Professional Documents
Culture Documents
Cuando Joaquín Grau me pidió que leyera su último libro no pude sospechar ni por
asomo el enorme alcance de su obra. Cierto es que hace unos años yo mismo
había asistido en calidad de alumno a sus cursos (reciclaje incluido en el bellísimo
pueblo griego de Monemvassia a donde nos llevó a estudiar) y que le presioné
muchas veces para que dejara reflejado por escrito todo el conocimiento
acumulado con sus experiencias terapéuticas pero no es menos cierto que he
quedado perplejo con su lectura. Y es que, en el breve espacio de dos años,
Joaquín Grau no se ha limitado a plasmar sus experiencias y a explicar la terapia
y sus fundamentos sino que ha cimentado y estructurado un auténtico corpus
doctrinal sólido, apoyado por abundante casuística y con una metodología
impecable. Una obra que tiene el fundamento suficiente como para producir un
cataclismo mundial en el ámbito de la Salud y que, por ello mismo, va a provocar
reacciones probablemente virulentas. Aún sorprendido, se lo dije sin rodeos cuando me
entrevisté con él:
-¿Eres consciente de que tu libro agrieta los cimientos del edificio científico que
sustenta el actual paradigma de la Medicina y que si lo que afirmas es cierto, hay
que replantearse, entre otras muchas cosas, todo lo que se refiere al diagnóstico y
tratamiento de los enfermos?
-Me temo que vas a recibir una respuesta gélida, cuando no un ataque virulento,
por gran parte de la clase médica convencional...
- Sé que mis explicaciones serán negadas -si no ignoradas- por aquellos científicos -
cada vez menos, afortunadamente- que siguen encerrados en la seguridad de las
murallas que un día levantaron Newton y Descartes. Comprendo ese miedo -que no es
sólo paradigmático, sino también biológico- porque mi terapia ahonda hasta alcanzar los
más escondidos y dolorosos estratos de la psique. Sé que no he diseñado sólo una
terapia más, sino que explico también que existe otra forma de percibir el mundo y la
vida, otra forma de ser y de estar.
-La comprensión y valoración de que existen distintas formas de percibir (de ver y
sentir la realidad) es el fruto de una constante investigación que inicié en l960 y
eclosionó a principios de la década de los ochenta cuando llegué a la evidencia de
que utilizando unos determinados estados de conciencia, distintos del de vigilia,
así como una dialéctica apropiada a esos estados, era posible obtener una
metodología regresiva altamente terapéutica. Porque la Anatheóresis, nombre con el
que la he bautizado, no es una terapia fundamentada en los procesos de
percepción del hemisferio cerebral izquierdo (que es el plano de conciencia que
utiliza nuestra ciencia mecanicista) sino que tiene sus fundamentos y su
justificación en los procesos de percepción del hemisferio cerebral derecho,
acausal e interiorizador que es el que realmente metaboliza el conocimiento.
-En cualquier caso, utilizas en ella las técnicas de relajación ¿Cuál es, pues, la
diferencia básica con la hipnosis y la sofrosis?
- Ya en 1878 el gran neurólogo Jean Martin Charcot explicó que hay distintos grados
de hipnosis y que cada uno de ellos se traduce en una forma de percibir la realidad y, en
consecuencia, de reaccionar ante los estímulos. Por tanto, es un problema de
gradación, pero la relajación es hipnosis como hipnosis es también la sofronización;
lo que las distingue es sólo el grado de profundidad hipnótica. Y la diferencia
básica con la hipnosis profunda es que en ésta el paciente pierde la conciencia (que
es sólo un estado de amnesia) mientras que en la relajación y en la sofrosis no ocurre
así y el paciente permanece consciente. Y en Anatheóresis, además, se le lleva
siempre a un ritmo cerebral determinado (a 4 Hz. de frecuencia) en el umbral de la
pérdida de consciencia pero evitando que ésta se produzca.
-Tu método terapéutico descansa, pues, entre otros pilares, en inducir en los
pacientes ese estado de relajación profunda...
-Exacto, pero eso sólo en cuanto al tipo de inducción hipnótica que la Anatheóresis
utiliza; porque no hay que olvidar todo el cuerpo doctrinal (teórico y práctico) que hay
en ella.
-Y dices que todos los "daños" se originan antes de los 7-12 años y que todo lo que
posteriormente nos enferma es sólo una actualización de esos daños.
- En efecto. Tras muchos años de terapias, pude constatar que todos nuestros daños
suelen tener su origen en el claustro materno y el nacimiento; y que éste es más
traumático cuanto más traumático haya sido el proceso de gestación. Así como que
la biografía infantil (desde el nacimiento hasta los siete o doce años, según los
niños) suele más potenciar traumas anteriores que generar otros nuevos. Luego,
alcanzada la adolescencia, los impactos emocionales no son ya traumáticos por sí
mismos sino que lo son en tanto activan un daño originado en el transcurso de nuestra
vida prenatal, natal y, en grado descendente de intensidad, durante el período
infantil. Si enfermamos pasados esos más o menos doce años, ello se debe a que
todo cúmulo traumático reprimido hasta esa edad (o sea, antes de que surjan en
nosotros los ritmos cerebrales beta maduros) es una carga de profundidad patológica
4
que, en estado de latencia, espera (energetizándose más y más) el acto analógico que lo
va a hacer estallar.
- Claro. Por eso no podemos decir que se cura la adicción a la heroína sino que se le
devuelve la capacidad de vivir en el mundo a esa persona que intenta una y otra vez
volver al cálido y seguro baño de endorfinas que era el útero de su madre. Como no
se cura la adicción a la cocaína sino que se le devuelve el equilibrio emocional a
una persona cuyo trauma afectivo le impulsa a cruzar todos los Andes de la vida en una
sola noche. Como no se cura una alergia sino a una persona que no traga a su jefe,
a su familia..., o a la que asfixia el ambiente en el que vive, o a la que manifiesta
en la frontera de su piel su rechazo del mundo exterior, o... Como no se cura un sida,
sino a una persona con tantos y tan profundos huecos afectivos que no sólo desea
morir sino también mostrarnos el espantable espectáculo de su agonía.
-La ciencia convencional no acepta esa tesis. Para ella, ni un feto ni un niño muy
pequeño pueden traumatizarse porque aún no son conscientes de su entorno.
-Eso se debe a que la ciencia convencional sigue hoy afirmando que no hay más que una
forma válida de percepción: el estado de vigilia, que es el estado habitual de conciencia.
Y que cualquier otra forma de percibir el entorno no es sino un estado de conciencia
alterado. O sea, una forma "patológica" de procesar la información. Mira, Newton
concibió el universo como la obra de un excelso relojero y Descartes postuló que el
dualismo mente-materia era una realidad absoluta. Pero hoy sabemos que ni el universo
es un mecanismo de relojería ni la mente es ajena a la materia. Eso suponiendo que
exista la materia, porque todo evidencia que sólo hay Conciencia. Y que si las formas de
percepción (o sea, las formas de ver y sentir la Realidad) son innumerables eso se
debe a que los planos de conciencia, las formas de percibir la Conciencia (o las formas
en que la Conciencia se percibe a sí misma) son también innumerables. Dicho de otra
forma: no hay un solo y concreto estado de conciencia válido sino innumerables planos
válidos de realidad. Válidos y reales dentro de su propio plano aunque ninguno de
ellos es la Realidad. Porque para percibir la Realidad (esa realidad que consideramos
absoluta y que solemos denominar Dios) deberíamos ser capaces de alcanzar la
comprensión de la conciencia toda en su única y mandálica plenitud. Y eso es algo
que nuestros órganos de percepción están muy lejos de alcanzar. Debemos
comprender, en suma, que todos los estados de percepción son estados de conciencia,
que no hay un estado real y válido (el llamado estado habitual o de vigilia) y otros
alterados o patológicos (los restantes estados) sino distintas forma (todas ellas válidas)
de acercarnos a la Realidad.
-¿Quieres decir con ello que un feto aún en el seno materno no sólo percibe sino
que recibe impactos emocionales que generarán en él los daños que el día de
mañana somatizará enfermando?
- Exacto. Pero no sólo vivencia cuanto ocurre dentro del claustro materno sino también
cuanto ocurre fuera de él. Una especie de percepción extrauterina. Mira, todo evidencia
que en los primeros meses de gestación el feto posee una conciencia amplísima, casi
ilimitada, que le permite elegir puntos de focalización perceptiva, de forma que puede
percibir lo que sucede incluso fuera del seno materno; capacidad que, poco a poco, mes
5
- Cierto. Porque aunque los procesos cerebrales siguen siendo una incógnita para la
ciencia hay algo que sí podemos afirmar: la existencia de cuatro estados básicos de
conciencia que vienen definidos por la frecuencia de las ondas eléctricas cerebrales,
algo que puede comprobarse con un electroencefalógrafo; banda de ritmos que va desde
poco más de la respuesta plana hasta 35 y más hercios.
- Cierto, porque a fin de cuentas hay (globalmente hablando) dos formas distintas -en
algunos aspectos antagónicas- de procesar la información. Una que corresponde al
hemisferio cerebral derecho (que funciona en la banda de ritmos de ondas lentas) y otra
al hemisferio cerebral izquierdo (que lo hace en el ritmo de ondas rápidas). Lateralidad
demostrada científicamente aunque conviene precisar que, en caso de emergencia, cada
uno de esos dos hemisferios cerebrales puede asumir casi todas las funciones del otro
aunque no las ejercite con la misma perfección. Por otro lado, debo aclarar también que
si bien al hablar de hemisferios cerebrales me refiero a la zona de la corteza cerebral, es
indudable que el complejo reptiliano y el sistema límbico son responsables de muchas
de las funciones (algunas tan trascendentes como la afectividad) que caracterizan al
hemisferio derecho. En cualquier caso, lo que quiero resaltar es el hecho de que nuestro
cerebro está escindido en dos y que cada uno de esos dos hemisferios (o sea, de esos
"dos cerebros") es poco menos que un adversario para el otro porque cada uno ve la
realidad de muy distinta manera hasta el punto de que ignoran que pertenecen a una
misma persona. Y también sabemos ya que el derecho (que rige la parte izquierda del
cuerpo) percibe de forma subjetiva en tanto el izquierdo (que rige la parte derecha)
tiene su característica básica en la capacidad de objetivar, de escindir la realidad entre
un dentro y un fuera, entre yo y el otro.
-Creo que sería oportuno explicarle también al lector, con mayor detalle, las
características básicas de ambos hemisferios. ¿Te parece?
Porque lo que cura no es "recordar" sino vivenciar de nuevo ese hecho traumático.
En definitiva, la percepción del hemisferio cerebral izquierdo no nos da la Realidad,
sólo una forma de percibirla por mucho que la ciencia convencional la considere la
única forma válida y real de percepción.
-Centrémonos, en tal caso, en los traumas del nacimiento. ¿Realmente tienen tanta
importancia en la futura vida del recién nacido? En tu obra afirmas que muchas
de las enfermedades que uno actualiza de adulto tiene su origen en un mal parto.
¿Hasta tal punto es determinante?
con lo que el bebé, que en todo momento antes ha estado íntimamente unido a otro
cuerpo, a otra vida, está sufriendo el terrible tormento del abandono, de la más
pavorosa de las soledades, sintiendo por primera vez la angustia fría de la segregación.
- Y, en realidad, así es porque ese nacimiento a una vida aeróbica supone la muerte en
otra, anaeróbica. Además, la descripción podría todavía dramatizarse más si tenemos
en cuenta que un útero hostil (enfermedad de la madre, hijo no deseado, peligro de
aborto, y otras muchas emociones tóxicas) son origen de un mal tránsito vaginal y de
un peor nacimiento. Son los casos, entre otros, de los nacidos por cesárea,
carentes de orientación espacial y carentes de la necesaria frotación vaginal de
su piel para activarla; de los nacidos de nalgas, que no ven la luz del otro mundo,
que van por un canal asfixiante de tinieblas sin fin; de los nacidos con fórceps
condenados a una brutal opresión craneal; de los que han sido forzados a nacer
mediante partos inducidos en todo momento en desarmonía con la matriz natal;
de los nacidos con el cordón umbilical en torno al cuello psicológicamente
ahorcados, con la cabeza escindida del cuerpo; de los nacidos siendo gemelos, quizás
hermanados en la pugna por sobrevivir o quizás combatientes (victoriosos o
derrotados) de una guerra territorial... Me parece que no es necesario seguir. Basta lo
explicado para comprender que los patrones de daños del nacimiento son las matrices
básicas con las que escribimos los textos de casi todas nuestras enfermedades.
- Con Anatheóresis se puede tratar cualquier enfermedad. Y no digo que lo cura todo
sino que todo puede intentarse siempre que el paciente esté dispuesto a ello. A fin
de cuentas se trata sólo de establecer una adecuada comunicación. Primero entre
el terapeuta y el paciente, luego del paciente consigo mismo y, posteriormente, con
los demás. Mira, la enfermedad no es más que una manifestación de las
emociones patológicas. Por eso en Anatheóresis no se curan enfermedades sino a
enfermos. Como no se cura un cáncer sino a una persona normalmente sumida en
el más profundo sentimiento de abandono, tan segregada que ni su enfermedad
puede establecer comunicación (contagio) con los demás.
- En efecto, por eso he establecido unas normas muy claras para el tratamiento. Porque
el terapeuta nunca debe conducir al paciente durante la sesión hacia un objetivo
predeterminado; debe, como mucho, inducir, nunca conducir. Porque es el paciente
quien sabe qué le ocurre y cómo resolverlo. Otro error es hacerle simplemente visualizar
la experiencia que causó el daño: el paciente debe vivenciarla de nuevo porque si no
hay abreacción catártica no hay comprensión anatheorética (con trasvase de
información entre hemisferios) Y si no hay comprensión anatheorética no hay curación.
Otro error común es, en los casos en que se conoce cuál es el origen del problema, el
daño que lo originó en la fase embrionaria, natal o infantil, intentar disolverlo
explicándoselo al paciente en estado beta, en estado de vigilia. Los daños traumáticos
sólo se disuelven cuando el paciente vivencia de nuevo los hechos concretos que los
han motivado porque el mero hecho de vivenciarlos hace que los comprenda y, en
ese momento, la energía patológica se disipa en forma de abreacción catártica.
-En cualquier caso, son muchas las personas que rechazan este tipo de terapias
porque presuponen aceptar una serie de creencias que chocan con sus
convicciones.
- Eso es verdad con las demás terapias pero no con la Anatheóresis. Yo reitero hasta la
saciedad (y no siempre consigo que se me haga caso) que en Anatheóresis el
terapeuta no está confesando al paciente. No asume culpas ni pecados. Y, mucho
menos, absuelve. En Anatheóresis el terapeuta debe limitarse a sacar a la luz de la
comprensión profunda lo que daña al paciente. Eso es todo. De ahí que sea tan
necesario que el terapeuta esté libre de creencias dogmáticas. Todo dogma es una
muralla que limita nuestra expansión. Todo dogma es la fosilización de una parte de
nuestra personalidad. Todo dogma, en definitiva, es la expresión de que estamos
enfermos.
-Eso me hace recordar que, al inicio de nuestra charla, comentaste que llevar al
paciente a supuestas vidas pasadas es, en tu método terapéutico, algo que se hace
sólo como estrategia, que tiene una pura razón escenográfica. ¿Supone eso que
rechazas la posibilidad de la reencarnación?
- En absoluto. Pero para hablar de ese tema primero tendríamos que ponernos de
acuerdo en qué entendemos por reencarnación ya que hay muchas doctrinas al respecto
y ello nos llevaría demasiado tiempo. En todo caso, el que las enfermedades en esta
existencia sean el efecto del supuesto karma generado en otra u otras vidas anteriores no
deja de ser una creencia no demostrada que además permite a ciertos
terapeutas justificar (supongo que de buena fe) sus fracasos con determinados
pacientes escudándose en que hay enfermedades kármicas, o sea, enfermedades
que son una especie de castigo que nadie puede ni debe resolver. Mira, mi
experiencia me dice que toda historia de vida anterior narrada en estado de hipnosis
(no importa en qué grado de profundidad) es o bien una analogía muy concreta de un
daño real ocurrido al paciente en esta vida o bien una proyección generalizada y
dramatizada (una especie de mitología personal) de la afectividad enferma y
dolorida que aqueja al paciente. Lo que ocurre es que los terapeutas reencarnacionistas
por el simple hecho de basar su terapia en la creencia de que los daños proceden
siempre de vidas anteriores llevan al paciente sólo y directamente a vidas anteriores.
Naturalmente, se encuentran con dramatizaciones analógicas que responden
(simbólicamente) al daño real. Pero ellos no buscan el daño ocurrido en esta vida que
esas analogías enmascaran. Por el contrario, dan a las mismas el carácter de hechos
reales sólo que ocurridos en otras vidas. Y así, creen haber resuelto el problema y
llegado a la causa original cuando lo único que han hecho ha sido atrapar una
sombra. En todo caso, la Anatheóresis no tiene como finalidad demostrar la
veracidad o no de la supervivencia del hombre en cualquiera de sus formas y
por eso no duda durante la terapia en utilizar como estrategia el llevar al paciente
a una supuesta vida anterior si eso le permite narrar simbólicamente el
problema oculto en el subconsciente.