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LA PUNTUACIÓN1

1. Qué es la puntuación
La puntuación constituye uno de los recursos fundamentales para distribuir y orga-
nizar la estructura y el contenido del texto escrito. Sin embargo, es uno de los aspectos
de la composición del texto quizás más difíciles de enseñar y más complejos de dominar.
Probablemente, uno de los principales problemas para enseñar y para aprender a pun-
tuar es el hecho de que, excepto algunas normas básicas, no resulta posible establecer
reglas de cumplimiento obligado para todos los casos, como ocurre con la escritura de
las letras y de las palabras. Normas gramaticales u ortográficas discriminan fácilmente
en la mayor parte de los casos qué es correcto o incorrecto en la expresión escrita. No
sucede lo mismo con la puntuación de un texto escrito, puesto que el escritor modela la
puntuación de su texto en función de sus propios intereses: ordena su discurso, resalta
sus constituyentes más relevantes y las conexiones de dependencia que establece entre
diferentes partes de su texto, correlaciona lo más biunívocamente posible su aspiración
de que el escrito —qué quiero expresar— sea rectamente comprendido por su lector.
En este sentido, y para un “puntuador” competente, todos los enunciados siguientes
serían posibilidades “correctas”,

 «¡Pues claro que te entiendo! Y no lo digo con ironía»,


 «¡Pues claro que te entiendo!, y no lo digo con ironía»,
 «¡Pues claro que te entiendo! —y no lo digo con ironía—»,
 «¡Pues claro que te entiendo! (y no lo digo con ironía)»,

1
El texto que se propone en estas páginas está mayoritariamente basado en unos casos, recogido literal-
mente en otros, de Carolina Figueras, «La puntuación», en Manual práctico de escritura académica, Es-
trella Montolío (coord.), Barcelona: Editorial Ariel, 3 vols., vol. III, págs. 77-152, y en muy menor medida
de Leopoldo Gómez Torrego, Gramática didáctica del español, Madrid: Ediciones SM, 1998, págs. 496-
507. También me he servido en ocasiones de los “lemas” de la Real Academia Española para diferentes
conceptos (‘punto’, ‘raya’, etc.), accesibles a través de Internet. para Para facilitar la lectura, no se citan
como debieran los pasajes literales (extensísimos) recogidos de estos autores, ni se ofrecen las marcas
tipográficas pertinentes para aclararle al lector cuáles son las supresiones o añadidos que incluyo en este
texto. Pero quede constancia explícita de las fuentes en las que bebo…
pero su “utilidad” y “exactitud”, mayor o menor, procederían de la competencia del es-
critor para elegir entre las cuatro opciones aquélla que mejor traslada a la escritura lo
que quería expresar, con los matices con que quería expresarlo.

La puntuación es un sistema de signos gráficos relacionado directamente con la


construcción del texto y, en esta cuestión, es casi imposible dictar normas estrictas. Hay
un amplio margen de libertad para usar los signos de puntuación: en la mayor parte de
los casos, la elección entre un signo u otro depende del estilo y gusto personal de cada
escritor. Así, hay escritores que optan por un estilo más ampuloso, con frases largas y
muy complejas sintácticamente (lo que obliga a emplear gran cantidad de signos de pun-
tuación); otros, por el contrario, escriben períodos cortos, frases más simples (y enton-
ces recurren a una puntuación más sencilla).

Quien puntúa bien su texto “elige” hábilmente los signos puntuación que entiende
mejor corresponderán al éxito de la comunicación escrita: que se comprenda del mejor
modo posible por el lector lo que él o ella quiere expresar por escrito. Por el contrario,
quien presenta dificultades en la puntuación de su texto, se ve expuesto a que su texto
sea comprendido de forma distinta a la pretensión inicial que tenía cuando redactaba
su escrito. Para el “puntuador” competente, la puntuación es una herramienta utilísima
para afianzar la comprensión del texto por parte de su lector; para el inexperto o incom-
petente, puede convertirse en un mal amigo que provoca la incomprensión o, peor aun,
el malentendido en la comprensión del lector. Se cuenta que el zar de Rusia Pedro el
Grande tenía unos impresos preparados en los que el enunciado, sin signos de puntua-
ción, explicitaba simplemente «matar no tener piedad». Bastaba con colocar la coma en
un lugar o en otro («matar, no tener piedad», o «matar no, tener piedad») para que
variara sustancialmente la suerte de un reo. En un ejemplo menos truculento, lo que
transmiten los siguientes textos varía en correspondencia con la puntuación con que
queramos “guiar” la comprensión del lector:

 «Ya no quepo: a tu lado, María, quiere sentarse Juan».


 «Ya no quepo a tu lado: María quiere sentarse, Juan».
Se ha comentado en el apartado previo que, en cuestiones de estilo, caben pues
diferentes opciones entre las que el escritor competente elige aquélla que estima idó-
nea para que se comprenda de manera eficaz lo que quiere expresar. Una vez elegida,
se alcanza esa transmisión clara, exacta y completa entre “lo que pienso y escribo” (es-
critor) y “lo que lee y comprende” (lector). «Ya no quepo: a tu lado, María, quiere sen-
tarse Juan» o «Ya no quepo a tu lado: María quiere sentarse, Juan» son ambas “correc-
tas”… siempre y cuando quisiéramos expresar por escrito que no cabemos a la mesa
porque Juan quiere sentarse al lado de María, a quien nos dirigimos (primera opción), o
porque es María quien desea tener al lado a Juan, al que interpelamos (y sospecho que
no es lo mismo…).

Aparte de las limitaciones que, como se ha visto, presenta el tratamiento normativo


de la puntuación, una segunda dificultad para dominar este sistema de marcas se deriva
de la vinculación que tradicionalmente se establece entre puntuación y entonación. En
general, se considera que los signos de puntuación constituyen los signos que, en la es-
critura, sirven para representar las pausas y la entonación propias del discurso oral. Así,
por ejemplo, el punto se define como el signo que señala una pausa al final de un enun-
ciado; el punto y coma representa una pausa menor que la del punto y mayor que la de
la coma; la coma equivale a una pausa breve, etc. Muchos manuales de Lengua reflejan
todavía esa supeditación de los signos de puntuación a la prosodia de la expresión oral,
consideración ancilar que, en efecto, muestran los usos de estas marcas en cierta canti-
dad de textos escritos… pero no en todos, y ni siquiera siempre en aquellos claramente
ligados a la expresión oral2. Es más que probable que los guiones de programas radiofó-
nicos o televisivos, los discursos políticos, los textos dramáticos destinados a su repre-
sentación escénica, por citar algunos casos, requieran de una buena puntuación para
facilitar su comprensión oral por parte de los oyentes cuando cristalizan en la comuni-
cación oral (del “habla” a la “escucha”), su destino final. Incluso, que se “puntúen” con
otras marcas diferentes a las habituales en la expresión escrita normativa, como suce-
dería por ejemplo cuando en el guion escrito de una exposición oral —por qué no, la
defensa de nuestro Trabajo Fin de Grado— rotulamos en color amarillo aquella palabra

2
Un ejemplo claro de que los signos de puntuación no equivalen a las pausas de la lengua oral es la prohi-
bición normativa de colocar una coma entre el sujeto y el predicado. En la lengua oral, sin embargo, es
frecuente llevar a cabo una pausa, sobre todo si el sujeto es largo. En este caso, y por muy habitual que
sea en la oralidad espaciar en el tiempo el sujeto del predicado en un enunciado y contexto semejante a
éstos: /Juan no está/ (imaginen que estamos en la feria, mis amigos preguntan si he visto a Juan,
observo el lugar un momento [pronuncio “Juan”] y, después de ojear la caseta, afirmo “no está”), NUNCA
deberíamos escribir Juan, no está.
clave que queremos enfatizar en nuestro discurso porque la estimamos nuclear, esen-
cial, en el tema que exponemos. No busquen entre los signos de puntuación normativos
de la expresión escrita la marca “rotulado amarillo”, pero júzguenla como un caso evi-
dente de subordinación de la puntuación “personal” de un texto escrito secundario cuya
función final es la de servir primariamente a la expresión oral.

Pero deberíamos plantearnos que, si la puntuación sólo fuera el registro en la escri-


tura de factores que afectan a la expresión oral, su función sería innecesaria, o poco
relevante, cuando leemos —como solemos— textos destinados a la lectura silenciosa.
En circunstancias normales, el lector que o bien leyera el pasado 26 de julio del año 2018
la versión impresa del artículo del historiador Henry Kamen, «Carta desde la República
catalana», publicado en el diario El Mundo, o bien —es mi caso— el que la recuperara
en versión electrónica a través de la página web del periódico, se enfrentaría a la com-
prensión del texto mediante la lectura silenciosa. Probemos pues a quitarle los signos
de puntuación (y a convertir en minúsculas aquellas letras capitales cuyo uso obedecía
originalmente al uso de los signos de puntuación que determinan en las convenciones
ortográficas la discriminación entre mayúsculas y minúsculas).

están contentos de recibir a los visitantes y el camino hacia el pueblo está bordeado por cien-
tos de lazos amarillos lo primero que ves cuando entras en el pueblo es una enorme bandera la
estelada que mide alrededor de tres por dos metros ondeando valientemente con el viento del
verano la enseña se ha de renovar de tanto en tanto porque los fuertes vientos hacen de ella pe-
dazos al borde de la carretera hay un pequeño letrero que te informa de que estás entrando en un
municipio de la república catalana a partir de ese momento la misma afirmación nunca cesa dentro
del pueblo una pared completa está pintada con el enunciado som república cada farola de la calle
está adornada con una estelada y cualquier otro poste disponible tiene atada una cinta plástica
amarilla en nombre de los presos políticos frente al edificio del ayuntamiento hay una placa con
un largo texto que explica una historia totalmente ficticia un falseamiento total de los hechos
reales sobre la resistencia del pueblo en el año 1714 ante el avance del ejército opresor del rey
borbón Felipe V

Si este artículo hubiera formado parte del guion escrito de un documental sobre la
situación política en Cataluña, la “voz en off” que ensamblara audio e imagen en el au-
diovisual habría tenido dificultades para la lectura en voz alta “con sentido” y, por ende,
para la comprensión del espectador. En efecto, en este hipotético caso, sin signos de
puntuación, el texto no ofrece pautas fiables para su verbalización. ¡No hay problema!,
porque, si la comprensión habitual de un artículo periodístico se realiza mediante la lec-
tura silenciosa, no mediante la lectura en voz alta, y los signos de puntuación trasladan
a la escritura rasgos de la oralidad, ¿en qué nos afectaría la falta de puntuación? Kamen
“quería decir” lo que fácilmente se comprende con este texto que he puntuado yo “co-
rrectamente” sin dificultades; qué necesidad teníamos, él y yo, de los signos de puntua-
ción, que sólo sirven para la lectura en voz alta, que «sirven para representar las pausas
y la entonación propias del discurso oral»…

Están contentos de recibir a los visitantes y el camino hacia el pueblo está bordeado por cien-
tos de lazos amarillos. Lo primero que ves cuando entras en el pueblo es una enorme bandera. La
estelada, que mide alrededor de tres por dos metros, ondeando valientemente con el viento del
verano la enseña. Se ha de renovar de tanto en tanto porque los fuertes vientos hacen de ella
pedazos al borde de la carrete-ra. Hay un pequeño letrero que te informa de que estás entrando
en un municipio de la República Cata-lana a partir de ese momento. La misma afirmación nunca
cesa dentro del pueblo. Una pared completa está pintada. Con el enunciado “Som República” cada
farola de la calle está adornada con una estelada, y cualquier otro poste disponible tiene atada una
cinta plástica amarilla. En nombre de los presos políticos, frente al edificio del ayuntamiento, hay
una placa con un largo texto que explica una historia (total-mente ficticia, un falseamiento total de
los hechos reales) sobre la resistencia del pueblo en el año 1714 ante el avance del ejército, opresor
del rey borbón Felipe V.

¿No hay problema? Comparen el artículo original de Kamen con la puntuación “co-
rrecta” que presentaba con este otro texto que, al principio sin puntuación, he puntuado
“correctamente” para comprender en lectura silenciosa lo que “quería decir” Kamen:
Artículo original correctamente puntuado Artículo puntuado correctamente por mí
Están contentos de recibir a los visitantes y el ca- Están contentos de recibir a los visitantes y el
mino hacia el pueblo está bordeado por cientos de la- camino hacia el pueblo está bordeado por cientos de
zos amarillos. Lo primero que ves cuando entras en el lazos amarillos. Lo primero que ves cuando entras en
pueblo es una enorme bandera, la estelada, que mide el pueblo es una enorme bandera. La estelada, que
alrededor de tres por dos metros, ondeando valiente- mide alrededor de tres por dos metros, ondeando va-
mente con el viento del verano. La enseña se ha de lientemente con el viento del verano la enseña. Se ha
renovar de tanto en tanto, porque los fuertes vientos de renovar de tanto en tanto porque los fuertes vien-
hacen de ella pedazos. Al borde de la carretera hay un tos hacen de ella pedazos al borde de la carretera.
pequeño letrero que te informa de que estás en- Hay un pequeño letrero que te informa de que estás
trando en un «municipio de la República Catalana». A entrando en un municipio de la República Catalana a
partir de ese momento, la misma afirmación nunca partir de ese momento. La misma afirmación nunca
cesa. Dentro del pueblo, una pared completa está pin- cesa dentro del pueblo. Una pared completa está pin-
tada con el enunciado «Som República». Cada farola tada. Con el enunciado “Som República” cada farola
de la calle está adornada con una estelada, y cual- de la calle está adornada con una estelada, y cual-
quier otro poste disponible tiene atada una cinta plás- quier otro poste disponible tiene atada una cinta
tica amarilla en nombre de los «presos políticos». plástica amarilla. En nombre de los presos políticos,
Frente al edificio del Ayuntamiento hay una placa con frente al edificio del ayuntamiento, hay una placa con
un largo texto que explica una historia (totalmente un largo texto que explica una historia (totalmente
ficticia, un falseamiento total de los hechos reales) so- ficticia, un falseamiento total de los hechos reales)
bre la resistencia del pueblo en el año 1714 ante el sobre la resistencia del pueblo en el año 1714 ante el
avance del ejército opresor del Rey Borbón Felipe V. avance del ejército, opresor del rey borbón Felipe V.

*Rotulo en amarillo los cambios introducidos en la puntuación del texto original de Henry Kamen

Los dos, original y versión personal, correctamente puntuados. Los dos, también
“comprensibles”. El de Kamen original, buen “puntuador”, adecuado a una comprensión
correcta por parte del lector de lo que él quería decir pues comprende en lectura silen-
ciosa el contenido de su texto porque está bien puntuado. El mío, “buen puntuador”,
inadecuado a una comprensión correcta de lo que quería decir el autor. La diferencia
está, lógicamente, en que el texto original de Kamen con su correcta puntuación “con-
duce” firmemente la comprensión del lector; el texto sin puntuación que ha servido de
base para mi propuesta (correcta) de puntuación encamina la comprensión lectora por
unos derroteros no previstos inicialmente por Henry Kamen. Por señalar un solo caso
bien significativo, en el texto de Kamen es el ejército del rey borbón Felipe V quien
oprime al pueblo catalán según el ideario independentista; en mi texto, es un ejército
indefinido quien oprime al pueblo catalán, unido al oprimido rey Felipe V.

De este modo, a esta consideración (muy extendida y no siempre acertada) de las


marcas de puntuación como los elementos que, en la escritura, reproducen los rasgos
prosódicos de la oralidad se sobrepone la visión de la puntuación como código de signos
que permite articular el período discursivo en el texto escrito. De modo que la puntua-
ción acaba sirviendo no sólo para representar las pausas y la entonación de la lengua
oral, sino para delimitar las diversas unidades sintácticas, lógicas, semánticas y discursi-
vas del texto. Y, como se ha mostrado, si no delimitamos, o si delimitamos mal, unidades
sintácticas, lógicas, semánticas o discursivas de nuestro texto, puede ocurrirnos que al-
guien comprenda en nuestro texto lo que nosotros no pensábamos cuando lo escribi-
mos. Sí hay pues un problema.

Como la Academia propone, «de la puntuación depende en gran parte la correcta


expresión y comprensión de los mensajes escritos. La puntuación organiza el discurso y
sus diferentes elementos y permite evitar la ambigüedad en textos que, sin su empleo,
podrían tener interpretaciones diferentes». Es, precisamente, la coexistencia de estas
dos perspectivas —la que vincula puntuación y entonación y la que, por su parte, en-
tiende la puntuación como un sistema de delimitación sintáctica, lógica y retórica del
texto— la causa de las frecuentes confusiones en el uso de los signos de puntuación. Si
intentamos evitar estos problemas, o reducirlos, convendría tener bien presentes estos
postulados básicos:

1. La puntuación no es sólo un sistema para representar fielmente las modulaciones


de la lengua hablada.

2. La puntuación es un mecanismo eficaz para delimitar las diversas unidades tex-


tuales que conforman el discurso, con el objetivo de que el lector interprete el texto en
el sentido previsto por el emisor. Los signos de puntuación son, básicamente, elementos
que guían la tarea interpretativa del lector.

3. En su formación universitaria, la mayor parte de los textos que se les van a solici-
tar pertenecen al género discursivo de los “textos académicos”: un examen final de asig-
natura es un texto académico, como lo es su Trabajo Fin de Grado, una reseña de un
libro, un resumen de un texto teórico que tienen que presentarle por escrito a sus pro-
fesores, etc.3 En el texto académico, la puntuación no guarda relación con patrones pro-
sódicos. Tal y como han señalado diversos autores, el código oral y el código escrito se
rigen por principios muy diferentes de organización y articulación del discurso; y cum-
plen, además, funciones comunicativas distintas. La escritura no es una simple repro-
ducción de la lengua oral. Y la puntuación, por extensión, no es el conjunto de signos
que representan, en el texto escrito, los rasgos de entonación de la oralidad, sino un
sistema exclusivo de la escritura, con usos y funciones derivados de las reglas gramati-
cales (de ortografía, léxico, morfología, sintaxis), pragmáticas (de registro, género y ade-
cuación del texto a los conocimientos e intereses de la audiencia) y textuales (de cohe-
rencia y de cohesión) que operan en el discurso escrito y que son ajenas a las que regulan
el discurso oral. En la mayor parte de los casos, la puntuación se emplea en función de
criterios de orden sintáctico y de organización del discurso escrito, y no está dictada por
la prosodia.

3. Puntuación y articulación de las distintas unidades informativas del texto


Los signos de puntuación son mecanismos eficaces para jerarquizar la información
del discurso escrito. Muestran cuál es la estructura del texto e indican al lector de qué
modo tiene que ser interpretada la unidad delimitada por cada signo. Así, el punto final
señala el fin de la unidad texto; el punto y aparte, el cierre de la unidad párrafo; el punto
y seguido, la de la unidad enunciado. Ya dentro del enunciado, el punto y coma sirve
para establecer los límites de las diversas cláusulas que lo forman; los dos puntos anun-
cian una unidad que amplía o desarrolla un aspecto presentado en el enunciado; y la
coma delimita los diversos sintagmas del enunciado.

Existe, por tanto, una jerarquía de unidades textuales: la unidad mínima es el sin-
tagma, limitado por la coma; la unidad máxima, el texto, que se abre con la mayúscula
y se cierra con el punto final. Entre estas dos unidades aparecen unidades textuales in-
termedias, que van encajando unas dentro de otras.

3
En nuestra asignatura de Didáctica de la Lengua, “propiamente académico” es el texto argumentativo
que escribirán como tercera tarea de Seminario. La narración escrita (seminario 2) y los guiones escritos
de su exposición audiovisual (seminario 4) no son textos académicos (lo que ni mucho menos significa que
no deban estar correctamente puntuados, pero sí que presentan unos rasgos de oralidad mucho más
patentes que en un texto académico típico).
Enunciado A + enunciado B
Párrafo 1 + enunciado C + enunciado D
+ enunciado E

Párrafo 2 Enunciado F + enunciado G + enunciado H

Enunciado I + enunciado J
+ enunciado K + enunciado L
Párrafo 3 + enunciado M
+ enunciado N

Párrafo 4 Enunciado Ñ

Enunciado O + Enunciado P
Párrafo 5

Enunciado Q + enunciado R + enun-


Párrafo 6
ciado S + enunciado T

Enunciado U + enunciado V + enunciado W


Párrafo 7 + enunciado X + enunciado Y

Párrafo 8 Enunciado Z

Como se intenta visualizar en la imagen, no hay “tamaños predeterminados” para


la extensión de los párrafos en la escritura. Algunos alumnos consideran, en los estadios
iniciales de su competencia escrita, que ojear un texto donde los párrafos tienen dimen-
siones muy distintas (unos enormes, otros de apenas dos líneas) es un indicio fiable de
que tendrá una mala puntuación; por el contrario, estiman que la equivalencia visual (y
estética) de párrafos de extensión muy semejante (y el ideal sería la equivalencia abso-
luta…) es un buen indicio de la correcta distribución en párrafos de un texto. Si lo pien-
san, ese preconcepto no tiene ningún fundamento. Los párrafos no se “miden” en ren-
glones, sino en “unidades de contenido”. Los párrafos son subunidades temáticas con
las que se construye la unidad básica, el texto; en nuestra imagen, los diferentes enun-
ciados que se unen para formar eslabones (párrafos) en la articulación final de un texto
(la cadena).

A la hora de analizar, comentar y aprender los diferentes tipos de signos de puntua-


ción, conviene distinguir dos tipos básicos de marcas: los signos de primer régimen y los
signos de segundo régimen. En el primer tipo, los signos de primer régimen delimitan
las unidades informativas básicas del texto: puntos (seguido, aparte, final), comas, punto
y coma, dos puntos. Los signos recogidos en la categoría de “segundo régimen” no deli-
mitan unidades textuales básicas: raya o guion largo, paréntesis, corchetes, puntos sus-
pensivos, signos de interrogación y de exclamación, comillas (altas o bajas, simples o
dobles), y quedan subsumidos en unidades delimitadas por las marcas de primer régi-
men4. Los signos de primer régimen son básicos, e imprescindibles: podemos encontrar
un texto con sentido completo delimitado exclusivamente por puntos y por comas (pri-
mer régimen), y nos sería imposible redactar uno empleando exclusivamente marcas de
segundo régimen (puntos suspensivos, guiones, paréntesis, etc.).

SIGNOS DE PRIMER RÉGIMEN


Indica que el texto ha concluido en su totalidad, o que concluye una división importante
PUNTO del texto. Es la marca del cierre de una comunicación completa. Por ejemplo, el que cierra
FINAL el Quijote es punto final, tanto como el que cierra la Primera parte del Quijote o el capítulo
1 de la Primera parte del Quijote.
Separa párrafos dentro de un texto ya delimitado desde la primera letra en mayúscula
de la primera palabra hasta el punto final. Los párrafos son subunidades temáticas con las
que se construye la unidad básica, el texto. Podrían asumirse como eslabones de una ca-
PUNTO Y
dena vertical con los que construimos una cadena: el texto. Un texto segmentado correc-
APARTE
tamente en párrafos mediante signos de punto y aparte le ofrece al lector una captación
clara y rápida de las ideas parciales y entrelazadas con las que se articula el sentido global
del texto. Facilita la lectura porque aísla en subunidades el tema global.
PUNTO Y Delimita enunciados, con los que se construyen párrafos para crear textos. Si asemeja-
SEGUIDO mos el contenido global de un texto a una cadena, y los diferentes eslabones con que se

4
No obstante lo dicho, recuerden que los signos de cierre de la exclamación y la interrogación, cuando
coinciden con el cierre de un enunciado —y por tanto requerirían del pertinente signo del punto (final,
aparte o seguido)— no “duplican” la marca: «¿Qué hora es?» presenta un signo de segundo régimen (los
signos de interrogación) y un signo de primer régimen (el punto), ya “incluido” en la marca de cierre del
signo de interrogación. Es incorrecto «¿Qué hora es?.», como lo es «¡Cuánto te esfuerzas!.».
articula la cadena con los párrafos, las unidades delimitadas entre puntos y seguido vincu-
lan enunciados diferentes (eje horizontal) para integrarlos en párrafos, y por tanto también
contribuyen en la cadena vertical (el contenido global del texto).
Delimita segmentos dentro de un enunciado. Alguno de sus usos más habituales serían
los siguientes:
 separar los componentes de una enumeración, ya sean estos elementos palabras, gru-
pos de palabras u oraciones5;
COMA
 para delimitar el vocativo (el “tú”, usted”, “vosotros”, “vosotras” o “ustedes” a los que
nos dirigimos en estilo directo, con nombre propio o mediante otras fórmulas 6.
 para separar los componentes de un inciso (aposiciones, oraciones de relativo o de
otros tipos…) que se insertan en el enunciado que los incluye7.
Delimita segmentos dentro de un enunciado. Los dos puntos preceden un segmento que
explica, aclara, resume, abrevia, amplía, es consecuencia o causa de algo presentado en el
DOS
segmento precedente8:
PUNTOS
 aparecen para introducir estilos directos;
 introducen enumeraciones, o las cierran;
Las funciones del punto y coma son difíciles de separar de las funciones del punto y se-
guido: son dos signos de puntuación de valor muy parecido, con diferencias de matiz en lo
que el escritor o escritora desea transmitir. En el siguiente caso, «Está lloviendo a mares.
No podremos ir de excursión», el escritor presenta dos enunciados simples, formados por
dos oraciones simples, /Está lloviendo a mares/ + /No podremos ir de excursión/, y las en-
laza mediante el signo de puntuación del punto y seguido. Es el lector quien “deduce” de
PUNTO Y
los dos enunciados “simples” (formados por sendas oraciones) la vinculación de sentido
COMA
que los une: el mal tiempo impide la excursión. Imaginen ahora que el escritor, o escritora,
propone en su escrito lo siguiente: «Está lloviendo a mares; no podremos ir de excursión»,
un enunciado “complejo” integrado por dos oraciones (/Está lloviendo a mares/ + /No po-
dremos ir de excursión/) donde se ofrece conjuntamente (y no en dos enunciados simples)
la constatación (llueve) y la consecuencia (no vamos de excursión), envueltas ambas en el
signo de puntuación del punto y coma. Como se indicó, cuestión de matiz: la conexión

5
Cuando el último componente se une al interior mediante las conjunciones y, o, ni, no se pone coma
entre ellos: «A Juan no le gustan ni los dulces, ni la carne, ni el pescado ni las verduras: sólo come legum-
bres y frutas».
6
«¿Cómo, alma de cántaro, pretendes abrir la lata con un sacacorchos?», «Te digo, Pruden, que te estás
equivocando».
7
«Juan, el primo de Helena, no vendrá», «Esta angustia, esta sensación que me oprime el pecho, me
impide respirar normalmente», «Despidió a Luisa, a quien nunca más volvió a contratar».
8
«Según su acento de intensidad, las palabras plenas en español se dividen en estas categorías: agudas,
llanas, esdrújulas y sobresdrújulas», «Hipotecas, préstamos, compras diarias: no doy abasto», «Mis limi-
taciones son obvias: no tengo veinte años, peso ochenta kilos, he tenido una lesión de menisco. No, no
participo en la prueba atlética».
semántica entre las oraciones separadas por el punto y coma dentro del mismo enunciado
es más fuerte que el vínculo que propone el punto y seguido cuando lo empleamos para
unir dos enunciados simples integrados por sendas oraciones. Los segmentos separados
por punto y coma transmiten informaciones que se presentan muy vinculadas entre sí.

Si los signos de primer régimen delimitan las unidades informativas básicas del
texto, los signos de segundo régimen no delimitan unidades textuales básicas: raya o
guion largo, paréntesis, corchetes, puntos suspensivos, signos de interrogación y de ex-
clamación, comillas (altas o bajas, simples o dobles…) quedan incluidos en unidades de-
limitadas por las marcas de primer régimen. Entre los signos de puntuación de segundo
régimen, podemos distinguir dos subtipos básicos: las rayas, los paréntesis y las comillas
(altas, “……”, o bajas, «…….») delimitan un discurso secundario dentro de uno primario.
Con las comillas, insertamos en el discurso principal el discurso secundario de una cita
literal. Recuerden que esa cita literal (otra “voz” dentro del discurso primario) puede
proceder de un texto escrito o de un discurso oral: tan “cita directa” es una voz que
habla como una persona que escribe: en el primer caso, por ejemplo: «Siempre me dices
lo mismo: “Espera”»; en el segundo caso, «Leí la nota de siempre en la nevera: “Es-
pera”». Y tampoco descuiden que esa “cita literal” puede ser de la misma persona que
habla o escribe: «Siempre te contesto, cuando me pides que te espere, lo mismo: “¿Y
para qué?”», o «¿No leíste la nota que te dejé en la nevera, bien clarito estaba: “Es-
pera”». Además, marcamos con los mismos signos de puntuación los casos en que algo
se menciona literalmente pero ni es dicho ni escrito, porque alguien lo piensa, porque
nosotros lo pensamos: «Cuando me pides que te espere, imagino que estarás pensando:
“Así cenamos juntos”»; «Cuando me pides que te espere, siempre me digo lo mismo:
“Quiere que cenemos juntos”». Finalmente, tengan en cuenta que son estos mismos
signos de puntuación, a los que se añaden otros requisitos que comentaremos en nues-
tras clases de seminario dedicadas a la argumentación en los textos académicos, los que
distinguen claramente en la lectura qué “escribimos” nosotros y qué han escrito otros u
otras a los que citamos literalmente: si manejamos bien y honestamente estos signos,
“citamos” y no plagiamos; si por desconocimiento o con mala intención no los usamos,
estamos plagiando, hacemos pasar por nuestra “voz” la voz de otro.
Con las rayas o guiones largos y con los paréntesis marcamos dentro de un enun-
ciado incisos que estimamos relevantes para la correcta comprensión de lo que estamos
escribiendo9. Ambos signos de puntuación de segundo régimen no se alejan en esta fun-
ción de las comas, pero introducen un matiz diferente según sea la voluntad del usuario
de estas marcas. Por ejemplo, la diferencia entre estos tres enunciados: «Juan, a quien
nunca más volveré a ver, dejó un recuerdo imborrable en mí», «Juan —a quien nunca
más volveré a ver— dejó un recuerdo imborrable en mí», «Juan (a quien nunca más
volveré a ver) dejó un recuerdo imborrable en mí » es simple cuestión de matiz: el es-
critor o la escritora aíslan más el inciso dentro del enunciado principal («Juan […] dejó
un recuerdo imborrable en mí») cuando emplea paréntesis que cuando utiliza las rayas,
y menos cuando recurre a las comas que cuando acude a las rayas. Así, aíslan más pa-
réntesis que rayas, rayas que comas. Con paréntesis, el recuerdo parece más indepen-
diente del hecho de que no volvamos a ver a Juan que cuando recurrimos a las comas
para marcar ese inciso.

Los signos de exclamación, de interrogación y los puntos suspensivos se emplean


como indicadores de modalidad. Los primeros trasladan a la escritura las preguntas di-
rectas, los segundos las secuencias exclamativas directas. Mediante los puntos suspen-
sivos, podemos indicar que el enunciado queda incompleto porque se expresa duda,
temor, vacilación o suspense: «No sé si ir o si no ir...», «Si yo te contara...». Se emplea
también para sugerir en la escritura mediante ese signo la interrupción voluntaria del
enunciado porque se da por conocido o sobrentendido por el interlocutor («Se lo mere-
cía: en boca cerrada…»), o porque se desea dejar en suspenso aunque el interlocutor no
pueda sobrentenderlo («¿Si estuvo cariñosa conmigo? Lo mejor que me soltó fue “sin-
vergüenza”… Mejor me lo callo»). Finalmente, los puntos suspensivos pueden em-
plearse, al igual que «etcétera» o su abreviatura «etc.», para dejar enumeraciones abier-
tas o incompletas: «Lo tenía todo preparado: mochila, botas de montaña, cantim-
plora…».

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La raya o el guion largo se emplea también, como hemos comentado en la tarea de seminario 2, para
“marcar” la inserción de estilos directos en los relatos. En este caso, estamos ante una función de la raya
idéntica a la que hemos descrito en el párrafo anterior para las comillas altas o bajas.

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