República Argentina, a los 17 días del mes de marzo de 2015, reunidos en acuerdo los señores jueces de la Sala “C” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, para conocer en los recursos interpuestos en los autos “V., M. E. C/ INC S.A. Y OTS./ DAÑOS Y PERJUICIOS”, EXPTE. N° 1529/2010, respecto de la sentencia corriente a fs. 249/50, el tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿Se ajusta a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo, resultó que la votación
debía efectuarse en el orden siguiente: Sres. Jueces de Cámara Dres. Díaz Solimine, Cortelezzi y Alvarez Juliá.
Sobre la cuestión propuesta el Dr. Díaz
Solimine dijo:
I.- La sentencia rechazó la demanda por cuanto
consideró que la pretensora no acreditó la mecánica del hecho descripta en el escrito inaugural.
Contra dicho pronunciamiento se alza la parte
actora a fs. 272/3, quien sostiene que conforme se desprende de las pruebas aportadas al proceso, el siniestro ocurrió tal como fue relatado en la demanda.
Dicho ello, analizaré las constancias del hecho
a efectos de corroborar si se encuentran acreditados los supuestos sobre los que la recurrente basa sus quejas.
II.- A modo de síntesis e introducción señalaré
que el hecho dañoso de marras ocurrió con fecha 5 de enero de 2008, siendo aproximadamente las 19.30 horas, en oportunidad en que la actora junto con una amiga se acercó hasta el supermercado “Carrefour Home”, sito en la Av. Santa Fe de esta ciudad.
Ocurrió que una vez dentro del recinto, la
accionante y su amiga suben al primer piso del referido local y V. se decidió a probar una silla que se encontraba a la venta sobre una tarima de exposición. Fue en ese momento en que la accionante cayó al suelo, sobre su lado izquierdo, debido a que la tarima no estaba sujetada al piso.
Se reincorporó, solicitó la ayuda del gerente
de la sucursal, a quien identificó como N. C., y requirió el libro de quejas, donde dejó asentado lo sucedido.
Al día siguiente, ante la continuidad de los
dolores concurrió al CEMIC, dónde se le diagnosticó traumatismo lumbar y de miembro inferior izquierdo y lumbocitalgia postraumática y posteriormente síndrome lumbosacrático severo con hernia dorsal C IV y C V, por la que debió ser intervenida quirúrgicamente con fecha 15 de julio de 2008.
Liminarmente, señalaré que el art. 5 de la ley
24.240 expresamente dispone: “Protección al consumidor. Las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios”. A su vez, el art. 42 de la CN reconoce el derecho de los consumidores a la seguridad en el marco de la relación de consumo.
Es así, que se ha extendido la obligación de
seguridad, habitualmente enmarcada en el ámbito contractual al campo de la relación de consumo.
En el texto normativo actual la obligación de
seguridad puede existir con independencia de la celebración de contrato alguno, cuando pueda identificarse una relación de consumo (cfr. Lovece, Graciela “Daños derivados de la violación del deber de seguridad…en Tratado de Daños Reparables, Ed. La Ley, T. II, Parte Especial, p. 90).
La relación de consumo, se individualiza por el
mero contacto social entre proveedor y consumidor o usuario en los términos que fija la propia ley 24.240, no siendo necesaria la existencia o subsistencia de un vínculo contractual (Picasso- Vazquez Ferreyra, “Ley de Defensa del Consumidor..”, Ed. La Ley, T. I, pág. 77).
Con este entendimiento, aquel sujeto que se
sitúa frente a un peligro derivado de una relación de consumo, o que resulte efectivamente afectado, se verá beneficiado con la aplicación de la ley 24.240.
El contenido de la obligación de seguridad en
el marco de las relaciones de consumo, constriñe al deudor a incorporar al mercado productos y servicios seguros conforme a las exigencias normativas y a las expectativas legítimas del consumidor.
Puede distinguirse entre productos y servicios
de peligrosidad inherente (latente) y aquellos de peligrosidad adquirida (en razón de un defecto) (La Teoría de la Calidad y los accidentes de consumo…, en Derecho del Consumidor 1, p. 67 y sgtes, Juris, Rosario, 1991).
En relación con su contenido, la obligación de
seguridad importa una garantía de inocuidad, lo cual supone que el producto o el servicio no generen daños en condiciones de utilización normales o razonablemente previsibles.
Por tanto, no toda carencia de seguridad podrá
ser considerada defecto de seguridad; lo será cuando el producto o servicio resulte dañoso en condiciones normales o razonables de uso o cuando el consumidor carezca de la posibilidad de prever los riesgos por ausencia de información reciente (Martin Casals Miquel y Soler Feliú, Josep “Defectos que Dañan..”, en Indret 1/2000, p. 7).
Sentado ello, analicemos entonces las
constancias del expediente.
A fs. 104, prestó declaración testimonial E. T.
M. de las C., quien conoce a la parte actora y se encontraba presente al momento del hecho.
Sostuvo que el día 5 de enero de 2008, M. la
fue a buscar para que la acompañara a ver la silla que habían comentado con anterioridad, silla de computación, en el local de Carrefour Home. Manifiesta que una vez en ese lugar, le mostró a la actora la silla en cuestión. Aclaró que M. previamente había visto -el jueves anterior- una silla similar y la había probado, aunque quería probar esta otra que se pagaba más barato los días sábados por medio de tarjeta de débito.
Aclara la testigo que ella acababa de comprar
una y que se encontraba mirando unas mesitas de computación que también precisaba, cuando se da vuelta y advierte que M. se encontraba en el piso, se había caído. Detalla que en ese momento se dio cuenta que se había sentado, y la silla estaba en una tarima que no estaba tarugada al piso pero que estaba expuesta para que uno se sentara. Agrega la dicente que no sabe porque se cayó, pero que efectivamente se había sentado.
La pretensora solicitó la presencia del gerente
y dejó asentado el episodio en el libro de quejas.
A fs. 119, declaró D. M. S., quien dijo ser
empleada de INC S.A., y afirmó que el día del hecho se encontraba trabajando en la sucursal de la Av. Santa fe.
Sostuvo que la dicente era repositora en el
sector donde están los muebles y los colchones, y que ese día se encontraba atendiendo. Manifiesta que los muebles estaban puestos sobre unas tarimas de madera altas, la señora V. había ido a averiguar por unos muebles y se le había dicho que no se podía subir sobre la tarima, insiste la testigo que fue ella personalmente quien se lo dijo, empero que “..desde ese momento la señora se subió y se cayó, la tarima estaba floja y se movió..” (sic). Destaca la deponente que había carteles blancos con letras negras que decían “no subirse a la tarima”. Continúa su relato, diciendo que luego de lo sucedido ayudaron a la señora a levantarse y se hizo cargo de la situación.
Destaca que los carteles a los que hizo mención
se encontraban ubicados sobre los muebles, especificando que algunos estaban abajo apoyados sobre la tarima y otros en la punta de la terminación de la tarima.
Manifiesta que el local contaba con libro de
quejas, y preguntada que fue acerca de si alguna otra persona tuvo similar experiencia, sostuvo que sí, que no se cayó pero hubo un inconveniente, motivo por el cual se colocaron los carteles.
Mediante presentación de fs. 142, la requerida
contestó la intimación que le fuera cursada, oportunidad en la que afirmó que el Sr. N. C. -quien la actora sostuviera que la asistió el día del hecho- al día del 5 de enero de 2008 era empleado de INC S.A. y desempeñaba el cargo de gerente de la sucursal en cuestión ubicada en la calle Santa Fe 1680 de esta ciudad. Aclara que dado que la sucursal fue cerrada, toda la documentación que se tenía fue destruida.
Ahora bien, de las pruebas colectadas tengo
para mí que el accidente de marras realmente existió y ocurrió tal como fuera relatado en el escrito inaugural.
En efecto, si bien es cierto que de la
declaración de la testigo de las C. no surge que ésta haya presenciado el momento exacto de la caída, no lo es menos que con el testimonio aportado por S. se acredita que realmente V. subió a la tarima donde se encontraban expuestas las sillas y se cayó debido a que ésta se encontraba floja y se movió.
Con relación a la existencia de los carteles y
advertencia de no subir a la tarima referida por la testigo S., cuadra señalar que sus dichos no son más que una manifestación unilateral efectuada por quien es dependiente de la compañía demandada, cuyos dichos no han sido abonados por ningún otro medio de prueba objetivo, lo que obsta a que pueda tenerse por acreditada su existencia.
En este sentido, y en cuanto a las condiciones
tanto de la silla como de la tarima, es menester señalar que en el ámbito de la relación de consumo no pesa sobre la víctima el deber de acreditar que se trate de una “cosa” generadora de riesgo, precepto propio de la órbita extracontractual (cfr. esta Sala, L. 623.661 del 2.10.2013 y L. CIV 005555/2011/CA001 del 21.05.2014, entre otros).
Resulta absolutamente equitativo que, quien con
su actividad genera riesgos y además obtiene un aprovechamiento económico de ellos asuma la responsabilidad frente a esos riesgos que genera. Ello de todos modos no cambia la relevancia de la existencia de una obligación de seguridad para el régimen de la responsabilidad, aun cuando el factor de atribución también se explique por el riesgo creado. Entonces, cuando una actividad riesgosa provoque un daño dentro de una relación de consumo, aun cuando no provenga del producto o del servicio prestado sino de las modalidades con las que aquél se ofrezca o éste se cumpla, tendrá la peculiaridad de que, probada la relación de consumo y el daño ocurrido dentro de su ámbito, la presunción será de que se ha visto incumplida en su totalidad la obligación de seguridad impuesta constitucional y legalmente (Cfr. Cám. 3ª de Ap. Civ. Com., Minas, de Paz y Trib. de Mendoza, “H., M. c. Supermercados Libertad”, 26/08/2008, LLO. AR/JUR/7880/2008). Por lo demás, la obligación de seguridad de la demandada es de resultado, de manera que la sola existencia de un daño sufrido dentro del ámbito de la relación de consumo alcanza para tener por configurado un incumplimiento de esa obligación, sin que sea necesario acreditar cuál fue la cosa generadora de ese perjuicio, y qué características tenía (CNCiv., Sala A, “W., E. B. c. Metrovías S.A. s. daños y perjuicios”, 27/12/2012).
Entonces, encontrándose comprobada la caída de
la actora dentro del supermercado, y las lesiones padecidas en consecuencia, se hallan configurados los presupuestos de responsabilidad civil: antijuricidad y daño, vinculados por una relación de causalidad adecuada. El factor de atribución ya fue examinado.
Al ser así, concordantemente con todo lo
expuesto, voto por revocar la sentencia en crisis y en consecuencia admitir su procedencia condenando a INC S.A. y a Zurich Argentina Compañía de Seguros S.A., ésta última en los términos del art. 118 de la ley 17.418.
III.- RUBROS INDEMNIZATORIOS:
III.1.- INCAPACIDAD SOBREVINIENTE:
El concepto de incapacidad sobreviniente comprende toda disminución física o psíquica que afecte tanto la capacidad productiva del individuo como aquella que se traduce en un menoscabo en cualquier tipo de actividad que desarrollaba con la debida amplitud y libertad (conf. CNCivil, sala “E”, del 17 de agosto de 2010, La Ley on line AR/JUR/61589/2010).
Por lo que, tratándose de una incapacidad por
lesiones, para fijar su cuantía es menester considerar la naturaleza de las lesiones sufridas, cómo éstas habrán de influir negativamente en las posibilidades de vida futura del damnificado, la específica disminución de sus aptitudes laborales, la edad, su estado civil y demás condiciones personales (conf. CNCivil, sala “G”, del 17 de agosto de 2010, La Ley on line AR/JUR/43153/2011).
Por ello, la indemnización en el caso no
consiste en la determinación de rígidos porcentuales extraídos sobre la base de cálculos actuariales, sino que es menester ponderar la frustración de la capacidad laboral y el detrimiento padecido por la víctima en el ámbito de su actividad social a fin de arribar a una suma equitativa, haciendo uso al prudente arbitrio judicial, sin vinculación rígida alguna. A fs. 168/173, el perito médico designado de oficio informó que con fecha 5 de enero de 2008, la accionante sufrió un politraumatismo al caer de una tarima en donde se encontraba una silla en exhibición. La caída se produjo conforme dichos de la actora desde una altura aproximada de 2 metros de altura y afectó el hemicuerpo izquierdo de la accionante).
Al día siguiente al hecho V. fue atendida en
CEMIC donde se le diagnosticó traumatismo lumbar y lumbociática postraumática indicándosele reposo, analgésicos, antiinflamatorios y tratamiento kinésico.
Finalmente, en el mes de julio de 2008 la
actora fue intervenida quirúrgicamente a efectos de mejorar el compromiso lumbar.
A la fecha del examen pericial refiere
continuar con dolores en región lumbar, encontrándose en tratamiento médico, evaluándose de acuerdo a su referencia, la posibilidad de nueva intervención quirúrgica.
Las lesiones sufridas por la accionante son
consideradas moderadas a severas y pueden tener origen traumático. Vale decir, la actora a consecuencia del siniestro protagonizado presenta un cuadro de compromiso de la columna lumbar.
Señala el galeno, que la actora presenta un
cuadro de artritis reumatoidea estando al momento del examen pericial en tratamiento médico.
Se encuentra signo de Lasegue positivo a 90° en
miembro inferior izquierdo observándose cicatriz post quirúrgica en región lumbar.
Estima una incapacidad física parcial y
permanente del 13%, en virtud del diagnóstico de lumbalgia post traumática con compromiso clínico y radiográfico.
Tales conclusiones no fueron impugnadas por las
partes por los que las acepto y valoro en los términos del art. 477 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Ya en el área psicológica, la experta sostuvo a
fs. 193/6, que el discurso de la actora al momento de la entrevista pericial, gira en torno a la cantidad de dificultades corporales como laborales. Explorada la personalidad de base se observan rasgos narcisistas, aunque no patológicos, sobre la cual a partir del accidente se ha producido una movilización defensiva de la que han quedado algunas secuelas relacionadas con estrés postraumático.
Señala asimismo, que hubo una etapa
inmediatamente posterior a la causa de Litis donde la examinada se desestabilizó por la experiencia de fragilidad de su cuerpo, ya que las limitaciones le produjeron una falta de respuestas adaptativas al medio.
Sugiere tratamiento psicológico y estima una
incapacidad parcial y permanente del 15%.
Sus conclusiones fueron impugnadas por la
demandada y citada en garantía a fs. 199, lo que mereció la respuesta de la experta de fs. 206.
Al ser así, considero que la experticia con su
asesoramiento técnico ha ilustrado al organismo jurisdiccional, brindando conclusiones que aparecen fundadas, derivadas de métodos científicos. En ese sentido la impugnación no cuenta con un fundamento de real gravitación, no teniendo entidad suficiente para desmerecer la fuerza probatoria del dictamen. No se ha aportado ningún elemento de igual o mayor tenor científico para demostrar que las conclusiones eran erróneas.
Cuando el peritaje aparece fundado en
principios técnicos y no existe prueba que lo desvirtúe, la sana crítica aconseja, frente a la imposibilidad de oponer argumentos científicos de mayor valor, aceptar las conclusiones de aquél (Cf. CNCiv. Sala H, 29-9-97 D. V., M. c/ T. J, s/ daños y perjuicios, en similar sentido CNCiv. Sala M, 19-3-96 P., d. c/ M., D. s/ daños y perjuicios).
Así corresponde aceptar y valorar las
conclusiones del experto en los términos de los artículos 386 y 477 del CPCC.
En conclusión, voto por admitir el rubro a
estudio cuya indemnización tomando en consideración la entidad de la lesión sufrida, la secuela resultante de la misma, el porcentaje de incapacidad determinado, la edad de la actora y sus restantes condiciones personales (44 años de edad al momento del hecho, casada, sin hijos, licenciada en Relaciones Públicas, que al momento del hecho trabajaba en el área de relaciones exteriores en el Palacio San Martín), fijo en la suma de $126.000 (art. 165 del Cód. Procesal).
II.2.- DAÑO MORAL:
Con relación a este ítem, considero que se
trata de un daño resarcible, ya que no tiende a sancionar al autor del hecho, sino a reparar los padecimientos físicos y morales que debió soportar el damnificado como consecuencia del accidente, procurándole una satisfacción o compensación.
No es fácil traducir en una suma de dinero la
valoración de los dolores, sufrimientos, molestias, angustias, incertidumbres o temores padecidos por la víctima. Sólo ella puede saber cuánto sufrió, pues están en juego sus vivencias personales.
Para estimar pecuniariamente la reparación del
daño moral falta toda unidad de medida, pues los bienes espirituales no son mensurables en dinero.
Sin embargo, al reconocerse una indemnización
por este concepto, no se pone un precio al dolor o a los sentimientos, sino que se trata de suministrar una compensación a quien ha sido injustamente herido en sus afecciones íntimas (conf. Orgaz Alfredo “El daño resarcible” pág. 187; Brebbia, Roberto “El daño moral” n* 116; Mosset Iturraspe, Jorge “ Reparación del dolor: solución jurídica y de equidad en LL 1978-D-648).
Si la indemnización en metálico no puede por sí
restablecer el equilibrio perturbado del bienestar de la víctima, puede sin embargo, procurarle la adquisición de otros bienes que mitiguen el daño (conf. Fischer Hans A., “Los daños civiles y su reparación”, pág. 228).
A efectos de determinar la indemnización del
daño moral padecido por la víctima de un accidente de tránsito carece de incidencia la mayor o menor importancia de las lesiones sufridas por el peticionante, pues el daño queda configurado siempre que se infiera a la víctima una lesión espiritual, con las consiguientes angustias, padecimientos y dificultades, sin que sea exigible que la causa de tales padecimientos sea permanente, ello sin perjuicio de valorar, claro está, dicha circunstancia a los fines de establecer el quántum indemnizatorio (conf. CNCivil, sala “E”, in re “G., P. C. c. Dota S.A. de Transporte Automotor Línea 91 y otro”, del 19 de marzo de 2008, La Ley Online, Cita online: AR/JUR/515/2008).
Es indudable que el sufrimiento de la actora a
partir del accidente y su ulterior rehabilitación originaron un daño de la naturaleza indicada, por lo que propiciaré al Acuerdo la admisión del rubro a estudio, el que fijo en la suma de $40.000.
III.3.- TRATAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO:
La perito psicóloga indicó la realización de un
tratamiento de esta índole a razón de una sesión semanal con duración estimada en dos años, a un costo aproximado de $100 a la fecha del informe pericial (1.6.2012).
Al ser así, considero que el reclamo por este
concepto debe ser admitido, por lo que propiciaré se lo fije en la suma de $19.200.
III.4.- GASTOS DE FARMACIA Y ATENCIÓN MÉDICA:
Con respecto a los gastos médicos, sabido es
que pueden ser reclamados por cualquiera que los haya afrontado, aunque no sea la víctima del accidente. Los gastos médicos farmacéuticos deben ser admitidos, ya que si bien no están acreditadas las erogaciones que se afirma haber realizado, las lesiones sufridas presuponen necesariamente la existencia de tales gastos, pues aunque la víctima haya sido tratada en un establecimiento gratuito o dependiente de una obra social, los gastos en medicamentos corren por cuenta del interesado (conf. CNCivil, Sala "D", in re "G., M. C/ Cons. de Prop. Junin y otro", del 23/03/93, J.A. 1994-I- 118).
Asimismo, se ha sostenido que si quien reclama
es la víctima inmediata del hecho o las personas que legalmente deben asistirla, no es menester la prueba del pago de los gastos; basta acreditar la obligación de asumirlos (conf. Zavala de González, “Resarcimiento de daños”, t.2a, pág.114, Hammurabi, 1993).
Con relación a los gastos de traslado, es
razonable pensar que por las lesiones sufridas, la parte actora debió movilizarse en vehículos apropiados para ello. Aunque no están acreditados en forma cierta, por cuanto no suelen lograrse comprobantes que permitan una fehaciente acreditación, ello no es óbice para la procedencia del rubro. Luego, de acuerdo a las facultades que me confiere el art. 165 del Código Procesal, voto por fijar el monto de este resarcimiento en la suma de $ 1.500.
IV.- INTERESES:
La doctrina sentada por esta Excma. Cámara en
el plenario del 20 de abril de 2009, recaída en autos “Samudio de Martínez, L. c/ Transportes Doscientos Setenta SA s/ ds. y ps.” obliga a aplicar, conforme su punto III, la tasa activa Cartera General (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina.
Sin embargo, la convocatoria incluyó un cuarto
punto referido al tiempo en que dicha tasa debía aplicarse, lo que deja al descubierto que, a pesar de la amplia mayoría con que contara la mentada tasa activa, luego de fracasar la moción en el sentido de dejar libertad a los jueces para establecerla en cada caso particular, había una opinión generalizada de adecuar la aplicación de dicho rédito atendiendo a diversas circunstancias como pueden serlo la forma de establecer el monto de la condena, las indemnizaciones u otras obligaciones a las que pudiera aplicársele, la necesidad de acortar el tiempo de los procesos, etc., considerando diversas tasas según el periodo en que debía enjugarse el daño moratorio.
Si bien, conforme lo vine sosteniendo, la tasa
pasiva era la que debía aplicarse sobre aquellas partidas fijadas a valores actuales desde que cada perjuicio se originó hasta la fecha de la sentencia definitiva, debiendo a partir de este pronunciamiento y hasta el efectivo pago que hagan los deudores aplicarse la tasa activa que resulta obligatoria en los términos del Art. 303 del CPCCN; un nuevo estudio del tema en cuestión, y el cambio de las circunstancias de hecho existentes al momento del dictado del citado plenario, me inducen a cambiar la postura sostenida con anterioridad. En este entendimiento, deberá aplicarse la tasa activa al capital de condena desde el momento del hecho, toda vez que la misma no genera o configura un “enriquecimiento indebido”. Si así fuera e importara una situación excepcional que se apartara de la regla general establecida en el mencionado plenario debe ser probada en forma clara y contundente por el deudor en el ámbito del proceso (cfe. art. 377 del CPCC), circunstancia que no se verifica en el presente.
Por lo expuesto, propondré al acuerdo, aplicar
la tasa de interés referida precedentemente, para todos los rubros, con excepción de la indemnización en concepto de tratamiento psicoterapéutico, la que correrá desde la de esta sentencia por tratarse de erogaciones que aún no fueron efectuadas.
V.- Por lo expuesto, de compartir mi voto,
propongo al Acuerdo: 1) Revocar la sentencia apelada, y en consecuencia admitir el reclamo introducido por M. E. V., condenando a INC S.A. a abonarle a la actora la suma de $ 186.700; 2) Hacer extensiva la condena a Zurich Argentina Compañía de Seguros S.A., en la medida del seguro, y en los términos del art. 118 de la ley 17.418; 3) Imponer las costas de ambas instancias a la demandada conforme criterio objetivo de la derrota (art. 68 del Cód. Procesal).
La Dra. Cortelezzi dijo:
Adhiero en términos generales al voto de mi
distinguido colega de Sala Dr. Díaz Solimine, aunque con una disidencia parcial con relación al cómputo de los intereses.
En este sentido, el preopinante propuso la
aplicación de intereses según la tasa activa por aplicación del plenario dictado por esta Excma. Cámara en autos “Samudio de Martínez, Ladislaa c/ Transportes Doscientos Sesenta s/ Daños y perjuicios”.
La doctrina plenaria sentada en dichos autos
obliga a aplicar, conforme su punto III, la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina.
Sin embargo, como lo expresó esta Sala luego
del citado fallo plenario y como con acierto lo replica el vocal preopinante, la convocatoria incluyó un cuarto punto referido al tiempo en que dicha tasa debía aplicarse, lo que deja al descubierto que, a pesar de la amplia mayoría con que contara la mentada tasa activa -luego de fracasar la moción sustentada, entre otros, por los tres integrantes de esta Sala, en el sentido de dejar libertad a los jueces para establecerla en cada caso particular- había una opinión generalizada de adecuar la aplicación de dicho rédito atendiendo a diversas circunstancias como pueden serlo la forma de establecer el monto de la condena, las indemnizaciones u otras obligaciones a las que pudiera aplicársele, la necesidad de acortar el tiempo de los procesos, etc., considerando así diversas tasas según el período en el que debía enjugarse el daño moratorio. Sin alterar, acertadamente, la doctrina plenaria sentada en el fallo “Gómez c/ Empresa Nac. de Transportes” respecto al tiempo en que se produce la mora de la obligación de indemnizar con relación a cada perjuicio, ello no implica, “per se”, que hasta el efectivo cumplimiento deba aplicarse la votada tasa activa, sino que será así siempre que no se altere el contenido económico de la sentencia, importando ello un desplazamiento injustificado de bienes del patrimonio del deudor al del acreedor.
Es que la imposibilidad de hecho de fijar
valores históricos con relación a indemnizaciones por incapacidad o daño moral, entre otros rubros, dada la cambiante realidad que ha caracterizado a la zigzagueante y poco ortodoxa economía de nuestro país, ha llevado en la especie a esta Sala a establecer a la fecha de su pronunciamiento los valores de las diversas partidas.
En la medida que se den tales condiciones, esta
Sala ha decidido reiteradamente que los intereses deben computarse según la tasa pasiva desde el hecho hasta la fecha del pronunciamiento y, desde allí, según la tasa activa que hoy surge de la referida doctrina plenaria. Con el panorama descripto, diré que no coincido con la postura ahora asumida por mi distinguido colega preopinante en cuanto a que la coyuntura económica actual haga variar el temperamento adoptado por esta Sala antes de ahora.
De ahí que, atendiendo a los valores ya
actualizados, propondré al Acuerdo para mantener incólume el capital de condena y no sin dejar de advertir que aún la tasa pasiva promedio que publica mensualmente el Banco Central incluye un porcentaje para hacer frente al envilecimiento del signo monetario, computar los intereses a la tasa pasiva desde la fecha del hecho dañoso, hasta el dictado de este pronunciamiento, y desde allí en adelante, y hasta el efectivo pago, a la tasa activa.
En el caso del rubro “Tratamiento
psicoterapéutico”, los intereses se devengarán desde el dictado de esta sentencia por tratarse de erogaciones futuras.
Así voto.
El Dr. Alvarez Juliá dijo:
Adhiero al voto de mi distinguido colega Dr. Díaz Solimine, con la distinción esbozada por la Dra. Cortelezzi en torno a la tasa de interés.
Con lo que terminó el acto.-
OMAR LUIS DIAZ SOLIMINE - BEATRIZ LIDIA CORTELEZZI
- LUIS ALVAREZ JULIÁ.-
Buenos Aires, marzo 17 de 2015.-
Y VISTOS:
Por lo que resulta de la votación que
instruye el acuerdo que antecede, se RESUELVE: 1) Revocar la sentencia apelada, y en consecuencia admitir el reclamo introducido por M. E. V., condenando a INC S.A. a abonarle la suma de $ 186.700; 2) Hacer extensiva la condena a Zurich Argentina Compañía de Seguros S.A., en la medida del seguro, y en los términos del art. 118 de la ley 17.418; 3) Aplicar la tasa de interés que surge del voto de la mayoría y 4)Imponer las costas de ambas instancias a la demandada conforme criterio objetivo de la derrota (art. 68 del Cód. Procesal). Regístrese, notifíquese, comuníquese a la Dirección de Comunicación Pública de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Acordada 15/2013) y devuélvase.- OMAR LUIS DIAZ SOLIMINE.- BEATRIZ LIDIA CORTELEZZI.- LUIS ALVAREZ JULIA.-