Leticia Gonzàlez de Remoué, arqueóloga peruana, consultora y directora de South
American Destination
La Unión Europea y el Estado peruano diseñan juntos un turismo
alternativo que beneficie a las comunidades anfitrionas.
A menudo, las guías de viaje y los paquetes turísticos organizados no
proponen las formas más apropiadas de conocer la cultura de un país. Cuna de civilizaciones milenarias y activas comunidades indígenas, el Perú atrae a un creciente número de viajeros ávidos de ir más allá del viejo tópico de “Conozca un país en siete días y seis noches”. Pero, a pesar de que su turismo destaca cada vez más los atractivos culturales y arqueológicos, aspectos clave como la interacción con la población local estaban hasta hace poco ausentes.
Para remediarlo, la Unión Europea y la Comisión de Promoción del Perú
(PromPerú) pusieron en marcha en 1996 un programa de un millón de euros (algo más de un millón de dólares ), cuyo reto era precisamente fomentar “desde dentro” los atractivos culturales tangibles e intangibles del país.
El proyecto, bautizado “Programa Integrado de Apoyo al Desarrollo del Sector
Turismo en Perú” y codirigido por la consultora belga Lieve Coppin, nació de la organización de seminarios con entidades públicas y privadas, asociaciones locales y comunidades campesinas.
Lo que había por hacer no era un camino de rosas. Realidades como el
terrorismo o una epidemia de cólera que asoló el país entre 1991 y 1993 habían mermado su atractivo, al punto de provocar la quiebra de muchas empresas de servicios y el deterioro de la industria turística.
Tras casi dos años de trabajo de campo, se identificaron seis “zonas de
intervención” repartidas entre la región sur (Barrio de San Blas, Urubamba y Ollantaytambo) y el norte (Olleros-Chavín, Túcume y Cajamarca). Del centenar de propuestas recibidas de esos lugares, se seleccionaron 31. Elaborar guías turísticas, editar afiches, folletos o planos de los sitios y dotar de páginas web a comunidades que, en algunos casos, apenas hablaban español, fueron algunos de los cometidos más urgentes llevados a cabo por el programa, que destinó a cada proyecto entre 20.000 y 40.000 dólares.
El resultado son productos turísticos que incorporan criterios como el
fortalecimiento de la identidad cultural, el respeto al medio ambiente, la intervención activa de las comunidades locales y, por qué no, la rentabilidad. Se trata de giras tituladas “Posada Amazonas” (“Explore junto a los nativos Ese‘eja la selva de Tambopata y disfrute de las comodidades de su albergue ecológico”) o “Willoc, arte y cultura inca viviente” (“Comparta con una familia indígena el arte de tejer con los hilos del pasado el tapiz del presente”) o “Perú Llama Trek” (“Serán los propios campesinos y sus llamas quienes le lleven al origen de la cultura andina”).
En otros casos, se aprovechó el atractivo de sitios como Machu Picchu para
desarrollar el turismo en las comunidades cercanas. Así, las salinas de Maras, a poco más de una hora de la antigua ciudad inca, atraían a muy pocos turistas. El proyecto bautizado “Turismo participativo en Urubamba” intenta extender su zona de influencia con la intervención de la comunidad para que los visitantes participen guiados por los campesinos en tareas como la extracción de sal utilizando tecnologías ancestrales.
A la hora de comercializar los destinos, los promotores chocan con cierta
reticencia de algunos tour operadores, que los consideran competidores en pequeña escala. Este inconveniente, junto a la falta de control del producto y al riesgo que esto implica frente a una legislación internacional que protege al turista consumidor, podrá solucionarse si hay un mayor flujo a lo largo de la cadena de comercialización. La última etapa pasa por que las autoridades consideren el turismo como la actividad económica por excelencia. Sólo así se conseguirá la inserción de estos proyectos en un plan de mediano y largo plazo, con el que el Perú podrá cumplir con el lema rector de su proyecto, ofrecer un “Turismo con identidad”. Para bien del viajero curioso y, lo que es quizá más importante, de las comunidades locales.