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Revista Portuguesa de Filosofia

El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana


Author(s): ILEANA P. BEADE
Source: Revista Portuguesa de Filosofia , T. 75, Fasc. 1, Ética e Política Contemporânea:
Ressonâncias Kantianas / Contemporary Ethics and Politics: Kant Resonances (2019), pp.
279-304
Published by: Revista Portuguesa de Filosofia

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/10.2307/26625470

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Revista Portuguesa de Filosofia, 2019, Vol. 75 (1): 279-304.
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DOI  https://doi.org/10.17990/RPF/2019_75_1_0279

El Concepto de Justicia Distributiva en la


Metafísica Jurídica Kantiana
ILEANA P. BEADE *

Abstract
In this paper I analyze Kant’s conception of justice, as discussed in some of his main
political and juridical writings. In the first place, I will attempt to show that the concept of a
distributive justice is not connected with an equitable distribution of resources, but with the
notion of public justice, that is to say: it is related to the equality and reciprocity which result
from the subjection of all the members of the civil society to the public authority. Despite
the fact that distributive justice is not connected with economical equality, Kant introduces
some observations regarding the problem of redistribution within the frame of his doctrine
of right. I will examine those observations and discuss recent interpretations regarding this
important topic. Finally, I will focus on the question of publicity as a criterion of justice.
The discussion of these issues will allow to stress the importance of the concept of justice in
Kant’s juridical philosophy.
Keywords: equality, justice, Kant, law, moral philosophy, political philosophy.

Introducción

E
n el marco de la teoría jurídica moderna, el concepto de justicia
distributiva suele estar ligado a la exigencia de una repartición
equitativa de ciertos bienes –materiales o simbólicos– entre los
miembros de la sociedad civil. El carácter equitativo de tal distribución
puede entenderse de maneras diversas: puede considerarse justo el dar
a cada uno lo mismo –la misma cantidad de bienes–, o el dar a cada uno
según su mérito, según sus acciones, según su rango, según sus necesi-
dades.1 Uno de los problemas que se presentan en torno del concepto de

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); Universidad


Nacional de Rosario (Argentina).
 ileanabeade@yahoo.com.ar
1. Según el concepto cosmológico de justicia desarrollado en el marco de la filosofía
clásica, resulta justo aquello cuya existencia no altera el orden, o aquello que
restablece un equilibrio considerado natural: justo es que cada cosa ocupe su lugar en
el universo; la justicia no es concebida, así pues, como algo referido específicamente
al ámbito humano. Ahora bien, si toda alteración del orden cósmico es injusta, como

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justicia distributiva está ligado, pues, a la necesidad de compensar ciertas


desigualdades existentes entre los miembros de la sociedad civil.
En La metafísica de las costumbres (1797)2, obra cuya primera parte
expone de manera sistemática la kantiana doctrina del derecho, hallamos
los pasajes más relevantes para el análisis del concepto de justicia distri-
butiva. En el capítulo tercero de la primera parte de la Doctrina del derecho
privado, Kant examina el derecho de propiedad en cuanto derecho que
supone la sentencia de una jurisdicción pública. Allí hace referencia al
tránsito de la posesión meramente empírica –aquella que tendría lugar
en el «estado de naturaleza»– a la posesión como un derecho garantizado
bajo leyes públicas, es decir: a la propiedad en sentido jurídico. La nece-
sidad de garantizar el ejercicio de este derecho –implicado, para Kant, en
nuestro derecho innato a la libertad– es, precisamente, aquello que exige
abandonar el estado natural e ingresar en un estado civil. En el marco
del contractualismo kantiano, este tránsito es caracterizado asimismo
como un tránsito del derecho privado al derecho público,3 entendido este

consecuencia de ello también resultarán injustas las alteraciones producidas en el


orden social: ante un daño infligido, un daño equivalente deberá restablecer el orden,
tal como resulta expresado en la ley del talión –principio de justicia retributiva, según
el cual debe imponerse, a quien lleve a cabo una mala acción, un castigo equivalente
al daño cometido–. La distinción que los sofistas introducen entre aquello que
pertenece a la naturaleza y aquello que es propio del orden humano impactará de
manera significativa en la concepción de la justicia, y ésta comenzará a ser entendida
como resultado de una convención: será considerado justo aquello que se ha acordado
considerar como tal–. En la filosofía platónica, la justicia será reivindicada como un
principio fundamental de la república ideal, un principio de legitimidad del orden
jurídico-político. En la filosofía aristotélica, la distinción entre justicia distributiva
y justicia conmutativa hará referencia a dos dimensiones diversas de la justicia: la
primera, referida al modo en que son distribuidos los honores, las riquezas y, en
general, todos aquellos bienes que cabe repartir en los miembros de un Estado; la
segunda, vinculada con las relaciones voluntarias o involuntarias entre los ciudadanos.
El concepto de justicia distributiva quedará asociado, de allí en adelante, al reparto
equitativo de ciertos bienes, materiales o simbólicos.
2. Las citas de este texto corresponden a la edición española: Immanuel Kant, La
metafísica de las costumbres [Die Metaphysik der Sitten, 1797]. Trad. Adela Cortina Orts
y Jesus Conill Sancho. Madrid, Tecnos, 1994. En lo que sigue, aludimos a esta obra
bajo la abreviatura MS. La paginación citada corresponde a la edición académica de
las obras kantianas: Kants gesammelte Schriften (vol. I-IX), Berlin, Herasugegeben
von der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften, 1902ss., a la que
hacemos referencia bajo la abreviatura Ak., seguida del número de tomo, indicado en
números romanos.
3. El concepto de derecho privado hace referencia, en este contexto, a los derechos
naturales del ser humano, derechos que, en una instancia previa a la institución de
la sociedad civil, no gozan de garantías legales. El derecho privado no constituye un

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último como estado en el que puede darse una justicia pública [öffentliche
Gerechtigkeit]. En el estado civil, como estado jurídico, los seres humanos
se relacionan e interactúan de manera tal que cada uno puede ejercer sus
derechos. A las condiciones que hacen posible el ejercicio de los derechos
civiles está vinculado, precisamente, el concepto de justicia pública.
Derecho y justicia son entendidos, en este contexto, como conceptos
correlativos.
Refiriéndose al derecho de propiedad, el filósofo señala, en el capítulo
citado, que según se atienda a la posibilidad, la realidad, o la necesidad
de la posesión de objetos, cabe establecer una distinción entre distintos
tipos de justicia, a saber: la justicia protectora, la justicia conmutativa y la
justicia distributiva. La primera concierne a la ley en cuanto ésta establece
lo que es justo según la forma; la segunda se refiere a la ley en relación con
su materia, es decir, con lo exteriormente legal. La tercera supone la exis-
tencia de un tribunal [Gerichtshof] autorizado para dictar sentencia sobre
casos particulares, los cuales deben ser subsumidos bajo leyes públicas
vigentes. Este tribunal se halla autorizado para pronunciarse acerca de
lo que es de derecho en cada caso –es decir, acerca de lo que es justo–, y
de su recto funcionamiento depende la existencia de la justicia misma.
La existencia de una justicia distributiva puede ser considerada –declara
Kant– como “la más importante de las cuestiones jurídicas”.4
En la primera sección de este trabajo, examinaremos el modo en
que Kant entiende la justicia distributiva, con el propósito de señalar
que la noción de distribución invocada en esta expresión no alude a una
distribución de recursos materiales ni simbólicos, ni podría conducir, por
tanto, a la formulación de un principio de redistribución. Observaremos
que dicha noción hace referencia a la equidad que resulta de la sujeción
de todos los ciudadanos a la ley pública –en tal sentido puede afirmarse,

derecho en sentido estricto, pues en el estado de naturaleza no puede ser garantizado


derecho alguno, dada la inexistencia de leyes públicas. Este estado se caracteriza,
precisamente, por la ausencia de normas jurídicas; de allí que Kant se refiera a él
como a un estado sin derecho, en el cual no hay juez competente capaz de dirimir los
conflictos referidos al derecho (cf. MS, Ak. VI, 312). Si bien en dicho estado rige lo
que se denomina derecho privado, es necesario avanzar hacia un estado de derecho
público, a fin de que los derechos naturales se constituyan como derechos perentorios.
En este sentido sostiene Ripstein que, en el marco de la teoría jurídica kantiana, el
derecho innato del hombre a la libertad no es, en última instancia, sino un derecho
a la libertad civil, es decir, a una libertad garantizada a través de leyes públicas. Vid.
Arthur Ripstein, Force and Freedom. Kant’s Legal and Political Philosophy (Cambridge:
Harvard University Press, 2009), 352.
4. MS, Ak. VI, 306.

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como se verá, que la justicia distributiva no es, en última instancia, otra


cosa que la justicia pública–. No obstante ello, la cuestión de la redistri-
bución es abordada, brevemente, en la doctrina kantiana del derecho. En
la segunda sección, analizaremos algunas observaciones del filósofo que
tratan acerca de esta cuestión, a fin de evaluar la posición que asume con
respecto al problema de la distribución de la riqueza en la sociedad civil.
Finalmente, en la tercera sección, haremos referencia a algunos principios
de la teoría jurídica kantiana que podrían dar lugar a la formulación de
un «criterio de justicia». Este recorrido permitirá advertir la importancia
decisiva que el concepto de justicia posee en el marco de la metafísica
jurídica kantiana.

1. La justicia pública como justicia distributiva en Los principios


metafísicos del derecho

Si bien el concepto de justicia no recibe un tratamiento pormeno-


rizado en La metafísica de las costumbres –ni en otros escritos jurídicos y
políticos kantianos–, se trata, sin embargo, de un concepto fundamental,
en la medida en que se superpone, tal como hemos adelantado, con el
concepto mismo de derecho; en efecto, desde la perspectiva asumida por
Kant, puede considerase justo aquello que es conforme al derecho.5 En
cuanto a la justicia distributiva, lo primero que ha de señalarse es que
ésta no se halla ligada a la exigencia de una distribución equitativa de
los recursos en el marco de la sociedad civil, sino que está vinculada a
una cuestión jurídica mucho más elemental, a saber: a la existencia de
instancias legítimamente autorizadas para expedirse sobre aquello que es

5. Algunos intérpretes señalan que Kant no se ocupó suficientemente de la justicia en


sentido político y social. Vid. Alessandro Pinzani & Nuria Sánchez Madrid, “The State
Looks Down: Some Reassessments of Kant’s Appraisal of Citizenship”, En Kant and
Social Policies, editado por Andrea Faggion, Alessandro Pinzani y Nuria Sánchez
Madrid (Reino Unido: Palgrave Macmillan, 2017), 25-48. Sin embargo, el concepto de
justicia cobra una importancia fundamental en los Principios metafísicos del derecho:
el estado jurídico es, precisamente, un estado en el que rige la justicia distributiva. En
tal sentido observa Brandt que “el Estado es la justicia, es decir, la jurisdicción publica
en la que conforme a una ley cada uno puede ver reconocido y garantizado lo suyo en
cuanto tal” (Brandt, 1993, 19). Solo puede darse la justicia –y el derecho en sentido
estricto– dentro de los límites de la asociación civil. Por nuestra parte, coincidimos con
Brandt en que, si bien Kant no reflexiona acerca de las condiciones sociales bajo las
cuales puede ser garantizado el ejercicio efectivo de los derechos naturales, reivindica
la justicia pública como uno de los componentes fundamentales de toda asociación
civil.

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de derecho. Tales instancias hacen posible la sentencia, entendida como


acto fundamental en la impartición de justicia, acto en virtud del cual un
caso particular es subsumido bajo una ley general dada –en tal sentido
señala Kant que, de la existencia de un tribunal, depende la existencia de
la justicia misma, y que se trata aquí de la “más importante de las cues-
tiones jurídicas”.6
La existencia de una justicia distributiva es aquello que distingue
al estado civil del estado natural: mientras que en este último, como
estado en el que rige el derecho privado, no se han establecido aún leyes
públicas  –ni han sido instituidos poderes autorizados para una reso-
lución legal de los conflictos–, en el estado civil, como estado de derecho
púbico [öffentlichen Recht], existen tanto leyes comunes como un poder
coactivo capaz de garantizar el cumplimiento de las mismas. El estado
de derecho público es definido por Kant como “el conjunto de leyes que
precisan ser universalmente promulgadas para producir un estado jurí-
dico”.7 El derecho público es entendido, pues, como un sistema de leyes
que rigen para un conjunto de individuos que, hallándose bajo relaciones
de influencia mutua, necesitan sujetarse a una voluntad común que los
represente y que sea capaz de garantizar las condiciones necesarias para
el ejercicio de los derechos individuales8. Esta sujeción de las voluntades

6. Como señalan Byrd y Hrushka, es la sentencia judicial aquello que valida un derecho
individual, constituyéndolo como un derecho perentorio. Vid. Sharon Byrd & Joachim
Hruschka, Kant’s Doctrine of Right. A Commentary (New York: Cambridge University
Press, 2010), 68.
7. MS, Ak. VI, 311.
8. Kant sostiene que, una vez que los hombres han trabado relaciones recíprocas, se
hallan obligados a abandonar el estado de naturaleza –en el que cada uno actúa según
su arbitrio– y a unirse con los demás para someterse a una coacción externa pública.
La razón práctica prescribe abandonar el estado natural y sujetarse a un poder público
autorizado para el ejercicio de la coacción legítima. Este acto de sujeción hace posible
superar ese estado en el que cada uno actuaba según lo que él consideraba justo y
bueno, para ingresar en un estado en el que se determinada legalmente lo que es justo.
Sin embargo, el estado de naturaleza no es, de por sí, injusto: Kant no lo caracteriza
como un estado en el que los hombres necesariamente dirimen sus conflictos a través
de la violencia; sin embargo, al no haber, en tal estado, un juez competente capaz de
dictar sentencia con fuerza legal, el derecho de cada uno solo puede ser provisorio,
carente de garantías. El estado de naturaleza solo podría ser considerado injusto en
el sentido de que no es justo permanecer en él, ya que en tal estado no puede ser
garantizado el derecho de cada uno. Así señala Kant que: “Mientras pretenden estar
y permanecer en este estado de libertad exterior sin ley, los hombres no son injustos
en modo alguno unos con otros si luchan entre sí, porque lo que vale para uno vale
también recíprocamente para el otro, como en un convenio […]; pero en realidad son
injustos en sumo grado al querer estar y permanecer en un estado que no es jurídico,

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particulares a una voluntad pública es lo que da origen a una comunidad


política, i.e. al Estado. Un conjunto de individuos en mutua relación,
sujetos a leyes comunes, conforman un estado civil, y lo que se denomina
Estado no es sino el conjunto de estos individuos en cuanto unidos “por el
común interés de todos de hallarse en el estado jurídico”.9
A partir de las observaciones previas, podemos señalar algunos
aspectos relevantes para el análisis del concepto kantiano de justicia
distributiva. En primer lugar, en el estado natural rige el derecho privado,
pero no puede darse, en dicho estado, un derecho en sentido estricto; esta
imposibilidad es, precisamente, aquello que exige abandonar tal estado
para ingresar en un estado de derecho público, en cuyo marco sea posible
una justicia distributiva, mediante la institución de leyes comunes y de un
poder público autorizado para garantizar, bajo medios coactivos, la obser-
vancia de las mismas: “Del derecho privado en el estado de naturaleza
surge, entonces, el postulado del derecho público: en una situación de
coexistencia inevitable con todos los demás, debes pasar de aquel estado
a un estado jurídico, es decir, a un estado de justicia distributiva”.10 En la

es decir, un estado en que nadie está seguro de los suyo frente a la violencia” (MS, Ak.
VI, 307-308). La razón exhorta a la fundación de una constitución civil, en cuyo marco
pueda garantizarse a cada uno sus derechos. Siendo el estado de derecho público
aquel en el que puede darse, en sentido propio, la justicia, la permanencia en un estado
no jurídico es injusta en tanto priva al individuo de aquellas condiciones necesarias
para el ejercicio de sus derechos. Cabe señalar que el tránsito del estado natural al
estado civil no es concebido, en este marco, como un hecho empíricamente dado:
el contrato es una figura teórica, una idea de la razón, cuya función no es explicar
el origen histórico del Estado, sino justificar su legitimidad. Para un análisis de los
principios fundamentales del contractualismo kantiano, vid. Sharon Byrd, “Kant’s
Theory of Contract”, en Kant’s Metaphysics of Morals Interpretative Essays, editado por
Mark Timmons (New York: Oxford University Press, 2004), 111-132.
9. MS, Ak. VI, 311.
10. Diversos intérpretes coinciden en que el carácter necesario –i.e. no contingente– del
contrato, es uno de los rasgos distintivos del contractualismo kantiano (cf. Arthur
Ripstein, op. cit., 352ss.; Wolfgang Kersting, “Kant’s Concept of the State”, en Essays
on Kant’s Political Philosophy, editado por Howard Williams (United Kindom: The
University of Chicago Press, 1992), 145. Sin embargo, no hay consenso entre los
comentaristas respecto del tipo de exigencia práctica implicada en el mandato que
insta a la celebración del contrato. Vid. Robert Pippin, “Dividing and Deriving in Kant’s
Rechtslehre”, en Metaphysische Anfangsgründe der Rechtslehre, editado por Otfried
Höffe (Berlín: Akademie Verlag, 1999), 63-85; Terry Pinkard, “Kant, Citizenship and
Freedomn. §41-52”, en Metaphysische Anfangsgründe der Rechtslehre, editado por
Otfried Höffe (Berlin: Akademie Verlag, 1999), 155-172. En la sección titulada División
general de los deberes jurídicos, Kant se refiere al imperativo que exige abandonar el
estado de naturaleza e ingresar en una constitución civil caracterizándolo como un
deber jurídico; sin embargo, es evidente que no se trata allí de un deber sancionado

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metafísica jurídica kantiana, las condiciones que hacen posible el derecho


público son, así pues, las mismas que hacen posible la justicia.
En segundo lugar, la unión civil es una asociación en virtud de la
cual un conjunto de individuos se subordinan a un poder representante,
delegando en éste la soberanía, cuyo ejercicio permite garantizar el
cumplimiento de la ley y, con ello, el ejercicio pleno de los derechos. Esa
asociación da lugar a la sociedad civil, en la que no se da ya subordinación
alguna, sino una relación de coordinación entre iguales, esto es: entre
los miembros de la comunidad civil constituida, individuos igualmente
sometidos a las leyes instituidas, a partir de ese momento, por el poder
legislativo, esto es: por el poder soberano.11 Ahora bien, la exigencia de
obedecer a la autoridad pública –instituida a través del contrato– será una
exigencia legítima solo en en la medida en que todos acepten subordinarse
a dicha autoridad. La justicia exige, así pues, reciprocidad (reciprocidad
en cuanto al derecho y en cuanto a las obligaciones correlativas a él) y
el concepto de equidad, usualmente vinculado con el de justicia, puede
entenderse en este contexto, precisamente, en términos de reciprocidad.
Es justo, es equitativo, que todos se sometan por igual a las leyes públicas.
Podemos observar, a partir de lo expuesto, que el carácter distributivo
de la llamada justicia distributiva no hace referencia, en este contexto, a
una repartición equitativa de recursos –materiales o simbólicos–, sino que
alude a las condiciones jurídicas que hacen posible administración de la
ley pública en cuanto ley que obliga recíprocamente. Una constitución
civil en la que los ciudadanos no fueran juzgados por las mismas leyes no
podría ser considerada justa. La subordinación de las voluntades particu-
lares a una voluntad común es, en síntesis, la condición elemental de la
justicia pública en cuanto justicia distributiva. Sin una justicia tal no hay
derecho público ni hay estado de derecho –en pocas palabras: sin justicia
distributiva no hay Estado–.
En el §45 de la Doctrina del derecho público, luego de definir al
Estado como “la unión de un conjunto de hombres bajo leyes públicas”,12
Kant introduce la figura del Estado en la idea [der Staat in der Idee], esto
es: el Estado “tal como debe ser según los principios jurídicos puros”.
Estos principios establecen ciertos fines cuya realización es representada,
por la razón, como un deber. La figura del Estado en la idea revela el

por leyes positivas –inexistentes en la instancia previa al contrato–, sino, antes bien, de
una obligación fundada en la ley natural (cf. MS, Ak. VI, 237).
11. MS, Ak. VI, 306-307.
12. MS, Ak. VI, 313.

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carácter esencialmente normativo de la teoría jurídica kantiana, delimi-


tando el objeto de análisis propio de una metafísica jurídica.13 Esta última
no podría consistir en la mera descripción del Estado o de los mecanismos
jurídicos propios de la asociación civil, sino que debe establecer los prin-
cipios racionales que deben servir de modelo, de norma, para toda consti-
tución política en general. En esa sección, Kant hace referencia a los tres
poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial), e indica, respecto de
este último, que el poder judicial debe administrar a cada uno lo suyo
según la ley. A través del fallo judicial, se determina, en efecto, lo que es
de derecho en cada caso [was im vorkommenden Falle Rechtens ist], y es
a través de ese acto jurídico fundamental que el Estado imparte justicia.14
Más adelante, el autor observa que, así como como el poder legislativo
debe ser considerado irreprochable, y el ejecutivo irresistible, el fallo
judicial es inapelable. Ni el soberano del Estado (i.e. el poder legislativo) ni
el gobernante (el poder ejecutivo) pueden juzgar, sino que su jurisdicción
se reduce a la facultad de investir jueces en carácter de magistrados:

El pueblo se juzga a sí mismo a través de aquellos de sus conciudadanos


que, mediante libre elección, son reconocidos como sus representantes
especialmente parta ello, o sea, para cada acto. Porque el fallo judicial
(la sentencia) es un acto particular de la justicia pública (iustitiae distri-
butivae), referido al súbdito y realizado por un administrador del Estado
(un juez o un tribunal) […] el poder judicial ha de conceder a cada uno
lo suyo por medio del poder ejecutivo. Por consiguiente, solo el pueblo –
aunque solo mediatamente– puede juzgar a alguien en su seno por medio
de sus representantes, delegados por él mismo (el jurado).15

A través de sus representantes –ya se trate de un representante


unipersonal (el juez) o de un jurado–, el pueblo dicta sentencia sobre sí

13. La metafísica de las costumbres es concebida, por Kant, como una doctrina del derecho
fundada en principios de la razón pura. Es la razón la que establece, en efecto, cómo
debe constituirse una unión civil legítima. Se trata aquí, pues, de una consideración
racional, y a la vez, normativa, de la asociación civil: lo que interesa determinar, en
este contexto, es lo que el Estado debe ser. Esta es la perspectiva fundamental bajo
la cual Kant examina las cuestiones referidas al derecho. Vid. Howard Williams,
“Metaphysical and not just Political”, en Politics and Metaphysics in Kant, editado por
Sorin Baiaus, Sami Pihlström y Howard Williams (Cardiff: University of Wales Press,
2011), 215-234; Ileana Beade, “Acerca del carácter regulativo de las ideas de la razón
en el marco de la doctrina jurídico-política kantiana”, Revista Portuguesa de Filosofía
70, no. 2-3 (2014): 473-492.
14. MS, Ak. VI, 313.
15. MS, Ak. VI, 317.

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mismo, y así resulta protegido de toda autoridad arbitraria, arbitrariedad


que podría darse en caso de que el poder legislativo o el ejecutivo estu-
viesen autorizados para dictar sentencia. La existencia de tres poderes
independientes, y a la vez coordinados, hace posible la salud del Estado,
que no consiste, señala Kant, en el bienestar ni en la felicidad del pueblo,
sino en la mayor concordancia posible entre una constitución política y
los principios jurídicos que la rigen.
Hasta aquí, hemos analizado el concepto de justicia distributiva
esbozado en Los principios metafísicos del derecho, con el propósito de
señalar que la justicia distributiva no consiste, para Kant, en una distri-
bución equitativa de bienes o de recursos, sino que ella supone la existencia
de mecanismos legales que hacen posible la administración del derecho.
No parece posible establecer, así pues, un vínculo directo entre la noción
de justicia distributiva y el concepto de redistribución. Sin embargo, este
último concepto no se halla ausente en la teoría jurídica kantiana. En
una Observación general referida a los efectos jurídicos que se derivan
de la naturaleza de la unión civil,16 Kant discute algunas cuestiones
vinculadas con el derecho impositivo, y establece el derecho del Estado
de implementar medidas redistributivas con el fin de asistir a aquellos
que no pueden procurarse los medios necesarios para asegurar su propia
subsistencia. Esta cuestión será examinada en la sección siguiente, con
el propósito de considerar si acaso es posible hallar, en la teoría jurídica
kantiana, alguna noción de justicia vinculada con la exigencia de una
distribución equitativa de los recursos materiales.

2. El problema de la justicia redistributiva

En el apartado C de la Observación general, Kant señala que:

Al jefe supremo incumbe indirectamente, es decir, como responsable


del deber del pueblo, el derecho de gravar a éste con impuestos para su
propia conservación (del pueblo), tales como los impuestos en interés de
los pobres, las inclusas y la iglesia, instituciones llamadas en otro caso
de caridad o piadosas. La voluntad universal del pueblo se ha unido para
configurar una sociedad que ha de conservarse perpetuamente y se ha

16. En el marco de esta Observación general, el filósofo aborda tópicos importantes de


su teoría político-jurídica, tales como la impugnación del derecho de resistencia, la
cuestión de los límites al derecho de propiedad del Estado, entre otros aspectos (MS,
Ak. VI, 323ss.)

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sometido al poder estatal interno con el fin de conservar a los miembros


de tal sociedad incapaces de mantenerse a sí mismos. Por tanto, gracias
al Estado es lícito al gobierno obligar a los poderosos a procurar los
medios de subsistencia a quienes son incapaces de ello, incluso en lo que
se refiere a las necesidades más básicas; porque es en su existencia, como
acto de sumisión a la protección y previsión de la comunidad, que les es
necesaria para existir, y a la que se han obligado, donde el Estado funda
ahora su derecho de obligar a los poderosos a contribuir con lo suyo a la
conservación de sus conciudadanos.17

El autor hace referencia aquí al derecho del Estado de ejercer medidas


que cabría calificar como redistributivas. Algunos intérpretes concluyen, a
partir de este pasaje, que la justicia pública exige, para Kant, un mínimo
de equidad material, como condición solo bajo la cual sería posible garan-
tizar el ejercicio efectivo del derecho innato a la libertad. Tal es el caso de
Varden, quien observa que garantizar tal derecho supone, para el Estado,
la obligación de asegurar las condiciones económicas necesarias para
que ninguno de los miembros de la comunidad civil deba someterse, en
razón de su dependencia o debilidad, al arbitrio constrictivo de otros. La
autora señala que el Estado no podría garantizar una interacción justa
entre los ciudadanos sin intervenir en la esfera económica, y en esta capa-
cidad de intervención queda incluido el derecho de implementar políticas
impositivas orientadas al sustento de quienes no puedan sostenerse por
sí mismos –la asistencia de éstos sería, pues, uno de los mecanismos a
través de los cuáles el Estado imparte justicia–. Más allá de las causas que
hubiesen conducido a la situación de dependencia económica de algunos
miembros de la comunidad, es tarea del Estado equilibrar esa desigualdad,
otorgando a aquellos que carezcan de recursos básicos la posibilidad de
un acceso a ciertos bienes materiales y simbólicos.18 En el tratamiento de
esta cuestión puntual, concluye Varden, Kant se distanciaría de ciertas

17. MS, Ak. VI, 326-327.


18. Algunos intérpretes proponen interpretar la «cláusula redistributiva» en términos
contractualistas. En tal sentido señala Pirni que la sociedad civil, producto del
contrato, es aquello que debe ser preservado a través de medidas redistributivas,
ya que tal sociedad representa, para Kant, un fin en sí. Pirni concluye que Kant
parece habilitar, en su tratamiento de la cuestión redistributiva, un espacio para la
conceptualización de los derechos sociales. Vid. Alberto Pirni, “The Place of Sociality:
Models of Intersubjectivity According to Kant”, en Kant and Social Policies, editado por
Andrea Faggion, Alessandro Pinzani y Nuria Sánchez Madrid (Reino Unido: Palgrave
Macmillan, 2017), 65-92.

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El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana 289

premisas de la tradición liberal, aproximándose al modelo del Estado de


bienestar.
Otras interpretaciones, como la de Mulholland, consideran la
“cláusula redistributiva” establecida en el pasaje citado en relación con la
noción de contrato. Mulholland señala que los derechos que los individuos
pueden ejercer en el estado civil son consecuencia de una asociación
contractual cuya finalidad es garantizar el ejercicio de los derechos natu-
rales. Si una distribución marcadamente desigual de los recursos mate-
riales atentara contra el derecho de algunos de ejercer su libertad innata,
el Estado debería intervenir a fin de garantizar cierto nivel de equidad –
aquel que permita a cada uno el ejercicio efectivo de sus derechos–; y uno
de los medios fundamentales para impulsar la distribución equitativa de
los recursos sería la imposición de cargas orientadas al sostenimiento de
quienes se hallan en situación de pobreza. La autora coincide con Varden
al indicar que, a partir de una consideración de las condiciones reque-
ridas para el ejercicio efectivo de nuestro innato a la libertad, es posible
hallar, en la doctrina jurídica kantiana, cierta justificación del Estado de
bienestar19. Sin embargo, observa Mulholland, en dicha doctrina se deter-
minan límites precisos al alcance de la intervención estatal. En efecto,
en Teoría y práctica, Kant sostiene que la igualdad de los hombres en el
Estado “resulta […] perfectamente compatible con la máxima desigualdad,
cuantitativa o de grado, en sus posesiones, ya se trate de una superioridad
corporal o espiritual sobre otros, o de riquezas externas y de derechos
en general (de los que puede haber muchos) con respecto a otros”.20 La
desigualdad económica es, para Kant, compatible con la igualdad jurídica
ya que, si bien en el plano material el bienestar de uno podría depender
del bienestar de otro, “según el derecho [...] todos, en cuanto súbditos,
son iguales entre sí, porque ninguno puede coaccionar a otro sino por
medio de la ley pública...”.21 Mulholland concluye, a partir de ello, que la
formulación kantiana del principio de igualdad es de carácter puramente

19. Cf. Leslie Mulholland, Kant’s System of Rights (New York: Columbia University Press,
1990), 317-318.
20. TP, Ak. VIII, 291-292. Citamos la versión española: Immanuel Kant, Teoría y práctica
[Über den Gemeinspruch: Das mag in der Theorie richtig sein taugt aber nicht für die
Praxis, 1793]. Trad. Juan Miguel Palacios, Francisco Pérez López y Roberto Rodríguez
Aramayo. Madrid: Tecnos, 1993. Hacemos referencia a esta obra bajo la abreviatura: TP.
21. TP, Ak. VIII, 292.

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290 Ileana P. Beade

formal: Kant reivindicaría la igualdad en sentido jurídico, desatendiendo


la igualdad en sentido social o económico.22
Ciertamente, Kant asume que las desigualdades económicas no
implican una falta de equidad, siempre y cuando no se produzcan como
consecuencia de prerrogativas nobiliarias, sino que resulten únicamente
del diverso grado de capacidad, rendimiento o esfuerzo de los individuos.
El Estado no debe interferir en la condición económica o social de los indi-
viduos, en la medida en que esa condición dependa de la actividad desa-
rrollada por cada uno, en el ámbito privado. En esta línea de pensamiento
se inscribe, precisamente, la crítica kantiana al llamado Estado paterna-
lista, i.e. aquel que pretende ocuparse de la felicidad del pueblo; este tipo
de Estado –señala Kant– debe ser rechazado como el mayor despotismo
imaginable: no es tarea propia del Estado procurar el bienestar del pueblo,
sino únicamente velar por el derecho de todos los ciudadanos mediante
leyes de la voluntad común, dejando a cada uno la libertad necesaria
para procurar su bienestar del modo que considere más adecuado.23 Así
como no es función del Estado garantizar la felicidad de los ciudadanos,
tampoco debería asumir la obligación de sostener a ciertos individuos,
reteniendo a otros bienes que son resultado de su talento o su capacidad.24

22. El filósofo señala que puede considerarse feliz a aquel que, no habiendo alcanzado
el mismo nivel de otros en la sociedad, no puede responsabilizar de esto a nadie más
que a sí mismo: “Se puede considerar feliz a un hombre, en cualquier estado, solo
si es consciente de que el hecho de no ascender hasta el mismo nivel de los demás –
quienes, en cuanto cosúbditos, no tienen ninguna ventaja sobre él en lo concerniente
al derecho– únicamente depende de él (de su capacidad o de su sincera voluntad) o
de circunstancias de las que no puede culpar a ningún otro, mas no depende de la
irresistible voluntad de otros” (TP, Ak. VIII, 293-294). Pese a establecer una controvertida
distinción entre ciudadanos activos y ciudadanos pasivos, Kant sostiene, sin embargo,
que el Estado no puede obstaculizar el paso de la condición de ciudadano pasivo a la
de ciudadano activo (MS, Ak. VI, 315; TP, Ak. VIII, 290). Aún cuando declare que la
desigualdad material o social no es, en cuanto tal, injusta, considera injusto impedir
el ascenso de un ciudadano hasta una posición en la que pueda alcanzar el status de
ciudadano activo. Tanto en Teoría y práctica como en Los principios metafísicos del
derecho, el filósofo impugna las prerrogativas nobiliarias, declarando que aquello que
un pueblo no puede decidir para sí mismo tampoco puede decidirlo el gobernante
para el pueblo –pues semejante decisión sería injusta–. A esta última cuestión haremos
mayor referencia en la sección siguiente.
23. Cf. TP, Ak. VIII, 291.
24. A propósito de esta cuestión, Pinzani y Sánchez Madrid señalan que, al no advertir
que la desigualdad material limita de manera decisiva el paso de la condición pasiva
a la activa, Kant desatendería obligaciones fundamentales del Estado para con sus
ciudadanos, limitandose a una concepción puramente formal del principio de
igualdad; su tratamiento del problema de la desigualdad resultaría insuficiente al

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El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana 291

Bajo estas premisas, no parece posible establecer el derecho del Estado de


imponer cargas impositivas con propósitos redistributivos.25 No obstante
ello, en el pasaje de La metafísica de las costumbres citado más arriba,
Kant establece el derecho del Estado de intervenir en la esfera económica,
a fin de asistir a quienes no pueden sostenerse por sí mismos; de allí que
los intérpretes vacilen al interpretar esta surte de «cláusula redistributiva»
presente en la metafísica jurídica kantiana.
Pogge indica, por su parte, que, desde la perspectiva kantiana, en
un estado jurídico debe ser posible una distribución consistente y equi-
tativa de la libertad externa y, por lo tanto, de la propiedad individual,
sin que ello implique perjuicio alguno para la libertad de otros.26 Si bien
Kant sostiene que la felicidad de los ciudadanos no es competencia del
gobierno, la justicia requiere que el soberano intervenga a fin de evitar
niveles extremos de desigualdad material; es, pues, compromiso inelu-
dible del Estado contribuir a que los ciudadanos que se hallen en una
situación de dependencia respecto de otros puedan superar tal situación
y alcanzar la independencia material requerida para el ejercicio de sus
derechos. La intervención estatal tiene, sin embargo, un límite preciso: las
desigualdades que deben ser equiparadas son aquellas que tengan como
consecuencia la dependencia material en niveles en los que se vea efec-
tivamente comprometido el ejercicio del derecho a la libertad. Por otra
parte, las medidas redistributivas deberán implementarse, en todo caso, a
través de mecanismos legales, y no de manera arbitraria.27 En síntesis, el
Estado tiene derecho a intervenir en la vida económica solo a los fines de
hacer posible el ejercicio del derecho a la libertad, entendida ésta como
independencia del arbitrio con respecto al arbitrio constrictivo de otros.
Ripstein se inscribe dentro de la línea de la interpretación desarro-
llada por Varden, Mulholland y Pogge, al indicar que el compromiso del
Estado, en lo que atañe a la redistribución de la riqueza, es de carácter
jurídico, esto es: se funda en la obligación de garantizar derechos –y no en

momento de impulsar proyectos de transformación social (vid. Alessandro Pinzani &


Nuria Sánchez Madrid, op. cit.).
25. Acerca de este punto, observa Mulholland: “Lack of ability or bad luck does not justify
special treatment which would effect a condition of equality of possessions with others
(unless it resulted in a person having no adequate means of maintenance). Similarly,
by implication, a person who has, by nature, greater ability than another should not be
compelled on grounds of equality to sacrifice any advantages he gets through exercise
of this ability alone for the welfare of others”. Cf. Leslie Mullholand, op. cit., 318.
26. Cf. Thomas Pogge, “Kant´s Theory of Justice”, Kant-Studien 79 (1988): 415-416.
27. Cf. Thomas Pogge, op. cit., 421-422.

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292 Ileana P. Beade

la exigencia de procurar la felicidad o el bienestar del pueblo–. No se trata


aquí, por tanto, de una obligación de carácter moral, sino de la obligación
jurídica del Estado de asegurar las condiciones necesarias para el ejercicio
de los derechos naturales –y, de otra parte, de la obligación correlativa de
los ciudadanos de obedecer aquellas leyes que el soberano considere nece-
sarias para el logro de ese fin–.28 El argumento principal que justificaría
el derecho del Estado de impulsar medidas redistributivas es, así pues, de
carácter estrictamente jurídico: lo que está en juego no es el bienestar ni
la felicidad del pueblo, sino la necesidad de preservar la sociedad en su
conjunto, y de garantizar aquellos derechos elementales para cuya garantía
ha sido instituido el estado civil.29 Ripstein coincide con Mulholland al
indicar que el argumento al que recurre Kant para justificar la «cláusula
redistributiva» es de carácter contractual, por cuanto invoca la idea de
una voluntad unida del pueblo.30 En efecto, dicha cláusula podría ser

28. O´Neill señala que la caridad o la beneficencia, en cuanto deberes de virtud, constituyen
deberes de obligación amplia u obligación imperfecta, es decir, obligaciones cuyo
modo de cumplimiento queda a criterio del agente individual. El pasaje redistributivo
que aquí examinamos no invoca deberes éticos, sino que establece el deber del Estado
de asistir a los necesitados con el fin de preservar la sociedad como un todo, y establece
asimismo, como consecuencia de ello, el deber jurídico de los ciudadanos de consentir
políticas redistributivas. Como todo deber jurídico, se trata aquí de un deber estricto,
ligado a un derecho correlativo, a saber: el derecho de cada uno de los miembros
de la sociedad civil a recibir protección del Estado, pudiendo reclamar ante éste que
sean garantizadas las condiciones mínimas indispensables para la satisfacción de sus
necesidades básicas, pues tales condiciones son a su vez condiciones para el ejercicio
de sus derechos. La interpretación de la cláusula redistributiva debe tener en cuenta,
pues, la distinción que Kant establece entre el deber ético de benevolencia (referido a la
asistencia de otros en cuanto acción voluntaria, de carácter privado) y el deber jurídico
de brindar asistencia a aquellos que lo necesiten, a través de un sistema impositivo
gestionado por el gobierno. Vid. Onora O’Neill, Constructions of reason. Explorations
of Kant’s practical philosophy (New York: Cambridge University Press, 1989). 231-232.
Para un análisis pormenorizado del tratamiento kantiano del deber de benevolencia
en cuanto deber de virtud, vid. Victor Seidler, Kant, Respect and Injustice. The Limits of
Liberal Moral Theory (New York: Routledge, 2009), 44ss.
29. Observa Ripstein a propósito de este punto: “Recent political philosophy, including
political philosophy that characterizes itself as “Kantian,” has often represented
these ideas as outmoded, and sought to replace them with more robust ideas of
material equality. Kant’s grounds for rejecting these more substantive ideas rest on
his understanding of the nature of political society as only entitled to use force to
create and sustain a rightful condition” (Arthur Ripstein, op. cit., 267). “The state
intervenes in distribution and guarantees equality of opportunity as mandatory means
of sustaining a rightful condition, not in the service of any valuable end outside the
state” (Arthur Ripstein, op. cit., 268).
30. “Kant argues that provision for the poor follows directly from the very idea of a united
will. He remarks that the idea of a united lawgiving will requires that citizens regard

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El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana 293

consentida por todo el pueblo, ya que los miembros de una sociedad civil,
por el solo hecho de pertenecer a ella, prestarían consentimiento a las
medidas necesarias para la preservación de la sociedad en su conjunto.31
Cabe señalar que el pasaje redistributivo (que aquí examinamos)
ha recibido asimismo interpretaciones fundadas en las premisas del
liberalismo. En esta línea se inscribe la lectura propuesta por Pavão y
Faggion, quienes consideran que en las observaciones kantianas referidas
a la redistribución no está implicada la exigencia de equidad material, ni
tampoco una concepción de la redistribución económica como condición
de la justicia, sino únicamente la exigencia de la preservación del estado
de derecho, i.e. la mera subsistencia de la comunidad jurídica. Según esta
línea de lectura, Kant no estaría reivindicando el derecho de los ciuda-
danos a reclamar ante el Estado ciertas condiciones materiales equita-
tivas, ya que un reclamo semejante sería incompatible con los principios
liberales que inspiran su doctrina jurídico-política.32

the state as existing in perpetuity (Arthur Ripstein, op. cit., 272).


31. “The state, through its oficials, speaks and acts for all. Otherwise it could not solve any
of the problems of unilateral choice or judgment that plague the state of nature. Any
powers a state has must be traced to its claim to speak and act for all. Both its task
of economic redistribution and its guarantee of equality of opportunity can be traced
to this claim. The institutions that give effect to a system of equal freedom must be
organized so that they do not systematically create a condition of dependence” (Arthur
Ripstein, op. cit., 272). “The public solution is taxation to provide for those in need.
Taxation by the state is consistent with the freedom of those who are taxed because
they “owe their existence to an act of submitting to its protection and care.” The sense
in which they “owe their existence” to the state is formal rather than material: their
wealth consists entirely in their entitlement to exclude others from their goods, which
in turn is consistent with equal freedom only when consistent with formal conditions
of the general will. This argument for economic redistribution is internal to the idea
that acquisition must be authorized and disputes resolved through public procedures
that can be accepted by all” (Arthur Ripstein, op. cit., 283). Ripstein señala, por último,
que el argumento kantiano invocado en la cláusula redistributiva es de carácter formal,
en el sentido de que no especifica sino la exigencia del Estado de solventar necesidades
básicas de los más necesitados: “Kant’s narrow focus on “most necessary natural
needs” does not have to limit redistribution to what is required for biological survival.
The Kantian argument is formal and procedural rather than substantive. In particular,
it does not specify the level of social provision, whether it covers merely biological
needs” (Arthur Ripstein, op. cit., 284). En consonancia con estas observaciones, señala
Kersting: “The principle of equality is indifferent to the economic structure of society;
it does not make the advancement of social equality and economic justice a political
goal”. Wolfgang Kersting, op. cit., 356.
32. Vid. Aguinaldo Pavão & Andrea Faggion, “Kant for and Against Human Rights”, en
Kant and Social Policies, editado por Andrea Faggion, Alessandro Pinzani y Nuria
Sánchez Madrid (Reino Unido: Palgrave Macmillan, 2017), 49-64. Por su parte, Rivera
señala que la concepción kantiana de la justicia es liberal por cuanto establece que

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Por nuestra parte, entendemos que el argumento esbozado por Kant


en el marco de la Observación general establece, como principio funda-
mental, la necesidad de conservar la sociedad como un todo. La asociación
civil es, para Kant, un fin en sí mismo: ella debe ser conservada ya que
solo dentro de sus límites es posible el ejercicio de los derechos. Si se
abandonara a su suerte a quienes no están en condiciones de procurar su
propio sustento, no podría garantizarse la estabilidad y continuidad de la
asociación civil; la pobreza extrema resulta, en efecto, incompatible con
ello y es, por tanto, incompatible con la justicia pública: para que todos
participen de su derecho no solo se requiere de condiciones formales, sino
asimismo de condiciones materiales.
Podemos concluir, a partir de lo expuesto, que el fundamento último
de la «cláusula redistributiva» introducida por Kant reside en los prin-
cipios del contractualismo. Kant considera el poder coercitivo del Estado
como resultado de un contrato en el que participan, idealmente, la tota-
lidad de los miembros de la comunidad, en cuanto ésta se constituye como
sociedad civil. Todos los contratantes tienen igual derecho a los beneficios
que otorga la asociación civil, esto es: tienen derecho a exigir que sean
garantizadas las condiciones necesarias para el ejercicio de la libertad
innata, de la igualdad, de la independencia. Si bien al formular el principio
de independencia civil, Kant restringe el derecho de ciudadanía activa a
aquellos miembros de la comunidad que gozan de independencia econó-
mica,33 la libertad y la igualdad pertenecen a todos en cuanto hombres.
Y el Estado incumpliría sus compromisos básicos si negara a algunos
de sus miembros la posibilidad de ejercer plenamente sus derechos. En
conclusión: la redistribución no es solo una condición empíricamente
necesaria para el ejercicio de los derechos, sino una condición solo bajo la
cual puede fundarse la legitimidad de la capacidad coercitiva del Estado34.

es competencia exclusiva del individuo procurar su bienestar: el Estado no puede


imponer una determinada concepción del bien, ni puede exigir de los ciudadanos
que sean moralmente virtuosos; su tarea se limita a garantizar las condiciones que
hagan posible el ejercicio de los derechos fundamentales, concediendo libertad a los
individuos para buscar su bienestar del modo que consideren más conveniente. Cf.
Fabiola Rivera, Virtud y justicia en Kant (México: Fontamara, 2006), 36s.
33. Cf. TP, Ak. VIII, 290. Vid. asimismo: MS, Ak. VI, 315.
34. Como señala Varden, el monopolio estatal del uso de la coacción solo resulta legítimo
en la medida en que garantiza la existencia de un sistema jurídico, y la estabi8lidad
y continuidad de este sistema requiere asistir a quienes no se encuentren el posición
de sostenerse por sí mismos. El Estado tiene el derecho –y el deber– de implementar
medidas redistributivas. Cf. Helga Varden, “Immanuel Kant. Justice as Freedom”,
en Philosophy of Justice., editado por Guttorm Fløistad (Germany: Springer, 2014),

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Esta breve reconstrucción de diversas líneas interpretativas referidas


al pasaje redistributivo que Kant incluye en la Observación general ha
permitido constatar el carácter estrictamente jurídico del argumento que
justifica el derecho del Estado de imponer cargas impositivas con el fin
de sostener económicamente a quienes no puedan hacerlo por sí mismos.
Aquello que permite justificar medidas redistributivas, en el marco de una
teoría jurídica que no asigna al Estado la función de velar por el bienestar
material de los ciudadanos, es la necesidad de preservar la sociedad en
su conjunto. Es la exigencia de asegurar la continuidad del orden social
aquello que justifica un reparto desigual de las cargas, reparto que resulta,
para Kant, compatible con el derecho de todos, y podría ser consentido
por la totalidad del pueblo, pues –reiteramos– quienes gozan de riqueza
harán lo necesario para evitar la disolución de la sociedad civil, en cuyo
marco los derechos de propiedad pueden ser garantizados. Puede afir-
marse, en síntesis, que las medidas redistributivas se asientan en el prin-
cipio contractualista, en tanto podrían ser contenidas por todo un pueblo,
pues incluso los sectores sociales en mejor posición (aquellos en quienes
recaerían las cargas mayores) prestarían conformidad con medidas nece-
sarias para garantizar la continuidad del orden civil, ya que no podrían
asegurar sus posesiones si la estabilidad del orden civil se viera afectada
por el incremento de la pobreza.35 En el apartado siguiente, haremos
mayor referencia al principio contractualista a fin de considerar hasta qué
punto tal principio podría dar lugar a la formulación de un principio de
justicia, que permitiese decidir acerca del valor de las acciones políticas
en general.

232-234.
35. Williams propone una interpretación diferente de la que aquí sugerimos, invocando
una reflexión del legado manuscrito de Kant, en la que el filósofo señala que los pobres
necesitan ser alimentados “porque somos seres humanos y no bestias. Y esto no se
deriva de los derechos de los pobres como ciudadanos sino de sus necesidades en
tanto seres humanos” (Reflexionen 8000, Ak, XIX, 578). Citado en: Howard Williams,
Kant’s Political Philosophy (Oxford: Basil Blackwell, 1983), 196. La lectura de Williams
parece inclinarse por una consideración del pasaje redistributivo en cuanto fundado
en un deber moral. El intérprete señala, a partir de la reflexión antes citada, que el
deber de socorrer a los pobres no se funda en los principios a priori de la justicia, sino
en los preceptos de la filosofía moral kantiana. Al momento de considerar la situación
de quienes sufren un estado de indigencia, Kant estaría está dispuesto a extender el
rol del Estado más allá de lo requerido por la justicia en sentido estricto: en ese caso,
el Estado asumiría, excepcionalmente, una función moral, identificando sus propios
intereses con los intereses de los individuos en la sociedad.

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3. Hacia una formulación del principio de justicia como criterio de


legitimidad política

En el apartado final de la Observación general en la que se incluyen


las observaciones redistributivas que han sido examinadas en la sección
anterior, Kant señala, a propósito de las atribuciones propias del jefe
supremo del Estado, que éste no puede conceder títulos nobiliarios, ni
revocar cargos anteriormente concedidos (a no ser que quien ejerciese
el cargo hubiese cometido un delito). El argumento que propone, a fin
de justificar esta observación, es el siguiente: lo que el pueblo no puede
decidir sobre sí mismo, no puede el soberano decidirlo sobre el pueblo.36
En esta sección examinaremos si podría derivarse, a partir de este argu-
mento, un principio de justicia política, esto es: un criterio que permitiese
establecer el carácter justo o injusto de las acciones políticas en general.
Ya en el escrito de 1784 En repuesta a la pregunta: Qué es la
Ilustración, Kant invoca ese argumento, al afirmar que “la piedra de toque
de todo cuanto puede acordarse como ley para un pueblo se cifra en
esta cuestión: ¿acaso podría un pueblo imponerse sobre sí mismo seme-
jante ley”, y añade: “lo que a un pueblo no le resulta lícito decidir sobre
sí mismo, menos aún le cabe decidirlo a un monarca sobre el pueblo;
porque su autoridad legislativa descansa precisamente en que reúne la
voluntad íntegra del pueblo en la suya propia”.37 Si bien el filósofo se
refiere allí a una cuestión puntual –a saber: al carácter ilegítimo de toda
restricción estatal del libre uso público de la razón–, el principio puede
ser considerado como un criterio para determinar el carácter legítimo de
las acciones llevadas a cabo por quienes ejercen el poder político. Este
criterio general podría enunciarse bajo los términos siguientes: pueden
considerarse justas aquellas acciones del gobernante que pudiesen ser
consentidas por todo el pueblo –en caso de que se lo consultara–.38

36. MS, Ak. VI, 329. Brandt observa que “si se intenta indagar en aquello que la iustitia
distributiva del Estado ha de hacer para ser justa, se hallarán muy pocas indicaciones
a este respecto, al margen de este principio genérico”. Reinhard Brandt, “La justicia
en Kant”, Daimon, Revista de Filosofía, nº 7 (1993): 30. La aplicación de tal principio
es, pues, aquello que permite decidir acerca del carácter justo o injusto de una acción
llevada a cabo por el poder soberano.
37. WA, Ak. VIII, 39s. Citamos la traducción española: Immanuel Kant, Qué es la Ilustración
[Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung?, 1784], traducción de R. Rodríguez
Aramayo, Madrid, Alianza, 2013. Nos referimos a este texto bajo la abreviatura: WA.
38. Como el lector advertirá, se trata aquí de una suerte de traducción político-jurídica del
imperativo categórico, que exige la posible concordancia entre el principio subjetivo

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Unos años más tarde, en Teoría y práctica (1793), en el marco de la


formulación del principio de independencia, Kant invoca el mismo prin-
cipio, al declarar que:

Todo derecho depende de leyes. Pero una ley pública, que determina
para todos lo que les debe estar jurídicamente permitido o prohibido, es
el acto de una voluntad pública, de la cual procede todo derecho, y por
tanto, no ha de cometer injusticia contra nadie. Mas, a este respecto, tal
voluntad no puede ser sino la voluntad del pueblo entero (ya que todos
deciden sobre todos y, por ende, cada uno sobre sí mismo), pues solo
contra sí mismo nadie puede cometer injusticia, mientras que, tratándose
de otro distinto de uno mismo, la mera voluntad de éste no puede decidir
sobre uno mismo nada que pudiera ser justo; consiguientemente, su ley
requeriría aún de otra ley que limitara su legislación, y por ello ninguna
voluntad particular puede ser legisladora para una comunidad.39

En consonancia con principios fundamentales de la filosofía política


rousseuaniana,40 Kant define aquí las leyes como actos de una voluntad
pública, y sugiere que en este origen ideal de las leyes reside, precisa-
mente, su legitimidad. En efecto, las leyes adquieren su carácter vincu-
lante a partir del principio de una voluntad pública que se dicta leyes a
sí misma. De la idea de una voluntad pública soberana –resultado de un
contrato– se deriva el principio de que lo que un pueblo no puede querer
para sí mismo, tampoco puede quererlo el representante, como deposi-
tario de un poder cuyo origen último reside en el pueblo.41 Las nociones de

que rige una acción y la ley moral objetiva: sólo si la máxima de la acción admite
ser universalizada, la acción puede ser considerada moralmente correcta. De modo
similar: solo si una decisión del Jefe de Estado puede (o podría) ser consentida por
el pueblo entero –por la voluntad unida del pueblo–, podría considerársela justa. Al
respecto señala Kersting: “Just as the categorical imperative as a moral principle
allows for the evaluation of the lawfulness of maxims, so does the original contract
as the principle of public justice serve to measure the justice of positive laws. The
application of the norm of a contract requires nothing more than a thought-experiment
that is a variant of the test of universalizability that is familiar in moral philosophy.
The legislator must examine whether every citizen could subscribe to the law in
question […] The original contract is the model of a procedure of advice, decision,
and consensus that guarantees the justice of its results because these are supported by
universal acceptance”. Wolfgang Kersting, op. cit., 355.
39. TP, Ak. VIIII, 294-295.
40. Vid. Ileana Beade, “El concepto kantiano de voluntad pública y su relación con la
noción rousseauniana de voluntad general”, Estudos Kantianos 1, no. 2 (2013): 59-84.
41. La voluntad pública resulta personificada en la figura del representante, el legislador,
quien deberá promulgar leyes atendiendo al citado principio, es decir, considerando

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298 Ileana P. Beade

voluntad unida del pueblo y de contrato operan, pues, como criterios de


legitimidad, o –lo que es igual en este contexto– como criterios de justicia.
Kant declara que el contrato, en tanto idea de la razón, adquiere una
indudable realidad práctica, en cuanto obliga al legislador “a que dicte
sus leyes como si éstas pudieran haber emanado de la voluntad unida de
todo un pueblo, y a que considere a cada súbdito, en la medida en que
éste quiera ser ciudadano, como si hubiera expresado su acuerdo con una
voluntad tal. Pues ahí se halla la piedra de toque de la legitimidad de la ley
pública”.42 La idea de contrato proporciona un principio de legitimidad
al que debe recurrir el legislador a fin de decidir acerca del carácter justo
de las leyes que promulga. Cabe señalar que la exigencia de obedecer las
leyes civiles no implica limitación alguna de la libertad, sino que, por el
contrario, la garantiza, pero solo bajo la condición de que esas leyes sean
establecidas atendiendo al principio de su posible conformidad con la
voluntad unida del pueblo. En el marco del contractualismo kantiano, el
pueblo no ejerce de manera directa su derecho a darse a leyes a sí mismo,
sino que lo hace a través de su representante. De allí que las leyes dictadas
por el soberano deban resultar acordes al principio que exige un posible
consentimiento público.
Subsiste, desde luego, el problema de cómo debería actuar el pueblo
en caso de que el legislador no aplicara el principio del contrato al
momento de sancionar una ley: una ley que no podría ser consentida por
todo el pueblo sería ilegítima, injusta, y sin embargo, desde la perspectiva
kantiana, es preciso obedecerla.43 No podemos detenernos a examinar aquí

ante todo si la ley que va a sancionar podría ser consentida por la voluntad pública.
El ejemplo invocado por Kant, en Teoría y práctica, alude a la imposibilidad de que el
pueblo consintiese un reparto desigual de las cargas impositivas entre ciudadanos en
la misma situación (TP, Ak. VIII, 297 nota).
42. TP, Ak. VIII, 297.
43. En efecto, el filósofo considera injusta toda resistencia activa a las leyes públicas
vigentes, o al poder que las respalda. La resistencia torna insegura la constitución
política, amenaza la propia subsistencia del estado jurídico, y es por ello que
toda transformación del orden político debe ser encausado a través de medios
institucionales. Bajo premisas reformistas, Kant condena la revolución y aboga por
una transformación gradual de las instituciones políticas. Como señala Beck: “The
danger of anarchy is worse than injustice, not necessarily from the perspective of
the individual but, Kant insists, from that of the collective ends of mankind, man’s
natural perfection and the realization of his rational nature in time. Any government,
therefore, is better than none, and men have no right to rebel even against an unjust
ruler”. Gunnar Beck, “Immanuel Kant’s Theory of Rights”, Ratio Juris 19, no. 4 (2006):
394. Para un estudio detallado de la posición asumida por Kant respecto del derecho
de resistencia, vid. Ileana Beade, “La impugnación del derecho de resistencia en el

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El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana 299

esta importante dificultad, vinculada con las consecuencias que podrían


derivarse a partir de un principio de legitimidad fundado en el consenti-
miento posible de todo el pueblo (consecuencias que Kant, ciertamente,
no deriva). Lo que interesa señalar es que los principios de legitimidad
formulados en el marco de la doctrina político-jurídica kantiana pueden
dar lugar a la formulación de un criterio general de justicia, criterio que
establece –según proponemos– que una acción política es justa en la
medida en que pueda ser consentida por la totalidad del pueblo.
Antes de concluir, quisiéramos hacer una breve referencia a la publi-
cidad [Publicität] en tanto criterio de justicia.44 En el segundo apartado
del Apéndice a Hacia la paz perpetua (1795)45, titulado “De la armonía
de la política con la moral según el concepto trascendental del derecho
público”, Kant enuncia una fórmula trascendental del derecho público,
que establece que “son injustas todas las acciones que se refieren al
derecho de otros hombres cuyos principios no soportan ser publicados”.46
En primer lugar, debe notarse que se trata de una fórmula negativa, pues
no indica qué acciones pueden considerarse justas, sino solo establece qué
acciones serán necesariamente injustas, a saber: aquellas cuyas máximas
no admitan hacerse públicas. En efecto, la justicia [Gerechtigkeit], declara
Kant, “sólo puede ser pensada como públicamente manifiesta [die nur als
öffentlich kundbar gedacht werden kann]”.47 En segundo lugar, debe seña-
larse que esta fórmula se halla vinculada con la idea un posible consenti-
miento universal. Así como al formular los principios de contrato y de una
voluntad unida del pueblo Kant no exige un consentimiento efectivo del
pueblo sino solo un consentimiento posible, así también, al establecer esta
fórmula trascendental del derecho público, el autor no postula la nece-
sidad de hacer efectivamente pública la máxima en la que se funda la
acción, sino solo indica que, si no fuera posible publicitar esa máxima, la
acción debería considerarse injusta. Sin publicidad no hay, pues, justicia,

marco de la Filosofía kantiana del Derecho”, en Temas kantianos, editado por Mario
Caimi (Buenos Aires: Prometeo, 2014), 259-294.
44. Pogge señala, respecto de este punto, que la máxima de la publicidad no aporta un
criterio sustantivo de justicia. Esta fórmula sería importantes en la medida en que
amplía la concepción kantiana de la justicia, pero no definiría lo que es justicia en
sentido propio. Vid. Thomas Pogge, op. cit., 422-423.
45. Citamos la versión española: Immanuel Kant, Sobre la paz perpetua [Zum ewigen
Frieden, 1795]. Trad. J. Abellán. Madrid: Tecnos, 1996. Nos referimos a esta obra bajo
la abreviatura: ZeF.
46. ZeF, Ak. VIII, 381.
47. ZeF, Ak. VIII, 382.

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ni puede haber derecho48. En tal sentido observa Kant que el derecho “solo
se otorga desde la justicia”49.
A partir de estas observaciones cabría definir la justicia como la
realización efectiva del derecho. Como hemos señalado a lo largo de
estas páginas, para Kant es justo lo que resulta acorde con el derecho. La
formulación de un criterio de justicia solo es posible a partir del recono-
cimiento del derecho como piedra fundamental de toda asociación civil.50

48. Asimismo, en el primer apartado del Apéndice podría hallarse esbozado un principio de
legitimidad de las acciones políticas. En ese apartado, titulado “Sobre la discrepancia
entre la moral y la política respecto de la paz perpetua”, se establece la necesaria
subordinación de la política (caracterizada como una teoría del derecho aplicada) a la
moral, en cuanto teoría del derecho pura. La práctica debe subordinarse a la teoría, ya
que ésta establece los principios que deben regular toda práctica, principios originados
en la razón. El «político moral» es aquel que subordina las exigencias de la política a
los fines incondicionados de la moral; no atiende a motivos prudenciales, no realiza el
cálculo –siempre incierto– entre costos y beneficios, sino que procura realizar, en sus
acciones y decisiones, el concepto de derecho. A diferencia del «moralista político»,
el «político moral» no aspira a un compromiso entre derecho y utilidad, ni acepta
subordinar el derecho a sus propias necesidades (ZeF, Ak. VIII, 372s.). Aquellas
acciones políticas cuya máxima no resulte acorde al mandato incondicionado de la
ley moral deberán rechazarse como contrarias al deber y, por tanto, como acciones
ilegítimas, contrarias al derecho, esto es: como acciones injustas.
49. ZeF, Ak. VIII, 381.
50. Si se considera justo aquello que concuerda con el derecho, debe definirse aún si,
en esta relación de la justicia con el derecho, se trata del derecho natural, o bien del
derecho positivo. Los teóricos del derecho natural contraponen la ley natural a las
leyes positivas, i.e. aquellas que cada sociedad particular adopta al definir su modo
de organización jurídica. Las leyes positivas deben fundarse (y no contradecir) la ley
natural, y solo en tal caso podrán considerarse justas. Se delinea así, en ese contexto,
un concepto de justicia como concordancia entre la ley natural y la ley positiva. A
esta tradición iusnaturalista se contraponen teorías que serán caracterizadas bajo la
denominación de positivismo jurídico, incluyéndose bajo esta noción general a toda
doctrina política o jurídica que establezca que es justo aquello que determina como
tal una ley positiva. La principal consecuencia de esta tesis es que solo puede darse
la justicia en el marco de la sociedad civil, y no hay justicia, en sentido estricto, en
el estado de naturaleza. Diversos intérpretes concuerdan en que Kant no debe ser
considerado como un positivista jurídico (vid. Sharon Byrd & Joachim Hruschka,
op. cit., 423; Thomas Pogge, op. cit., 423). Si bien desde la perspectiva kantiana el
derecho y la justicia solo son posibles, en sentido estricto, en el marco de la asociación
civil, no toda ley positiva es justa, aunque sea justo, ciertamente, obedecer las leyes
establecidas. Kant sostiene que el pueblo no tiene el derecho de oponer resistencia
legítima a las leyes vigentes ni a la autoridad pública que las respalda; si bien las
leyes dictadas por el soberano no pueden ser desobedecidas, el pueblo retiene, sin
embargo, el derecho de denunciar públicamente (i.e. a través del uso público de la
razón) aquello que consideren injusto en esas leyes o en las acciones del gobierno. Esta
es, precisamente, la vía institucional a la que Kant apuesta para impulsar los cambios
necesarios en la constitución política. Vid. Kevin Davis, “Kant ‘s different Publics and

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El Concepto de Justicia Distributiva en la Metafísica Jurídica Kantiana 301

El fin último de dicha asociación es, como ha sido señalado, garantizar


derechos fundamentales del hombre. Por consiguiente, será justa aquella
constitución política en la que se respeten y garanticen tales derechos.

4. Consideraciones finales

Hemos observado que, el tratamiento del concepto de justicia en el


marco de la doctrina jurídica kantiana se superpone con una discusión
acerca de las condiciones elementales que hacen posible el estado jurídico
en cuanto tal.51 Ahora bien, si la justicia exige garantizar el ejercicio de
los derechos naturales, para ello resulta necesario un mínimo de equidad
material: es preciso, en efecto, que cada uno tenga lo necesario para poder
ejercer su derecho innato a la libertad, y en esta exigencia, así como en la
exigencia de una preservación de la sociedad en su conjunto, resulta justi-
ficado el derecho del Estado de intervenir en el ámbito económico, a fin de
instrumentar los medios necesarios para una redistribución equitativa de
los bienes materiales y simbólicos.52
Como hemos señalado, esta capacidad de intervención se halla sujeta,
in embargo, a ciertos límites: las leyes impositivas orientadas a la redis-
tribución de la riqueza deberán promulgarse atendiendo al principio del
contrato, esto es: tendrán que resultar acordes al principio de justicia al
que hemos hecho referencia en la sección anterior, y esto significa, básica-

the Justice of Publicity”, Kant-Studien 83 (1992): 170- 184. Para un análisis del vínculo
entre la filosofía jurídica kantiana, el iusnaturalismo y el iusnaturalismo jurídico, vid.
Adela Cortina Orts, “Estudio preliminar”, en Immanuel, Kant, La metafísica de las
costumbres (Madrid: Tecnos, 1994) XLIIIss.; Roger Hancock, “Kant and the Natural
Right Theory”, Kant-Studien 52 (1961): 440-447.
51. Como señala Williams, la cuestión de la justicia se halla esencialmente ligada, para
Kant, con la cuestión de las condiciones necesarias para la vida en común, esto es,
para la coexistencia de arbitrios múltiples en el marco de una comunidad civil. Vid.
Howard Williams, Kant’s Political Philosophy (Oxford: Basil Blackwell, 1983), 73.
52. Kant sostiene que el soberano tiene el deber de promover la constante aproximación a
una constitución política fundada en los principios de la razón: hay fines que constituyen,
a la vez, deberes, a saber: el republicanismo de los Estados, el cosmopolitismo, la paz
perpetua. En una constitución ideal, todos los súbditos serían ciudadanos –afirma Kant
en Hacia la paz perpetua–, esto es: no se daría en tal constitución la distinción entre
ciudadanos activos y pasivos, sino que todos gozarían de una situación tal que podrían
no depender de otros. La independencia económica requerida como condición de la
autonomía política estaría allí garantizada (ZeF, Ak. VIII, 351). Hacia ese fin debemos
encaminarnos, de allí que Kant condene las prerrogativas de casta, pues ellas hacen
imposible avanzar hacia una situación tal (TP, Ak. VIII, 295-296).

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mente, que las medidas redistributivas deberían poder ser consentidas por
la voluntad unida de todo el pueblo.
Por último, quisiéramos señalar que, a partir de este breve análisis
acerca de la concepción kantiana de la justicia, podemos constatar hasta
qué punto Kant continua siendo un referente ineludible para las discu-
siones jurídicas y políticas contemporáneas. Tanto en lo que atañe a la
cuestión del vínculo inescindible entre derecho y equidad social, como
en otros tantos aspectos presentes en el debate contemporáneo –el rol del
Estado, los derechos humanos, el republicanismo, la noción de cosmo-
politismo–, las reflexiones kantianas muestran plena vigencia, y ofrecen
herramientas conceptuales relevantes para el abordaje de los complejos
desafíos de la vida política de nuestro tiempo.

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