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CERRANDO CICLOS, SOLTAR, DEJAR IR II

Sana una herida es imposible si no expresamos el dolor que encierra. La vida y los dolores
presente nos llevan al dolor del pasado y nos da la oportunidad de sanarlo. El dolor no
permitido, tragado, ahogado no nos permite acumular la energía necesaria para librar la
batalla contra los viejos miedos, ya que para mantener ese dolor aislado y negado se
requiere una gran energía. Si se deja de tener miedo al dolor y lo sentimos en la
conciencia nos permitirá ganar energía para continuar el camino.
Cuando solo entendemos nuestra herida no sanamos. Si conoces como se genera, cuál
herida es, cómo se sana, pero sin tocar el dolor, entonces serás un experto en tus heridas
pero no en vivir en paz. Lo que en verdad sana es expresar el dolor. Cuando llegas a
entender como se ha generado ese dolor, te miras con compasión y perdón, aceptas y
abrazas ese dolor como parte de tu propia experiencia y de un aprendizaje de vida.
Muchas personas se anestesian emocionalmente y no saben sentir el dolor o lo reprimen
o racionalizan. Racionalizar el dolor sin expresarlo es un mecanismo de defensa. La
forma de sanar el dolor es primero sentirlo en el cuerpo, en el pecho, en las sensaciones
permitiéndonos sentirlo, identificando la emoción y el significado que le das a esa
emoción
Para sanar una herida no hay atajos, hay que vivir, expresar y darle un significado al dolor.
En el dolor del presente está la liberación del pasado. El dolor es un motor que nos invita
a movernos. Si no existiera nos quedaríamos parados. Cuando alguien nos pisa hasta
tronarnos los huesos. Ese dolor despierta nuestra conciencia. Nos hace poner atención en
algo que nos afecta y nos lleva a movernos y buscar el bienestar.
Para sanar una herida aceptar y perdonar. Aceptar que la vida no es a veces lo que esperas,
las personas que amas no son lo que espera, hay que aceptarla como es y trabajar por lo
que queremos que sea.

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