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MATERIA: ESTADO MOVIMIENTOS SOCIALES E INTERCULTIRALES EN AMERICA

ESTUDIANTE: EVA LORENA VASQUEZ CORONADO.

Pregunta: ¿cómo las formaciones coloniales han influenciado las formaciones nacionales? y
cuál es el panorama de resistencia.

Este ensayo trata sobre la formación de los Estados nación en Latinoamérica en


general (sin embargo en el trascurso del ensayo dejaré de llamarlo Estado nación a
llamarlo estados oligárquicos), y su relación con el colonialismo, nótese que es un
trabajo que toma la generalidad de América Latina, lo que significa que adolece de
las particularidades de cada Estado nación, sin embargo se tiene en cuenta el caso
de Bolivia. La idea central que se desarrollará en el trabajo es la existencia de una
subjetividad particular, basada en el discurso de limpieza de sangre, y de una
práctica conquistadora posterior al siglo XVI. Lo anterior para demostrar que antes
del siglo XIX (momento en que se edifican los Estados “nacionales” oligárquicos en
América), los criollos y la demás poblaciones americanas tenían interiorizado un
discurso colonial que condiciono la formación del Estado nación. Es decir; que
desde el siglo XVI se creó una subjetividad colonial proveniente de la metrópoli
española; me refiero a la modernidad barroca. Esta modernidad se caracterizó por
el sincretismo e hibridez desarrollados, no solo por el contacto con los españoles,
sino por el contacto entre los diversos pueblos nativos de América y de África. Este
periodo es denominado por Bolívar Echeverría, como dije anteriormente, como
Modernidad barroca o en términos de Dussel la primera modernidad temprana.

También se expondrá cómo durante los siglos XVII y XVIII se desarrolla la segunda
oleada de la modernidad que daría inicio a la formación de los Estados nacionales
en Latinoamérica caracterizada por una Modernidad proveniente también de
Europa, pero ahora caracterizada por las ideas liberales de Francia e Inglaterra, y
del mito del desarrollo moderno. De esta forma, para el siglo XIX los criollos ya
habían desarrollado una subjetividad católica, básicamente terrateniente en lo
económico y claramente liberal en lo político, lo que desataría en la creación de los
estados oligárquicos en Latinoamérica.
En este orden de ideas, Dussel critica el eurocentrismo como elemento fundamental
en la creación de las subjetividades en América latina, Filosofía de la liberación
(DUSSEL 1996). Por lo tanto, este eurocentrismo caracterizó la subjetividad de los
criollos que tuvieron el papel de construir el Estado nación.

Según Dussel, la filosofía moderna del sujeto se concretiza en una praxis


conquistadora. Por ende, esta relación del pensamiento moderno explica la
“totalización” de Europa porque bloquea la posibilidad de un intercambio de
conocimientos entre diferentes culturas. Esto desemboco en que no se tuviera en
cuenta otras miradas o epistemes en la construcción del Estado nación,
prevaleciendo la mirada de la elite criolla latinoamericana, “La ontología de la
totalidad, ha mirado todo lo que no pertenece a ella (la “exterioridad”) como carencia
de ser y “barbarie”, eliminando la alteridad epistémica, fue la “lógica totalizadora”
que comenzó a imponerse sobre las poblaciones indígenas y africanas a partir del
siglo XVI, tanto por los conquistadores españoles como por sus descendientes
criollos” (DUSSEL 1996, 200).

De esta manera, contamos con antecedentes coloniales a la formación de los


Estados nación. De ahí que, según Dussel, en los siglos XVI Y XVII se desarrolla
la primera modernidad y corresponde al ethos cristiano, humanista y renacentista,
administrada fundamentalmente por la primera potencia hegemónica del sistema
mundo moderno; es decir, España y con ellos una primera forma de subjetividad
moderno-colonial. Esto correspondería a la primera herencia de lo que
posteriormente serían los criollos terratenientes encargados de edificar el Estado
nación pero teniendo en cuenta que en ese trasunto anterior al Estado nación, se
va construyendo una negación del otro, del indígena, que en esa exclusión no sería
tenido en cuenta en la construcción del futuro Estado nación.

Como resultado tenemos que, al llegar el siglo XIX, los criollos tienen interiorizado
el imaginario cultural de blancura, producto del discurso de limpieza de sangre que
se desarrolló durante la primera modernidad. Esto desembocó en el desarrollo de
los Estados nacionales la superioridad de unas formas de conocimiento sobre otras,
basado en lo que Aníbal Quijano ha llamado colonialidad del poder, siendo la
categoría clave del debate latinoamericano sobre modernidad/colonialidad.

“Señor-Señor” sobre otro antiguo señor: el “Yo conquistador” es la


protohistoria de la constitución del ego cogito; se ha llegado a un momento
decisivo en su constitución como subjetividad, como una “Voluntad de
poder”… “Yo, El Rey”, con grandes letras, impresionantes. El “Yo” cuyo
“señorío” (el señor de este mundo) estaba fundado en Dios. El “conquistador”
participa igualmente de ese “Yo”, pero tenía sobre el rey en España la
experiencia existencial de enfrentar su “Yo Señor” al otro negado en su
dignidad: el indio como “lo Mismo”, como instrumento, dócil, oprimido. La
“conquista” es afirmación practica del “Yo conquistado” y “negación del Otro”
como otro (DUSSEL 1992 , 67).

De esta manera se entablo frente al otro, (el indio, el negro, el mestizo americano),
una relación de dominio. Así se desplegara la segunda modernidad que solo
empezó a finales del siglo XVII con el fin del imperio español y el surgimiento de
nuevas potencias que se autorepresentaron ideológicamente como la única
modernidad, la subjetividad que allí se formó correspondió a la burguesía y a la
formación del capitalismo.

Pero estas características del capitalismo no se desarrollaron a imagen y


semejanza de Europa, pues hay dos características fundamentales en la formación
de los Estado nacionales Latinoamericanos, primero: son Estados oligárquicos, esto
quiere decir que el Estado no se formó únicamente bajo los ideales económicos de
la burguesía europea (la segunda modernidad), sino que también se formó a partir
de los ideales económicos de los criollos terratenientes, (herencia del primer
colonialismo). Esto no quiere decir que en Latinoamérica se desarrollara una
burguesía propiamente capitalista, pues también tendría rasgos económicos de los
terratenientes, lo que da creación a los Estados oligárquicos.

Por lo tanto, siendo los Estados nacionales latinoamericanos oligárquicos


sirvieron para el fortalecimiento del sistema mundo moderno colonial, es decir,
América latina sirvió de materia prima y acumulación del capital para los Estados
burgueses de Europa. Esto demostraría que en América se desarrolló en los
Estados nacionales una hibridación extraña, donde se penetra en el orden político
ideales liberales burgueses, pero con un orden económico propio de los
terratenientes, lo que desataría a lo largo del continente las guerras civiles del XIX.
Esto nos lleva a analizar que, para la naciente elite el ideario capitalista era un
imposible, pues desde el inicio de la primera modernidad 1492, América latina
habría iniciado la modernidad, pero bajo el lado oscuro de la modernidad, su
colonialidad; es decir, se participa del capitalismo, pero como el lugar de extracción,
explotación y negación. Téngase en cuenta que de aquí en adelante ya no hablare
más de Estados nacionales; pues bajo este término se denomina la confluencia de
una lengua común y una creencia común, cuestión que no caracteriza la formación
de los Estados Latinoamericanos, ya que, como vengo analizando, el Estado
latinoamericano se construyó bajo el ideario oligárquico de los criollos. Por lo tanto,
no vemos propiamente en Latinoamérica las características que Anderson analiza
de las naciones en comunidades imaginadas, “…propongo la definición siguiente de
nación: una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y
soberana” (ANDERSON 1993, 23), con imaginadas el autor quiere decir que, existe
un ideal de cohesión o de pertenencia; es decir, una persona que integra una nación
aspira a que todos aquellos que no conoce y que también integran la nación, se
sientan tan participes de esa nación como aquella persona. En otras palabras, las
personas construyen una representación de la nación. Además, cómo esa
representación pone en práctica el nacionalismo como ideología.

De esta manera se hizo del Estado un lugar común a la exclusión de la


diferencia de otras culturas, que aunque integraban el territorio no fueron tenidas en
cuenta en el ideario del Estado nacional, reflejando lo que Anibal Quijano ha llamado
colonialidad del poder.

Según Aníbal Quijano la “colonialidad del poder” hace referencia a los


colonizadores españoles sobre los colonizados entablando una relación de poder,
fundada en la superioridad étnica y epistémica de los primeros sobre los segundos.
De esta misma manera llegado el siglo XIX los criollos, aunque negados por los
propios Ibericos, a su vez manifestaban una superioridad étnica sobre el resto de la
población Americana, lo que influencio enormemente en la creación de los Estados
oligárquicos. Quijano describió la colonialidad del poder en los siguientes términos:

Consiste, en primer término, en una colonización del imaginario de los


dominados. Es decir, actúa en la interioridad de ese imaginario…La represión
recayó, ante todo, sobre los modos de conocer, de producir conocimiento, de
producir perspectivas, imágenes y sistemas de imágenes, símbolos, modos
de significación, sobre los recursos, patrones e instrumentos de expresión
formalizada y objetivada, intelectual o visual… Los colonizadores impusieron
también una imagen mistificada de sus propios patrones de producción de
conocimientos y significaciones (QUIJANO 2000, 438).

Siguiendo el proceso del pensamiento de Quijano, Colonialidad del poder es


un concepto que da cuenta de uno de los elementos fundantes del actual patrón de
poder del Estado oligárquico, (a excepción de Bolivia, donde el fenómeno del Estado
ha cambiado), la clasificación básica y universal de la población del planeta en
términos de la idea de raza.

La idea de raza y la clasificación social en ella fundada (o racista), fueron


originadas hace 500 años junto con América, Europa y el capitalismo. Es lo más
profundo y perdurable expresión de la dominación cultural, fueron impuestas sobre
toda la población del planeta en el curso de la expansión del colonialismo europeo.
Desde entonces, en el actual patrón mundial de poder impregnan todas y cada una
de las áreas de la existencia social y constituyen la más profunda y eficaz forma de
dominación social, material e intersubjetiva, por eso mismo, la base intersubjetiva
más universal de dominación política dentro del actual patrón de poder.

La colonialidad del poder del Estado oligárquico obedece a una lógica propia
del epistemicidio, es decir un intento de eliminar las muchas formas de conocer
que sirvan a los propósitos civilizadores; apunta entonces, hacia la violencia
epistémica ejercida desde la primera modernidad bajo imágenes, símbolos y modos
de significación. Sin embargo hay que reconocer que estas formas de conocimiento
no fueron eliminadas por completo, fueron despojadas de su legitimidad epistémica,
es decir los europeos abarcaron los deseos, las aspiraciones y la voluntad de los
subalternos. Siguiendo esta lógica, se observa que en la formación de los Estados
oligárquicos su objetivo fue acceder a la europeización. Ejemplo de lo anterior lo
refleja el texto Facundo de Domingo Sarmiento, donde justifica la eliminación de la
población aborigen. De lo anterior, podemos deducir, una vez más, que la
colonialidad del Estado oligárquico no cumplía con las características de nación
descrita por Anderson, pues según este autor, ese espacio simbólico de la
construcción de la representación, nos permite conjugar las aspiraciones, las
emociones, los deseos y las expectativas que se tienen frente a la nación, y en
función de estas representaciones actuamos en el mundo social. Es decir,
pertenecen al artefacto cultural llamado nación, según Anderson, aquellos sujetos
que los unen ciertos sentimientos, ideales, cierta memoria y un pasado común, pero
teniendo en cuenta que la nación es un invento cultural.

El imaginario de blancura producido por el discurso de la pureza de sangre, fue


internalizada por los sectores de la sociedad colonial, influyendo en la subjetividad
de los actores sociales. Por lo tanto, los criollos creyeron en el mito de la
modernidad, en la fundación de los Estados oligárquicos. Es decir, la creencia de
que Europa tiene un desarrollo que hay que seguir; una modernidad que se
originado desde la lejana Grecia, seguido de un periodo de oscurantismo medieval,
luego el renacimiento italiano, la reforma protestante, la ilustración y finalmente la
revolución francesa. De esta manera se cree que Europa posee cualidades únicas
que le permitirían desarrollar la racionalidad científico-técnica, lo cual explica su
superioridad. Por eso para Dussel el mito de la modernidad implica “la falacia
desarrollista” necesaria para todos los pueblos que llevaban implícitas etapas del
desarrollo para conseguir la emancipación social, política, moral y tecnológica
(DUSSEL 1992, 21).

De ahí que Dussel proponga, frente a este modelo hegemónico, un “paradigma


planetario”, esto significa que la modernidad como centro del sistema mundo surgió
de la administración de los países europeos entre los siglos XVI y XIX. La
modernidad no es un fenómeno europeo sino mundial, que inicia a partir del 12 de
octubre de 1492. En tal caso, esta lógica condiciono el devenir en la formación de
los estados oligárquicos latinoamericanos del siglo XIX.

Durante el periodo de la formación de los Estados oligarquicos en Latinoamérica


surge una elite con estrechos vínculos terratenientes, interesada en acoger de
manera extraña los idearios de la organización liberal, sin cambiar el orden
económico y social de la colonia, “es el entero sector terrateniente, al que el orden
colonial había mantenido en posición subordinada, el que asciende en la sociedad
postrevolucionaria” (Halperin 2005, 142). Así se llegó a la construcción de un
Estado; en parte liberal en lo económico, y conservador en lo político.

Por lo tanto, la formación de la política liberal en la mayoría de los países


latinoamericanos, dentro de ese Estado oligárquico, estuvo lleno de
contradicciones; por un lado los terratenientes no podían tomar por completo la
ideología liberal, pues significaría el fin de sus privilegios, y por el otro necesitaban
un marco general que ordenara a la nación. Como diría Carmagnani: el liberalismo
le dio los fundamentos políticos que el estado oligárquico necesitaba, pero con
ciertos recortes: acepto los principios del liberalismo económico. Sin embargo,
vació casi por completo el ideario liberal de los factores de perturbación social que
tenía (1984, 142).

Lo que queda claro es que el poder oligárquico monopolizo el poder del


Estado para amoldarlo a sus intereses y excluir, mediante las constituciones, a la
gran mayoría de la población que no cumplía con ciertos requisitos, demostrando
una vez más el papel de la colonialidad del poder sobre poblaciones que no
figuraron en las constituciones de estos países; “…Las constituciones de
Latinoamérica dieron una interpretación restrictiva del cuerpo electoral, instituyendo
en un primer tiempo el sufragio censitario y, más tarde, el sufragio universal limitado
a la población masculina, adulta y alfabetizada cuando el alfabetismo se extendía a
un 80 o un 90 por 100 de la población” (Carmagnani 1984, 142). Ahora, la mayoría
de la población latinoamericana, no criolla era analfabeta, lo que constituyó un papel
importante en la formación del sentimiento nacional y en la construcción del estado
“nación”. Pues siendo la minoría criolla blanca la única capacitada para leer, excluía
al resto de la población en la edificación del sentimiento nacional, por ejemplo; a
través de la lectura del periódico nos permite comprender varios acontecimientos
que suceden en el mismo momento, en el mismo tiempo. Lo anterior es fundamental
para el sentimiento nacional, porque crea la sensación de que al estar leyendo todos
lo mismo podemos pertenecer a la misma comunidad. En otras palabras, al leer el
periódico nos permite crear empatía con alguien o alguna situación, que está más
allá de nuestro campo relacional; es decir, una comunidad imaginada “porque aun
los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus
compatriotas” (ANDERSON 1993, 23). Quiero exponer un ejemplo más, de cómo la
colonialidad, entablo un poder en el Estado que excluyo a la población indígena de
Bolivia, pues La prensa es el lugar, donde la élite Boliviana pretende educar a todos
aquellos que podían tener acceso a la ciudadanía, “…la novela y el
periódico…proveyeron los medios técnicos… para la “representación” de la clase
de comunidad imaginada que es la nación” (ANDERSON 1993, 47). Se deduce que
la comunidad imagina que se construía, no solo en Bolivia sino en el resto de
América Latina, tenía un claro sesgo criollo y blanco.

Es notorio como los imaginarios de las élites se van a instalar en la vida


cotidiana de los sectores subalternos a través de la opinión pública; o sea, gracias
a la prensa, las élites crean cultura y producen ideas. En este orden de ideas, el
poder no es simplemente una relación consiente, sino que se ejerce desde las
prácticas culturales, “…el nacionalismo debe entenderse alineándolo, no con las
ideologías políticas conscientes, sino con los grandes sistemas culturales que los
precedieron” (ANDERSON 1993, 30). Esta afirmación de Anderson es plena mente
compatible con los análisis de Santiago Castro Gómez y de la colonialidad del
poder, de Aníbal Quijano; es decir, qué al existir practicas culturales el poder, no
solo reprime, sino que también produce; por lo tanto no solo hace referencia a la
exclusión y/o subalternización sino, también, a la producción de nuevas formas que
la sustituyeron.
En consecuencia, la construcción de la nación no se erigió en base a los intereses
que identificaran a la mayoría del país; por el contrario, las elites se aliaron en la
disputa por el poder y usaron el clientelismo o el patronazgo para sus respectivos
intereses; “los partidos políticos hegemónicos, que expresan los intereses de la
oligarquía, se caracterizan por su progresiva transformación en estructuras de
apoyo del sistema político oligárquico al realizar la unión del elemento clientelar con
el organizativo: el primero con el fin de encuadrar especialmente a las capas
populares agrarias y el segundo, con el de encauzar las reivindicaciones de las
clases medias” (Carmagnani 1984, 152).

Por consiguiente las disputas, a menudo violentas, entre las respectivas oligarquías
y sus regiones fueron obligando a las elites a establecer un ámbito de mediación
desde el Estado. Estas formas de mediación, que a la vez organizó el territorio
fueron el federalismo y el centralismo.

Por último quiero exponer el caso de Bolivia. Este país tenía un transcurso histórico
en la formación del Estado oligárquico que lo hizo “tardío” respecto a los demás
países latinoamericanos; “Lo que sí distingue a Bolivia de otros países… es la
circunstancia de que en ella el estado oligárquico empezó a formarse cuando en los
demás países se hallaba ya en fase de consolidación” (Carmagnani 1984, 157). La
reactivación de la producción de la Plata en ciertos sectores del País, sobre el resto
del país, contribuyo al mantenimiento de la vieja estructura social basada en la
diferenciación étnica; “La supervivencia de una estructura social interna basada en
la diferenciación étnica daba pie a que una minoría, calificada de “blanca”, ejerciera
su dominio sobre la “cholada” y la “indiada”, lo que explica la persistencia de formas
de caudillismo y de clientelismo tan fuertes como para hacer imposible la creación
del estado oligárquico antes de 1880” (Carmagnani 1984, 158). Este último ejemplo
expone claramente la colonialidad del poder, pues muestra claramente la
diferenciación étnica, entre unos criollos a cargo del estado y una “cholada” no
tenida en cuenta en la formación del tal Estado.

Para terminar quiero presentar el panorama de resistencia, especialmente desde la


posición de Dussel. La primera gran tarea de un pensamiento crítico, liberador y
poscolonial es la “destrucción” –en sentido Heideggeriano- de la ontología que ha
hecho posible la dominación colonial europea sobre el mundo. Solo “desde las
ruinas de la totalidad ha de surgir la posibilidad de la filosofía latinoamericana”
(DUSSEL 1996, 111) El proyecto de Dussel se basa en la destrucción de lo que él
llama “maquinaria del mito de la modernidad, con el fin de construir la filosofía de
nuestra América”:

Es necesario, primero, destruir una máquina para construir una nueva y la


filosofía latinoamericana, por mucho tiempo todavía, tiene que ser
destrucción del muro para que por la brecha pueda pasar un proceso
histórico…Para descubrir nuevas categorías con las cuales nos sea posible
pensarnos a nosotros mismos hay que comenzar por hablar como los
europeos y, desde ellos, probar sus limitaciones, destruir el pensamiento
europeo para dar lugar a uno nuevo. Por lo tanto, durante mucho tiempo
tendremos que hablar con Europa y conocer muy afondo lo que ellos piensan
porque, de lo contrario, pasamos por su lado sin lograr quebrantar el muro.
(DUSSEL 1996, 138)

Bibliografía

-Carmagnani Marcello. Estado y sociedad en América Latina 1850-1930. Barcelona: Crítica.


1984.

-Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión


del nacionalismo. México D.F FCE, 1993.

-DUSSEL, Enrique. Filosofía de la liberación. Editorial nueva américa, Bogotá. 1996.


- DUSSEL, Enrique 1492 El encubrimiento del otro. El origen del mito de la modernidad.
Ed. Antropos, Bogotá. 1992

-HALPERIN David. Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editorial.


2005.

-QUIJANO, Anibal. “Colonialidad y modernidad-racionalidad” en Los Conquistados 1492 y


la población indígena de las Américas. Compilado por Heraclio Bonilla. Lima: Tercer Mundo
Editores, Flacso y Ediciones Libri Mundi Quijano, Anibal. 2000

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