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El Carácter Humano de la Poesía de Vallejo

César Abraham Vallejo Mendoza es uno de los poetas más importantes del siglo

XX en América Latina. Aunque se le considera el “máximo exponente del Vanguardismo

literario en Perú”, también es cierto que en diversas etapas de su obra se notan

importantes influencias del modernismo, indigenismo, poesía social e incluso el impacto

de acontecimientos históricos, como la Guerra Civil española (Fernández 169). El haber

nacido y vivido la primera etapa de su vida en un pueblo pequeño de la zona andina norte

del Perú (Santiago de Chuco), hizo que Vallejo conociera desde muy niño la extrema

miseria, pero a su vez gozara del intenso calor del hogar. Estas dos constantes en su vida,

así como también su paso por una cárcel en Perú y su sufrida estancia en París, marcaron

de manera notable el carácter distintivo de todas sus obras. Es así como en el “complejo

mundo poético” del mejor poeta peruano de todos los tiempos, resaltan un profundo

arraigo al ámbito familiar, la presencia del cristianismo, las experiencias del dolor

cotidiano y la muerte, la visión del mundo como un lugar penitencial sin certeza de

salvación, y la solidaridad con los pobres y desamparados (Aguilera). Estos sentimientos

son expresados, mayormente, siguiendo técnicas y estilos nuevos, así como un carácter

confesional y metafísico (Fernández 169).

El arte lírico de Vallejo se concentra en sus tres grandes libros: Los heraldos

negros, Trilce y Poemas humanos. Publicado en 1918, Los heraldos negros fue su primer

poemario, el cual gracias a su “imaginería algo romántica de la tierra peruana y del

indígena” es calificado como uno de los más representativos ejemplos del


postmodernismo (Friedman 206). En Trilce (1922), Vallejo refleja directamente la crítica

experiencia vivida en una cárcel de Perú. En este libro, se le nota más “rebelde y audaz”,

apartándose de los modelos tradicionales que hasta entonces había seguido e

incorporando novedades como nuevas o modificadas palabras, de esta manera poniendo

en libertad el lenguaje y produciendo “un verso flexible, totalmente autónomo” (206).

Finalmente, en Poemas humanos, el cual fue publicado póstumamente en 1939, el poeta

incorpora elementos históricos y una realidad concreta (peruana e universal) con lo que

manifiesta una “apasionada fe en la lucha de los hombres por la justicia y la solidaridad

social” (Aguilera). Entre sus libros también cabe destacar España, aparta de mí este

cáliz, el cual fue inspirado por las acciones de la Guerra Civil española y por la amplia

solidaridad que sintió por las víctimas de esta.

La vida familiar es uno de los elementos más importantes y presentes en la

poesía de Vallejo. Características propias del ambiente hogareño se pueden encontrar en

un gran número de sus poemas, siendo quizás la más importante el “horno” de la casa.

Este elemento es de gran significado ya que un horno representa no sólo el intenso calor

de las relaciones familiares, sino también la comida o el pan (este último también muy

usado por Vallejo) que distingue tanto a una familia como a sus tradiciones. Por ejemplo,

en el poema “Los Heraldos Negros” aparece la siguiente metáfora: “Esos golpes

sangrientos son las crepitaciones / de algún pan que en la puerta del horno se nos quema”

(Paredes), en la que se hace una comparación implícita entre un dolor muy grande de la

vida y los crujidos de un pan que se está quemando. Al utilizar este punto de

comparación tan universal como lo son el horno y el pan, Vallejo hace muy fácil que los

lectores se relacionen con lo que está hablando. Aparte de usar simbolismos, este poeta
también hace referencia a las relaciones familiares de una manera más directa. En el

poema “La violencia de las horas”, el cual está envuelto en una atmósfera de muerte,

Vallejo cuenta del gran vacío y dolor interno que siente tras el deceso de casi toda su

familia y personas más allegadas: “Todos han muerto…doña Antonia, la ronca, / que

hacía pan barato…Murió mi tía Albina…Murió Lucas, / mi cuñado…Murió en mi

revólver mi madre, / en mi puño mi hermana / y mi hermano en mi víscera sangrienta…”

(Paredes). No cabe duda que para este ser tan humano, su familia fue lo primordial en la

vida; su refugio y consuelo durante tiempos de angustias y sufrimientos.

La fe católica siempre ha estado muy presente en la vida cotidiana de las

familias peruanas, particularmente de las de pueblos pequeños y aislados como lo es

Santiago de Chuco, de dónde era Vallejo. Esto, sumado a la extraña coincidencia de que

sus dos abuelos fueron sacerdotes católicos españoles, explican la tendencia de Vallejo de

incluir en su lírica detalles del cristianismo y la religiosidad (“The Academy”). Por

ejemplo, en “El pan nuestro”, un poema lleno de solidaridad hacia los más necesitados,

Vallejo hace unas alusiones importantes a Dios: “Y saquear a los ricos sus viñedos / con

las dos manos santas que a un golpe de luz / volaron desclavadas de la Cruz”, y “¡El pan

nuestro de cada día danóslo, / Señor...!” (Paredes), con lo que está clamando a Dios por

su ayuda y consuelo ante tanta desesperación causada por el hambre y la injusticia social.

En “Los Heraldos Negros”, también se hace presente la fe católica del poeta, el cual nos

dice que: “Hay golpes en la vida, tan fuertes...Golpes como del odio de Dios... [Golpes

que son] las caídas hondas de los Cristos del alma” (Paredes). En este último fragmento

no sólo se aprecia su respeto hacia Dios y el immenso dolor con el que compara el

sentirse odiado por Él, sino también algo que caracteriza a Vallejo que son sus metáforas
extrañas. En “Nochebuena”, perteneciente a su primer libro, el poeta celebra tan

importante y sagrada fecha para el mundo católico: “Balarán mis versos en tu predio

entonces, / canturreando en todos sus místicos bronces / que ha nacido el Niño-Jesús de

tu amor” (Paredes), lo cual es una muestra clave del sentimiento religioso de Vallejo. En

otro de sus poemas, “Los dados enternos”, se puede ver una actitud muy diferente del

poeta hacia Dios, en este él le recrimina su falta de compasión por el sufrimiento del

hombre: “Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios; / pero tú, que

estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación” (Paredes). Esta “osadía” en

dirigirse a Dios, esta especie de amargura rencorosa con respecto a Él, podría justificarse

como la consecuencia de una ofuscación en Vallejo provocada por el dolor presenciado a

su alrededor. El sufrimiento humano es lo único, en mi opinión, que podría causar tan

grande cambio en la expresión de Vallejo. De cualquier modo, no cabe la menor duda de

que la crianza profundamente religiosa de Vallejo fue una gran influencia en su carácter

como poeta.

Las obsesiones más grandes de Vallejo fueron el dolor y la muerte humana.

Esto lo dejó plasmado claramente en sus poemas y fue, quizás, lo que más distingue a su

temática lírica. Poemas como “Los Heraldos Negros” son los que reflejan esto: “Hay

golpes en la vida...Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte”

(Paredes). Para Vallejo, el dolor no sólo estaba en todas partes, no sólo era fuertísimo,

sino que además crecía: “Y, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, /

crece a treinta minutos por segundo...” (del poema “Los Nueve Monstruos”) (Paredes).

Esta vida llena de dolores, según el poeta, sería capaz de “acabar” con cualquier persona,

“para cuando yo muera / de vida y no de tiempo”, como lo dice en “Epístola a los


transeúntes” (Paredes). Este último verso es muy significativo porque nos indica la idea

de Vallejo de que la muerte es más consecuencia de la vida (y el sufrimiento que significa

vivirla) que del paso del tiempo y la vejez que viene con él. La agonía de la humanidad

víctima de la incoherencia y maldad de la vida también ocupan un lugar central en los

poemas de este peruano. Por ejemplo, en “Desnudo en Barro”, Vallejo escribe: “…Y

madrugar, poeta, nómada, / al crudísimo día de ser hombre”, con lo cual nos transmite el

mensaje de la pesadilla que es ser hombre; ser precisamente “humano” y no de otra

“naturaleza” como lo son los poetas (que, en este caso, se entienden como hombres

dedicados a lo bello del arte, a rescatar lo hermoso de la vida, y no tanto a vivirla).

También los siguientes versos muestran a los hombres como víctimas: “Y el

hombre...Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos...vuelve los ojos locos, y todo lo vivido / se

empoza, como charco de culpa en la mirada” (Paredes), dejando en claro que la vida del

hombre es sólo una especie de castigo, una fuente de dolor, que después se convierte en

remordimiento, en un “charco de culpa” en la mirada de la humanidad. Todas estas

angustiosas expresiones de un Vallejo algo pesimista, que vuelve los ojos al mundo sólo

para hallarlo como un retrato de sufrimiento y muerte, confirman que “la obsesión de la

muerte, pero sin temerla, y la angustia de la vida sin dolores por ella, constituyen la base

misma de la poesía de Vallejo” (Fernández 169).

A consecuencia del sombrío concepto que tenía Vallejo sobre el mundo, este

siempre le pareció como un lugar penitencial sin certeza de salvación, en el que sólo la

muerte representaba algo seguro. La existencia de sólo una salida a los dolores del vivir,

se aprecia en “Ausente”: “La mañana en que me vaya / más lejos de lo lejos, al Misterio, /

como siguiendo inevitable raya…” (Paredes), en dónde se puede ver como este destino
“inevitable” de la muerte es expresado por el poeta a través de metáforas. De similar

manera, en “Los dados eternos”, la “sepultura” constituye el fin de la humanidad, “[la

tierra] es un dado roído y ya redondo / a fuerza de rodar a la ventura, / que no puede parar

sino en un hueco, / en el hueco de inmensa sepultura” (Paredes). La impotencia del

hombre ante la indiscutible muerte, es tema central del poema “Masa”, en el que una

persona, a la que se le van sumando cada vez más gente, le pide a un moribundo que por

favor no muera, “Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo” (Paredes). Un poema muy

particular en dónde Vallejo habla también de la muerte es “Piedra negra sobre piedra

blanca”. Este poema es especial ya que en él Vallejo vaticina su propia muerte,

hablándose a si mismo, como si fuera a otra persona, y mostrando una vez más su

obsesión por ella (pero sin temerla). Acá, el poeta fríamente relata que “Me moriré el

Paris con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en Paris – y no me

corro-…” (Paredes). Su extraño uso del tiempo es evidente en este verso, en donde el

autor no “se corre” de la muerte porque sabe que sería absurdo y también, quizás, porque

la añora de alguna manera, al fin y al cabo, como lo dejó dicho en “Desnudo en Barro”:

“¡La tumba es todavía / un sexo de mujer que atrae al hombre!” (Paredes).

“El pan nuestro” es la más clara representación de la solidaridad del poeta con

los pobres y desamparados, con los que indudablemente se rodeaba cuando vivía en su

país de origen, Perú. En este poema, Vallejo muestra su preocupación y angustia por los

que no tienen para comer, y además porque está seguro de que su sola existencia es una

razón más por la que estos no comen: él se está comiendo la comida que podría ser para

otro más necesitado que él. Es por esto, que nos dice que “quisiera tocar todas las

puertas…y luego ver a los pobres, y, llorando quedos, / dar pedacitos de pan fresco a
todos” (Paredes). Un remordimiento más en su vida, de los que tanto hablaba en sus

poemas, es el de la idea de que “Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para

otro; / y pienso que si no hubiera nacido, / ¡otro pobre tomara este café! / Yo soy un mal

ladrón…” (Paredes). Movido por las ganas de remediar este “pecado” suyo, Vallejo crea

los más hermosos versos de carácter y sentimiento humano de todas sus obras: “…

quisiera yo tocar todas las puertas, / y suplicar a no se quién, perdón, / y hacerle pedacitos

de pan fresco / aquí, ¡en el horno de mi corazón…!” (Paredes). Otra vez el “horno” hace

un importante aporte en la lírica de Vallejo, representando el calor que hay en su corazón

y el de sus sentimientos tan solidarios.

Otro detalle bastante importante que caracteriza algunos de los trabajos de

Vallejo es la influencia de la poesía indigenista. Aunque siendo sin duda universal, este

poeta no dejó de ser peruano; “nadie como él ha podido traducir en versos el alma

nacional del Perú” (Fernández 169). Lo indio (sus dos abuelas eran indias Chimú) se

destila en él, y se filtra su tristeza resignada en poemas tales como “Idilio muerto”. Acá el

poeta recuerda con nostalgia a su “andina y dulce Rita de junco y capulí”, a quién se la

imagina con sus manos planchando en “actitud contrita”, y de la que no olvida “su falda

de franela” y su “sabor a canas de mayo del lugar” (Paredes). Además, Vallejo habla un

poco acerca del paisaje, un ambiente como de pueblo, siempre sombrío, y triste, en dónde

las lluvias “[le] quitan las ganas de vivir” y dónde “[llora] en las tejas un pájaro salvaje”

(Paredes). Otro poema representativo y sentimental como este es: “Fue domingo en las

claras orejas de mi burro…”. Acá, Vallejo incluso nombra al Perú en los siguientes

versos: “Fue domingo en las claras orejas de mi burro, / de mi burro peruano en el Perú

(Perdonen la tristeza)” (Paredes), en dónde también es evidente el sentimiento tan


nostálgico y de añoranza que le provoca al poeta la mención y el recuerdo de su patria; de

su hogar. La descripción lírica del paisaje, “Tal de mi tierra veo los cerros retrasados, /

ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista, / que tornan ya pintados de

creencias, / cerros horizontales de mis penas” (Paredes), es un ejemplo más de la inmensa

humanidad y sensibilidad del poeta. Es evidente el sentimiento que habita en los versos

de estos dos poemas (como en muchos otros); un sentimiento muy puro y que, con la

ayuda de la maestría de Vallejo, pintan una bella imagen de un pueblo peruano, un

ambiente andino; un pueblo como en el que él nació.

Vallejo fue un poeta que no se aferró completamente a ningún movimiento

literario, y que tampoco dejó escuela. A lo largo de su carrera experimentó con diferentes

y novedosas técnicas aunque siempre manteniendo la misma temática en general,

expresada en un “tono personal e íntimo” (Friedman 206). Su lenguaje fue

principalmente sencillo, fácil de entender. Sus complejidades se encontraban en las

metáforas y el uso del tiempo, los cuales eran muy peculiares y característicos de su

persona. Usó mucho en sus poemas la perífrasis, como por ejemplo, “corona de una testa

inmensa” para referirse a la luna (en “Desolación sagrada”) y “parábola excelsa de

amor” refiriéndose a su amada en “Para el alma imposible de mi amada” (Paredes). En su

libro Trilce, experimentó con versos totalmente libres, no sólo en cuanto a la métrica y al

ritmo, sino también en cuanto a sintaxis y lógica (Fernández 250). Incluso hizo uso de

formas antiliterarias como el famoso “Yo no sé” de Los Heraldos Negros. En general, se

podría decir que su poesía evitaba los “adornos”, presentando un significado más bien

concentrado.
Sin discusión, César Vallejo es el poeta peruano más grande de todos los

tiempos. Su nombre es símbolo de la poesía peruana, aunque su temática siempre fue

universal. Es quizás por esto, que tantos alrededor del mundo sienten tan suyo a Vallejo,

sintiendo así, como suyos, los grandes padecimientos, los grandes sufrimientos, la

inconfundible compasión por el prójimo, la entrega a los pobres, a la vida cotidiana, y el

amor hogareño que invadían la mente y el corazón de este hombre, de este poeta que

murió de universo, que murió de vida, y que, después de muerto, bien se podría decir,

usando un verso suyo, que “su cadáver estaba lleno de mundos” (Fernández 168). Una de

las voces más originales de la poesía, fue ante todo un ser muy compasivo, César Vallejo

fue un piadoso “horno” humano: fue puro hombre.

Referencias

Aguilera, Oscar. El Autor de la Semana. 1998. Univeridad de


Chile. 29 Apr. 2005
<http://rehue.csociales.uchile.cl/rehuehome/facultad/publicaciones/
autores/vallejo/vallejo.htm>.

Fernandez, Walter. Literatura Española y Peruana. Lima: San


Marcos, n.d. 167-250.
Friedman, Edward, Teresa Valdivieso, and Carmelo Virgillo.
Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. New York
City: McGraw-Hill, 2004.

Paredes, Ramón. Literatura.us. 1 May 2005


<http://www.literatura.us/vallejo/index.html>.

The Academy of American Poets. 1997. The Academy of American


Poets. 01 May 2005
<http://www.poets.org/poets/poets.cfm?45442B7C000C0504>.

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