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1. Consideraciones generales
2. La autoría
2.1. Concepto de autor. El dominio del hecho
2.1.1. Concepto unitario de autor
2.1.2. Concepto extensivo de autor
2.1.3. Concepto restrictivo de autor
2.1.4. El dominio del hecho
2.2. Modalidades de autoría
2.2.1. La autoría directa individual
2.2.2. La coautoría
2.2.3. La autoría mediata
3. La participación
3.1. Requisitos de la participación
3.1.1. La participación es dependiente de la
autoría
3.1.2. La participación es dolosa
3.1.3. Intervención en la ejecución
cooperando con el hecho realizado por
el autor
3.1.4. Intervención en la ejecución con actos
anteriores o simultáneos
3.2. Modalidades de participación
3.2.1. La inducción
3.2.2. La cooperación necesaria
3.2.3. La complicidad o cooperación no
necesaria
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Grado en derecho
TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO
Lección 14: Autoría y participación
CRISTINA MÉNDEZ RODRÍGUEZ
1. Consideraciones generales
Los tipos penales que definen los hechos constitutivos de delito están redactados a partir del delito
consumado y de un sujeto activo autor, es más, un autor individual. Sin embargo, lo habitual es que
en la realización de un hecho delictivo intervengan varias personas y no únicamente una. Estas
personas pueden proporcionar apoyo material, facilitar los instrumentos para la comisión del hecho
delictivo, ayudar en la fuga, proporcionar un lugar donde esconderse, destruir los instrumentos con
los que se ha cometido el delito con posterioridad a su consumación, etc.
A este fenómeno asociativo, habitual en la realización de muchas clases de delitos, responden
los arts. 27 y 28 del CP.
El art. 27 dice lo siguiente:
Por tanto, aunque los tipos penales estén pensados para incriminar la responsabilidad de los
autores, también son responsables, a través de esta cláusula extensiva, los cómplices en el hecho.
«Son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente, o por medio de
otro del que se sirven como instrumento.
También serán considerados autores:
a. los que inducen directamente a otro u otros a ejecutarlo.
b. los que cooperen a su ejecución con un acto sin el cual no se habría ejecutado».
En el primer párrafo se define al autor (quien realiza el hecho por sí solo, conjuntamente o
por medio de otro del que se sirve como instrumento) y en el segundo párrafo se extiende la
consideración de autor a modalidades de participación en el hecho ajeno por considerarlas
especialmente importantes (la inducción y la cooperación necesaria).
Podemos entonces afirmar que el art.28 contiene dos conceptos distintos de autor en sus dos
apartados. El primero es el concepto estricto de autor en el que se engloban, a su vez, las tres
modalidades de autoría:
- el autor individual, esto es, quien realiza el hecho por sí solo,
- el coautor, quien realiza el hecho conjuntamente con otro,
- y el autor mediato que es quien realiza el hecho por medio de otro del que se sirve como
instrumento.
El segundo es el concepto amplio de autor (segundo apartado) en el que se enumeran dos
formas de participación:
- el inductor que es quien induce directamente a otro a ejecutar el hecho, y
- el cooperador necesario (quien coopera en la ejecución de un hecho con un acto sin el
cual no se habría ejecutado) a las que se considera autores.
Hay que destacar que el concepto amplio de autor no implica la conversión de las dos
formas de partícipes en autores sino únicamente que «serán considerados» como tales, aunque no lo
sean. Es decir, que el CP los considera autores a efectos sancionatorios porque entiende que su
contribución al hecho es tan importante que deben recibir la misma pena que el autor. Así que se
trata de modalidades de participación que sólo para la imposición de la sanción penal se equiparan a
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Lección 14: Autoría y participación
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la autoría. Esta precisión es muy importante porque únicamente los autores tienen responsabilidad
autónoma al realizar el hecho descrito en el tipo penal; en cambio, los partícipes están sometidos al
principio de accesoriedad de la participación respecto al hecho del autor, lo que significa que su
responsabilidad deriva de la responsabilidad del autor. Por tanto, únicamente si el autor ha cometido
un hecho típico y antijurídico, es posible derivar responsabilidad para los partícipes cuya
responsabilidad depende así de la comisión de un hecho principal por el autor.
2. La autoría
2.1. El concepto de autor. El dominio del hecho
A pesar de que en principio el concepto de autor no parece plantear excesivos problemas, ya que
autor sería quien comete el delito a través de la realización de la conducta típica, nos encontramos
ante una cuestión muy debatida en la ciencia penal por varias razones. En primer lugar, porque en la
comisión de un hecho delictivo intervienen habitualmente varias personas con contribuciones
diferentes y de distinta entidad con respecto a la realización típica, por lo que se discute cuál de esas
contribuciones merece la consideración de autoría y cuál la de participación. Por ejemplo, quien
amenaza a otro con una navaja de grandes dimensiones mientras otra persona con quien se ha
puesto de acuerdo para cometer el robo sustrae las posesiones de la víctima, no realiza el
“apoderamiento” que exige como acción típica el delito de robo con violencia e intimidación en las
personas del art.237 del CP y, sin embargo, no cabe duda de que su aportación a la comisión del
delito es esencial. En segundo lugar, se discute si la respuesta sancionatoria que deben recibir
quienes intervienen en la comisión del delito debe ser idéntica o diversa en función del tipo de
contribución. Y, finalmente, las nuevas modalidades de criminalidad han planteado la reelaboración
del concepto de autoría para poder imputar la máxima responsabilidad a personas que, en ocasiones,
ni siquiera intervienen en la comisión de los delitos. Por ejemplo, el jefe de una organización
criminal que es quien decide a qué personas ejecutar sin participar jamás en la comisión de los
delitos, sólo puede ser imputado como partícipe según las teorías clásicas en materia de autoría y
participación.
Por todas estas razones se han elaborado diversas teorías a lo largo del tiempo con distintos
fundamentos que han ido extendiendo o restringiendo el ámbito de operatividad de la autoría en la
búsqueda de un criterio preciso para definirla.
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Lección 14: Autoría y participación
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2.1.2. El concepto extensivo de autor
Esta teoría intenta distinguir entre autor y partícipe porque la ley establece distintos grados
de responsabilidad penal (como sucede en el CP español). Como parten también de la teoría de la
equivalencia de las condiciones que obliga a considerar materialmente igual cualquier contribución a
la comisión del delito, intentan establecer la distinción en el plano subjetivo entendiendo que el
autor es quien actúa con ánimo de autor (porque considera el hecho como suyo) y el partícipe quien
actúa con ánimo de participación (porque considera el hecho ajeno).
Aunque esta teoría subjetiva no ha sido acogida en la doctrina española ni tampoco ha tenido
reflejo en ninguno de los Códigos penales que han estado vigentes en nuestro derecho, fue acogida
durante mucho tiempo por el TS español ya que fue la base de la doctrina del “acuerdo previo” que
utilizó en la determinación de la coautoría entendiendo que los coautores se definen por la existencia
del acuerdo previo (dato subjetivo) para la comisión del delito con independencia del tipo de
aportación realizada. En la actualidad se ha abandonado este criterio que conduce a una ampliación
desmesurada del ámbito de la coautoría por la simple existencia del acuerdo para delinquir que es la
base también de algunas modalidades de participación.
2.2.2. La coautoría
En segundo lugar, el art. 28.1 define la segunda modalidad de autoría, la coautoría, como la
realización del hecho «conjuntamente» con otro u otros.
Por tanto, se requiere la intervención de más de una persona, al menos dos, que se
concierten para cometer el delito conjuntamente y que realicen aportaciones que causal y
objetivamente se dirijan a la consecución del delito.
El primer requisito de la coautoría es el concierto con el resto de coautores (elemento
subjetivo) para la comisión del hecho, que sin embargo, no es suficiente por sí solo. El acuerdo
previo como fundamento de la coautoría fue utilizado por el TS durante mucho tiempo con la
consecuencia de considerar autores a todos quienes acordaban previamente la comisión (y ya fuese
el acuerdo expreso, tácito e incluso simultáneo a la comisión del hecho) con independencia de la
clase de aportación material al delito. El TS ya no utiliza este criterio que fue criticado por la
doctrina por centrar la condición de autor en un mero elemento subjetivo sin atender al tipo de
contribución material al hecho.
El segundo requisito es el tipo de aportación al hecho que realiza el coautor (elemento
objetivo). Todos los coautores deben intervenir en el hecho delictivo con una aportación (que ha
sido concertada con el resto) causal determinante en la realización del delito que constituye el
fin acordado conjuntamente. Todos ellos tienen el dominio funcional del hecho que implica que el
delito se comete entre todos ya que ninguno lo realiza por sí solo, sino que, lo realizado por cada
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coautor, es imputable a los demás (imputación recíproca de las distintas contribuciones en la
formulación de Mir Puig) que responden por la totalidad del hecho delictivo aunque no hayan
realizado la conducta típica.
Utilizando el dominio funcional del hecho en la definición de a coautoría, no es preciso que
todos los coautores intervengan materialmente realizando la conducta típica, sino que es suficiente
con esa aportación causal en la fase ejecutiva que sea decisiva para la comisión del hecho (tal y como
ya ha reconocido el TS en jurisprudencia reciente). Así, aunque no realicen los hechos que integran
la conducta típica porque se haya producido un reparto de papeles entre los distintos coautores que
ha asignado a alguno de ellos aportaciones que no constituyen acciones típicas, todos ellos disponen
del dominio funcional de la totalidad del hecho delictivo y por esta razón se les puede imputar
completamente en la medida en que es expresión de la resolución común. Por esta razón, en el caso
de exceso, esto es, cuando algún coautor realiza algún hecho que está fuera del acuerdo alcanzado
con el resto de los coautores y que supone una mayor responsabilidad, sólo se imputará a quien lo
haya realizado.
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proporcionó su hijo para los casos de crisis cardíacas, desconociendo la intolerancia del paciente al
compuesto y la consiguiente reacción alérgica que conducirá a su muerte). El autor mediato utiliza a
una persona que está en un error de tipo invencible (preexistente o bien generado por él) en cuya
virtud actúa desconociendo que la conducta que realiza es típica. También podríamos incluir aquí los
casos de error de prohibición invencible en los que el instrumento mediato conoce la acción que
realiza pero desconoce su carácter ilícito (por ejemplo, el autor mediato le pide al inmediato que
entregue a un familiar un regalo que resulta ser una pieza perteneciente al patrimonio histórico del
país desde el que se viaja sin informarle que las leyes del país protegen el tráfico ilegal de estos
objetos penalmente).
En tercer lugar, cuando el autor mediato utiliza a una persona que actúa al amparo de una
causa de justificación para cometer un delito (el autor mediato provoca a una persona para que
ataque al autor inmediato y que éste, al defenderse legítimamente, mate al agresor).
En cuarto lugar, cuando el autor inmediato actúa sin culpabilidad por ser un inimputable
que es utilizado para cometer el delito. En estos casos el autor mediato tiene el dominio del hecho ya
que comete el delito utilizando a un menor o a personas que padecen anomalías o alteraciones
psíquicas y que, por tanto, no son imputables. El autor se aprovecha de situaciones de
inimputablidad preexistentes, aunque también cabe la autoría mediata cuando se genera
intencionadamente en el autor inmediato un estado determinado de inimputabilidad con la finalidad
de utilizarle para la comisión de un delito (por ejemplo, se le emborracha).
También se actúa sin culpabilidad cuando el autor inmediato es coaccionado mediante
violencia para que cometa un delito, actuando con miedo insuperable (por ejemplo, se le amenaza
con una pistola en la cabeza para que consigne en un documento público datos falsos) que es una
causa de exclusión de la culpabilidad.
Finalmente, se plantea la autoría mediata a través de aparatos organizados de poder.
Esta teoría, formulada por Roxin para poder imputar responsabilidad penal a los altos cargos del
nacional socialismo que planificaron y decidieron la muerte de miles de personas sin participar jamás
en su ejecución, sostuvo que los “hombres de atrás” las personas que controlaban el aparato
organizado estatal, que actuó al margen por completo de la legalidad y como un instrumento a su
servicio, eran también autores reales de los hechos porque tenían el dominio funcional de los
mismos, y no simples inductores o cooperadores necesarios, aunque nunca hubiesen tomado parte
en la ejecución de los miles de asesinatos que se cometieron cumpliendo sus órdenes o siguiendo
una planificación previamente establecida por ellos. Según la teoría que Roxin fue perfilando en
obras posteriores, para poder calificar de autor en estos casos, se requieren tres elementos: que el
autor mediato domine la organización que utiliza como instrumento para la comisión del delito, que
los autores inmediatos sean sustituibles por otros fácilmente (si un soldado se niega a disparar, otro
lo hará en su lugar) y que el aparato de poder actúe como un todo al margen del Derecho. La crítica
principal que ha recibido esta teoría es que no encaja en los requisitos de la autoría mediata puesto
que el ejecutor material es, en muchos casos (excluyendo supuestos de error de prohibición, de tipo
o coacción) un instrumento doloso que comprende el alcance de los hechos, que no actúa como un
instrumento manejado a su antojo por el autor mediato y que, por tanto, es también responsable del
delito.
Esta concepción de la autoría se ha tratado de trasladar después a otro tipo de
organizaciones criminales como las organizaciones mafiosas o terroristas en las que los jefes
organizan, planifican y deciden la comisión de múltiples delitos en cuya ejecución no participan, lo
que dificulta su calificación como autores conforme a las teorías más seguidas en materia de autoría
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y participación. En estos casos, se discute aún más la condición de autor mediato del “hombre de
atrás” ya que se trata de organizaciones en las que no se reúnen los requisitos que Roxin formuló
para las organizaciones estatales (como, por ejemplo, la posibilidad de sustituir a unos miembros por
otros, es decir, su fungibilidad). Incluso se ha planteado la posibilidad de dicha imputación para los
jefes o directivos de organizaciones empresariales también muy estructuradas y jerarquizadas que
son quienes toman las decisiones delictivas que después ejecutan los empleados o subordinados. En
todos estos casos, muy dispares, puesto que los tipos de organizaciones criminales, su estructura y
funcionamiento, así como las reglas internas que las sustentan son muy diversas, se ha argumentado
la imputación por coautoría (Muñoz Conde) a los jefes o directivos entendiendo que su calificación
como inductores o cooperadores necesarios no da cuenta del papel decisivo y directivo que estas
personas juegan en la comisión de los hechos delictivos ejecutados por otras personas. En todo
caso, éste sigue siendo un tema muy polémico por la dificultad de aplicar las teorías más extendidas
en materia de autoría y participación a fenómenos criminales tan complejos.
3. La participación
El art. 27 CP afirma que son responsables de los delitos y de las faltas los autores y los cómplices. La
complicidad aparece regulada en el art.29 como toda forma de cooperación al hecho que supone la
intervención en la ejecución del mismo con actos anteriores o simultáneos. Pero, el CP no sólo
menciona a los cómplices como partícipes, ya que, como se explicó en epígrafes anteriores, aunque
el inductor y el cooperador necesario aparecen mencionados en el art.28 dedicado a la autoría, lo
hacen sólo porque el legislador ha decidido que su participación al hecho es tan relevante que
merece la misma pena que el autor, lo cual no afecta a su condición de partícipes en el hecho ajeno
lo cual, desde el punto de vista dogmático acarrea una serie de consecuencias significativas. De
hecho, como ya se explicó, el art.28 afirma que el inductor y el cooperador necesario “se consideran
autores”, no que lo sean.
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en un delito imprudente porque en esta modalidad delictiva el partícipe doloso no puede saber si su
aportación contribuirá a la comisión del delito.
En el caso de que la conjunción de varias imprudencias, todas ellas relacionadas, diese lugar a
la comisión de un delito, no se plantea la participación imprudente en un delito imprudente, sino la
imputación a cada uno de un delito imprudente en la medida en que el resultado ha tenido lugar por
la infracción de diversas normas de cuidado por parte de cada interviniente.
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También por respeto al principio de accesoriedad de la participación se incrimina de forma
autónoma la inducción en hechos que no son típicos para el autor como, por ejemplo, la inducción
al suicidio.
Los requisitos que según la doctrina y la jurisprudencia se precisan en la inducción son los
siguientes:
1. Tiene que ser concreta, es decir, dirigida de forma específica a que el inducido cometa un
hecho delictivo determinado. En el caso de exceso, es decir, cuando el autor realiza un hecho
más grave que el que le propuso el inductor, se distingue entre un exceso cualitativo, cuando
se realiza otro delito distinto de aquél que se propuso (además de un asesinato, una previa
violación) y un exceso cuantitativo cuando se realiza el mismo delito pero con otros medios u
otra modalidad comisiva que acrecienta su gravedad. En el primer caso el inductor no
responde por el exceso y en el segundo, siempre que no cambie la naturaleza del delito,
podría imputársele la mayor gravedad a título de dolo eventual o imprudencia si es el caso.
2. Tiene que dirigirse a una persona determinada y concreta, es decir, tiene que ser directa.
3. Tiene que ser el motivo que decida al autor material a la ejecución del hecho delictivo, o, lo
que es lo mismo, tiene que ser determinante de la decisión de delinquir que previamente a la
intervención del inductor no se había planteado.
4. Tiene que ser eficaz. Por tanto, el inducido tiene que haber comenzado la comisión del delito
para que la punibilidad del inductor sea posible.
5. Tiene que ser dolosa. El inductor tiene que actuar con la intención de convencer al inducido
y determinarle a la comisión de un tipo de delito concreto.
A través de la exigencia legal de que la inducción sea “directa” se rechaza la inducción en cadena,
es decir, la posibilidad de incriminar como inducción el hecho de inducir a otro para que éste
induzca a su vez a otra persona a ejecutar un hecho. El Código dice que la inducción ha de ser
directa, luego el inductor del inductor sólo induce directamente a una inducción, no al delito
ejecutado, y esto no cabe en la literalidad del art. 28 a) que exige que se induzca a ejecutar un hecho
principal. Podría castigarse al inductor del inductor como cooperador necesario o cómplice (como
así entiende la jurisprudencia).
El precepto comienza diciendo que el cómplice es quien no reúne los requisitos necesarios
para responder con base en el artículo 28 porque ni es autor (en sus diversas modalidades) ni
inductor ni cooperador necesario. Por tanto, la complicidad se formula en principio de manera
subsidiaria, especialmente con relación al cooperador necesario.
Sin embargo, como forma de participación, tiene que reunir los requisitos de ésta, no siendo
suficiente cualquier tipo de aportación, sino una que sea causal con respecto a la comisión del hecho
delictivo, es decir, que facilite o favorezca dicha comisión de cualquier forma como por ejemplo,
asesorando al autor (complicidad psíquica). También es posible la complicidad en comisión por
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omisión, siempre que el partícipe esté en posición de garante y su omisión contribuya, según la
causalidad hipotética a favorecer o facilitar el delito.
Además, la complicidad debe ser dolosa y anterior o simultánea al hecho.
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