You are on page 1of 3

Cuzco, a 10 de julio de 1825.

[Señora María Antonia Bolívar]

Mi querida Antonia: Recibí ayer una carta tuya en que me anuncias la llegada de mi tío Esteban [1]
de lo que me he alegrado mucho, como también de saber de tu salud y de Juanita [2] que están
todas buenas.

Dile a Juanica que he recibido una carta suya; que tenga pa-ciencia si no le respondo; que tengo
mucho que hacer; y con ella no tengo negocios. Que tengo mucha gana de que se case Benigna [3]
con el general Briceño [4], que pasa allá con este designio. Briceño es el mejor hombre del mundo
y yo lo amaré como al mejor de mis sobrinos.

Escríbele a don Antonio León [5] diciéndole que libre contra ti por la cantidad que recibiste tú y
Juanica, por su orden, en San Tomas [6] con los intereses desde [entonces] o que te escriba a
donde le puedes mandar el dinero. Añádele [7] también que yo no he tenido parte en la
confiscación de sus bienes; que yo lo llamé a tiempo, y su respuesta fue negativa; respuesta que
tuvo en su poder Páez [8] abierta y me la mandó así, pidiéndole al gobierno la hacienda; que yo le
escribí [9] negándosela, y que el Vicepresi-dente [10], ya encargado del gobierno, se la mandó
entregar. Dile que yo no soy un ingrato; que yo me acuerdo mucho de la noche que me escondió
en su casa en tiempo de Monteverde [11]; que no he olvidado el dinero que dio a Vmds., ni el que
me ofreció a mí, ni las onzas que dejó en mi casa el día de mi retirada de Cara-cas. Ofrécele todo lo
que yo pueda hacer por él, y que empiece por aceptar su dinero; que no le mando nada porque yo
no tengo nada, pero que para después podré tener.

Te mando nuevamente mi poder para que arregles todos mis negocios, casas, haciendas y minas.
Quiero saber en qué estado está Suata: Suata no está arrendada con San Mateo. Manda a tu hijito
a ver como está todo eso; lo mismo que las casas de La Guaira.

Te mando una carta de mi madre Hipólita [12], para que le des todo lo que ella quiere; para que
hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre
que ella. Al tío Esteban le mando una libranza de cinco mil pesos contra el tesoro público. Bastante
me ha costado este paso; pero he debido darlo en beneficio de él. Hazle muchos cariños de mi
parte. Dame siempre noticias políticas y de todo; porque lo que tú me dices es siempre lo más
cierto.

El mes que viene comienza a salir de aquí un ejército de 12.000 hombres para Venezuela, y a
principios del año que viene me iré yo. Entonces lo arreglaré todo y no tendrás más alarmas. Dile
así a tus amigos, y recibe el corazón de tu hermano.

BOLÍVAR.
Pativilca, 19 de enero de 1824

Al señor don Simón Rodríguez: ¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson, Ud. en
Colombia! Ud. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Ud. el hombre más
extraordinario del mundo; podría Ud. merecer otros epítetos pero no quiero darlos por no ser
descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo; sí a visitar su patria
que ya no conoce, que tenía olvidada, no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo
sabe lo que Ud. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Ud. cuando fuimos juntos al
Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no
habrá Ud. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó por decirlo así, un
juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener. Ud. Maestro mío, cuánto debe
haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con qué avidez habrá
seguido Ud. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Ud. mismo. Ud. formó mi
corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero
que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede
Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado;
no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado.
Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles. En fin, Ud. ha
visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Ud. no
habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé
tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos, ellos son míos, yo voy a saborearlos
en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es
imprescriptible, privativo a todo.

Sí, mi amigo querido, Ud. está con nosotros; mil veces dichoso el día en que Ud. pisó las playas de
Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo
desespero por saber qué designios, qué destino tiene Ud.; sobre todo mi impaciencia es mortal no
pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Ud. hágalo Ud. hacia mí; no
perderá Ud. nada; contemplará Ud. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca
del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Ud. No, no se saciará
la vista de Ud. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los
prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Ud. al Chimborazo; profane Ud.
con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del
Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Ud. la vista; y al observar el cielo y la tierra admirando el
pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan; la pasada y la que
viene; y este trono de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno
como el Padre del Universo. ¿Desde dónde, pues, podrá decir Ud. otro tanto tan erguidamente?
Amigo de la naturaleza, venga Ud. a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Ud. no ha
visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre: allá está
encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí
está doncella, inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto
profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus
virtudes intactas. Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Ud. a un vuelo rápido hacia
mí, ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco.

You might also like