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Un desarrollo extensivo.
La política de nacionalizaciones fue parte de una estratega de
desarrollo económico extensivo que tendió a desenvolverse por la vía de la
incorporación de nuevos factores al proceso de la producción por la
ampliación física de los mercados, el pleno uso de los factores, y por el
énfasis en el mercado interno más que por el progreso técnico, la
intensificación de los procesos productivos y elevación de la productividad y
orientación de la producción hacia el mercado internacional.
Tuvo ante todo un carácter reactivo y defensivo. Respuesta a la crisis
externa y a desenganche relativo de las economías latinoamericanas
respecto del mercado internacional. De ahí que haya elementos de
continuidad y no sólo de ruptura con algunas de las políticas de la etapa
anterior. La acción del Estado era necesaria para romper y reformular los
equilibrios económicos y políticos preexistentes.
El ISI considerado etapa del desarrollo extensivo y hacia adentro, fue
un ingrediente del mismo que comenzó dentro de los límites del esquema
primario-exportador.
El carácter dinámico y multiplicador del crecimiento industrial se
proyectó rápidamente sobre un conjunto amplio de actividades, sectores y
regiones cuyo potencial productivo era irrelevante desde el esquema
primario-exportador. El proteccionismo industrial, iniciado o continuado
permitió el desarrollo de nuevas ramas y favoreció el crecimiento del
empleo laboral. La economía ganó en integración. Sustentó el surgimiento y
consolidación de una matriz social más diferenciada y compleja.
En países con poblaciones campesinas numerosas, la reforma agraria
fue concebida en función de fines políticos tanto como económicos.
Políticamente, para el populismo, fue quebrar el poder de los terratenientes,
consolidarse a sí mismo y a la burguesía industrial. Económicamente, elevar
la producción de productos básicos que inciden en el costo de reproducción
de la fuerza de trabajo; facilitar la movilidad espacial de la mano de obra,
reducir el costo de reproducción de la fuerza de trabajo urbana e industrial,
bajar los costos salariales de los industriales, mejorar la capacidad de
compra de bienes industriales mediante la ampliación del empleo y la
elevación de los salarios reales.
Muchos de estos objetivos no se cumplieron, o generaron efectos no
previstos. La reforma cardenista fortaleció la capacidad de consumo de las
masas rurales, destinando a su consumo mayor parte de las cosechas y a
que se redujeran las remesas a las ciudades.
La burguesía urbana no se manifestó muy entusiasmada con la reforma
agraria.
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La capacidad de maniobra del populismo en este tema se inscribió y
desarrolló a partir de un clima de demandas históricas del campesinado y
los trabajadores rurales; respondió a una racionalidad de modernización
capitalista no menos que al empuje de las luchas agrarias.
La extensión del sistema educativo a las clases populares fue un
aspecto importante de los regímenes populistas. No fue poca cosa
universalizar la educación primaria; en varias experiencias populistas la
extensión de la educación demandó la introducción de cambios importantes
en sus contenidos y métodos, incluso convirtiéndose en áreas de gran
conflicto (México).
La estrategia económica del populismo buscó reajustar el esquema
primario exportador antes que sustituirlo por otro. El esquema de
desarrollo extensivo y hacia adentro se apoyó en la capacidad del sector
primario exportador para generar excedentes financieros, pero no pudo o
no quiso introducir modificaciones sustanciales en él. La transformación
profunda del sistema político y de las relaciones sociales, no estuvieron
acompañadas, menos fundamentadas, por transformaciones similarmente
profundas en la estructura económica.
A los desestímulos económicos a la exportación se agregó la reacción
política opositora de los exportadores, motivada adicionalmente por la
activación sindical, la retórica del discurso populista y la evidencia de que
éste no era el gobierno ni el régimen de ellos. La inversión privada se
redujo y hubo fuga de capitales.
Esto contribuyó a dar una imagen de enfrentamiento al sector
agropecuario en beneficio de la industria, y a que la estrategia populista
fuera interpretada en función de estos choques intersectoriales. Reforzada
por la circunstancia de que en ciertos países el conflicto rural era bajo
contrastado con la intensidad del debate político urbano.
En realidad, quienes vivieron el impacto fueron los productores
agropecuarios pequeños y medianos, orientados fundamentalmente hacia el
consumo interno, y posteriormente los industriales, cuando los términos del
intercambio interno fueron revertidos. Los grandes productores y
exportadores, gracias a su diversificación e integración intersectorial
agroindustrial y a la constitución de redes y grupos financieros,
experimentaron las transferencias de excedentes vía política de precios,
impuestos, fundamentalmente como movimientos internos.
El discurso político con énfasis en la conciliación de intereses, fue la
expresión simbólica de esta estrategia de desarrollo objetivamente apoyada
en una matriz inestable y tremendamente conflictiva.
El pragmatismo se manifestó también en el terreno de las políticas
económicas, pero se refirió, sobre todo, a las dimensiones operativas y a la
ejecución específica de medidas determinadas.
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el dislocamiento de la vida política y social. En algunos se establecieron
violentos regímenes represivos.
Varios factores. Primero, la debilidad estructural del modelo de
desarrollo extensivo. No involucró una transformación de base en la
estructura productiva agregar a esa un nuevo sector, urbano industrial, que
presionó adicionalmente sobre su capacidad.
La limitación de la estrategia económica se refiere a que no estimuló
una transformación productiva por la vía de la modernización tecnológica,
generación de infraestructura y elevación de los rendimientos. El impulso a
la industrialización, al estar orientado casi exclusivamente al mercado
interno, contribuyó adicionalmente a los desequilibrios externos.
El populismo se preocupó mucho más por captar una parte del
excedente del sector exportador para reorientarlo a la diversificación
industrial y al consumo, que por crear condiciones para incrementar la
generación de excedentes. Las iniciativas fueron muy débiles. Siguió
dependiendo de la capacidad de financiamiento de un sector exportador que
se sentía agredido por las políticas. Representaron factores de tensión y
deformación del esquema de desarrollo tradicional sin transformarlo o
sustituirlo.
El ISI no fue acompañado por una sustitución de exportaciones en el
sentido de fomentar la diversificación incorporando la industria al comercio
exterior. El proteccionismo favoreció la reproducción de situaciones de
ineficiencia y atraso productivo que demandaron mayor protección. Las
barreras resguardaron el mercado interno de las importaciones pero
crearon condiciones de alta rentabilidad para las inversiones extranjeras
merced a sus mayores niveles de productividad y a su modernización,
rápidamente controlaron el mercado interno.
Segundo, las tensiones que enfrentó la economía del populismo
destacan algunos efectos no contemplados en el diseño de la estrategia de
desarrollo extensivo, y las reacciones que suscitaron en las empresas:
inflación, desinversión, crisis de la balanza de pagos.
Cuando la redistribución de los ingresos y el crecimiento poblacional
crean más demanda de consumo que la que la capacidad instalada puede
satisfacer, y los incentivos no estimulan aumentos de la inversión, aparecen
tensiones inflacionarias.
Los mayores costos salariales y la inseguridad por el activismo sindical,
tendieron a desestimular la inversión privada.
Si el tipo de cambio se mantiene fijo, genera una sobrevaluación,
favoreciendo la importación y perjudicando la exportación.
Tercero, el perfil de la demanda interna cambia a medida que el
ingreso se expande y el mercado se amplia. La sustentación del crecimiento
requiere la incorporación de tecnologías o la diversificación de la
producción. La política de desvinculación relativa del mercado interno
respecto del internacional cede a una estrategia de apertura, inicialmente
selectiva por la necesidad de modernizar, de dar cuenta de los cambios en
la demanda y adaptarse al mercado internacional. Se agudizan las tensiones
entre los grupos que apuestan al desarrollo extensivo y los que apuestan al
crecimiento intensivo y, progresivamente, trasnacionalizado.
El agotamiento del espacio para una estrategia de desarrollo extensivo
depende del la situación particular. El peronismo se enfrentó relativamente
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pronto, porque accedió al gobierno cuando ya la economía argentina había
avanzado al gobierno cuando ya la economía argentina había avanzado
considerablemente en lo que suele denominarse sustitución fácil de
importaciones, y las pugnas por la apropiación del ingreso asumieron
niveles de fuerte conflictividad.
El agotamiento del espacio estructural, las transformaciones en el
sistema internacional y las modalidades de articulación externa de las
economías latinoamericanas no impidieron que surgieran intentos de
recomposición. El debilitamiento de las condiciones objetivas para el
populismo conllevó, usualmente, un mayor énfasis en sus dimensiones
subjetivas: estilos de liderazgo, agitación de elementos simbólicos,
propuestas de alianzas y concertaciones. La reaparición obedece a que, en
la mayoría de los casos, fue sucedido por regímenes de represión política y
exclusión social; contribuyeron al olvido de las limitaciones populistas. La
insatisfacción de las masas, su memoria y la vigencia de sus derechos, así
como la marginación de algunas fracciones del empresariado, abonaron las
aspiraciones de estos populismos redivivos. El carácter defensivo de la
propuesta se hizo evidente y las coincidencias de antaño se hicieron
alianzas. Lo que antes fue práctica sin conciencia, ahora fue conciencia sin
práctica.
Los protagonistas son otros, sus bases sociales han cambiado. Grupos
empresarios más dinámicos se encuentran en la nueva etapa de
acumulación, con opciones de inversión y de crecimiento al margen de un
proyecto de desarrollo extensivo. La propuesta populista es atractiva para
los grupos subordinados a esta clase, que ven en el subsidio una forma de
contrabalancear su progresiva marginación en el mercado. Existe una
nueva generación de obreros y de dirigentes de base que resisten las
tentativas de control y dominio del Estado y la vieja guardia sindical
populista, y que plantean demandas para las que el populismo normalmente
carece de respuesta: democratización de la vida sindical, control obrero del
proceso de trabajo.
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Al mismo tiempo que decía apoyar a los grupos emergentes de la
burguesía, el populismo no podía dejar de negociar con los tradicionales.
En estas condiciones, la elección de aliados depende de la percepción
que se tenga de la gravitación institucional efectiva de los otros actores
sociales y tiende a acuerdos de corto plazo, inestables, como respuesta a la
propia inestabilidad del escenario político. Lo que surge es una serie de
reacciones adaptativas, situaciones que el empresario sabe que no puede
alterar en lo sustancial.
La burguesía industrial demostró entusiasmo por las políticas
populistas cuando ya los gobiernos habían concluido y sus sucesores
aplicaban políticas de estímulo al sector exportador o al capital extranjero,
e intentaban acotar la movilización y las demandas sindicales. Por más que
las del populismo no fueran a reemplazar el principio burgués de autoridad
por alguna especie de poder obrero o popular, sus proyectos de redefinición
del sistema tradicional fueron excesivos para la sensibilidad de clase y para
los hábitos políticos de las fracciones emergentes de la burguesía industrial.
Los industriales a los que se referían el discurso y las políticas del
populismo presentaban varios aspectos de debilidad. Se traducía en una
menor eficacia para transformar sus demandas en políticas estatales.
La capacidad para absorber y transferir los crecientes costos laborales
inherentes a la propuesta populista, y de adaptarse a la fuerte y explícita
politización de la vida económica, fueran mayores a los segmentos
industriales más antiguos de la oligarquía, que en los nuevos industriales en
los que el populismo pensaba.
La ambigüedad de la burguesía emergente era expresión de su
debilidad en el mercado y contribuyó a dotar a la industrialización
promovida por el populismo de uno de sus datos más definitorios: fue
conducida por el Estado y sus aparatos, mucho más que por una burguesía
industrial hegemónica y por el mercado.
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Frente a una experiencia de lucha obrera de orientación anarquista,
socialista, comunista, de confrontación con la burguesía y el Estado, el
populismo habría dado a luz a un movimiento obrero de integración y de
colaboración. En la medida en que tuvieron lugar a través del Estado y sus
aparatos, se habría configurado un corporativismo, que garantizaba la
subordinación del movimiento obrero, las demandas y participación
populares al proyecto populista.
En el populismo hubo represión, pero ésta se dirigió ante todo a las
dirigencias de las viejas organizaciones, y la historia de esas
organizaciones, o por lo menos de sus directivas. Los trabajadores que el
populismo reclutó eran otros.
Gino Germani: las bases del populismo eran, ante todo, masas; como
tales, carentes de experiencia organizada y, dada su migración reciente, de
experiencias urbanas. Mientras que los trabajadores de experiencias
urbanas, sindicales e industriales más prolongadas tuvieron una
participación mucho menor.
La adhesión al populismo se explica así, por lo que los migrantes dejan
atrás y por los elementos de su pasado sociológico que los acompañan en su
migración a las ciudades. En lugar del clasismo mayor o menor de las
organizaciones socialistas, sindicalistas, son vistas en el marco de la
transición de la sociedad tradicional a la moderna y tomadas como
expresión de esa transición.
Fenómeno de profundas proyecciones psicosociales y culturales, pero
que no se agota en los factores subjetivos, sino que tienen que ver con el
tipo de capitalismo y de estructura de clases que se desarrollaron en el
mundo rural latinoamericano.
En los sindicatos peronistas y el voto peronista se constató la
participación activa de viejos obreros y de muchos viejos dirigentes de
extracción sindicalista, socialista, comunista incluso. El proceso por el cual
el peronismo tomó el control del movimiento sindical argentino fue
multifacético y expresó el juego de una pluralidad de ingredientes; la
imagen de una fuerza estatal que, a través de la coacción, la compra o
soborno de dirigentes, el engaño y la manipulación, terminó haciéndose del
movimiento obrero, es más una caricatura que una reflexión. Después de
1846, el PC disolvió sus sindicatos y aconsejó la incorporación a los
peronistas, adhiriéndose al principio de un sindicato único por rama.
Segundo, las directivas de las organizaciones sindicales populistas
quedaron a cargo de dirigentes con experiencia sindical y organizativa.
Tercero, la identidad de clase fue importante para decidir el voto peronista.
Los obreros tendieron firmemente a votar por el peronismo y los no obreros
a dividir su voto.
Cuarto, la adhesión obrara y sindical al populismo involucró, junto con
rupturas, elementos de continuidad con la tradición obrera y sindical que
sería absurdo desconocer. Un sindicalismo que era independiente del
Estado pero no de la política.
La imagen de un movimiento sindical convertido en aparato del Estado
populista tiene sentido cuando el régimen populista ya ha avanzado en su
establecimiento o consolidación. La pérdida de autonomía sindical tiene
lugar cuando ya el régimen populista se encuentra consolidado, cuando ya
ha alcanzado algún tipo de compromiso con el capital doméstico y
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extranjero y con los terratenientes. La existencia de un movimiento obrero
independiente, no integrado al sistema político es lo que el populismo trata
de modificar. Es una condición inexcusable para la consolidación política del
dirigente populista y para su acceso al poder del Estado. Una vez
conseguido esto, la autonomía política del dirigente y del Estado exige como
requisito la pérdida de la autonomía del movimiento obrero.
Dos particularidades del caso argentino: 1) debido al modo en que se
configuró el capitalismo en el campo, el peronismo no tuvo que enfrentar el
problema de una generalizada pobreza rural y de una reforma agraria como
en México, y Perú, sin tampoco marginar de las reformas populistas a la
población rural como en Brasil; 2) una notoria preocupación porque los
programas de estabilización no deterioraran unilateralmente a los
asalariados; por lo tanto, el intento de una distribución relativamente
equitativa de las pérdidas, y no sólo de las ganancias.
La existencia de esta activación sindical en los años iniciales de los
regímenes populistas resulta desorientadora cuando se acepta el paradigma
de la heteronomia del movimiento obrero y su subordinación al Estado.
El impulso inicial del activismo obrero se acompañó de una
democratización amplia de la sociedad y del sistema político, que reforzaron
la hegemonía populista.
Frente a este panorama no debería extrañar que tantos dirigentes
sindicales de trayectoria comunista, socialista o sindicalista, que
participaron del movimiento obrero de confrontación, hayan optado por
sumarse a la convocatoria integradora del populismo.
¿Autoritario o democrático?
Enorme dinamismo de los movimientos y regímenes populistas y su
capacidad de modificar sus estilos de relación con las masas y su propia
identidad.
La frontera entre lo democrático y lo autoritario en el populismo no es
clara ni rígida. El populismo articula ingredientes democráticos y
autoritarios: ampliación de la ciudadanía, recurso a procedimientos
electorales, pluripartidismo, extensión de la participación, junto con:
control vertical de las organizaciones sociales, reducción del espacio
institucional para la oposición, promoción de un sistema político ampliado y
al mismo tiempo excluyente. El populismo fue antiliberal. En la medida en
que el derecho liberal circunscribía la participación electoral a los hombres
blancos y mestizos. Fue una fuerza de democratización fundamental. Para
los grupos tradicionales reducidos a la oposición, y para las corrientes que
se oponían a la sociedad tradicional desde opciones distintas a las
populistas, resultó inexcusablemente antidemocrático.
Democratización y autoritarismo, los dos polos fundamentales de la
política occidental, se conjugan y subsumen en la configuración de uno de
los fenómenos políticos y sociales más importantes de América Latina.
Conviven y se tensionan recíprocamente en cada experiencia populista.
Afirmar que el populismo es autoritario o democrático, depende de los
gustos ideológicos y las preferencias políticas del observador y del peso que
su opinión teórico-metodológica y su paradigma de democracia adjudique a
los distintos factores en juego.
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