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Universidad de San Buenaventura

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales


Licenciatura en Filosofía
Docente: Ángel Rivera
Estudiante: Daniela Ávila Rodríguez

Evolución y teísmo
Se puede hacer evidente el hecho de que existe una disputa entre ciencia y religión. La una
cree tener la razón por hacer uso de métodos científicos que revelan que el mundo, la
naturaleza y el hombre abordan y establecen una serie de leyes y procesos que explican su
devenir, sin la necesidad de hacer uso de argumentos metafísicos, como ocasionalmente lo
hace la religión. Dicha religión, explica que todo tiene un fundamento en Dios quien todo
lo crea, en un Dios todo poderoso y perfecto, el diseñador del universo.

En el recorrido histórico que ha tenido dicha disputa nos encontramos con un planteamiento
contemporáneo que reaviva la discusión y es abordado desde el paradigma de la evolución
darwiniana, hablamos de Richard Dawkins, Quien no solo “cree” firmemente en el ateísmo
sino que además se encuentra muy a favor de él. Es el opuesto al cristiano católico
“fervoroso”.

En el texto El relojero ciego (1993) Dawkins expone uno de sus argumentos más conocidos
en contra del teísmo, específicamente la crítica a la idea del diseño teológico. Es en este
sentido que cabe preguntarnos ¿Cuál es dicha teoría? Y ¿Por qué es rebatida por Dawkins?
El texto de Dawkins inicia exponiendo el porqué de su título, y nos dice que surge como
contraparte del argumento de William Paley quien en un tratado sobre la existencia de Dios
y sus atributos expone que así como existe el reloj, que fue diseñado y funciona
perfectamente, igualmente ha de suponerse que sucede con la naturaleza y con el cuerpo
humano, pero en este caso con un grado de superioridad que supera todo calculo. (Dawkins,
1993, p. 25).

Partiendo de la postura de Dawkins este argumento es invalidado porque no podemos decir


que por el hecho de reconocer o admirar a la naturaleza o nuestro cuerpo como perfectos, se
pueda deducir que ésta responde a un diseñador perfecto, que en el caso de la religión seria
Dios. De hecho el autor ateo nos dice: “no tengo una explicación del complejo diseño
biológico [el cuerpo humano]. Todo lo que sé es que Dios, no es una buena explicación, de
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manera que debamos esperar y lograr que alguien ofrezca otra mejor” (Dawkins, 1993, p.
26).

Sin embargo Dawkins nos hace caer en la cuenta de que el relojero crea su artefacto con un
fin determinado, al igual que un diseñador de aeroplanos lo hace con una finalidad
específica: hacer que su creación se mantenga en el aire y cumpla determinada función.
Teniendo en cuenta otros ejemplos similares, lo que en últimas busca decirnos el autor del
relojero ciego es que todo diseño cumple una función teleológica, se diseña para algo, en
pro de algo.

Así pues y en base a la teoría evolucionista, Dawkins plantea que pensar desde el
paradigma del diseñador supremo del universo implicaría que su creación tuviese un fin,
sería una visión teleológica de la realidad, pero la realidad es otra ya que los estudios de
Darwin señalan que el proceso evolutivo de las especies incluida también el hombre se dan
por las condiciones de adaptación y no porque ese sea el rumbo “teleológico” de las
mismas. Podemos recurrir entonces al ejemplo del desarrollo ocular humano, Dawkins nos
expone que lo que conocemos y de hecho lo que tenemos como ojos, ha sido un proceso
evolutivo que se ha venido dando paso a paso y no ha sido una “construcción” diseñada con
el fin de ver de determinada manera. La distancia temporal que nos separa de este hecho
evolutivo es bastante, lo que de alguna manera hace más difícil su comprensión, pero esto
no nos debe llevar a pensar que el complejo sistema ocular tal y como lo conocemos ahora
ha sido producto de un diseñador divino.

La ilusión del diseño es inconsistente, ya que al parecer la evolución no atiende a un


parámetro teleológico, es decir, la selección natural es el proceso automático, ciego e
inconsciente que descubrió Darwin. De hecho la selección natural es el relojero ciego,
ciego porque no tiene pretensiones futuras, sino que simplemente acontece, el proceso de
selección natural que actúa sobre las especies no tiene un finalidad en mente, no planifica
las consecuencias, simplemente sobreviene.

De este modo podemos plantear lo argumentado por Dawkfins, por una parte se evidencia
una postura teísta, la cual hace referencia y expone que al igual que los relojes, las especies
fueron literalmente diseñadas y construidas por un maestro relojero en el caso de la religión
sería Dios. En este sentido, la creación tendría un fin determinado. Pero por otra parte

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encontramos lo expuesto por Dawkins quien señala que vivimos bajo la ilusión del diseño,
sin embargo, el “diseñador” de la maquina viva y de todas las especies en general es la
selección natural inconsciente. En base a lo anteriormente expuesto cabe señalar que según
la teoría de la evolución no somos producto de un diseño consiente, sino que somos más
bien el resultado de miles de millones de años de evolución, y esta no responde a un criterio
teleológico. Partiendo de esto Dawkins no solo reaviva la discusión sino que además de eso
sugiere que la explicación teológica es insuficiente e inviable, es decir, si existe una disputa
y esta radica en los argumentos antes expuestos.

Por otra parte encontramos la postura de Alvin Plantinga quien plantea y defiende que la
teoría evolucionista contemporánea no es incompatible con la creación teísta, frente a esto
cabe preguntarnos ¿Por qué no son incompatibles teísmo y evolucionismo? Frente a esta
cuestión el autor señala que las premisas evolucionistas en este sentido fracasan, es decir
que ante preguntas como ¿de dónde venimos? O ¿Qué es fundamentalmente el ser humano?
¿Cómo estamos relacionados con el resto de los animales? Son cuestiones que en efecto
pueden tener una respuesta evolucionista pero esto no quiere decir que esta sea la respuesta
más verídica a estas preguntas.

Pero ¿en qué radica el problema entre teísmo y evolucionismo? Plantinga afirma que el
error está en la siguiente tesis teológica: “Dios ha creado a los hombres a su imagen y
semejanza” esto significa que Dios quería que su creación fuera de cierta manera como él,
tenía la intención de que existieran ciertas criaturas de ciertas clases, tal vez criaturas que
tengan conocimiento y un sentido moral, en este sentido, Dios no tendría ninguna finalidad
frente a tal creación. Los ateos dicen que esto es incompatible con la teoría evolutiva, la
evolución y el Darwinismo no están guiados no tienen un fin determinado. Podemos decir
entonces que si nos basamos en esta postura atea significaría aceptar que los humanos
somos el resultado de un proceso natural sin propósito.

La teoría de la evolución revela un universo sin diseño o estructura alguna. Plantinga


afirma que este argumento es inusualmente malo, porque parte de que es verídico por el
hecho de que no se haya demostrado lo contrario. En este sentido, en palabras de
ElliottSober (citado por Plantinga) se plantea que: “no hay ningún mecanismo físico ni
dentro de los organismos ni fuera de ellos, que detecte que las mutaciones serán benéficas y

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que luego haga que esas mutaciones ocurran” esto significa que de una u otra manera, es
muy complejo y quizá imposible rastrear el por qué de las mutaciones y de la evolución de
las especies, el evolucionista dirá que es el medio en el que se encuentra la especie lo que la
obliga a cambiar, pues esto también es la adaptación, adaptarse a lo que ofrece su entorno,
sin embargo, en eso que parece azar puede que haya una intervención de Dios, dice
Plantinga: “si estas mutaciones genéticas son el azar en este sentido, eso es perfectamente
compatible con haber sido causado por Dios”.

El hecho de decir que la evolución no se da acorde a un diseño, que no tiene fin y que es el
resultado del azar, es lo que las personas como Dawkins creen, pero esto no es parte de la
teoría como tal. Surgen entonces especulaciones que son muy difíciles de comprobar, pero
eso no significa que sean verídicas, en este sentido no hay una disputa como tal entre
teísmo y evolucionismo, ya que si partimos del hecho de que el universo no tiene un fin
específico, no tendremos como verificarlo, y si por otro lado, afirmamos que sí atiende a un
fin determinado, tampoco tendremos como probarlo. Nos encontramos en este punto ante
una pregunta que es muy compleja de responder, frente a la cual Plantinga nos sugiere que
allí donde el evolucionista dice que el resultado es azar podría esto ser perfectamente
compatible con haber tenido la intervención de Dios.

Si bien la teoría evolucionista presenta argumentos que llegan a persuadirnos con respecto
al hecho de creer que no hay ningún artífice metafísico de la naturaleza, no ha de ser la
única teoría acerca del tema que se viene tratando. Esto no quiere decir que rechazamos la
tesis de que somos resultado de la evolución, de hecho la aceptamos ya que hay argumentos
que nos permiten entender que el hombre, las plantas y las especies animales han llegado a
ser lo que son gracias a un proceso de selección natural. Partiendo de esto, tampoco
rechazamos la postura de que detrás de la selección natural no hay ningún diseño
teleológico, esto se asume como algo improbable. Lo que si podemos llegar a afirmar es
que así como el ojo ha vivido procesos que lo llevan a su perfección y complejidad, así
mismo parece que nuestra razón ha evolucionado y en ese devenir a perfeccionado la
capacidad de abstracción, lo cual lleva a pensar en un gran diseñador perfecto. Cabe resaltar
que la cuestión no radica solo en creer que existe un creador supremo de las cosas, sino en
pensar que este nos creó a su imagen y semejanza, lo cual es un desacierto, ya que así como

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el hombre tiene atributos “buenos” y perfectos, así también los tiene de imperfecto, de lo
que podemos decir que Dios también tiene algo de imperfecto, pues somos como una copia
de lo que este es.

De esta manera, llagamos a pensar que si existe un Dios este tiene atributos humanos
elevados, por eso se dice que Dios es extremadamente bueno, bondadoso, misericordioso,
etc. Sin embargo, como los menciono Feuerbach estas son solo características humanas que
atribuimos a una entidad suprema que nosotros mismo hemos creado: el hombre crea a
Dios a su imagen y semejanza. Podemos decir, entonces que al crear a Dios el hombre
pensó que lo que éste hiciera también tendría que tener un fin determinado.

No sabemos si existe o no Dios, sin embargo sí sabemos con certeza que hay cosas
misteriosas, enigmas que no hemos podido resolver y que posiblemente por nuestra propia
condición no podremos conocer, porque nos sobrepasan. Así mismo, hemos descubierto
otras grandes cosas desde la ciencia como el funcionamiento del universo desde estudios
rigurosos de físicos, matemáticos, biólogos, etc.

En conclusión, lo que podemos decir es que la disputa entre ciencia y religión radica en el
hecho de pensar que la una excluye e incluso invalida a la otra. La ciencia no tiene que
tratar el tema de Dios porque este no es su objetivo y la religión por su parte no puede
excluir o invalidad a la ciencia porque esta tiene un horizonte de estudio totalmente ajeno.
De hecho podemos argumentar que son complementarias como lo expone Plantinga, allí
donde la teoría evolucionista piensa que actuó el azar, hay posibilidad de que Dios haya
intervenido, solo que Dios, si realmente existe, no actúa o diseña como lo hace el hombre
(es un error pensar que Dios crea a su imagen y semejanza). También es un misterio pensar
la naturaleza y el obrar de Dios, y mucho más complejo buscar pruebas que nos afirmen su
existencia.

Bibliografía:

Dawikins, R. (1993). El relojero ciego. Barcelona: Labor.

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