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XVI.

TEORÍAS URBANAS
En el punto 5.4.b. decíamos que toda explicación de un fenómeno urbano –o de cualquier otro
fenómeno- responde siempre a una concepción teórica (implícita o explícita, consciente o
subconsciente) que se tiene del fenómeno explicado.

¿Qué son y cómo se originan las teorías? Y ¿cuáles son las teorías que hay sobre los fenómenos
urbanos? Son las dos preguntas que deberíamos formularnos ahora.
Las teorías se originan a partir de la observación de reiterados fenómenos de un mismo tipo, efectuados
por parte de observadores sistemáticos (científicos). Como resultado de dichas observaciones, puede
llegarse a formular hipótesis de cómo se comportan, en la generalidad de las circunstancias, dicho tipo
de fenómeno.

Estas hipótesis cuando adquieren un determinado nivel de consistencia y amplitud, constituyen lo que
se denominan Teorías. Podríamos decir entonces, que las teorías son un conjunto lógico de
proposiciones, que tienen por objetivo explicar la razón de ser de un cierto tipo de fenómenos (por
ejemplo en nuestro campo, cómo se conforman y desarrollan las metrópolis, las ciudades de tamaño
medio o los centros de servicios de las áreas rurales).

En el campo urbano, debemos hablar de teorías y no de teoría, dado que ante la multiplicidad de
situaciones urbanas (que se correlacionan con diversidad de procesos históricos, contextos
geográficos, económicos, políticos, culturales, etc.), es imposible pensar en una teoría única que sirva
para explicar esta multiplicidad de situaciones.
Por otra parte, tampoco son iguales los teorizadores (mejor dicho, las ideologías de los que teorizan), y
es común que ante un mismo tipo de fenómeno urbano encontremos distintas teorías que procuran
explicarlo.

En síntesis, nos encontramos ante un cúmulo de teorías. Algunas preferencian algunos aspectos
explicativos y otras a otros aspectos; algunas se adecuan más a la comprensión de ciudades chicas y
otras a ciudades grandes; unas a ciudades de países desarrollados y otras a ciudades de países
subdesarrollados; unas parten de una imagen de equilibrio social y otras de una imagen de conflicto
social; etc., etc.

De este cúmulo de teorías hemos seleccionado 3 enfoques que consideramos apropiados para el
entendimiento de ciudades de países como el nuestro, caracterizado por una organización
socioeconómica capitalista periférica.

Los expondremos, no con la finalidad de propiciar su utilización inmediata, sino a los fines de abrir un
panorama que ayude a comprender la complejidad casual que condiciona las ciudades, así como a los
fragmentos de las mismas, que puedan resultar comprometidos por nuestras intervenciones
arquitectónicas o urbanas.

16.1 ENFOQUE DE LA ECONOMÍA DE MERCADO


Considera que la organización interna de las ciudades es el resultado del accionar de los diversos
agentes que toman decisiones de localización (familias que buscan alojamiento, empresarios que
buscan espacio para sus actividades, propietarios de la tierra que venden o no sus terrenos), los que se
manejan según las leyes de la oferta y la demanda dentro de un supuesto mercado de competencia
perfecta, buscando cada uno de ellos maximizar sus beneficios.

A partir de ello considera que en el origen de toda ciudad, está la necesidad y el deseo de proximidad
(el vendedor con el comprador, el trabajador con su trabajo, el estudiante con su escuela, etc.), dado
que la proximidad física facilita los intercambios (de bienes, de servicios y de información) y reduce los
costos (en tiempo, dinero y esfuerzo) de los traslados. Estos son los beneficios de la proximidad.
De hecho, toda ciudad nace como un núcleo reducido donde se acomodan las distintas actividades;
núcleo que con el paso del tiempo, pasa a ser el centro histórico de la ciudad y hereda la mejor
situación de proximidad. Los beneficios de la proximidad pasan a ser Beneficios de la Centralidad.
Cuando la ciudad es pequeña, todos gozan con pequeñas diferencias de los beneficios de la
centralidad. El proceso se complejiza cuando la ciudad crece y ya no pueden estar todos en el centro.
¿Qué se va a producir? Un desarrollo en coronas, a partir del núcleo original, con la característica de
que, a mayor distancia del centro, va a haber:
• Mayor costo de accesibilidad.
• Menor valor del suelo.
• Menor intensidad de uso.

¿Quiénes se quedan y quiénes se trasladan del núcleo original? Evidentemente se establece un proceso
competitivo al respecto.
Considerando en principio los usos no residenciales, se van a ir:
Los que necesitan terrenos más amplios (dado que en el borde a igual precio consiguen mayor
superficie). O sea que en principio se va a ir la industria y se va a quedar el comercio.
Los que tienen menos requerimientos de centralidad. De los comercios se van a quedar los más
especializados (los menos repetidos) que requieren un mercado más amplio y por lo tanto mayor
accesibilidad (el joyero, el mueblero del pueblo, por ej.). En cambio se van a ir los menos
especializados, (los más repetidos) por ejemplo, los almaceneros que trabajan con un mercado más
chico (solo una parte de la ciudad).
Los que tienen menor rentabilidad relativa (y menor capacidad de pago de los terrenos céntricos). Por
ejemplo, el joyero y el mueblero, aunque los dos tengan el mismo nivel de especialización (uno solo en
el pueblo), probablemente quede el joyero, que requiere un terreno más pequeño, y se retire el
mueblero, que requiere un terreno más grande.
En cuando a los usos residenciales, se van a quedar aquellos que por su capacidad de pago (y anhelo
de prestigio) puedan solventar el costo de un terreno céntrico y se van a ir los restantes.
En síntesis, lo que este enfoque teórico nos dice, es que la estructuración de la ciudad se va dando a
través de un proceso competitivo entre las distintas actividades urbanas, en donde los parámetros
básicos son: los beneficios de la centralidad (anhelados por todos) vs. los costos de la centralidad
(posibles de pagar por algunos).
La imagen urbana resultante es la de una ciudad con zonas de homogeneidad concéntricas, de densidad
decreciente del centro a las afueras, con localización de las actividades más especializadas en el centro
(administración, gobierno, finanzas, comercio especializado), actividades residenciales y comercio
menos especializado por fuera, y actividades industriales en la periferia.

Este esquema ideal, se cumple en términos generales en las ciudades medianas y pequeñas (con
centro único), pero se ve afectado en cada caso particular por diversas circunstancias:
Espacio geográfico heterogéneo: por ejemplo montañas, zonas inundables, etc., que afecta la
regularidad de la forma.
Accesibilidad diferencial: aparición de vías con mejor tránsito o con servicios de trasporte, etc., que
afecta la regularidad de la expansión.
Tecnología de la construcción: que al permitir la construcción de altura, facilita la densificación y afecta
la velocidad del proceso.
Inercia de las estructuras físicas: que hace que se le siga sacando renta a viejas estructuras, con usos
que aparentemente no se corresponderían con su localización (pensiones en antiguas residencias, por
ej.); lo cual determina que los acomodamientos no sean inmediatos y afecta a la supuesta regularidad
del proceso.

Imperfección del mercado de tierras: dado que es un mercado fragmentado y especulativo, ocurren
irregularidades en la forma de desarrollo, por ejemplo: parcelamientos discontinuos en la periferia.
Rol especifico de las ciudades: El esquema teórico corresponde a una ciudad con administración,
comercio, industria y residencia. Pero hay ciudades sin industria o con fuerte desarrollo industrial; hay
ciudades organizadas alrededor de procesos extractivos (Comodoro Rivadavia, por ej.) o a partir de un
cruce de caminos o de un puerto, etc. Al ser distintas las actividades en juego se trastoca el esquema
teórico.
Acción del Estado: que al intervenir realizando inversiones urbanas (vivienda, infraestructura,
equipamiento), fomenta o restringe las tendencias espontáneas que describe la teoría.

Además de todos estos factores que alteran el esquema inicial, hay que considerar que, cuando la
ciudad crece, su centro inicial se congestiona y tienden a conformarse centros secundarios, que si bien
no brindan toda la gama de ofertas que brinda el centro principal, lo reemplazan en parte de las mismas,
con el beneficio de ser más accesibles para gran parte de la población y ahorrarles la congestión del
centro principal (por ejemplo: Avellaneda, Morón, San Isidro, etc.).
Con la complejización de la ciudad, aparecen no sólo centros secundarios, sino también centros de
menor jerarquía que estos (terciarios, zonales, barriales) que compensan menor variedad con mayor
cercanía y mejor accesibilidad.

Además de la aparición de toda esta gama de centros, surge con el crecimiento de la ciudad, toda una
serie de áreas especializadas en determinadas funciones, ya sea dentro de los centros (área de
esparcimiento en calle Lavalle) o en sus inmediaciones (mueblerías en Av. Belgrano) o en zonas de otra
ciudad (Ciudad Universitaria en Núñez, Indumentaria en Munro).
Esto complejiza la estructuración de la ciudad, dado que ahora no sólo está en juego la competencia
accesibilidad vs. costos con respecto al centro principal, sino también con respecto a los restantes
centros y a las áreas especializadas.

Otro elemento que complejiza la estructuración de la ciudad, además de los nombrados, es la aparición
de distintas formas de transporte, que multiplican las alternativas de accesibilidad a los diversos puntos.
Este nivel de complejidad es característico de grandes ciudades como la nuestra, para las cuáles, si
bien pierde validez el esquema básico de esta corriente teórica, sigue teniendo validez el principio
inicial de la educación Beneficios vs. Costos, dado que en toda economía capitalista, la búsqueda de la
mayor rentabilidad (ya sea por menor inversión y/o menores gastos y/o máxima ganancia), sigue siendo
motor para la selección de alternativas de localización.

16.2 ENFOQUES DE LA ECOLOGÍA URBANA


Una escuela sociológica desarrollada en EE.UU. en las primeras décadas del siglo, centró su atención
en la descripción más detallada de los procesos de cambio en los medios urbanos, inspirándose en los
estudios sobre el comportamiento de las comunidades animales, realizados por la ecología.

Parte del principio de que en toda ciudad se distinguen conjuntos de funciones diferenciadas y
complementarias entre sí (áreas centrales, zonas industriales, zonas residenciales de distinto nivel de
intensidad de uso y de calidad ambiental, etc.), que tienen localizaciones precisas y constituyen
“unidades ecológicas”. La interrelación de estas unidades conforma la estructura urbana.
Los cambios que va sufriendo esta estructura se describen como procesos ecológicos, como los de
centralización, que se refieren a las tendencias a usufructuar los beneficios de la centralidad, o los de
descentralización, que se refieren a las tendencias de crear y usufructuar otras centralidades; ambos, de
cierta forma, ya vistos en el enfoque anterior.

Otros de los procesos que describe, típicos de la competitividad y segregación social del medio donde
se desarrolló la teoría (Chicago, 1920), resultan de interés, dado que incorporan motivaciones de índole
psicosocial no consideradas por el enfoque anterior. Podemos mencionar:

• Proceso de invasión: involucra la penetración espacial en un área originalmente ocupada


por cierto uso, por parte de un uso distinto. Puede referirse a distintos grupos sociales en
cuanto a su localización residencial (lo que ocurre ahora en Palermo Viejo, por ej.), o a
distintos tipos de actividades (área residencial invadida por comercios; por ej. lo que ocurrió
en Av. Libertador, desde Vicente López hasta San Isidro).
• Proceso de sucesión: constituye la conclusión de un proceso de invasión, cuando los
nuevos usos llegan a ser preponderantes y desplazan por completo a los usos anteriores. En
los dos ejemplos anteriores, podríamos decir que la sucesión ya se ha cumplido en Av.
Libertador, pero no aun en Palermo Viejo.
• Proceso de segregación: se refiere a la localización espontánea y exclusiva de
determinados grupos sociales o actividades en un área urbana.

Se produce en general por valores de poder y prestigio (apoyados en situaciones concretas de mejor
accesibilidad, equipamiento, infraestructura, calidad ambiental, etc.), los que actúan muy fuertemente
en una organización social jerarquizada (en especial para el uso residencial). Tiene un correlato con el
valor del suelo, factor que actúa como herramienta de segregación. El caso típico en Buenos Aires, sería
el de Palermo Chico.

16.3 ENFOQUE DEL MATERIALISMO HISTÓRICO


A mediados del siglo XX, y con mayor ímpetu en la década de los sesenta, surgió una corriente de
estudios urbanos (originariamente a partir de referentes franceses inspirados en el andamiaje
conceptual del materialismo histórico, gestado entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX), que
desarrolló un marco interpretativo del fenómeno urbano, en el que subyace prevalecientemente la
preocupación por las consecuencias y condicionamientos espaciales de la división social del trabajo,
las formas adoptadas por el concepto de propiedad, las fuerzas productivas, las relaciones sociales de
producción capitalista, los procesos colectivos de reproducción de la fuerza de trabajo (consumos
colectivos), siendo éstas las categorías explicativas centrales de las transformaciones de las relaciones
sociales y de las configuraciones territoriales en cada sociedad históricamente determinada.

Así, este enfoque también conocido como análisis espacial crítico, inspirado en las categorías
generales del materialismo histórico, entiende al proceso de urbanización y las variantes de crecimiento
urbano (densificación, consolidación, expansión, metropolización, suburbanización, etc.), como factores
necesariamente inherentes a la relación dialéctica entre los procesos de producción, uso y apropiación
del espacio urbano, y a este último, como manifestación espacial de las contradicciones sociales del
modelo de desarrollo y su evolución histórica, y como acumulación histórica del trabajo humano y de la
superposición de los diversos modos de producción y producción dominante. Esto implica entonces,
que la ciudad requiere ser entendida no sólo desde el ángulo de la demanda y el consumo de bienes y
servicios urbanos, sino también y principalmente, desde la perspectiva de la producción de dichos
bienes y servicios.

Desde este punto de vista, las actividades necesarias de estudiar no son sólo las que ocupan un espacio
en la ciudad y permiten su funcionamiento, y la forma en que se distribuyen compitiendo por su
ubicación en el espacio, sino también las que tienen por finalidad la construcción de dichos espacios,
así como también las relaciones entre los sectores sociales involucrados en el proceso productivo, de
las que depende la posibilidad de ingreso de cada uno de ellos (quiénes producen), qué bienes y
servicios sociales se producen y para quiénes, y en consecuencia, el consumo diferenciado de los
bienes y servicios producidos por cada grupo social. Todo ello conlleva la necesidad de considerar al
espacio urbano como medio de producción y como mercancía, como valor de uso y como valor de
cambio, y a considerar dos elementos más derivados de las relaciones entre producción (entendida
como conjunto de actividades productoras de bienes, servicios e informaciones), y consumo (entendido
como el conjunto de actividades relativas a la apropiación social, individual y colectiva del producto): el
intercambio (entre producción y consumo) y la gestión (en tanto regulación de las relaciones de
producción, consumo e intercambio), que también encuentran su manifestación espacial.

Dos cuestiones son centrales en la producción conceptual y la aplicación empírica de esta teoría
urbana: la relación de propiedad del suelo en relación a la renta del suelo urbano, y el papel del Estado
en la valorización diferencial del espacio urbano.
La propiedad privada del suelo, entendida como relación social, permite a sus propietarios obtener el
pago de las características diferenciales y del monopolio que detentan sobre la tierra en forma de renta
del suelo urbano, y a la posibilidad de ejercer mecanismos de especulación pasiva y especulación
inductiva en el contexto del mercado de tierras. Esta categoría, transpolada de la teoría de la renta del
suelo rural (en términos de fertilidad potencial), proveniente del andamiaje teórico del materialismo
histórico, presenta variantes:

• Renta absoluta: constituida a partir de la conjunción de la escasez relativa de tierras urbanas,


el control de la tierra por parte de sus propietarios, y el bloqueo de la ampliación de la oferta.

• Renta de monopolio: constituida por la condición de irreproductibilidad o escasez relativa de


una porción del suelo urbano con idénticas características. Una especificidad de esta renta es
la de “segregación”, que tiene que ver con la división social del espacio, y en el hecho de
que si bien los individuos se encuentran formalmente en plano de igualdad jurídica, la
jerarquía social puede reflejarse en la capacidad de consumo diferencial del suelo que puede
permitirse cada grupo social.

• Renta diferencial: caracterizada por la diversidad de ventajas de localización de un terreno


respecto de otro. Se clasifica en la de “tipo I” (asociada a las características intrínsecas del
terreno respecto de su constructibilidad en función de características geomorfológicas) y la
de “tipo II” (relacionada a la diferente cantidad o intensidad de capital aplicado a esa tierra en
función de parámetros técnico-económicos).

Para la producción de bienes y servicios urbanos, son de particular importancia las relaciones entre los
propietarios de la tierra, empresarios constructores, desarrolladores inmobiliarios, banca financiera y
trabajadores; las que condicionan la distribución del ingreso y, por ende, su posibilidad diferencial de
apropiación de bienes y servicios urbanos. Cabe establecer como punto importante, la distinta
concepción sobre el costo del suelo urbano, justificado como precio de servicios del mismo en el
enfoque económico de mercado, y como plusvalía de la que se apropia el titular de dominio (debido a
la existencia de la propiedad territorial privada) en este enfoque teórico del fenómeno urbano.

También es relevante en este enfoque, el papel del Estado en el proceso de valorización del espacio
urbano, ya que es a través de diferentes mecanismos de gestión ejercida desde las instituciones de
regulación y de acuerdo al sesgo de las políticas públicas, que el Estado incide en la corrección de los
aspectos no deseados de la urbanización espontánea, en la mediación entre los intereses particulares y
colectivos, y en la distribución de cargas y beneficios derivadas de sus acciones.

Desde las políticas públicas se interviene en la valorización del espacio urbano. La contraparte de ese
proceso es la que establece las condiciones para el desarrollo urbano, siendo entre los principales
factores responsables de la determinación del uso y la apropiación diferencial de esa valorización, la
normativa urbanística y de Ordenamiento Territorial, los lineamientos, planes urbanos y regionales, y
proyectos urbanos, la Obra Pública en infraestructura básica y vial y equipamiento social, la política de
tierras y tributaria en relación a la misma, y otras políticas sectoriales como las de transporte o vivienda.

Así, el materialismo histórico presume que la intervención directa o indirecta del Estado debe
entenderse como un subsidio que mejora la producción del sistema económico en su conjunto y
asegura el mantenimiento y la reproducción de las fuerzas del trabajo, en aquellos ítems que no están
comprendidos en la composición del salario (generalmente bienes durables –por ejemplo, vivienda- y
servicios sociales – por ejemplo, equipamientos educativos o de salud-), pero que también, esta
intervención suele generar ganancias extraordinarias, de las que pueden apropiarse exclusiva,
diferencial y selectivamente, los propietarios de las tierras afectadas, o, mediando otros criterios, como
por ejemplo, la función social de la tierra y la captación y redistribución de plusvalías por intervención
directa o indirecta del Estado en el suelo urbano, puede establecerse una apropiación más equitativa y
con sentido redistributivo del “espacio urbano” .

La ausencia o corrimiento del Estado como fuerza reguladora en la Gestión del espacio urbano y la
estructuración de la ciudad, deja librado a los actores sociales la forma de su apropiación. Se manifiesta
fácticamente en los medios de expresión que cada sector tiene para manifestarse. A menor poder,
mayor visibilidad de su expresión (marchas, manifestaciones, tomas); en tanto que a mayor poder de
“lobby”, mayor invisibilidad en la toma de decisiones de los actores sociales.
16.4 CONSIDERACIONES FINALES
Como hemos explicado, creemos que los tres enfoques reseñados tienen validez para comprender nuestras
ciudades y sus fragmentos.

Aunque no aceptamos que el mercado urbano sea de competencia perfecta y proporcione localizaciones
aceptables para todos los habitantes, consideramos que los beneficios de la centralidad en que se basa el
enfoque de la economía de mercado, operan como impulsores de localización en los agentes urbanos.

Aunque no presentamos el mismo nivel de conflicto y segregación social que el que da sustento al enfoque
de la ecología urbana, reconocemos que los fenómenos que describe inciden en cierto grado en las
decisiones de localización.

Aunque no disminuimos la importancia de los procesos que condicionan el consumo de los bienes
urbanos, reconocemos la trascendencia de los procesos de producción de los mismos, que rescata el
enfoque del materialismo histórico.

Lo que brinda esta última es un enfoque de construcción del espacio urbano donde la transformación
conlleva el conflicto por la apropiación de esos espacios, bienes y servicios. En las anteriores se brinda un
panorama de naturalidad en el cambio, -podríamos decir casi mecanicista-, donde la puja de la oferta y la
demanda o la naturalidad casi biológica por mayores espacios produce la transformación sin mayor
conflicto. La teoría del materialismo le agrega a las otras dos, la componente de la mayor o menor tensión
por la obtención de esos espacios.

En síntesis: consideramos que los tres enfoques nos proporcionan instrumentos apropiados, y que su
utilización complementaria y adecuada a cada caso, es el mejor usufructo que podemos realizar de los
mismos.

Finalmente, hay que reconocer que, en cualquier caso concreto que pretendamos explicarnos, hay
elementos circunstanciales (por ej., la aparición de la epidemia de fiebre amarilla que motivó el traspaso de
San Telmo a Barrio Norte, la zona residencial de mayor jerarquía de la ciudad), que modifican los procesos
que las corrientes teóricas postulan con un nivel muy alto de generalidad.

Cabe destacar finalmente que, a pesar de las diferencias entre los tres enfoques reseñados, todos ellos
involucran la certeza de que las ciudades son mucho más que sistemas físicos, y que, por el contrario, sus
componentes físicos tienen una interrelación muy estrecha con el resto de la realidad (subsistema
construido, organización social, marcos jurídicos-institucionales y políticos-culturales).

En dicho sentido, representan un avance epistemológico fundamental con respecto al urbanismo


arquitectónico formalista, que proponía resolver la problemática urbana a partir del diseño de nuevos
artefactos físicos exclusivamente.

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