribucio-
nes en la teoría de la técnica;
4) El grupo y sus configura-
ciones; 5) Grupos específicos;
y 6) Formación profesional
para la grupoterapia

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
153
noticias bibliográficas
REVISTA DA SPAGESP
SOCIEDAD DE
PSICOTERAPIAS ANALÍTICAS
GRUPALES DEL ESTADO DE
SAN PABLO, BRASIL

2003, V4, N.4. PP.01-119


ÍNDICE
Artículos
La polifonía del sueño y sus dos ombligos. Los espacios
oníricos comunes y compartidos
René Kaës ......................................................................... 01
Algunas experiencias en psicoterapia de grupo. El punto de visa del psicoterapeuta, del paciente y del
observador
Amaury Tadeu Rufatto ......................................................................................................................... 15
El arte de coordinar grupos, el aprendiz y contribución de la SPAGESP
Beatriz Silverio Fernández ................................................................................................................... 21
Transubjetividad – la sociedad actual: la importancia de redes de apoyo
Betty Svartman ...................................................................................................................................... 29
Primeras reflexiones acerca de la psicoterapia de grupo infantil y las vivencias del embarazo de la
terapeuta
Cláudia Alexandra Bolelas Silverio .................................................................................................... 37
Cerca del dolor del otro, bodeando la propia insanidad: el profesional de salud y la muerte
Manoel Antonio dos Santos ................................................................................................................ 43
Grupos de apoyo psicológico familiar del transplantado de médula ósea
Érika Arantes de Oliveira; Manoel Antonio dos Santos; Ana Paula Mastropietro; Vanessa
Souza Picini; Cristiane Bueno; Rodrígo Neri Matos; Júlio César Voltarelli ................................... 52
Grupos en la escuela: cuestiones acerca de la igualdad y la diferencia en el proceso de inclusión
Solange Aparecida Emilio .................................................................................................................... 63
Salud mental – una cuestión de vínculos
Lazslo Antonio Ávila ............................................................................................................................ 69
Atención psicosocial a la mujer y al niño victimados: una experiencia
Maíra Bonafé Sei; Sonia Aparecida Pires de Oliveira; Catalina Camas Cabrera;
Sérgio Kodato ....................................................................................................................................... 77
La importancia de los grupos de hoy
Waldemar José Fernández .................................................................................................................. 83
Acting out transferencia – mancha de candelária via 174
Leci Muniz da Silva ............................................................................................................................... 92
El apuntalamiento de grupo en el trabajo de la enfermera cerca de su equipo
Rosimara Escolano da Silva de Paula .............................................................................................. 103
Grupo de padres de niños autistas
Marly Terra Verdi ................................................................................................................................. 110
Normas de Publicación ...................................................................................................................... 115

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


154
noticias bibliográficas

GRUPO
REVISTA DE LA FACULTAD
DE PSICOLOGÍA
DE LA UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

CONTENIDO

EDITORIAL

CRÍTICA HERMENÉUTICA
ESTRUCTURALISMO Y PSICOANÁLISIS
Julio Ortega Bobadilla
LA HISTORIA PARA EL PSICOANÁLISIS
Luis Hornstein
EL PROBLEMA DE LA IDEALIZACIÓN EN LOS GRUPOS
Guillermo Vanegas
PSICOTERAPIA COMBINADA
Nestor Braunstein, Frida Saal, Paulino Moscovich
PERSPECTIVAS DE LA PSICOTERAPIA
FAMILIAR CON ORIENTACION
PSICOANALÍTICA EN CUBA
Ignacio Maldonado
PSICOANÁLISIS Y MARXISMO
Conferencias Radiofónicas 2ª parte
Armando Suárez
CRUZANDO LAS FRONTERAS CON FREUD
Eckart Leiser
MOMENTOS DE GRUPO
Armando Bauleo
RESEÑAS

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155
noticias bibliográficas
INTERSUBJETIVO
QUIPÚ, INSTITUTO DE FORMACIÓN EN
PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA Y SALUD MENTAL
Volumen 5 Número 2 Diciembre 2003

SUMARIO

EDITORIAL
SECCIÓN ESPECIAL: PSICOPATOLOGÍA Y PERSONALIDAD
Coordinada Por Carlos Rodríguez Sutil.
Contribución de W.R.D. Fairbairn al estudio de la patología de la personalidad,
Carlos Rodríguez Sutil. 155
La relación paranoide: la vida desde el búnker, Jorge L. Tizón García. 163
El Complejo de Fausto, César Pelegrín. 193
Del cuerpo biológico al cuerpo pensante, Francois Moreau. 209
ARTÍCULOS
¿Por qué Ferenczi y Rank afirmaron que la inteligencia emocional de Freud,
correspondía a la etapa pre-edípica, Robert Kramer. 221
Ética científica, Psicoanálisis y Postmodernismo, Jorge Sánchez-Escárcega. 235
El ADL y las vicisitudes transferenciales en los inicios de un tratamiento
psicoterapéutico, David Maldavsky, Liliana H. Álvarez, Nilda Neves, Clara R.
Roitman, Cristina Tate de Stanley. 251
Evolución de las atribuciones referidas a sí misma y a personas
significativas a partir de los contenidos narrativos de las sesiones psicoterapéuticas
de «María», Mercedes Mitjavila, Alejandro Ávila y Gerardo Gutiérrez. 297
REFLEXIONES
El aprendiz de Aviador. Un relato clínico,
Belén Arembilet. 312
RESEÑA DE LIBROS Y REVISTAS
Psicoanalizar, Didier Anzieu (Biblioteca Nueva)
[Reseña de Pilar Cano]. 321
Incontrando Sándor Fereczi. Alioscia Boschiroli,
Cesare Albasi y Antonella Granieri (Moretti
& Vitali) [Reseña de Alejandro Ávila]. 325
Ética en el diván. Araceli Gómez Alva (coord.)
(Lumen) y otros libros de Juan Vives [Reseña
de Alejandro Ávila]. 326
Libros y revistas recibidos 328
NOTICIAS
En memoria de Concha García de Robles Vara 330
Primer Congreso Internacional de Terapia
Familiar Psicoanalítica 331
Novedad: Revista de Psicopatología del Niño
y del Adolescente 334
PÁGINAS DEL INSTITUTO
Programas de Formación y Actividades
2003-2004 336
Publicaciones del Instituto 340

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


156
noticias bibliográficas
SUBJETIVIDAD Y CULTURA

CONTENIDO
Subjetividad y Cultura No. 20 – Octubre 2003

2 ESTE NÚMERO

TEXTOS

7 Enrique Guinsberg, Reflexiones sobre la guerra, la sociedad


y la condición humana.
32 Jáder Ferreira Leite y Magda Dimerstein, Procesos
de subjetivación en la lucha por la tierra en Brasil.
44 Pascale Molinier, Feminidad social y construcción de la
identidad sexual: perspectivas teóricas y clínicas
en psicodinámica del trabajo.
62 Jorge Sánchez–Escárcega, La supervisión psicoanalítica
y las profesiones “imposibles” del psicoanálisis.

BIBLIOGRÁFICAS
Comentarios de libros
87 Marina Durand, Doença ocupacional. Psicoanálise e relaçôes
de trabalho.
89 Bernard Burgoyne y Mary Sullivan (comps.). Los diálogos
sobre Klein-Lacan.
91 Pascale Molier, L énigme de la femme active. Égoisme, sexe
et compassion.
95 Publicaciones recibidas

NOTICIAS Y COMENTARIOS
99 Acerca del “porqué de las gue-
rras”.
103 Desarrollos teóricos y clínicos
de la psicoterapia analítica de
grupos en Latinoamérica, una
perspectiva argentina.
107 La represión política en México
y sus secuelas.
110 Argentina 2003: entre el miedo
y la ilusión.
112 Marcos Bernard.
113 Derechos Humanos para los
anti-humanos.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
157
varios
INSTRUCCIONES PARA LOS
ARTICULISTAS
REVISTA DE PSICOANÁLISIS Y GRUPOS

La REVISTA DE PSICOANÁLISIS Y GRUPOS de la Asociación Mexicana de Psi-


coterapia Analítica de Grupo, AC acepta para su publicación artículos, notas
clínicas, comunicaciones breves, reseñas de libros y cartas de interés rela-
cionados con la teoría y la práctica del psicoanálisis y la psicoterapia
psicoanalítica de grupo, en cualquiera de sus variantes y aplicaciones, para
lo cual deberán cumplir los siguientes requisitos:

1. Generales:

1.1 Que el artículo no haya sido publicado o que su publicación no esté pen-
diente en alguna otra revista. El envío de un trabajo implícitamente supone
que se cumple con esta condición.
1.2 Se admiten textos en otros idiomas; la revista se encargará de su traducción
si se acepta su publicación.
1.3.Cuando se envíe la versión en español de un artículo escrito inicialmente en
otro idioma, deberá anexarse también el texto original.
1.4 Los autores de artículos publicados en revistas extranjeras deberán comuni-
carse primero con su editor y solicitar su autorización antes de enviarlos.
Esta revista dará por hecho que al enviarnos un artículo éste cuenta con la
aprobación para su publicación.
1.5Se aceptan colaboraciones para los distintos apartados que conforman la revista.
1.6 El consejo editorial de la revista no acepta responsabilidad alguna sobre los
contenidos de los trabajos publicados, opiniones o proposiciones expresa-
das por los autores.

2. Contenido:

2.1 Los artículos deberán ser coherentes con los temas a los que está dedicada
la revista: psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica, grupos, parejas, fami-
lias e instituciones abordados desde una perspectiva psicoanalítica.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


158

2.2 La carátula del trabajo deberá contener: a) título, se recomienda que sea
breve, claro y preciso para que pueda dar una idea del contenido; b) nombre
o nombres completos del autores o de los autores del artículo; c) institución
a la que pertenece el autor; d) título profesional, correo electrónico y teléfo-
no del autor responsable del artículo.
2.3 Se espera que los artículos contengan una introducción en la que se planten
los objetivos generales del trabajo, un desarrollo, y conclusiones que apor-
ten alguna idea original del autor.
2.4 Consultar las pautas para las citas y referencias bibliográficas en el siguien-
te apartado.

3. Formato:

3.1 No se aceptarán manuscritos. Los artículos deberán ser presentados en


disquete en la AMPAG, o enviados por correo electrónico a la dirección de la
revista: psicoanalisisygrupos@prodigy.net.mx

4. Dictamen y publicación:

4.1 Los manuscritos serán dictaminados anónimamente por el consejo editorial


de la revista siguiendo un procedimiento de “doble ciego”. Los dictámenes
serán comunicados al autor en un plazo no mayor de 90 días después de la
recepción del artículo.
4.2 Una vez aceptado para su publicación, el consejo editorial se reserva el
derecho de publicar el trabajo en el volumen y número que estime conve-
niente, procurando hacerlo con la menor demora posible.
4.3 El consejo editorial se reserva la posibilidad de realizar una revisión de esti-
lo profesional durante la fase editorial.
4.4 El autor conservará la propiedad del artículo, sin embargo, deberá notificar
a la revista cualquier reproducción total del trabajo, citando en todos los
casos a la REVISTA DE PSICOANÁLISIS Y GRUPOS como fuente bibliográfica.
4.5 El autor (o autores) recibirá(n) dos ejemplares del número en el cual apare-
ce su artículo. Normalmente no se enviarán copias cuando se trate de rese-
ñas de libros o cartas al editor.

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159

5. Ventas y suscripciones:

5.1 La REVISTA DE PSICOANÁLISIS Y GRUPOS aparece normalmente dos veces al


año. La suscripción anual de la revista es de 220.00 pesos (México) y 25.00
dólares (extranjero), envío por correo certificado. Se aceptan intercambios
con otras revistas afines.
5.2 Las suscripciones, originales, correspondencia y solicitudes de números atra-
sados deberán dirigirse a:

REVISTA DE PSICOANÁLISIS Y GRUPOS


Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC
Gral. Molinos del Campo 64, col. San Miguel Chapultepec.
Deleg. Miguel Hidalgo, CP 11850, México, DF
México
Tels. (55) 5273-7401, (55) 5515-1041 y (55) 516-7885 (fax)
ampag@prodigy.net.mx
psicoanalisisygrupos@prodigy.net.mx

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


160
varios
CITAS Y REFERENCIAS

La Revista de Psicoanálisis y Grupos utiliza para las citas y referencias básica-


mente el sistema APA (American Psychological Association). Los autores deben
incluir sólo aquellas fuentes que se utilizaron en la investigación y preparación
del artículo. Las citas en el texto se hacen mediante el sistema autor-fecha, y se
listan alfabéticamente al final del artículo en la sección de Referencias (no es
necesario numerarlas). Las referencias que se citan en el texto deben aparecer
en la lista de referencias y viceversa. Si bien algunos números de volumen de
libros y revistas científicas se proporcionan en números romanos, el sistema
APA utilizan los arábigos (ej.: vol. 3, no vol. III). Para mayor información consúltese:
American Psychological Association (2002). Manual de estilo de publicaciones
de la American Psychological Association (2ª ed.). México: Manual Moderno.

EJEMPLOS DE CITAS EN EL TEXTO:

Un solo autor:

Hewlett (1996)…
Hewlett (1999a, 1999b) …

Autor múltiple:

Alleyne y Evans (1999) …

Autor múltiple (más de seis autores):

Grinberg et al. (1974) …

EJEMPLOS DE REFERENCIAS (FORMAS ESPECÍFICAS):

Artículo de revista científica con un autor:

Mellers, E. A. (2000). Choice and the relative pleasure of consequences.


Psychologica1 Bulletin, 126, 910-924.

Artículo de revista científica, paginada por ejemplar, con dos autores:

Klimoski, R. y Palmer, S. (1993). The ADA and the hiring process in organizations.
Consulting Psychology Journal: Practice and Research, 45(2), 10-36.

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161

Artículo de revista científica con más de seis autores:

Wolchik, S. A., West, S. G., Sandler, I. N., Tein, J., Coatsworth, D., Lengua, L., et
al. (2000). An experimental evaluation of theory-based mother and mother-child
prograrns for children of divorce. Journal of Consulting and Clinical Psychology,
68, 843-856.

Artículo de revista científica en prensa:

Zuckerrnan, M. y Kieffer, S. C. (en prensa). Race differences in face-ism: Does


facial prominence imply dominance? Journal of Personality and Social Psychology.

Artículo de revista no especializada:

Kandel, E. R. y Squire, L. R. (2000, 10 de noviembre). Neuroscience: Breaking


down scientific barriers to the study of brain and mind. Science, 290, 1113-1120.

Cita de un trabajo discutido en una fuente secundaria:

Cita en el texto:
… el estudio de Seidenberg y McClelland (citado en Coltheart, Curtis, Atkins y
Haller, 1993) …
Entrada en la lista de referencias:
Coltheart, M., Curtis, B., Atkins, P. y Haller, M. (1993). Models of reading aloud:
Dual-route and parallel-distributed-processing approaches. Psychological Review,
100, 589-608.

Cita de un libro:

Fernández, A. (1999) Instituciones estalladas. Buenos Aires, Argentina: Edito-


rial Universitaria de Buenos Aires.

Reimpresión (capítulo, libro, enciclopedia, etc.):

Guy, J. (1987) La vida personal del psicoterapeuta. Barcelona, España: Paidós,


1995.

Libro con autor corporativo como editor:

American Psychiatric Association. (1994). Diagnostic and statistical manual of


mental disorders (4a. ed.) Washington, DC, E. U.: Autor.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


162

Libro editado:
Gibbs, J. T. y Huang, L. N. (Eds.). (1991). Children, of color: Psychological
interventions with minority youth. San Francisco, CA, E. U.: Jossey-Bass.

Enciclopedia o diccionario:
Sadie, S. (Ed.). (1980). The new Grove dictionary of music and musicians
(6a. ed., Vols. 1-20). Londres, Inglaterra: Macmillan.

Entrada en una enciclopedia:


Bergmann, P. G. (1993). Relativity. En The new encyclopaedia Britannica (Vol.
26, pp. 501-508). Chicago, IL, E. U.: Encyclopaedia Britannica.
Si una entrada no tiene crédito, comience la referencia con el título de la obra en
la posición del autor.

Artículo o capítulo dentro de un libro editado:


Massaro, D. (1992). Broadening the domain of the fuzzy logical model of
perception. En H. L. Pick, Jr., P. Van den Broek y D.C. Knill (Eds.), Cognition:
Conceptual and methodological issues (pp. 51-84). Washington, DC, E. U.:
American Psychological Association.

Obras completas de Freud, Klein, etc.:1


Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En Strachey, J.
(Ed.), Sigmund Freud. Obras completas. (Vol. 18, pp. 63-136). Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu, 1976.
En el texto, utilice la siguiente cita entre paréntesis: (Freud, 1921).

Actas o memorias publicadas, contribución publicada para un simposio,


artículo o capítulo en un libro editado:
Deci, E. L. y Ryan, R. M. (1991). A motivational approach to self: Integration in
personality. En R. Dienstbier (Ed.), Nebraska Symposium on Motivation: Vol. 38.

1
Hemos decidido no seguir el estilo de la APA en este punto, para lo cual ofrecemos la
siguiente explicación y sugerencia: algunos trabajos psicoanalíticos, sobre todo los que
citan extensamente a los autores clásicos, suelen tener hasta veinte, treinta, cuarenta refe-
rencias a obras de Freud, Klein, etc., lo que implicaría señalar el año de la presente edición
(y no de publicación original del artículo o libro), distinguiendo cada entrada con una letra
del alfabeto, lo cual en ocasiones sería insuficiente y se prestaría a gran confusión. Nuestra
propuesta entonces es que en estos casos se indiquen entre paréntesis ambas fechas.

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
163

Perspectives on motivation (pp. 237-288). Lincoln, E. U.: University of Nebraska


Press.

Ponencia no publicada presentada en un simposio:

Lichstein, K. L., Johnson, R. S., Womack, T. D., Dean, J. E. y Childers, C. K.


(1990, junio). Relaxation therapy for polypharmacy use in elderly insomniacs
and noninsomniacs. En T. L. Rosenthal (Presidente), Reducing medication in
geriatric populations. Simposio efectuado en la reunión del First International
Congress of Behavioral Medicine, Uppsala, Suecia.

Tesis no publicadas:

Avendaño Barroeta, A. (2003). Estudio psicoanalítico sobre los conceptos de


colusión y dependencia emocional en la pareja humana. Tesis de licenciatura no
publicada, Universidad Intercontinental, D. F., México.

Manuscrito en curso o presentado para su publicación, pero no aceptado


aún:

McIntosh, D. N. (1993). Religion as schema, with implications for the relation


between religion and coping. Manuscrito presentado para su publicación.

Artículos de internet basados en una fuente impresa:2

VandenBos, G., Knapp, S. y Doe, J. (2001). Role of reference elements in the


selection of resources by psychology undergraduates [Versión electrónica],
Joumal of Bibliographic Research, 5, 117- 123. Recuperado el 13 de octubre de
2001, de http:// jbr.org/articles.html

Artículos en una revista científica exclusiva de internet:

Fredrickson, B. L. (2000, 7 de marzo). Cultivating positive emotions to optimize


health and wellbeing. Prevention & Treatment, 3, Artículo 0001a. Recuperado el
20 de noviembre de 2000, de http:// journals.apa.org/prevention/volume3/
preO030001a.html

Utilice s.f. (sin fecha) cuando la fecha de una publicación no esté disponible.
2
Como mínimo, una referencia de una fuente de Internet debe proporcionar el título o una
descripción del documento, una fecha (ya sea la de publicación, actualización o la de recu-
peración) y la dirección electrónica (en términos de internet, un URL [Uniform Resource
Locator = Localizador Uniforme de Recursos]. Asimismo, identifique a los autores de un
documento cuando sea posible.

revista de psicoanálisis y grupos • vol 2 • núm 2 • e n e r o - j u n i o 2004


164

Capítulo o sección en un documento de Internet:

Benton Foundation. (1998, 7 de julio). Barriers to closing the gap. En Losing


ground bit by bit: Low-income communitiesin the information age (cap. 2). Recu-
perado de http://www.benton.org/Library/ Low-Income/two.html

Documento independiente, sin autor, sin fecha:

GVU’s 8th WWW user survey. (s. f.). Recuperado el 8 de agosto de 2000, de
http://www.cc.gatech.edu/gvu/ user_surveys/survey-1997-10/

Si no es posible identificar al autor de un documento, comience la referencia con


el título del mismo.

Correo electrónico:

Los correos electrónicos enviados de una persona a otra, deben citarse como
una comunicación personal.

Copia electrónica del artículo de una revista científica, entre tres y cinco
autores, recuperado de una base de datos:

Borman, W. C., Hanson, M. A., Oppler, S. H., Pulakos, E. D. y White, L. A.


(1993). Role of early supervisory experience in supervisor performance. Journal
of Applied Psychology, 78, 443-449. Recuperado el 23 de octubre de 2000, de la
base de datos PsycARTICLES.

Artículo de diario o periódico, versión eletrónica:

Hilts, P .J. (1999, 16 de febrero). In forecasting their emotions, most people flunk
out. New York Times. Recuperado el 21 de noviembre de 2000, de http://
www.nytimes.com

a s o c i a c i ó n m e x i c a n a d e p i s c o t e r a p i a a n a l í t i c a d e g r u p o
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varios
ASOCIACIÓN MEXICANA
DE PSICOTERAPIA ANALÍTICA
DE GRUPO, AC

Presentación general

La institución y su historia

La Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, AC (AMPAG) es


una institución privada que tiene como objetivos centrales el estudio, ense-
ñanza, investigación y difusión del psicoanálisis, de la psicoterapia analítica
individual y grupal, así como del psicoanálisis grupal aplicado a las institu-
ciones y a otros usos no terapéuticos.
Está constituida legalmente como una asociación civil, autosuficiente e
independiente, con 36 años de vida institucional y con más de cien socios
activos. Su sede se encuentra en la zona de Chapultepec, en la ciudad de
México, donde se realizan las actividades docentes, clínico-asistenciales,
de investigación y administrativas.
Desde finales de los años setenta, como expresión de su postura demo-
crática, funciona mediante un gobierno colegiado donde participan egresados
y estudiantes (cogobierno), organizados en diversas coordinaciones: de
Enseñanza, de Clínica, de Administración y Finanzas, de Difusión Científica
y una Coordinación General. Esta última es la encargada de la comunica-
ción institucional con el exterior.
Sus antecedentes históricos se remontan a 1945, cuando algunos
neuropsiquiatras mexicanos formaron un grupo de estudios sobre la obra
de Sigmund Freud. El grupo funcionó durante varios años y terminó con la
dispersión de sus integrantes, algunos de los cuales fueron a entrenarse
como psicoanalistas a aquellos lugares donde esto era posible: Europa,
Estados Unidos de Norteamérica y Argentina. Tiempo después, en los años
cincuenta, tras un largo tiempo de estudios en el extranjero, de seis a diez
años, retornaron a México y fundaron diversas instituciones.

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La historia de AMPAG empieza en 1961, año en que un grupo de psicoa-


nalistas interesados en las técnicas grupales —que serían después los fun-
dadores de AMPAG— realizaron una intervención de psicoanálisis institucional
en el Convento Benedictino de Santa María de la Resurrección, situado en
Cuernavaca. Esta intervención fue solicitada por Gregorio Lemercier, Prior
del monasterio. El trabajo, realizado mediante técnicas grupales, duró hasta
1968 y despertó —en su momento— grandes polémicas en el ámbito psi-
coanalítico, cultural y religioso.
En 1962, paralelamente a la actividad institucional mencionada, se hizo
una convocatoria para formar un grupo de estudios sobre psicoanálisis grupal,
el que se institucionalizó en 1967, convirtiéndose en la Asociación Mexica-
na de Psicoterapia Analítica de Grupo. Sus objetivos de docencia se inicia-
ron en ese mismo año con una primera generación de estudiantes. En el
año 2003 se llega ya a 17 generaciones. Desde 1977 se cuenta con una
Clínica abierta a la comunidad, donde se realizan tratamientos psico-
terapéuticos a costos moderados —básicamente a través de grupos— así
como actividades de investigación. Actualmente este servicio se ha amplia-
do con una segunda Clínica en Coyoacán, en el sur de la ciudad.

La enseñanza de la terapia psicoanalítica en AMPAG

El Instituto de Enseñanza es el lugar donde se realizan las actividades do-


centes y de investigación de la Coordinación de Enseñanza, instancia res-
ponsable del curso de especialización en Psicoterapia psicoanalítica de
grupo. Tiene una duración de cuatro años, divididos en semestres, y se
abre a nuevos alumnos cada dos años. Al término de los estudios los alum-
nos deben presentar un trabajo final de investigación.
La docencia se realiza bajo un complejo sistema de cuatro ejes y siete
tipos distintos de formas de aprendizaje:

1. Seminarios teórico-técnicos, donde se busca el aprendizaje mediante


las formas convencionales de la enseñanza: la lectura de los referentes
teóricos y técnicos del psicoanálisis individual y grupal y su posterior
discusión en seminarios.

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2. Experiencias vivenciales en grupos terapéuticos y no terapéuticos, con


la finalidad de conocerlos directamente y facilitar la introyección de di-
chos modelos de trabajo:
2.1. Análisis didáctico, que implica la asistencia a un psicoanálisis personal
en grupo durante varios años, a fin de que el alumno adquiera el conoci-
miento más amplio y profundo que pueda tener de sí, ya que su persona-
lidad será herramienta básica de su trabajo como psicoanalista.
2.2. Experiencias vivenciales en grupos no terapéuticos, entre otros: gru-
pos Balint, grupos T, grupos de reflexión, grupos operativos y asam-
bleas socioanalíticas.
3. Práctica clínica y supervisión de casos, teniendo como sustento y referente
la teoría y la técnica previamente enseñadas, en secuencias de compleji-
dad y responsabilidad personal gradual, en diversos campos clínicos, por la
cual se llega a la aplicación de los conocimientos adquiridos:
3.1. Supervisión (o control) de casos de psicoterapia individual.
3.2. Atención de un grupo terapéutico acompañado de un experto
(coterapia docente).
3.3.Supervisión de casos de psicoterapia grupal.
4. Investigación.

Objetivos generales del curso:

A) Formar especialistas en la aplicación clínica de la psicoterapia psi-


coanalítica individual y grupal que puedan ocuparse del diagnóstico y
tratamiento de los trastornos emocionales.
B) Formar especialistas en la aplicación no terapéutica del dispositivo psicoa-
nalítico grupal, por ejemplo, en cuanto a su aplicación a la enseñanza
vivencial, a la intervención psicológica en instituciones, a la capacitación
laboral y al trabajo comunitario.
C) Formar especialistas en psicoterapia psicoanalítica individual y grupal
capaces de realizar investigación en los campos clínicos, así como en
los campos no terapéuticos donde se apliquen modelos de atención
grupal.
D) Formar especialistas en psicoterapia psicoanalítica individual y grupal
capaces de realizar docencia a nivel de pre y posgrado.

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La práctica en los campos clínicos

La docencia y la investigación requieren de campos clínicos para su ejerci-


cio práctico. Como mencionamos, en un principio se realizaron dichas prác-
ticas en diversas instituciones públicas y en los consultorios privados de los
asociados. Con el tiempo, y en búsqueda de la autosuficiencia, se fundó la
Clínica de la Asociación (1977) como un servicio asistencial psicoterapéutico
para la población y un campo clínico de la propia institución para las prácti-
cas docentes y la investigación. No es el único espacio clínico, actualmente
las prácticas de los alumnos se dan en tres ámbitos: 1) en la clínica de la
Asociación, 2) en las instituciones donde laboran los alumnos, y 3) en sus
consultorios privados.
Las prácticas clínicas preparatorias se realizan, fundamentalmente, en
la clínica de la AMPAG y comprenden:

a) Observación de videos de grupos de admisión, así como observación


directa o en Cámara de Gesell de grupos de admisión (durante cinco
meses, en el tercer semestre del curso).
b) Observación en Cámara de Gesell (y discusión clínica inmediata duran-
te media hora) de un grupo terapéutico breve de un año de duración
(conducido por el docente de técnica grupal), para estudiar su proceso:
fase inicial, media y de terminación, así como sus técnicas de manejo,
con énfasis en la transferencia-contratransferencia y en la interpreta-
ción psicoanalítica.
c) Participación, como coterapeuta, de un docente experto, en la conduc-
ción de un grupo terapéutico analítico de dos años de duración.

Estas experiencias preparatorias permitirán arribar al objetivo final de que el


alumno pueda conducir, solo, un grupo terapéutico analítico, ya sea en la
clínica de la Asociación o en su consultorio privado. La conducción de dicho
grupo será objeto de supervisión clínica por un docente experto de la Aso-
ciación, que la realizará durante dos años a razón de una hora semanal.
En cuanto a la psicoterapia individual se sigue un proceso semejante,
donde se inician las prácticas con un taller de diagnóstico psicodinámico en
los dos primeros semestres de la maestría, con supervisión en pequeños

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grupos (máximo cuatro alumnos) de casos clínicos de los estudiantes bajo


la dirección de un docente experto. Esta supervisión de casos de psicotera-
pia individual continúa durante toda la formación.

La clínica de la AMPAG

Atiende a más de 400 pacientes en más de 50 grupos terapéuticos.


Adicionalmente cuenta con dos grupos de admisión para recepción de pa-
cientes de primera vez donde se establece su diagnóstico y derivación a los
grupos terapéuticos o a la modalidad de tratamiento que requieran. La ma-
yoría son grupos de adultos de ambos sexos planteados a dos años de
duración y hay algunos grupos especiales para niños, adolescentes, pare-
jas y trastornos sexuales (especialmente anorgasmia femenina y eyacula-
ción precoz). Además se atienden algunos casos en terapia individual, de
familia y de pareja.
Con esta población las clínicas se han vuelto, también, un espacio inte-
resante para la realización de investigaciones de diverso tipo, algunas de
ellas para tesis de recepción.

Requisitos de ingreso

a) Ser médico con especialidad en psiquiatría, psicoterapia psicoanalítica


individual, psicoanálisis o psicoterapia familiar.
b) Ser psicólogo, o tener alguna otra licenciatura afín al campo de la salud,
con maestría en psicología clínica, o especialidad en psicoanálisis, psi-
coterapia psicoanalítica individual o psicoterapia familiar.
c) Tener comprensión de la lengua inglesa.
d) Aprobar tres entrevistas de selección con miembros de la Comisión de
Ingreso.

El nuevo curso inició en febrero de 2004. La próxima convocatoria será de


septiembre a diciembre de 2005.

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Revista de Psicoanálisis y Grupos
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Observaciones

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