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TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO

Lección 14: Autoría y participación


CRISTINA MÉNDEZ RODRÍGUEZ
Lección 14
Autoría y participación

1. Consideraciones generales
2. La autoría
2.1. Concepto de autor. El dominio del hecho
2.1.1. Concepto unitario de autor
2.1.2. Concepto extensivo de autor
2.1.3. Concepto restrictivo de autor
2.1.4. El dominio del hecho
2.2. Modalidades de autoría
2.2.1. La autoría directa individual
2.2.2. La coautoría
2.2.3. La autoría mediata
3. La participación
3.1. Requisitos de la participación
3.1.1. La participación es dependiente de la
autoría
3.1.2. La participación es dolosa
3.1.3. Intervención en la ejecución
cooperando con el hecho realizado por
el autor
3.1.4. Intervención en la ejecución con actos
anteriores o simultáneos
3.2. Modalidades de participación
3.2.1. La inducción
3.2.2. La cooperación necesaria
3.2.3. La complicidad o cooperación no
necesaria

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Grado en derecho
TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO
Lección 14: Autoría y participación
CRISTINA MÉNDEZ RODRÍGUEZ
1. Consideraciones generales
Los tipos penales que definen los hechos constitutivos de delito están redactados a partir del delito
consumado y de un sujeto activo autor, es más, un autor individual. Sin embargo, lo habitual es que
en la realización de un hecho delictivo intervengan varias personas y no únicamente una. Estas
personas pueden proporcionar apoyo material, facilitar los instrumentos para la comisión del hecho
delictivo, ayudar en la fuga, proporcionar un lugar donde esconderse, destruir los instrumentos con
los que se ha cometido el delito con posterioridad a su consumación, etc.
A este fenómeno asociativo, habitual en la realización de muchas clases de delitos, responden
los arts. 27 y 28 del CP.
El art. 27 dice lo siguiente:

«Son responsables criminalmente de los delitos los autores y los cómplices».

Por tanto, aunque los tipos penales estén pensados para incriminar la responsabilidad de los
autores, también son responsables, a través de esta cláusula extensiva, los cómplices en el hecho.

El art. 28 define el concepto de autor:

«Son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente, o por medio de
otro del que se sirven como instrumento.
También serán considerados autores:
a. los que inducen directamente a otro u otros a ejecutarlo.
b. los que cooperen a su ejecución con un acto sin el cual no se habría ejecutado».

En el primer párrafo se define al autor (quien realiza el hecho por sí solo, conjuntamente o
por medio de otro del que se sirve como instrumento) y en el segundo párrafo se extiende la
consideración de autor a modalidades de participación en el hecho ajeno por considerarlas
especialmente importantes (la inducción y la cooperación necesaria).
Podemos entonces afirmar que el art.28 contiene dos conceptos distintos de autor en sus dos
apartados. El primero es el concepto estricto de autor en el que se engloban, a su vez, las tres
modalidades de autoría:
- el autor individual, esto es, quien realiza el hecho por sí solo,
- el coautor, quien realiza el hecho conjuntamente con otro,
- y el autor mediato que es quien realiza el hecho por medio de otro del que se sirve como
instrumento.
El segundo es el concepto amplio de autor (segundo apartado) en el que se enumeran dos
formas de participación:
- el inductor que es quien induce directamente a otro a ejecutar el hecho, y
- el cooperador necesario (quien coopera en la ejecución de un hecho con un acto sin el
cual no se habría ejecutado) a las que se considera autores.
Hay que destacar que el concepto amplio de autor no implica la conversión de las dos
formas de partícipes en autores sino únicamente que «serán considerados» como tales, aunque no lo
sean. Es decir, que el CP los considera autores a efectos sancionatorios porque entiende que su
contribución al hecho es tan importante que deben recibir la misma pena que el autor. Así que se
trata de modalidades de participación que sólo para la imposición de la sanción penal se equiparan a
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la autoría. Esta precisión es muy importante porque únicamente los autores tienen responsabilidad
autónoma al realizar el hecho descrito en el tipo penal; en cambio, los partícipes están sometidos al
principio de accesoriedad de la participación respecto al hecho del autor, lo que significa que su
responsabilidad deriva de la responsabilidad del autor. Por tanto, únicamente si el autor ha cometido
un hecho típico y antijurídico, es posible derivar responsabilidad para los partícipes cuya
responsabilidad depende así de la comisión de un hecho principal por el autor.

2. La autoría
2.1. El concepto de autor. El dominio del hecho
A pesar de que en principio el concepto de autor no parece plantear excesivos problemas, ya que
autor sería quien comete el delito a través de la realización de la conducta típica, nos encontramos
ante una cuestión muy debatida en la ciencia penal por varias razones. En primer lugar, porque en la
comisión de un hecho delictivo intervienen habitualmente varias personas con contribuciones
diferentes y de distinta entidad con respecto a la realización típica, por lo que se discute cuál de esas
contribuciones merece la consideración de autoría y cuál la de participación. Por ejemplo, quien
amenaza a otro con una navaja de grandes dimensiones mientras otra persona con quien se ha
puesto de acuerdo para cometer el robo sustrae las posesiones de la víctima, no realiza el
“apoderamiento” que exige como acción típica el delito de robo con violencia e intimidación en las
personas del art.237 del CP y, sin embargo, no cabe duda de que su aportación a la comisión del
delito es esencial. En segundo lugar, se discute si la respuesta sancionatoria que deben recibir
quienes intervienen en la comisión del delito debe ser idéntica o diversa en función del tipo de
contribución. Y, finalmente, las nuevas modalidades de criminalidad han planteado la reelaboración
del concepto de autoría para poder imputar la máxima responsabilidad a personas que, en ocasiones,
ni siquiera intervienen en la comisión de los delitos. Por ejemplo, el jefe de una organización
criminal que es quien decide a qué personas ejecutar sin participar jamás en la comisión de los
delitos, sólo puede ser imputado como partícipe según las teorías clásicas en materia de autoría y
participación.
Por todas estas razones se han elaborado diversas teorías a lo largo del tiempo con distintos
fundamentos que han ido extendiendo o restringiendo el ámbito de operatividad de la autoría en la
búsqueda de un criterio preciso para definirla.

2.1.1. El concepto unitario de autor


Esta teoría niega la distinción entre autor y partícipe, afirmando que todo sujeto que
interviene en un hecho delictivo debe ser considerado autor del mismo. Originariamente se fundó en
la teoría de la equivalencia de las condiciones como teoría causal que se trasladó a la fundamentación
de la autoría afirmando que todos los que intervienen en la realización del hecho aportan alguna
causa sin la cual el hecho no se habría producido, por tanto, al ser todos causa del hecho, son
autores del mismo. Y, además, su responsabilidad es autónoma de la de los demás intervinientes
porque cada uno es causa del delito.
Se parte de que el delito es obra conjunta de todos los que contribuyen a él, por lo que debe
sancionarse a todos por igual. Se prevé en algunos ordenamientos jurídicos expresamente (como el
italiano y el austríaco) que sancionan con la misma pena a todos los que han intervenido en el delito.

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2.1.2. El concepto extensivo de autor
Esta teoría intenta distinguir entre autor y partícipe porque la ley establece distintos grados
de responsabilidad penal (como sucede en el CP español). Como parten también de la teoría de la
equivalencia de las condiciones que obliga a considerar materialmente igual cualquier contribución a
la comisión del delito, intentan establecer la distinción en el plano subjetivo entendiendo que el
autor es quien actúa con ánimo de autor (porque considera el hecho como suyo) y el partícipe quien
actúa con ánimo de participación (porque considera el hecho ajeno).
Aunque esta teoría subjetiva no ha sido acogida en la doctrina española ni tampoco ha tenido
reflejo en ninguno de los Códigos penales que han estado vigentes en nuestro derecho, fue acogida
durante mucho tiempo por el TS español ya que fue la base de la doctrina del “acuerdo previo” que
utilizó en la determinación de la coautoría entendiendo que los coautores se definen por la existencia
del acuerdo previo (dato subjetivo) para la comisión del delito con independencia del tipo de
aportación realizada. En la actualidad se ha abandonado este criterio que conduce a una ampliación
desmesurada del ámbito de la coautoría por la simple existencia del acuerdo para delinquir que es la
base también de algunas modalidades de participación.

2.1.3. El concepto restrictivo de autor


La doctrina actualmente se decanta por un concepto restrictivo de autor que defiende la
necesidad de distinguir objetivamente entre las contribuciones de autor y partícipe. Es, además, la
teoría que más se ajusta a la regulación del CP que hace responder diversamente a los cómplices. Se
trata de determinar un criterio objetivo, la clase de contribución al delito, para diferenciar entre autor
y partícipe. De manera que el autor es el que realiza el tipo y los partícipes contribuirían de una u
otra forma a la realización del tipo. Por tanto, es un criterio objetivo, la clase de contribución al
hecho, la que determina la diferencia entre el autor y el partícipe.
A la hora de establecer ese criterio objetivo para decidir cuándo una contribución es de autor
y cuándo de partícipe se han propuesto varias teorías:
La teoría objetivo formal afirma que el autor es quien realiza la acción descrita en el tipo
penal y es partícipe quien contribuye de cualquier otra forma al hecho. Este criterio, sin embargo, se
muestra demasiado estrecho en la práctica ya que impide considerar autor al autor mediato, que no
realiza materialmente el tipo penal sino que utiliza a un tercero para realizar la acción típica, y al
coautor que no realiza actos ejecutivos.
Por eso se propone la teoría objetivo-material que distinguiendo también por la clase de
contribución entre autor y partícipe, formula un criterio que no se ciñe a la realización de la
conducta típica, sino que considera autor a quien interviene aportando la contribución objetivamente
más importante (aunque ésta no sea una conducta típica). Sin embargo, esta teoría tampoco
prosperó porque desconoce el aspecto subjetivo de la autoría y la participación, esto es, si quien
interviene de la forma más importante conoce o no la entidad de la contribución y la realiza
consciente de su intervención en un hecho delictivo (por ejemplo, quien trasporta una bomba a un
edificio protegido porque tiene acceso a él desconociendo el contenido que se ha introducido en su
maletín de trabajo).

2.1.4. La teoría del dominio del hecho


La teoría del dominio del hecho, actualmente dominante en España, es también una teoría restrictiva
que utiliza un criterio material, pero por su importancia en el momento presente le dedicamos un
epígrafe aparte.
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Según esta teoría, la distinción entre autor y partícipe está en el dominio del hecho. El autor
es quien controla el desarrollo del delito y decide sobre su ejecución.
En su formulación inicial, que se debe a Welzel, el criterio fundamental para decidir el
control del hecho es el dominio final, es decir, la voluntad de realizar el hecho que se dirige hacia su
consumación (“la voluntad final de realización”).
En la formulación que, a partir del dominio del hecho, profundizó y desarrolló Roxin, el
denominado dominio funcional del hecho, se pone el acento en la contribución objetiva al hecho
que es característica de la autoría entendiendo que, desde este punto de vista, domina el hecho quien
estructura y controla el proceso que se dirige a la producción del delito.
Con base en esta definición de autoría podemos afirmar que no sólo es autor quien realiza
materialmente la conducta típica, sino también quien realiza una parte de un plan conjunto (coautor)
e incluso quien no realiza materialmente ningún hecho típico, pero controla la ejecución que es
llevada a cabo por un instrumento al que utiliza (autor mediato). Estas son justamente las
modalidades de autoría que se contienen en el art.28.1CP («Son autores quienes realizan el hecho
por sí solos, conjuntamente, o por medio de otro del que se sirven como instrumento»).

2.2. Modalidades de autoría


2.2.1. La autoría directa individual
Es la primera que define el art.28 cuando afirma que es autor «quien realiza el hecho por sí solo»,
esto es, quien personal e individualmente realiza el hecho típico sin la intervención de ninguna
persona más. El autor directo, quien comete el delito mediante la ejecución de los actos típicos, es
quien tiene el dominio del hecho porque controla, decide y dirige la conducta típica hacia la
realización del delito.
Esta modalidad de autoría es la que está prevista en cada uno de los tipos penales de los
libros segundo y tercero del CP que definen los delitos.

2.2.2. La coautoría
En segundo lugar, el art. 28.1 define la segunda modalidad de autoría, la coautoría, como la
realización del hecho «conjuntamente» con otro u otros.
Por tanto, se requiere la intervención de más de una persona, al menos dos, que se
concierten para cometer el delito conjuntamente y que realicen aportaciones que causal y
objetivamente se dirijan a la consecución del delito.
El primer requisito de la coautoría es el concierto con el resto de coautores (elemento
subjetivo) para la comisión del hecho, que sin embargo, no es suficiente por sí solo. El acuerdo
previo como fundamento de la coautoría fue utilizado por el TS durante mucho tiempo con la
consecuencia de considerar autores a todos quienes acordaban previamente la comisión (y ya fuese
el acuerdo expreso, tácito e incluso simultáneo a la comisión del hecho) con independencia de la
clase de aportación material al delito. El TS ya no utiliza este criterio que fue criticado por la
doctrina por centrar la condición de autor en un mero elemento subjetivo sin atender al tipo de
contribución material al hecho.
El segundo requisito es el tipo de aportación al hecho que realiza el coautor (elemento
objetivo). Todos los coautores deben intervenir en el hecho delictivo con una aportación (que ha
sido concertada con el resto) causal determinante en la realización del delito que constituye el
fin acordado conjuntamente. Todos ellos tienen el dominio funcional del hecho que implica que el
delito se comete entre todos ya que ninguno lo realiza por sí solo, sino que, lo realizado por cada
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coautor, es imputable a los demás (imputación recíproca de las distintas contribuciones en la
formulación de Mir Puig) que responden por la totalidad del hecho delictivo aunque no hayan
realizado la conducta típica.
Utilizando el dominio funcional del hecho en la definición de a coautoría, no es preciso que
todos los coautores intervengan materialmente realizando la conducta típica, sino que es suficiente
con esa aportación causal en la fase ejecutiva que sea decisiva para la comisión del hecho (tal y como
ya ha reconocido el TS en jurisprudencia reciente). Así, aunque no realicen los hechos que integran
la conducta típica porque se haya producido un reparto de papeles entre los distintos coautores que
ha asignado a alguno de ellos aportaciones que no constituyen acciones típicas, todos ellos disponen
del dominio funcional de la totalidad del hecho delictivo y por esta razón se les puede imputar
completamente en la medida en que es expresión de la resolución común. Por esta razón, en el caso
de exceso, esto es, cuando algún coautor realiza algún hecho que está fuera del acuerdo alcanzado
con el resto de los coautores y que supone una mayor responsabilidad, sólo se imputará a quien lo
haya realizado.

2.2.3. La autoría mediata


La autoría mediata que se incorpora a nuestro derecho por primera vez en el CP 1995 contempla en
el art.28.1 como la tercera modalidad de autoría a quienes realizan el hecho «por medio de otro del
que se sirven como instrumento».
El autor mediato ejecuta el delito utilizando a otra persona (el denominado autor inmediato)
que sin conocer su intervención en los hechos, realiza algunos o todos los que constituyen la
conducta típica. El autor mediato es el auténtico autor porque es quien tiene el control, el dominio
del hecho del que carece quien lo ejecuta materialmente (por ejemplo, quien en la comisión de un
delito de tráfico de drogas introduce en la maleta de un turista, sin su conocimiento, un kilo de
cocaína; es el turista el que “trafica” con la droga, al trasladarla de un país a otro, aunque desconozca
la realización de la conducta de tráfico). En resumen, a través del dominio del hecho, el autor
mediato es quien realiza el delito cuya ejecución comienza en el momento en que empieza a utilizar
al autor inmediato como instrumento de la ejecución.
Con las teorías anteriores al dominio del hecho, no puede imputarse autoría a quien no
realiza materialmente la conducta típica, aunque domine el hecho y controle la ejecución, pero
tampoco al autor inmediato porque al ser una persona que se encuentra en una situación de error o
inimputablidad, no puede responder penalmente. Y si el autor inmediato que es, según las teorías
clásicas en la materia, el auténtico autor (por ser el autor material) no responde penalmente, tampoco
los partícipes cuya responsabilidad (según la teoría de la accesoriedad) depende de la realización de
un hecho típicamente antijurídico y culpable por el autor material. De manera que ni podía
responder el ejecutor material como autor, ni el auténtico autor como partícipe al no ser responsable
el primero.
Se han diferenciado distintos casos de actuación del autor inmediato:
En primer lugar, cuando el autor mediato utiliza a otra persona que no reúne en su actuación
los requisitos del comportamiento humano a efectos penales, esto es, hay una ausencia de acción
en el autor inmediato. Por ejemplo, quien empuja al pasar a una persona para que ésta caiga sobre
un ciclista que, a su vez, caerá en la carretera y será atropellado.
En segundo lugar, cuando el autor inmediato actúa sin dolo (instrumento no doloso).
En este caso, quien realiza la conducta, como instrumento del autor mediato, desconoce que
constituye una conducta típica (suministrar a un enfermo a quien se cuida el medicamento que

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proporcionó su hijo para los casos de crisis cardíacas, desconociendo la intolerancia del paciente al
compuesto y la consiguiente reacción alérgica que conducirá a su muerte). El autor mediato utiliza a
una persona que está en un error de tipo invencible (preexistente o bien generado por él) en cuya
virtud actúa desconociendo que la conducta que realiza es típica. También podríamos incluir aquí los
casos de error de prohibición invencible en los que el instrumento mediato conoce la acción que
realiza pero desconoce su carácter ilícito (por ejemplo, el autor mediato le pide al inmediato que
entregue a un familiar un regalo que resulta ser una pieza perteneciente al patrimonio histórico del
país desde el que se viaja sin informarle que las leyes del país protegen el tráfico ilegal de estos
objetos penalmente).
En tercer lugar, cuando el autor mediato utiliza a una persona que actúa al amparo de una
causa de justificación para cometer un delito (el autor mediato provoca a una persona para que
ataque al autor inmediato y que éste, al defenderse legítimamente, mate al agresor).
En cuarto lugar, cuando el autor inmediato actúa sin culpabilidad por ser un inimputable
que es utilizado para cometer el delito. En estos casos el autor mediato tiene el dominio del hecho ya
que comete el delito utilizando a un menor o a personas que padecen anomalías o alteraciones
psíquicas y que, por tanto, no son imputables. El autor se aprovecha de situaciones de
inimputablidad preexistentes, aunque también cabe la autoría mediata cuando se genera
intencionadamente en el autor inmediato un estado determinado de inimputabilidad con la finalidad
de utilizarle para la comisión de un delito (por ejemplo, se le emborracha).
También se actúa sin culpabilidad cuando el autor inmediato es coaccionado mediante
violencia para que cometa un delito, actuando con miedo insuperable (por ejemplo, se le amenaza
con una pistola en la cabeza para que consigne en un documento público datos falsos) que es una
causa de exclusión de la culpabilidad.
Finalmente, se plantea la autoría mediata a través de aparatos organizados de poder.
Esta teoría, formulada por Roxin para poder imputar responsabilidad penal a los altos cargos del
nacional socialismo que planificaron y decidieron la muerte de miles de personas sin participar jamás
en su ejecución, sostuvo que los “hombres de atrás” las personas que controlaban el aparato
organizado estatal, que actuó al margen por completo de la legalidad y como un instrumento a su
servicio, eran también autores reales de los hechos porque tenían el dominio funcional de los
mismos, y no simples inductores o cooperadores necesarios, aunque nunca hubiesen tomado parte
en la ejecución de los miles de asesinatos que se cometieron cumpliendo sus órdenes o siguiendo
una planificación previamente establecida por ellos. Según la teoría que Roxin fue perfilando en
obras posteriores, para poder calificar de autor en estos casos, se requieren tres elementos: que el
autor mediato domine la organización que utiliza como instrumento para la comisión del delito, que
los autores inmediatos sean sustituibles por otros fácilmente (si un soldado se niega a disparar, otro
lo hará en su lugar) y que el aparato de poder actúe como un todo al margen del Derecho. La crítica
principal que ha recibido esta teoría es que no encaja en los requisitos de la autoría mediata puesto
que el ejecutor material es, en muchos casos (excluyendo supuestos de error de prohibición, de tipo
o coacción) un instrumento doloso que comprende el alcance de los hechos, que no actúa como un
instrumento manejado a su antojo por el autor mediato y que, por tanto, es también responsable del
delito.
Esta concepción de la autoría se ha tratado de trasladar después a otro tipo de
organizaciones criminales como las organizaciones mafiosas o terroristas en las que los jefes
organizan, planifican y deciden la comisión de múltiples delitos en cuya ejecución no participan, lo
que dificulta su calificación como autores conforme a las teorías más seguidas en materia de autoría

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y participación. En estos casos, se discute aún más la condición de autor mediato del “hombre de
atrás” ya que se trata de organizaciones en las que no se reúnen los requisitos que Roxin formuló
para las organizaciones estatales (como, por ejemplo, la posibilidad de sustituir a unos miembros por
otros, es decir, su fungibilidad). Incluso se ha planteado la posibilidad de dicha imputación para los
jefes o directivos de organizaciones empresariales también muy estructuradas y jerarquizadas que
son quienes toman las decisiones delictivas que después ejecutan los empleados o subordinados. En
todos estos casos, muy dispares, puesto que los tipos de organizaciones criminales, su estructura y
funcionamiento, así como las reglas internas que las sustentan son muy diversas, se ha argumentado
la imputación por coautoría (Muñoz Conde) a los jefes o directivos entendiendo que su calificación
como inductores o cooperadores necesarios no da cuenta del papel decisivo y directivo que estas
personas juegan en la comisión de los hechos delictivos ejecutados por otras personas. En todo
caso, éste sigue siendo un tema muy polémico por la dificultad de aplicar las teorías más extendidas
en materia de autoría y participación a fenómenos criminales tan complejos.

3. La participación
El art. 27 CP afirma que son responsables de los delitos y de las faltas los autores y los cómplices. La
complicidad aparece regulada en el art.29 como toda forma de cooperación al hecho que supone la
intervención en la ejecución del mismo con actos anteriores o simultáneos. Pero, el CP no sólo
menciona a los cómplices como partícipes, ya que, como se explicó en epígrafes anteriores, aunque
el inductor y el cooperador necesario aparecen mencionados en el art.28 dedicado a la autoría, lo
hacen sólo porque el legislador ha decidido que su participación al hecho es tan relevante que
merece la misma pena que el autor, lo cual no afecta a su condición de partícipes en el hecho ajeno
lo cual, desde el punto de vista dogmático acarrea una serie de consecuencias significativas. De
hecho, como ya se explicó, el art.28 afirma que el inductor y el cooperador necesario “se consideran
autores”, no que lo sean.

3.1. Requisitos de la participación


3.1.1. La participación es dependiente de la autoría
En consecuencia, el legislador español diferencia entre la autoría y la participación porque
esta última no implica una responsabilidad penal autónoma, sino dependiente de la autoría. Los
delitos de la parte especial se formulan con base en un hecho realizado por el autor y, por esta razón,
para incriminar a los partícipes se requieren disposiciones específicas que extiendan la
responsabilidad penal también a estas modalidades de intervención en el delito.
Así, podemos afirmar que el criterio básico en materia de participación es el principio de
accesoriedad que significa que la responsabilidad del partícipe está en función (es accesoria) de la
responsabilidad del autor por lo cual, obviamente, si no existe un autor del hecho, no puede haber
ningún partícipe del mismo.
Sin embargo, esta accesoriedad se ha formulado de manera diversa lo cual conlleva
importantes diferencias. Según la teoría de la accesoriedad mínima, se puede hacer responder
penalmente al partícipe siempre que el autor haya realizado un hecho típico. Consecuentemente,
responderían quienes participan en un hecho que el autor realiza al amparo de una causa de
justificación lo cual implicaría la exención de responsabilidad penal para el autor pero no para los
partícipes, lo que plantea problemas con el concepto de antijuricidad formal que tiene un carácter
general. Es decir, si el hecho es contrario a derecho lo es para todos quienes han intervenido en él,
pero si está permitido para el autor, debería estarlo también para todos los partícipes.
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En el otro extremo encontramos la teoría de la accesoriedad máxima que atribuye
responsabilidad a los partícipes únicamente en el caso de que el autor del hecho delictivo actúe
antijurídica y culpablemente. Sin embargo, esta forma de accesoriedad es excesiva ya que implicaría
la impunidad para quienes participan en un hecho en el que concurre una causa de exclusión de la
culpabilidad cuya naturaleza es personal. Por ejemplo, habría que eximir de responsabilidad penal al
inductor, cooperador necesario o cómplice de hechos en los que el autor es un inimputable por ser
menor de edad o padecer una anomalía o alteración mental, o por encontrarse en una situación de
error invencible de prohibición que no afecta a los partícipes.
Por estas razones la jurisprudencia española (y también la doctrina) es partidaria de la teoría
de la accesoriedad limitada de la participación que hace depender la responsabilidad del partícipe de
la realización de un hecho típico y contrario a Derecho (antijurídico) por el autor. Por tanto, si el
autor principal realiza un hecho permitido por el Derecho aunque sea típico (por ejemplo, mata a
otra persona en legítima defensa) la contribución del partícipe al hecho (proporcionando el arma
homicida) es impune. Con base en esta teoría se entiende que si el hecho realizado por el autor
principal es conforme a derecho, no se puede justificar la sanción para quien participa en un hecho
permitido por el ordenamiento jurídico.
La accesoriedad de la participación ha planteado problemas en los delitos especiales,
que requieren determinadas condiciones en el autor que no concurren en el partícipe, como, por
ejemplo, la condición de funcionario público. La cuestión es si se puede hacer responder como
cooperador necesario de una malversación una persona que no es funcionario público. La respuesta
es sí, hay que mantener la unidad del título de imputación y hacer responder a todos cuantos
intervienen en el hecho por el delito cometido por el autor. Sin embargo, hay que tener en cuenta
que el partícipe no funcionario público, por ejemplo, comete un hecho menos grave pues no actúa
vulnerando los principios que rigen el ejercicio de la función pública. Antes del año 2003 la
jurisprudencia venía aplicando en estos casos la atenuante analógica del art.21.6ª CP hasta que en esa
fecha se modificó el CP introduciendo un apartado 3 en el art.65 que afirma lo siguiente:

(art.65.3): «Cuando en el inductor o en el cooperador necesario no concurran las


condiciones, cualidades o relaciones personales que fundamentan la culpabilidad del autor,
los jueces o tribunales podrán imponer la pena inferior en grado a la señalada por la ley para
la infracción de que se trate».

De esta forma, ha adquirido carta de naturaleza la rebaja en la sanción penal, en atención a la


menor gravedad del hecho, aunque únicamente para el inductor y el cooperador necesario
entendiéndose por tanto que el mero cómplice en este tipo de delitos especiales (propios e
impropios) queda exento de responsabilidad penal.

3.1.2. La participación es dolosa


Para que la participación sea punible, el partícipe tiene que realizar la contribución a la comisión del
hecho delictivo realizado por el autor, con conocimiento y voluntad de auxiliar a éste en la ejecución.
Por tanto, su voluntad se dirige a colaborar (de diversas formas) en la ejecución del hecho
típico, a auxiliar con pleno conocimiento de que su contribución supone una colaboración en el
hecho doloso realizado por el autor.
Por tanto, no se admite la participación imprudente en un delito doloso ya que el partícipe
imprudente no actúa con la finalidad de colaborar en el delito, pero tampoco la participación dolosa

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en un delito imprudente porque en esta modalidad delictiva el partícipe doloso no puede saber si su
aportación contribuirá a la comisión del delito.
En el caso de que la conjunción de varias imprudencias, todas ellas relacionadas, diese lugar a
la comisión de un delito, no se plantea la participación imprudente en un delito imprudente, sino la
imputación a cada uno de un delito imprudente en la medida en que el resultado ha tenido lugar por
la infracción de diversas normas de cuidado por parte de cada interviniente.

3.1.3. Intervención en la ejecución cooperando con el hecho


realizado por el autor
La aportación de todos y cada uno de los partícipes tiene que suponer una cooperación real al hecho
realizado por el autor, en el sentido de que tiene que ser idónea para favorecer la comisión del delito
y, por tanto, útil según el plan del autor (no se consideran modalidades de participación las formas
de intervención irrelevantes de cara a la comisión del delito tal y como lo ha planeado el autor).

3.1.4. Intervención en la ejecución con actos anteriores o


simultáneos
El partícipe interviene antes o durante la comisión del hecho delictivo ya que en eso consiste su
contribución, en auxiliar al autor para que pueda llevar a cabo su propósito criminal. Por esta razón,
las formas de intervención en el hecho que son posteriores a la consumación y que en derecho
histórico español se habían considerado siempre formas de participación (encubrimiento) se tipifican
desde el CP 1995 como un delito autónomo contra la Administración de Justicia (el delito de
encubrimiento, art.451 CP) pero no como modalidades de participación.

3.2. Modalidades de participación


3.2.1. La inducción
El art. 28 define al inductor como aquél que induce a otro u otros a ejecutar el hecho. La
inducción es determinar a otra persona a que cometa un hecho delictivo que no había pensado
realizar antes de la intervención del inductor, esto es, hacer nacer en otra persona la decisión de
delinquir sin participar materialmente en su comisión (por ejemplo, ofreciendo una suma de dinero
para que se realice el delito).
Como ya se ha explicado, a pesar de que el inductor es un partícipe (y, por tanto, su
responsabilidad es accesoria de la del autor), va a recibir la misma pena que el autor del hecho
porque el CP considera que su contribución es tan importante que merece el mismo castigo que el
autor, aunque hay un sector de la doctrina que critica esta equivalencia en la medida en que a pesar
de su importancia, se trata de una aportación de menor entidad que la del autor.
El hecho, sin embargo, de ser materialmente un partícipe, supone que si el inducido no
realiza el hecho delictivo (típicamente antijurídico) en calidad de autor, no se puede derivar
responsabilidad penal para el inductor ya que su responsabilidad está condicionada a la del autor
(teoría de la accesoriedad de la participación). Únicamente podría haber responsabilidad penal en el
caso de que el autor no inicie la ejecución del hecho si está prevista de forma específica la punición
de los actos preparatorios (la proposición y la provocación para cometer el hecho delictivo son,
como ya hemos visto, modalidades de inducción no seguida de la ejecución del delito, es decir,
tentativas de inducción).

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TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO
Lección 14: Autoría y participación
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También por respeto al principio de accesoriedad de la participación se incrimina de forma
autónoma la inducción en hechos que no son típicos para el autor como, por ejemplo, la inducción
al suicidio.
Los requisitos que según la doctrina y la jurisprudencia se precisan en la inducción son los
siguientes:
1. Tiene que ser concreta, es decir, dirigida de forma específica a que el inducido cometa un
hecho delictivo determinado. En el caso de exceso, es decir, cuando el autor realiza un hecho
más grave que el que le propuso el inductor, se distingue entre un exceso cualitativo, cuando
se realiza otro delito distinto de aquél que se propuso (además de un asesinato, una previa
violación) y un exceso cuantitativo cuando se realiza el mismo delito pero con otros medios u
otra modalidad comisiva que acrecienta su gravedad. En el primer caso el inductor no
responde por el exceso y en el segundo, siempre que no cambie la naturaleza del delito,
podría imputársele la mayor gravedad a título de dolo eventual o imprudencia si es el caso.
2. Tiene que dirigirse a una persona determinada y concreta, es decir, tiene que ser directa.
3. Tiene que ser el motivo que decida al autor material a la ejecución del hecho delictivo, o, lo
que es lo mismo, tiene que ser determinante de la decisión de delinquir que previamente a la
intervención del inductor no se había planteado.
4. Tiene que ser eficaz. Por tanto, el inducido tiene que haber comenzado la comisión del delito
para que la punibilidad del inductor sea posible.
5. Tiene que ser dolosa. El inductor tiene que actuar con la intención de convencer al inducido
y determinarle a la comisión de un tipo de delito concreto.

A través de la exigencia legal de que la inducción sea “directa” se rechaza la inducción en cadena,
es decir, la posibilidad de incriminar como inducción el hecho de inducir a otro para que éste
induzca a su vez a otra persona a ejecutar un hecho. El Código dice que la inducción ha de ser
directa, luego el inductor del inductor sólo induce directamente a una inducción, no al delito
ejecutado, y esto no cabe en la literalidad del art. 28 a) que exige que se induzca a ejecutar un hecho
principal. Podría castigarse al inductor del inductor como cooperador necesario o cómplice (como
así entiende la jurisprudencia).

3.2.2. La cooperación necesaria


El CP distingue dos clases de cooperación en la ejecución del hecho: la necesaria, que recibe la
misma pena que la autoría, y la complicidad.
El art. 28 b) define la cooperación necesaria como la cooperación a la ejecución de un
hecho con un acto sin el cual no se habría ejecutado y la complicidad (art.29) como la
cooperación en la ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos.
Como toda modalidad de participación en el delito, como ya se ha analizado, y al igual que la
cooperación no necesaria, tiene que suponer una intervención en la ejecución con actos anteriores o
simultáneos, tiene que ser dolosa y útil con relación a la ejecución del delito de forma que favorezca
la ejecución.
El elemento central de esta modalidad de cooperación es justamente su calificación como
necesaria (recibe la misma pena que el autor) o no (se considera mera complicidad y recibe una pena
inferior en grado). Para decidir la importancia de la cooperación se han utilizado distintos criterios.
El dominante en tiempos pasados fue el causal, con base en la teoría de la equivalencia de las
condiciones según el cual el cooperador necesario aporta una condición sin la cual el resultado en
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su desarrollo causal no se hubiese producido. Sin embargo, en el caso concreto, tal y como se
cometió el delito, todas las aportaciones al desarrollo pueden considerarse causalmente necesarias,
aunque sean de mínima importancia, ya que, sin ellas, el resultado no se hubiera producido.
Posteriormente se formuló el criterio de la necesidad en concreto para calificar esta
modalidad de cooperación entendiendo que el cooperador es necesario si su aportación fue, en el
caso concreto y tal y como se desarrollaron los hechos, imprescindible para la comisión del delito. El
problema de esta concepción es, de nuevo, que si valoramos la forma concreta en que se cometió el
delito, todas las aportaciones según el plan del autor eran necesarias, porque todas eran
imprescindibles para la comisión.
Si acudimos al criterio de la necesidad abstracta, que prescinde de la forma en que
concretamente se desarrollaron los hechos y valora si esa aportación concreta es imprescindible para
la comisión de ese tipo de hechos delictivos, nos encontramos con que, sin referencia directa al
modo en que se cometieron los hechos, cualquier delito puede cometerse de manera distinta, y por
tanto, en abstracto, podríamos afirmar que ninguna aportación es necesaria.
La jurisprudencia ha utilizado y todavía hoy utiliza, la teoría de los bienes escasos que
considera determinante que la aportación que proporciona el partícipe sea difícil de obtener. No
entra a valorar si es imprescindible o no, en concreto o en abstracto, sino si esa aportación es fácil o
difícilmente sustituible por otra, con independencia de que el hecho hubiera podido o no ser
cometido de otra manera. Así, si la aportación del partícipe fue insustituible para el autor, estamos
ante un cooperador necesario (por ejemplo, proporcionar los planos de un edificio, informar sobre
el lugar en el que se encuentran los sistemas de seguridad o los horarios de las personas encargadas
de la seguridad privada); si, por el contrario, su aportación era fácilmente reemplazable por otra (por
ejemplo, proporciona un vehículo para la fuga) estaríamos ante un cooperador no necesario o
cómplice. Se trata, entonces, de tener en cuenta dos juicios sobre la escasez o abundancia del bien:
un juicio general, en primer lugar (por ejemplo, un cuchillo de cocina es un bien abundante y una
pistola escaso); y otro en concreto (en determinados entornos una pistola puede ser un bien
abundante).
La jurisprudencia también utiliza el criterio de la relevancia de la aportación entendiendo
que si ésta es decisiva para la comisión del delito, sin que ello suponga que el partícipe tiene el
dominio del hecho, dará lugar a una cooperación necesaria.

3.2.3. La complicidad o cooperación no necesaria


La complicidad se define en el art.29:

«Son cómplices los que, no hallándose comprendidos en el artículo anterior, cooperan a la


ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos».

El precepto comienza diciendo que el cómplice es quien no reúne los requisitos necesarios
para responder con base en el artículo 28 porque ni es autor (en sus diversas modalidades) ni
inductor ni cooperador necesario. Por tanto, la complicidad se formula en principio de manera
subsidiaria, especialmente con relación al cooperador necesario.
Sin embargo, como forma de participación, tiene que reunir los requisitos de ésta, no siendo
suficiente cualquier tipo de aportación, sino una que sea causal con respecto a la comisión del hecho
delictivo, es decir, que facilite o favorezca dicha comisión de cualquier forma como por ejemplo,
asesorando al autor (complicidad psíquica). También es posible la complicidad en comisión por

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omisión, siempre que el partícipe esté en posición de garante y su omisión contribuya, según la
causalidad hipotética a favorecer o facilitar el delito.
Además, la complicidad debe ser dolosa y anterior o simultánea al hecho.

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