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EMPAREJAMIENTO TERAPEUTA-CLIENTE

Aunque falta una mayor investigación al respecto, se presentan algunas características


de un emparejamiento óptimo entre terapeuta y cliente (Goldstein y Myers, 1986):

- Ambos tienen expectativas congruentes acerca del papel de cada uno en la


relación. Comprenden y están de acuerdo en sus respectivos derechos y obligaciones
por lo que se refiere a lo que se espera que cada uno haga o no durante la interacción.
- Ambos confían en obtener resultados positivos de las sesiones. Cada uno
anticipa una probabilidad al menos razonablemente alta de cambio del cliente.
- Ambos provienen de similares contextos sociales, culturales, étnicos y
económicos.
- Ambos son similares en el empleo del lenguaje, complejidad conceptual,
extroversión-introversión, objetividad-subjetividad, flexibilidad y conciencia
social.
- Ambos se complementan en sus necesidades de comunicación, poder/influencia
e intimidad emocional.

Naturalmente, no es posible emparejar a un terapeuta y a un cliente en todas estas


dimensiones. Sin embargo, se dice que cuantas más se cumplan en un emparejamiento
determinado, más probable parece el desarrollo de una relación favorable.

SITUACIONES PROBLEMÁTICAS POR PARTE DEL TERAPEUTA

El terapeuta etiqueta a un cliente como difícil en vez de ver la situación como un


problema a resolver. Los así llamados clientes difíciles son aquellos cuyas actitudes y
comportamientos entorpecen el curso de la terapia. La pasividad, la indecisión, la falta de
cumplimiento, la manipulación, el oposicionismo y las quejas constantes son algunos de
los problemas más frecuentes que presentan. Con estos clientes, Beck et al. (1979/1983) han
propuesto las siguientes pautas:

 No etiquetar al cliente. Este tiene, crea y presenta problemas, pero no es en sí el


problema. Si se empieza a pensar en el cliente como un problema o como una
anomalía psiquiátrica, se reduce la probabilidad de éxito.

 Mantener el optimismo. No hay que caer en la desesperanza, sino pensar en los


recursos que se poseen para que el cliente mejore. Si a pesar de esto, la mejora no se
produce o el cliente empeora, posibles opciones son aplicar un tipo muy diferente de
tratamiento, derivar al cliente a otro terapeuta o poner fin a la intervención.

 Detectar y hacer frente a las propias cogniciones desadaptativas. Por ejemplo, “el
cliente no mejora, debo ser un terapeuta muy malo”, “el cliente no debería
comportarse así” o “después de todo lo que he hecho por él, se muestra desagradecido
y me hace pasar malos ratos”. Hay que procurar no alterarse ante las conductas
contraproducentes del cliente y no personalizar la posible resistencia de este, es decir
no sentirse el blanco de la misma.

 Mantener una elevada tolerancia a la frustración. El terapeuta debe esperar


frecuentes frustraciones cuando trabaja con clientes difíciles. Una cosa que sirve de
ayuda es pensar que estos problemas constituyen un desafío, impiden que la terapia
se haga rutinaria y proporcionan una oportunidad para ser creativo. Hay que
permanecer centrado en la ta-rea en lugar de culpabilizar al cliente por entorpecer el
curso de la terapia.

 Mantener una actitud de resolución de problemas. Las dificultades deben ser


detecta-das, formuladas y analizadas como un problema. Los resultados son
comentados con el cliente y luego, se generan conjuntamente posibles soluciones, se
selecciona una y se aplica para ver cómo funciona.

SITUACIONES PROBLEMÁTICAS POR PARTE DEL CLIENTE

- El cliente no acude a consulta voluntariamente, sino presionado o llevado por


otros (familiares, amigos, otros profesionales). Lo primero es poner un énfasis especial en
ganarse su confianza rompiendo el hielo y hablando con él de temas que le interesen; el
terapeuta puede basarse en información previa (p.ej., datos personales) u objetos que el cliente
lleva encima o bien preguntarle a qué se dedica, dónde le gustaría estar en este momento o
cuáles son sus aficiones. Si se trata de un niño, puede iniciarse algún juego o dibujo con él.
No importa que esta fase se alar-gue, ya que es más importante intentar establecer una buena
relación que conseguir de entrada el máximo de información posible. Incluso puede volverse
a la misma posteriormente cuando el paciente sigue poco comunicativo y puede aprovecharse
algún tema que haya mencionado en la conversación. De todos modos, no conviene alargar
esta fase cuando el cliente prefiere entrar en materia.

ESTRATEGIAS PARA MEJORAR EL CUMPLIMIENTO


DE LA INTERVENCIÓN
Ha sido común hablar de resistencia al cambio cuando el comportamiento del cliente
inter-fiere claramente con la consecución de las metas terapéuticas. Indicios de resistencia al
cambio pueden ser faltar a las citas, silencios largos, no contestar a las preguntas del terapeuta
o hacerlo muy brevemente, no realizar las actividades entre sesiones, hablar demasiado,
cambiar frecuente-mente de temas o de objetivos, mostrar una actitud negativa constante
hacia el terapeuta o la tera-pia, no comunicar información importante, coquetear, poner
siempre pegas, etc. Sin embargo, conviene tener en cuenta que estas señales no indican
necesariamente que el cliente no quiera cambiar, ya que pueden ser debidas a otros
factores tales como miedos, habilidades comunicati-vas inadecuadas, impedimentos,
comportamiento del terapeuta o de otras personas, etc. En este sentido y siguiendo a Cormier
y Cormier (1991/1994), puede definirse la resistencia como cual-quier comportamiento del
cliente, del terapeuta o de otras personas que interfiere con el logro de resultados
terapéuticos satisfactorios.

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