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LECTURA 2: ¿Es posible la enseñanza aprendizaje sin vínculos?

La palabra vínculo se define como lo que une, ata o relaciona a las personas o a las cosas, por tanto dos o más
personas u objetos vinculados están unidos, emparentados, atados ya sea de forma física o simbólica.

La convivencia diaria al interior de las instituciones educativas está condicionada por las múltiples relaciones que se
dan entre todos los integrantes y que van generando vínculos de diversa índole, los que afectan positiva o
negativamente en los aprendizajes de los estudiantes.

El proceso de enseñanza aprendizaje está construido sobre la base de estas interacciones principalmente entre
docentes y estudiantes, entre pares, entre docentes, entre directivos y docentes, etc, interacciones que van
generando vínculos diversos, aquellos que abren posibilidades de aprendizajes como: Directores que visitan las
aulas, se comunica con respeto, convoca, conoce las características de los docentes, planifica con la participación de
todos; docentes que conocen a sus estudiantes, clases participativas, estudiantes que confían en sus profesores,
padres de familia que se sienten convocados y comprometidos; docentes que trabajan en equipo y con objetivos
comunes.

O que cierran posibilidades de aprendizaje como: docentes que prefieren trabajar de manera aislada, planifican sin
tener en cuenta las necesidades de los estudiantes, que comentan fuera de las reuniones, que se sienten agredidos,
que no conocen a los estudiantes. Estudiantes que no quieren entrar a clase porque no se llevan bien con el docente,
que no hacen las tareas porque no le entienden al profesor, o que tienen miedo hablar, hacen desorden y agreden
durante la clase.

El vínculo que influye de manera directa en el aprendizaje de los estudiantes es el vínculo que surge de la interacción
dialógica y afectiva entre docente y estudiante.

Para Vigotsky “El aprendizaje necesita una serie de procesos internos de desarrollo que son capaces de operar sólo
cuando el niño está interactuando con personas de su entorno y en cooperación con sus compañeros”. (VigotsKy,
1979; 89) al respecto las corrientes psicológicas mencionan que el alumno aprende solo pero necesita del otro
porque el aprendizaje se da cuando el aprendiz se abre a otra persona en la que confía y permite que le enseñen.

Así, para que haya vínculo, no basta un grupo de muchachos sentados frente al profesor; no es esto lo que inaugura
el vínculo. Puede suceder que allí se despliegue un monólogo, mientras el estudiante ocupa su mente en otras cosas.
Entonces, el encuentro de los cuerpos no es suficiente para que se despliegue el vínculo. Algo más debe ocurrir. No
basta la presencia. Ésta debe comportar otro juego de elementos, que son los que, finalmente, se entrecruzan.
(Mejía Correa, 2008:2).

El vínculo es una estructura que va más allá de la palabra. No se trata, entonces, de una conversación entre un emisor
y un receptor. Va más allá. Tiene que ver con relaciones intersubjetivas instauradas por el lenguaje. Y esas relaciones
instauradas por el lenguaje implican como mínimo dos elementos: un agente y un otro. Para que haya lazo, es
menester que alguien interpele al otro, le haga una oferta, y que el otro se deje convocar. (Mejía Correa, 2008:3).

Mendel (Citado en Mejía Correa, 2008:2) afirma que: El sujeto ha de consentir a la oferta que le hace la institución
como representante de lo social, y en función de este consentimiento dirigir una demanda que se tome como tal
(2003: 50).

De esta manera las instituciones educativas que están atentas a las demandas de los estudiantes, generan vínculos
estrechos y positivos entre todos los actores educativos y tienen altas probabilidades de que el proceso de
enseñanza aprendizaje sea un acto efectivo y afectivo. Establecer vínculos favorables en las instituciones educativas
es un reto cada vez mayor pero no menos satisfactorio para los equipos directivos.

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