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Las ciencias sociales definen al conflicto social como “enfrentamiento, disputa o contradicción entre

grupos o clases sociales”. Esta lucha puede estar referida al poder, a los recursos naturales, a los
derechos económicos o simplemente a mantener privilegios. Los conflictos sociales en el Perú son
complejos debido a la diversidad cultural, a las múltiples percepciones de la realidad, a los intereses
económicos contrapuestos, a la diversidad étnica, a las confusas plataformas reivindicatorias de las
organizaciones sociales, a la lucha por los derechos civiles de las minorías y, sobre todo, a la
demanda histórica de progreso de los peruanos.
Sin embargo, destacan claramente los conflictos de carácter ambiental relacionados al agua, al
miedo a la gran minería, al ordenamiento territorial, a la demanda de distribución del canon minero
y gasífero. Otras regiones como Loreto, exigen una compensación presupuestal frente a la baja del
petróleo; argumentan que la Amazonía ha contribuido con cuarenta años de renta petrolera y que
sus condiciones de pobreza son inaceptables. Incluso han amenazado con convocar a un
referéndum que busca separar a la Amazonía del Perú.

Otra fuente de conflictos es la demanda campesina de crédito agrario, pues 82% de los agricultores
no tiene acceso al crédito. Los pueblos reclaman hospitales, carreteras, aeropuertos, colegios,
postas, seguridad y empleo digno. Además, tenemos un déficit de infraestructura de 175,000
millones de dólares. Las expectativas de la población aumentan cuando escuchan al presidente
señalar que somos el país que más crece en Sudamérica; sin embargo, tenemos a diez millones de
peruanos sin agua ni desagüe, y a 500,000 mineros informales con peculiaridades regionales que
ningún gobierno quiere comprender El 75% de la economía peruana es informal. Millones de
peruanos han creado sus puestos de trabajo, construido sus viviendas solos o aliándose
coyunturalmente con el poder de turno para acceder a servicios básicos. La migración y la
urbanización han forjado un nuevo tipo de peruanos (los llamados “cholos”), que lentamente
empiezan a hegemonizar la economía, la cultura y la política nacional.

Es la realidad, es la falta de oportunidades, la falta de infraestructura social, productiva y social, el


fracaso gerencial de la regionalización fomentada desde el MEF.Es la anomia nacional. Los
peruanos no creen en nadie y cada cinco años votan movidos por el marketing electoral, y en menos
de tres meses son oposición radical al presidente por el que votaron.
Los conflictos sociales no esperan soluciones mágicas, sino soluciones concretas. Cuidado, el país
va por otro lado. Por el momento tiene mucha esperanza y aguarda para ver por dónde vamos.
Las diferencias sociales están presentes en nuestro país y han estado desde siempre presentes y
probablemente seguirán existiendo como muchos de los países desarrollados que las mantienen,
cuando unos se aproximan a entender el Perú encuentra marcadas diferencias en la idiosincrasia de
los peruanos y en las realidades culturales y territoriales en las que encontramos a nuestros
compatriotas.

Los conflictos en el Perú son muy variados y responden a distintos intereses, pero sería una falta
muy grave acercarse a las partes en conflicto sin buscar entender como es realmente la cultura de
los peruanos y la idiosincrasia de cada quien, cuando buscamos entrar en la sierra o en la selva con
un proyecto de manera prepotente y queriendo imponer nuestros intereses vamos a rebotar, es
menester poder hacer un trabajo real de buscar inculturarnos y comprender que está sucediendo en
cada lugar y como es la cultura de los lugareños.

Tenemos que dejar de preocuparnos por nuestros intereses de manera egoísta sean estos, políticos,
ideológicos, económicos o cuales fueran solo cuando miremos desde una perspectiva del bien
común el desarrollo de nuestro país y nuestros proyectos e intereses enmarcados en el desarrollo
del país, solo allí podremos de verdad construir un país y reducir o erradicar los conflictos sociales,
que tanto retraso nos traen.
CONCLUSIONES

Un elemento clave que determinará la prevención o escalamiento de los conflictos tiene que ver con
el liderazgo, la pericia política y credibilidad que pueda recuperar y asumir el Poder Ejecutivo.
Es importante fortalecer la capacidad predictiva del gobierno, para anticiparse a la escalada del
conflicto y desarrollar estrategias para prevenir, resolver, gestionar y transformar el conflicto social.
Prestar atención a los recursos humanos disponibles y la infraestructura institucional que se
construyó a lo largo de estos años, a nivel de los sectores y gobiernos regionales.
Es importante que la PCM, a través del Viceministerio de Gobernanza Territorial, retomé su
liderazgo en la orientación estratégica de la gestión de conflictos del gobierno, que sea la que
coordine la intervención y seguimiento de los acuerdos, que asuma el reto de armonizar los enfoques
de intervención entre los sectores, que se categoricen los conflictos que necesitan atender con
urgencia y que se apruebe el protocolo de coordinación intersectorial que se venía trabajando en
anteriores gestiones.
Enfrentar estos problemas en el futuro pasa por el fortalecimiento del Estado, de nuestra
institucionalidad pública y política, de la construcción de un sistema de representación social y
política con tendencias a la cooperación, de modo que los conflictos puedan canalizarse por vías
pacíficas y reglas definidas

Como señala el académico británico, Anthony Bebbington, si bien los conflictos pueden producir
escenarios complejos y conducir a un país a situaciones de entrampamiento, también pueden forzar
cambios institucionales y políticos que permitan formas más efectivas y equitativas de convivencia
en una sociedad. Este es en gran medida uno de los retos que tenemos por delante: la lectura
correcta debería ser la del conflicto como una oportunidad para aplicar correctivos y avanzar
como país

Transformar los conflictos en oportunidades de desarrollo sostenible e inclusivo debe ser el objetivo
común que nos una como peruanos y peruanas.
Tenemos que dejar de preocuparnos por nuestros intereses de manera egoísta sean estos, políticos,
ideológicos, económicos o cuales fueran solo cuando miremos desde una perspectiva del bien
común el desarrollo de nuestro país y nuestros proyectos e intereses enmarcados en el desarrollo
del país, solo allí podremos de verdad construir un país y reducir o erradicar los conflictos sociales,
que tanto retraso nos traen.

Lo que el país necesita en realidad es un verdadero sistema nacional de conflictos que tenga
por lo menos tres requisitos básicos: un mecanismo preventivo que permita procesar
adecuadamente demandas sociales; una capacidad de intervención multisectorial de parte
del Estado, liderada -no queda otra- por la Presidencia del Consejo de Ministros y por
supuesto un claro enfoque de derechos, que, por ejemplo, reconozca que los territorios donde se
desarrollan las inversiones no son espacios vacíos y que identifique la posible afectación de
derechos de poblaciones enteras, tanto urbanas como rurales, por la puesta en marcha de
determinados proyectos.

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