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JULIA,

DEL

CASTILLO DE MAZZ1NI
NOVELA ESCRITA EN INGLES

Jltaü. *r fUfcrUff.
Traducida del francos al castellano
Por 1. M. P.

TOMO 1'ItiaiERO.

i-s.mApenfa ece wav


1840.
INTRODUCCIÓN.

jF-jim uno de mis viajes por los


países estranjeros , hallé en la
cosia septentrional de Sicilia las
ruinas de un magnífico castillo,
que había pertenecido en otros
tiempos á la familia de Mazzini,
el cual se hallaba situado en el
centro de una pequeña ensena
da, y sobre una colina poco ele
vada, que por una parte se di
lataba hasta el mar, y por la
otra terminaba en un bosqueci-
Jlo cubierlo de árboles frondosos.
El sitio era sumamente agrá-
VI
dable, y presentaba un golpe de
visla muy pintoresco y majes
tuoso al mismo tiempo por las
ruinas, cuyos restos aun conser
vaban cierto aspecto de magnifi
cencia, que acreditaban la opu
lencia de sus antiguos poseedo
res, y que hncian un contraste
particular con la soledad y silen
cio que actualmente reinaba en
ellas. Lleno de estas ideas se cu
brió mi corazon de tristeza y me-
laucolía un dia que me detuve
á contemplarlas, y escilando mis
reflexiones la curiosidad, me in
terné por medio de los escom
bros esparcidos y de las losas y
piedras de que estaba cubierta
la area inmensa del edificio: tras
ladándome uúimajinacionaltiem-
VII
po en que aquellas paredes se
hallaban en su estado primitivo
de esplendor, y en que los sa
lones del palacio eran el asilo del
lujo y la hospitalidad, se me an
tojaba oir las voces de los que
la muerte despues de tantos años
hnbia hecho desaparecer de la
tierra. »Lo misino sucederá, de-
cia yo, con los que actualmente
viven, y el que ahora se balla
sumei jido en la n a_yor miseria,
llegará á ser olvidado lo mismo
que el que n;ida entre el oro y
los placeres." Con el corazon
oprimido por eslas reflexiones,
dando un profundo suspiro, me
alejaba de aquel trisle recinto,
ruando se presenlo á mis ojos
la figura de un venerable reli-
VIII
jioso con la cabeza inclinada ha
cia el suelo, cuya presencia en
aquel sitio era muy análoga al
punto de vista sombrío que ofre
cía la naturaleza : este respeta
ble anciano levantó los ojos al
oir mis pasos, y reparando mi
actitud reflexiva se paró, y vol
viéndose hacia las ruinas, dijo:
»Esas paredes fueron en otro
tiempo habitadas por el liberti
naje y la opulencia, dando un
ejcmplobien man i (i esto de la jus
ticia del cielo; y desde entonces
han quedado abandonadas , sin
que nadie baya pensado en con
servarlas, ni evitar su ruina." Es
tas palabras picaron mi curiosi
dad, y mc impulsaron á supli
car al buen rclijioso tuviese la
IX
bondad de informarme con mas
detalle de los sucesos á que se
referia su discurso. »La historia
de este castillo, me contestó, es
triste é interesante; pero es de
masiado larga y complicada pa
ra que yo os la pueda contar
aqui : si queréis venir á mi con
vento, yo os proporcionaré un
manuscrito que existe en nues
tra biblioteca, donde se halla es-
plicada con mucho detcile por
un hermano de nuestra relijion,
descendiente de la casa de Maz-
zini, quien reunió las aventuras
mas irftp'orlaules de su familia,
y las escribió en un cuaderno,
que al tiempo de s<i muerte legó
á nuestro convento."
Consentí gustoso á acompañar
X
al relijioso á su monasterio, y
cuando llegamos me presentó á
su superior, quien me pareció
ser un hombre de mucho talen
to y carácter bondadoso: tuve
una conversación bastante larga
con él , y mis ideas, adaptándose
con las suyas, me permitió ha
cer un estrado de la historia del
manuscrito que me prestó, y es
el que voy á referir en las paji
nas que siguen , aumentándolo
con algunas circunstancias que
supe por el Superior del con
vento en mi conversacion con él.
JULIA,
ó

LOS SUBTERRÁNEOS

DEL

CASTILLO DE MAZZINI.

CAPITULO I.

A fines del siglo dieziseis poseia el


castillo tle Mazzini , Fernando , quinto
marejues de este nombre, quien lo ha
bitó por algunos años. Era muy cono
cido por su carácter altivo y su amor
violento por las mujeres. Casose en pri
meras nupcias con Lucia Bernini, bija
segunda del conde de Salario, jóven in
teresante por su amabilidad y escalen
tes virtudes ; la cual murió despues de
2
haber dado el ser á un hijo y dos bijas:
su muerte fue en parte ocasionada por
la violencia y mal trato del marques,
quien inmediatamente pensó en buscar
nueva esposa , recayendo su eleccion
en Maria de Villoruo, hermosa en es-
tremo, pero de un carácter enteramen
te opuesto al de Lucia , pues era apasio
nada á las diversiones y libertad , y
muy diestra en intrigas amorosas.
Mazzini, lleno de ternura por su se
gunda mujer , descuidó los hijos que
hubo de la primera , y encargó la edu
cacion de sus dos hijas á Mad. de Me-
nou , una de sus parientas lejanas, mu
jer muy propia para desempeñar dig
namente este encargo.
El campo fastidiaha á la nueva mar
quesa , y solo en una capital era donde
su jculo romanesco podia hallar sus de
licias. Ñápoles fue , pues , la morada •
que elijieron los dos esposos , adonde
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marcharon, llevando consigo al hijo de
Lucía.
A pesar de la altivez del marques,
supo la marquesa sujetarlo enteramen
te á su capricho, luciendole ohedecer
cuando el creia que mandaba; pues todo
el secreto consistia en adular su orgu
llo, y las mujeres poseen muy bien es
te secreto.
El marques de cuando en cuando,
como una vez al año, marchaba al cas
tillo de Mazzini, donde se hallaban con-
finadas sus dos hijas con su directora,
á quien le hacia dar cuenta de sus pro
gresos , indicándole ia conducta que
quería tuviese con sos discipulas. Lue
go regresaba á Ñapoles , y no volvió al
castillo hasta el siguiente año. Las dos
pupilas se hallaban dotadas de escelen.
tes disposiciones para adquirir una edu
cacion perfecta. Mad. de Menr.n habia
pasado toda su vida en medio del bulli
4
cio del mundo; sa alma se ballaha ador
nada de las nias nobles virtudes, su ta
lento había sido cultivado con esmero,
dotada de una dulzura de carácter y de
una paciencia inalterable , sobrepujaba
á la mayor parte de las directoras de
la juventud por un profundo conoci
miento del corazon humano, el que
no puede adquirirse pasando los prime
ros años en la mediania y lejos del tra
to de la sociedad.
Las dos hermanas recibieron al na
cer el jérinen del talento y la virtud,
reuniendo á las gracias de su fisico, el
raro y ¡precioso don de agradar á pri
mera vista.
Emilia , la mayor, era rubia, suma
mente interesante por el candor de su
carácter que habia heredado de su ma
dre , y en sus ojos se veia pintada sa
amabilidad natural ; su carácter era
sensible , bueno y compasivo. Julia sa
5
hermana tenia el jenio nias vivo, unien
do á un esterior mas brillante, una
ímajinacion ardiente que siempre es
taha en actividad. A veces su estremada
viveza la hacia cometer faltas que lue
go reparaha con tanta gracia, que la ha
cian mas amable. Muy á menudo se ar
rasahan sus ojos en lágrimas que su sen
sibilidad le hacia derramar; pero de
alli á un momento , su viveza y aturdi
miento la distraian y borrahan hasta el
menor indicio de aquellos accesos de
melancolia involuntaria : sus ojos eran
de los mas hermosos , su pelo negro y
rizado, su cintura la mas graciosa, y
una fisonomia llena de atractivos, era
la principal gracia de Julia en la auro
ra de su juventud.
Mad. de Menon que hahia tenido una
vida trahajosa y Heria de desgracias, ol
vidaha algunas veces sus infortunios,
cuando se hallaha al latlo de sus sobri
6
nas. Solo con una mirada de Emilia se
consolaba , y Julia con sus vivos ¿ ino
centes caricias, disipaba has! a la misma
memoria de sus penas. Como la mú
sica y el dibujo son dos poderosas dis
tracciones, y Mad. de Menon poseía am
bas artes con igual perfeccion, por ha
berse aplicado á aprenderlas en su ju
ventud, se dedicó á comunicar su co
nocimiento á nuestras jóvenes pupilas,
lo que n.ns bien era para ella diversion
que trabajo. Emilia dibujaba y Julia
tocaba perfectamente el laud , que era
su instrumento favorito.
El castillo de Mazzini era un edificio
grande, pero irregular : parece que en
su principio babia sido destinado á reci
bir aquel numeroso sequito de jentes
que acompañaban á los grandes perso
najes, bien sea en el esplendor de la
paz , ó bien en el estrépito de la guer
ra. Solo una pequeña parte de él esta
7
ba habitada últimamente ; y aun esta
parte tenia cierto aspecto de tristeza y
soledad, causado por la inmensa osten
sion de los cuaitos y las galerías que
conducian á ellos: reinaba una calma
melancólica en aquellos vastos salones,
y muy frecuentemente transcurria una
gran parte del dia sin que fuese turba
do su silencio por el menor ruido.
Julia que manifestaba de cada dia mas
aücion á la lectura , acostumbraba á re
tirarse por las tardes á una glorieta,
donde tenia recojidos los libros que
apreciaba. La glorieta estaba situada en
el ángulo occidental del castillo: desde
una de las ventanas que caian al mar
se descubría á inmensa distancia la cos
ta de Calabria, circundada de peñas
cos que parecian unidos con las nubes:
desde la otra se veía una parte del caá-
tillo y los bosques inmediatos.
La situacion de la glorieta estaba re-
TOM. i. 2
8
tirada ; pero sn adorno interior tenia
elegancia, y consistia en algunas obras
de la invencion de Julia y muchos dibu
jos de las manos de su hermana.
Dentro se hallaban los instrumentos
que usaba Julia para distraerse. Esta
glorieta se comunicaba con su coarto,
y solo la separaba de los cuartos de Alad.
de Mcnon una pequeña galería, á la
que seguia una otra larga y tortuosa
que condneia á una escalera grande , si
tuada al estremo del salon del norte,
por la cual se entraba á las. principales
piezas del castillo.
La habitacion de Alad- de Menon te
nia puertas en ambas galerías, y las
ventanas vista al mar; en uno de los
cuartos pequeños que la componían,
era donde pasaba todas las mañanas. ocu
pada en hacer estudiar á sus pupilas, y
regularmente comían en ia parte baja
del edificio.
9
Un hombre de hastante edad , llama
do Vicente > que hacia muchos años se
hallaha al servicio del marques., y vi
via en el castillo, estaha encargado de
enseñar á las dos hermanas la jeografia
y el idioma italiano.
Durante las hermosas noches del ve
rano , esta pequeña compañía solia ce
nar en. un templete construido ea una
altura situada en. medio del bosque con
tiguo al castillo , desde donde se esten-
dia la vista sobre una llanura inmensa
de tierra y. agua.. Se veia al frente la
costa de Calabria, y una infinitud de
sitios agrestes y pintorescos de Sicilia;
el Etna coronado con sus continuas nie
ves, perdiendose entre las nubes, for
maba una magniliua perspectiva en el
fundo del cuadro. Tambien se distin
guia desde alli la ciudad de Palcrmo,
donde Julia lijaha la vista en sus bri
llantes ¡i'u anudes , figurándose las Le
10
llezas qne debía encerrar aquella ciu-
dad , y suspiraba en silencio , pensan
do que solo por la envidia de la mar
quesa se hallaba lejos de la sociedad del
mundo.
Con efecto, la marquesa, celosa de
la belleza de Emilia y Julia, se apro
vechaba de todo su influjo con el mar
ques para tenerlas encerradas en aquel
desierto ; y á pesar de que una tenia
ya veinte años y la otra dieziocho, ja
más habian salido aun de aquel castillo.
Asi es como vician en la mayor obs
curidad las amables hijas del marques
de Mazzini; pero sin embargo puede
decirse que eran felices, pues como no
conocian los placeres del mundo sufi
cientemente , no sentian la imposibili
dad en que se hallaban de disfrutarlos.
Cuando Julia suspiraba pensando en
lorcuadros agradables que su imajina-
cioiiifts presentaba, ó cuando una vehe»
11
mente curiosidad la impelía al deseo
de conocer la escena animada de que
era testigo, separando pronto de su me
moria todas aquellas ideas ilusorias, vol
vía á entregarse á sus habituales diver
siones, y gustaba de la satisfaccion y
tranquilidad acostumbrada. Eutre los
libros, la música y la pintura repar
tía sus horas , y la mayor parte de las
noches del verano las pasaba en el tem
plete , donde reunida la conversacion
interesante de Mad. de Menon, con el
laud de Julia y la amabilidad de Emilia,
disfrutaban de una especie de felicidad
que solo pueden conocer las almas gran
des y sensibles.
Mad. de Menon tenia mucho talen
to y bondad, lo que la hacia mas apre-
ciable á sus sobrinas, que procuraban
imitarla en todas sus acciones.
Una tarde calurosa que habian cena
do en el templete , de que ya se ha ha
12
blado , la frescura y belleza de la noche
les indujo á quedarse mas tiempo del
qne tenian 'de costumbre. Cuando vol-
Ti'an al castillo, se sorprendieron todos
al ver una luz que se distinguia por las
rendijas de las ventanas de «n cuarto,
situado en la parte del castillo que no
Labia sido habitada durante mucbo tiem
po, y qae permanecia cerrada constan
temente. Todos se pararon para obser
var aquella luz, pero desapareció al
punto. Mad. de Menon, asustada con
este fenómeno , volvia apresuradamen
te al castillo con el objeto de descubrir
la causa de él , cuando encontró á Vi
cente en el salon del norte , y contán
dole loque habia visto, le mandó que
buscase lasllavesde aquella habitacion.
Temerosa de que alguno se hubicra in
troducido en el castillo para rohar, do
minó su miedo en una ocasion en que
creia comprometido su deber, y llamó
13
á los criados del castillo , preparada á
acompañarlos en el examen que dispu
so hacer. Vicente se sonreía de su so
bresalto , y lo atribuyó todo á una ilu
sion causada en su imajinacion por la
obscuridad de la noche que estaba muy
adelantada.
Mad. de Mesou no desistió por esto
de sti idea , y despues de muy largas
pesquisas , se halló por fin una gran lla
ve de hierro cubierta de orin : enton
ces entró con Vicente en la parte Uel
castillo situada al mediodía , acompaña
da d« los criados que se hallaban poseí
dos de impaciencia y llenos de asombro.
Fue puesta la llave en la cerraja de una
puerta de hierro que comunicaba á un
patio , el cual separaba esta division del
resto del cas-tillo: entraron en el patio
que estaba lleno de yerbas, y subien
do por una escalera hallaron al fm de
ella una puerta ancha que quisieron
14
abrir; pero en vano probaron todas las
llaves del castillo, y fue preciso aban
donar aquel paraje sin satisfacer su cu
riosidad ni calmar sus temores : como
todo se halló quieto y la luz no volvió
a aparecer, Mad. de Menon disimuló
su miedo, y todos se retiraron.
Esta aventura hizo una grande im
presion en Mad. de Menon , y pasaron
muchos dias sin que volviese al tem
plete por la tarde.
Habian ya transcurrido algunos me
ses sin ocurrir novedad alguna, cuando
se ofreció de nuevo otro motivo de so
bresalto. Julia se habia quedado basta
mas tarde de lo que acostumbraba en
su glorieta, inducida por la lectura de
un libro interesante: todos los habi
tantes del castillo , escepto ella, hacia
mucho tiempo se hallaban entregados
al sueño, cuando la campana del casti
llo que tocó la una , la distrajo su aten
15
cion , y sorprendida se levantó precipí.
tadamente marchando hacia su cuarto.
La belleza de la noche la atrajo á la
ventana, la abrió, y contemplando el
hermoso efecto cjue hacia la luna sobre
el bosque, se asomó fuera de los cris
tales; pero no permaneció mucho tiem
po sin percibir una débil luz, que le
pareció venia de la parte abandonada
del castillo, lo que le causó un temblor
repentino que cuasi la obligó á caer.
De allí á algunos momentos la luz des
apareció, y Julia vió claramente un
bulto que salia por la puerta pequeña
de la torre con una lámpara en la ma
no, el cual, marchando por toda la
muralla del castillo, desapareció por el
ángulo mas inmediato ¡Juzguese cual
seria su espanto! Corre inmediatamen
te al cuarto da Mad. de Menon , y le
cuenta esta aventura. Llaman á todos
los criados, y resulta jeneral la confu-
16
sion. Todos se reunieron en el salon;
Mad. de Menon propuso ir á rejistrar
las inmediaciones de la torre y entrar
en ella; pero ningun criado se atrevió
á semejante paso, pues el miedo los te
nia á todos acohardados.
. En esto llegó el bueno de Vicente,
á quien inútilmente habian Mamado por
hallarse ocupado en cierta cosa. El se
sorprendió al encontrar toda la casa en
movimiento, y mucho mas cuando le
dijeron la causa del temor de que to
dos estahan poseidos. Vicente repitió
la órden á los criados de rejistrar el
castillo , y poniéndose al frente de
ellos lo recorrieron todo, sin dejar de
tener algunos sustos que les llenahan
de espanto; al fin volvieron sin haber
hallado nada de extraordinario despues
de una larga pesquisa.
Pero como las personas pusilánimes
y crédulas no se tranquilizan con faci
17
Hdad , quedó en la imajinacton de to
dos los criados una impresion de hor
ror muy vehemente , y se pregunta
ban unos á otros lle'nos de miedo y cu
riosidad , ¿que podia ser aquella luz
aparecida "en un paraje inhabitado?
¿quien era aquel hombre que había sa
lido de la torre? ¿con que encanto ha-
bia desaparecido á la vista de todos?
Estas observaciones repetidas, que exa-
jerahan y aumentahan los «abitantes
del castillo , hicieron creer á todos que
las piezas del mediodia , y particular
mente la torre , estahan habitadas por
entes sobrenaturales, como encantado
res, duendes, májicos, ó almas en pena.
¡Con qne satisfaccion v gusto vieron
todos los primeros rayos del sol , des
pues de haber pasado el resto de la
noche juntos en el saíon ! Las fantas
mas creadas por su imajinacion iluso
ria , se disiparon al par de la sombra
18
de la noche. El sol , ese astro benéfi
co, no solo se contenta en vivificar la
naturaleza, iluminarla , dando calor á
la atmósfera y todas las causas de la
vida, sino que facilita á mas á nuestro
espiritu su euerjía alterada por las ilu
siones nocturnas, volviéndonos el valor
y la tranquilidad.
La noche siguiente , y durante otras
muchas , sin emhargo que hicieron va
rias pesquisas por las cercanias de la
torre y de las habitaciones del medio
dia , nadie vió nada. El viejo Vicente
capitaneaha casi siempre estas rondas,
y animaba con su presencia á los cria
dos, quienes ;i pesar de cuanto pudiera
hacerse ó decirse, no por eso dejaron
de estar bien persuadidos de que ha-
bia apariciones de almas en el castillo.
Aunque Mad. de Menon estaha muy
lejos de tener la misma opinion , sin
embargo resolvió dar parte al marques
19
de Mazzini de todo , reclamando su
presencia, si algun objeto estraordina-
rio volvia á difundir la consternacion
en el castillo. *
El marques vivia en Ñapoles entre
gado enteramente á los placeres, y ape
nas se acordaba de sus hijas ni de su
respetable directora. Ocupado en la
educacion de su hijo , que correspon
día con fruto á sus tiernos afanes , re
posaba sobre él su orgullo , asi como
habia dejado reposar su amor sobre la
segunda esposa ; pero este amor no era
recompensado con una sincera corres
pondencia por una mujer coqueta y li
bertina, que habia tenido ya un mi
llon de aventuras amorosas , á quien
la opinion jeneral le atribuia una infi
nitud de amantes, y la opinion no se
engañaba , pues solo con que la pre
sencia de un jóven fuese buena, y ma
nifestase algun mérito personal, basta
20
ba para ser el objeto Je sus desees, si
guiendo luego las declaraciones amoro
sas de la marquesa , quien de cada d¡a
obscurecia nias y mas la venda que cu
bria' los ojos de su crédulo y coufiado
marido.
El conde de Vereza era un jóven
de uiia hermosa presencia, que se ha
cia mas interesante por so. aspecto no-
ble, su talento., su' fina educacion y re
serva; éste, pues., trastonuS la eaheza
y el coraion de la marquesa, que em
prendió su conquista. Pero él se ma
nifestó insensible, resistiendo á los pri
meros ataques : la marquesa insistió, y
fue preciso que se declarara casi abier
tamente. Nuestro jóven rechazó con
respeto sus declaraciones amorosas, y
la marquasa( llegó á desesperar de su
triunfo. Hasta entonces su hermosura,
su opulencia y su clase le habian atrai
do mil adoradores, que todos volaban
21
á sujetarse á sus cadenas, considerándo
se por dichosos si merecian su eleccion,
y por muy venturosos los que logra
ban sus favores. La resistencia del con
de fue un golpe tjue trastornó todas
las ideas do una coqueta como la mar
quesa, que estaba acostumbrada á triun
far siempre. El conde , sensible á la
voz del honor, pensó que gozando de
la estimacion del marques , y unido
íntimamente con su hijo, no podía en
tablar una intriga fraudulenta' con la
esposa del mio y madrastra del otro.
En aquel tiempo el viejo Vicente ca
yó enfermo en el castillo de Mazzíni.
Su naturaleza se iba aniquilando, y el
ataque fue mortal; por lo cual los me
dicos le previnieron que* se preparase
para su fin. El solicitó hablar con el
marques, á quien, segun decid , tenia
que comunicar una cosa muy intere
sante , y en consecuencia despacharon
22
un estraordinano á Ñapoles. Ademas
de los dolores físicos, producidos por
su situacion, padccia una tristeza y aflic
cion continua. Muchas veces se le oia
suspirar en su cama , y al parecer el ar
repentimiento y los remordimientos
destrozahan su corazon. En los últimos
momentos de su vida pidió un confe
sor, y estuvo mucho tiempo encerra
do con él. Luego le administraron los
socorros de la relijion, y conociendo al
fin que ya no le quedahan sino muy po
cos instantes de vida, suplicó á Mad.
de Munon que le hiciera la última vi
sita. Cuando ella entró en su cuarto se
cubrió la frente del enfermo de un su
dor frio, y le costó mucho trahajo po
der levantar 1os ojos para mirarla. Hi
zo entonces una seña para que le de
jasen solo con la señora , y todos los que
le servian se retiraron Entonces, ha
ciendo un esfuerzo para vencer su oprc-
23
sion , y pronunciar algunas palabras,
logró articular cou una voz tlolorosa las
siguientes:
— «Señora , yo esperaba que el mar
ques llegaria antes de que espirase, pero
me he engañado. El cielo, a quien yo he
invocado, ha desechado las plegarias de
un miserable cubierto de crímenes....
¡Cuantas cosas tengo que decir á vmd.,
señora! ;Q„e secreto tan importante
voy á confiaros! No, nunca tendré bas
tante ánimo para hacerlo."
— »No os alujais tanto, Vicente, le
respondió aquella respetable señora;
Dius no abandona jamás a las criaturas
débiles- y aunque hayais cometido al
gunas faltas, ya sabeis que su miseri
cordia es infinita, y un arrepentimien
to sincero...."
— »No señora, el arrepentimiento
no basta, es preciso reparar los daños....-
oíd unos hechos increíbles, y recibid
IOM. I.
24
en vuestro pecho nna declaracion que
solo á vos puedo hacer. EQ las habita
ciones del mediodia...."
Un desmayo repentino le cortó la pa
labra , y nada hastó para suspender el
iin de su existencia, que exhaló en el
último suspiro.
Su muerte no tenia nada de estraña
por si , pues la vejez la habia ocasiona
do; ¡ pero una conversacion tan inte
resante , suspendida en el instante mis
mo en que iban A aclararse tantas du
das y fijar tantas conjeturas....!
Mad. de Munon mandó que se hicie
sen á Vicente sus exequias, y cuando
se retiró á su cuarto, reflexionando so
bre Ius circunstancias de aquella esce
na, resolvió guardar un grande secre
to y ocultarla sobre todo á sus sobrinas.
Sin emhargo, bien recordaba que cuan
do el marques la puso en posesion del
.castillo, al tiempo de darle las llaves
25
de todos los cuartos de la parte que es
taha habitada , le dijo que las de las ha
bitaciones del mediodia , que debian
quedar sin ocupar, se habian estravia-
do ó perdido. Como no la dominaha la
curiosidad , hasta entonces uo Labia to
rnado grande empeño por hallar medios
para visitar aquellas piezas solitarias, ni
tan solo le habia ocurrido jamás; pero
reuniendo en su ¡majinaciou tantas ocur
rencias y apariciones recientes , con el
discurso enigmático de Vicente , no pu
do prescindirsc de entregarse á las mas
profundas reflexiones sobre aquel mis
terio singular.
E1 marques llegó al castillo al otro
dia de la muerte de Vicente, y luego
que se acercó á la puerta estcrior,
echó pie a tierra , y fue acompañado
por algunos criados que salieron á re
cibirle. Una cierta inquietud J impa
ciencia que se advertia en su fisonomia,
26
sorprendieron á Mad. de JVlenon y sus
des pupilas, quienes lo recibieron en
el salon del castillo. Preguntó con mu
cha ansia por Vicente, y Mad. de Mc-
non le dijo que á su muerte habia pre
cedido una conversacion , que única
mente podia confiar a él solo : enton
ces Emilia y su hermana se retiraron.
La turbacion y el mal humor del mar
ques iban de aumento , hasta que su
po que la muerte repentina de Vicen
te habia impedido que se divulgasen
aquellos secretos que parecia no le eran
desconocidos. Se arrojó sobre una silla,
y fijo muchas veces á Mad. de Menon,
dirijiendola unas miradas penetrantes
y llenas de malicia. La bizo algunas
preguntas , á las que ella respondió con
el acento de injenuidad y calma de es
píritu, que bastó para persuadirle de
que no sabia sino lo que habia visto ú
oido decir, y que no habia tomado in
27
teres en averiguar mas. Sin embargo,
ella le hizo presente que habia motivo
para creer que en las habitaciones del
mediodía existian algunos objetos inte
resantes y dignos de atencion; pero el,
cortando de repente la conversacion,
dejó a Mad. de Menon , y se entró en
el cuarto de Vicente, donde se quedó
muchas horas cerrado y solo. Un cria
do del castillo llamado Roberto, al cual
el marques habia dirijido algunas pre
guntas , le contestó que Vicente habia
sido enterrado en la iglesia del conven
to de S. Nicolas, por ser la mas pró
xima. Con este motivo le pareció que
era buena ocasion para decir algo de
las apariciones, la luz y los duendes
que tanto habian atemorizado á él y
á sus compañeros ; mas el marques con
una mirada severa contuvo su gana de
hablar , y le prohibió bajo pena de
ser despedido en el instante de ha-
28
cer conversacion con nadie de seme
jantes asuntos.
Cuando supo cuanto habia sucedido
relativo á la muerte de Vicente , se
marchó el marques otra vez á Ñapo
les; pero una circunstancia solemne le
obligó á volver pasados algunos dias al
castillo de Mazzkii.
Su hijo Fernando, hermano de Emi
lia y de Julia, iba á entrar en su ma
yor edad, y esta época debia celebrar
se con una funcion de familia, la cual
dispuso el marques que fuese en el cas
tillo , y asi se proporcionaba la ocasion
de reunir á sus tres hijos, y de que se
conocieran mutuamente , pues habían
sido separados desde niños á la apoca
de la muerte de su madre.
Si debe envanecerse un padre por
el mérito de sus hijos, al marques cier-
tan e.ite se le podia disimular esta de
bilidad , porque el jóven Fernando re
29
nuia al talento , gracias y amabilidad,
una figura agradable y modesta , y to
dos lo consideraban como digno suce
sor de sus antepasados, y acreedor á
ocupar algun dia los grandes empleos
á que le llamaba su clase.
Sus dos hermanas, bajo la direccion
de Mad. de Menon , poscian las virtu
des y las graeiis con la mayor perfec
cion, á que agregada la amabilidad de
su trato, las constituian las dos perso
nas mas interesantes de Ñapoles. La
existencia monótona y solitaria que ha
bian tenido hasta entonces, iba á re
cibir nueva vida con la venida del mar
ques, y á las fiestas brillantes que ha-
bia hecho disponer. Su esposa llegó
despues acompañada de la juventud mas
elegante de Ñapoles, y el conde de Ve-
reza tambien prometió que seria de la
partida.
Aunque bien ajenas de toda vanidad,
30
sin embargo las dos hermanas pusieron
mas cuidado en sus adornos de lo que
acostumbraban, deseosas de agradar en
medio de la brillante sociedad de la
marquesa. Mad. de Menon habia teni
do buen cuidado de instruirlas perfec
tamente y con juicio en el dificil arte
de hacer una buena tígura. Aquella ti
midez, hija de la modestia y .de cierta
desconfianza de sí propio, que tan bien
sienta á una joven, precisamente debia
atraerles la atencion de todos, hacién
dolas dueñas de la voluntad de cuantos
las trataran.
Julia particularmente, que en cual
quier cosa por pequeña que fuese ha
llaba un nuevo motivo de distraccion y
diversion; una flor, un pájaro, una
friolera, todo la interesaba: esperaba
con macha impaciencia el momento de
la llegada de su querido hermano, á
quien jamás habia conocido, y que tan
31
ta ansia tenia de conocer; y cuando
comparaba la vida insípida y monótona
que hasta entonces habia pasado, con
las ilusiones agradables que su imaji-
nacion le presentaba, llegó á persua
dirse que desde entonces que entraba
en la sociedad del gran tono, empeza
ba su existencia, no habiendo aun dis
frutado sino de dias tristes y obscuros.
Se hallaban distraidas con semejan
tes ideas las dos amables hermanas,
cuando un grande estrepito de coches
y caballos les anunció desde muy lejos
la llegada al castillo del marques, su
esposa, Fernaudo, y demas amigos que
los acompañaban : apenas entraron eu
los patios , cuando una porcion de mú
sicos que habian venido con ellos, anun
ciaron con sus instrumentos el arribo
de los señores del castillo.
Julia observaba con atencion todo el
aparato de la comitiva desde una ven
32
tana de su cuarto, que estaba bastante
lejos, y su corazon palpitaba de gozo á
la vista de objetos que le eran descono
cidos.
Las salas y los patios se llenaron in
mediatamente de jente y de ruido, y
aquellos sitios, que hasta entonces ha-
bian sido solitarios y melancólicos, bri
llaron con nuevo esplendor. Todos los
aspectos se animaron manifestando su
alegría , y basta el marques mismo, ol
vidando á ratos su melancolía , se son
reía de cuando en cuando, aparentan
do gozar de la satisfaccion jeneral.
La marquesa rodeada de los caballe
ros jóvenes italianos, entre los cuales
se distinguia el conde de Vereza , pa-
recia como sorprendida justamente por
aquel espectáculo , del cual no tenia aun
ni la sola idea , pues nunca habia esta
do en Mazzini. Julia al momento repa
ró que un jóven hermoso daba la rna
33
no á la marquesa para bajar del coche,
al entrar en el patio. Su primera idea
fue que aquftl joven puede que fuera
su hermano , lo que la hizo pensar cuán
facil le seria obedecer á las insinuacio
nes que seguramente le harían sus pa
dres, de amarlo y quererlo. ¡Que im
presion hace en nosotros la primera idea!
•ella fija cuasi siempre la felicidad, ó el
infortunio de toda nuestra vida.
El marques hizo llamar a sus dos hi
jas y á Mad. de Menon , las que haja
ron de su cuarto y fueron recibidas por
el marques, que las presentó á los con
vidados que se hallahan en el salon dis
puesto para recibirles. Un murmullo de
aprohacion jenera) se oyó al verlas, y
todos hicieron mil alabanzas de su her
mosura : la marquesa las acarició mu
cho., y Mad. de Menon recibió á todos
con la mayor atencion.
Emilia y Julia deseahan en gran ma
34
nera conocer á su hermano, basta que
llegó el turno de saludarle: ¡ah, no era
el jóven que Julia habia visto desde su
ventana! Fernando, el verdadero her
mano , era alto y bien hecho ; su aspec
to era noble , y sus miradas tiernas y
cariñosas: ¡pero no era el amable des
conocido! Los tres hermanos se abra
zaron tiernamente repetidas veces, y
este dia se concluyó por una esplendi
da cena que siguió á un concierto de
música brillante.

CAPITULO II.

P
Xor fin llegó el dia señalado para la
fiesta ,'y las dos hermanas, que con tan
ta impaciencia lo habian esperado, iban
á ver verificadas las ilusiones lisonjeras
que habia creado su imajiuacion. Par
ticularmente Julia , que estaba dotada
35
de una sensibilidad mas facil de exal
tarse que la de su hermana , se hallaba
comhatida poruna multitud de ideas de
temor y de esperanza , causadas por una
sensacion desconocida aun para ella, que
le habia inspirado el conde de Vereza,
la cual no podia ella comprender.
Todos los nobles de las cercanias fue
ron convidados con la mayor ceremonia,
y el marques dispuso que desde la ma
ñana estuviesen abiertas todas las puer
tas del castillo, y que sus vasallos y los
habitantes de los pueblos vecinos, go
zasen de la libertad de pasear por sus
jardines, sin ser incomodados en la me
nor cosa. Varios buenos artifices habian
adornado durante la noche los principa
les cuartos con pinturas, muebles, y
una multitud de alhajas que habian he
cho venir de Ñápoles. Los amos, los
criados , las mujeres , los curiosos , se
paseahan por todo el castillo formando
36
nn movimiento jeneral , y respirando
el gozo y los placeres de la alegría, don
de antes reinaha la soledad, el silencio
y la melancolia. El marques se habia
propuesto al parecer, manifestará los
ojos de sus amigos y sus vasallos, los
milagros producidos por arte ruájico ó
encantadoras, y afectaba tomar interes
en la alegria jeneral , aparentando cier
ta conmocion cuando oia los acentos de
una música melodiosa que se ejecuta
ba en las habitaciones y en los jardines:
á veces mostraha un rostro alegre y afa
ble á todos los que le saludahan y le di-
rijian los cumplimientos regulares, pe
ro involuntariamente , y cuando se ba
llaha separado de todos y sin testigos,
las facciones de su cara tomahan un as
pecto en que se advertia el dolor, la
displicencia, y quizás los remordimien
tos tjue ajitahan su alma y destrozaban
su corazon; ocupando su ¡tnajiuacion
s:
de modo, que le preocupahan hasta ha
cerle olvidar que se hallaha en la con
currencia agradable de que estaha ro
deado.
Bien se puede figurar cuáles serian
las diversiones de aquel dia, reducien
dose á mutuas enhorabuenas por las
circunstancia de entrar en su mayor
edad Fernando , á pasearse por el jar-
din , y á una comida esplendida , que
fue lo que ocupó el tiempo hasta que
se hizo de nocbe, y cuando llegó ésta,
un magnífico haile, cuya diversion en
la sociedad es seguramente la mas ani
mada , y puede decirse la mas univer
sal , dió lin á aquel festivo dia.
La marquesa se presentó en el haile
con el mas brillante lujo: su cabeza
parecia que ardia por la infmitud de
diamantes con que estaha adornada.
Cuanto es ¡majinable para hacer resal
tar mas su hermosura, todo lo empicó
38
en esta ocasion , prendiendose con la
mayor elegancia y descoco.
Las dos hermanas Emilia y Jnlia so
lo se valieron de su juventud y de la
naturaleza para parecer bien; un ves
tido á la siciliana les dibujaba el perfil
de su hermoso cuerpo, y sus cabellos
rizados naturalmente, estaban prendi
dos con una sarta de perlas. Todo su
traje era sencillo y honesto como su
corazon ; pero siendo asi , atrajo la ad
miracion y amor tras sí. La marquesa
sorprendia y parecía que dominaba to
das las atenciones; pero una inclinacion
invencible las dirijia hacia Emilia y su
hermosa hermana. Todos las miraban
como si no hubiesen otros objetos pre
sentes, y los ojos de los concurrentes
permanecieron fijados sobre ellas du
rante toda la funcion.
Fernando y una hermosa jóven na
politana, llamada Matilde Constanza,
39
rompieron el haile. Emilia bailó en se
guida con el marques de Fareto. No es
dificil de figurarse el gusto y sobre
salto que sintió Julia cuando llegó su
turno.
El conde de Vereza, aquel mismo
jóven que habia fijado su atencion con
tanta complacencia, la suplicó que se
dignase hailar con él. Ella aceptó su
oferta con gracia, y le presentó la mano.
Antes de que la orquesta empezase á
tocar, se levantó un murmullo de ad
miracion en toda la sala al ver su her
mosa cabeza colocada sobre dos hom
bros de alahastro, un cuello torneado
perfectamente, y una fisonomia intere
sante, donde aparecia á un mismo tiem
po la modestia, la amabilidad y la es-
presion sencilla de la mayor satisfaccion.
Pero cuando hizo los primeros pasos,
todos dirijieron la atencion á la union
Iijera y perfecta de aquella pareja de
ToM. I. 4
40
jóvenes , que podia servir de modelo á
arabos sexos. Ya habian concluido de
bailar, y Julia estaba sentada al lado
de Emilia , y aun la buscaban todos los
espectadores en el mismo lugar en que
acababa de ejecutar un baile siciliano.
Un grande silencio siguió á los infinitos
aplausos que se atrajo nuestra heroina
por la sorpresa y el placer que propor
cionó á todos.
La brillante Mad. de Mazzini no ha
bia previsto que las bijas de su marido
la privarían de una parte de los obse
quios que ella esperaba la prodigasen.
'Como era creible , con efecto, que
dos muchachas educadas en el centro
de una soledad aislada y lejos de la ciu
dad, podian comparecer ventajosamen
te en una reunion compuesta de la ju
ventud mas fina de Ñapoles! ;Por don
de debia temerse la mujer mas admi
rada cu aquella capital, hallarse burla
41
da por dos jóvenes que figuraban en un
mundo nuevo para ellas por la prime
ra vez de su vida! Lo que mas irritó
á aquella orgnllosa beldad fue la conti
nuacion de atenciones, obsequios y fi
nezas que el conde de Vcrcza dispensó
á su compañera de baile durante toda
la noche, pues enteramente entregado
a las dulces y primeras sensaciones que
Julia le inspiró, no cesaba ó bien de
buscarla, ó bien de contemplarla, no
atendiendo mas que á sus miradas, y
observando solo sus movimientos.
"Debe tenerse presente que la mar
quesa se ballaba apasionada del conde
de Vereza , y que á pesar de que ella
le hizo conocer perfectamente cuan fa
cil le hubiera sido á aquel jóven obte
ner cuanto deseaba , ninguna de sus
declaraciones le habia surtido efecto.
Viendose, pues, despreciada por el ob
jeto de su insensato amor , y siendo tes
42
tigo al mismo tiempo de las ventajas
que lograha su rival , estando cierta por
la penetracion de sus miradas, de que
Julia corresponderia , ó qnizás ya cor
respondia á las ideas del conde , se en
cendió por todos estos motivos reuni
dos el furor y el fuego de la venganza
en su alma. Desde entonces los deseos %
amorosos, las dulces esperanzas de un
corazon abrasado , fueron reemplaza
das por las pasiones de odio y aborre
cimiento mortal. El conde , ¡I quien ella
adoraha, se le presentaha como su mas
cruel enemigo: Julia, la inocente y sen
sible Julia , se le figuraha una jóven
atrevida, una mujer criminal, objeto
de su furor y de toda su venganza. Sin
emhargo, ella aparentó disfrutar de la
misma admiracion que a todos habia es
citado, y llevó el disimulo hasta diri-
jirle algunas espresiones lisonjeras y ca
riñosas. Pero el veneno del odio no por
43
eso dejaha de arraigarse hasta en lo mas
profundo de su corazon , y la violencia
que se hacia, manifestando una falsa
ternura á aquella hermosa jóven , au
mentaha las impresiones de sus celos y
furor.
A media noche se abrieron las puer
tas del salon de haile que salian al jar-
" din , y todos los concurrentes con aque
lla confusion que acompaña á semejan
tes diversiones, pasaron por la alame
da principal para entrar en el parque,
donde el marques habia hecho prepa
rar una nueva sorpresa y nuevas diver
siones. Las pirámides y guirnaldas ¡lu
minadas que se hallahan alli colocadas,
suplian á la luz del dia. Varios fuegos
artificiales de diferentes colores presen
tahan un golpe de vista pintoresco y
orijinal , y una música invisible contri
buia á perfeccionar aquella reunion de
ilusiones. Todos los jóvenes se espar-
44
cieron por las alamedas. El conde bas
caba la compañía de Julia, pero ella pro
curaba no encontrarse con él , aunque
con disgusto; y para distraer su cora
zon, que se ballaba lleno de afectos
que le eran desconocidos, y evitar la
admiracion jeneral , tan pronto se pa
seaba sola ó con su hermana en los an
denes menos iluminados del parque , co
mo tomaba el brazo de su hermano Fer
nando, d quien hacia mil caricias. El
marques estaba muy satisfecho de la
union que reinaba entre sus tres hijos,
'v los contemplaba con ternura, lleno de
sensibilidad paternal. Su tristeza habi
tual se hallaba interrumpida á menudo
con el espectáculo de esta union.
En cnanto á su esposa, la cual no po
dia sujetar la impresion de celos que le
habia ocasionado el triunfo de Julia, y
los constantes obsequios que el conde
de Vcrcza la dirijia continuamente, se
45
retiró del bosquccillo , y se fue á una
glorieta que estaba iluminada y rica
mente adornada, donde se habia pre
parado lacer.a, en la que se hallaban
varias personas clejidas , y entre ellas
el conde de Mariani. Este era un caba
llero de una edad algo avanzada , que
habia vivido en las mas brillantes cor
tes de Europa , y que poseia una admi
rable política , haciendo gala de tener
muy buen gusto y finura , á quien le ha
bia parecido Julia una jóven interesan
te bajo todos titulos. Era uno de aque
llos hombres de talento y divertidos,
que están en posesion de poderlo decir
todo, v acompañar sus reflexiones con
cierta malicia y gvaeia que no ofenden.
— «El conde de Vcreza, dijo él, cor
re grande peligro de dejar aqui su li
bertad , y ya vereis como la hermosa
Julia ha inflamado aquel corazon tan
altivo y difícil de vencer; pero al fin,
46
¿ quien se atreverá á motejar á estos dos
jóvenes por su mútua inclinacion? Todo
parece que debe reunidos, y cualquie
ra al verlos diria que están Lechos el
uno para el otro. Amable marquesa,
vamos, pongamos todos los medios pa
ra unirlos mas, y que se vea en Ñápo
les una pareja venturosa á mas de las
que hay. Yo creo que el conde me agra
decerá todo lo que la amistad que le
profeso me dicte para contribuir á su
felicidad."
Con estas chanzas y buen humor el
conde Mariani entretenia la conversa
cion de la cena; pero estas chanzas,
¡cuanto incomodahan á la marquesa!
Por tanto, era preciso que concluyera
una conversacion que la disgustaha.
— »A la verdad , querido Mariani, le
contestó ella, haceis muy inutilmente
la apolojía de la ternura del conde de
Vercza', pues yo creo que él huye de
47
una pasion seria , y el yugo del matri
monio le es muy temible. Con sus cua
lidades brillantes y su carácter muda
ble , mas bien prefiere las diversiones
de Ñápoles , y ocupa con mas gusto el
tiempo y su inclinacion con las belle
zas de aquella capital ; y estoy cierta de
que es hacerle poco favor el creer que
tenga algun proyecto de entablar una
pasion seria ni de ligarse formalmente."
— «Defiéndase vi\. mismo, conde (le
dijo Mariani al conde de Vcreza , que
entraha entonces en la glorieta), porque
aqui os atacan. La marquesa supone que
sois inconstante y mudable. Yo he que
rido abogar por vuestra causa; pero aca
han de cerrarme la boca."
— »Yo ignoro , le respondió Vere-
za, cómo y porqué faltas involuntarias
estoy tan mal en el concepto de la se-
ñora , y no creo que haya dado motivo
á que se me atribuya el vicio de la iu
43
constancia. Al contrario, añadió miran
do con ternura á Julia, estoy seguro
que desde el instante en que yo ame,
aquella primera pasion reinará en mi
corazon mientras viva."
— »Ya es tarde- señores, dijo repen
tinamente la marquesa : el dia ha sido
pesado, aunque divertido; pero tambien
las diversiones fatigan como todo lo
domas, y vds. nos permitirán que nos
retiremos."
Con efecto todos se retiraron , y ca •
da uno entró en su cuarto; Julia cuan
do se vió sola en el suyo, se entregó
enteramente á las reflexiones que le su-
jeria cuanto habi.a visto y sentido du
rante aquel dia. Conociendo cuan vio
lenta era la impresion que habia hecho
en su corazon el conde de Vereza , y
asegurada de ella , recordaba con gusto
todas las menudencias de la conducta
que el conde habia tenido con ella: sus '
49
espresiones, sos miradas, y hasta sa
mismo silencio, ¿eran pruebas suficien
tes Je la correspondencia de! conde?
aquello que ella creia eran señales de
ternura y amor, ¿serian quizás actos
de pura urbanidad? ¡amar sin ser ama
da! ¡ que situacion tan dolorosa para un
tierno corazon que aina por la primera
vez! Reflexionando despues sobre el es
tado del conde adornado con las bellas
cualidades de juventud , buena presen
cia y educacion lina , no podia persua
dirse que no hubiese aun hallado una
mujer que le interesase y que corres
pondiese a su cariño ¡Corno era posi-
hle que hubiese esperado para sentir los
primeros fuegos del amor, el ballar á
la fcnsible Julia en el castillo de Maz-
zini! ¡Cuantos disgustos la esperaban si
su suerte la destinaba á amar un hom
bre que ya estaba comprometido cu otra
pasion !
50
En toda la noche podo cerrar los
ojos ; y el sol la halló- despierta y fati
gada con sus reflexiones: por lo que se
levantó al salir el alba , y sin intencion
determinada, se vistió aquel dia con
mas cuidado de lo que acostumbraba;
cuando concluyó, se puso á leer espe
rando que llegase la hora del desayu
no. Su lectura fue muchas veces inter
rumpida por las ideas que la teniau dis
traida, hasta que por fin la campana
del castillo la sacó de sus reflexiones,
y se presentó en el salón donde todos
debian reunirse; pero antes Julia ha-
bia entrado á buscar á Emilia á su cuar
to , y bajaron juntas; aunque era su
amiga íntima y la depositaría de todos
sus secretos, no le dijo nada de cuan
to sentia interiormente , pues aun ella
misma se avergonzaba de su debilidad.
Las dos hermanas fueron las prime
ras que entraron en el salon, y despues
51 *
fueron entrando todos consecutivamen
te. El marques su padre, que estaba
mas triste y melancólico que nunca , les
dió los buenos días de muy mal humor.
El recibimiento de su mujer no fue mu
cho mas cariñoso. Fernando, Vereza,
Mariani y los demas convidados llega
ron tambien. Julia no se atrevía á di-
rijir los ojos hacia donde estaba el con
de , pues le parecia que una sola mira
da, aunque fuera involuntaria, iba á
descubrir su secreto.
El segundo dia se consagró entera
mente al placer y las diversiones como
el anterior, y por la noche hubo un
gran concierto de música ejecutado por
todos aquellos jóvenes. Fernando tocó
el violin, y el conde acompañó á Julia
con la flauta, que tocó perfectamente
una sonata nueva. Al pronto ella se pu
so á temblar; pero sosegándose poco á
poco, adquirió mas firmeza, y lo ejecu
52
tó con mucha biillanlcz , y parecia que
su alma la tuviese repartida entre sus
dedos. El concierto se concluyó por una
aria que cantó Julia con un tono tan
interesante , que escitó la sensibilidad
de todos hasta el estremo de hacerles
derramar lágrimas al fin de ella. En
tonces hubiera sido buena ocasion pa
ra que conociese Julia la situacion del
corazon de Vereza , sino fuese por la
inesperiencia e inocencia virjinal de
ella. Aquel joven, atraído por la vio
lencia de la impresion que acababa de
recibir, se olvidó de que se hallaba en
medio de una sociedad numerosa, y que
todos tenían ¡os ojos lijados sobre él.
Abandonado enteramente á la dulce
sensacion que le causaba Julia, la con
templaba apasionado, y no se satisfa
cia de verla y admirarla. Ya iba ;í pos
trarse á sus píes y jurarla un eterno
amor, cuando saliendo de su estasis re
53
flexionó cuan imprudente , ridicula, y
quiz ¡s peligrosa hubiera sido esla ac
cion.
La noche de este dia fue tan turbu
lenta para nuestros dos amantes , como
la anterior. Julia no halló un momen
to de reposo cu toda ella. Ilahia deja
do abiertas las ventanas de su cuarto
para disfrutar del fresco y de la hermo
sura de la noche, y gozaba en medio
de su desvelo de la calma y el silencio
de ella , cuando fue distraidarde su me
lancólica situacion hacia las dos de la
mañana por uo lijero ruido que oyó,
causado por los pasos de una persona
cjue atravesaba una de las calles de ár
boles del jardín, y se acercaba á las ven
tanas de su cuaito. Entre la obscuri
dad de las persianas, que ya habia ba
jado, procuró descubrir quién podía ser;
pero como aquel desconocido estaba
embozado con una gran capa , era diti
54
cil conocerlo. El se acercó al pie de las
ventanas, y despues de haber ejecuta
do un preludio melancólico, cantó los
versos siguientes :

¡Oh noche! no te pido aquí lloroso


EJ descanso del sucíio y sus delicias,
Pues en esta ocasion mas me acaricias
Con tu sombra y silencio pavoroso.
Aprovechar quisiera estos momentos
Lejos de los oidos indiscretos,
Para cantar mi lira los secretos
De un alma apasionada y sus tormentos.
Que escuche, yo deseo, estos jemidos
Mi. Zulmira ; mas esto es tan incierto!
Si solo en este sitio estoy dispierto,
¡Como pueden llegar á sus oidos!

A esta última estrofa siguió la repe


ticion de una parte del canto , adorna
da con toda la gracia de ana espresion
admirable. Luego quedó todo en el ma
yor silencio , y el desconocido se alejó,
55
perdiendose de vista entre la obscuri
dad de los árboles de la calle inmediata.
Esta dulce música proporcionó á Ju
lia un gusto indecible, y tranquilizó su
espiritu sobremanera. No podia drjar
de conocer en medio de sus dudas so
bre los sentimientos de Hipólito Vere-
za ; que durante dos días se habia de
dicado enteramente á ella ; que habia
sido su compañero de haile; que ella
babia lucido sn voz y su habilidad ayu
dada del sonido armonioso de su nauta;
que él la habia dispensado los obsequios
y las atenciones mas finas, y que en fin
todo esto anunciaha que él sentia hácia
ella , sino amor , al menos una verda
dera inclinacion y afecto constante.
Reuniendo todas estas circunstancias,
no dudó que el músico nocturno era
Hipólito. Un rayo de luz muy debil que
se dejó ver entre la obscuridad de la
noche , le permitió conocer ó adivinar
ToM. i. 5
56
que era él. Mil ¡deas consoladoras reem
plazaron en su ¡iuajmacion á las prime
ras de temor, y parecia que un bálsa
mo benéfico circulaha por sus venas. El
descanso que hasta entonces luibia bui
do de sus ojos, vino a favorecerla, y su
¡maj'macitm disfrutó de agradables y
divertidos sueños, basta el momento
en que se despertó. Todo le bacia es
perar que aquel principio de felicidad
la aseguiaha á lo menos la tranquilidad
para el día siguiente. Cuando hajó al
salon donde estahan todos reunidos pa
ra desayunarse , ella se incomodaha ¡u.
tef ¡oriiiente al ver la pereza de Verc-
za , que aun no se babia presentado, y
cada vez que la puerta se abría ó cuan
do entraha alguno , al ver quo no era
el , y que su esperanza quedaha burla
da , su corazon palpitaha con /iolencia
de deshecho e impaciencia. Al fin en la
conversacion jeneral se dijo, como por
57
incidente, que Hipólito se habia pues
to en camino ni amanecer para Ñápoles.
Esta marcha precipitada trastornó
las ideas de dos mujeres apasionadas
por el conde con sentimientos bien vi
vos, pero de naturaleza enteramente
diferentes.
Julia veia el débil edificio de su feli
cidad destruido por aquella ausencia in
esperada. ¡En que pararon todas sus
conjeturas v sus esperanzas! ¡que apo.
yo podia hallar en los actos de urbani
dad , y en los simples obsequios usados
en la sociedad, los cuntes habia consi
derado hasta entonces como pruebas de
un sentimiento de ternura y amor! Se
guramente el conde solo por casualidad
la escojeria por su compañera en el
haile , y todo cuanto la dijo en su ala
banza, solo serian espresiones usuales,
que se acostumbrahan decir en el trato
del mundo; y en (in no seiia e! quizás
58
quien cantó dehajo de sus ventanas en
el jardin , porque si su alma estuviera
verdaderamente apasionada, ¿como se
hubiera marchado con tanta precipita»
cion e indiferencia del castillo de Maz-
zini?
— »Por fortuna, decia ella, aun no
sabe nada de mi debilidad, ni la sabrá
jamás— Si, secreto mio, nunca sal
drás de mi corazon : hasta el último
instante de mi vida te guardaré encer
rado. Jamas al cruel , al insensible Hi
pólito , dirá Julia, ¡cuanto he turhado
su reposo y alterado la primera sere
nidad de sus pasiones y de su existen,
cia."
La marquesa no pudo contener su
dolor cuando supo que el conde la ha-
bia ahandonado tambien tan repenti
namente; put's ella esperaha que en la
confusion propia de una funcion , hu
biera conseguido hacerle caer en sus
59
lazos amorosos. Las circunstancias de
un paseo, una caza ó un baile, pensa
ba ella que precisamente le serian fa
vorables, porque siendo tan diestra en
servirse de la seduccion de sus gracias,
en aquellos momentos en que el alma
se halla dispuesta á sentir el gusto , y
lo busca con anhelo, ¿como era posi
ble que se hubiese libertado el conde
de una mujer hermosa y llena de atrac
tivos, que lo solicitaba, y le presenta
ba, digámoslo asi, la copa del placer?
Solo la reflexion de que Hipólito ale
jándose de ella se alejaba tambien de
Julia, era la que calmaba su dolor, pues
con esto manifestaba que le era tan in
diferente como ella, que ninguna de
las dos era preferida, y por consiguien
te que no debia avergonzarla el triun
fo de una rival. Esta idea la consoló
un poco, y reemplazando una impre
sion á otra , la del placer hizo olvidar
60
todas las demas. Las fiestas continua
ron durante toda la semana entera , y
cada día inventaba la marquesa una
nueva diversion. Rodeada de jóvenes
aturdidos, disfrutaba con ellos del de
lirio de sus ilusiones : aunque su obje
to era el distraerse , y puso todos los
medios para conseguirlo, no pudo por
que la ¡majen de Hipólito la acompaña
ba por todas partes, y le rocordaba sin
cesar, bien á pesar suyo, los obsequios
que él babia prodigado á Julia, y las
miradas apasionadas que le dirijia con
tanta frecuencia, y que tan impresas
tenia en su corazon. Estas memorias
amargas aumentaron por grados sus ce
los, alimentando su furor, y poseí
da de su resentimiento , mortificaba
de continuo á Julia con espresiones
chocantes y esplicaciones incómodas,
que aunque por sí solas parecen poco
significantes, sin embargo reunidas ma
61
nífiestan el odio y el aborrecimiento,
llenando de dolor la alma del sugeto á
quien se dirijen , y á veces causan su
desesperacion.
Ya se habian transcurrido muchas
semanas consecutivamente, y nadie pen
saba aun en volverá Ñapoles: el mar
ques declaró un dia que su intencion
era la de pasar el resto del verano en el
castillo, y la marquesa recibió esta or
den con la mayor resignacion y confor
midad : parecia que hubiese abandona
do para siempre los placeres de ¡Súpo
les, y que ni tan solo conservase la me
moria de ellos. Entregada enteramente
á las diversiones y placeres del campo,
se dedicó á proporcionar ,i su nueva ha
bitacion todas las comodidades posibles,
y por medio de recados muy atentos
que enviaba á sus amigos ofreciendoles
su casa , de cuya oferta ellos se aprove
chaban , consiguió reunir una sociedad,
62
que se renovaha continuamente en el
castillo, y aunque no era muy nume
rosa , era escójala. Mil veces habia de
seado disfrutar la marquesa la hermo
sa habitacion que teman Mad. de Me-
non y sus dos discipulas , la cual les ha
bia destinado el marques como prefe
rente, para que la ocupasen hasta que
concluyeran sit educacion, discurtien
do que como solo volvería al castillo
uno ó dos tuas cada año, era regular
que los mejores cuartos los habitaran
las que debian permanecer de continuo.
Pero como estaha resuelto que la mar
quesa se quedaria el resto del año con
su marido, determinó ocuparla ella mis
ma. Es verdad que no puede figurarse
un golpe de vista mas magnifico mie el
que se descubria de ella. Desde las ven
tanas se alcanzaha á ver un inmenso ho
rizonte : el mar, el estrecho de Messi-
na , la costa de Sicilia y las montañas
63
elevadas de Calabria. Los buques que
pasaban continuamente por el estrecho,
animaban la escena , y sus pabellones
en que reflejaban los rayos del sol , au
mentaban su belleza. Una galería con
ducia á una azotea descubierta , de don
de se veia mas estensamente esta agra
dable perspectiva, que formaba un con
junto cuanto mas estenso, mas magní
fico. En consecuencia de la determina
cion de la marquesa, se llamaron dife
rentes artifices para que adornaran con
todo lujo el cuarto principal que ella
iba á ocupar , y para que prepararan los
nuevos cuartos de las tres amigas, que
estaban situados en la parte meridional
del castillo; pero á pesar de esta mu
tacion , pudo conservar Julia su gabi
nete querido, donde tenia tanto gusto'
de estar: aunque sus nuevos cuartos
eran grandes, y el marques había man
dado renovarlos con muebles moder
64
nos, sin embargo, como la luz solo se in
troducía por los cristales, y las venta
nas estaban muy altas, y colocadas en
paredes muy gruesas, resultaba una
cierta obscuridad lúgubre que las daba
un aspecto triste y melancólico. Visi
tando Julia su nueva habitacion , advir
tió que se ballaba contigua a aquella
parte del mediodía que no habia podi
do rejistrarse , y á la que se dii ijian con
frecuencia su imaiinacion exaltada con
los sucesos misteriosos que se han refe
rido. La inmediacion de aquel paraje
sobresaltó mucho á Julia, y la llenó de
un terror que le era imposible vencer.
Mad. de Menon, á quien ella dió parte
de sus temores , la tranquilizó y procu
ró volverla el sosiego de que ella mis
ma carecia. La repugnancia del mar
ques en entregarle las llaves de aquel
sitio, y las medias palabras de Vicente
al tiempo de morir, la llenaron de mil
65
dadas; pero juzgó, y ann creyó, que se
ria peligroso el contribuir á dar pábulo
al miedo de sus pupilas Como todo lo
vence la costumbre, al fui de algunas
semanas fue ya gustando mas á Julia su
cuarto, y le parecieron sus temores ri
dículos y vergonzosos. Ocupándose un
día en arreglar algunas cosas en los ca
jones de una cómoda antigua que ha-
bia en un gabinete contiguo á su cuar
to , balló dentro de uno do olios un re
trato: lo cojió con curiosidad, y exa
minándolo con la mayor «tencion , vio
que representaba á una mujer de unos
veintidós años, en cuyo aspecto se des
cubrían señales de una melancolía pro
funda. La modestia , cierta enerjía y
resignacion se espresaban en sus ojos
dirijidos al cielo , y al ver aquella cabe
za bermosa y llena de sensibilidad, cual
quiera pensada que el orijinal del retra
to habia padecido los mayores disgus
66
tos. Era tan natural esta idea, que Julia,
interesándose de cada instante mas por
estos afectos tan bien pintados, derra
mó sin querer lágrimas de sensibilidad,
y su corazon oprimido se llenó de tris
teza.
Inmediatamente fue á participar lo
que le eucedia á Mad. de Merion , que
era su respetable confidenta , de cuan
to sentía y pensaba. Le entregó el re
trato , y la dijo. como lo babia descu
bierto.
Apenas vió la pintura aquella seño
ra, cuando reconoció al momento la fi
sonomía de la madre de sus dos pupilas,
lo que creyó no debia ocultar á Julia.
— »Sí, querida amiga inia , esclamó
Mad. de Menon , vosotras debeis mirar
este precioso retrato con el mayor res
peto y amor, pues representa una per
sona muy apreciable : él os enseña una
madre que perdisteis en la niñez, y
67
una amada amiga mía. Demos gracias
á la Providencia, Julia, por habernos
enviado un consuelo tan dulce en me
dio de nuestras penas, y consideremos
este retrato como una especie de in
demnizacion que ella nos ofrece , para
reemplazar en parte lo que os quitó en
los primeros dias de vuestra vida."
Luego llamaron las dos a Emilia pa
ra que participara de aquel mismo gus
to y felicidad. Era muy natural que las
dos hermanas suplicasen á Alad. de
Menon que las diese. algunas noticias
sobre una madre que, segun ella decia,
habia conocido mucho. Por mas habi
tuada que esté la memoria á las des
gracias propias, se presentan á veces
circunstancias que las recuerdan con
mas enerjía que de costumbre, y algu
nos incidentes inesperados las hacen
mas sensibles y dolorosas El descubri
miento del retrato fue para las dos her
68
manas uno de estos incidentes , por lo
cual insistieron en obtener de Mad. de
Menon la relacion de algunas particu
laridades relativas á su respetable ma
dre ; y aunque ella se opuso bastante,
al fm , no pudiendo resistir á sus ins
tancias y caricias, las hizo sentaren
frente de ella , y empezó el discurso
siguiente:
— «Creo ya baberos dicho, jóvenes
amigas ni ¡as, ijuc Luisa Ucrnini, vues
tra madre , era hija única del conde de
Bernini. Sus principales posesiones con
sistian en varias tierras situadas á la
falda del monte Etna , en el valle de
los Diablos. Este valle se llamaba asi,
por una tradicion popular que habia
hecho creer mucho tiempo antes- á los
habitantes de aquel pais, que el monte
Etna era una de las puertas del infier
no, y que las trupciones de este volcan
se formaban de las llamas devoradas de
69
aquel lugar de dolor y de eterna per
dicion.
»Hace ya cerca de treinta años que
habiendo el monte Etna arrojado sus
llantas y sus lavas mas lejos de lo que
acostumbraba , todas las posesiones del
conde de Bcruini desaparecieron deba
jo de aquellos torrentes de cenizas. Al
gunos pueblos , caseríos, bosques, rios,
y hasta montes, tuvieron la misma
suerte, y una porcion de habitantes se
vieron sepultados por esta espantosa
erupcion.
»El conde de Bernini , que se halla
ba detenido en Ñapoles por algunos
asuntos importantes , se salvó de seme
jante catástrofe ; pero tuvo la desgra
cia de perder á su mujer y á su hijo
que permanecian establecidos en el cas
tillo, y ademas toda su fortuna entera,
pues fue muy poco lo que se libertó del
rigor de las llamas. Sin embargo , aun
70
le quedó un consuelo en su afliccion:
por una feliz casualidad Luisa, su la
ja única, que tenia cerca de dtezinue-
vc anos , no se encontraha en el casti
llo con la familia al tiempo de su per
dida , y estaba en casa de una paricn-
ta por algunos dias.
»EI padre y la hija se retiraron á una
casa de campo cerca de Catano, en cu
yas inmediaciones se hallaha estableci
da mi familia. Mi padre y vuestro abue
lo ac profesahan una amistad antigua,
y una simpatia mas dulce formó los mis
mos lazos entre Luisa , vuestra madre
y yo. Los mismos gustos, las mismas
costumbres reunidas á una igualdad de
caracter, hicieron estrechar mas nues
tra amistad. Hasta las mismas desgra
cias contribuyeron á estimarnos mas;
pues tambien yo perdi mi madre , co
mo Luisa, en la mas tierna edad, y la
erupcion del Etna habia destruido las
7!
tierras de mi familia. Mi padre fue víc
tima tambien de ella , y solo habíamos
quedado en el mundo un hermano jó
ven y yo. El conde de Bernini nos dio
un asilo en su retiro , y nos ofreció,
llenándonos de caricias, que seríamos
tratados como sus hijos propios: mi her
mano , que tenia entonces diecisiete
años, y de quien vuestro abuelo se en
cargó de concluir la educacion , era un
jóven que estaba dotado por la natura
leza de talento y virtudes, y el conde
vió manifestarse en él con la mayor sa
tisfaccion estas bellas prendas. Orlan
do, que asi se llamaba mi hermano,
nunca atendia mejor á las lecciones de
su respetable bienhechor, que cuando
dos ballábamos presentes Luisa y yo,
por lo cual rara vez faltábamos; y el
conde , que había advertido cuánto au
mentaba su aplicacion nuestra presen
cia , nos obligaba con sus insinuaciones
tom. i. 6
72
a asistir á ellas. De esto resultaba nna
reciproca emulacion , é insensiblemen
te aprovechábamos Luisa y 30 de los
estudios de mi hermano; y si ahora po
seo algunos conocimientos que me son
titiles para formar vuestra educacion,
los debo á aquellos primeros e intere
santes ocios de mi juventud.
»La tierna amistad que nos unia á to
dos, hacia agradable nuestra existencia,
y echaba no velo consolador, digámos
lo asi, sobre nuestros males; pero es
tos primeros momentos de ilusion se
disiparon bien pronto. Mi hermano Or
lando estaba destinado á la carrera de
las armas, y el conde tenia solicitado
su empleo en un Tejimiento siciliano,
de! que recibió la patente con orden de
que marchase á ocuparlo inmediatamen
te. Cuando su equipaje estuvo dispues
to , llegó el momento de separarnos.
— «Nuestra despedida, dijo el conde,
73
no será eterna , pues cuando reciba los
primeros honores militares, ú obtenga
una promocion ó algun grado superior
que haya merecido, le volveremos á ver;
y yo creo que Orlando tiene el alma
demasiado noble para hacernos esperar
mucho tiempo esta epoca." En el mo
mento de una separacion es cuando se
conocen los corazones; entonces cuan
do dos jóvenes, unidos recíprocamen
te, se ven obligados á sufrir una peno
sa ausencia , es cuando puede juzgarse
del grado de ternura de la pasion que
los une. La interesante Luisa queria di
simular en vano su dolor, y para lo
grarlo fue á tomar su arpa , queriendo
ensayar algunos preludios; pero las lá
grimas que involuntariamente se aso
maron á sus ojos, dieron a conocer cuan
to amaba á Orlando.
»De alli á un momento entró mi her
mano al salon , seguido de su perro fa-
«*
74
vorito. — «Aceptad , señorita , le dijo
á Luisa, este interesante y sensible ani
mal , y prometedme de cuidarlo. El sa
be amar la mano que le acaricia, es
manso y Gel , y yo espero que os recor
dará alguna vez la memoria de su pri
mer dueño. ¡ Ah! si yo tuviera la cer
teza de que vuestro corazon me tendrá
presente alguna vez, me seria menos
dolorosa mi marcha. Querida Luisa, yo
llevó conmigo vuestra imájen , y una
grata memoria que nunca me abando
nará, pues ella solo puede indemnizar
me de todo cuanto pierdo hoy."
«Luisa solo le contestó con una mira
da; ¡pero aquella mirada era tan espre-
siva y tan tierna! Sin embargo, fue
preciso separarse , y Orlando se ausen
tó rápidamente de nosotras. ¡Cuan tris
te quedó eutonces nuestra mansion! To
do nos parecia monótono é indiferente.
Las bellezas de la naturaleza , las her
75
mosas vistas qne ella nos ofrecia , las
maravillas de la vejctacion que admirá
bamos los tres, ya no producian en nues
tras almas ninguna impresion.
•Luisa se entregó á una continua me
lancolía, y preferia la soledad á los atrac
tivos de la sociedad ; y aunque alguna
vez se dedicaba al placer de la música,
únicamente era para tocar con la arpa
la cancion favorita de Orlando, la mis
ma que la mañana del dia de su marcha
le habia hecho él cantar repetidas veces.
»De cuando en cuando recibia el con
de noticias suyas, por las que sabíamos
que se habia señalado en diferentes ac
ciones, y en una de ellas obtuvo un gra
do superior. Como la estacion se halla
ba ya adelantada, y el ejercito iba ya á
retirarse á los cuarteles de invierno,
Orlando obtuvo de sus jefes la licencia
para venir á vernos.
sLa campaña en que acababa de ha-
76
liarse habia despertado en parte su jui
cio, y la brillantez de la primera juven
tud se hallaba reemplazada por el to
no y dignidad que corresponde á un
hombre ya formado. El conde lo reci
bió con un cariño verdaderamente pa
ternal , y yo con la mayor ternura ima-
jinablc.
«Cuando se presentó delante de Lui
sa, vimos con facilidad por sus miradas
que la tenia el mismo amor- l'or la tur
bacion de su aspecto , y la confusion con
que respondió Luisa, cualquiera hubie
ra conocido, por poca penetracion que
tuviera , que la mas dulce simpatia exis
tia para siempre entre mi hermano y
mi amiga.
»Aqu¡ es donde voy á referir el suce
so mas interesante de mi vida. Orlando
habia traido en su compañía un oficial
frances, que nos habia presentado co
mo uno de sus cantaradas de Tejimiento.
11
En una accion peligrosa salvó á rui her
mano, y le libró de la muerte que le
amenazaba. El cunde, lleno de grati
tud , le obligó á hospedarse en el cas
tillo, y no permitió que saliese de él.
«Este jóven se llamaba el caballero de
Menon , quien habia tenido una educa
cion muy brillante, y se hallaba dota
do de apreciables cualidades, talento y
conocimientos útiles y agradables. Su
noble figura, llena de atractivos, au
mentaba el ínteres que sabia inspirar.
La costumbre de verme parece que le
movió a dedicarse particularmente á mi
obsequio, y yo confieso que no lo reci
bí con indiferencia; y ¿como era posi
ble defenderse contra el ataque de un
hombre jóven y amable , que por el ser
vicio que habia hecho a mi hermano, se
habia abierto el camino de mi corazon
por medio del agradecimiento? Este
primer paso nos condujo por grados,
78
hasta que nos declaramos mutuamente
nuestro amor, y nuestra pasion no se
ocultaba ya á la penetracion del conde
ni de mi hermano, quienes se propu
sieron unirnos. El conde escribió á Fran
cia pidiendo informes de su familia, los
que fueron muy satisfactorios. Mi aman
te era hijo segundo de un caballero fran
ces que habia muerto algunos años an
tes, y que poseia cuantiosos bienes; y
aunque el hijo mayor heredó la mayor
parte , á sus hermanos les quedaron po
sesiones bastante considerables. Nues
tro casamiento se celebró en una capi
lla del castillo en presencia del conde,
de mi hermano y de Luisa. De alli á
pocos dias nos vimos precisados á sepa
rarnos, porque mi esposo y Orlando
debian marchar á reunirse con su Teji
miento. Debo deciros que á pesar de las
esperanzas que tenia mi hermano da
que su declaracion seria bien recibida,
79
por una especie de delicadeza muy lau
dable seguramente, no seatievióá ha
cerlo; pues como se hallaba sin bienes
ningunos, y todo lo debia al conde, cre
yó que ofendería á su noble protector
si intentaba interesar el corazon de una
joven, á quien no podia aspirar care
ciendo de fortuna. Yo, que era testigo
y confidente de las penas secretas de mi
hermano, sabia que su corazon se ha
llaba lleno de angustia , y esto me afli-
jia sobremanera; pero imitando su pru
dencia, no quise decir nada á Luisa de
su amor, á pesar de que ella era parti
cipe de é\ , y me vi obligada á disimu
lar hasta que se presentase ocasion mas
favorable. El conde y su hija exijícron
de mí que me quedase en su compañía
durante su ausencia, á lo que accedí
gustosa. La despedida de mi marido fue
bien funesta, y no puedo recordarla sin
derramar lágrimas. Nuestro destino qui
80
so que no nos volvieramos ya á ver."
Aqui interrumpió su narracion Mad.
de ¡Vlenou, por oirsc la campana del cas
tillo que llamaba á comer- Las dos her
manas, sumamente enternecidas por lo
que acababan de oir, bajaron al come
dor con Mad. de Menou, que hacia lo
posible para aparentar serenidad: co
mo luego fue preciso que se ocuparan
el rosto del ilia en cumplir con las obli
gaciones que la sociedad impone, no
pudieron hasta muy tarde recobrar la
libertad para retirarse á su cuarto. En
tonces suplicaron a su respetable ami
ga que continuase su historia, loque
veriucó en estos términos:
— «Cuando mi hermano se ausentó
de nosotros, llevaba consigo el tierno
sentimiento que le habia inspirado Li i-
sa , que no se atrevió jamás á declarar,
y á mí me quitó asi los medios de cono
cer lo que pasaba en el inocente cora
zon de mi jóven amiga , quien me pri
vaba de su antigua confianza , creyendo
que el honor exjjia que lo sepultase en
aquel silencio que causaha su infelici
dad , y huia de mi buscando únicamen
te los parajes mas solitarios y melancó
licos. Figuraos cuan sensible me seria
el ver padecer á dos personas , que des
pues de mi marido, eran lo que mas
amaba en el mundo, mucho mas cuan
do reflexionaha que si se hubieran de
jado llevar de la simpatia que los unía
á entrambos, podian prometerse dis
frutar de una agradable y venturosa
existencia. La obstinacion reciproca que
tenian en callar, me parccia tanto mas
mal fundada, cuanto una infinitud de
circunstancias me hacian creer que el
padre de Luisa hubiese visto es'.a union
con gusto, porque él estimaha a mi her
mano, y se csplicaba con calor y com
placencia sobre su valor y buena con
82
ducta , alabándolo con toda la ternura
de un padre y el entusiasmo de un ver
dadero amigo; y cuando hablaha de el
parecia que queria decirnos, que ten
dria por un honor el dar su hija á un
militar valiente é interesante. Yo pro
curaha mantener estas favorables dis
posiciones en el espiritu del conde, cuan
do recibimos la mas cruel noticia del
ejercito. Mi hermano habia tenido una
disputa sobre el juego con el cahallero
de Mcnon, de lo que resultó su desafío,
en el cual la suerte de las armas habia
dispuesto que cayese muerto frio mi
hermano á los pies de mi esposo.
«Por grande que fuese nuestra aflic
cion , no se igualaha á la de Luisa, quien
por este terrible golpe que traspasó su
corazon con el mas acerbo dolor, vió
destruida toda su esperanza. Todo la
era entonces indiferente , y aunque yo
le prodigaba las mas verdaderas prue
83
bas de mi tierno afecto, ella no me es
cuchaha, porque su alma era sorda ya
á las dulces insinuaciones de la amistad.
«El marques de Mazzini, hon.bre ri
co y poderoso, habia visto alguna vez
á Luisa, y como se hallaha en la edad
en que se suele tomar estado, pensó
en ella para casarse , y se dirijió al con
de haciendole las proposiciones mas bri
llantes. Pero entonces mi hermano vi-
via aun, y la ¡dea de ser mujer de otro
que de él, no podia adaptarla su cora
zon. Asi es que cuando el conde le par
ticipó los proyectos del marques de Maz-
zini, ella manifestó tanta repugnancia
al casamiento, que su padre consideró
que seria una inhumanidad insistir en
ello; ya no se habló mas de este asunto,
y el marques suspendió de hacer sus vi
sitas , cesando en sus importunida
des.
«Luisa tenia entonces vuestra edad,
84
y vosotras que habeis heredado Je ella
su dulzura y sensibilidad , dicidme: ¿co
mo podríais puestas en su lugar fami
liarizaros con la idea de unir vuestra
existencia a la de un hombre que no
inspira sino horror, ó á lo menos indi
ferencia, cuando el corazon está poseí
do de un objeto á enya felicidad quisie
ra una poder dedicar loda su vida? Pe
ro desde la muerte de mi hermano, Lui
sa no tenia espíritu para oponerse á la
voluntad de su padre : destruidos sus
proyectos de felicidad futura, y priva
da del único objeto q'jc podría presen
tarle su suerte venidera bajo un aspec
to agradable , cedió sin trabajo d las
instancias del conde , y á los obsequios
respetuosos del marques de Mazzini.
Ella veía que esta union lisonjearía á su
padre, ¿como podía pues-resistirse....?
Accedió al fin á los deseos de la perso
na que entonces mas quería; pero ¡ab!
85
se engañó mucho cuando creyó que el
marido que la destinahan le baria so
portable su existencia. ¡Desgraciada!
desde que contrajo aquel lazo tan fatal,
entró en una senda llena de penas, de
dolor, y de tardio arrepentimiento.
«Vosotras conoceis ya el jenio d(: vues
tro padre, amigas mias, y aunque es
toy muy lejos de querer disminuir en
vuestros corazones la ternura y el res
peto que le debeis; pero en fin es im
posible se os oculte su altivez é impe
tuoso caracter.
»,Ab, que diferencia existe entre él
y la dulzura del amable Orlando! Des
pués de haber amado con tanto estrc-
nio á éste , despues de haber llegado á
concebir la esperanza de pasar tun feli
ces dias en su compañía , ¡á que distan
cia se hallaha ella de sus primeras ilu
siones! A cada instante se veia precisa
da á sufrir el peso de un orgullo maguan
86
tablc, y de una tiranía sin límites, y
continuamente le daba pruebas su ma
rido de que el amor nunca babia sido
la causa de la solicitud que babia hecho
de su mano y persona, y solamente las
miras de Ínteres y de ambicion eran
las que le habían decidido. Juzgad vos
otras cuántos disgustos trae consigo
una union hecha con semejantes lazos,
y mas cuando es preciso soportarlos du
rante toda la vida. El conde que cono
cía todas las penas secretas de su hija,
se convenció facilmente de que la gran
deza y la opulencia no bastan para cons
tituir la felicidad de un matrimonio , al
ver á su desgraciada Luisa atormenta
da con tan penosa vida : nada le pro
metía la esperanza de volverle su feliz
tranquilidad, lo que le obligaba á acu
sarse a sí mismo por haber instado el
consentimiento de su hija para una
union tan desagradable. Esta idea do
87
le abandonaha jamás, y consumiendo
su salud , cunclin ó por causarle una en
fermedad mortal , de la que espiró en
los brazos de su híj.i.
«El marques de Mnzzini, desde que
se consideró dueño absoluto del casti
llo, hizo desaparecer todo lo que tenia
de agradable. Yo que solo me detrnia
á moiar en él , por el gusto de vivir con
vuestra madre y consolarla , recibi de
alli á poco una carta de mi marido , en
que me prevenia que sin dilacion mar
chase lo mas pronto posible á buscarle
á Italia. Deje, pues, a la sensible Luisa,
despurs de la mas tierna despedida , lle
gando dentro de pocos dins adonde se
hallaha el caballero de Menon.
«lisie encuentro que bubicra sido fan
agradable para los dos sin el desgra
ciado suceso de mi hermano, fue para
mi esposo sumamente sensible y dolo
roso, porque renovaha las llagas de so
ToM. I. 7
88
corazon. El era su íntimo amigo, el
hermano de su esposa , sn propio her
mano, á quien habia inmolado á un fe
roz y estúpido resentimiento. Aquella
preciosa sangre que él habia hecho der
ramar, no le dejaba un momento de cal
ma ni de quietud. Cuando (i jaba en mí
sus ojos con el mas tierno afecto, se
llenaban al momento de amargas lágri
mas , y huta precipitadamente sin vol
verá mi vista basta que pasaba un gran
de rato. La guerra continuaba con el
mayor furor, y mi esposo solicitaba que
le destinaran siempre á los parajes mas
espuestos , buscando la muerte por to
das partes, y regularmente hallaba en
su lugar la gloria. En fin logró lo que
tanto deseaba , pues á fuerza de espo
nerse á los choques del enemigo, en una
accion parcial cayó muerto en el cam
po de batalla.
»No os pintaré mi dolor y sentimien
89
to, porque seria molestar indiscreta
mente vuestra sensibilidad si preten
diese presentaros un cuadro tan triste;
solo os diré que despues de haber pro
digado las últimas exequias á mi espo
so, me alejé precipitadamente del tea
tro de la guerra , y fui á rennirme con
la familia de mi marido; pero como
por desgracia yo no poscia ningun ti
tulo que justificase mi union con el ca
ballero de Menon , fueron vanos cuan
tos esfuerzos hice para que me recono
cieran por su viuda sus hermanos, di-
ciéndome con una especie de dureza,
que lo acreditase con pruebas.
»Yo no conocia bastante el mundo
para crecer que se pudiera poner la me
nor duda á semejante asercion , propo
niéndola una mujer cuya conducta era
irreprensible. Pero el interes y el or
gullo han hecho á los hombres tan crue
les, que solo aspiran á destruirse ios
90
anos á los otros; asi es que mis cuña
dos no quisieron oirme ni verme , y me
resolví a volver á Sicilia, pues habien
do sido casada en el castillo de vuestro
abuelo, en presencia de Luisa, y por
un sacerdote que yo sabia donde resi
dia, esto me hacia esperanzar, que me
diante algunas dilijencias, al fin podria
reunir las pruehas necesarias y adquirir
los titulos incontestables de mi casa
miento; pero ¡al»! fue inútil esta espe
ranza. Cuando llegué al castillo supe
que vuestra madre habia sucumbido á
su dolor, y que habia muerto hacia al
gunos meses. Luego pregunte por el
sacerdote que me habia casado, y me
dijeron que se habia visto obligado á
huir de alli para sustraerse de un cas
tigo eclesiástico, al que se le hahia con
denado por denuncias falsas que hicie
ron sus enemigos contra él. De este mo
do me halle sola y aislada en el mundo,
91
lo que me precisó á escribir repetidas
cartas á los señores de Menon, en las
que les rcí'eria los sucesos desgraciados
que me privahan de todos los medios
para hacer constar la lejitimidad de los
lazos que me unian á su hermano; pe
ro solo me contestaron con mucho la
conismo, que no creian absolutamente
nada de cuanto queria persuadirles.
«No me quedaha por único recurso,
sino una renta muy moderada que de
bía á la bondad del conde de Ecrnini
vuestro abuelo, y con la que rue deter
mine á vivir en Sicilia. Por aquella mis
ma epoca vuestro padre se casó en se
gundas nupcias con Maria de Vellorno,
la que le obligó á ahandonar el castillo
de Mazzini y establecerse en Ñapoles,
donde se llevó á su hijo para continuar
su educacion , resolviendose á dejaros
á vosotras en el castillo hajo la direc
cion de una aya , en busca de la cual
92
hacia muchas dilijencias : cuando llegué
yo y fui á verle , recordando que vues
tra madre me habia profesado la amis
tad mas tierna, y suponiendo con ra
zon que yo conservaría este mismo
sentimiento para sus amables hijas, me
propuso habitar en el castillo y dirijir
vuestra educacion.
»Yo acepte gustosa esta ocupacion,
y desde entonces, queridas amigas mias,
tengo la satisfaccion de ver que habeis
aprovechado de mis consejos, y vues
tra amistad me recompensa en parte
todas las perdidas á que la suerte me
ha destinado."
Asi concluyó su historia Mad. de Me-
non. Emilia y su hermana , enterneci
das al oiría , prodigaron mil tiernas ca
ricias á su respetable amiga , y se pro
pusieron de complacerla en cuanto es
tuviese á su aleance para hacerle agra
dable su existencia, y borrar con la paz
93
y la felicidad los dios en que solo Labia
disfrutado del dolor. Los lazos que las
unian se estrecharon mas y mas, dando
marjen á que se ocasionase una especie
de comhate entre las dos hermanas, por
cuala se esmeraría mas eu obsequiar y
servirá Mad. de Menon. Como trata
ban lo menos posible con la marquesa
de Mazzini , solo la veian á las horas de
comer, y en aquellos momentos que
prescribe imperiosair.ente la ceremonia
y la atencion; pero apenas se veían li
bres , se escapahan de aquella incómo
da obligacion , y marchahan á su cuar
to, entregándose á algunas ocupacio
nes inocentes y agradables , y á los dul
ces desahogos de una recíproca amistad
y de una mútua confianza. Sobre todo,
el destino de Luisa su madre , era el
asunto que mas llenaha sus ocupacio
nes, y del que mas gusto tenian de ha
blar. Su prematura muerte, y la suer
94
te triste y desgraciada que habia pade
cido, lea daha campo para mil reflexiones
y conjeturas. Una nuche fueron inter
rumpidas de su conversacion por un su
ceso impensado y estraordinario.
Las dos hermanas se vieron obliga
das ;i permanecer hasta muy tarde en
compañia de l.i marquesa, de suerte
(jue ya estaha in'.iy adelantada la noche
cuando entraron en su cuarto con Mad.
de Mfnon. Antes de separarse empren
dieron una larga conversacion , cuyo
asunto melancólico tenia para ellas mu
cho atractivo, cuando de repente fue
interrumpida Mud. de Muñon por un
ruido sordo (¡ue se oyó precisamente
dehajo de! cuarto donde se hallahan
reunidas, semejante al de una puerta
que se abre.
¡.Cual fue su pasmo y su silencio! Las
tres, arrimada la una á la otra, mira
han alrededor de si llenas de espauto,
95
cunudo oyeron repetir el mismo ruido,
lo que las hizo creer que era la misma
puerta que habian cerrado. Como se ha
llaban solas en aquella parte del casti
llo, no podían aceitar cuál seria la cau
sa de aquel trastorno en medio de la
noche , y cuando todos los humanos es
tán entregados al sueño. Asi es que no
supieron atribuir aquel estruendo, sino
á algun ente invisible , ó á alguna fan
tasma que habitaba aquellos subterrá
neos abandonados.
Permanecieron algunos minutos in
móviles por el susto, y poco á poco fue
ron volviendo á recobrar valor para
abrir los ojos y tranquilizarse algun tan
to. Una especie de instinto las dirijió
fuera del cuarto, conduciéndolas ma-
quinalnieute al de Emilia; pero apenas
entraron oyeron de nuevo el mismo rui
do: no pudiendo ya contener su mie
do, huyeron otra vez al cuarto de Mad.
' 96
de Menon , donde Emilia cayó desma
jada al pie de la cama. Las otras dos le
prodigaron cuantos socorros pudieron,
logrando al fin volver á recobrar su co
nocimiento. Los temores se fueron cal
mando gradualmente , y Mad. de Me
non , que se propuso tranquilizarlas del
todo , empicó cuantos recursos se le
presentaron para moderar sus imajina-
ciones perturbadas y exaltadas, y las
aconsejó que no comunicaran sus te
mores á los del castillo , y que disimu
laran sobre todo con los criados; cu
yas conjeturas necias, unidas á exaje-
raciones inevitables , aumentarían el
nial, que era menester mas bien atajar
en su principio.
Al fin logró dejar á sus jóvenes discí-
pulas en un estado de sosiego y tran
quilidad; pero ella estaba bien lejos de
disfrutarla, pues repasando en su me
moria aquella porcion de incidentes es
97
traordinarios , y comparándolos con la
conducta del marques, llegó á persua
dirse de que babia acertado en la ver
dadera causa de todo, y que necesa
riamente en el castillo debia existir al
guna cosa misteriosa, particularmente
en la parte meridional que estaba sin
habitar. Pero ¡que misterio era este, y
como podría descubrirse! En estos dos
puntos se atajaban sus reflexiones , y su
imaginacion no podia penetrarlos.
Sin embargo, aparentando cierto ai
re de alma , les dijo: .
— «Amigas mias, os repito que no
digais nada de esto, pues vuestro pa
dre podria incomodarse si lo publicáse
mos indiscretamente: esperemos á des
cubrir alguna cosa mas positiva, y no
hagamos notorio nuestro miedo, sino
cuando podamos probar facilmente que
tiene fundamento; porque sino nos ten
drán por mujeres débiles y visionarias,
98
y ridicularizarán nuestros temores, ó
quizás nos reprenderán con acritud."
Pero como las dos hermanas se ha
llaban bien persuadidas de que era im
posible que pudiesen pasar otra noche
en su cuarto, sin tener cerca de ellas
alguno que pudiese socorrerlas, deci
didas por otra parte á seguir el consejo
de Mad. de Me non , resolvieron jun
tamente con ella á declararse á su her
mano, suplicándole que pasase la no
che cerca de ellas para tranquilizarlas
con su persona. Como aun quedaban
algunas horas que transcurrir de la no
che , y ellas estaban demasiado asusta
das para irse á acostar cada una en su
cuarto , determinaron quedar juntas
hasta que amaneciese , distrayendose
con la conversacion ; pero por mas que
intentaron de hacerla recaer sobre asun
tos indiferentes ó ajenos de la vision,
no pudieron lograrlo. Tenían su imaji
99
nacion muy exaltada , y era imposible
que lijasen sus ideas en otro objeto. Ju
lia y su hermana hicieron algunas pre
guntas á su amiga para saber lo que pen
saba sobre los espectros ó aparecimien
tos de visiones, sobre la separacion de
las almas de sus cuerpos, y las historias
falsas ó verdaderas que siempre soban
hecho sobre las apariciones nocturnas.
— «Hijas mias, les dijo Mari- de Me-
non, yo me guardaré bien de respon
deros sobre este asunto de un modo
decisivo y absoluto. Las relaciones de
los hombres sobre los sucesos estraor-
dinaiios, son casi siempre inciertas ó
abultadas, porque el miedo y la ilusion
creaá veces fantasmas, y la inclinacion
que regularmente se tiene á creer to
do lo maravilloso, supone por lo co
mun cosas inverosímiles. La preocupa
cion y mal modo de juzgar de algunos
que no saben distinguir con conocimien
100
to, los presenta los acontecimientos mas
sencillos y naturales bajo un aspecto
milagroso y contradictorio con los efec
tos de la naturaleza. Sin embargo, estoy
lejos de querer despreciar los dichos de
personas dignas de credito, que ase
guran haber visto algun objeto estra-
ordinario. ¿No vemos en la misma na
turaleza ciertos efectos que prueban
qne no tiene límites, ó mas bien que
la mayor parte de sus combinaciones
son desconocidas aun á los hombres?
Sin detenernos en los secretos de la ve-
jetacion , en los cuales ningun mortal
ha llegado á penetrar la atraccion de los
metales, la direccion de la brújula ha
cia el polo del norte , las llamas eléc
tricas y su comunicacion rápida, son
otros tantos efectos que nos sorpren
den y nos parecen milagros, de los cua
les, lejos de conocer las causas, solo
conocemos apenas algunos esperimen
101
tos. Aparte de esto , hijas mias , no hay
nada imposible para Dios, y solo los
impios é ignorantes suponen que su po
der tiene limites. Si acaso quisiese en
viar Je cuando en cuando al mundo al
gun espíritu separado de todo cuerpo,
y hacerlo aparecer á nuestra vista para
revelarnos lo que nos ha de suceder, 6
anunciarnos los peligros á que nos ve
nios espuestos, ¿que mortal será has
tante atrevido que intente poner una
barrera á su divina voluntad? Pero tam
bien debemos creer que si el Señor del
mundo aterra á veces al delincuente,
jamás turha la paz del justo y la calma
de la inocencia: sigamos, pues, en com
placerle con nuestra virtud , y estad
seguras de que jamás empleará su poder
para amedrentar nuestros corazones,"
Estas reflexiones, y la quietud del
resto de la noche, hicieron cesar
bresalto de las dos hermanas,
102
se durmieron hacia el amanecer- y se
levantaron muy tarde. Al momento <|ue
pudieron ver á su hermano Fernando,
le contaron lo que habian oido la no
che anterior, y el miedo que habian te
nido, y que recelaban tendrían en las
noches siguientes. A medida que aquel
jóven oia los detalles sobre los secretos
de la parte meridional del castillo, pa
recia que su ¡maj'macion se esaltaba, y
su alma se llenaba del mas vivo deseo
de conocer la cansa de aquellos miste
rios , para lo que el mismo se ofreció
á velar en la habitacion de sus herma
nas, lo cual aceptaron ellas con el ma
yor gusto; pero como el cuarto suyo
estaba sumamente lejos de la habita
cion de las señoras , resolvieron para no
ser sorprendidos por nadie , que Fer
nando no se reuniría á ellas hasta que
los amos y criados se retirasen á dor
mir.
103
Estando todo asi dispuesto , Emilia
y Julia esperahan con ansia que la no
che llegara : por fin pn el reloj del cas
tillo tocó la una de la noche, y todos
se retiraron a sus cnmas. Solo se oían los
chillidos de las Icchn/as , y los ladridos
lejanos de los perros de las inmediacio
nes, cuando Julia, cuyo espiritu pro
penso al temor empezaha ya á concebir
algon miedo, oyó tocar a la puerta de
la antesala de la habitacion; como esta
era la señal convenida, se tranquilizó
nn poco , pero sin embargo aun duda
ba si iria á abrir, cuando Mad. de Me
no n la avergonzó de su pusilanimidad
volviendola su primer espiritu, y cor
riendo abrió la puerta y entró Fer
nando.
Los cuatro se colocaron en una pie
za , y empezaron una conversacion in
diferente; pero temiendo perdere1 me
nor ruido , á cada momento la ínter-
ToM. i. 8
104
rumpian las dos hermanas para ver si
oian algo, pues les parecia que se oían
ruidos, y los ruidos r.o evistian. Una
ajitacion involuntaria distraía el curso
de sus ideas , y les impedia el poner en
ellas una atencion fija. Mad. de Menon,
que estaba mas sosegada , procuraba
tranquilizarlas ; pero su preocupacion
era mas fuerte. Fernando de su paite,
deseoso de conocer la verdadera causa
de aquellos ruidos, estaba muy alerta,
y con la mayor atencion : como se ba
llaba persuadido, no solo por la rela
cion de sus hermanas, sino mucho mas
por la de Mad. de Menon, que asegu
raba ser cierta de que efectivamente
habia sucedido alguna cosa estraordina.
ria la noche anterior en el castillo, te
cnia una grande curiosidad de averiguar
la verdad. Pero no obstante, aquella
noche no se oyó cosa particular , pues
hubo una grande quietud, y nada jus
105
tificó el miedo de las señoras. Fernan
do no dejó por esto de continuar sus vi
sitas y sus investigaciones durante al
gunas noches, en las que todo permane
ció en una perfecta tranquilidad. Lejos
de desmayar por el poco fruto de su
desvelo , su curiosidad era mas viva
cuanto hallaha mas contrariedades, y
convencido últimamente de que lo que
Mad. de Menon y sus hermanas le ha-
bian dicho era la pura verdad, concibió
ti proyecto de introducirse en las ha
bitaciones de la parte meridional del
castillo, y examinarlas escrupulosamen
te todas ellas, despreciando el cuidado
e interes que se habia tenido siempre
en ocultar aquel edificio á todos duran
te una porcion de años: Fernando juró
que á pesar de los mayores peligros á
que podia verse espuesto , no habia de
dejar escapar ni un subterráneo, ni un
rincon, por pequeño que fuese, á las
106
pesquisas que se proponía hacer en
aquella parte.
Pero ¿como era posible ejecutar se
mejante resolucion? Las llaves las te
nia el marques , y era de creer que
no querria franqueárselas, porque ha
bía esparcido la voz de que se ha-
bian perdido , y á mas cuando se pre
sentaron algunos a solicitar su permiso
para rejistrar y visitar la porcion inha
bitada del castillo, les habia despedido
con aspereza : asi era preciso echar
mano de otros recursos, y hallar, ó
bien por la fuerza ó por la casualidad,
el medio de suplir la falta de las llaves,
que era inútil pedir sin esperanzas de
obtenerlas. Despues de varias reflexio
nes , discurrió que estando el cuarto
de Julia enteramente situado en la par
te del mediodía , precisamente tendria
alguna comunicación con el resto del
edificio, pero la grande dificultad era
107
el poder encontrar aquella comunica
cion. Aunque el cuarto solo tenia al
parecer una puerta de entrada, el mo
do de construir de los antiguos le hi
lo pensar á Fernando que seguramen
te debia existir otra oculta, y única
mente faltaba descubrirla, lo que se
propuso intentar en la noche siguiente.

CAPITULO III.

X odos. se hallaban entregados en el


castillo al mas profundo sueño, cuando
Fernando pasó al cuarto de sus herma
nas , y desde allí , reunido con ellas y
Mad. de Menon, fueron al de Julia pa
ra examinarlo. Como las paredes esta
ban cubiertas con una tapicería que,
aunque antigua , se conservaba aun en
buen estado, se puso á tocar por todos
lados, pero particularmente por el de
108
mediodía , y halló un paraje donde re
sonaban los golpes con mas claridad
que en el resto de las paredes, lo que
le hizo creer que sus conjeturas no
eran infundadas. Inmediatamente ar
rancó algunos clavos que sujetaban la
tapicería por aquel lado , y-levantándo-
la con mucho trabajo, vió con el mayor
regocijo una puertecita : tiró con rapi
dez los dos cerrojos que tenia , pero
tropezó coti una cerraja fuerte que no
habia advertido. Acudió á lasllaves de
sus dos hermanas y de Mad. de Menon,
pero inútilmente, pues aunque las pro
bó todas, con ninguna pudo abrir aque
lla misteriosa puerta; y aunque quiso
lograrlo por la fuerza ., como era de
madera de roble y muy gruesa, resistió
á todos los golpes de Fernando y sus
hermanas. Este obstáculo, que casi les
hacia perder toda esperanza, y aumen.
taba su curiosidad, no desanimó á Fer
109
nando, pero le produjo una multitud
de reflexiones tristes, con las que co
municó á Mad. de Menon y sus herma
nas su misma melancolia. La conversa
cion se había suspendido, y todo se ha
llaha en el silencio mas profundo, cuan
do de repente se oyó un ruido subter
ráneo que parecia venia de la parte
opuesta á la puerta , junto á la cual se
hallahan los cuatro reunidos. Emilia y
su hermana llenas de espanto se cojie-
ron del brazo de su hermano, y los
cuatro retenian el aliento, temiendo
proferir la menor palabra, y esperando
que algun nuevo ruido lijase de nuevo
sus ideas, y justificase el miedo que te
nian. De alli á poco 1«s pareció distin
guir los pasos de una persona que atra
vesaha de una paite a otra la pieza que
estaha dehajo del cuarto, y el ruido
cesó.
Fernando, persuadido mas y mas de
110
la realidad de aquel misterio, se acer
có nuevamente á la puerta que habia
descubierto, y repitió sus esfuerzos pa
ra abrirla; pero continuó en resistirse.
Julia y su hermana que un instante an
tes deseaban que su hermano llrgase á
arrancar la cerraja , era tanto el miedo
que tenian , que entonces se alebrahan
de ver la resistencia que él htllaha. Fue
preciso, pues, que dejaran para otra oca
sion la continuacion de su examen, y
Fernando se retiró á su cuarto cerca
del amanecer.
¡Con que lentitud le pareció que pa
saha el tiempo hasta el momento de
reunirse con sus bermanas para conti
nuar su empresa! Ningun dia le habia
parecido tan largo como aquel , á pesar
de haber estado ocupado en procurar
se los instrumentos precisos para cebar
ahajo la puerta , ó destruir la resisten
cia que se le oponia.
111
Por fin se rctr.iieron de nuevo todos
en el cuarto de Alad. de Menon , y pa
saron ai de Julia , donde levantando la
tapicería otra vez, descubrieron la puer
ta , arrancaron la cerraja , corrieron los
cerrojos y la abrieron : lo que prime
ro se presentó a su vista fue una gale
ría muy ancha y larga. Fernando con
una luz en la mano se adelantó, y sus
hermanas y Mad. de Menon le siguieron
sin hablar una palabra. El tiempo ha
bia destruido parte de la galería , y las
paredes estahan muy ochadas á perder,
pues habían caido de ellas sucesivamen
te pedazos de yeso, que se hallahan
esparcidos por tierra; de modo qnc todo
aparentaha tjue dentro de poco aquel
edificio iha á sumerjirse en una total
destruccion.
Los cuatro ihan á pasos lentos y te
merosos, atreviéndose apenas las muje
res a sentar el pie en tierra, porque
112
el ruido de su marcha, por pequeño
que fuese , se oia repetido por ecos lú
gubres y lejanos: siendo tan repetidos,
y con tanta rapidez, que Emilia y su
hermana se volvian de todos lados á
menudo, creyendo que alguno las se-
guia. Este continuo sobresalto les pro
ducía un horror involuntario, que com
batía debilmente la confianza que tenían
en el valor de Fernando.
A lo largo de la galería á la mano iz
quierda repararon que habia muchas
puertas, que al parecer condueian a al
gunos cuartos separados, y por enton
ces no quisieron tentar á entrar en
ellos. Por fin llegaron, no sin mucho
trabajo, á la estremidad de la galería
que terminaba por una escalera ancha
muy antigua, por la que se bajaba á un
espacioso peristilo ó claustro. Esta esca
lera se prolongaba hasta los parajes mas
altos del edificio. La pequeña comitiva
113
formó consejo para determinar si baja
rian ó no a! peristilo. Y cuando estahan
tratando de ello, se apareció una luz
debil y vacilante que corria por lo alto
de la escalera, y desapareció de alli á
un momento. Despues oyeron clara
mente los pasos de una persona que pa
recia como que huia con cierta especie
de precipitacion. Fernando echó mano
á la espada, y se adelantó con valor ha
cia el remate de la escalera donde se
habia visto la luz ; pero las tres señoras,
que no podian ya contener su miedo,
echaron á correr con todas sus fuerzas;
pasaron por la galeria al cuarto de Ju
lia, y solo pararon en el cuarto de Mad.
de Menon. No por verse solo dejó de
continuar sus investigaciones Fernan
do, antes bien hajando la escalera, atra
vesó el peristilo ó claustro, y llegó has
ta una puerta redonda que halló entre
abieita, por donde penetraba alguna
114
luz; abriola, pues, y se halló en un
corredor estrecho y tortuoso por don
de empezó rf andar; pero la poca luz
que le guiaba desapareció enteramen
te, y el paso iba estrechándose de cada
instante mas.
Las piedras que se hallaban esparci
das y desprendidas de las paredes , le
impedian andar libremente: á pesar de
todos estos obstáculos , llegó por fin á
una puerta semejante á la que acababa
de pasar, y que estaba abierta igual
mente. Entró por ella, y se halló en
ana pieza cuadrada , al fin de la cual
vió ana escalera de caracol que condu-
cia á la torre meridional del castillo.
Alli se paró un momento d escuchar,
pero no oyó nada: un silencio absoluto
reinaba por todas partes; á la derecha
había una puerta; quiso abrirla, mas no
pudo, porque estaba bien cerrada. En
tonces calculó que seguramente la figu
115
ra qnc vió y perseguia, precisamente
debió subirse por la escalera de lo tor
re, en cuya persuasion se determiné
con valor á subirla ; pero la empresa no
era fácil , porque la escalera , que se
hallaha eu el mas deplorable estado de
vejez , se componia de escalones rotos
y de piedras desunidas ó desprendidas
de las paredes arruinadas, á las cuales
habia muchos montones hacinados de
ellasj de modo que al menor paso ó al
movimiento mas minimo, parecia que la
escalera y las paredes debian venirse
ahajo. Aunque era cuando menos una
gratule imprudencia atreverse á subir
por medio de aquellos espantosos es
combros; sin emhargo, el deseo que te
nia de fijar sus ideas , y descubrir al
guna causa ó resultado de su empresa,
pudo nias en Fernando, que la refle
xion del eminente peligro á que se es.
ponía, Puso, pues, el pie en la prime
116
ra grada de la escalera, y saltando de
piedra en piedra, evitando siempre de
apoyarse sobre las que estaban separa
das, subió hasta dieziseis: quiso pasar
adelante, pero de repente se rompen
las primeras gradas , á causa del mo
vimiento que hizo él sobre aquel mon
ton de piedras desunidas, y quedó sus
pendido en el paraje donde se hallaba,
á diez ó doce pies de tierra , teniendo
encima una porcion de piedras y de es
combros que lo aniquilarian infalible
mente , si rlegaban' á desprenderse, ó
si caía desde la altura donde él se ha
llaba cuasi en el aire. Vió que el mis-
mo peligro habia en continuar á subir
la escalera , y que solo seria aumentar
la elevacion del precipicio ; que por
otra parte no podia permanecer en el
paraje donde se hallaba , pues la pie
dra que le sostenia no tenia apoyo, y
precisamente debia caer de uu instan
117
te á otro como tojas las demas , lle
vándose á él tras si. Figúresr cualquie
ra aquel jóven solo , con una espada
en la mano derecha, nna lámpara som
bria y sepulcral en la otra, en nna
noche obscura, en medio de unas rui
nas ahandonadas, derecho, á la altura
de una porcion de varas sobre los res
tos de nna escalera antigua destruida,
cuya parte inferior acahaha de dcsprcn.
derse , y sin esperanza ninguna de ser
socorrido , ni por los hombres , ni por
la naturaleza ; temendo presente a mas
el terror que resulta de las apariciones
misteriosas de luces, de los ruidos re
pentinos y nocturnos, do los pasos des
conocidos que repetian los reos que ha-
bia en aquellas bóvedas antiguas , y so
bre todo el peligro grande en que se
hallaha Fernando, del cual era preciso
salir y tomar nn partido, sino queria
verse dentro de algunos minutos su
118
mcrjido debajo de las ruinas por la des
truccion total de la escalera , y quizás
de Jas mismas paredes : representese,
pues, esta ¡dea el lector, y concebirá
cual seria la terrible situacion de aquel
jóven.
Esponiéndose al peligro de perecer,
se agarró de una viga que habia coloca
da á lo largo de los escalones, y que
parecia podría soportar el peso de su
cuerpo, de modo que dejándose descol
gar por ella seria posible que llegase
sin daño al pie de la escalera , pero en
el momento que adelantó la mano pa
ra agarrarse de la viga , le cayó la lám
para en medio de los escombros, y se
apagó. Como se quedó colgando en me
dio de la obscuridad, y espuesto á caer
con el débil apoyo que le sostenía,
no pudo prescindirse de cierto terror
que abatió su ánimo. En semejante si
tuacion, ¿que socorro podía esperar?
119
y ¿ que le suce deria ? Sin embargo , re
signado á la voluntad de la Providen
cia, determinó esperar á que amane
ciera, porque entonces seguramente en
trarían algunos rayos de luz , y le pro
porcionarían ver si hallaba medio algu
no de salvarse de los peligros á que se
veia espuesto cu una situacion tan hor
rorosa.
Una hora entera habia ya transcurri
do desde que le cayó la lámpara, cuan
do de repente oyó una voz debajo de
donde se hallaba, que parecia salir del
corredor estrecho por el que habia pa
sado , y que se acercaba á él. ¿De quien
seria aquella voz?¿Debia temer ó es
perar? En tan apurada situacion solo
tenia una espada, de la q«e no podia
hacer uso; y ¿que oposicion podia pre
sentar si algunos malvados se hubieran
arrojado sobre él ? Por fin ve que lle
ga hasta su vista la llama vacilante de
120
una luz que se acerca, y se oye nom
brar claramente. Entonces se tranqui
lizó su miedo , convencido de que iba á
ser socorrido , y esperó ver a alguna
persona conocida. En efecto Mad. de
Menon y sus dos hermanas se presen
taron á su vista. Mad. de Menon habia
esperado largo rato, y viendo que no
volvía, estaba con el mayor cuidado;
y aquellas jóvenes, que por una idea de
horror que no hahian podido dominar,
habian huido á su cuarto abandonando
á su hermano, al ver lo que tardaba,
sintieron tambien una inquietud tan
grande por su suerte, que venciendo el
miedo, las animó á entrar en la gale
ría , y buscarlo por todos los cuartos y
parajes, aun los mas recónditos de aquel
ediücio.
Desechando entonces todo temor , j
llenas de seguridad, llegaron las tres al
pie de la escalera de la torre, en la cual
121
se hallaba sn hermano colgando. Cuan
do le vieron en actitud tan peligrosa
las ahandonó su poco valor, y volvie
ron á ocuparse de su primer sobresalto.
Sin emhargo, la luz que ellas traian
dió facilidad á Fernando para exami
nar su situacion , y calcular los medios
de salir de ella. Considerando mas de
cerca los vestijios de la porcion de es
calera que había caido , reparó que al
gunas de las piedras que se hablan se
parado de los escalones, habian queda
do fijas á la pared; pero por desgracia
habia tantas tambien arrimadas contra
ella, y otras que por todos lados ame
nazaban caer, que hacian temer se vi
niese de un instante á otro ahajo. A
pesar de ello Fernando se resolvió á
hajar, poniendo el pie sucesivamente
sobre las piedras que habian quedado
colocadas y sobresalian de la pared.
Las unas se sostenian , otras caian y lo
122'
llevahan tras si ; pero por la precaucion
que había tomado de agarrarse á las
rendijas de la pared que iha encootran-
do., logró por fin llegar sano y sin le
sion al pie de la escalera, mediante al
gunos arañazos de poca entidad.
Sus amables bermanas, viéndole fue
ra de peligro, le abrazaron con una
ternura inesplicable , y Mad. de Me-
non , llena de satisfaccion por verlo en
seguridad , despues de considerar su
grande espcsicion, les aconsejó que en
trasen en su cuarto á descansar. Como
'el dia empezaha ya á amanecer , Fer
nando, aunque con harto sentimiento,
ahandonó por entonces su empresa; y
pasando por ti corredor subieron todos
la escalera grande . pesaron la galeria,
y despues de haber cerrado la puerta
misteriosa con los cerrojos y cerradu
ras, volviendo á colocar la tapiceria en
su lugar, se ballaron seguros en el
123
cuarto de Julia. A las seis Je la maña
na dejó Fernando á sus hermanas, y se
volvió á su cuarto con la mayor pre
caucion, donde se echó sobre la cama,
y durmió por algunas horas. Como las
impresiones se siguen rápidamente una
tras otra, Julia, cuyo espíritu habia
sido comhatido por el terror y el so
bresalto que causa el miedo, se entre
gó, cuando se halló nias tranquila , á
ideas mucho mas lisonjeras, ya memo
rias mas agradables.
Hipólito Vereza vino á ocupar su
pensamiento enteramente sin distraer
lo otro objeto. La ausencia , que en las
almas hajas debilita la ternura , aumen
taha la fuerza de la pasion en el cora
zon de la sensible Julia , quien deseaba
verle, y asegurarse mas del concepto
que ella habia formado de el. Para pen
sar con mas libertad en su objeto que
rido, buscaha con la mayor solicitud la
124
soledad; y apenas podia escaparse do
cuantos la rodeahan , corria á pasearse
por los parajes mas solitarios y los sitios
reas melancólicos que encontraha, don
de ahandonaha su corazon á las dulces
esperanzas y lisonjeras ilusiones que
consuelan á los débiles mortales cuando
se hallan aun distantes de su felicidad.
Alli suspiraha con mas libertad, y re
pitiendo el nombre de su amigo , le di-
rijia aquellas tiernas y cariñosas espre
siones, que solo saben formar, decir y
repetir los corazones poseidos de amor.
En una de aquellas hermosas tardes
de verano, la casualidad la condujo á
un paraje muy aislado v solitario cerca
de la orilla del mar, donde se sentó
dehajo de un grupo de álamos, y tem
plando el laud que traia en la mano,
empezó á tocar unos trozos de música
sumamente melancólicos. El silencio en
que parceia se hallaba sumcrjida la na
125
turaleza, contribuia á aumentar la es
pecie de encanto que producia la es-
presion que daba á su instrumento. La
puesta del sol, los crepúsculos que se
repetian con mil colores sobre las nu
bes, la calma de la noche que se acer
caba , el viento suave que acariciaba las
plantas, el ruido de los árboles, y el
murmullo de lasolas del mar, todo con
tribuia á dar un aspecto triste y melan
cólico á aquel sitio. El corazon de Ju
lia se enterneció con estremo: vencien
do la distancia que le separaba de su
amable Vereza , creyó verlo á sus pies,
y en el delirio de su imajinacion, llena
de esperanzas lisonjeras, cantó un ro
mance muy patético titulado la Tarde,
y enternecida con las espreslones inte
resantes de sus últimos versos, siguió
modulando en su laud los mas armonio
sos tonos; y su alma perfectamente uni
da con el sonido de la música , que ella
126
enjendraba , se exhalaba en tiernos y
profundos suspiros. La escena pinto
resca que tenia á la vista, distraía á
veces sus ideas , elevándolas al estremo
desus esperanzas, cuando de repente
oyó claramente una voz llena y dulce
que repetia los últimos versos de su
romance. Entonces dirijiósu vista ha
cia el lado de donde se oian aquellas
palabras tristes y amorosas; pero la es
pesura de las hojas le impedian ver na
da : de alli á poco oyó que una persona
se acercaba hacia ella, y conoció que
era un jóven....: el ¡oven y amable Hi
pólito.
El corazón de Julia se sintió conmo
vido á un tiempo por la sorpresa , el te
mor y el placer. Hipólito se arrojó in
mediatamente á sus pies , y con el acen
to mas apasionado le dirijió el siguiente
discurso:
— «Permitid, hermosa Julia, que os
127
manifieste los sentimientos de que me
hallo penetrado; que os ofrezca un co
razon lleno de vuestra ¡majen y de vues
tras perfecciones , y que es pregunte
si tendreis la bondad de acojer el amor
y la ternura respetuosa de un infeliz
que solo respira por vos, y cuyos de
seos eternos son únicamente de unir su
existencia á la vuestra con lazos sagra
dos é indisolubles, empleando su vida
enteramente en hacer la vuestra ven
turosa, y daros continuas pruebas de
una pasion que solo se ostinguirá con
su aliento. Perdonad , señorita , la es-
cesiva vivacidad de mis espresiones , y
la imprudencia que habré cometido en
dar este paso; pero reflexionad que qui
zás no hallare otra ocasion de hablaros
asolas, que me es imposible guardar
mas tiempo el silencio , y que la pure
za de mis intenciones me hacen acree
dor en parte á que escuseis mi atrevi
128
miento. Responded, hermosa Julia, re9-
pondedme sin incomodaros , y tened
presente que con una sola palabra vais
á constituir la felicidad ó la desgracia
de toda mi vida."
— «Levantaos, señor, le respondió
Julia con voz debil , pero con dignidad
noble. Yo no puedo permitir que esteis
en esa postura mas tiempo , ni que os
produzcais con esas espresiones. Fer
nando os espera , id á buscarlo , y res
petad if la hermana de vuestro amigo."
— »¡\o, Julia, yo no me levantaré
sino me dais una respuesta positiva...."
Entonces la marquesa de Mazzini se
presentó á su vista. Casualmente babia
dirijido su paseo hacia el bosque , don
de habia oido el laud de Julia y visto
llegar á Hipólito. El amor que le habia
inspirado el mismo, y el principio de
celos que varias circunstancias habian
hecho nacer en su corazon , le deter
129
minaron á buscar el convencimiento de
ver si existia alguna secreta intelijeocia
entre los dos. .. ',!..,! ••,. •.
Su aparicion repentina turbó a Julia,
y la llenó de una confusion ¡nesplicable.
Ella quiso retirarse , pero la marquesa
deteniéndola , la dijo del modo mas iró
nico:
— »No, no os incomodéis , yo siento
haber interrumpido una cita tan tierna;
penlonadine esta molestia. Yo veo que
el conde quiere manifestaros su carifio;
¿puede haber cosa mas justa ni mas
digna de mi admiracion ?"
Cuando concluyó de decir esto, se
retiró. Julia no se atrevia á levantar los
ojos: Hipólito iha á contestar , pero la
velocidad de los pasos de la marquesa
no le dió lugar.
Julia sumamente aflijida corrió a reu
nirse con la marquesa para entrar con
ella en el castillo. La marquesa cataba
130
furiosa , porque se había acahado de
convencer del poco aprecio que el con
de de Vcreza habia hecho de sus insi
nuaciones. Bien conocia la causa, y una
rival de diezisiete años con todas las
gracias y bellezas de la naturaleza , era
muy temible. ¡Como era posible inte
resar á un corazon tan ajeno de amarla!
¿De que medios podia valerse para se
pararle de Julia ? Los celos , el furor y
la desesperacion ocuparon alternativa
mente la imajinacion de la marquesa:
Vereza se le representaha con todos sus
atractivos y amables cualidades. Enton
ces se aumentaha su amor , y comhatida
por una infinidad de impresiones violen
tas, se veia reducida á un estado que
parecia muy próximo á la locura.
Mas facil le fue a Julia tranquilizar
se , y recuperar la calma y la paz , pues
el amor de Hipólito, de que estaha per
suadida por la prueba que acahaha de
131
darle , fue para ella como un bálsamo
de consuelo que templó el disgusto que
le ocasionó el lance que habia sucedido:
reflexionaha que al fin no se la debia
considerar como criminal , por haber
oido la declaracion llena de respeto de
uu jóven estimable y propio para pre
tender su mano.
La velada de aquel dia se pasó como
siempre en el cuarto de la marquesa,
donde se presentó Julia con la misma
modestia que acostumbraha. Hipólito
manifestaha por sus miradas cierta satis
faccion facil de adivinar. La marquesa
con las suyas seguia á los dos por todos
lados , deseosa de investigar y conocer
mas positivamente el secreto de su
amor, y su semblante trastornado des
cubria la ajitacion violenta en que se ha
llaha su alma.
Cuando llegó, la noche todos se reti
raron ; y Fernando se fue al cuarto de
132 -
sus hermanas con intencion decontinoar
su rejistro. Apenas se habian reunido,
oyeron de repente y con mucha claridad
el ruido del dia anterior; lo que asustó
infinito á las señoras, y aumentó la
curiosidad de Fernando, quien levan
tando la tapicería abrió la puerta mis
teriosa, y se introdujo por eila solo en
la galería con una luz en la mano.
Cuando llegó á la escalera grande dis
tinguió como una sombra , y bajando
por ella precipitadamente, corrió ala
puerta redonda que habia quedado
abierta ; siguió por las revueltas del cor
redor, del que ya hemos hecho men
cion , por donde le guiaba un pequeño
ruido que le hacia creer se hallaba muy
inmediato del objeto que perseguia;
pero de repente la luz desaparece, y
oye cerrar una puerta con violencia.
Este jóven aventurero llega al pie de la
escalera que conduce á la torre , por la
. 133
cual nadie puede haber salido , por ba
llarse ya enteramente destruida. ¿Don
de , pues, se habia escondido aquella
sombra ó fantasma tras de la cual an
daba ? Ñinguna señal se veia de su fu
ga; por lo que buscando cuidadosamen
te distinguió, al fm de un escrupulo
so examen, debajo de la escalera , una
puertecita que no habia podido ver
basta entonces, porque estaba oculta
bajo los primeros escalones. Púsose á
examinarla; mas desesperó de poderla
abrir, porque estaba cerrada por den
tro , y él no se ballaba con lo necesa
rio para echarla á tierra. Sin embargo,
con el puiio de su espada dió algunos
golpes sobre la madera de la puerta , y
el ruido cóncavo que causaron, le per
suadió de que tenia comunicacion con
algunas piezas grandes y espaciosas.
Fue preciso que abandonase la idea de
introducirse por ella, pues como era de
134
madera mny gruesa , y estaha guarne
cida con planchas de hierro que au
mentahan su solidez , con una cerraja
doble , y cerrojos sumamente gruesos,
era imposible de abrirla á la fuerza.
Casi desesperado al ver este obstá
culo, buho de volver atras Femando,
y pasado el corredor volvió á entrar
en el salon , el que se puso á examinar
con todo espacio. El techo era en for
ma de bóveda , y estaha sostenido por
colunas de mármol negro. Las venta
nas eran del estilo gótico , adornadas
con relieves del mismo mármol. Todo
lo que se hallaha en esta pieza la daba
un aspecto á un mismo tiempo majes
tuoso y triste. Al son seguia una espe
cie de atrio tambien con bóveda ; á la
mano izquierda había dos puertas cer
radas , y á la derecha una grande, que
servia de entrada principal á los patios
del castillo.
135
Volvió otra vez á entrar en el salon
tic mármol negro, y cada paso que da
ba lo repetian los ecos con tanto ruido,
que le parccia iban siguiendole muchas
personas, lo que le causaba un temor
involuntario. Sin embargo continuó su
rejistro, y observó otras dos puertas
que no habia visto antes , las cuales eran
muy gruesas, y estaban adornadas con
relieves de escultura muy bien conser
vados. Tambien estaban cerradas como
las del atrio con llave, cuya circunstan-
cia presentaba una oposicion invencible
á la fuerza de un solo hombre. Estaba
Fernando con los ojos fijos en las dos
puertas , pensando de que medio se val
dría para entrar por ellas, cuando se
oyó claramente un ruido sordo, ó mas
bien un suspiro ó jemido, como de al
guno que padece, el cual parccia salir
precisamente de bajo del salon en el que
él se hallaba. Toda la sangre de Fernan-
TOH. I. 10
136
do se ajitó de repente , y luego parecía
que la tuviese conjelada; pero como
al suspiro doloroso siguió un silencio
profundo, se tranquilizó poco á poco,
y llegó á persuadirse de que solo eran
ilusiones de su imajinncion, causadas
por las fuertes impresiones que habia
sufrido : de allí á poco un segundo je-
mido, tan vehemente y profundo como
el primero , que se oyó igualmente en
el mismo paraje , le convenció de la rea
lidad , y le inspiró un miedo tan grande
cual jamás lo hahia conocido. Poseido
de él , y renunciando a seguir en su re-
jistro, dejó el salon, y subiendo la esca
lera pasó corriendo la galería, y llegó
á la puerta misteriosa del cuarto de Ju
lia, la que cerró precipitadamente, uo
viéndose seguro hasta que halló á Mad.
de Me non y sus hermanas, quienes le
esperaban ya cerca de hora y media con
la mayor impaciencia. Apenas se sosegó
137
nn poco, y cuando su ima ¡¡nacion se ha
llaba tranquila , les contó tocio lo que
habia vislo y oido, y la multitud de
obstáculos y puertas cerradas que habia
encontrado. Despues de varias conjetu
ras y reflexiones que hicieron los cuatro
sobre las circunstancias de su relacion,
resolvieron que sus investigaciones de
bían cesar, esperando del tiempo y sos
observaciones , la esplicacion que desea
ban obtener sobre aquellas apariciones
asombrosas y lúgubres jemidos.
Julia no quiso ya dormir en un cuar
to que tenia una comunicacion tan di
recta con aquellos parajes habitados por
entes desconocidos, lo que la causaba
nn miedo tan grande que llegaba a ser
horror : por mas reflexiones que le hizo
Mad. de Menon para tranquilizarla, to
do fue inútil; y se vió obligada, ce
diendo á las instancias de las dos herma
nas , á prometerles que el dia iumedia
138
to hablaria con la marquesa para que
las destinaran un otro cuarto , callando
no obstante lo de la puerta oculta detras
de la tapiceria , y sin decir nada de las
pesquisas que habian hecho en el inte
rior de la habitacion ahandonada. Cou
efecto , apenas se halló visible la mar
quesa, despues del desayuno, Mad. de
Menon fue á verla , y le manifestó la
repugnancia que tenian sus discipulas
de habitar en un cuarto donde habían
oido unos ruidos subterráneos, cuya
causa no habian podido descubrir. La
marquesa la escuchó con la mayor frial
dad y desprecio, y graduando el miedo
de las niñas de ilusiones tontas y supers
ticiosas , la dijo:
— »Estraño , señora , que vd. de eré-
dito á estas pueriles ideas, y me inco
moda que vd. fomente en la imajínacion
de esas dos señoritas un temor vergon
zoso , cuando no solo debia vd. ilesva
139
necerlo, sino impedir que se ocupasen
de esas pequeneces, fortificando su ima-
jinacion para alejarlas de que creyesen
en semejantes aprensiones. Pero mas
bien parece , al ver el paso que vd. aca
ba de dar conmigo, que vd. es la qne
imprime en sus cabezas esas ideas de
terror. Suplico ávd. pues, señora, que
diga de mi parte á sus discipulas, que
me es imposible ceder á sus vanos capri
chos , y que necesitando de todos los
cuartos del castillo para los muchos su
jetos que vienen á vernos, es preciso
nos sujetemos á conservar la misma dis
tribucion que hicimos á nuestra lle
gada."
A una respuesta tan dura y seca , so-
lo contestó Mad. de Menon con el silen
cio, y se retiró.
Con efecto, era muy cierto que todos
los dias acudian nuevas visitas al casti
llo de Mazziui, compuestas regularmea
140
te de jóvenes de ambos sexos, que se
entregaban á toda clase de placeres; y
como el antiguo cuarto de Mad. de Mo
non , que ocupaba entonces la marque
sa , se hallaba adornado con todas las
riquezas imajinables del arte, y lleno
de mil comodidades, jamás se hubiera
decidido, ni por imajínacion , á permi
tir que lo volvieran á ocupar las hijas
de su marido. Persistiendo estas en su
repugnancia de habitar el suyo, se diri-
jieron á su hermano para suplicarle que
hablase con el mismo marques, á fm de
obtener de él que se las destinase otra
pieza , á lo que consintió su hermano,
esponiéndose á la suerte de las resultas.
Volvamos ahora á Hipólito, cuya si
tuacion le llenaba de mas dudas que
nunca, pues como las primeras palabras
que habia dirijido á su querida Julia no
habian obtenido ninguna respuesta fa
vorable, no sabia si las pocas espresiones
141
que ella pronunció , cuando fue inter
rumpido de un modo tan cruel , eran
dictadas por la indiferencia ó quizás por
el desprecio.
Debe tenerse presente que cuando
el conde de Vereza acompañó á la mar
quesa en su primer viaje al castillo, se
vió obligado al cuarto dia 'de volver á
Ñápoles, por hallarse gravemente en
fermo el marques de Lomelli, que era
pariente suyo muy inmediato; y que
riendo dar á conocer á Julia la impre
sion que le habia hecho en su corazon,
se resolvió la noche de la víspera de su
marchaá cantar dehajo de sus ventanas
aquella aria tierna y amorosa. De alli
á pocas huras se puso en camino para
Ñápoles, donde continuamente ocupaha
su memoria la ¡majca de aquella jóven
hermosa : apenas llegó supo que á su pa
riente solo le quedahan algunos instan
tes de vida, la que perdió de alli á pu'
142
co , dejando por su único heredero á
Hipólito de los restos de sus inmensos
bienes que Labia malversado por su pro
digalidad. Como la liquidacion de la he
rencia exijia bastante tiempo y ocupa
cion, no pudo volverá Sicilia hasta pa
sados algunos meses. Desde entonces
se dedicó á buscar la primera ocasion
favorable que se le presentase para de
clarar su amor á Julia ; pero la marque
sa de Mazzini se lo impedia con sus ce
los y continua vijilancia , observando
hasta sus mismos pasos. La casualidad
la condujo hacia el bosque en que se ha
llaba Julia , donde descubrió el secreto
de Hipólito^ y se propuso de impedir
por cuantos medios pudiese , que volvie
ra á repetirse otra entrevista igual.
Fernando fue á ver á su padre el mis
mo dia que le hablaron sus hermanas,
como se los habia prometido; y hallán
dole solo en su gabinete , le participó
143
sucintamente, no lo que habia visto,
sino los ruidos subterráneos que se ha
bian oido, guardándose bien de decirle
lo de la puerta acuita detras de la tapi
cería , que descubrió en el cuarto de Ju
lia, ni el rejistro que habia hecho bas
ta la escalera de la torre meridional;
dándole solo á entender que él y sus
hermanas estaban persuadidos de que
precisamente debia ocurrir alguna co
sa estraordínaria por aquella parte del
castillo.
El marques lo escuchó con nn pro
fundo silencio, manifestando en su sem-
Liante sucesivamente mil siniestros pen
samientos.
— «Yo no crcia , le dijo , que mi hi
jo , y el heredero de mi nombre, lle
gase á abandonarse á semejante terror
y aprensiones pueriles. ¡Es posible que
Layan penetrado hasta tu corazon esos
débiles temores propios de mujeres .'
144
Hijo desnaturalizado, me avergüenzo
de haberte dado el ser. Solo son pro
pias de almas vulgares esas preocupa
ciones- ¡Como has podido resolverte á
contarme eso, ni reclamar mi socorro!
¡Por que no te has atrevido mas hiena
ir tú mismo á descubrir el orijen de
ese miedo vergonzoso, y conocer la
causa! Entonces, despues de haber he
cho las tentativas mas atrevidas para
ello- es cuando tendrías derecho para
hablarme de un modo mas positivo,
obligándome a que reuniese mi valor al
tuyo, para destruir las raices del daño.
Pero hasta ahora solo te apoyas en el
dicho de tres mujeres débiles y supers
ticiosas."
— »Aun no os Labia dicho todo lo
que hay, señor; respondió Fernando:
yo no me he fiado solo de lo que otros
me han referido , ni me apoyo solo en
un relato vago y simple , pues todo lo
'145
he reconocido por mi mismo. Los je-
midos lúgubres , los pasos, el abrir y
cerrar de puertas , yo lo he oido to
do, y be buscado la causa ; pero inutil
mente, porque no be podido penetrar
la. Ved lo que me ba impulsado á ba-
blaros sobre esto : á no ser asi , jamás
se bubiera determinado vuestro hijo,
que tiene muy presente la memoria de
sus abuelos , á molestar la atencion de
su padre con cuentos tontos ni preocu
paciones ridiculas."
A esta respuesta quedó suspenso el
marques , viendo el modo positivo cou
que Fernando le habia contestado, lo
que produjo en su espiritu una multi
tud de reflexiones ; y despues de haber
dado algunos pasos por su gabinete, to
mó con gravedad la mano de su hijo, y
le dijo:
— «Esta noche vendrás, hijo mio, á
mi cuarto, porque tengo muchas cosas
146
que decirte , y quiero confiarte otras
muy importantes, pues ya has llegado
á una edad en que no debo ocultarte
nada de lo que interesa á la familia de
Mazzini; pero sobre todo te encargo
no digas á nadie nada de la conversa
cion que hemos tenido los dos ahora."
Al separarse de su padre, halló Fer
nando en una de las salas á Hipólito de
Vcreza , y le chocó el ver su aspecto
melancólico, y la distraccion con que
se acercó, y le dijo:
— »A buscaros iba , amigo mio, por
que mi corazon necesita desahogarse
en el vuestro. Yo os quiero pedir con
sejos , y que me deis consuelo ; para
ello os suplico me permitais que os
acompañe a vuestro cuarto, donde po
damos hablar con libertad."
Cuando se vieron solos en el cuarto
de Fernando, Vereza le manifestó el
amor que tenia á Julia , y los pasos in
147
útiles que habia Jado para hacérselo
saber á ella: le contó tambien el lan
ce que acahaha de suceder, y la sospe
cha que tenia de que ella le miraha con
indiferencia, y despreciaha su carino.
— «Estais muy equivocado, querido
Hipólito, le respondió Fernando, los
amantes jainas aciertan en lo que ven,
y solo el que observa con indiferencia
puede conocer los verdaderos senti
mientos de dos corazones amorosos, y
que parecen hechos á propósito el uno
para el otro. Yo os puedo asegurar que
á Julia están muy lejos de incomodar
le los sentimientos de ternura que le
habeis manifestado, y de que ella es la
causa/'
—- »No me engañeis, amigo mio: co
mo me considerais acreedor á alguna
preferencia, os persuadis de que Julia,
vuestra adorable heimana , no puede
verme con indiferencia."
148
— »No , yo tengo datos mas ciertos,
y os vuelvo á asegurar que os ama-"
Casualmente Julia se hallaba enton
ces en la sala de la biblioteca que esta
ba al lado del cuarto de Fernando. Juz
guese cual seria su confusion , cuando
se vió obligada á oir esta conversacion.
Temerosa de que la descubrieran no
se atrevió á salir , y aunque podia
muy bien escaparse, se esponia á que
la oyeran, porque una de las puertas
de la biblioteca que salia á la galería,
estaba cerrada , y precisamente hubie
ra hecho ruido al tiempo de abrirla, y
llamaría la atencion de los dos amigos,
por lo que se determinó á quedarse
quieta.
— «Bueno, Fernando, dijo Hipólito,
yo no quiero desechar el consuelo que
me dais, pues la esperanza de ser ama
do seria para mí la mayor felicidad;
pero decidme, ¿ que datos teneis?"
149
— »¿Que datos? oidlos. (Aqui el co
razon de Julia palpitó con la major
violencia]. Primeramente , entre todos
los jóvenes que vinieron con nosotros
al castillo , nadie atrajo su atencion y
sus miradas como Hipólito. Cuando la
ofrecisteis hailar con ella , y cuan
do recibisteis los aplausos jenerales de
toda la sociedad , ¿ de que satisfac
cion tan manifiesta estaha animada su
fisonomía? Al otro dia os marchasteis
muy temprano, y mientras que ella no
lo supo , os estaha esperando con im
paciencia bien conocida. A la hora de
comer, cuando dijeron que algunos ne
gocios inesperados os habian obligado
á marchar tan repentinamente, su ros
tro se encendió á pesar suyo; y luego
le entró una melancolia y tristeza, que
alimentaha buscando la soledad, cuan
do podia escaparse de los festines y
funciones bulliciosas que daba la mar
150
quesa , y en los que Julia no hallaba
diversion. A su edad, decidme, ¿co
mo es probable que ninguna mujer bu
ya de la sociedad, sin ocuparla una pa
sion vehemente y profunda que la
haga mirar con indiferencia esos insí
pidos placeres ? Estos son mis datos,
estas mis observaciones y mis pruebas;
y si yo tuviera el honor de estar ena
morado, no descaria tener otras mas
positivas."
— »¡Ob, amigo mio! ¡de que pla
cer llenais mi alma! Sí, yo me llego i
convencer de que tenga la felicidad de
que ella me ame, pues me persuado de
que no tendríais la crueldad de enga
ñarme ; y os suplico, Fernando, que
me acompañeis á ver á vuestra ama
ble hermana, para que en vuestra pre
sencia yo la jure mi eterno amor, dig.
no de sus virtudes : vamos pues, aho
ra solo sois mi amigo; quiero que ella
151
me dé el derecho de llamaros mi her
mano , y entonces todos mis deseos es
tarán satisfechos."
— «Quizás estará por las inmedia
ciones del bos(juecillo de ayer tarde."
Le respondió Fernando , y tomán
dole por la mano le condujo hácia la
puerta de su cuarto , cuando oyeron
con sorpresa que alguno pasaha por la
galeria. Era Julia , que temerosa de
que la descubrieran quería escapar, pe
ro no pudo hacerlo sin que se oyeran
sus pasos; y cuando les vió entrar en
la biblioteca se asustó tanto, y se le
oprimió su corazon de tal manera, que
hubo de sentarse en una silla , y se cu
brió el rostro con el vestido para ocul
tar su confusion.
— »¡Ah, señorita! esclamó Hipólito
arrojándose á sus pies, y cojieudole una
mano, sobre la que dió mil brsos, ¿me
perdonais la temeridad de mis deseos?
TOM. I. • 11
152
A vuestro hermano, á mi estimable
amigo , he descubierto el secreto mas
interesante de mi corazon ; y si hubie
ra podido pensar que estabais tan cer
ca de nosotros, creed que no hubiera
hablado una palabra sola que pudiera
ofender vuestra delicadeza. Conservad,
pues, la estimacion que me teneis, her
mosa Julia , y creed que la merezco;
sino me perdonais esta falta involunta
ria , me haceis infeliz mientras dure
mi existencia : sí , decid que mi indis
crecion no os ha enojado.
— »Si vuestra tranquilidad depende
de mi estimacion, señor, respondió
Julia con una voz dulce y balbuciente,
creed que nunca será alterada por mi
opinion respecto á vuestras acciones.
La singularidad de mi situacion me im
pide deciros mas , y me obliga á reti
rarme inmediatamente."
Entonces ella se marchó con una es
153
pede de dignidad y modestia que daba
mayor realce á su hermosa figura.
Fernando quedó sorprendido, y le
incomodaba el que su hermana hubiese
oido lo que dijo á su amigo Hipólito
para consolarle : sin embargo , se sose
gó cuando pensó que en parte habia
hecho un favor á los dos , proporcio
nándoles un medio para que se estuca
sen, y evitándoles las diluciones que se
acostumbran en las declaraciones amo
rosas. Los dos amigos se separaron lue
go, por no dar sospechas de intelijen-
cia que podrían incomodará Julia, si
los veia otra vez juntos en el mismo dia.
Por lin llegó la hora señalada por el
marques para que su hijo fuese á su
gabinete : la especie de solemnidad con
que el marques habia preparado esta
conferencia, produjo alguna inquietud
á Fernando; pero la palabra que habia
dado, y la curiosidad de saber los de
154
talles relativos á lo que había oido, le
decidieron á acudir con exactitud. El
gabinete estaba abierto, y el marques'
aun no habia entrado: de aili á algu
nos minutos se presentó, y le dijo:
— «Mucho me agrada esta puntuali
dad." Y cerrando el gabinete por den
tro, tomó un asiento, e hizo seña á su
hijo para que acercase otro. En su cara
y acciones se advertia una frialdad muy
chocante , que daha cierto aspecto si
niestro á su fisonomía.
— »En esta ocasion quizás será, dijo
él , cuando yo conoceré mejor hasta
dónde llega la exaltacion de tu honor.
El secreto que voy á depositar en tu
corazon no debe salir jamás de él , y
ninguna de las circunstancias de tu vi
da puede obligarte á revelarlo. Refle
xiona, pues, si te hallas en disposicion
de guardarlo , y veas si tienes espíritu
para resistir basta la misma muerte por
155
callar un secreto que va á serte pronto
descubierto. Piensa en la promesa que
vas á hacer, y si te parece demasiada
fuerte , márchate , y cortemos esta con
versacion; pero si al contrario has re
cibido de la naturaleza una alma has
tante grande, capaz de guardar un ju
ramento contra toda consideracion hu
mana, prepárate á aceptar las condi
ciones que voy á imponerte , y á este
precio solo te descubrire unos grandes
misterios."
Este preámbulo ya se ve que no era
propio para tranquilizar á Fernando,
quien discurria interiormente qué es
pecie de promesa se le podria obligar á
hacer, y á qué venia aquella solemni
dad estraordinaria con que se le ha
blaha. Sin emhargo , la curiosidad pu
do mas que todo, y dijo á su padre
que estaha pronto á consentir en lo que
te le cxijia. Entonces el marques co-
156
jió la espada, la desenvainó, y se la
presentó desnuda á Fernando , dicien-
dole:
— «Jura sobre este acero , sobre esta
prenda sagrada del honor de un caba
llero noble , que jamás revelarás el se
creto que voy á confiarte."
— »Yo lo juro , respondió Fernando
con una voz firme, y guardare mi jura
mento hasta la muerte."
El marques puso entonces la espada
sobre una mesa, y se acercó á su hijo
para decirle lo que sigue.
— »Mi abuelo Vicente de Mazzini,
que era el tercero de este nombre., ad
quirió hace cerca de un siglo este casti
llo, y lo agregó á sus posesiones. E u
esta epoca existia entre la familia de
De Ila-Campo y la nuestra un odio mor
tal é irreconciliable, de ¡o que seria
inútil referirte ahora el orijeu y las va
rias causas que lo produjeron. Lo cier-
to es , qne los Della-Campo cayeron
enteramente, y los de Mazzini triun
faron: nuestros enemigos perdieron to
da su opinion en Sicilia, sus bienes fue
ron secuestrados, y sus personas pros
criptas, viéndose obligados á buscar asi
los desconocidos en paises estranjeros.
Uno de ellos, que se llamaha Henri-
que Della-Campo, se obstinó en que-
'xlarse; y su empeño en rodar por las in
mediaciones del castillo , bizo recelar á
mi abuelo si meditaria algun proyecto
malvado : para precaverse tomó á su
servicio, bien pagados, unos cuantos
bandidos de los muchos que infestan
la Italia y Sicilia , destinándolos por
espias de la persona de su enemigo. De
alli á pocos dias que lo buscahan , le
hallaron una noche en un paraje inha
bitado , y apoderándose de él , lo ata
ron fuertemente de pies y manos, y
lo trasladaron á la presencia de mi
158
abuelo, quien le hizo encerrar en uno
de los cuartos del lado de mediodia,
donde lo hallaron al cabo de poco tiem
po muerto. Yo no se , ni be querido
averiguar si su muerte fue violenta, ó
si quizás la desesperacion de no po
der vendarse, y de haber caido eu ma
nos de su enemigo, fue la causa de
ella; pero si efectivamente fue efecto
de un plan combinado por Vicente
Mazzini , vemos claramente que logró
su intento en cuanto al secreto impe
netrable con que lo ejecutó; pues á
pesar de las mas vivas indagaciones
que se hicieron por parte de la familia
de Della-Campo, para descubrir la cau
sa de aquella repentina desaparicion,
no pudieron conseguir nada. Los es
pías fueron bien pagados, á fin de obli
garles á que guardaran silencio, y se
marcharon. .EI castillo quedó otra vez
tranquilo, y mi abuelo olvidó á sus
159
enemigos, de quienes no voltió ya á
oír hablar.
«Hace algunos años se divulgó una
voz por el castillo, diciendo que habia
apariciones y fantasmas ; lo qtic al prin
cipio me pareció una ridiculez: pero
viendo que esta opinion tomaba mu
cho incremento, me resolví á averi
guar yo mismo la verdad : con este ob
jeto, una noche despues de haber man
dado acostar á todos, me introduje yo
solo por las piezas de la parte meridio.
nal del castillo , que era donde decian
que se habian aparecido las visiones.
Yo marchaba apresurado , á la verdad
con algun miedo propio de las empre
sas nocturnas , cuando de repente veo
delante de mí un espectro horroroso:
entonces todo mi valor me abandonó,
y huyendo rápidamente lleno de es
panto , me hice el propósito no solo
de renunciar enteramente á una nue
160
va averiguacion , sino que resolví des
de luego no habitar jamás la parte me
ridional del castillo: aun recuerdo con
horror aquella terrible escena , que
me ha obligado á condenar todas las
puertas que conducen á aquellos cuar
tos inhabitados. Este incidente me qui
taba las ganas de volver al castillo, y
asi es que habrás reparado que solo
venia alguna vez ; siendo preciso que
se reunieran una porcion de circuns
tancias y de asuntos indispensables,
para obligarme á permanecer esta vez
tanto tiempo. Yo ignoro lo que era
aquella aparicion, y no se si seria qui
zás la sombra de Henrique que recla
ma su venganza , ó pide que se le dé
sepultura. ¿Será quizás tambien él quien
causa tanto miedo á tus hermanas? Yo
no puedo ni quiero saberlo , y tú de
bes respetar, hijo mio , como yo estos
terribles misterios, pues á los débiles
161
humanos no nos toca investigar la can
sa de los efectos sobrenaturales., ni me
nos oponernos á ellos."
Fernando escuchó esta relacion cou
el mayor horror, recordando con so
bresalto las temerarias pesquisas que
habia hecho por aquellas piezas aban
donadas, y se imajinaba ver aun de
lante de él la luz y la Cgura que se le
habia aparecido, representándosele so
bre todo su peligrosa situacion cuando
estaba en la mitad de la escalera de la
torre , en el momento en que cayeron
las gradas que acababa de subir ; y co
mo lo que él habia visto lo confirmaba
el marques con su declaracion , tem,-
biaba al recordar con horror aquellas
escenas , cuya memoria sola le aterra
ba mas que la misma realidad.
El marques le dijo al tiempo de se
pararse de él , que no obstante consen
tía en que sus hermanas dejasen su
162
cnarto y volviesen á ocupar el anterior
que tenmi destinado ; encargándole
de hacerselo saber , diciéndoles única
mente , que sin examinar el motivo
que tenían para hacer su súplica, por
complacerlas no mas adhería á ello. En
consecuencia de esta disposicion volvie
ron las dos hermanas á disfrutar sus
antiguos cuartos, escepto la pieza prin
cipal que la marquesa quiso conservar
para so. uso , incomodándose mucho
con su marido por su condescendencia,
que ella tachaba de debilidad ridicula
y reprensible. El marques por su parto
recomendó á sus hijas que en lo suce
sivo no alterasen la tranquilidad del
castillo con un miedo pueril , creado
por las ilusiones que su imajinacion les
presentaba.
Fernando , que reflexionaba en los
detalles misteriosos que su padre le ha -
bia comunicado, se persuadió que Hen
163
rique Della-Campo habia sido muerto
efectivamente con violencia , y no po
dia hacerse á la idea de que era descen
diente de un asesino : su jeneroso co
razon se horrorizaha , pensando que
cu aquel mismo castillo se habia derra
mado la sangre de un inocente , cre
yendo firmemente que el alma de aquel
ser desgraciado era la que se aparecia,
solicitando una venganza pública con
tra los sucesores de su matador.
Confundido con el peso de estas tris
tes reflexiones, divagaha sin objeto por
los jardines , cuando se encontró cou
Hipólito, quien al ver su palidez y la
turhacion de su aspecto, le preguntó
con ansia la causa.
— «No solicites, querido amigo mio,
descubrir lo que no puedo revelarte, y
cree que este será el único secreto que
te ocultare á ti."
Y al concluir estas pocas palabras se
164
marchó con precipitacion.
La sensible J ulia se incomodó al pron.
to, cuando vió que Hipólito habia co
nocido el estado verdadero de su co
razon; pero a medida que reflexiona
ba, se iba calmando aquella primera
impresion desagradable, reemplazán
dola un sentimiento mas dulce y lison
jero, pues lo que le habia oido decir,
la aseguraba de que era amada tierna
mente; recordaba con satisfaccion las
finas espresiones con que Hipólito le
habia declarado su amor, y la timidez
con que se producia , receloso de ser
mal admitido, por no permitirle so.
modestia que reconociese el merito que
le distinguia ; y en fin , ei gozo que ma
nifestó cuando Fernando, por una reu
nion de circunstancias, le habia con
vencido de que el corazon de Julia no
leera indiferente. ¡Como era posible
con efecto , dudar de la certeza de ser
165
querida por un hombre tan tierno, fi
no y respetuoso! Se hallaba entregada
enteramente á las lisonjeras esperanzas
que tenia motivo de fundar, cuando
fue distraida de sus agradables ilusio
nes por una orden que recibió de par
te del marques para que se presentase
en s¡i cuarto , lo que inmediatamente
verificó sin poder atinar el motivo de
ella. Halló al marques paseándose solo
por su cuarto con un aspecto severo y
pensativo, que anunciaba que quería
hacerle alguna conferencia de mucha
importancia, de lo que se convenció
cuando vió que cerrando la puerta, se
sentó á su lado, y considerándola con
atencion , le dijo:
— «Julia , yo te he llamado para que
sepas el grande honor que te se prepa
ra. El duque de Lobo me ha pedido
tu mano: nunca hubiera podido yo as
pirar á un enlace tan distinguido , pero
166
necesito tu consentimiento (del que creo
no debo dudar) para apresurar los pre
parativos del casamiento: asi espero, que
vas á espresarme la complacencia que
tienes de verte colocada á una elevacion
tan alta é inesperada."
La certeza de una muerte inmedia
ta no hubiera consternado tanto el co
razon de Julia , como lo hizo esta fatal
proposicion, la que privándola del ha
bla, la trastornó basta el punto de de
jarla sin movimiento, y la quitó la fuer
za de replicar una sola palabra. Su pa
dre , preocupado con sus proyectos am
biciosos, no conoció la verdadera im
presion que habia hecho sobre Julia su
razonamiento, y figurándose que aque
lla suspension era efecto de un gozo re
pentino, iba á reprenderla su exalta
cion , cuando el total abatimiento de
Julia le dió la prueba mas cierta de su
repugnancia.
167
— »Yo bien veo, dijo entonces el
marques, rjne este negocio se ha con
ducido con alguna precipitacion; pero
ahora ya me parece que no debes sen
tir el dejar tus diversiones y entreteni
mientos pueriles , que van á ser reem
plazados por todas las satisfacciones
que te promete el alto rango en que te
vas á ver colocada. No pretendo pene
trar los motivos de ese desfallecimien
to en que te has puesto despues de oir-
me : reflexiona a tus solas, y dentro de
.nn par de horas espero que me darás
una respuesta satisfactoria."
— »No , padre mio, no, jamás po
dré dárosla, respondió Julia. A vues
tros pies os mego que no me perdais;
y si deseais que muera vuestra hija,
lo lograreis bien pronto , si os obsti
nais entregándome á un hombre que
no puedo ver sin horror."
— »Y ¿de donde nace esa repugnan*
ToW. i. 12
168
cia? ¿qne debo sospechar de ella? por
último, señorita, cesen todas esas afec
taciones ridiculas, y reflexione usted
en que quiero ser obedecido."
— «Por cualquiera otia cosa , padre
mío, se sacrificaria enteramente á vues
tra voluntad la desgraciada Julia; pero
se trata ahora de ser infeliz para siem-
pre."
— »EI duque de Lobo es rico, pode
roso y aun amable : pone su fortuna y
su nobleza á tus pies , y ¿ dudas en co
adyuvar a los proyectos de tu padre ?
.Insensata! ¿te has figurado que yo ten-
dria la debilidad de ceder á los capri
chos de una jóvon estravagante , y una
hija rebelde como tú? En fin, solo te
digo una palabra-- escoje entre mica-
riño y mi indignacion. Si en este mis
mo dia no vienes tú misma á declarar
me tu consentimiento , cuenta de que
ya no te miraré como hija mia , te tra
169
taré como á la persona mas indiferen
te , y mañana te cehare del castillo pa
ra que no vuelvas jamás."
Diciendo estas últimas palabras , sa
liose el marques del gabinete lleno de
furor y cólera. Julia , horrorizada por
esta especie de maldicion, sintió que la
ahandonahan sus fuerzas, y que sus
piernas no podian ya sostenerla, por lo
que cayó tendida en el suelo. Como es
taba enteramente sola , y nadie la so-
corria , estuvo en este estado por espa
cio de algunas lioras hasta que le pasó
el desmayo, y prohando á ver si podria
salir de aquel funesto gabinete, iba
apoyándose á las paredes y sostenien
dose sobre los muebles, y asi llegó con
algun trahajo á la galería , donde por
el dolor que padecia interiormente,
junto con el que habia recibido al caer,
volvia á verse próxima á otra congoja,
cuando vió veñir á Hipólito , que por
170
casualidad se dirijia hacia ella. Enton
ces no pudo resistir mas, y abandonán
dola sus debiles fuerzas, cayó casi sin
sentido contra una balustrada , sobre
ia que apoyó sus brazos, y aunque Hi
pólito corrió á socorrerla , no pudo , á
pesar de su dilijensia , impedir de que
cayese de rodillas.. La levantó con pres
teza, y al ver la palidez de Julia y su
aspecto decaido, que manifestaba cuan
to padecia , se decidió á preguntarle,
lleno de sobresalto, cual era el motivo
de sus penas. Julia solo pudo respon
derle con sus lágrimas, y se apresuró,
cuanto le permitian sus fuerzas, á reti
rarse á su cuarto , consintiendo no obs
tante á que le diese el brazo basta que
llegó á el. Entonces Hipólito la besó
la mano , á cuyo movimiento corres
pondió Julia con una mirada tan tier
na , que mostraba toda la sensibilidad
de su alma : aunque uno y otro do se
171
dijeron una sola palabra , aquellas ac
ciones silenciosas y enérjicas , espre
saron mejor sus sentimientos que el
discurso mas elegante y afectuoso.
Apenas Julia se vió sola, se entregó
enteramente al esceso de su dolor; pues
aun en el caso de no estar tan fmamen
te apasionada de Hipólito , no hubiera
dejado de concebir el mayor horror
por la union que se le habia propues
to. El duque de Lobo tenia cincuenta
y seis años , y habia enviudado dos ve
ces. Sus mujeres, víctimas de su bru
talidad y orgulloso carácter, murieron
ambas de pesadumbre á pocos años de
haberse casado. E1 humor de este hom
bre era muy semejante al del marques
de Mazzini, tanto por la soberbia y aun
dureza de su jenio , cuanto por el des
potismo y crueldad que usaba en el in
terior de su casa. Acostumbrado á tra
tar á sus mujeres como esclavas, ¿que
172
suerte podía esperarse que prepararia
á la infeliz Julia , con quien quería
contraer por tercera vez matrimonio?
¿Con cuanta odiosidad comparaba Ju-
lir á este hombre sin moralidad ni sen
timientos de humanidad y amabilidad,
con el interesante Hipólito, cuyas ideas
y pensamientos simpatizahan tanto con
las de su apasionada amiga! El duque
de Lobo conoció á Julia desde el dia
en que el marques dió aquella funcion
en celebridad de la epoca en que en
traha en la mayor edad su hijo Fer
nando. Las gracias de esta jóven hicie
ron una fuerte impresion en él, quien
reducido á vivir enteramente solo, pues
lio mas le quedaha de su primer mujer
un hijo que lo habia ahandonado, for
mó el proyecto de casarse con Julia.
El marques aceptó con entusiasmo una
proposicion que tanto le honraba , y
que le unia tan estrechamente con
173
una dé las primeras familias de Sicilia.
A pesar de los tiernos cuidados y Pa~«
labras consoladoras que empleaban MaiK
de Menon , Emilia y Fernando para
tranquilizará Julia, su alliccion no po-
dia disminuirse. Hipólito tambien por
su parte padecia las mismas angustias,
sin poder penetrar el orijen de su cau
sa. A sus instancias fue Fernando a ver
á su hermana ; y desde que supo la ti
ránica proposicion de su padre , sintió
una pena no menos viva que la de Ju
lia, porque siempre tuvo la idea lison
jera de unir una de sus hermanas con
su amigo, y la inclinacion de Hipólito
á Julia favorecia su pl.an y proporcio
naba su ejecucion ; pero todo se des
truyó por la decision cruel é inflexible
de su padre, pues el sabia por una fa
tal esperiencia que nada bastaría para
conmover el corazon duro del marques,
á quien no hacia fuerza ninguna consi-
174
deracion, importándole poco que fuesen
felices ó no sus hijos, con tal que pu
diese satisfacer sus ambiciosas esperan
zas.
Cuando dejó Fernando á su herma
na , se dirijia á su cuarto, y encontró
con Hipólito que venia hacia él , lo que
le puso en una confusion estrema , por
que queria haber retardado el momen
to de noticiarle los proyectos del mar
ques sobre Julia: este encuentro re
pentino, y los deseos vehementes que
manifestó su amigo de saber la causa
de la afliccion de Julia, le precisaron
á decirselo. La esplicacion detallada,
que se vió obligado Fernando á ha
cerle, acongojó tanto á Hipólito que,
cuanto su amigo le dijo para consolar
le , solo servia para aumentar su dolor.
Julia , deseando verse sola cuanto an
tes , prctestó que tenia un fuerte do
lor de cabeza , y se retiró de la tertu
175
lia muy temprano: encerrose en sn cnar-
to , y meditando en su desgracia , pasó*,
algunas horas entregada á Ins m;is me
lancólicas y dolorosas reflexiones: co
mo no podia reconciliar el sueño, y su
situacion de cada momento se hacia mas
insoportable, se levantó en fin , y acer
cándome á la ventana la abrió despacio,
y se asomó á ella para distraerse. La
luna brillaha con el mayor resplandor,
y estendia sus rayos sobre las ondas aji
tadas del mar, que con suaves ondula
ciones venian á perderse consecutiva
mente sobre la orilla de la playa, La
calma y el reposo respiraba por todos
lados, y el silencio pacifico de la natu
raleza la pasó insensiblemente al cora
zon de Julia , y sosegó por algunos mo
mentos una parte de sus dolorosas afec
ciones. Estaha contemplando enterne
cida aquel majestuoso y melancólico
cuadro, cuando fue interrumpida su
176
admiracion por el ruido lejano de los
fimos de una harquilla que se accrca-
a con rapidez hacia la orilla , que es
taha enfrente del castillo : este objeto,
que de pronto solo habia podido distin
guir como un punto casi imperceptible,
fue aumentándose en pocos minutos,
hasta que llegó á conocer que era un
buque hastante grande , adornado con
gallardetes y handeras. De repente se
oyó un preludio delicioso de instru
mentos, y hiego unas voces que ento-
uaron un himno conocido en toda Sici
lia con el nombre del canto de media
noche. La armonia celeste de los instru
mentos y voces que se oian , aumenta
ba la hermosura de aquella escena que
tanto agradó á Julia , dotada de una
alma dispuesta á recibir toda impresion
sensible. De alli á poco la música cesó,
y la harca desapareció. Julia se retiró,
y disfrutó de las dulzuras del sueño,
177
que con un reposo de algunas horas le
volvió la tranquilidad que tanto nece
sitaba. Ya hacia rato que el sol ilumi
naba el horizonte, cuando Julia des
pertó , y aquellas primeras ideas dulces
j halagüeñas, fueron reemplazadas por
las mas tristes y amargas, producidas
por las últimas palabras de su padre,
que le recordó su memoria: estaba pen
sando en los medios de remediar su
suerte, cuando un criado del marques
le previno de su órden que fuese á pre
sencia de su padre, quien le notició que
el duque de Lobo llegaria aquella ma
ñana al castillo, y se^presentaria á ella
por primera vez.
— «Cuide vd., señorita, le dijo el
marques, de adornarse un poco mas,
y de manifestar al duque que estais dis
puesta á sujetaros con gusto á la volun
tad de vuestro padre , y obedecer sus
órdenes."
178
Como era inútil responder se retiró,
con las lágrimas en los ejos, á su cuar
to, penetrada de un cruel dolor, vien
do que nada podría libertarla de sucum
bir. En fin llegó el medio dia , y se
oyeron luego varias músicas, que con
el ruido de oarruajes y de caballos, y
el movimiento de una multitud de cria
dos, anunciaron la llegada del duque.
Al oir todo este estrépito, Julia casi
se desmayó, y no tuvo fuerza para le
vantarse de la silla en que estaba sen
tada. Un nuevo mandato de su padre
para que bajara inmediatamente, aca
bó de trastornarla. Se arrojó en los bra
zos de la tierna Emilia, que solo po-
dia consolarla con sus lágrimas, y to
mando luego una fuerte resolucion , se
desprendió de ella, salió del cuarto, y
se presentó en la sala principal del cas
tillo., donde la esperaban con un as
pecto de grande etiqueta ó ceremonia
179
su padre, la marquesa y el duque de
Lobo.
Despues de los primeros cumplidos
de costumbre, el marques y su mujer
aparentaron bajo diferentes pretestos
algunas ocupaciones, y dejaron á Julia
sola con el duque. Esta situacion que
en cualquiera otra circunstancia hubie
se intimidado á nuestra heroina, antes
al contrario aumentó su ánimo y for
taleció la resolucion que habia hecho
de interesar la sensibilidad del duque
de Lobo, y solicitar su amparo, imaji-
nándose que no tendría un corazon de
hierro para resistirse : ella se decia in
teriormente:
— »Si solicita mi mano, es porque
ignora que yo ya he entregado mi co
razon ; y si le digo que es imposible el
que yo pueda amarle ni sujetarme á la
voluntad de mi padre, sin hacerme in
feliz para toda mi vida, y que el cielo
ISO
mismo parece que debe desaprobar es
ta union, su interes personal primero,
y luego la oposicion natural de todo
hombre de honor á sumerjirá una mu
chacha jóven en un abismo de penas y
disgustos continuos, puede ser que le
decidan á separarse de su primera idea,
y quizás desistirá de un enlace tan des
igual , constituyendose antes bien mi
defensor y protector contra mi padre."
Llena de estas consoladoras ideas y
de esperanzas vanas, ovó con pacien
cia y resignacion los elojios del duque
y las alabanzas que le hizo sobre su
hermosura , su juventud y demas gra
cias de su persona, y cuando concluyó
con todos los cumplimientos que se acos
tumbra!) á hacer en semejantes ocasio
nes, viendo que habia llegado su tur
no de hablar, lo hizo en los terminos
siguientes:
— »Yo estoy muy agradecida como
181
debo, señor duque, al honor que me
dispensais con vuestra eleccion, y de
seo corresponder con igual confianza.
Puede que os hayan hecho creer que
yo recibo gustosa el favor que me ha
ceis, pero sabed que no han consulta
do rni parecer, ni han contado conmi
go absolutamente para tratar de los pre
liminares de este noble enlace; y debo
aseguraros con injenuidad, que conoz
co que me es imposible corresponderos
con otro sentimiento que el del respe
to : asi os persuadireis que es inútil pre
tendais exijir la posesion de mi cora
zon, porque una indiferencia que no
puedo vencer...."
— «¡Como es eso, señorita! podia
esperarme...."
— «Perdonad mi claridad , que jus
tifican las circunstancias en que me ha
lló: ya ha llegado este asunto á un es
tremo en que es preciso que os hable
182
con sinceridad , y os manifieste cuáles
son mis sentimientos. Yo ossupüco, se
ñor duque, en nombre de la jeuero-
sidad propia de un caballero verdade
ramente noble, que renunciando al pro
yecto de casaros conmigo, soliciteis de
mi padre que se abstenga en adelante
de disponer de mi mano , sin saber an
tes si su eleccion la aprueba mi cora
zon."
El duqnc de Lobo , fumamente in
comodado al oir esto, se levantó y
arqueando las cejas con todas las seña
les de un mal disimulado despecho, le
dijo:
— «Señorita, vuestro padre y yo ig
norábamos que hubieseis dispuesto ya
de vuestro corazon. No permita Dios
que mi intento sea el de romper tan
preciosos lazos. Dotada con una sensi
bilidad tan preciosa, sin duda os espe
ra una suerte que para mí debe ser muy
183
indiferente. Ahora conozco qué papel
tan ridiculo he hecho hasta aqui, y cuán
vanas eran mis esperanzas; pero en
adelante estad segura de que os mira
ré únicamente con la mayor admiracion
y respeto, y "na fiía politica reempla
zará la pasion de mi amor."
— n¡Ah! señor, yo imploraha vues
tra jenerosidad, y veo que solo me he
atraido vuestro odio. ¡Ah! ¡como me
he engañado!''
— «Señorita, vd. se equivoca; pero
permitid que me retire , pues un su-
gcto que es tan aborrecido como yo,
debe abreviar sus visitas todo lo posi
ble."
Y diciendo estas últimas palabras sa
lió del salon con la mayor precipita
cion lleno de furor. ¡Cuanto se arre
pintió despues Julia de haber llegado
á creer que cabían en el duque de Lo-
ho virtudes que no era capaz de po-
ToM. i. 13
184
seer! reclamando una jenerosidad que
le era desconocida , y apelando a la hu
manidad y delicadeza de aquel señor,
quiso reducirle á que desistiese de sus
inútiles persecuciones, y aconsejarle
que dirijiese sus miras sobre otra fami
lia : pero el orgullo de él y su cólera
la intimidaron sobre manera , y pro
dujeron en el duque, como una cosa
muy natural, losdescosde perder aque-
Ila desgraciada jóven , que habia teni
do el espíritu de desechar la union de
un hombre lleno de vicios, y á quien
no podia soportar.
Con efecto se realizaron los temores
de la infeliz Julia , pues el duque de
Lobo, poseido de un resentimiento vil
y bajo , fue á ver al marques de Maz-
zini, y le refirió el desprecio que aca
baba de sufrir, atribuyéndolo á alguna
pasion secreta que tendría Julia quizás
por algun desconocido, ó algun aven
185
torero de baja estraccion, indigno de
ella por todos lítulos.
El marques despues de haber estado
encerrado en su cuarto con el duque
un grande rato acabado de comer, lo
dejó marchar á Ñapoles, e hizo llamar
á su hija , la cual obedeció al momen
to , y se vió precisada á oir con resig
nacion cuanto quiso decirla el marques
en los terminos mas dures é insultan
tes sobre su pretendida pasion , con
cluyendo luego con prevenirla, de que
á pesar de la oposicion de su corazon,
debia prepararse á dar su roano de gra
do ó por fuerza de allí á tres dias al
duque, quien vendría dentro de aquel
termino al castillo para casarse con
ella.
Julia iba á manifestar á su padre , sin
embargo de su mucha timidez, el hor
ror que le inspiraba semejante enlace,
cuando el marques, aparentando un fu-
186
ror terrible , salió del gabinete , y cer
ró la puerta tras él.
La triste Julia , anegada en lágrimas,
se vió entregada á la desesperacion mis
horrorosa, viéndose sin proteccion, ni
medios para oponerse a la tiránica vo
luntad de su padre, cuyo corazon so
juzgado enteramente por la ambicion,
jamás manifestó á sus hijos el menor
indicio de ternura ; y dominado por su
vil pasion, estaha decidido á sacrificar
aquella victima á su orgullo, adhirien
do á los hajos deseos del duque.
Confundida con estas tristes refle
xiones se retiró precipitadamente ¡í su
cuarto, donde se reunió con ella luego
Eaiilia. En los momeutüs en que nues
tro espiritu se halla mas ahatido por el
dolor, es cuando se aprecia mas el in
teres y cuidado de una hermana que*
rida. Asi es que Emilia acompañando
á Julia en sus lloros, logró consolarla
187
a!gnn tanto, y no la dejó hasta que la
vió un poco mas tranquila.
Ya era muy tarde cuando se separa
ron las dos hermanas, y como Julia
había pasado un dia demasiado turbu
lento y ajitado para esperar reconciliar
se con el sueño, recurrió para distraer
se a la lectura , y cojió una novela es
crita con sensibilidad y llena de inte
res : en las primeras pajinas encontró
un paraje donde se hacia una pintura
muv semejante á la de su situacion ac
tual , y enternecida al leer las penas
imajinarias de aquellos personajes, con
fundiéndolas con las que realmente ella
padecia, no pudo contener las lágrimas
que con abundancia se- desprendieron
de sus hermosos ojos.
Un profundo silencio reinaba por to
do el castillo, lo que hizo creer á Jufia
que todos sus habitantes estaban entre
gados á uu dulce sueño : el cielo esta
188
ha cubierto de nubes , la noche era su
mamente obscura , y la atmósfera aji-
tada por los vientos anunciaha una pró
xima tempestad. Los silbidos del aire
que penetraha por los corredores y pie
zas , producian un sonido parecido al
de un jemido lejano y lastimero que se
repetía de cuando en cuando , y recor
dando ;i Julia el miedo que habia teni
do en su antiguo cuarto, al oir un rui
do semejante , la tenia en un sobresal
to continuo : estaha oyendo con la ma
yor atencion aquellos ruidos inmedia
tos , cuando de repente advirtió con
mucha sorpresa que alguno andaha por
el corredor, y al parecer se acercaba
á la puerta de su cuarto: de alü á po
co distinguió facilmente que algunas
personas hablahan muy hajo : por fin
oyó con el mayor gusto que la llama
ban por su nombre , y reconoció la voz
de Fernando , lo que bizo cesar sus te
189
mores , y la dió espíritu para ir á abrir
la puerta, donde encontró á Fernando
efectivamente seguido del amable Hi
pólito.
Al verlos de pronto no pudo evitar
una especie de sobresalto que la asustó
en terminos que se vio espuestaá caer;
pero Hipólito la detuvo en sus brazos,
y la tranquilizó al momento. Fernando
la dijo que tenian asuntos muy intere
santes que tratar con ella, y babian
elejido hacerlo eu aquella hora sigilo
sa, para evitar que los viesen ó fuesen
sorprendidos.
— «Señorita, sabemos con certeza,
añadió Hipólito, que vuestro padre pien
sa obligaros con toda su autoridad á
que os caseis antes de tres dias con el
indigno duque de Lobo ; y como a el le
importa poco el violentar la inclinacion
vuestra con tal que se cumplan sus de
seos, despreciando vuestras lágrimas,
1PO
es capaz de esccderse de los limites (le
su autoridad , y sacrificaros sin reparo
alguno. Solo pues nos queda un solo
medio, amable Julia, para evitar se
mejante desgracia , y este es el de la
fuga , libertándoos del dominio no de
un padre, sino de un tirano cruel. He
hablado sobre esto con Fernando, quien
está anuente á ello, y él mismo me ha
aconsejado que os ofrezca mi ausilio pa
ra veí ¡¡icario. Yo soy enteramente li
bre, señorita: aceptad pues mi propo
sicion , y tened el valor de huir con un
esposo que os ama tiernamente, y de
sea salvaros de una persecucion tan ter
rible. ¡Ah! ¡no me respondeis nada, Ju
lia! Decidme, ¿que debo yo pensar de
ese silencio? Demasiado lo conozco por
mi desgracia : yo no merezco vuestra
confianza, :y vuestro corazon no se dig
na ni aun de oir el estremo de mi pa
sion! pero si soy un objeto aborrecible
191
á vuestros ojos , ¿ por que no me arro
jais con desprecio de vuestra presencia?
Entonces me ¡re bien lejos á consumir
me en la mas cruel desesperacion, y ja
más me presentare en un paraje donde
habita la única mujer á quien yo pue
do amar, y que paga mi ternura solo
con el desprecio."
Julia no pudo contener las lágrimas
al concebir la idea de dar nn paso tan
arriesgado y contrario á su timidez na
tural , como es abandonar la casa pa
terna , evadiendose de la santa autori
dad de un padre, y esponié'ndosc á los
trabajos que ofrece una pasion desgra
ciada , cuya ¡majen se le representaba
con un colorido tan vivo, que ls hizo
temblar, y llenó su corazon de amar
gura y dolor.
— »Mi querida Julia , amable her
mana mia, le dijo Fernando acercán
dose á ella , y cojiendola ambas manos
192
con la mayor ternura é interes, tú de
bes creer que las ofertas y palabras de
mi amigo son sincerase injenuas, y que
si no estuviese cierto y persuadido de
ello, yo seria el primero que te disua
diria de semejante empresa, pues soy
demasiado celoso del honor de mi san
gre para permitirlo, si considerase que
no fuese preciso en tu situacion actual:
Hipólito es tan virtuoso como fino aman
te, y yo te salgo garante de su conduc
ta; ademas, que tú debes pensar que
sigues á un esposo, á un hombre de ho
nor, verdaderamente enamorado y ami
go fiel, y que entre escojer la felicidad
ó la esclavitud no hay lugar á la duda."
— "¿Que puedes decirme, querido
Fernando, le respondió Julia , que yo
no me lo haya dicho ya cien veces an
tes? Por grande empeño que tengas en
defender la causa de tu amigo , cree
que mi corazon lo deüendc mejor aun."
193
Apenas habia dicho estas últimas pa
labras, cuando conoció toda la fuerza
de ellas, y se arrepintió de haberse de
jado llevar de su pasion , esplicáudose
en terminos que quizás no correspon
dían á la modestia de su sexo. Esta re
flexion la incomodó de manera que per
maneció durante algunos momentos en
el mayor silencio: por fin salió de aquel
estado de insensibilidad en que se ha
llaba , dando un suspiro tan profundo,
que manifestaba bastante cuanto pade
cía en su interior.
Hipólito y Fernando se aflijieron al
ver la situacion dolurosa en que se en
contraba Julia, cuya indecision tras
tornaba todos sus planes : por fin Hipó
lito se resolvió á decirla:
— «Julia mia , ¿ por que no nos res
pondeis?"
Julia; para manifestarle su gratitud,
se sonrió con ternura, y reclinando su
194
cabeza sobre la silla , parecia que esta
ba próxima á desmayarse, lo que bizo
creer á su hermano y á su amante que
la confusion do ideas y sentimientos
que se babian reunido en su cabeza , y
combatian en su imajinacion sin cesar,
la babian puesto en un estado de ésta
sis ó suspension momentánea del uso
de su razon. Hipólito se arrojó á sus
pies, y abrazando sus rodillas, la su
plicaba le permitiese acompañarla; pe
ro Fernando , que conoció mejor la si
tuacion verdadera de su hermana, vió
que seria perjudicial molestarla por en
tonces con mas instancias, y asi le dijo
á Hipólito:
— «Dejemosla por ahora, amigo mio,
pues seguramente necesita descansar,
y no es conveniente que insistamos mas
en este momento. Adios, Julia, so
siégate, que nosotros ya nos vamos."
— »A lo menos, dijo Hipólito, que
195
nos permita Julia volver aqui mañana
á la misma hora.''
— «Si, aqui os esperare."
Esta fue la última respuesta que Ju
lia dió, acompañada de aquella gracia
y sensibilidad que un corazon apasio
nado de amor y gratitud es capaz de
espresar en una promesa tan decisiva
como esta.
Ambos salieron inmediatamente del
cuarto de Julia, y apenas habrian dado
algunos pasos por la galeria , cuando
vieron al otro estremo de ella, en la
pared opuesta al paraje donde estahan,
la claridad de una luz que les pareció
salia de una puerta que estaha detras
de la escalera, adunde se dirjjieron al
momento; pero anl.es de llegar al sitio
donde se veia el resplandor, desapare
ció enteramente la ¡uz , y aunque se
acercaron á escuchar á la puerta de la
escalera , no volvieron á oir ningun
196
ruido absolutamente. Entonces resol
vieron retirarse á su habitacion , no
sin mucho recelo de haber sido descu
biertos por alguno.
La escena que acahaha de pasar en
el cuarto de Julia , la trastornó tanto,
que le fue imposible conciliar el sueño,
y solo ocupaha su imajinacion la idea de
la empresa que le habían propuesto, sin
saber que* resolucion debia tomar, pues
reflexionaha que si se quedaha en el
castillo, aunque era cierto que daba
una grande prueha de obediencia filial,
tambien lo era que se esclavizaha á pa
sar una vida infeliz, cuyo cruel desti
no debía prometerse casándose con 1111
hombre que aborrecia con est reino. Por
otra parte, si huia con Hipólito, ¡úi
cuantas interpretaciones maliciosas da
ria esto motivo en pcrjuicio de su per
sona y opinion! ¡y que derecho tan
grande daha sobre ella á un jóven eua
197
morado hoy, y que quizás la olvidaría
al otro dia! Y aquella misma facilidad
en seguirle , ¿ no era de temer tambien
que destruyese la buena opinion que él
babia formado de ella , y que disminu
yendo su amor le hiciese perder su es
timacion? Estas ideas lu ocuparon todo
el dia siguiente , hasta que á la media
noche en punto volvieron á verla Fer
nando é Hipólito, quienes empezaron
de nuevo á instarla sobre su fuga , y
la hicieron presente que de alli á dos
dias era el término fijo y fatal en que
el marques babia determinado condu
cirla al altar para unirla con el duque
de Lobo de grado ó por fuerza, con
cuya observacion llegaron por fin a con
vencerla , fijando sus irresoluciones, y
obligándola á que les diese palabra de
estar preparada para seguirá Hipólito
en la siguiente noche á la misma hora.
No es posible describir la alegría de
198
aquel jóven cuando oyó el consentimien
to de Julia, quien lo esnresó del modo
mas fino y amable, dictado por su pa
sion, y acreditando con él la grande
confianza que tenia de su honradez.
— «Ahora es cuando puedo ya llama
ros Julia mia , mi noble y herniosa es
posa.''
Le dijo el arrebatado de gozo.
— «Recibid delante de vuestro her
mano Fernando, mi digno amigo, el
juramento que os hago de dedicarme
enteramente mientras viva á haceros
feliz. Un presentimiento lisonjero me
hace creer que recibiendo á mi amada
de las manos de la amistad , no pueden
ser nuestros dias sino muy dichosos:
en adelante yo os prometo consagrar
tu i existencia solo á vuestras dos apre-
ciables personas."
Al pronunciar esta solemue promesa
se arrojó de rodillas á los pies de Julia,
199
la que le dió la mano para que se le
vantara. El la tomó, la colocó sobre
su corazon , y como si estuviera fuera
de sí, la estrechó entre sus hrazos, y
recibió de sus labios el primer beso de
amor: á esta accion se cubrió de ver
güenza el rostro de la inocente herma
na de Fernando, y á continuacion se
dijeron mutuamente las mas tiernas y
amorosas espresiones: retirándose lue
go de sn cuarto los dos amigos, le re
pitieron que al otro dia á media noche
marcharían del castillo.
Uua vez que se consiente en un ac
to tan importante como este , hay mo
tivo para que la imajinncion de una jó
ven haga mil reflexiones serias; pues
abandonar la casa paterna, substraer
se de la autoridad a que se ha estado
sujeta durante toda su vida, entregar
se á la suerte y á los peligros que son
consiguientes á una fuga semejante, y
tom. i. 14
200
esponerse á las conjeturas maliciosas y
calumnias mas infames , son cosas muy
desagradables , y que presentan una
pintura poco lisonjera.
Repetidas veces estuvo resuelta á no
ticiar á su hermana y á Mad. de Menon
su proyecto de fuga; pero reflexionan
do que los consejos que la darían se
rian dictados por la timidez ó por una
prudencia escesiva (la que en algunas
ocasiones solo sirve para precipitarnos
en nuestra desgracia , cuando por el
contrario a veces la temeridad, ó las
circunstancias que de ella dependen,
nos proporcionan salir de los apuros
cuando menos se piensa), y estando con
vencida laminen de que ni su herma
na ni Mad. de Menon podrian liber
tarla de la violencia que queria come
ter el marques con ella, se decidió, aun
que contra la voluntad de su corazon,
á ausentarse del castillo siu decirles na-
201
da , ni manifestar delante de ellas cosa
que pudiera hacerselo sospechar, cuya
reserva conocia que dcbia serle muy
sensible , pero al mismo tiempo era in
dispensable.
Una porcion de circunstancias y de
preparativos dieron á conocer á Julia,
durante todo el dia, que el inmediato
era el que habia señalado con efecto
el marques para celebrar su odioso hi
meneo, y cada circunstancia de aque
llas fortalecía la resolucion de Julia,
que habiendo hecho alejar de su cuar
to con intencion á su hermana y Mad.
de Menon , se ocupó durante los mo
mentos que la dejaron sola en hacer un
grueso lio, en que envolvió sus mejo
res alhajas y algunos vestidos.
Por su parte Fernando é Hipólito no
se descuidaron en hacer los preparati
vos de su viaje; pero se les ofrecia
grande inconveniente para la sal
202
castillo durante la noche; porque Ro
berto, que era un criado de confianza
del marques, estaba encargado de cer
rar todas las noches las verjas y las de
mas puertas de los jardines y del par
que , llevándose las llaves á su cuarto,
donde las guardaha dentro de un cofre
de hierro que siempre habia estado des
tinado á este fin. Roberto era un cria
do muy antiguo dificil de sobornar, y
cuyo carácter poco tratable, no daha
lugar á que se le sorprendiese por la
fuerza ni por la astucia; sin emhargo
era indispensable sacarle las llaves de
un modo ú otro, y sin comprometerse.
Los jardines del castillo se prolon
gahan hasta las orillas del mar, donde
terminahan las paredes da la cerca por
una puerta , desde la cual hasta el agua
apenas habna la distancia de cien pa
sos. El ayuda de cámara de Hipólito,
que era muy intelijeute y diestro, y
203
muy estimado de sn amo, proporcionó
una barca que debia ballarse á media
noche precisamente delante de la puer
ta ", con tres rcmadores.de confianza , y
durante el dia se mantendrían á una
distancia proporcionada , para que no
pudiesen sospechar nada los habitantes
del castillo si por desgracia llegaban á
Terla.
Esta barca estaba destinada para trans
portar á nuestros dos amantes á la cos
ta opuesta de la Calabria, donde debia
verificarse su union. Ño es posible ima
jinar cuanto padeceria Julia durante
este último dia , pensando que iba á
dejar para mucho tiempo , y quizás pa
ra siempre, á una hermana querida y
una amiga tan respetable como Mad.
de Menon : asi es que cada caricia que
le hacian , ó cada prueba que le daban
de su afecto, eran otros tantos golpes
que oprimían su corazon. A cada ¡us-
204
tante se veía tentada de romper el si
lencio que se habia propuesto guardar;
pero como habia prometido á Fernan
do y á Hipólito no hablar á nadie de
ello, no se atrevió como lo hubiera
hecho si el secreto le perteneciera á
ella sola.
La marquesa dando las disposiciones
necesarias para los preparativos de la
ceremonia , que debia celebrarse al otro
día, manifestaba en todas sus acciones
la alegría de que estaba poscida, y los
deseos que tenia de concluir un matri
monio que separaría para siempre de
su rival el objeto de su amor.
Julia, bajo pretesto de una aparente
incomodidad, se separó antes de hora
de su hermana y Mad. de Menon , pues
acercándose el momento en que iba á
entregarse á la buena fe de su amante,
quiso tener la libertad de reflexionar
sobre su temeridad ; pero ¿que podrían
205
decirle la prudencia y la razon, cuan
do su amor triunfaba de ambas, obli
gándola á considerarse como compro
metida con Hipólito por la promesa que
le babia hecho delante de su hermano?
¡Que obstáculos tienen poder en el co
razon de una mujer jóven para conte
ner los impulsos de un impetuoso amor,
mucho mas cuando se ve próximo á per
derlo todo!
Las doce de la noche , que era la ho
ra señalada , tocaron y todas las puertas
del castillo se habian cerrado ya suce
sivamente una tras otra. Roberto pasó
por debajo de la ventana de Julia lle
vando en su mano un manojo de llaves,
cuyos golpes de unas con otras llegó
hasta sus oidos. Creyendo que babia
tomado el camino de su cuarto , perdió
toda esperanza de salir del castillo: pa
ra convencerse de ello fijó toda su aten
cion diiijida hacia la puerta de su cuar
206
to, que tan pronto abría como cerra
ba, creyendo ver llegar á cada momen
to á su hermano y á Hipólito. Se figu
raba que oía unos pasos, y que sin du
da serian ellos que ya venían: luego le
parecia distinguir una luz, luego que
oía unas palabras, y todo eran ilusio
nes falsas; pues ni habia visto ni oido
nada , y su ¡majinacion exaltada le pre
sentaba objetos que no existian. El si
lencio mas profundo reinaba en todo el
castillo, y iiingun ser viviente daba se
rrales de su existencia. Desde la venta
na de su cuarto, que abría repetidas
veces, solo se veía una noche obscura,
las nubes que corrian por la atmósfera,
y la sombra de los árboles inmediatos,
que aumentaban la obscuridad lóbrega
de que estaba cubierta toda la natura
leza.
El reloj del castillo tocó consecuti
vamente y con lentitud los cuartos que
207
median desde las doce á la una : crian
do oyó esta última hora, viendo que
padie venia, creyó la amante de Hipó
lito que con efecto la habian abando
nado sus protectores, dejándola entre
gada á su triste suerte ; y al pensar en
esto, su corazon se llenó de afliccion,
y sus ojos se humedecieron con lágri
mas de dolor. La desesperacion iba á
apoderarse de sus sentidos , cuando por
fin le pareció oir, ó mas bien oyó efec
tivamente , los pasos de una persona
por el corredor. Viendo que los pasos
habian parado junto á la puerta de su
cuarto, se presumió que eran Hipólito
y su hermano; los que efectivamente
entraren luego, v colmaron de alegría
ala pobre Julia, que impelida por su
gozo se arrojó á los brazos de su her
mano estrechándolo tiernamente , aun
que quizás aquellas caricias iban diri
gidas mas bien a su amante que á su
208
hermano; pero el pudor y la modestia
obligaron á Julia á disimular bajo el ve
lo de una pura y santa amistad, las prue
bas del amor mas fino. Hipólito le co-
jió su mano , y la dijo:
— «Vamos, Julia mia, salgamos pron
to del castillo, puesto que ya tenemos
las llares necesarias que hemos podido
logrará pesar de mil dificultades. Los
instantes sou preciosos , y cualquiera
detencion por corta que sea , nos va á
perder ó á separarnos para siempre."
Fernando tomó entonces el envuel
to de la ropa que Julia dcbia llevarse;
Hipólito dio el brazo a su amante , y
los tres salieron juntos por la puerta de
su cuarto , que volvieron ti cerrar: tran
sitaron silenciosamente por la galería,
y cuando se hallaron delante del cuar
to de su hermana y Mad. de Menon,
la fujitiva Julia no se pudo contener,
y dió un suspiro doloroso; pero la suer
209
te estaba ya echada , y era preciso huir
O ser infeliz.
Desde la galería pasaron al salon , y
luego entraron en un pasillo que con-»
ducia á un paraje aislado del castillo,
donde se hallaba una puertecita de sa
lida , la que una vez ganada , ya solo
les restaba llegar á la orilla del mar. Al
fin del pasillo liabia una escalera por
donde se bajaba. al patio : apenas aca
baban de dejarla , cuando les pareció
oir detras de ellos un grande ruido ha
cia la parte de la galería ó del salon,
cuyo ruido estrepitoso dio alas á nues
tros fujitivos , y les hizo apresurar el
paso, sobre todo á Julia , que conia con
la lijereza mas rápida que puede imaji
narse ; pero á lo mejor de su carrera se
encontraron con una puerta cerrada
que les impidió el paso. Fernando., que
se habia provisto de un gran manojo
de llaves, probó muchas en la cerraja
210
para abrir, sin lograrlo: a! fin halló una
que entró con mucha facilidad por el
hueco, lo que le hizo creer que era
efectivamente la que buscaha; pero bien
sea que él se engañó, ó que el orin de
que estaha cubierta impedia el que pu
diera volverla , lo cierto es que despues /
de muchos esfuerzos, vueltas y revuel
tas, no le fue posible abrir. El ruido
que h.ibian nido poco antes, concluyó
por un golpe fuerte semejante al de
una puerta cuando se cierra con estre
pito ; y por la distancia a que se oyó,
creyeron que seria alguna de las puer
tas del salon , lo que animó á Fernan
do para redoblar sus fuerzas a lin de
abrirla puerta; pero percibió un gol
pe, y conoció que la llave se había ro
to dentro de la cerraja ; al mismo tiem
po el ruido cesó , y fue reemplazado por
un profundo silencio. Julia su habia asus
tado mucho mientras oyeron aquella
211
algazara, y se vió precisada á apoyarse
sobre el brazo de Fernando; pero cuan
do volvió otra vez á quedar todo tran
quilo, recobró sus primitivas fuerzas
y serenidad. Hipólito, deseoso de cono
cer la causa de aquel ruido estraordi-
. , nario, habia subido la escalera, y se
ballaha en el pasillo, indeciso sobre si
entraria en el salon ó no, cuando ape
nas habia dado algunos pasos, oyó de
nuevo el estruendo repetirse con ma
yor fuerza (jne antes, distinguiendo
claramente unos quejidos, y el mido
de pisadas y puertas que abrian y cer
rahan. Cuidadoso nias por la suerte de
Julia que por la suya, volvió á hajar
con rapidez la escalera para reunirse
con sus compañeros, y ayudar á Fer
nando á abrir la puerta que les impc-
dia su pronta fuga; al llegir le dió un
golpe tan fuerte , que la descerrajó y
quedó abierta , dejándoles e! paso fra«-
^
212
co para escapar. Entraron por ella, y
se hallaron en una especie de atrio en
que habia por la parte opuesta tres sa
lidas. No teniendo tiempo para delibe
rar cuál de las tres escojerian , se ahan
donaron á la suerte, y entraron por la
de la derecha.
— «Apresurémonos, amigos mios,
dijo Hipólito, pues sino somos perdi
dos; porque yo me recelo que alguno
nos ha vendido, y seguramente nos van
persiguiendo."
Para llegar al patio donde estaba la
salida, era menester abrir una otra puer
ta , para lo cual Fernando buscó con
mucha priesa una llave á propósito en
tre las que llevaha, temiendo perder
un tiempo precioso, y recelando que
ihan á ser descubiertos de un momen
to á otro ; pero el ruido del castillo ce
só de nuevo, y el supncio le reempla
zó , por lo que se tranquilizaron un
213
poco de so sobresalto. Reflexionando
que la luz que llevaban podría descu
brirlos, Fernando apenas halló la llave
que buscaba escondió el farol debajo de
su capa , y metiendo la llave por el hue
co de la cerraja, le dió la vuelta con
precipitacion : la cerraja se abrió sin
resistencia , y salieron por la puerta á
un paraje aislado, por el que era pre
ciso transitar, para llegar por fin á la
puertecita de salida. El sitio aquel es
taba lleno de maleza , de piedras y es
combros, de pedazos de troncos y vi
gas de madera , de suerte que lo hacian
casi intransitable , tanto mas en la obs
curidad horrorosa que habia aquella
noche; pero á pesar de estos inconve
nientes era preciso pasar por alti; y
aunque con mucha dificultad, lograron
atravesar todo el patio aquellos tres
desgraciados, á quienes acompañaba el
amor , la esperanza y el miedo. Julia
214
manifestó en esta ocasion tanto espiri
tu é intrepidez como sus compañeros,
abriendose un camino por medio de
aquella multitud de obstáculos, con lo
que consiguieron llegar apresuradamen
te á la puertecita, desde la cual ya so
lo les quedaha que dar algunos pasos
para ganar la orilla del mar donde se
hallaha la harca.
Por una casualidad , que creyeron
ser feliz, hallaronla puerta medio abier
ta. Hipólito salió el primero, dando la
mano á Julia ; pero apenas estuvo á la
parte de fuera, cuando un hombre fu
rioso, dando un horroroso grito, se
arrojó sobre el , y le dió una estocada
con la espada , que le atravesó el cuer
po de parte á parte. Aquel infeliz jóven
cayó al momento en tierra, esclamando:
— »Yo soy muerto."
— «Asi perecen los traidores y pér
fidos/'
215
Dijo entonces e! matador. Julia, hor
rorizada, perdió el sentido , y las fuer
zas la abandonaron, obligándola a' caer
en tierra al lado del moribundo. Fer
nando quiso vengar. la muerte de su
amigo, y sacando la espada, se acercó
hacia el bárbaro que se había atrevido
a herir á Hipólito; pero ¡cual fue su
sorpresa llena de horror, al reconocer
que el asesino era su padre mismo.' el
marques de Mazzmi , á quien conoció
por medio del farol que llevaba escon
dido debajo de su capa , y q„e acercó
á la cara del incógnito con el fin de
descubrir sus facciones. La espada le
cayó de la mano , y de repente se le
ocurrieron una multitud de ideas y re
flexiones , que unidas á la escena que
tenia delante de sus ojos , y á la irreso
lucion en que se halló considerando su
situacion , le privaron momentánea
mente de todas las facultades de su al-
tom. i. 15
216
nia. El marques mandó entonces á los
criados, que le habían acompañado con
armas para defenderle en caso necesa
rio, que levantasen á Julia del suelo y
prendiesen á Fernando, conduciendo
a' ambos al interior del castillo; y en
cnanto á Hipólito , creyéndolo muerto,
dejó para otra ocasion mas á propósito
el cuidado de retirarlo de alli; nias el
criado de a,juel desgraciado jóven, que
desde la inedia noche le estaha espe
rando, hahia nido todo lo que sucedió,
y corrió al sitio de la catástrofe, lle
gando al mismo tiempo en que Hipóli
to l'uc herido. El marques le dió al Gn
permiso para llevarse el cuerpo de su
amo , lo que verilicó , ayudado de dos
do los remadores que habian acudido
igualmente atraidos por el ruido: le co
locaron dentro de la lancha , e inme
diatamente se pusieron á remar con di
reccion á la costa de Italia. Fernando
217
fue encerrado por orden del marques
en una de las torres del castillo , y Ju
lia igualmente en una pieza pequeña
de las mas solitarias y aisladas. Cuan
do aquella infeliz jóven abrió los ojos,
y se halló encerrada en una especie de
prision desconocida para ella , se afli-
jió sobre manera, y casi la abandonó
el espíritu que hasta entonces la habia
sostenido.
Su camarera , á quien el marques
permitió que acompañase á su ama en
su cautividad , se acercó ú la cama de
ella , y le ofreció sus servicios, dándo
le aquellos consuelos que la dictaba el
afecto que la tenia.
— »¡Oh , querida Rosa mía ! le dijo
Julia , ¿en donde me hallo yo? ¿ellos
donde cstán? ¡Ya no los volveré á ver!"
— «Que puedo yo decir a vd., seño
rita , le respondió la fiel criada ; como
se ha guardado un secreto tan grande
218
en todo lo que ha sucedido, me ha si
do imposible descubrir la causa de to
dos estos acontecimientos. Fernando
vuestro hermano está preso en uno de
los torreones del castillo: se habla mu
cho de un hombre que ha sido muerto;
vuestro padre no quiere hablar con na
die , y yo le he oido decir con mucha
cólera , pronto me vere libre del cui
dado de guardar á una hija inobedien
te y culpable , porque mañana mismo
quedará casada con el duque de Lobo,
aunque sea preciso que la lleve arras
trando al altar."
— »Con que , segun eso, mi suerte
ya está echada , y solo me sesla que
apelar á la muerte."
Esclamó con dolor Julia, volviendo-
se del otro lado. Rosa quiso hablarla y
consolarla ; pero iodo fue inútil , pues
su señorita no quiso ya escucharla , ni
tan solo ver la luz del dia, haciendo
219
tanta impresion en su imajinacion la
idea de su ¡«feliz suerte , que parecia
hubiese perdido el juicio.
Por mucho cuidado que tuvo el mar
ques en ocultar e impedir que se hicie
se público el suceso de la noche an
terior , no pudo evitar que llegase á
noticia de todos los habitantes del cas
tillo desde el momento eu que amane
ció el dia , pues los criados que le ha-
bian acompañado, se habian produci
do en terminos nada equívocos sobre
todo lo que habian presenciado. Con
efecto, el traidor Roberto, que era
quien tenia las llaves , lo descubrió to
do al padre de Julia , habiendo dado al
gunas llaves con mucho misterio a Fer
nando para engañarle mejor, y hacer
le creer el interes que tomaba por él,
siendo todo una trama urdida de acuer
do con el marques.
Cuando Emilia supo que su herma-
220
na se hallaba presa , corrió inmediata
mente á suplicar á su padre le diese
permiso para verla y consolarla, mez
clando sus Ingrimas con las de la des
graciada Julia. Su padre la recibió con
mucba dureza , y rehusó dárselo, man
dándole retirarse á su cuarto, con pre
vencion de que en adelante no le im-
portu nase de nuevo con semejantes im
prudencias. Emilia se retiró sumamen
te aflijida, y compadecida de la suerte
de su hermana , aunque tenia motivos
para estar quejosa con Julia, porque le
habia callado el proyecto de su fuga,
que quizás la hubiese separado para
siempre de la compañia de una herma
na que tanto quena. Julia , en medio
del horror que le producia su situacion,
tio veia mas personas á su inmediacion
que la pudiesen consolar, sino su cama
rera y Roberto ; el traidor Roberto,
á quien habia encargado el marques les
221
llevase el alimento preciso dos veces al
día. La idea que se presentaba á la ima
ginacion de Julia con mas vehemencia
y horror, era la del odioso himeneo
que querían obligarla á contraer , gra
bándose en su espíritu con tal fuerza,
que no pudlendo ya resistir el dolor
que la causaba , resolvió quitarse la vi
da : la costumbre que habia contraido
de ocuparse continuamente con la idea
de cosas melancólicas, daba á su fiso
nomía un aspecto de desesperacion , y
condueia su espíritu gradualmente ha
cia una verdadera demencia: Rosa no
podia mirar á su señorita sin que le
saltasen las lágrimas; y Roberto, á pe
sar del interes que tomaba en servir
al marques , volvia la vista cuando en
traba en el cuarto , para ocultar la sen
sacion que le hacia el estado abatido de
Julia.
Fernando se hallaba encerrado en
222
el torreon mas elevado del castillo, re
flexionando continuamente , sin poder
acertar en la verdadera causa de la ca
tástrofe horrible que les habia suce
dido; sin embargo, sus sospechas siem
pre recaían mas particularmente sobre
el traidor Roberto, á pesar del vivo
interes que les babia manifestado; pues
aparentó con tanta vehemencia que se
complacía en bailar aquella ocasion de
favorecer á su señorita, que es como
él llamaba ;¡ Julia, que cualquiera hu
biera creído que era el hombre mas
fiel y mas lleno de afecto por ella , y
era preciso oque el marques le hubiese
prometido alguna grande recompensa,
ó que Roberto fuese el monstruo mas
abominable de hipocresía y falsedad
para haberlos vendido. Reflexionando
despues en la suerte que le esperaba,
en los trabajos que estaría pasando la
pobre Julia, y en la muerte tiájica de
223
sn amigo Hipólito , su corazcn se lle
naba de la mayor tristeza. El marques
de Mazzini era señor absoluto y sobe
rano en aquel pais, donde tenia dere
cho de vicia y muerte sobre sus vasa
llos , sin tener que dar cuenta de sus
acciones á ninguna autoridad superior,
lo que no ignoraba Fernando , y como
ademas conocia muy bien el carácter
violento de su padre , y lo implaca
ble que era su odio- cuando recibia la
menor ofensa , se ¡majimtba que no po
día menos de tramar algún plan para
vengarse de un modo cruel y terrible
de sus dos hijos. INo se aüijia menos
Fernando cuando pensaba en el tiem
po precioso que babian perdido en su
fuga por un esceso de prudencia; pues
habiendole dado Rohct tolas llaves que
Je habia prometido á los tres cuartos
para las doce de la noche, babian de
jado pasar dos horas largas los dos ami-
224
gos esperando que todos los habitan
tes del castillo se hubiesen dormido,
en cuyo espacio el marques fue ins
truido por Roberto ó por otro cual
quiera , ó quizás rejistramlo el mano
jo de las llaves advirtió las que falta
han , y lo descubrió ; lo cierto es que
por haber tenido la prudencia de espe
rar aquellas dos horas, tuvieron la des
gracia de ser sorprendidos, e Hipólito
de recibir la muerte.
La marquesa cuando supo la muer
te de esle interesante jóven , sintió re
nacer en su corazon con mayor vehe
mencia la pasion ardiente que le habia
tenido , representándosela á su imaji-
nacion vivamente toda la gracia, la
amabilidad y la agradable figura de Hi
pólito, que le hacían mas sensible la
certeza de haberlo perdido para siem
pre ; pero al mismo tiempo no podia
calmar su furor cuando consideraba
225
que había preferido á su odiosa rival
Julia , queriendo huir con ella. Enton
ces su rabia se desató en Improperios
contra aquella desgraciada jóven, y se
propuso de emplear todo su ascendien
te sobre su marido , para aumentar el
furor que tenia contra su hija , á quien
ambos querían sacrificar , el uno á su
ambicion , y la otra á sus celos.

CAPITULO IV.
J.Jlrgó por fin aquel dia que tanto te
mia Julia , y que tanto deseahan llega
se su padre , la marquesa y el duque
de Lobo , á quien debia unirse la po
bre prisionera.
Para insultar mas fuertemente el do
lor de su victima , determinaron los
dos esposos celebrar la boda con el ma
yor aparato y magnificencia. Todos los
nobles que vivian en las inmediacio
226'
nos del castillo fueron convidados, co
mo igualmente nn número considera
ble de eclesiásticos. Una porcion de
menestrales vinieron tambien de Ña
poles para adornar las piezas del casti
llo , y proparar ¡as fiestas que debiao
hacerse despues de verificado el casa
miento , al que debia seguirse un mag
nífico convite , y luego un baile bri
llante. Fernando oía desde su torre el
ruido y estrépito que se difundía por
todo el castillo. Desde las diez de la
mañana empezaron ya á entrar por las
puertas de los patios que estaban to
das abiertas , una infinitud de coches
y caballos. Cuando avisaron la llegada
del duque de Lobo y su comitiva , el
marques y su esposa salieron á recibir
le basta la puerta de entrada principal
para hacerle mas hcuor. Los caballeros
convidados llegaron muy gozosos suce
sivamente., y como todos ellos cono
227
clan á Fernando , y sabian que se ha
llaba en el castillo , debe ya suponerse
que preguntarían por el , cuando vie
ron que no se presentó á su llegada, ni
concurría á la boda de su hermana; pe
ro el marques halló diferentes protes
tos para eludir una respuesta cierta,
con lo que quedaron satisfechos aque
llos amibos falsos, ífue únicamente pen
saban en divertirse , aprovechando la
ocasion que les ofrecian los placeres y
fiestas que se prometian disfrutar en
el castillo ; asi es que la mayor parte
de ellos no pusieron atencion en su fal
ta , sino muy lijeramente, y pronto se
olvidaron de su ausencia.
Despues de haber tomado algun re
fresco el duque de Lobo y los convi
dados, trataron de celebrar la ceremo
nia del casamiento desde luego; para
este efecto se reunieron en la capilla
del castillo el prelado y demas eclesiás
228
ticos que cstabau llamados para verifi
carla , donde despues acudió todo el se
quito de ambos sexos vestid.os con el
mayor lujo. El marques salió del salon
dando palabra al duque de traerle in
mediatamente a su esposa futura, y se
«lirijió á su prision, bien persuadido
de hallar en ella á su víctima. La sa
tisfaccion de la marquesa era completa,
viendo que su venganza iba á satisfa
cerse; pero el triunfo del orgullo y la
envidia estaba aun muy lejos de rea
lizarse.
Julia no se balló ya en su coarto
El marques la buscó por todos lados en
su habitacion , y la llamó con fuertes
gritos repetidas veces; mas todo fue
inútil , pues nadie le respondió, y has
ta la misma Rosa su camarera habia
desaparecido tambien. No es facil es
presar el furor del marques entonces,
y solo puede compararse con su confu
229
sion : dnilando aun que pudiera ha
berse escapado, volvió otra vez á re-
jistrarlo lodo , no solo por el cuarto
donde la habia encerrado, sino aun por
todos los parajes inmediatos á él, olvi
dándose de que le estabau esperando
para celebrar la ceremonia.
Lleno de rabia , y sin saber lo que
hacia , se asomó á la escalera, y empe
zó á llamar á todos los criados uno tras
otro, dejándoles tiempo apenas para
responder á la multitud de preguntas
que les hacia con la mayor acritud y
cólera ; pero ninguno pudo darle no
ticias positivas sobre lo que deseaba,
y únicamente dijeron que habian ad
vertido que Rosa no compareció aquel
dia en las piezas donde ellos se reu
nían , como lo tenia de costumbre an
teriormente. Lo que primero se pre
sentó á la vista del marques cuando
entró en la prision de su bija, fue el
230
vestido completo de boda que él le ba-
bia enviado la víspera por la noche;
las piezas de que se componía se ha
llaban esparcidas todas sobre las sillas
del cuarto : al tiempo de acercerse ha
cia la cama con precipitacion , trope
zó contra una mesita haciendo caer un
papel que habia sobre ella: lo reco-
jió, y vió que era una carta con un so
brescrito que decía: »A mi hermana
Emilia:" rompió la oblea con violen
cia , y leyó lo que sigue.
«Piecibe mi último adios , amiga mía,
»m¡ querida hermana, amada Emilia;
«puede que jamás volvamos á vernos:
«yo me precipito en un abismo de peli-
»gros y desgracias para evitar otra de-
«masiadu cruel y terrible. Me abando-
«no enteramente á mi suerte buena ó
«mala , no pudiendo ya sufrir la duda
«en que me hallo hace tanto tiempo,
«y que me hace vacilar continuamente
231
«entre la esperanza y la desesperacion.
«Cualquiera <jue sea ir>¡ suerte ó la tu-
«ya , no olvides nunca á la pobre Julia,
«que siempre te amará , y te deja con
»el mayor sentimiento.... En cualquier
«clima donde me conduzca mi destino,
«siempre , siempre estarás presente en
«la memoria de tu hermana , y ocu-
«pariís en su corazon el mismo lugar
«que hasta aqui , no cesando continua-
«mente de pedir á Dios te libre de la
«desgracia con que allijc á tu herma-
»na Julia."
No podiendo concebir la marquesa
el motivo de la detencion de su mari
do , dejó al duque ., y fue á buscar al
marques , á quien halló en el acto de
leer la carta de Julia : apenas supo el
funesto desaparecimiento de su rival,
tajó precipitadamente , y mandó se hi
ciese tui rejistro jencral por todas las
piezas del castillo , lo que fue causa
tom. i. 16
232
de que se hiciese pública la fuga por
todas partes: llegando á oidos de los
convidados que estahan 'reunidos en la
capilla, puestos de toda etiqueta, los
llenó de confusion ; y viendo que la
ceremonia ya uo se podria veriü'car,
fueron todos al salon , sin saber qué
especie de consuelo podrian dar al mar
ques en un caso de circunstancias tan
cstrañas , ni qué pensar de un aconte
cimiento tan raro. El silencio, el disi
mulo , y una tristeza jencral , se difun
dió entre todas los convidados del cas*
tillo , que un momento antes se halla
han poseidos de la mayor alegria y
contento. El marques despachó algu
nos criados montados sobre sus mejo
res cahallos , indicándoles el camino
que debian seguir para buscar á la fu-
jitiva , sin dejar de hacer cuantas dili-
jencias estuviesen en su mano á Gn de
ballarla, ó á lo menos descubrir por los
233¡
parajes qne habia transitado. Luego lla
mó á Emilia , y le hizo leer la carta de
Julia delante de él, con la esperanza de
sorprenderla, y descubrir si ella tenía
parte ó complicidad en la fuga de su
hermana ; pero fue inutil este paso: el
marques quedó en la misma duda que
antes, pues únicamente manifestó Emi
lia á su lectura la espresion del dolor
y la sorpresa.
Roberto fue llamado tambien por ór
den del marques , pero tampoco pudo
sacar ningun indicio de él; y viendo
que persistió en negar que hubiese te
nido parte en la fuga de Julia, lo man
dó meter en la cárcel del castillo, vol
viéndose él mismo á rejistrar de nue
vo la habitación de Julia , la cual es
taba situada en la parte mas alia del
castillo, á ochenta pies del suelo, y te
nia cerradas todas las ventanas con re
jas de hierro, hechas de barras muy
234
gruesas : allí solo era permitido á Ro
berto el poder entrar, y los compa
ñeros de la primer huida de Julia , Hi
pólito y Fernando , no era posible que
le hubiesen favorecido en esta ocasion,
pues al uno se lo habian llevado mo
ribundo á la costa opuesta de la Ca
labria, y el otro estaba cerrado rigoro
samente en una torre del castillo, cu
yas llaves no perdia de vista el mar
ques : asi es, que por mas conjeturas
y cavilaciones que este hacia para des
cubrir los medios de que se habia vali
do Julia para escaparse, no podia acer
tar en cuales fuerau.
Sin embargo, como era preciso no
ticiar a! duque de Lobo que su futura
esposa habia huido del castillo por no
casarse con él , el marques se resolvió
á decirle francamente todo lo que ha
bia sucedido, sin disimular nada. Prin
cipió , pues, refiriéudole la tentativa
235
qne habia hecho anteriormente para
marcharse con su hermano y su aman
te : luego le detalló torlos los obstácu
los c¡ue se le presentaron para verifi
carlo ; la catástrofe trájica de Hipólito,
y en fin le dijo que habia encerrado á
su hijo en una prision, tanto por casti
go , como para evitar su evasion. Por
muy inclinado que estuviera el duque
á Julia , la aversion constante que ella
le tenia , ofendía su amor propio con
cstremo; pero sobre todo, el último gol
pe que recibió con la noticia de su fu
ga , le puso furioso, y de pronto des
ahogó toda su cólera con invectivas con-
tra el marques , atribuyéndole la cul
pa de lo que le sucedia , y quejándose
con dureza por que le habia compro
metido , haciendole el juguete del ca
pricho de una niña , y el objeto de mo
fa y burla de toda la provincia. A es
to añadió otras espresiones no menos
236
agrias é injuriosas , de modo que con
siderándose Mazzini insultado, le con
testó con aspereza , pudiendo haber
* tenido resultas muy desagradables aquel
altercado, á no haberse interpuesto al
gunos cahalleros que se hallahan pre
sentes, y que los reconciliaron con bue
nas palabras, quedando otra vez en la
mejor armonia , y decididos á reunir
todos los medios que estuviesen en su
mano para encontrar á la rebelde Ju
lia, á quien su padre se obligó condu
cirla al altar, y entregarla en manos
del duque en el momento que se ha
llase de nuevo bajo su autoridad. Al
gunos de los circunstantes se sorpren
dieron al ver la tenacidad del duque en
solicitar la mano de una jóven que le
manifestaha una aversion tan decidida,
lo que acreditaha que aquel cahallero
no tenia delicadeza ; pero como el du
que tenia dadas ya durante su vida tan-
237
tas pruebas de insensibilidad , orgullo
y soberbia , no debian pasmarse de ver
la constancia suya para lograr la pose
sion de Julia , solo porque hallaha re
sistencia. La marquesa estaha tambien
sumamente incomodada por la evasion
de Julia , pues la esperanza que te
nia de separarla para siempre del ama
ble conde de Vereza , y castigarla co
mo rival suya, esclavizándola con un
enlace que tanto le repugnaha, se des
truyó casi enteramente con su fuga : á
mas de estos motivos, no contribuia
poco á aumentar su mal humor la pre
sencia de Mad. de Menon , que por su
buena reputacion bien merecida de mo
desta y prudente que habia adquirido
y conservado constantemente , com
parada con la costumbre desordenada
de la marquesa , era una especie de
censura continua de su conducta ; por
consiguiente Mad. de Menon no podia
238
ser querida ele ella , pues aunque el vi-
cio respeta á la virtud , siempre es
su mayor enemigo. Tanto por saciar el
odio que tenia á Mad. de Menou, cuan
to por vengarse de su pupila , á quien
ella tanto queria , se propuso de per
suadir al marques de que probable
mente esta señora no dejaba de tener
parte en la fuga de Julia , y que era
imposible que no la hubiese ayudado
para ello , ó cuando menos que no fue
se sabedora de sus intenciones antes de
verificarse. El marques de Mazzini al
momento se dejó convencer de la pro
babilidad de esta idea , y arrebatada
mente prorumpió en mil dicterios con
tra Mad. de Mcnon , reconviniéndola
con espresiones atrevidas y desatentas;
pero tal es la fuerza de la verdad y el
ascendiente de la virtud , que en po
cas palabras aquella respetable señora
confundió enteramente á sus mismos
239
acusadores, siendo tanto el disgusto
que le ocasionaron las sospechas rjue
de ella tenian , que les manifestó iba á
marcharse desde luego del castillo, pa
ra alejarse de uiias personas tan acos
tumbradas á pensar mal de todos- y de
seosas de hacerla perder su opinion.
Avergonzado de su facil credulidad,
y reconociendo la injusticia que le ha-
Lia hecho el marques, que tenia pre
sente los servicios de Mad. de Menon,
trató de tranquilizarla, suplicándola di-
simulase su arrebato , y que no efec
tuase su marcha , lo que le costó mu
cho de conseguir, y solo por el cariño
que tenia Mad. de ¡Menon á su discípu-
la Emilia lo pudo lomar. Fernando
supo en su prision por la indiscrecion
del criado que le servia , que Julia se
Labia escapado del castillo, lo que le
sirvió de mucho consuelo para sus pe
nas; pero como la imajinacion de los
240
desgraciados siempre se alimenta con
ideas tristes y suposiciones siniestras,
la suya le presentó á su hermana Ju
lia , sola , aislada , errante y sin recur
so ninguno, en un mundo nuevo para
ella, y que absolutamente no conocia,
cuya reflexion le aftijió sobre manera.
¡Ah! ¡cuan sensible le era entonces su
cruel detencion!
Por fin los criados del marques vol-
vieron al castillo , sin haber podido des
cubrir nada relativo á Julia , y aunque
los enviaron por otro lado á continuar
sus pesquisas, tampoco obtuvieron me
jor resultado. Muchas semanas y me
ses enteros transcurrieron haciendose
varias dilijencias , que todas fueron in
fructuosas, á pesar de que el marques
envió algunos emisarios por todos los
dominios del conde de Vereza, y por
los pueblos mas inmediatos, con el ob
jeto de conocer el paradero de su hija,
241
qne no pudieron descubrir , y solo ave
riguaron que el conde no habia vuel
to á Ñapoles desde su marcha á Sici
lia , ni se tenian tampoco noticias de
él : otro motivo de incomodidad se aña
dió á los que tenia el marques de Maz-
zini , que empeoró su triste situacion.
Un criado mas perezoso que los otros,
cuando se retiraba á dormir, al tiem
po de pasar desdo la escalera principal
aun corredor, vio desde una de las
ventanas que se habia quedado abierta,
una luz en la parte inhabitable del cas
tillo , precisamente en las piezas del
mediodía , donde se decia que habia
aapariciones nocturnas. El criado se pa
ró para observarla , y luego corrió á
avisar á sus compañeros para hacerles
ver aquella cosa estraordinaría. Cou
efecto, todos llegaron llenos do miedo
y de curiosidad; pero apenas se acer
caron á la ventana , desapareció la luz.
242
De alli á an momento oyeron y vieron,
en cuanto lo permitía la obscuridad de
la noche , que se abrió una puerta es-
terior de la torre, y que despues salia
una figura como la de uu hombre con
una luz en la mano, cuya fantasma ó
persona se marchó arrimada á las pa
redes del castillo , y desapareció cuan
do llegó al ángulo mas inmediato. Los
criados se retiraron silenciosamente á
sus cuartos , con la imajinacioü preo
cupada de aquella raia vision que les
quitó hasta las ganas de hablar. To
dos recordahan muy bien las cosas que
anteriormente se habian visto en aque
lla parte del castillo , que eran seme
jantes á lo que ellos acahahan de ob
servar, y que Mad. de Me non y las dos
señoritas habían solicitado mudar de
habitacion , por los ruidos y jemidos
que habían oído alli durante la noche;
cada uno de los espectadores de esta
243
última vision en particular, y todos en
jeneral , pasaron el resto de la noche
en la mayor inquietud y sobresalto,
aterrorizados con la memoria de ella:
al otro dia se reunieron todos en las
antesalas, y se contaron reciprocamen
te las cosas que habían visto y otras
que se habian ligurado , sobre lo que
hicieron muchas reflexiones y conje
turas horrorosas que les forjaha su dé
bil imajinacion. Los mas medrosos per
suadieron á los otros tie que en el cas
tillo no se podia vivir, porque tarde
ó temprano los duendes se apoderarian
de todos , y en una sola noche ahoga
rian á los habitantes que tuviesen la
temeridad de quedarse; y para evitar
semejante desgracia , se resolvieron to
dos á despedirse del servicio del mar
ques, lo que con efecto verificaron la
mayor parte de ellos aquella misma ma
ñana. Cuando el marques vió que to
244.
dos le abandonaban , y no ballaba nin-
gnno que le sirviese , preguntó la cau
sa de esta desercion , y mio de los cria
dos que se habían quedado se la hizo
saber. De pronto fue tal la sorpresa
que le causó , que no supo qué decir;
pero volviendo á hallar su presencia de
ánimo, prorumpió en voces descom
pasadas contra las habladurías ridiculas
de los unos, y la necia credulidad de
los otros , dictándoles que él se com
prometía á desvanecer todas sus apren
siones.
— »Yo os haré ver, aíiadíó, del mo
do mas claro cuan absurdas son las
preocupaciones, y los cuentos que os
causan tanto espanto. Esta noche alas
once reunios todos en el salon, y me
acompañareis al rejistro exacto que
quiero hacer por todas las habitaciones
de la parte meridional , sin dejar de
ver un solo cuarto ni paraje alguno. Si
245
despues de esta operacion hay alguno
entre vosotros que tenga aun miedo,
lo miraré como indigno de llamarse
hombre , y lo despediré con ignomi
nia del castillo."
Ma(L.de Menon y Emilia, á cayos
oidos llegaron tambien las voces de lo
que sucedia, deseahan con impaciencia
saber el resultado de la visita noctur
na que se debia hacer en el castillo,
para poder fijar sus ideas respecto a lo
que ellas habian visto y oido de ma
raviiloso dentro de él , aunque tuvie
ron mucho cuidado en no manifestar á
nadie sus deseos.
Efectivamente , por la noche todos
los criados , segun la órden del mar
ques , se reunieron en el salon, lle
vando algunas hachas de viento, y se
dirijieron en número de diez ó doce
hacia el sitio de su destino, precedidos
de Roberto , que marchaba el prime
246
ro con las llaves en la mano, y por
el margues que iba al frente de ellos.
Llegaron en este orden. á una reja
grande de hierro que se abrió por el
centro; y les condujo a un grande pa
tio interior, por el que era preciso
transitar. El piso estaba cubierto de
yerbas sumamente altas, que indicaban
que durante muchos años nadie babia
entrado en aquel paraje solitario, don
de hallaron la puerta principal de la
habitacion del mediodía. Roberto in
trodujo después de muchos esfuerzos
la llave por una cerraja enorme que
estaba cubierta de oriu , que obstruia
e I hueco para metar la llave, y casi
habia ya destruido todos los resortes
interiores, por lo que le costó mu
cho trabajo abrirla : por fiu lo consi
guió, y rodando la puerta sobre sus
goznes, hizo un ruido estrepitoso, j
repetido por el eco á io lejos. Entra-
»
247
ron todos en el salon de mármol ne
gro que Fernando Labia visto algunos
meses antes, en el cual reinaha el ma
yor silencio, interrumpido solo por el
ruido que bacian los pasos y movimien
tos de los de la comitiva. Entonces el
marques , deseoso de desarraigar de la
imajinacion de sus criados las ilusiones
que eran causa de los temores de que
continuamente se veían poseidos, y co
municarles al mismo tiempo la sereni
dad que él (¡ueria manifestar tenia, les
dijo en voz alta lo siguiente:
— »Si es cierto que en este edificio
habitan algunos espiritus infernales,
preparaos á verlos comparecer muy
luego , y disponeos á hatiros con ellos:
los que quieran quedarse á mi servicio,
que me ayuden, y los que no quieran
que vayan enhoramala bien lejos de
aqui á ocultar su vergüenza y cohardia.
Pero yo me temo que no habrá nece-
TOM. i. 17
248
sidad de prohar vuestro valor, porque
el enemigo no se atreverá á presentar
se ; y vereis como no quiere admitir
mi desafío."
Ninguno respondió , y los unos pe
gados contra los otros siguieron al mar
ques , con el sobresalto cu el corazon,
y la palidez en el rr.stro.
Al salir del salon subieron por una
escalera grande á una galeria magnifi
ca , que era tambien la que habia vis
to Fernando. El marques dijo á Ro
berto entonces:
— «Abre esa puerta de la izquierda,
que seguramente ahi dentro es donde
están los duendes, y adora es el mo
mento de manifestar cada uno su va
lor."
Nadie se atrevió á responder : Ro
berto obedeció, pero la puerta no pu
do ¡ibrirs(: por mas esfuerzos que él hi
zo , luista llegar á bacerse una herida
249
en la mano. Todos sucesivamente pro
baron á darle la vuelta á la llave, y na
die lo logró.
— «Eso es el miedo que teneis, les
dijo el marques , que os quita las fuer
zas: dadme la llave, y vereis que pron
to abro yo."
Al decir esto cojió la llave , y probó
á volverla , dando golpes á la puerta,
pero todo fue inútil , pues parecia que
una fuerza superior impidiese por la
parte de dentro que pudiese abrirse.
— «Venid aqui , dijo Mazzini á sus
criados, y todos á un tiempo la em
pujaremos para ver si asi se abre."
Pero como ellos estahan persuadidos
de que aquella resistencia era efecto de
alguna causa sobrenatural , se llenaron
de horror, y nadie se atrevió á obe
decerle.
— «Señor , dijeron ellos, no es me
nester abrirla , ya estamos ahora des
250
engañados de que no hay duendes: per
mitidnos qué nos retiremos."
— »No , yo os lo prohibo , y el pri
mero que se vaya le despido: hemos
de ver á buenas ó á malas qué es lo que
impide que se abra esta puerta. Yo
quiero perseguir a estas fantasmas,
aunque sea bajando a los infiernos.''
Semejante empeño y obstinacion de
terminó por fin a los criados á ayudar
le , y reuniéndose al lado de su amo,
emplearon todos sus esfuerzos para
echar á tierra la puerta. Al primer gol
pe se oyó un ruido espantoso, como si
hubiese caido un peso enorme sobre
el piso , lo que puso en consternacion
á toda la comitiva de criados , tanto
mas cuanto el ruido se habia oido en
la pieza donde pretendian entrar , cu
yo estrépito fue repetido por el eco,
disminuyéndose el sonido á lo lejos.
Los criados echaron á correr cntou
251
ees sin atender á las reconvenciones
del marques , quien convencido de qne
nada lograría con amenazas, los siguió,
y con un tono mas suave, les dijo:
— «Mirad , aqui hay una otra puer
ta , y si entramos por ella , yo sé que
haciendo un pequeño rodeo podremos
ir al cuarto donde no hemos podido
entrar: vamos, pues, y vereis cuan
ridículo es vuestro miedo: yo quiero
que os avergonceis de vuestra debili
dad, cuando conozcais en que consis
te la causa de la resistencia que he
mos hallado para abrirla."
Entonces él se metió el primero por
un corredor largo y estrecho que se
hallaba á mano izquierda : al fin de él
habia una escalenta de cinco gradas
por donde se bajaba á- una especie do
claustro ancho, en el cual encontra
ron varias puertas colocadas á distan
cia igual unas de otras. El marques
252
abrió una de ellas , y entraron todos
en una pieza bastante capaz, que se
conocia habia estado muy bien pintada
y adornada en otro tiempo, pero que
en la actualidad , los años y la hume
dad habian destruido los adornos y la
pintura.
Esta sala comunicaba á una fila de
siete á ocho piezas mas , de forma re
gular y noble, y en el mismo estado de
vetustez que la primera. La última de
ellas era precisamente aquella que no
habian podido abrir, á pesar de los ma
yores esfuerzos. Entrarou pues en ella,
y buscando la causa de la resistencia
que habian hallado , vieron una por
cion de yeso y ladrillos , que se habian
desprendido de las paredes, y estaban
amontonados contra la puerta , impi
diendo que pudiera abrirse: á fuerza
de golpes algunos terrones que se ha
llaban por encima , rodearon y caye
253
ron con estruendo en el centro de la
pieza , lo que causó el ruido terrible
que habían oído.
— «¡Veis, dijo el marques á sus com
pañeros , cual es el motivo de lo que
tanto miedo os ha dado....! ¡Eh! tened
como yo valor para investigar el orí-
jen de estos ridículos portentos, y os
convencereis de que todo lo que atri-
Luis á causas maravillosas, no son si
no efectos los mas naturales y sen
cillos.''
Todos dieron gracias al marques por
el favor que les habia dispensado en
desengañarles , y no deseando ver ya
mas , le suplicaron cesase de continuar
su rejistro.
— »No, les dijo su amo , aun no he
mos concluido; pues si yo dejase de
ex.amin.ir el rincon mas pequeño de
este edificio , sucederá que quizás al
gún dia volverá vuestra imajinacion á
254
preocuparse con otras nuevas mentiras,
y volvereis á turbar la tranquilidad
que yo deseo reine en mi castillo; asi,
para evitarlo, es preciso que mesigais."
Diciendo esto se dirijió con ellos ha
cia la torre de mediodía , por cuya
puerta habían visto salir, segun decian
los criados, la fantasma con la lámpa
ra encendida ; cuando la vieron, no [ru
dieron contener un movimiento de
horror que les sobrecojió , á pesar de
las pruebas que babian dudo de su con
vencimiento.
— «¿Quien de vosotros, les dijo el
marques en alta voz , se encarga de re-
jistrar esta torre1 Pues ú vosotros os lo
ca , ya que sois tos que habeis visto el
duende, y no á mí, que no tengo el ho
nor de conocerle. Vamos, corred ú per
seguirlo, puesto que el valor os ha
vuelto el espíritu que debe tener toda
hombre, y haced ver que nadie debe
255
temer á las visiones- de cualquiera clase
que se supongan ser."
Al oir esto todos hicieron un paso
hacia atras , y apiñándose los unos
contra los otros, guardaron un absolu
to silencio.
— »¿Aun temblais ? volvió á decirles
el marques. ¡Que pobres hombres sois!
abre á lo menos , Roberto , esa puerta,
y que vean donde sale."
Con efecto, Roberto abrió una que
se hallaba á la derecha muy inme
diata, y vieron que salía al campo, por
lo que reconocieron que por allí era
donde habia desaparecido la fantasma.
Cerca de esta puerta, que volvieron
á cerrar, hizo destapar el marques una
trapa que cst ba cuasi enteramente
oculta con la broza , maleza y piedras
que se habían desprendido de la es
calera , y mandó que empezasen á ba
jar por ella, pues seguramente debía
256
conducirlos á algunos subterráneos. La
idea de quedar enterrados en aquellas
bóvedas profundas , á la libre disposi
cion de los espíritus infernales , priva
dos de la luz del dia , y por decirlo asi
en las entrañas de la tierra , les llenó
á todos ellos de un horror tan grande,
que nadie quiso obedecer la orden de
su amo ; y llegó á tal grado su turba
cion, qae hubo algunos que dijeron que
no veían la trapa , sin embargo de que
la tenian á sus pies.
— «Vamos , retirémonos , dijo el
marques, ja seria demasiada inhuma
nidad no tener compasion de vuestra
debilidad. Lo que acabo de hacer por
vosotros , me parece que es suficiente
para convenceros de lo ridículo que es
creer en semejantes visiones noctur
nas, y de la falsa existencia de esos
seres sobrenaturales é imajinarios que
os sobresaltan. Dejo, pues, por con
257
sideracion á vuestro miedo, de regis
trarlos subterráneos; pero si hay al
guno entre vosotros que no esté aun
satisfecho , estoy pronto á bajar con
él para convencerle de su error y de
su necia credulidad.
Lejos de manifestar la menor duda,
todos le agradecieron su bondad por
las molestias que se hahia tomado, y
le aseguraron que estaban plenamente
satisfechos, y que no deseaban ya ver
mas para convencerse de que les ha-
bia engañado su ilusion : volvieron á
cerrar la trapa, y tomaron todos el
camino mismo que les habia conducido
hasta allí , cerrando al paso todas las
puertas que habían abierto , cuyas lla
ves iba guardando el marques. Despues
de haber cerrado tambien la puerta
principal de hierro, que separaba aquel
edificio del resto del castillo , y cuan
do toda la comitiva se hadó en el graa
258
patio , el marques los despidió á to
dos á dormir , y él se fue solo a su
cuarto. Los criados se retiraron á los
suyos precipitadamente , y con la ca
beza ocupada de todo lo que habian
visto.
Nada se bahía adelantado respecto á
las averiguaciones sobre el paradero
de Julia, y aun estaban tan atrasados
como el primer dia , pues cuantos pa
sos dió el marques é hizo dar hasta eu
las provincias mas lejanas, fueron inúti
les. Su furor se aumentaba de cada dia
reas; y no pudiendo persuadirse de que
Emilia dejase de tener intervencion en
la fuga de la rebelde Julia , no cesaba
de maltratarla , llegando al fin hasta
el estremo de mandarla encerrar en su
cuarto presa , hasta que declarase lo
que sabia respecto á la evasion de su
hermana , ó hasta que se descubriese
su paradero. £1 único consuelo que
259
quedaba a la pobre Emilia era la compa
ñía de Mad. de Menon, quien procuraba
distraerla hablando de su hermana Ju
lia, y discurriendo en los medios de que
se habría valido para escaparse , siendo
una muchacha que jamás hahia salido
del castillo, y que no tenia ni conoci
miento, ni esperieticia , ni protector al
guno. Un dia estaban asomadas las dos
á una ventana de su cuarto , hablando
de su conversacion favorita , cuando
vieron llegar al castillo un criado á ca
ballo corriendo á escape , sumamente
acalorado, y el caballo muy sudado.
Inmediatamente se fue á hablar con
el marques, y de allí á poco se espar
ció la noticia por todo el castillo de que
por fm se hahia encontrado á Julia,
que sabian de positivo que estaba es
condida en una cabana , situada en el
centro del bosque de Morentiuo , cer
ca de cuatro leguas del castillo de Maz
260
iin¡ , y que la acompañaha un hermo
so jóven que nunca se apartaha de ella.
Esta última circunstancia sorprendió
mucho al marques , pues habiendo
muerto Hipólito, y estando Fernando
preso , no podia acertar en quien seria
aquel jóven. Al momento que supo es
tos detalles , mandó á ocho de sus mas
valientes criados que tomasen cada uno
un buen cahallo, y que armados de es
padas y pistolas , fuesen á la cabana
del bosque de Morenttuo sin pérdida
de tiempo , guiados por el postillon , á
quien dió un bolsillo lleno de oro en
recompensa de haber sido portador de
tan buena nueva. E1 duque de Lobo,
que volvia en aquel mismo instante de
una caceria , se ofreció á acompañarles
tambien , y todos marcharon inme
diatamente al galope. Lobo les prome
tió a los que ihan con él los mayores
regalos si le daban palabra de esponer-
261
se a los mas grandes peligros, sin te
merlos , para lograr arrancar á Julia
del poder de su seductor compañero.
A las dos horas que habian salido
del castillo , llegaron al bosque, y des
de luego tomaron el camino que con-
(lucia á la cahana indicada, cuya sen
da era muy estrecha y poco trillada,
casi intransitable por los crecidos ar
bustos que la circundahan de ambos
lados. La noche era obscura, y no se
oia mas ruido que el que hacian los
pájaros nocturnos con sus cantos lú
gubres. Reunidas estas circunstancias
á la antigua tradicion que habia de
que en aquel bosque solían reunirse
los ladrones y asesinos en partidas nu
merosas , donde tenian un asilo segu
ro entre su espesura , influyeron en el
espiritu de los criados , para hacerles
perder insensiblemente aquel primer
ardor con que hicieron su promesa al
262
duque ; la mayor parte cíe ellos esta
ban casi arrepentidos de haber salido
del castillo , y pensaban ya que habia
sido imprudencia el haberse internado
tanto ett aquel bosque tan peligroso,
cuando felizmente su .- ¡ i i n , que cono-
cia bien el camino , vió desde lejos una
luz , que todos juzgaron debia ser de
la cabana. Entonces metieron las es
puelas á los caballos , y apresuraron so
paso hacia aquel paraje.
A medida que se iban acercando, el
guia iba reconociendo mejor que con
electo habia llegado al termino de su
destino, hasta que por fm se hallaron
;í la puerta de la cabana. E1 duque de
Lobo y é'i bajaron de los caballos, y
mandaron á los demas que hiciesen lo
mismo, y sin meter ningun ruido se
quedasen á una distancia de veinte pa
sos. Los dos se acercaron á la ventani
lla de la cabana , que estaba entre
263
abierta, y vieron un leñador y sn mu
jer sentados hablando , cerca de una
mesa, sobre la cual habia una lám
para, y algunos restos de una cena
frugal.
— »Es cierto que es muy bueno,
decia la mujer, hacer algun favor á las
personas bien criadas y de cierta clase,
porque sus modales son tan agrada
bles.... ¡Con cjue espresiones tan finas
manifiestan su agradecimiento! y luego,
como son tan jcnerosos ..."
-— »Sobrc todo , contestó el leñador,
esta señorita, ¿has visto que cara tan
bonita tiene? Yo creo que el jóven que
la acompaña está loco de amor por ella."
— «¡Toma! ¿no es muy natural en
sa edad? pero yo me recelo que aquí
hay gato encerrado , y que quizás ha
brá alguna oposicion por parte del pa
dre de ella. Puede ser que quiera ca-
sarln con algun fantasma de viejo rico,
tom. i. iy
264
y sin mas ni mas cata ahi que se lian
escapado. A las muchachas no es bue
no oponerselas. A lo menos nosotros
no tenemos de estas pesadumhies en
nuestra miserable condicion , pues si
nos queremos , nos arreglamos, y nos
casamos en paz."
— «Pero , hombre , ¿tú sabes que
caraza pondrá el bruto (jue qucria ca
sarse con la muchacha contra su vo
luntad , cuando "
El duque de Lobo no pudo conte
nerse , y dirijiéndose a la puerta , em
pezó á golpearla furiosamente , dando
fuertes voces para que le abrieran al
punto.
— «Insolentes , les dijo apenas en
tró , ¿donde está esa fujiliva? ¿donde
se oculta el hombre atrevido que la
acompaña? conducidme a ellos , ó de lo
contrario yo os hare castigar como me
receis."
!
265
El leñador y su mujer quedaron su
mamente aturdidos al ver dos hom
bres armados de pies á cabeza : las
espresiones de cólera y las amenazas
del duque, que estaba furioso, eran
muy propias para intimidarles ; pero
al fin, volviendo sobre sí uo poco el
leñador, les dijo:
— »¿Y que derecho tienen vds., se
ñores, para insultarnos en nuestra pro.
pia casa? ¿Que autoridad tienen vds.
para hablarnos de ese modo?"
— «Venid vosotros aqui."
Dijo el duque de Lobo á sus compa
ñeros; y al momento se llenó la caba
na de hombres armados y llenos de ar
rogancia , porque solo tenían por con
trarios á dospobies viejos, sin fuer
za para resistirse á ellos.
— «Vosotros habeis recibido aqui á
una jóven acompañada de un caballero,
dijo el duque , asi es preciso que in
266
mediatamente me digais dónde es
tán."
— »Es cierto, señor, replicóla mu
jer , que hoy hace seis dias cerca de las
nueve de la noche , estaba lloviendo
terriblemente, y dos personas, asi co
mo V. E. dice, viuieron d pedirnos
por compasion que les diesemos posa
da: con efecto, nosotros los recibimos
con mucho gusto , les dimos á cenar, y
luego se acostaron : al otro dia al ama
necer volvieron amontar á cabillo, des
pues de habernos pagado con jenerosi-
dad, nos dieron gracias, y se despidie
ron marchando al galope. Desde enton
ces ya no hemos vuelto á oir hablar de
ellos; y si V. E. los persigue , sírvale
de gobierno que lo menos están ya de
aqui mas de cuatro jornadas."
— sEsceleutisimo señor, añadió el le
ñador, mi mujer dice la verdad ; pero
si V. E. no está convencido , puede
267
mandar rejistrar la cabana, y se des
engañará."
Con efecto , el duqne y su comitiva
rejistraron con el mayor cuidado toda
la habitacion , el jardin , y aun una
parte del bosque , y al fin viendo que
no ballahan á nadie, preguntaron qué
camino habian tomado los fujitivos.
El leñadorse los dijo , y montaron otra
vez á cahallo cehando á andar de nue
vo (á pesar de que era ya mas de me
dia noche), por la parte mas espesa del
bosque , abandonándose á la suerte,
pues no pudieron volver á encontrar el
camino. Era ya cerca del amanecer,
cuando se hallaron en medio de un
terreno tan agreste y escabroso t que
solo ofrecia á su vista harrancos pro.
fundos, y precipicios horrorosos al p¡e
de los montes. Alli no se oía señal de
habitacion ninguna , y todo el aspecto
de aquel paraje melancólico , indica
268
ba que nunca liabia fijado su morada en
país tan poco agradable ningun ser ra
cional.
Aunque conocía el duque que no era
probable pudiese lograr sus deseos alli,
no por eso seguia su marcha con me
nos ampcño .' por fin , despues de ha
ber andado largo rato, y cuando ya el
sol principiaba su carrera , descubrie
ron una casita, hacia la cual se diri-
jieron inmediatamente. En ella encon
traron una pobre mujer rodeada de
tres chiquillos , á la que le hicieron
varias preguntas , y de sus respuestas
pudieron inferir que un hombre y una
jóven se habian detenido alli el dia an
terior , y que precisamente no podían
estar aun muy lejos. Esta noticia favo
rable aumentó el ánimo del dizque, de
modo que sin detenerse quiso conti
nuar su marcha; pero los que le acom
pañaban le observaron que los caba
269
líos no podian seguir ya mas adelan
te , pues no habian comido ni bebido
durante veinticuatro horas ; y asi fue
preciso ceder á la necesidad , y que
darse en la casita , donde no hallaron
sino algunos manojos de yerha seca pa
ra dar á los cahallos , y los restos de
un pan negro y duro que con dos tazas
de leche , fue el alimento único que
sirvió para todos los viajantes , aunque
el duque se contentó solo con un pe
dazo de pan seco y un vaso de agua.
Cuando concluyeron, echó una mo
neda de oro sobre la mesa , mandó po
ner las bridas á los cahallos, y se pu
sieron otra vez en camino. Bajando por
el monte , descubrieron un hermoso
valle perfectamente cultivado, que pre
sentaha rápidamente un agradable con
traste de la rica naturaleza, con el as
pecto del desierto horroroso y solita.
rio que acahahan de dejar : por los la
270
dos del camino se veia una llanura
que se perdia de vista , cubierta de
frutos y árboles, y fertilizada por el
riego de varios arroyos que cruzaban
por ella. Todo reunido presentaba un
golpe de vista delicioso, terminando
el cuadro un frondoso bosque , en cu
ya espesura descollahan las alias torres
de un anticuo monasterio. El camino
~

estaha lleno de carruajes y hombres


á cahallo y á pie que ihan bacia todas
direcciones : en fin , todo indicaha que
en aquel pais habia mucha poblacion,
actividad ó industria. La risueña apa
riencia de é\ volvió á los perseguido
res de Julia la tranquilidad y sereni
dad que perdieron en el bosque^ y
todos marc'.ahau ya alegres, rsqppto
el duque de Lobo , cuya ima ¡¡nacion
solo estaha ocupada con su proyecto
de persecucion: asi es que á todos cuan
tos iha encontrando preguntaba por su
271
fnjitiva , y algunos Je ellos le dieron
noticias hastante satisfactorias. Cerca
de medio dia fue preciso que entrasen
en un pueblo para que comiesen los
criados , y descansasen un poco ¡os ca
ballos; pero aunque tambien se infor
mó de Julia en la posada , no pudo
averiguar nada sobre ella : despues de
haber pasado alli dos horas, volvió á
ponerse en camino , y hacia el anoche
cer distinguieron , á una media legua
de distancia, dos personas á cahallo que
vcnian con direccion á ellos. De alli
á poco se acercaron mas, y pudieron
conocer fácilmente que oran un hom-
bre y una mujer, lo que hizo presumir
al duque de que era Julia con su rap
tor, y aun le pareció reconocerla por
su traje : al momento metióla espuela
al cahallo , y mandó á los de su comiti
va que hicienn lo mismo. Probable
mente el ver diez ó doce hombres aca
272
ballo corriendo á escape , debió sobre
saltar á los dos desconocidos, pues in
mediatamente volvieron la espalda al
duque , y echaron á huir con la mayor
rapidez: el duque no por eso desmayó,
sino antes bien esforzó mas la carrera
de su cahallo; pero sea que e! de los
fujitivos era mejor , ó que los del da-
que estahan muy cansados, despues de
veinticuatro horas que ihan andando,
lo cierto es tjue los primeros se aleja
ron mucho de ti $ tos , y los perdieron
por fin de vista al volver un montee!-
lio. Entonces el duque se paró un ins
tante para resolver cual de los dos ca
minos que se veían en aquel paraje ele-
jiria : por fin tomó á la suerte uno que
le condujo al pie de un peñon terri
ble, sumamente escarpado , en el cual
ó la naturaleza ú la industria de los
hombres, había proporcionado una es-
picie de abrigo á la intemperie : por
273
el centro se veía una especie de sen
da estrecha que conducia á la cima de
la roca que se perdia de vista : las cor
rientes de las lluvias habian formado
una infmitud de grietas ó canales, que
era preciso saltar á cada paso : los chi
llidos lúgubres y tristes de las águilas,
lechuzas y buhos, que continuamente
pasaban por encima de la cabeza de los
viajantes , aumentaba el horror que
causaba aquel precipicio espantoso, en
medio de una noche obscurísima.
Los criados, acostumbrados á las
escenas nocturnas que habian presen
ciado recientemente en el castillo de
Mazzini , empezaron á acobardarse , y
fueron retardando su marcha ; pues
aunque eran muchos , y estaban bien
armados , temían encontrarse con al
guna partida de ladrones, ó con la apa
ricion de alguna fantasma ó duende.
Por mas que procuba animarlos el
274
duque, no lo nudo conseguir , lo que
le convenció de que en la imajinacion
de los hombres débiles y de poco espí
ritu, influyen con mas enerjía los pe
ligros ilusorios que los reales y efec
tivos.
Por 6n , á poco rato que iban mar
chando por los despeñaderos, aquellos
hombres preocupados no quisieron pa
sar adelante , y pidieron permiso al
duque para desmontar , y esperar en
aquel sitio á que el dia viniese. El
duque les dijo que estando ya tan in
ternados en aquella senda, era tan pe
ligroso volver atras , como pasar ade
lante; y siendo igual, mas valia seguir
el camino que llevaban , con cuya ob
servacion , y la nueva promesa que
hizo de dar á todos una buena recom
pensa, logró con harto trabajo decidir
los a que continuaran á marchar por
aquel paso tan escabroso.
275
Tropezando, cayendo y levantando,
anduvieron toda la noche , hasta que
por fin empezó el dia á amanecer , y
el crepúsculo di? la mañana les hizo
ver que hahian salido ya de aquel des
filadero temible , y que empezahan á
caminar sobre un terreno llano, pero
inculto : miraron por todos lados por
si descubrian alguna casa ó habil acion
para descansar; pero nada pudieron
ver, pues el pais qiue se presentaha á
sus ojos era tan agreste , que ni un
plantio j ni un árbol se advertia en él.
Varias veces les pareció oir algun rui
do lejano , que indicaha no estaha ab
solutamente inhabitado aquel valle; pe
ro parando luego el oido con atencion,
vieron que eran ilusorias sus esperan
zas , y que' solo los silbidos del viento
ó el estruendo de los torrentes , que
se precipitahan desde la cima de los
montes , eran los ruidos que rcalmen
276
te llegaban á sus oidos. En fin , á las
nueve de la mañana , á la revuelta de
un monte, percibieron á una grande
distancia una pequeña luz que animó
su esperanza, y apretando los caballos
se apresuraron á salir de aquel horri
ble desierto. A medida que se iban
acercando , la luz crecia en magnitud
y brillo, hasta que llegando a ella vie
ron que provenia de una fogata , que
se veia por la abertura de una caverna
que la naturaleza habia formado de
bajo de un enorme peñasco, sobre el
cual habia una multitud de cipreses,
pinos y otros árboles. Un confuso mur
mullo de voces se oía dentro «le la
cueva , por lo que e1 duque de Lobo
bajó del caballo, y se dirijió á la en
trada con dos de los criados , para ob
servar quienes eran los que se halla
ban dentro. Al acercarse conocieron
que lo que ocasionaba aquel ruido,
277
debia ser alguna reunion de hombres
que se divertian alegremente , segun
se inferia de las risas /juramentos y
canciones libres que se oían. De alli á
un momento que el duque escuchaba,
todos callaron, y de repente se oyó
una voz fuerte y masculina que ento
nó una cancion bacanal que decia asi:
amigos, bebamos y cantemos. Todos
los concurrentes repetían á cada estro
fa el refr&n con alegría , tan armonio
samente , que se conocia que los que
cantaban no eran hombres rústicos, y
que sabian lo que es música , indican-
do ademas su pronunciacion que eran
finos y de buenos principios. Semejan
te reunion en aquel paiaje solitario,
dentro de los subterráneos espantosos
de la cueva , y en una tierra desierta
V agreste , no parecía natural al duque,
quien no podia acertar cuál seria el
objeto de aquellos hombres, que tan
278
pronto se le imajinaba si serian locos,
tan pronto se figuraba que podría ser
un conciliábulo de conjuradores, ó al
guna cuadrilla de salteadores de cami
no. Eu esta perplejidad no sabia si de
bía esperar ó temer, ni si era mejor
entrar averíos, ó pasar adelante sin
darse á conocer.
Los demas de la comitiva del duque,
y especialmente los dos que le habian
acompañado hasta la caverna, estaban
temblando y esperando su última ho
ra, pues se figuraron que lo menos ha
bía dentro de la cueva sesenta hombres
que iban á pasarlos á cuchillo. E1 du
que que sentia marcharse sin satisfacer
su curiosidad, y que naturalmente era
intrépido , se acercó mas á la abertu
ra donde se habia arrimado anterior
mente ; desde alli observó con facili
dad todo lo qu« pasaba en el interior,
y para estar prevenido en un caso, sa
279
có la espada , y no la dejó de la mano.
A la luz de la fogata, v de cuatro lám
paras que habia colgadas del techo,
vió como unos veinte hombres que es-
tahan sentados alrededor de una mesa
de piedra, cubierta de platos de dife
rentes manjares, pan y algunas bote
llas. La alegria que reinaha entre los
convidados, y su aspecto feroz, con
la mezcla de educacion y finura que se
advertia en sus espresiones y acciones,
hacia el contraste mas particulan' que
pueda figurarse. Despues de cantar em
pezó cada uno sucesivamente a contar
sus aventuras, pintando detalladamen
te con enerjía y verosimilitud los com
bates en que se habian hallado, los pe
ligros a que se habian espuesto , y la
resistencia y súplicas de sus victimas,
figurando sus actitudes, y adornando
su relacion con expresiones atrevidas y
ToM. i. • 19
280
burlescas, que escitaban la risa de los
demas frecuentemente. Uno de ellos
se puso á contar, cuando llegó su vez,
el encuentro que tuvieron algunos de
ellos con una jóven y su criado. Cele
bró mucho la hermosura de aquella in
feliz, esplicando sus gracias detallada
mente y hasta sus facciones , por las
que reconoció el duque de Lobo que
precisamente debia ser Julia de quien
aquellos hombres hablaban ; y recor
dando que habia visto á la entrada de
la cueva dos caballos ensillados, que al
parecer se habian dejado alli olvidados
los bandidos , presumió que pertene
cian sin duda á Hipólito y Julia. Ajita
do con esta idea , no pudo contener un
movimiento con su espada , y reflejan
do la hoja de acero sobre la luz que ha
bia dentro de su cueva , reprodujo el
reflejo en el interior, y dió sobre los
281
ojos de uno de los convidados, quien
al verla , alarmó á sus compañeros, y
los dijo:
— «Somos perdidos, la caverna está
cercada de hombres armados."
Inmediatamente tomaron todos sus
armas, y salieron fuera de la cueva.
Apenas vieron al duque y sus dos cria
dos que le acompañaban , se acercaron
á ellos, y los sujetaron, conduciéndo
los desde luego al interior de la caver
na. El rico vestido de Lobo, que ma
nifestaba su clase y opulencia , les hizo
creer de que habian hecho una presa
muy interesante , y de mucho prove
cho para ellos. Lleváronle delante del
jefe de la cuadrilla; pero ¡cual fue la
sorpresa y turhacion del duque, cuan
do reconoció que el jefe de los asesinos
era su propio hijo, el rebelde Ricardo,
quien habia abaldonado la casa pater
na en su juventud, para entregarse li
282
tremente al furor desus pasiones! Des
pues de haber pasado algunos años en
la alternativa brillante y vergonzosa del
desenfreno y el libertinaje, no pudien-
do Ricardo presentarse en ninguna ciu
dad de Italia ni de Sicilia , que habian
sido anteriormente el teatro de sus des
órdenes y travesuras, y aun quizás de
sus delitos, se reunió á una porcion de
aventureros; habiendo manifestado en
varias ocasiones nn espíritu mas esfor
zado y una imajinacion mas fertil en
medios para salir de apuros, que los
demas, fue nombrado por jefe de la
cuadrilla , jurando todos tenerle respe
to y obediencia. De allí á poco tiempo
se aumentó la reunión á muchos milla
res de hombres, que se esparcieron por
toda Italia, acantonándose donde su je
fe les mandaba, y comunicándose mu
tuamente lo que les convenio , por me
dio de una corresponi Jcncia seguida , y
283
' hallándose prontos al primer señal pa
ra reunirse en un cuerpo de ejército.
De este modo Ricardo, que poseia un
depósito considerable de armas, de pro
visiones, y de alhajas de oro y plata,
y que mandaha una tropa de hombres
valientes, y dispuestos á esponerse á la
muerte á su menor mandato, hacia tem
blar á los soberanos de aquellos contor
nos , seguro de que nadie se atreveria
á intentar hatirse con su pequeño ejer
cito , por la clase de hombres que lo
componian.
El duque de Lobo, que no conocia
ningun sentimiento paternal ni afecto
de ternura , estaha dominado entera
mente por el orgulio y soberbia mas re
finada , se llenó de furor al reconocer
á su hijo, viendo que voluntariamente
habia adaptado un jenero de vida tan
criminal y vil. Tanto le preocupó su
cólera, que ?¡endo que las primeras pa
284
labras que le dírijió no hacían mella en
su espíritu para arrepentirse de sus des
órdenes, tiró de la espada, y fue á pa
sarle el pecho ; pero los bandidos de que
se hallaba cercado , viendo el peligro de
su jefe , se arrojaron sobre el duque coa
el sahle desnudo y pistola en mano, dis
puestos á hacerle pedazos, loque hu
bieran verificado, á no ser que Ricar
do, con un grito terrible y amenaza
dor, les mandó envainar las armas y
estarse quietos. El duque de Lobo re
flexionó entonces á lo que se habia es
puesto, y penetrado de la inutilidad de
sus consejos y observaciones con un jó
ven independiente y lleno de orgullo,
viéndose tan poderoso al frente de tan
tos subditos, consideró que solo debia
ceñirse á reclamar a Julia.
— »Aqui teneis, dijo a su hijo, una
jóven que se halla bajo vuestro poder,
y que pertenece á una familia muy no
285
ble : sin duela ha sitio robada de casa de
sus padres por alguno de tus cómpli
ces: sé que actualmente se halla dete
nida ó presa en vuestro poder con el
hombre que la acompañaha. Yo me he
encargado de buscarla , y este es el mo
tivo de mi viaje; asi que házmela en
tregar inmediatamente , y este será el
único medio con que quizás aplacarás
en algun modo mi cólera , y tu obe
diencia me hará mirar con menos hor
ror un hijo , que olvidándose del lustre
de su familia, se ahandona á los críme
nes mas feos, y conducta mas desor
denada."
Ricardo juró solemnemente á su pa
dre que no sabia nada de la jóven de
quien hablaha , y que no existían en la
caverna mas personas que las que esta
ban presentes, ofreciendole que si pa
ra convencerse queria rejistrarla , él le
286
acompañaría por todo su interior; y
añadió:
— «Que si juzgaba que sus servicios
pudiesen serle útiles, los emplearía,
igualmente que los de sus compañeros,
en buscar á la jóven que perseguia."
El duque se convenció de la sinceri
dad de lo que su hijo le decia , y sin
despedirse de él , montó á caballo, j
fue á reunirse con los de la comitiva
que se bailaban á la entrada de la ca
verna.

CAPÍTULO V.

X-ia noche estaba ya muy adelantada


cuando el duque volvió á tomar el ca
mino, saliendo de la cueva: el cielo se
hallaba cubierto de negras nubes que
obscurecian la atmósfera , y los vientos
las conducian con rapidez, dejando ver
287
por intervalos uno que otro rayo de
luz con rjue la luna iluminaba los obje
tos que se presentaban á la vista de
nuestros viajantes , quienes hacia ya
que iban andando cerca de tres horas,
cuando oyeron el sonido de una campa
na á lo lejos. Persuadidos de que aquel
ruido debia proceder de algun conven
to que se hallaba cerca , dirijicron ha
cia él su marcha , pues necesitaban ya
con urjencia de - descansar , dar algun
alimento á los caballos , y tomar tam
bien algun refresco los jinetes, que ha-
bian pasado dos dias enteros montados,
sin haber parado de andar, y estaban
muy fatigados, sin espíritu para seguir
adelante. De alli á poco la campana pa
ró de tocar; esto les allijió sobre ma
nera , pues su sonido era únicamente
lo que les servia de guía paradirijir sus
pasos hacia el paraje donde se oia. Sin
embargo siguieron andando durante al
288
gunos minutos, y cuando empezaban
ya á perder las esperanzas de hallar
aquel hospitalario asilo, volvieron á
oir la misma campana, pero mucho mas
cerca <|ue antes; con lo que se anima
ron de nuevo , y aceleraron el paso,
llegando su gozo .1 colmo cuando la cla
ridad que esparció entre las nubes por
un momento la luna, vieron claramen
te y muy inmediato un edificio: refle
jando los rayos de su luz sobre la pizar
ra de las cubiertas, y sobre la cúpula
de la iglrsia forrada de -..plomo dorado,
no dudaron ya de que era un conven
to. Tomaron el camino á la derecha , y
entraron por una alameda de cipreses
que conducia al edificio, y terminaba
por una portalada adornada con colu
nas y estatuas dei gusto gótico. Uno de
los criados bajó dei cabado, y dió tres
grandes golpes á la puerta; pero nadie
respondió : volvió á llamar de nuevo, y
289
se oyó un ruido de llaves en el interior:
luego una voz sepulcral preguntó:
— «¿Quien está ahí)?"
El duque contestó :
— »Jente de paz : somos unos viaje
ros."
Entonces oyeron como introducian
la llave por la cerraja , y abriéndose el
postigo de la puerta con estrepito, apa
reció en ella un fraile lego, alto y flaco,
vestido con un hábito negro , cubierta
la cabeza con un gorro blanco ., que les
preguntó qué querian.
— «Hemos perdido el camino, y ve
nimos á pediros un asilo :" dijo el du
que.
— «Sigan vds. adelante, y v;'yan á
su camino , que aqui no tenemos nece
sidad de introducir ladrones en el con
vento."
Respondió el fraile, y empezó ácer
rar la puerta; pero el duque de Lobo,
290
que no podo contener sn furor , vién
dose ultrajado con tanta ignominia , se
arrojó sobre él , lo empujó dentro del
patio, y amparándose de la puerta h¡-
ío entrar á toda su comitiva.
— »Id , hermano , á decir á vuestro
superior que el duque de Lobo viene
esta noche á hospedarse en el conven
to...."
El relijioso , turbado y aturdido al
oirle , se entró en el interior del edifi
cio con la mayor precipitacion , y de
alli á poco se presentó el prior acom
pañado de dos hermanos mas, llevando
cada uno una luz en la mano. Saludó
al duque, y le hizo entrar en una pieza
grande con las paredes sin adorno al
guno , consistiendo todos los muebles
que se encerraban en ella , en unos
bancos de madera de encina colocados
alrededor de un pulpito, y un gran
cuadro de madera que representaba
291
ano de los misterios de la relijion ca
tólica.
— «Nuestra pobreza, escelentisimo
señor, le dijo el fraile, nos priva de los
medios que quisiéramos tener para re
cibir a V. E. como se merece , y solo
nos permite poderle ofrecer algunas
frutas y legumbres, nn colchon para
V. E., y paja fresca para los criados."
El duque iba.á responderle, cuando
le interrumpió un estrépito de risota
das y gritos de alegría , que al parecer
se oian en una pieza inmediata.
— »A la verdad, replicó el duque,
que esta algazara no es muy propia de
anacoretas; llevadnos, reverendo, si
os parece, al sitio de vuestras diversio
nes , y probablemente ballaremos algo
que valdrá mas que las legumbres y la
paja."
Entonces los criados del duque , á
una seña de su amo , se adelantaron
292
hacia la puerta del centro , y la abrie
ron : entraron todos eu la pieza , y vie
ron una docena de frailes sentados al
rededor de una mesa cubierta de platos
esquisitos, de vasos , y botellas vacías
y llenas. Aquel desórden que producen
regularmente los escesos de la comida,
y que es inseparable á la glotonería,
reinaba en la sala, y los que se balla
ban en ella saciando su apetito, mani
festaban todos en sus carrillos acalora
dos , y !a alegría pintada en sus ojos
encendidos que brillaban de gozo , el
efecto que babian producido en ellos
los licores y el viuo, llegando á tal es
tremo su embriaguez , que apenas ad
virtieron la entrada de los viajeros: al
gunos de ellos no obstante , tuvieron la
serenidad de ofrecer al duque asiento
á la mesa , que aceptó éste. El prior
dió orden al repostero de traer algunas
aves y ternera asada , con un número
293
suficiente de botellas del vino mas añe
jo de la bodega. Los criados cenaron
igualmente con abundancia, y los ca
ballos tuvieron tambien un buen pien
so : asi es que todos disfrutaron de la
prodigalidad de los frailes. La cena du
ró hasta media noche, y en ella los re
lijiosos, cada uno de por sí, obsequia
ron como mejor pudieron al duque con
espresiones agradables , y versos finos
y elegantes. Concluida la cena le acom
pañaron al mejor cuarto del convento,
y los criados fueron colocados en otro
muy cómodo, de suerte que todos des
cansaron durmiendo pacificamente has
ta el otro dia.
Despues del almuerzo , el duque de
Lobo y sus compañeros de viaje vol
vieron á montar á caballo, prometien
do al prior guardar el mayor silencio
sobre las diversiones nocturnas que se
disfrutaban en su monasterio, en agra
294
decimiento al buen hospedaje que ha
bían recibido en el.
£1 convento estaba situado á tres le
guas solo del estrecho que separa la
Sicilia de la Italia, y despues de ha
berlas transitado, el duque determinó
que siguieran por la orilla del mar to
da la costa , á fin de ir preguntando por
todos los parajes que hallaran habita
dos, si los fujitivos se habian embarca
do, ó se habian visto pasar por allí:
cerca de las dos de la tarde divisaron
una cabana de pescadores, y llegando
á ella , preguntaron por los que per
seguian : los dueños de ella les dijeron
que dos personas rnuy parecidas á la
descripcion que hUo el duque de ellas,
habian pasado aquel mediodía por alli,
y habian refrescado en la cabana , po
niéndose otra vez en camino por una
senda que indicaron. El duque tomó
luego aquella senda , y ando por ella
295
sin hallar lo <|ne buscaba , hasta que
empezó ;í anochecer : los vientos sopla
ron entonces con violencia , y el cielo
se cubrió de nubes obscuras que anun
ciaban una próxima tempestad : para
ponerse a! abrigo de ella , trataion de
buscar un asilo los viajeros, pero por
todas partes donde dirijian la vista, no
hallaban sino árboles y peñas: andan
do á la ventura por el camino que que
rían seguir los caballos, llegaron á un
antiguo y grande edificio medio arrui
nado , que parecia resto de algun cas
tillo que habría pertenecido á algun
señor feudal.
Apenas habian entrado en el patio
ó peristilo, poniendose bajo el abrigo
del techo, cuando cayó una centella
á veinte pasos del edificio , que asustó
á los hombres y los caballos , pero una
lluvia abundante , mezclada de grani
zo y piedra, disipó la malicia de la bor-
tom. i. 20
296
rasca , y fueron alejándose gradual
mente los truenos : cesando á la me
dia hora el ruido y el agua , se aclaró
de nuevo el horizonte, y la tranquili
dad reemplazó en los corazones de los
viajantes el temor de que estahan po-
seidus. Cuando la claridad se los per
mitió , examinaron atentamente el pa
raje donde se hallahan , y vieron que
era una gran sala, chapada de mármol
blanco y negro , en cuyas ventanas no
habia dejado el tiempo ni vidrios ni
postigos, introduciéndose por ellas la
hiedra y otras yerhas enredaderas que
cubrian las paredes enteramente. El
duque , deseando recorrer aquellas rui
nas , se introdujo por un corredor lar
go y estrecho, que descubrió en un
ángulo de la sala , y conducia a otras
piezas. Los pasos del duque , repeti
dos por el eco , aumentahan el respe
to que le infundian aquellos escom
297
bros solitarios : pasando de cuarto en
cuarto , sin seguir un camino deter
minado, iba examinando cuidadosamen
te cnanto veía ; pero solo se presenta
ban á sus ojos escaleras medio arruina
das , techos aplomados, cuyos restos
estaban apenas sostenidos por algunas
vigas desgajadas de las paredes , don
de se apoyaban, y que amenazaban una
total ruina de un momento á otro.
Tanto quiso el duque internarse en
aquel laberinto de piezas , que al fin
se perdió en sus ruinas espantosas. Des
pues de haber andado largo rato por
aquellas encrucijadas, llegó á una puer
ta que creyó ser la misma por donde
habia salido á hacer sus reconocimien
tos ; pero quedó sorprendido al entrar
por ella , viéndose dentro de un mag
nífico salon sumamente alto y largo.
Creyó si sería un claustro ó pórtico,
y á la luz de los relámpagos , vio al
298
gunos vidrios de colores en las venta-
nas, lo que le decidió á creer que se
ria alguna capilla antigua. Quiso in
ternarse aun mas adentro de ella, mas
los relámpagos se repetian tan á me
nudo , despidiendo una claridad tan
viva y penetrante, que deslumhraba
sus ojos y le infundía un terror invo
luntario , que le obligó á abandonar
su proyecto , y á llamar á sus criados
á gritos descompasados : la distancia á
que se hallaba de ellos impidió que le
oyesen, hasta que volviendo atras por
el mismo camino que habia hecho, con
tinuando en llamarlos, logró que le oye
ran. Los menos cobardes corrieron á
socorrerle , y le condujeron al atrio ó
patio primera que habian encontrado,
donde hombres y caballos se hallaban
todos juntos. Como la noche ya esta
ba demasiado adelantada para buscar un
otro asilo, resolvieron pasar el -restu
299
de ella en aquellas ruinas : el duque
espresó ú los criados cuan sensible le
era no tener nada que darles que ce
nar; y entonces algunos de ellos que
habian sido precavidos, sacaron de sus
alforjas, y ofrecieron al duque varias
provisiones que traian del cuuveuto
donde habian estado por la mañana,
luego estendieron en el suelo , despues
de haberlo barrido bien , unas servi
lletas, sobre las que colocaron algunas
aves y un jamon Hambre, con frutas,
pan y vino ¡Que vista tan agradable
para unos viajeros tan causados y harrj.
Lientos ! Hasta el duque mismo tomó
parte en el gozo jeneral. El aspecto
triste y sombrío del sitio, y el hor
ror que inspiraban aquellas ruinas so
litarias, desapareció absolutamente de
la vista de ellos ; sus corazones se di
lataron , y aquellas lúgubres imájenes
se desvanecieron de un golpe. Pusié
300
ronse todos en circulo, y solo pensa
ron en satisfacer su apetito alegremen
te. Los caballos hallaron tambien en
un prado inmediato un escelcnte pas
to, con el que recobraron sus cansadas
fuerzas. Cuando concluyeron de cenar,
unos envueltos en sus capas y otros so
bre la jerbecilla que habia en la en
trada del pórtigo , lodos se acostaron
como pudieron , y hasta el otro dia no
fue interrumpido su sueño por el mas
mínimo intervalo : al amanecer se le
vantaron fuertes ya con el descamo de
la noche , y dieron el últiuio asalto á
los restos de la cena de la víspera re-
cojiendo las sobras ; embridó cada uno
su caballo, y volvieron á ponerse en
camino. Al bajar de una colina á una
llanura bastante estensa, en medio de
la cual habia una laguna de cerca de
dos leguas de circunferencia, el duque
y sus criados descubrieron y recono
301
cieron desde luego á las dos personas
que habian visto y perseguido el dia
anterior. Su traje y los caballos que
llevaban les convencieron de que real
mente eran el hombre y la mujer que
se les habian escapado.
Facil es de concebir con qué gozo
los veria el duque , persuadido de que
Julia y su raptor estaban á tan corta
distancia de él ; asi es que deseando
alcanzarlos mas pronto, dió órden á
su comitiva de apresurar el paso. Em-
belesados sin duda con la hermosa vis
ta que se ofrecia á sus ojos, no habian
hecho atencion los dos jóvenes viajeros
á lo que pasaba detras de ellos : para
gozar con mas descanso de las bellezas
del espectáculo que la naturaleza les
ofrecia , bajaron ele sus caballos, y la
jóven se sentó sobre un ribazo mien
tras que su compañero sacaba algunas
provisiones de su maleta, que/mMjfefcA
302
ron entre los dos tranquilamente. El
duque , que los observaba desde la ci
ma de la colina , vio que tomando una
senda escarpada que bajaba á la llanu
ra , se hallaria cerca de ellos en pocos
momentos, y los sorprenderia con fa
cilidad ; en consecuencia maneró á al
gunos de los suyos que echasen pie á
tierra , y con ellos se deslizó por la
senda- listarían á unos cincuenta pa--
sos de los dos viajantes , cuando la jó
ven se volvió, y viendolos echó á cor
rer para ocultarse entre las peñas; pe
ro al momento la alcanzaron los cria
dos , y la detuvieron con facilidad. El
jóven, pasmado de verse sorprendido
de improviso , no se detuvo en re-
llesjones , y sacando su espada pron
tamente , se dirijió al grupo de los
que quedaron con el duque , á quien
atacó con el mayor empeño. Los dos
crt'.zarou las armas , y empezaron un
303
comhate terrible, en el que los cria
dos no touiaron, parte ninguna , que
dando solo espectadores del valor de
ambos. El furor dirijia sus golpes: Lo
bo , hostigado por su resentimiento,
se esponia sin prudencia : el jóven,
menos acalorado, tiraba con mas acier
to, fatigando á su contrario con movi
mientos repentinos y ataques combi
nados con arte , hasta que aprove
chándose con presteza de un momento
en que el duque quedó descubierto, le
pasó el cuerpo con su espada. El du
que cayó al golpe en tierra , y se des-
mayó : algunos criados acudieron al
instante a socorrerle , y otros fueron
á atacar al desconocido , quien los re
cibió con tanto valor y fuerza , que se
vieron precisados á dejarle. Entonces
marchó til al paraje donde cMuijit su
compañera custodiada por otros ires,
que viéndose hatidas tambien , hubio
304
ron de abandonar la presa , y copán
dola en brazos la llevó el jóven don
de tenia los caballos. El duque volvió
al momento de su desmayo, y viendo
á quince pasos de él á su vencedor,
conoció que no era Hipólito, y que la
jóven á quien daba la mano, y estaba
aun llena de sobresalto , no la conocía,
ni cia Julia tampoco.
Incomodado con estremo al ver co
mo se habia engañado , mandó á uno
de sus criados que los hiciese acercar
á él sin temor. 'El jóven se acercó con
efecto: su fisonomía noble y agradable,
manifestaba que su espíritu se ballaba
fluctuando entre dos sensaciones muy
distintas: una causada por el interes
que le inspiraba su amable compañera,
y otra por el dolor de haber herido,
quizás mortnimente, á un hombre cu
yo esterior aparentaba ser de algu
na distincion , y á quien solo su im
305
prudencia había precipitado.
— »Autes de separarnos, le difo el
duque con voz desfallecida , quiero, va.
liente jóven, suplicaros disculpeis el
error que ha sido causa de nuestro
comhate ; vuestra edad y la semejan
za que teneis al que yo busco , me han
engañado, y me han conducido á co-
meler mi imprudencia : no puedo de
jar de confesar que os habeis portado
con valor , y sino pierdo la vida con
la herida que me habeis hecho, estad
seguro de que hallareis siempre en el
duque de Lobo un amigo verdadero.
Adios, señor, continuad vuestro ca
mino sin recelo alguno."
El jóven contestó so'o con un aten
to saludo , y al momento montó á ca
ballo y se alejó con su compañera, per
diendose de vista de alli á poco. Lue
go se supo que la jóven era hija única
de un cahallero siciliano, muy rico y
306
avaro , y que se habia escapado con st»
amante de un convento en que su pa
dre la tenia encerrada , pensando pa
sar á Italia , que era la patria de él,
donde espiraba reunirse con su fami
lia , y ballar quien la protejiese , re
sueltos ambos á casarse y establecerse
alli.
El duque padecia con estremo por
el dolor que sentia en su herida , y
los criados que no entendían de ciru-
jía , solo pensaron en lavársela con
agua, y estancar la sangre con sus pa-
ñueloscomo mejor pudieron; pero vien
do que no recibía ningun alivio, fue
preciso que averiguasen si habia algun
pueblo ó ciudad inmediata donde pu
diesen hallar un cirujano habil que le
curase , á pesar de que el duque se opo
nía por no abandonar la empresa de
perseguir á Julia , persuadiéndose de
que no podía ya estar lejos, y que con
307
un poco de constancia lograría por fin
encontrarla. Estando en esta perpleji
dad, vieron venir hacia ellos dos labra
dores montados sobre sus cahallos: el
duque les hizo acercar, y les pregun
tó si habia inmediato alli algun pue
blo ó ciudad : ellos contestaron , que
á legua y media de distancia había un
pueblo grande, cuyo camino indica
ron. En vista de esto montaron los
criados sobre un cahallo con mucho
cuidado al duque , y á las tres de la
tarde llegaron , no sin hastante pena,
al pueblo de que les habian hablado
los labradores.
Al entrar en él vieron una casa de
buena apariencia , y uno de eüos se
dirijió á ella para ver si mediante una
buena recompensa, querrian dar aloja
miento al duque. El dueño de la ca
sa aceptó la proposicion , y los recibió
308
á todos en ella. El duqne fue conduci
do á una pieza hastante capaz, donde
halló una cama muy decente : se acos
tó en ella , y mandó luego buscar el
cirujano , quien examine su herida, di
ciendo que no era tan peligrosa como
aparentaha , pues aunque era hastante
grande , no habia dañada ninguna par
te noble del cuerpo , y que rra preciso
Hincho tiempo y quietud para curarla;
pero el duque no pedia contener su
desasosiego , causado por el fuego que
hacian en su imajinacion el orgullo y
los celos. La idea de que un rival mas
feliz era poseedor de Julia , y que el
resultado de todas sus fatigas y desve
los habia redundado en una catástro
fe tan vergonzosa para él , no cesaba
de atormentarle , y enardeciendo su
sangre , le produjo unas accesiones de
furor tan violento, que aumentaron
309
su indispos'cion , y le ocasionaron nna
fuerte calentura , que puso su vida en
mucho peligro.

FIN DEL TOMO PRIMERO.

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