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Derechos

personalísimos

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La cuestión de los derechos


personalísimos o derechos de la
personalidad, que reconoce el derecho de
la vida, la libertad, aspectos referidos al
honor, etc., insertada en la legislación y la
doctrina universal en el siglo XIX, en la que
se tradujeron en un reconocimiento
embrionario pero aislado y no metódico
hasta que, en el siglo XX, se produce su
consagración sistemática,
fundamentalmente a través de normas de
carácter internacional como la Declaración
Universal de los Derechos Humanos
(1948) o el Pacto de San José de Costa
Rica (1969), que se tradujeron en tratados,
pactos y convenciones que redondean un
verdadero derecho internacional tuitivo de
los derechos de la personalidad, que
obliga a los adherentes a adecuar sus
legislaciones locales.

En la Constitución de la Nación Argentina


estos derechos son reflejados en la
reforma de 1994.
Caracteres
Absolutos: se oponen erga omnes, es
decir pueden ser hechos valer contra
todos.
Innatos, inherentes y necesarios:
Porque surgen en el origen de la
persona por su solo carácter de su ser
individual, existe una unión inseparable
entre el sujeto y el objeto del derecho.
Vitalicios: Se prolongan durante toda la
vida de la persona, con algunas
excepciones referidas a supuestos que
se dan luego del fallecimiento, en los
que dichos derechos se trasladan a los
herederos.
Inalienables: estos derechos están fuera
del comercio, no pueden ser objeto de
cesión o transferencia.
Extrapatrimoniales: pero tienen
repercusión económica o patrimonial en
caso de su violación; ergo, de darse su
lesión, surge a favor de la víctima un
crédito indemnizatorio y la facultad de
exigir judicialmente el cese de la acción
lesiva si continuara.
Esenciales: Por opuestos a eventuales.
Relativamente indisponibles: Puede
haber derechos renunciables aunque no
transmisibles, como algunos
patrimoniales llamados "intuitu
personae". Los personalísmos tienen
ambas calidades negativas en razón de
ser vitalicios, inherentes y necesarios.
Privados

Teorías
Sobre la naturaleza jurídica existen dos
posiciones, una que niega que los
derechos de la personalidad sean
derechos subjetivos y otra que postula lo
contrario.

La teoría negatoria

Alfredo Orgaz niega el carácter de derecho


subjetivo, para sostener que sólo son
bienes jurídicamente protegidos o bienes
personales que gozan del más amplio
campo de protección jurídica, puede
inferirse propiamente derechos subjetivos.

No son derechos subjetivos porque estos


en su estructura cuentan con un sujeto-
objeto, y en los derechos de la
personalidad se incurriría en un contra
sentido, al identificarse el sujeto con el
objeto la propia persona o el derecho
habiente. El derecho subjetivo surge una
vez que son lesionados los bienes de la
personalidad, es sino el derecho subjetivo
de la víctima a perseguir la reparación civil
u obtener la condena penal del autor del
daño.

La teoría de los derechos


subjetivos

Sus argumentos, sostiene que existe la


posibilidad de lesionar, es porque hay algo
que es objeto de esa lesión, y ese algo, no
es sino un derecho, en este caso inherente
a la calidad de la persona del sujeto que la
sufre, y que tiene por tanto un deber
correlativo respecto de los demás que
deben respetarlos. Se está frente a
derechos subjetivos que, entre otros
caracteres, son absolutos, con una
estructura formada por un sujeto activo:
su titular, un objeto: los elementos
indisolubles de la personalidad: la vida, el
honor, la integridad física, etc. y un sujeto
pasivo: los demás miembros de la
comunidad que deben de abstenerse de
perturbar el ejercicio de ese derecho.

Derecho a la vida
Este derecho es el de mayor magnitud
dentro de los personalísimos, ya que
reconoce y procura brindar protección, a la
condición primaria de todo derecho, como
es la vida, entendida esta, como la fuerza
sustancial proveniente de Dios o de la
naturaleza que impulsa el obrar del ser
humano. El derecho a la vida, desde
siempre ha sido vastamente reconocido y
protegido por la legislación de todo orden.
En nuestro país, el reconocimiento y
protección tiene rango constitucional, no
se puede desconocer por dicha vía el
reconocimiento del derecho a la vida.

Las cuestiones que rozan este derecho en


cuanto a su vigencia o no resultan de la
realidad diaria, analizaremos el aborto, la
eutanasia, el suicidio. Si bien debe
incluirse lo relativo a la fecundación
asistida.
Aborto

El Código Civil de Argentina, coherente con


los caracteres de innato e inherente a la
persona por su sola condición humana,
que tiene el derecho a la vida, reconoce la
existencia de la persona desde la
concepción, denominándolas "personas
por nacer" (art.19 c.p) pudiendo de este
momento adquirir derechos, que se
consideran irrevocablemente adquiridos
con el nacimiento con vida (art.21 c.p).
Pero si muere antes de estar
completamente separado del seno
materno, será considerado como si nunca
hubiera existido (art. 21 c.p) por ello, la
persona por nacer, es persona pero sujeta
a una condición, que nazca con vida, ya
que en caso contrario, nunca existió ni
existió su personalidad.

El aborto provocado constituye un intenso


debate acerca de si atenta al derecho a la
vida, ya que desde un lado se sostiene que
desde la concepción, la madre pierde el
derecho de disponer sobre su propio
cuerpo, sobre el embrión, puesto que este,
es una persona distinta de la de su
progenitora, con el derecho innato a la
vida. Desde otro punto de vista, el aborto
se plantea como una realidad social en
busca de la legalización y la
despenalización, para quienes las mujeres
tienen derecho a decidir sobre su propio
cuerpo y ejercer su autonomía, en especial
cuando se trata de evitar una maternidad
no deseada sin poner en riesgo la salud.

Jurisprudencia

Se considera aborto la interrupción de la


vida humana intrauterina, con la
consecuente muerte del feto.

Existen legislaciones en otros países que


han despenalizado el aborto, sobre el
fundamento de que en el feto no hay
persona, no hay ser humano, sino una
víscera de la madre, que mantiene el
derecho de disponer sobre su propio
cuerpo como en Australia, Gran Bretaña,
etc. La legislación positiva de Argentina,
apoyada en el concepto fundamental
designado por su codificador, sanciona el
aborto de manera general, y sólo está
despenalizado el aborto terapéutico en
dos casos: cuando debe recurrirse al de
“ultima ratio” por existir peligro de la
muerte de la madre, y cuando el embarazo
proviene de la violación a una persona
demente o retardada.

En lo que hace a la jurisprudencia


extranjera, eligiéndose en materia de
autorización del aborto, el fallo se motivó
en el derecho a la intimidad de la madre y
en la consideración de que el embarazo
puede dividirse en tres periodos de 3
meses cada uno, en el primer trimestre se
autoriza el aborto sin restricción alguna,
en el segundo, si bien se autoriza la
interrupción del embarazo, se reconoce un
interés estatal de preservar la salud de la
madre y establece una serie de
restricciones en pos de asegurarlo; en el
tercero se reconoce un interés estatal de
preservar la vida en potencia y solo se
autorizaría la interrupción si se encuentra
en peligro la vida o la salud de la madre.
En marzo de 2012, la Corte Suprema se
pronunció en la sentencia FAL s/medida
autosatisfactiva sobre el alcance del
permiso para el aborto en casos de
violación establecido en el art. 86, inciso 2,
del Código Penal. Allí reafirmó que el
aborto en caso de violación es un derecho
que asiste a todas las mujeres. El fallo
estableció que la Constitución y los
Tratados Internacionales no sólo no
prohíben la realización de abortos sino
que por el contrario, impiden castigarlos
respecto de toda víctima de una violación.
A su vez señaló que los médicos en
ningún caso deben requerir autorización
judicial para realizar esta clase de abortos,
debiendo practicarlos requiriendo
exclusivamente la declaración jurada de la
víctima en la que manifieste que el
embarazo es la consecuencia de una
violación.

Sin embargo, este fallo no ha sido


acompañado de ningún pronunciamiento
público por parte de la autoridad máxima
de la política sanitaria del país, el
Ministerio de Salud, ni tampoco los
Poderes Ejecutivos Nacional y Provincial.

Eutanasia

Es otro tópico candente, que debe ser


dilucidado a la luz, encontrándose en
pugna aquí cuestiones de orden ético-
religioso, jurídicas y otras vinculadas a los
más puros sentimientos humanos.
Significa “la buena muerte”, la muerte
benéfica, la muerte buena, más
estrictamente consiste en la muerte
provocada a una persona que padece una
enfermedad terminal, incurable y dolorosa,
a fin de evitarle sufrimientos de una larga
agonía.

Hay dos tipos de eutanasia:

Activa o voluntaria: Cuando es


provocada directamente por el propio
enfermo o a su solicitud.
Pasiva o por omisión: Cuando se la lleva
a cabo a través de la privación de
terapias; en ambos casos para llegar al
mismo resultado de hacer cesar el
sufrimiento del paciente.

En Argentina no está autorizada


legalmente, no se encuentra tipificada
como delito, por lo que la producción de la
muerte de una persona por otra configura
el delito de homicidio.

En otros países, sobre todo en los


denominados países desarrollados, no se
admite la eutanasia activa pero sí la
pasiva o por omisión, cuando se trate de
una situación límite y las terapias
utilizadas para prolongar la vida de la
persona, son extraordinarias y carecen de
efectividad comprobada, y por lo que se
consideró que no había obligación de
seguir suministrándoselas. Acá entra en
juego el principio de la muerte digna, que
entra en colisión con la prolongación de la
vida de las personas sin resultados
terapéuticos o de curación alguna. En
estos casos se estaría vejando la dignidad
de la persona a tener esa muerte digna.

Jurisprudencia “en los casos de


eutanasia, los profesionales y demás
personas intervinientes en el hecho, son
cómplices de un hecho ilícito”.
Suicidio

Consiste en la acción y efecto de quitarse


la vida, se plantea la cuestión de la falta de
justificación moral y religiosa del mismo,
aspectos ajenos a ese trabajo y lo atinente
a la legislación positiva.

Desde el punto de vista de los derechos


personalísimos que tienden a proteger las
manifestaciones físicas de la persona y,
en especial, la vida de estos, se dice que
los titulares de este derecho subjetivo no
pueden ejercerlo sin límite alguno. Su
derecho no es “sobre la vida”, sino “a la
vida”, este es un bien supremo ajeno a la
disposición de su titular.
La repulsa a esta figura del suicidio o a su
tentativa, no se manifiesta directamente,
en la legislación general ni en la penal en
especial, ya que de consumarse no se
podría ejecutar la pena sobre el autor, y la
no punibilidad de la tentativa se funda en
una razón práctica, como es la necesidad
de no agravar más la situación de la
persona que ha intentado cometer
suicidio.

El hecho de que el suicidio o su conato,


sean antijurídicos pero no penados por la
ley, no permite inferir que se está frente al
derecho subjetivo al suicidio, dado que no
tendría este su deber correlativo, como los
demás derechos subjetivos, constituidos
por el deber de abstención de los demás
miembros de la comunidad, en este
supuesto no podrían perturbar el ejercicio
de la facultad de auto eliminarse. Por el
contrario, la ley le confiere el carácter de
licito a la actuación de cualquier tercero
que intente evitar la consumación, y la ley
ha organizado una serie de sanciones
indirectas en contra de esta figura y su
tentativa, atribuye a esos hechos otras
consecuencias jurídicamente disvaliosas,
como ocurre con el seguro de vida, que no
da cobertura en los casos de suicidio del
asegurado.
Derecho a la libertad
La Real Academia Española define la
libertad como la facultad natural que tiene
el hombre de obrar de una manera o de
otra, y de no obrar, siendo por ello
responsable de sus actos; otra acepción
alude a la falta de sujeción o dependencia
y estado opuesto a la esclavitud o
cautiverio. Vamos a dar nuestra propia
definición... ”es aquella de que goza toda
persona por el hecho de ser tal, es decir el
derecho personalísimo a la libertad”.

La libertad como derecho de la


personalidad, reconoce dos aspectos
indisolubles que se muestran como dos
caras de la misma moneda, la libertad
como estado o poder o independencia de
su titular sin sujeción a otro (esclavitud,
preso, servidumbre, etc.), y la libertad
como derecho o facultad de elegir y
ejecutar sin trabas de ninguna naturaleza.

La libertad implícita en el derecho


personalísimo a ella, puede ser clasificada
en 3 subespecies: libertad externa o de
movimientos, que es el poder o
independencia del titular del derecho, de
desplazarse (entrar, salir, permanecer,
moverse en general) según su propia
elección. Libertad interna o psicológica,
que es el poder o independencia del titular
del derecho, de decidir o, determinar un
curso de acción u omisión, por si, sin
injerencia extraña no querida, es el
llamado libre albedrío. Libertad moral es el
poder o independencia del
derechohabiente de llevar a cabo todo
aquello que no está jurídicamente
prohibido.

La tutela normativa sobre este derecho es


quizás de las más antiguas, la libertad
desde siempre ha preocupado y ocupado
a los gobiernos, legisladores, movimientos
revolucionarios, etc., estimulando
permanentemente regulaciones en torno
de ella.
La libertad de movimiento está presente
en el c.c (art. 531) se establece como
condición prohibida habitar siempre un
lugar determinado; lo mismo cuando se
regula la imposición de la servidumbre de
paso a la heredades contiguas, en
beneficio de un fundo cerrado sin salida a
la vía publica; la nulidad de los actos
llevados a cabo bajo el influjo de la vía
compulsiva o fuerza física irresistible;
nadie puede ser obligado a hacer lo que
no quiere o puede; el último reducto de la
libertad como se denomina a la intimidad.

El libre albedrío está tutelado y


resguardado, al legislarse el dolo como
vicio de la voluntad y sancionarse con la
nulidad la ejecución de un acto producto
del artificio, astucia o maquinación
empleada; lo mismo en la institución del
error de hecho esencial.

La libertad moral está presente cuando se


declaran especialmente prohibidas como
condición "mudar o no mudar de religión;
casarse con determinada persona; cuando
se trate el objeto de los actos jurídicos".
Dice el código que lo podrán ser hechos
que no sean contrarios a las buenas
costumbres o que se opongan a la libertad
de las acciones o de la conciencia o que
perjudiquen los derechos de un tercero.
La ley garantiza la libertad del modo de
vivir, que también afecta a la intimidad, es
decir la posibilidad de hacer todo lo que
no está jurídicamente prohibido dentro de
esa esfera reservada de la privacidad; a
esta libertad se encuentra muy ligada otra,
la libertad sexual que tiene gran extensión
en dicho campo, incluso luego del
matrimonio, aunque con diferentes
efectos. No se restringe la libertad de
ejercer la sexualidad, pero en este caso de
negativa o infidelidad por opción libre,
surge la responsabilidad del
derechohabiente frente a las
consecuencias establecidas a partir de la
institución del matrimonio.
== Derecho a la igualdad y no
discriminación Puede sorprender que en
este relato de los derechos
personalísimos, se trate el de la no
discriminación (sin razón o injusta),
aunque ello no debería ocurrir, si se tiene
en cuenta que la reforma constitucional
incorporó en el art. 75 inc.22 la jerarquía
que revisten las declaraciones, los
tratados y convenciones. Los inc.17 y 19
del mismo artículo, aluden al
reconocimiento de la preexistencia étnica
y cultural de los pueblos indígenas, y a la
promoción de la igualdad de
oportunidades y posibilidades, sin
discriminación alguna. Por su parte el
Art.43 de la Constitución de la Nación
Argentina, concede la acción de amparo
contra cualquier forma de discriminación.

El congreso de la nación había sancionado


la ley 23.592, cuyo art. 1º reza:

Quien arbitrariamente impida,


obstruya, restrinja o de cualquier
modo menoscabe el pleno ejercicio
sobre bases igualitarias de los
derechos y garantías
fundamentales reconocidos en la
constitución nacional, será
obligado, a pedido del damnificado,
a dejar sin efecto el acto
discriminatorio o cesar en su
realización y a reparar el daño
moral y material ocasionado. A los
efectos del presente artículo se
considerarán particularmente los
actos u omisiones discriminatorias
determinados por motivos tales
como la raza, religión,
nacionalidad, ideología, opinión
política o gremial, sexo, posición
económica, condición social o
caracteres físicos.

El dispositivo legal intenta castigar aquel


acto discriminatorio que menoscabe un
derecho personalísimo, cual es, el de la
igualdad. Lo que nos lleva al
convencimiento, que no puede
considerarse al derecho a la no
discriminación ilegítima como un derecho
personalísimo, pero bien vale la pena
mencionarse, entre los aquí sucintamente
reseñados, por la actualidad y vigencia
que tiene dentro de la sociedad en que
vivimos.

Volviendo al art. 1º señalado, se adveirte


que se castiga aquel comportamiento
arbitrario que distinga o diferencie a las
personas, con un trato despectivo o de
inferioridad, autorizando el remedio legal,
pues lo que se quiere evitar es la
discriminación injusta. Entre los
supuestos principales de discriminación
que se rechaza se encuentran la
nacionalidad, la religión, el sexo, la
posición económica, social, entre otros.

Derecho a la integridad física


Como el derecho a la vida, encuentra su
tutela en la legislación constitucional, civil,
penal, administrativa, etc.; dentro de la
legislación civil se ha excluido al cuerpo
humano como cosa, tornando en ilícito
todo negocio jurídico, que lo tuviera por
objeto, incluso si fueren partes renovables
del cuerpo humano, como el cabello, la
leche materna, la sangre, etc., aclarando
que una vez que estos elementos se han
desprendido del cuerpo, si son cosas, y
pueden ser objeto de transacciones
jurídicas, a excepción de la sangre, cuya
venta se ha prohibido por la legislación
sobre la materia.(ley 22.990).

Además de las cuestiones conexas


directas, dentro de este derecho a la
integridad física, también existen otros
aspectos fundamentales, que exigen un
tratamiento más acentuado, que motiva su
desarrollo como subespecies incluidas en
el género del derecho referido, así:

El derecho reconocido a la persona de


disponer sobre su propio cuerpo y sobre
su cadáver y las limitaciones a esa
atribución.
Los recursos legales tendientes a
proteger esa atribución frente a una
agresión o a una amenaza de agresión
por parte de otras personas o del
estado.

Tanto la legislación civil, como la


jurisprudencia han consagrado la
reparación económica a favor de toda
víctima de un daño a la integridad física,
como el daño estético, es decir, debe
repararse toda proyección que ese daño
pueda trasladarse sobre la vida individual,
familiar, social, o de relación de la víctima.
Desde la doctrina, se ha propugnado la
promulgación de una normativa tendiente
a restringir el ejercicio de disponer del
propio cuerpo, en situaciones que
entrañen serio riesgo en la salud del titular
o sean contrarios a la ley, la moral o las
buenas costumbres.

Actos de disposición sobre el


propio cuerpo

Disposición de partes renovables


del propio cuerpo

A partir de la exclusión del cuerpo como


cosa, y que igual suerte corren las partes
renovables de este, en tanto no se hayan
desprendido. Con la excepción de la
sangre, esas partes luego de su
separación, pasan a ser cosas,
susceptibles de ser objetos lícitos de
negocios jurídicos, ergo, de obligaciones
validas y exigibles por parte de los
respectivos sujetos activos de la relación
personal. Las partes renovables del
cuerpo son admitidas como licitas para
ser objeto del negocio jurídico de que se
trata, el obligado puede revocar su
consentimiento pero deberá resarcir los
daños causados.

La sangre como parte renovable del


cuerpo, tiene regulación propia, la ley
22.990, que estatuye la donación y
utilización de la sangre humana.

Trasplantes de órganos

La norma exige para que sea procedente


la ablación (extirpación quirúrgica de una
parte u órgano del cuerpo) e implante de
órganos o materiales anatómicos, que no
haya otra terapia alternativa para la
recuperación del paciente, además, la ley
exige que la ablación e implante encuadre
a priori dentro de lo que la reglamentación
reconozca como técnicas corrientes o no
experimentales, se requiere que no haya
peligro de daño grave en la salud del dador
y que haya perspectiva cierta de
mejoramiento en la salud del receptor. En
cuanto a la intervención quirúrgica, la ley
exige que sea llevada a cabo por personal
médico especializado y en
establecimientos médicos autorizados,
calificados como tales por la autoridad
que establezca la reglamentación de la ley.
Debe sumarse la obligación por parte de
los jefes de los equipos médicos
autorizados, calificados como tales por la
autoridad que establezca la
reglamentación de la ley, de informar
adecuadamente al paciente, sobre los
riesgos de la operación a realizar. se debe
documentar debidamente la decisión del
dador, receptor, los riesgos y secuelas
según la opinión médica transmitida.

En lo que hace a la legislación activa y


pasiva, es menester que el dador tenga
más de 18 años de edad, que preste su
consentimiento, el que no puede ser
sustituido por el de representante legal
alguno y que la ablación sea destinada al
implante en un receptor, que sea pariente
por adopción, no consanguinidad en el 2.º
grado, o sea su pareja en forma publica
con no menos de 3 años. Eso tiene dos
fundamentos, uno científico respecto al
parentesco, por cuanto la ciencia ha
acreditado la reducción del rechazo
inmunitario en el implante y otro jurídico,
que es evitar el comercio de órganos.

Tratamiento especial tiene el trasplante de


médula ósea, ya que, podrá llevarse a cabo
con el consentimiento de personas que no
se encuentran unidas por parentesco
alguno. Los implantes de órganos
cadavéricos, ha establecido que toda
persona mayor de 18 años que antes de
morir no haya manifestado expresamente
su voluntad, en contra de la ablación de
sus órganos, presume tácitamente la
autorización, quedando a salvo la
oposición de los parientes, dentro de los
límites de la ley.
Derecho a la disposición del
propio cadáver

El cadáver en este aspecto, es el cuerpo


humano privado de vida, o también el
cuerpo de la persona luego del fin de su
existencia.

En lo atinente a la naturaleza jurídica del


cadáver, la doctrina, ha ido inclinándose
por la respuesta afirmativa, a la pregunta
sobre si luego de acaecida la muerte, el
cuerpo se transforma en una cosa. Esto
es, luego de muerta una persona, su
cadáver pasa a ser una cosa dentro de los
términos del art. 2311 Código Civil
Argentino, pero se considera que está
fuera del comercio, hasta que pase un
lapso de tiempo prudencial para
transformarse en un cadáver ignoto, en
cuyo momento adquiere relevancia para
cumplir una tarea social, admitiéndose
una cierta comercialidad, para fines de
estudio e investigación, etc.

También puede manifestarse la naturaleza


jurídica de cosa, ya que ese cadáver,
puede destinarse al cumplimiento de fines
terapéuticos de extraordinaria importancia
en nuestros días, como ya se indicara ut
supra al tratar lo relativo a trasplante de
órganos cadavéricos.
En cuanto a la legitimidad de las personas
para disponer sobre su propio cadáver,
excepto lo referido en materia de
trasplante de órganos, Art., 62 de la ley
24193, existe un vacío legislativo a su
respecto, pero la jurisprudencia, sobre la
base del art.15 del C.C., ha sostenido la
prevalecía de la voluntad del causante,
sobre incluso las creencias religiosas de
los herederos; en caso de que el extinto,
no hubiere dejado instrucciones sobre su
cadáver, serán sus parientes, en orden o
grado sucesible, los que han de decidir, en
un marco de respeto posible a las
creencias del muerto y a los usos y
costumbres en general.
Derecho de rectificación o
respuesta (derecho a réplica)
Este tema se ubica dentro de los remedios
jurídicos que la ley otorga para hacer más
efectivo la protección de los derechos
personalísimos, lo cual implica tomar
posición respecto a su naturaleza jurídica,
la rectificación o respuesta, mal llamada
derecho a réplica, no constituye categoría
alguna de derecho personalísimo, sino una
herramienta o instrumento que frente a
una acción o actitud lesiva de alguno de
ellos, permite al afectado, a obtener del
medio que sirvió de vehículo a la
conculcación, sin cargo económico alguna
y en las mismas condiciones, a dar su
opinión sobre los hechos.

No es «derecho a réplica», porque a través


de este instrumento jurídico, no se procura
contradecir o contestar las ideas opuestas
de nadie, sino esclarecer un dato, una
información o noticia mal difundida,
aclarar una situación equivocada hecha
pública. Es decir la rectificación o
respuesta no busca sino la corrección
adecuada de esos aspectos o cuestiones
erróneos, falsos o injuriantes, dados a
conocer al público en general por un
medio de comunicación.
Como instrumento que es, su aplicación la
encontramos en varios derechos
personalísimos sobre todo los vinculados
con las manifestaciones espirituales de la
persona.

Derecho a la imagen
Este derecho personalísimo, confiere a su
titular la facultad de impedir, que otras
personas por cualquier medio, capten o
reproduzcan su imagen sin su
consentimiento. Este derecho se encuadra
dentro de aquellos que protegen la
integridad espiritual de las personas.
Puede señalarse que este derecho a la
imagen, es distinto o goza de autonomía,
del derecho a la intimidad o del honor; el
bien jurídicamente protegido en estos, son
la privacidad y la honra o reputación,
frente al ámbito de la autonomía individual
de consentir o no la divulgación de la
imagen del titular. Pese a ello se puede a
través de la violación al derecho a la
imagen menoscabarse los otros dos.

En cuanto a la lesión del derecho que nos


ocupa, basta con que se efectivice la
reproducción o publicación, para que se
ataque el derecho la imagen; en
consecuencia, frente a la difusión
indebida, el ordenamiento jurídico le
otorga a su titular, el remedio
correspondiente, esto es, el cese de la
divulgación y el resarcimiento que fuese
menester.

Por otro lado, es necesario para justificar y


neutralizar el carácter lesivo de la difusión,
el consentimiento de su titular. Este
requisito obra en el art.31 de la Ley 11.723,
que establece que el retrato fotográfico de
una persona no puede ser puesto en el
comercio, sin el consentimiento de ella. Se
puede remarcar que <<retrato
fotográfico>>, se debe entender en sentido
amplio, comprensivo de pinturas,
muñecos, fotonovelas, televisión, revistas,
diarios, etc.

En doctrina se discute si la voz se


encuentra dentro del derecho a la imagen,
o, si aquella goza de cierta autonomía

En lo que hace a la esfera de protección de


este derecho, tal lo preceptuado por el art.
31 de la ley citada, pareciera ser de
extensión limitada, pues se habla del
retrato fotográfico puesto en el comercio.
Sin embargo, basta la captación de la
imagen de una persona sin su
consentimiento, para que se vulnere este
derecho personalísimo.
Tratándose de incapaces, para que no se
perfeccione la lesión es necesario el
consentimiento del representante legal; en
cuanto a los difuntos, el consentimiento
debe ser prestado por el cónyuge, hijos o
de estos últimas la publicación es libre

En cuanto a las llamadas <<publicaciones


libres>> son aquellas que están vinculadas
con fines culturales, científicos, o, son de
interés público o se desarrollaren en
lugares públicos. Debemos advertir que
pese a estar presente la finalidad
didáctica, deben tomarse los recaudos
que fueren menester para que dicha
publicación no sea ilícita u ofensiva.
Jurisprudencia: Nadie tiene el
derecho a utilizar publicitariamente la
imagen de otro sin su expreso
consentimiento, aun cuando esa
imagen hubiera sido captada en un
lugar público o con motivo de un acto
desarrollado en público; no puede
utilizarse con fines comerciales sin el
debido consentimiento, el cual debe
resultar indubitable; de ello deriva el
derecho de la persona cuya imagen
ha sido utilizada a la reparación del
daño moral que considera sufrido por
ese solo hecho.
La exhibición pública de una fotografía sin
el consentimiento de su titular constituye
un acto desaprobado por el ordenamiento
jurídico

Derecho a la intimidad
Art. 1071 Bis. CC - El que
arbitrariamente se entrometiere en la
vida ajena, publicando retratos,
difundiendo correspondencia,
mortificando a otros en sus costumbres
o sentimientos o perturbando de
cualquier modo su intimidad, y el hecho
no fuere un delito penal, será obligado a
cesar en tales actividades, si antes no
hubieren cesado, y a pagar una
indemnización que fijara
equitativamente el juez, de acuerdo con
las circunstancias; además, podrá este,
a pedido del agraviado, ordenar la
publicación de la sentencia en un diario
o periódico del lugar, si esta medida
fuese procedente para una adecuada
reparación.

Requisitos

1) Entrometimiento que mortifique o


perturbe la intimidad.

2) Arbitrariedad de la perturbación, pues


este derecho está limitado por los
intereses públicos, y así no sería arbitraria,
por ejemplo:

a) la reproducción de fotos criminales;


b) la investigación de hombres públicos,
por tratarse de sucesos de repercusión
social donde juega también la libertad
de informar;
c) cuando lo piden las propias personas
o prestan su consentimiento a la
intromisión;
d) el control de la intimidad de los
incapaces por sus padres o curadores;

3) En los juicios de divorcio invocar y


probar el adulterio del cónyuge.
4) Que el hecho no sea un delito penal.

Ejemplos de afectación al Derecho a la


Intimidad: fisgoneo de lugares privados;
vigilancia electrónica (intervención de
teléfonos, grabadores en recintos
privados); aplicación de sueros de la
verdad; divulgar el carácter adoptivo de
una persona, sin conformidad de los
adoptantes.

Hábeas Data
Con la reforma constitucional de 1994, se
ha incorporado en el texto de la
Constitución Nacional en el artículo 43
que en su tercer párrafo regula el llamado
“Hábeas data”, que es un mecanismo
procesal, por el cual una persona puede
acceder a un registro o banco de datos,
sea público o privado, para controlar su
veracidad, pudiendo llegar a suprimir
información si fuera falsa, o evitar que sea
utilizada con fines distintos a los de
creación del almacenamiento o con fines
discriminatorios. Este derecho fue
reglamentado con la sanción de la ley
25.326 en el año 2000. Quedando
reglamentado finalmente el ingreso y
conocimiento de los datos propios que
consten en distintas bases de datos.

Derecho a la identidad
La identidad personal supone "ser uno
mismo" y no otro, pese a la integración
social. Esta raigal y profunda faceta de la
existencia, que es la "mismidad" del ser, se
erige en un primordial interés personal que
requiere de protección jurídica, al lado y de
la misma manera que acontece con otros
esenciales intereses personales, tales
como la libertad o la vida.

Véase también
Portal:Derecho. Contenido relacionado
con Derecho.
Derecho Civil
Derecho de las personas
Referencias

Enlaces externos
Clase de derecho civil: Los derechos
personalísimos
145 Derechos y actos personalísimos en
el proyecto de código civil y comercial
argentino, Julio César Rivera
Los derechos personalísimos, Profesor
Jinénez
Los derechos personalísimos Biblioteca
digital de la Universidad Católica
Argentina
Derechos de la personalidad, Revista
Persona
Los derechos personalísimos ante el
siglo XXI. Intimidad y genoma humano,
Luis Moisset de Espanés
DERECHOS PERSONALISIMOS. Derecho
a la salud. Derecho a la vida. Derecho
constitucional. Tratados
internacionales
Trasplante de órganos, Carlos A. Ghersi

Bibliografía
Derechos personalísimos, Santos
Cifuentes, Buenos Aires, Ed. Astrea,
1995, ISBN 950-508-441-2
Obtenido de
«https://es.wikipedia.org/w/index.php?
title=Derechos_personalísimos&oldid=115205786»

Última edición hace 2 meses por Ba…

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