You are on page 1of 28

L. CIV 001529/2010 - JUZG.

Nº 5

En la ciudad de Buenos Aires, capital de la


República Argentina, a los 17 días del mes de
marzo de 2015, reunidos en acuerdo los señores
jueces de la Sala “C” de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, para conocer en los
recursos interpuestos en los autos “V., M. E. C/
INC S.A. Y OTS./ DAÑOS Y PERJUICIOS”, EXPTE. N°
1529/2010, respecto de la sentencia corriente a
fs. 249/50, el tribunal estableció la siguiente
cuestión a resolver:

¿Se ajusta a derecho la sentencia apelada?

Practicado el sorteo, resultó que la votación


debía efectuarse en el orden siguiente: Sres.
Jueces de Cámara Dres. Díaz Solimine, Cortelezzi y
Alvarez Juliá.

Sobre la cuestión propuesta el Dr. Díaz


Solimine dijo:

I.- La sentencia rechazó la demanda por cuanto


consideró que la pretensora no acreditó la
mecánica del hecho descripta en el escrito
inaugural.

Contra dicho pronunciamiento se alza la parte


actora a fs. 272/3, quien sostiene que conforme se
desprende de las pruebas aportadas al proceso, el
siniestro ocurrió tal como fue relatado en la
demanda.

Dicho ello, analizaré las constancias del hecho


a efectos de corroborar si se encuentran
acreditados los supuestos sobre los que la
recurrente basa sus quejas.

II.- A modo de síntesis e introducción señalaré


que el hecho dañoso de marras ocurrió con fecha 5
de enero de 2008, siendo aproximadamente las 19.30
horas, en oportunidad en que la actora junto con
una amiga se acercó hasta el supermercado
“Carrefour Home”, sito en la Av. Santa Fe de esta
ciudad.

Ocurrió que una vez dentro del recinto, la


accionante y su amiga suben al primer piso del
referido local y V. se decidió a probar una silla
que se encontraba a la venta sobre una tarima de
exposición.
Fue en ese momento en que la accionante cayó al
suelo, sobre su lado izquierdo, debido a que la
tarima no estaba sujetada al piso.

Se reincorporó, solicitó la ayuda del gerente


de la sucursal, a quien identificó como N. C., y
requirió el libro de quejas, donde dejó asentado
lo sucedido.

Al día siguiente, ante la continuidad de los


dolores concurrió al CEMIC, dónde se le
diagnosticó traumatismo lumbar y de miembro
inferior izquierdo y lumbocitalgia postraumática y
posteriormente síndrome lumbosacrático severo con
hernia dorsal C IV y C V, por la que debió ser
intervenida quirúrgicamente con fecha 15 de julio
de 2008.

Liminarmente, señalaré que el art. 5 de la ley


24.240 expresamente dispone: “Protección al
consumidor. Las cosas y servicios deben ser
suministrados o prestados en forma tal que,
utilizados en condiciones previsibles o normales
de uso, no presenten peligro alguno para la salud
o integridad física de los consumidores o
usuarios”.
A su vez, el art. 42 de la CN reconoce el
derecho de los consumidores a la seguridad en el
marco de la relación de consumo.

Es así, que se ha extendido la obligación de


seguridad, habitualmente enmarcada en el ámbito
contractual al campo de la relación de consumo.

En el texto normativo actual la obligación de


seguridad puede existir con independencia de la
celebración de contrato alguno, cuando pueda
identificarse una relación de consumo (cfr.
Lovece, Graciela “Daños derivados de la violación
del deber de seguridad…en Tratado de Daños
Reparables, Ed. La Ley, T. II, Parte Especial, p.
90).

La relación de consumo, se individualiza por el


mero contacto social entre proveedor y consumidor
o usuario en los términos que fija la propia ley
24.240, no siendo necesaria la existencia o
subsistencia de un vínculo contractual (Picasso-
Vazquez Ferreyra, “Ley de Defensa del
Consumidor..”, Ed. La Ley, T. I, pág. 77).

Con este entendimiento, aquel sujeto que se


sitúa frente a un peligro derivado de una relación
de consumo, o que resulte efectivamente afectado,
se verá beneficiado con la aplicación de la ley
24.240.

El contenido de la obligación de seguridad en


el marco de las relaciones de consumo, constriñe
al deudor a incorporar al mercado productos y
servicios seguros conforme a las exigencias
normativas y a las expectativas legítimas del
consumidor.

Puede distinguirse entre productos y servicios


de peligrosidad inherente (latente) y aquellos de
peligrosidad adquirida (en razón de un defecto)
(La Teoría de la Calidad y los accidentes de
consumo…, en Derecho del Consumidor 1, p. 67 y
sgtes, Juris, Rosario, 1991).

En relación con su contenido, la obligación de


seguridad importa una garantía de inocuidad, lo
cual supone que el producto o el servicio no
generen daños en condiciones de utilización
normales o razonablemente previsibles.

Por tanto, no toda carencia de seguridad podrá


ser considerada defecto de seguridad; lo será
cuando el producto o servicio resulte dañoso en
condiciones normales o razonables de uso o cuando
el consumidor carezca de la posibilidad de prever
los riesgos por ausencia de información reciente
(Martin Casals Miquel y Soler Feliú, Josep
“Defectos que Dañan..”, en Indret 1/2000, p. 7).

Sentado ello, analicemos entonces las


constancias del expediente.

A fs. 104, prestó declaración testimonial E. T.


M. de las C., quien conoce a la parte actora y se
encontraba presente al momento del hecho.

Sostuvo que el día 5 de enero de 2008, M. la


fue a buscar para que la acompañara a ver la silla
que habían comentado con anterioridad, silla de
computación, en el local de Carrefour Home.
Manifiesta que una vez en ese lugar, le mostró a
la actora la silla en cuestión. Aclaró que M.
previamente había visto -el jueves anterior- una
silla similar y la había probado, aunque quería
probar esta otra que se pagaba más barato los días
sábados por medio de tarjeta de débito.

Aclara la testigo que ella acababa de comprar


una y que se encontraba mirando unas mesitas de
computación que también precisaba, cuando se da
vuelta y advierte que M. se encontraba en el piso,
se había caído.
Detalla que en ese momento se dio cuenta que se
había sentado, y la silla estaba en una tarima que
no estaba tarugada al piso pero que estaba
expuesta para que uno se sentara. Agrega la
dicente que no sabe porque se cayó, pero que
efectivamente se había sentado.

La pretensora solicitó la presencia del gerente


y dejó asentado el episodio en el libro de quejas.

A fs. 119, declaró D. M. S., quien dijo ser


empleada de INC S.A., y afirmó que el día del
hecho se encontraba trabajando en la sucursal de
la Av. Santa fe.

Sostuvo que la dicente era repositora en el


sector donde están los muebles y los colchones, y
que ese día se encontraba atendiendo. Manifiesta
que los muebles estaban puestos sobre unas tarimas
de madera altas, la señora V. había ido a
averiguar por unos muebles y se le había dicho que
no se podía subir sobre la tarima, insiste la
testigo que fue ella personalmente quien se lo
dijo, empero que “..desde ese momento la señora se
subió y se cayó, la tarima estaba floja y se
movió..” (sic).
Destaca la deponente que había carteles blancos
con letras negras que decían “no subirse a la
tarima”. Continúa su relato, diciendo que luego de
lo sucedido ayudaron a la señora a levantarse y se
hizo cargo de la situación.

Destaca que los carteles a los que hizo mención


se encontraban ubicados sobre los muebles,
especificando que algunos estaban abajo apoyados
sobre la tarima y otros en la punta de la
terminación de la tarima.

Manifiesta que el local contaba con libro de


quejas, y preguntada que fue acerca de si alguna
otra persona tuvo similar experiencia, sostuvo que
sí, que no se cayó pero hubo un inconveniente,
motivo por el cual se colocaron los carteles.

Mediante presentación de fs. 142, la requerida


contestó la intimación que le fuera cursada,
oportunidad en la que afirmó que el Sr. N. C.
-quien la actora sostuviera que la asistió el día
del hecho- al día del 5 de enero de 2008 era
empleado de INC S.A. y desempeñaba el cargo de
gerente de la sucursal en cuestión ubicada en la
calle Santa Fe 1680 de esta ciudad.
Aclara que dado que la sucursal fue cerrada,
toda la documentación que se tenía fue destruida.

Ahora bien, de las pruebas colectadas tengo


para mí que el accidente de marras realmente
existió y ocurrió tal como fuera relatado en el
escrito inaugural.

En efecto, si bien es cierto que de la


declaración de la testigo de las C. no surge que
ésta haya presenciado el momento exacto de la
caída, no lo es menos que con el testimonio
aportado por S. se acredita que realmente V. subió
a la tarima donde se encontraban expuestas las
sillas y se cayó debido a que ésta se encontraba
floja y se movió.

Con relación a la existencia de los carteles y


advertencia de no subir a la tarima referida por
la testigo S., cuadra señalar que sus dichos no
son más que una manifestación unilateral efectuada
por quien es dependiente de la compañía demandada,
cuyos dichos no han sido abonados por ningún otro
medio de prueba objetivo, lo que obsta a que pueda
tenerse por acreditada su existencia.

En este sentido, y en cuanto a las condiciones


tanto de la silla como de la tarima, es menester
señalar que en el ámbito de la relación de consumo
no pesa sobre la víctima el deber de acreditar que
se trate de una “cosa” generadora de riesgo,
precepto propio de la órbita extracontractual
(cfr. esta Sala, L. 623.661 del 2.10.2013 y L. CIV
005555/2011/CA001 del 21.05.2014, entre otros).

Resulta absolutamente equitativo que, quien con


su actividad genera riesgos y además obtiene un
aprovechamiento económico de ellos asuma la
responsabilidad frente a esos riesgos que genera.
Ello de todos modos no cambia la relevancia de la
existencia de una obligación de seguridad para el
régimen de la responsabilidad, aun cuando el
factor de atribución también se explique por el
riesgo creado. Entonces, cuando una actividad
riesgosa provoque un daño dentro de una relación
de consumo, aun cuando no provenga del producto o
del servicio prestado sino de las modalidades con
las que aquél se ofrezca o éste se cumpla, tendrá
la peculiaridad de que, probada la relación de
consumo y el daño ocurrido dentro de su ámbito, la
presunción será de que se ha visto incumplida en
su totalidad la obligación de seguridad impuesta
constitucional y legalmente (Cfr. Cám. 3ª de Ap.
Civ. Com., Minas, de Paz y Trib. de Mendoza, “H.,
M. c. Supermercados Libertad”, 26/08/2008, LLO.
AR/JUR/7880/2008).
Por lo demás, la obligación de seguridad de la
demandada es de resultado, de manera que la sola
existencia de un daño sufrido dentro del ámbito de
la relación de consumo alcanza para tener por
configurado un incumplimiento de esa obligación,
sin que sea necesario acreditar cuál fue la cosa
generadora de ese perjuicio, y qué características
tenía (CNCiv., Sala A, “W., E. B. c. Metrovías
S.A. s. daños y perjuicios”, 27/12/2012).

Entonces, encontrándose comprobada la caída de


la actora dentro del supermercado, y las lesiones
padecidas en consecuencia, se hallan configurados
los presupuestos de responsabilidad civil:
antijuricidad y daño, vinculados por una relación
de causalidad adecuada. El factor de atribución ya
fue examinado.

Al ser así, concordantemente con todo lo


expuesto, voto por revocar la sentencia en crisis
y en consecuencia admitir su procedencia
condenando a INC S.A. y a Zurich Argentina
Compañía de Seguros S.A., ésta última en los
términos del art. 118 de la ley 17.418.

III.- RUBROS INDEMNIZATORIOS:

III.1.- INCAPACIDAD SOBREVINIENTE:


El concepto de incapacidad sobreviniente
comprende toda disminución física o psíquica que
afecte tanto la capacidad productiva del individuo
como aquella que se traduce en un menoscabo en
cualquier tipo de actividad que desarrollaba con
la debida amplitud y libertad (conf. CNCivil, sala
“E”, del 17 de agosto de 2010, La Ley on line
AR/JUR/61589/2010).

Por lo que, tratándose de una incapacidad por


lesiones, para fijar su cuantía es menester
considerar la naturaleza de las lesiones sufridas,
cómo éstas habrán de influir negativamente en las
posibilidades de vida futura del damnificado, la
específica disminución de sus aptitudes laborales,
la edad, su estado civil y demás condiciones
personales (conf. CNCivil, sala “G”, del 17 de
agosto de 2010, La Ley on line AR/JUR/43153/2011).

Por ello, la indemnización en el caso no


consiste en la determinación de rígidos
porcentuales extraídos sobre la base de cálculos
actuariales, sino que es menester ponderar la
frustración de la capacidad laboral y el
detrimiento padecido por la víctima en el ámbito
de su actividad social a fin de arribar a una suma
equitativa, haciendo uso al prudente arbitrio
judicial, sin vinculación rígida alguna.
A fs. 168/173, el perito médico designado de
oficio informó que con fecha 5 de enero de 2008,
la accionante sufrió un politraumatismo al caer de
una tarima en donde se encontraba una silla en
exhibición. La caída se produjo conforme dichos de
la actora desde una altura aproximada de 2 metros
de altura y afectó el hemicuerpo izquierdo de la
accionante).

Al día siguiente al hecho V. fue atendida en


CEMIC donde se le diagnosticó traumatismo lumbar y
lumbociática postraumática indicándosele reposo,
analgésicos, antiinflamatorios y tratamiento
kinésico.

Finalmente, en el mes de julio de 2008 la


actora fue intervenida quirúrgicamente a efectos
de mejorar el compromiso lumbar.

A la fecha del examen pericial refiere


continuar con dolores en región lumbar,
encontrándose en tratamiento médico, evaluándose
de acuerdo a su referencia, la posibilidad de
nueva intervención quirúrgica.

Las lesiones sufridas por la accionante son


consideradas moderadas a severas y pueden tener
origen traumático.
Vale decir, la actora a consecuencia del
siniestro protagonizado presenta un cuadro de
compromiso de la columna lumbar.

Señala el galeno, que la actora presenta un


cuadro de artritis reumatoidea estando al momento
del examen pericial en tratamiento médico.

Se encuentra signo de Lasegue positivo a 90° en


miembro inferior izquierdo observándose cicatriz
post quirúrgica en región lumbar.

Estima una incapacidad física parcial y


permanente del 13%, en virtud del diagnóstico de
lumbalgia post traumática con compromiso clínico y
radiográfico.

Tales conclusiones no fueron impugnadas por las


partes por los que las acepto y valoro en los
términos del art. 477 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación.

Ya en el área psicológica, la experta sostuvo a


fs. 193/6, que el discurso de la actora al momento
de la entrevista pericial, gira en torno a la
cantidad de dificultades corporales como
laborales.
Explorada la personalidad de base se observan
rasgos narcisistas, aunque no patológicos, sobre
la cual a partir del accidente se ha producido una
movilización defensiva de la que han quedado
algunas secuelas relacionadas con estrés
postraumático.

Señala asimismo, que hubo una etapa


inmediatamente posterior a la causa de Litis donde
la examinada se desestabilizó por la experiencia
de fragilidad de su cuerpo, ya que las
limitaciones le produjeron una falta de respuestas
adaptativas al medio.

Sugiere tratamiento psicológico y estima una


incapacidad parcial y permanente del 15%.

Sus conclusiones fueron impugnadas por la


demandada y citada en garantía a fs. 199, lo que
mereció la respuesta de la experta de fs. 206.

Al ser así, considero que la experticia con su


asesoramiento técnico ha ilustrado al organismo
jurisdiccional, brindando conclusiones que
aparecen fundadas, derivadas de métodos
científicos.
En ese sentido la impugnación no cuenta con un
fundamento de real gravitación, no teniendo
entidad suficiente para desmerecer la fuerza
probatoria del dictamen. No se ha aportado ningún
elemento de igual o mayor tenor científico para
demostrar que las conclusiones eran erróneas.

Cuando el peritaje aparece fundado en


principios técnicos y no existe prueba que lo
desvirtúe, la sana crítica aconseja, frente a la
imposibilidad de oponer argumentos científicos de
mayor valor, aceptar las conclusiones de aquél
(Cf. CNCiv. Sala H, 29-9-97 D. V., M. c/ T. J, s/
daños y perjuicios, en similar sentido CNCiv. Sala
M, 19-3-96 P., d. c/ M., D. s/ daños y
perjuicios).

Así corresponde aceptar y valorar las


conclusiones del experto en los términos de los
artículos 386 y 477 del CPCC.

En conclusión, voto por admitir el rubro a


estudio cuya indemnización tomando en
consideración la entidad de la lesión sufrida, la
secuela resultante de la misma, el porcentaje de
incapacidad determinado, la edad de la actora y
sus restantes condiciones personales (44 años de
edad al momento del hecho, casada, sin hijos,
licenciada en Relaciones Públicas, que al momento
del hecho trabajaba en el área de relaciones
exteriores en el Palacio San Martín), fijo en la
suma de $126.000 (art. 165 del Cód. Procesal).

II.2.- DAÑO MORAL:

Con relación a este ítem, considero que se


trata de un daño resarcible, ya que no tiende a
sancionar al autor del hecho, sino a reparar los
padecimientos físicos y morales que debió soportar
el damnificado como consecuencia del accidente,
procurándole una satisfacción o compensación.

No es fácil traducir en una suma de dinero la


valoración de los dolores, sufrimientos,
molestias, angustias, incertidumbres o temores
padecidos por la víctima. Sólo ella puede saber
cuánto sufrió, pues están en juego sus vivencias
personales.

Para estimar pecuniariamente la reparación del


daño moral falta toda unidad de medida, pues los
bienes espirituales no son mensurables en dinero.

Sin embargo, al reconocerse una indemnización


por este concepto, no se pone un precio al dolor o
a los sentimientos, sino que se trata de
suministrar una compensación a quien ha sido
injustamente herido en sus afecciones íntimas
(conf. Orgaz Alfredo “El daño resarcible” pág.
187; Brebbia, Roberto “El daño moral” n* 116;
Mosset Iturraspe, Jorge “ Reparación del dolor:
solución jurídica y de equidad en LL 1978-D-648).

Si la indemnización en metálico no puede por sí


restablecer el equilibrio perturbado del bienestar
de la víctima, puede sin embargo, procurarle la
adquisición de otros bienes que mitiguen el daño
(conf. Fischer Hans A., “Los daños civiles y su
reparación”, pág. 228).

A efectos de determinar la indemnización del


daño moral padecido por la víctima de un accidente
de tránsito carece de incidencia la mayor o menor
importancia de las lesiones sufridas por el
peticionante, pues el daño queda configurado
siempre que se infiera a la víctima una lesión
espiritual, con las consiguientes angustias,
padecimientos y dificultades, sin que sea exigible
que la causa de tales padecimientos sea
permanente, ello sin perjuicio de valorar, claro
está, dicha circunstancia a los fines de
establecer el quántum indemnizatorio (conf.
CNCivil, sala “E”, in re “G., P. C. c. Dota S.A.
de Transporte Automotor Línea 91 y otro”, del 19
de marzo de 2008, La Ley Online, Cita online:
AR/JUR/515/2008).

Es indudable que el sufrimiento de la actora a


partir del accidente y su ulterior rehabilitación
originaron un daño de la naturaleza indicada, por
lo que propiciaré al Acuerdo la admisión del rubro
a estudio, el que fijo en la suma de $40.000.

III.3.- TRATAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO:

La perito psicóloga indicó la realización de un


tratamiento de esta índole a razón de una sesión
semanal con duración estimada en dos años, a un
costo aproximado de $100 a la fecha del informe
pericial (1.6.2012).

Al ser así, considero que el reclamo por este


concepto debe ser admitido, por lo que propiciaré
se lo fije en la suma de $19.200.

III.4.- GASTOS DE FARMACIA Y ATENCIÓN MÉDICA:

Con respecto a los gastos médicos, sabido es


que pueden ser reclamados por cualquiera que los
haya afrontado, aunque no sea la víctima del
accidente.
Los gastos médicos farmacéuticos deben ser
admitidos, ya que si bien no están acreditadas las
erogaciones que se afirma haber realizado, las
lesiones sufridas presuponen necesariamente la
existencia de tales gastos, pues aunque la víctima
haya sido tratada en un establecimiento gratuito o
dependiente de una obra social, los gastos en
medicamentos corren por cuenta del interesado
(conf. CNCivil, Sala "D", in re "G., M. C/ Cons.
de Prop. Junin y otro", del 23/03/93, J.A. 1994-I-
118).

Asimismo, se ha sostenido que si quien reclama


es la víctima inmediata del hecho o las personas
que legalmente deben asistirla, no es menester la
prueba del pago de los gastos; basta acreditar la
obligación de asumirlos (conf. Zavala de González,
“Resarcimiento de daños”, t.2a, pág.114,
Hammurabi, 1993).

Con relación a los gastos de traslado, es


razonable pensar que por las lesiones sufridas, la
parte actora debió movilizarse en vehículos
apropiados para ello. Aunque no están acreditados
en forma cierta, por cuanto no suelen lograrse
comprobantes que permitan una fehaciente
acreditación, ello no es óbice para la procedencia
del rubro.
Luego, de acuerdo a las facultades que me
confiere el art. 165 del Código Procesal, voto por
fijar el monto de este resarcimiento en la suma de
$ 1.500.

IV.- INTERESES:

La doctrina sentada por esta Excma. Cámara en


el plenario del 20 de abril de 2009, recaída en
autos “Samudio de Martínez, L. c/ Transportes
Doscientos Setenta SA s/ ds. y ps.” obliga a
aplicar, conforme su punto III, la tasa activa
Cartera General (préstamos) nominal anual vencida
a treinta días del Banco de la Nación Argentina.

Sin embargo, la convocatoria incluyó un cuarto


punto referido al tiempo en que dicha tasa debía
aplicarse, lo que deja al descubierto que, a pesar
de la amplia mayoría con que contara la mentada
tasa activa, luego de fracasar la moción en el
sentido de dejar libertad a los jueces para
establecerla en cada caso particular, había una
opinión generalizada de adecuar la aplicación de
dicho rédito atendiendo a diversas circunstancias
como pueden serlo la forma de establecer el monto
de la condena, las indemnizaciones u otras
obligaciones a las que pudiera aplicársele, la
necesidad de acortar el tiempo de los procesos,
etc., considerando diversas tasas según el periodo
en que debía enjugarse el daño moratorio.

Si bien, conforme lo vine sosteniendo, la tasa


pasiva era la que debía aplicarse sobre aquellas
partidas fijadas a valores actuales desde que cada
perjuicio se originó hasta la fecha de la
sentencia definitiva, debiendo a partir de este
pronunciamiento y hasta el efectivo pago que hagan
los deudores aplicarse la tasa activa que resulta
obligatoria en los términos del Art. 303 del
CPCCN; un nuevo estudio del tema en cuestión, y el
cambio de las circunstancias de hecho existentes
al momento del dictado del citado plenario, me
inducen a cambiar la postura sostenida con
anterioridad. En este entendimiento, deberá
aplicarse la tasa activa al capital de condena
desde el momento del hecho, toda vez que la misma
no genera o configura un “enriquecimiento
indebido”. Si así fuera e importara una situación
excepcional que se apartara de la regla general
establecida en el mencionado plenario debe ser
probada en forma clara y contundente por el deudor
en el ámbito del proceso (cfe. art. 377 del CPCC),
circunstancia que no se verifica en el presente.

Por lo expuesto, propondré al acuerdo, aplicar


la tasa de interés referida precedentemente, para
todos los rubros, con excepción de la
indemnización en concepto de tratamiento
psicoterapéutico, la que correrá desde la de esta
sentencia por tratarse de erogaciones que aún no
fueron efectuadas.

V.- Por lo expuesto, de compartir mi voto,


propongo al Acuerdo: 1) Revocar la sentencia
apelada, y en consecuencia admitir el reclamo
introducido por M. E. V., condenando a INC S.A. a
abonarle a la actora la suma de $ 186.700; 2)
Hacer extensiva la condena a Zurich Argentina
Compañía de Seguros S.A., en la medida del seguro,
y en los términos del art. 118 de la ley 17.418;
3) Imponer las costas de ambas instancias a la
demandada conforme criterio objetivo de la derrota
(art. 68 del Cód. Procesal).

La Dra. Cortelezzi dijo:

Adhiero en términos generales al voto de mi


distinguido colega de Sala Dr. Díaz Solimine,
aunque con una disidencia parcial con relación al
cómputo de los intereses.

En este sentido, el preopinante propuso la


aplicación de intereses según la tasa activa por
aplicación del plenario dictado por esta Excma.
Cámara en autos “Samudio de Martínez, Ladislaa c/
Transportes Doscientos Sesenta s/ Daños y
perjuicios”.

La doctrina plenaria sentada en dichos autos


obliga a aplicar, conforme su punto III, la tasa
activa cartera general (préstamos) nominal anual
vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina.

Sin embargo, como lo expresó esta Sala luego


del citado fallo plenario y como con acierto lo
replica el vocal preopinante, la convocatoria
incluyó un cuarto punto referido al tiempo en que
dicha tasa debía aplicarse, lo que deja al
descubierto que, a pesar de la amplia mayoría con
que contara la mentada tasa activa -luego de
fracasar la moción sustentada, entre otros, por
los tres integrantes de esta Sala, en el sentido
de dejar libertad a los jueces para establecerla
en cada caso particular- había una opinión
generalizada de adecuar la aplicación de dicho
rédito atendiendo a diversas circunstancias como
pueden serlo la forma de establecer el monto de la
condena, las indemnizaciones u otras obligaciones
a las que pudiera aplicársele, la necesidad de
acortar el tiempo de los procesos, etc.,
considerando así diversas tasas según el período
en el que debía enjugarse el daño moratorio. Sin
alterar, acertadamente, la doctrina plenaria
sentada en el fallo “Gómez c/ Empresa Nac. de
Transportes” respecto al tiempo en que se produce
la mora de la obligación de indemnizar con
relación a cada perjuicio, ello no implica, “per
se”, que hasta el efectivo cumplimiento deba
aplicarse la votada tasa activa, sino que será así
siempre que no se altere el contenido económico de
la sentencia, importando ello un desplazamiento
injustificado de bienes del patrimonio del deudor
al del acreedor.

Es que la imposibilidad de hecho de fijar


valores históricos con relación a indemnizaciones
por incapacidad o daño moral, entre otros rubros,
dada la cambiante realidad que ha caracterizado a
la zigzagueante y poco ortodoxa economía de
nuestro país, ha llevado en la especie a esta Sala
a establecer a la fecha de su pronunciamiento los
valores de las diversas partidas.

En la medida que se den tales condiciones, esta


Sala ha decidido reiteradamente que los intereses
deben computarse según la tasa pasiva desde el
hecho hasta la fecha del pronunciamiento y, desde
allí, según la tasa activa que hoy surge de la
referida doctrina plenaria.
Con el panorama descripto, diré que no coincido
con la postura ahora asumida por mi distinguido
colega preopinante en cuanto a que la coyuntura
económica actual haga variar el temperamento
adoptado por esta Sala antes de ahora.

De ahí que, atendiendo a los valores ya


actualizados, propondré al Acuerdo para mantener
incólume el capital de condena y no sin dejar de
advertir que aún la tasa pasiva promedio que
publica mensualmente el Banco Central incluye un
porcentaje para hacer frente al envilecimiento del
signo monetario, computar los intereses a la tasa
pasiva desde la fecha del hecho dañoso, hasta el
dictado de este pronunciamiento, y desde allí en
adelante, y hasta el efectivo pago, a la tasa
activa.

En el caso del rubro “Tratamiento


psicoterapéutico”, los intereses se devengarán
desde el dictado de esta sentencia por tratarse de
erogaciones futuras.

Así voto.

El Dr. Alvarez Juliá dijo:


Adhiero al voto de mi distinguido colega Dr.
Díaz Solimine, con la distinción esbozada por la
Dra. Cortelezzi en torno a la tasa de interés.

Con lo que terminó el acto.-

OMAR LUIS DIAZ SOLIMINE - BEATRIZ LIDIA CORTELEZZI


- LUIS ALVAREZ JULIÁ.-

Buenos Aires, marzo 17 de 2015.-

Y VISTOS:

Por lo que resulta de la votación que


instruye el acuerdo que antecede, se RESUELVE: 1)
Revocar la sentencia apelada, y en consecuencia
admitir el reclamo introducido por M. E. V.,
condenando a INC S.A. a abonarle la suma de $
186.700; 2) Hacer extensiva la condena a Zurich
Argentina Compañía de Seguros S.A., en la medida
del seguro, y en los términos del art. 118 de la
ley 17.418; 3) Aplicar la tasa de interés que
surge del voto de la mayoría y 4)Imponer las
costas de ambas instancias a la demandada conforme
criterio objetivo de la derrota (art. 68 del Cód.
Procesal).
Regístrese, notifíquese, comuníquese a
la Dirección de Comunicación Pública de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (Acordada
15/2013) y devuélvase.- OMAR LUIS DIAZ SOLIMINE.-
BEATRIZ LIDIA CORTELEZZI.- LUIS ALVAREZ JULIA.-

You might also like