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Cuadros
Parece un imposible situarse a más de 2.000 metros del piso, tocar las nubes, sin
motor, sin combustibles, sin siquiera un ala rígida. Increíblemente 27 m2 de tela y
cordines nos permiten, hoy en día, aprovechar las corrientes ascendentes
naturales, transportándonos a los cielos. Esta aeronave de tan sólo 15 kg. de peso
nos pone alas a los humanos, pudiendo descubrir de la manera más simple y
rudimentaria, el amplio mundo del vuelo libre.
Las térmicas son columnas ascendentes de aire caliente que se generan por la
radiación solar que llega a los campos o terrenos de poca disipación calórica. Es
decir campos arados, suelos rocosos, terrenos secos hacen las delicias de burbujas
de aire caliente más liviano que el aire frío circundante. Algo así como si
imagináramos en pleno zenit, cuando el sol pega con más violencia, cientos de
globos aerostáticos invisibles, subiendo a velocidades que van desde los 2 a los 8,
y más metros por segundo. Tremendos "ascensores" que en parapente se hacen
sentir como "entes propulsores" que elevan, gratis, a alturas donde los paisajes y el
silencio son indescriptibles. En el momento en que todo el aire (el de adentro y el de
afuera de la burbuja) tenga la misma temperatura, el ascenso se detendrá.
Lleva tiempo perfeccionar la técnica del vuelo en térmica con parapente, debido a
que se trata de columnas de ascenso completamente invisibles. La intuición, la
obserbación y la experiencia (y algún instrumento), son los únicos medios con que
contamos para encontrarlas y saber para donde se desplazan.
Sin embargo, una de las ventajas de este deporte radica en que, al volar, nuestra
única extensión del cuerpo es el ala, sin ningún tipo de contacto con nada. Es por
ello que muy pronto el piloto se acostumbra a percibir su entorno mediante el ala,
acercándose de lleno a la naturaleza y sus "movimientos".
Todo piloto que vuela en térmicas usa indumentaria abrigada adecuada para el
vuelo en las alturas. Pues tengamos en cuenta que la temperatura disminuye hasta
un grado por cada 100 metros que se asciende. Es común descubrir pilotos
abrigados hasta la médula, con guantes y buzos de manta polar, en despegues en
que el termómetro pisa los 300 C. Pero basta subir a 2.000 metros para navegar a
sólo 10 grados y ni pensar en la baja sensación térmica.
Demás esta decir, una camarita de fotos para luego impresionar a los amigos, una
carta topográfica de la zona para acudir al puestero más cercano y también unos
pesos en el bolsillo, por las dudas, para volver a casa en algún transporte...