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EPIDEMIOLOGÍA NO POSITIVISTAS.
Resumido de:
Quevedo E. (1992) El Proceso salud-enfermedad: hacia una clínica y una
epidemiología no positivista. En: Cardona Á (ed.) Sociedad y Salud. Bogotá:
Zeus Editores: 5-85.
1
Velloza, M. (s.f.). Universidad del Rosario. Obtenido de:
https://www.urosario.edu.co/Investigacion/Divulgacion-cientifica/Salud-y-Bienestar/Emilio-Quevedo-
historiador-de-la-medicina-Colombi/
expresan en síntomas y signos, y que son causadas por agentes externos. En
relación a estas consideraciones, el autor identifica tres obstáculos
epistemológicos del paradigma moderno que han impedido una
reconceptualización del proceso salud-enfermedad, los cuales son: el mito del
origen sensorial de los conocimientos, el mito ecológico y el mito del estilo de
vida.
La segunda parte intenta mostrar los diferentes caminos por los que se ha
intentado romper con los conceptos modernos, en los que se lucha por el
reconocimiento de lo social en el proceso salud-enfermedad. Estos primeros
intentos comenzaron con la Medicina Social de Virchow y su movimiento, que
abogaron por la reorganización de los servicios en salud. Después, los trabajos
de Sigmund Freud sobre el inconsciente trajeron tres novedades: la
comprensión de la enfermedad psíquica, la ruptura con la confianza absoluta
en la observación, ya que el inconsciente no está a simple vista, y la
individualización de la realidad de enfermar. Le siguió la fisura antropológica,
la cual comenzó a hablar sobre la salud y la enfermedad como realidades
atravesadas por la cultura y sobre la incapacidad para comprenderlas si no se
entiende el contexto. La última fisura mencionada es la epidemiológica. En este
punto, la salud ya es vista como un fenómeno ligado a las condiciones de vida
de la población y se está buscando una definición de enfermedad que incluya
lo social como uno de sus detonantes. Así, se plantea el modelo multicausal de
Leavell y Clark, que incluye lo social en el ambiente, siendo este último uno de
los tres elementos etiológicos de la enfermedad (agente, huésped y ambiente),
y que propone buscar la ayuda de las ciencias sociales para manejar mejor el
problema. A pesar de los avances, en estas fisuras permanecen obstáculos
epistemológicos que no permiten contemplar lo social como el receptáculo en
el que se desarrolla la vida humana, sino que lo incluyen como un elemento
externo al ser humano, como parte del “ambiente”, despojándolo de su misma
humanidad. También, en algunas fisuras no se logra superar la visión
biologicista, se confunde lo normal con la salud y la individualización se enfoca
demasiado en la biografía del enfermo, perdiendo de vista que dicha biografía
resulta de las interacciones del individuo.
La tercera parte empieza presentando críticas, que son fruto de la ausencia de
una teoría social, como las visiones desde la teoría factorial, las propuestas de
la sociología médica del siglo XX, especialmente la de Henry Sigerist, la
Medicina Social a cargo del Dr. García o el grupo de Nestor A. Braunstein con
su teoría del “doble proceso de sujetación”. Estos planteamientos tienen
elementos que han aportado positivamente, a pesar de seguir presentando
obstáculos como, por ejemplo, el privilegio del economicismo, lo cual implica
que se sigue viendo la enfermedad como una modificación de la biología. A
continuación, se abren posibilidades para una superación futura de los
conceptos modernos mediante la constitución de una epidemiología y una
clínica no positivistas, en las que se considere la historia como el estudio de
los procesos, y no como un mero acúmulo de descubrimientos, que analicen
los acontecimientos como inmersiones dentro de tres temporalidades básicas:
la corta duración (“el tiempo de los hombres”), la mediana duración (el tiempo
de los grupos sociales) y la larga duración (“estructuras”, procesos de una
porción del planeta) y que no se “usen” los métodos de las ciencias sociales,
sino que los incorporen metodológicamente. De esta forma, además de mejorar
el proceso investigativo, se potenciaría la práctica médica al entender de qué
manera el proceso social de salud-enfermedad se materializa en el individuo
dentro de las posibilidades del perfil de su comunidad. Por último, y a modo de
cierre, no es posible una reconstrucción de la epidemiología y la clínica sin un
replanteamiento de la enseñanza de los profesionales de la salud que los lleve
a tener una mente abierta al abordaje multidisciplinario.