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Los orígenes

1. Los patriarcas (Génesis)


Familia que emigra de Ur a Canaán, por Jarán.

Promesas a Abrahán de descendencia numerosa y de una tierra: la primera

se cumple (Ismael, Isaac y pueblos nacidos de Quetura), la segunda no (Abrahán


paga por un pequeño terreno)

Isaac: tratado rápidamente. Son más importantes sus hijos, Esaú y Jacob.
Jacob engaña a su padre y perjudica a su hermano, escapa al norte, a Aram

Naharaim. Va a su tío Labán. Se casa con sus dos primas, Lía y Raquel. Con
ellas y sus dos esclavas, Zilpa y Bilha, engendra doce hijos (los once primeros patriarcas
y Dina).
Vuelve a Canaán. Teme encontrarse con su hermano Esaú. Lucha con un
personaje misterioso que le cambia el nombre por el de Israel y lo bendice. Se
reconcilian los hermanos. Le nace el último de sus hijos, Benjamín.

El hijo mimado es José, que provoca la envidia de sus hermanos. Desean


matarlo, pero termina en Egipto, convirtiéndose en primer ministro del faraón. Los
hermanos van en busca de alimentos. Les hace pagar por su pecado y se da a conocer,
los perdona y hace venir a su padre Jacob, que muere en Egipto.

2. De Egipto a Moab (Éxodo-Deuteronomio)


Cambio de faraón provoca dura explotación de los israelitas. Dios manda a
Moisés a liberarlos. Las plagas convencen al faraón, que los deja salir y luego se
arrepiente y los persigue, siendo derrotado en el mar de las Cañas.
Se adentran en el desierto. Aparecen el hambre y la sed, amenazas de tribus de
beduinos, y amigos que aconsejan.
Llegan al Sinaí. Dios y el pueblo sellan una alianza: Yahvé elige a Israel como
su propiedad personal, e Israel elige a Yahvé como su único Dios. Pacto refrendado por
una conducta: Yahvé protegerá a Israel, Israel observará su voluntad y le dará culto. El

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Decálogo y el Código de la Alianza, además de prescripciones para la construcción


del santuario y normas para el culto.
Retoman la marcha del Sinaí a la Tierra Prometida. Otra vez el hambre y la
sed, protestas del pueblo, envidias de los hermanos de Moisés.
Envían exploradores a recorrer la tierra, que dan cuenta de las fortalezas de sus
ciudades y de la enorme estatura de sus habitantes. Se desaniman y quieren volver a
Egipto. Esto provoca la ira de Dios: nadie, salvo Josué y Caleb entrará en la tierra. Para
acabar con esa generación, el pueblo dará vueltas por el desierto por cuarenta años.
En Moab Moisés pronuncia varios discursos de despedida, muere y es
sepultado.

3. Conquista y reparto de la tierra (Josué)


Comienza con la misión que recibe Josué de cruzar el Jordán, apoderarse de
la tierra y distribuirla entre las tribus que faltan (Rubén, Gad y la mitad de Manasés
ya tienen su territorio en Transjordania).
Envían espías a Jericó y cruzan el Jordán. Antes de la campaña: circuncisión de
los varones y celebración de la Pascua. Sigue la caída de las murallas de Jericó y el
intento de conquistar Ay, fracasado por culpa de Acán, que se quedó con parte del botín
de Jericó, consagrado al Señor.
Los gabaonitas, para salvar su vida, engañan a los israelitas y les hacen sellar un
pacto con ellos. Esta alianza provoca el ataque de cinco ciudades del sur a Gabaón
(Jerusalén, Hebrón, Yarmut, Laquis, Eglón). Josué ayuda a sus recientes aliados y
detiene el sol para vencer a los enemigos.

Al norte, el rey de Jasor reúne reyes para luchar contra Israel. Corren la misma
suerte que los del sur.
Conquistado el territorio, Josué emprende su segunda misión: repartirlo.
Primero reciben su heredad las tribus mayores: Judá, Efraín y Manasés. Más tarde las
que faltan. Los de Transjordania (que habían cruzado el río para ayudar), vuelven a su
tierra, creando un pequeño conflicto, con motivo de un altar.
Josué congrega al pueblo en Siquén: discurso de despedida, exhortación a
permanecer fiel, y el pueblo se compromete a servir al Señor.

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4. La época de los jueces (hacia 1200-1020)


Comienza cuando Josué ha muerto. Las tribus se ven obligadas a conquistar de
nuevo el territorio (extrañamente), menos Judá, que tiene grandes éxitos y de Efraín y
Manasés, que conquista Betel.

Sigue la presentación de los doce personajes que salvaron a Israel en


momentos de peligro y lo gobernaron hasta la aparición de la monarquía: Sangar,
Gedeón, Sansón…
Da la imagen de un pueblo sin cohesión política, de tribus independientes,
que caen continuamente en la idolatría. Por eso Dios los castiga mediante pueblos
extranjeros: opresión de sirios o cananeos, bandas madianitas que arrasan el territorio,
conflictos con Edom o Moab que imponen fuertes tributos.
Desaparecen los jueces/gobernantes: situación de caos religioso, moral y
político.

La monarquía

1. La monarquía unida: Saúl, David, Salomón (hacia 1020-


931) (1 Sm 8 – 1 Re 11)
Menos de un siglo, pero extensamente tratado, por la atención dada a David.
Surge la monarquía: algunos desean la estabilidad, otros lo ven como un atentado a la
realeza de Yahvé. Se impone la monarquía, refrendada por el profeta Samuel.

Saúl (hacia 1030-1010 a.C.)


Elegido rey, libera al pueblo de la amenaza filistea, y vence a otros enemigos
(Moab, Amón, Edom, Sobá, Amalec).
Obsesionado con David, descuida los problemas del gobierno, permite que los
filisteos se refuercen y termina derrotado por ellos en la batalla de Gelboé,
suicidándose ante la derrota inevitable.

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Abner, general del ejército, proclama rey a un hijo de Saúl, Isbaal.


David (1010-970 a.C.)
Entra al servicio de Saúl: a) como músico, para calmarlo; b) después de haber
vencido a Goliat.
Por envidia del rey, debe huir y se hace jefe de mercenarios al servicio de los
filisteos.
Elegido rey del Sur (Judá). Siete años más tarde, cuando son asesinados Abner
e Isbaal, el Norte (Israel) lo elige también como rey.
Necesita una capital para gobernar. No puede elegir ciudad del Norte ni del Sur.
Conquista una ciudad cananea, Jebús, conocida después como Jerusalén, que se
convierte en capital del reino unido.
Termina de conquistar todas las ciudades cananeas en territorio de Israel y
conquista pueblos vecinos.

Salomón (970-931 a.C.)


Sucesión de David llena de intrigas y sangre entre sus hijos.
Salomón abandona guerras exteriores, divide al pueblo en doce distritos con su
propio gobernador, construye el templo de Jerusalén y su palacio, construye y
restaura fortalezas, organiza el ejército, fomenta el comercio, controla el paso de
caravanas árabes.
Pero utiliza mucha mano de obra: primero los cananeos, luego obliga a treinta
mil israelitas a trabajo forzado. Los impuestos aumentan. El pueblo se cansa de
mantener a la corte. Las tribus del Sur no protestan (Salomón es de su propia sangre).

Los del Norte no soportan. Jeroboán, jefe de las brigadas de trabajadores del Norte,
capitanea la revuelta. Salomón domina la rebelión, y Jeroboám se refugia en Egipto.

2. Los dos reinos (931-720) (1 y 2 Re; 1 y 2 Cro)


La división del reino (931)
A la muerte de Salomón, la tensión política y social es muy fuerte. Su hijo Roboán ,
con falta de tacto político, no escucha las quejas de las tribus del norte, y promete

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redoblar el yugo impuesto por su padre. Las tribus del norte se separan y no aceptan al
descendiente de David como rey (931).
A partir de ahora existirán dos reinos: el Reino del Norte (Israel) y el Reino del Sur
(Judá).

El Reino de Israel (931-722)


Las tribus más importantes eran las de Efraín y Manasés (nombre de los hijos del
patriarca José). Por eso al Reino del Norte se lo designa también Casa de José.
Política interior: se caracteriza por una monarquía poco estable: nueve intentos de
dinastías y 19 reyes (siete asesinados y uno se suicidó). Los cambios de dinastía se

hacían mediante revoluciones y guerras, condenadas por el profeta Oseas.


Hubo un período de cierta prosperidad económica, pero con una distribución poco

equitativa de las riquezas, condenada por el profeta Amós.


La capital: Siquén, Tirsá, Samaría.
Política exterior: fueron continuos los enfrentamientos con Siria, Moab y Asiria,
debido a la ocupación por parte de Israel de territorios al otro lado del Jordán.
El asedio más importante fue el del imperio Asirio: terminan pagándole tributos, y

cuando deciden dejar de hacerlo, buscando ayuda en Egipto, Salmanasar V

conquista Samaría en el año 722. Su sucesor, Sargón II, deporta a 27.290


samaritanos.
Política religiosa: al hablar de los reyes, los autores de los libros de los Reyes usan
como criterio el culto a Yahvé, que debe ser exclusivo, y que debe tener lugar en el lugar
que el Señor elija. Así, todos los reyes del norte son malos.

Malos: Jeroboán funda los santuarios de Dan y Betel, para evitar que la gente vaya
a Jerusalén, e instala becerros de oro, símbolo de la presencia de Yahvé. Instituye como
sacerdotes a gente de la plebe.

Peores: Ajab, al casarse con Jezabel de Tiro, induce le culto al dios cananeo
Baal.
Malísimos: bajo el influjo asirio, comienzan con el culto al ejército del cielo, el
sacrificio de niños en la hoguera, la práctica de la adivinación y la magia.

Profetas: Elías, Eliseo, Miqueas, Amós y Oseas.



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El Reino deJudá (931-586)


Política interior: en 345 años, una sola dinastía y una sola capital: Jerusalén. La
respuesta la da el Salmo 132: “Un fruto de tus entrañas colocaré en tur trono” (v.11);
“El Señor ha elegido a Sión, la quiere como residencia suya” (v.13): elección divina de
David, elección divina de Jerusalén.

Política exterior: cuatro momentos capitales:

a) Las luchas con Israel: el Libro de los Reyes da cuenta de las “continuas guerras
entre” reyes de Judá y reyes de Israel. Se alternan períodos de enfrentamientos con
períodos de paz.

b) El sometimiento a Asiria: la “guerra siro-efraimita”: en el año 734, Pécaj de


Israel y Razín de Damasco le declaran la guerra a Judá, porque pretenden

formar una coalición contra la gran potencia Asiria, y Acaz de Judá no acepta la
propuesta. Acaz le pide ayuda a Tiglatpileser III de Asiria, que lo ayuda
invadiendo Siria e Israel. Judá se ve libre de sus dos enemigos, pero comienza un siglo

de pago de tributo a Asiria. Ezequías, hijo de Acaz, se rebeló contra esto, y

Senaquerib, rey de Asiria, conquistó todas las plazas de Judá. Ezequías se


arrepiente y ofrece darle lo que pida: 9000 kg de plata y 900 kg de oro, que saca del

tesoro del templo y del palacio. Manasés, hijo de Ezequías, aprendió la lección, y
durante sus 55 años de reinado, nadie alzó la voz contra Asiria.
Tras la decadencia de Asiria, la amenaza y los tributos desaparecen.

c) El sometimiento a Egipto: el faraón de Egipto, asustado por la decadencia del


Imperio asirio, que puede poner en crisis el equilibrio internacional y favorecer la
aparición de una tercera potencia, Babilonia, decide marchar hacia el norte en ayuda del

rey de Nínive. Josías de Judá no quiere que resucite Asiria, se enfrenta al faraón

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en el paso de Meguido y muere. El faraón depone al sucesor de Josías, Joacaz, impone


un monarca y carga un fuerte tributo.

d) El sometimiento a Babilonia: Nabucodonosor, príncipe babilonio conquista


Egipto, y se convierte en dueño de todo el territorio. Judá deja de pagar tributo a Egipto
y empieza a pagarlo a Babilonia. Judá se rebela, los babilonios actúan con rapidez y
crueldad: asedia Jerusalén y tiene lugar la primera deportación. Los judíos se rebelan
de nuevo, y eso provoca la catástrofe definitiva: asedio a Jerusalén, incendio de la
ciudad y del templo, y nueva deportación. En julio de 586, Judá desaparece de la
historia.

Profetas: se mencionan, en los libros de los Reyes, muy pocos: Semayas, uno

anónimo, Isaías, la profetisa Hulda. No se mencionan a Miqueas,


Jeremías, Sofonías, Habacuc, Nahúm, Ezequiel.

Exilio y post-exilio

1. El exilio
Es necesario introducir algunos matices en la idea del exilio.

Número de deportaciones y deportados


Las fuentes discrepan de manera notable:
- 2 Reyes habla de dos deportaciones (en los años 597 y 587);
- Jeremías, de tres (en los años 597, 587 y 582);
- 2 Crónicas, de dos (primera sin fecha, la segunda en 587);
- Josefo, de cuatro: dos en 598, en 587 y en 582.
El número de deportados varía también:
1° deportación (según Josefo): 3.000
2° deportación (según Reyes): 10.000 // 7.000 + 3.000
(según Jeremías) 3.023
3° deportación (según Josefo) 10.832

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4° deportación (según Reyes) No concreta


(según Jeremías) 832
5° deportación (Jeremías) 745
Así, el libro de los Reyes insinúa que Judá quedó casi despoblada en esa época; el libro
de Jeremías sugiere que fue una parte relativamente pequeña de la población la que
marchó al destierro y que Nabucodonosor no tuvo intención de aniquilar Judá; pero los
judíos, al asesinar al gobernador Godolías, hizo que otra parte de la población se
refugiase en Egipto.
Debemos entonces poner la mirada en tres grupos distintos: el de Babilonia, el de Judá
y el de Egipto (sólo sabemos algo de los desterrados en Babilonia).

Los desterrados en Babilonia (587-538)


El destierro empieza en 597, cuando llegan los primeros deportados. Falsos profetas

anuncian la pronta vuelta a la patria. Pero Jeremías, desde Jerusalén, les ordena a los
desterrados: “Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed sus frutos, casaos
y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para vuestros hijos y casad a vuestras hijas…

creced allí y no mengüéis” (Jer 29,5-7). En Babilonia, Ezequiel es más duro:


anuncia que Jerusalén será asediada e incendiada, y que su población sufrirá hambre,
espada y dispersión.
La segunda oleada de deportados, la del 587, es menos numerosa. Las noticias que
traían eran trágicas: los tesoros del templo han sido saqueados, Jerusalén incendiada, el
sumo sacerdote asesinado.
Sólo sabemos, por textos proféticos, que se fueron gestando ideas y sentimientos:
a) El odio a Babilonia: Is 13; 47; Jer 50-51; Sal 137/136.
b) La denuncia de los ídolos: no es la antigua denuncia de la idolatría y los dioses
paganos, sino la condena de sus estatuas: Is 40,19-26; 41,6; 44,9-20; 46,1-7; Jer 10,1-16
c) El anuncio de salvación: es el tema más importante. Resuenan promesas de
liberación y vuelta a la patria (Is 14,1-4), reconstrucción y fecundidad de Jerusalén (Sof
3,14-20; Jer 33,1-13), reunificación de los dos reinos (Ez 37,15-28), nuevo monarca
ideal.

Los que quedaron en Judá



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Godolías es nombrado como gobernador. Muchos judíos refugiados en Moab, Amón


y Edom, al enterarse de esto, y de que la guerra había terminado, vuelven a Judá.

Todo se echa a perder cuando Ismael, de ascendencia davídica, que no parece


conforme con el sometimiento a Babilonia, asesina a Godolías. Parte de la población se
refugia en Egipto.
Más tarde, cuando vuelven los del destierro, habrá grandes enfrentamientos: los que
habían quedado en Judá eran campesinos pobres que quienes los babilonios habían
repartido tierras. Los que vuelven son, en muchos casos, los antiguos propietarios que
reclaman sus derechos.

2. La época persa (538-332)


Va desde el edicto de liberación de Ciro, rey de Persia, hasta la conquista de Palestina
por Alejandro Magno. Comprende dos etapas:

1) La época de la restauración (538-515)


Va desde el edicto de liberación de Ciro, en el año 538, hasta la finalización de la
construcción del segundo templo, en el 515.
El edicto de Ciro se conserva en dos versiones, la de Esd 1,2-4, más larga, y la de 2 Cr
36,23, más breve. En ambas se plantea que el Señor le ha entregado todos los reinos de
la tierra, además de haberle encargado construir un templo en Jerusalén, razón por la
cual invita al pueblo a volver a su tierra.

Sesbasar es nombrado sátrapa por Ciro, se le entregan los tesoros del templo de
Jerusalén y se le encomienda la misión de reconstruir el templo.
Pero los primeros desterrados que llegan encuentran ciudades en ruinas, campos
abandonados o en manos de otras familias, murallas destruidas. Cundió el desánimo y
se limitaron a preocuparse de las viviendas y los campos, olvidando la reconstrucción
del templo.
Años después, llega desde Babilonia un grupo más numeroso, capitaneado por

Zorobabel y otros, que decide emprender la reconstrucción del templo. Pero


como no tienen ayuda económica de los persas, tardan dos años en comenzar las obras.
Las obras vuelven a interrumpirse por unos años.

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En el año 520, el rey Darío permite continuar las obras, y el templo se termina
cinco años más tarde, “el día tres del mes de marzo, el año sexto del reinado de Darío”.

1) La época de Esdras y Nehemías

Nehemías, gobernador, promueve la reconstrucción de las puertas y las murallas


de la ciudad. Luego de todo el trabajo, había mucho espacio, pero los habitantes eran
escasos. Hubo que obligar a la gente por sorteo a residir en Jerusalén, uno de cada
diez.

Esdras, escriba, es el encargado de traer el Libro de la Ley de Moisés, y de leerlo


ante todos. Como el texto estaba en hebreo, y la gente hablaba arameo, trece levitas
hacen la lectura, traduciendo los textos y explicándolos.
Más tarde tiene lugar una ceremonia de expiación, acompañada de la confesión de los
pecados y de una larga oración de Esdras, termina con un pacto puesto por escrito y
sellado por autoridades, levitas y sacerdotes: a) proceder según la Ley de Moisés; b) no
dar nuestras a hijas a extranjeros y no casar a nuestros hijos con extranjeras; c) no
comprar en sábado o día de fiesta las mercancías que los extranjeros traen y venden en
sábado; d) renunciar cada siete años a la cosecha y a cualquier clase de deudas.

3. La época griega (332-63)


Abarca desde la conquista de Palestina por Alejandro Magno hasta la conquista de
Jerusalén por Pompeyo.

Alejandro Magno conquista Palestina, no como un fin en sí misma, sino para


asegurarse de posibles ataques provenientes del sur o del Mediterráneo, que podrían
entorpecer su campaña contra el Imperio persa.
A la muerte de Alejandro su gran imperio se divide en cuatro partes. Nos interesa
Egipto, gobernado por los Tolomeos, Siria, gobernada por los Seléucidas. Ambas
dinastías lucharán entre ellas por el dominio de Palestina.

El dominio Tolomeo (Egipto)

En las disputas entre egipcios y sirios, se imponen al principio los Tolomeos.


Tenemos pocos datos: parece que los judíos fueron sumisos y gozaron de relativa
libertad y paz. Se da una corriente migratoria hacia Egipto, que hizo de Alejandría

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un gran centro cultural del judaísmo. Los judíos de Egipto adoptaron el griego como
lengua nativa. Esto hizo necesaria una traducción de las Escrituras (LXX).

El dominio Seléucida (Siria)

Los Seléucidas (sirios) dominan Palestina en el año 197. Al principio los judíos
los recibieron con alegría: Antíoco III fue muy considerado: liberó a los cautivos,
eximió de impuestos durante tres años y los redujo en un tercio en lo sucesivo, permitió
vivir de acuerdo con la Ley, concedió una subvención al culto.

Pero la situación cambió por completo en el año 175, cuando subió al trono Antíoco
IV Epifanes.

La rebelión macabea
Este rey, entusiasta de la cultura griega, se propone la helenización de su reino. Esto,
más el despojo continuo de los tesoros para subvencionar sus guerras (saqueó el templo
de Jerusalén, apoderándose de los utensilios y vasos sagrados y arrancando las láminas
de oro de su fachada), hizo que los judíos se le enfrenten enérgicamente.
Atacó al pueblo, degollando a muchos y esclavizando a otros, la ciudad fue saqueada
y parcialmente destruida. Luego prohibió la práctica de esta religión: suspendió los
sacrificios, la observancia del sábado y de las fiestas, mandó destruir las copias de la
Ley y prohibió circuncidad a los niños.
Además se erigieron santuarios paganos por todo el país, los judíos fueron obligados a
comer carne de cerdo ofrecida los ídolos bajo pena de muerte.
En diciembre del año 167 fue introducido dentro del templo el culto a Zeus Olímpico.
Los judíos se resisten a esto, y Antíoco desata una persecución. Es entonces cuando

estalla la rebelión de los Macabeos. La pone en marcha el anciano Matatías,


apoyado por los Asidim (los “piadosos”, de los que descienden los fariseos y los

esenios). Lo sucede su hijo Judas, y más tarde los hermanos de este, Jonatán y
Simón.
La revuelta de los Macabeos es una lucha dentro del pueblo judío: enfrentamiento
entre el grupo de los partidarios de la tradición y el de los defensores del helenismo.

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