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UNA MIRADA A TRAVÉS DEL HIELO: APUNTES EN TORNO A CIEN AÑOS DE

SOLEDAD
(Una Clase Imaginaria)
Eduardo Pepper
Quiero empezar esta clase con una afirmación: los grandes clásicos de la
literatura adolecen de una herida mortal, en vez de ser leídos, se dan por
leídos. Una larga lista, desde la Biblia, la Ilíada, el Quijote, o una de las
tantas maravillosas obras de Shakespeare, confirma este equívoco, puesto
que al ser obras configuradoras de lo que podríamos denominar el canon
literario occidental –para recordar al maestro Harold Bloom- forman parte de
cierta dinámica socio-cultural, en la que de una u otra forma, los individuos
–lectores o no lectores- se han ido apropiando a través de distintos medios
(la escuela, revistas literarias, prólogos y resúmenes) de un sistema de
referencias en torno a dichas obras y por lo tanto, suponen tener algún tipo
de conocimiento sobre ellas.
Dicho fenómeno no es razón para escandalizarse y mucho menos para
justificar ciertas discriminaciones, todo lo contrario: en el vasto mundo de
los libros cualquier forma de acercamiento a ellos es válida. No obstante,
dicho modo de apropiación de las obras literarias, instaura una visión
superficial y limitada, es decir, todo lo que se pueda decir en torno a una
obra literaria que en vez de ser leída se haya dado por leída no puede ser
más que un conglomerado de lugares comunes y vacuas repeticiones que no
alcanzan ni siquiera a descubrir un ápice de su grandeza.
En este sentido, la novela Cien Años de Soledad, uno de nuestros más
grandes clásicos de la literatura latinoamericana, no es una excepción.
Como muchos sabemos, sobre ella se cierne lo que podríamos denominar el
peso de toda una institucionalidad crítica que ha construido a su alrededor
una serie de argumentos y categorizaciones en busca de dilucidar sus
sentidos más enrevesados. Por un lado, podríamos mencionar la noción que
trata de entender la obra como una metáfora o representación de la realidad
latinoamericana y sus distintas complejidades sociales y humanas. Por otro,
aquella que intenta explicarla a partir de la noción de realismo mágico o
novela fantástica y por último, la categoría que pretende delimitar su lectura
al análisis de la genealogía familiar de los Buendía.
Mi intención no es desmeritar los estudios anteriores, sin embargo cabe
destacar que éstos han creado alrededor de la novela una serie de
prejuicios interpretativos que se han establecido como una especie de rigor
canónico en torno a sus posibles lecturas. Por consiguiente, en la presente
clase, procuraré una bitácora íntima en la cual intentaré reflexionar sobre
algunos elementos que, desde mi perspectiva, muchas veces, suelen pasar
desapercibidos al momento de abordar la novela, en otras palabras, mi
intención es realizar una lectura divorciada de los incipientes lugares
comunes que bordean los límites interpretativos de la obra. Apostaré
entonces, por una lectura que atienda a los sentidos microscópicos y
particulares de la misma, ya que en ellos, a mi juicio, se condensan algunos
sentidos relevantes de su poética ficcional.
En una primera instancia abordaré el tema de la utopía y su relación con la
ficción y por último realizaré una serie de reflexiones en torno al arte de la
lectura y su funcionamiento dentro de la obra.
Anotaciones sobre la utopía y la ficción
Toda novela construye una utopía, puesto que se edifica y sustenta sobre
las bases de un sistema perfecto y alternativo que busca confrontar,
cuestionar y abolir a la realidad para crear un mundo nuevo, un nuevo
estado de las cosas, un reordenamiento de la vida. En este sentido, la
novela Cien Años de Soledad, no sólo puede ser considerada un sistema
utópico por su naturaleza ficticia, sino que también puede ser pensada
desde dicha convicción porque en ella se traman, a partir de la creación de
Macondo, los motivos esenciales de un mundo ideal, en otras palabras, el
mundo ficcional de la novela puede ser entendido también como una ficción
en sí mismo.
Para justificar el planteamiento anterior es preciso realizar una revisión en
torno al proceso formativo de Macondo y determinar cuáles fueron las
razones y motivos que generaron su fundación, puesto que a partir de ahí
podríamos develar una serie de elementos que nos ayudarían a comprender
su sentido utópico e ideal.
Vamos a remontarnos al principio de la novela. Ustedes supondrán que haré
referencia al célebre inicio (Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía…) pero no. La historia no empieza
ahí, sino en el segundo capítulo cuando Francis Drake asalta a Riohacha y la
bisabuela de Úrsula Iguarán llena de miedo se sienta sobre el fogón
ardiente. Este acontecimiento es lo que algunos estudiosos de la
narratología denominan “la acción catalizadora” de la historia.
Ahora bien, imagino que se están preguntado cómo es posible que sea éste
el inicio de la obra y no aquellas cuatro líneas célebres a las cuales estaban
tan acostumbrados. Para despejar sus dudas trazaré una cronología que me
ayudará a justificar lo planteado hasta ahora:
1.- En el siglo XI Francis Drake asalta Riohacha y la bisabuela de Úrsula
Iguarán se sienta en el fogón caliente. Queda afectada para siempre por las
dolencias y al mismo tiempo muy paranoica de que vuelvan a asaltar el
pueblo.
2.- Su esposo se solidariza con ella y en un gesto de infinito amor liquida
todas sus propiedades y se va a un pueblo lejano de la sierra para que ella
tenga un poco de paz y sosiego. En dicho pueblo se asocia con el bisabuelo
de José Arcadio Buendía en un negocio tabacalero y amasan una buena
fortuna.
3.- Tres siglos después José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán contraen
matrimonio y sobre ellos se cierne la amenaza de que si procrean un hijo
éste saldrá con cola de cerdo, puesto que son primos.
4.- Úrsula, temerosa de procrear un fenómeno usa un extraño pantalón de
castidad para asegurarse de que José Arcadio no consume el matrimonio.
En el pueblo se comienza a rumorar que José Arcadio es impotente sexual.
5.- Una noche en la gallera, el gallo de José Arcadio liquida al de Prudencio
Aguilar y éste lo humilla poniendo en duda su virilidad ante todo el mundo.
José Arcadio lo reta a un duelo a muerte y Prudencio Aguilar cae muerto
ante todo el mundo con una lanza clavada en la garganta.
6.- José Arcadio, luego de dar muerte a Prudencio, llega a su casa y le exige
a Úrsula que se quite el pantalón y ella asustada por la determinación de
éste no se opone. Hacen el amor.
7.- Con el pasar de los días el ánima en pena de Prudencio Aguilar empieza a
atormentar a José Arcadio y a Úrsula apareciéndoseles a cada instante, por
consiguiente deciden abandonar el pueblo.
8.- José Arcadio Buendía junto a otros jóvenes del pueblo emprende un
éxodo por toda la sierra buscando la salida al mar. La excursión por dicho
territorio dura aproximadamente dos años. Un día, cansados de andar sin
rumbo entre los pantanos, acamparon junto a la orilla de un río y decidieron
quedarse ahí.
9.- Esa noche José Arcadio Buendía sueña que en el lugar que han
acampado se levanta una ciudad ruidosa en la cual las casas tienen paredes
de espejo. En el sueño pregunta cuál es el nombre. Le dicen un nombre que
para él carece de significado pero que posee una resonancia extraña:
Macondo.
10.- Al despertar, José Arcadio Buendía convoca a sus hombres y los
convence de que nunca encontrarán el mar y les ordenó derribar los árboles
y hacer un claro junto al río para fundar la aldea.
Les puede parecer extraño que para reflexionar sobre un tema tan abstracto
y bizantino como es la utopía y más aún si éste está vinculado a la ficción,
haya tenido yo que empezar con algo tan básico, explícito y estructural
como una secuencia de hechos narrativos. Es cierto, no puedo
contradecirles. Pero me gustaría que el día de hoy entendieran algo
fundamental: muchas veces, al leer, abusamos de los mecanismos de
interpretación y solemos buscar los sentidos de una obra fuera de la obra
misma, es decir, nos salimos de su historia que es igual a salir de su
lenguaje y por lo tanto salir de sus múltiples sentidos para buscar sus
verdades en otros discursos.
Ahora bien, con esto no quiero decir que sea imposible entrelazar el
mensaje de una obra con otra (como por ejemplo lo hacen los
comparatistas), o en el peor de los casos ser presa de la tentación
transversal para explicarse ciertos asuntos concretos de una obra en
particular, no… A lo que me refiero es que el primer paso que como lectores
debemos dar para aglutinar el mensaje trascendente de una obra es
abocarnos a su realidad concreta, a su pulsión, cadencia y ritmo unívoco, a
su estructura explícita y a sus detalles nimios, por más evidentes u oscuros
que éstos puedan ser, ya que es ahí donde se manifiestan sus sentidos
implícitos esenciales.
Bien, volvamos a Cien Años de Soledad. En líneas anteriores les comenté
que era necesario tener claro el proceso formativo de Macondo. La
cronología que elaboré para delimitar el asunto es fundamental por muy
superficial que ustedes la puedan concebir. Fíjense, si somos acuciosos (es
probable que ustedes lo sean más que yo) observaremos que más allá de
unos simples acontecimientos estamos ante los motivos que sostendrán la
trama narrativa a lo largo de la novela.
En primer lugar tenemos la noción del viaje, la cual podemos constatar con
la llegada de Francis Drake al pueblo. Luego el desplazamiento de los
Iguarán hacia otros parajes buscando paz y tranquilidad a causa de los
miedos de la bisabuela de Úrsula y por último, el éxodo liderado por José
Arcadio Buendía. Como ustedes pudieron notar (se supone que ya han leído
la obra) el viaje es una constante dentro de la obra. Uno está leyendo y
pareciera estar todo el tiempo en un constante movimiento geográfico.
Podríamos especular que estamos ante una novela con una clara noción del
desplazamiento, desplazamiento que también se puede entender no sólo en
su acepción física y material, sino que también puede entenderse como un
viaje espiritual, puesto que los personajes que lo ejecutan a lo largo de la
obra suelen terminar transformados.
En segundo lugar tenemos la noción de tragedia, la cual por la magnitud de
su esencia pareciera funcionar aislada dentro de la obra o por encima de
todo, pero también puede ser preciso entenderla como un correlato, puesto
que funciona como un motivo derivado del viaje realizado por Francis Drake;
si bifurcamos la mirada vamos a encontrar la misma pulsión en los motivos
del éxodo de la familia Buendía Iguarán: el duelo a muerte en el que cayó
muerto Prudencio Aguilar. Es decir, viaje y tragedia son dos nociones que se
complementan, no podemos hablar de uno sin tomar en cuenta al otro.
En este punto me gustaría hacer un pequeño inciso para advertirles de un
detalle: las dos tragedias que dan pie a los viajes que dan inicio a la novela
están ligadas a la sexualidad. Por un lado la bisabuela de Úrsula al sentarse
en el fogón lástima sus partes íntimas y queda inutilizada de por vida, por
otro lado tenemos que el duelo entre José Arcadio Buendía y Prudencio
Aguilar está también vinculado a la sexualidad: Prudencio Aguilar se hace
eco de los rumores que corren por el pueblo sobre la supuesta impotencia
de José Arcadio Buendía y se burla de él delante de toda las personas que
están en la gallera.
Este motivo –la sexualidad- será de gran importancia dentro de la obra,
puesto que a través de él se generarán una serie de tensiones, como por
ejemplo la noción del incesto, la cual tiene su origen en el miedo de Úrsula a
procrear –como ya sabemos- un hijo con cola de cerdo y que llega a puntos
máximos como por ejemplo el amorío entre Amaranta y uno de los
Aurelianos, o en el final de la obra con la pasión desbordada y enloquecida
entre Amaranta Úrsula –hija de Aureliano Segundo y Fernanda del Carpio-
con su sobrino Aureliano Babilonia, hijo de su hermana Meme. Como ya
todos sabemos es esta relación incestuosa la que materializa “al hijo con
cola de cerdo” que luego termina devorado por las hormigas y con el cual se
cierra de forma épica y turbulenta la historia.
Ahora bien, me arriesgaría a decir que el viaje, la tragedia y la sexualidad,
son los tres motivos que dan pie al tema de la utopía, ya que sin ellos todo
lo que acontece en la obra no existiría, en otras palabras, tuvo que llegar
Francis Drake a aterrorizar a todo un pueblo para que Úrsula y José Arcadio
pudieran conocerse y así dar pie a los rumores de la supuesta impotencia de
éste para que luego se diese el duelo a muerte y el posterior éxodo por la
sierra, que es donde concretamente José Arcadio tiene la visión alucinada
de un pueblo extraño llamado Macondo.
Macondo nace como una revelación onírica. Su nombre y existencia al igual
que la Comala de Rulfo o la Santa María de Onetti carecen de un significado
real. Uno las busca en cualquier mapa y son ciudades o pueblos que no
existen. Ustedes podrían especular que Macondo pertenece al territorio
colombiano porque hay ciertas referencias geográficas –Urumita o
Riohacha- que así lo indican, sin embargo es una región improbable, no
existe, es sólo una ilusión. Existe sólo como ficción, como invento, como
posibilidad de mundo; lo que presentimos de real en ella es algo que tiene
que ver con lo ontológico y también con lo histórico, político y cultural: la
guerra entre liberales y conservadores, su gastronomía, sus costumbres
cotidianas, sus odios, sus pasiones, sus amoríos, entre otras cosas; pero
tampoco, nada de lo anterior es real, puesto que funcionan como metáforas
de la existencia que se hacen reales a través del lenguaje y de la
construcción estética; no obstante, decir que la novela Cien Años de
Soledad, tiene un origen en sí misma y que no obedece a nada sería una
petulancia, puesto que toda obra ficcional siempre tiene un asidero en el
mundo fáctico, simple y llanamente porque las novelas no están escritas por
extrarrestres –aunque García Márquez lo parezca- y quienes las escriben
son mujeres u hombres de carne y hueso que se enferman, que trabajan, que
piensan, que leen, que escriben, que aman, que comen o como diría un
sociólogo de la literatura: “los escritores de ficción son sujetos históricos
inmersos en determinadas dinámicas sociales que de una u otra manera le
generan material para futuras representaciones ”. Es cierto e inobjetable,
pero una cosa es la vida y otra la literatura, la línea que las separa es tan
fina que muchas veces nos confundimos y caemos en tentaciones para
alcanzar su verdad o posibles verdades.
Pues bien, Macondo es un territorio soñado, por lo tanto podríamos inferir
que su futura fundación es la prefiguración de un anhelo, de una mirada
hacia adelante. El hacedor de dicho anhelo es José Arcadio Buendía, su
soñador. A él le fue revelada la existencia de ese pueblo maravilloso de
paredes de espejo y por lo tanto es quien tiene la responsabilidad de
fundarlo y darle orden y sentido. Los primeros tres capítulos de la novela
son un reflejo de lo que estoy planteando.
Cuando José Arcadio Buendía funda Macondo lo hace bajo tres principios
claves para la convivencia: la equidad, la igualdad y la armonía, es decir,
funda una sociedad donde todos tienen los mismos deberes y por supuesto
los mismos derechos. Nadie en lo absoluto goza de privilegios, todos
trabajan en función del bienestar común. Sin embargo, este orden se verá
trastocado con la llegada de los gitanos y su sabiduría milenaria.
Aquí haré otro inciso: el orden del pueblo –y esto irá ocurriendo
continuamente en la obra- entrará en crisis en varios momentos. En primer
lugar, como ya advertí, con la llegada de los gitanos, en segundo lugar con la
llegada del corregidor, más adelante con la avalancha de personas que trae
Úrsula luego de su viaje en busca del hijo (vean como el viaje se hace
presente de nuevo como un elemento clave) y por último con la llegada de la
compañía Bananera.
Ahora bien, aunque podría extenderme en una reflexión detallada sobre la
influencia que tuvieron los momentos mencionados en la vida de Macondo,
creo pertinente, por razones de tiempo, sintetizar en una idea su influencia
total y luego dedicarme a analizar y a explicar uno en particular. Macondo,
antes de la llegada de todos los advenedizos, era una tierra virgen, de
costumbres austeras, un pueblo tranquilo con pocas ambiciones, donde las
ocupaciones más trascendentales estaban relacionadas a la producción de
sus alimentos y a la resolución de sus asuntos cotidianos, pero con la
llegada de los factores externos todo cambia y se convierte en un pueblo
díscolo, estrafalario y perturbado por las deformaciones de un mundo que
hasta ese momento había sido ajeno. Un ejemplo claro sería la influencia
que tuvo la llegada del corregidor y la futura inserción de Macondo en la
vida política, específicamente en el conflicto sangriento entre
conservadores y liberales el cual fue liderado por el coronel Aureliano
Buendía.
Anteriormente señalé que iba a detenerme a reflexionar en uno de los
momentos particulares que trastocaron la vida de Macondo. Desde mi punto
de vista, dicho momento es la llegada de los gitanos, puesto que son ellos y
no otros los que llevan el conocimiento de las nuevas cosas al pueblo. Es
interesante observar que dichos conocimientos no obedecen de forma
específica al plano racional de los órdenes científicos, sino todo lo
contrario, es un tipo de sapiencia vinculada más a lo extraordinario,
subjetivo y especulativo, en otras palabras, es un saber mágico, asombroso.
Ante ellos la actitud de los habitantes de Macondo es la incredulidad y al
mismo tiempo la sorpresa por tan maravillosos hallazgos
(Aún falta, pero hoy la quise compartir, total uno siempre anda medio
fragmentado)

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