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Biografía

Bernal Díaz del Castillo nació entre octubre de 1495 y marzo de 14962 en Medina del
Campo, Castilla. Tenía alrededor de 20 años y carecía de hacienda cuando viajó
en 1514 a América, presuntamente en la expedición de Pedro Arias Dávila, nombrado un año
antes gobernador de Castilla del Oro. Después de participar en algunas expediciones
en Tierra Firme se embarcó para la recién conquistada Cuba, donde gobernaba Diego
Velázquez de Cuéllar, quien le prometió indios en encomienda, y permaneció dos años
inactivo esperando esta merced que nunca llegó a efectuarse.
Como la población nativa de la isla se agotaba debido a las epidemias y trabajos forzados
causados por la colonización del lugar, y, con el objetivo de capturar esclavos para luego
venderlos en Cuba, el gobernador de la isla comenzó a organizar expediciones hacia otras
zonas del Caribe. En este escenario, en 1517 se alistó Bernal bajo las órdenes del
capitán Francisco Hernández de Córdoba en la expedición que habría de descubrir las costas
de Yucatán. La expedición regresó con dificultad a Cuba debido a las condiciones climáticas y
a los enfrentamientos con los mayas que querían expulsarlos de sus tierras.
En 1518 se alistó en la expedición de Juan de Grijalva que tenía por objeto rescatar oro con
los indios mayas, la cual, tras haber recorrido las costas de Yucatán y de Veracruz, volvió
a Cuba.
En 1519 se unió finalmente a la expedición al mando de Hernán Cortés que culminaría con la
caída de México-Tenochtitlán y la conquista del Imperio Azteca y otras regiones del
actual México. Posteriormente participaría en diversas expediciones y conquistas en lo que
hoy es el sureste mexicano, Guatemala y Honduras.
Vuelto de la expedición a Honduras (1526), Bernal permanece varios años en la Ciudad de
México, pero haciendo frecuentes salidas a Coatzacoalcos, donde más tarde obtuvo el cargo
de corregidor.
En recompensa a sus servicios durante la Conquista, le son otorgados indios en encomienda;
sin embargo, diversas razones llevan a que no sean en la cantidad por él esperada o que
incluso llegue a perderlos. En este sentido, Bernal comienza a realizar diversas gestiones ante
altos funcionarios de la Nueva España esperando obtener una mejor recompensa. Los
primeros frutos de ello fueron las encomiendas que se le otorgaron en Cintla y Cimatlán.3
Su supuesto bien trato hacia los indios llevará al presidente de la Real Audiencia de
México, Sebastián Ramírez de Fuenleal a nombrarle visitador general para evitar que se
herrasen indios (es decir, para evitar que se les convirtiera por la fuerza en esclavos).
En su afán de conseguir que sus esfuerzos en la Conquista fuera recompensados, Bernal
promueve una probanza de méritos el 7 de septiembre de 1539 en la Ciudad de México. Entre
los testigos figura su antiguo capitán Luis Marín.4
Siguiendo con este afán, Díaz del Castillo hizo varios viajes a España en demanda de
mercedes. En el primero de ellos llevó consigo sendas cartas escritas por el virrey Antonio de
Mendoza y Hernán Cortés recomendándole. No obstante, Bernal no logró ser atendido por
el Consejo de Indias; sin embargo, en un segundo intento logró que se le expidiesen cédulas a
su favor que le regresaban las encomiendas en Chiapas y Tabasco que le habían quitado
mientras estuvo en la expedición en Honduras.
A su regreso de este primer viaje, Bernal se avecinda en Guatemala (1541 o 1542), merced
a Pedro de Alvarado, a la sazón gobernador de aquella provincia. Para este momento se
encuentra ya parcialmente recompensado pues ha recibido en encomienda los pueblos de
indios de Sacatepéquez, Joanagazapa y Mistlán, y ya es padre de dos hijas (Teresa e Inés),
habidas con doña Francisca, india que fue un regalo que le hizo Moctezuma. Posteriormente
tiene con su legítima esposa a su hijo Diego. Sin embargo, para obtener las encomiendas, se
ve obligado a casarse (1544) con doña Teresa Becerra, hija del conquistador y alcalde
ordinario de Guatemala Bartolomé Becerra. De los nueve hijos del matrimonio, Francisco será
el encargado de poner en limpio uno de los manuscritos de la Historia verdadera que ha
llegado hasta nuestros días.5
El segundo de los viajes (1549 o 1550) lo realizó a consecuencia de la promulgación de
las Leyes Nuevas para los encomenderos (1542) para pleitear de nuevo. En esta estancia
en España participó en la Junta de Valladolid acerca de la esclavitud de los nativos
americanos, la perpetuidad de encomiendas y tributos, la cual se celebró
en 1550(enfrentándose los argumentos contrarios de Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de
Sepúlveda). De este segundo viaje obtiene algunas cédulas para que se le restituyan más
encomiendas, y para realizar un canje de un pueblo encomendado en Coatzacoalcos por otro
en Guatemala, peticiones que no atendió el oidor López Cerrato.6
Regresa a Guatemala en septiembre de 1551 y es elegido regidor perpetuo de la ciudad; pero
al no lograr que el presidente de la audiencia satisficiera lo que pretendía haber obtenido
en España, escribió una carta al Emperador (fechada el 22 de febrero de 1552) y prosiguió en
su lucha por los que creía ser derechos inherentes a sus méritos de conquistador. Así,
entre 1553 y 1557 habría empezado a darle un nuevo cariz a un primitivo memorial de guerras
a partir de la lectura de la historia de la conquista de México que había escrito Francisco
López de Gómara (1555). La ampliación de este memorial de guerras se convertirá a la larga
en la Historia Verdadera.
El 6 de mayo de 1565, y gracias a las gestiones de su hijo Diego, el rey Felipe II le hace
concesión a Bernal de su escudo de armas.
En 1567 Bernal viaja de nuevo a España, y finalmente al año siguiente afirma haber acabado
de poner en limpio su Historia Verdadera. Sin embargo, hasta 1575 no parece que fuera
enviada a España,5 de lo cual da cuenta el licenciado Pedro Villalobos, presidente de la Real
Audiencia de Guatemala, en una carta al rey del 29 de marzo de 1575.7 Sin embargo, Bernal
conservará una copia del manuscrito la cual continuará ampliando y enmendando hasta
prácticamente su muerte.
Bernal Díaz del Castillo muere el 3 de febrero de 1584. Sus restos se encuentran en la
catedral de la ciudad de Antigua Guatemala marcados con una losa conmemorativa.

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