Este documento resume la crisis moral que atraviesa Chile. El autor argumenta que Chile está experimentando una crisis moral más perjudicial que la crisis económica. Señala que la población no está creciendo al ritmo esperado, los delitos están aumentando y la gente está abandonando las áreas rurales debido a la inseguridad. Además, a pesar del aumento en las escuelas, la matrícula escolar está disminuyendo. El autor cree que la opinión pública puede abordar esta crisis al exigir leyes que mejoren la educación y la gob
Este documento resume la crisis moral que atraviesa Chile. El autor argumenta que Chile está experimentando una crisis moral más perjudicial que la crisis económica. Señala que la población no está creciendo al ritmo esperado, los delitos están aumentando y la gente está abandonando las áreas rurales debido a la inseguridad. Además, a pesar del aumento en las escuelas, la matrícula escolar está disminuyendo. El autor cree que la opinión pública puede abordar esta crisis al exigir leyes que mejoren la educación y la gob
Este documento resume la crisis moral que atraviesa Chile. El autor argumenta que Chile está experimentando una crisis moral más perjudicial que la crisis económica. Señala que la población no está creciendo al ritmo esperado, los delitos están aumentando y la gente está abandonando las áreas rurales debido a la inseguridad. Además, a pesar del aumento en las escuelas, la matrícula escolar está disminuyendo. El autor cree que la opinión pública puede abordar esta crisis al exigir leyes que mejoren la educación y la gob
Voy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral que atravesamos; pues yo creo que ella existe y en mayor grado y con caracteres más perniciosos para el progreso de Chile que la dura y prolongada crisis económica que todos palpan. Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las espectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad. No sería posible desconocer que tenemos más naves de guerra, más soldados, más jueces, más guardianes, más oficinas, más empleados y más rentas públicas que en otros tiempos; pero ¿tendremos también mayor seguridad; tranquilidad nacional, superiores garantías de los bienes, de la vida y del honor, ideas más exactas y costumbres más regulares, ideales más perfectos y aspiraciones más nobles, mejores servicios, más población y más riqueza y mayor bienestar? En una palabra, ¿progresamos? Hace cinco años se levantó el censo decenal de la República. El recuento de la población no fue satisfactorio, pues aparecía un aumento por demás pobre y en escala muy inferior a la de anteriores censos. Se dijo que la operación era completa y defectuosa y hasta ahora no ha sido oficialmente aprobada. Con esto pudimos desentendernos de un hecho tan grave y revelador del estado del progreso del país; pero, en verdad, deficiencias y vicios considerables en el censo no se ven y sus cifras continúan manifestando que la población no aumenta por lo menos en el grado que corresponde a un pueblo que prospera. Más, si el número de los habitantes de Chile no crece, o crece con desalentadora lentitud, en cambio el número de contravenciones de la ley penal aumenta con inusitadas proporciones. Comienza a oírse que en Santiago, por ejemplo, se necesitan ocho jueces del crimen, el doble de los que existen, para entender medianamente las necesidades del servicio. En el verano último se me hizo notar un curioso fenómeno que acaecía en uno de los departamentos de la provincia del Maule, y que probablemente se verá también en otras regiones del territorio. Los pequeños propietarios rurales enajenaban sus tierras a precios ínfimos para asilarse en los centros de población y lo hacían porque les faltaba seguridad para sus bienes y su vida. El bandolerismo ahuyenta de los campos a los labradores, el agente principal de la producción agrícola, en un país que desde hace veinte años más sabe dónde está el fondo de sus cajas. Hace poco daba alguien cuenta de otro hecho curioso que se presenta en Chile. El número de escuelas ha aumentado; pero a medida que las escuelas aumentan la población escolar disminuye.
No sé si la enseñanza primaria sea mejor ahora de lo que fue en años atrás;
ello es probable porque los maestros formados en nuestras escuelas pedagógicas adquieren conocimientos generales y profesionales más extensos, más completos y más científicos que los recibidos en otros tiempos. Por desgracia, ni la superioridad técnica de los maestros, ni la mejoría de los métodos modifican la significación del dato relativo a la matrícula escolar hasta el punto de que fuera posible sostener que adelantamos, que la ilustración cunde, que la ignorancia se va. Pienso que no hay negocio público en Chile más trascendental que éste de la educación de las masas populares. Es redimirla de los vicios que las degradan y debilitan y de la pobreza que las esclaviza y es la incorporación en los elementos de desarrollo del país de una fuerza de valor incalculable. No pienso que deba disimularse la realidad de nuestro estado y mucho menos pienso que sea razonable desalentarse ente esa realidad. Estas crisis son plagas que azotan a los pueblos que se desvían de los caminos trazados por los principios que rigen la vida de las sociedades; matan a los débiles, los fuertes se reponen y cobran nuevas energías para la lucha del progreso. Señalar el mal es hacer un llamamiento para estudiarlo y conocerlo y el conocimiento de él es un comienzo de la enmienda. Una sola fuerza puede extirparlo, es la de la opinión pública, la voluntad social encaminada a ese fin; y para formar esa opinión y convertirla en voluntad dispuesta a obrar, hay que poner de manifiesto la llaga que nos debilita ahora y nos amenaza para el futuro y hay que hacer sentir los estímulos del deber y del patriotismo y aun los del interés por el propio bienestar. Formada esa opinión pública vendrán y se cumplirán leyes que dan sufragio ilustrado y consciente, que abren la puerta de la representación nacional, cerrada hoy por falsas teorías constitucionales y en resguardo de una fantástica independencia parlamentaria, a muchos de los más aptos para los cargos legislativos, que apartan de los altos puestos de la administración a la incapacidad y la ignorancia, que sancionan eficazmente el abandono del deber y el olvido del bien común; se corregirán los errores, se castigarán las faltas, se enmendarán los rumbos y volverá el país a ver cumplida la función gubernativa para su felicidad y su progreso. Los propósitos levantados, las ideas benéficas, las empresas salvadoras, sin mezcla de egoísmo personal o partidista, allega siempre fuerzas poderosas que los apoyen y no sólo cuentan con los sostenedores que tienen en el campo, sino con una inagotable y abnegada reserva. Es la juventud que, sin más ley de servicio obligatorio que la escrita en su alma ansiosa del bien y amante de la patria, se alista bajo las banderas que representan una gran causa nacional. Tengo fe en los destinos de mi país y confío en que las virtudes públicas que lo engrandecieron volverán a brillar con su antiguo esplendor.