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DEL
CASTILLO DE MAZZ1NI
NOVELA ESCRITA EN INGLES
Jltaü. *r fUfcrUff.
Traducida del francos al castellano
Por 1. M. P.
TOMO 1'ItiaiERO.
LOS SUBTERRÁNEOS
DEL
CASTILLO DE MAZZINI.
CAPITULO I.
CAPITULO II.
P
Xor fin llegó el dia señalado para la
fiesta ,'y las dos hermanas, que con tan
ta impaciencia lo habian esperado, iban
á ver verificadas las ilusiones lisonjeras
que habia creado su imajiuacion. Par
ticularmente Julia , que estaba dotada
35
de una sensibilidad mas facil de exal
tarse que la de su hermana , se hallaba
comhatida poruna multitud de ideas de
temor y de esperanza , causadas por una
sensacion desconocida aun para ella, que
le habia inspirado el conde de Vereza,
la cual no podia ella comprender.
Todos los nobles de las cercanias fue
ron convidados con la mayor ceremonia,
y el marques dispuso que desde la ma
ñana estuviesen abiertas todas las puer
tas del castillo, y que sus vasallos y los
habitantes de los pueblos vecinos, go
zasen de la libertad de pasear por sus
jardines, sin ser incomodados en la me
nor cosa. Varios buenos artifices habian
adornado durante la noche los principa
les cuartos con pinturas, muebles, y
una multitud de alhajas que habian he
cho venir de Ñápoles. Los amos, los
criados , las mujeres , los curiosos , se
paseahan por todo el castillo formando
36
nn movimiento jeneral , y respirando
el gozo y los placeres de la alegría, don
de antes reinaha la soledad, el silencio
y la melancolia. El marques se habia
propuesto al parecer, manifestará los
ojos de sus amigos y sus vasallos, los
milagros producidos por arte ruájico ó
encantadoras, y afectaba tomar interes
en la alegria jeneral , aparentando cier
ta conmocion cuando oia los acentos de
una música melodiosa que se ejecuta
ba en las habitaciones y en los jardines:
á veces mostraha un rostro alegre y afa
ble á todos los que le saludahan y le di-
rijian los cumplimientos regulares, pe
ro involuntariamente , y cuando se ba
llaha separado de todos y sin testigos,
las facciones de su cara tomahan un as
pecto en que se advertia el dolor, la
displicencia, y quizás los remordimien
tos tjue ajitahan su alma y destrozaban
su corazon; ocupando su ¡tnajiuacion
s:
de modo, que le preocupahan hasta ha
cerle olvidar que se hallaha en la con
currencia agradable de que estaha ro
deado.
Bien se puede figurar cuáles serian
las diversiones de aquel dia, reducien
dose á mutuas enhorabuenas por las
circunstancia de entrar en su mayor
edad Fernando , á pasearse por el jar-
din , y á una comida esplendida , que
fue lo que ocupó el tiempo hasta que
se hizo de nocbe, y cuando llegó ésta,
un magnífico haile, cuya diversion en
la sociedad es seguramente la mas ani
mada , y puede decirse la mas univer
sal , dió lin á aquel festivo dia.
La marquesa se presentó en el haile
con el mas brillante lujo: su cabeza
parecia que ardia por la infmitud de
diamantes con que estaha adornada.
Cuanto es ¡majinable para hacer resal
tar mas su hermosura, todo lo empicó
38
en esta ocasion , prendiendose con la
mayor elegancia y descoco.
Las dos hermanas Emilia y Jnlia so
lo se valieron de su juventud y de la
naturaleza para parecer bien; un ves
tido á la siciliana les dibujaba el perfil
de su hermoso cuerpo, y sus cabellos
rizados naturalmente, estaban prendi
dos con una sarta de perlas. Todo su
traje era sencillo y honesto como su
corazon ; pero siendo asi , atrajo la ad
miracion y amor tras sí. La marquesa
sorprendia y parecía que dominaba to
das las atenciones; pero una inclinacion
invencible las dirijia hacia Emilia y su
hermosa hermana. Todos las miraban
como si no hubiesen otros objetos pre
sentes, y los ojos de los concurrentes
permanecieron fijados sobre ellas du
rante toda la funcion.
Fernando y una hermosa jóven na
politana, llamada Matilde Constanza,
39
rompieron el haile. Emilia bailó en se
guida con el marques de Fareto. No es
dificil de figurarse el gusto y sobre
salto que sintió Julia cuando llegó su
turno.
El conde de Vereza, aquel mismo
jóven que habia fijado su atencion con
tanta complacencia, la suplicó que se
dignase hailar con él. Ella aceptó su
oferta con gracia, y le presentó la mano.
Antes de que la orquesta empezase á
tocar, se levantó un murmullo de ad
miracion en toda la sala al ver su her
mosa cabeza colocada sobre dos hom
bros de alahastro, un cuello torneado
perfectamente, y una fisonomia intere
sante, donde aparecia á un mismo tiem
po la modestia, la amabilidad y la es-
presion sencilla de la mayor satisfaccion.
Pero cuando hizo los primeros pasos,
todos dirijieron la atencion á la union
Iijera y perfecta de aquella pareja de
ToM. I. 4
40
jóvenes , que podia servir de modelo á
arabos sexos. Ya habian concluido de
bailar, y Julia estaba sentada al lado
de Emilia , y aun la buscaban todos los
espectadores en el mismo lugar en que
acababa de ejecutar un baile siciliano.
Un grande silencio siguió á los infinitos
aplausos que se atrajo nuestra heroina
por la sorpresa y el placer que propor
cionó á todos.
La brillante Mad. de Mazzini no ha
bia previsto que las bijas de su marido
la privarían de una parte de los obse
quios que ella esperaba la prodigasen.
'Como era creible , con efecto, que
dos muchachas educadas en el centro
de una soledad aislada y lejos de la ciu
dad, podian comparecer ventajosamen
te en una reunion compuesta de la ju
ventud mas fina de Ñapoles! ;Por don
de debia temerse la mujer mas admi
rada cu aquella capital, hallarse burla
41
da por dos jóvenes que figuraban en un
mundo nuevo para ellas por la prime
ra vez de su vida! Lo que mas irritó
á aquella orgnllosa beldad fue la conti
nuacion de atenciones, obsequios y fi
nezas que el conde de Vcrcza dispensó
á su compañera de baile durante toda
la noche, pues enteramente entregado
a las dulces y primeras sensaciones que
Julia le inspiró, no cesaba ó bien de
buscarla, ó bien de contemplarla, no
atendiendo mas que á sus miradas, y
observando solo sus movimientos.
"Debe tenerse presente que la mar
quesa se ballaba apasionada del conde
de Vereza , y que á pesar de que ella
le hizo conocer perfectamente cuan fa
cil le hubiera sido á aquel jóven obte
ner cuanto deseaba , ninguna de sus
declaraciones le habia surtido efecto.
Viendose, pues, despreciada por el ob
jeto de su insensato amor , y siendo tes
42
tigo al mismo tiempo de las ventajas
que lograha su rival , estando cierta por
la penetracion de sus miradas, de que
Julia corresponderia , ó qnizás ya cor
respondia á las ideas del conde , se en
cendió por todos estos motivos reuni
dos el furor y el fuego de la venganza
en su alma. Desde entonces los deseos %
amorosos, las dulces esperanzas de un
corazon abrasado , fueron reemplaza
das por las pasiones de odio y aborre
cimiento mortal. El conde , ¡I quien ella
adoraha, se le presentaha como su mas
cruel enemigo: Julia, la inocente y sen
sible Julia , se le figuraha una jóven
atrevida, una mujer criminal, objeto
de su furor y de toda su venganza. Sin
emhargo, ella aparentó disfrutar de la
misma admiracion que a todos habia es
citado, y llevó el disimulo hasta diri-
jirle algunas espresiones lisonjeras y ca
riñosas. Pero el veneno del odio no por
43
eso dejaha de arraigarse hasta en lo mas
profundo de su corazon , y la violencia
que se hacia, manifestando una falsa
ternura á aquella hermosa jóven , au
mentaha las impresiones de sus celos y
furor.
A media noche se abrieron las puer
tas del salon de haile que salian al jar-
" din , y todos los concurrentes con aque
lla confusion que acompaña á semejan
tes diversiones, pasaron por la alame
da principal para entrar en el parque,
donde el marques habia hecho prepa
rar una nueva sorpresa y nuevas diver
siones. Las pirámides y guirnaldas ¡lu
minadas que se hallahan alli colocadas,
suplian á la luz del dia. Varios fuegos
artificiales de diferentes colores presen
tahan un golpe de vista pintoresco y
orijinal , y una música invisible contri
buia á perfeccionar aquella reunion de
ilusiones. Todos los jóvenes se espar-
44
cieron por las alamedas. El conde bas
caba la compañía de Julia, pero ella pro
curaba no encontrarse con él , aunque
con disgusto; y para distraer su cora
zon, que se ballaba lleno de afectos
que le eran desconocidos, y evitar la
admiracion jeneral , tan pronto se pa
seaba sola ó con su hermana en los an
denes menos iluminados del parque , co
mo tomaba el brazo de su hermano Fer
nando, d quien hacia mil caricias. El
marques estaba muy satisfecho de la
union que reinaba entre sus tres hijos,
'v los contemplaba con ternura, lleno de
sensibilidad paternal. Su tristeza habi
tual se hallaba interrumpida á menudo
con el espectáculo de esta union.
En cnanto á su esposa, la cual no po
dia sujetar la impresion de celos que le
habia ocasionado el triunfo de Julia, y
los constantes obsequios que el conde
de Vcrcza la dirijia continuamente, se
45
retiró del bosquccillo , y se fue á una
glorieta que estaba iluminada y rica
mente adornada, donde se habia pre
parado lacer.a, en la que se hallaban
varias personas clejidas , y entre ellas
el conde de Mariani. Este era un caba
llero de una edad algo avanzada , que
habia vivido en las mas brillantes cor
tes de Europa , y que poseia una admi
rable política , haciendo gala de tener
muy buen gusto y finura , á quien le ha
bia parecido Julia una jóven interesan
te bajo todos titulos. Era uno de aque
llos hombres de talento y divertidos,
que están en posesion de poderlo decir
todo, v acompañar sus reflexiones con
cierta malicia y gvaeia que no ofenden.
— «El conde de Vcreza, dijo él, cor
re grande peligro de dejar aqui su li
bertad , y ya vereis como la hermosa
Julia ha inflamado aquel corazon tan
altivo y difícil de vencer; pero al fin,
46
¿ quien se atreverá á motejar á estos dos
jóvenes por su mútua inclinacion? Todo
parece que debe reunidos, y cualquie
ra al verlos diria que están Lechos el
uno para el otro. Amable marquesa,
vamos, pongamos todos los medios pa
ra unirlos mas, y que se vea en Ñápo
les una pareja venturosa á mas de las
que hay. Yo creo que el conde me agra
decerá todo lo que la amistad que le
profeso me dicte para contribuir á su
felicidad."
Con estas chanzas y buen humor el
conde Mariani entretenia la conversa
cion de la cena; pero estas chanzas,
¡cuanto incomodahan á la marquesa!
Por tanto, era preciso que concluyera
una conversacion que la disgustaha.
— »A la verdad , querido Mariani, le
contestó ella, haceis muy inutilmente
la apolojía de la ternura del conde de
Vercza', pues yo creo que él huye de
47
una pasion seria , y el yugo del matri
monio le es muy temible. Con sus cua
lidades brillantes y su carácter muda
ble , mas bien prefiere las diversiones
de Ñápoles , y ocupa con mas gusto el
tiempo y su inclinacion con las belle
zas de aquella capital ; y estoy cierta de
que es hacerle poco favor el creer que
tenga algun proyecto de entablar una
pasion seria ni de ligarse formalmente."
— «Defiéndase vi\. mismo, conde (le
dijo Mariani al conde de Vcreza , que
entraha entonces en la glorieta), porque
aqui os atacan. La marquesa supone que
sois inconstante y mudable. Yo he que
rido abogar por vuestra causa; pero aca
han de cerrarme la boca."
— »Yo ignoro , le respondió Vere-
za, cómo y porqué faltas involuntarias
estoy tan mal en el concepto de la se-
ñora , y no creo que haya dado motivo
á que se me atribuya el vicio de la iu
43
constancia. Al contrario, añadió miran
do con ternura á Julia, estoy seguro
que desde el instante en que yo ame,
aquella primera pasion reinará en mi
corazon mientras viva."
— »Ya es tarde- señores, dijo repen
tinamente la marquesa : el dia ha sido
pesado, aunque divertido; pero tambien
las diversiones fatigan como todo lo
domas, y vds. nos permitirán que nos
retiremos."
Con efecto todos se retiraron , y ca •
da uno entró en su cuarto; Julia cuan
do se vió sola en el suyo, se entregó
enteramente á las reflexiones que le su-
jeria cuanto habi.a visto y sentido du
rante aquel dia. Conociendo cuan vio
lenta era la impresion que habia hecho
en su corazon el conde de Vereza , y
asegurada de ella , recordaba con gusto
todas las menudencias de la conducta
que el conde habia tenido con ella: sus '
49
espresiones, sos miradas, y hasta sa
mismo silencio, ¿eran pruebas suficien
tes Je la correspondencia de! conde?
aquello que ella creia eran señales de
ternura y amor, ¿serian quizás actos
de pura urbanidad? ¡amar sin ser ama
da! ¡ que situacion tan dolorosa para un
tierno corazon que aina por la primera
vez! Reflexionando despues sobre el es
tado del conde adornado con las bellas
cualidades de juventud , buena presen
cia y educacion lina , no podia persua
dirse que no hubiese aun hallado una
mujer que le interesase y que corres
pondiese a su cariño ¡Corno era posi-
hle que hubiese esperado para sentir los
primeros fuegos del amor, el ballar á
la fcnsible Julia en el castillo de Maz-
zini! ¡Cuantos disgustos la esperaban si
su suerte la destinaba á amar un hom
bre que ya estaba comprometido cu otra
pasion !
50
En toda la noche podo cerrar los
ojos ; y el sol la halló- despierta y fati
gada con sus reflexiones: por lo que se
levantó al salir el alba , y sin intencion
determinada, se vistió aquel dia con
mas cuidado de lo que acostumbraba;
cuando concluyó, se puso á leer espe
rando que llegase la hora del desayu
no. Su lectura fue muchas veces inter
rumpida por las ideas que la teniau dis
traida, hasta que por fin la campana
del castillo la sacó de sus reflexiones,
y se presentó en el salón donde todos
debian reunirse; pero antes Julia ha-
bia entrado á buscar á Emilia á su cuar
to , y bajaron juntas; aunque era su
amiga íntima y la depositaría de todos
sus secretos, no le dijo nada de cuan
to sentia interiormente , pues aun ella
misma se avergonzaba de su debilidad.
Las dos hermanas fueron las prime
ras que entraron en el salon, y despues
51 *
fueron entrando todos consecutivamen
te. El marques su padre, que estaba
mas triste y melancólico que nunca , les
dió los buenos días de muy mal humor.
El recibimiento de su mujer no fue mu
cho mas cariñoso. Fernando, Vereza,
Mariani y los demas convidados llega
ron tambien. Julia no se atrevía á di-
rijir los ojos hacia donde estaba el con
de , pues le parecia que una sola mira
da, aunque fuera involuntaria, iba á
descubrir su secreto.
El segundo dia se consagró entera
mente al placer y las diversiones como
el anterior, y por la noche hubo un
gran concierto de música ejecutado por
todos aquellos jóvenes. Fernando tocó
el violin, y el conde acompañó á Julia
con la flauta, que tocó perfectamente
una sonata nueva. Al pronto ella se pu
so á temblar; pero sosegándose poco á
poco, adquirió mas firmeza, y lo ejecu
52
tó con mucha biillanlcz , y parecia que
su alma la tuviese repartida entre sus
dedos. El concierto se concluyó por una
aria que cantó Julia con un tono tan
interesante , que escitó la sensibilidad
de todos hasta el estremo de hacerles
derramar lágrimas al fin de ella. En
tonces hubiera sido buena ocasion pa
ra que conociese Julia la situacion del
corazon de Vereza , sino fuese por la
inesperiencia e inocencia virjinal de
ella. Aquel joven, atraído por la vio
lencia de la impresion que acababa de
recibir, se olvidó de que se hallaba en
medio de una sociedad numerosa, y que
todos tenían ¡os ojos lijados sobre él.
Abandonado enteramente á la dulce
sensacion que le causaba Julia, la con
templaba apasionado, y no se satisfa
cia de verla y admirarla. Ya iba ;í pos
trarse á sus píes y jurarla un eterno
amor, cuando saliendo de su estasis re
53
flexionó cuan imprudente , ridicula, y
quiz ¡s peligrosa hubiera sido esla ac
cion.
La noche de este dia fue tan turbu
lenta para nuestros dos amantes , como
la anterior. Julia no halló un momen
to de reposo cu toda ella. Ilahia deja
do abiertas las ventanas de su cuarto
para disfrutar del fresco y de la hermo
sura de la noche, y gozaba en medio
de su desvelo de la calma y el silencio
de ella , cuando fue distraidarde su me
lancólica situacion hacia las dos de la
mañana por uo lijero ruido que oyó,
causado por los pasos de una persona
cjue atravesaba una de las calles de ár
boles del jardín, y se acercaba á las ven
tanas de su cuaito. Entre la obscuri
dad de las persianas, que ya habia ba
jado, procuró descubrir quién podía ser;
pero como aquel desconocido estaba
embozado con una gran capa , era diti
54
cil conocerlo. El se acercó al pie de las
ventanas, y despues de haber ejecuta
do un preludio melancólico, cantó los
versos siguientes :
CAPITULO III.
CAPITULO IV.
J.Jlrgó por fin aquel dia que tanto te
mia Julia , y que tanto deseahan llega
se su padre , la marquesa y el duque
de Lobo , á quien debia unirse la po
bre prisionera.
Para insultar mas fuertemente el do
lor de su victima , determinaron los
dos esposos celebrar la boda con el ma
yor aparato y magnificencia. Todos los
nobles que vivian en las inmediacio
226'
nos del castillo fueron convidados, co
mo igualmente nn número considera
ble de eclesiásticos. Una porcion de
menestrales vinieron tambien de Ña
poles para adornar las piezas del casti
llo , y proparar ¡as fiestas que debiao
hacerse despues de verificado el casa
miento , al que debia seguirse un mag
nífico convite , y luego un baile bri
llante. Fernando oía desde su torre el
ruido y estrépito que se difundía por
todo el castillo. Desde las diez de la
mañana empezaron ya á entrar por las
puertas de los patios que estaban to
das abiertas , una infinitud de coches
y caballos. Cuando avisaron la llegada
del duque de Lobo y su comitiva , el
marques y su esposa salieron á recibir
le basta la puerta de entrada principal
para hacerle mas hcuor. Los caballeros
convidados llegaron muy gozosos suce
sivamente., y como todos ellos cono
227
clan á Fernando , y sabian que se ha
llaba en el castillo , debe ya suponerse
que preguntarían por el , cuando vie
ron que no se presentó á su llegada, ni
concurría á la boda de su hermana; pe
ro el marques halló diferentes protes
tos para eludir una respuesta cierta,
con lo que quedaron satisfechos aque
llos amibos falsos, ífue únicamente pen
saban en divertirse , aprovechando la
ocasion que les ofrecian los placeres y
fiestas que se prometian disfrutar en
el castillo ; asi es que la mayor parte
de ellos no pusieron atencion en su fal
ta , sino muy lijeramente, y pronto se
olvidaron de su ausencia.
Despues de haber tomado algun re
fresco el duque de Lobo y los convi
dados, trataron de celebrar la ceremo
nia del casamiento desde luego; para
este efecto se reunieron en la capilla
del castillo el prelado y demas eclesiás
228
ticos que cstabau llamados para verifi
carla , donde despues acudió todo el se
quito de ambos sexos vestid.os con el
mayor lujo. El marques salió del salon
dando palabra al duque de traerle in
mediatamente a su esposa futura, y se
«lirijió á su prision, bien persuadido
de hallar en ella á su víctima. La sa
tisfaccion de la marquesa era completa,
viendo que su venganza iba á satisfa
cerse; pero el triunfo del orgullo y la
envidia estaba aun muy lejos de rea
lizarse.
Julia no se balló ya en su coarto
El marques la buscó por todos lados en
su habitacion , y la llamó con fuertes
gritos repetidas veces; mas todo fue
inútil , pues nadie le respondió, y has
ta la misma Rosa su camarera habia
desaparecido tambien. No es facil es
presar el furor del marques entonces,
y solo puede compararse con su confu
229
sion : dnilando aun que pudiera ha
berse escapado, volvió otra vez á re-
jistrarlo lodo , no solo por el cuarto
donde la habia encerrado, sino aun por
todos los parajes inmediatos á él, olvi
dándose de que le estabau esperando
para celebrar la ceremonia.
Lleno de rabia , y sin saber lo que
hacia , se asomó á la escalera, y empe
zó á llamar á todos los criados uno tras
otro, dejándoles tiempo apenas para
responder á la multitud de preguntas
que les hacia con la mayor acritud y
cólera ; pero ninguno pudo darle no
ticias positivas sobre lo que deseaba,
y únicamente dijeron que habian ad
vertido que Rosa no compareció aquel
dia en las piezas donde ellos se reu
nían , como lo tenia de costumbre an
teriormente. Lo que primero se pre
sentó á la vista del marques cuando
entró en la prision de su bija, fue el
230
vestido completo de boda que él le ba-
bia enviado la víspera por la noche;
las piezas de que se componía se ha
llaban esparcidas todas sobre las sillas
del cuarto : al tiempo de acercerse ha
cia la cama con precipitacion , trope
zó contra una mesita haciendo caer un
papel que habia sobre ella: lo reco-
jió, y vió que era una carta con un so
brescrito que decía: »A mi hermana
Emilia:" rompió la oblea con violen
cia , y leyó lo que sigue.
«Piecibe mi último adios , amiga mía,
»m¡ querida hermana, amada Emilia;
«puede que jamás volvamos á vernos:
«yo me precipito en un abismo de peli-
»gros y desgracias para evitar otra de-
«masiadu cruel y terrible. Me abando-
«no enteramente á mi suerte buena ó
«mala , no pudiendo ya sufrir la duda
«en que me hallo hace tanto tiempo,
«y que me hace vacilar continuamente
231
«entre la esperanza y la desesperacion.
«Cualquiera <jue sea ir>¡ suerte ó la tu-
«ya , no olvides nunca á la pobre Julia,
«que siempre te amará , y te deja con
»el mayor sentimiento.... En cualquier
«clima donde me conduzca mi destino,
«siempre , siempre estarás presente en
«la memoria de tu hermana , y ocu-
«pariís en su corazon el mismo lugar
«que hasta aqui , no cesando continua-
«mente de pedir á Dios te libre de la
«desgracia con que allijc á tu herma-
»na Julia."
No podiendo concebir la marquesa
el motivo de la detencion de su mari
do , dejó al duque ., y fue á buscar al
marques , á quien halló en el acto de
leer la carta de Julia : apenas supo el
funesto desaparecimiento de su rival,
tajó precipitadamente , y mandó se hi
ciese tui rejistro jencral por todas las
piezas del castillo , lo que fue causa
tom. i. 16
232
de que se hiciese pública la fuga por
todas partes: llegando á oidos de los
convidados que estahan 'reunidos en la
capilla, puestos de toda etiqueta, los
llenó de confusion ; y viendo que la
ceremonia ya uo se podria veriü'car,
fueron todos al salon , sin saber qué
especie de consuelo podrian dar al mar
ques en un caso de circunstancias tan
cstrañas , ni qué pensar de un aconte
cimiento tan raro. El silencio, el disi
mulo , y una tristeza jencral , se difun
dió entre todas los convidados del cas*
tillo , que un momento antes se halla
han poseidos de la mayor alegria y
contento. El marques despachó algu
nos criados montados sobre sus mejo
res cahallos , indicándoles el camino
que debian seguir para buscar á la fu-
jitiva , sin dejar de hacer cuantas dili-
jencias estuviesen en su mano á Gn de
ballarla, ó á lo menos descubrir por los
233¡
parajes qne habia transitado. Luego lla
mó á Emilia , y le hizo leer la carta de
Julia delante de él, con la esperanza de
sorprenderla, y descubrir si ella tenía
parte ó complicidad en la fuga de su
hermana ; pero fue inutil este paso: el
marques quedó en la misma duda que
antes, pues únicamente manifestó Emi
lia á su lectura la espresion del dolor
y la sorpresa.
Roberto fue llamado tambien por ór
den del marques , pero tampoco pudo
sacar ningun indicio de él; y viendo
que persistió en negar que hubiese te
nido parte en la fuga de Julia, lo man
dó meter en la cárcel del castillo, vol
viéndose él mismo á rejistrar de nue
vo la habitación de Julia , la cual es
taba situada en la parte mas alia del
castillo, á ochenta pies del suelo, y te
nia cerradas todas las ventanas con re
jas de hierro, hechas de barras muy
234
gruesas : allí solo era permitido á Ro
berto el poder entrar, y los compa
ñeros de la primer huida de Julia , Hi
pólito y Fernando , no era posible que
le hubiesen favorecido en esta ocasion,
pues al uno se lo habian llevado mo
ribundo á la costa opuesta de la Ca
labria, y el otro estaba cerrado rigoro
samente en una torre del castillo, cu
yas llaves no perdia de vista el mar
ques : asi es, que por mas conjeturas
y cavilaciones que este hacia para des
cubrir los medios de que se habia vali
do Julia para escaparse, no podia acer
tar en cuales fuerau.
Sin embargo, como era preciso no
ticiar a! duque de Lobo que su futura
esposa habia huido del castillo por no
casarse con él , el marques se resolvió
á decirle francamente todo lo que ha
bia sucedido, sin disimular nada. Prin
cipió , pues, refiriéudole la tentativa
235
qne habia hecho anteriormente para
marcharse con su hermano y su aman
te : luego le detalló torlos los obstácu
los c¡ue se le presentaron para verifi
carlo ; la catástrofe trájica de Hipólito,
y en fin le dijo que habia encerrado á
su hijo en una prision, tanto por casti
go , como para evitar su evasion. Por
muy inclinado que estuviera el duque
á Julia , la aversion constante que ella
le tenia , ofendía su amor propio con
cstremo; pero sobre todo, el último gol
pe que recibió con la noticia de su fu
ga , le puso furioso, y de pronto des
ahogó toda su cólera con invectivas con-
tra el marques , atribuyéndole la cul
pa de lo que le sucedia , y quejándose
con dureza por que le habia compro
metido , haciendole el juguete del ca
pricho de una niña , y el objeto de mo
fa y burla de toda la provincia. A es
to añadió otras espresiones no menos
236
agrias é injuriosas , de modo que con
siderándose Mazzini insultado, le con
testó con aspereza , pudiendo haber
* tenido resultas muy desagradables aquel
altercado, á no haberse interpuesto al
gunos cahalleros que se hallahan pre
sentes, y que los reconciliaron con bue
nas palabras, quedando otra vez en la
mejor armonia , y decididos á reunir
todos los medios que estuviesen en su
mano para encontrar á la rebelde Ju
lia, á quien su padre se obligó condu
cirla al altar, y entregarla en manos
del duque en el momento que se ha
llase de nuevo bajo su autoridad. Al
gunos de los circunstantes se sorpren
dieron al ver la tenacidad del duque en
solicitar la mano de una jóven que le
manifestaha una aversion tan decidida,
lo que acreditaha que aquel cahallero
no tenia delicadeza ; pero como el du
que tenia dadas ya durante su vida tan-
237
tas pruebas de insensibilidad , orgullo
y soberbia , no debian pasmarse de ver
la constancia suya para lograr la pose
sion de Julia , solo porque hallaha re
sistencia. La marquesa estaha tambien
sumamente incomodada por la evasion
de Julia , pues la esperanza que te
nia de separarla para siempre del ama
ble conde de Vereza , y castigarla co
mo rival suya, esclavizándola con un
enlace que tanto le repugnaha, se des
truyó casi enteramente con su fuga : á
mas de estos motivos, no contribuia
poco á aumentar su mal humor la pre
sencia de Mad. de Menon , que por su
buena reputacion bien merecida de mo
desta y prudente que habia adquirido
y conservado constantemente , com
parada con la costumbre desordenada
de la marquesa , era una especie de
censura continua de su conducta ; por
consiguiente Mad. de Menon no podia
238
ser querida ele ella , pues aunque el vi-
cio respeta á la virtud , siempre es
su mayor enemigo. Tanto por saciar el
odio que tenia á Mad. de Menou, cuan
to por vengarse de su pupila , á quien
ella tanto queria , se propuso de per
suadir al marques de que probable
mente esta señora no dejaba de tener
parte en la fuga de Julia , y que era
imposible que no la hubiese ayudado
para ello , ó cuando menos que no fue
se sabedora de sus intenciones antes de
verificarse. El marques de Mazzini al
momento se dejó convencer de la pro
babilidad de esta idea , y arrebatada
mente prorumpió en mil dicterios con
tra Mad. de Mcnon , reconviniéndola
con espresiones atrevidas y desatentas;
pero tal es la fuerza de la verdad y el
ascendiente de la virtud , que en po
cas palabras aquella respetable señora
confundió enteramente á sus mismos
239
acusadores, siendo tanto el disgusto
que le ocasionaron las sospechas rjue
de ella tenian , que les manifestó iba á
marcharse desde luego del castillo, pa
ra alejarse de uiias personas tan acos
tumbradas á pensar mal de todos- y de
seosas de hacerla perder su opinion.
Avergonzado de su facil credulidad,
y reconociendo la injusticia que le ha-
Lia hecho el marques, que tenia pre
sente los servicios de Mad. de Menon,
trató de tranquilizarla, suplicándola di-
simulase su arrebato , y que no efec
tuase su marcha , lo que le costó mu
cho de conseguir, y solo por el cariño
que tenia Mad. de ¡Menon á su discípu-
la Emilia lo pudo lomar. Fernando
supo en su prision por la indiscrecion
del criado que le servia , que Julia se
Labia escapado del castillo, lo que le
sirvió de mucho consuelo para sus pe
nas; pero como la imajinacion de los
240
desgraciados siempre se alimenta con
ideas tristes y suposiciones siniestras,
la suya le presentó á su hermana Ju
lia , sola , aislada , errante y sin recur
so ninguno, en un mundo nuevo para
ella, y que absolutamente no conocia,
cuya reflexion le aftijió sobre manera.
¡Ah! ¡cuan sensible le era entonces su
cruel detencion!
Por fin los criados del marques vol-
vieron al castillo , sin haber podido des
cubrir nada relativo á Julia , y aunque
los enviaron por otro lado á continuar
sus pesquisas, tampoco obtuvieron me
jor resultado. Muchas semanas y me
ses enteros transcurrieron haciendose
varias dilijencias , que todas fueron in
fructuosas, á pesar de que el marques
envió algunos emisarios por todos los
dominios del conde de Vereza, y por
los pueblos mas inmediatos, con el ob
jeto de conocer el paradero de su hija,
241
qne no pudieron descubrir , y solo ave
riguaron que el conde no habia vuel
to á Ñapoles desde su marcha á Sici
lia , ni se tenian tampoco noticias de
él : otro motivo de incomodidad se aña
dió á los que tenia el marques de Maz-
zini , que empeoró su triste situacion.
Un criado mas perezoso que los otros,
cuando se retiraba á dormir, al tiem
po de pasar desdo la escalera principal
aun corredor, vio desde una de las
ventanas que se habia quedado abierta,
una luz en la parte inhabitable del cas
tillo , precisamente en las piezas del
mediodía , donde se decia que habia
aapariciones nocturnas. El criado se pa
ró para observarla , y luego corrió á
avisar á sus compañeros para hacerles
ver aquella cosa estraordinaría. Cou
efecto, todos llegaron llenos do miedo
y de curiosidad; pero apenas se acer
caron á la ventana , desapareció la luz.
242
De alli á an momento oyeron y vieron,
en cuanto lo permitía la obscuridad de
la noche , que se abrió una puerta es-
terior de la torre, y que despues salia
una figura como la de uu hombre con
una luz en la mano, cuya fantasma ó
persona se marchó arrimada á las pa
redes del castillo , y desapareció cuan
do llegó al ángulo mas inmediato. Los
criados se retiraron silenciosamente á
sus cuartos , con la imajinacioü preo
cupada de aquella raia vision que les
quitó hasta las ganas de hablar. To
dos recordahan muy bien las cosas que
anteriormente se habian visto en aque
lla parte del castillo , que eran seme
jantes á lo que ellos acahahan de ob
servar, y que Mad. de Me non y las dos
señoritas habían solicitado mudar de
habitacion , por los ruidos y jemidos
que habían oído alli durante la noche;
cada uno de los espectadores de esta
243
última vision en particular, y todos en
jeneral , pasaron el resto de la noche
en la mayor inquietud y sobresalto,
aterrorizados con la memoria de ella:
al otro dia se reunieron todos en las
antesalas, y se contaron reciprocamen
te las cosas que habían visto y otras
que se habian ligurado , sobre lo que
hicieron muchas reflexiones y conje
turas horrorosas que les forjaha su dé
bil imajinacion. Los mas medrosos per
suadieron á los otros tie que en el cas
tillo no se podia vivir, porque tarde
ó temprano los duendes se apoderarian
de todos , y en una sola noche ahoga
rian á los habitantes que tuviesen la
temeridad de quedarse; y para evitar
semejante desgracia , se resolvieron to
dos á despedirse del servicio del mar
ques, lo que con efecto verificaron la
mayor parte de ellos aquella misma ma
ñana. Cuando el marques vió que to
244.
dos le abandonaban , y no ballaba nin-
gnno que le sirviese , preguntó la cau
sa de esta desercion , y mio de los cria
dos que se habían quedado se la hizo
saber. De pronto fue tal la sorpresa
que le causó , que no supo qué decir;
pero volviendo á hallar su presencia de
ánimo, prorumpió en voces descom
pasadas contra las habladurías ridiculas
de los unos, y la necia credulidad de
los otros , dictándoles que él se com
prometía á desvanecer todas sus apren
siones.
— »Yo os haré ver, aíiadíó, del mo
do mas claro cuan absurdas son las
preocupaciones, y los cuentos que os
causan tanto espanto. Esta noche alas
once reunios todos en el salon, y me
acompañareis al rejistro exacto que
quiero hacer por todas las habitaciones
de la parte meridional , sin dejar de
ver un solo cuarto ni paraje alguno. Si
245
despues de esta operacion hay alguno
entre vosotros que tenga aun miedo,
lo miraré como indigno de llamarse
hombre , y lo despediré con ignomi
nia del castillo."
Ma(L.de Menon y Emilia, á cayos
oidos llegaron tambien las voces de lo
que sucedia, deseahan con impaciencia
saber el resultado de la visita noctur
na que se debia hacer en el castillo,
para poder fijar sus ideas respecto a lo
que ellas habian visto y oido de ma
raviiloso dentro de él , aunque tuvie
ron mucho cuidado en no manifestar á
nadie sus deseos.
Efectivamente , por la noche todos
los criados , segun la órden del mar
ques , se reunieron en el salon, lle
vando algunas hachas de viento, y se
dirijieron en número de diez ó doce
hacia el sitio de su destino, precedidos
de Roberto , que marchaba el prime
246
ro con las llaves en la mano, y por
el margues que iba al frente de ellos.
Llegaron en este orden. á una reja
grande de hierro que se abrió por el
centro; y les condujo a un grande pa
tio interior, por el que era preciso
transitar. El piso estaba cubierto de
yerbas sumamente altas, que indicaban
que durante muchos años nadie babia
entrado en aquel paraje solitario, don
de hallaron la puerta principal de la
habitacion del mediodía. Roberto in
trodujo después de muchos esfuerzos
la llave por una cerraja enorme que
estaba cubierta de oriu , que obstruia
e I hueco para metar la llave, y casi
habia ya destruido todos los resortes
interiores, por lo que le costó mu
cho trabajo abrirla : por fiu lo consi
guió, y rodando la puerta sobre sus
goznes, hizo un ruido estrepitoso, j
repetido por el eco á io lejos. Entra-
»
247
ron todos en el salon de mármol ne
gro que Fernando Labia visto algunos
meses antes, en el cual reinaha el ma
yor silencio, interrumpido solo por el
ruido que bacian los pasos y movimien
tos de los de la comitiva. Entonces el
marques , deseoso de desarraigar de la
imajinacion de sus criados las ilusiones
que eran causa de los temores de que
continuamente se veían poseidos, y co
municarles al mismo tiempo la sereni
dad que él (¡ueria manifestar tenia, les
dijo en voz alta lo siguiente:
— »Si es cierto que en este edificio
habitan algunos espiritus infernales,
preparaos á verlos comparecer muy
luego , y disponeos á hatiros con ellos:
los que quieran quedarse á mi servicio,
que me ayuden, y los que no quieran
que vayan enhoramala bien lejos de
aqui á ocultar su vergüenza y cohardia.
Pero yo me temo que no habrá nece-
TOM. i. 17
248
sidad de prohar vuestro valor, porque
el enemigo no se atreverá á presentar
se ; y vereis como no quiere admitir
mi desafío."
Ninguno respondió , y los unos pe
gados contra los otros siguieron al mar
ques , con el sobresalto cu el corazon,
y la palidez en el rr.stro.
Al salir del salon subieron por una
escalera grande á una galeria magnifi
ca , que era tambien la que habia vis
to Fernando. El marques dijo á Ro
berto entonces:
— «Abre esa puerta de la izquierda,
que seguramente ahi dentro es donde
están los duendes, y adora es el mo
mento de manifestar cada uno su va
lor."
Nadie se atrevió á responder : Ro
berto obedeció, pero la puerta no pu
do ¡ibrirs(: por mas esfuerzos que él hi
zo , luista llegar á bacerse una herida
249
en la mano. Todos sucesivamente pro
baron á darle la vuelta á la llave, y na
die lo logró.
— «Eso es el miedo que teneis, les
dijo el marques , que os quita las fuer
zas: dadme la llave, y vereis que pron
to abro yo."
Al decir esto cojió la llave , y probó
á volverla , dando golpes á la puerta,
pero todo fue inútil , pues parecia que
una fuerza superior impidiese por la
parte de dentro que pudiese abrirse.
— «Venid aqui , dijo Mazzini á sus
criados, y todos á un tiempo la em
pujaremos para ver si asi se abre."
Pero como ellos estahan persuadidos
de que aquella resistencia era efecto de
alguna causa sobrenatural , se llenaron
de horror, y nadie se atrevió á obe
decerle.
— «Señor , dijeron ellos, no es me
nester abrirla , ya estamos ahora des
250
engañados de que no hay duendes: per
mitidnos qué nos retiremos."
— »No , yo os lo prohibo , y el pri
mero que se vaya le despido: hemos
de ver á buenas ó á malas qué es lo que
impide que se abra esta puerta. Yo
quiero perseguir a estas fantasmas,
aunque sea bajando a los infiernos.''
Semejante empeño y obstinacion de
terminó por fin a los criados á ayudar
le , y reuniéndose al lado de su amo,
emplearon todos sus esfuerzos para
echar á tierra la puerta. Al primer gol
pe se oyó un ruido espantoso, como si
hubiese caido un peso enorme sobre
el piso , lo que puso en consternacion
á toda la comitiva de criados , tanto
mas cuanto el ruido se habia oido en
la pieza donde pretendian entrar , cu
yo estrépito fue repetido por el eco,
disminuyéndose el sonido á lo lejos.
Los criados echaron á correr cntou
251
ees sin atender á las reconvenciones
del marques , quien convencido de qne
nada lograría con amenazas, los siguió,
y con un tono mas suave, les dijo:
— «Mirad , aqui hay una otra puer
ta , y si entramos por ella , yo sé que
haciendo un pequeño rodeo podremos
ir al cuarto donde no hemos podido
entrar: vamos, pues, y vereis cuan
ridículo es vuestro miedo: yo quiero
que os avergonceis de vuestra debili
dad, cuando conozcais en que consis
te la causa de la resistencia que he
mos hallado para abrirla."
Entonces él se metió el primero por
un corredor largo y estrecho que se
hallaba á mano izquierda : al fin de él
habia una escalenta de cinco gradas
por donde se bajaba á- una especie do
claustro ancho, en el cual encontra
ron varias puertas colocadas á distan
cia igual unas de otras. El marques
252
abrió una de ellas , y entraron todos
en una pieza bastante capaz, que se
conocia habia estado muy bien pintada
y adornada en otro tiempo, pero que
en la actualidad , los años y la hume
dad habian destruido los adornos y la
pintura.
Esta sala comunicaba á una fila de
siete á ocho piezas mas , de forma re
gular y noble, y en el mismo estado de
vetustez que la primera. La última de
ellas era precisamente aquella que no
habian podido abrir, á pesar de los ma
yores esfuerzos. Entrarou pues en ella,
y buscando la causa de la resistencia
que habian hallado , vieron una por
cion de yeso y ladrillos , que se habian
desprendido de las paredes, y estaban
amontonados contra la puerta , impi
diendo que pudiera abrirse: á fuerza
de golpes algunos terrones que se ha
llaban por encima , rodearon y caye
253
ron con estruendo en el centro de la
pieza , lo que causó el ruido terrible
que habían oído.
— «¡Veis, dijo el marques á sus com
pañeros , cual es el motivo de lo que
tanto miedo os ha dado....! ¡Eh! tened
como yo valor para investigar el orí-
jen de estos ridículos portentos, y os
convencereis de que todo lo que atri-
Luis á causas maravillosas, no son si
no efectos los mas naturales y sen
cillos.''
Todos dieron gracias al marques por
el favor que les habia dispensado en
desengañarles , y no deseando ver ya
mas , le suplicaron cesase de continuar
su rejistro.
— »No, les dijo su amo , aun no he
mos concluido; pues si yo dejase de
ex.amin.ir el rincon mas pequeño de
este edificio , sucederá que quizás al
gún dia volverá vuestra imajinacion á
254
preocuparse con otras nuevas mentiras,
y volvereis á turbar la tranquilidad
que yo deseo reine en mi castillo; asi,
para evitarlo, es preciso que mesigais."
Diciendo esto se dirijió con ellos ha
cia la torre de mediodía , por cuya
puerta habían visto salir, segun decian
los criados, la fantasma con la lámpa
ra encendida ; cuando la vieron, no [ru
dieron contener un movimiento de
horror que les sobrecojió , á pesar de
las pruebas que babian dudo de su con
vencimiento.
— «¿Quien de vosotros, les dijo el
marques en alta voz , se encarga de re-
jistrar esta torre1 Pues ú vosotros os lo
ca , ya que sois tos que habeis visto el
duende, y no á mí, que no tengo el ho
nor de conocerle. Vamos, corred ú per
seguirlo, puesto que el valor os ha
vuelto el espíritu que debe tener toda
hombre, y haced ver que nadie debe
255
temer á las visiones- de cualquiera clase
que se supongan ser."
Al oir esto todos hicieron un paso
hacia atras , y apiñándose los unos
contra los otros, guardaron un absolu
to silencio.
— »¿Aun temblais ? volvió á decirles
el marques. ¡Que pobres hombres sois!
abre á lo menos , Roberto , esa puerta,
y que vean donde sale."
Con efecto, Roberto abrió una que
se hallaba á la derecha muy inme
diata, y vieron que salía al campo, por
lo que reconocieron que por allí era
donde habia desaparecido la fantasma.
Cerca de esta puerta, que volvieron
á cerrar, hizo destapar el marques una
trapa que cst ba cuasi enteramente
oculta con la broza , maleza y piedras
que se habían desprendido de la es
calera , y mandó que empezasen á ba
jar por ella, pues seguramente debía
256
conducirlos á algunos subterráneos. La
idea de quedar enterrados en aquellas
bóvedas profundas , á la libre disposi
cion de los espíritus infernales , priva
dos de la luz del dia , y por decirlo asi
en las entrañas de la tierra , les llenó
á todos ellos de un horror tan grande,
que nadie quiso obedecer la orden de
su amo ; y llegó á tal grado su turba
cion, qae hubo algunos que dijeron que
no veían la trapa , sin embargo de que
la tenian á sus pies.
— «Vamos , retirémonos , dijo el
marques, ja seria demasiada inhuma
nidad no tener compasion de vuestra
debilidad. Lo que acabo de hacer por
vosotros , me parece que es suficiente
para convenceros de lo ridículo que es
creer en semejantes visiones noctur
nas, y de la falsa existencia de esos
seres sobrenaturales é imajinarios que
os sobresaltan. Dejo, pues, por con
257
sideracion á vuestro miedo, de regis
trarlos subterráneos; pero si hay al
guno entre vosotros que no esté aun
satisfecho , estoy pronto á bajar con
él para convencerle de su error y de
su necia credulidad.
Lejos de manifestar la menor duda,
todos le agradecieron su bondad por
las molestias que se hahia tomado, y
le aseguraron que estaban plenamente
satisfechos, y que no deseaban ya ver
mas para convencerse de que les ha-
bia engañado su ilusion : volvieron á
cerrar la trapa, y tomaron todos el
camino mismo que les habia conducido
hasta allí , cerrando al paso todas las
puertas que habían abierto , cuyas lla
ves iba guardando el marques. Despues
de haber cerrado tambien la puerta
principal de hierro, que separaba aquel
edificio del resto del castillo , y cuan
do toda la comitiva se hadó en el graa
258
patio , el marques los despidió á to
dos á dormir , y él se fue solo a su
cuarto. Los criados se retiraron á los
suyos precipitadamente , y con la ca
beza ocupada de todo lo que habian
visto.
Nada se bahía adelantado respecto á
las averiguaciones sobre el paradero
de Julia, y aun estaban tan atrasados
como el primer dia , pues cuantos pa
sos dió el marques é hizo dar hasta eu
las provincias mas lejanas, fueron inúti
les. Su furor se aumentaba de cada dia
reas; y no pudiendo persuadirse de que
Emilia dejase de tener intervencion en
la fuga de la rebelde Julia , no cesaba
de maltratarla , llegando al fin hasta
el estremo de mandarla encerrar en su
cuarto presa , hasta que declarase lo
que sabia respecto á la evasion de su
hermana , ó hasta que se descubriese
su paradero. £1 único consuelo que
259
quedaba a la pobre Emilia era la compa
ñía de Mad. de Menon, quien procuraba
distraerla hablando de su hermana Ju
lia, y discurriendo en los medios de que
se habría valido para escaparse , siendo
una muchacha que jamás hahia salido
del castillo, y que no tenia ni conoci
miento, ni esperieticia , ni protector al
guno. Un dia estaban asomadas las dos
á una ventana de su cuarto , hablando
de su conversacion favorita , cuando
vieron llegar al castillo un criado á ca
ballo corriendo á escape , sumamente
acalorado, y el caballo muy sudado.
Inmediatamente se fue á hablar con
el marques, y de allí á poco se espar
ció la noticia por todo el castillo de que
por fm se hahia encontrado á Julia,
que sabian de positivo que estaba es
condida en una cabana , situada en el
centro del bosque de Morentiuo , cer
ca de cuatro leguas del castillo de Maz
260
iin¡ , y que la acompañaha un hermo
so jóven que nunca se apartaha de ella.
Esta última circunstancia sorprendió
mucho al marques , pues habiendo
muerto Hipólito, y estando Fernando
preso , no podia acertar en quien seria
aquel jóven. Al momento que supo es
tos detalles , mandó á ocho de sus mas
valientes criados que tomasen cada uno
un buen cahallo, y que armados de es
padas y pistolas , fuesen á la cabana
del bosque de Morenttuo sin pérdida
de tiempo , guiados por el postillon , á
quien dió un bolsillo lleno de oro en
recompensa de haber sido portador de
tan buena nueva. E1 duque de Lobo,
que volvia en aquel mismo instante de
una caceria , se ofreció á acompañarles
tambien , y todos marcharon inme
diatamente al galope. Lobo les prome
tió a los que ihan con él los mayores
regalos si le daban palabra de esponer-
261
se a los mas grandes peligros, sin te
merlos , para lograr arrancar á Julia
del poder de su seductor compañero.
A las dos horas que habian salido
del castillo , llegaron al bosque, y des
de luego tomaron el camino que con-
(lucia á la cahana indicada, cuya sen
da era muy estrecha y poco trillada,
casi intransitable por los crecidos ar
bustos que la circundahan de ambos
lados. La noche era obscura, y no se
oia mas ruido que el que hacian los
pájaros nocturnos con sus cantos lú
gubres. Reunidas estas circunstancias
á la antigua tradicion que habia de
que en aquel bosque solían reunirse
los ladrones y asesinos en partidas nu
merosas , donde tenian un asilo segu
ro entre su espesura , influyeron en el
espiritu de los criados , para hacerles
perder insensiblemente aquel primer
ardor con que hicieron su promesa al
262
duque ; la mayor parte cíe ellos esta
ban casi arrepentidos de haber salido
del castillo , y pensaban ya que habia
sido imprudencia el haberse internado
tanto ett aquel bosque tan peligroso,
cuando felizmente su .- ¡ i i n , que cono-
cia bien el camino , vió desde lejos una
luz , que todos juzgaron debia ser de
la cabana. Entonces metieron las es
puelas á los caballos , y apresuraron so
paso hacia aquel paraje.
A medida que se iban acercando, el
guia iba reconociendo mejor que con
electo habia llegado al termino de su
destino, hasta que por fm se hallaron
;í la puerta de la cabana. E1 duque de
Lobo y é'i bajaron de los caballos, y
mandaron á los demas que hiciesen lo
mismo, y sin meter ningun ruido se
quedasen á una distancia de veinte pa
sos. Los dos se acercaron á la ventani
lla de la cabana , que estaba entre
263
abierta, y vieron un leñador y sn mu
jer sentados hablando , cerca de una
mesa, sobre la cual habia una lám
para, y algunos restos de una cena
frugal.
— »Es cierto que es muy bueno,
decia la mujer, hacer algun favor á las
personas bien criadas y de cierta clase,
porque sus modales son tan agrada
bles.... ¡Con cjue espresiones tan finas
manifiestan su agradecimiento! y luego,
como son tan jcnerosos ..."
-— »Sobrc todo , contestó el leñador,
esta señorita, ¿has visto que cara tan
bonita tiene? Yo creo que el jóven que
la acompaña está loco de amor por ella."
— «¡Toma! ¿no es muy natural en
sa edad? pero yo me recelo que aquí
hay gato encerrado , y que quizás ha
brá alguna oposicion por parte del pa
dre de ella. Puede ser que quiera ca-
sarln con algun fantasma de viejo rico,
tom. i. iy
264
y sin mas ni mas cata ahi que se lian
escapado. A las muchachas no es bue
no oponerselas. A lo menos nosotros
no tenemos de estas pesadumhies en
nuestra miserable condicion , pues si
nos queremos , nos arreglamos, y nos
casamos en paz."
— «Pero , hombre , ¿tú sabes que
caraza pondrá el bruto (jue qucria ca
sarse con la muchacha contra su vo
luntad , cuando "
El duque de Lobo no pudo conte
nerse , y dirijiéndose a la puerta , em
pezó á golpearla furiosamente , dando
fuertes voces para que le abrieran al
punto.
— «Insolentes , les dijo apenas en
tró , ¿donde está esa fujiliva? ¿donde
se oculta el hombre atrevido que la
acompaña? conducidme a ellos , ó de lo
contrario yo os hare castigar como me
receis."
!
265
El leñador y su mujer quedaron su
mamente aturdidos al ver dos hom
bres armados de pies á cabeza : las
espresiones de cólera y las amenazas
del duque, que estaba furioso, eran
muy propias para intimidarles ; pero
al fin, volviendo sobre sí uo poco el
leñador, les dijo:
— »¿Y que derecho tienen vds., se
ñores, para insultarnos en nuestra pro.
pia casa? ¿Que autoridad tienen vds.
para hablarnos de ese modo?"
— «Venid vosotros aqui."
Dijo el duque de Lobo á sus compa
ñeros; y al momento se llenó la caba
na de hombres armados y llenos de ar
rogancia , porque solo tenían por con
trarios á dospobies viejos, sin fuer
za para resistirse á ellos.
— «Vosotros habeis recibido aqui á
una jóven acompañada de un caballero,
dijo el duque , asi es preciso que in
266
mediatamente me digais dónde es
tán."
— »Es cierto, señor, replicóla mu
jer , que hoy hace seis dias cerca de las
nueve de la noche , estaba lloviendo
terriblemente, y dos personas, asi co
mo V. E. dice, viuieron d pedirnos
por compasion que les diesemos posa
da: con efecto, nosotros los recibimos
con mucho gusto , les dimos á cenar, y
luego se acostaron : al otro dia al ama
necer volvieron amontar á cabillo, des
pues de habernos pagado con jenerosi-
dad, nos dieron gracias, y se despidie
ron marchando al galope. Desde enton
ces ya no hemos vuelto á oir hablar de
ellos; y si V. E. los persigue , sírvale
de gobierno que lo menos están ya de
aqui mas de cuatro jornadas."
— sEsceleutisimo señor, añadió el le
ñador, mi mujer dice la verdad ; pero
si V. E. no está convencido , puede
267
mandar rejistrar la cabana, y se des
engañará."
Con efecto , el duqne y su comitiva
rejistraron con el mayor cuidado toda
la habitacion , el jardin , y aun una
parte del bosque , y al fin viendo que
no ballahan á nadie, preguntaron qué
camino habian tomado los fujitivos.
El leñadorse los dijo , y montaron otra
vez á cahallo cehando á andar de nue
vo (á pesar de que era ya mas de me
dia noche), por la parte mas espesa del
bosque , abandonándose á la suerte,
pues no pudieron volver á encontrar el
camino. Era ya cerca del amanecer,
cuando se hallaron en medio de un
terreno tan agreste y escabroso t que
solo ofrecia á su vista harrancos pro.
fundos, y precipicios horrorosos al p¡e
de los montes. Alli no se oía señal de
habitacion ninguna , y todo el aspecto
de aquel paraje melancólico , indica
268
ba que nunca liabia fijado su morada en
país tan poco agradable ningun ser ra
cional.
Aunque conocía el duque que no era
probable pudiese lograr sus deseos alli,
no por eso seguia su marcha con me
nos ampcño .' por fin , despues de ha
ber andado largo rato, y cuando ya el
sol principiaba su carrera , descubrie
ron una casita, hacia la cual se diri-
jieron inmediatamente. En ella encon
traron una pobre mujer rodeada de
tres chiquillos , á la que le hicieron
varias preguntas , y de sus respuestas
pudieron inferir que un hombre y una
jóven se habian detenido alli el dia an
terior , y que precisamente no podían
estar aun muy lejos. Esta noticia favo
rable aumentó el ánimo del dizque, de
modo que sin detenerse quiso conti
nuar su marcha; pero los que le acom
pañaban le observaron que los caba
269
líos no podian seguir ya mas adelan
te , pues no habian comido ni bebido
durante veinticuatro horas ; y asi fue
preciso ceder á la necesidad , y que
darse en la casita , donde no hallaron
sino algunos manojos de yerha seca pa
ra dar á los cahallos , y los restos de
un pan negro y duro que con dos tazas
de leche , fue el alimento único que
sirvió para todos los viajantes , aunque
el duque se contentó solo con un pe
dazo de pan seco y un vaso de agua.
Cuando concluyeron, echó una mo
neda de oro sobre la mesa , mandó po
ner las bridas á los cahallos, y se pu
sieron otra vez en camino. Bajando por
el monte , descubrieron un hermoso
valle perfectamente cultivado, que pre
sentaha rápidamente un agradable con
traste de la rica naturaleza, con el as
pecto del desierto horroroso y solita.
rio que acahahan de dejar : por los la
270
dos del camino se veia una llanura
que se perdia de vista , cubierta de
frutos y árboles, y fertilizada por el
riego de varios arroyos que cruzaban
por ella. Todo reunido presentaba un
golpe de vista delicioso, terminando
el cuadro un frondoso bosque , en cu
ya espesura descollahan las alias torres
de un anticuo monasterio. El camino
~
CAPÍTULO V.