Professional Documents
Culture Documents
Todas estas limitaciones impiden que el niño pueda tener una sana
relación con los niños de su edad, por lo que su vida social se ve
disminuida.
Muchos de ellos no tienen amigos y se desvinculan totalmente de su
entorno y pasan a vivir en soledad. Esto genera trastornos en el estado
de ánimo, como depresión y ansiedad. Todo esto se agudiza porque no
solo le resulta difícil responder a un contexto escolar, sino porque
muchos padres centran su vida en el éxito escolar. Muchos de estos
chicos llegan al suicidio.
Efectos a largo plazo
Es altamente probable que de joven y de adulto el trastorno del lenguaje
siga impactando su emocionalidad, su autoestima y, en general, en todas
las esferas de su vida, la cual se marca por la angustia, la frustración y la
tristeza, que dan paso a los miedos y las fobias sociales (miedo total al
contacto social), ante todo, por la dificultad para comunicarse
asertivamente.
Por eso, a este chico le puede resultar muy difícil ingresar a la
universidad, responder bien a una entrevista y comprender sus deberes
laborales. Igualmente, las relaciones de noviazgo o de pareja pueden ser
conflictivas, pues pueden sacar toda su frustración con arranques de ira y
de agresividad. No es extraño que muchos de ellos generen trastornos
de conducta. Es decir, de adulto llegan a tener una vida disfuncional.
Es evidente la importancia de detectar los trastornos del lenguaje desde
temprana edad y garantizar un manejo asertivo, estimulante, que
involucren todo su contexto familiar. En el mismo sentido, es clave que
estos niños cuenten con una institución educativa que los entienda y los
apoye; es decir, lo ideal es conseguir un sistema que los entienda y no, al
revés, que el niño tenga que entender el sistema.
A pesar de tener una base biológica, estos niños pueden salvar su vida,
pues no cabe duda que el contexto es determinante, si se acompaña de
un trabajo riguroso, profundo y amoroso como el que se desarrolla con la
propuesta de Pedagogía Sana.
Superar un trastorno del lenguaje
Conoce la experiencia de cómo una niña diagnosticada con trastorno del
lenguaje logra mejorar sustancialmente sus dificultades comunicativas, a
través del trabajo constante, amoroso y asertivo del enfoque de
Pedagogía Sana. Para el efecto, puedes ver el video Trastorno del
lenguaje.
Hacia el año
Para potenciarlos, es importante mediar con él, hablarle con una buena
estructuración lingüística, escucharlo, ofrecerle una gran estimulación
con actividades como:
Ubicar sobre una mesa una serie de objetos. Pedirle al niño que
los señale y los alcance; darle instrucciones sobre ellos (“pon la
pelota dentro de la caja”).
Es muy importante que el niño desde ese momento tenga una
estimulación profunda a nivel de seguimiento de instrucciones;
esto es clave para generar una adecuada atención (dispositivo
básico para el aprendizaje). Al salir de paseo, hablarle claramente
sobre todo lo que observamos, con el mayor detalle posible; no
quedarnos solo en la nominación de los objetos. Es decir evitar un
diálogo como: “mira el árbol”.
Para trabajar la memoria y las secuencias, decirle al niño qué
vamos a hacer en un día determinado, con todo el detalle posible y
el orden en que se van a hacer.
Mostrarle una serie de láminas, unas 10, en la que cada una tenga
el dibujo de un objeto. Decirle que las va a observar. Luego se
voltean, para que el niño ubique las imágenes indicadas.
Leerle cuentos que sean del agrado del niño, explicarle sobre
diferentes temáticas. A ellos le encanta, por ejemplo, temas sobre
la naturaleza y los animales.
Leerle poesía infantil.
Proporcionarle cantos y canciones sencillas, para que niño pueda
aprender.
Mostrarle una secuencia de láminas, por lo menos 3, para que él
organice la secuencia: El niño se quita la ropa, entra al baño y se
seca.
Facilitarle la socialización con otros niños.
Formularle muchas preguntas abiertas, para que pueda responder
varias cosas, por ejemplo, “¿Qué te gustaría que hiciéramos hoy?”
La hora de ir a dormir debe ser muy tranquila y relajada, pues en
ese momento su cerebro procesa todo lo aprendido en el día.
Conoce cuáles son las etapas del desarrollo del lenguaje y cuáles son
los indicadores ara saber si este proceso está bien encaminado.
Cualquier manifestación de progreso en el desarrollo de nuestros hijos es
motivo de alegría. Precisamente, uno de los aspectos más fascinantes y
que nos llena de satisfacción es ver que ellos empiezan a producir sus
primeras “palabras”, lo cual se convierte en el encanto de padres,
abuelos y personas cercanas.
Pero, ¿cómo se desarrolla el lenguaje? ¿Cuáles son los indicadores de
que este proceso está bien encaminado?
El desarrollo del lenguaje pasa por unas etapas que van vinculadas con
el crecimiento cronológico de niño, pues el aprendizaje del lenguaje
empieza desde el mismo momento en que nacen.
De los cero a los 2 meses, el bebé empieza a aprender los rasgos
vocálicos del lenguaje, la pronunciación y la correcta acentuación de las
palabras, o sea, la prosodia. Se trata de una etapa muy importante en la
que ellos no están listos para pronunciar, pero sí para escuchar y
distinguir los diversos sonidos del lenguaje.
Resulta muy tierno ver cómo padres y allegados se dirigen hacia al bebé
con palabras que al entender del adulto son ofensivas, por ejemplo, “hola
mi mounstrico”. Sin embargo, como el tono de voz y el rostro de quien le
habla es agradable, el bebé sonríe, pues está atento a los rasgos
prosódicos y no al significado de las palabras.
En esta etapa se observa el llanto como primera manifestación de
comunicación, por ejemplo, al tener hambre, frio, sueño; también emite
gritos indiferenciados.
Entre los 3 y 4 meses, el bebé empieza a producir sonidos vocálicos y
guturales o laríngeos como gaga, gugu (estos sonidos no corresponden a
sílabas).
Al pronunciar sus vocalizaciones, muestra alegría y responde con agrado
a las voces conocidas, como la de los padres, pero también puede
manifestar sorpresa y temor. Son los primeros intentos de comunicación.
Hacia los 5 meses inicia el silabeo con sonidos como pa-pa, ba-ba, da-
da, ga-ga, es decir, empieza a emitir los primeras producciones vocálicas
y consonánticas, ya no son sonidos laríngeos.
Para el desarrollo del lenguaje, el bebé debe contar con unos dispositivos
de aprendizaje fundamentales como la memoria y la atención.
En el sexto mes, el bebé aprende a imitar, a escucharse y a escuchar a
los demás. Por momentos, hace pausas en sus balbuceos y espera que
el adulto le responda.
Para el séptimo mes puede responder a órdenes muy sencillas, como
“no”, “ven”, “toma”; identifica el nombre de las personas de su entorno;
empieza a atribuir el mismo sonido cuando quiere nominar algún objeto
(ejemplo, siempre a su vaquita le dirá: “mu”); le fascina la música y
cuando la escucha se ríe y se balancea.
Entre los 8 a 10 meses, el bebé alcanzan la capacidad de memorizar las
palabras que escucha constantemente; le agrada escuchar
conversaciones; aparecen las primeras exclamaciones; comprende y
obedece órdenes más complejas (por ejemplo, tómate el jugo, dale a
galleta a tu hermanito); imita las palabras del adulto.
De ahí la importancia de hablarles con claridad, pues se demuestra que
la imitación es la primera vía de comunicación entre el adulto y el bebé.
Este proceso de la imitación es absolutamente sorprendente. Es el
momento en el que el bebé empieza a descubrir que eso de las palabras
es algo con lo que se puede comunicar.
En esta etapa se destacan dos aspectos: el fonológico (sonidos de las
letras) y la memoria, que va a servirle para grabar su vocabulario.
Por eso, para el adecuado desarrollo en del área del lenguaje es
fundamental que los padres establezcan un buen vínculo afectivo con el
niño y brindar un entorno familiar que sea seguro, tranquilo y estimulante.
Esto permitirá que el niño pueda empezar a vivir esta gran experiencia
positivamente y pueda arriesgarse a expresarse y no inhibirse o sentir
temor.
De los 10 a los 12 meses empieza a pronunciar sus primeras palabras,
propiamente dichas, por lo general: mamá, papá, tete, agua. Algunos
consideran que el niño le da significado de frase a una palabra o al
menos así lo entienden muchos padres; por ejemplo, si el niño dice agua,
algunos padres entienden “mamá quiero agua”.
Así, después del primer año de vida el niño empieza a dominar el
mundo de la palabra; prestar más atención a la lectura de cuentos e
imágenes; es capaz de reproducir palabras y frases cortas, a pesar de
que no comprende su significado; solicita cosas mediante gestos y
palabras; puede responder a preguntas sencillas (por ejemplo, ¿dónde
está el juguete?).
A nivel de lenguaje comprensivo, hacia el año, el niño, como mínimo,
debe comprender órdenes sencillas de tipo: “dame tus zapatos”, “lleva
las llaves a tu papá”, “pásame el teléfono”
Hacia los 18 meses el niño ha de contar con un vocabulario entre 50 y
100 palabras, su memoria distingue una palabra familiar de una
desconocida y puede construir frases de dos palabras. Corresponde a lo
que le algunos llaman la etapa telegráfica del lenguaje, pues con dos
palabras trasmiten un mensaje completo; por ejemplo, mamá paque
(mamá quiero ir al parque); mamá jugo (mamá, quiero jugo).
El niño se encuentra tan fascinado, que el lenguaje se convierte en el
principal mecanismo de exploración de su mundo y aprende, como
mínimo, una palabra diaria.
A nivel comprensivo, como mínimo, debe entender órdenes de dos y tres
elementos, por ejemplo: “ve al cajón, saca la pelota y pásamela”.
Hacia los 3 años (para iniciar el proceso preescolar) el niño ya debe
tener una comunicación eficaz, totalmente entendible, con frases y
oraciones completas y complejas; debe mostrar una adecuada
estructuración, pronunciación y organización lingüística