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memorias y olvidos
hugo vezzetti
� siglo veintiuno
�editores
Índice
Presentación
9
2. La política y la violenc
ia 61
La crítica de las armas: 197
l. Historia Argentina I. Título 3-1976
69
CDDAg82 La izquierda frente a la
guerrilla
70
Perón y el peronismo
71
"La Opinión"
© 2009, Siglo Veintiuno Editores S.A. 74
El exilio: visiones de la
violencia
Diseño de colección: tholón kunst 80
"::o n troversia"
84
l'eronismo crítico y autocr
Diseño de cubierta: Peter Tjebbes ítico
90
Fracturas del tiempo hist
órico
96
Vidas revolucionarias
104
•=Ca De!\Talle/¡' Las Heras 5047• VIlla Martelli
Impreso en e-'"
"La noche de los lápices
"
111
en el mes de junio de 2013 El crepúsculo de los "do
s demonios"
115
La Asamblea Permanent
Hecho el depósito que marca la !ey 11.72� e por los Derechos
Impreso enArgentina 11 Made m Argenuna Humanos (APDH) y la
Comisión
Interamericana de Derech
os Humanos (CI DH) 117
2. La política y la
ner un curso revolucionario por las armas, pero se afirma fl uencia en espej o en el curso de la confrontación, esa coinciden
mente en la tesis de la violencia reactiva a la situación creada por cia no puede ofrecerse como una clave del desastre y,
el golpe de Onganía. Es claro que en ese esquema n o el p or el contrario, llama a algún intento de explicación. En princi
surgimiento previo del EGP, de Ricardo Masetti, la primera aven pio, la captura de todas las luchas en un imaginario de guerra to
tura guerrillera impulsada por el Che en 1 963. Sin la dictadura de tal tenía sus condicione s en la configuración guevarista de la ac
Onganía y sin la movilización social y política en su contra, posi ción política. En la guerra, decía el Che, "el pueblo irá formando
blemente no habrían existido condiciones para la expansión de sus combatientes y sus conductores". Lo dice en el texto, tantas ve
iniciativas guerrilleras con apoyo social. Pero el escenario, las figu ces citado, que destacaba el odio de clase como el factor que "im
ras y cierto utilaje imaginario estaban preformados antes de la era pulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y l o
Onganía. Había ingredientes de la configuración guerrillera que convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina d e ma
dibujaban, a partir de la revolución cubana, un camino de radica tar". La idea de una "guerra total", de destrucción y aniquilación
lización armada, una decisión que no era sólo la reacción a even del enemigo, e ncajaba perfectamente con esa figura del guerri
tos decididos por otros, sino que se proponía fmjar un mundo a llero como un combatiente igualmente total y consagrado a su
su medida. Sobre esta constelación ideológica y política impac causa:
taba la dictadura de 1 9 66: para algunos venía a confirmar inme
diatamente que no había otro camino que las armas. En la socie Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve:
dad, en el período que va desde la crisis política y militar de 1969 a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay
hasta 1 97 3, crece la aceptación de las acciones de la guerrilla. El que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un mi
testimonio de Osear Terán es representativo del itinerario de mu nuto de sosiego fuera de sus cuarteles y aun dentro de
chos: el compromiso era, antes que con una organización defi los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; [ . . ] .
nida, con el "partido cubano", a partir de la convicción de una vía Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial to
revolucionaria incuestionable para América Latina, expuesta en la davía, pero se notarán los signos del decaimiento que
práctica de Fidel Castro y en los escritos del Che, "canónicamente asoma.78
simplificados" por Régis Debray.76 En el discurso al menos, la op
ción por la lucha armada estaba bien implantada en la izquierda Es claro que esa voluntad de guerra no era defensiva en el plano
política desde antes de 1966; estaban el método (el foco) y la es militar; una guerra defensiva no es total sino limitada en cuanto
cena anticipada de una guerra inevitable. El pasaj e al acto depen a los medios y los objetivos. Es más, en el paradigma guevarista la
dió de factores históricos conocidos: el golpe militar de 1 966, so guerra revolucionaria debía ser desencadenada antes que el ene
bre todo después del Cordobazo, y la convergencia con el migo actuara y se presentara militarmente como tal; uno de los
peronismo radicalizado que arrastraba las expresiones juveniles. núcleos de la doctrina foquista afirmaba que había que provo
Las condiciones del desencadenamiento de la violencia insur carla para obligar al enemigo de clase a exhibir su costado más
gente, entonces, no se reducir a un esquema simple, y en el sanguinario:
propio análisis de Calveiro se destacan rasgos inherentes a esa em
presa, capturada baj o las formas de la guerra revolucionaria.77 La dictadura trata constantemente de ejercerse sin el uso
No puede decirse, como lo hace Calveiro, que los grupos gue aparatoso de la fuerza; el obligar a presentarse sin dis
rrilleros terminaron adoptando el universo de valores y mitos de fraz, es decir en su aspecto verdadero de dictadura vio
la organización militar que combatían. Si hubo una suerte de in- lenta de las clases reaccionarias, contribuirá a su desen-
64 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L.\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 65
mascarami ento, lo que prof undi zará la lucha hast<1. extre vuelco a una vi olenci a que se hace cada vez más i ndi scri mi nada, es
mos tales que y a no se puede regresar.í9 deci r, terrorista, justamente cuando se hace claro que el consenti
mi ento está con Perón y e l peroni smo "clási co", una variopi nta co
La experi enci a guerri llera se hace pensable a parti r de esa escena ali ci ón política y soci al que no era (y nunca fu e) revoluci onari a.
relegada, la guerra, que no es cualqui er violenci a; es una violenci a U na pregunta queda flotando y si n respuesta en el análi si s de
si stemáti ca, o:; gani zada, conduci da por una estructura jerarqui Calvei ro: ¿por qué en la organi zaci ón guerrillera peroni sta ter
zada y someti da a la uni dad de mando. Y desde el momento en mi nó prevaleci endo el núcle o que era, según la visi ón bi en f un
que los confli ctos quedaban reduci dos al esquema de la guerra, dada de la autora, políti camente más rudi mentario? El núcleo na
los procedi mi entos de la mi li ci a armada termi naban i mponi én ci onali sta católi co, con i ncrustaci ones f asci stas, sosteni do en el
dose sobre el conjunto de la f ormaci ón políti ca. Son superfluas culto al coraje y la efi caci a pri maria de la vi olenci a, i mpus o su línea
las autocríticas que i nsi sten en las "desviaci ones mi li taristas": si el y su ejemplo sobre el grupo que parecía políticamente mejor f or
escenario de los conf li ctos es concebi do como una guerra, es el mado, las Fuerzas Armadas Revoluci onari as (FAR) . En la hi storia
ejérci to (o un remedo de él) lo que necesariamente va a prevale de las Fuerzas Armadas Peroni stas (FAP) , muy bi en documentada
cer. Las co nsecuenci as, en la Argen ti na, son bi en conoci das. Por en el li bro de Eduardo L. Duhalde y Eduardo M. Pérez, puede
una parte, se consoli daba un proceso de mi li tari zaci ón de la ac verse una trayectoria que va en la mi sma di recci ón.81 En 1968 ya
ci ón social en barri os y f ábri cas, subordi nada a la doctri na y los hablaban de guerra revoluci onaria, en línea con la doctri na cu
procedi mi entos de los guerreros. Por otra, una buena proporci ón bana. Después del f racaso de Taco Ralo hi ci eron una autocríti ca
de los esfu erzos de la di recci ón revoluci onaria debían apli carse a de las tendencias f oqui stas que los habían llevado a esa acci ón. En
di sci pli nar a la propi a tropa. En ese senti do, la guerra sepultaba a la mi sma época, 1970, criticaban las ci rcunstancias delas esi nato de
la políti ca, si por políti ca se enti ende la acci ón destinada a mover, Aramburu: aprobaban la ejecuci ón como un acto de justici a revo
ganar y orientar la voluntad colectiva. luci onaria, pero afirmaban que era una acci ón para culmi nar un
No di go que donde hay violenci a no hay política. Pero no hay proceso y no para i ni ci arlo. Fueron mucho más críticos con el ase
nada más alejado de la políti ca que la terri ble consi gna que rezaba si nato del gremi alistaj osé Alonso, porque sostenían que la lucha
"el poder nace del fu si l", que podía servi r i gualmente a una mi li ci::t contra la burocraci a si ndi cal debía estar a cargo del movimi ento
revoluci onaria o a una banda de gánsteres. El poder (sigo a Han obrero en el enf rentami ento antipatronal. Todo cambi ó en un par
nah Arendt) no está en las armas si no en el consentimi ento, es de de años (después de la f ractura que sufri ó la organi zaci ón haci a fi
ci r, Ga al mente, en el pueblo, si se qui ere recuperar esa vieja cate nes de 1971) : en abril de 1972 las FAP asesi naban al jef e de perso
goría a la que es i mposi ble renunci ar. Hay no sólo dif erenci a si no nal de FIAT Córdoba. Para entonces, la "burocraci a i ntegraci o
verdadera oposi ci ón entre el poder político y la violenci a si stemá ni sta" quedaba ubi cada defi ni tivamente en el campo de las clases
tica y organi zada. El poder, di ce Arendt, requi ere del "número", domi nantes y se convertía en un blanco justificado. Ese curso se
algo de lo cual puede presci ndi r la violenci a, que depende sobre prof undi zó con la oposi ci ón a la sali da electoral. El 22 de mayo de
to do de los "i nstrumentos". Si empre, en térmi nos políti cos, la ten 1973 (tres días antes de la asunci ón de Cámpora) asesi naban a
taci ón de recurrir a la violenci a nace de la pérdi da de poder; como Di rk K loosterman, secretario general del Si ndi cato de Mecáni cos y
consecuenci a, una violenci a que ya no se apoya ni se sujeta al po Afi nes del Transporte Automotor (SiYIATA) . Desde entonces se de
der termina i nvirtiendo la esti maci ón de los medi os y los fines.80 Es di caron a ampli ar las acci ones terrori stas contra burócratas si ndi
justamente la derrota políti ca y la pérdi da de poder, en el sentido cales y personal di rectivo d e f ábri cas y empresas. Más que una des
i nvocado, lo que permi te entender, en la guerrilla montonera, el viaci ón, ese curso muestra la i mplantaci ón de ese escenari o de
LA POLÍTICA Y LA. VIOLENCIA 67
66 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
ridad de Montoneros, desde el asesinato de Aramburu hasta 1 973 organizaciones y crece en el período constitucional abierto en
dependía de que enfrentaba una dictadura y acompañaba la lu � 1973. En ese terreno, como en otros, no existen recuerdos puros:
cha por el retorno del Líder. No muchos de los que voceaban con los ejercicios de memoria no se separan de las cosmovisiones ideo
signas revolucionarias estaban dispuestos a los costos terribles de lógicas, las filiaciones o las desafiliaciones, las fidelidades, las rup
continuar una guerra, sobre todo si terminaba siendo contra Pe turas o las reevaluaciones. Las representaciones y los juicios sobre
rón. Enfrentarlo con el cadáver de Rucci fue un error grosero y la violencia y el terrorismo revolucionarios, los análisis críticos o
sin retorno; pero también era una consecuencia del curso ante las formas de rememoración se han ordenado en diversos mo
rior, de las definiciones sobre la guerra y de la creencia de que ve mentos salientes de la experiencia histórica de estos últimos
nían a encabezar una revolución que sólo requeriría coraje y san treinta y cinco años.
gre. A partir de ese proyecto desbordado, no cabía la posibilidad Brevemente, en un primer momento, hacia 1 97 3, hubo un ex
de que se resituaran en el interior del movimiento para buscar una tenso tratamiento político e intelectual público sobre la guerrilla,
acción política más terrenal. Kojeve, en su notable elucidación de en la izquierda y los partidos populares. Una segunda etapa se
la cuestión de la autoridad, proporciona un marco conceptual que abrió en el exilio, en los primeros años de la dictadura; en parte
puede servir para pensar ese trágico malentendido entre Perón v recogía las posiciones anteriores pero agregaba una reflexión en
los Montoneros.89 Si la lucha del núcleo combatiente en el interio � caliente sobre la derrota y el fracaso de la vía armada en la Argen
del peronismo aparecía impulsada por la autoridad del Amo (en tina y en América Latina. Con el ocaso de la dictadura, un perío
todo caso de un Amo a construir), que es quien apuesta al futuro y do más transitado por los estudios históricos y los testimonios, se
arriesga la propia en el inevitable enfrentamiento con Perón inaugura una nueva constelación de sentidos dominada por el
acontecimiento mayor, el terrorismo de Estado: la de
chocaba con otro principio y otra figura de autoridad: el Padre,
que remite al pasado y la filiación. Allí radicaba el desencuentro las víctimas relega al olvido las estampas combatientes. Toda con
fundamental: en una formación política como la del peronismo, figuración de memorias produce sus propias zonas de olvido. En
determinada por la tradición y la subordinación al Líder, no había 1 9 83, u n momento dominado por el impacto del Nunca más y el
espacio para un liderazgo revolucionario, salvo como derroca Juicio a las Juntas, por las escenas del "chupadero" y las prácticas
miento y reemplazo del Padre por un Amo. El malentendido ad de exterminio, no cabían los relatos heroicos ni (casi) los juicios
quiere la forma de una leyenda mistificadora cuando se pretende críticos sobre la guerrilla.
En verdad, el rechazo de la aventura miliciana se había edifi
que en la Resistencia anidaba ya el germen de esa reorientación re-
cado antes, sobre todo durante la experiencia del exilio. Es lo que
70 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA U\ POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 71
muestra la disponible sobre esa etapa cumplida en Ciapponi. El PCR llamó a votar en blanco con la "Ni
el exterior, que fue central en la reconfiguración de las represen golpe ni elección, revolución". Los tres rechazaban la forma del
taciones sobre el ciclo revolucionario y sus relaciones con el terro "ejército revolucionario" y coincidían en considerar que las accio
rismo impuesto por la dictadura: en cuanto predominaba la soli nes guerrilleras no sólo estaban disociadas de la efectiva
daridad con las víctimas y el nuevo discurso sobre los derechos de los sectores obreros y populares sino que favorecían los objeti
humanos, se opacaba o directamente se impugnaba la narrativa vos del bloque reaccionario que buscaba profundizar un curso re
de los combates por la revolución. En el exilio, después de la de presivo sobre el movimiento social.91 Las críticas se profundizaron
rrota, las revisiones personales y políticas llevaron a la mayor parte con el creciente aislamiento social de la guerrilla y el vuelco al te
de los militantes y los simpatizantes de la causa revolucionaria a rrorismo. En septiembre de 1975, el PST se refería a los asesinatos
distanciarse de la fe en el poder supremo de las armas. La única cruzados entre la Triple A y la guerrilla: "La abundancia de cadá
organización que subsistía y mantenía la opción guerrillera, Mon veres produce un acostumbramiento [. . ] una confusa orgía de
.
toneros, sufrió un creciente aislamiento entre quienes sostenían sangre, más parecida a las 'vendettas' sicilianas que a una lucha
esa opinión, que se convirtió en abierto rechazo, incluso en frac política".92 En diciembre de ese año, frente al intento de copa
turas internas, en ocasión de la insensata "contraofensiva" de miento del cuartel de Monte Chingolo por parte del ERP, el PC
1979.90 Allí donde hubo condiciones culturales y sociales favora manifestaba públicamente su repudio por "el crimen de llevar a la
bles, y actores intelectuales dispuestos a revisar el pasado, se des masacre a tantos jóvenes argentinos, civiles y militares", y denun
plegó una primera renovación del pensamiento de la izquierda ciaba que esa acción "objetivamente facilita las condiciones para
marxista y peronista. Luego, en el pico de la reconfiguración de un nuevo y sangriento golpe de la CIA y sus agentes".93 El PCR,
mocrática, el foco potente que denunciaba los crímenes de Es por su parte, usaba desde bastante antes la expresión "formas te
tado terminó difuminando, hacia el pasado, esa extensa crítica a rroristas pequeño-burguesas" para referirse a las acciones de la
una acción guerrillera que, en el discurso de la izquierda no gue guerrilla.94
rrillera y de la opinión progresista, se calificaba como terrorista.
PERÓN Y EL PERONISMO
versivas". En una intervención tensa, destinada a provocar a los di �"'""'';t' también. Porque ésta es una Cuarta Internacio
putados de filiación montonera (que renunciaron a sus bancas nal que se funda con una finalidad totalmente diferente
dos días después), Perón trazaba una apreciación sobre la violen de la Tercera Internacional que fue comunista, pero co
cia que, más allá de algunas pintorescas anécdotas personales, se munista o rtodoxa. Aquí no hay nada de comunismo, es
inscribía en la ideología de la seguridad nacional que dominaba un movimiento marxista deformado que pretende impo
el discurso de los ejércitos americanos. Consolidaba con su autori nerse en todas partes por la lucha. A la lucha, yo soy téc
dad política y su liderazgo en la sociedad el cambio en la repre nico en eso, no hay nada que hacerle, más que impo
sentación de lo que ahora llamaba "organizaciones terroristas", nerle y enfrentarle con la lucha. [ ... ] Porque nosotros
"una banda de asaltantes que invoca cuestiones ideológicas o po desgraciadamente tenemos que actuar dentro de la ley,
líticas para cometer un crimen". Perón hacía más que respaldar a porque sí en este momento no tuviéramos que actuar
la derecha de su movimiento, sobre todo a las dirigencias sindica dentro de la ley ya le habríamos terminado en una se
les, y tomarse revancha por el asesinato de Rucci: imponía un mana. Estamos afrontando esa responsabilidad que
nuevo relato sobre la violencia revolucionaria. Ya no había cir nos ha dado plebiscitariamente el pueblo argentino.
cunstancias históricas ni violencias estructurales emanadas desde Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No
los poderes dominantes que pudieran ser esgrimidas como j usti- nos han pegado con saliva. Nosotros vamos a proceder de
. ficación, ni siquiera corno atenuantes; no había tampoco espacio acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si
para la explicación por el error o la "desviación", que era un argu no hay ley, fuera de la ley también vamos a hacer y lo va
mento presente en algunos sectores de la izquierda progresista mos a hacer violentamente. Porque [a] la violencia no se
que criticaban los métodos de la guerrilla. Todo quedaba redu le puede oponer otra cosa que la propia violencia.95
cido a una pura acción criminal que, además, respondía a un
complot internacional: un movimiento subversivo que se dirigía Cinco años antes, en una carta aJuan García Elorrio, Perón había
desde el exterior (más precisamente desde Francia), que estaba ofrecido una visión opuesta del movimiento internacional: "se ini
presente en (Francia, Alemania, España) y que se expan cia la primera revolución mundial", decía, y afirmaba que sería
día en América Latina: Uruguay, Bolivia, Chile. También exponía más importante que la que no fue mundial sino sólo
ambiguamente las ventajas de una acción represiva no st�etada a rusa. Enlazaba directamente el mayo francés con el Cordobazo,
las formas jurídicas: como una serie que iba a continuarse, y se entusiasmaba con las
consignas del año 68 que anunciaban que "la sociedad enajenada
Ustedes ven que lo que se produce aquí, se produce en debe desaparecer de la historia". Terminaba preguntándose:
todas partes. Está en Alemania, en Francia. En este mo "¿Cómo puedo yo estar en desacuerdo con la actual revolución, si
mento Francia tiene un problema gravísimo de ese or es lo que vengo pensando y tratando de hace más de veinti
den. Y ellos lo dejaron funcionar allí, n o tuvieron la re cinco años de lucha?".96
presión suficiente. En estos momentos, el gobierno En el discurso de 197 4 Perón daba crédito a una geopolítica de la
francés está por tomar medidas drásticas y violentas para subversión que no era nueva; ya a la doctrina de la segu
reprimir eso que ellos mismos dejaron funcionar. [ ... ] ridad continental, esa geopolítica sostendrá las iniciativas de cola
Está en todas partes: en Uruguay, en Chile, con distintos boración de los ejércitos latinoamericanos que culminaron con el
nombres. Y ellos son los responsables de lo que le ha pa "Plan Cóndor". Perón no estuvo entre quienes la formularon ni
sado a Allende. Son ellos y están aquí en la República Ar- promovió una política exterior, en el ámbito latinoamericano,
74 SOBRE LA V I O LENCIA REVOLUCIONARIA
Lt\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 75
acorde con esas premisas. Puede pensarse que ese que reto
los extremos, pero era también un problema profundamente ins
maba fórmulas de una derecha reaccionaria era una respuesta co
talado en el debate público, en una movilización de la opinión
yuntural en el enfrentamiento con la convicción revolucionaria
que no coincidía con el simple llamado a la represión. Durante
montonera, pero contribuyó a consolidar y a dar legitimidad a esa un tiempo, antes de la aparición de la Triple A, la discusión y la
nueva visión de la guerrilla como una actividad criminal que res
condena estaban restringidas a lo que se llamaba "terrorismo de
pondía a intereses externos. Mucho más cuando, pocos meses izquierda". El modelo explicativo sobre la violencia política inver
después, en mayo de 1974, Perón fue el primer presidente consti tía el relato vigente en los años del Cordobazo: ya no era la violen
tucional de un país americano, incluyendo los Estados Unidos, cia insurgente, "de abajo", la que respondía a la del régimen, "de
que recibió al dictador Augusto Pinochet.97 arriba", sino que, en un espacio equiparable de enfrentamientos,
La dictadura instalada en 1976 puso en práctica una metodolo las acciones de la milicia insurgente desencadenaban la respuesta
gía represiva y de exterminio que no tenía antecedente en la Ar represiva. Es el mismo esquema que los voceros de la dictadura
gentina. Pero no necesitó crear nuevas imágenes o visiones sobre usaron después para defenderse de sus crímenes en lo que llama
la violencia revolucionaria o el fantasma de la s�bversión. Todo
ban una "guerra" que no habían iniciado. Ya antes del golpe,
estaba ya dicho en una construcción discursiva que retornaba y
junto con esa inversión del esquema acción/reacción respecto del
ampliaba los motivos de la seguridad nacional, nacidos en las comienzo de la violencia, nacía esa representación de una guerra
Fuerzas Armadas, instalados en el discurso de la derecha, en el en la que estaban justificados métodos represivos excepcionales.
Partido Justicialista (PJ) y el sindicalismo y, finalmente, consagra La reversión en la representación de la guerrilla se instalaba más
dos con caracteres propios por el gran enunciador de la política allá del peronismo en una opinión pública política que se había
que fue Perón: la criminalidad, el carácter "apátrida" y el com mostrado ampliamente movilizada desde, por lo menos, fines de
plot internacional, la idea ampliada de la subversión, la apela los sesenta. Para calibrar qué cambiaba en las representaciones so
ción nacionalista, incluso el argumento sobre las debilidades de bre la guerrilla vale la pena explorar qué pasaba antes de 1973, en
la ley para reprimir las nuevas formas de la insurgencia. Dos nú el período que desembocó en las elecciones que llevaron a Cárn
cleos centrales del discurso con el que la dictadura buscó justifi pora, en mayo, y a Perón, en octubre, al gobierno. También para
car su empresa de represión y exterminio estaban ya acuñados ese ciclo LO es una fuente inapreciable a la hora de abordar los
hacia 1974: primero, la violencia guerrillera fue la que inició el cambios y los conflictos en una configuración ideológica y cultu
conflicto y obligó a las fuerzas del orden a responder a una pro ral genéricamente de izquierda, que comunicaba tradiciones co
vocación no buscada; segundo, la subversión había nacido de un munistas y socialistas con el sector progresista de la Unión Cívica
impulso ajeno, extraño a la sociedad argentina. Radical (UCR) y las expresiones del peronismo revolucionario.
LO nació en 1971 en un tiempo marcado por los cambios en el
programa de la llamada Revolución Argentina, ahora comandada
"
"L>\ OPINIÓN
por Lanusse, que se orientaban hacia una salida electoral y alguna
forma de acuerdo con Perón. Creada por Jacobo Timerman, he
Marina Franco, en el texto ya citado, ha explorado inicialmente el redero de la revista Primera Plana, era un diario de ideas y de inter
discurso público sobre la violencia guerrillera en La Opinión (LO), pretación, sobre todo a través de notas firmadas y columnistas in
en el período 1973-1976. Su investigación restituye algo de lo olvi vitados: renunció a la fotografía, casi no cubría la actualidad
dado en las evocaciones posteriores sobre los setenta: la violencia deportiva y borró de su agenda las noticias policiales. Su universo
política era parte de un proceso de radicalización y de ascenso de era la política, el mundo social, la economía y la cultura, con un
LA POLÍTICA Y LA VIOL
ENCIA 77
76 SOBRE L4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
la guerrilla
política y las actividades de
foco muy destacado sobre la situación internacional. En síntesis, El tema de la violencia
ional y lati
r destacado, en el ámbito nac
era el diario de los políticos, los universitarios, el mundo intelec habían ocupado un luga
bios en el tra
ienzos del diario. Los cam
tual y los empresarios; comunicaba, como ningún otro, el campo noamericano, en los com
com o una expresión re
pueden tomarse
político y el campo intelectual, con una fuerte vocación de im tamiento de la cuestión
s que ese medio n
cambios en las opinione �
pacto en la esfera pública. El elenco de periodistas, a pesar de los presentaúva de los
a form ar. Por otra part e, la Vl
con trib uía
cambios y fracturas, representaba una configuración intelectual sólo reflejaba sino que
relaciones en un
integraba a una trama de
crítica, que era dominante en esos años; incluía peronistas, sobre sión de la guerrilla se
Armadas,
rporaba a partidos, Fuerzas
todo de la "tendencia revolucionaria", socialistas y periodistas de campo complejo que inco . .
. Imeta1 mente,
resanado y umvers1'dad .
lOO
izquierda, incluso algunos liberales: H. Verbitsky, P. Urondo, M. sind icatos, Iglesm, emp
. .
más equitativa de los beneficios".103 En el tratamiento de las accio de "lucha contra la subvers
"
·
peromsmo,
có después del triunfo del
nes guerrilleras, podía incluirse cada tanto alguna crítica referida cuestionamiento se intensifi
la
ncia de Perón.
siempre a cuestiones de oportunidad o a las modalidades elegi sobre todo con la preside a
cam bio y
entre las fuerzas del
das. Pero, en este primer periodo, el diario no adoptó nunca el lla dejaba de estar situada , "revo lu-
a la
ción y de los obstaculos
lenguaje de las Fuerzas Armadas: no los llamaba "terroristas" ni integrar el campo de la reac
es bastante recurrente) que
_
"delincuentes subversivos", ni definía su lucha como "sedición". ción pacífica" (el término , .
yo al anciano hder
Hacia 1972 se incrementó el tono critico (sobre todo en rela - e1 pr0�
na 5,,._.., aeneral Perón. El diario apo
....,a del o
cumento
rrilla y dio a conocer el "Do
ción con el ERP) y aparecieron otros adjetivos: "extremista ", para en su combate contra la gue bre de
ci, en octu
s del asesinato de Ruc
referirse a los sujetos, y "terrorista", a veces, para calificar las acdo reservado" emitido despué ltra-
la infi
nes.104 LO era también el órgano periodístico que más a depurar el movimiento de
y 1973 con instrucciones par
antecedente directo
tratamiento ofrecía a las denuncias de la actividad represiva, que . 'n e lo que llamaba la "ultraizquierda", un
ClO d •
urecim1ento
le A.l09 LO acompañó el end
ya entonces incluía procedimientos ilegales; el diario se ocupó ex del nacimiento de la Trip
Azu l y, aunque no
el ataque al cuartel de
tensamente del secuestro y desaparición de Luis Pujals (en sep del discurso de Perón tras
le A, siem
vidades criminales de la Trip
tiembre de 1971) y de la muerte de Juan Pablo Maestre y la des dejó de cuestionar las acti
idad del Presidente. _
aparición de su mttier, Mirta Misetich. En enero de 1972 publicó pre disimuló la responsabil
3-1976
Franco sobre el penodo 197
una larga denuncia de torturas contra guerrilleros presos reali La investirración de Marina
acto res pol íticos
zada por Mario Roberto Santucho, entonces detenido, y difun :
analiza sobr todo las dec
laraciones de diversos
ón e n "e
da cuenta de la implantaci � � �
dida por el Foro por los Derechos Humanos, que nucleaba a abo recogidas por el diario y
er s1gn� ;
a del "terrorismo de cualqUJ
gados defensores de presos políticos; en esa oportunidad estuvo quema bipolar" de conden
o a la vio
cerca de ser clausurado.10 5 Esas posiciones del diario terminaron uncias se dedican sobre tod
es más advierte que las den
ón, "la violen�ia
d tir del gobierno de Per
marcando para siempre la relación con los círculos militares. Aun lencia e izquierda. A par
ampha,
cuando en 1976 se inclinó a favor del golpe, en apoyo del sector es caracterizada como terro
rista o extremista de manera
ierda era considerada 'sub
versiva', la de
videlista, el respaldo inicial a la guerrilla estuvo entre las justifica pero mientras la de izqu
tiva, incluso
era presentada como reac
ciones dadas por el entonces coronel Ramón Camps para la de derecha era 'represiva"', y
[ención dejacobo Timerman en 1977.106
,. rilla . 110
"
como ·contraguer
So SOBRE L>\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U POLÍTICA Y L'\ VIOLENCIA SI
en lo atinente a las ideas y las representaciones, hoy deben ser re cho menos el peso que la democracia y los derechos humanos
visados para reconocer las transiciones, interacciones y resonan iban a tener en un cambio de régimen que, antes del fracaso de
cias en el terreno de las visiones y, sobre todo, de las intervencio Malvinas, nadie antici paba. Esas i ntervenciones estaban a cargo
nes, que no se ordenan según el esquema fij ado por las rupturas de mili tantes y ex militantes que revisaban de modo nada compla
políticas. La serie de las fechas emblemáticas se ordena desde el ciente su propia experiencia, los programas, los medios y los fines,
presente hacia el pasado. En 1983, la democracia imponía la cer las condiciones de la derrota y las responsabilidades de las organi
teza de un corte y, consecuentemente, establecía hacia a trás una zaciones; todas esas cuestiones han quedado opacadas, por lo me
ruptura nítida anterior en 1976. Y sin embargo, como se vio, la nos, en el sentido común de muchas de las intervenciones de l os
i rrupción de la dictadura arrastraba una edificación discursiva de últim os años . 1 16 Una forma notoria del olvido de ese legado crí
la figura de la subversión y de la voluntad de reprimirla a cual tico es el tabú nominalista que evita usar el término "terrorismo"
quier costo que había comenzado antes, dentro de una constela (que tiene una larga tradición en la izquierda política e intelec
ción ideológica y retórica más amplia, que incluía a Perón y al pe tual, desde Lenin y Trotsky a Merleau-Ponty) para dar cuenta de
ronismo. Al mismo tiempo, en 1983, una sensibilidad de quiebre las prácticas armadas de los setenta. Frente al peso, entonces, de
con el tiempo anterior instalaba la vivencia de un nacimiento en una formación de memorias y olvidos que es hegemónica en el
el que nada podía reconocerse d e la experiencia social bajo la dic discurso de la izquierda y en las expresiones residuales del pero
tadura. Se vivía el fin de una época y todo lo que emergía parecía nismo revolucionario, y que ha penetrado el movimiento de los
revestido de los atributos de lo nuevo, incluso de un descubri derechos humanos; frente a las visiones maniqueas, las autocríti
miento instantáneo: l a democracia, los derechos humanos, el re cas complacientes, los eufemismos y las reticencias a enfrentar los
chazo de la violencia y el imperativo de justicia. Es sabido que casi costos terribles de l a muerte y la sangre de trás de las estampas del
no surgieron trabajos sobre la militancia revolucionaria en los pri heroísmo o l a coartada de las buenas intenciones, hay lecciones
meros años de la democracia.1 14 En un segundo momento, avan que aprender de la combinación de compromiso intelectual y pa
zados los noventa, han aflorado testimonios, autocríticas y algunas sión con que algunos, en el exilio, colectiva o individualmente,
investigaciones. Invariablemente, toda nueva formación o revisión fueron capaces de plantear preguntas e impugnaciones volcadas
del pasado genera sus propios olvidos. Sobre la militancia en los sobre ese pasado trágico. Para ello hay que desconfiar de la me
setenta y la violencia hay una nutrida producción: testimonios moria y remitirse a lasfuentes. No hay duda, la memoria testimonial,
(Martín Caparrós y Eduardo Anguita, Marta Diana), ensayos his aun con sus límites y sus amnesias parciales, es una gran h erra
tóricos autocríticas (P. Calveiro, Luis Mattini) , exploraciones de la mienta de conocimiento y comprensión, pero si se l a controla es
moral combatiente (Ana Longoni) , relatos novelados de la épica mejor. Y en este caso, la lectura de las fuentes proporciona una
guerrillera (Marcelo Larraquy, Gustavo Plis..Sterenberg) , incluso buena base para renovar y relanzar los debates sobre la violencia
reconstrucciones que buscan recuperar y revisar los ideales y los revolucionaria.
sujetos desde la tradición de una izquierda renovada (Roberto Pit Ante todo, contrariamente a una opinión que se reitera en tra
taluga y Alejandra Oberti ) . 1 1 5 baj os recientes, fueron cuestiones que se discutieron abierta
En ese manoj o de miradas arroj adas sobre la militancia ha ha mente durante el exilio y en textos que se gestaron en esos años
bido poco espacio para admitir las impugnaciones nacidas de la aunque se publicaron después. La guerrilla mereció un trata
propia experiencia revolucionaria en las condiciones del exilio. Es miento bastante extendido y diferenciado. Si el Nunca más im
importante recuperar esos debates, lanzados cuando nada estaba puso, en los comienzos de l a democracia, un molde narrativo so
asegurado, cuando era difícil prever el fin de la dictadura y mu- bre los setenta que vino a opacar, en un primer momento, las
SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U\ POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 8 s
_. u,.��. la
se creía que el EsL<'1do era sólo un aparato, y en · '"" '
habían elaborado en el exilio -el "respeto global de codos los de cionaria de los setenta. Las trampas de la memoria edifican vacíos
rechos humanos"-, llegaban a una conclusión lapidaria: si esa y reescriben la historia hacia atrás. ¿Cómo entender que Nicolás
constelación político-militar, es decir, Montoneros, hubiera lle Casullo afirme, en 1996, que para hablar públicamente de Ro
gado a tomar el poder, ellos mismos, Rulli y El Kadri, habrían sido dolfo Walsh, en 1979, había que disimular su condición de oficial
perseguidos.148 montonero, cuando él mismo había hablado en Controversia sobre
las cartas de Walsh escritas en esa condición? La dinámica del ol
vido no se reduce a suprimir, también reescribe incesantemente
FRACTURAS DEL TIEl\iPO HISTÓRICO el pasado. Y en la historia de la militancia revolucionaria las pági
nas perdidas o tachadas se reemplazan, o se reciclan, con nuevas
Lo expuesto está lejos de constituir un estudio suficiente de la ela ilustraciones. En principio, ha habido un giro hacia la reconstruc
boración crítica desplegada en el exilio sobre la empresa revolu ción romántica y la epopeya subjetiva, una evocación de las luchas
cionaria. Por otra parte, sobre el tópico de la militancia y la vio que destaca la vida intensa y los ideales, y relega las responsabili
lencia me he limitado a revisar textos anteriores a 1984 y he dades morales y políticas. Esas narraciones, ejemplarmente ex
dejado de lado otra producción que es también resultado del exi puestas en una obra coral como La voluntad, parecen proyectar
lio y que merece un trabajo mucho más exhaustivo que el que hacia atrás, en espejo invertido, esa sospecha de olvido de un
puedo ofrecer aquí, sobre todo los libros de Carlos Brocato y Pa tiempo pleno, que es en verdad el resultado de una imaginación
blo Giussani. 149 Hay o tras cuestiones, que merecerían un estudio retrospectiva.151 Pero esa expresión nostálgica de una militancia
aparte, de las que no me voy a ocupar. Por ejemplo, la irrupción sublimada se ha edificado a costa de otro olvido mayor, el de los
de la democracia como idea de la sociedad y la política, como re costos terribles de la aventura revolucionaria, y en ella ha que
sultado de la experiencia en el exilio, pero también como un mo dado relegado un juicio que, en el exilio, no se alimentaba de las
tivo y un valor, proyectados al juicio sobre el pasado. Ciertamente, evocaciones satisfechas sino de las sombras de la tragedia.
el problema quedó instalado c.:m más fuerza en el momento de la Ya se dijo, la formación de memorias y olvidos en el comienzo
reconfiguración alfonsinista, desde finales de 1983, pero no nació de la democracia relegaba un tratamiento de la militancia de los
allí. Si hay algo que se impone con fuerza en los debates del exi setenta. Esa omisión ha sido señalada por Sergio Bufano, un ex
lio, cuando nadie pensaba en una salida electoral y mucho menos combatiente que admite la reticencia y la escasa penetración crí
en la derrota electoral del peronismo, es que la discusión sobre la tica de las revisiones a cargo de los que fueron protagonistas de
democracia (en la sociedad, el Estado, las organizaciones) atra esa empresa. El relato del pasado desde la posición de víctimas ha
viesa de diversos modos todas las intervenciones, en el socialismo opacado y soslayado que también fueron protagonistas de esas lu
que vira al reformismo, en los diversos peronismos y aun en la iz chas.152 En el primer tiempo de la democracia se eludía el re
quierda que busca mantener y a la vez renovar el ideal revolucio cuerdo de las muertes y las víctimas producidas por las organiza
nario. En ese sentido, Juan Carlos Portantiero expresaba una en ciones insurgentes: bastaba la condena general de ese otro
señanza, extraída de la experiencia terrible de la dictadura, que "demonio". Eljuicio a las cúpulas guerrilleras no despertó mayor
abarcaba más que su propio grupo político e intelectual: después interés público y las denuncias de FAMUS (Familiares y Amigos
de 1976, "la democracia formal ya no aparece como un puro re de los Muertos por la Subversión) quedaban desautorizadas en
clamo liberal".150 tanto mezclaban en el mismo discurso la reivindicación de sus víc
No hubo, entonces, olvidos ni disimulos en los juicios diversos, timas con la defensa de los jerarcas militares que estaban siendo
surgidos en el exilio, que buscaban revisar la experiencia revolu- juzgados y que eran objeto del repudio público. 153 La versión con-
g8 SOBRE U. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 99
sensuada de la tragedia argentina, el Nunca más, que investigaba sinato, como una práctica común, incluso rutinaria.155 Puede ob
los crímenes de Estado, sólo ofrecía una imagen global de la vio jetarse que es abusivo incluir a toda la militancia revolucionaria
lencia insurgente. Todo el peso de la experiencia del pasado es en ese debate sobre la muerte. Es sabido que no toda fue comba
taba congelado en la revelación del horror, en las escenas terri tiente y armada; incluso, como se vio, hubo críticas muy severas a
bles de la tortura y la muerte, el descubrimiento de algunos restos la guerrilla desde la izquierda revolucionaria. Sin embargo, en el
y los testimonios de los campos. No podía ser de otro modo, dada programa de la revolución, tarde o temprano, llegaba el mo
la magnitud de los crímenes que se arrojaban sobre la conciencia mento de la guerra; en ese sentido, los partidos armados resu
pública. Hubo algunas intervenciones excepcionales que enfoca mían y anticipaban ese núcleo duro, ese límite de la acción, el ob
ban esa otra escena, la violencia guerrillera, como los libros ya ci jetivo último de dar la muerte o de ofrendar la propia vida.
tados de Brocato y Giussani, escritos en el exilio. También un artí
cu1o de Beatriz Sarlo, que en parte dialogaba con el pensamiento ¿Por qué esa discusión no pudo abrirse a la salida de la dictadura?
del exilio e indagaba en las narraciones de la muerte de comba En 1984 se vivía el cierre de un ciclo histórico y la apertura de
tientes montoneros. En el conocido texto en el que Rodolfo otro dominado por la figura, el mito si se quiere, de la democra
Walsh imaginaba la muerte heroica de su hija Vicky y en la evoca cia como promesa y como futuro: el pasado, en bloque, era lo que
ción de la muerte de Paco U rondo porJuan Gelman encontraba debía quedar atrás. Allí se constituyó una suerte de pacto frente al
una operación estética que plasmaba un " arte de morir', la expre horror que se revelaba ante la sociedad, plasmado en el informe
sión sublime de la "muerte bella": "totalizante, estética, moral, la de la Conadep. Con él se rechazaba cualquier representación vio
violencia política se ha convertido en una religión". Al mismo lenta de la política. También cambiaba la representación del Es
tiempo, tangencialmente, emergía en ese análisis la práctica gue tado: ya no aparato de dominación sino garantía de derechos y
rrillera del asesinato, la muerte oscura y banal; la otra cara de esa polo de demanda de justicia. A la vez, se profundizaban ciertas
estética de la muerte propia, plasmada en las representaciones fracturas de la conciencia histórica, es decir, de la relación del
trascendentes del martirio, era la pregunta, ya referida, sobre los presente y el pasado significativo. ¿Qué podía retomarse de la ex
derechos de Rucci. 1 54 periencia revolucionaria? Dos relatos se han sucedido, sin susti
Esos otros muertos, los producidos por la guerrilla, que estuvie tuirse, en una versión purificada del período. El primero, estable
ron menos relegados en las revisiones críticas del exilio, han re cido en el Nunca más, hablaba de víctimas y, sobre todo, exhibía
tornado . No alcanza con decir que los crímenes de la dictadura aquellas que ofrecían un perfil más inocente: sacerdotes, adoles
son incomparablemente más graves. En principio, se trata de pen centes, monjas, embarazadas. S. Bufano, en el artículo citado, re
sar los modos en que esas v'Íctimas han sido evocadas, apropiadas cordaba que en el Juicio a las Juntas, frente a los interrogatorios
o denegadas en el presente. En la nueva discusión sobre los oríge de los defensores, ninguno de los testigos admitió haber sido gue
nes de la violencia se trastoca una visión, corriente en la opinión rrillero: notorios ex combatientes se presentaban sólo en el papel
que ha descargado completamente las responsabilida de víctimas.156 Obviamente, era parte de la estrategia del ministe
des en el sistema de poder que terminó sosteniendo la última dic rio público en el proceso de acusación; pero también respondía a
tadura. Además, la discusión toca un núcleo muy sensible de la una sensibilidad social que se mostraba contraria a la aventura de
política y la memoria: la relación con la muerte. No se trata de una la lucha armada.
discusión general sobre la violencia y la política, sino del pro El otro relato, desde la década del noventa, ha buscado resti
blema ético y político planteado por una visión instrumental de la tuir la dimensión de la militancia y ha puesto de relieve las metas,
muerte, la decisión de matar o morir, aun la justificación del ase- las virtudes personales, la abnegación y la entrega, o los estilos de
1 00 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
vida (el juvenilismo) mucho más que las prácticas y las acciones.
El 3 0" aniversario de la dictadura, en marzo de 2006, mostró, en política y militarmente, y la derrota política fue previa y además la
general, esa mirada autocomplaciente, a cargo de la izquierda y condición de la inevitable derrota militar:
el progresismo, que destacaba tanto más los crímenes del Estado
dictatorial cuanto menos proclive se mostraba a admitir alguna En tal sentido, la instauración de la democracia, sin per
responsabilidad en la Así es como se han podido edifi juicio del partido que gobierne y de las obvias ventajas
car dos motivos mayores sobre la movilización y la acción política de este sistema institucional a las dictaduras, no tiene
de los setenta: la juventud de los protagonistas y los derechos de para el pueblo nada que ver con aquel sueño de un so
las víctimas (desaparecidos, presos, exiliados) . Se implantaba una ciedad mejor sino con la resignación del mal menor. 157
narrativa sobre esos años, la cual hubo una generación de
jóvenes y de ella podían recuperarse los ideales, las expresiones Sólo a partir del reconocimiento de una fractura entre el pasado
de una solidaridad generosa y el deseo de un mundo mej or. En y el presente se puede reabrir la discusión sobre las condiciones,
cambio, quedaba relegada o directamente suprimida la fe mili las ideas y las pasiones que se conj ugaban en la militancia revolu
ciana, las prácticas de la muerte como medios habituales de la ac cionaria. Hoy, los sentidos y las memorias mezcladas de ese pa
ción política y el mito (en el sentido soreliano) de la guerra revo sado ya no se presentan en bloque: hubo diversos pasados, recu
lucionaria. A la salida de la dictadura, la experiencia de una perados desde diversos horizontes y proyec tos, en un presente
sociedad que se creía finalmente reconciliada se trasladaba a esa que cambia. Las memorias de la militancia que se abrieron en los
visión pacificada de una militancia que no habría tenido otras ar noventa establecieron el molde de una recuperación personal, a
mas que sus valores personales. Y, sobre todo, eludía el motivo menudo idealizada, que hablaba de aventuras e ilusiones juveni
mayor de aquel mito: la certeza de una fractura irreversible en la les. Una extensa literatura testimonial buscaba restituir el sentido
sociedad, que sólo podía resolverse mediante una violencia re de una experiencia que desbordaba la acción política y en la que
dentora. se ha evocado, a menudo con inocultable nostalgia, un modo de
Firmenich y �Úos líderes montoneros buscaron acomodarse al vida, los afectos, las amistades y las costumbres. La mili tancia pa
nuevo clima de la celebración democrática y quisieron presentar recía reducida a las virtudes privadas, de un modo que destacaba
las luchas guerrilleras como destinadas a alcanzar ese presente. la vida y eludía las prácticas, sobre todo el peso de la organiza
Habrían contribuido a la retirada de la dictadura, decían, y por lo ción. Mej or dicho, en ese género narrativo la organización podía
tanto querían ser reconocidos entre los promotores del nuevo ci ser cuestionada porque sólo incluía a los dirigentes, desvaneci
clo. Pero nadie los tomó en serio. Alienados de la nueva sensibili dos en la semblanza que entretejía una suerte de memoria de las
dad política, a diferencia de otras expresiones de la izquierda bases. Es el humor que predomina en el documental Cazadores de
latinoamericana, como los Tupamaros en Uruguay, fueron inca utopías, que reconstruye la experiencia montonera sin mencio
paces de crear y mantener alguna corriente que pudiera inser nar a los jefes ni las muertes producidas.158 En la película, Capa
tarse en el campo político. Sólo como figuras aisladas pudieron, rrós ofrece uno de los pocos testimonios que introducen una dis
muchos, incorporarse al conglomerado heteróclito del pero tancia, cierto extrañamiento, respecto de ese pasado que relata:
nismo. Es muy claro que una democracia parlamentaria no era el se compara con su abuelo republicano español e introduce la
objetivo de las luchas revolucionarias. Así lo admite Luis Mattini, cuestión de la guerra. El abueÍ� había perdido una guerra, pero
en el caso del ERP, cuando cuenta el pasado de su organización y lo que había defendido era algo que había seguido vigente y que
extrae la conclusión correspondiente: ese proyecto fue derrotado, le permitía relatar esas luchas y justificar su participación en
ellas. En cambio, para Caparrós no había quedado nada: junto
1 02 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L� POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 03
con la derrota habían desaparecido el espacio y la por la rece que sólo los que fueron han podido hablar de las
que luchaban. ¿Desde dónde revisar, incluso rehabilitar, esa ex ideas, de la política y, a su modo, de la historia. Allí se revelaba
periencia?159 El mismo Caparrós, en otra entrevista publicada en otra fractura, entre la política y la vida, entre la historia y la expe
esos años, argumentaba, en contra de lo que llamaba la "teologi riencia; una escisión de memorias, entre el proyecto (los méto
zación" de l a revolución, que lo predominante en u n movi dos, los obj e tivos) y el recuerdo de la vida militante contada como
aven tura personal de un grupo o una generación. La evocación
miento colectivo de transformación es "un deseo, una voluntad
y denunciaba la "degradación de las organizaciones de la vida borraba la guerra. Por abajo, en el recuerdo acondicio
sin
nado a los nuevos tiempos, casi no queda nada del de los
político-militares de los años setenta" para concluir que no le ha
guerreros. Las muertes simplemente sucedían y en todo caso reca
bría gustado vivir en un país donde hubiesen ganado los Monto
ían sobre los errores de la conducción. Sin duda, la distancia en
neros.160
tre la conducción y las bases no era una pura construcción retros
Sergio Caletti vuelve sobre la experiencia revolucionaria de los
pectiva. Hay suficientes evidencias que muestran que había j efes
setenta, casi treinta años después de sus intervenciones en Contro
que decidían y mandaban y bases que obedecían. Pero era el aca
versia. Aunque hay muchos relatos, esa experiencia se h a hecho,
tamiento de la moral de guerra: la obligación de la obediencia y la
dice, "inenarrable" porque "lo que está roto es el sentido". Com
subordinación eran decisiones elegidas. Que esa subordinación se
p ara las en el exilio, entre argentinos y chilenos, y en
reforzara por el aura de los jefes, por las formas propias del culto
cuentra un contraste similar al que señalaba Caparrós con su
del coraj e y de los muertos en combate, no hace sino mostrar l a
abuelo republicano: los chilenos podían seguir hablando, tal
común pertenencia d e los jefes y los subordinados a una estruc
como lo habían hecho en su patria; los revolucionarios argenti
tura de sensibilidad, a una cultura de grupo y una comunidad d e
nos, en cambio, antes de la derrota, y como un fracaso mayor, "no
creencias. De modo que en esas operaciones d e memoria que elu
teníamos más horizonte". Encuentra en esa pérdida la razón no
den el peso y la deuda de la guerra y la sangre derramada p ara
sólo de la despolitización de la historia sino de la predilección, en
proyectar las responsabilidades en las dirigencias h ay algo de la
el recuerdo, de "la demencia, el horror, la perversión, lo absoluta
posición del alma bella que denuncia el desorden pero rehúsa ver
mente extra-ordinario"
su papel en éL
En efecto, lo eludido es la política como mundo y como prác
Algo está cambiando en ese régimen de memoria cuando los
tica, aunque no siempre se recuerde lo extraordinario. En el gé
muertos reaparecen en testimonios que van a contrapelo del hu
nero de la militancia como estilo de vida también aparecen los de
mor reconciliado de la epopeya subjetiva. Es palpable el contraste
talles cotidianos, incluso pintorescos. Lo que en todo caso está
con el testimonio citado de Héctor Jouvé, que relata dos asesina
ausente es la justificación de un derrotero, de las decisiones y las
tos, innecesarios y ejecutados por el EGP contra sus pro
responsabilidades, los programas y las consecuencias. A la pre
pios integrantes. El libro muy reciente de Ceferino Reato sobre el
gunta que plantea desde dónde pensar esa empresa, sus apuestas
asesinato de Rucci da cuenta de un cambio equivalente en la in
y sus terribles costos, sólo se ha podido responder con la invoca
vestigación periodística sobre los años setenta.162 Por el momento,
ción de la "utopía", un término que con su radical vaguedad es la
basta destacar que surge algo nuevo con el testimonio de Jouvé:
encarnación misma de esa evocación sin contenidos. Los dirigen
rompe con la autocomplacencia, incorpora una dimensión de
tes sobrevivientes (M. Firmenich, R. P erdía, L. Mattini) han pro
deuda por ese pasado y contribuye a conmemorar a esas otras víc
puesto sus evaluaciones políticas, autocríticas o justificatorias; han
timas, invisibles para las memorias militantes.
edificado memorias recortadas, pragmáticas, determinadas en
gran medida por la posición política adoptada en el Pa-
1 04 SOBRE L4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
U.. POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 105
VIDAS REVOLUCIONARIAS
oculte y deforme, en lugar d e revelar, la dimensión eminente
mente política de la acción.I63
"Poner a la política en el puesto de mando" era una consigna
Es lo que se advierte en un libro de testimonios, lvlujeres guerri
maoísta que todos repetían, pero que era aplicada de muy diver
lleras, en el que, a pesar de lo que el título promete, casi n o apa
sas formas; en general, el sujeto pleno de ese mandato era la orga
recen las armas.16-l El mundo de la vida sepulta la política y el yo
nización más que el individuo. El sentido, el alcance, de las
pleno de la n arración testimonial ofrece un sustento débil o direc
ricas milicianas, en el marco de un enfrentamien to definido como
tamente engañoso acerca de las razones históricas y doctrinarias
una guerra, no se desprende de una descripción de la vida coti
de la acción. En esos relatos, que exploran la militancia femenina
diana de los jóvenes radicalizados. La profundidad de la fractura
desde una perspectiva d e género, los choques conciernen casi
que crecía y se manifestaba en esa contienda impiadosa no se de
siempre al ámbito personal: los afectos, la sexualidad, el complej o
duce del anecdotario de los afectos, las pasiones y los vínculos que
d e los vínculos maternos, los hijos, solían s e r la ocasión d e resis
pueblan las evocaciones del período. No se trata de desecharlas
tencias y desviaciones respecto de la disciplina militar que, con un
sin más, sino de desconfiar de las continuidades y las suturas que
éxito relativo, buscaba imponer la organización. E n efecto, eran
terminan englobando todo baj o una categoría engañosa: la mili
las expresiones de una vida normal y corriente, alej adas de la esta
tancia o, peor, el "setentismo". Ése es el problema con la m ayor
tura heroica del combatiente esencial que era, por definición, ex
parte de lo que se ha incluido en el rubro "memorias de la mili
cepcional. No había, no podía haber, heroicidad en la vida común
tancia": la autobiografía y una razón política casi exclusivamente
Y en la que todos los jóvenes, las madres o las parejas se
volcada al pasado aplasta el trabajo de la conciencia histórica y en
parecen, más allá de la política y la ideología. Lo que se revela e n
ajena un horizonte abierto al porvenir. Las historias de vida pue
esas historias es un doble escenario, conflictivo, incluso escindido,
den decir mucho sobre la cultura encarnada en prácticas sociales
entre la vida privada y cotidiana y las exigencias de una militancia
y corporales, pueden incluso contribuir a una etnografía de la
que imponía tareas, una moral y hasta una visión del
vida política o juvenil, pero dicen poco sobre la metodología, los
mundo.
procedimientos , las prácticas organizadas e instituidas en ese esce
Llegados a este punto, cabe pregunt:1r: ¿qué es un militante?, o
nario de guerra. En verdad, un análisis de la cultura combatiente
mejor, ¿qué es un soldado? Sobre todo, ¿cuándo y en qué circuns
es otra cosa y no se resume en el fresco de la vida cotidiana, así
tancias se es un militante o un soldado?, ¿qué actos, conductas,
como las modalidades de las prácticas represivas, de interrogato
decisiones, pasiones, deben ser legítimamente incluidos en el ru
rio y de exterminio, desarrolladas por los jóvenes oficiales que
bro de una obra o de una acción militante revolucionaria? El gé
combatían a la guerrilla, no se revelan e n una relación de conti
nero de las historias de la militancia suele ahorrarse una mayor
nuidad con su vida afectiva cotidiana, ni siquiera con la etnografía
precisión sobre este punto. En la vida militar, alguien es un sol
de la vida del cuarteL Queda mucho por i nvestigar, si se trata de
dado sólo en el marco de la de las tareas y las ruti
un análisis histórico de un dispositivo práctico, de una organiza
nas, del sistema de controles y mandos; se dej a de ser soldado
ción de mando y de combate, de las ideas, los proyectos y los mé
fuera del ejército, en la vida cotidiana de padre, esposo o vecino.
todos, de los obj e tivos, los efectos (incluso los no deseados) y las
¿Es diferente el caso del soldado de la revolución? La respuesta no
consecuencias. En una narrativa que busca el sentido de esas prác
es simple. Es diferente en tanto la doctrina y los mandatos de la
ticas en las correlaciones entre pasiones públicas y vida privada se
militancia, e n la senda del guevarismo, insistían en una conver
corre el para decirlo en términos de Hannah Arendt, de
sión personal más radical que las apelaciones castrenses a la moral
que el "mundo de la vida" (dominado por las formas familiares)
integral del soldado. La idea de un renacimiento subjetivo parecía
LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 07
1 06 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
(allí está el ejemplo insuperable del Che) el que dio su vida por la
Las paradojas, o las indecisiones, en las formas de recuperar y,
revolución. El nuevo hombre, al menos hasta la victoria, se encar
sobre todo, valorar esa experiencia se asientan en esa composición
naba en el héroe muerto, p orque sólo una muerte heroica termi
mezclada, que disuelve las obligaciones respecto de la organiza
naba de completar y suturar el sentido de esa militancia en una
ción en las escenas intensas de la vida privada. Pero la militancia
imago compacta, sin defectos. Volveré sobre esta cuestión, pero
era una tarea que dependía de un grupo profesional, previamente
me interesa resaltar que los mandatos últimos de la organización
entrenado, sostenida e n normas y rutinas. Los manuales, los p ro
eran de cumplimiento casi imposible para los vivos y sólo encon
gramas de formación, los códigos normativos dicen más sobre las
traban su realización plena en el culto a los caídos.165
prácticas militantes que los relatos y las novelas personales.l68 Hay
Las historias de vida muestran que esa visión i ntegrista de l a po
un tema soslayado en los relatos, el proceso de profesianalización
lítica y la militancia imponía la detección, amplificada incluso, de
del militante, que llevaba a la conformación de una organización
las fisuras y los pequeños conflictos en las situaciones corrientes.
de cuadros cada vez más separada de sus raíces sociales y de s u
En el proyecto de una formación humana total, los objetivos ra
propio grupo d e base. Sergio Bufano describe l a lógica perversa
cionales, los programas y formas d e l a organización, los criterios
de un crecimiento de militantes profesionales (elegidos sobre
administrativos, es decir, la institución, se llevaban mal con las as
todo por su coraj e y su gusto por las armas) que dependían econó
piraciones y las experiencias de transformación personal, la pleni
micamente del partido; para sostenerlos se requería que la organi
tud emocional, en fin, el peso de un orden de afectos y pasiones.
zación dedicara cada vez más tiempo y recursos a operativos desti
En el límite, en el grupo político-militar se conjugaba la reunión
nados a capturar los fondos necesarios. Eso no solamente creaba
·
" LA N O C H E D E L O S LÁPICES"
se reduce ahora a la rebeldía como "modelo ético-político". La he
rencia de esa experiencia terrible y costosa tiene poco que ofrecer
a una acción política concertada: se sitúa en el plano de los suje Un ejemplo, en la primera formación de una memoria política en
tos, de los valores y las virtudes privadas que habrían fundado una democracia, de la denegación de las armas en la militancia revo
elite moral. Finalmente, en 2003, vuelve sobre su escrito desde lucionaria se revela en la narración establecida de "la noche de
una posición que acentúa aún más el giro subjetivo; rompe defini los lápices", emblema de las víctimas inocentes, es decir, despega
tivamente con las premisas básicas que habían dominado tanto su das de cualquier asociación con el terrorismo. Todavía hoy ese
actuación en la organización revolucionaria como la propia escri episodio es presentado y conmemorado como un ataque brutal
tura del libro que viene a prologar. Ahora reniega de la idea del contra un grupo de adolescentes que luchaban por el boleto estu
"asalto al poder" y por lo tanto del aparato para la toma del poder, diantil, cuando, en verdad, fue un operativo contra un grupo
es decir, el partido leninista. Y es claro que ya no queda espacio en montonero. 177 Las dirigentes de la Unión de Estudiantes Secun
esa reconstrucción para la estrategia de la organización armada. darios (UES) más conocidas, María Clara Ciochini y María Clau
En términos foucaultianos, el poder se separa del aparato coerci dia Falcone, secuestradas y asesinadas, estaban armadas; en el de
tivo y es concebido como una "relación social", un "entretejido partamento en el que fueron capturadas había armas y explosivos,
que atraviesa toda la sociedad". Por consiguiente, el sujeto ya no de acuerdo con el testimonio de jorge Falcone: "no fuimos p ere
está predeterminado en la historia por su ubicación en el proceso jiles, como dice la película de Héctor Olivera; en el departamento
social material: adiós al proletariado. Lo que no cambia es la donde cayó mi hermana guardábamos el arsenal de la UES de La
exaltación de la subjetividad y el rescate de la pasión y el deseo Plata". I 78 Con él coincide Emilce Moler, o tra de las sobrevivientes:
como "motores del hacer". La idea de la revolución ha cambiado "No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario, en
hasta hacerse irreconocible para el humor de los setenta: cada lu esas marchas yo estaba en la última fila. Esa lucha fue en el año 75
cha es una rebelión contra la injusticia en concreto; el comu [ ... ] Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la
nismo es "libertario" en el punto de partida y no de llegada; la ca UES".I79
tegoría revolucionaria no es una identidad adquirida sino que se No hay atenuantes para los crímenes del secuestro, la tortura y
plantea "en acto", etc . 1 76 Las sucesivas reescrituras del relato re el asesinato, pero reconocer los verdaderos obj e tivos del opera
volucionario convierten al libro de Mattini en un ejemplo revela tivo aporta otra luz sobre lo sucedido. Fueron masacradas por su
dor y excepcional de la historicidad de las memorias de la mili pertenencia a una organización política combatiente, en una ac
tancia y del modo en que se transforma la significación del ción represiva ilegal que buscaba desmantelar todos los frentes
pasado a medida que cambia, en el presente, el horizonte de ex de lucha d e la organización, incluido el de los estudiantes secun
ción respecto de la tradición revolucionaria no sea representativa En los comienzos de la democracia, la narración oficial, ex
del camino adoptado por otros protagonistas de la aventura gue puesta en el libro de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, y en la
rrillera. Sin embargo, muestra ese retorno sobre el sujeto, sus po película de Héctor Olivera, encontraba en los jóvenes asesinados
deres y sus pasiones, aunque lo haga de un modo que busca, a un emblema para exhibir el terror. 180 Aplicada a los adolescentes,
partir de nuevas premisas, relanzar el proyecto de una política mantenía algo del clisé de una existencia juvenil escindida res
tos tranquilizadores y reafirmadores de las propias certezas si se que enseñar. Lo que cambia en los nuevos sentidos que afloran en
trata de incluir el trabajo d e la historia en una perspectiva critica la polémica desatada por del Barco o en las revisiones de "la no
y esclarecedora que incluya una dimensión de autoindagación. che de los lápices" es la distinta posición de los muertos. De un
lado, en las memorias combatientes, ya n o est.:í.n sólo las víctimas,
Creo que asistimos a un cambio en el régimen de memoria de la ex sino los héroes o los mártires, sobre los que se puede fundar una
periencia de los setenta. Y en la nueva formación se hace más difí memoria identitaria o edificar diversos mitos políticos. Del otro,
cil mantener una evocación que apele a la figura d e la juventud y en la indagación sobre las responsabilidades de la guerrilla, ya n o
a los tópicos del idealismo de los fines. En la declinación de la le están sólo los muertos por l a dictadura sino l a sangre derramada
yenda de los adolescentes que murieron por el boleto estudiantil por las armas que se esgrimían en nombre de la justicia y de un
se advierte algo similar a la polémica, ya mencionada, desatada mundo nuevo.
por la intervención de Osear del Barco sobre los asesinatos come
tidos por la primera guerrilla guevarista: se termina cierta edad de
la inocencia y emergen, de diversas maneras, del lado de las prác EL CREPÚSCULO DE LOS "DOS DEMONIOS"
ticas revolucionarias, las cuestiones de la responsabilidad, la rela
ción con el terror y con la muerte, la imposibilidad de separar los La llamada "teoría de los dos demonios" condensa diversos senti
medios de los fines. Ya no es posible silenciar ese debate con el ar dos que no se han mantenido invariables desde 1 983 . En lo que
gumento de que puede ser usado para reivindicar la masacre cri me interesa destacar aquí, como representación d e la violencia
minal desatada por las Fuerzas Armadas, ni vale agitar e l espan política, la figura de los dos terrorismos ha nacido, como se vio, bas
tajo de los "dos demonios". Hay una nueva producción de la tante antes de las circunstancias del Juicio a las Juntas y la difusión
memoria escrita, de la investigación y el ensayo históricos que in del Nunca más. Sólo a costa de un enorme vaciamiento de la expe
cluye construcciones variadas. Hay recuperaciones reivindicativas riencia y la memoria políticas ha podido imputarse a Ernesto Sa
de una fidelidad compacta: historias de héroes y homenajes a los bato y la Conadep la creación de una visión bipolar de la violencia
militantes caídos, autocríticas políticas que buscan analizar las que estaba ampliamente instalada en el discurso político y en la
condiciones de una derrota, trabajos académicos y rememoracio opinión pública desde, por lo menos, 1 974. Esa figura duplicada
nes familiares, memorias de grupos, j ustificaciones y tomas de po e interactiva fue acuñada y extensamente reiterada en pronuncia
sición que, en muchos casos, tienden a la autorreferencialidad y la mientos diversos: de Perón y el peronismo, los partidos políticos
autocomplacencia. También han surgido narraciones que buscan (la UCR y el PC) , la izquierda (comunista, maoísta y trotskista) , la
el costado romántico o épico y mezclan la fascinación por la ac Iglesia, etc.184 La condena al terrorismo "de ambos signos" era
ción y el coraje con una sensibilidad propia de estos años: un inte una fórmula habitual en los años previos a 1976, a partir de l a
rés casi etnográfico por la vida cotidiana de los militantes. Lo des aparición de la Triple A A veces se extremaba la equiparaCión,
tacable es que la violencia política ejercida por las formaciones como en l a expresión de jorge Abelardo Ramos, en 1 974 : "asesi
insurgentes ya no es, como en el nacimiento de la democracia, nos de ambos bandos"; en otras se admitía que era más grave el de
sólo un pasado rechazado en bloque ( que era lo que hada equi las bandas paraestatales y con frecuencia se acusaba a la guerrilla
parables el terrorismo de Estado y el terrorismo guerrillero), y los de ser la iniciadora de una escalada imparable.185 En general, for
muertos no son sólo víctimas que deben ser honradas como tales. maba parte de un discurso político que no nacía en la derecha
En el régimen del Nunca más -y en las promesas de la democra sino en la izquierda progresista y el centro liberal, desde el radica
cia-, tensionado hacia el futuro, los muertos no tenían casi nada lismo a la izquierda reformista, incluyendo el PC. Partía de una
1 1 6 SOBRE L� VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 17
condena general al terrorismo, pero a menudo el peso recaía so del Nunca más, a través, probablemente, de Ernesto Sabato, una fi
bre las acciones de la guerrilla, no porque se las considerara más gu ra intelectual que había acompañado públicamente los pro
graves sino porqu� se p ensaba que venían a reforzar y justificar la nunciamientos inspirados en la defensa de los derechos humanos
es1trate1;;ía de quienes pugnaban por la intervención directa de las desde los años setenta.
Fuerzas Armadas. Ése era el saldo que se extraía de la reciente ex
periencia chilena: el acoso de la ultraizquierda sobre el programa
del presidente Allende había finalmente contribuido a crear las LA ASAMBLEA PERlvLWENTE POR LOS DERECHOS HUli-L�NOS (APDH)
condiciones para el golpe de Pinochet. Eric Hobsbawm ha reto Y LA C O M ISIÓN INTERAMERICANA D E DERECHOS HUMA N O S ( CIDH)
mado, años después, el motivo de esa dialéctica perversa para ca-
racterizar las consecuenc ias catastróficas de l a insur- Antes que respaldar o rechazar la interpretación simpli
"
gente: la "escalada mutua de1 terror y e 1 contra-terror n o ficadora y básicamente errónea, del ciclo de la violencia política
conduce a q u e las masas s e incorporen a la lucha revolucionaria por la figura de los "dos demonios", es preciso situarla en sus con
sino a la profundización de la represión. 1 86 Una primera repre diciones de surgimiento. Sobre todo, para prevenirse del error
sentación bifronte del terrorismo, como se vio, había sido expre tan extendido de presentar a E. Sabato (o a Raúl Alfonsín o a An
sada por Perón en su visión del golpe militar en Chile, para justi tonio Tróccoli) como el/los inventor/es solitario/s y exclusivo/s
ficar las medidas represivas que, a su juicio, no había tomado de una ocurrencia sin raíces. Vale la pena una breve incursión so
Salvador Allende. En 1 974, se presentaba como un espectador bre las fuentes, en este caso de la APDH, que era la entidad de de
ajeno a la violencia que denunciaba en la sociedad, y frente a una rechos humanos más importante en los comienzos de la dictadura
pregunta de Ana Guzzetti, de El Mundo (órgano del PRT-ERP ) , y de la que surgieron varios de los integrantes de la Conadep.
que lo interrogaba sobre los grupos parapoliciales, respondía: Creada en diciembre de 1 975, los objetivos de la Asamblea propo
nían un compromiso universal con los derechos humanos y ex
Esos son asuntos policiales que están provocados por la presaban una condena general del terrorismo. En el "Acta de
ultraizquierda y por l a ultraderecha; l a ultraizquierda Fundación" los reclamos se referían sobre todo al Estado (deteni
que son ustedes (señalando a los periodistas) y la ultra dos sin causa judicial) y a los crímenes que involucraban a secto
derecha que son los otros. De manera que en res paraestatales; pero la condena al "terrorismo de todo signo" ya
tre ustedes.187 estaba e n la carta pública dirigida al presidente de facto, general
Jorge Videla, en mayo de 1978.189 El Informe de la Mesa Ejecutiva
Es cierto que algunosjefes militares emplearon la misma fórmula, de diciembre de 1979 se dedicaba centralmente a la situación de
antes y después de 1 976, como justificación de una intervención los desaparecidos, los presos sin proceso y los ·'apremios ilegales",
que devolviera al Estado el monopolio de la violencia, bajo la con pero agregaba: "hemos sido fieles en el repudio de todo terro
signa del orden; pero no la crearon. Era un tópico de la crítica rismo, provenga de donde prminiera y sean quienes fueran sus
progresista a la violencia política que se consolidaría en el movi víctimas". E insistía en reclamar "una acción decidida para erradi
miento de los derechos humanos. Emilio Mignone recordaba que car toda forma de terrorismo y encauzar por los canales que co
la expresión se usó durante años en la APDH.188 Importa restituir rresponden todo proceso de represión y orden". Finalmente, en
algo de lo suprimido en la conciencia histórica del movimiento el mismo folleto se incluía una "Declaración de la APDH" que al
humanist<'l: la fórmula de los dos terrorismos encontró arraigo y tiempo que destacaba el carácter "pluralista en lo político e ideo
difusión en esa tradición discursiva y desde allí llegó al prólogo lógico, ecuménico y multisectorial", y el "ideario humanista y de-
l l8 SOBRE L:\ VIOLENCIA REVOLUCIONARlA L� POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 1 9
mocrático" de la entidad, el "inequívoco repudio que la tandas invocadas por los jefes de las Fuerzas Armadas para justifi
Asamblea ha manifestado siempre frente al terrorismo de todo car su desempeño. Pero también decía:
signo, actitud que se ha expresado públicamente sin ninguna dis
criminación en la condenación de los actos terroristas que han [La CIDH] tuvo oportunidad de discutir este tema du
ocurrido en nuestro paísn _190 rante su observación in loco con las diversas entidades
Por otra parte, la figura de una violencia de dos caras era cen políticas, sociales, religiosas, de defensa de los derechos
tral en el Informe de la CIDH, que la Asamblea dio a conocer par
humanos, sindicales, empresariales, con las que se entre
cialmente a través de varios folletos. 191 Dice el Informe: vistó. Si bien entre tales entidades pudo advertir una dis
crepancia en cuanto a su interpretación de la
El origen del fenómeno de los desaparecidos, la forma dad d e los métodos empleados para reprimir el
en que se produjeron las desapariciones y el impresio terrorismo y la subversión, a la vez, pudo constatar una
nante número de víctimas alcanzadas están íntimamente amplia coincidencia en cuanto a la existencia del fenó
ligados al proceso histórico vivido por la Argentina en meno terrorista y a los daños causados por sus acciones.
los últimos años, en especial a la lucha organizada en
Destacaba que la investigación de delitos cometidos por particula
contra de la subversión. La violencia ejercida por los gru
res no era de su competencia, y que sólo "le corresponde rmn._,..,.,,,..
pos terroristas encontró una similar y aún más enérgica
a 1� personas cuyos derechos han sido lesionados por los agentes
respuesta por parte de los aparatos de seguridad del Es
u organos del Estado". Pero también incluía un pronunciamient o
tado que ocasionó graves abusos al intentarse suprimir la
sobre una cuestión muy importante, reiterada en el citado "Pró
subversión prescindiendo de toda consideración moral y
logo" de 1 984, la prerrogativa, más aún, la obligación estatal de
lega1.I92
reprimir los delitos del terrorismo insurgente por medios legales:
amplio apoyo popular, la escogencia del primer método posición inicial reproduce expresiones casi calcadas de las decla
será siempre exitosa, como lo han demostrado varios raciones de la APDH y del Informe de la CIDH, que a su vez fue
países, tanto en el pasado distante como en el más re ron precedidas de otras equivalentes en la primera mitad de los
ciente.194 setenta, en medio de la escalada de violencia política previa a la
irrupción de la dictadura. Ése había sido el ámbito de formación
Esa posición (que la guerrilla debía ser reprimida por medios le de muchos de los que integraron la Conadep. La excelente inves
gales) había sido mayoritaria en las fuerzas políticas y en la opi tigación de Emilio Crenzel sobre el Nunca más demuestra la estre
nión pública en el período previo y posterior al golpe de 1 976: fue cha relación que la mayor parte de los organismos de derechos
expuesta por Perón (que en los hechos se mostró tolerante con humanos (con la notable excepción del sector liderado por Hebe
formas menos legales de represión ) , por el PC y sectores de la lla de Bonafini) tuvieron en la composición, en la investigación
mada "izquierda nacional", el radicalismo y la propia APDH. Fue misma, en la difusión e incluso en la apropiación y los usos poste
la posición del Partido Justicialista, expuesta por Bittel ante la riores del Informe.196
CIDH. En fin, nadie, en conocimiento de estos antecedentes, po Ciertamente, hay un problema en el cuadro histórico que ofre
dría sorprenderse de la decisión de Alfonsín de enjuiciar a las cú cía el prólogo original, cuando se deslizaba desde una caracteriza
pulas guerrilleras por los crímenes cometidos a partir de 197 3, ción de la violencia en la sociedad, que parece referirse a los p ri
durante un gobierno constitucional, ni de la mención explícita, meros setenta (los dos terrorismos enfrentados) , hacia un juicio
incluida en el "Prólogo" citado, a la represión legal de la guerrilla, sobre el terrorismo de Estado a cargo de las Fuerzas Armadas.
cuando se contrastaba el ejemplo italiano con el terrorismo de Es Allí, hacía aparecer al terrorismo de Estado como una respuesta a
tado impuesto por los militares argentinos. la violencia insurgente, siguiendo la fórmula de la CIDH. Todo
esto ha sido suficientemente discutido y esclarecido: ni la doctrina
ni los métodos fueron una reacción, ya que habían sido decididos
LA SECRETARÍA DE DERECHOS HUMANOS CONTRA LOS DEMONIOS con anterioridad; por otra parte, en 1 976, la guerrilla había sido
prácticamente derrotada. Lo que puede contarse en cambio
Oueda mucho por investirrar
� o
acerca del primer círculo de elabo- como una reacción provocada por los asesinatos indiscriminados
ración de un discurso público sobre los derechos humanos, sus de oficiales (generalmente jóvenes) por parte de la guerrilla es la
desplazamientos y torsiones posteriores. Me he limitado a los pro adhesión prácticamente unánime de los integrantes de las Fuer
nunciamientos sobre la violencia insurgente para señalar los evi zas Armadas, que asumieron esa metodología criminal como una
dentes paralelos con las proposiciones incluidas en el "Prólogo", venganza corporativa, más allá de las diferencias profundas, fac
de noviembre 1984, sobre el "terror de .ultraizquierda" y la repre ciosas incluso, que las dividían.
sión ilegal. Volver sobre ese documento, como lo hizo la Secreta En uno de los escasos debates públicos sobre la llamada "teoría
ría de Derechos Humanos en 2006, más de veinte años después, de los dos demonios", en 1 985, Carlos Brocato impugnaba lo que
hubiera exigido algún trabajo de intelección, de ubicación histó llamaba "dos maniqueísmos", de derecha y de izquierda.197 El
rica de las condiciones del texto, de la trayectoria de sus autores o problema, decía, no reside en reconocer que hubo dos terroris
incluso de las polémicas que no había dejado de producir desde mos, porque en verdad hubo un terrorismo de Estado y un "terro
su difusión pública.195 rismo foquista"; la "falacia" consiste en postular que el primero,
Creo que la significación de ese primer "Prólogo" se esclarece de Estado, es consecuencia del otro, foquista. Descartar esa relación
en el surco de la historia brevemente expuesta hasta aquí. La pro- simple, de causa-efecto, haría posible pensar una trama de proble-
1 2 2 SOBRE L-\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L\ POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 2 3
mas y relaciones múltiples, históricas, políticas y éticas. El mani única figura diabólica, amplia e indiscriminada, l a subversión. La
queísmo de izquierda, dice Brocato, ha sido menos criticado que figura del terror de dos cabezas estaba extendida, como se vio, no
el otro, aunque es simétrico a él, y dado que considera que sólo tanto en el discurso de la derecha como en la izquierda progre
puede haber una relación, al rechazar la conexión causa-efecto, sista, el PC y el centro liberal. Por otra parte, un trabajo de semán
rechaza toda relación y denuncia que el solo hecho de proponer tica histórica ( que no voy a hacer aquí) podría mostrar que el jui
alguna equivale a igualar los dos terrorismos. Si hay un pensa cio condenatorio del terrorismo de pequeños grupos radicales
miento simplificador, concluye Brocato, es ése, que iguala "la rea estaba bien arraigado en la tradición marxista, en la crítica de la
lidad, la política y la ética". l98 Vale la pena recuperar esas ideas "enfermedad infantil" del izquierdismo. No digo que en la denun
frente a la intervención que el poder oficial ha descargado sobre cia de los terrorismos enfrentados todos se inspiraran en esa tradi
el debate acerca de la violencia y los terrorismos en la sociedad. ción, porque en ella coincidían sectores provenientes del cristia
El nuevo "Prólogo", agregado por la Secretaría de Derechos nismo humanista y del liberalismo. Sólo pretendo destacar dos
Humanos de la Nación en marzo de 2006, se propone conjurar la cosas: en primer lugar, la figura de los "dos demonios" tiene una
"teoría de los dos demonios" y ha sido apoyado por la mayor parte historia bastante más larga, en la Argentina y fuera de ella; en se
de los organismos de derechos humanos: gundo lugar, esa figura no surge en el marco de un argumento
justificatorio de la intervención militar (aunque algunos jefes mi
[ . . ] es inaceptable pretender justificar el terrorismo de
. litares y voceros civiles se hayan apropiado de ella) sino que
Estado como una suerte de juego de violencias contra arraiga como un cuestionamiento crítico de la metodología de la
puestas, como si fuera posible buscar una simetríajustifi guerrilla por parte de sectores (del centro a la izquierda) que bus
catoria en la acción de particulares frente al aparta caban una salida político institucional para evitar el golpe de Es-
-
miento de los fines propios de la Nación y del Estado tado.
que son irrenunciables.199 La representación bipolar de la violencia política se implantó
en la sociedad después de 1 973, a partir del rechazo de los atenta
En verdad, basta saber leer para advertir que no hay en el primer dos y los asesinatos que golpeaban a la opinión pública. A los crí
prólogo ninguna justificación del terrorismo de Estado. Por el menes de la- Triple A respondía la táctica terrorista cada vez más
contrario, no sólo dice que fue un terrorismo "infinitamente indiscriminada adoptada por la guerrilla, que no sólo le hacía
peor" sino que, cuando las Fuerzas Armadas se vieron enfrentadas perder el apoyo de sectores que no estaban dispuestos a seguirla
a la exigencia institucional de reprimir a la guerrilla, en las condi en su enfrentamiento con Perón, sino que promovía la represen
ciones previas al golpe de 1 976, deberían haber procedido, como tación de una guerra de aparatos que comenzó con la masacre de
las fuerzas de seguridad italianas, en el marco de la legalidad. Es Ezeiza. En esa oposición de la sociedad, que había empezado en
obvio decirlo, la condición era que se mantuvieran subordinadas esos años, hay que buscar otra de las vías del nacimiento de esa re
a los poderes constitucionales. Por otra parte, transcurridos más presentación de los demonios del terrorismo. Ese rechazo, incre
de veinte años, está a la vista cuál ha sido la recepción del texto: el mentado por la acción de los medios que ofrecían una escena
prólogo de 1 984 no ha sido leído como un cuerpo de enunciados permanente de caos social, terminó abriendo, para muchos, una
separado del resto de un documento que es contundente en la expectativa esperanzada en el orden que podría provenir, como
condena de la dictadura. Quienes habían protagonizado o apo en el pasado, de una intervención militar. Allí nacía una posición
yado la represión estatal o paraestatal no empleaban el esquema de supuesta ajenidad frente a la represión y la masacre ulterior, en
de los dos demonios: hablaban de guerra o, en todo caso, de una la que va a permanecer buena parte de la sociedad. A la salida de
1 2 4 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 1 2 5
la dictadura, la revelación de los crímenes del terrorismo comen guna significativa del campo político o el movimiento de
zaba a implantar la escena de una violencia mayor plasmada en el los derechos humanos obj e tó ese doble procesamiento, que sólo
nuevo paradigma de los derechos humanos pero, a la vez, confir fue resistido por los defensores de la dictadura y por algunas ex
maba la posición de inocencia de una mayoría que se concebía presiones residuales de los viejos grupos guerrilleros. Esa deci
como víctima de crímenes en los que no habría tenido parte. En sión, a la vez política y jurídica, se plasmaba en un argumento, ya
tonces, los "dos demonios" condensaban, por lo menos, dos nú planteado en el Informe de la CIDH, que fue central en el Juicio
cleos de sentido: por una parte, estaba el rechazo básico de la ·vio a las Juntas. El alegato del fiscal Strassera enjuiciaba el carácter
lencia, asociada a un pasado que buscaba dejarse atrás, y la criminal e ilegal de la represión ejercida desde el Estado, pero n o
aspiración a un escenario político pacificado; por otra, e n un sen dejaba d e calificar a l o s actos d e la guerrilla como terroristas . 200
tido encubridor, se habilitaba la proyección de los males sobre los Explícitamente decía que debían haber sido reprimidos por un
demonios del terrorismo (aun cuando se reconociera que hubo Estado legítimo y por medios legales. En fin, e n el nuevo con
un demonio mayor, la dictadura) , lo que exculpaba a la sociedad senso, las promesas de la democracia parecían fundarse sobre
de cualquier responsabilidad en el consentimiento de la ·violencia todo e n una base (si se quiere una ficción) jurídica, e n el orden
y de la masacre cometida desde el Estado. de los derechos elementales, en un todo de acuerdo con lo suce
La decisión institucional de Raúl Alfonsín de enjuiciar simultá dido en el fi n de l a dictadura, ya que el eje de la resistencia y la
neamente a las cúpulas militares y a las cabezas de la guerrilla de oposición no habían estado en la lucha militante ni e n la recupe
Montoneros y el ERP recuperaba una posición, casi un mandato ración de ideales revolucionarios, sino en las formas, enteramente
pendiente, de una historia anterior. La guerrilla, en 1 984, era novedosas en la cultura política argentina, de los derechos huma
parte del pasado y estaba aniquilada; ya no había lugar para la so nos y la demanda institucional de justicia.
lución "policial" a la que se refería Perón diez años antes. Pero El nuevo prólogo oficial, de 2006, firmado por la Secretaría d e
retornaba algo de esa i n tención fallida, someter a los cabecillas Derechos Humanos de l a Nación, fuera d e esa insólita impugna
s obrevivientes, responsables de delitos contra el Estado y la socie ción al texto que viene a presentar, carece de cualquier propósito
dad, al imperio de la ley. En todo caso, si algo del Perón enfren de ilustración o estudio del Informe como un documento histó
tado a la guerrilla volvía en la decisión de Alfonsín, los anteceden rico. No es objetable que se i ncluya un texto de presentación; por
tes del nuevo presidente permitieron a muchos ilusionarse con las el contrario, era incluso recomendable y necesario, pero un estu
garantías de un estado de derecho que podía prometer el ejerci dio preliminar, incluso crítico, es muy diferente d e una con
cio de la ley en mejores condiciones. Los decretos no se referían a dena sólo respaldada por una posición oficial de poder. El único
terrorismos polarizados, sino a crímenes y responsabilidades pe funcionario que apareció justificando el texto fue el entonces sub
nales; y el peso de esa decisión no estaba en la interpretación del secretario de Derechos Humanos, Rodolfo Mattarollo, a quien las
pasado, sino en la edificación hacia el futuro de un nuevo Estado fuentes indican como uno de los autores del agregado.20 1 En una
y una sociedad reconstruida. No decía que los delitos fueran com entrevista, el funcionario expuso algunos de los argumentos omi
parables o equivalentes (más allá de que para los procedimientos tidos en el agregado oficial. Por una parte, mencionó una fuente
del derecho todos los delitos se hacen comparables) ; pero, si no (que debería haberse incluido en la nueva presentación si la in
se admitía una nueva amnistía (como la que ya había fra tención era hacer u n aporte a la lectura y discusión del Informe) ,
casado en 1 97 3 ) la vía penal no podía dejar afuera los delitos de la de 1 98 1 , sobre la debilidad de las guerrillas en e l momento del
guerrilla. Esa decisión sintonizaba con el nuevo humor en l a so golpe, un dato conocido y extensamente difundido desde hacía
ciedad y en las fuerzas políticas con expresión parlamentaria. Nin- veinte años. Ninguna idea o trabajo posterior es expuesto para
1 2 6 SOBRE L-\ VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L-'. POLÍTICA Y L-\ VIOLENCIA 1 27
justificar la i ntervención. Pero lo insólito viene después. No sólo significaciones de la política y de la violencia de los años setenta
reiteró que "en el prólogo histórico de la Conadep había un in cuando se ha vuelto a narrar el papel de las victimas como actores
tento de justificación del terrorismo de Estado" sino que: deliberados y conscientes, es decir, militantes. Es posible pensar
que el fraq¡so de las promesas nacidas en esa primera experien
Nos pareció que equivalía en la Argentina a lo que se cia de la democracia ha abierto condiciones más receptivas a una
llama el negacionismo en Europa respecto de los críme recuperación de la tradición revolucionaria. Lo que anunciaba Al
nes de los nazis. Así como en Europa hay una frontera fonsín (y e n lo que muchos creyeron) podía parecer una revolu
que parece que no se debería sobrepasar por cuestiones ción democrática, encarnada en el Juicio y el derrocamiento polí
éticas, nos parecía que en la Argentina ésa era la fron tico y simbólico de las Juntas ante un tribunal: no era el paredón
tera. Se discute mucho sobre si hay una memoria oficial. que poblaba los sueños pasados, pero parecía mostrar que era po
Nosotros no creemos que haya una versión oficial de la sible lograr el mismo resultado sin los costos terribles de los muer
memoria, creemos en la pluralidad de voces, testimo tos y la sangre. Hay que recordar que n o era simplemente un dis
nios. Pero creemos que hay una fron tera ética de la no curso de restauración o una apelación a la normalidad de las
aceptación e n forma alguna del terrorismo de Estado.202 leyes; anunciaba una ruptura, una nueva era. Por eso podía, a la
vez, relegar el imaginario de las luchas y reemplazarlo, en un
El colmo de la operación denegatoria sobre el Informe se alcanza nuevo horizonte de transformación social y política. ¿Hubo algo
con la acusación de "negacionismo" del terrorismo de Estado al así como un ( transitorio) mito democrático? En todo caso, fue una
mismo prólogo que no sólo denuncia e investiga ese terrorismo efervescencia que, mientras duró, encontró arraigo en la socie
sino que define los hechos como "crímenes de lesa humani dad y demostró su capacidad para movilizarla. El relativo cierre de
dad".203 El Nunca más, incluyendo su "Prólogo", ha sido reto ese horizonte futuro ha desplazado el fiel de la balanza en la con
mado, a lo largo de veinticinco años, como una bandera y un sím ciencia temporal hacia el pasado: bajo la forma de la alucinación
bolo de la lucha democrática, sobre todo por el discurso de los (son las mismas luchas) , de la nostalgia o de la idealización he
derechos humanos; fue usado, ampliado y discutido, ¿hay que roica (que puede llegar hasta la banalización mediática) , de la in
concluir que hasta la intervención correctora no se lo sabía leer o certidumbre autocrítica o la m anipulación política. Pero también
Si no se trata ni de simetrías ni de justificación del golpe, ni mu las responsabilidades y las consecuencias de la opción estratégica
cho menos de "negacionismo" del terrorismo de Estado, ¿cuál h a por la guerra revolucionaria.
sido e l problema c o n las fórmulas que propone el prólogo origi La intervención oficial que busca corregir el Nunca más se ins
nal para el conglomerado oficialista, que hoy i ncluye a gran parte cribe, tardíamente, en esa revisión. En la nueva situación, en la
de los organismos de los afectados? Para responder esa pregunta que comienza a abrirse una discusión que abarca las responsabili
hay que recuperar lo que ha cambiado respecto de ese primer dades y los crímenes de la guerrilla en el período constitucional
comenso de una memoria de la dictadura focalizada en los críme previo a 1976, viene a agitarse el cuco de los "dos demonios"
nes y en las promesas de la reconstrucción democrática por el como un límite o un corset orientado a clausurar esa revisión. En
solo imperio de la ley. El núcleo minoritario de los que siempre verdad, en las nuevas formas de reivindicación del mito revolucio
rechazaron las fórmulas del Nunca más, incluido el juicio histórico nario, implantadas en el bloque que hegemoniza el discurso de
sobre la guerrilla, se ha ampliado y ha encontrado cobijo en la ad los derechos humanos, molesta la mención del "terrorismo de ul
ministración de gobierno. Como se vio, algo h a cambiado e n las traizquierda", una fórmula corriente que, como se vio, estuvo muy
1 2 8 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA L\ POLÍTICA Y L>\ VIOLENCIA 1 29
presente en el discurso humanista desde los años ptevios a 1 976. nes han sido parte de la militancia contestataria hablaban de los
En esta recuperación maquillada de la militancia revolucionaria las pasiones o la vida en desmedro de las prácticas arma
no hay espacio para admitir que hubo formas que la enfrentaban das; en esa visión pacificada, en la que ya no había combatien tes
a un régimen constitucional y a la voluntad mayoritaria de la so decididos a matar y morir sino jóvenes abnegados y bien intencio
ciedad. Lo que se objeta, finalmente, es menos el prólogo del nados, se exponía implícitamente el mismo distanciam iento que
Nunca más que el corazón de la argumentación del ministerio fis se implantab a en la sociedad respecto del "demonio" del terro
cal en el proceso penal contra los jefes militares. Ése es el sentido rismo. Al mismo tiempo, en ese repudio tácito de la lucha armada
común (hoy expresado por el Secretario de Derechos Humanos se hacía posible una proyecció n que rectificaba el pasado para
de la Nación, Eduardo Luis Duhalde) que o directamente destacar las promesas incumplid as de una experienc ia de amplia
desprecia la significación y los efectos de la investigación desple- participa ción y protagon ismo popular, iniciada en la década de
en el Nunca más y, sobre todo, el juicio a las juntas. En el ca 1960. También las autocríticas al "militarismo" de las cúpulas, que
mino, buena parte del movimiento de los derechos humanos ha parecen creer que las bases de la militancia eran ajenas a la retó
terminado renegando de su propia participación en esa primera rica de la guerra revolucion aría, alimentan una de las aristas del
etapa de realización integral, en sentido universal, de los objetivos pequeño mito de los dos demonios . Pero esos restos ya no expli
humanistas de justicia. En esa intervención del poder administra can nada, salvo la buena conciencia de una identidad militante
tivo, que nadie firma, se expone una intención asimilable a lo que que reproduce la inocencia asumida por la sociedad. En ese sen
Ricoeur llama la "memoria impuesta". A la manipulación de la tido, la intervenci ón de la Secretaría de Derechos Humanos
verdad histórica se agrega un efecto aún más pernicioso en el puede ser vista como el cierre de un ciclo. Además de tardía, pa
plano de la conciencia pública: las imposiciones de sentido, por rece inútil, y confirma que las decisiones de ese tipo, que preten
parte del Estado o de poderes fácticos, despojan a los actores so den imponerse sobre la experiencia social, siempre llegan tarde.
ciales de la potestad de relatarse a sí mismos. 204 Como consecuen A pesar de las reticencias de un bloque ideológico cerrado a toda
cia, el debate público, que no ha faltado, sobre ese documento y revisión de las responsabilidades de la guerrilla, hay un debate
sobre los acontecimientos de los que trata, termina aplastado en abierto que se amplía: no sólo han salido las víctimas de la guerri
una disyuntiva menor entre el apoyo y el rechazo de una gestión lla a plantear sus propias reivindicaciones de memoria, sino que
de gobierno. se han sumado testimonio s que ventilan públicame nte los críme
nes cometidos en nombre de la revolución . El esquema, o mejor,
Para terminar, creo que asistimos al ocaso de esa figura, la de los el eslogan, de los "dos demonios" es un clisé vacío que no satisface
"dos demonios", al menos como una representación compacta o a nadie. No satisface a los que, han buscado justificar la masacre
un mito explicativo que ha operado como un obstáculo, un punto cometida desde el Estado; y tampoco sirve a los que quieren dis
ciego para una discusión más lúcida y comprometida del ciclo de cutir ese pasado, los que, aun rechazando esa equiparación de dos
la violencia y el térrorismo de Estado en la Argentina. En los deba terrorismo s o la explicació n de la dictadura como reacción a la
tes, que exceden lo jurídico, sobre la aplicación de la categoría de provocación guerrillera, reclaman revisar, discutir y juzgar las con
crímenes de lesa humanidad a los asesinatos cometidos por la diciones y responsabilidades de los partidos armados en la catás
guerrilla pervive la idea de un tratamiento equivalente y compen trofe social y política de esos años.
satorio con los crímenes del Estado. Pero fuera de ello, de los "dos
demonios" sólo han quedado significaciones parciales y residua
les. Por ejemplo, cuando las recuperaciones testimoniales de quie-
262 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA NOTAS DEL CAPÍTULO 2 2 63
52 Íd., pp. 28-29. Leis, "Respuesta a Sergio Bufano y Mario Betteo", Lucha annada,
53 Íd., pp. 32-33, 35, 42-44. núm. 7, 2006.
54 Retomo el análisis en el apéndice "Espacios, monumentos, memoriales». 73 Sobre la acción política y el "vivirjun tos", véase Hannah Arendt, ¿ Qué
55 Sobre el exilio político véanse Marina Franco, El exilio: argentinos en es la política ?, Barcelona, Paidós, 1997. Las palabras de Bachelet son
Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008; Pablo Yan recogidas por Carlos Kreimer en "Polémica II" (que discute con el
kelevich (comp.) , Rejrresi6n y destierro. Itineran·os del exilio argentino, La artículo citado de S. Bufano, "Acerca de la reconciliación") , Lucha
Plata, Ediciones al Margen, 2004, y Pablo Yankelevich y Si!vinajensen, annada, núm. 7, ob. cit., p. 78.
Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos Aires,
Libros del Zorzal, 2007.
56 Sobre el tópico de las "dos Argentinas", retomado en los sesenta y los 2. LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA
setenta, véase O. Terán, "Ideas e i n telectuales en la Argentina", e n
Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura e n el siglo XX latinoamericano, 74 Para u n tratamiento exhaustivo de la investigación sobre política y
Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 54-56 y 71-81. violencia, hasta 2003, véase Luis A. Romero, "La violencia en la histo
57 Federico Lorenz, "¿De quién es el 24 d e marzo? Las luchas por la ria argentina reciente: un estado de la cuestión", en Historizar el
memoria del golpe de 1 976", e n Elizabethjelin (comp.), Las canmemo pasado vivo en América Latina, 2003, en: http:/ jw;\1\v.historizarelpasa
racianes: las disputas en lasfechas "in-ftlices , Madrid, Siglo
" XXI , 2002. dovivo.cl/ es_contenido.php.
58 Íd., p . 65. 75 Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximaci6n a la guerrilla de los
59 Íd., p. 70. años 70, Buenos Aires, Norma, 2005.
60 Sobre las declaraciones de Hebe de Bonafini véase Clarín, 3 de abril 76 O. Terán, "Entre la filosoffa y la historia: un recorrido" (1994), entre
de 2004. vista realizada porJavier Trímboli y Roy Hora, en O. Terán, De utopías,
61 F. Lorenz, ob. cit., pp. 86-90. catástrofes y esperanzas, ob. cit., pp. 1 7-18.
62 Vuelvo sobre el tema en el apéndice, "Espacios, monumentos, memo 77 La reducción de todos los conflictos a la idea de un guerra i ntegral ha
riales". sido señalada hace años en una investigación que sigue manteniendo
63 Tim Cole, Selling the Holocaust, Nueva York, Roudedge, 2000, plena vigencia: María Matilde Ollier, Elfenómeno insurrecciona! y la cul
pp. 138-139. tura política (1969-1973), Buenos Aires, CEAL, 1986.
64 Véasejürgen Habermas, "Goldhagen y el uso público de la historia", 78 Ernesto Guevara, "Crear dos, tres..., muchos Vietnam es l a consigna"
en Federico Finchelstein (comp.), Les alemanes, el Holocausto y la culpa (1957) , en Obras Completas, Buenos Aires, Andrómeda, 2002, pp. 351-352.
colectiva. El debate Goldhagen, Buenos Aires, Eudeba, 1999. 79 E. Guevara, "Guerra de guerrillas: u n método" (1963), en Obras Com
65 Íd., pp. 208 y 210. pletas, ob. cit, p. 362.
66 Véase O. Terán, "La década del 70: la violencia d e las ideas" (2005) , 80 Véase Hannah Arendt, Sobre la violencia (1969), Madrid, Alianza, 2005,
e n De u topías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectwl, Buenos p. 57. Retomo l a oposición entre poder y violencia más adelante.
Aires, Siglo XXI 2006. Retomo el problema en el capítulo 3, "Le
, 8 1 Véase E. L Duhalde y E. M. Pérez, De Taco Ralo a la alternativa imlepen·
vimos la cara a Diosn. diente. Historia documental de las Fuerzas Annadas Peronistas y del
67 Véase E. Palti, "Introducción", en R. Koselleck, Los estratos del tiempo: · Peranismo de Base, tomo I, Buenos Aires, d e la Campana, s/f, pp. 152,
estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001, p. 23. Véase también 172-1 73, 267, 281, 300 y 327.
R. Kose!leck, Futuro pasado, ob. cit., pp. 265-266. 82 Jorge G. Castañeda, La utopia desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de
68 R. Koselleck, Los estratos del tiempo. . . , ob. cit., pp. 43-45. la izquierda en América Latina, Buenos Aires, Ariel, 1993, pp. 18-19.
69 P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oubli, ob. cit., pp. 96-97. 83 P. Calveiro, ob. cit., p . 188. Un análisis más consistente del peronismo
70 Sobre la "memoria herida" véase P. Ricoeur, La lectura del tiempo revolucionario y las relaciones con el Líder puede verse en el cap. II
pasado, ob. cit., pp. 31-36; la "memoria manipulada" aparece en P. del libro citado de María M. Ollier.
Ricoeur, La mémoire, l'l!istaire, l'oubli, ob. cit., pp. 579-581. 84 P. Calveiro, ob. cit., p. 129.
71 Véase Carlos S. Nino, "Introducción", en juicio al mal absoluto, Buenos 85 Íd., p . 55.
Aires, Emecé, 1997. 86 Íd., pp. 1 1 7-1 18.
72 P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oubli, ob. cit., p. 589. Héctor Leis se 87 Véase A. Amato, M. Seoane y V. Muleiro, "Los papeles secretos de l a
ha animado a plantear, en contra del ánimo dominante, la cuestión embajada. Anatomía de un golpe", Clarín, 22 de marzo de 1998, en:
de la reconciliación y el perdón, como una base, hoy ausente, de la http:/ /mafaldita.com/manuel/golpe.html.
reconstrucción de una comunidad política en la Argentina. Véase H . 88 Lucas Lanusse, lv[ontoneros: el mito de los 12fundadores, Buenos Aires,
Leis, "Los límites de la política: acerca d e la carta d e Osear del Vergara, 2005.
Barco", Lucha armada, núm. 5, febrero-abril de 2006. Véanse también 89 Alexandre Kojeve, La nación de autaridad, Buenos Aires, Nueva Visión,
S. Bufano, "Acerca de la reconciliación", y Mario Beteo, "Los límites 2005.
de la polémica", en Lucha armada, núm. 6, mayojulio de 2006, y H. 90 Sobre el fracaso y el aislamiento creciente de la organización de Mon-
264 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
NOTAS DE L CAPÍTULO 2 2 65
del PC. Gabriel Rot muestra que la relación d e los comunistas con la 1 1 2 La investigación sobre el exilio argentino se ha ampliado y enrique
guerrilla es más complej a y ambigua: véase G. Rot, "El Partido Comu cido con una importante producción en Jos últimos años. Señalo,
nista y la lucha armada", Lucha armada, núm. 7, 2006. dentro d e un corpus mayor, los trabajos que me parecen más impor
94 Íd., p. 100. tantes: P. Yankelevich (comp. ) , Represión y destierro .•• , ob. cit.; P.
95 J. D. Perón, La Opinión, 23 de enero d e 1974, citado en Marina Yankelevich y Silvina Jensen, Exilios. Destinos y experiencias bajo la dicta·
Franco, "Afinidades electivas: observaciones en torno a algunos dis dura militar, ob. cit.; Marina Franco, El exilio: argentinos en Francia
durante la dictadura, ob. cit., y S.Jensen, "Identidad, derrotero y deba
cursos sobre la violencia en la Argentina de los años 70", 2008.
Agradezco a la autora por haberme hecho conocer este trabajo. Refe tes del exilio peronista en Cataluña ( 1976-1983)", Hispania Nova,
rencia electrónica: "Notas para una historia de la violencia en la núm. 5, 2005, en: http://hispanianova.rediris.es/
Argentina: una mirada desde Jos discursos del período 1973-1976", 5/articulos/5a004.htrn.
Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2008, en: http://nuevo 1 1 3 H. Vezzetti, Pasado y presente... , ob. cit.
mundo.revues.org/index43062.htrnl. La versión de esa exposición d e 1 14 Con algunas excepciones: ya mencioné la investigación de Maria
Perón, publicada p o r e l diario Noticias, puede verse en: Matilde Ollier, Elfenómeno insurrecciona[ y la culiura política (1969-1973),
http://www.elortiba.org/notapas10.htrnl. ob. cit. A ella se agrega e l trabajo de Claudia Hilb y Daniel Lutzl..-y, La
96 "Carta de Perón a García Elorrio", Cristianismo y Revolución, núm. 19, nueva izquierda argentina: 1960..1980 (Política y violencia), Buenos Aires,
primera quincena de 1969, contratapa. Véase también M. M. Ollier, CEAL, 1984. También Carlos A. Brocato, La Argentina que quisieron,
ob. cit., pp. 61-62. Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1985, y El exilio es nuestro,
97 Sergio Bufano, "Perón y la Triple A", Lucha Armada, núm. 2,junio Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1986. Pablo Giussaní , Montone
agosto de 2005, p. 25. Sobre las relaciones del gobierno justicialista y ros. La soberbia armada, Buenos Aires, Sudamericana/ Planeta, 1984.
de Perón en particular con la dictadura de Pinochet véase Andrés Cis 1 15 Destaco sólo algunas obras representativas: M. Caparrós y E. Anguita,
neros y Carlos Escudé (comps.) , "Las relaciones con Chile", en La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina,
Historia de las Relaciones Exteriores A rgentinas, tomo XIV, en: Buenos Aires, Planeta, 1 997-1998, tres tomos; M. Diana, Mujeres guerri·
http://www.cema.edu.ar/ceieg/arg-rree/14/ 1 4-037.htrn. lleras, Buenos Aires, Planeta, 2006; P. Calveiro, Política y/o violencia, ob.
98 Véase Fernando Ruiz, Las palabras son acciones. Histona política y profe cit.; Luis Mattini, Hombres y m ujeres del PRT-ERP. De Tucumán a La
sional de La Opinión dejacobo Timerman (1971-1977), Buenos Aires, Tablada, La Plata, De la Campana, 2003; A. Longoni, Traici01leS,
Perfil Libros, 2001. Buenos Aires, Norma, 2007; M. Larraquy, Fuimos soldados. Historia
99 Íd., pp. 60-61 y 79-83. secreta de la contraofensiva montanera, Buenos Aires, Aguilar, 2006; G.
lOO Íd., pp. 51 y 83-97. Plis-Sterenberg, Monte Chingolo, Buenos Aires, Planeta, 2003; R. Pitta
1 0 1 Íd., pp. 70 y 73-78. luga y A. Oberti, Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y
102 Para una nómina de los periodistas del diario que militaban en la pensamientos sobre la historia, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006.
1 1 6 Una excepción es la intervención de Horado Tarcus a propósito del
�errilla hacia 1971 véase íd., pp. 84-85.
103 Id., p. 88. debate sobre la violencia, e n l a que retoma algunos de estos trabajos
104 Íd., pp. 9()..9 1 . críticos producidos en e l exilio; véase H . Tarcus, "Notas para una crí
1 0 5 Í d . , p p . 1 1()..1 1 1 . María Seoane, Todo o nada, Buenos Aires, Planeta, tica de la razón instrumental. A propósito del debate en torno a la
1 99 1 , p. 153. carta de Osear del Barco", Políticas de la memoria, CEDINCI, núm. 6/7,
106 Véase R. Camps, Caso Timerman: puntofin al, Buenos Aires, Tribuna verano 2006/2007.
Abierta, 1982, p. 83. 1 1 7 Véase R. Pittaluga y A. Oberti, "Versiones de la academia", en iVIemo
107 LO, 16 de enero de 1972, citado en F. Ruiz, ob. cit., p. l14. El título de la rias en montaje. . . , ob. cit., IV.
nota es e.xplícito: "No sólo violan Jos derechos humanos. Las consecuencias 1 1 8 "Editorial", Controversia, México, núm. 1 , octubre de 1979, p. 2 (las
de su acción muestran la esencia antipopular de los métodos terroristas". bastardillas son del original ) . Para un estudio inicial sobre la revista
véase Inés Rojkind, "La revista Controversia: reflexión y polémica entre
266 SOBRE L.4. VIOLENCIA REVOLUCIONARIA NOTAS DEL CAPÍTULO 2 267
toneros (comunicación personal, e-mail del 1 2 de enero de 2009). 152 S. Bufano , "La guerrilla argentina. El final de una épica impura",
1 27 S. Caletti, "La revolución del voluntarismo", Controversia, núm. 2-3, Lucha annada, núm. 8, 2007.
diciembre de 1979, pp. 7-9. 153 Para un análisis del papel de los voceros de las "otras víctimas" en ese
268 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
NOTAS DEL CAPÍTULO 2 269
tenido.php. Una versión de ese trabaj o fue publicada en Lucha dámela a mí'. La noche de los lápices: el deber de memoria y las
Armada, núm. 1 , diciembre de 2004-febrero de 2005. escuelas", en E . Jelin y F. G. Lorenz (comps.), memoria. La
154 B. Sarlo, "Una alucinación dispersa en agonía", ob. cit., pp. 2-3, las escuela elabora el pasado, Madrid, Siglo XXl, 2004.
bastardillas son del original. Es el mismo artículo en el que retomaba 178 Viviana Corbato, Montoneros, soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?,
y completaba una cita de H. Schmucler. Buenos Aires, Sudamericana, 1999, pp. 97-98. Véase también J. Fal
155 Véase H. Tarros, "Notas para una crítica de la mzón instrumental", ob. cit cone, ob. cit., p. 84.
156 S. Bufano, "La guerrilla argentina", ob. cit, p. 43. 179 Victoria Ginzberg, "Lo más importante es que mis hijos no me vean
157 Luis Mattini, Homlrres y m ujeres del PRT-ERP. De Tucumán a La Tablada, derrotada", Página/12. 15 de septiembre de 1998.
180 M. Seoane y H. Ruiz Núñez, La noche de los lápices, Buenos Aires, Con
ob. cit., p. 15.
trapunto, 1986. La película dirigida por H. Olivera es del mismo año
158 Cazo.dares de utopías, 1995, dirección de David Blaustein y guión de
Ernesto Jauretche. y lleva el mismo título.
159 Ese testimonio de Caparrós ha sido resaltado por A. Oberti y R. Pitta· 1 8 1 F. Lorenz, ob. cit., pp. 1 14-11 5.
luga, en su análisis del film, en JY!emorias en montaje• . . , ob. cit., p. 127. 1 8 2 Citado en Gonzalo L Chaves y Jorge O. Le;vinger, Los del 73. Memoria
160 M. Caparrós, entrevista incluida e n Javier Trímboli (comp.), La mont011era, La Plata, De la Campana, 1998, p. 245.
183 Véase Elke Cryglewski, "Memoria y transmisión", Simposio "Culturas
izquierda en la Argentina, Buenos Aires, Manantial, 1998, pp. 54 y 58.
161 S. Caletti, "Puentes rotos", Lucha annada, núm. 6, mayo-j ulio 2006, pp. Urbanas Buenos Aires- Berlín", Buenos Aires 27-28 de abril de 2006,
mimeo. Sobre la experiencia alemana en Wannsee, véanse Casa de la
74-77.
162 C. Reato, Operación Traviata, Buenos Aires, Sudamericana, 2008. Conferencia de Wannsee, La c011jerencia de Wan nsee y el genocidio de los
163 Véase H. Arendt, La condición humana (1958), Buenos Aires, Paidós, judíos europeos, Berlín, 2004, y el sitio http://W"IV\v.ghwk.de/engl/kop
166 U na excepción es el relato de la discusión y la sanción que culmina violencia en la sociedad argentina actual", en prensa. Agradezco a la
con la separación de Montoneros de Nicolás Casulla y otros, a fines autora por darme a conocer este trabajo.
de 1974. Véase La voluntad. . . , ob. cit., tomo TI, pp. 450-453. 185 La expresión d e J. A. Ramos aparece en ¿ Qué es elFIP?, citado en
1 6 7 C. Reato incluye brevemente el tema en Operación Traviata, ob. cit., Néstor Kohan, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y
latinoamericano, Buenos Aires, Biblos, 2000, p. 239.
260, 273 y 27(}.277.
168 por ejemplo, ei "Código de justicia Penal Revolucionario" y el 186 Eric Hobsbawm, "Barbarie, una guía para el usuario", Entrepasados,
"Curso de formación de cuadros", ambos de Montoneros, e n Lucha núm. 7, fines de 1994, p. 126.
1 8 7 La nota es dei S de febrero de 1974. En Ernesto Jauretche, Violencia y
annada, núm. 8, 2007, y núms. 1 0 y 1 1 , 2008.
169 S. Bufano, "La guerrilla argentina", ob. cit., p. 43. política en los 70, ob. dt p. 216.
170 C. Hilb, "La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista", Lucha 188 E. Mignone, Derechos humanos y sociedad. . . , ob. cit., p. 57.
171 H. Tarcus, "La secta política. Ensayo acerca de la pervivencia de lo para delegaciones", Buenos Aires, s/f. "Carta remitida al E.xcmo. Sr.
Presidente de la Nación sobre ciudadanos 'desaparecidos'", en La
sagrado en la modernidad", El RodabaUo, núm. 9, verano de
Prensa [espacio de publicidad ] , 17 de mayo de 1978. Archivo
1998/1999.
CEDINCI [SJMP /CMS Cl/5-7]. Dado que mi objetivo no es hacer
172 H. Vezzetti, Pasado y presente ... , ob. cit., pp. 1 3-H.
173 Sobre la sorpresa de los militantes montoneros que pensaron inicial una investigación específica sobre la APDH, para el propósito de m i
mente que había sido un atentado de la ultraderecha, véase M. estudio me he limitado a las fuentes disponibles en este archivo. Para
Caparrós y E. Anguita, La valtmtad. . . , ob. cit., tomo II, pp. 184-185. una historia de la APDH véase Virginia Vecchioli, "A Juta pelo direito.
También C. Reato, Operación Traviata, ob. cit., pp. 187-189. Sobre las Engajamento militante e profissionalizaq.io dos advogados na causa
consiguas, véase César Tcach (comp.), La política en consignas. Memo pelos direitos humanos na Argentina", Tesis, Museo Nacional, Univer
radas que estuvieron desaparecidas", del informe de la CIDH, s/f. [c. 207 Émile Durkheim ( 1 9 1 2 } , Les Frmnes Élémentaires de la llie Religieuse. Le
1979]. 4Siruación de las entidades d e derechos humanos. Derechos Syswne Totémique en Australie, Libro ll, "Les Croyances Élémentaires".
humanos, subversión y terrorismo" y "El derecho a la vida", del Edición electrónica: http://classiques.uqac.ca/ classiques/Dur
informe d e la CIDH, Buenos Aires, s/f. [c. 1979]. "Conclusiones" y kheim_emile/formes_vie_relig1euse/formes_-vi e_relig1euse.html, p.
"Recomendaciones al gobierno argentino" del informe de la CIDH 1 12. [Ed. cast.: Lasformas elementales de la vida religiosa: el sistema /olé
Buenos Aires, s/f. [c. 1979]. [S.JtviP/CMS C l/5-7 ] . El Informe com: mico en A ustralia, Madrid, Akal, 1992.]
pleto de la CIDH puede consultarse en: 208 Citado por Emilio Genúle, El culto del Littorio. La sacrali;,ación de la polí
http://www.c idh.oas.org/countryrep /Argentina80sp/indice.htm. tica en la Italia fascista, Buenos Aires, Siglo XXl, 2007, p. 38.
1 9 2 CIDH, lnfonne sobre la situación de los Derechos Humanos en Argentina, 209 Glenn Gray, The Wí:zrrior. Rejlectit:ms on Men in Batt/e (1959 ) ,
cap. III, 4El problema de los desaparecidos", punto G, "Magnitud y University of Nebraska Press, 1998, pp. 14-15, 27, 30..3 3, 4 0 y 46-47.
secuelas del problema de los desaparecidos". Incluido en APDH, [Ed. cast.: Guerreros: reflexiones del hombre en la batalla, Barcelona,
Algunos testimonios de personas liberadas que estuvieron desaparecidas, del Inédita Ediciones, 2004.]
informe de la CIDH, ob. cit., p. 23. 2 1 0 Íd., 47.
193 Nunca más, ob. cit., p. 7. 2 1 1 S. "La vida plena", Lucha annada, núm. 1, diciembre 2004-
194 CIDH, cap. I, "El sistema político y n o rmativo argentino", punto E, febrero 2005, p. 22.
"Derechos humanos, subversión y terrorismo", reproducido en el 2 1 2 Véase S. Freud, "El malestar e n la culrura", primera parte, en Obras
folleto de la APDH, Situación de las entidades de derechos humanos. Dere Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, tomo XXl.
clws humanos, subversión y terrorismo, ob. cit., pp. 1 4, 1 9-20 y 22. 213 Citado e n Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, Galimberti, de Perón
195 "Prólogo", Nunca más [1984], ob. cit., p. 7. "Prólogo", Nunca más, edi a Susana, de Montoneros a la ClA, Buenos Aires, Norma, 2000. Véase
ción del so• Aniversario del Golpe de Estado, Buenos Aires, Eudeba, también de Galimberú "El insomnio del guerrero", en:
2006, en: http://>V"IV"IV.derhumanJus.gov.ar/anm/pdfS/Pro http://www.libreopinion.com jmembers/jose_marmol/ El_insom
logo_2006.pdf. nio_del_guerrero.htm.
196 E. Crenzel, La historia política del Nunca Más, ob. cit. 2 1 4 Íd.
197 C. Brocato, "Sí, hay dos maniqueísmos", Nueva Presencia, núm. 433, 18 de
2 1 5 El testimonio del marino está incluido e n el libro de l a periodista nor-
octubre de 1985, en P. Cazes Camarero (comp.), ¿Hubo dos terrorismos ?,
teamericana Tina Rosenberg, Children of Cain. Violence and the Violent
Buenos Aires, Ediciones Reencuentro, 1 986. El debate se desarrolló en el
in Lalin A merica, Nueva York, \Villiam Morrow and Co., 1 9 9 1 , pp. 1 27-
semanario Nueva Presencia, entre sepúembre de 1985 y enero de 1986;
1 3 1 . Las declaraciones de Galimberti aparecieron en La Nación, 1 9 de
además de Brocato participaron, entre otros, Herman Schiller, Pedro
enero de 1998, y e n «EJ insomnio del guerrero·, ob. cit.
Cazes Camarero, Maria Seoane, Ismael Vriias y Hernán Invernizzi . Agra
2 1 6 Héctor Simeoni, Aniquilen al ERP, Buenos Aires, Ediciones Cosmos,
dezco a Emilio Crenzel por haberme facilitado este material.
1985. a Vera Carnovale, quien me indicó la existencia de
1 98 C. Brocato, íd., pp. 37-39, las bastardillas son del original.
la facilitó.
199 "Prólogo", Nunca más, edición del 30° Aniversario del Golpe de
Zuker, El lrm de la victoria, Buenos Aires, Sudameri-
Estado, o b . cit.
227-240, en: http://>V"I'�v.elorúba.org/fi rme.html.
200 J. Camarasa, R. Felice y D. González, Eljuicio. Proceso al horror, Buenos
2 1 8 M. Bonasso, informe de inteligencia militar durante l a
Aires, Sudamericana/Planeta, 1985, p. 1 86. Véase también H. Vez
dictadura. Lo q u e sabía e l 601 ", e n : http://>V"IV"IV.galeon.com/ elor-
zetú, Pasado y presente. . • , ob. cit., cap. ID.
tiba/docmon 82.html#Montoneros: _EUlanto_para_el_enemigo_. La
201 Véase Victoria Ginzberg, "De los dos demonios al terrorismo de
misma escena es contada en el documental de María Inés Roqué,
Estado", Página/12, 1 5 de mayo de 2006. Incluye u n entrevista al fun
Papá Iván, 2000.
cionario. La mención de Mattarollo como uno de los autores aparece
2 19 Como vimos, B. Sarlo lo retoma en su análisis de las narraciones de
en E. Crenzel, ob. cit., nota 325, p. 264.
las muertes de Victoria Walsh y Paco U rondo hechas por R. Walsh y J.
202 V. Ginzberg, "De los dos demonios al terrorismo de Estado", ob. cit.
Gelman, respectivament e. Véase B. Sarlo, "Una alucinación dispersa
203 "Prólogo", Nunca más [1984], oh. cit., p. 7.
en agonía", ob. cit., p. 3.
204 P. Ricoeur, La mémoire, l 'hisloire, l'oubli, ob. cit., p. 580.
220 Véase "La guerrilla del Che en Salta, 40 años después", tesúmonio de
Héctor Jouvé, La Córdoba, núm. 1 5 , octubre de 2004, y
Luciano Monteagudo, exclusiva con el argentino Ciro
3· "LE VIMOS LA CARA A DIOS"
Bustos: Yo fui el chivo expiatorio", Página/12, 15 de abril de 200 1 , en:
http://>V"IV"I�.pag1na12.com.ar/2001/0l-04/0l-04-15 /pag3l .htm .
205 Ernesto Jauretche, Violencia y política en los 70. No dejés que te la cuenten,
221 VéaseJean Delumeau, El miedo en Occidente, Madrid, Taurus, 1989, p. 14.
Buenos Aires, Colihue, 1997, p. 29, las bastardillas son del original. La
222 J. Falcone, lYfemorial de gv.erralarga. . . , ob. cit., p. 1 52 .
frase habña sido pronunciada por Ignacio Vélez.
223 Gonzalo L . Chaves y Jorge O . Lewinger, Los del 73. Memoria montonera,
206 Véase OscarTetán, "Argentina: tocar lo intocable", Punto de Vzsta, núm. 28,
La Plata, De la Campana, 1998, pp. 178-182.
noviembre de 1986. Reproducido en De utopías, catástrofesy esperanzas, ob. cit.