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Mitos
fundacionales
de los cinco
continentes

Tradición / Literatura

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© Tradición de los pueblos
© Francisco Garzón Céspedes, de su texto
© Ediciones COMOARTES
Colección Mínima / 11

Todos los derechos reservados

Toda reproducción de este cuaderno como tal debe contar


con el permiso escrito de la editorial
ciinoe@hotmail.com

Primera edición: Madrid, España, 2015

Diseños: Gabinete de Prensa COMOARTES

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Mitos fundacionales
de los cinco continentes

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La serpiente cósmica
MITO DE LA CREACIÓN DE LOS FON
PUEBLO ORIGINARIO AFRICANO1

La serpiente cósmica, Aida-Hwedo, fue creada al


principio de todos los tiempos por el Creador, un dios
andrógino con dos caras: Mawu, la luna, y Lisa, el sol.
Aido-Hwedo contribuyó a la Creación al llevar al
Creador en su boca mientras se formaba el mundo.
Cuando finalizó la obra, el Creador vio que era un pe-
so excesivo para la tierra: demasiados árboles, dema-
siadas rocas, demasiados elefantes, demasiado de
todo.
Por lo que le pidió a Aido-Hwedo que se enroscase
y se colocase por debajo a la sobrecargada tierra co-
mo si fuese un cojín para poder transportarla.
Como a la serpiente cósmica, como a Aido-Hwedo,
no le gustaba el calor, el Creador hizo el océano para
que viviera allí.
Al sentir Aido-Hwedo una gran presión sobre sí,
desde entonces tiene que cambiar de postura para
descansar, y lo que sucede en esos casos es que se
desatan terremotos.
Aido-Hwedo se alimenta de barras de hierro que
forjan unos monos rojos que viven bajo el mar. Cuan-
do el hierro se agota, del hambre la serpiente se come
su propia cola. Luego, la tierra, con toda su carga se
desequilibra y cae al ma

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De algunos de los mitos la versión publicada es un arquetipo.

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Una segunda Aido -Hwedo, la serpiente del arco
iris, habita en el cielo y envía a la tierra los rayos de
los dioses.

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Popol Vuh
LIBRO SAGRADO DE LOS MAYAS

PRIMERA PARTE / CAPÍTULO PRIMERO

Esta es la relación de cómo todo estaba en sus-


penso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, calla-
do, y vacía la extensión del cielo.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No
había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces,
cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas
ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el
mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua
en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había
nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la obscu-
ridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Te-
peu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua
rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas
verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De
grandes sabios, de grandes pensadores es su natura-
leza. De esta manera existía el cielo y también el Co-
razón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así
contaban.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Te-
peu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y
hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues,
consultando entre sí y meditando; se pusieron de
acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.

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Entonces se manifestó con claridad, mientras medi-
taban, que cuando amaneciera debía aparecer el
hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimien-
to de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la
vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las
tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que
se llama Huracán.
El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo
es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxá-Caculhá. Y estos
tres son el Corazón del Cielo.
Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; en-
tonces conferenciaron sobre la vida y la claridad,
cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será
el que produzca el alimento y el sustento.
–¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta
agua se retire y desocupe (el espacio), que surja la tie-
rra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que ama-
nezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni gran-
deza en nuestra creación y formación hasta que exista
la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad
como se hizo la creación de la tierra: –¡Tierra! –dijeron, y
al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polva-
reda fue la creación, cuando surgieron del agua las
montañas; y al instante crecieron las montañas. So-
lamente por un prodigio, sólo por arte mágica se rea-
lizó la formación de las montañas y los valles; y al
instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la
superficie.
Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: –¡Buena
ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú,
Chipi-Caculhá, Raxá-Caculhá!
–Nuestra obra, nuestra creación será terminada
–contestaron.
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Primero se formaron la tierra, las montañas y los va-
lles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se
fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas
quedaron separadas cuando aparecieron las altas mon-
tañas. Así fue la creación de la tierra, cuando fue forma-
da por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que
así son llamados los que primero la fecundaron, cuando
el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumer-
gida dentro del agua.
De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la
ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz
terminación.

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El origen del lenguaje humano
MITO GUARANÍ

Sobre el origen divino de las voces


intercambiadas por los humanos.

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero, de una


pequeña porción de su propia divinidad, de la sabiduría
contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sa-
biduría creadora, hizo que se engendrasen llamas y
tenue neblina.
Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas
primigenias, antes de tenerse conocimiento de las co-
sas, habiéndose erguido, habiendo asumido la forma
humana, de la sabiduría contenida en su propia divini-
dad, y en virtud de su sabiduría creadora, creó nuestro
Padre el fundamento del lenguaje humano.
E hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que
formara parte de su propia divinidad.
Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas
primigenias, antes de tenerse conocimiento de las co-
sas, habiendo concebido el origen del futuro lenguaje
humano, de la sabiduría contenida en su propia divini-
dad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el
fundamento del amor al prójimo.
Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas
primigenias, antes de tenerse conocimiento de las co-
sas, habiendo creado el fundamento del lenguaje
humano, habiendo creado una pequeña porción del
amor, de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora, creó en su sole-
dad, creó para sí mismo el origen de un solo himno
sagrado.
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Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del
lenguaje humano; habiendo creado, en su soledad,
una pequeña porción de amor; habiendo creado, en
su soledad, un corto himno sagrado, reflexionó pro-
fundamente sobre a quién hacer partícipe del funda-
mento del lenguaje humano; sobre a quién hacer
partícipe del pequeño amor al prójimo, sobre a quién
hacer partícipe de las series de palabras que com-
ponían el himno sagrado.
Habiendo reflexionado profundamente, de la sabi-
duría contenida en su propia divinidad, y en virtud de
su sabiduría creadora, creó a quienes serían compa-
ñeras de su divinidad.
Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas
originarias, habiendo reflexionado profundamente, de
la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en vir-
tud de su sabiduría creadora, creó al Ñamandú (a los
Ñamandú), de corazón grande, valeroso.
Lo creó (los creó) simultáneamente con el reflejo de
su sabiduría, con el reflejo del sol.
Para padre de sus futuros numerosos hijos, para
verdadero padre de las almas de sus futuros numero-
sos hijos, creó al Ñamandú (a los Ñamandú) de co-
razón grande.

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La Señora de la Tierra
MITO NÁHUATL

El mundo estaba lleno de agua. Y en el agua vivía


la Señora de la Tierra. Era un monstruo cubierto de
ojos y de fauces. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl decidie-
ron darle forma a la Tierra. Convertidos en Serpientes,
enlazaron y estrecharon al monstruo hasta que se
rompió en sus dos mitades. Con la parte inferior hicie-
ron la tierra y con la parte superior el cielo. Los otros
dioses bajaron a consolarla y, para compensar el daño
que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl acababan de hacerle,
le otorgaron el don de que su carne proporcionará
cuanto el ser humano necesita para vivir en el mundo.
Su piel y sus cabellos quedaron convertidos en hier-
bas, grama, árboles y flores. Sus ojos se mudaron en
pequeñas cuevas, pozos, fuentes. Su boca se trans-
formó en ríos y en grandes cavernas, su nariz en los
montes y en los valles.

14
La creación
MITO OMAHA

En el inicio todas las cosas estaban en la mente de Wakonda.


Todas las criaturas, el ser humano también, eran espíritus. Se
movían de un lado a otro en el espacio que media entre la tierra y
las estrellas. Buscaban un lugar en que pudieran empezar a exis-
tir corpóreamente. Subieron hasta el sol, pero el sol no les con-
venía como morada. Pasaron a la luna y vieron que tampoco era
buena para vivir allí. Descendieron entonces a la tierra. Vieron
que estaba cubierta de agua. Flotaron hacia el norte, el sur, el
este y el oeste, pero no encontraron tierra seca. Estaban
muy entristecidos. De repente, entre las aguas surgió una gran
roca. Empezó a arder en llamas y las nubes flotaron en el aire en
forma de nubes. Apareció la tierra seca; crecieron las plantas y
los árboles. Las huestes de los espíritus descendieron y se hicie-
ron carne y sangre. Se alimentaron de las semillas de las hierbas
y de los frutos de los árboles, y la tierra vibró con sus expresio-
nes de alegría y gratitud a Wakonda, el hacedor de todas las
cosas.

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P’an-Ku
MITO DE LA CREACIÓN DE LOS CHINOS

"Desde que P'an-Ku creó el cielo y la tierra…"


(Famoso dicho chino o frase hecha que significa:
“Desde hace mucho tiempo…”)

Al principio los cielos y la tierra eran solamente uno


y todo era caos. El universo era como un enorme hue-
vo negro, que llevaba en su interior a P'an-Ku, el ser
supremo. Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de
un extenso sueño. Se sintió sofocado, por lo cual em-
puñó un hacha enorme y la empleó para abrir el hue-
vo. La luz, la parte clara, ascendió y formó los cielos,
la materia fría y turbia permaneció debajo para formar
la tierra. P’an-Ku se quedó en el medio, con su cabeza
tocando el cielo y sus pies sobre la tierra. La tierra y el
cielo empezaron a crecer a razón de diez pies al día, y
P’an-Ku creció con ellos. Después de otros 18.000
años el cielo era más grande y la tierra más gruesa;
P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar gigan-
tesco, impidiendo que volviesen a estar unidos.
P’an-Ku falleció y distintas partes de su organismo,
se transformaron en elementos de nuestro mundo. Su
aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz
se convirtió en el trueno. De su cuerpo, un ojo se
transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y
sus miembros, se convirtieron en cinco grandes mon-
tañas y de su sangre se formó el agua. Sus venas se
convirtieron en caminos de larga extensión y sus
músculos en fértiles campos. Las interminables estre-
llas del cielo aparecieron de su pelo y su barba, y las
flores y árboles se formaron a partir de su piel y del
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fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en
jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa llu-
via y el dulce rocío que alimenta a todas las cosas
vivas de la tierra.

17
La creación
MITO DE LOS GRIEGOS

En un principio de todos los tiempos solo existía el


Caos. A continuación, Gea, la Madre Tierra, engendró
por si misma a Urano, el Firmamento Estrellado.
Gea se unió a Urano y tuvo varios hijos. Primero
nacieron seis Titanes varones: Océano, Ceo, Crío,
Hiperión, Japeto y Crono, que era muy perverso. Y
seis Titánides mujeres: Tía, Rea, Temis, Mnemósine,
Febe y Tetis.
Gea y Urano tuvieron otros hijos, Los Cíclopes: Ar-
ges, Estéropes y Brontes.
Y más tarde fueron padres también de Los Heca-
tonquiros: Tres monstruos gigantes con cien brazos y
cincuenta cabezas cada uno.
Urano era malvado y en cada ocasión que Gea iba
a dar a luz, retenía en el vientre de Gea a las critatu-
ras, no permitiendo que nacieran. Harta Gea de sufrir,
ya que sentía que estaba por explotar, urdió un malé-
fico plan. Dio a luz una hoz de acero brillante y buscó
la ayuda de Crono, el más perverso de sus hijos para
que le cortara los órganos genitales a Urano mientras
dormía.
Crono esperó agazapado a que Urano roncara
plácidamente, y con la hoz provista por su madre,
Gea, lo castró tirando sus órganos al mar.
Mantenía Crono encadenados a todos los mons-
truos en las profundidades de la tierra.
La sangre derramada, volvió a fecundar la tierra. De
allí nacieron Las Erinias, espíritus vengadores de los
crímenes de sangre, Los Gigantes y Las Ninfas Melía-

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des o de los árboles de fresno. Del órgano que cayó al
mar nació la diosa Afrodita, que encontraron flotando
en una concha marina.
Crono se unió a Rea, pero también tenía la mala
costumbre de comerse a sus hijos, entonces el menor,
Zeus, lo destronó y conquistó el dominio del mundo.
Los Titanes que estaban confinados en las profun-
didades, no estaban de acuerdo y se sublevaron agi-
tando la tierra, sacudiendo las montañas y causando
todo tipo de terremotos y maremotos.
Zeus pensó que si soltaba a Los Titanes se cal-
marían, pero apenas los liberó de su prisión, comen-
zaron a arrojarle rocas y amontonar montañas. Este
desastre duró diez años.
Deseando Zeus poner orden de una buena vez y
para siempre, descendió hasta el Tártaro donde se
encontraban encadenados Los Cíclopes y Los Gigan-
tes con sus cien brazos, y les pidió ayuda para acabar
con el flagelo de Los Titanes.
Gigantes y Cíclopes accedieron de buena gana y
cuando por fin volvieron a ver la luz del sol se llenaron
de energía y se lanzaron a la batalla con todas sus
fuerzas. Tembló la tierra y se sacudió el cielo hasta
que Los Titanes quedaron sepultados bajo una mon-
taña de rocas arrojadas por los monstruos de cien
brazos. Los que sobrevivieron fueron arrojados al
Tártaro y nunca más volvieron a salir de allí.

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La creación
MITO DE LOS ANANGU
PUEBLO ORIGINARIO AUSTRALIANO

Los anangu creen ser los herederos de una misión:


la de custodiar el sagrado macizo de Uluru
y todo el pasado ancestral
que perdura en su presencia monumental
y en las paredes milenarias de sus cuevas.
Y los anangu también protegen su propia memoria mítica
que danza en derredor del Tjukurpa, la época de los sueños,
de los comienzos, de la creación, de los seres ancestrales.

Hace mucho, en el Tiempo de los Sueños, en la


época Tjukurpa, sólo había una existencia sobre la faz
de la tierra. Una existencia inmóvil, vida representada
por una masa embrionaria gigantesca, transparente,
hecha de una amalgama de seres inacabados, reple-
gados sobre sí mismos. Y estos proyectos de seres
pertenecían cada uno a una especie animal o vegetal.
Grabado, impreso en una materia primigenia se en-
contraba todo el devenir de la Humanidad. Todo el
pasado, el presente y el futuro del mundo se hallaban
allí latente. "Aquel que salió de la nada y existe por sí
mismo", el llamado Ser Supremo, modificó esa masa.
Esculpió con esa masa un cuerpo, brazos, manos,
piernas y una cabeza. En una de las caras de la cabe-
za, practicó dos orificios para los ojos; formó la nariz.
Hizo una hendidura para la boca y un agujero para el
ano. Así fue como los entes inacabados fueron trans-
formados en seres capaces de sostenerse en pie.
El Tjukurpa habla en términos de pasado y de pre-
sente. Toda la tierra, incluyendo todo lo que hay y todo
lo que vive sobre ella, fue creada durante el Tjukurpa y
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por el Tjukurpa. Ninguna montaña, valle, llanura, co-
rriente de agua, existía anterior al Tjukurpa; nada había.
Durante aquel tiempo, seres ancestrales en forma de
humanos, animales y plantas viajaron a lo largo y an-
cho de la tierra y perpetraron hechos remarcables de
creación y destrucción. Los viajes de aquellos seres
son recordados y celebrados hoy, donde quiera que
fueran. La memoria de sus actividades existe hoy día
en la forma de accidentes geográficos como en la mon-
taña sagrada de Uluru.
Así cada hombre y cada mujer quedaron ligados a
la especie animal o vegetal de la que habían salido; y
ese animal o vegetal se convirtió en su Tjukurpa. Así
pues, en cada uno de los seres humanos, en cada
uno de los animales, de las plantas y de los minerales,
en las estrellas y en el aire y en el agua, el Ser Su-
premo, la Energía vital sagrada, difundió su esencia
divina, haciendo entrar en una sola, pero inmensa fa-
milia, a todas las formas de la Vida. Pero, por desgra-
cia, retenido por el cosmos, no dispuso de tiempo su-
ficiente para concluir su obra y los seres humanos na-
cieron imperfectos. Enriquecidos por el Conocimiento
primordial del que habían surgido, inspirados por la
esencia divina de la que estaban impregnados, los
Grandes Antepasados, criaturas gigantescas, ni seres
humanos ni animales, se pusieron a crear el mundo tal
y como es ahora. En la inmensa llanura inacabable
que era la tierra, crearon los ríos, las colinas y todos
los accidentes del terreno. Promulgaron las leyes des-
tinadas a vincular a todos los seres humanos entre sí
por medio de parentescos sumamente complicados,
parentescos que se imbrican los unos en los otros,
naciendo aquí para reanudarse allá, arrastrando a to-
dos los miembros de un pueblo en un verdadero tor-
bellino de obligaciones de ayuda mutua, encadenando
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los unos a los otros desde el nacimiento hasta la
muerte. Asimismo, proveyeron de vínculos parecidos
a los diferentes pueblos. Así, de norte a sur, de este a
oeste, los parentescos creados tejieron una gigantes-
ca telaraña cuyos hilos nos guían y protegen desde
entonces. Luego, antes de desaparecer, antes de que
concluyera el Tiempo de los Sueños, cuando apare-
cieron los seres humanos en su forma actual, les dije-
ron: "Este es vuestro país. Lo hemos creado para vo-
sotros. Aquí ustedes vivirán y lo conservarán tal como
se los entregamos. No lo dejarán nunca, pues ustedes
son sus Guardianes. Ustedes son los Guardianes de
nuestra Creación.

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Surgimiento de los árboles
MITO NEOZELANDÉS

En el principio, el Padre Cielo y la Madre Tierra se


abrazaban con fuerza. Estaban tan abrazados que sus
hijos, que vivían entre los dos, apenas respiraban.
Desesperados, sus hijos se retorcieron y presionaron
hasta lograr que el cielo se despegase de la tierra y se
alejase hacia lo alto, muy arriba.
Desde allí, el Cielo miró hacia abajo y vio a su ama-
da, la Tierra, hermosa, marrón… pero tan vacía, y sola,
que se avergonzó por haberla dejado atrás, desnuda.
El Cielo le confeccionó unos adornos mezclando luz
y polvo. Los enrolló para crear troncos y ramas, los
curvó para hojas y flores. Combinó marrón con rojo, y
gris con verde; algunas de sus creaciones se volvieron
rosas al florecer; otras, bayas de un negro azuloso, o
frutos dorados.
El Cielo esparció aquellas exquisitas joyas por toda
la superficie de la Tierra y se sintió feliz y orgulloso al
mirar hacia abajo. La tierra se sintió feliz y orgullosa
de sus joyas. Los adornos se sintieron felices y orgu-
llosos de decorar el suelo. Y hundieron sus troncos en
la Tierra y elevaron sus ramas hacia el Cielo. Y ergui-
dos han permanecido hasta nuestros días.
Así surgieron los árboles.

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¿Qué son la mujer y el hombre?
MITO LITERARIO HIPERBREVBE
Francisco Garzón Céspedes

La primera mujer nació de una gota de agua.


El primer hombre nació de una gota de agua de la
mujer.
¿Qué es una mujer? Una mujer es una gota de agua.
¿Qué es un hombre? Un hombre es una gota de
agua.
Pero, dioses humanos, una mujer y un hombre juntos
no son dos gotas de agua.
Son el comienzo de un océano.

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Índice

La serpiente cósmica / Mito de la creación de los fon


Popol Vuh / Libro sagrado de los mayas
Primera parte / Capítulo primero
El origen del lenguaje humano / Mito guaraní
La Señora de la Tierra / Mito náhuatl
La creación / Mito omaha
P’an-Ku / Mito chino de la creación
La creación / Mito de los griegos
La creación / Mito de los anangú
Surgimiento de los árboles / Mito neozelandés
¿Qué son la mujer y el hombre?
Mito literario hiperbreve
Francisco Garzón Céspedes

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