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Curso de Ética UNID

CAPITULO 4
LA VALORACIÓN DE LOS ACTOS HUMANOS

INTRODUCCIÓN.
La Ética consiste, pues, en “valorar”, en ascender del plano de los hechos al plano
del derecho. No estudia tanto lo que es como lo que debe ser. Pero si vamos a
valorar, bueno es que nos pongamos de acuerdo acerca de lo que es el valor,
cuáles son sus características, cuál es su jerarquía, cuál es la esencia del valor
moral.

Al intentar dar respuesta a estas preguntas estamos entrando en terreno de una


rama filosófica llamada Axiología (tratado de los valores) muy cultivada en el siglo
XX por autores como Max Scheler y Nicolai Hartmann.

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I. PROPIEDADES DE LOS VALORES


a. Bipolaridad: Es la característica por la cual los valores se dan por
pares; a un valor positivo corresponde un valor negativo, y viceversa:
la belleza y la fealdad, la bondad y la maldad, la riqueza y la miseria,
la verdad y la falsedad, la virtud y el vicio, etc. Pero sólo el positivo
existe efectivamente; el valor negativo sólo es una privación del
correspondiente valor positivo.

Pero entonces, ¿en qué consiste propiamente un valor negativo?


¿Tiene consistencia real? Para entenderlo recurriremos a dos
términos inventados por los filósofos escolásticos: privación y
negación.
1. “Privación” es la ausencia de algo que debería de tener por
propia naturaleza. Ejemplo: un niño que nace sin brazos se
dice que adolece de una privación, o sea, no tiene algo que
debería de tener por propia naturaleza.
2. “Negación” es la simple ausencia de algo. Ejemplo: un pez
que no tiene brazos se dice que adolece una simple negación.

Pues bien, el valor negativo, corresponde a la privación, y no a la


simple negación. Por ejemplo: no porque un pez o un árbol carezcan
de manos, se les va a valorar negativamente; en cambio, un niño que
nace sin brazos tiene efectivamente un valor negativo.

El punto de referencia, o el criterio para saber si la falta de una


cualidad es una privación o una negación, será la naturaleza de cada
ente, de cada ser. Por ejemplo: Un niño de tres años que no sabe leer
ni escribir tiene una negación. Un adulto que no sabe leer tiene una
privación. Un abogado que no sabe construir una casa, tiene una
negación. Un arquitecto que adolece la misma ignorancia tiene una
privación o valor negativo en sus conocimientos profesionales.

Todo esto es importante para entender que el valor negativo no


existe. Todo cuanto existe es, y por el mismo hecho de existir, es un

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valor positivo; el valor negativo es la ausencia de algo que debería


existir, y que, por algún motivo, no se da.

De ahí que afirmemos que “el mal no existe”: todo lo que existe es un
valor positivo pero puede suceder que adolezca de una privación en
el orden moral o en otro aspecto. En ese momento recibe el nombre
de valor negativo, pero, nótese bien, no por lo que efectivamente es,
sino por lo que le falta, por lo que no existe debiendo existir, o mejor
dicho, por lo que está privado.

Subsisten, pues, las dos proposiciones: “el mal no existe”, puesto que
es una privación, pero es cierto que “hay males en el mundo”, puesto
que no todos los seres existen en la medida de las perfecciones que
les corresponden por propia naturaleza. “No existe el mal, pero
existen cosas malas”.

Esto se aplica en el orden moral de la siguiente manera: la persona


que actúa conforme a su naturaleza, o mejor dicho, que adecua su
conducta a las leyes inscritas en su misma naturaleza humana, esa
persona tiene un valor positivo moralmente hablando. Quien no
realiza dicha adecuación, adolece de una privación o valor negativo,
es decir, está actuando mal en el orden moral.

La maldad moral es, pues, la privación de la correspondiente


adecuación a las leyes naturales.

b. Trascendencia: Característica por la que los valores se dan de un


modo perfecto sólo en su esencia; pero cuando se encarnan en los
seres materiales, existen de un modo imperfecto.

Esto es importante tenerlo en cuenta porque ciertas personas, sobre


todo lo adolescentes, que suelen concebir los valores en toda su
perfección, pueden llegar a desilusionarse y decepcionarse, e incluso,

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llevados por un cierto resentimiento, pueden llegar a renegar de los


valores y actuar como si no existieran.

Los valores no están encarnados con perfección, pero es el hombre el


encargado de encarnarlos con su esfuerzo y su perseverancia. Los
valores proporcionan grandes satisfacciones al hombre, pero antes
hay que conquistarlos.

c. Preferibilidad: Cualidad por la que los valores atraen o inclinan hacia


sí mismos la atención, las facultades y, en especial, la voluntad del
hombre que los capta.

Esta propiedad está en el corazón mismo del valor. El hombre tiene


una tendencia natural para dirigirse hacia lo valioso; es decir, cuando
se encuentra ante las cosas, prefiere las que encierran un valor.
Cuando un objeto o una persona valiosa se le presentan,
inmediatamente se inclina hacia ella. Es como un imán que polariza la
energía humana.

Cuando una persona no ha captado el valor de algo, queda


indiferente hacia él, su ánimo no se inclina en pro o en contra. Por
ejemplo: es probable que un niño de 7 años suele ser indiferente
hacia una sinfonía de Beethoven; ordinariamente todavía no ha
tenido la oportunidad de captar su belleza.

Hay que aprovechar la etapa de la adolescencia para formar en los


valores por ser la edad en que el joven descubre una gama muy
variada de valores ante los que queda fuertemente impresionado: la
amistad, la fidelidad, la sinceridad, la nobleza, la valentía y capacidad
de sacrificio por un ideal noble, la elevación del amor... Es la edad del
entusiasmo, del heroísmo, del sacrificio; todo se entrega en aras del
valor que da sentido a la vida entera.

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Aunque esto sea lo normal a la naturaleza humana, se dan casos


excepcionales de ceguera axiológica, fenómeno por el que
determinadas personas son incapaces de constatar por sí mismas
cierto tipo de valores, por ejemplo, la belleza artística, ya sea en la
música, la pintura, en la literatura. Esto puede venir determinado por
la falta de educación pero también por la propia estructura
anatómica-psicológica del hombre.

Esta misma estructura anatómico-fisiológica, así como la educación y


las circunstancias concretas de la vida, son las que determinan en las
personas una determinada inclinación, orientación o preferencia
hacia un sector de valores, que va dejando en la sombra el cultivo de
los restantes. Esto es normal. No se puede pedir a todo el mundo que
cultive todos los valores por igual. La misma vocación profesional es
manifestación de tan diversas inclinaciones.

Si esta dificultad para captar determinados valores se da ante valores


sin mucha trascendencia, no tiene importancia. Pero el problema
surge cuando esta ceguera se da en el terreno de la moral. Quien
juzga lo mismo la virtud que el vicio, quien no encuentra diferencia
entre lo bueno y lo malo, quien ha endurecido su corazón por medio
de costumbres anormales, ese hombre adolece de una verdadera
privación.

Ordinariamente el valor se entrega al hombre, es un imán que atrae


la voluntad humana; es el objeto propio de la voluntad; es lo que
perfecciona al hombre en sus distintos aspectos.

d. Objetividad: Cualidad por la que los valores se dan en las cosas o


personas independientemente de que sean conocidos o no, por
alguien en particular.

Por ejemplo: el valor “utilidad” reside en una máquina de escribir,


aunque esta caiga en poder de unos salvajes analfabetos que no

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conozcan su uso y, por tanto, su utilidad. El valor moral de una


persona reside en ella, aun cuando otros la juzguen en sentido
opuesto, e inclusive, aun cuando el propio sujeto no sepa valorizar su
propia actitud honesta.

Por lo dicho, concluimos que no es lo mismo el valor que la


valoración. El primero es objetivo, pues se da independientemente
del conocimiento que de él se tenga. En cambio, la valoración es
subjetiva, porque depende de las personas que juzgan. La valoración,
para que sea valiosa, tiene que ser objetiva, es decir, basarse
efectivamente en los hechos reales que se están juzgando y no ser un
producto arbitrario de las tendencias viciosas o circunstancias
desfavorables del que juzga.

Esto es importante para hacer una crítica al Relativismo, según el cual


no hay valores objetivos sino que dependen de la persona que los
juzga, lo cual no es correcto porque se niega el valor, que es objetivo
y solo se considera la valoración con el “nombre” de valor.

II. JERARQUIZACIÓN.
Podemos establecer una jerarquía de los valores según su mayor o menor
calidad. El punto de referencia que usaremos será el hombre, la naturaleza
humana, y el criterio será según la capacidad que tenga cada valor para
perfeccionar la naturaleza humana.

a. Valores infrahumanos: Perfeccionan al hombre en sus estratos


inferiores, en lo que tiene en común con otros seres, como los
animales. No llega a un nivel humano. Por ejemplo: el placer, la
fuerza, la agilidad, la salud, la destreza.

Conviene aclarar que el placer sensible es un valor, es positivamente


un bien que perfecciona al hombre, pero ocupa la categoría inferior
dentro de toda la escala de valores. Hay que guardar una correcta
jerarquía de valores y evitar caer en dos extremos: el Puritanismo que

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dice que el placer sensible es malo, pecaminoso y el Hedonismo que


sostiene que el placer es el centro de todos los valores.

b. Valores humanos inframorales: Aquí se colocan todos los valores


humanos, es decir, aquellos que son exclusivos del hombre, que le
perfeccionan en los estratos que sólo posee un ser humano. Por
ejemplo:
1. Valores económicos: riqueza, éxito, etc. todo lo que
expansiona la propia personalidad (valores eudémonicos).
2. Valores noéticos: las referentes al conocimiento: la verdad, la
inteligencia, la ciencia.
3. Valores estéticos: belleza, gracia, arte, buen gusto, etc.
4. Valores sociales: cooperación, cohesión social, prosperidad,
poder o soberanía de la nación, prestigio, autoridad, etc.

c. Valores morales: Son por ejemplo las virtudes de prudencia, justicia,


fortaleza y templanza. Su superioridad respecto a los valores
humanos inframorales reside en dos diferencias fundamentales:
1. Los valores morales dependen exclusivamente del libre
albedrío. Cada sujeto va forjando sus propias virtudes y es
responsable de su conducta moral. Mientras que los valores
humanos inframorales no dependen del libre albedrío, puesto
que por ejemplo, las riquezas e incluso el grado de inteligencia
y el buen gusto pueden heredarse.

Las virtudes humanas nunca se heredan, sino que se adquieren


a base de esfuerzo y constancia. Por eso son valores superiores
porque se obtienen a base de mérito, por el funcionamiento
del hombre en cuanto hombre; el hombre es aquí sujeto
activo, no pasivo.

Eso no quita que un mismo acto humano pueda


proporcionarnos los dos tipos de valores, como sucede en el
siguiente ejemplo: dos estudiantes aprenden una lección, pero

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uno lo tiene que hacer con gran esfuerzo, debido a sus


circunstancias familiares; y el otro, no. El resultado objetivo es
el mismo, los dos han poseído el valor “ciencia” en el mismo
grado; pero el primero ha obtenido además un incremento en
su valor moral, debido a su tenacidad y fortaleza, por el mérito
de haber sobrellevado las dificultades familiares o económicas
que padecía.

2. La segunda razón por la que los valores morales son


superiores es definitiva: Los valores morales perfeccionan al
hombre de tal modo que lo hacen más humano, más persona.

Los valores humanos inframorales, en cambio, lo perfeccionan


en cierto aspecto, exclusivo del hombre, pero no en su núcleo
propiamente personal, o sea, como profesionista, como sabio,
como artista, como gobernante. Por ejemplo: la ciencia o la
riqueza perfeccionan al hombre en un cierto aspecto, pero no
en su misma persona. En cambio la justicia lo hace más noble,
de mayor dignidad personal, de mayor calidad en su persona
misma. Ejemplo: se dice: “esta persona, como profesionista es
excelente; pero como persona humana, no tanto” o “como
sabio o rico es muy valioso; pero, como hombre, en el fondo
de su personalidad, hay defectos de mezquindad que no me
gustan”.

d. Valores religiosos, sobrehumanos o sobrenaturales: Ocupan la


cumbre de la jerarquía de valores porque perfeccionan al hombre de
un modo superior, ya no sólo en lo que tiene más íntimo como
persona, sino en un plano que no está dentro de los moldes naturales
de lo humano. Aquí se deja la puerta abierta a todo lo sobrenatural
que provenga de Dios. Su estudio corresponde más bien a la Teología.

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Son una participación de Dios que está en un nivel superior a las


potencias naturales del hombre. Son la santidad, la amistad divina
(vida de gracia), la caridad y, en general, las virtudes teologales, etc.

La importancia de una correcta jerarquía de valores reside, sobre


todo, en la facilidad que puede proporcionar para una eficaz
orientación de la vida entera. Quien no tiene clara la jerarquía de
valores, a menudo se encuentra perplejo frente a una decisión que
tomar. La experiencia enseña que, en la práctica, muchos problemas
de la libertad van aparejados a la mayor o menor conciencia respecto
al valor e importancia de ciertos hechos de la vida.

III. LA ESENCIA DEL VALOR MORAL


a. En general: Necesitamos penetrar a nivel filosófico hasta la esencia
misma del valor. Es ésta una tarea difícil y abstracta, pero que nos
servirá para fundamentar más adelante lo que digamos acerca del
valor moral.

Siempre que se valora un objeto, se le está comparando con otro que


sirve como de medida, modelo o patrón básico. Por ejemplo:
Una máquina tiene el valor “utilidad” cuando su funcionamiento
está adecuado a cierta finalidad, es decir, cuando sirve “para”
aquello que se busca obtener.
Un alimento tiene valor “nutritivo” cuando sus cualidades
intrínsecas son aptas para ser digeridas por el aparato digestivo.
Una proposición tiene el valor “verdad” cuando se adecua con la
realidad.
Una obra de arte tiene el valor “estético” cuando se adecua a
ciertos cánones de belleza ya establecidos, es decir, cuando se
relaciona convenientemente con los patrones de belleza
establecidos dentro de un cierto estilo.

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Vemos como siempre se da una relación de adecuación:


El valor “utilidad” se compara con “la finalidad”
“nutrición” “el aparato digestivo”
“verdad” “la realidad”

El hombre es el que detecta dicha relación que se da entre los dos


entes11, seres.

Entonces ¿qué es lo que hace que a un objeto se le aplique el calificativo


de valioso, y hasta se le llame con el sustantivo “valor”? Su relación de
adecuación con otro ente. De ahí que definamos valor así:

Valor: es un ser en cuanto se relaciona adecuadamente con otro ser.


Esta definición está en íntima conexión con las propiedades que
estudiamos del valor. Es más, dichas propiedades emanan de su esencia:
El valor es objetivo, es decir, tiene cualidades que se adecuan con
otro ser, independientemente de que se conozca o no.
Es preferible, es decir, guarda relaciones de adecuación con la
voluntad del hombre.
Es bipolar, o sea, que en relación con su propia naturaleza tiene
algo positivo, y lo que le falta y debería tener es un valor negativo.
Es trascendente, es decir, guarda una relación imperfecta respecto
a un valor absoluto, como es Dios.
Es jerarquizable, lo que significa que todos están adecuados más o
menos perfectamente con el hombre, ocupando el lugar cumbre
un valor superior al mismo hombre, la base y fundamento de todo
valor, que es Dios.

Valor moral: Es una cualidad contenida en el hombre y en su conducta, y


que se relaciona adecuadamente con otro objeto, el cual se toma como
punto de referencia.

11
Lo que es, existe o puede existir.
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Y ¿cuál es ese ente que puede servir como patrón para valorar la
conducta del hombre?, ¿en comparación con qué objeto se puede decir
que una conducta es mejor que otra?

Vamos a estudiar la esencia del valor moral tanto en su aspecto material


(materia: contenido) como en su aspecto formal (forma: estructura o
unidad especial que adquiere ese contenido).

b. Aspecto material del valor moral (su materialidad o contenido): Un


acto humano es bueno cuando guarda relaciones de adecuación con
las exigencias de la naturaleza humana.

Con esto hemos encontrado el punto de referencia para valorar la


conducta humana: para valorar al hombre el punto de referencia es
su misma naturaleza racional y libre. Cuando actúa libre y
racionalmente, de acuerdo con su naturaleza, es cuando actúa con
valor moral.

La naturaleza racional del hombre es el fundamento de moralidad, o


sea, la base para juzgar la moralidad de un acto. De aquí deducimos la
siguiente definición:

Valor moral (en su aspecto material o contenido): Es la adecuación


entre un acto y las exigencias de la naturaleza racional y libre del que
lo ejecuta.

Por ello, analizando la naturaleza humana, observando las exigencias


enraizadas en esa naturaleza en cuanto tal, se podrá inferir lo que es
bueno o malo desde el punto de vista humano.

c. Aspecto formal del valor moral (su formalidad o estructura


esencial): Para ello hay que recurrir a una norma absoluta que nos
sirva como patrón o medida completamente universal, necesaria e
inmutable. Esta norma es la recta razón. Lo que esté de acuerdo con

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la recta razón es bueno. Entendemos por “recta razón” la razón que


funciona en cuanto tal, sin que se vea desviada de su objeto propio
por otras fuerzas o inclinaciones.

Por lo tanto:

El acto humano que esté de acuerdo con:


La naturaleza humana: adquieren un valor natural, ontológico.
(Materialidad)
La recta razón: adquieren un valor definitivo, absoluto, universal.
(Forma o estructura)

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