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Características

de la escuela
moderna

Problemática del
niño y adolescente
I (discapacidad,
sexualidad y
escolaridad)
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La escuela en el siglo XXI
En esta lectura se brindará un panorama general sobre el estado actual de
la escuela y los cambios que esta ha atravesado a fines del siglo XX y
principios del siglo XXI. Al parecer, dicha institución no ha acompañado al
mismo ritmo los cambios ocurridos en la sociedad; por eso aquí se plantea
cómo deberían ser las instituciones formadoras que deben preparar a los
jóvenes en un mundo extremadamente cambiante (Delval, 2013).

La institución educativa a través de la historia


Antes de los cambios tecnológicos en los cuales estamos insertos, la escuela
era considerada una institución cuya función era la transmisión de la
información; pero actualmente esa función se ve truncada por los avances
tecnológicos y, en ocasiones, estas lo hacen con mayor velocidad.

A pesar de ello, las escuelas como instituciones poco han cambiado a lo largo
de las últimas décadas. Si bien la escuela ha sido una institución que se ha
encargado de transmitir un conocimiento acumulativo a través de la historia
y ha constituido uno de los mayores logros de la humanidad, esta debe ir
modificándose de acuerdo con los cambios sociales que se viven (Delval,
2013).

Si se tiene que hacer una retrospectiva acerca de los avances de la


educación, se puede decir que la “primera revolución educativa” fue,
justamente, establecer una institución exclusivamente dedicada a la
transmisión de conocimiento de generación a generación, lo cual implicaba
también transferir la cultura, las prácticas sociales o las formas de vida
(Delval, 2013). Delval (2013) nos dice que la escuela como institución
constituyó un progreso sin igual que posibilitó la transmisión de la cultura
directa y sistemáticamente.

El segundo cambio que vivió la escuela fue extender la participación a grupos


sociales, más allá de las elites acomodadas, clérigos o intelectuales de las
diferentes épocas. Esta idea tiene su punto de partida alrededor del siglo
XVII, cuando la sociedad comenzó a hablar de los derechos humanos y
civiles, que se formularon de manera clara en la Revolución francesa y con
la independencia norteamericana (Delval, 2013).
Fue a finales del siglo XVIII, según Delval (2013), cuando se estableció en
Prusia un sistema de escuelas estatales, y desde ahí se fue implantando una
educación para todos.

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En la actualidad, la enseñanza ha tenido un enorme avance, que se ve en el
gran desarrollo económico y social y en el aumento de la escolaridad. Más
escolaridad suele garantizar mejores perspectivas laborales, y estas tienen
como consecuencia la prolongación de los años de estudio de los
adolescentes y la postergación al ingreso del mercado laboral (Perinat
Maceres, 2003).

El aumento de los años de la escolaridad es una de las características


actuales del sistema educativo, como mayores años de la escolaridad
obligatoria o la ampliación de la escolarización por debajo de la educación
preescolar (Delval, 2013). Sin embargo, según Delval (2013), al parecer,
estos datos nos tienen que llevar a ser optimistas, aunque no hay que dejar
de lado las dificultades que aún existen, como el poco aprendizaje real de
los contenidos o el aumento desmedido de los contenidos escolares, sin
dejar de mencionar otras problemáticas, como la violencia escolar o el
maltrato entre iguales.

Figura 1: Dos de cada tres adolescentes argentinos que ingresan a una


escuela secundaria pública no llegará a completar el quinto año

Fuente: Ministerio de Educación de Argentina, 2017,


“Si optamos por https://images.app.goo.gl/hCN3Jmc8maGQLh4T8
fomentar la existencia
de individuos felices, Sin embargo, en el ámbito local se pueden encontrar matices en el sistema
autónomos, educativo, ya que dos de cada tres alumnos que ingresan al sistema público
responsables y
de las escuelas secundarias no llegarán a completar sus estudios, aun cuando
pacíficos, hay que
comenzar por la educación secundaria es obligatoria en nuestro país desde el año 2006
emprender una serie (ver la Figura 1).
de reformas y entre
ellas cambiar la
organización social de
la escuela y modificar
las relaciones sociales
en su interior” (Delval,
2013, p. 7). 3
Lo que se espera de la escuela moderna

Según Delval (2013), cada vez que se habla de reforma educativa, aparecen
dos temas centrales: dar una educación de calidad y una educación que
forme ciudadanos responsables y conscientes. Sin embargo, como se dijo
anteriormente, nos encontramos con que los alumnos aparentemente
aprenden poco y, además, muchos no han adquirido los conocimientos
esenciales.

Por ello, la “tercera revolución” que plantea este autor, en relación con el
sistema educativo, sería alcanzar una escuela democrática y que en ella se
aprenda a aprender, a resolver situaciones nuevas, a investigar y a fomentar
que los alumnos desarrollen un pensamiento crítico. Junto al desarrollo de
un pensamiento crítico, la autonomía entendida como capacidad de pensar,
de decidir y de actuar es otra de las capacidades que el sistema educativo
debería promover:

Por ello, ser autónomo no consiste en actuar o pensar con


independencia de los demás, sino justamente hacerlo
teniendo en cuenta las opiniones de los otros, y tras
evaluarlas, aceptarlas o rechazarlas; es decir, una persona
autónoma no funciona con independencia de los demás, sino
que llega a tomar sus propias decisiones después de haber
tenido en cuenta, de haber examinado, de haber evaluado,
las opiniones ajenas. Desde este punto de vista, podemos
hablar de que hay dos aspectos principales en la autonomía:
la autonomía intelectual, que consiste en ser capaz de pensar
sobre las cosas en el ámbito de la naturaleza o en el de la
sociedad, analizando los problemas en toda su complejidad
con independencia de juicio, pero teniendo en cuenta las
opiniones de los otros. Y la autonomía moral, que radica en
actuar y en evaluar las propias acciones y las de los otros
respecto a los problemas de la libertad, la justicia, el bienestar
y los derechos de los demás (lo que constituye el objeto de la
moral), con independencia de juicio. (Delval, 2013, p. 6).

Los cambios sociales que se esperan en la escuela

Los alumnos tienen que dejar de ser actores pasivos para convertirse en
actores activos que participen en la gestión de las aulas, un paso
fundamental para conseguir la autonomía de los alumnos en el desarrollo
social (Delval, 2013). Según el mencionado autor, esto está lejos de ser

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posible, ya que las decisiones sobre lo que se hace tienen que discutirse
entre todos los actores involucrados en el proceso de enseñanza, y estas
vienen impuestas desde más arriba.

Preparar a los alumnos en la vida democrática para convertirlos en


ciudadanos responsables y personas razonables, cuando la autoridad está
en manos de los docentes y los alumnos solo se limitan a obedecer y seguir
las normas, también resulta una tarea colosal. Por lo tanto, es necesaria,
para la formación política y moral, no solo la transmisión verbal de los
conocimientos, sino fomentar la participación activa (Delval, 2013). Es
importante tener en cuenta que a los maestros se les dificulta promover
dicha autonomía cuando ellos tampoco la poseen. Es por esto que se hace
necesario promover también la autonomía de los docentes y los centros
educativos, pues los sistemas educativos centralizados no pueden promover
ni la democracia ni mucho menos la autonomía (Delval, 2013).

Crear un clima de trabajo cooperativo y de convivencia óptimo entre todos


los actores implicados en el sistema educativo sería lo ideal para este cambio
propuesto:

Los alumnos, los profesores, los padres, los directivos y la


sociedad en general, y uno de los aspectos fundamentales de
esta organización social es la atención que se presta a los
conflictos que se producen en el interior de la escuela, la
resolución de los conflictos. (Delval, 2013, p. 8).

Los contenidos escolares para una educación democrática

Una educación democrática no está necesariamente relacionada con


contenidos específicos, sino que estos también deben estar acompañados
por una forma de funcionamiento con los contenidos educativos, ya que la
democracia es, ante todo, una práctica (Delval, 2013). Delval plantea
además, que la participación del ser humano en una sociedad democrática
como un sujeto responsable, exige que se realicen cambios en la
organización de las escuelas y en la función de los docentes.

Los contenidos que se imparten en las ciencias sociales son difíciles de


conectar con la vida de cada uno de nosotros; la historia y la geografía no
parecen ser la única opción, ni mucho menos la más adecuada (Delval,
2013). Los primeros años que se imparte la disciplina Historia son
problemáticos, ya que los alumnos manifiestan dificultades en su
entendimiento. Tal es así que los contenidos de las disciplinas sociales se
estudian como datos que se memorizan:

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en las que hay que recordar la división de poderes, la división
administrativa del estado, los sectores de la producción, la
distribución de la población, nombres de países y capitales,
fechas y personajes históricos, datos y hechos que no son
significativos si no se pueden utilizar, si no se relacionan con
la experiencia cotidiana. Por eso, me parece que uno de los
puntos de partida para entender la sociedad y establecer una
educación democrática sería reflexionar sobre el propio
funcionamiento de la escuela. (Delval, 2013, p. 12).

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Referencias
Delval, J. (2013). La escuela para el siglo XXI. Revista Electrónica Sinéctica
(40), 1-18. Recuperado de
http://www.redalyc.org/pdf/998/99827467002.pdf

Perinat Maceres, A. (2003). Los adolescentes en el siglo XXI: un enfoque


psicosocial. Barcelona, ES: Universitat Oberta de Catalunya.

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