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SEDE 008
NOVENO SEMESTRE LICENCIATURA EN ADMINISTRACIÓN EDUCATIVA
SISTEMA EDUCATIVO
LIC. WILSON ALVA CANO
TEXTO PARALELO II
Cuando, desde una perspectiva futura, la Historia de la Educación haga una valoración de
nuestro actual sistema educativo, un acontecimiento prevalecerá sobre todos los demás
marcando un auténtico punto de inflexión que nos separa del pasado, pese a que aún no ha
sido totalmente asimilado por los mismos agentes que lo han hecho realidad. Los
regeneracionistas del 98 soñaban, como una utopía, en un país en el que todos los niños
fueran a la escuela, y a mediados de la década de los ochenta se hizo realidad la utopía al
conseguir la escolarización plena del cien por cien de nuestros niños en las edades legisladas
como de escolaridad obligatoria, alcanzando en la enseñanzas secundarias niveles de
participación crecientes, cercanos al 85%, y que constituyen cada año un nuevo récord. Esta
situación contrasta fuertemente con la de veinte años antes, a finales de los sesenta, cuando
la ausencia o la exclusión de la escuela, con el analfabetismo consiguiente, era la norma en
muchas de las zonas rurales y en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades, sin
que la tasa de escolarización de secundaria superara la cifra del 9% de cada cohorte de edad.
La situación actual carece de precedentes históricos, supone el fin de un sistema educativo
de carácter selectivo, basado en la exclusión, y configura una nueva concepción de nuestro
sistema de enseñanza que aún no somos capaces de valorar en su justa medida, porque todos
nosotros hemos sido educados en el anterior sistema educativo, y, al carecer de otras
referencias, tendemos inevitablemente a comparar los problemas actuales con situaciones
anteriores, sin entender que la generalización de la enseñanza al cien por cien de la población
supone un cambio cualitativo que modifica los objetivos, las formas de trabajo y la esencia
misma del sistema educativo.
Este cambio, aún no asimilado, explica por qué pese a tener el mejor sistema educativo que
hemos tenido nunca, los profesores con mayores niveles de preparación, y unas dotaciones
financieras y materiales impensables hace muy poco tiempo, prevalece un sentimiento de
crisis, la idea general de que hay que reforzar la calidad del sistema, e incluso un generalizado
desconcierto entre los profesores y los padres de los alumnos al constatar que la enseñanza
ya no es lo que era, queriendo aplicar a la nueva situación de enseñanza general los
parámetros y valores de la situación previa, en la que sólo una minoría tenía acceso a la
enseñanza, y el sistema selectivo de exclusión expulsaba cada año a los niños que planteaban
cualquier tipo de problema, en su dominio de las materias de enseñanza o en su
comportamiento en el centro.
El paso desde un sistema de enseñanza de élite al nuevo sistema de enseñanza general, no
sólo ha supuesto el consiguiente aumento cuantitativo en los efectivos de profesores y
alumnos, sino también la aparición de nuevos problemas cualitativos sobre los que se impone
una reflexión profunda. Enseñar hoy, es algo cualitativamente distinto de lo que era hace
veinte años. Fundamentalmente, porque no tiene el mismo grado de dificultad trabajar con
un grupo de niños homogeneizados por la selección, que atender al cien por cien de los niños
de un país, con el cien por cien de los problemas sociales pendientes que esos niños llevan
consigo. De ahí el desconcierto que alcanza a muchos de nuestros profesores y a buena parte
de la sociedad, al valorar la situación actual de nuestro sistema de enseñanza con los
esquemas derivados de la anterior situación: la enseñanza selectiva.
La aceleración del cambio social hace que, cada vez más, un número creciente de individuos
experimente un fuerte desconcierto al descubrir que las cosas ya no funcionan como antes,
que las realidades conocidas han sido barridas y sustituidas por otras, en las que no saben
muy bien cómo desenvolverse. Y esto sin ninguna posibilidad de retorno al antiguo paisaje
social que dominaban y conocían. Este mismo sentimiento de desconcierto afecta hoy a
muchos de nuestros profesores, cuando comparan lo que era la enseñanza hace unos años y
el paisaje cotidiano que ofrecen hoy los centros en los que trabajan. La enseñanza se ha
convertido en algo distinto; y nuestra sociedad aún no ha asimilado la nueva situación de
nuestro sistema educativo.
En los últimos veinte años, la aceleración de diversos cambios sociales, políticos y
económicos han configurado un panorama social tan distinto, que apenas si encontramos en
nuestro sistema de enseñanza elementos que, en este tiempo, no hayan sido modificados
sustancialmente. Esta dinámica de cambio social nos obliga a pensar en la educación y en
nuestro sistema educativo desde una perspectiva distinta; y así, en todos los países europeos
se han diseñado nuevas reformas para la enseñanza: transformadas profundamente nuestra
sociedad y nuestros sistemas escolares, se pretende remodelar nuestros sistemas de enseñanza
para hacer factible, en la nueva situación, una enseñanza de calidad.
Sin embargo, las reformas de la educación, tras ese éxito sin precedentes, se plantean en un
momento de desencanto, en el que, paradójicamente, la sociedad parece que ha dejado de
creer en la educación como promesa de un futuro mejor, y los profesores enfrentan su
profesión con unas actitudes de abstencionismo y dimisionismo que han ido creciendo
paralelas al deterioro de su imagen social. Muchos de ellos contemplan las reformas con
escepticismo. Sin embargo, las actitudes de los profesores y de la sociedad son básicas para
hacer realidad las reformas que se proyectan. En la actitud de los profesores hacia las
reformas y en el apoyo de la sociedad están las claves de futuro para construir una educación
de calidad.
El sentido y los problemas actuales de la función docente no pueden valorarse con exactitud
más que situándolos en el proceso de cambio registrado en el sistema educativo durante los
últimos años.
El objetivo básico en esta ponencia es ofrecer un marco de reflexión sobre el sentido y la
significación de los problemas actuales de la educación, clarificando qué objetivos y qué
metas habría que conseguir, y qué líneas de actuación prioritarias nos permitirán mejorar, al
mismo tiempo, la calidad del sistema educativo, las condiciones de trabajo de nuestros
profesores y la imagen social de nuestro sistema de enseñanza.
3. Sólo a partir de una visión global de los nuevos problemas generados por la influencia
estos cambios, es posible diseñar unas pautas de intervención capaces de mejorar la calidad
de nuestro nuevo sistema educativo. Las nuevas respuestas deben plantearse
simultáneamente en varios frentes:
a. Imagen social de nuestro sistema de enseñanza (relaciones sociedad-sistema educativo,
apoyo de la sociedad, sociedad educativa).
b. Condiciones de trabajo de los agentes del sistema educativo (dotaciones de material,
tratamiento específico de las zonas de educación compensatoria, relaciones profesor-alumno,
reconsideración de las funciones de dirección y supervisión).
c. Formación de profesores para afrontar las nuevas expectativas sociales (formación inicial
y formación continua).
Diversos indicadores nos hablan de un descenso en la calidad de la enseñanza, en buena
medida producido por las actitudes de inhibición y desconcierto que se extienden entre
nuestros profesores (actitudes de inhibición cercanas al 30%; aumento de las bajas hasta
alcanzar cifras del 17%. Vid. Esteve, 1995). Y, tal como hemos visto en los países de nuestro
entorno, el problema aún no ha hecho sino empezar: el continuo avance de las ciencias y la
necesidad de incorporar nuevos contenidos de enseñanza, junto con la necesidad de adaptarse
a los nuevos problemas de una sociedad marcada por la aceleración del cambio social,
imponen una dinámica de renovación permanente, en la que los profesores tendrán que
aceptar profundos cambios en la concepción y el desarrollo de su profesión. Es necesario
romper el círculo vicioso de un sistema de enseñanza que, al responder con lentitud ante los
cambios, recibe continuamente la crítica de la sociedad acusándole de no responder a las
nuevas exigencias sociales; ya que cuando nuestro sistema de enseñanza se pone en marcha
y elabora unas respuestas, la sociedad ha vuelto a cambiar, las expectativas y los problemas
son distintos, y, de nuevo, la sociedad vuelve a criticar al sistema educativo por no responder
a las exigencias sociales.
Si no se enfrentan los nuevos problemas generados por estos cambios, crecerá el malestar
con nuestro sistema educativo, y aún descenderá la calidad de nuestra enseñanza, ya que la
generalización de las críticas aumenta la desmoralización del personal que la atiende. Y una
enseñanza de calidad va a ser cada día más imprescindible para que una sociedad moderna
responda a las exigencias de formación y especialización que impone el progreso social.
3. PRINCIPALES ELEMENTOS DE CAMBIO EN EL SISTEMA ESCOLAR.
Al menos, podemos enumerar doce indicadores básicos con los que resumir los principales
cambios de la educación en los últimos veinte años. Los nueve primeros se refieren,
fundamentalmente, a la creación de nuevas concepciones sociales sobre la educación, tienen
una fuerte incidencia en la vida de las instituciones educativas y hacen referencia al contexto
social en el que se ejerce la función docente. Los tres últimos se refieren a variaciones
registradas en el interior del clima de clase, ya que éste es altamente permeable a las
influencias exteriores.
Estos indicadores nos permiten identificar los problemas que requieren la intervención de la
administración, sobre todo en los programas de formación de profesorado, para intentar
reducir los efectos negativos que se proyectan sobre el sistema educativo. Veamos los
indicadores más importantes.
Formación Inicial.
15. La formación inicial resulta más difícil de abordar, por depender de la autonomía de las
Universidades para la elaboración de sus planes de estudio. Sin embargo, en ella residen
muchas de las claves de los actuales problemas de desmoralización, de imagen social y de
identidad profesional de nuestros profesores (Esteve, 1997).
Como políticas a medio o largo plazo habría que considerar el establecer la formación inicial
de los profesores de E.G.B. en el marco de una Licenciatura universitaria, tanto por razones
de prestigio social como por la necesidad de responder a unas demandas de formación cada
vez más amplias y complejas a las que no es posible responder desde una Diplomatura.
Igualmente, los profesores de enseñanza secundaria deberían tener una formación específica
para la carrera docente, evitando la actual situación en la que durante cinco años se le fomenta
una identidad profesional como historiador o como físico, y luego se pretende, en un curso
de CAP, reorientar en pocos meses el sentido de una formación de cinco años. Los modelos
sucesivos han demostrado su fracaso, y la salida parece apuntarse en el sentido de establecer
la formación de profesores de forma simultánea a su formación científica. Sin embargo, a
corto plazo, no puede pensarse más que en la puesta en marcha del curso de especialización
del profesorado de secundaria, previsto en la ley, utilizando determinados créditos de libre
configuración para ir perfilando una identidad profesional como docente al mismo tiempo
que se cursa la licenciatura específica. Sí es importante, al menos, plantear desde el principio
una fuerte exigencia y una coordinación entre las Universidades, poniendo fin de una vez por
todas al desprestigio de los CAPs.
SEMANA 8
CAMBIOS EXPECTATIVAS RESPECTO AL SISTEMA EDUCATIVO
Desde que se estableció la educación se ha ido buscando que esta educación llegue a todos y
de forma gratuita, todo ello con el objetivo de acabar con la alfabetización y a mediados de
la década de los ochenta se hizo realidad la utopía al conseguir la escolarización plena del
cien por cien de nuestros niños en las edades legisladas como de escolaridad obligatoria,
alcanzando en la enseñanzas secundarias niveles de participación crecientes, cercanos al
85%, y que constituyen cada año un nuevo record.
Actualmente la aceleración de diversos cambios sociales, políticos y económicos han
configurado un panorama social tan distinto; esta dinámica de cambio social nos obliga a
pensar en la educación y en nuestro sistema educativo desde una perspectiva distinta; y así,
en todos los países europeos se han diseñado nuevas reformas para la enseñanza:
transformadas profundamente nuestra sociedad y nuestros sistemas escolares, se pretende
remodelar nuestros sistemas de enseñanza para hacer factible, en la nueva situación, una
enseñanza de calidad.
No obstante, las reformas de la educación, tras ese éxito sin precedentes, se plantean en un
momento de desencanto, en el que, la sociedad parece que ha dejado de creer en la educación
como promesa de un futuro mejor, y los profesores enfrentan su profesión con unas actitudes
de abstencionismo y dimisionismo que han ido creciendo paralelas al deterioro de su imagen
social. Sin embargo, las actitudes de los profesores y de la sociedad son básicas para hacer
realidad las reformas que se proyectan. En la actitud de los profesores hacia las reformas y
en el apoyo de la sociedad están las claves de futuro para construir una educación de calidad.
REPORT THIS AD
Quince medidas concretas para enfrentar los problemas del sistema educativo en la situación
actual
En respuesta se proponen quince medidas para enfrentar los problemas del sistema educativo
actual:
1.- Definir todos los centros en los que resulta particularmente difícil enseñar, para dar un
apoyo extraordinario, de todo tipo y eficaz.
2.- Negociar con los sindicatos respecto al tema de salud laboral, garantizando el apoyo a
todos los profesores cuya salud se está degradando en la enseñanza.
3.- Fomentando que la solución de los problemas educativos en un amplio territorio, con
miles de alumnos, se acerque cada vez más a las autoridades correspondientes que se
relacionen con la educación.
4.- Llevar a cabo la valoración administrativa e incentivos para los profesores que
verdaderamente trabajan y que son los auténticos animadores de la vida de un centro.
5.- Que en cada centro se establezca un fondo económico a justificar, para actividades y
material que haya de ser distribuido de forma pública y objetiva entre los profesores,
seminarios, áreas de materias, etc. Permitiendo a los profesores una cierta capacidad de gasto
para financiar la vida del centro.
6.- Tener consideración especial del primer año de trabajo práctico en la enseñanza, evitando
que recaigan sobre los nuevos profesores, los peores cursos, los peores alumnos, los peores
destinos y los peores horarios.
7.- Apoyo razonable y razonado de la Administración educativa a los profesores, equipos
directivos y claustros en las situaciones conflictivas.
8.- Realizar campañas de revalorización social de la enseñanza y de la imagen social de los
profesores, fomentando el apoyo social al trabajo de los profesores.
9.- Realizar campañas en los medios de comunicación de apoyo y revalorización de la
formación profesional del sistema de enseñanza.
10.- Llevar a cabo cursos y seminarios de reflexión sobre los objetivos y valores educativos
en una sociedad democrática y pluralista.
11.- De la misma manera desarrollar sobre los problemas educativos derivados de la
diversidad propia de la actual sociedad multicultural y multilingüe.
12.- Apoyo de la Administración a los Seminarios Permanentes, Grupos de Trabajo y
Movimientos de Renovación Pedagógica como motores del cambio educativo, elementos
dinamizadores de la renovación pedagógica y lugar de encuentro para la comunicación entre
profesores.
13.- Formación específica sobre la función directiva para los equipos de dirección de los
centros de enseñanza, con la existencia de equipos de dirección más profesionales y
permanentes parece una necesidad para dar mayor calidad a nuestro sistema educativo.
14.- Fomentar la interrelación entre la Universidad, como centro de investigación, y los
CEPs, con alguna presencia en la formación continua de un cupo de cursos sobre nuevos
contenidos que incorporen, en las distintas materias, los resultados de investigaciones
recientes y el estudio de nuevos temas.
15.- Establecer la formación inicial de los profesores de E.G.B. en el marco de una
Licenciatura universitaria, por la necesidad de responder a unas demandas de formación cada
vez más amplias y complejas a las que no es posible responder desde una Diplomatura, los
profesores de enseñanza secundaria deberían tener una formación específica para la carrera
docente, evitando la actual que durante cinco años se le fomenta una identidad profesional
como historiador o como físico, y luego se pretende, en un curso de CAP, reorientar en pocos
meses el sentido de una formación de cinco año.
SEMANA 9
Es conocida la retórica por la cual el docente —convidado de piedra en los hechos a la hora
de las decisiones estratégicas sobre el sistema educativo— es convertido idealmente en la
causa eficiente de los beneficios acordados a la educación: el apóstol, el que hace de la
escuela un segundo hogar, el sacrificado dado a la permanente entrega. Es sólo gracias a los
buenos docentes que la educación podría guardar excelencia.
Pero aun la versión más ingenuamente positiva sobre el valor de los docentes es
extremadamente equívoca. Lo diremos con una frase quizá rotunda: el docente es condición
necesaria del buen resultado del sistema educativo, pero está lejos de constituir condición
suficiente. Es decir, sin su buen funcionamiento es imposible que exista alto rendimiento del
sistema. Pero sólo su buen funcionamiento está muy lejos de garantizar que los resultados
sean los deseables2. Siendo así, no puede considerarse a la docencia como la palanca
arquimideana del sistema, tal cual ha sucedido a menudo.
Las fuentes de esta confusión son añejas: si la Pedagogía era en sus comienzos el cúmulo de
conocimientos requerido para que el preceptor personal fuera guiando al discípulo, es obvio
que se trataba de un tipo de saber netamente referido a la práctica, y que no pretendía
estrictamente basarse en lo científico. En tales tiempos (comienzos del siglo XIX, antes de
que se diera la generalización de la educación pública) no existía algo como "el sistema
educativo"; los hijos e hijas de las familias patricias recibían el legado cognitivo mediante la
tutoría de algún profesor que ofreciera privadamente sus servicios (Scherer, 1983).
Traemos a cuento estas cuestiones para que se advierta el peso de su arraigo. Están instaladas
en configuraciones fuertemente impregnadoras del sentido común de los docentes, y de la
sociedad respecto de ellos; estas configuraciones surgen de tradiciones con una larga historia
en su imposición y presencia. Por esto, es necesario un esfuerzo conceptual de disociación
respecto a tales configuraciones, para poder instalar el conocimiento en un "nuevo lugar" que
no queda bajo su égida.
En la misma línea se ubica la socorrida identificación entre pedagogo y docente, como si una
cosa fuera coextensiva con la otra. A menudo se los confunde, aun en literatura no tan lejana
en el tiempo (Mialaret, 1961); pero no se requiere ser docente para poder investigar
coherentemente sobre lo educativo, ni ser productor de teoría sobre lo educacional, para
poder ejercer la docencia.
Alertamos sobre esto, porque se piensa que la sobrevaloración del papel docente debe ser
deconstruida si queremos referirnos a cualquier dimensión de la docencia misma. Los
docentes no son dueños del proceso educativo, ni sus exclusivos actores relevantes. Pero —
por la misma razón— son los únicos responsables de los resultados de la educación, ni
pueden hacer milagros dentro de relaciones estructurales que los condicionan y limitan.
Situarlos como actores necesarios (es decir, que son condición sine qua non) para un buen
resultado del sistema es desde ya advertir el peso de su decisivo rol. Pero también es —de
entrada— definir que el tema de la formación docente es uno imprescindible, dentro de otros
varios que hacen al funcionamiento del sistema: planeación, gestión, formación de
funcionarios, supervisores y directivos; además de contenidos y funcionamiento curricular,
relación con los padres y la comunidad, estilo cultural de lo escolar. Este cúmulo —no
exhaustivo— de factores, es el que lleva a los resultados a que llega el sistema educativo.
Nos vamos a centrar ahora en el de la formación docente, situado adecuadamente en su
acotado lugar dentro de tal variado conjunto de factores.
Y al respecto, queremos de entrada despejar el insólito equívoco instalado por las políticas
(impuestas) del Banco Mundial en la educación latinoamericana. Según éstas, se habría
demostrado que el financiamiento presupuestal de aumentos a los docentes "no redunda" en
mejoras en el resultado de la educación. Por lo tanto, se recomienda centrar las eventuales
mejoras presupuestales en otros rubros, por ejemplo equipamiento (infraestructura,
laboratorios, tecnologías de apoyo, edificios), el cual se habría demostrado que propende a
mejores resultados. Hay ya quien ha argumentado convincentemente sobre el punto, y me
ahorra ahora una consideración mayor (Coraggio, 1997). Lo cierto es que -por una parte—
se hace imposible no sospechar una decisión política como base de la elección en contra de
los salarios docentes: siempre es más controlable (y por lo habitual menos significativa
monetariamente) una inversión en infraestructura. Pero además, el resultado de estas políticas
tan científicamente fundadas es esperable (y en Argentina se asiste a él con prístina
claridad)3 la educación no mejora, mientras la condición de los docentes sea fuertemente
carenciada. La extraña presunción de que pueden lograrse buenos resultados con mínima
inversión en salarios y prestaciones, no sólo contraría cualquier expectativa racional, sino los
resultados mismos que están a la vista. Cierto es que con solamente altos salarios no se
garantiza una buena educación; pero sosteniendo bajos salarios, sí se asegura un resultado
que no va a superar un degradado umbral (entre otras razones, porque los docentes van a
oponerse a las políticas educativas en todo, lo cual se hace perfectamente comprensible,
porque van a usar parte de sus energías personales en defender posiciones y multiplicar
cargos y dedicaciones —cuando ello es posible-, único modo de no retroceder a pésimas
condiciones de sobrevivencia; y porque van a percibir a la necesidad de perfeccionamiento y
actualización, como una imposición insoportable y arbitraria).
Giroux ha hecho famosa la idea de los docentes como intelectuales, la cual es sin duda
seductora: aptitud para pensar sistemáticamente su papel, capacidad para el conocimiento
científico y su aplicación, producción de pensamiento propio que pueda tener impregnación
social, criticidad en lo ideológico y valorativo, un situarse en la asunción de la docencia como
profesión socialmente válida y pertinente.
No puede dejar de advertirse cuánto de gramsciano hay en esta postulación: fue el gran
teórico de la política de la izquierda italiana de los años treinta, quien propuso la idea de que
los sacerdotes, los agentes de asistencia social, los docentes de todos los niveles (titulados o
no), los líderes sociales en general, debían considerarse como intelectuales. Esto significa,
para la posición de Gramsci, que no que deben "transformarse" en intelectuales, sino que de
hecho lo son. Lo son en la práctica, en cuanto agentes de hegemonía; es decir, en tanto
productores del sentido común de la población, constituyentes de la ideología, actores en la
determinación de la argamasa de significados con que los miembros de las diferentes clases
sociales entienden el mundo. Intelectuales —por tanto— en sentido amplio: como
formadores de opinión.
Por supuesto, para Gramsci mejores serian esos productores de opinión si se acercaban a la
figura de un intelectual strictu sensu, si tenían la capacidad de autorreflexión que se obtiene
de la disciplina, el estudio y la asimilación del legado de las ciencias y la filosofía. Pero no
dejaban de influenciar si es que no tenían esas cualidades: eran intelectuales aun cuando
renegaran explícitamente de esa función.
Por tanto, no debiera confundirse este sentido amplio en el uso de la expresión "intelectual",
con el significado restringido que podemos darle hoy, dentro de la división social de las
actividades. Un intelectual —en el sentido más específico— es aquel que muestra un vasto
conocimiento de la cultura y puede a partir de él producir conocimientos —o postulaciones-
nuevos y admisibles. Es un especializado en el saber, un lector sistemático, un escritor capaz
de "inventar" propuestas relevantes e inéditas.
Es clara la situación hoy en el caso argentino. Los colegios terciarios en los que se estudia
para constituirse en docentes de enseñanza primaria y de media (también las universidades
preparan para este segundo nivel, con características muy diferentes) son el sitio donde
ingresan los sectores sociales más pobres, aquellos con más bajo nivel de aspiración. Se trata
de quienes no pueden sostener económicamente la longitud de los estudios universitarios, así
como tampoco su complejidad cognitiva. De modo que a menudo [los normalistas] es una
población con considerables problemas en la constitución del pensamiento abstracto y la
comprensión lingüística, que tiene dificultad en la plena adquisición de las competencias que
la escuela promueve, en tanto no responde al "arbitrario cultural" que caracteriza lo escolar4.
En Argentina no sucede como en muchos países europeos, en los que la docencia se estudia
a nivel universitario. Los Institutos terciarios constituyen enseñanza de nivel superior, pero
están claramente diferenciados de las Universidades. Su cultura histórica es totalmente
diferente: han estado ligados a una noción de docencia y compromiso con esta, que ha
subalternizado por completo la cuestión de la actualización científica y el conocimiento
propiamente dicho. La formación docente se impregnó de la cultura escolar para la cual se
formaba: de manera que los rituales como el orden y la disciplina fueron items fundamentales
de lo que se buscaba producir. Sin conexión orgánica alguna con el sistema universitario;
tampoco con el de investigación científica, tal como muestra el caso del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); con una desconfianza generalizada
hacia esa cultura "descarnada" y a menudo depreciativa de la docencia, el resultado es una
carencia considerable en cuanto a la calidad científica de la propia formación, y aun en la
actitud hacia el conocimiento, entendido a menudo como amenaza para las convicciones de
sentido común, o las altamente cargadas de eticismo principialista.
Que la docencia no se conforma desde estudios universitarios. Que sus trayectos sean de
nivel superior, pero en realidad fuertemente delimitados de los universitarios (como lo
muestra sobradamente la Ley de Educación Superior sancionada en Argentina en 1995)6.
Que en los hechos se haga visible que la formación docente -advertida en sus efectos— no
tiene el nivel científico que la Universidad podría otorgarles7. Todos estos factores
fuertemente entramados entre sí, hacen que la docencia sea pensada como "semi-profesión"
—tal cual lo planteaba Gimeno—, y difícilmente se pueda considerarla en el plano de los
"intelectuales", si se usa esta expresión en un sentido específico (no en el ampliado por
Gramsci, que no responde al uso habitual).
Por supuesto, puede alegarse la necesidad de que los docentes se consideren como
intelectuales, o la deseabilidad al respecto. Nos parecen indudables como noción abstracta
respecto de aquello que sería ideal, o a lo cual en determinada situación se podría aspirar.
Pero entendemos una mala decisión, confundir lo deseable con lo real, y aun con lo posible:
en las actuales condiciones de ajuste interminable del gasto estatal en Latinoamérica,
difícilmente pueden mejorar los parámetros de la formación que permitan transformar lo
semi-profesional, en la conformación de intelectuales con peso propio y alta formación
científica y crítica. No es lo que el
Estado pretende: en todo caso, puede ser aquello que se le exija como desafío desde una
posición que enfrente sus actuales políticas.
Tal vez quepa simplemente solicitar la "profesionalización" (J. Contreras), que implica
condiciones salariales, de seguridad laboral, y —por cierto y como contraprestación— de
alto nivel de formación inicial, y de exigencia de perfeccionamiento en servicio. Pero una
cosa no puede producirse sin la otra: no puede pedirse a los docentes esfuerzo en
perfeccionarse, mientras se precariza su situación laboral.
Y esta última es hoy la situación en Argentina. Una reforma inconsulta en cuanto a los
maestros, que los reubica fuertemente en ciclos y niveles nuevos del sistema escolar; por la
cual algunos perderán puestos de trabajo y otros irán a dar a lugares indeseados (instituciones
y/o disciplinas), produce como consecuencia resistencia de los docentes. No nos referimos
necesariamente a oposición definida, explícita y realizada en términos de política educativa:
sino a la más elemental y cotidiana forma de oposición, dada en el hacer "como si", cumplir
a regañadientes y practicar —apenas se supera la vigilancia— acciones contrarias a lo que se
"les" planifica desde fuera.
Por primera vez en muchos años y como parte de la política de la Reforma educativa global
lanzada por el gobierno de Menem, se ha hecho una importante inversión en formación
docente, y se ha concursado entre las Universidades para que la mejor de sus propuestas se
haga cargo de los cursos de perfeccionamiento. Esto no puede dejar de apreciarse; sin
embargo, está fuertemente teñido de resistencia docente (caso paradigmático es la Provincia
de Buenos Aires, donde por razones políticas la Reforma se lanzó de inmediato, y sus
problemas se han hecho más patentes), lo cual neutraliza en gran parte los efectos. Si a ello
se suma los defectos de formación inicial que muchos docentes guardan (reforzados por la
política del mismo gobierno al negar todo aumento salarial, y devaluar consiguientemente la
profesión), no es difícil inferir que el esfuerzo no puede obtener los resultados buscados, y
no se ubica como parte de una estrategia global de profesionalización.
Tomaremos como ejemplos —ciertamente para nada excluyentes— algunos pocos, que
pueden dar la tónica para otros similares.
1. La idea de que todo docente debe ser investigador. Esta es una pretensión teñida de
voluntarismo, en tanto es sabido que la docencia en Argentina gozó de una época de éxito y
aceptación social (hoy siempre añorada y —es cierto— idealizada en exceso), en la cual los
docentes ni investigaban, ni pensaban en hacerlo, ni tenían al respecto la más mínima idea.
Se puede cumplir muy bien la actividad docente sin necesidad de investigar. Las habilidades
en cada caso son diferentes: el investigador requiere paciencia, el docente puede advertir
resultados inmediatos. El investigador a menudo tiene que alejarse de todo contacto personal,
la docencia exige este contacto permanentemente. El investigador tiene que apelar
básicamente a la comunicación escrita, el docente a la verbal. No es obvio que alguien pueda
a la vez hacer ambas cosas, más allá de que haya quienes lo hacen perfectamente, y que sería
deseable que muchos más lo hicieran.
Pero también es común hallar buenos docentes que no tienen idea de la investigación (tal
cual ya afirmamos), e investigadores que resultan aburridos e ininteligibles a los alumnos. Y
esto no sólo porque "no se formaron" en otra área de habilidades, sino porque las condiciones
de personalidad, y las relativas al tipo de inteligencia, hacen a alguien apto en una de estas
actividades, y menos —o para nada— en la otra.
Sin duda, el tema del prestigio relativo de la docencia (y según la asociación equívoca ya
referida, también de lo pedagógico) se mezcla en esta cuestión. Si es que el docente investiga,
hay mayor atribución de prestigio, una aparente mayor instalación en el rigor científico que
a menudo le ha sido negado.
Si algunos docentes investigan, esto los enriquecerá. Pero que todo docente deba investigar,
es apenas una petición de principio. Sobre todo, porque el tiempo que ello exige en formación
y ejercicio activo, si se dedicara a formación docente en cuanto tal (o a reflexión guiada sobre
la actividad escolar), es altamente probable que ofreciera mejores resultados en cuanto a la
superación en la actividad docente. Que es lo que de un docente cabe esperar.
Tal vez quiera indicarse que se trata de un principio de la división social y técnica del trabajo
por el capitalismo (a la cual se ha asociado, sin duda —pero no mecánicamente—, la noción
positivista de ciencia): pero en tal caso debiera decírselo explícitamente, y por cierto no es
nada obvio que las tendencias a la división cognitiva hagan al aspecto social que funda el
conocimiento, y no a una necesidad intrínseca de éste en cualquier tipo de organización social
de la complejidad de las actuales.
De modo que es una simplificación aquella según la cual hay que restaurar la unidad del
conocimiento, como si ésta existiera ya dada, o como si fuera simple el expediente de
producirla, cuando se atiende a las diferencias de objeto y método de las distintas disciplinas
ya constituidas11.
Y no se trata de que lo interdisciplinario sea imposible, incluso de que no fuera —en muchos
casos, en cualesquiera— deseable. Sí de que se lo toma acríticamente como positivo, y no se
problematizan sus bases conceptuales, y su exacto alcance. Ello deriva en una poco rigurosa
apreciación de sus posibilidades.
No puede negarse hoy la necesidad de recuperar (más frente al mundo del video generalizado
al que asistimos en lo posmoderno [Follari, 1996]) la lectura, la escritura, el rigor del
pensamiento abstracto. Pero tampoco que la escuela autoritaria hoy no tiene llegada, que se
requiere atender a la motivación estudiantil, que hay que crear un clima en el cual el alumno
esté a gusto.
Este par antinómico —que puede dar lugar a un tratamiento mayor que el que aquí le
otorgamos- es muestra de cierta falta de constitución suficiente de la cientificidad de lo
pedagógico, al menos en la forma en que esto se presenta al docente medio. No es posible
seguir pensando que hay que mantener rigor sin motivación, o motivación sin rigor. La
carencia de un planteo más integral hace permanecer en esta equívoca e inaceptable
disyuntiva, cualquiera de cuyos términos es rechazable.
Sólo por vía de la motivación podemos transitar hasta el rigor académico. Sólo para llegar a
tal rigor, tiene sentido detenerse en la motivación. La escuela ha surgido de la vida, y no
puede ser necesariamente tediosa: la calidad académica es atractiva,y bien ha mostrado Freud
cómo el conocimiento (cuando lo advertimos en otro) aparece como un fuerte objeto del
deseo.
La "curvatura de la vara" (Saviani), yendo de un polo hacia otro en esta tensión, muestra en
la formación de los docentes una problemática incapacidad para terminar con esa falsa
oposición: cultura científica vs. cultura docente, o cultura académica vs. animación cotidiana.
La unión a construir (nada automática) de estos dos elementos, puede potenciar los resultados
de la docencia.
Terminamos aquí con los ejemplos sobre aquello que colabora a la desvaloración del saber
pedagógico, y con ello va en detrimento de la atribución de prestigio a los docentes. Sin duda
la superación científica de éstos será aquello que en los hechos podrá ir desmintiendo estas
suposiciones, y deconstruyendo una imagen que arrastra una larga sedimentación de
metafísica y voluntarismo, propia de tiempos ya superados. Es un proceso que está en curso,
pero que se debe seguir profundizando. No todo docente podrá investigar, pero sin duda,
bueno será que alcance el máximo grado de capacitación científica y técnica. Haciendo del
saber pedagógico, un conocimiento irrigado por el máximo rigor que instalan la filosofía, las
ciencias sociales, y las exigencias de la práctica.
Nos hemos deslizado también nosotros -al final del punto anterior- de lo existente a lo
deseable. Creemos que es lo que debe exigir el magisterio: pero no creemos que sea lo posible
dentro de las actuales condiciones. Éstas se instalan en los problemas institucionales ya
señalados, que obstaculizan de hecho cualquier esfuerzo de reconfiguración de los saberes
docentes: en medio de la pauperización laboral y las medidas -a la vez radicales,
problemáticas e impopulares-, poco puede esperarse de positivo.
En Argentina se planifica llevar los estudios de docencia al nivel universitario. La idea carece
de toda lógica si no se recondiciona el valor relativo de la profesión docente. Nadie va a
estudiar a la universidad para una profesión que hoy por hoy es tan mal remunerada, y tan
poco competitiva en términos de prestigio social. La superación en la formación del
magisterio no se da por decreto: o se instauran las condiciones favorables, o será simplemente
imposible.
Por ello, el protagonismo estará en manos de los docentes mismos. Serán estos los que, desde
sus asociaciones (académicas, políticas, sindicales), deban tomar el desafío. Esto es difícil,
dada la atomización, las divisiones en identidades políticas, la dispersión geográfica agravada
por la descentralización educativa, etc. Y sin embargo, es la única posibilidad de ir apostando:
por una demanda lúcida y fuerte de los docentes para que su formación vaya en consonancia
con las exigencias de los tiempos. Y ello, dentro de un proceso de recomposición estructural
del rol de la escuela, que exige otra reforma diferente de la que está en marcha. Todo un
desafío, con más dificultades que aquiescencias. Pero, recordando a algún poeta, "nadie nos
prometió que todas serán rosas". Sólo subiendo la cuesta se asciende a la cumbre.
SEMANA 10
En Guatemala la educación es impartida por dos sectores: el sector público o estatal, a través
de las escuelas oficiales del Ministerio de Educación, y el sector particular o privado
(incluyendo a los Institutos Básicos por Cooperativa que surgieron a partir de 1979).
Este análisis de carácter internacional propició entre 1991 y 1992 la formulación de un Plan
Nacional de Acción de Educación para Todos, el cual en su parte introductoria solicitaba
esfuerzos destinados a causar impactos cuantitativos y cualitativos en la educación en
Guatemala, que en ese entonces se definió como un proceso en condiciones de pobreza y de
marginalidad social.
El enfoque de la educación estaba centrado en el nivel primario y sin embargo las tasas de
cobertura eran muy bajas. Esto a pesar de ciertos preceptos legales. En la Constitución
Política de la República de Guatemala, la Sección Cuarta del Capítulo II -Derechos Sociales-
, del Título II –Derechos Humanos-, está establecido que la educación pre-primaria, primaria
y básica es un derecho y una obligación para los habitantes del país (artículo 74). Es
obligación del estado proporcionar y facilitar la educación a sus habitantes sin discriminación
alguna, (artículo 71), y ordena que la administración de la misma sea descentralizada y
regionalizada (artículo 76).
Una breve revisión a los datos que guarda el Anuario Estadístico del Ministerio de
Educación, informa que en 1993 el MINEDUC recibió una aportación financiera de 789.3
millones de quetzales (una porción del PIB que no superaba el 1.2%), de los cuales el 50.4%
se orientó al nivel primario. En ese mismo año, según el Anuario Estadístico, se logró una
tasa de atención en el nivel pre-primario de 31%, lo que indica que de cada 100 niños en edad
para estudiar la educación preprimaria sólo 31 lo estaban haciendo. La tasa de atención en el
nivel primario era de 68% y en el nivel básico 18%. El nivel diversificado tuvo una cobertura
de 12%, servicio altamente concentrado en la ciudad capital.
En 1993 con una población nacional de 9.5 millones de habitantes, el índice de analfabetismo
a nivel nacional era de 58.1% mientras que para ese año, el Comité Nacional de
Alfabetización atendió únicamente a 6,483 alfabetizandos (CONALFA, 1994). En 1990 se
inició el programa de educación bilingüe, con resultados para 1993 de 25,281 estudiantes
atendidos. No obstante el panorama planteado tenía problemas de calidad muy marcados. La
tasa de promoción a nivel general rondaba el 79%, con una deserción del 10% y una
población docente de 46,148 maestros.
Es por esta razón que las publicaciones que refieren los resultados de la Educación
únicamente se enfocan en el análisis de la inscripción, porque no resulta alentador informar
que de cada mil niños que ingresaban al sistema escolar, únicamente 200 salían del sexto
grado de primaria. Los programas y metas tuvieron resultados poco relevantes hasta 1995,
periodo en el que se puede decir que la situación se mantuvo invariable.
Entre 1995 y 1996, el tema de la educación fue incluido en las negociaciones que en México,
realizó la URGN y el Gobierno de Guatemala. Al respecto, se trata el problema educativo en
dos de los acuerdos de paz, siendo estos el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y
Situación Agraria y el Acuerdo Sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas. En el
primero que se menciona se pone el énfasis en el incremento de la cobertura, mientras que
en el segundo, los temas que se incluyen son 4, a saber. 1) la descentralización y
regionalización administrativa, para que el pensum de estudios pudiera adaptarse a las
particularidades lingüísticas y culturales del país, ampliando e impulsando la educación
bilingüe intercultural, la contratación y capacitación de maestros bilingües y funcionarios
técnicos administrativos indígenas, a fin de que fueran ellos los responsables de difundir la
educación en sus respectivas comunidades; 2) otorgar a las comunidades y padres de familia
un papel protagónico en la definición del pensum y del calendario escolar, así como dar a
estos actores el poder de proponer el nombramiento y remoción de los maestros; 3) integrar
las concepciones educativas mayas y de los demás pueblos indígenas en los componentes
filosóficos, científicos, artísticos, pedagógicos, históricos, lingüísticos y político-sociales de
la educación; y 4) lograr el efectivo cumplimiento del derecho constitucional en cuanto a la
educación que le corresponde a toda la población, especialmente en las comunidades
indígenas, para lo cual era necesario un aumento del presupuesto del Ministerio de
Educación.
Desde entonces, ha habido una cantidad sorprendente de proyectos al interior del Ministerio
de Educación, y reestructuras importantes, pero que a groso modo se han enfocado más en el
incremento de la cobertura, no así en los aspectos cualitativos que también tienen alta
presencia en los problemas nacionales. El cuadro siguiente resume las características
cuantitativas del periodo.
Una de las iniciativas que permitió expandir la matrícula con bajos costos y participación
comunitaria fue el Programa Nacional de Autogestión para el Desarrollo Educativo
(PRONADE). Este creó escuelas gestionadas por padres de familia en comunidades rurales
(en su mayoría, indígenas). El programa brindó acceso a la educación a un 22% de los
estudiantes de preprimaria y primaria que asistieron a las escuelas públicas durante el
periodo. Otra iniciativa innovadora fue el programa Docente Itinerante, que ha permitido que
en comunidades rurales donde hay pocos alumnos, los maestros puedan enseñar en dos
escuelas. Esta iniciativa permite que, cuando un maestro está enseñando en una escuela, un
miembro de la comunidad lo reemplace en la otra. En este proyecto se atendieron 1,405 niñas
y niños del nivel preprimario y primario al año 2008. Finalmente, el programa Telesecundaria
permitió dictar clases por televisión en 565 centros secundarios del área rural, con una
población capturada de 39,916 alumnos de séptimo, octavo y noveno grados en el 2007.
Aunque la situación de cobertura ha tenido una mejoría muy alentadora, los indicadores
señalan que en la educación preprimaria más del 50% de los niños que debieran recibir
preparación pre-escolar aún no asisten a los centros educativos. Culturalmente los padres aún
consienten que sus hijos e hijas inicien sus estudios después de los 7 años de edad. En el nivel
primario aún no se consigue la educación universal para los niños entre 7 y 12 años, ya que
5 de cada 100 niños que debieran estudiar la primaria no lo hacen, principalmente por razones
de trabajo. Ahora bien, el talón de Aquiles en materia de cobertura ha sido y será por lo
menos hasta el año 2020 la educación en los niveles básico y diversificado. Al año 2008 se
estableció que 63 de cada 100 adolescentes que debieran estudiar la educación básica no lo
hacen. Se presume que la pobreza y el destino laboral de una gran mayoría de ellos es la
razón principal. Sin embargo, hay una parte que compete al sistema educativo y que no ha
tenido el énfasis necesario. Dos son las razones señaladas al respecto.
La otra razón importante por la cual el nivel educativo básico tiene muy poca cobertura se
refiere a los resultados de calidad de la educación primaria. Resulta que al año 2008, de cada
100 niños y niñas que ingresan al primer grado de primaria, únicamente 20 logran recibir su
diploma de sexto grado. A pesar de eso, uno de los compromisos suscritos por Guatemala en
los Objetivos de Desarrollo del Milenio para el año 2015 es “Que todos los niños y niñas
completen la primaria”. En un estudio del año 2005, la UNESCO estimó que Guatemala no
tiene siquiera el 80% de probabilidades de completar la enseñanza primaria universal para el
2015. Las razones son dos: la deserción y la repitencia. Estos problemas han sido abordados
desde 1996 bajo criterios de la responsabilidad de los padres por no enviar a sus hijos a la
escuela, una vez inscritos y la otra intenta explicar que el bajo rendimiento de los infantes se
debe a la falta del desayuno.
Ambos criterios se han mantenido vigentes hasta el año 2010 en donde además de
proporcionar a los estudiantes un desayuno escolar, en el periodo 2008-2011 las familias
reciben una aportación gubernamental de trescientos quetzales por enviar a sus hijos e hijas
a estudiar. Sin embargo, catorce años de experiencia sin lograr incrementar el nivel de
promoción de la educación primaria señalan que el problema ha sido abordado desde una
perspectiva poco efectiva. Ocurre que también los maestros tienen responsabilidad en la
promoción de los estudiantes. Esquemas de educación tradicionales, sin motivación y
cargando toda la responsabilidad del aprendizaje en los infantes señalan un proceso de
estudio perturbador y frustrante. Al año 2010 se encuentran niños y niñas haciendo deberes
por lapsos de tiempo que sobrepasan seis horas del día, tiempo que se suma al periodo de
clases y que no les deja tiempo para jugar, algo muy importante para evitar el estrés infantil.
Se habla de 20 años de educación primaria haciendo maquetas, pegando recortes y haciendo
planas. Esto, en un área rural que plantea día a día retos económicos impostergables resulta
hasta para los padres de familia, bastante desalentador. Sin hablar de las pesadas maletas
llenas de libros que en muchos casos no se usan. Cuantas veces se ha escuchado la siguiente
frase: “ya que no querés estudiar, entonces te vas a trabajar”. Esto es común al primer fracaso
escolar y continuará así mientras se evalúe la consecuencia y no la causa de ese fracaso.
Puede ser que a las personas se les cruce por la mente la idea de qué los maestros renuncien
y se ubiquen en la iniciativa privada. Al respecto, sólo se puede decir que no se han aplicado
mecanismos legales que obliguen a los administradores de los establecimientos privados a
cancelar un salario mayor de 900 quetzales. A pesar de que la legislación laboral establece
un salario mínimo, la estrategia de los administradores de dichos centros, dividen el salario
mínimo por dos y ese es el salario que ofrecen a los docentes. Como se sabrá, las condiciones
económicas del país permiten este grado de subcontratación y por lo tanto existe más de la
mitad (57%) de los docentes del ciclo básico laborando con este tipo de remuneración. Ese
desánimo que persiste oculto en el fondo de salarios es una de las razones por las cuales la
calidad de la educación y la vocación docente que se señala en los libros de Didáctica y
Pedagogía, sólo afecta a una pequeña porción del sector docente del país. Del sector
cooperativo sólo se puede decir que los salarios logran alcanzar la tercera parte del salario
mínimo, ya que en este priva más el servicio comunitario que la ambición laboral. Y en la
educación de adultos, sólo cabe decir que el CONALFA paga 500 quetzales mensuales a
quienes motivan y facilitan el proceso de aprendizaje. Lo último que merece mención es que
el salario de los catedráticos del ciclo básico y diversificado, que deben presentar para el
efecto estudios de profesorado en enseñanza media y licenciatura, es significativamente
menor que el salario que se otorga a los maestros de educación primaria y parvularia, algo
totalmente desalentador para la calidad del aprendizaje.
El cuadro que se presenta a continuación resume las particularidades del cuerpo docente en
el país.
En el nivel diversificado el panorama es aún más desalentador. En este nivel se ofrecen 142
carreras, con especialización en las áreas de perito, bachillerato, magisterio y secretariado.
Aunque a partir del año 2005 en casi todas las carreras que pretende responder a ciertos
avances tecnológicos en computación, finanzas y mercadotecnia no obstante los contenidos
de estos agregados no se encuentran estandarizados. En este nivel al año 2008, el 40% de los
estudiantes fueron inscritos en la ciudad capital. No obstante, a nivel nacional únicamente
fueron atendidos 20 de cada 100 adolescentes y jóvenes que debieran estudiar una carrera.
De estos 20 que logran ingresar al sistema, 17 son absorbidos por el sector privado, uno en
el sector cooperativo y dos en el sector público. El costo de esta debilidad estructural es muy
alto para las familias. Algunos colegios han implementado la modalidad del alquiler de los
textos, mientras los padres de familia, cancelan trescientos quetzales por un libro que nunca
será de sus hijos e hijas. Todos los establecimientos privados ofrecen computación e inglés,
pero el 90% de los egresados del nivel diversificado no saben lo mínimo del manejo de una
computadora y no hablan inglés.
Cabe mencionar que la importancia de este nivel educativo es muy grande, ya que el ciclo
básico y el diversificado son los puentes que forman la conducta social. El enfoque
cooperativo del aprendizaje en estos grados es sumamente importante por que posibilita la
convivencia social, reduce la criminalidad y motiva la creatividad del ser humano. Algo que
históricamente tiene la responsabilidad de elevar el nivel de vida de la sociedad en su
conjunto. No obstante, al enfocar el análisis en las interioridades de los centros educativos,
se ha establecido que de manera antipedagógica, en algunos establecimientos de
diversificado se le pone más atención a cosas que no aportan conocimiento científico a
nuestra sociedad, como por ejemplo, si los zapatos de los alumnos y alumnas están lustrados,
o sus calcetas están subidas (o si son blancas), si las mangas de su camisa están bajadas, o el
ruedo de sus faldas está muy alto, si tienen aretes grandes (prohibido), si tienen estilos de
pelo no permitidos (se deshacen trenzas), si usan collares (grave pecado), si se pintan los
labios (como si fuera de los centros de estudio, las alumnas no vieran que eso es lo normal
en la sociedad o como si sus maestras no se pintaran). En otras palabras, a quienes educan,
no les interesa respetar y fomentar el respeto, sino únicamente mostrar que tienen poder sobre
los y las estudiantes, incluso en lugar de enseñar algo de provecho, (como fomentar la
investigación científica), podrían hasta prohibir que se pinten el pelo, o las uñas (y eso sí
sería el colmo).
Este punto es muy delicado, porque como se señaló, en este nivel educativo se debe preparar
a los educandos para la vida, las cosas que están prohibidas en la escuela también deben estar
prohibidas en la calle. Para eso es la educación. Si en la escuela se enseña a no robar, en la
calle se cumple la enseñanza. Pero si se enseña que lo que está prohibido en la escuela, en la
calle sí se puede hacer, entonces el mensaje es contradictorio. De manera subjetiva se está
enseñando que todo lo que se prohíbe en la escuela, en la vida real sí está permitido. En ese
aspecto también es necesario que el cuerpo docente reconozca que la vestimenta del alumno
depende de sus opciones económicas. Por eso da lástima que no se le deje entrar a clases
cuando tiene calcetas o calcetines de otro color, como si el cerebro de los educandos no fuera
capaz de aprender, al usar en los pies, atuendos con colores diferentes al blanco. Cabe señalar
que existe una prohibición oficial de solicitar uniforme, pero como se permite hacerlo de
forma voluntaria algunos establecimientos convierten el voluntariado en obligatorio y en
motivo de castigo.
Otro aspecto que merece atención es que en algunos establecimientos están optando por
vigilar a los y las estudiantes fuera del plantel educativo. Esto parece obviar que la autoridad
del personal docente y administrativo no puede llegar más allá de la puerta del plantel. Allí
está el reto de la educación. Si el estudiante y la estudiante pueden mantener un
comportamiento decoroso un metro más allá del centro educativo, significa que la educación
que imparten dentro de éste, es meritoria y está bien fundamentada. Si un metro más allá del
centro educativo, el estudiante o la estudiante son capaces de desnudarse en público,
insultarse, golpearse, prostituirse o enrolarse en maras, eso significa el claro fracaso del
sistema educativo. Y está demás que los maestros se mantengan correteando gallinas fuera
del plantel, eso no sólo los denigra sino que da muestra clara de su incapacidad para
proporcionar educación.
Al respecto se sabe que los egresados de este nivel educativo no tienen las capacidades
mínimas para ingresar a la universidad. Según los resultados de las pruebas de desempeño en
lenguaje y matemática del año 2008, únicamente el 3.5% de los evaluados a nivel nacional
aprobó la prueba de matemática, asimismo el 66.5% de los evaluados mostró no poseer los
conocimientos mínimos para el grado que cursa. Este dato señala una tendencia hacia la
mediocridad, debido a que mientras en 2006 el 45% no llegó a los estándares mínimos en
años consecutivos la cifra es cada vez mayor (51.8% en 2007). A nivel departamental, los
únicos departamentos con promedios de aprobación superiores fueron: Quetzaltenango
3.29%, Escuintla 2.31% y la ciudad capital en donde 6 de cada 100 estudiantes evaluados
logró aprobar el examen. En el resto de departamentos únicamente uno de cada 100
estudiantes evaluados logró aprobar el examen. En el caso de la prueba de lenguaje, la media
de todos los departamentos se ubicó 11.1%, sin embargo el 74.76% de los evaluados
demostró no comprender el significado de una oración. La tendencia sigue siendo creciente,
mientras en 2006 no llegaron al mínimo el 41% de los evaluados, en 2007 se ubicaron debajo
del nivel insatisfactorio 63%. Ese bajo desempeño estudiantil se encuentra muy generalizado.