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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
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Padre Luis María
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
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10. Entre ustedes, el que quiera ser grande deberá servir a los demás.
Como el Hijo del hombre que vino a dar su vida por una multitud.
La experiencia de Cristo Jesús: el servicio hasta dar la vida, revela quien es
Jesús, y revela el sentido de la vida del hombre.
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Por el camino les preguntó: ¿Quién dicen ustedes que soy Yo?
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el
camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas".
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Pedro respondió: "Tú eres el Mesías".
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Marcos 8,27-30
Jesús pregunta a sus discípulos por lo que la gente dice de él. Y los discípulos
responden a nombre de la gente.
Si caminamos junto a Cristo Jesús no solo nosotros le haremos preguntas, sino
que le damos a Él la posibilidad de preguntarnos. Y cuando nos pregunta, pide
nuestra respuesta. Estas preguntas y respuestas deciden el sentido de nuestra
vida, deciden nuestras mentas y nuestros valores.
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Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros Elías, alguno de los profetas.
Lo más extraordinario de Juan Bautista. era su modo de hablar; el valor que tenía.
¡Cómo remece la conciencia de Israel! Y ni siquiera tiene miedo de llamar a la
conversión al mismo rey Herodes. Todo Israel está pendiente de sus palabras.
Elías, el más grande de todos lo profetas de Israel. Admirable por sus palabras y
por sus obras. Solo por indicar algunas de sus acciones: lo vemos desafiando a
cuatrocientos profetas del ídolo Baal; lo vemos cerrando el cielo para que no
llueva durante tres años.; lo vemos caminando cuarenta días por el desierto; y por
el mismo desierto llevado en “carros de fuego” al cielo.
La gente compara a Jesús con estos dos personajes, o con alguno de lo otros
profetas. ¿Por qué?
Porque las palabras de Jesús son admirables como las de Juan; porque las obras
de Jesús son admirables como las de Elías. La primera respuesta brota de las
palabras que dice, de las cosas que hace. Lo que vemos, lo que oímos.
Así nos fijamos en las “cosas de Jesús”. Y así se parece a los más grandes
personajes divinos del Antiguo Testamento. Parece un enviado de Dios.
Esta es la más importante de las preguntas que hace Jesús a los suyos. Y la
respuesta que demos será la más importante de las respuestas.
Pedro y los once también están sorprendidos por Jesús. Aunque su voz está llena
de fuego, sus palabras son de una ternura nueva, desconocida, tan abismante que
los pecadores quedan “seducidos” por al amor.; los orgullosos quedan
“desnudos” en su corazón, y las multitudes pierden el sentido del tiempo, están
como embobadas por las palabras de este Mesías.
¡Y sus obras! Nadie hizo las cosas que Él ha hecho: perdona pecados, llama con
tanta autoridad, se pone por encima del Sábado y de la Ley; y las ordena al bien
del hombre.
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Dios en Jesucristo, quiere entablar un diálogo con cada hombre y mujer, con la
humanidad entera. Este diálogo tiene como motivo revelar el misterio del amor
de Dios y revelar así el misterio del hombre y de la mujer.
Todas las “cosas”, palabras y obras que acompañan esta “conversación” de Dios
con la humanidad son sólo como señales, para ir más adentro.
¡Como una melodía que, en lo mejor, se interrumpe! Como una película que en la
parte más emocionante, se corta.
Jesús no se contenta con que reconozcamos sus “cosas”, sus obras o sus
palabras. Vuelve a preguntarnos y quiere que nuestra respuesta brote de
MIRARLO A ÉL
Pero si vamos junto a Jesús, podremos conocerlo como Él quiere ser conocido.
Sólo así podremos no confundirlo con lo que no es.
Toda la relación de Cristo Jesús con nosotros está contenida en esta pregunta
¿Cuál es tu respuesta?
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Texto sugerido
Permitid, os ruego, os imploro con humildad y con fe. Permitid a Cristo hablar al
hombre. Solo Él tiene palabras de vida y de vida eterna.”
Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un
profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡mucho más, mucho más!
Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la
palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir
nuestra existencia, cada una de ellas.
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Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con
toda claridad.
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:
"¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y
me siga”.
Marcos 8, 31-35
Dos palabras llaman la atención del discípulo que se asoma a esta escena:
el Hijo del hombre “debía” sufrir mucho, ser rechazado y morir;
y les hablaba de esto “con toda claridad”.
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No es solo Pedro el que se resiste. Él es como la voz del grupo. Y por eso Jesús,
volviéndose a los discípulos reprende a Pedro.
El mundo al revés. Quizás por que el Mesías de Dios no es igual que el Mesías de
los hombres, es que Jesús “ordenó terminantemente” no decir nada acerca de
que era el Mesías.
Veamos de nuevo. Que el Hijo del hombre sufra y sea rechazado y sea
condenado a muerte y resucite al tercer día, corresponde “al pensamiento de
Dios”. Esta pasión está en lo planes de Dios. ¡¡¿¿??!! Que los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas condenen a muerte al Mesías de Dios está en los
pensamientos de Dios. ¡¡¿¿??!!
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Dios ha creado al hombre racional y libre y, por eso mismo se ha sometido a su juicio. La
historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios.
No se trata solo de interrogantes, de dudas, sino de un verdadero juicio.
...
¿Era necesario para la salvación del hombre que Dios entregase a su Hijo a la muerte en
la Cruz? ¿Podía ser de otro modo?...¿Podía Dios justificarse ante la historia del hombre,
tan llena de sufrimientos, de otro modo que no fuera poniendo en el centro de esa historia
la misma Cruz de Cristo?
...
Dios no es solamente alguien que está fuera del mundo , feliz de ser en sí mismo el más
sabio y omnipotente. Su sabiduría y omnipotencia se ponen al servicio de la criatura. Si
en la historia humana está presente el sufrimiento, se entiende entonces porqué Su
omnipotencia se manifestó en la impotencia de la humillación mediante la Cruz. El
escándalo de la Cruz sigue siendo la clave para la interpretación del gran misterio del
sufrimiento, que pertenece de modo integral a la historia del hombre.
...
Cristo crucificado es una prueba de la solidaridad de Dios con el hombre que sufre. Dios
se pone de parte del hombre.
...
En cierto sentido se puede decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse
impotente. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don que ha
concedido a un ser creado por Él “a su imagen y semejanza”. Él permanece coherente
ante un don semejante; y por eso se presenta ante el juicio del hombre, ante un tribunal
usurpador que le hace preguntas provocativas
...
la condena de Dios por parte del hombre no se basa en la verdad, sino en la prepotencia,
en una engañosa conjura.¿No es exactamente esta la verdad de la historia del hombre, la
verdad de nuestro siglo?
...
La elocuencia definitiva del Viernes Santo es la siguiente: Hombre, tú que juzgas a
Dios, que lo ordenas que se justifique ante tu tribunal, piensa en ti mismo, mira si no
eres tú el responsable de la muerte de este Condenado, si el juicio contra Dios no es en
verdad un juicio contra ti mismo.
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Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a
un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron
resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi
Hijo muy querido, escúchenlo".
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta
que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de
entre
los muertos". 9,2-
10
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos
solos a un monte elevado.
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Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres
carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Pedro se asusta de la gloria, queda como “atontado”, y dice una bobada, una
verdadera tontería: tres tiendas. Ciertamente no se da cuenta que lo que
contempla es la Morada Eterna de Dios
Está claro que Pedro no está en la gloria, y que la gloria no es su ámbito. Deben
suceder muchas cosas aún.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz:
"Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".
¡Que ternura infinita la del Padre Dios al hablar de su Hijo Amado! ¡Que fuerza
gigantesca conmovió los cimientos de aquella montaña y del interior de los tres
discípulos! ¡Qué poder habrá salido del corazón divino del Padre, al decir estas
palabras! Y ciertamente, diciendo esto, dijo todo lo que tenía que decir.
La voz del cielo, la voz del Padre Dios hablando a su Hijo desde la nube, que es
símbolo del Santo Espíritu. No tenemos ningún modo de imaginar cómo fue esa
voz. Algunas pistas quizás nos ayuden.
La gloria del Padre Dios es su Hijo Único. Su Hijo en quien se ha dado todo,
entero, de una vez y para siempre. Todo lo que el Padre Dios puede dar, lo ha
dado y nada se ha reservado para Sí. El Hijo de Dios tiene toda su existencia de
esta donación total, entera y sin reservas del Padre Dios. Es el único testigo, el
mayor testigo del Amor de Dios que todo lo dio. En Jesucristo, Dios revela su
amor de Padre y en su Hijo nos revela el modo de ser Padre.
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Su revelación está muy lejos de lo que el hombre puede imaginar. Y por eso pide
a los tres discípulos, y todos los hombres que hagan lo más importante que
deben hacer: ¡¡Escúchelo!!
Todo queda como antes, excepto el corazón de los tres. Tanto que guardaron el
secreto. Se preguntaban acerca de la resurrección porque ciertamente, no podían
imagina lo que esta palabra podía significar
Y se nos revela como Mesías Crucificado, como Mesías oculto al poder del
mundo, como Mesías revelado en la más honda debilidad. Se prolonga
simultáneamente el misterio de su Pasión: Cuerpo de Cristo entregado por
nosotros, y el misterio de su victoria, divina: después de su resurrección.
En la eucaristía, el Padre Dios se dice todo, entero, de una vez y para siempre en
su Hijo Jesucristo.
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Ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia,
no hay para que preguntarle a Dios de alguna manera, ni para qué Él hable ya ni
responda como antes, porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya
– que no tiene otra -, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no
tiene más que hablar.
Dios ha quedado como mudo ya no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos el Todo que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación,
no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente
en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque podría responder Dios desta
manera diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo,
y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los
ojos solo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más
de lo que pides y deseas.
Si pones en Él los ojos hallarás todo lo deseas, que Él es toda mi palabra y respuesta, y
todo anuncio y toda mi revelación. Este es mi amado Hijo en que me he complacido, a él
oíd.Oídle a Él porque no tengo más que revelar ni más cosas que manifestar.
Si quisieses que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí
y sujetado por amor y afligido y verás cuántas te responde.
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Dijo Jesús:
El que recibe a un niño como este a Mí me recibe.
Jesús les había hablado de nuevo acerca de su pasión, de su muerte. Pero a los
Doce no les interesó esa suerte de su Señor.
Podríamos decir que, mientras Jesús hacía un camino: el de la Pasión, los Doce
iban por otro camino: sus propios intereses.
Esta imagen nos muestra la cruda realidad de un mundo que vive de espaldas a
Dios.
Los Hombres, sin Dios buscan su propia gloria, se buscan a sí mismos y tratan
de imponerse a sí mismos sobre sus hermanos. Queriendo ser cada uno el
primero, desaparece el mundo entero.
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Por el contrario Cristo Jesús, y los hombres que viven en Cristo, recorren el
camino de la donación de sí mismos, el camino de la ofrenda de la propia vida en
bien de los demás. El camino de dar la vida para bien de los demás
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el
primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos"
Las palabras de Jesús nos dan luces si las consideramos en relación a todo lo que
viene diciendo y haciendo.
Volvamos atrás.
Los Doce habían reconocido, como el resto de la gente, que Jesús es grande por
sus palabras como el Bautista; y que es poderoso en sus obras como Elías.
Y Pedro, sacando la conclusión había dicho: Tú eres el Mesías, el que ha venido
de parte de Dios, el que habla de modo admirable, y obra maravillas.
Lo que dicen ciertamente está describiendo a Jesús, pero sólo desde el punto de
las cosas que dice y las cosas que hace. Y ¡claro!, así parece como el primero y el
más grande. Con ese modo de ver estamos lejos del Mesías de Dios, porque toda
su misión no tiene como finalidad decirnos que Dios es poderoso, o que Dios es
admirable. Dios no es el más grande por sus obras, ni por sus palabras. Es el
mayor y el primero porque en su Hijo Jesucristo, se hizo el último y el servidor
de todos.
¿Por qué tomó a un niño? El niño que Jesús toma en sus brazos es imagen del
hombre. En ese niño está presente toda la humanidad, cada hombre y mujer,
todo hombre y todo el hombre.
En el niño está inscrita de manera imborrable la imagen de Dios.
En cada uno está presente la imagen y semejanza de Dios. En cada uno y en cada
una está latiendo un hijo y una hija de Dios.
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El Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre, está entre nosotros para servir a cada
hombre y mujer, a toda la humanidad, a todo el hombre.
Y así también, los Doce no pueden hacer otra cosa, sino servir al hombre, a todo
el hombre, a cada hombre.
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Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan
una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a
imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda
la haz de la tierra (Act 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es,
Dios mismo.
Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también
somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una
cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en
la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura
terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si
no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás
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Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del
Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre,
les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta
cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?"
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse
de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la
dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una
sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido" 10,1-
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Va quedando muy claro que el corazón humano a medida que se aleja de Dios se
endurece, se hace incapaz de amar.
Sin Dios, el amor del hombre queda sometido a las debilidades humanas y pide
atenuaciones, rebajas. En fin, lejos del Cristo Jesús, el amor se desfigura y se va
transformando en egoísmo. Y el corazón se hace débil para sobrellevar las cargas,
la cruz y los sufrimientos y la muerte. Y transformado en egoísmo, exige pruebas
al amor, le pone trampas, lo desafía. Ya no cree en el amor, ya no puede creer ni
confiar ni amar.
Esposos, amen a sus esposas, como Cristo amó a su Iglesia, y dio su vida por ella.
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Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino
una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Esta es la plenitud del amor: vivir en el otro, darse al otro, buscar en todo el bien
del otro.
Sin Dios,
el corazón se vuelve sobre sí mismo,
y ciego,
no ve más que a sí mismo, y
todo lo ordena para su propio capricho.
Así, todo y todos, se convierten en “cosas”, y
dejan de ser personas, y
nace el infierno
En Dios,
el corazón aprende a amar,
y viendo,
aprende a reconocer a cada persona
en su belleza, en su valor, en su bondad.
Y todo lo ordena
para bien de la otra persona, y
se convierte en persona
capaz de conocer, amar y servir, y
se abren las puertas del Reino de los cielos.
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El Concilio, al afirmar que el hombre es la única criatura sobre la tierra amada por
Dios por sí misma, dice a continuación que él « no puede encontrarse plenamente a sí
mismo sino en la entrega sincera de sí mismo ». Esto podría parecer una contradicción,
pero no lo es absolutamente. Es, más bien, la gran y maravillosa paradoja de la
existencia humana: una existencia llamada a servir la verdad en el amor. El amor hace
que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y
recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente.
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Todo lo que aquel hombre ha hecho hasta ahora está al alcance de su mano,
depende de su capacidad. Es como “portarse bien”. Los mandamientos parecen
estar al alcance del hombre, pero no son suficientes en el camino de la
perfección. Pero hay más, mucho más.
Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así
tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme
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Así, el hombre rico, tenía anhelo de vida eterna, pero no era capaz de ver que su
modo de vida era un impedimento para verla y alcanzarla.
En Cristo Jesús, se ordena toda la vida, y todas las capacidades. Todo los bienes y
todas las cualidades adquieren un nuevo color: el color de la donación, del color
de ser para darlos, el color de dar vida.
En Cristo Jesús
se aprecia el valor de la vida, y la justa medida de las cosas.
En Cristo Jesús
todos los bienes aparecen en su recto valor
y en su justa finalidad: dar vida a los pobres.
En Cristo Jesús
Aparece Dios mismo,
y aparece el hombre y la mujeres
en su belleza y grandeza original.
El hombre se fue triste, y Jesús también quedó triste. Triste el hombre porque no
pudo “obtener” lo que pedía. Quedaba “vacío” porque el maestro bueno no le
dio lo que pedía Su corazón, oscurecido por la riqueza, no podía ver la grandeza
que se le ofrecía.
Jesús quedó triste porque nada podía hacer para arrebatar del hombre ese anhelo
de poseer, porque nada podía hacer Dios contra la libre decisión del hombre de
rebajarse hasta la altura de sus riquezas.
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Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
entre en el Reino de Dios
El escándalo de los Doce tiene su explicación en que se pensaba que las riquezas
eran signo de la bendición de Dios. ¿Quién puede salvarse entonces?
Ese modo nuevo es “caminar con Él, seguirlo a Él, venderlo todo por Él”. No es
el hombre el que puede imponer el valor de la vida. Es Dios mismo quien ha
dado al mundo su valor, y el mundo tendrá valor solo si está ordenado al amor.
La escena se desarrolla desde el entusiasmo del hombre que corre hacia Jesús, a la
tristeza y la decepción. Y va desde la sorpresa hasta el asombro de los discípulos.
Nuevamente la “abismante” diferencia entre el pensamiento de los hombres, y el
plan de Dios.
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...La civilización del amor, con el significado actual del término, se inspira en las
palabras de la constitución conciliar Gaudium et spes: «Cristo... manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación». Por esto se puede
afirmar que la civilización del amor se basa en la revelación de Dios, que «es amor»,
como dice Juan (1 Jn 4, 8), y que está expresada de modo admirable por Pablo con el
himno a la caridad, en la primera carta a los Corintios (cf. 13, 1). Esta civilización está
íntimamente relacionada con el amor que «ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5), y que crece gracias al cuidado
constante del que habla, de manera tan sugestiva, la alegoría evangélica de la vid y los
sarmientos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en
mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto» (Jn 15,
1).
..Sin embargo, no hay verdadero amor sin la conciencia de que Dios «es Amor», y de que
el hombre es la única criatura en la tierra que Dios ha llamado «por sí misma» a la
existencia. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, sólo puede «encontrar su
plenitud» mediante la entrega sincera de sí mismo. Sin este concepto del hombre, de la
persona y de la «comunión de personas» en la familia, no puede haber civilización del
amor; recíprocamente, sin ella es imposible este concepto de persona y de comunión de
personas. La familia constituye la «célula» fundamental de la sociedad. Pero hay
necesidad de Cristo —«vid» de la que reciben savia los «sarmientos»— para que esta
célula no esté expuesta a la amenaza de una especie de desarraigo cultural, que puede
venir tanto de dentro como de fuera. En efecto, si por un lado existe la «civilización del
amor», por otro está la posibilidad de una «anticivilización» destructora, como
demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho.
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Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y
hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde
ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas,
madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro
recibirá la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
10,28-31
Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido".
Es el final del diálogo con el hombre rico. Y la sensación que nos quedó de ese
encuentro de fue un asombro abismante.
Pedro y los Doce sí lo han dejado todo, han seguido a Jesús. Han dejado todo lo
que para ellos era fuente de afectos, esperanza y seguridad para el futuro:
hermanos y hermanas, padre y madre, hijos, y campos y trabajo.
Están al lado opuesto del rico, que no quiso dejar nada. Y si el rico se fue triste,
los apóstoles están “perplejos”.
Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y
padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo
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Por eso trastoca y cambia todos los valores de la humanidad, y especialmente los
más fundamentales. Nos da un nueva visión, nos descubre el sentido profundo
de toda la vida, de toda nuestra actividad, y de toda nuestra esperanza.
Y la razón está en que todos esos afectos, esperanzas y seguridades son solo
medios para llevarnos al encuentro con Jesucristo, nuestro Dios y Salvador.
Curiosa esta promesa. Quizás tenga que ver con la solidaridad que brota de un
corazón que se ha entregado a Cristo Jesús.
Podemos pensar que si toda nuestra vida está ordenada a Cristo Jesús, entonces
también se ordenan al bien de los demás, porque no nos impiden el encuentro y
la amistad, y la solidaridad con los demás. Ya no es el egoísmo el que oprime,
sino que la solidaridad se hace reina de la vida.
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Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros
Cristo Jesús fue rechazado hasta el deprecio, y fue conducido hasta la cruz.
Quedó en último lugar. Los primeros, es decir, los jefes de los sacerdotes, los
escribas y los maestros de la ley, los gobernadores, rechazaron este modo de vida
que Jesús vino a vivir y a enseñar. No quisieron aceptar que la persona es más
importante que las cosas, que la ley está al servicio del hombre, y que el amor es
más importante que todo.
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El Padre Dios en el amor infinito a su creatura más amada aceptó que Su propio
Hijo fuera llevado hasta este último lugar, y que fuera considerado esclavo de
todos y el último de todos. Así Dios quiso quedarse para siempre más cerca de
los últimos: los pobres, los marginados, lo rechazados por el mundo, los
crucificados por este mundo.
El testimonio de la resurrección confirma que no son los primeros los que tenían
la razón, que los mayores no son los que el mundo considera mayores. La
resurrección de Cristo Jesús, puso al último en el primer lugar, y ordenó de otro
modo los valores de la humanidad.
Aquellos que con Cristo Jesús, siguiéndolo a Él, lo han vendido todo, comparten
con Él el último lugar. Toda su riqueza, todo su amor, toda su esperanza está en
Dios. El Primero, el mayor, el más grande en el amor.
Los últimos que serán los primeros, son los que con Cristo padecen por el Reino.
Estos recibirán de Dios todo lo que este mundo les arrebató, porque hicieron de
Dios su única riqueza, su mayor valor y su vida.
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...debemos tender constantemente a Aquel «que es la cabeza», a Aquel «de quien todo
procede y para quien somos nosotros», a Aquel que es al mismo tiempo «el camino, la
verdad» y «la resurrección y la vida»,a Aquel que viéndolo nos muestra al Padre, a
Aquel que debía irse de nosotros ...para que el Abogado viniese a nosotros y siga
viniendo constantemente como Espíritu de verdad.
La Iglesia no cesa de escuchar sus palabras, las vuelve a leer continuamente, reconstruye
con la máxima devoción todo detalle particular de su vida. Estas palabras son escuchadas
también por los no cristianos. La vida de Cristo habla al mismo tiempo a tantos hombres
que no están aún en condiciones de repetir con Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo».Él, Hijo de Dios vivo, habla a los hombres también como Hombre: es su misma
vida la que habla, su humanidad, su fidelidad a la verdad, su amor que abarca a todos.
Habla además su muerte en Cruz, esto es, la insondable profundidad de su sufrimiento y
de su abandono. La Iglesia no cesa jamás de revivir su muerte en Cruz y su Resurrección,
que constituyen el contenido de la vida cotidiana de la Iglesia. En efecto, por mandato del
mismo Cristo, su Maestro, la Iglesia celebra incesantemente la Eucaristía, encontrando
en ella la «fuente de la vida y de la santidad»,el signo eficaz de la gracia y de la
reconciliación con Dios, la prenda de la vida eterna. La Iglesia vive su misterio, lo
alcanza sin cansarse nunca y busca continuamente los caminos para acercar este misterio
de su Maestro y Señor al género humano: a los pueblos, a las naciones, a las generaciones
que se van sucediendo, a todo hombre en particular, como si repitiese siempre a ejemplo
del Apóstol: «que nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y
éste crucificado».La Iglesia permanece en la esfera del misterio de la Redención que ha
llegado a ser precisamente el principio fundamental de su vida y de su misión
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Jesús camina con decisión hacia la pasión, porque tiene la certeza de que al mal
no se le vence con palabras, sino con obras. Y la más grande de estas obras es el
amor. Ante el rechazo, la injusticia y la prepotencia, la respuesta es la propia vida
entregada por amor.
Y Jesús tiene la certeza de que sólo Él puede vencer al enemigo y sanar las
profundas heridas que ha dejado en el hombre el camino del egoísmo.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Quiere entrar ahora, pronto, en esta hondura del amor. Quiere manifestar ahora
la victoria de Dios. Quiere instalar por fin la novedad de vida que ofrece al
hombre y que solo Él puede dar. Es el único modo de dar al hombre la
oportunidad de convertirse.Por eso, con firmeza, con decisión se adelanta a sus
discípulos en el camino hacia Jerusalén.
Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo
matarán. Y tres días después, resucitará
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Carta del papa Juan Pablo II “Salvifici doloris” acerca del sentido del
sufrimiento humano. (n°17)
Eran muchos los testigos mesiánicos del Antiguo Testamento que anunciaban los
sufrimientos del futuro Ungido de Dios. Particularmente conmovedor entre todos es el que
solemos llamar el cuarto Poema del Siervo de Yavé, contenido en el Libro de Isaías.
La pasión de Cristo resulta, a la luz de los versículos de Isaías, casi aún más expresiva y
conmovedora que en las descripciones de los mismos evangelistas. He aquí cómo se
presenta ante nosotros el verdadero Varón de dolores:
El Poema del Siervo doliente contiene una descripción en la que se pueden identificar, en
un cierto sentido, los momentos de la pasión de Cristo en sus diversos particulares: la
detención, la humillación, las bofetadas, los salivazos, el vilipendio de la dignidad misma
del prisionero, el juicio injusto, la flagelación, la coronación de espinas y el escarnio, el
camino con la cruz, la crucifixión y la agonía.
Más aún que esta descripción de la pasión nos impresiona en las palabras del profeta la
profundidad del sacrificio de Cristo. El, aunque inocente, se carga con los sufrimientos de
todos los hombres, porque se carga con los pecados de todos. «Yavé cargó sobre él la
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
¿Qué significa esta petición?. ¿Una gloria mayor que la de los otros diez?
¡Ciertamente! Y la petición la han hecho casi al mismo tiempo que Jesús terminó
de anunciar, con lujo de detalles, su muerte ya cercana.
¿Qué hay en el corazón de los dos? ¿Qué hay en el interior de los Doce? ¿Qué
hay en el alma de la humanidad, que tiene oídos tan atentos para sí misma, y tan
lentos para Dios?
En esta pregunta de Jesús no hay reproche a los dos. Hay una invitación, una
llamada de atención, un desafío.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
El cáliz del que habla Jesús está apuntando a dos momentos que están por venir
en la vida del Señor.
Así beber el cáliz tiene el significado de beber del mismo Cristo Jesús, ser
empapados en la vida divina del Mesías. La fuerza interior del mismo Dios
habitando en el interior de los discípulos. Entonces, esta pregunta se podría hacer
de este modo: ¿Beberán de mí?
Jesús, Hijo de Dios, Hijo del hombre, Mesías y Salvador, bebe, en este momento,
toda la amargura de la humanidad indolente y devastada por el pecado, por la
dureza del corazón y por la astucia maldita de Satanás.
Santiago y Juan, los dos amigos de Jesús, son invitados a beber de este cáliz, a
cargar también ellos con esta tremenda amargura de la humanidad. El Salvador
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
"Podemos"
Ciertamente los “hijos del trueno” no saben lo que dicen. Los amigos de Jesús
estarían pensando en lo que difícil será llegar a la meta, en que deberían sufrir
algunas penas, algunos trabajos, y seguramente un rechazo similar al que esta
padeciendo Jesús, su maestro. Pero ya sabemos que Jesús está hablando de otra
dimensión del bautismo.
Y conmovido, podemos decir que se la juega por sus amigos. No los abandona
en la hora de la prueba, ni los deja a su suerte. Así dan testimonio especialmente
los mártires, tanto los que han muerto cruelmente, derramando su sangre, como
los que han perseverado en las pruebas hasta los últimos días de su vida.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
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...Puede decirse que estas palabras sobre el abandono nacen en el terreno de la inseparable
unión del Hijo con el Padre, y nacen porque el Padre «cargó sobre él la iniquidad de
todos nosotros» y sobre la idea de lo que dirá San Pablo: «A quien no conoció el pecado,
le hizo pecado por nosotros». Junto con este horrible peso, midiendo «todo» el mal de dar
las espaldas a Dios, contenido en el pecado, Cristo, mediante la profundidad divina de la
unión filial con el Padre, percibe de manera humanamente inexplicable este sufrimiento
que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios. Pero precisamente
mediante tal sufrimiento
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Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera
gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos
les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se
haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de
todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar
su vida en rescate por una multitud".
10,41-45
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra
ellos
A los dos hermanos les toca padecer en carne propia el primer trago amargo, el
primer cáliz. Y este cáliz ¡viene de los mismos amigos de Jesús! De los que
comparten su propia comunidad, de sus hermanos en Cristo.
Cada vez que alguno, de quien no esperábamos mucho, se levanta, o tiene una
idea realmente cristiana, lo negamos, simplemente porque no es nuestra idea.
Cada vez que alguien hace algo en el sentido de vivir en mayor fidelidad, e inicia
un camino de mayor santidad, de inmediato aparece nuestra triste consejera: la
envidia, para sugerirnos que no podemos aceptar esa verdad.
Queda claro así que la sola cercanía a Cristo Jesús no es suficiente para
cambiarnos el corazón. Esta cercanía debe transformarse en una experiencia
interior.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Jesús de inmediato los reúne y se pone a enseñarles. Los compara con los señores
de este mundo, con los mesías mundanos, con los instrumentos de Satanás.
Los que se ponen por sobre sus hermanos y se hacen llamar primeros, olvidan su
origen, olvidan la fragilidad de su cuerpo, olvidan que los otros no les pertenecen,
olvidan que cada uno depende de tantos otros. Y olvidan finalmente que un día
morirán
Los Doce en este momento se comportan igual que los jefes del mundo.
Nada es suyo, porque la vida no es suya. Es dada por Dios. Dios es el único
dueño, y a cada cosa dio su fin, a cada ser dio su tarea. ¿Cuál es la tuya? ¿Cuál es
la tarea del hombre y de la mujer?
¿Cuál es el modo de Jesús? Servir, como el esclavo. Desde abajo viene a levantar
a sus hermanos.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Todo es de Dios, por Dios y para Dios. Y el servicio consiste en llevar todo a
Dios, ordenar todo para Dios. Ordenar todo para Dios, único fin, único bien,
única meta.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por una multitud
Si el Hijo de Dios no nos rescata de ese desorden interior, por mucho que nos
enseñe o que nos muestre pruebas, no nos puede rescatar. El hombre, con su
fragilidad debe dejarse internar en la intimidad de Cristo Jesús. Así la fuerza
poderosa de Dios, podrá obrar en nuestro interior, y rescatarnos del desorden del
pecado.
Cristo Jesús nos hará entrar en su bautismo, y llegaremos a dar nuestra propia
vida en rescate por muchos. Cristo Jesús nos llevará por los caminos del servicio,
y nos rescatará de los caminos de la opresión.
Esto no es obra humana. Es don de Dios. Y este modo solo se hará vida en
aquellos que sean transformados a imagen de Cristo Jesús. El amor vence
siempre, el amor es más fuerte.
En el corazón del Hijo de Dios, el hombre vuelve a ser hijo hermano, y señor
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las
mismas palabras: «Conoceréis la verdad y la verdad os librará».Estas palabras encierran
una exigencia fundamental y al mismo tiempo una advertencia: la exigencia de una
relación honesta con respecto a la verdad, como condición de una auténtica libertad; y la
advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad
superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el
hombre y sobre el mundo. También hoy, después de dos mil años, Cristo aparece a
nosotros como Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel
que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus
mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. ¡Qué confirmación
tan estupenda de lo que han dado y no cesan de dar aquellos que, gracias a Cristo y en
Cristo, han alcanzado la verdadera libertad y la han manifestado hasta en condiciones de
constricción exterior!
Jesucristo mismo, cuando compareció como prisionero ante el tribunal de Pilatos y fue
preguntado por él acerca de la acusación hecha contra él por los representantes del
Sanedrín, ¿no respondió acaso: «Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio
de la verdad»? Con estas palabras pronunciadas ante el juez, en el momento decisivo, era
como si confirmase, una vez más, la frase ya dicha anteriormente: «Conoced la verdad y
la verdad os hará libres». En el curso de tantos siglos y de tantas generaciones,
comenzando por los tiempos de los Apóstoles, ¿no es acaso Jesucristo mismo el que tantas
veces ha comparecido junto a hombres juzgados a causa de la verdad y no ha ido quizá a
la muerte con hombres condenados a causa de la verdad? ¿Acaso cesa el de ser
continuamente portavoz y abogado del hombre que vive «en espíritu y en verdad»? Del
mismo modo que no cesa de serlo ante el Padre, así lo es también con respecto a la
historia del hombre. La Iglesia a su vez, no obstante todas las debilidades que forman
parte de la historia humana, no cesa de seguir a Aquel que dijo: «ya llega la hora y es
ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues
tales son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran han de
adorarle en espíritu y en verdad»
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Este camino que hace Jesús, y que es el último en su vida terrena, viene cargado
con grandes novedades.:
- ya ha anunciado tres veces al menos, su Pasión y su resurrección;
- ha manifestado su gloria a sus amigos íntimos, has sentado las bases del
amor renovado desde el principio;
- y ha invitado los suyos a vivir como Él servir hasta dar la vida.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Toda la descripción habla de miseria; todos los rasgos que lo describen lo ponen
“al margen” del evangelio. Como está “sentado al borde del camino” no participa
del gozo de los caminantes. Es mendigo, no tiene recursos propios; es ciego, no
tiene como conseguirlos por sí mismo; no tiene horizontes, no tiene sentido.
Así aparece la imagen de alguien que “no está” en la vida. Esta imagen parece
concentrar todo el desastre de la humanidad.
Dos polos se encuentran mientras Jesús salía de Jericó. Por una lado la vida, la
luz y la alegría; por otro lado la muerte, la oscuridad, y la tristeza. Si Jesús es la
Buena Noticia, Bartimeo es la mala noticia.
Pero este ciego, que está al margen del evangelio, es el único que podrá “ver” al
Hijo de David. Así lo llama, así le grita. Y cuando los discípulos lo hacen callar, el
ciego gritaba más fuerte.
Jesús se detuvo.
Llámenlo.
Llamaron al ciego
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
La comunidad convertida por las palabras de Jesús aprende a ver lo que Jesús ve,
y puede escuchar lo que Jesús escucha. Así se convierte en instrumento viviente
de Jesús, en voz de Jesús. Pero siempre conduzca hacia Jesús.
“Él te llama”.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
¿Quién es el mayor?
El niño, en medio de los discípulos, el niño al que nadie había visto esta la
imagen de Dios; en este niño, en este hombre está el sentido de nuestro
servicio y de nuestra misión. Es el más importante.
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos
Que el Mesías se nos presente crucificado no sólo tiene que ver con el Mesías.
Tiene que ver con nosotros.
Son nuestras traiciones las que llevaron al Mesías a la cruz. Pero es el camino que
nos invita recorrer a quienes queremos ir con Él.
Por su parte Cristo Jesús quiere dio testimonio de que el prefiere morir antes que
quitarnos la vida.
Por nuestra parte la cruz significa que no podemos obrar de otro modo.: cargar
con la cruz significa hacer al camino del Mesías: servir hasta dar la propia vida.
Lo más original es que ninguno de nosotros es Mesías. Sino que Él mismo Cristo
sigue siendo el único salvador. Nuestra mayor obra consiste, así, en atraer a otros
al conocimiento y al amor de Cristo Jesús.
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