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FACULTAD DE AGRONOMIA

EL ROL DE LA MUJER Y LA
SEGURIDAD ALIMENTARIA
CURSO: ECOLOGIA AGRICOLA II
PROFESOR: WILFREDO NIETO
ALUMNOS:
-BANCES SANTIESTEBAN ENRIQUE
-ODAR SUPLAPUCO ANGEL
-MATEO CHAVARRI JOSEFINA
-TONGO BRIONES ELMER

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INTRODUCCION:
En muchos de los países en desarrollo, el sector agrícola contribuye en más de un
30 % al PIB, constituyendo la ocupación de dos tercios de la población
trabajadora. Según el Banco Mundial, el crecimiento del sector agrícola en estos
países sería una medida 3,2 veces más efectiva en reducir la pobreza en un valor
de 1 dólar/día que el crecimiento en cualquier otro sector.

Además, este sector puede ser mucho más resistente a las crisis económicas y
financieras. Aproximadamente, 3100 millones de personas, lo que constituye el 45
% de la humanidad, viven en zonas rurales. De ellas, alrededor de 2500 millones
dependen de la agricultura como el principal medio de subsistencia. Una porción
de esta cifra está constituida por mujeres campesinas, en concreto 500 millones,
las cuales no tienen propiedad alguna sobre la tierra y apenas reciben el 5 % de
los recursos agrícolas.

El fomento de la inversión y la reestructuración del sector agrícola en los países en


desarrollo constituye la vía más efectiva para aumentar la productividad y
favorecer su crecimiento económico. Los gobiernos y agencias donantes deben
tener ambos aspectos en cuenta para establecer sus políticas de desarrollo, como
también deberían tener en cuenta que uno de los factores que puede contribuir de
forma más efectiva a este aumento de la productividad es intentar cerrar la brecha
entre sexos que existe en el sector rural.

Las mujeres que viven en las zonas rurales representan un 25 % de la población


mundial y constituyen, de media, el 43 % de la fuerza laboral en los países en
desarrollo. Este porcentaje varía desde el 20 % de América Latina hasta el 50 %
del sudeste asiático y África subsahariana. Y es, precisamente, en el mundo rural
donde se acentúan las diferencias y dificultades que sufren las mujeres y las
niñas.

En Europa también se dan estas desigualdades, y para demostrarlo basta con


ofrecer algunos datos: más del 80 % de las mujeres que viven en el campo son
esposas colaboradoras o ayudantes, un 28,7 % de los explotadores agrícolas son
mujeres y las explotaciones en manos de mujeres son un 40 % más pequeñas que
las explotadas por los hombres.
La mujer rural juega un papel esencial en los cuatro pilares relacionados con la
seguridad alimentaria: disponibilidad, accesibilidad, utilización y estabilidad. Sin
embargo, las mujeres en las áreas rurales de los países en desarrollo están en
desventaja por no tener acceso a las mismas oportunidades ni recursos que los
hombres por cuestiones de estereotipos basados en el sexo.

Existe una brecha de sexo en cuanto al acceso a determinados recursos como


son la tierra, la energía, la tecnología, los créditos, los pesticidas y los fertilizantes.
Además las mujeres tienen un menor acceso a la formación, a la información, los
servicios públicos de protección social y a los mercados.

Según la FAO, si las mujeres tuvieran las mismas oportunidades de acceso a los
recursos productivos (semillas, fertilizantes, herramientas, créditos...) que los
hombres, podrían incrementar sus cosechas en un 20-30 %. Esto supondría un
aumento en la producción de alimentos agrícolas entre el 2,5 % y el 4 %,
reduciendo el número de personas con malnutrición en torno al 12-17 %.
ROL DE LA MUJER

Las mujeres producen entre el 60 y el 80 por ciento de los alimentos de los países
en desarrollo y la mitad de los de todo el mundo. No obstante, solo recientemente
se empezó a reconocer su papel clave como productoras y suministradoras de
alimentos y su decisiva contribución a la seguridad alimentaria del hogar.

Los estudios de la FAO confirman que la mujer, pilar de la agricultura de pequeña


escala, del trabajo campesino y de la cotidiana subsistencia familiar, tiene
mayores dificultades que el hombre a la hora de acceder a recursos como la tierra
y el crédito y los insumos y servicios que aumentan la productividad.

De hecho, la seguridad alimentaria ha sido definida por la FAO no solo en función


del acceso a los alimentos y la disponibilidad de éstos, sino también de la
distribución de recursos para producirlos así como de la generación de poder
adquisitivo para comprarlos ahí donde no se producen. Dado el papel fundamental
de la mujer en la producción y suministro de alimentos, toda estrategia para lograr
la seguridad alimentaria sostenible debe necesariamente abordar el problema su
limitado acceso a los recursos producivos.

El limitado acceso de la mujer a los recursos y su insuficiente poder adquisitivo


derivan de factores sociales, económicos y culturales, todos interrelacionados, que
le relegan a un papel subordinado, en detrimento de su propio desarrollo y el de la
sociedad en su totalidad.

Los esfuerzos e iniciativas internacionales, realizados sobre todo desde la


Conferencia Mundial sobre la Mujer, México, 1975, potenciaron el reconocimiento
de la participación decisiva de la mujer en el desarrollo rural y de otros sectores.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA AGRICULTURA

El papel de la mujer en la agricultura y su situación en las áreas rurales depende


de la región geográfica, de la clase social, de la edad y de la etnia.

La mujer de las zonas rurales juega un papel esencial para la subsistencia de sus
comunidades, aunque este papel no siempre está reconocido. Se encargan de las
tareas domésticas, como la recogida de agua y leña, realizan tareas agrícolas y
ganaderas y además venden los excedentes de sus cosechas en los mercados
locales. También se encargan del cuidado y educación de su familia.

Las mujeres también desarrollan un papel clave en la ganadería, la pesca y la


silvicultura, aunque su trabajo tiene un menor reconocimiento y las actividades en
estos sectores suelen ser menos rentables que el caso de los hombres.
La proporción de mujeres que trabajan en el sector agrícola varía desde el 20 %
de América Latina hasta casi el 50 % en algunas zonas de África y Asia. En el
sudeste asiático, en Oriente Medio y en la zona norte de África el porcentaje de
mujeres que trabajan en este sector es mayor que el caso de los hombres.
Además, debido a la migración de los hombres a las zonas urbanas, la mujer está
asumiendo mayores responsabilidades y tareas en el área rural.

En el caso de Europa, alrededor del 42 % de los 26,7 millones de personas que


trabajan en la agricultura son mujeres y como mínimo una explotación de cada
cinco son gestionadas por mujeres pero su extensión es sensiblemente inferior a
las de los hombres.

En España, este carácter subsidiario de la mujer en las explotaciones se ve


reflejada en los datos de afiliación a la seguridad social, en los que se observa que
un 75 % de mujeres cónyuges no cotizan.

La mayoría de las mujeres rurales no tienen un trabajo remunerado y si lo tienen,


su salario es mucho más bajo que en el caso de los hombres. Los salarios de las
mujeres rurales son, de media, un 25 % más bajo que el de los hombres. La falta
de formación y la imposición de unas normas sociales tradicionales hacen que la
mujer rural no alcance la suficiente capacitación para tener acceso a otros
sectores y conseguir mayores ingresos.

En líneas generales, en los países en desarrollo los rendimientos de las


explotaciones gestionados por mujeres son menores que aquellos dependientes
de hombres debido a que las primeras tienen un menor acceso a recursos
productivos y tienen menos oportunidades. Sin embargo, cuando se habla de
nutrición y de seguridad alimentaria es cuando sale a la luz todo ese trabajo
doméstico. La mujer cultiva, cuida del ganado y selecciona y prepara los
alimentos. Además, los ingresos que puede obtener de la venta de los excedentes
son reinvertidos en la familia en forma de alimentos, en educación o en salud. En
la actualidad, se están abriendo oportunidades para que las mujeres lideren los
cambios en el sector agrícola tales como la producción de nuevas cosechas,
tecnologías y nuevos mercados. No se trata de realizar una agricultura tradicional
sino de que las mujeres tengan acceso a los conocimientos y tecnologías que las
hagan alcanzar un mayor rendimiento en sus tareas. Es necesario estudiar las
vías que permitan el empoderamiento de la mujer rural adquiriendo un mayor
protagonismo en las relaciones sociales y económicas.
ACCESO A LOS RECURSOS

A pesar de ser la columna vertebral de la producción y suministro de alimentos de


consumo familiar en los países en desarrollo, las restricciones para el acceso de
las mujeres a los recursos y servicios esenciales persisten aún. Mientras que en la
mayoría de los países en desarrollo, tanto campesinas como campesinos carecen
de acceso a los recursos adecuados, las mujeres enfrentan limitaciones aún
mayores, debido a una serie de factores culturales, tradicionales y sociológicos.
Para el desarrollo de estrategias de seguridad alimentaria resulta, pues, de vital
importancia disponer de una información perfeccionada sobre los respectivos
accesos de hombres y mujeres a los recursos y al control de los mismos.

1. Acceso a la tierra.

Las mujeres no poseen siquiera el 2 por ciento de la tierra, aún cuando el


procentaje de hogares que encabezan está en constante aumento. Los programas
de reforma de la tierra, junto con la desintegración de las explotaciones
comunales, desembocaron en la transferencia de los derechos exclusivos de la
tierra a los hombres como cabezas de familia, lo que implica ignorar la existenia
de hogares encabezados por mujeres y los derechos de las mujeres casadas a co-
participar en estos derechos.

2. Acceso al crédito.

En los países que disponen de información al respecto, solo el 10 por ciento de las
facilidades crediticias se aplican a la mujer, sobre todo porque las leyes y usos
nacionales no le permiten compartir los derechos de propiedad con su marido o
porque los esquemas de titularidad excluyen a la mujer cabeza de familia, con lo
que no puede reunir los requisitos exigidas por las instituciones de préstamo.
3. Acceso a los insumos agrícolas.

El acceso de las mujeres a insumos tecnológicos tales como semillas mejoradas,


fertilizantes y pesticidas, es igualmente limitado debido a que no suelen ser
cubiertas por los servicios de extensión y a que rara vez son miembros de
cooperativas, que a menudo son las que distribuyen los insumos subsidiados por
los gobiernos a favor de los pequeños campesinos. En general, las mujeres
carecen, además, de ingresos en contante para adquirir los insumos aún cuando
son subsidiados.

4. Acceso a la educación, capacitación y servicios de extensión.

Las dos terceras partes de los mil millones de analfabetos en el mundo son
mujeres adultas y jóvenes. Las cifras disponibles revelan que solo el 5 por ciento
de los servicios de extensión es dirigido a las mujeres rurales, aún si más del 15
por ciento de los agentes de extensión son mujeres. Además, la mayor parte de
estos servicios se centran en las cosechas comerciales más que en las de
alimento y subsistencia que, en cambio, constituyen la principal preocupación de
la mujer rural y la clave de la seguridad alimentaria.

5. Acceso a la toma de decisiones.

En la mayoría de las culturas, y dado el papel tradicionalmente limitado de las


mujeres en el proceso de toma de decisiones a nivel de hogar, aldea y nación, sus
necesidades, intereses y restricciones no suelen ser reflejados en los procesos de
toma de decisión ni en las leyes que persiguen reducir la pobreza y alcanzar la
seguridad alimentaria y la sosteniblidad medioambiental. Las causas de la
exclusión de la mujer de los procesos de toma de decisiones están en estrecha
relación con su papel reproductivo y carga de trabajo del hogar, que representan
una parte importante de su tiempo.

6. Acceso a la investigación y a la tecnología apropiada.

La mujer recibe pocos beneficios de las investigaciones en materia de


innovaciones en general y en materia de producción de alimentos en paticular. Al
respecto, la labor de investigación orientada a mejorar las cosechas concede baja
prioridad a la producción de alimentos, no obstante su función determinante para
garantizar la seguridad alimentaria del hogar y la comunindad. Además, a menudo
se ignora el papel y las necesidades las campesinas a la hora de concebir
tecnologías que pueden causarles pérdidas de empleo o aumentar su carga de
trabajo.
HOGARES ENCABEZADOS POR MUJERES

El número de hogares encabezados por mujeres registra un aumento considerable


en las áreas rurales de muchos países en desarrollo, al emigrar los hombres
rurales por falta de oportunidades de empleo y generación de ingresos. En África
sub-sahariana, las mujeres encabezan el 31 por ciento de los hogares rurales,
mientras que en América Latina y el Caribe y en Asia, los porcentajes son del 17 y
del 14, respectivamente. Aún cuando existen distinto tipos de hogares
encabezados por mujeres, en casi todos los países éstos se concentran en las
franjas más pobres de la sociedad y a menudo disponen de menores ingresos que
los encabezados por hombres.

Los problemas de los hogares encabezados por mujeres en las áreas rurales
varían en función de su grado de acceso a los recursos productivos. Por ejemplo,
la FAO ha identificado las potenciales consecuencias de la ausencia del trabajo
masculino, sea en materia de baja de rendimiento y producción, de cambio hacia
cosechas menos nutrientes y que requieren menos trabajo, sea en relación al
aumento de la dependencia sobre el trabajo infantil que, a su vez, tiene mayores
implicaciones para la familia y el capital humano del país. Por lo tanto, el acceso
de la mujer a la tecnología economizadora del trabajo y el esfuerzo adquiere, en
estos casos, una importancia especial.
¿Por qué debemos invertir en la agricultura con enfoque de
género? Por dos razones fundamentales: por eficiencia y equidad.

 Eficiencia: La dimensión de género es crucial desde el punto de vista de la


eficiencia económica. En el sector agrícola, las desigualdades en el control
y acceso a los recursos entre hombres y mujeres generan grandes
ineficiencias productivas que al ser resueltas podrían incrementar la
producción de alimentos a nivel mundial. Un estudio de la FAO sugiere que,
si las mujeres tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los
hombres, la producción de sus fincas aumentaría del 20% al 30%. Esto a su
vez, incrementaría la producción agrícola de los países en desarrollo en un
2.5%-4% y disminuiría el número de personas con hambre en un 12%.

 Equidad: Las mujeres en las zonas rurales tienen menos acceso a


servicios financieros, activos productivos, tecnologías y educación que los
hombres (FAO). El enfoque de género nos puede ayudar a reducir la
inequidad en la distribución de recursos, la cual se ve influenciada
negativamente por roles sociales diferenciados entre el hombre y la mujer.
Según la FAO, es la pobreza y no la disponibilidad de alimentos el factor
principal de la inseguridad alimentaria. Esto quiere decir que, aunque hay
disponibilidad de alimentos, las personas no cuentan con recursos
económicos suficientes para adquirirlos.

No obstante, la seguridad alimentaria no es solo una cuestión de disponibilidad de


alimentos o de recursos económicos para acceder a ellos. Las personas también
deben tener acceso a alimentos de calidad nutricional en todo momento para
experimentar seguridad alimentaria. La evidencia muestra que las desigualdades
de género dentro y fuera del hogar ponen en peligro tanto la obtención de
alimentos como la seguridad nutricional, que afecta fuertemente la salud de
mujeres y niños.

Desafortunadamente, en el sector agrícola las desigualdades de género en el


control y acceso a los recursos productivos son generalizados, lo cual limita en
gran medida el desarrollo del sector. Además, los roles sociales asociados a
hombres y mujeres también generan disparidades en la distribución de activos
dentro del hogar, afectando fuertemente a la seguridad alimentaria y al bienestar
de los hogares.

Por tanto, el crecimiento del sector agropecuario en la región de América Latina y


el Caribe tiene que ser inclusivo con las mujeres para alcanzar un desarrollo
sostenible y conseguir seguridad alimentaria y nutricional. Se estima que las
mujeres producen aproximadamente entre el 60-80% de los alimentos en el
mundo y representan el 20% de la mano de obra agrícola en la región. Además,
producen, procesan y preparan gran parte de los alimentos disponibles, por lo que
son claves para la seguridad alimentaria de sus familias y sus comunidades. Sin
embargo, su contribución a la producción de alimentos no se reconoce, y en
consecuencia las mujeres se benefician en menor medida de los servicios de
extensión y capacitación.

En América Latina y el Caribe, aproximadamente una cuarta parte de la población


adulta actual es considerada obesa, y se estima que la desnutrición crónica, la
anemia, la obesidad y el sobrepeso les cuestan a los países de América Latina un
3% de su Producto Interior Bruto. Por tanto, además de asumir el peso del hogar
hay que mejorar y reconocer el papel de las mujeres como productoras agrícolas,
ya que es clave para incrementar el impacto del desarrollo agrícola sobre la
seguridad alimentaria y nutricional.

¿Y cómo lo podemos lograr?

 Empoderando a las mujeres a través de espacios de participación que


permitan identificar acciones específicas para promover y reconocer sus
roles en la agricultura.
 Mejorando el acceso a activos productivos por parte de las mujeres,
principalmente el acceso a la tierra. Esto se puede realizar a través de
proyectos que incentiven la titulación conjunta de tierras y realizando
campañas de socialización que se enfoquen en las mujeres para
informarles sobre sus derechos y deberes con respecto a la propiedad de la
tierra.
 Formando a los técnicos agropecuariosen buenas prácticas de género e
identificando horarios y acciones específicas para que las mujeres puedan
participar activamente de los espacios de capacitación.
 Incentivando la adopción de tecnologías de punta por parte de las
mujeres productoras.
 Identificando líneas de acción de innovación agrícolaque beneficien a
las mujeres y reduzcan su carga de trabajo.
 Potenciando la participación de la mujer en órganos de
gobierno, asociaciones de producción agrícola y juntas de regantes.
 Recolectando datos de acceso a recursos productivos y uso del
tiempo que estén desagregados por género para entender el rol de las
mujeres en la agricultura y cuantificar su carga de trabajo.
ACCESO A LOS SERVICIOS FINANCIEROS Y A LOS MERCADOS
Otro problema al que deben hacer frente las mujeres es la dificultad de acceso a
determinados servicios como las ayudas financieras y la extensión agrícola, así
como a la tecnología, la adquisición de semillas mejoradas o aperos agrícolas
específicos. El acceso a mercados domésticos e internacionales es un factor clave
para muchos pequeños agricultores para generar ingresos, aumentar la
productividad de las explotaciones, generar crecimiento económico en las zonas
rurales y luchar contra el hambre y la pobreza.

El Banco Interamericano de Desarrollo trabaja activamente en la implementación


de proyectos del sector agropecuario que promueven el acceso igualitario a
tecnologías, líneas de investigación agrícola que beneficien directamente a las
mujeres, que incrementen la participación de las mujeres en el acceso y la
provisión de los servicios de la extensión agrícola, y que disminuyen la brecha de
género en el acceso a los derechos de propiedad sobre la tierra.

Por ejemplo, a través del programa PRONAREC en Bolivia que busca incrementar
la productividad agrícola a través del financiamiento de infraestructura de riego, se
consiguió que, como condición para participar en el programa, el 30% de la junta
directiva de las organizaciones de regantes fueran mujeres. Además, se
incluyeron otras actividades como la asistencia técnica con enfoque de género, la
contratación de especialista en temas de género en la unidad ejecutora y la
medición de indicadores de productos y resultados desagregados por género.
También en Bolivia, el programa CRIAR busca aumentar la adopción de
tecnologías agropecuarias por parte de las mujeres a través de capacitaciones
técnicas con enfoque de género.

En Haití, el BID está promoviendo la adopción de tecnologías agropecuarias por


parte de las mujeres, así como líneas de investigación agrícola específicamente
enfocadas a beneficiar este segmento de la población. Estas líneas de
investigación están dedicadas específicamente a desarrollar nuevas tecnologías
que reduzcan la vulnerabilidad al cambio climático y aumenten la productividad de
cultivos que son principalmente sembrados por las mujeres.
EN EL PERÚ

A lo largo de la historia, la mujer ha


cumplido un rol muy importante en
la sociedad, y que ha sido
reconocido en distintas
oportunidades. Un hito importante
en este proceso se dio en julio del
2010, cuando la Asamblea General
de la Organización de las Naciones
Unidas votó unánimemente por
la creación de una nueva entidad
para la igualdad de género y
empoderamiento de la mujer que
tiene el nombre de “ONU Mujeres”.

Esta nueva entidad reconoce que,


para alcanzar los objetivos de
desarrollo en un país, se debe
promocionar la equidad de género,
de tal modo que la mujer sea
protagonista en el desarrollo
económico y social.

Sin embargo en la región Loreto,


aún existe inequidad de género, lo
que representa un problema social
actual, principalmente en las comunidades ribereñas y nativas. Por eso, considero
importante resaltar el caso del trabajo comprometido de una mujer que día a día
promueve actividades relacionadas a la seguridad alimentaria y conservación de la
agrobiodiversidad en beneficio de su comunidad. A continuación presentaré el
caso del Llucelma de Flor.

Llucelma Meléndez es moradora de la Comunidad de Flor de Castaña, tiene 35


años de edad, primaria completa, y cuatro pequeños hijos a su cargo. Está casada
con el Profesor Carlos García Vásquez. Ella se preocupa de la seguridad
alimenticia de su familia; es agricultora, y trabaja arduamente en la producción de
variedades de cultivos nativos. En el marco de su trabajo, ella es una de las
principales promotoras de la creación de zonas de agrobiodiversidad.

Llucelma es una mujer que gracias a su entusiasmo, perseverancia y


valentía lucha para que su comunidad progrese, ya que sin tener muchos estudios
y sin casi haber salido de Flor de Castaña; tiene un enfoque distinto a la mayoría
de personas que viven en esa comunidad y eso permite que sus vecinos la
respeten y tomen en consideración sus opiniones. De acuerdo a lo que nos ha
comentado, Llucelma cree fielmente que si su comunidad se mantiene unida y
trabaja bajo los términos del diálogo, lograrán salir adelante conjuntamente.

El paraíso donde vive Llucelma es una muestra ejemplar de la interacción entre la


naturaleza, el ser humano y la cultura, aprender de sus costumbres y creencias es
inevitable, principalmente del uso de las propiedades de las plantas y
animales. Sería muy interesante, que estos conocimientos sean transmitidos de
generación en generación, y considerados tradición innata de sus antepasados. A
tal punto, que la comunidad tome en cuenta la importancia de la zona, para
impulsar la solicitud para el reconocimiento de una Zona de Agrobiodiversidad en
sus tierras.

Llucelma es una madre de familia que ayuda en la economía de su hogar y que


contribuye a la alimentación de la población loretana. Actualmente, cuenta con una
hectárea de chacra, en donde cultiva gran diversidad de especies nativas como
cinco variedades de yuca, plátano, pepino, sandia, maíz, fréjol ucayalino y ají
charapita. En la huerta de su casa se dedica a la crianza de gallinas y patos.

CONCLUSIONES
 La mujer rural juega un papel esencial en la lucha contra el hambre y la
pobreza. Sin embargo, este papel está lejos de ser reconocido. La falta de
acceso a recursos productivos, a los mercados y a las fuentes de
financiación hace que no se pueda explotar todo el potencial que tienen las
mujeres para garantizar la seguridad alimentaria. Además, existen otros
factores que inciden más directamente sobre las mujeres como es el caso
del cambio climático, lo que les otorga una mayor vulnerabilidad.
 Pese a que las cuestiones de igualdad de sexo se están viendo impulsadas
por las distintas organizaciones internacionales, en la actualidad, las
mujeres rurales no han alcanzado posiciones relevantes en la toma de
decisiones a la hora de establecer políticas relacionadas con los desafíos a
los que se enfrenta el sistema alimentario mundial. Es necesario que las
políticas comerciales y agrícolas tengan en consideración la cuestión
sexual y la no discriminación.
 Se podría encontrar un impulso para alcanzar el empoderamiento de la
mujer agrícola si a la hora de determinar la financiación de proyectos de
desarrollo sostenible tuviera mayor consideración aquellos que aborden la
cuestión de género.
 La gestión sostenible de los recursos hídricos es una cuestión íntimamente
ligada a la lucha contra el hambre y la pobreza. En este apartado, como en
los anteriores mostrados en el capítulo, la mujer desempeña también un
papel fundamental.
LINKOGRAFIA

 http://www.fao.org/FOCUS/S/Women/Sustin-s.htm

 file:///C:/Users/JOSEFINA/Downloads/Dialnet-

ElPapelDeLaMujerEnLaSeguridadAlimentaria-4184102.pdf

 https://www.google.com/search?q=el+papel+de+la+mujer+en+la+seguridad+alimentaria+

PERU&biw=1094&bih=486&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjtwq7gkrjbAhW

EjVkKHZMUCzAQ_AUICygC#imgrc=dUIZFSAzEhVfcM:

 https://blogs.iadb.org/sostenibilidad/2017/10/02/cual-es-el-rol-de-la-mujer-en-la-

seguridad-alimentaria/

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