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Cacería de fantasmas

Han pasado más de veinte días desde que salí de Las Tristezas, dirigiéndome aún lugar diferente
distinto al mío. Me lo han presentado como un territorio donde se puede exigir justicia porque
está presente en el diario vivir de la gente.

Han pasado años desde que mis padres y yo hemos vivido con esperanza. Es extraño, a pesar del
cansancio, de tener que mirar sobre nuestros hombros constantemente buscamos un mejor
porvenir, uno lleno de interrogantes pero también con la certeza de encontrar algo mejor.

Todo empezó, en el mes de octubre. Estaba dando un vistazo al Facebook, tratando de distraer mi
mente de todos los problemas que me rodeaban. Vi publicaciones de algunos de mis amigos y
familiares, ninguna de ellas resaltaba: una foto y hasta algunos memes se compartían. Apresuraba
el ratón mientras veía toda esa monotonía hasta que algo llamó mi atención, no se trataba de la
publicación de un amigo o familiar sino de un desconocido al que le había comentado algo un
amigo: Nosotros también estamos cansados, los acompañaremos con mi familia aunque sea a
pata.

La publicación tenía miles de comentarios, en su gran mayoría a favor de la idea que proponía:
juntar gente cansada de vivir en un país plagado de violencia, de injusticia y de pobreza que partía
a buscar un mejor porvenir en EE.UU; no lo voy a negar la idea era tentadora pero tenía mis
reservas al respecto, entonces al hablar sobre esto con mi primo, sin respeto ni contemplaciones,
me dijo: estas bien agua de masa, vamos, acá no hay nada bueno. Busquemos algo mejor.

Esas palabras me animaron, no por su profundidad o la certeza de las mismas, porque no iba a
dejar que me llamaran cobarde; fuimos a casa y sacamos algunas cosas: una mochila, una
pequeña botella de agua, unos dos panes para el camino y el poco dinero ahorrado que tenia de
algunas chambas.

Tuvimos que salir a toda prisa, la caravana partía de San Pedro Sula, en dos días y debíamos
sumarnos para ir más seguros durante el viaje; el dinero me alcanzó justo para viajar hasta ahí,
desde que llegamos nos la tuvimos que apañar lo mejor posible, tratar de chambear en el camino
o comer lo que encontráramos.

A papo, mira la cantidad de gente.- me dijo mi primo, la verdad era sorprendente cuantos
estábamos reunidos ahí para emprender una aventura sin retorno, no por la falta oportunidades,
sino por tratarse de algo que ninguno de nosotros consideraría por más difícil, traicionero y
peligroso que sea el camino.

No me malinterpreten, amó mi país lo llevo en el cuerpo, en la memoria, en mi forma de hablar;


está muy dentro mío pero al igual que cualquiera tengo derechos y me merezco tener
oportunidades, tener una vida tranquila. No hago esto por ser un aventurero o por querer vivir
nuevas experiencias. Son la necesidad y el deseo lo que me obligan a salir, a caminar sin descanso
para tener las mínimas posibilidades de obtener algo mejor.

Éramos muchos, mientras más avanzábamos hacia nuestro destino más personas se sumaban; ya
no era la necesidad de un pueblo, era la realidad de muchos. Me hice amigo de unos chicos de
Guatemala, que decidieron acompañar la caravana para evitar ser víctima de los coyotes, de los
narcos y otros que se aprovechan de aquellos que les confían su vida, pero solo por tener contacto
con ellos pones en juego tu pellejo.

Ya cuando llegamos a la frontera mexicana dejamos de estar en el anonimato para ser noticia, una
verdad silenciosa que hablaba más que cualquier palabra, también nos han convertido en una gran
mentira: una sumatoria de palabras gritada por la televisión, los diarios, las redes sociales,
autoridades y aquellos que creyeron los cuentos de terror que cuentan los medios.

Jamás me habían llamado ladrón, nunca me habían pedido que vuelva a casa para que evitaran mi
presencia; todas esas palabras me pegaron cómo un tiro certero y hoy resuenan en mi mente. Ya
sabía que no trabajaría solo para poder obtener el pan sobre la mesa, sino también para recuperar
mi dignidad que me había sido arrebatada por una palabra. No quiero que me conozcan como un
barzón.

Es cierto, me encontré con aquellos que combatían a los fantasmas creados por medio de las
palabras; personas que nos insultaban, estas dejaban entrever en sus acciones y miradas que no
éramos bienvenidos. Estando juntos, parecía ser que no nos afectara, también encontrábamos a
nuestros ángeles de la guarda: hombres, mujeres, familias e instituciones que nos regalaban una
botella de agua, alguna torta de jamón o un aperitivo.

¿Comprendían nuestra situación? No lo puedo afirmar, ni negar. Es más, creo que las palabras que
escribo en esta comisaria son insuficientes para reflejar lo que estamos viviendo los que somos
parte de esta caravana. No hay justicia en ellas, ni una verdad completa pero un esfuerzo
incompleto e imperfecto es mejor que dejar circular las mentiras por guardar silencio.

Si, ahora me encuentro rodeado de chepos, todos me miran como si yo fuera el culpable y me han
pedido que cuente mi versión de los hechos. Para que entendieran como llegue aquí tuve les
conté a grandes rasgos de donde venía y como había terminado en la caravana. Jamás pensé estar
en esta posición otra vez, en mi país es normal contar como las gangas matan a un ser querido o
reconocer el cuerpo de un amigo, hermano o primo. Salí de ahí para no volver a vivirlo, pero esta
maldita caza de fantasmas me ha traído a una comisaria mexicana como testigo y sobreviviente.

Todo sucedió muy rápido, ya habíamos cruzado más de la mitad del camino en territorio
mexicano, estábamos cansados y nos sentamos en uno de los bancos en una plaza. Algunos se
durmieron al instante; pero nosotros nos pusimos a jugar a las cartas para poder distraernos un
poco, mi primo no podía haber olvidado su afición más profunda y nos dispusimos a
entretenernos.

Todo iba bien, nos divertíamos y unos mexicanos que nos vieron a lo lejos, se acercaron y se
sumaron a nuestra partida. Nosotros no teníamos nada que apostar pero ellos sí, y ahí vimos la
oportunidad de obtener algo de dinero, comenzó a apostar y al principio solo jugamos, pero
fuimos seducidos por la adrenalina, por la tentación de obtener dinero para una botella de agua o
una torta de jamón. Ellos tenían un objetivo más profundo más oscuro y menos esperado.

No fue el unico día que vinieron a jugar con nosotros, estábamos tan cansados habíamos decidido
quedarnos a descansar unos días más. Jugamos con ellos varios días y llego el momento, la trampa
había sido colocada y no la percibimos. Empezó la caza y éramos la presa.
Sabían por nuestras bocas que no habíamos dormido en una cama cómoda hace mucho tiempo,
que no accedimos a los albergues por la cantidad de gente y porque daban prioridad a niños y
mujeres. Entonces colocaron la trampa en su lugar y nos dirigieron hacia ella: hey quieren dormir
en casa, tenemos lugar. Una noche y después se van. No lo pensamos, no sospechamos porque
inocentemente ya los considerábamos amigos, aceptamos su propuesta.

Todo parecía desarrollarse con normalidad, que nuestra amistad nos había traído a una casa
común y corriente: dos habitaciones, comedor y cocina en un solo espacio, un baño, por ultimo un
patio trasero techado porque según uno de los mexicanos cerca habían muchos edificios y podían
ver todo, lo techaron para buscar privacidad.

Nos invitaron un par de cervezas, no nos dimos cuenta que pese a que pertenecían a la misma
marca el contenido era completamente diferente, al poco tiempo nos entró el sueño y nos fuimos
a dormir. Tarde en despertarme y lo vi estábamos los cuatro atados: mi primo, los dos
guatemaltecos y yo; a unas sillas incomodas y unas luces directamente apuntando a nuestros
rostros. Aunque no lo entendía del todo sabía que estábamos en peligro.

Mientras trataba de comprender, se acercó un supuesto amigo y nos empezó atacar, cuando en
realidad estaba asediando al fantasma que habían construido los medios y los poderes: Ustedes no
deberían estar acá, jamás tendrían que haber pisado esta tierra; vienen: a quitarnos nuestro
trabajo, a llevarse el pan de los pobres, a cometer crímenes en otro país porque ya los persiguen.
Son lobos vestidos de ovejas y nuestro gobierno solo habla y habla del peligro que representan,
pero no hace más que impedirles el paso. Nosotros, en cambio, daremos un mensaje más
contundente.

Mientras terminaba de decir la última parte, saco un hierro de esos que usan para marcar a las
vacas y lo calentó, así no dejaría duda que pertenecemos a otro lugar y que, supuestamente,
somos un peligro. Cuando pronuncio todas esas frases hechas, todo ese discurso mediático, los
fantasmas se hicieron reales ante los ojos de los cazadores.

En ese momento deje de ser un viajero que formaba parte de una caravana migrante, para
convertirme en un fantasma; la manifestación de toda la paranoia colectiva que generan los
medios. Los que nos invitaron a esa casa, habían montado una cacería de fantasmas y nosotros
éramos las primeras presas. Nos marcaron, nos torturaron hasta que se cansaron, decidieron que
matarnos era un premio para nosotros por lo que nos soltaron, para que contemos lo que
hicieron. Así convertirnos en el ejemplo viviente y por eso hablo en una comisaria mexicana sobre
esto, mientras me detengo para pensar cómo debo continuar, decido llevarme estas palabras
conmigo, porque todos ven a ese fantasma y no un sobreviviente que busca una vida mejor.

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