You are on page 1of 42

V�OlíENC���

� �t\
memorias y olvidos

hugo vezzetti

� siglo veintiuno
�editores
Índice

Presentación
9

l. La memoria justa: política e his


toria 13
La experiencia argent
ina (1): verdad y justici
a 15
P olíticas del pasado y del
presente
19
Usos y abusos de la rec
onciliación
26
Olvido, identidad, esp
eranza
28
¿Deber de olvido?
34
La experiencia argentina
(2): los derechos
Vezzetti, Hugo humanos en las políticas
de la memoria
.
Sobre la violencia revoluci�naria: M:monas! oh�.d�s.- : 3 ed .
37
Usos de la memoria púb
3 _ lica
1 reirnpr.- BuenosAires: Stgl? Vem��no Editores, -O 1 J" 44
La memoria justa
28o p.; 21X14 cm.- (Sociolog¡a y pohuca)
53

2. La política y la violenc
ia 61
La crítica de las armas: 197
l. Historia Argentina I. Título 3-1976
69
CDDAg82 La izquierda frente a la
guerrilla
70
Perón y el peronismo
71
"La Opinión"
© 2009, Siglo Veintiuno Editores S.A. 74
El exilio: visiones de la
violencia
Diseño de colección: tholón kunst 80
"::o n troversia"
84
l'eronismo crítico y autocr
Diseño de cubierta: Peter Tjebbes ítico
90
Fracturas del tiempo hist
órico
96
Vidas revolucionarias
104
•=Ca De!\Talle/¡' Las Heras 5047• VIlla Martelli
Impreso en e-'"
"La noche de los lápices
"
111
en el mes de junio de 2013 El crepúsculo de los "do
s demonios"
115
La Asamblea Permanent
Hecho el depósito que marca la !ey 11.72� e por los Derechos
Impreso enArgentina 11 Made m Argenuna Humanos (APDH) y la
Comisión
Interamericana de Derech
os Humanos (CI DH) 117
2. La política y la

El tópico de la violencia revolucionaria retorn:J. de diver­


sas formas . Aparecen otros actores, otras memorias y relatos: tes­
timonios e investigaciones, criticas y autocriticas. Las condiciones
de revisión y discusión no son las que se impusieron en los co­
mienzos del ciclo democrático, cuando la representación del pa­
sado reciente atendía casi exclusivamente al terrorismo de Estado
y los derechos de las víctimas. Esos retornos conflictivos han co­
menzado, en los últimos diez años, a dar cuenta de una
cia de la militancia que ha quedado fijada en la lucha armada;
con ellos surge la incitación a un juicio histórico sobre las condi­
ciones y las consecuencias de una voluntad dispuesta a matar o
morir por la revolución. La experiencia montonera, sobre todo,
ha sido de una extendida interrogación.74
En la producción reciente se destaca el ensayo de Pilar Cal­
veiro, una exploración política de la violencia revolucionaria a
partir del derrotero de la guerrilla peronista . En su análisis busca
distanciarse de una consideración complaciente e intenta dar
cuenta de las responsabilidades de la guerrilla en la catástrofe que
sobrevino en 1976.75 ¿Dónde situar el comienzo de la violencia en
la Argentina reciente? Una narrativa histórica implantada en la
tradición peronista ha afirmado un origen básicamente reactivo
de las organizaciones armadas: la violencia estaba presente en la
sociedad argentina desde, por lo menos, el bombardeo a Plaza de
Mayo y el derrocamiento de Perón en 1955, y cristalizó en el
golpe reaccionario de 1966. En ese relato, un hilo continuo hil­
vana el desarrollo de las luchas, desde la Resistencia peronista
hasta la guerrilla montonera. Calveiro reconoce en esta última
una impronta guevarista y foquista, es decir, la voluntad de impo-
62 SOBRE L-'1. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y L\ VIOLENCIA 63

ner un curso revolucionario por las armas, pero se afirma fl uencia en espej o en el curso de la confrontación, esa coinciden­
mente en la tesis de la violencia reactiva a la situación creada por cia no puede ofrecerse como una clave del desastre y,
el golpe de Onganía. Es claro que en ese esquema n o el p or el contrario, llama a algún intento de explicación. En princi­
surgimiento previo del EGP, de Ricardo Masetti, la primera aven­ pio, la captura de todas las luchas en un imaginario de guerra to­
tura guerrillera impulsada por el Che en 1 963. Sin la dictadura de tal tenía sus condicione s en la configuración guevarista de la ac­
Onganía y sin la movilización social y política en su contra, posi­ ción política. En la guerra, decía el Che, "el pueblo irá formando
blemente no habrían existido condiciones para la expansión de sus combatientes y sus conductores". Lo dice en el texto, tantas ve­
iniciativas guerrilleras con apoyo social. Pero el escenario, las figu­ ces citado, que destacaba el odio de clase como el factor que "im­
ras y cierto utilaje imaginario estaban preformados antes de la era pulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y l o
Onganía. Había ingredientes de la configuración guerrillera que convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina d e ma­
dibujaban, a partir de la revolución cubana, un camino de radica­ tar". La idea de una "guerra total", de destrucción y aniquilación
lización armada, una decisión que no era sólo la reacción a even­ del enemigo, e ncajaba perfectamente con esa figura del guerri­
tos decididos por otros, sino que se proponía fmjar un mundo a llero como un combatiente igualmente total y consagrado a su
su medida. Sobre esta constelación ideológica y política impac­ causa:
taba la dictadura de 1 9 66: para algunos venía a confirmar inme­
diatamente que no había otro camino que las armas. En la socie­ Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve:
dad, en el período que va desde la crisis política y militar de 1969 a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay
hasta 1 97 3, crece la aceptación de las acciones de la guerrilla. El que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un mi­
testimonio de Osear Terán es representativo del itinerario de mu­ nuto de sosiego fuera de sus cuarteles y aun dentro de
chos: el compromiso era, antes que con una organización defi­ los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; [ . . ] .

nida, con el "partido cubano", a partir de la convicción de una vía Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial to­
revolucionaria incuestionable para América Latina, expuesta en la davía, pero se notarán los signos del decaimiento que
práctica de Fidel Castro y en los escritos del Che, "canónicamente asoma.78
simplificados" por Régis Debray.76 En el discurso al menos, la op­
ción por la lucha armada estaba bien implantada en la izquierda Es claro que esa voluntad de guerra no era defensiva en el plano
política desde antes de 1966; estaban el método (el foco) y la es­ militar; una guerra defensiva no es total sino limitada en cuanto
cena anticipada de una guerra inevitable. El pasaj e al acto depen­ a los medios y los objetivos. Es más, en el paradigma guevarista la
dió de factores históricos conocidos: el golpe militar de 1 966, so­ guerra revolucionaria debía ser desencadenada antes que el ene­
bre todo después del Cordobazo, y la convergencia con el migo actuara y se presentara militarmente como tal; uno de los
peronismo radicalizado que arrastraba las expresiones juveniles. núcleos de la doctrina foquista afirmaba que había que provo­
Las condiciones del desencadenamiento de la violencia insur­ carla para obligar al enemigo de clase a exhibir su costado más
gente, entonces, no se reducir a un esquema simple, y en el sanguinario:
propio análisis de Calveiro se destacan rasgos inherentes a esa em­
presa, capturada baj o las formas de la guerra revolucionaria.77 La dictadura trata constantemente de ejercerse sin el uso
No puede decirse, como lo hace Calveiro, que los grupos gue­ aparatoso de la fuerza; el obligar a presentarse sin dis­
rrilleros terminaron adoptando el universo de valores y mitos de fraz, es decir en su aspecto verdadero de dictadura vio­
la organización militar que combatían. Si hubo una suerte de in- lenta de las clases reaccionarias, contribuirá a su desen-
64 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L.\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 65

mascarami ento, lo que prof undi zará la lucha hast<1. extre­ vuelco a una vi olenci a que se hace cada vez más i ndi scri mi nada, es
mos tales que y a no se puede regresar.í9 deci r, terrorista, justamente cuando se hace claro que el consenti ­
mi ento está con Perón y e l peroni smo "clási co", una variopi nta co­
La experi enci a guerri llera se hace pensable a parti r de esa escena ali ci ón política y soci al que no era (y nunca fu e) revoluci onari a.
relegada, la guerra, que no es cualqui er violenci a; es una violenci a U na pregunta queda flotando y si n respuesta en el análi si s de
si stemáti ca, o:; gani zada, conduci da por una estructura jerarqui­ Calvei ro: ¿por qué en la organi zaci ón guerrillera peroni sta ter­
zada y someti da a la uni dad de mando. Y desde el momento en mi nó prevaleci endo el núcle o que era, según la visi ón bi en f un­
que los confli ctos quedaban reduci dos al esquema de la guerra, dada de la autora, políti camente más rudi mentario? El núcleo na­
los procedi mi entos de la mi li ci a armada termi naban i mponi én­ ci onali sta católi co, con i ncrustaci ones f asci stas, sosteni do en el
dose sobre el conjunto de la f ormaci ón políti ca. Son superfluas culto al coraje y la efi caci a pri maria de la vi olenci a, i mpus o su línea
las autocríticas que i nsi sten en las "desviaci ones mi li taristas": si el y su ejemplo sobre el grupo que parecía políticamente mejor f or­
escenario de los conf li ctos es concebi do como una guerra, es el mado, las Fuerzas Armadas Revoluci onari as (FAR) . En la hi storia
ejérci to (o un remedo de él) lo que necesariamente va a prevale­ de las Fuerzas Armadas Peroni stas (FAP) , muy bi en documentada
cer. Las co nsecuenci as, en la Argen ti na, son bi en conoci das. Por en el li bro de Eduardo L. Duhalde y Eduardo M. Pérez, puede
una parte, se consoli daba un proceso de mi li tari zaci ón de la ac­ verse una trayectoria que va en la mi sma di recci ón.81 En 1968 ya
ci ón social en barri os y f ábri cas, subordi nada a la doctri na y los hablaban de guerra revoluci onaria, en línea con la doctri na cu­
procedi mi entos de los guerreros. Por otra, una buena proporci ón bana. Después del f racaso de Taco Ralo hi ci eron una autocríti ca
de los esfu erzos de la di recci ón revoluci onaria debían apli carse a de las tendencias f oqui stas que los habían llevado a esa acci ón. En
di sci pli nar a la propi a tropa. En ese senti do, la guerra sepultaba a la mi sma época, 1970, criticaban las ci rcunstancias delas esi nato de
la políti ca, si por políti ca se enti ende la acci ón destinada a mover, Aramburu: aprobaban la ejecuci ón como un acto de justici a revo­
ganar y orientar la voluntad colectiva. luci onaria, pero afirmaban que era una acci ón para culmi nar un
No di go que donde hay violenci a no hay política. Pero no hay proceso y no para i ni ci arlo. Fueron mucho más críticos con el ase­
nada más alejado de la políti ca que la terri ble consi gna que rezaba si nato del gremi alistaj osé Alonso, porque sostenían que la lucha
"el poder nace del fu si l", que podía servi r i gualmente a una mi li ci::t contra la burocraci a si ndi cal debía estar a cargo del movimi ento
revoluci onaria o a una banda de gánsteres. El poder (sigo a Han­ obrero en el enf rentami ento antipatronal. Todo cambi ó en un par
nah Arendt) no está en las armas si no en el consentimi ento, es de­ de años (después de la f ractura que sufri ó la organi zaci ón haci a fi­
ci r, Ga al mente, en el pueblo, si se qui ere recuperar esa vieja cate­ nes de 1971) : en abril de 1972 las FAP asesi naban al jef e de perso­
goría a la que es i mposi ble renunci ar. Hay no sólo dif erenci a si no nal de FIAT Córdoba. Para entonces, la "burocraci a i ntegraci o­
verdadera oposi ci ón entre el poder político y la violenci a si stemá­ ni sta" quedaba ubi cada defi ni tivamente en el campo de las clases
tica y organi zada. El poder, di ce Arendt, requi ere del "número", domi nantes y se convertía en un blanco justificado. Ese curso se
algo de lo cual puede presci ndi r la violenci a, que depende sobre prof undi zó con la oposi ci ón a la sali da electoral. El 22 de mayo de
to do de los "i nstrumentos". Si empre, en térmi nos políti cos, la ten­ 1973 (tres días antes de la asunci ón de Cámpora) asesi naban a
taci ón de recurrir a la violenci a nace de la pérdi da de poder; como Di rk K loosterman, secretario general del Si ndi cato de Mecáni cos y
consecuenci a, una violenci a que ya no se apoya ni se sujeta al po­ Afi nes del Transporte Automotor (SiYIATA) . Desde entonces se de­
der termina i nvirtiendo la esti maci ón de los medi os y los fines.80 Es di caron a ampli ar las acci ones terrori stas contra burócratas si ndi ­
justamente la derrota políti ca y la pérdi da de poder, en el sentido cales y personal di rectivo d e f ábri cas y empresas. Más que una des­
i nvocado, lo que permi te entender, en la guerrilla montonera, el viaci ón, ese curso muestra la i mplantaci ón de ese escenari o de
LA POLÍTICA Y LA. VIOLENCIA 67
66 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

Nav arrazo, destitución de Bídegain, consentimiento (como mí­


guerra total que debía llevarse a todos los frentes, y una fe ciega en
nimo) ante las primeras acciones de la Triple A. El enfrenta­
la eficacia del asesinato político para profundizar la confrontación
miento era inevitable y no tenía otra salida que alguna forma de
y ampliar los contingentes volcados a la acción militar. Con la im­
"aniquilación", término empleado por Perón, según recuerda la
potencia crece el intento desesperado de sustituir con las armas y
autora, en enero de 1974, contra el ERP, poco después de su in­
el coraje lo que no podían edificar en un terreno político domi­
tento de copamiento de la guarnición de AzuJ.85
nado por Perón y el movimiento. Finalmente, en el fracaso de
En la expulsión de la Plaza, se recuerda generalmente el califica­
Montoneros, puede decirse, se expone el fracaso general de la es­
trategia guerrillera en la Argentina y en América Latina. Jorge Cas­

tivo de mberbes y menos el de "infiltrados que trabajan adentro y
que tra1doramente son más peligrosos que los que trabajan de
tañeda aporta una visión externa y provocativa: Montoneros, el
afuera, sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios que tra­
"ala derecha de la izquierda", sería una expresión exagerada, casi
bajan al servicio del dinero extranjero" O sea que también Pe­
una caricatura, de la configuración revolucionaria latinoamericana
rón tenía en mente la fórmula del complot imperialista, aunque
nacida con la revolución cubana. 82
de otro signo. Todo esto está en el libro y, a partir de ello, no se
¿Habría podido tomar otro camino la experiencia montonera?
ven las bases que permitan pensar en una inter vención norteame­
En cuanto se admiten los factores internos en ese movimiento y
ricana en la fractura del peronismo. Parece más prudente atenerse
su desarrollo, incluida, sobre todo, la relación imposible con Pe­
a los rasgos bien definidos de un proceso de enfrentamiento que
rón, no se puede seguir el razonamiento de Calveiro cuando pos­
sólo podía conducir al incremento de la represión estatal y cuyo
tula que un "peronismo de raíz nacional-popular con influencia
desenlace no podía ser otro que la derrota de la guerrilla, con 0
de sectores radicalizados" habría sido posible de no mediar la in­
sin golpe de Estado. Pudo haber sido distinta la metodolouía
b
re-
ter vención de los Estados Unidos.83 Las "claves decisivas" del fra­
pres1va y, desde luego, el número de víctimas; pero hay que recor-

caso montonero habrían dependido finalmente de la Guerra Fría


dar que el Ejército estuvo a cargo de la represión desde 1975 y que
y de la lógica del poder imperialista, una tesis que aparece des­
el general Harguindeguy, antes de ser ministro de Interior de la
mentida por muchos de los análisis que el libro exhibe convincen­
dictadura, fue jefe de la Policía Federal del gobierno de Isabel Pe­
temente. En efecto, los factores políticos, militares, organizativos,
rón. En esas condiciones pudo haber habido un "Operativo Inde­
que llevaron a la derrot.c'l política y militar de la guerrilla, estaban
pendencia" de alcance nacional, sin un quiebre institucional mani­
presentes desde antes de la irrupción de la última dictadura y
fiesto y con modalidades represivas ilegales que habían sido
quedaban expuestos en el enfrentamiento irreversible con Perón.
admitidas sin mayor conflicto por el peronismo y buena parte de la
Del lado de Montoneros, hay que señalar la variada gama de ene­
oposición. No se entiende por qué los Estados Unidos habrían de
migos que eran blanco de su guerra, que incluía a sectores bur­
rechazar un proceso con esas características. Lo que está docu­
gueses ampliamente representados en el peronismo, el creciente
mentado sobre la intervención norteamericana no muestra que
aislamiento, la extrema tosquedad de sus definiciones políticas y
hayan indicado a los militares argentinos qué debían hacer.87
la decisión de enfrentar a Perón en una escalada de violencia, de­
mostrada con el asesinato de Rucci. El libro ofrece una muestra
Lucas Lanusse ofrece otro punto de vista, centrado en el naci­
destilada de esa política: en 1974, cuando se abre una negocia­
miento de la guerrilla peronista y en sus relatos fundadores; sinte­
ción posible con el sector sindical, la concesión que ofrece Firme­
tiza en la narrativa montonera dos formaciones míticas que sur­
nich para el acuerdo es no asesinar a Lorenzo Miguel.84 Del lado
gen de una raíz común.88 Ante todo, el motivo del combate entre
de Perón, el curso es bien conocido: respaldo a Osinde en la ma­
dos bandos inconciliables y la consagración a una causa que no
sacre de Ezeíza, defenestración de Cámpora, apoyo a López Rega,
68 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
Lo\ POLÍTICA Y L\ VIOLENCIA 6g

admitía transacciones o negociaciones: una acción política reem­


al
plazada por una guerra de religión. Esa primera formación, plas­ volucionaria. El horizonte de las luchas peronistas posteriores
derrocamiento de Perón era el retorno al a la edad del Pa­
mada en la "leyenda heroica", sólo admitía combatientes para fi­
dre, una orientación contraria a la ruptura de un orden lanzada a
nes elevados, encarnación de un campo popular que mantendría
su continuidad a lo largo del tiempo. Su correlato y referente era construir una Edad de Oro en el porvenir.
un peronismo esencial, situado más allá de un movimiento histó­
rico que lo mostraba mezclado con causas menos nobles. La otra,
la "teoría del desvío", admitía las impurezas y los errores, pero LA CRÍTICA DE LAS ARJ\!AS: 197 3 -1976
únicamente como alteraciones de un rumbo fijado y sacralizado
Hay una historia de debates y dejuicios políticos y morales
por esa causa final. En verdad, un gigantesco malentendido, más
que una desviación, marcaba ese camino en el origen. La popula­ sobre la guerrilla, que nace junto con el bautismo de fuego de las

ridad de Montoneros, desde el asesinato de Aramburu hasta 1 973 organizaciones y crece en el período constitucional abierto en

dependía de que enfrentaba una dictadura y acompañaba la lu � 1973. En ese terreno, como en otros, no existen recuerdos puros:
cha por el retorno del Líder. No muchos de los que voceaban con­ los ejercicios de memoria no se separan de las cosmovisiones ideo­

signas revolucionarias estaban dispuestos a los costos terribles de lógicas, las filiaciones o las desafiliaciones, las fidelidades, las rup­

continuar una guerra, sobre todo si terminaba siendo contra Pe­ turas o las reevaluaciones. Las representaciones y los juicios sobre

rón. Enfrentarlo con el cadáver de Rucci fue un error grosero y la violencia y el terrorismo revolucionarios, los análisis críticos o

sin retorno; pero también era una consecuencia del curso ante­ las formas de rememoración se han ordenado en diversos mo­

rior, de las definiciones sobre la guerra y de la creencia de que ve­ mentos salientes de la experiencia histórica de estos últimos

nían a encabezar una revolución que sólo requeriría coraje y san­ treinta y cinco años.

gre. A partir de ese proyecto desbordado, no cabía la posibilidad Brevemente, en un primer momento, hacia 1 97 3, hubo un ex­

de que se resituaran en el interior del movimiento para buscar una tenso tratamiento político e intelectual público sobre la guerrilla,

acción política más terrenal. Kojeve, en su notable elucidación de en la izquierda y los partidos populares. Una segunda etapa se

la cuestión de la autoridad, proporciona un marco conceptual que abrió en el exilio, en los primeros años de la dictadura; en parte

puede servir para pensar ese trágico malentendido entre Perón v recogía las posiciones anteriores pero agregaba una reflexión en

los Montoneros.89 Si la lucha del núcleo combatiente en el interio � caliente sobre la derrota y el fracaso de la vía armada en la Argen­

del peronismo aparecía impulsada por la autoridad del Amo (en tina y en América Latina. Con el ocaso de la dictadura, un perío­

todo caso de un Amo a construir), que es quien apuesta al futuro y do más transitado por los estudios históricos y los testimonios, se

arriesga la propia en el inevitable enfrentamiento con Perón inaugura una nueva constelación de sentidos dominada por el
acontecimiento mayor, el terrorismo de Estado: la de
chocaba con otro principio y otra figura de autoridad: el Padre,
que remite al pasado y la filiación. Allí radicaba el desencuentro las víctimas relega al olvido las estampas combatientes. Toda con­

fundamental: en una formación política como la del peronismo, figuración de memorias produce sus propias zonas de olvido. En

determinada por la tradición y la subordinación al Líder, no había 1 9 83, u n momento dominado por el impacto del Nunca más y el
espacio para un liderazgo revolucionario, salvo como derroca­ Juicio a las Juntas, por las escenas del "chupadero" y las prácticas

miento y reemplazo del Padre por un Amo. El malentendido ad­ de exterminio, no cabían los relatos heroicos ni (casi) los juicios

quiere la forma de una leyenda mistificadora cuando se pretende críticos sobre la guerrilla.
En verdad, el rechazo de la aventura miliciana se había edifi­
que en la Resistencia anidaba ya el germen de esa reorientación re-
cado antes, sobre todo durante la experiencia del exilio. Es lo que
70 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA U\ POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 71

muestra la disponible sobre esa etapa cumplida en Ciapponi. El PCR llamó a votar en blanco con la "Ni
el exterior, que fue central en la reconfiguración de las represen­ golpe ni elección, revolución". Los tres rechazaban la forma del
taciones sobre el ciclo revolucionario y sus relaciones con el terro­ "ejército revolucionario" y coincidían en considerar que las accio­
rismo impuesto por la dictadura: en cuanto predominaba la soli­ nes guerrilleras no sólo estaban disociadas de la efectiva
daridad con las víctimas y el nuevo discurso sobre los derechos de los sectores obreros y populares sino que favorecían los objeti­
humanos, se opacaba o directamente se impugnaba la narrativa vos del bloque reaccionario que buscaba profundizar un curso re­
de los combates por la revolución. En el exilio, después de la de­ presivo sobre el movimiento social.91 Las críticas se profundizaron
rrota, las revisiones personales y políticas llevaron a la mayor parte con el creciente aislamiento social de la guerrilla y el vuelco al te­
de los militantes y los simpatizantes de la causa revolucionaria a rrorismo. En septiembre de 1975, el PST se refería a los asesinatos
distanciarse de la fe en el poder supremo de las armas. La única cruzados entre la Triple A y la guerrilla: "La abundancia de cadá­
organización que subsistía y mantenía la opción guerrillera, Mon­ veres produce un acostumbramiento [. . ] una confusa orgía de
.

toneros, sufrió un creciente aislamiento entre quienes sostenían sangre, más parecida a las 'vendettas' sicilianas que a una lucha
esa opinión, que se convirtió en abierto rechazo, incluso en frac­ política".92 En diciembre de ese año, frente al intento de copa­
turas internas, en ocasión de la insensata "contraofensiva" de miento del cuartel de Monte Chingolo por parte del ERP, el PC
1979.90 Allí donde hubo condiciones culturales y sociales favora­ manifestaba públicamente su repudio por "el crimen de llevar a la
bles, y actores intelectuales dispuestos a revisar el pasado, se des­ masacre a tantos jóvenes argentinos, civiles y militares", y denun­
plegó una primera renovación del pensamiento de la izquierda ciaba que esa acción "objetivamente facilita las condiciones para
marxista y peronista. Luego, en el pico de la reconfiguración de­ un nuevo y sangriento golpe de la CIA y sus agentes".93 El PCR,
mocrática, el foco potente que denunciaba los crímenes de Es­ por su parte, usaba desde bastante antes la expresión "formas te­
tado terminó difuminando, hacia el pasado, esa extensa crítica a rroristas pequeño-burguesas" para referirse a las acciones de la
una acción guerrillera que, en el discurso de la izquierda no gue­ guerrilla.94
rrillera y de la opinión progresista, se calificaba como terrorista.

PERÓN Y EL PERONISMO

U IZQUIERDA FRENTE A U GUERRILU


El discurso político más influyente en la nueva representación de
En 1973, en la izquierda política que impugnaba la estrategia gue­ la guerrilla, que pasó de ser una 'juventud maravillosa" a una or­
rrillera coincidían organizaciones que mantenían posiciones muy ganización criminal financiada y dirigida desde el exterior, nació
diferentes frente a la coyuntura electoral y frente al peronismo. en el seno del peronismo y, sobre todo, en las palabras y las accio­
Un trabajo de Daniel Campione ha investigado las actitudes de nes de su Líder. En enero de 1974, a pocos días de la acción del
tres partidos: Comunista (PC), Socialista de los Trabajadores ERP contra una unidad militar en Azul, Perón deÍendía ante los
(PST, trotskista) y Comunista Revolucionario (PCR, maoísta). diputados de la juventud Peronista la reforma del Código Penal.
Frente a las elecciones que consagraron a Cámpora, el PC había Finalmente sancionada la Ley 20.642, la modificación repuso los
integrado una alianza de centroizquierda con el Partido Intransi­ tipos penales que habían estado vigentes durante la dictadura de
gente (PI) y otros grupos menores; en el turno siguiente, cuando Onganía y que habían sido derogados pocos meses antes, durante
el candidato fue flerón, llamaron a votarlo. El PST se presentó el gobierno de Cámpora; endureció las penas y tipificó la figura
con una fórmula fropia, por Juan Carlos Coral y Nora de la asociación ilícita para las organizaciones consideradas "sub-
72 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y L•\ VIOLENCIA 73

versivas". En una intervención tensa, destinada a provocar a los di­ �"'""'';t' también. Porque ésta es una Cuarta Internacio­

putados de filiación montonera (que renunciaron a sus bancas nal que se funda con una finalidad totalmente diferente
dos días después), Perón trazaba una apreciación sobre la violen­ de la Tercera Internacional que fue comunista, pero co­
cia que, más allá de algunas pintorescas anécdotas personales, se munista o rtodoxa. Aquí no hay nada de comunismo, es
inscribía en la ideología de la seguridad nacional que dominaba un movimiento marxista deformado que pretende impo­
el discurso de los ejércitos americanos. Consolidaba con su autori­ nerse en todas partes por la lucha. A la lucha, yo soy téc­
dad política y su liderazgo en la sociedad el cambio en la repre­ nico en eso, no hay nada que hacerle, más que impo­
sentación de lo que ahora llamaba "organizaciones terroristas", nerle y enfrentarle con la lucha. [ ... ] Porque nosotros
"una banda de asaltantes que invoca cuestiones ideológicas o po­ desgraciadamente tenemos que actuar dentro de la ley,
líticas para cometer un crimen". Perón hacía más que respaldar a porque sí en este momento no tuviéramos que actuar
la derecha de su movimiento, sobre todo a las dirigencias sindica­ dentro de la ley ya le habríamos terminado en una se­
les, y tomarse revancha por el asesinato de Rucci: imponía un mana. Estamos afrontando esa responsabilidad que
nuevo relato sobre la violencia revolucionaria. Ya no había cir­ nos ha dado plebiscitariamente el pueblo argentino.
cunstancias históricas ni violencias estructurales emanadas desde Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No
los poderes dominantes que pudieran ser esgrimidas como j usti- nos han pegado con saliva. Nosotros vamos a proceder de
. ficación, ni siquiera corno atenuantes; no había tampoco espacio acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si
para la explicación por el error o la "desviación", que era un argu­ no hay ley, fuera de la ley también vamos a hacer y lo va­
mento presente en algunos sectores de la izquierda progresista mos a hacer violentamente. Porque [a] la violencia no se
que criticaban los métodos de la guerrilla. Todo quedaba redu­ le puede oponer otra cosa que la propia violencia.95
cido a una pura acción criminal que, además, respondía a un
complot internacional: un movimiento subversivo que se dirigía Cinco años antes, en una carta aJuan García Elorrio, Perón había
desde el exterior (más precisamente desde Francia), que estaba ofrecido una visión opuesta del movimiento internacional: "se ini­
presente en (Francia, Alemania, España) y que se expan­ cia la primera revolución mundial", decía, y afirmaba que sería
día en América Latina: Uruguay, Bolivia, Chile. También exponía más importante que la que no fue mundial sino sólo
ambiguamente las ventajas de una acción represiva no st�etada a rusa. Enlazaba directamente el mayo francés con el Cordobazo,
las formas jurídicas: como una serie que iba a continuarse, y se entusiasmaba con las
consignas del año 68 que anunciaban que "la sociedad enajenada
Ustedes ven que lo que se produce aquí, se produce en debe desaparecer de la historia". Terminaba preguntándose:
todas partes. Está en Alemania, en Francia. En este mo­ "¿Cómo puedo yo estar en desacuerdo con la actual revolución, si
mento Francia tiene un problema gravísimo de ese or­ es lo que vengo pensando y tratando de hace más de veinti­
den. Y ellos lo dejaron funcionar allí, n o tuvieron la re­ cinco años de lucha?".96
presión suficiente. En estos momentos, el gobierno En el discurso de 197 4 Perón daba crédito a una geopolítica de la
francés está por tomar medidas drásticas y violentas para subversión que no era nueva; ya a la doctrina de la segu­
reprimir eso que ellos mismos dejaron funcionar. [ ... ] ridad continental, esa geopolítica sostendrá las iniciativas de cola­
Está en todas partes: en Uruguay, en Chile, con distintos boración de los ejércitos latinoamericanos que culminaron con el
nombres. Y ellos son los responsables de lo que le ha pa­ "Plan Cóndor". Perón no estuvo entre quienes la formularon ni
sado a Allende. Son ellos y están aquí en la República Ar- promovió una política exterior, en el ámbito latinoamericano,
74 SOBRE LA V I O LENCIA REVOLUCIONARIA
Lt\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 75

acorde con esas premisas. Puede pensarse que ese que reto­
los extremos, pero era también un problema profundamente ins­
maba fórmulas de una derecha reaccionaria era una respuesta co­
talado en el debate público, en una movilización de la opinión
yuntural en el enfrentamiento con la convicción revolucionaria
que no coincidía con el simple llamado a la represión. Durante
montonera, pero contribuyó a consolidar y a dar legitimidad a esa un tiempo, antes de la aparición de la Triple A, la discusión y la
nueva visión de la guerrilla como una actividad criminal que res­
condena estaban restringidas a lo que se llamaba "terrorismo de
pondía a intereses externos. Mucho más cuando, pocos meses izquierda". El modelo explicativo sobre la violencia política inver­
después, en mayo de 1974, Perón fue el primer presidente consti­ tía el relato vigente en los años del Cordobazo: ya no era la violen­
tucional de un país americano, incluyendo los Estados Unidos, cia insurgente, "de abajo", la que respondía a la del régimen, "de
que recibió al dictador Augusto Pinochet.97 arriba", sino que, en un espacio equiparable de enfrentamientos,
La dictadura instalada en 1976 puso en práctica una metodolo­ las acciones de la milicia insurgente desencadenaban la respuesta
gía represiva y de exterminio que no tenía antecedente en la Ar­ represiva. Es el mismo esquema que los voceros de la dictadura
gentina. Pero no necesitó crear nuevas imágenes o visiones sobre usaron después para defenderse de sus crímenes en lo que llama­
la violencia revolucionaria o el fantasma de la s�bversión. Todo
ban una "guerra" que no habían iniciado. Ya antes del golpe,
estaba ya dicho en una construcción discursiva que retornaba y
junto con esa inversión del esquema acción/reacción respecto del
ampliaba los motivos de la seguridad nacional, nacidos en las comienzo de la violencia, nacía esa representación de una guerra
Fuerzas Armadas, instalados en el discurso de la derecha, en el en la que estaban justificados métodos represivos excepcionales.
Partido Justicialista (PJ) y el sindicalismo y, finalmente, consagra­ La reversión en la representación de la guerrilla se instalaba más
dos con caracteres propios por el gran enunciador de la política allá del peronismo en una opinión pública política que se había
que fue Perón: la criminalidad, el carácter "apátrida" y el com­ mostrado ampliamente movilizada desde, por lo menos, fines de
plot internacional, la idea ampliada de la subversión, la apela­ los sesenta. Para calibrar qué cambiaba en las representaciones so­
ción nacionalista, incluso el argumento sobre las debilidades de bre la guerrilla vale la pena explorar qué pasaba antes de 1973, en
la ley para reprimir las nuevas formas de la insurgencia. Dos nú­ el período que desembocó en las elecciones que llevaron a Cárn­
cleos centrales del discurso con el que la dictadura buscó justifi­ pora, en mayo, y a Perón, en octubre, al gobierno. También para
car su empresa de represión y exterminio estaban ya acuñados ese ciclo LO es una fuente inapreciable a la hora de abordar los
hacia 1974: primero, la violencia guerrillera fue la que inició el cambios y los conflictos en una configuración ideológica y cultu­
conflicto y obligó a las fuerzas del orden a responder a una pro­ ral genéricamente de izquierda, que comunicaba tradiciones co­
vocación no buscada; segundo, la subversión había nacido de un munistas y socialistas con el sector progresista de la Unión Cívica
impulso ajeno, extraño a la sociedad argentina. Radical (UCR) y las expresiones del peronismo revolucionario.
LO nació en 1971 en un tiempo marcado por los cambios en el
programa de la llamada Revolución Argentina, ahora comandada
"
"L>\ OPINIÓN
por Lanusse, que se orientaban hacia una salida electoral y alguna
forma de acuerdo con Perón. Creada por Jacobo Timerman, he­
Marina Franco, en el texto ya citado, ha explorado inicialmente el redero de la revista Primera Plana, era un diario de ideas y de inter­
discurso público sobre la violencia guerrillera en La Opinión (LO), pretación, sobre todo a través de notas firmadas y columnistas in­
en el período 1973-1976. Su investigación restituye algo de lo olvi­ vitados: renunció a la fotografía, casi no cubría la actualidad
dado en las evocaciones posteriores sobre los setenta: la violencia deportiva y borró de su agenda las noticias policiales. Su universo
política era parte de un proceso de radicalización y de ascenso de era la política, el mundo social, la economía y la cultura, con un
LA POLÍTICA Y LA VIOL
ENCIA 77
76 SOBRE L4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

la guerrilla
política y las actividades de
foco muy destacado sobre la situación internacional. En síntesis, El tema de la violencia
ional y lati­
r destacado, en el ámbito nac
era el diario de los políticos, los universitarios, el mundo intelec­ habían ocupado un luga
bios en el tra­
ienzos del diario. Los cam
tual y los empresarios; comunicaba, como ningún otro, el campo noamericano, en los com
com o una expresión re­
pueden tomarse
político y el campo intelectual, con una fuerte vocación de im­ tamiento de la cuestión
s que ese medio n
cambios en las opinione �
pacto en la esfera pública. El elenco de periodistas, a pesar de los presentaúva de los
a form ar. Por otra part e, la Vl­
con trib uía
cambios y fracturas, representaba una configuración intelectual sólo reflejaba sino que
relaciones en un
integraba a una trama de
crítica, que era dominante en esos años; incluía peronistas, sobre sión de la guerrilla se
Armadas,
rporaba a partidos, Fuerzas
todo de la "tendencia revolucionaria", socialistas y periodistas de campo complejo que inco . .
. Imeta1 mente,
resanado y umvers1'dad .
lOO

izquierda, incluso algunos liberales: H. Verbitsky, P. Urondo, M. sind icatos, Iglesm, emp
. .

desconfianza frente a la salida electo­


Bonasso, J. Gelman, quien dirigía el suplemento cultural, predominaba en el diario la
políticos"; su
O.
instituciones y los "viejos
Tcherkaski,J. M. Pasquiní Durán, P. Giussaní, T. E. Martínez, R . ral y, en general, a las
oc tico,
nlace genéricamente dem �
Terragno, M . Grandona.9 8 Con diferencias, coincidían e n una vi­ apuesta apuntaba a un dese
or articula­
Fuerzas Armadas y una may
sión de la época dominada por una sensibilidad, una convicción con participación de las
ían renovarse, con las orga nizaciones
incluso, del tránsito hacia una nueva sociedad. "Cambio" o "revo­ ción de los partidos, que deb
entr e los ob-­
la Constitución no estaba
lución" eran los términos habituales aplicables a la economía, la sociales. Pero el respeto de
a del gene­
men nacionalista de izquierd
política o la cultura, aunque los sentidos podían variar: para T i­ jetivos prioritarios: el régi
deseable.
aparecía como un modelo
merman el horizonte era la modernización; para Verbitsky y Gel­ ral Velasco Alvarado en Perú
n Acu erdo Nacional
ial frente al Gra
roan, la revolución socialista; paraJ auretche o José M. Rosa, cola­ De allí la reticencia inic
opc ión del cam­
Para casi todos, la
boradores ocasionales, la revolución peronista interrumpida en (CAN) propuesto por Lanusse. ción
te solu
o; sea porque sin él "no exis
1955. La universidad, los sindicatos y la Iglesia se ofrecían como bio pasaba por el peronism el
re i ria
erman), sea porque en él � ��
espacios determinantes para indagar y promover esa mirada favo­ política" (posición de Tim
lcion del
del sistema, que era la pos
rable a lo nuevo que nacía en la sociedad.99 "elemento revolucionario"
den cia revo lucio­
uadrarse en la "ten
Ese espacio que iba del centro político a la izquierda (e incluía grupo que comenzaba a enc
de las exp re­
mo tiempo el desarrollo
a menudo opiniones políticas externas a su elenco periodístico) naria". LO promovía al mis
te a Balb ín)
radicalismo (Alfonsín fren
puede ser tomado como representativo de una opinión extendida siones de izquierda: en el
enti nos (EN A), entre el PC,
l de los Arg
en sectores medios ilustrados, progresistas, incluyendo muchos v en el Encuentro Naciona
te, su per manente
claro, por contras
que habían apoyado las acciones de la insurgencia armada antes PI y otros partidos. Era muy
s políticas,
económicas y las expresione
de 1973. Es cierto que el diario se volcó al apoyo de la interven­ impugnación, en las ideas
ra liberatl01
ción militar en marcha en los meses previos al derrocamiento de de la tradición conservado
a fines
los primeros dos años, hast
Isabel Perón, pero la extensa condena de la violencia insurgente, Respecto de la guerrilla, en
rma ción y una vi­
por ofrecer mayor info
en los textos firmados y en las notas que daban cuenta de las opi­ de 197 2, LO se distinguió
nos Aires.
de los grandes diarios de Bue
niones de políticos e intelectuales, comenzó antes, con el nuevo sión más favorable que la
cto que
colaboró con ella en un aspe
ciclo constitucional abierto en 1973. Hasta ese momento, las ac­ Más aún, puede decirse que
ciones ar­
los comienzos de las organiza
ciones armadas, tomadas como respuesta a una dictadura ilecrí- resultaba fundamental en
gram a político.
s, sus objetivos y su pro
madas: difundir sus accione
b
.
ma, arecian justificadas para un amplio espectro político que
. '
.
con tactos
� y n dependía de que hubiera
mclUia buena parte del peronismo y del radicalismo, la izquierda Por supuesto, esa asociació
taban en or-
hos de sus periodistas mili
y la centroizquierda intransigente. permanentes y fluidos; muc
U. POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 79
78 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

arcar la de los ca�bi�s


ganizaciones armadas, sobre todo en las FAR y Montoneros, aun­ Lo anterior sirve para enm
patentes en�� dmno
que también había algunos en el ERP.102 La guerrilla aparecía ex­ la guerrilla que se hacen
en el tratamiento de s y socml:s re­
scribe de actores político
plicada, y en cierto sentido por la crisis política, la vio­ y en las opiniones que tran tora l, LO msta­
el CAN y la elec
lencia del régimen y la ausencia de canales de participación. Esa presentativos. Afirmado pez:b� a
ica sistemática a lo que ahon:- ��
opinión coincidía con el parecer de un amplio espectro político, laba un discurso de crít
opm10n �u hca
de Perón a Frondizi y Alfonsín, que sólo dejaba fuera las expresio­ llamar "salvajismo terr
orista", en nombre de una
anos, susntum el

a violaba los derechos hum
nes de la derecha conservadora. TodaVÍa en mayo de 1973, Ro­ democrática: la guerrill se
pop ular" cua
dolfo Terragno, columnista político habitual, exponía sintética­ debate por las balas y reve
laba su "esencia anti
vota
���
r. La
de una sociedad que
mente sus tesis acerca de "las condiciones para la pacificación del enfrentaba a la voluntad
sectores ultrarreaccipna-
aba a integrar, junto con los
país" y con ello señalaba, por ausencia, los problemas que habrían
guerrilla pas del cam�10
adas, el bando de los
dado origen a la violencia: "la reincorporación de las mayorías al ríos de las Fuerzas Arm
bia: aho ra se habla
ba. El lenguaje cam
gobierno, la democratización de la economía y una distribución democrático que se anuncia
ma1es" 108 Ese
·
ión" y de actl· Vl·dades cnm
· .

más equitativa de los beneficios".103 En el tratamiento de las accio­ de "lucha contra la subvers
"
·

peromsmo,
có después del triunfo del
nes guerrilleras, podía incluirse cada tanto alguna crítica referida cuestionamiento se intensifi
la
ncia de Perón.
siempre a cuestiones de oportunidad o a las modalidades elegi­ sobre todo con la preside a
cam bio y
entre las fuerzas del
das. Pero, en este primer periodo, el diario no adoptó nunca el lla dejaba de estar situada , "revo lu-
a la
ción y de los obstaculos
lenguaje de las Fuerzas Armadas: no los llamaba "terroristas" ni integrar el campo de la reac
es bastante recurrente) que
_

"delincuentes subversivos", ni definía su lucha como "sedición". ción pacífica" (el término , .
yo al anciano hder
Hacia 1972 se incrementó el tono critico (sobre todo en rela­ - e1 pr0�
na 5,,._.., aeneral Perón. El diario apo
....,a del o
cumento
rrilla y dio a conocer el "Do
ción con el ERP) y aparecieron otros adjetivos: "extremista ", para en su combate contra la gue bre de
ci, en octu
s del asesinato de Ruc
referirse a los sujetos, y "terrorista", a veces, para calificar las acdo­ reservado" emitido despué ltra-
la infi
nes.104 LO era también el órgano periodístico que más a depurar el movimiento de
y 1973 con instrucciones par
antecedente directo
tratamiento ofrecía a las denuncias de la actividad represiva, que . 'n e lo que llamaba la "ultraizquierda", un
ClO d •

urecim1ento
le A.l09 LO acompañó el end
ya entonces incluía procedimientos ilegales; el diario se ocupó ex­ del nacimiento de la Trip
Azu l y, aunque no
el ataque al cuartel de
tensamente del secuestro y desaparición de Luis Pujals (en sep­ del discurso de Perón tras
le A, siem­
vidades criminales de la Trip
tiembre de 1971) y de la muerte de Juan Pablo Maestre y la des­ dejó de cuestionar las acti
idad del Presidente. _

aparición de su mttier, Mirta Misetich. En enero de 1972 publicó pre disimuló la responsabil
3-1976
Franco sobre el penodo 197
una larga denuncia de torturas contra guerrilleros presos reali­ La investirración de Marina
acto res pol íticos
zada por Mario Roberto Santucho, entonces detenido, y difun­ :
analiza sobr todo las dec
laraciones de diversos
ón e n "e ­
da cuenta de la implantaci � � �
dida por el Foro por los Derechos Humanos, que nucleaba a abo­ recogidas por el diario y
er s1gn� ;
a del "terrorismo de cualqUJ
gados defensores de presos políticos; en esa oportunidad estuvo quema bipolar" de conden
o a la vio­
cerca de ser clausurado.10 5 Esas posiciones del diario terminaron uncias se dedican sobre tod
es más advierte que las den
ón, "la violen�ia
d tir del gobierno de Per
marcando para siempre la relación con los círculos militares. Aun lencia e izquierda. A par
ampha,
cuando en 1976 se inclinó a favor del golpe, en apoyo del sector es caracterizada como terro
rista o extremista de manera
ierda era considerada 'sub
versiva', la de
videlista, el respaldo inicial a la guerrilla estuvo entre las justifica­ pero mientras la de izqu
tiva, incluso
era presentada como reac
ciones dadas por el entonces coronel Ramón Camps para la de­ derecha era 'represiva"', y
[ención dejacobo Timerman en 1977.106
,. rilla . 110
"

como ·contraguer
So SOBRE L>\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U POLÍTICA Y L'\ VIOLENCIA SI

Por otra parte, en esa condena a todo terrmismo coincidían ex­


novedoso y está presente en la mayor parte de los testimonios Y los
presiones de un pensamiento progresista extendido en la iz­
estudios históricos. Sin embargo, el despliegue de la crítica a la lu­
quierda tradicional, que incluía sectores del radicalismo. Desde la
cha armada, a cargo de quienes la habían protagonizado o apo­
oposición se cuestionaba el curso represivo del gobierno pero
yado, tuvo sus propios tiempos que coinciden con la creciente
también se condenaba el terrorismo guerrillero:
conciencia de los costos terribles del fracaso y la derrota del pro­
yecto revolucionario. Eso no se sabí e 1976. La prim ra crítica
Denunciamos: a las minorías citadas, repudiadas masiva­ � � :
progresista y de izquierda, que hab1a s1do contemporanea a las
mente por la ciudadanía, que desencadenaron una bar­ .
prácticas de la guerrilla, encontraba otras expre�10nes y otras vo­
barie terrorista y represiva en nuestro país, con la inten­
ces, bastante diversas, en el exilio. Sin duda, la pnmera preocupa­
ción de paralizar al pueblo y cercenar sus defensas, lo
ción y el de los pronunciamientos de los emigrados, frente a la
que ahondaría los lazos de nuestro sometimiento, y al te­
información sobre secuestros y desapariciones, fueron la denun­
rrorismo de ultraizquierda que contribuye al mismo re­
cia de los crímenes y la solidaridad con las víctimas. Al mismo
sultado.
tiempo, el exilio configuraba un espacio político que reunía diver­
Firmaban Ernesto Sabato, Risieri Frondizi, Raúl Aragó sas militancias y experiencias, fidelidades y rupturas, nuevos
n, Carlos
Gramuglia, Federico Storani, Gregario Selser, Hécto aprendizajes en el contacto cori la vida política y las tradiciones
r Agosti, Al­
fredo Bravo, etc. Varios de ellos van a culturales de los países de recepción . 112 En esa comunidad de
la Asamblea Perma­
nente por los Derechos Humanos (APDH) en diciem ideas y de experiencias, se desplegaron debates, conse sos y desa­
bre de ese � .
año. m En los años de Isabel Perón, la expresión polític cuerdos, incluso fracturas; tomaron cuerpo intervenciOnes y dis­
a progre­
sista, en la que coincidían los sectores intransigente cusiones sobre el país lejano y el tiempo político que quedaba
s de Osear
Alende, el PC, Renovación y Cambio de la UCR, de Raúl atrás, sobre la derrota de los programas y los sueños, en fin, sobre
Alfonsín,
y figuras independientes, denunciaba los procedimient los métodos y las responsabilidades de las organizaciones revolu­
os represi­
vos ilegales que se desarrollaban en el marco del estado cionarias en la catástrofe sufrida. Y, por supuesto, la cuestión del
exigía controles institucionales y comisiones de
de sitio y
investigación,
�:
foquismo y los procedimientos terroris� de la gue�r l a ocupa­
.
ron un lugar central en esas primeras pracucas de reVIsion del pa-
pero al mismo tiempo no dejaba de plantear que la
provocación
guerrillera debía cesar, por medios políticos o por una sado inmediato.
acción di­
suasiva y enmarcada en la legalidad. Ésa fue, más o me­ En la historia reciente de la memoria y el juicio sobre el pasado,
nos, la fórmula incluida en el Prólogo del Nunca rnás ha faltado una recuperación de las iniciativas nacidas en el exilio,
(1984) , atri­
buido a Ernesto Sabato: como se verá, una genealogía cuando las condiciones en la Argentina no permitían esos deba­
de la figura
de los "dos demonios" exige volver sobre esas fuente tes, al menos públicamente. En los últimos años, el debate re �ros­
s.
pectivo sobre la violencia y la revolución ha descuidado esa histo­
ria previa. Transcurridos veinticinco años desde el fin de la
.
dictadura, se han sucedido y acumulado representaciOnes (per­
EL EXILIO: VISIONES DE LA VIOLENCIA
cepciones, memorias, juicios) sobre ese pasado, desde di ersos
:
horizontes de expectativa, como capas no siempre comumcadas
Al investigar el discurso y las posiciones políticas sobre el ciclo de
ni disponibles. Mucho de lo que se ha escrito (incluy� i ropio
la violencia guerrillera en el pasado reciente saltan a la vista los � �
libro, publicado en 2002) 113 ha partido de dos cortes h1stoncos to­
cambios producidos en el lapso que va de 1973 a 1976. Esto no es
mados como absolutos y contrapuestos: 1976 y 1983. Esos cortes,
82 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y L"'- VIOLENCIA 83

en lo atinente a las ideas y las representaciones, hoy deben ser re­ cho menos el peso que la democracia y los derechos humanos
visados para reconocer las transiciones, interacciones y resonan­ iban a tener en un cambio de régimen que, antes del fracaso de
cias en el terreno de las visiones y, sobre todo, de las intervencio­ Malvinas, nadie antici paba. Esas i ntervenciones estaban a cargo
nes, que no se ordenan según el esquema fij ado por las rupturas de mili tantes y ex militantes que revisaban de modo nada compla­
políticas. La serie de las fechas emblemáticas se ordena desde el ciente su propia experiencia, los programas, los medios y los fines,
presente hacia el pasado. En 1983, la democracia imponía la cer­ las condiciones de la derrota y las responsabilidades de las organi­
teza de un corte y, consecuentemente, establecía hacia a trás una zaciones; todas esas cuestiones han quedado opacadas, por lo me­
ruptura nítida anterior en 1976. Y sin embargo, como se vio, la nos, en el sentido común de muchas de las intervenciones de l os
i rrupción de la dictadura arrastraba una edificación discursiva de últim os años . 1 16 Una forma notoria del olvido de ese legado crí­
la figura de la subversión y de la voluntad de reprimirla a cual­ tico es el tabú nominalista que evita usar el término "terrorismo"
quier costo que había comenzado antes, dentro de una constela­ (que tiene una larga tradición en la izquierda política e intelec­
ción ideológica y retórica más amplia, que incluía a Perón y al pe­ tual, desde Lenin y Trotsky a Merleau-Ponty) para dar cuenta de
ronismo. Al mismo tiempo, en 1983, una sensibilidad de quiebre las prácticas armadas de los setenta. Frente al peso, entonces, de
con el tiempo anterior instalaba la vivencia de un nacimiento en una formación de memorias y olvidos que es hegemónica en el
el que nada podía reconocerse d e la experiencia social bajo la dic­ discurso de la izquierda y en las expresiones residuales del pero­
tadura. Se vivía el fin de una época y todo lo que emergía parecía nismo revolucionario, y que ha penetrado el movimiento de los
revestido de los atributos de lo nuevo, incluso de un descubri­ derechos humanos; frente a las visiones maniqueas, las autocríti­
miento instantáneo: l a democracia, los derechos humanos, el re­ cas complacientes, los eufemismos y las reticencias a enfrentar los
chazo de la violencia y el imperativo de justicia. Es sabido que casi costos terribles de l a muerte y la sangre de trás de las estampas del
no surgieron trabajos sobre la militancia revolucionaria en los pri­ heroísmo o l a coartada de las buenas intenciones, hay lecciones
meros años de la democracia.1 14 En un segundo momento, avan­ que aprender de la combinación de compromiso intelectual y pa­
zados los noventa, han aflorado testimonios, autocríticas y algunas sión con que algunos, en el exilio, colectiva o individualmente,
investigaciones. Invariablemente, toda nueva formación o revisión fueron capaces de plantear preguntas e impugnaciones volcadas
del pasado genera sus propios olvidos. Sobre la militancia en los sobre ese pasado trágico. Para ello hay que desconfiar de la me­
setenta y la violencia hay una nutrida producción: testimonios moria y remitirse a lasfuentes. No hay duda, la memoria testimonial,
(Martín Caparrós y Eduardo Anguita, Marta Diana), ensayos his­ aun con sus límites y sus amnesias parciales, es una gran h erra­
tóricos autocríticas (P. Calveiro, Luis Mattini) , exploraciones de la mienta de conocimiento y comprensión, pero si se l a controla es
moral combatiente (Ana Longoni) , relatos novelados de la épica mejor. Y en este caso, la lectura de las fuentes proporciona una
guerrillera (Marcelo Larraquy, Gustavo Plis..Sterenberg) , incluso buena base para renovar y relanzar los debates sobre la violencia
reconstrucciones que buscan recuperar y revisar los ideales y los revolucionaria.
sujetos desde la tradición de una izquierda renovada (Roberto Pit­ Ante todo, contrariamente a una opinión que se reitera en tra­
taluga y Alejandra Oberti ) . 1 1 5 baj os recientes, fueron cuestiones que se discutieron abierta­
En ese manoj o de miradas arroj adas sobre la militancia ha ha­ mente durante el exilio y en textos que se gestaron en esos años
bido poco espacio para admitir las impugnaciones nacidas de la aunque se publicaron después. La guerrilla mereció un trata­
propia experiencia revolucionaria en las condiciones del exilio. Es miento bastante extendido y diferenciado. Si el Nunca más im­
importante recuperar esos debates, lanzados cuando nada estaba puso, en los comienzos de l a democracia, un molde narrativo so­
asegurado, cuando era difícil prever el fin de la dictadura y mu- bre los setenta que vino a opacar, en un primer momento, las
SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U\ POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 8 s

prácticas y las responsabilidades de los partidos armados, esa res­


que planteaba, muy tempranamente, era el del fundamento de
tricción no estuvo presente en las discusiones desplegadas antes y,
una política de derechos humanos: ¿debían ser concebidos como
sobre todo, de 1976. Un ejemplo del relegamiento de esa
un fin o como un medio subordinado y prescindible en la lucha
producción sobre la militancia, producida durante la dictadura,
política? El problema se extendía al valor de la democracia en el
puede verse en el libro de R. Pittaluga y A. Oberti, que ofrece una
horizonte de una oposición encaminada a terminar con la dicta­
revisión notable y exhaustiva de la bibliografía significativa publi­
dura. La guerrilla, decía Schmucler {sólo podía referirse a la mon­
cada después de 1 983. La omisión de los trabajos anteriores, en
tonera, la única que persistía en esos años ) , no estaba en condi­
una obra que se funda en la voluntad de levantar un supuesto ol­
vido sobre la experiencia revolucionaria, no dej a de tener conse­

c.iones e invocar derech �s humanos que había transgredido
slster::,a_ trcamente. Pero la discusión era más amplia, ya que la con­
cuencias. Menciono solamen te una: la cuestión democrática, que
cepcron de los derechos civiles como una herramienta táctica era
había sido central en la reflexión que el peronismo y la izquierda
un lastre mucho más extendido en el universo de la izquierda. En
revolucionarios hicieron, en el exilio, sobre las condiciones de la
la misma revista se encontraba una muestra: la democracia, decía
catástrofe, queda ahora reducida a una "estrategia" fechada, en el David Tieffenberg (un viejo dirigente de la izquierda socialista
marco de la reconstitución institucional producida en 1983, y casi
que entonces dirigía la Casa Argentina de Barcelona) , "es un ins­
limitada a las "versiones de la academia" . 1 1 7
trumento, nunca es un fin [ ... ] . A lo más que podemos aspirar,
por ahora, es a reinstaurar en lo inmediato la democracia bur­
guesa, la democracia formal, la democracia adocenada, que va a
" CONTROVERSIA"
estar controlada. Y eso es lo que no quiero" . 120
Schmucler centraba su crítica en una denuncia m oral de la gue­
La revista se publicó en México entre octubre de 1 979 y agosto de
rrilla:
1 98 1 , a cargo de un consejo de redacción colegiado en el que
convivían exiliados provenientes de la izquierda marxista y el pe­ ha cultivado la muerte con la
mis ma mentalidad [con ]
ronismo revolucionario. Su título, decía el editorial, destacaba el que el fasc ism o privilegia la fuer
za. [ . . ] ha edifi cad o es­
propósito mayor: "iniciar una controversia para el examen de la reali­ tructuras c!e terror y de cult o a
la viol enci a Ha
dad argentina". 11s El debate sobre la violencia guerrillera y las res­ reem plaz ado la voluntad de las
masas por la verd ad de
ponsabilidades de la militancia estaba planteado desde el primer un gru po ilum inad0. 121
número en artículos de Héctor Schmucler, Sergio Bufano y Ru­
bén S. Caletti; en los números siguientes se sumaron otros. Sólo
Finalm ente, abordaba un problema que aún hoy permanece sin
puedo destacar algunas de esas intervenciones. Desde ángulos dis­
una respuesta cierta: ¿cuántos son los desaparecidos? y se ani­
tintos, Schmucler y Caletti desplegaban una impugnación radical
maba a contradecir la cifra de 30.000 que desde entonces y contra.
y sin concesiones de la guerrilla, en contra de las certezas y las
toda evidencia repiten los organismos de derechos humanos y las
complicidades con el propio grupo. Schmucler interrogaba el
dependencias oficiales. Emilio Mignone, unos años después y con
nuevo paradigma de los derechos humanos de un modo que se
más experiencia acumulada, también calculaba una cifra menor,
volvía contra las prácticas terroristas de la insurgencia: recordaba
alrededor d e 20.000, y agregaba unos 1 0.000 casos de secuestra­
a las "otras víctimas", policías, militares, obreros , polí-
dos que luego fueron liberados hasta alcanzar esa cantidad de
ticos "muertos a mansalva", y se preguntaba: derechos hu-
30.000 que aparecía como irrenunciable para el conjunto ele los
manos son válidos para unos y no para otros?". 1 1 9 El problema
organismos de derechos humanos. 122
L.l. POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 87
86 SOBRE L\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

ame­ También era la opinión de Mignone, quien, dice después, debía


El tema merece un mínimo desarrollo. La Comisión Inter ma� tenerla en reserva porque resultaba inaceptable para los or­
, en el infor me sobre la vi­
ricana de Derechos Humanos (CID H) gams�os de los afectados: "No podíamos, sin embargo, difundir
cond icion es de de­
sita realizada en 1979, decía que no estaba en demasiado la convicción del genocidio porque chocaba con otras
a la cifra de
terminar el número de desaparecid os; mencionab posiciones en el microclirna de los derechos humanos".l25
APDH y
5.818 casos, que correspondían a los denu nciados ante la No es posible ampliar aquí este estudio inicial sobre las cuesti o­
de
otros organismos, entre el 7 de enero de 1 975 y el 30 de mayo nes y debates abiertos en Controversia. Sobre la violencia ,,pr,-,_
recib ido 5.580 denu ncias . En
1979; también decía que había llera, la crítica más demoledora provenía de Sergio Caletti, un in­
n de
1 984, el Infcmne de la Comisión Nacional sobre la Desaparició telectual que pertenecía al grupo peronista conocido corno Jos
Monu ment o
Perso nas (Conadep) consi gna 8.960 . La nómi na del . s " 1'>6
"ref1 exiV ·
. .
� :_ CaIetti .�.eoc alIzaba su extensa crítica al foquismo en
tos en
a las Víctimas del Terrorismo de Estado (que incluye muer la orgamzacwn Montoneros, expresión máxima del "vamruar­
1969 ) , en
disrno guerrillero", pero la ampliaba y profundizaba al consi�erar
enfre ntamientos y abarca un perío do anter ior, desde
2 datos dispon i­
que su �errata no sólo arrastraba al coqjunto de la insurgencia ar­
2007, comprende 8.718 nornbres.1 3 A de los
ras listas y con
bles, transcurridos casi tre:.nta años desde las prime mada smo al resto de lo que llamaba la "izquierda ra.dical". Recha­
todas las posibilidades dadas para la ampliación de las denuncias, zaba, entonces, la autocrítica fácil que sólo veía desviaciones. En
nú­
no hay bases para seguir manteniendo la cifra de 30.000. El la derrota de la �rganización de Firrnenich, y en el colapso de la
mero más probable oscilaría entre 10.000 o 1 2.000 casos, que son . guernllera en América Latina, veía un
estrategia mucho
igualmente muchos y no alteran la gravedad de los crímenes pro­ más básico del núcleo duro del foquisrno, un condensado de
ducidos por la dictadura militar. Schrn ucler tenía razón: "No es
.124
ideologías (una "ensalada ideológica") , una matriz de formas de
necesario inflar las cifras para señalar el horror" pe�sarniento Y de acción compartidas por el conjunto de la iz­
Las interv encio nes de Schrn ucler tocaron otros tópicos igual­ qru�rda revolucionaria. Llamaba "focos desarmados" a las organi­
mente polém icos y a la vez imprescindibles en el intent o de revi­ zaciOnes que no habían optado por la forma pero rnante-
sar en profundidad lo que había sucedido en los años transcurri­ , . .
man la misma Idea de una vanguardia corno destacamento
r
dos de la dictadura, hasta 1 979, que fueron los de la mayo avanzado y, sobre todo, exterior al movimiento de masas. El blanco
masacre de deten idos-desaparecido . s A partir del relato de los so­
gaba mayor de su crítica, expuesta extensamente en dos largos artícu-
brevivientes, que empezaban a conoc erse en esos años, arries 1�:· eran �as aplicaciones del leninismo nacidas de la generaliza­
Ésa era la
la opinión de que la mayoría de ellos estaban muertos. cwn abus1va de la experiencia revolucionaria cubana. Más allá de
conclusión a la que había llegado la CIDH en su inform e, dado a los fundamentos doctrinarios, que se sostenían en una exéo-esis
conoc er en abril de 1980: ortodoxa del canon marxista, interesa destacar, en su análisi:, las
consecuencias políticas, en particular respecto de la visión del Es­
Tales circunstancias, unida s a las informaciones recibi­ tado, de los poderes dominantes y de las formas de la militancia
das por la Comisión, llevan a ésta a la dolorosa conclu­ revolucionaria. Caletti cuestionaba la concepción estrecha del Es­
sión de que la gran mayoría de los desaparecidos fueron tado corn� puro aparato de represión; el foquisrno vanguardista
muertos por causas que no está en condiciones de desconoc1a w:a trama política e institucional que proporcionaba
sar, pero que, en todo caso, envuelven una grave respon­ un marco posible para una acción política más amplia, ejercida
sabilidad para quienes los capturaron o los tuvieron de­ sobre esa red de relaciones entre el orden estatal y la sociedad. En
tenidos. la concepción cuestionada, los errores se acumulaban en cascada:
88 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUC IONARIA
L\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA Sg

_. u,.��. la
se creía que el EsL<'1do era sólo un aparato, y en · '"" '

pol ítica se reducía a un problem a de aparatos ; se �� f� cahza �a en


de los valores que oculta".129 Finalmente, detrás del "fetiche del
fusil", decía Caletti, se ocultaban el "héroe, la fuerza y la tecnolo­
la fuerza militar y, para peor, se confund ía a un ej erc1to naciOnal
gía" , con lo que se invertía el curso de la construcción política,
con una fuerza de ocupación en un país colonizado. Concluía Ca­ que ahora iría del héroe a las masas; pero sin el trabajo de la con­
letti: "el único que demostró ser, en último término , un mero apa­
rato, fue el de la llamada vanguardia", que, además, reemplaza a � ciencia, "la figura del héroe revolucionario a Jos ojos de las masas
no podrá diferir demasiado del héroe de película policial o de es­
la construcción de una hegemo nía social y política por un trab�o pionaj e: sagaz, fuerte, tecnológico y paternal".130
de "sectas". La atención brindada a los artículos de Caletti s e justifica por­
En un segundo artículo iba más lejos en el intento por enten­ que dan cuenta de una crítica sin concesiones a la guerrilla, que
der el pasaje de la violenci a revoluci onaria al "terrorismo" Re­
no provenía del exterior de la experiencia revolucionaria; ade­
pasaba histórica mente la emergen cia y 1� impla � tación del f � más, es anterior a los reacomodamientos surgidos en la coyuntura
quismo en las organiza ciones políticas launoa en � �
anas a p
,
arur
electoral de 1 983, que todavía no figuraba en los cálculos de na­
de la revolución cubana y sus propagandistas mas eXltosos; ve1a en die. La profundidad del cuestionamiento contrasta con las auto­
las simplific aciones de R. D ebray (que "reclamaba focos mili U:r;s críticas blandas que han dominado en muchas de las re·visiones de
y no políticos ") una represen tación cond nsada de � ��
anulacwn
la lucha armada. Un foco de la impugación estaba puesto e n l a
de la política. Finalmente, sintetizaba su 1mpu?nac10n a _la v�n­ empecinada resistencia de la cúpula montonera a admitir la de­
Ql.lardia en una serie de fracasos que eran antenor es a su meVIta­
o rrota en la supuesta guerra revolucionaria. Era el tiempo de la lla­
ble derrota militar: mada "contraofensiva" montonera, pero también de la ruptura
producida por Rodolfo Galimberti y Juan Gelman, quienes ha­
Donde no h abía una teoría revolucio naria implantó un bían dado a conocer un documento muy crítico contra la direc­

puñado de valientes . Donde n o había u ej_ército olo­ � ción en febrero de 1 979 . En ese documento, que proponía es­
_ .
nial francés decretó la existencia de un ejercito naciOnal cindir una nueva organización, el "Peronismo Montonero
de ocupació n. Donde no había un partido que dirigiese Auténtico", se enumeraban muchos de los cuestionamientos que
las armas , prometió su fundació n. Donde el ejemplo cu- ya eran moneda corriente en los núcleos del exilio peronis ta y

bano no podría repetirse, el Che lo lograría. L que se en las autocríticas posteriores: militarización de
la política, autoritarismo, aislamiento de las masas, verticalismo de
La guerrilla creyó que el ejemplo del sacrificio de los c mba e ­ � �� los cuadros profesionales; finalmente, decían los montoneros "au­
tes arrastraría a las masas. Pero al operar desde una extenon­ ténticos", "la OPM [organización político-militar] resulta tan au­
dad" dice, cuando se proclaman portadores de la teoría y repre­ toritaria como la Junta Militar a la que dice oponerse". En ese

sen ntes de los intereses de la clase obrera, en verdad "liquidan contexto, en febrero de 1980, Controversia publicó las cartas de Ro­

lo político" y "sustituyen al sujeto soci l por un� idea, un pro­ dolfo Walsh a la conducción de Montoneros, redactadas y envia­
.,
grama 0 una bala". La "fenomenologm del fusil· buscaba ar ¿ das durante 1 976 y comienzos de 1977. 131 Walsh era, en el mo­
cuenta no sólo del papel "sobrede terminan te" de las armas smo mento de las cartas, oficial de inteligencia de Montoneros,
del lugar que terminab an ocupand o como garantía del proceso volcado con disciplina y dedicación a las responsabilidades de esa
revolucionario: el "compro miso de la sangre" tapaba toda o tra guerra a la que no había planteado objeciones conocidas hasta
consideración sobre las condicio nes y los actores, y las armas asu­ entonces. Pero en 1 976 consideraba que la guerra estaba perdida;
m ían "las características del fetiche, un símbolo ideológico-práctico cuestionaba el curso de un enfrentamiento que, anticipaba, iba a
LA POLÍTICA Y U, VIOLENCIA 91
go SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

conceptual e histórico. E n principio, procuraba situar histórica­


llevar al aniquilamiento de la organización. Las cartas son conoci­
mente el surgimiento del terrorismo de Estado; pero no se limi­
das y han sido muy comentadas: en síntesis, proponía reconocer
taba a recorrer los tópicos acostumbrados (la experiencia nazi, la
la derrota, procurar un repliegue dentro del peronismo (que, de­
ocupación colonial, Vietnam, etc.) sino que se dedicaba a inven­
cía, no estaba agotado, como pretendían Firmenich y los jefes má­
tariar las formas del terrorismo en el Estado soviético y las dicta­
ximos) y recuperar, en esas bases, la experiencia histórica de la
duras comunistas. En Checoslovaquia, señalaba, los disidentes
Resistencia. Planteaba, en consecuencia, retomar la p olítica y
abandonar la acción militar, pero también denunciaba el esque­
e :an acusados de realizar "actividades subversivas", igual que en la
dictadura Esa crítica a lo que llamaba el "terrorismo
matismo ideológico y la falta de formación histórica de los diri­
socialista" encontraba un ejemplo "aberrante" en el récimen
b
de
gentes, el desconocimiento de la situación nacional y el desprecio
Poi Pot en Camboya, pero también abarcaba la dictadura estatal
por las bases del movimiento. Nicolás Casulla extraía las conclu­
en la China comunista. El cuadro global se ordenaba finalmente
siones en una dirección que enfrentaba claramente los propósitos
en una "geopolítica del terrorismo estatal" que denunciaba tanto
de recuperar la experiencia montonera o reconstruir la organiza­
al capitalismo como al comunismo. 1 35 En ese sentido, su análisis
ción. Consideraba que las cartas eran "partes de una radiografía
del terrorismo dictatorial se distinguía de los enfoques habituales
del fracaso del montonerismo en el proceso nacional" y "un juicio
lapidario sobre la concepción foquista en la Argentina"; demos­
e �
el universo de la militancia: se justificaba en la tercera posi­
-
cwn, no mostraba ninguna simpatía por la China comunista n i
traban, decía, que antes del desenlace militar, hubo "una derrota
ahorraba c riticas a l a dictadura y e l vuelco prosoviético d e Cuba
previa y mucho más decisiva, de carácter político". 132
que, para Scipioni, se habría producido sólo después de la
muerte del Che.
Las tesis más importantes del libro, resaltadas en las conclusio­
PERONISMO CRÍTICO Y AUTOCRÍTICO
nes, buscaban fundar su estudio de las "dos caras" del terrorismo
en el marco global: "son epifenómenos de las políticas mundiales
ciamien­
En el exilio argenti no en España hubo tambié n pronun
de dominación de las grandes y medianas potencias".l36 y lo destaca­
de quiene s ha­
tos muy críticos sobre la guerrilla, proven ientes
ble, para la opinión de izquierda, es que apuntaba particular­
ionario . Me deteng o sólo en
bían integrado el peroni smo revoluc
mente a la responsabilidad del bloque soviético, Cuba incluida.
decano de la Fa­
algunos de ellos. Néstor Scipion i, que había sido
Por ejemplo, en la coyuntura argentina p revia a 1 976, la Unión
a, en
cultad de Medicin a de la Universidad Nacion al de Córdob
a Soviética habría jugado una política "dual": por una parte, a tra­
en la caracte rización de l a guerrill
1973, fue más lejos que nadie vés del P C trabajaba en la legalidad y establecía alianzas con sec­
terroris mos no era nueva;
como terroris mo.133 La idea de los dos
to res dominan tes, que iban a continuarse en el apoyo a Videla,
ta y de iz­
como se vio, había estado present e en la crítica peronis .
mientras que, por otra, apoyaba a través de Cuba la desestabiliza­
la interpr eta­
quierda antes de la dictadura. Pero era sobre todo
ción, Y procuraba mantener algún control sobre los movimientos
mo clásico y había sido la posició n
ción más afincada en el peronis
la Co­ insurgentes.137 Hay otro núcleo, político, de su argumentación
do Bittel ante
del PJ en el docum ento firmado por Deolin
que se pone en evidencia en su definición del terrorismo como
misión Interamericana de Derech os Human os en 1
979: "No po­
un movimiento elitista, separado del consentimiento popular. No
ta -de la
demos aceptar que a la lucha contra una minoría terroris
es la violencia misma, que puede ser legítima y ni la
s- se l a quiera transfor mar en
que también hemos sido víctima
. Sci­ metodología, lo que definiría al terrorismo en la visión de Sci­
Estado" 134 Pero
una excusa para implantar el terrorismo de
pioní: se trata de "actos de violencia (secuestros, torturas, críme-
político sino
pioni buscaba un fundam ento más sólido, no sólo
92 S O BRE L-\ VIOLfu'ICIA REVOLUCIONARIA
L-\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 93

nes, bombardeos, etc.) cometidos desde el Estado o fuera de


toda la responsabilidad en los dirigentes, sino que bus­
éste, con la finalidad de imponer por la fuerza el pensamiento
caba una explicación del foquismo y el terrorismo en los cambios
político de una elite". Ese enfoque le permitía igualar a las Briga­ sufridos en el conjunto de la agrupación, a partir de esa metamor­
das Rojas, que asesinaron a Aldo Moro, con los grupos de tareas
fosis en el nivel de la ideología que interactuaba con una base so­
de la dictadura argentina.138 Esa misma comparación, despojada
cial transformada. 141
del sustento "geopolítico", va a ser empleada en el prólogo del
Finalmente, Scipioni, sostenido en fuentes diversas -ruosoncas,
Nunca más.
políticas y jurídicas-, inten taba un ejercicio de distinciones justi­
En este abordaje, la equiparación de las "dos caras" del terro­ ficadas. Y así como procuraba diferenciar el "terrorismo de oposi­
rismo ya no dependía del mundo bipolar sino de las condiciones
ción" de la violencia legítima en las luchas de liberación, igual­
políticas de la sociedad y de la legitimación popular de la opción mente separaba la represión estatal terrorista e ilegítima de la
por la lucha armada. Sostiene que la revolución cubana "no fue
"represión legal", ejercida en el marco de un estado de derecho
foquista" (a de su experiencia en la isla) , pero lo fue la des­
que debía ser resguardado, admiúendo sus limitaciones, con vistas
!ITaciada aventura del Che en Bolivia, en la que el pueblo estaba
t> al interés de las mayorías. No es mi intención discutir sus tesis his­
ausente. Con el foquismo Cuba habría generado la "exportación
tóricas, sus planteas geopolíticos o su teoría del terrorismo; sólo
de una ideología equivocada", y la consecuencia más negativa fue
quiero señalar el esfuerzo en la elaboración de un estudio que
que, aislado de las mayorías, "elJoquista se vuelve terroristd' .139 El te­
procuraba ser integral y distanciado de su experiencia di­
rrorismo insurgente terminaba enfrentado a los intereses popula­
recta. Recurría a fuentes académicas (W. Laqueur) , políticas y fi­
res que decía servir. Scipioni encontraba un ejemplo en la expe­
losóficas (de Lenin a Merleau-Ponty, pasando por K. S. Karol y De­
riencia de los Tupamaros: "cavaron la fosa del Uruguay liberal",
bray) , del derecho internacional, históricas y periodísticas.
dice, citando a R Debray, pero los resultados no merecen ser ce­
El trabajo de Scipioni debe ser incluido en una investigación,
lebrados porque llevaron a una mayor restricción de las liberta­
aún pendiente, sobre las representaciones dualistas del terro­
des. El "terrorismo preventivo" (es decir, "la introducción prema­
rismo en la Argentina. Pero hay que precaverse de las simplifica­
tura y artificial de la violencia") venía a servir a quienes buscaban ciones y los esquematismos: las "dos caras" no son un antecedente
suprimir las garantías del estado de derecho, ya que "nunca un
homolocrable
t> a los "dos demonios". Es bien clara la diferencia con
pueblo se aprovechó de una restricción de sus libertades demo­
las visiones que sólo denunciaban la similitud en los métodos o la
cráticas".l-!0 Sujuicio sobre la guerrilla argentina iba en esa misma
dinámica de acción y reacción entre el terrorismo insurgente y la
dirección e indicaba la convergencia del ERP y Montoneros en un represión ilegal del Estado. Señalar anticipaciones (eso que Can­
camino que, a partir de 1973, entraba "en contradicción con el
guilhem , en la historia del pensamiento, llamaba el "virus del pre­
movimiento de masas". En el caso de la guerrilla peronista, seña­
cursor") suele ser sobre todo la expresión de una insuficiencia
laba un doble proceso que la separaba de sus bases: por un lado,
analítica.
la decisión de enfrentar a Perón; por o tra, una "marxistización"
Hubo, en los setenta y más de una forma de concebir
(una "forma vergonzante de marxismo") que conducía a una mu­
la relación y la distinción entre metodologías de la violencia polí­
tación ideológica. Además, arriesgaba una hipótesis sobre los tica en los extremos del arco ideológico, aunque nadie dejara de
cambios en la composición de clase de la organización, a partir de incluir esos procedimientos en la categoría del terrorismo. El tra­
la incorporación masiva de sectores universitarios de izquierda;
bajo de Scipioni n o es una anticipación de la llamada "teoría de
con ello, una "nueva clientela política marxista" reemplazaba a la
los dos demonios": primero, porque procuraba situar al terro­
peronista. Scipioni, entonces, no se limitaba a una denuncia que
rismo como un problema de la sociedad global, es decir, en la es-
L-\ POLÍTICA Y U VIOLENCIA 95
94 SOBRE L.\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

La crítica a la violencia que admitía la propia cuota


cala de un estudio de la violencia en el ámbito mundial; luego,
de responsabilidad, combinaba la lectura política con la impugna­
porque trataba de mantenerse fiel a un enfoque antiimperialista
ción moral. Políticamente, se denunciaba la idea misma de van­
(nacionalista y no y destacaba que el terrorismo de los
guardia, atribuyéndola a la como una defor­
Estados de dominación oligárquica (y esto se aplicaba particular­
mación elitista, alejada de las mayorías, en fin, "ajena" a l a
mente a l a situación argentina) era muy anterior a lo que llamaba
tradición peronista: recordaba El Kadri, había elegido
"terrorismo de oposición": no había, entonces, lugar para el es­
siempre el tiempo y no la El crecimiento de la tenden-
quema de una acción de provocación insurgente que desatara la
cia revolucionaria se habría producido en desmedro de una iden­
reacción represiva ilegal. La idea de una equiparación de dos te­
tidad ideológica y social, afectada por el ingreso de militantes for­
rrorismos tenía o tras bases; ante todo, ese cuadro de la acción a
mados en el marxismo y provenientes de las clases medias. E l
distancia de las superpotencias, a lo que se agregaba su común ca­
resultado había sido una política e n la que las "ideas empresaria­
rácter elitista y antipopular.
les" reemplazaban la experiencia del trabajo político en l a socie­
Un peronista clásico, Fermín Chávez, elogiaba el libro de Sci­
dad. Muchos de los nuevos militantes no habían conocido otra ac­
pioni en el prólogo de otro libro, en el que dos peronistas, Envar
ción que las operaciones guerrilleras y confundían práctica
El Kadri y Jorge Rulli, dialogaban sobre la política, la guerrilla y el
militar y política; por otra parte, la forma "ejército" se
ex:ilio. l42 El libro reproducía una serie de conversaciones manteni­
convertía en "aparato", promovía la lucha armada como un fin en
das entre julio y octubre de 1983, es decir, hacia el fin de la dicta­
sí mismo y una "práctica racionalizada de la violencia", dominada
dura, después de Malvinas y cuando estaba abierto el camino a las
por el valor de la "eficiencia". El cuestionamiento abarcaba las
elecciones. Sus autores habían participado de la fundación de las
consecuencias sobre el militante, un término que, para los autores,
FAP y de la experiencia del peronismo de base, y habían mante­
quedaba asociado a "soldado" y que ahora era rechazado y reem­
nido tempranamente una postura crítica con respecto al foquismo
plazado por una denominación más tradicional: "dirigentes polí­
y particularmente a Montoneros. En su presentación, Chávez des­
ticos" Rulli llegaba al extremo de incluir en la conversación los
tacaba que se trataba de un libro "ortodoxamente peronista" y que
análisis de Frantz Fanon sobre la violencia, pero para señalar no
permitía ver que "los terroristas no hacen la revolución" sino que
las consecuencias sobre los oprimidos sino sobre los opresores, en
"conducen al desastre" ya que socavan el estado de derecho y pro­
la figura de u n torturador (que quedaba así asimilado al soldado
vocan una represión indiscriminada. En verdad, el cortiunto de tó­
revolucionario ) , alterado y mutilado en sus relaciones cotidianas.
picos abordados en esas conversaciones era mucho más amplio.
Ese sesgo moral fundaba un juicio distintivo sobre la violencia
Por un lado, los testimonios recuperaban una visión clásica del pe­
como medio de acción política: no es lo mismo asumirla como
ronismo, que consagraba las ideas y las acciones del líder: en el re­
una "terrible carga del revolucionario", que impone una respon­
lato que ofrecen, Perón nunca se equivocó y quedaba salvado de
sabilidad sobre los límites y las consecuencias, que creerse " dioses
cualquier responsabilidad en la catástrofe. Pero en tensión con ese
revolucionarios" que podían determinar "quién era el justo, quién
humor restaurador, que abrevaba en l a tradición nacionalista po­
el pecador, quién el corrompido, quién el infiltrado", en fin,
pular (por ejemplo, cuando criticaban el tópico del "hombre
quién moría y quién vivía. 146 Finalmen te, los autores asumían su
nuevo" como un producto de la "colonización cultural" y le opo­
responsabilidad en esa historia trágica, que en la enumeración de
nían un "hombre argentino" ya formado por la historia y la cultura
El Kadri incluía "vanguardismo, elitismo, mesianismo [ ... ] empleo de la
peronistas) , emergía una voluntad de renovación que encontraba
violencia sin necesidad [ .. ] prácticas de patoterismo, de gansterismo, de
.
inspiración en la experiencia de la transición española y los pactos
terrorismo".147 Y desde un nuevo paradigma político y moral, que
de La Moncloa. 143
96 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 97

habían elaborado en el exilio -el "respeto global de codos los de­ cionaria de los setenta. Las trampas de la memoria edifican vacíos
rechos humanos"-, llegaban a una conclusión lapidaria: si esa y reescriben la historia hacia atrás. ¿Cómo entender que Nicolás
constelación político-militar, es decir, Montoneros, hubiera lle­ Casullo afirme, en 1996, que para hablar públicamente de Ro­
gado a tomar el poder, ellos mismos, Rulli y El Kadri, habrían sido dolfo Walsh, en 1979, había que disimular su condición de oficial
perseguidos.148 montonero, cuando él mismo había hablado en Controversia sobre
las cartas de Walsh escritas en esa condición? La dinámica del ol­
vido no se reduce a suprimir, también reescribe incesantemente
FRACTURAS DEL TIEl\iPO HISTÓRICO el pasado. Y en la historia de la militancia revolucionaria las pági­
nas perdidas o tachadas se reemplazan, o se reciclan, con nuevas
Lo expuesto está lejos de constituir un estudio suficiente de la ela­ ilustraciones. En principio, ha habido un giro hacia la reconstruc­
boración crítica desplegada en el exilio sobre la empresa revolu­ ción romántica y la epopeya subjetiva, una evocación de las luchas
cionaria. Por otra parte, sobre el tópico de la militancia y la vio­ que destaca la vida intensa y los ideales, y relega las responsabili­
lencia me he limitado a revisar textos anteriores a 1984 y he dades morales y políticas. Esas narraciones, ejemplarmente ex­
dejado de lado otra producción que es también resultado del exi­ puestas en una obra coral como La voluntad, parecen proyectar
lio y que merece un trabajo mucho más exhaustivo que el que hacia atrás, en espejo invertido, esa sospecha de olvido de un
puedo ofrecer aquí, sobre todo los libros de Carlos Brocato y Pa­ tiempo pleno, que es en verdad el resultado de una imaginación
blo Giussani. 149 Hay o tras cuestiones, que merecerían un estudio retrospectiva.151 Pero esa expresión nostálgica de una militancia
aparte, de las que no me voy a ocupar. Por ejemplo, la irrupción sublimada se ha edificado a costa de otro olvido mayor, el de los
de la democracia como idea de la sociedad y la política, como re­ costos terribles de la aventura revolucionaria, y en ella ha que­
sultado de la experiencia en el exilio, pero también como un mo­ dado relegado un juicio que, en el exilio, no se alimentaba de las
tivo y un valor, proyectados al juicio sobre el pasado. Ciertamente, evocaciones satisfechas sino de las sombras de la tragedia.
el problema quedó instalado c.:m más fuerza en el momento de la Ya se dijo, la formación de memorias y olvidos en el comienzo
reconfiguración alfonsinista, desde finales de 1983, pero no nació de la democracia relegaba un tratamiento de la militancia de los
allí. Si hay algo que se impone con fuerza en los debates del exi­ setenta. Esa omisión ha sido señalada por Sergio Bufano, un ex
lio, cuando nadie pensaba en una salida electoral y mucho menos combatiente que admite la reticencia y la escasa penetración crí­
en la derrota electoral del peronismo, es que la discusión sobre la tica de las revisiones a cargo de los que fueron protagonistas de
democracia (en la sociedad, el Estado, las organizaciones) atra­ esa empresa. El relato del pasado desde la posición de víctimas ha
viesa de diversos modos todas las intervenciones, en el socialismo opacado y soslayado que también fueron protagonistas de esas lu­
que vira al reformismo, en los diversos peronismos y aun en la iz­ chas.152 En el primer tiempo de la democracia se eludía el re­
quierda que busca mantener y a la vez renovar el ideal revolucio­ cuerdo de las muertes y las víctimas producidas por las organiza­
nario. En ese sentido, Juan Carlos Portantiero expresaba una en­ ciones insurgentes: bastaba la condena general de ese otro
señanza, extraída de la experiencia terrible de la dictadura, que "demonio". Eljuicio a las cúpulas guerrilleras no despertó mayor
abarcaba más que su propio grupo político e intelectual: después interés público y las denuncias de FAMUS (Familiares y Amigos
de 1976, "la democracia formal ya no aparece como un puro re­ de los Muertos por la Subversión) quedaban desautorizadas en
clamo liberal".150 tanto mezclaban en el mismo discurso la reivindicación de sus víc­
No hubo, entonces, olvidos ni disimulos en los juicios diversos, timas con la defensa de los jerarcas militares que estaban siendo
surgidos en el exilio, que buscaban revisar la experiencia revolu- juzgados y que eran objeto del repudio público. 153 La versión con-
g8 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 99

sensuada de la tragedia argentina, el Nunca más, que investigaba sinato, como una práctica común, incluso rutinaria.155 Puede ob­
los crímenes de Estado, sólo ofrecía una imagen global de la vio­ jetarse que es abusivo incluir a toda la militancia revolucionaria
lencia insurgente. Todo el peso de la experiencia del pasado es­ en ese debate sobre la muerte. Es sabido que no toda fue comba­
taba congelado en la revelación del horror, en las escenas terri­ tiente y armada; incluso, como se vio, hubo críticas muy severas a
bles de la tortura y la muerte, el descubrimiento de algunos restos la guerrilla desde la izquierda revolucionaria. Sin embargo, en el
y los testimonios de los campos. No podía ser de otro modo, dada programa de la revolución, tarde o temprano, llegaba el mo­
la magnitud de los crímenes que se arrojaban sobre la conciencia mento de la guerra; en ese sentido, los partidos armados resu­
pública. Hubo algunas intervenciones excepcionales que enfoca­ mían y anticipaban ese núcleo duro, ese límite de la acción, el ob­
ban esa otra escena, la violencia guerrillera, como los libros ya ci­ jetivo último de dar la muerte o de ofrendar la propia vida.
tados de Brocato y Giussani, escritos en el exilio. También un artí­
cu1o de Beatriz Sarlo, que en parte dialogaba con el pensamiento ¿Por qué esa discusión no pudo abrirse a la salida de la dictadura?
del exilio e indagaba en las narraciones de la muerte de comba­ En 1984 se vivía el cierre de un ciclo histórico y la apertura de
tientes montoneros. En el conocido texto en el que Rodolfo otro dominado por la figura, el mito si se quiere, de la democra­
Walsh imaginaba la muerte heroica de su hija Vicky y en la evoca­ cia como promesa y como futuro: el pasado, en bloque, era lo que
ción de la muerte de Paco U rondo porJuan Gelman encontraba debía quedar atrás. Allí se constituyó una suerte de pacto frente al
una operación estética que plasmaba un " arte de morir', la expre­ horror que se revelaba ante la sociedad, plasmado en el informe
sión sublime de la "muerte bella": "totalizante, estética, moral, la de la Conadep. Con él se rechazaba cualquier representación vio­
violencia política se ha convertido en una religión". Al mismo lenta de la política. También cambiaba la representación del Es­
tiempo, tangencialmente, emergía en ese análisis la práctica gue­ tado: ya no aparato de dominación sino garantía de derechos y
rrillera del asesinato, la muerte oscura y banal; la otra cara de esa polo de demanda de justicia. A la vez, se profundizaban ciertas
estética de la muerte propia, plasmada en las representaciones fracturas de la conciencia histórica, es decir, de la relación del
trascendentes del martirio, era la pregunta, ya referida, sobre los presente y el pasado significativo. ¿Qué podía retomarse de la ex­
derechos de Rucci. 1 54 periencia revolucionaria? Dos relatos se han sucedido, sin susti­
Esos otros muertos, los producidos por la guerrilla, que estuvie­ tuirse, en una versión purificada del período. El primero, estable­
ron menos relegados en las revisiones críticas del exilio, han re­ cido en el Nunca más, hablaba de víctimas y, sobre todo, exhibía
tornado . No alcanza con decir que los crímenes de la dictadura aquellas que ofrecían un perfil más inocente: sacerdotes, adoles­
son incomparablemente más graves. En principio, se trata de pen­ centes, monjas, embarazadas. S. Bufano, en el artículo citado, re­
sar los modos en que esas v'Íctimas han sido evocadas, apropiadas cordaba que en el Juicio a las Juntas, frente a los interrogatorios
o denegadas en el presente. En la nueva discusión sobre los oríge­ de los defensores, ninguno de los testigos admitió haber sido gue­
nes de la violencia se trastoca una visión, corriente en la opinión rrillero: notorios ex combatientes se presentaban sólo en el papel
que ha descargado completamente las responsabilida­ de víctimas.156 Obviamente, era parte de la estrategia del ministe­
des en el sistema de poder que terminó sosteniendo la última dic­ rio público en el proceso de acusación; pero también respondía a
tadura. Además, la discusión toca un núcleo muy sensible de la una sensibilidad social que se mostraba contraria a la aventura de
política y la memoria: la relación con la muerte. No se trata de una la lucha armada.
discusión general sobre la violencia y la política, sino del pro­ El otro relato, desde la década del noventa, ha buscado resti­
blema ético y político planteado por una visión instrumental de la tuir la dimensión de la militancia y ha puesto de relieve las metas,
muerte, la decisión de matar o morir, aun la justificación del ase- las virtudes personales, la abnegación y la entrega, o los estilos de
1 00 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

LA POLÍTICA Y LA V I OLENCIA 101

vida (el juvenilismo) mucho más que las prácticas y las acciones.
El 3 0" aniversario de la dictadura, en marzo de 2006, mostró, en política y militarmente, y la derrota política fue previa y además la
general, esa mirada autocomplaciente, a cargo de la izquierda y condición de la inevitable derrota militar:
el progresismo, que destacaba tanto más los crímenes del Estado
dictatorial cuanto menos proclive se mostraba a admitir alguna En tal sentido, la instauración de la democracia, sin per­
responsabilidad en la Así es como se han podido edifi­ juicio del partido que gobierne y de las obvias ventajas
car dos motivos mayores sobre la movilización y la acción política de este sistema institucional a las dictaduras, no tiene
de los setenta: la juventud de los protagonistas y los derechos de para el pueblo nada que ver con aquel sueño de un so­
las víctimas (desaparecidos, presos, exiliados) . Se implantaba una ciedad mejor sino con la resignación del mal menor. 157
narrativa sobre esos años, la cual hubo una generación de
jóvenes y de ella podían recuperarse los ideales, las expresiones Sólo a partir del reconocimiento de una fractura entre el pasado
de una solidaridad generosa y el deseo de un mundo mej or. En y el presente se puede reabrir la discusión sobre las condiciones,
cambio, quedaba relegada o directamente suprimida la fe mili­ las ideas y las pasiones que se conj ugaban en la militancia revolu­
ciana, las prácticas de la muerte como medios habituales de la ac­ cionaria. Hoy, los sentidos y las memorias mezcladas de ese pa­
ción política y el mito (en el sentido soreliano) de la guerra revo­ sado ya no se presentan en bloque: hubo diversos pasados, recu­
lucionaria. A la salida de la dictadura, la experiencia de una perados desde diversos horizontes y proyec tos, en un presente
sociedad que se creía finalmente reconciliada se trasladaba a esa que cambia. Las memorias de la militancia que se abrieron en los
visión pacificada de una militancia que no habría tenido otras ar­ noventa establecieron el molde de una recuperación personal, a
mas que sus valores personales. Y, sobre todo, eludía el motivo menudo idealizada, que hablaba de aventuras e ilusiones juveni­
mayor de aquel mito: la certeza de una fractura irreversible en la les. Una extensa literatura testimonial buscaba restituir el sentido
sociedad, que sólo podía resolverse mediante una violencia re­ de una experiencia que desbordaba la acción política y en la que
dentora. se ha evocado, a menudo con inocultable nostalgia, un modo de
Firmenich y �Úos líderes montoneros buscaron acomodarse al vida, los afectos, las amistades y las costumbres. La mili tancia pa­
nuevo clima de la celebración democrática y quisieron presentar recía reducida a las virtudes privadas, de un modo que destacaba
las luchas guerrilleras como destinadas a alcanzar ese presente. la vida y eludía las prácticas, sobre todo el peso de la organiza­
Habrían contribuido a la retirada de la dictadura, decían, y por lo ción. Mej or dicho, en ese género narrativo la organización podía
tanto querían ser reconocidos entre los promotores del nuevo ci­ ser cuestionada porque sólo incluía a los dirigentes, desvaneci­
clo. Pero nadie los tomó en serio. Alienados de la nueva sensibili­ dos en la semblanza que entretejía una suerte de memoria de las
dad política, a diferencia de otras expresiones de la izquierda bases. Es el humor que predomina en el documental Cazadores de
latinoamericana, como los Tupamaros en Uruguay, fueron inca­ utopías, que reconstruye la experiencia montonera sin mencio­
paces de crear y mantener alguna corriente que pudiera inser­ nar a los jefes ni las muertes producidas.158 En la película, Capa­
tarse en el campo político. Sólo como figuras aisladas pudieron, rrós ofrece uno de los pocos testimonios que introducen una dis­
muchos, incorporarse al conglomerado heteróclito del pero­ tancia, cierto extrañamiento, respecto de ese pasado que relata:
nismo. Es muy claro que una democracia parlamentaria no era el se compara con su abuelo republicano español e introduce la
objetivo de las luchas revolucionarias. Así lo admite Luis Mattini, cuestión de la guerra. El abueÍ� había perdido una guerra, pero
en el caso del ERP, cuando cuenta el pasado de su organización y lo que había defendido era algo que había seguido vigente y que
extrae la conclusión correspondiente: ese proyecto fue derrotado, le permitía relatar esas luchas y justificar su participación en
ellas. En cambio, para Caparrós no había quedado nada: junto
1 02 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L� POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 03

con la derrota habían desaparecido el espacio y la por la rece que sólo los que fueron han podido hablar de las

que luchaban. ¿Desde dónde revisar, incluso rehabilitar, esa ex­ ideas, de la política y, a su modo, de la historia. Allí se revelaba

periencia?159 El mismo Caparrós, en otra entrevista publicada en otra fractura, entre la política y la vida, entre la historia y la expe­

esos años, argumentaba, en contra de lo que llamaba la "teologi­ riencia; una escisión de memorias, entre el proyecto (los méto­

zación" de l a revolución, que lo predominante en u n movi­ dos, los obj e tivos) y el recuerdo de la vida militante contada como
aven tura personal de un grupo o una generación. La evocación
miento colectivo de transformación es "un deseo, una voluntad
y denunciaba la "degradación de las organizaciones de la vida borraba la guerra. Por abajo, en el recuerdo acondicio­
sin
nado a los nuevos tiempos, casi no queda nada del de los
político-militares de los años setenta" para concluir que no le ha­
guerreros. Las muertes simplemente sucedían y en todo caso reca­
bría gustado vivir en un país donde hubiesen ganado los Monto­
ían sobre los errores de la conducción. Sin duda, la distancia en­
neros.160
tre la conducción y las bases no era una pura construcción retros­
Sergio Caletti vuelve sobre la experiencia revolucionaria de los
pectiva. Hay suficientes evidencias que muestran que había j efes
setenta, casi treinta años después de sus intervenciones en Contro­
que decidían y mandaban y bases que obedecían. Pero era el aca­
versia. Aunque hay muchos relatos, esa experiencia se h a hecho,
tamiento de la moral de guerra: la obligación de la obediencia y la
dice, "inenarrable" porque "lo que está roto es el sentido". Com­
subordinación eran decisiones elegidas. Que esa subordinación se
p ara las en el exilio, entre argentinos y chilenos, y en­
reforzara por el aura de los jefes, por las formas propias del culto
cuentra un contraste similar al que señalaba Caparrós con su
del coraj e y de los muertos en combate, no hace sino mostrar l a
abuelo republicano: los chilenos podían seguir hablando, tal
común pertenencia d e los jefes y los subordinados a una estruc­
como lo habían hecho en su patria; los revolucionarios argenti­
tura de sensibilidad, a una cultura de grupo y una comunidad d e
nos, en cambio, antes de la derrota, y como un fracaso mayor, "no
creencias. De modo que en esas operaciones d e memoria que elu­
teníamos más horizonte". Encuentra en esa pérdida la razón no
den el peso y la deuda de la guerra y la sangre derramada p ara
sólo de la despolitización de la historia sino de la predilección, en
proyectar las responsabilidades en las dirigencias h ay algo de la
el recuerdo, de "la demencia, el horror, la perversión, lo absoluta­
posición del alma bella que denuncia el desorden pero rehúsa ver
mente extra-ordinario"
su papel en éL
En efecto, lo eludido es la política como mundo y como prác­
Algo está cambiando en ese régimen de memoria cuando los
tica, aunque no siempre se recuerde lo extraordinario. En el gé­
muertos reaparecen en testimonios que van a contrapelo del hu­
nero de la militancia como estilo de vida también aparecen los de­
mor reconciliado de la epopeya subjetiva. Es palpable el contraste
talles cotidianos, incluso pintorescos. Lo que en todo caso está
con el testimonio citado de Héctor Jouvé, que relata dos asesina­
ausente es la justificación de un derrotero, de las decisiones y las
tos, innecesarios y ejecutados por el EGP contra sus pro­
responsabilidades, los programas y las consecuencias. A la pre­
pios integrantes. El libro muy reciente de Ceferino Reato sobre el
gunta que plantea desde dónde pensar esa empresa, sus apuestas
asesinato de Rucci da cuenta de un cambio equivalente en la in­
y sus terribles costos, sólo se ha podido responder con la invoca­
vestigación periodística sobre los años setenta.162 Por el momento,
ción de la "utopía", un término que con su radical vaguedad es la
basta destacar que surge algo nuevo con el testimonio de Jouvé:
encarnación misma de esa evocación sin contenidos. Los dirigen­
rompe con la autocomplacencia, incorpora una dimensión de
tes sobrevivientes (M. Firmenich, R. P erdía, L. Mattini) han pro­
deuda por ese pasado y contribuye a conmemorar a esas otras víc­
puesto sus evaluaciones políticas, autocríticas o justificatorias; han
timas, invisibles para las memorias militantes.
edificado memorias recortadas, pragmáticas, determinadas en
gran medida por la posición política adoptada en el Pa-
1 04 SOBRE L4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U.. POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 105

VIDAS REVOLUCIONARIAS
oculte y deforme, en lugar d e revelar, la dimensión eminente­
mente política de la acción.I63
"Poner a la política en el puesto de mando" era una consigna
Es lo que se advierte en un libro de testimonios, lvlujeres guerri­
maoísta que todos repetían, pero que era aplicada de muy diver­
lleras, en el que, a pesar de lo que el título promete, casi n o apa­
sas formas; en general, el sujeto pleno de ese mandato era la orga­
recen las armas.16-l El mundo de la vida sepulta la política y el yo
nización más que el individuo. El sentido, el alcance, de las
pleno de la n arración testimonial ofrece un sustento débil o direc­
ricas milicianas, en el marco de un enfrentamien to definido como
tamente engañoso acerca de las razones históricas y doctrinarias
una guerra, no se desprende de una descripción de la vida coti­
de la acción. En esos relatos, que exploran la militancia femenina
diana de los jóvenes radicalizados. La profundidad de la fractura
desde una perspectiva d e género, los choques conciernen casi
que crecía y se manifestaba en esa contienda impiadosa no se de­
siempre al ámbito personal: los afectos, la sexualidad, el complej o
duce del anecdotario de los afectos, las pasiones y los vínculos que
d e los vínculos maternos, los hijos, solían s e r la ocasión d e resis­
pueblan las evocaciones del período. No se trata de desecharlas
tencias y desviaciones respecto de la disciplina militar que, con un
sin más, sino de desconfiar de las continuidades y las suturas que
éxito relativo, buscaba imponer la organización. E n efecto, eran
terminan englobando todo baj o una categoría engañosa: la mili­
las expresiones de una vida normal y corriente, alej adas de la esta­
tancia o, peor, el "setentismo". Ése es el problema con la m ayor
tura heroica del combatiente esencial que era, por definición, ex­
parte de lo que se ha incluido en el rubro "memorias de la mili­
cepcional. No había, no podía haber, heroicidad en la vida común
tancia": la autobiografía y una razón política casi exclusivamente
Y en la que todos los jóvenes, las madres o las parejas se
volcada al pasado aplasta el trabajo de la conciencia histórica y en­
parecen, más allá de la política y la ideología. Lo que se revela e n
ajena un horizonte abierto al porvenir. Las historias de vida pue­
esas historias es un doble escenario, conflictivo, incluso escindido,
den decir mucho sobre la cultura encarnada en prácticas sociales
entre la vida privada y cotidiana y las exigencias de una militancia
y corporales, pueden incluso contribuir a una etnografía de la
que imponía tareas, una moral y hasta una visión del
vida política o juvenil, pero dicen poco sobre la metodología, los
mundo.
procedimientos , las prácticas organizadas e instituidas en ese esce­
Llegados a este punto, cabe pregunt:1r: ¿qué es un militante?, o
nario de guerra. En verdad, un análisis de la cultura combatiente
mejor, ¿qué es un soldado? Sobre todo, ¿cuándo y en qué circuns­
es otra cosa y no se resume en el fresco de la vida cotidiana, así
tancias se es un militante o un soldado?, ¿qué actos, conductas,
como las modalidades de las prácticas represivas, de interrogato­
decisiones, pasiones, deben ser legítimamente incluidos en el ru­
rio y de exterminio, desarrolladas por los jóvenes oficiales que
bro de una obra o de una acción militante revolucionaria? El gé­
combatían a la guerrilla, no se revelan e n una relación de conti­
nero de las historias de la militancia suele ahorrarse una mayor
nuidad con su vida afectiva cotidiana, ni siquiera con la etnografía
precisión sobre este punto. En la vida militar, alguien es un sol­
de la vida del cuarteL Queda mucho por i nvestigar, si se trata de
dado sólo en el marco de la de las tareas y las ruti­
un análisis histórico de un dispositivo práctico, de una organiza­
nas, del sistema de controles y mandos; se dej a de ser soldado
ción de mando y de combate, de las ideas, los proyectos y los mé­
fuera del ejército, en la vida cotidiana de padre, esposo o vecino.
todos, de los obj e tivos, los efectos (incluso los no deseados) y las
¿Es diferente el caso del soldado de la revolución? La respuesta no
consecuencias. En una narrativa que busca el sentido de esas prác­
es simple. Es diferente en tanto la doctrina y los mandatos de la
ticas en las correlaciones entre pasiones públicas y vida privada se
militancia, e n la senda del guevarismo, insistían en una conver­
corre el para decirlo en términos de Hannah Arendt, de
sión personal más radical que las apelaciones castrenses a la moral
que el "mundo de la vida" (dominado por las formas familiares)
integral del soldado. La idea de un renacimiento subjetivo parecía
LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 07
1 06 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

sidencias y rupturas, sólo que esa dimensión de la experiencia mi­


no dejar nada por fuera de las obligaciones que definían una
litante no ha sido casi explorada, ni en clave historiográfica ni e n
identidad y un objetivo revolucionario. Pero, al mismo tiempo,
l a literatura testimonial. Por ej emplo, n o ha habido indagaciones
dado que, nuevos o viejos, eran hombres y mujeres de carne y
enfocadas a las condiciones y los debates que llevaron a la fractura
hueso, esa figura heroica resultaba incompatible con la vida. El
de la tendencia revolucionaria y el nacimiento de laJP "Lealtad",
hombre nuevo era finalmente el héroe, y el héroe era sobre todo
luego del asesmato
. d e Rucc1. 1 67
·

(allí está el ejemplo insuperable del Che) el que dio su vida por la
Las paradojas, o las indecisiones, en las formas de recuperar y,
revolución. El nuevo hombre, al menos hasta la victoria, se encar­
sobre todo, valorar esa experiencia se asientan en esa composición
naba en el héroe muerto, p orque sólo una muerte heroica termi­
mezclada, que disuelve las obligaciones respecto de la organiza­
naba de completar y suturar el sentido de esa militancia en una
ción en las escenas intensas de la vida privada. Pero la militancia
imago compacta, sin defectos. Volveré sobre esta cuestión, pero
era una tarea que dependía de un grupo profesional, previamente
me interesa resaltar que los mandatos últimos de la organización
entrenado, sostenida e n normas y rutinas. Los manuales, los p ro­
eran de cumplimiento casi imposible para los vivos y sólo encon­
gramas de formación, los códigos normativos dicen más sobre las
traban su realización plena en el culto a los caídos.165
prácticas militantes que los relatos y las novelas personales.l68 Hay
Las historias de vida muestran que esa visión i ntegrista de l a po­
un tema soslayado en los relatos, el proceso de profesianalización
lítica y la militancia imponía la detección, amplificada incluso, de
del militante, que llevaba a la conformación de una organización
las fisuras y los pequeños conflictos en las situaciones corrientes.
de cuadros cada vez más separada de sus raíces sociales y de s u
En el proyecto de una formación humana total, los objetivos ra­
propio grupo d e base. Sergio Bufano describe l a lógica perversa
cionales, los programas y formas d e l a organización, los criterios
de un crecimiento de militantes profesionales (elegidos sobre
administrativos, es decir, la institución, se llevaban mal con las as­
todo por su coraj e y su gusto por las armas) que dependían econó­
piraciones y las experiencias de transformación personal, la pleni­
micamente del partido; para sostenerlos se requería que la organi­
tud emocional, en fin, el peso de un orden de afectos y pasiones.
zación dedicara cada vez más tiempo y recursos a operativos desti­
En el límite, en el grupo político-militar se conjugaba la reunión
nados a capturar los fondos necesarios. Eso no solamente creaba
·

casi imposible de una organización instrumental (Partido o Ejé r­


jerarquías y privilegios, también determinaba, en los cu ��ros, un�
cito) y una familia sustituta. En el nivel de la doctrina o los enun­
subordinación estricta que dependía no sólo de la adhes10n a la li­
ciados explícitos, parecía que no había forma de separar las obli­
nea y del encierro progresivo en un sistema total de obligaciones y
gaciones derivadas de la pertenencia a la organización y las tramas
de rutinas, sino de la necesidad de resguardar esa renta. Conver­
y decisiones de la vida privada. Sin embargo, si algo se pone en
tidos en "marginales", cada vez menos capaces de ganarse la vida
evidencia en las producciones testimoniales es que había un am­
de otra manera, el dinero (y la amenaza de perderlo) se convertía
plio espacio para la expresión de una vida personal que no estaba
en un elemento central del sistema de disciplinamiento que preve­
directamente regida por el sistema de mandos de la organización.
nía las disidencias. 1 69 Por otra parte, en la medida en que se pro­
Que surgieran allí conflictos, resistencias, desviaciones, muestra
fundizaba el encierro en una actividad de tiempo completo, ais­
justamente que había una escisión posible entre la subordinación
lada de influencias externas al grupo e impedida de la interacción
militante y el juego de las libertades, incluso de las rebeldías. En
potencialmente correctora con otras ideas, se consolidaba una
las evocaciones ya citadas, incluidas en La voluntad, se revela esa
modalidad de acción ciega a la realidad e impermeable a la crí­
duplicidad en la relación con la organización y con los jefes, que
tica. En su análisis del frustrado asalto guerrillero al cuartel de La
llegaba hasta el disimulo y la impostura, y casi nunca se exponía
Tablada, en 1989, Claudia Hilb muestra bien a qué extremos d e
como una discrepancia franca.166 No digo que no haya habido di-
1 08 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCI ONARIA
LA POLÍTICA Y LA V I O LENCIA 1 09

alienación puede conducir un "microclima conspirativo", fundado


Roig, que fueron una sorpresa para muchos militantes, generaron
en la dinámica de una secta, cuando se agrega la fascinación por
disidencias públicas en la organización. Como una muestra ele la
las armas y la sangre.1 70 La dinámica de la secta política como una
mencionada duplicidad, militantes montoneros en la universi­
"forma de organización especffica", caracterizada por una "pervi­
dad, que mostraron internamente su desacuerdo con la ejecución
vencia de lo sagrado" , ha sido desentrañada por Horado Tarcus
del dirigente radical, no sólo terminaron acatando la decisión
en un análisis exhaustivo y convince nte.171 Sin embargo, esa confi­
sino que, por de extremaron su capacidad y su
guración social y subjetiva, que ha sustentado diversos emprendí­
inventiva en la creación del cantito innoble que después corearon
mientas políticos, religiosos o no alcanza a explicar la cientos de jóvenes: "Oy, oy, oy, oy, qué contento estoy./ Oy, oy, oy,
captura de la acción por los mitos de la violencia y la muerte puri­
oy, qué contento estoy./ Vivan los Montoneros/ que mataron a
ficadora. En mi libro anterior retomé las tesis del derrumbe civiliza­
Mor Roig".l/4 Los ejemplos podrían continuar. La entronización
torio, que Norbet Elias aplicó al estudio del nazismo ,
no tanto de los métodos de acción directa y la sacralización de la violencia
como una clave explicativa sino para señalar una dimensión no ex­
y las armas como fundamento y herramienta de la política eran
plorada de la barbarización y degrada ción moral de la política. 1 72
un suelo común ele creencias compartido por la dirigencia y los
Pero hay que admitir que el pasaje al acto y las formas despiadadas
militantes rasos.
de la guerra y la venganza (en las modalidades de la represión de
Finalmente, el único escenario de victoria en la lucha revolucio-
la insurgencia y en las rutinas guerrilleras) dejan muchas pregun­
naria ha quedado situado en la pasión y la epopeya moral
tas abiertas para al análisis histórico.
tiva. Es lo que resalta en las reescrituras sucesivas con que Mattini
El programa, la metodología y las rutinas de las organizaciones
ha narrado y a la vez juzgado su trayectoria y la ele su grupo revo­
guerrilleras no se resumían en la consign a de cambiar la vida,
lucionario, el PRT-ERP.175 Testigo privilegiado y muy lúcido, pu­
sino que se proponían tomar el poder en una escalada de guerra
blicó su obra en 1988 y ha incluido, hasta hoy, dos agregados: un
que i ncluía recursos del arsenal del terroris mo, sobre todo el ase­
nuevo prólogo, en 1 995, y un prólogo-epílogo en 2003. En el pri­
sinato político como una práctica incorporada a la acción revolu­
mer prólogo ( 1 988) se trataba ele un pasado "no acabado", con
cionaria. Cuando el juicio sobre el pasado pone su mira en las ac­
vistas a un presente en el que continuaba vigente "el proyecto ele
ciones y sus consecuencias, se altera la significación de esa misma
liberación nacional y social". En el segundo prólogo ( 1 995) , Mat­
vida que era evocada bajo las formas de la abnegación, la entrega
tini ha tomado nota ele los cambios históricos, sobre todo en el
y la generosidad. La insistencia en los tópicos de la vida intensa
mundo socialista. Incluye una crítica ele la visión determinista de
tiende a encubrir una práctica de la muerte: "vivir peligrosa­
la historia, dominada por dos núcleos que ahora ha abandonado:
mente", hay que recordarlo, también era parte ele las herencias
primero, la idea de vivir en el tiempo de un "tránsito del capita­
del fascismo. Es cierto que sólo una minoría ele cuadros profesio­
lismo al socialismo", y, segundo, la función de "un sujeto histórico
nales entrenados llevaba a cabo las accione s armadas, pero si se
'sustancial' determinado por su papel en la producción material",
pone el foco analítico en la organiza ción, en la sensibilidad, en la
es decir, el proletariado industriaL ¿Qué es lo que habría que­
imaginación incluso, se revela una configuración común que co­
dado, dicho en sus propios términos, después ele la derrota polí­
munica, más que separa, la cúpula y las bases. El asesinato ele José
tica y militar del proyecto emancipador? Reponía entonces, no sin
Rucci, que fue el detonante ele la creación ele la Triple A, pudo
nostalgia, un "paradigma" de esos años, que ya no estaría vigente,
haber sido decidido por dirigentes que no consultaron a sus ba­
en el que resaltaba la idea de la acción, o más bien la correspon­
ses, pero lo cierto es que había sido anticipa do en consignas core­
dencia entre el pensamiento y la acción, la "fi d elidad al compro­
adas por miles de voces.173 Ni ese asesinato ni el ele Arturo Mor
miso" ( que supone la vida) y el "espíritu del Che": todo
L-\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 1 1
1 1 0 SOBRE L-\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA

" LA N O C H E D E L O S LÁPICES"
se reduce ahora a la rebeldía como "modelo ético-político". La he­
rencia de esa experiencia terrible y costosa tiene poco que ofrecer
a una acción política concertada: se sitúa en el plano de los suje­ Un ejemplo, en la primera formación de una memoria política en

tos, de los valores y las virtudes privadas que habrían fundado una democracia, de la denegación de las armas en la militancia revo­

elite moral. Finalmente, en 2003, vuelve sobre su escrito desde lucionaria se revela en la narración establecida de "la noche de

una posición que acentúa aún más el giro subjetivo; rompe defini­ los lápices", emblema de las víctimas inocentes, es decir, despega­

tivamente con las premisas básicas que habían dominado tanto su das de cualquier asociación con el terrorismo. Todavía hoy ese

actuación en la organización revolucionaria como la propia escri­ episodio es presentado y conmemorado como un ataque brutal

tura del libro que viene a prologar. Ahora reniega de la idea del contra un grupo de adolescentes que luchaban por el boleto estu­

"asalto al poder" y por lo tanto del aparato para la toma del poder, diantil, cuando, en verdad, fue un operativo contra un grupo

es decir, el partido leninista. Y es claro que ya no queda espacio en montonero. 177 Las dirigentes de la Unión de Estudiantes Secun­

esa reconstrucción para la estrategia de la organización armada. darios (UES) más conocidas, María Clara Ciochini y María Clau­

En términos foucaultianos, el poder se separa del aparato coerci­ dia Falcone, secuestradas y asesinadas, estaban armadas; en el de­

tivo y es concebido como una "relación social", un "entretejido partamento en el que fueron capturadas había armas y explosivos,

que atraviesa toda la sociedad". Por consiguiente, el sujeto ya no de acuerdo con el testimonio de jorge Falcone: "no fuimos p ere­

está predeterminado en la historia por su ubicación en el proceso jiles, como dice la película de Héctor Olivera; en el departamento

social material: adiós al proletariado. Lo que no cambia es la donde cayó mi hermana guardábamos el arsenal de la UES de La

exaltación de la subjetividad y el rescate de la pasión y el deseo Plata". I 78 Con él coincide Emilce Moler, o tra de las sobrevivientes:

como "motores del hacer". La idea de la revolución ha cambiado "No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario, en

hasta hacerse irreconocible para el humor de los setenta: cada lu­ esas marchas yo estaba en la última fila. Esa lucha fue en el año 75

cha es una rebelión contra la injusticia en concreto; el comu­ [ ... ] Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la
nismo es "libertario" en el punto de partida y no de llegada; la ca­ UES".I79

tegoría revolucionaria no es una identidad adquirida sino que se No hay atenuantes para los crímenes del secuestro, la tortura y

plantea "en acto", etc . 1 76 Las sucesivas reescrituras del relato re­ el asesinato, pero reconocer los verdaderos obj e tivos del opera­

volucionario convierten al libro de Mattini en un ejemplo revela­ tivo aporta otra luz sobre lo sucedido. Fueron masacradas por su

dor y excepcional de la historicidad de las memorias de la mili­ pertenencia a una organización política combatiente, en una ac­

tancia y del modo en que se transforma la significación del ción represiva ilegal que buscaba desmantelar todos los frentes

pasado a medida que cambia, en el presente, el horizonte de ex­ de lucha d e la organización, incluido el de los estudiantes secun­

pectativas. Probablemente, la radicalidad de esos cambios de posi­ darios.

ción respecto de la tradición revolucionaria no sea representativa En los comienzos de la democracia, la narración oficial, ex­

del camino adoptado por otros protagonistas de la aventura gue­ puesta en el libro de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, y en la

rrillera. Sin embargo, muestra ese retorno sobre el sujeto, sus po­ película de Héctor Olivera, encontraba en los jóvenes asesinados

deres y sus pasiones, aunque lo haga de un modo que busca, a un emblema para exhibir el terror. 180 Aplicada a los adolescentes,

partir de nuevas premisas, relanzar el proyecto de una política mantenía algo del clisé de una existencia juvenil escindida res­

emancipatoria. pecto del mundo de los adultos. El discurso reaccionario de la dic­


tadura ya había establecido ese rasgo diferencial: ponía el acento
en la inmadurez y la condición manipulable de los jóvenes para
I I 2 SOBRE L>\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA I I3
impulsar un programa de control a cargo de los padres. "¿Usted
sabe dónde está su hijo ahora?" era una fórmula que condensaba rrilla peronista; una continuación desmesurada y crirnin al ele una
decisión que había nacido en el círculo del general Peron. _
ese objetivo de vigilancia. E n la recuperaciónjuvenilista de la mo­ .
,
Esa narración, además, ha sido utilizada con fines pedagogrcos
vilización estudiantil, esa m;sma separación adquiría un matiz p o­
sitivo, la inocencia equivald.cía a la falta de cálculo, la ausencia de en colegios secundarios, en los que la película de Olivera es prC:
una posición establecida en el orden social, el desinterés y la ge­ yectada para ilustrar qué y cómo fue la dictad�ra. Sin duda, el epi­
nerosidad. Retrospectivame.He se ha establecido una significación sodio puede servir para plantear preguntas e mclagar �1 p�p el �el
Estado, de las fuerzas de seguridad, el aparato ele la JUSticia,. m­
que ha convertido a las víctimas en figuras de identificación; in­
cluso han ingresado a los rituales escolares con la celebración cluso las condiciones del sistema educativo; y desde luego, las con­
anual del "Día del secundario" en la fecha en que fueron secues­ diciones previas, los conflictos y formas de la lucha política, �n �lu­
trados.181 yendo las posiciones de los grupos juv��i�es. Pero un objetivo
eclagógico crítico, que promueva la posibilidad de pensar e�a ex­
Los primeros cuestionamientos a ese relato idealizado han pro­
venido de quienes, como Jorge Falcone, se han propuesto recor­ : eriencia, no es compatible con esa versión novelada que solo ve
dar el carácter combatiente del grupo o al menos ele sus figuras los crímenes corno expresión del mal absoluto, separados de un
más conocidas. En 1996, en un homenaje a los estudiantes asesi­ marco histórico. Explorar las condiciones del episodio significa
nados, realizado en el Colegio Nacional Buenos Aires, se ofrecía mostrar que pudo haberse evitado de haber med��do otras_ res­
otra narración: puestas por parte del Estado, de las dirigencias pohucas y sociales
y de la sociedad, incluidos los jóvenes. En efecto, l�s pr: gu� �
Durante mucho tiempo, pareció más conveniente -o más acuciantes, capaces de intervenir sobre la conciencia histo­
más presentable, si se quiere- decir que los estudiantes rica, son las que se orientan a indagar en los desernp �ños, no de
desaparecidos luchaban por el boleto estudiantil y diluir esas figuras que encarnan el Mal, sino de los otros m � cerc�nos:
sus anhelos revolucionarios en pequeñas demandas gre­ políticos,jueces, docentes, funcio�arios esta�es. ¿ q.ue podna ha­
miales. Era corno si reivindicar su militancia los hiciera berse hecho y no se hizo para evitar lo sucedido? Ese es el enfo­
menos inocentes, menos clefendibles.182 que que domina en la pedagogía del Holocausto.183 Una exigen­
cia de las bases documentales o los relatos aportados es que sean
En los tiempos que corren la versión oficial ya no satisface a na­ capaces de sostener las preguntas y estimulen la indagación, que
die. No satisface la aspiración de quienes proponen homenajear a promuevan una práctica de saber para pensar ese pas��o. Las pre­
los caídos corno combatientes revolucionarios ni la de quienes guntas deberían incluir la cuestión de las responsabihclacles y las
quieren investigar y pensar las condiciones ele la masacre desenca­ deudas, los objetivos y los métodos de las luchas de un rn �do que
denada por el terrorismo ele Estado. En verdad, ilustra un régi­ no termine imponiendo otra versión de la leyenda de la mocen­
men de verdad disociado: hubo un crimen inexcusable en la ac­ cia. El sentido de esas luchas no se reduce al clisé ele los jóvenes
ción de las Fuerzas Armadas que usurpaban las funciones que buscaban un mundo mejor. Las preguntas pertinentes abar­
estatales; pero ese contenido de verdad no puede articularse o can además las armas y los explosivos que formaban parte de_ �sa
coexistir con otro (la militancia revolucionaria y la violencia gue­ historia e incluyen también las formas, las prácticas y las decisiO­
rrillera) que ilumina el contexto y el sentido ele esa acción: una nes ele la organización Montoneros, ele la que era� mie�bros los
operación represiva ilegal, que formaba parte de un plan sistemá­ asesinados. · Cómo y por qué esos adolescentes dispoman de un
tico ele aniquilación, no de adolescentes rebeldes, sino ele la gue- arsenal? ¿Po� qué y para qué la UES, una organización de es�­
diantes secundarios, debía tener armas? Ya no alcanza con los mi-
1 14 SOBRE L.4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA P O LÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 15

tos tranquilizadores y reafirmadores de las propias certezas si se que enseñar. Lo que cambia en los nuevos sentidos que afloran en
trata de incluir el trabajo d e la historia en una perspectiva critica la polémica desatada por del Barco o en las revisiones de "la no­
y esclarecedora que incluya una dimensión de autoindagación. che de los lápices" es la distinta posición de los muertos. De un
lado, en las memorias combatientes, ya n o est.:í.n sólo las víctimas,
Creo que asistimos a un cambio en el régimen de memoria de la ex­ sino los héroes o los mártires, sobre los que se puede fundar una
periencia de los setenta. Y en la nueva formación se hace más difí­ memoria identitaria o edificar diversos mitos políticos. Del otro,
cil mantener una evocación que apele a la figura d e la juventud y en la indagación sobre las responsabilidades de la guerrilla, ya n o
a los tópicos del idealismo de los fines. En la declinación de la le­ están sólo los muertos por l a dictadura sino l a sangre derramada
yenda de los adolescentes que murieron por el boleto estudiantil por las armas que se esgrimían en nombre de la justicia y de un
se advierte algo similar a la polémica, ya mencionada, desatada mundo nuevo.
por la intervención de Osear del Barco sobre los asesinatos come­
tidos por la primera guerrilla guevarista: se termina cierta edad de
la inocencia y emergen, de diversas maneras, del lado de las prác­ EL CREPÚSCULO DE LOS "DOS DEMONIOS"
ticas revolucionarias, las cuestiones de la responsabilidad, la rela­
ción con el terror y con la muerte, la imposibilidad de separar los La llamada "teoría de los dos demonios" condensa diversos senti­
medios de los fines. Ya no es posible silenciar ese debate con el ar­ dos que no se han mantenido invariables desde 1 983 . En lo que
gumento de que puede ser usado para reivindicar la masacre cri­ me interesa destacar aquí, como representación d e la violencia
minal desatada por las Fuerzas Armadas, ni vale agitar e l espan­ política, la figura de los dos terrorismos ha nacido, como se vio, bas­
tajo de los "dos demonios". Hay una nueva producción de la tante antes de las circunstancias del Juicio a las Juntas y la difusión
memoria escrita, de la investigación y el ensayo históricos que in­ del Nunca más. Sólo a costa de un enorme vaciamiento de la expe­
cluye construcciones variadas. Hay recuperaciones reivindicativas riencia y la memoria políticas ha podido imputarse a Ernesto Sa­
de una fidelidad compacta: historias de héroes y homenajes a los bato y la Conadep la creación de una visión bipolar de la violencia
militantes caídos, autocríticas políticas que buscan analizar las que estaba ampliamente instalada en el discurso político y en la
condiciones de una derrota, trabajos académicos y rememoracio­ opinión pública desde, por lo menos, 1 974. Esa figura duplicada
nes familiares, memorias de grupos, j ustificaciones y tomas de po­ e interactiva fue acuñada y extensamente reiterada en pronuncia­
sición que, en muchos casos, tienden a la autorreferencialidad y la mientos diversos: de Perón y el peronismo, los partidos políticos
autocomplacencia. También han surgido narraciones que buscan (la UCR y el PC) , la izquierda (comunista, maoísta y trotskista) , la
el costado romántico o épico y mezclan la fascinación por la ac­ Iglesia, etc.184 La condena al terrorismo "de ambos signos" era
ción y el coraje con una sensibilidad propia de estos años: un inte­ una fórmula habitual en los años previos a 1976, a partir de l a
rés casi etnográfico por la vida cotidiana de los militantes. Lo des­ aparición de la Triple A A veces se extremaba la equiparaCión,
tacable es que la violencia política ejercida por las formaciones como en l a expresión de jorge Abelardo Ramos, en 1 974 : "asesi­
insurgentes ya no es, como en el nacimiento de la democracia, nos de ambos bandos"; en otras se admitía que era más grave el de
sólo un pasado rechazado en bloque ( que era lo que hada equi­ las bandas paraestatales y con frecuencia se acusaba a la guerrilla
parables el terrorismo de Estado y el terrorismo guerrillero), y los de ser la iniciadora de una escalada imparable.185 En general, for­
muertos no son sólo víctimas que deben ser honradas como tales. maba parte de un discurso político que no nacía en la derecha
En el régimen del Nunca más -y en las promesas de la democra­ sino en la izquierda progresista y el centro liberal, desde el radica­
cia-, tensionado hacia el futuro, los muertos no tenían casi nada lismo a la izquierda reformista, incluyendo el PC. Partía de una
1 1 6 SOBRE L� VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 17

condena general al terrorismo, pero a menudo el peso recaía so­ del Nunca más, a través, probablemente, de Ernesto Sabato, una fi­
bre las acciones de la guerrilla, no porque se las considerara más gu ra intelectual que había acompañado públicamente los pro­
graves sino porqu� se p ensaba que venían a reforzar y justificar la nunciamientos inspirados en la defensa de los derechos humanos
es1trate1;;ía de quienes pugnaban por la intervención directa de las desde los años setenta.
Fuerzas Armadas. Ése era el saldo que se extraía de la reciente ex­
periencia chilena: el acoso de la ultraizquierda sobre el programa
del presidente Allende había finalmente contribuido a crear las LA ASAMBLEA PERlvLWENTE POR LOS DERECHOS HUli-L�NOS (APDH)
condiciones para el golpe de Pinochet. Eric Hobsbawm ha reto­ Y LA C O M ISIÓN INTERAMERICANA D E DERECHOS HUMA N O S ( CIDH)
mado, años después, el motivo de esa dialéctica perversa para ca-
racterizar las consecuenc ias catastróficas de l a insur- Antes que respaldar o rechazar la interpretación simpli­
"
gente: la "escalada mutua de1 terror y e 1 contra-terror n o ficadora y básicamente errónea, del ciclo de la violencia política
conduce a q u e las masas s e incorporen a la lucha revolucionaria por la figura de los "dos demonios", es preciso situarla en sus con­
sino a la profundización de la represión. 1 86 Una primera repre­ diciones de surgimiento. Sobre todo, para prevenirse del error
sentación bifronte del terrorismo, como se vio, había sido expre­ tan extendido de presentar a E. Sabato (o a Raúl Alfonsín o a An­
sada por Perón en su visión del golpe militar en Chile, para justi­ tonio Tróccoli) como el/los inventor/es solitario/s y exclusivo/s
ficar las medidas represivas que, a su juicio, no había tomado de una ocurrencia sin raíces. Vale la pena una breve incursión so­
Salvador Allende. En 1 974, se presentaba como un espectador bre las fuentes, en este caso de la APDH, que era la entidad de de­
ajeno a la violencia que denunciaba en la sociedad, y frente a una rechos humanos más importante en los comienzos de la dictadura
pregunta de Ana Guzzetti, de El Mundo (órgano del PRT-ERP ) , y de la que surgieron varios de los integrantes de la Conadep.
que lo interrogaba sobre los grupos parapoliciales, respondía: Creada en diciembre de 1 975, los objetivos de la Asamblea propo­
nían un compromiso universal con los derechos humanos y ex­
Esos son asuntos policiales que están provocados por la presaban una condena general del terrorismo. En el "Acta de
ultraizquierda y por l a ultraderecha; l a ultraizquierda Fundación" los reclamos se referían sobre todo al Estado (deteni­
que son ustedes (señalando a los periodistas) y la ultra­ dos sin causa judicial) y a los crímenes que involucraban a secto­
derecha que son los otros. De manera que en­ res paraestatales; pero la condena al "terrorismo de todo signo" ya
tre ustedes.187 estaba e n la carta pública dirigida al presidente de facto, general
Jorge Videla, en mayo de 1978.189 El Informe de la Mesa Ejecutiva
Es cierto que algunosjefes militares emplearon la misma fórmula, de diciembre de 1979 se dedicaba centralmente a la situación de
antes y después de 1 976, como justificación de una intervención los desaparecidos, los presos sin proceso y los ·'apremios ilegales",
que devolviera al Estado el monopolio de la violencia, bajo la con­ pero agregaba: "hemos sido fieles en el repudio de todo terro­
signa del orden; pero no la crearon. Era un tópico de la crítica rismo, provenga de donde prminiera y sean quienes fueran sus
progresista a la violencia política que se consolidaría en el movi­ víctimas". E insistía en reclamar "una acción decidida para erradi­
miento de los derechos humanos. Emilio Mignone recordaba que car toda forma de terrorismo y encauzar por los canales que co­
la expresión se usó durante años en la APDH.188 Importa restituir rresponden todo proceso de represión y orden". Finalmente, en
algo de lo suprimido en la conciencia histórica del movimiento el mismo folleto se incluía una "Declaración de la APDH" que al
humanist<'l: la fórmula de los dos terrorismos encontró arraigo y tiempo que destacaba el carácter "pluralista en lo político e ideo­
difusión en esa tradición discursiva y desde allí llegó al prólogo lógico, ecuménico y multisectorial", y el "ideario humanista y de-
l l8 SOBRE L:\ VIOLENCIA REVOLUCIONARlA L� POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 1 9

mocrático" de la entidad, el "inequívoco repudio que la tandas invocadas por los jefes de las Fuerzas Armadas para justifi­
Asamblea ha manifestado siempre frente al terrorismo de todo car su desempeño. Pero también decía:
signo, actitud que se ha expresado públicamente sin ninguna dis­
criminación en la condenación de los actos terroristas que han [La CIDH] tuvo oportunidad de discutir este tema du­
ocurrido en nuestro paísn _190 rante su observación in loco con las diversas entidades
Por otra parte, la figura de una violencia de dos caras era cen­ políticas, sociales, religiosas, de defensa de los derechos
tral en el Informe de la CIDH, que la Asamblea dio a conocer par­
humanos, sindicales, empresariales, con las que se entre­
cialmente a través de varios folletos. 191 Dice el Informe: vistó. Si bien entre tales entidades pudo advertir una dis­
crepancia en cuanto a su interpretación de la
El origen del fenómeno de los desaparecidos, la forma dad d e los métodos empleados para reprimir el
en que se produjeron las desapariciones y el impresio­ terrorismo y la subversión, a la vez, pudo constatar una
nante número de víctimas alcanzadas están íntimamente amplia coincidencia en cuanto a la existencia del fenó­
ligados al proceso histórico vivido por la Argentina en meno terrorista y a los daños causados por sus acciones.
los últimos años, en especial a la lucha organizada en
Destacaba que la investigación de delitos cometidos por particula­
contra de la subversión. La violencia ejercida por los gru­
res no era de su competencia, y que sólo "le corresponde rmn._,..,.,,,..
pos terroristas encontró una similar y aún más enérgica
a 1� personas cuyos derechos han sido lesionados por los agentes
respuesta por parte de los aparatos de seguridad del Es­
u organos del Estado". Pero también incluía un pronunciamient o
tado que ocasionó graves abusos al intentarse suprimir la
sobre una cuestión muy importante, reiterada en el citado "Pró­
subversión prescindiendo de toda consideración moral y
logo" de 1 984, la prerrogativa, más aún, la obligación estatal de
lega1.I92
reprimir los delitos del terrorismo insurgente por medios legales:

Si la "teoría de los dos demonios" es la interpretación histórica


que explica el terrorismo de Estado por la acción previa de los La Comisión reiteradamente ha subrayado la obligación
grupos insurgentes, hay que reconocer que está ya expuesta en que tienen los gobiernos de mantener el orden público y
esa caracterización. Es fácil advertir la similitud con los primeros la seguridad p ersonal de los habitantes del país. Con tal
objeto, los gobiernos deben prevenir y reprimir, aun enér­
párrafos del "Prólogo" del Nunca más: "Durante la década de los
setenta la Argentina fue convulsionada por un terror que prove­ gicamente, los actos de violencia, ya sea que quienes los
cometan sean funcionarios públicos o personas privadas,
nía tanto desde la extrema derecha como de la extrema iz­
ya sea que sus m otivaciones sean de orden político o no.
quierda". Sigue la mención a Italia, que combatió a las Brigadas
Rojas sin afectar el estado de derecho, y agrega:
Incluso se permitía aconsejar acerca de la mejor manera de actuar
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de frente a esa violencia:
los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un
terrorismo infinitamente peor que el combatido [ ... ] .193 Cada gobierno que enfrenta una amenaza subversiva
debe, pues, escoger entre, por una el camino del
La "situación provocada por el terrorismo y la subversión" era respeto al imperio del derecho, o por otra parte, caer en
mencionada en el Informe de la CIDH para referirse a las circuns- el terrorismo estatal. Cuando un gobierno goza de un
1 20 SOBRE LA. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA. POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 121

amplio apoyo popular, la escogencia del primer método posición inicial reproduce expresiones casi calcadas de las decla­
será siempre exitosa, como lo han demostrado varios raciones de la APDH y del Informe de la CIDH, que a su vez fue­
países, tanto en el pasado distante como en el más re­ ron precedidas de otras equivalentes en la primera mitad de los
ciente.194 setenta, en medio de la escalada de violencia política previa a la
irrupción de la dictadura. Ése había sido el ámbito de formación
Esa posición (que la guerrilla debía ser reprimida por medios le­ de muchos de los que integraron la Conadep. La excelente inves­
gales) había sido mayoritaria en las fuerzas políticas y en la opi­ tigación de Emilio Crenzel sobre el Nunca más demuestra la estre­
nión pública en el período previo y posterior al golpe de 1 976: fue cha relación que la mayor parte de los organismos de derechos
expuesta por Perón (que en los hechos se mostró tolerante con humanos (con la notable excepción del sector liderado por Hebe
formas menos legales de represión ) , por el PC y sectores de la lla­ de Bonafini) tuvieron en la composición, en la investigación
mada "izquierda nacional", el radicalismo y la propia APDH. Fue misma, en la difusión e incluso en la apropiación y los usos poste­
la posición del Partido Justicialista, expuesta por Bittel ante la riores del Informe.196
CIDH. En fin, nadie, en conocimiento de estos antecedentes, po­ Ciertamente, hay un problema en el cuadro histórico que ofre­
dría sorprenderse de la decisión de Alfonsín de enjuiciar a las cú­ cía el prólogo original, cuando se deslizaba desde una caracteriza­
pulas guerrilleras por los crímenes cometidos a partir de 197 3, ción de la violencia en la sociedad, que parece referirse a los p ri­
durante un gobierno constitucional, ni de la mención explícita, meros setenta (los dos terrorismos enfrentados) , hacia un juicio
incluida en el "Prólogo" citado, a la represión legal de la guerrilla, sobre el terrorismo de Estado a cargo de las Fuerzas Armadas.
cuando se contrastaba el ejemplo italiano con el terrorismo de Es­ Allí, hacía aparecer al terrorismo de Estado como una respuesta a
tado impuesto por los militares argentinos. la violencia insurgente, siguiendo la fórmula de la CIDH. Todo
esto ha sido suficientemente discutido y esclarecido: ni la doctrina
ni los métodos fueron una reacción, ya que habían sido decididos
LA SECRETARÍA DE DERECHOS HUMANOS CONTRA LOS DEMONIOS con anterioridad; por otra parte, en 1 976, la guerrilla había sido
prácticamente derrotada. Lo que puede contarse en cambio
Oueda mucho por investirrar
� o
acerca del primer círculo de elabo- como una reacción provocada por los asesinatos indiscriminados
ración de un discurso público sobre los derechos humanos, sus de oficiales (generalmente jóvenes) por parte de la guerrilla es la
desplazamientos y torsiones posteriores. Me he limitado a los pro­ adhesión prácticamente unánime de los integrantes de las Fuer­
nunciamientos sobre la violencia insurgente para señalar los evi­ zas Armadas, que asumieron esa metodología criminal como una
dentes paralelos con las proposiciones incluidas en el "Prólogo", venganza corporativa, más allá de las diferencias profundas, fac­
de noviembre 1984, sobre el "terror de .ultraizquierda" y la repre­ ciosas incluso, que las dividían.
sión ilegal. Volver sobre ese documento, como lo hizo la Secreta­ En uno de los escasos debates públicos sobre la llamada "teoría
ría de Derechos Humanos en 2006, más de veinte años después, de los dos demonios", en 1 985, Carlos Brocato impugnaba lo que
hubiera exigido algún trabajo de intelección, de ubicación histó­ llamaba "dos maniqueísmos", de derecha y de izquierda.197 El
rica de las condiciones del texto, de la trayectoria de sus autores o problema, decía, no reside en reconocer que hubo dos terroris­
incluso de las polémicas que no había dejado de producir desde mos, porque en verdad hubo un terrorismo de Estado y un "terro­
su difusión pública.195 rismo foquista"; la "falacia" consiste en postular que el primero,
Creo que la significación de ese primer "Prólogo" se esclarece de Estado, es consecuencia del otro, foquista. Descartar esa relación
en el surco de la historia brevemente expuesta hasta aquí. La pro- simple, de causa-efecto, haría posible pensar una trama de proble-
1 2 2 SOBRE L-\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 2 3

mas y relaciones múltiples, históricas, políticas y éticas. El mani­ única figura diabólica, amplia e indiscriminada, l a subversión. La
queísmo de izquierda, dice Brocato, ha sido menos criticado que figura del terror de dos cabezas estaba extendida, como se vio, no
el otro, aunque es simétrico a él, y dado que considera que sólo tanto en el discurso de la derecha como en la izquierda progre­
puede haber una relación, al rechazar la conexión causa-efecto, sista, el PC y el centro liberal. Por otra parte, un trabajo de semán­
rechaza toda relación y denuncia que el solo hecho de proponer tica histórica ( que no voy a hacer aquí) podría mostrar que el jui­
alguna equivale a igualar los dos terrorismos. Si hay un pensa­ cio condenatorio del terrorismo de pequeños grupos radicales
miento simplificador, concluye Brocato, es ése, que iguala "la rea­ estaba bien arraigado en la tradición marxista, en la crítica de la
lidad, la política y la ética". l98 Vale la pena recuperar esas ideas "enfermedad infantil" del izquierdismo. No digo que en la denun­
frente a la intervención que el poder oficial ha descargado sobre cia de los terrorismos enfrentados todos se inspiraran en esa tradi­
el debate acerca de la violencia y los terrorismos en la sociedad. ción, porque en ella coincidían sectores provenientes del cristia­
El nuevo "Prólogo", agregado por la Secretaría de Derechos nismo humanista y del liberalismo. Sólo pretendo destacar dos
Humanos de la Nación en marzo de 2006, se propone conjurar la cosas: en primer lugar, la figura de los "dos demonios" tiene una
"teoría de los dos demonios" y ha sido apoyado por la mayor parte historia bastante más larga, en la Argentina y fuera de ella; en se­
de los organismos de derechos humanos: gundo lugar, esa figura no surge en el marco de un argumento
justificatorio de la intervención militar (aunque algunos jefes mi­
[ . . ] es inaceptable pretender justificar el terrorismo de
. litares y voceros civiles se hayan apropiado de ella) sino que
Estado como una suerte de juego de violencias contra­ arraiga como un cuestionamiento crítico de la metodología de la
puestas, como si fuera posible buscar una simetríajustifi­ guerrilla por parte de sectores (del centro a la izquierda) que bus­
catoria en la acción de particulares frente al aparta­ caban una salida político institucional para evitar el golpe de Es-
-
miento de los fines propios de la Nación y del Estado tado.
que son irrenunciables.199 La representación bipolar de la violencia política se implantó
en la sociedad después de 1 973, a partir del rechazo de los atenta­
En verdad, basta saber leer para advertir que no hay en el primer dos y los asesinatos que golpeaban a la opinión pública. A los crí­
prólogo ninguna justificación del terrorismo de Estado. Por el menes de la- Triple A respondía la táctica terrorista cada vez más
contrario, no sólo dice que fue un terrorismo "infinitamente indiscriminada adoptada por la guerrilla, que no sólo le hacía
peor" sino que, cuando las Fuerzas Armadas se vieron enfrentadas perder el apoyo de sectores que no estaban dispuestos a seguirla
a la exigencia institucional de reprimir a la guerrilla, en las condi­ en su enfrentamiento con Perón, sino que promovía la represen­
ciones previas al golpe de 1 976, deberían haber procedido, como tación de una guerra de aparatos que comenzó con la masacre de
las fuerzas de seguridad italianas, en el marco de la legalidad. Es Ezeiza. En esa oposición de la sociedad, que había empezado en
obvio decirlo, la condición era que se mantuvieran subordinadas esos años, hay que buscar otra de las vías del nacimiento de esa re­
a los poderes constitucionales. Por otra parte, transcurridos más presentación de los demonios del terrorismo. Ese rechazo, incre­
de veinte años, está a la vista cuál ha sido la recepción del texto: el mentado por la acción de los medios que ofrecían una escena
prólogo de 1 984 no ha sido leído como un cuerpo de enunciados permanente de caos social, terminó abriendo, para muchos, una
separado del resto de un documento que es contundente en la expectativa esperanzada en el orden que podría provenir, como
condena de la dictadura. Quienes habían protagonizado o apo­ en el pasado, de una intervención militar. Allí nacía una posición
yado la represión estatal o paraestatal no empleaban el esquema de supuesta ajenidad frente a la represión y la masacre ulterior, en
de los dos demonios: hablaban de guerra o, en todo caso, de una la que va a permanecer buena parte de la sociedad. A la salida de
1 2 4 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 2 5

la dictadura, la revelación de los crímenes del terrorismo comen­ guna significativa del campo político o el movimiento de
zaba a implantar la escena de una violencia mayor plasmada en el los derechos humanos obj e tó ese doble procesamiento, que sólo
nuevo paradigma de los derechos humanos pero, a la vez, confir­ fue resistido por los defensores de la dictadura y por algunas ex­
maba la posición de inocencia de una mayoría que se concebía presiones residuales de los viejos grupos guerrilleros. Esa deci­
como víctima de crímenes en los que no habría tenido parte. En­ sión, a la vez política y jurídica, se plasmaba en un argumento, ya
tonces, los "dos demonios" condensaban, por lo menos, dos nú­ planteado en el Informe de la CIDH, que fue central en el Juicio
cleos de sentido: por una parte, estaba el rechazo básico de la ·vio­ a las Juntas. El alegato del fiscal Strassera enjuiciaba el carácter
lencia, asociada a un pasado que buscaba dejarse atrás, y la criminal e ilegal de la represión ejercida desde el Estado, pero n o
aspiración a un escenario político pacificado; por otra, e n un sen­ dejaba d e calificar a l o s actos d e la guerrilla como terroristas . 200
tido encubridor, se habilitaba la proyección de los males sobre los Explícitamente decía que debían haber sido reprimidos por un
demonios del terrorismo (aun cuando se reconociera que hubo Estado legítimo y por medios legales. En fin, e n el nuevo con­
un demonio mayor, la dictadura) , lo que exculpaba a la sociedad senso, las promesas de la democracia parecían fundarse sobre
de cualquier responsabilidad en el consentimiento de la ·violencia todo e n una base (si se quiere una ficción) jurídica, e n el orden
y de la masacre cometida desde el Estado. de los derechos elementales, en un todo de acuerdo con lo suce­
La decisión institucional de Raúl Alfonsín de enjuiciar simultá­ dido en el fi n de l a dictadura, ya que el eje de la resistencia y la
neamente a las cúpulas militares y a las cabezas de la guerrilla de oposición no habían estado en la lucha militante ni e n la recupe­
Montoneros y el ERP recuperaba una posición, casi un mandato ración de ideales revolucionarios, sino en las formas, enteramente
pendiente, de una historia anterior. La guerrilla, en 1 984, era novedosas en la cultura política argentina, de los derechos huma­
parte del pasado y estaba aniquilada; ya no había lugar para la so­ nos y la demanda institucional de justicia.
lución "policial" a la que se refería Perón diez años antes. Pero El nuevo prólogo oficial, de 2006, firmado por la Secretaría d e
retornaba algo de esa i n tención fallida, someter a los cabecillas Derechos Humanos de l a Nación, fuera d e esa insólita impugna­
s obrevivientes, responsables de delitos contra el Estado y la socie­ ción al texto que viene a presentar, carece de cualquier propósito
dad, al imperio de la ley. En todo caso, si algo del Perón enfren­ de ilustración o estudio del Informe como un documento histó­
tado a la guerrilla volvía en la decisión de Alfonsín, los anteceden­ rico. No es objetable que se i ncluya un texto de presentación; por
tes del nuevo presidente permitieron a muchos ilusionarse con las el contrario, era incluso recomendable y necesario, pero un estu­
garantías de un estado de derecho que podía prometer el ejerci­ dio preliminar, incluso crítico, es muy diferente d e una con­
cio de la ley en mejores condiciones. Los decretos no se referían a dena sólo respaldada por una posición oficial de poder. El único
terrorismos polarizados, sino a crímenes y responsabilidades pe­ funcionario que apareció justificando el texto fue el entonces sub­
nales; y el peso de esa decisión no estaba en la interpretación del secretario de Derechos Humanos, Rodolfo Mattarollo, a quien las
pasado, sino en la edificación hacia el futuro de un nuevo Estado fuentes indican como uno de los autores del agregado.20 1 En una
y una sociedad reconstruida. No decía que los delitos fueran com­ entrevista, el funcionario expuso algunos de los argumentos omi­
parables o equivalentes (más allá de que para los procedimientos tidos en el agregado oficial. Por una parte, mencionó una fuente
del derecho todos los delitos se hacen comparables) ; pero, si no (que debería haberse incluido en la nueva presentación si la in­
se admitía una nueva amnistía (como la que ya había fra­ tención era hacer u n aporte a la lectura y discusión del Informe) ,
casado en 1 97 3 ) la vía penal no podía dejar afuera los delitos de la de 1 98 1 , sobre la debilidad de las guerrillas en e l momento del
guerrilla. Esa decisión sintonizaba con el nuevo humor en l a so­ golpe, un dato conocido y extensamente difundido desde hacía
ciedad y en las fuerzas políticas con expresión parlamentaria. Nin- veinte años. Ninguna idea o trabajo posterior es expuesto para
1 2 6 SOBRE L-\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L-'. POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 1 27

justificar la i ntervención. Pero lo insólito viene después. No sólo significaciones de la política y de la violencia de los años setenta

reiteró que "en el prólogo histórico de la Conadep había un in­ cuando se ha vuelto a narrar el papel de las victimas como actores
tento de justificación del terrorismo de Estado" sino que: deliberados y conscientes, es decir, militantes. Es posible pensar
que el fraq¡so de las promesas nacidas en esa primera experien­
Nos pareció que equivalía en la Argentina a lo que se cia de la democracia ha abierto condiciones más receptivas a una
llama el negacionismo en Europa respecto de los críme­ recuperación de la tradición revolucionaria. Lo que anunciaba Al­

nes de los nazis. Así como en Europa hay una frontera fonsín (y e n lo que muchos creyeron) podía parecer una revolu­

que parece que no se debería sobrepasar por cuestiones ción democrática, encarnada en el Juicio y el derrocamiento polí­

éticas, nos parecía que en la Argentina ésa era la fron­ tico y simbólico de las Juntas ante un tribunal: no era el paredón

tera. Se discute mucho sobre si hay una memoria oficial. que poblaba los sueños pasados, pero parecía mostrar que era po­
Nosotros no creemos que haya una versión oficial de la sible lograr el mismo resultado sin los costos terribles de los muer­
memoria, creemos en la pluralidad de voces, testimo­ tos y la sangre. Hay que recordar que n o era simplemente un dis­

nios. Pero creemos que hay una fron tera ética de la no curso de restauración o una apelación a la normalidad de las

aceptación e n forma alguna del terrorismo de Estado.202 leyes; anunciaba una ruptura, una nueva era. Por eso podía, a la
vez, relegar el imaginario de las luchas y reemplazarlo, en un

El colmo de la operación denegatoria sobre el Informe se alcanza nuevo horizonte de transformación social y política. ¿Hubo algo
con la acusación de "negacionismo" del terrorismo de Estado al así como un ( transitorio) mito democrático? En todo caso, fue una
mismo prólogo que no sólo denuncia e investiga ese terrorismo efervescencia que, mientras duró, encontró arraigo en la socie­

sino que define los hechos como "crímenes de lesa humani­ dad y demostró su capacidad para movilizarla. El relativo cierre de

dad".203 El Nunca más, incluyendo su "Prólogo", ha sido reto­ ese horizonte futuro ha desplazado el fiel de la balanza en la con­
mado, a lo largo de veinticinco años, como una bandera y un sím­ ciencia temporal hacia el pasado: bajo la forma de la alucinación

bolo de la lucha democrática, sobre todo por el discurso de los (son las mismas luchas) , de la nostalgia o de la idealización he­
derechos humanos; fue usado, ampliado y discutido, ¿hay que roica (que puede llegar hasta la banalización mediática) , de la in­
concluir que hasta la intervención correctora no se lo sabía leer o certidumbre autocrítica o la m anipulación política. Pero también

usar? se han abierto nuevas posibilidades de interrogar las condiciones,

Si no se trata ni de simetrías ni de justificación del golpe, ni mu­ las responsabilidades y las consecuencias de la opción estratégica
cho menos de "negacionismo" del terrorismo de Estado, ¿cuál h a por la guerra revolucionaria.

sido e l problema c o n las fórmulas que propone el prólogo origi­ La intervención oficial que busca corregir el Nunca más se ins­

nal para el conglomerado oficialista, que hoy i ncluye a gran parte cribe, tardíamente, en esa revisión. En la nueva situación, en la

de los organismos de los afectados? Para responder esa pregunta que comienza a abrirse una discusión que abarca las responsabili­

hay que recuperar lo que ha cambiado respecto de ese primer dades y los crímenes de la guerrilla en el período constitucional

comenso de una memoria de la dictadura focalizada en los críme­ previo a 1976, viene a agitarse el cuco de los "dos demonios"
nes y en las promesas de la reconstrucción democrática por el como un límite o un corset orientado a clausurar esa revisión. En

solo imperio de la ley. El núcleo minoritario de los que siempre verdad, en las nuevas formas de reivindicación del mito revolucio­
rechazaron las fórmulas del Nunca más, incluido el juicio histórico nario, implantadas en el bloque que hegemoniza el discurso de
sobre la guerrilla, se ha ampliado y ha encontrado cobijo en la ad­ los derechos humanos, molesta la mención del "terrorismo de ul­
ministración de gobierno. Como se vio, algo h a cambiado e n las traizquierda", una fórmula corriente que, como se vio, estuvo muy
1 2 8 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L\ POLÍTICA Y L>\ VIOLENCIA 1 29

presente en el discurso humanista desde los años ptevios a 1 976. nes han sido parte de la militancia contestataria hablaban de los
En esta recuperación maquillada de la militancia revolucionaria las pasiones o la vida en desmedro de las prácticas arma­
no hay espacio para admitir que hubo formas que la enfrentaban das; en esa visión pacificada, en la que ya no había combatien tes
a un régimen constitucional y a la voluntad mayoritaria de la so­ decididos a matar y morir sino jóvenes abnegados y bien intencio­
ciedad. Lo que se objeta, finalmente, es menos el prólogo del nados, se exponía implícitamente el mismo distanciam iento que
Nunca más que el corazón de la argumentación del ministerio fis­ se implantab a en la sociedad respecto del "demonio" del terro­
cal en el proceso penal contra los jefes militares. Ése es el sentido rismo. Al mismo tiempo, en ese repudio tácito de la lucha armada
común (hoy expresado por el Secretario de Derechos Humanos se hacía posible una proyecció n que rectificaba el pasado para
de la Nación, Eduardo Luis Duhalde) que o directamente destacar las promesas incumplid as de una experienc ia de amplia
desprecia la significación y los efectos de la investigación desple- participa ción y protagon ismo popular, iniciada en la década de
en el Nunca más y, sobre todo, el juicio a las juntas. En el ca­ 1960. También las autocríticas al "militarismo" de las cúpulas, que
mino, buena parte del movimiento de los derechos humanos ha parecen creer que las bases de la militancia eran ajenas a la retó­
terminado renegando de su propia participación en esa primera rica de la guerra revolucion aría, alimentan una de las aristas del
etapa de realización integral, en sentido universal, de los objetivos pequeño mito de los dos demonios . Pero esos restos ya no expli­
humanistas de justicia. En esa intervención del poder administra­ can nada, salvo la buena conciencia de una identidad militante
tivo, que nadie firma, se expone una intención asimilable a lo que que reproduce la inocencia asumida por la sociedad. En ese sen­
Ricoeur llama la "memoria impuesta". A la manipulación de la tido, la intervenci ón de la Secretaría de Derechos Humanos
verdad histórica se agrega un efecto aún más pernicioso en el puede ser vista como el cierre de un ciclo. Además de tardía, pa­
plano de la conciencia pública: las imposiciones de sentido, por rece inútil, y confirma que las decisiones de ese tipo, que preten­
parte del Estado o de poderes fácticos, despojan a los actores so­ den imponerse sobre la experiencia social, siempre llegan tarde.
ciales de la potestad de relatarse a sí mismos. 204 Como consecuen­ A pesar de las reticencias de un bloque ideológico cerrado a toda
cia, el debate público, que no ha faltado, sobre ese documento y revisión de las responsabilidades de la guerrilla, hay un debate
sobre los acontecimientos de los que trata, termina aplastado en abierto que se amplía: no sólo han salido las víctimas de la guerri­
una disyuntiva menor entre el apoyo y el rechazo de una gestión lla a plantear sus propias reivindicaciones de memoria, sino que
de gobierno. se han sumado testimonio s que ventilan públicame nte los críme­
nes cometidos en nombre de la revolución . El esquema, o mejor,
Para terminar, creo que asistimos al ocaso de esa figura, la de los el eslogan, de los "dos demonios" es un clisé vacío que no satisface
"dos demonios", al menos como una representación compacta o a nadie. No satisface a los que, han buscado justificar la masacre
un mito explicativo que ha operado como un obstáculo, un punto cometida desde el Estado; y tampoco sirve a los que quieren dis­
ciego para una discusión más lúcida y comprometida del ciclo de cutir ese pasado, los que, aun rechazando esa equiparación de dos
la violencia y el térrorismo de Estado en la Argentina. En los deba­ terrorismo s o la explicació n de la dictadura como reacción a la
tes, que exceden lo jurídico, sobre la aplicación de la categoría de provocación guerrillera, reclaman revisar, discutir y juzgar las con­
crímenes de lesa humanidad a los asesinatos cometidos por la diciones y responsabilidades de los partidos armados en la catás­
guerrilla pervive la idea de un tratamiento equivalente y compen­ trofe social y política de esos años.
satorio con los crímenes del Estado. Pero fuera de ello, de los "dos
demonios" sólo han quedado significaciones parciales y residua­
les. Por ejemplo, cuando las recuperaciones testimoniales de quie-
262 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA NOTAS DEL CAPÍTULO 2 2 63

52 Íd., pp. 28-29. Leis, "Respuesta a Sergio Bufano y Mario Betteo", Lucha annada,
53 Íd., pp. 32-33, 35, 42-44. núm. 7, 2006.
54 Retomo el análisis en el apéndice "Espacios, monumentos, memoriales». 73 Sobre la acción política y el "vivirjun tos", véase Hannah Arendt, ¿ Qué
55 Sobre el exilio político véanse Marina Franco, El exilio: argentinos en es la política ?, Barcelona, Paidós, 1997. Las palabras de Bachelet son
Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008; Pablo Yan­ recogidas por Carlos Kreimer en "Polémica II" (que discute con el
kelevich (comp.) , Rejrresi6n y destierro. Itineran·os del exilio argentino, La artículo citado de S. Bufano, "Acerca de la reconciliación") , Lucha
Plata, Ediciones al Margen, 2004, y Pablo Yankelevich y Si!vinajensen, annada, núm. 7, ob. cit., p. 78.
Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos Aires,
Libros del Zorzal, 2007.
56 Sobre el tópico de las "dos Argentinas", retomado en los sesenta y los 2. LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA
setenta, véase O. Terán, "Ideas e i n telectuales en la Argentina", e n
Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura e n el siglo XX latinoamericano, 74 Para u n tratamiento exhaustivo de la investigación sobre política y
Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 54-56 y 71-81. violencia, hasta 2003, véase Luis A. Romero, "La violencia en la histo­
57 Federico Lorenz, "¿De quién es el 24 d e marzo? Las luchas por la ria argentina reciente: un estado de la cuestión", en Historizar el
memoria del golpe de 1 976", e n Elizabethjelin (comp.), Las canmemo­ pasado vivo en América Latina, 2003, en: http:/ jw;\1\v.historizarelpasa­
racianes: las disputas en lasfechas "in-ftlices , Madrid, Siglo
" XXI , 2002. dovivo.cl/ es_contenido.php.
58 Íd., p . 65. 75 Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximaci6n a la guerrilla de los
59 Íd., p. 70. años 70, Buenos Aires, Norma, 2005.
60 Sobre las declaraciones de Hebe de Bonafini véase Clarín, 3 de abril 76 O. Terán, "Entre la filosoffa y la historia: un recorrido" (1994), entre­
de 2004. vista realizada porJavier Trímboli y Roy Hora, en O. Terán, De utopías,
61 F. Lorenz, ob. cit., pp. 86-90. catástrofes y esperanzas, ob. cit., pp. 1 7-18.
62 Vuelvo sobre el tema en el apéndice, "Espacios, monumentos, memo­ 77 La reducción de todos los conflictos a la idea de un guerra i ntegral ha
riales". sido señalada hace años en una investigación que sigue manteniendo
63 Tim Cole, Selling the Holocaust, Nueva York, Roudedge, 2000, plena vigencia: María Matilde Ollier, Elfenómeno insurrecciona! y la cul­
pp. 138-139. tura política (1969-1973), Buenos Aires, CEAL, 1986.
64 Véasejürgen Habermas, "Goldhagen y el uso público de la historia", 78 Ernesto Guevara, "Crear dos, tres..., muchos Vietnam es l a consigna"
en Federico Finchelstein (comp.), Les alemanes, el Holocausto y la culpa (1957) , en Obras Completas, Buenos Aires, Andrómeda, 2002, pp. 351-352.
colectiva. El debate Goldhagen, Buenos Aires, Eudeba, 1999. 79 E. Guevara, "Guerra de guerrillas: u n método" (1963), en Obras Com­
65 Íd., pp. 208 y 210. pletas, ob. cit, p. 362.
66 Véase O. Terán, "La década del 70: la violencia d e las ideas" (2005) , 80 Véase Hannah Arendt, Sobre la violencia (1969), Madrid, Alianza, 2005,
e n De u topías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectwl, Buenos p. 57. Retomo l a oposición entre poder y violencia más adelante.
Aires, Siglo XXI 2006. Retomo el problema en el capítulo 3, "Le
, 8 1 Véase E. L Duhalde y E. M. Pérez, De Taco Ralo a la alternativa imlepen·
vimos la cara a Diosn. diente. Historia documental de las Fuerzas Annadas Peronistas y del
67 Véase E. Palti, "Introducción", en R. Koselleck, Los estratos del tiempo: · Peranismo de Base, tomo I, Buenos Aires, d e la Campana, s/f, pp. 152,
estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001, p. 23. Véase también 172-1 73, 267, 281, 300 y 327.
R. Kose!leck, Futuro pasado, ob. cit., pp. 265-266. 82 Jorge G. Castañeda, La utopia desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de
68 R. Koselleck, Los estratos del tiempo. . . , ob. cit., pp. 43-45. la izquierda en América Latina, Buenos Aires, Ariel, 1993, pp. 18-19.
69 P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oubli, ob. cit., pp. 96-97. 83 P. Calveiro, ob. cit., p . 188. Un análisis más consistente del peronismo
70 Sobre la "memoria herida" véase P. Ricoeur, La lectura del tiempo revolucionario y las relaciones con el Líder puede verse en el cap. II
pasado, ob. cit., pp. 31-36; la "memoria manipulada" aparece en P. del libro citado de María M. Ollier.
Ricoeur, La mémoire, l'l!istaire, l'oubli, ob. cit., pp. 579-581. 84 P. Calveiro, ob. cit., p. 129.
71 Véase Carlos S. Nino, "Introducción", en juicio al mal absoluto, Buenos 85 Íd., p . 55.
Aires, Emecé, 1997. 86 Íd., pp. 1 1 7-1 18.
72 P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oubli, ob. cit., p. 589. Héctor Leis se 87 Véase A. Amato, M. Seoane y V. Muleiro, "Los papeles secretos de l a
ha animado a plantear, en contra del ánimo dominante, la cuestión embajada. Anatomía de un golpe", Clarín, 22 de marzo de 1998, en:
de la reconciliación y el perdón, como una base, hoy ausente, de la http:/ /mafaldita.com/manuel/golpe.html.
reconstrucción de una comunidad política en la Argentina. Véase H . 88 Lucas Lanusse, lv[ontoneros: el mito de los 12fundadores, Buenos Aires,
Leis, "Los límites de la política: acerca d e la carta d e Osear del Vergara, 2005.
Barco", Lucha armada, núm. 5, febrero-abril de 2006. Véanse también 89 Alexandre Kojeve, La nación de autaridad, Buenos Aires, Nueva Visión,
S. Bufano, "Acerca de la reconciliación", y Mario Beteo, "Los límites 2005.
de la polémica", en Lucha armada, núm. 6, mayojulio de 2006, y H. 90 Sobre el fracaso y el aislamiento creciente de la organización de Mon-
264 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
NOTAS DE L CAPÍTULO 2 2 65

toneros en México, véase Pablo Yankelevich, "México: un exilio frac­


turado", en P. Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios del 1 0 8 Íd., p. 1 1 7.
exilio argentino, ob. cit. 1 09 Íd., p. 190. Véase también Juan B. Yofre, NadiefW?, Buenos Aires, Su­
91 D. Campione, "La izquierda no armada en Jos años setenta: tres casos, damericana, 2008, pp. 42-44.
1 973-1976", en Clara E. Lida, Horado Crespo, Pablo Yankelevich llO M. Franco, ob. cit.
(comps.), Argentina, 1976. Estudios en tomo al golpe de Estado, México, l l l Solicitada: "Unión nacional y liberación o dictadura y dependencia",
FCE, 2007, p. 86. LO, 2 9 de agosto d e 1975, p. 1 0 , citado en M. Franco, ob. cit. Para una
92 Avamada Socialista, IV, 162, p. 2, 13 de septiembre de 1975, en D. breve presentación histórica de la APDH véase Diego Díaz, "Historia
Campione, ob. cit., p. 100. de los organismos de derechos humanos: Asamblea Permanente por
93 Declaración de Comité Ejecutivo d el 24 de diciembre de 1975, en D. los D erechos Humanos" , Puentes, Comisión Provincial por la Memo­
Campione, ob. cit., p. 99. Me atengo a los pronunciamientos públicos ria, La Plata, año 3, núm. 10, agosto de 2003, pp. 71-79.

del PC. Gabriel Rot muestra que la relación d e los comunistas con la 1 1 2 La investigación sobre el exilio argentino se ha ampliado y enrique­
guerrilla es más complej a y ambigua: véase G. Rot, "El Partido Comu­ cido con una importante producción en Jos últimos años. Señalo,

nista y la lucha armada", Lucha armada, núm. 7, 2006. dentro d e un corpus mayor, los trabajos que me parecen más impor­

94 Íd., p. 100. tantes: P. Yankelevich (comp. ) , Represión y destierro .•• , ob. cit.; P.

95 J. D. Perón, La Opinión, 23 de enero d e 1974, citado en Marina Yankelevich y Silvina Jensen, Exilios. Destinos y experiencias bajo la dicta·

Franco, "Afinidades electivas: observaciones en torno a algunos dis­ dura militar, ob. cit.; Marina Franco, El exilio: argentinos en Francia
durante la dictadura, ob. cit., y S.Jensen, "Identidad, derrotero y deba­
cursos sobre la violencia en la Argentina de los años 70", 2008.
Agradezco a la autora por haberme hecho conocer este trabajo. Refe­ tes del exilio peronista en Cataluña ( 1976-1983)", Hispania Nova,

rencia electrónica: "Notas para una historia de la violencia en la núm. 5, 2005, en: http://hispanianova.rediris.es/
Argentina: una mirada desde Jos discursos del período 1973-1976", 5/articulos/5a004.htrn.
Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2008, en: http://nuevo­ 1 1 3 H. Vezzetti, Pasado y presente... , ob. cit.
mundo.revues.org/index43062.htrnl. La versión de esa exposición d e 1 14 Con algunas excepciones: ya mencioné la investigación de Maria
Perón, publicada p o r e l diario Noticias, puede verse en: Matilde Ollier, Elfenómeno insurrecciona[ y la culiura política (1969-1973),
http://www.elortiba.org/notapas10.htrnl. ob. cit. A ella se agrega e l trabajo de Claudia Hilb y Daniel Lutzl..-y, La

96 "Carta de Perón a García Elorrio", Cristianismo y Revolución, núm. 19, nueva izquierda argentina: 1960..1980 (Política y violencia), Buenos Aires,

primera quincena de 1969, contratapa. Véase también M. M. Ollier, CEAL, 1984. También Carlos A. Brocato, La Argentina que quisieron,

ob. cit., pp. 61-62. Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1985, y El exilio es nuestro,

97 Sergio Bufano, "Perón y la Triple A", Lucha Armada, núm. 2,junio­ Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1986. Pablo Giussaní , Montone­
agosto de 2005, p. 25. Sobre las relaciones del gobierno justicialista y ros. La soberbia armada, Buenos Aires, Sudamericana/ Planeta, 1984.
de Perón en particular con la dictadura de Pinochet véase Andrés Cis­ 1 15 Destaco sólo algunas obras representativas: M. Caparrós y E. Anguita,
neros y Carlos Escudé (comps.) , "Las relaciones con Chile", en La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina,
Historia de las Relaciones Exteriores A rgentinas, tomo XIV, en: Buenos Aires, Planeta, 1 997-1998, tres tomos; M. Diana, Mujeres guerri·

http://www.cema.edu.ar/ceieg/arg-rree/14/ 1 4-037.htrn. lleras, Buenos Aires, Planeta, 2006; P. Calveiro, Política y/o violencia, ob.
98 Véase Fernando Ruiz, Las palabras son acciones. Histona política y profe­ cit.; Luis Mattini, Hombres y m ujeres del PRT-ERP. De Tucumán a La

sional de La Opinión dejacobo Timerman (1971-1977), Buenos Aires, Tablada, La Plata, De la Campana, 2003; A. Longoni, Traici01leS,

Perfil Libros, 2001. Buenos Aires, Norma, 2007; M. Larraquy, Fuimos soldados. Historia

99 Íd., pp. 60-61 y 79-83. secreta de la contraofensiva montanera, Buenos Aires, Aguilar, 2006; G.

lOO Íd., pp. 51 y 83-97. Plis-Sterenberg, Monte Chingolo, Buenos Aires, Planeta, 2003; R. Pitta­
1 0 1 Íd., pp. 70 y 73-78. luga y A. Oberti, Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y

102 Para una nómina de los periodistas del diario que militaban en la pensamientos sobre la historia, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006.
1 1 6 Una excepción es la intervención de Horado Tarcus a propósito del
�errilla hacia 1971 véase íd., pp. 84-85.
103 Id., p. 88. debate sobre la violencia, e n l a que retoma algunos de estos trabajos
104 Íd., pp. 9()..9 1 . críticos producidos en e l exilio; véase H . Tarcus, "Notas para una crí­

1 0 5 Í d . , p p . 1 1()..1 1 1 . María Seoane, Todo o nada, Buenos Aires, Planeta, tica de la razón instrumental. A propósito del debate en torno a la
1 99 1 , p. 153. carta de Osear del Barco", Políticas de la memoria, CEDINCI, núm. 6/7,
106 Véase R. Camps, Caso Timerman: puntofin al, Buenos Aires, Tribuna verano 2006/2007.
Abierta, 1982, p. 83. 1 1 7 Véase R. Pittaluga y A. Oberti, "Versiones de la academia", en iVIemo­
107 LO, 16 de enero de 1972, citado en F. Ruiz, ob. cit., p. l14. El título de la rias en montaje. . . , ob. cit., IV.
nota es e.xplícito: "No sólo violan Jos derechos humanos. Las consecuencias 1 1 8 "Editorial", Controversia, México, núm. 1 , octubre de 1979, p. 2 (las
de su acción muestran la esencia antipopular de los métodos terroristas". bastardillas son del original ) . Para un estudio inicial sobre la revista
véase Inés Rojkind, "La revista Controversia: reflexión y polémica entre
266 SOBRE L.4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA NOTAS DEL CAPÍTULO 2 267

los argentinos exiliados en México", en Pablo Yankelevich (comp.), 1 28 Íd., p. 8.


Represi6n y destierro. Itinerarios del exilio argentino, ob. cit. 129 Íd., las bastardillas son del original.
1 19 H. Schmucler, "Actualidad de los derechos humanos", COTZiroversia, 130 Íd., p. 9.
núm. 1, ob. cit., p. 3. Unos años después, Beatriz Sarlo destaca e l 1 3 1 Véase "Textos políticos d e Rodolfo Walsh�, Controversia, núm. 4 , febrero
impacto d e esa pregunta e n quienes, desde Buenos Aires, buscába­ de 1980, pp. 16-18; se incluye también un testimonio de Iilia Walsh,
mos pensar ese pasado. Pero reproduce una versión cambiada: "Rigor e inteligencia en la vida de Rodolfo Walsh", y otro de Nicolás
"¿acaso Rucci no tenía también derechos humanos?"; véase B. Sarlo, Casulla, �walsh y su pensamiento político en 1976". Sobre la ruptura y el
"Una alucinación dispersa en agonía", Punto de Vista, núm. 2 1 , agosto documento de R. Galimberti yJ. Gelman, véase Bernetti y Giardinelli, ob.
de 1 984, p. 3. La pregunta ha sido repetida por otros y siempre atri­ cit., pp. 71-72 y 75-76. Los documentos de R. Walsh pueden consultarse
buida a Schmucler; yo mismo estuve convencido hasta ahora de que también en Lucha armada, núm. 5, febrero-abril de 2006, pp. 132-144.
era así, pero la mención de Rucd no está en el original. 132 N. Casullo, "Walsh y su pensamiento político en 1 976", ob. cit., p. 1 9 .
1 2 0 Mempo Giardinelli (entrevistador) , "David Tieffenberg: el socialismo 1 3 3 N . Scipioni, Las dos caras de l terrorismo, Barcelona, Círculo de Estudios
que está solo y espera", Controversia, México, núm. 4, febrero de 1980, Latinoamericanos, 1983. El libro fue escrito en 1980. Su autor había
pp. IO..l l. sido dirigente universitario, trabajó como médico en La Habana a
1 2 1 H. Schmucler, "Actualidad de los derechos humanos", ob. cit., p. 3. principios de los años sesenta y se incorporó al peronismo monto­
122 E. Mignone, Derechos humanosy sociedad. El caso argentino, Buenos nero. Murió en Barcelona en 1981. Para un cuadro general del exilio
Aires, CELS y EPN, 1991, p. 70. peronista en España y las polémicas suscitadas por el libro, véase Sil­
123 Sobre el Informe de la CIDH véase http:/ /www.cidh.oas.org/country­ vinaJensen, "Identidad, derrotero y debates del exilio peronista en
rep/Argentina80sp/ indice.htrn, y E. Crenzel, La historia politica del Cataluña ( 1 976-1983)", ob. cit.
Nunca más, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 4 1 . Para las cifras de 134 D. Bittel, ContrlJUersia, núm. l , México, octubre de 1979, p. 4.
1984 véase Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desapari­ 135 N. Scipioni, ob. cit., pp. 53, 65 y 70.
ción de personas, Buenos Aires, Eudeba, 1984, p. 1 6 . Sobre el 136 Íd., p. 1 1 1 , las bastardillas son del original.
monumento a las víctimas véase "El monumento a las víctimas del 137 Íd., pp. 90..9 1.
terrorismo de Estado", Página/12, 31 de agosto de 2007. 138 Íd., pp. 27-28.
1 2 4 H. Schmucler, "Actualidad de los derechos humanos", ob. cit., p. 3. 139 Íd., pp. 39-42, las bastardillas son del original.
Veinticuatro años después, en 2003,Jorge L. Bemetti y Mempo Giar­ 140 Íd., pp. 42-44.
dinelli vuelven sobre la intervención de Schmucler, con la que habían 141 Íd., pp. 83-89.
polemizado, para afirmar que en ese punto, como en otros, tenían 142 F. Chávez, "A modo de presentación", en E. El Kadri yJ. Rulli , Diálogos
razón. Mantienen la cifra de 30.000 sin aportar ninguna evidencia en el exilio, Buenos Aires, Foro Sur, 1984. Véase también Silvina
nueva ya que sólo pueden repetir la posición conocida de los organis­ Jensen, "Identidad, derrotero y debates del exilio peronista en Cata­
mos de los afectados. Jorge L. Bemetti y Mempo Giardinelli, México: el luña ( 1976-1 983)", ob. cit.
exilio que hemos vivido, Bernal, UNQ, 2003, p. 59. 143 E. El Kadri yJ. Rulli, Diálogos en el exilio, ob. cit. La referencia crítica al
125 Informe de la CIDH, ob. cit. La opinión de E. Mignone puede verse hombre nuevo es de El Kadri, p. 193; sobre la democracia española y
en Derechos humanos y sociedad. . . , ob. cit., p. 95. H. Schmucler, "Testi­ La Moncloa, véase J. Rulli, pp. 83 y 91.
monios de los sobrevivientes", Controv�?TSia, núm. 9/10, diciembre de 144 Íd., pp. 29 y 40.
1 980, p. 4. En verdad, ya en un artículo anterior se daba a entender 145 Íd., pp. 3 1-32, 41-44 y 6()..6 1 .
que los desaparecidos estaban muertos. Véase H. Schmucler, "La 1 4 6 La referencia a Fanon está e n íd., p . 48; sobre las responsabilidades
Argentina de adentro y la Argentina de afuera", Controversia, núm. 4, del revolucionario, véase íd., p. 22, las bastardillas son del original.
febrero de 1980, p. 4, y la respuesta de Osvaldo Pedrozo, "El inacepta· 147 Íd., p. 82, las bastardillas son del original.
ble blanqueo que propone !ajunta", ContrlJUersia, núm. 7,julio de 148 Íd., pp. 1 1 7-118.
1980, p. 14.J. L. Bernetti y M. Giardinellí se refieren a la polémica e 149 C. Brocato, La Argentina que quisieron, ob. cit., y El exilio es nuestro, ob.
incluyen en su apéndice documental un artículo del segundo de ellos, cit. También P. Giussani, ob. cit. Retomo algunas lecturas parciales de
véase México: el exilio que hemos vívido, ob. cit., pp. 61-63 y 1 94-200. esas obras en el capítulo 3, "Le vimos la cara a Dios".
126 S. Caletti, "Los marxismos que supimos conseguir", C011troversia, núm. 150 J. C. Portant:iero, "Proyecto democrático y mm�rniento popular", Con­
1 , ob. cit., pp. 1 8-20. Sobre los grupos en el exilio, las divisiones del trlJUersia, núm. 1 , ob. cit., p. 7.
peronismo y la justificación del apelativo "reflexivos", véaseJ. L. Ber­ 151 La referencia a la afirmación de N. Casullo está en R Pittaluga y A.
netti y M. Giardinelli, México: el exilio que hemos vivido, ob. cit., pp. Oberti, Memorias en montaje, ob. cit., p. 67. Véase también M. Caparrós
63-70. H. Schmucler no era peronista, aunque había apoyado a Mon­ y E. Anguita, La voluntad. . , ob. cit.
.

toneros (comunicación personal, e-mail del 1 2 de enero de 2009). 152 S. Bufano , "La guerrilla argentina. El final de una épica impura",
1 27 S. Caletti, "La revolución del voluntarismo", Controversia, núm. 2-3, Lucha annada, núm. 8, 2007.
diciembre de 1979, pp. 7-9. 153 Para un análisis del papel de los voceros de las "otras víctimas" en ese
268 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
NOTAS DEL CAPÍTULO 2 269

período, véase H. Vezzetti, "Conflictos de la memoria e n la Argen­


tina,l969-2000: un estudio histórico de la memoria social", Workshop 1 7 6 L. Mattini, "Presentación", pp. 9-10, "Prólogo a la segunda edición",
Historicizing Recent Troubles: Memory in Argentina, Chile and Perú, Insti· pp. 1 3-23, y "Prólogo-epílogo a la cuarta edición", pp. 5 0 1-508, ob. cít
tute ofl..ati n American S tudies (!LAS), Universidad de Londres,l(}.l7 1 77 VéaseJorge Falcone, Memorial de guerralarga. Un pibe entre cientos de
de octubre de 2003, en: h ttp://W"IV'Iv.historizarelpasadovivo.cl/es_con­ miles, La Plata, D e la Campana, 2001. Federico Lorenz, "'Tomala :vos,

tenido.php. Una versión de ese trabaj o fue publicada en Lucha dámela a mí'. La noche de los lápices: el deber de memoria y las
Armada, núm. 1 , diciembre de 2004-febrero de 2005. escuelas", en E . Jelin y F. G. Lorenz (comps.), memoria. La
154 B. Sarlo, "Una alucinación dispersa en agonía", ob. cit., pp. 2-3, las escuela elabora el pasado, Madrid, Siglo XXl, 2004.

bastardillas son del original. Es el mismo artículo en el que retomaba 178 Viviana Corbato, Montoneros, soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?,
y completaba una cita de H. Schmucler. Buenos Aires, Sudamericana, 1999, pp. 97-98. Véase también J. Fal­
155 Véase H. Tarros, "Notas para una crítica de la mzón instrumental", ob. cit cone, ob. cit., p. 84.

156 S. Bufano, "La guerrilla argentina", ob. cit, p. 43. 179 Victoria Ginzberg, "Lo más importante es que mis hijos no me vean

157 Luis Mattini, Homlrres y m ujeres del PRT-ERP. De Tucumán a La Tablada, derrotada", Página/12. 15 de septiembre de 1998.
180 M. Seoane y H. Ruiz Núñez, La noche de los lápices, Buenos Aires, Con­
ob. cit., p. 15.
trapunto, 1986. La película dirigida por H. Olivera es del mismo año
158 Cazo.dares de utopías, 1995, dirección de David Blaustein y guión de
Ernesto Jauretche. y lleva el mismo título.

159 Ese testimonio de Caparrós ha sido resaltado por A. Oberti y R. Pitta· 1 8 1 F. Lorenz, ob. cit., pp. 1 14-11 5.
luga, en su análisis del film, en JY!emorias en montaje• . . , ob. cit., p. 127. 1 8 2 Citado en Gonzalo L Chaves y Jorge O. Le;vinger, Los del 73. Memoria

160 M. Caparrós, entrevista incluida e n Javier Trímboli (comp.), La mont011era, La Plata, De la Campana, 1998, p. 245.
183 Véase Elke Cryglewski, "Memoria y transmisión", Simposio "Culturas
izquierda en la Argentina, Buenos Aires, Manantial, 1998, pp. 54 y 58.
161 S. Caletti, "Puentes rotos", Lucha annada, núm. 6, mayo-j ulio 2006, pp. Urbanas Buenos Aires- Berlín", Buenos Aires 27-28 de abril de 2006,
mimeo. Sobre la experiencia alemana en Wannsee, véanse Casa de la
74-77.
162 C. Reato, Operación Traviata, Buenos Aires, Sudamericana, 2008. Conferencia de Wannsee, La c011jerencia de Wan nsee y el genocidio de los
163 Véase H. Arendt, La condición humana (1958), Buenos Aires, Paidós, judíos europeos, Berlín, 2004, y el sitio http://W"IV\v.ghwk.de/engl/kop­

1993, especialmente caps. I y II. fengl.htrn.


184 Véase Marina Franco, "La 'teoría de los dos demonios': consideracio­
1 64 Marta Diana, Mujeres guerrilleras, ob. cit., pp. 20-2 1 .
1 6 5 Vuelvo sobre este punto en e l capítulo 3 , "Le vimos l a cara a Dios". nes en tomo a un imaginario histórico y a las memorias de la

166 U na excepción es el relato de la discusión y la sanción que culmina violencia en la sociedad argentina actual", en prensa. Agradezco a la
con la separación de Montoneros de Nicolás Casulla y otros, a fines autora por darme a conocer este trabajo.
de 1974. Véase La voluntad. . . , ob. cit., tomo TI, pp. 450-453. 185 La expresión d e J. A. Ramos aparece en ¿ Qué es elFIP?, citado en

1 6 7 C. Reato incluye brevemente el tema en Operación Traviata, ob. cit., Néstor Kohan, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y
latinoamericano, Buenos Aires, Biblos, 2000, p. 239.
260, 273 y 27(}.277.
168 por ejemplo, ei "Código de justicia Penal Revolucionario" y el 186 Eric Hobsbawm, "Barbarie, una guía para el usuario", Entrepasados,

"Curso de formación de cuadros", ambos de Montoneros, e n Lucha núm. 7, fines de 1994, p. 126.
1 8 7 La nota es dei S de febrero de 1974. En Ernesto Jauretche, Violencia y
annada, núm. 8, 2007, y núms. 1 0 y 1 1 , 2008.
169 S. Bufano, "La guerrilla argentina", ob. cit., p. 43. política en los 70, ob. dt p. 216.

170 C. Hilb, "La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista", Lucha 188 E. Mignone, Derechos humanos y sociedad. . . , ob. cit., p. 57.

armada, núm. 9, 2007.


1 8 9 APDH, "Acta de fundación, temas de seminarios, estatutos, normas

171 H. Tarcus, "La secta política. Ensayo acerca de la pervivencia de lo para delegaciones", Buenos Aires, s/f. "Carta remitida al E.xcmo. Sr.
Presidente de la Nación sobre ciudadanos 'desaparecidos'", en La
sagrado en la modernidad", El RodabaUo, núm. 9, verano de
Prensa [espacio de publicidad ] , 17 de mayo de 1978. Archivo
1998/1999.
CEDINCI [SJMP /CMS Cl/5-7]. Dado que mi objetivo no es hacer
172 H. Vezzetti, Pasado y presente ... , ob. cit., pp. 1 3-H.
173 Sobre la sorpresa de los militantes montoneros que pensaron inicial­ una investigación específica sobre la APDH, para el propósito de m i

mente que había sido un atentado de la ultraderecha, véase M. estudio me he limitado a las fuentes disponibles en este archivo. Para

Caparrós y E. Anguita, La valtmtad. . . , ob. cit., tomo II, pp. 184-185. una historia de la APDH véase Virginia Vecchioli, "A Juta pelo direito.

También C. Reato, Operación Traviata, ob. cit., pp. 187-189. Sobre las Engajamento militante e profissionalizaq.io dos advogados na causa

consiguas, véase César Tcach (comp.), La política en consignas. Memo­ pelos direitos humanos na Argentina", Tesis, Museo Nacional, Univer­

rias de los setenta, Rosario, Horno Sapiens, 2003.


sidad Federal de Río dejaneiro, 2006, pp. 274-286.
174 Véase M. Caparrós y E. Anguita, La voluntad. . . , ob. cit., tomo II, p. 371. 190 Sesión del Consejo de Presidencia de la APDH, Buenos Aires, diciem­
bre de 1979, pp. 3, 4-5 y 25. Archivo CEDINCI [SJMP/CMS C 1/5-7]
175 Luis Mattini, Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumán a la Tablada,
ob. cit 1 9 1 Los folletos de la APDH, sobre el Informe de la CIDH, disponibles en
el Archivo del CEDINCI, son: "Algunos testimonios de personas libe-
270 SOBRE L\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA NOTAS DEL CAPÍTULO 3 271

radas que estuvieron desaparecidas", del informe de la CIDH, s/f. [c. 207 Émile Durkheim ( 1 9 1 2 } , Les Frmnes Élémentaires de la llie Religieuse. Le
1979]. 4Siruación de las entidades d e derechos humanos. Derechos Syswne Totémique en Australie, Libro ll, "Les Croyances Élémentaires".
humanos, subversión y terrorismo" y "El derecho a la vida", del Edición electrónica: http://classiques.uqac.ca/ classiques/Dur­
informe d e la CIDH, Buenos Aires, s/f. [c. 1979]. "Conclusiones" y kheim_emile/formes_vie_relig1euse/formes_-vi e_relig1euse.html, p.
"Recomendaciones al gobierno argentino" del informe de la CIDH 1 12. [Ed. cast.: Lasformas elementales de la vida religiosa: el sistema /olé­
Buenos Aires, s/f. [c. 1979]. [S.JtviP/CMS C l/5-7 ] . El Informe com: mico en A ustralia, Madrid, Akal, 1992.]
pleto de la CIDH puede consultarse en: 208 Citado por Emilio Genúle, El culto del Littorio. La sacrali;,ación de la polí­
http://www.c idh.oas.org/countryrep /Argentina80sp/indice.htm. tica en la Italia fascista, Buenos Aires, Siglo XXl, 2007, p. 38.
1 9 2 CIDH, lnfonne sobre la situación de los Derechos Humanos en Argentina, 209 Glenn Gray, The Wí:zrrior. Rejlectit:ms on Men in Batt/e (1959 ) ,
cap. III, 4El problema de los desaparecidos", punto G, "Magnitud y University of Nebraska Press, 1998, pp. 14-15, 27, 30..3 3, 4 0 y 46-47.
secuelas del problema de los desaparecidos". Incluido en APDH, [Ed. cast.: Guerreros: reflexiones del hombre en la batalla, Barcelona,
Algunos testimonios de personas liberadas que estuvieron desaparecidas, del Inédita Ediciones, 2004.]
informe de la CIDH, ob. cit., p. 23. 2 1 0 Íd., 47.
193 Nunca más, ob. cit., p. 7. 2 1 1 S. "La vida plena", Lucha annada, núm. 1, diciembre 2004-
194 CIDH, cap. I, "El sistema político y n o rmativo argentino", punto E, febrero 2005, p. 22.
"Derechos humanos, subversión y terrorismo", reproducido en el 2 1 2 Véase S. Freud, "El malestar e n la culrura", primera parte, en Obras
folleto de la APDH, Situación de las entidades de derechos humanos. Dere­ Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, tomo XXl.
clws humanos, subversión y terrorismo, ob. cit., pp. 1 4, 1 9-20 y 22. 213 Citado e n Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, Galimberti, de Perón
195 "Prólogo", Nunca más [1984], ob. cit., p. 7. "Prólogo", Nunca más, edi­ a Susana, de Montoneros a la ClA, Buenos Aires, Norma, 2000. Véase
ción del so• Aniversario del Golpe de Estado, Buenos Aires, Eudeba, también de Galimberú "El insomnio del guerrero", en:
2006, en: http://>V"IV"IV.derhumanJus.gov.ar/anm/pdfS/Pro­ http://www.libreopinion.com jmembers/jose_marmol/ El_insom­
logo_2006.pdf. nio_del_guerrero.htm.
196 E. Crenzel, La historia política del Nunca Más, ob. cit. 2 1 4 Íd.
197 C. Brocato, "Sí, hay dos maniqueísmos", Nueva Presencia, núm. 433, 18 de
2 1 5 El testimonio del marino está incluido e n el libro de l a periodista nor-
octubre de 1985, en P. Cazes Camarero (comp.), ¿Hubo dos terrorismos ?,
teamericana Tina Rosenberg, Children of Cain. Violence and the Violent
Buenos Aires, Ediciones Reencuentro, 1 986. El debate se desarrolló en el
in Lalin A merica, Nueva York, \Villiam Morrow and Co., 1 9 9 1 , pp. 1 27-
semanario Nueva Presencia, entre sepúembre de 1985 y enero de 1986;
1 3 1 . Las declaraciones de Galimberti aparecieron en La Nación, 1 9 de
además de Brocato participaron, entre otros, Herman Schiller, Pedro
enero de 1998, y e n «EJ insomnio del guerrero·, ob. cit.
Cazes Camarero, Maria Seoane, Ismael Vriias y Hernán Invernizzi . Agra­
2 1 6 Héctor Simeoni, Aniquilen al ERP, Buenos Aires, Ediciones Cosmos,
dezco a Emilio Crenzel por haberme facilitado este material.
1985. a Vera Carnovale, quien me indicó la existencia de
1 98 C. Brocato, íd., pp. 37-39, las bastardillas son del original.
la facilitó.
199 "Prólogo", Nunca más, edición del 30° Aniversario del Golpe de
Zuker, El lrm de la victoria, Buenos Aires, Sudameri-
Estado, o b . cit.
227-240, en: http://>V"I'�v.elorúba.org/fi rme.html.
200 J. Camarasa, R. Felice y D. González, Eljuicio. Proceso al horror, Buenos
2 1 8 M. Bonasso, informe de inteligencia militar durante l a
Aires, Sudamericana/Planeta, 1985, p. 1 86. Véase también H. Vez­
dictadura. Lo q u e sabía e l 601 ", e n : http://>V"IV"IV.galeon.com/ elor-
zetú, Pasado y presente. . • , ob. cit., cap. ID.
tiba/docmon 82.html#Montoneros: _EUlanto_para_el_enemigo_. La
201 Véase Victoria Ginzberg, "De los dos demonios al terrorismo de
misma escena es contada en el documental de María Inés Roqué,
Estado", Página/12, 1 5 de mayo de 2006. Incluye u n entrevista al fun­
Papá Iván, 2000.
cionario. La mención de Mattarollo como uno de los autores aparece
2 19 Como vimos, B. Sarlo lo retoma en su análisis de las narraciones de
en E. Crenzel, ob. cit., nota 325, p. 264.
las muertes de Victoria Walsh y Paco U rondo hechas por R. Walsh y J.
202 V. Ginzberg, "De los dos demonios al terrorismo de Estado", ob. cit.
Gelman, respectivament e. Véase B. Sarlo, "Una alucinación dispersa
203 "Prólogo", Nunca más [1984], oh. cit., p. 7.
en agonía", ob. cit., p. 3.
204 P. Ricoeur, La mémoire, l 'hisloire, l'oubli, ob. cit., p. 580.
220 Véase "La guerrilla del Che en Salta, 40 años después", tesúmonio de
Héctor Jouvé, La Córdoba, núm. 1 5 , octubre de 2004, y
Luciano Monteagudo, exclusiva con el argentino Ciro
3· "LE VIMOS LA CARA A DIOS"
Bustos: Yo fui el chivo expiatorio", Página/12, 15 de abril de 200 1 , en:
http://>V"IV"I�.pag1na12.com.ar/2001/0l-04/0l-04-15 /pag3l .htm .
205 Ernesto Jauretche, Violencia y política en los 70. No dejés que te la cuenten,
221 VéaseJean Delumeau, El miedo en Occidente, Madrid, Taurus, 1989, p. 14.
Buenos Aires, Colihue, 1997, p. 29, las bastardillas son del original. La
222 J. Falcone, lYfemorial de gv.erralarga. . . , ob. cit., p. 1 52 .
frase habña sido pronunciada por Ignacio Vélez.
223 Gonzalo L . Chaves y Jorge O . Lewinger, Los del 73. Memoria montonera,
206 Véase OscarTetán, "Argentina: tocar lo intocable", Punto de Vzsta, núm. 28,
La Plata, De la Campana, 1998, pp. 178-182.
noviembre de 1986. Reproducido en De utopías, catástrofesy esperanzas, ob. cit.

You might also like