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Psicopatología

Módulo 1

Facultad de Psicología y Ciencias


Sociales

LICENCIATURA

EN

PSICOPEDAGOGÍA

Psicopatología
Módulo

1 Prof: Monica Mathieu


Contenidista: Lic. Carmen
Torcigliani

Licenciatura en Psicopedagogía 1 Educación Virtual


Psicopatología
Módulo 1

Estimado/a Psicopedagogo/a:

Le damos la bienvenida al Primer Módulo de la materia Psicopatología.


En él encontrará una breve síntesis de la historia de la Psicopatología,
desde los antecedentes que le dieron origen hasta el momento actual.
Le permitirá conocer sus raíces y desarrollo y comprender más
acabadamente esta disciplina a partir de su filiación histórica.

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Psicopatología
Módulo 1

MÓDULO 1. – PSICOPATOLOGÍA: ALCANCE Y CONTENIDO

Este módulo será a partir de este momento, el mediatizador entre Ud. y


su profesora en una comunicación que esperamos sea tan eficiente que
nos permita lograr nuestro objetivo común: Ud. que aprenda y nos
enseñe, y nosotros (las tutoras y yo) que le enseñemos y aprendamos; un
poco más sobre Psicopatología.

¿Cómo nos puede Ud. enseñar a nosotras? A través de la realización de sus trabajos prácticos, el
planteo de sus dudas o sus preguntas, que para nosotras serán el feed back (retroalimentación) de
esta comunicación que iniciamos con estas páginas y que seguramente nos harán reflexionar,
corregir, aclarar, ajustar detalles, como para ir optimizando esa comunicación.

Objetivos del Módulo

Al finalizar este Módulo usted estará en condiciones de:


• Conocer la evolución que ha seguido la Psicopatología respecto de los marcos teóricos,
analizando los cambios en el concepto de conducta sana y enferma.
• Comprender las “Reglas de Oro” de la Psicopatología, que han de aplicarse en un diagnóstico,
sin importar el Modelo con el que trabajemos.

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Psicopatología
Módulo 1

ESQUEMA CONCEPTUAL DE LOS CONTENIDOS DEL MÓDULO

Para orientarlo durante la lectura le presentamos este esquema con


los contenidos del Módulo

PSICOPATOLOGÍA

DEFINICIÓN CRITERIOS

CLÁSICA ACTUALIZADA ENFERMEDAD SALUD

REGLAS DE ORO

¿En qué consiste la disciplina y qué alcance tiene en el campo de la clínica?

El significado del término patológico se deriva etimológicamente de la voz latina


pati, cuya acepción más nítida es la de “sufrir, soportar, padecer”. El estudio de
los fenómenos patológicos se encuadra en la investigación de los sucesos que
provocan sufrimiento. En el caso de la Psicopatología esto se refiere al terreno
del sufrimiento psíquico.

Nuestra primera aproximación debe consistir en señalar cómo se constituyen las nociones
fundamentales de este estudio, cómo se organizaron históricamente, cuáles son sus alcances y qué
usos se derivan de ello en la actualidad

La Psicopatología constituye una disciplina teórica y, como tal, forma parte de la teoría psicológica.
En primera instancia toma aportes de las diferentes áreas del estudio de la psicología general, la
psicología evolutiva, la psicología social, etc. Y sirve retroactivamente a todas ellas. En su campo de
conocimiento contribuyen otras disciplinas como la neurología, la psiquiatría, la antropología, la
sociología, etc. Su ámbito específico de estudio está vinculado al desarrollo de la psicología como
disciplina independiente y los distintos momentos de su elaboración se relacionan históricamente
a las diferentes etapas de constitución de la ciencia psicológica en general.

La Psicología reconoce entre sus antecedentes principales a la fisiología y a la medicina como cuerpo
teórico y aplicado, relativo al funcionamiento humano. Por esta razón la Psicopatología tomó en
primera instancia los conceptos que formaban y forman parte de la patología psiquiátrica y en
muchos sentidos existe una continuidad importante entre Patología Psiquiátrica y Psicopatología. A
pesar de lo cual resulta claro que en la actualidad existe una distinción significativa entre estos dos
conceptos que justifican dos órdenes de conocimiento, distintos en su objetivo, en su metodología
y en los alcances que de ellos se derivan para la ciencia aplicada.

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Psicopatología
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Según el diccionario de Psicología se define a la Psicopatología como el:


“…estudio sistemático de la etiología, sintomatología y proceso de los
desórdenes mentales. Es parte de la Psicología anormal que estudia las
enfermedades o los trastornos de adaptación”

Y define a su vez la psicología anormal como “el estudio del comportamiento anormal o de la
personalidad anormal, es decir, de las anormalidades de la percepción sensorial, de la función
psicomotora, cognitiva, motivacional y de otras funciones psicológicas; de las anormalidades de la
personalidad incluidas, las psicosis, neurosis...”.

Por lo tanto el estudio de la Psicopatología supone un conocimiento previo


acerca de la naturaleza y los alcances de los fenómenos psicológicos en
general, de su carácter intrínseco y de sus formas específicas de manifestarse

Freud en una carta a Fliess del 25/5/18951 señalaba que “sería imposible alcanzar una satisfactoria
concepción global de los trastornos neuropsíquicos si no se pudiese fundarlo sobre ciertas
presunciones acerca de los procesos psíquicos normales”. Lo que no anula la importancia de la
recíproca, es decir que el estudio de los fenómenos psicopatológicos puede ser de enorme ayuda
para comprender el modo de funcionamiento de los fenómenos psíquicos normales como lo señala
el mismo Freud en el manuscrito del 25/9/1895 que sirve de introducción a la Segunda Parte del
Proyecto de una Psicología para Neurólogos2 cuando dice: “En esta segunda parte procuro
determinar con mayor precisión este sistema erigido sobre dicha hipótesis básica, recurriendo para
ello al análisis de ciertos procesos patológicos. En una tercera parte intentaré estructurar,
fundándome en las dos anteriores, las características del suceder psíquico normal”.

Como estudiaremos más adelante, toda Psicopatología inicia con una observación y un diagnóstico,
es decir una descripción de los fenómenos psicológicos, y su accionar se vuelve posible en la medida
en que existen criterios definidos acerca de qué es lo que en cada modelo puede concebirse como
normal y por contraste como anormal. Allí nos encontraremos con que existe un campo
diversificado de conceptos en relación a la normalidad y la anormalidad psíquicas, a las nociones de
salud y de enfermedad y dicha diversidad encontraremos que tiene sus raíces en la manera en que
se han constituido los conceptos claves de la teoría psicopatológica.

En todos los casos nos encontramos con fenómenos psíquicos anormales y estados mentales
perturbados. Pero: ¿Cómo definirlos, cómo abarcarlos?

En la época pre-psicológica cuando la patología de los estados mentales era un terreno propio de la
investigación psiquiátrica, los fenómenos anormales eran concebidos como manifestaciones
orgánicas, como disfuncionamientos cerebrales. Lo patológico era pues una manifestación somática
y por ende aprensible por medio de una observación directa (fuera ésta posible o no de acuerdo
con los recursos disponibles). Dado que toda perturbación era concebida como una enfermedad
cerebral se esperaba que fuera localizable. En última instancia el recurso de la autopsia abría el
camino para que la investigación de la anatomía patológica revelara la evidencia del trastorno.

Grissinger había formulado su juicio definitivo: Toda perturbación mental es una enfermedad
orgánica y detrás de él se alineó toda la tradición psiquiátrica de la segunda mitad del Siglo XIX que
alcanzó su máximo exponente en Kraepelin y en su clasificación de las enfermedades mentales que
tuvo vigencia por muchísimos años y que aún hoy sigue citándose como ejemplo prototípico de
nosografía psiquiátrica.
Estamos aquí en presencia de una tradición de pensamiento cuyo origen se remonta a los tiempos
clásicos del Siglo XVII. Como bien señala Jospeh Rychlak en su obra Personality Development and

1
Freud. S. “Obras completas”. Tomo I. Ed. Biblioteca Nueva. 3ª Ed. Madrid, 1973
2
Freud. S. Op. Cit.

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Psychopathology existe en el campo de la teoría psicopatológica una tradición de carácter empirista


que se remonta a la obra de Thomas Sydenham, en quien se reconoce el precursor de lo que damos
en llamar el modelo médico de la enfermedad.

El modelo médico sustenta una posición reductiva en el sentido que las alteraciones mentales
pueden explicarse por la acción de microorganismos subyacentes o procesos bioquímicos cerebrales
que constituyen las causas materiales del enfermar. Dicha concepción tuvo la virtud histórica de
ayudar a superar la visión demoníaca de la enfermedad que se había consolidado a lo largo de la
Edad Media, permitiendo que las personas que padecían por la presencia de perturbaciones
mentales dejaran de ser considerados herejes y poseídos que merecían sólo el exorcismo o la
hoguera para poder ser concebidos como personas enfermas que podían y necesitaban de ayuda y
de cuidados. Si la enfermedad radicaba en un trastorno biológico no era entonces una consecuencia
de la acción del demonio. La Historia de la Locura de Foucault y muchos otros textos contienen
admirables descripciones de la manera en que fue evolucionando el papel que la cultura atribuyó a
estos padecimientos.

Pero así como cumplió con un papel liberador en un momento


determinado de la historia, el modelo médico se constituyó en un
obstáculo para el avance de la investigación por su tajante concepción
localizacionista y en última instancia por el grado de positivismo extremo
en que se apoyaba.

Una concepción semejante debía ser necesariamente cuantitativa y de hecho lo patológico fue
concebido como diferencias en más o en menos respecto de los procesos normales. Lo patológico
se extendía entonces hacia el concepto de malformación, fuere éste visible o no.

El modelo médico en Psicopatología no ha desaparecido. Sus extensiones hasta el presente se


manifestaron en diferentes concepciones que sirvieron de base a diferentes aproximaciones de
terapéutica clínica como las terapias físicas (los electroshocks, por ejemplo) y terapias químicas
(tratamientos farmacológicos), donde la conducta anormal es interpretada siempre como resultado
de un funcionamiento disfuncional de la actividad cerebral.

Actualmente, los avances tecnológico para el estudio del funcionamiento neurológico, como son la
Tomografía de Emisión de Positrones y la Resonancia Nuclear Magnética Dinámica, entre otras, han
permitido volver sobre las viejas teorías de la base orgánica de las enfermedades mentales, sólo que
ahora con un fundamento científico mucho más desarrollado, que apoya un accionar más certero,
aunque se mantenga exclusivamente soportado por lo orgánico.

Mientras tanto, la Psicología comenzó su desarrollo como disciplina


independiente y con ello la ciencia encontró un nuevo enfoque acerca de la
naturaleza de los hechos psíquicos.

Cuando la conducta comenzó a concebirse desde distintos ángulos como diferente al mero
funcionamiento de la acción biológica del organismo, los fenómenos psicológicos y por ende los
fenómenos psicopatológicos empezaron a ser enfocados con otra perspectiva. Resultado de ello fue
la constitución de la Psicopatología como una nueva disciplina.

Una contribución decisiva en este sentido fue la obra de Freud. Con el psicoanálisis los científicos
vieron surgir una nueva manera de concebir los trastornos y las perturbaciones psicológicas. Es
sabido el peso que tenía la ciencia positiva en la formación de Freud y cómo, de alguna manera,
sostuvo siempre una postura que lo mantuvo ligado con una interpretación positiva de los
fenómenos psíquicos. Pero también es bien evidente que su obra introdujo una interpretación

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dinámica a los fenómenos patológicos, que lo llevó a planteos muy alejados de la posición
psiquiátrica de su tiempo. Al dirigir su mirada sobre las vicisitudes de las formaciones del
inconsciente, Freud encontró que las enfermedades psíquicas podían explicarse como resultado de
las experiencias vitales traumáticas, en especial la de los primeros momentos de la vida. Los
conceptos de trauma, conflicto y frustración pasaron a jugar un rol relevante en la explicación del
origen de las perturbaciones psíquicas.

Al situar el campo de lo psicopatológico en el estudio de las vicisitudes de la libido, al enfocar los


síntomas desde la perspectiva del funcionamiento pulsional, Freud introdujo un desplazamiento
que se verificó en la necesidad de atender a algo más que el cuerpo biológico del sujeto. Las
instancias del aparato psíquico que sirven de base para comprender el modo en que se desarrolla
la dinámica del comportamiento incluyen la presencia ineludible de lo social vehiculizado a través
de la internalización contenida en la noción de super-yo.

La historia de la psicología, en su totalidad, está marcada por un movimiento


pendular entre lo biológico y lo cultural que se tradujo en diferentes enfoques que
oscilaron entre la primacía de lo individual y lo social.

El carácter intrínseco de la disciplina misma fue debatido permanentemente en cuanto al orden de


pertenencia entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Cuando uno estudia la evolución de
las teorías psicológicas puede observar que este movimiento dio lugar a una serie de enfoques en
un continuo vaivén entre los reduccionismos fisicalistas hasta los extremos culturalistas, con la
aparición progresivamente creciente de posturas que han intentado desde diferentes ángulos lograr
una síntesis de este contraste. La Psicopatología en consecuencia no ha sido ajena a estas
circunstancias.

En el extremo opuesto del modelo médico en Psicopatología, encontramos la presencia de los


modelos socio-culturales que se hicieron fuertes al considerar que los trastornos mentales eran una
consecuencia del funcionamiento de factores ambientales, sociales y culturales. Algunas de las
posturas originarias en este sentido fueron aportadas por antropólogos y sociólogos como
Durkheim, George Mead, Malinovski, Margaret Mead, etc. El célebre texto de Durkheim sobre el
suicidio, escrito a comienzos del Siglo XX es una referencia obligada para ilustrar esta concepción.
La teoría ecológica de Kelly ensayó una explicación de las perturbaciones mentales con relación a la
presencia de factores ambientales como la densidad de la población, las migraciones, etc. Varios
otros autores hicieron aportes en esta dirección, pero tal vez los que más lejos llevaron esta postura
fueron los teóricos de lo que se dio en llamar antipsiquiatría.

En Gran Bretaña, el escocés Ronald Laing y el sudafricano David Cooper emprendieron una tarea
revolucionaria durante la década del ’60 cuando plantearon una despiadada crítica sobre el aparato
ideológico de la ciencia psiquiátrica y abogaron por la liberación de los enfermos mentales de la
marginación y segregación a que eran conducidos por lo que consideraban un poder político: La
institución académica y profesional de la ciencia psiquiátrica. En Estados Unidos Thomas Szasz
sostiene que la enfermedad mental es un mito que sirve a los grupos de poder para el control social
de los individuos. Nos dice:

“Sugiero que los fenómenos ahora denominados enfermedad mental se revisen y que,
simplemente, sean retirados de la categoría de enfermedades y se consideren como expresiones de
la lucha del hombre con el problema de cómo debe vivir”
En la misma línea el italiano Basaglia encabeza el movimiento de la reforma psiquiátrica italiana que
lleva a la eliminación de los asilos psiquiátricos. El fin del encierro marca un punto culminante en
una larga historia cuyo punto sobresaliente anterior había estado marcado por la liberación de las
cadenas emprendida por Pinel.

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Psicopatología
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Los fenómenos psicopatológicos han sido concebidos pues a lo largo de la historia reciente de la
ciencia a veces como fenómenos biológicos, a veces como fenómenos sociales. La investigación se
orientó por lo tanto en la dirección de los estudios sobre la neurofisiología y el funcionamiento
neuroquímico del cerebro como en la construcción de modelos preventivos y epidemiológicos que
investigaron el papel de las sociedades y las variables interculturales.

La primera de esas líneas de investigación ha ido otorgando progresiva importancia al estudio de la


herencia en la determinación de los fenómenos psicopatológicos. Existen numerosas obras que
testimonian sobre estudios de esta naturaleza y sus resultados son ampliamente debatidos en el
ámbito científico. Los desarrollos de la ciencia genética en general han constituido un aporte
significativo en la medida en que llegó a conocerse el funcionamiento de los mecanismos
hereditarios. El descubrimiento de la estructura de los genes y la manera en que éstos transmiten
la información a través de las sucesivas generaciones ha permitido avanzar en la predicción y el
control de fenómenos que anteriormente resultaban inexplicables. Si bien el número de genes
aislados constituye todavía, hoy en día, un número relativamente reducido del total que se hallan
alojados en los 46 cromosomas humanos, los hallazgos encontrados permiten avanzar nuevas y
sorprendentes hipótesis acerca de la descendencia y la detección de las probabilidades de aparición
de ciertos rasgos, tanto normales como anormales.

La investigación bioquímica llevada a cabo en los laboratorios se ha visto complementada por los
estudios de campo sobre la presencia de las correlaciones en grupos de gemelos, mellizos,
hermanos y hermanastros, así como los estudios longitudinales de seguimiento sobre sistemas y
hábitos de crianza y adopción. Todo ello ha conducido a la posibilidad de avanzar sobre estimaciones
acerca de la aparición de rasgos psicopatológicos particulares e hipótesis acerca de los modos
posibles de transmisión de padres a hijos y nietos. Entre las perturbaciones más estudiadas y sobre
las que existen hipótesis más consistentes se encuentran la esquizofrenia, la manía y la depresión,
las demencias preseniles, el alcoholismo y la debilidad mental.

La importancia de estos estudios se apoya en la presencia relevante de tales trastornos en la


población. Así la esquizofrenia se observa en una proporción que varía entre el 1 en 100 y el 1 en
150 según las estadísticas que maneja la Organización Mundial de la Salud. Sabido es también que
se han encontrado poderosas recurrencias familiares de los pacientes afectados de esquizofrenia;
que la proporción de padres esquizofrénicos que tienen hijos esquizofrénicos es muy superior a la
expectativa normal y así siguiendo.

Entre las conclusiones más importantes que estos autores avanzan respecto a la determinación
hereditaria esquizofrénica merecen citarse:
Que los estudios en hermanos parecen probar de modo concluyente la participación
de un componente genético.
Las variaciones observadas permiten suponer que ello no obstante existe un
componente adicional de factores medioambientales.
No es conocido aún cuál es la transmisión de lo genético pero se afirman dos hipótesis
principales:
a) Incidencia de un gen dominante autonómico.
b) Incidencia poligénica.

Estas conclusiones se han visto reforzadas en los estudios sobre adopción donde se verifica que:
a) Los hijos adoptados cuyos padres biológicos han presentado la enfermedad muestran una
mayor incidencia que aquéllos cuyos padres no padecieron la enfermedad.

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b) Los niños adoptados cuyos padres biológicos eran normales y sus padres adoptivos
esquizofrénicos no mostraron un índice superior al normal.

Resultan especialmente interesantes las hipótesis que sostienen la determinación poligénica. El


supuesto en que se apoyan es que la enfermedad no es producida por un solo y único gen sino que
resulta de la acción combinada de varios genes cuyos efectos aislados no tienen la propiedad de
causar la enfermedad, pero sí cuando su acción se produce de manera conjunta, lo cual estaría
producido por la influencia del medio en determinada dirección. Hipótesis de este carácter ayudan
a sostener también que existen numerosas y variadas formas de determinación genética posible
capaces de causar la enfermedad, lo que explicaría la presencia de no sólo un tipo de trastorno sino
múltiples perturbaciones relativamente independientes entre sí, no sólo desde el punto de vista
genético, sino lógicamente también desde el punto de vista clínico.

Estudios alternativos llegan a conclusiones muy concordantes en el caso de los trastornos afectivos
mayores (la manía y la depresión), las demencias preseniles así como el alcoholismo. En este último
caso se han adelantado varias hipótesis acerca de la incidencia de alteraciones en el cromosoma X
como causa de ciertas formas de la enfermedad.

Si bien no se ha llegado a identificaciones concluyentes parece evidente que


existen buenas razones para suponer la incidencia genética en estos importantes
trastornos mentales lo que pueden extenderse a muchos otros. Ello no obstante,
parece cada día más firme la convicción de los científicos de que el papel de los
factores ambientales en general y socio-culturales en particular juega un rol muy
importante en el curso de los estados alterados de la mente.

La influencia de la cultura se verifica a través de diferentes planos, a saber:


Como modo de incidencia en el origen de las perturbaciones psicopatológicas a través
de la influencia ejercida por la presión de los factores interpersonales, tanto primarios
(familia) como secundarios (educación en sus diferentes niveles, grupos de pares, etc.).
Las catástrofes naturales y sociales, así como las épocas de crisis muestran un aumento
significativo de las enfermedades mentales.
Como modo de condicionar los estilos sintomáticos y las variedades específicas del
curso de las distintas perturbaciones psicopatológicas. Los estudios transculturales han
permitido estudiar las semejanzas y las diferencias de distintos trastornos en diferentes
culturas.
Como aparato de operaciones legales, socio-políticas (incluyendo las políticas científicas
y educativas), etc. Cada cultura contribuye a construir el concepto de lo psicopatológico
vigente para cada grupo social y, por ende, a determinar el trato de que se dispensa a los
individuos que presentan los síntomas descriptos.

Algunas de las consecuencias más importantes que se derivan de lo anterior es la indagación en


torno a la posibilidad de formular sistemas clasificatorios de los desórdenes mentales.

Han existido desde antaño dos posturas básicas enfrentadas y múltiples variantes de ellas:
1. Una es la que sostiene la viabilidad de efectuar extensas y detalladas taxonomías
patognomónicas. En los comienzos del siglo la clasificación de Kraepelin resultó de tal fuerza
que como ya señalamos marcó un rumbo cuya influencia se hace sentir todavía hoy en día
en la formulación de los diagnósticos psiquiátricos y psicopatológicos. Los sistemas de
clasificación actuales en vigencia han sido formulados por organismos públicos e
internacionales. La (ICD) Clasificación Internacional de las Enfermedades publicada por la
OMS ha alcanzado su décima edición y contiene un capítulo sobre desórdenes
psicopatológicos. Pero tal vez la que mayor difusión y prestigio ha alcanzado es el (DSM)

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Psicopatología
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Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales en la que participan, para


su elaboración, numerosos centros de diferentes países coordinados por la Comisión
respectiva de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana. La edición actual, siendo la última
publicada el DSM IV – 1998, está siendo sometida a reelaboración, como ocurre
permanentemente en estos casos. Estas taxonomías tienen la ventaja de proveer sistemas
de clasificación que permiten confrontar los estudios y las investigaciones llevadas a cabo
en diferentes medios y contar con un modelo de diagnóstico. Ello supone la existencia de
constantes en el campo de fenómenos estudiados, lo que se apoya en el aserto de varios
teóricos como el caso de Juris Draguns quien sostiene la existencia de aspectos universales
en Psicopatología, a saber:
Que las conductas anormales y perturbadas ocurren y son reconocidas por una
amplia variedad de culturas en todas partes del mundo.
Que las principales categorías psicopatológicas (esquizofrenia, psicosis afectivas,
neurosis) ocurren en las diferentes partes del mundo.
Que la incidencia y prevalencia de sus condiciones suele mostrar rasgos idénticos
en lo general.
Que los modos de manifestación de diferentes desórdenes son reconocibles como
semejantes en diferentes culturas.
Que desórdenes que a primera vista parecen únicos y propios de una cultura
muestran ser, ante un examen detallado, síndromes de fácil reconocimiento en
otras culturas.
2. La postura antagónica es la que sostiene el carácter eminentemente subjetivo e individual
de los trastornos mentales y la necesidad de enfatizar el examen de las características
peculiares que cada perturbación presenta en cada individuo. Autores provenientes de
diferentes corrientes teóricas confluyen en esta crítica común como en el caso de los
psicólogos humanistas o los partidarios de la teoría sistémica. Para los sostenedores de esta
concepción, tales taxonomías no sólo resultan insuficientes para comprender los
fenómenos estudiados, sino que, en algunos casos, son cuestionados como formas de
rotulación que condenan a los individuos a perpetuar los síntomas que padecen, ya que el
diagnóstico así empleado tiene la consecuencia de moldear el comportamiento de acuerdo
con sus prescripciones.

Tal vez la verdad se acerque a una postura que, admitiendo la valía relativa de
ambos enfoques, rescate los aspectos positivos de cada uno de ellos
aprovechando el valor de las generalizaciones y flexibilizando sus alcances para
permitir diagnósticos que atiendan a las condiciones intrínsecas de cada
experiencia vivida. Todo lo cual supone avanzar en una concepción de la
Psicopatología francamente psicológica, es decir, un modelo teórico capaz de
integrar los aspectos biológicos y sociales a la luz de lo que aparece como más
específico de la actividad psíquica: los fenómenos interaccionales

La Psicopatología se ha ido constituyendo a través del tiempo en un intento de describir ciertos


fenómenos considerados anormales. La vía de entrada para la observación y todas las operaciones
posteriores de elaboración han sido los síntomas, pues ellos son los signos que los científicos
recortaron para emprender los estudios pertinentes. Signos que fueron interpretados como
manifestaciones del orden biológico (es decir del funcionamiento cerebral) o del orden socio-
cultural (es decir del variado juego de esquemas de poder y de control). Poco a poco se fue
afirmando la idea de que dichos síntomas podían ser estudiados como signos de manifestaciones
psicológicas.

Los dos conceptos fundamentales que han manejado los psicólogos a este respecto son los de
comportamiento o conducta y personalidad, nociones contrastadas pero que a nuestro juicio
exigen ser integradas en una visión psicopatológica moderna.

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Psicopatología
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Los comportamientos: están constituidos por las unidades observables o registrables y


desde ese punto de vista todos los síntomas son conductas. Existe un amplio consenso de
que la vida de los seres humanos está marcada por el despliegue permanente de su
comportamiento. Desde esa perspectiva todos los actos son conductas y la psicología debe
estudiar específicamente aquéllas que le son propias, es decir las que soportan los
significados.
La noción de personalidad aparece en la teoría psicológica como una noción globalista y
abarcadora del conjunto total de actos de conducta que una persona realiza. La
personalidad es así la síntesis de los comportamientos y se expresa o manifiesta a través
de ellos. Todo síntoma puede por lo tanto ser examinado como una conducta específica o
como una manifestación de la personalidad, dependiendo ello del ángulo con que se lo
examine.

Las psicopatologías conductistas han construido su modelo a partir de un estudio de los síntomas
como conductas y en sus formas más reductivas han rechazado el concepto de personalidad por
considerarlo vago, inobservable y sin utilidad para comprender la naturaleza de los desórdenes
psíquicos. Las psicopatologías psicodinámicas, por el contrario, se apoyan en el examen de los
síntomas como manifestaciones de una personalidad mórbida, siendo las conductas específicas una
consecuencia necesaria de ello. De allí que al examinar los síntomas (que resultan elementos
superficiales, es decir, manifiestos) conviene investigar las bases constantes sobre las que se apoya
el funcionamiento mental de determinado sujeto o determinado grupo de sujetos en sus
mecanismos psíquicos fundamentales.

El DSM es el resultado de la actividad que llevan a cabo equipos multiteóricos de


expertos que representan las diversas concepciones más características. Un resultado
palpable en su elaboración ha sido la necesidad de encontrar una repuesta a este
planteo doble sobre la atribución de los síntomas, lo que se refleja en su estructura que
reconoce varios ejes independientes (no excluyentes) que el diagnosticador debe
considerar al examinar un trastorno.

ETIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS: Causas y condiciones. Factores desencadenantes. Evolución y


proceso.

En la ciencia positiva de la edad moderna la etiología fue claramente el estudio de las causas y el
concepto alcanzó su vigencia plena en el campo del saber médico. El estudio de las enfermedades
de acuerdo con el modelo médico situaba a la etiología como prioridad fundamental. Conocer la
causa fue el objetivo prioritario de toda investigación médica y de su descubrimiento dependía la
certeza de la curación. De allí derivó el concepto de que curar el síntoma no eliminaba la enfermedad
y que sólo curando la causa se lograba realmente un resultado definitivo. Todo ello se apoyó en un
principio epistemológico incuestionable para ese modo de proceder: Todo fenómeno tenía una
causa y a ésta obedecía. La Psicopatología en sus comienzos siguiendo los dictados del modelo
médico se dedicó fervientemente a la búsqueda de las causas que producían los trastornos
mentales. Ello resultó lógico en la producción que se originó en el campo psiquiátrico pero también
infiltró plenamente los modelos psicológicos.

Los dos modelos psicológicos más relevantes, el psicoanalítico y el conductista (y sus derivados)
dedicaron enormes esfuerzos a establecer las causas de los trastornos:

Para las corrientes psicodinamistas, originadas en la teoría psicoanalítica, la causa debería buscarse
en el estudio de la motivación y sus raíces debían rastrearse históricamente hacia los comienzos de
la vida.

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Psicopatología
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Para las corrientes comportamentales, originadas en el conductismo la causa de los trastornos


psicopatológicos residía en los aprendizajes disfuncionales cuyo reforzamiento sostenía y volvía
persistentes los síntomas lo que podría explicarse en base a las contingencias presentes sin
necesidad de recurrir a inferencias ulteriores ni a bucear en las épocas remotas de la vida de las
personas afectadas.

El modelo psicodinamista se constituyó pues como un modelo globalista. La enfermedad psíquica


fue considerada como expresión total de una personalidad afectada desde tiempos remotos y los
síntomas expresión manifiesta de causas antiguas. La división de la personalidad (consciente e
inconsciente) fue un pilar de esta concepción ya que la separación entre elementos superficiales y
profundos requería una explicación dinámica en torno al funcionamiento pulsional. La enfermedad
psíquica fue concebida como un modo de ser de una personalidad y su aparición el resultado de una
sobredeterminación de factores que conducían necesariamente a ello. El estudio histórico resultó
por ende indispensable para un diagnóstico adecuado ya que en la evolución de la experiencia vivida
y las circunstancias atravesadas era donde podía identificarse la razón del enfermar.

El modelo comportamental, por el contrario, se estructuró como un modelo focalista. Los


trastornos psíquicos fueron concebidos como disfuncionamientos focalizados (de diferente nivel de
generalización) en determinados comportamientos. Los síntomas pasaron de este modo a ser la
enfermedad misma y no fue necesario recurrir a la historia para explicar dichos síntomas. Desde ya
que en ningún momento tal enfoque supuso la falta de importancia de la historia individual sino que
el planteo estuvo dirigido a que el origen las perturbaciones no estaba situado en un período remoto
sino en el tiempo de aparición de los síntomas. Estos autores estudiaron detenidamente pues las
leyes del aprendizaje y las diferentes formas de condicionamiento capaces de explicar por qué en
ciertas condiciones los seres humanos aprendían comportamientos disfuncionales y que resultaban
penosos para ellos.

La evolución del pensamiento psicopatológico fue reflejando la evolución del pensamiento


psicológico en general y de una nueva manera de concebir la ciencia. Se empezó a pensar que la
búsqueda de las causas podría constituir un obstáculo para la investigación científica así como
durante siglos se había concebido como el objetivo primordial de descubrimiento. La teoría general
de los sistemas de Bertalanffy ilustra un buen ejemplo de aproximación diferente al tradicional
pensamiento positivista en la ciencia. Las ideas de Bateson y su aplicación en el campo
psicopatológico supusieron una nueva mirada, de corte ecologista, que puso un marcado énfasis en
el estudio de las condiciones más que en las causas.

Todo ello ha permitido surgir un nuevo modo de abordaje en Psicopatología centrado ya no en el


estudio de la motivación o el aprendizaje sino en la comunicación. Este cambio significó pasar al
primer plano lo que en los otros modelos resultaba subsidiario: La naturaleza y la modalidad de los
vínculos. Lo primordial no fue entonces lo que ocurría a un individuo sino lo que ocurría en un campo
de interacción de las que un individuo determinado participaba. La Psicopatología se centró pues
en el estudio de las relaciones interpersonales y el estudio del lenguaje (en todas sus formas de
manifestación) ocupó un primer lugar.

Enfoques dirigidos en esta dirección fueron apareciendo en autores y corrientes de orígenes


absolutamente diversos corno lo pueden ilustrar las obras de Harry S. Sullivan con su teoría
interpersonal de la psiquiatría, Watzlawick y el modelo comunicacional del Mental Research
Institute, Castilla del Pino y David Liberman, psicoanalista argentino de formación kIeiniana que no
dudó en incorporar los aportes de la teoría de la comunicación y la lingüística al estudio de la
Psicopatología.

Estudiar las condiciones de un trastorno es abordar las circunstancias en que tiene lugar sin una
presuposición necesaria de lo que lo ha causado. Ello implica enfatizar cómo ocurren los trastornos
antes que el por qué. La moderna cognitiva ha abierto nuevas y renovadas puertas en este camino

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Psicopatología
Módulo 1

proveyendo de poderosas herramientas teóricas y conceptuales. Una Psicopatología basada en los


principios cognitivistas ha surgido en los últimos años dirigiendo la atención al estudio de los
trastornos como formas específicas de procesamiento de información, lo cual ha conducido a
resaltar el carácter constructivo de los comportamientos (incluidos los comportamientos alterados)
y a examinar extensamente la forma en que se elaboran las estructuras de significado que permiten
operar los diferentes programas de procesamiento.

Digamos, para acercarnos a la conclusión, que:


Una Psicopatología constituida en base a un pensamiento positivo requiere
identificar las causas de los trastornos estudiados como base fundamental para
organizar un sistema explicativo. Lo cual lleva a la necesidad complementaria de
identificar los factores desencadenantes, es decir, aquellos fenómenos que tienen la
propiedad de actualizar lo latente o de volver concreto lo virtual.

Los factores desencadenantes han sido pues concebidos como un recurso indispensable para
completar la noción de causa. En otras palabras, para dar cuenta de porqué lo que se había originado
de alguna manera se concretaba en un momento y en una forma determinada y además porqué se
sostenía en lugar de remitir espontáneamente. La evolución de los fenómenos patológicos fue
entendida según cada modelo de acuerdo con la consideración particular que cada uno hizo de las
causas y por ende del papel que jugaban los factores desencadenantes.

Para los modelos psicoanalistas los factores desencadenantes pasaron a ser la gota que rebalsaba
el vaso (no importa el tamaño de la gota ni del vaso), o sea las experiencias actuales que tenían la
propiedad de desencadenar lo que estaba encadenado: La disposición a enfermar alojada en una
estructura profunda de la personalidad cuya base se había tejido en los primeros años de vida
apoyada en los factores constitucionales.

Para los modelos comportamentalistas los factores desencadenantes pasaron a ser estímulos
condicionantes que, con carácter acumulativo, tenían la propiedad de anudar una circularidad entre
estímulos y repuestas propiciando la conformación de un nuevo aprendizaje disfuncional y cuyo
sostenimiento era provocado por la presencia de adecuados reforzadores. De allí la noción de
contingencia para sostener el concepto de refuerzo.

La Psicopatología tradicional, originada en el pensamiento psiquiátrico del Siglo XIX, formó una
tradición donde el estudio de los trastornos mentales fue enfocado principalmente como una
semiología de los contenidos psíquicos: atención, percepción, memoria, pensamiento, etc.
Cualquier tratado clásico de psiquiatría muestra todavía hoy en día un estudio de esta índole y sus
capítulos pueden seguirse paso a paso como examen de los estados alterados de cada una de sus
funciones.

La Psicopatología moderna,en cambio, se constituye sobre la afirmación del concepto de proceso


como modalidad opuesta al estudio de los contenidos. En ello se conjugan una serie de aportes
realizados por las diferentes escuelas de pensamiento psicológico a que hemos ido aludiendo.

Pero sin duda que lo medular de un estudio de las perturbaciones psíquicas como procesos
interactivos constantes y de evolución continua está dado por el hecho de incorporar al
pensamiento psicopatológico la idea de que los trastornos (como la conducta en general) obedece
no sólo a causas que la provocan sino que también está dirigida a cumplir con ciertas finalidades
prospectivas.
Lo realmente nuevo a lo que asistimos en el campo de la
Psicopatología es a una concepción del padecer concebido como una
peculiar manera de organización, donde el ser humano no es visto como

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Psicopatología
Módulo 1

producto sino como un elaborador activo de un proyecto que implica la


necesidad de regulación y adaptación con un medio del que forma parte
y al que ayuda a modificar permanentemente.

Algunos criterios actuales sobre salud y enfermedad psíquica

Con un criterio mucho más actualizado y apuntando a una concepción menos radical o extremista
respecto al estar sano o enfermo, Marina Müller33 hace un abordaje en el cual lo más relevante es
que cualquier persona que circula por la vida, puede pasar un momento que, analizado en ese
punto, bien podrían ser ubicado en alguno de los criterios del DSM IV, pero que sea por la
circunstancia o por el fuerte deseo del sujeto de superar esa situación, que más de una vez lo llevará
a pedir ayuda especializada, no tiene otra significación que lo transitorio. Según esta autora:

“La salud psíquica es compatible con el conflicto, siempre presente en la vida humana,
imposible de ser anulado y sí en cambio afrontado y elaborado con diversos grados de éxito. La
salud mental no es sinónimo de rasgos estadísticos promedio, a lo que en cambio podría aludirse
con los términos "normalidad", "normal.
La salud mental es un estado de bienestar y de cierta armonización para conectarse consigo, con los
otros y con el mundo; no es la mera ausencia de enfermedad”.

La salud psíquica es un estado en devenir, un ideal de integración y armonización que sólo existe en
forma abstracta.

En la vida psíquica de cada ser humano asume formas diversas, tomando la impronta de los procesos
de socialización e inculturación, difiriendo en sus rasgos según los distintos grupos socioculturales,
etarios, de género, de pertenencias etnográficas, etc., asumiendo caracterizaciones idiosincráticas
en cada sujeto.

La dinámica psíquica subjetiva sufre movilizaciones, fluctuaciones, desequilibrios y


transformaciones significativos a lo largo de la vida, sin que esto implique entrar en un terreno
psicopatológico.

En Psicología de la personalidad y en psicoanálisis ha sido más estudiado el campo de la enfermedad


mental que el de la salud psíquica; no abundan los conceptos que describan al sujeto como capaz
de 'estar bien' o de procurar la curación mediante sus propios recursos psíquicos si padece mal-
estares, así como no abundan los abordajes eminentemente preventivos del malestar, y aún más,
promotores de salud.

Es pertinente reflexionar sobre los aspectos idealizados de esta terminología "normativa",


normalizadora, en cuanto modelo, lo cual se vincula con los ideales culturales, es decir, con
variaciones sociológicas e históricas de lo considerado "normal" (o "sano"). "La salud es un estado
estadísticamente raro y sin embargo en absoluto anormal".

Desoyendo las ilusiones de completud, felicidad u omnipotencia, la salud implica aspectos de


bienestar y de eficiencia, de relativa consistencia e integración en medio de conflictos interiores e
intersubjetivos, así como incluye problemáticas de la realidad transpersonal y biofisica, lo cual el
sujeto sano consigue asumir, sin paralizarse, en un encierro narcisista, ni hacerse rechazar por los

3
Marina Müller: Tesis Doctoral – Cap III – Bs. As 1997

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demás (en instituciones como el hospital psiquiátrico, el asilo, la cárcel), a pesar de las inevitables
divergencias.

Pero también hay que considerar que los cambios sociales, culturales, históricos, económicos,
laborales, familiares, o de otra índole, pueden afectar la salud del sujeto, deteriorándola a veces
profunda e irreversiblemente. Un dramático ejemplo es la frecuencia de suicidios entre
desocupados o personas jubiladas de tercera edad.

Al hablar de salud se intenta ir más allá del concepto de normalidad. La cualidad de salud (estar
sano/sana) no es un concepto lineal ni estático, no se pretende con el mismo aludir a una situación
de plenitud o completud.

Cuando se hace referencia a las diversas problemáticas psíquicas, no nuestra intención presentarlas
como cuadros nosográficos, al modo de la psiquiatría, como denominaciones-cosificaciones masivas
respecto al sujeto (niño, adolescente, joven o adulto), sino como aproximaciones a estilos o
estructuraciones psíquicas relativamente estables, aunque decididamente cambiantes y no
definitivas, más particularmente durante la niñez, la adolescencia y los primeros años juveniles. El
sujeto psíquico, tal como el sujeto del inconsciente psicoanalítico, resiste al encasillamiento teórico,
desbordan las teorizaciones y subsisten como enigmas a ser interpelados.

Donald Winnicott44 dice que la respuesta cabal al concepto de normalidad y salud no es posible,
dado que implica una serie de paradojas irreductibles. Algunas de las características del individuo
sano son según él las siguientes:
El adulto sano no conoce detención en su desarrollo emocional.
Puede permitirse la desintegración y el sufrimiento temporarios asociados a la relajación,
el reposo y el sueño, gracias a los cuales resurge el impulso creativo.
La vida “sana” se define en gran parte por diversas relaciones de “objeto” - tomando como
tales a personas o símbolos.
Existe un interjuego entre el mundo 'extremo' de las relaciones y del hacer, y el mundo
'interno' de la realidad psíquica personal.
No deberían incluirse entre los “sanos'” sólo a quienes lo sean “desde el primer momento”,
sino también a quienes escapan de su predisposición a la mala salud, en la medida que
hallan una salud que no les ha llegado fácil ni naturalmente.
Un gran número de personas incómodas consigo mismas, logran realizaciones
excepcionales precisamente movilizadas por su angustia.

La posibilidad de deprimirse es indicadora de salud, por su vecindad con sentirse responsable,


sentirse culpable, y sentir pena, así como es sano poder sentir alegría cuando las cosas van bien.

La persona sana participa de la vida cultural, a partir del juego infantil, compartiendo el universo
simbólico: artes, ciencias, mitos, filosofa, religión.

La persona sana tiene sentido del humor.

Las experiencias del hacer nutren la vida psíquica personal, y se basan en el sentimiento de existir,
desde un conjunto psiquesoma que vive y funciona con cierta armonía.

4
Donald W. Winnicott: "El concepto de individuo sano" - Ed. Trieb, Bs. As. 1978 - págs. 25 a 41

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No es fácil decir hasta dónde prosigue la salud, en qué punto se detiene, y dónde comienza la
enfermedad.

LAS TRES REGLAS DE ORO DE LA PSICOPATOLOGÍA

Para concluir, explicaremos tres conceptos que en nuestro devenir docente hemos denominado
“Las Reglas de Oro de la Psicopatología”; el nombre se debe a que estos aspectos de la conducta
humana son aplicables a cualesquier modelo teórico con el que deseemos abordar nuestro
quehacer clínico. Me refiero a:
Todos los extremos son patológicos: Esto se refiere a que tan malo es la falta como el
exceso de una conducta determinada. Aristóteles decía: “La virtud está en encontrar el justo
medio de todas las cosas”. Quizá esta cita sea un ideal, ya que resulta a ojos vista que en la
vida cotidiana es a veces muy difícil discernir el justo medio. Pero tampoco es bueno
polarizarse hacia un extremo o al opuesto. Por ej.: tan malo es que un niño sea
sobrealimentado, como no darle de comer. Otro ejemplo: tan malo es un niño
sobreprotegido como un niño descuidado y sin atención.
Todo lo que se estereotipa (se rigidifica) se transforma en patológico: Con esto nos
referimos a que una conducta que en un momento puede ser adecuada a la situación y las
circunstancias, si esa misma conducta se perpetúa, deja de ser adecuada. Por ejemplo: es
esperable que un niño de 2 años hable con dislalias, pues recién está adquiriendo un
lenguaje completo, pero si a los 5 continúa expresándose con dificultades en la dicción, hay
algo que está entorpeciendo su desarrollo. Otro ejemplo: es esperable que una persona a
quién se le murió un ser querido recientemente, esté triste. Pero si 5 años después sigue
llorando su muerte como el primer día, estamos en presencia de un cuadro patológico
Si hay alguien que hace es porque hay otro/s que permite/n: Esto significa que las personas
pueden llevar a cabo ciertas conductas positivas o negativas, porque las otras personas con
las que se vinculan se lo permiten, explícita o implícitamente. Por ejemplo si hay alguien
que pega, es porque hay otro u otros que así lo permiten. Si la ley es: “en esta casa no se
pega”; pues así será, caso contrario se tomarán medidas para que así sea. También hay un
“dicho” que dice: “para pelear hacen falta dos”.

Cada vez que en su quehacer profesional, frente a la necesidad de elaborar


un diagnóstico Ud. detecte que alguna de estas “Reglas” se cumple,
comience a pensar en dónde está la situación que provoca el conflicto.

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Psicopatología
Módulo 1

Recapitulando, en este Módulo hemos desarrollado:

ü La definición y alcance de la Psicopatología


ü Las causas, factores desencadenantes y evolución de la etiología DE QUÈ?
ü Los criterios actuales sobre salud y enfermedad psíquica
ü Las tres reglas de oro de la Psicopatología

Ahora que ya ha concluido este Módulo, queremos que nos haga


llegar sus comentarios en los Foros; si tiene alguna duda, consulte
con su profesor/a.
Continuaremos el desarrollo de la materia en el próximo Módulo
“Modelos psicopatológicos clásicos: El Modelo Médico”

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