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La flor y el florero

Una tía de un grupo fue a visitar a Juan, un niño que sin mediar palabra dejó de
participar cada semana; le habían contado que estaba triste y sin ánimo.
Cuando la tía llegó, Juan abrió la puerta y la dejó entrar y se sentaron en silencio junto a
un hermoso florero.
La tía miró largamente este hermoso arreglo floral, luego de un rato tomó una de las
flores más bellas y la sacó del agua y la puso en la mesa.
La flor, que era particularmente sensible a la falta de agua, después de unos minutos se
cerró y comenzó a perder su belleza.
Pasados otros minutos, la mujer tomó delicadamente la flor y la puso en medio de todas
las flores y rápidamente la flor comenzó a abrirse y mostrar toda su belleza.
Antes de levantarse, y mirándole a los ojos, le dijo: Juan, tu eres esa flor y el florero es tu
grupo que te espera.
Acompañándola a la puerta, Juan, antes de despedirla contempló la flor, pero quedó
más admirado con la belleza que había cobrado el florero para sus ojos, y le dijo a la tía:
Gracias, nos vemos en el grupo.

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