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o cuerpos realmente distintos entre sí, hablan por hablar, por no decir que desvarían. Es como si alguien se
Carta 12 empeñara en formar, mediante la simple adición o conglomerado de muchos círculos, un cuadrado o un
B. de Spinoza triángulo u otra cosa de esencia radicalmente diversa. De ahí que todo ese fárrago de argumentos con que los
al muy docto y experto señor Lodowijk Meyer, filósofos se afanan comúnmente por mostrar que la sustanica extensa es finita, caen por su base, puesto que
Doctor en filosofía y en medicina todos ellos suponen que la sustancia corpórea está compuesta de partes. Siguiendo el mismo método, otros
autores, una vez persuadidos de que la línea consta de puntos, lograron inventar muchos argumentos para
Entrañable amigo: demostrar que la línea no es divisible al infinito-.

He recibido dos cartas de usted, una del 11 de enero, que me entregó el amigo N. N., y otra del 26 de marzo Pero si usted me pregunta por qué tenemos una propensión natural a dividir la sustancia extensa, le respondo
y que me envió no sé qué amigo, desde Leiden86. Ambas me han sido muy gratas, principalmente por haber que la cantidad es concebida por nosotros de dos maneras: abstracta o superficialmente, tal como la tenemos
sabido por ellas que todas sus cosas marchan muy bien y que usted se recuerda a menudo de mí. Es, además, en la imaginación gracias a los sentidos, y en cuanto sustancia, lo cual sólo se consigue mediante el
para mí un deber darle las más sinceras gracias por su benevolencia hacia mí y por la consideración que entendimiento. Y así, si nos atenemos a la cantidad tal como está en la imaginación (lo cual sucede muy a
siempre ha mostrado conmigo. Y al mismo tiempo le ruego que crea en mi fidelidad hacia usted, que me menudo y con más facilidad), resultará ser divisible, finita, compuesta de partes y múltiples. Mas, si la
esforzaré en demostrarle en todo momento en la medida de mis escasas posibilidades. Y para comenzar a consideramos tal como está en el entendimiento, y la concebimos tal como es realmente en sí (cosa
hacerlo, procuraré contestar a lo que me pregunta en su carta. Usted me pide que le comunique mis ideas sumamente difícil), entonces constataremos que es infinita, indivisible y única, como le he demostrado antes
sobre el infinito, y lo hago con muchísimo gusto. suficientemente.

El tema del infinito siempre ha parecido a todos dificilísimo e incluso inextricable, por no haber distinguido Por otra parte, el tiempo y la medida surgen del hecho de que nosotros podemos determinar a nuestro arbitrio
entre aquello que es infinito por su propia naturaleza o en virtud de su definición, y aquello que no tiene la duración y la cantidad, en cuanto que a ésta la concebimos aislada de la sustancia y a aquélla la separamos
límites, no en virtud de su esencia, sino de su causa; por no haber distinguido, además, entre aquello que se del modo como se deriva de las cosas eternas. El tiempo nos sirve para medir la duración, y la medida para
dice infinito porque no tiene límites y aquello cuyas partes no podemos ni igualar ni explicar mediante un determinar la cantidad, de suerte que podamos imaginar a ambas lo más fácilmente posible. Además, del
número, pese a que conocemos su máximo y su mínimo; y, finalmente, por no haber distinguido entre hecho de que separamos las afecciones de la sustancia de la sustancia misma y de que las reducimos a clases,
aquello que sólo podemos entender, pero no imaginar, y aquello que también podemos imaginar. Si hubieran con el fin de imaginarlas lo más fácilmente posible, surge el número. Por todo lo cual se ve con claridad que
prestado atención a todo esto, repito, nunca habrían sido asediados por tal cúmulo de dificultades. Pues la medida, el tiempo y el número no son otra cosa que simples modos de pensar o más bien de imaginar.
habrían comprendido claramente cuál infinito no se puede dividir en partes o no puede tenerlas, y con cuál
sucede todo lo contrario sin contradicción alguna. Y habrían comprendido, además, cuál infinito puede ser Nada extraño, pues, que todos aquellos que intentaron entender el desarrollo de la naturaleza sirviéndose de
concebido, sin incoherencia ninguna, como mayor que otro, y cuál no, como se verá por lo que diremos semejantes nociones, y por cierto mal entendidas, se hayan enredado tan admirablemente que, al final, no
enseguida. han logrado desenredarse sino trastocándolo todo y admitiendo los mayores absurdos. Porque, existiendo
muchas cosas que no se pueden captar, en modo alguno, con la imaginación, sino con sólo el entendimiento,
Pero antes expondré brevemente estos cuatro conceptos: la sustancia, el modo, la eternidad y la duración. tales como la sustancia, la eternidad y otras cosas, si alguien se empeña en explicarlas mediante nociones que
Respecto a la sustancia, quisiera indicar lo siguiente: 1.) A la esencia de la sustancia pertenece la existencia, son simples auxiliares de la imaginación, no hace otra cosa que dedicarse a desvariar con su imaginación.
es decir, que de su sola esencia o definición se sigue que existe; lo cual, si no me falla la memoria, le he Los mismos modos de la sustancia, si se los confunde con los entes de razón o auxiliares de la imaginación,
demostrado antes, de viva voz y sin acudir a otras proposiciones. 2.) Del primer punto se sigue que la nunca serán correctamente entendidos. Ya que, cuando lo hacemos así, los separamos de la sustancia y del
sustancia no es múltiple, sino que sólo existe una de la misma naturaleza. 3.) Ninguna sustancia puede ser modo como fluyen de la eternidad, sin los cuales, sin embargo, no pueden ser bien entendidos.
entendida sino como infinita. A las afecciones de la sustancia las llamo modos, y su definición, por cuanto no
es la misma definición de la sustancia, no puede implicar existencia alguna. De ahí que, aun cuando existan, Para que usted vea esto con mayor claridad todavía, vea el ejemplo siguiente. Mientras uno conciba la
podemos concebirlos como no existentes; de donde se sigue, además, que, mientras nos atengamos a la duración en abstracto y, confundiéndola con el tiempo, comience a dividirla en partes, jamás llegará a
esencia de los modos y no prestemos atención al orden de toda la naturaleza, del hecho de que los modos ya comprender cómo una hora, por ejemplo, puede pasar. Pues, para que pase la hora, es necesario que pase
existan no podemos concluir que existirán o no después ni que existieron antes o no. De donde se desprende antes su mitad y, después, la mitad del resto y después la mitad que queda de este resto; y si prosigue así sin
claramente que nosotros concebimos la existencia de la sustancia como totalmente diversa de la existencia de fin, quitando la mitad de lo que queda, nunca podrá llegar al final de la hora. De ahí que muchos que no están
los modos. De aquí se deriva la diferencia entre la eternidad y la duración. Pues por la duración sólo acostumbrados a distinguir los entes de razón de los seres reales se han atrevido a asegurar que la duración
podemos explicar la existencia de los modos, mientras que la existencia de la sustancia se explica por la consta de momentos, con lo cual, queriendo evitar Caribdis, han caído en Escila; ya que es lo mismo formar
fruición infinita de existir o, forzando el latín, de ser. la duración de momentos que el número de la simple adición de ceros.

De todo lo anterior se desprende claramente que, si, como sucede las más de las veces, consideramos De lo dicho resulta bastante claro que ni el número ni la medida ni el tiempo pueden ser infinitos, puesto que
únicamente la esencia de los modos y no el orden de la naturaleza, podemos determinar a voluntad su no son sino auxiliares de la imaginación; de lo contrario, el número no sería número, ni la medida, medida, ni
existencia y duración, sin destruir en absoluto el concepto que de ellos tenemos, así como concebirlos el tiempo, tiempo. De donde se colige fácilmente por qué muchos que confundían estos tres con las cosas
mayores y menores y dividirlos en partes. En cambio, la eternidad y la sustancia, como no pueden ser mismas, por ignorar la verdadera naturaleza de las cosas,
concebidas más que como infinitas, no admiten nada por el estilo, a menos que destruyamos negaron el infinito en acto.
simultáneamente su concepto. Por eso aquellos que piensan que la sustancia extensa está formada por partes
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Pero cuán pobremente han razonado éstos, que lo juzguen los matemáticos, para quienes los argumentos de necesariamente en virtud de su esencia. Por consiguiente, no existe nada en la realidad a cuya esencia
este calibre no pueden ofrecerles dificultad alguna, por tratarse de asuntos que ellos captan clara y pertenezca existir necesariamente. Ahora bien, esto es absurdo, luego también aquello.’ De ahí que la fuerza
distintamente. Pues, aparte de que han descubierto muchas cosas que no se pueden explicar con número del argumento no reside en que sea imposible que se dé el infinito en acto o el proceso de las causas al
alguno, lo cual pone en evidencia la incapacidad de los números para determinarlo todo, también conocen infinito, sino sólo en que suponen que las cosas que no existen necesariamente por su naturaleza no son
otras que no se pueden equiparar a ningún número, sino que superan cualquier número que se pueda asignar. determinadas a existir, a no ser por una cosa que existe necesariamente por su naturaleza (y la causa no es
Y, no obstante, no concluyen de ahí que dichas cosas superen todo número por la multitud de sus partes, sino causada).
porque la misma naturaleza de la cosa no permite, sin manifiesta contradicción, ser numerada.
Tendría que pasar ahora, porque el tiempo me apremia, a su segunda carta. Pero, podré contestar con más
comodidad a las cuestiones que ella plantea, cuando usted se digne visitarme. Le ruego, pues, que, si es
posible, venga cuanto antes, ya que se aproxima a toda prisa la fecha de mi partida. Basta por hoy. Que siga
usted bien y recuérdese de mí, que soy, etc.

Rijnsburg, 20 de abril de 1663.

Así, por ejemplo, todas las desigualdades del espacio interpuesto entre dos círculos, A B y C D, y todas las
variaciones que debe sufrir la materia, que se mueve en él, superan todo número. Y esa conclusión no se
infiere de la excesiva magnitud del espacio interpuesto; puesto que, por pequeña que tomemos esa porción,
las desigualdades de esa pequeña porción superarán todo número. Tampoco se infiere dicha conclusión,
como sucede en otros casos, de que no contemos con un máximo y un mínimo, ya que en este caso tenemos
lo uno y lo otro: el máximo A B y el mínimo C D. La conclusión se deriva únicamente de que la naturaleza
del espacio interpuesto entre dos círculos que tienen centros distintos, no admite nada semejante. De ahí que,
si alguien quiere determinar todas aquellas desigualdades mediante un número definido, deberá lograr al
mismo tiempo que el círculo no sea círculo.

Así también, volviendo ya a nuestro tema, si alguien quisiera determinar todos los movimientos de la materia
y no pueden ser concebidas como finitas; que otras lo que han existido hasta ahora, reduciendo éstos y su
duración a un número y a un tiempo determinados, no intentará otra cosa que privar de sus afecciones a la
sustancia corpórea, que sólo podemos concebir como existente, y hacer que no tenga la naturaleza que
realmente tiene. Estas y otras muchas cosas que he tocado en esta carta, podría demostrarlas claramente, si
no lo juzgara superfluo.

Por todo lo anteriormente dicho se ve con claridad que algunas cosas son infinitas por su propia naturaleza
son en virtud de la causa, a la que inhieren, las cuales, mientras se conciben en abstracto, se pueden dividir
en partes y ser consideradas como finitas; y que otras, en fin, se llaman infinitas o, si usted prefiere,
indefinidas, porque no se pueden equiparar a ningún número, aunque se pueden concebir como mayores o
menores; pues no se sigue que deban ser necesariamente iguales aquellas
cosas que no se equiparan a un número, como es evidente por el ejemplo aducido y por otros muchos.

Finalmente, he puesto en breves palabras ante sus ojos las causas de los errores y confusiones en torno a la
cuestión del infinito y, si no me engaño, las he explicado todas, de suerte que no creo que quede ninguna
sobre dicho tema que no haya tocado o que no puede ser facilísimamente resuelta con lo dicho. Por eso no
creo que sea menester detenerle por más tiempo con esto.

No obstante, quisiera advertir, aunque sea de paso, que los peripatéticos más recientes han entendido mal,
según creo, la demostración de los antiguos con la que trataban de demostrar la existencia de Dios. Tal como
la encuentro en cierto judío, llamado Rab Chasdai, reza así: 'Si se diera un proceso de causas al infinito,
todas cuantas cosas existen, serían causadas. Es así que a nada que sea causado le compete existir

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