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El Proceso de Redacción

La Secretaría de la Carta de la Tierra, los miembros de la Comisión de la Carta de la


Tierra, los Comités Nacionales, organizaciones socias y muchos otros grupos,
organizaron las consultas enfocadas en las ideas y los principios que debían ser
incluidas en la Carta de la Tierra. Estas reuniones se llevaron a cabo en un lapso de
cinco años, de 1995 al 2000.

Las recomendaciones y comentarios, resultado de estas consultas, fueron enviados a un


comité redactor creado por la Comisión de la Carta de la Tierra en diciembre de 1996.
El profesor Steven C. Rockefeller fue nombrado por la Comisión para que dirigiera este
comité.

El proceso de redacción comenzó en marzo de 1997 con la circulación a nivel


internacional del borrador del documento para su comentario, a todos aquellos
interesados. El comité redactor patrocinó una serie de reuniones con grupos de expertos
como científicos, abogados internacionales y líderes religiosos. Además, en tres
ocasiones el comité redactor sostuvo reuniones estratégicas especiales de redacción con
el propósito de revisar todos los comentarios para el proceso de consulta y preparó una
serie de recomendaciones para la elaboración de un nuevo borrador. Los participantes
representaron diversas regiones del mundo e importantes comunidades y se trajo a la
reunión personas con la experiencia necesaria en áreas como la ciencia y las leyes
internacionales.

Las discusiones y debates en estas reuniones fueron especialmente importantes para


darle forma al documento. Estas tres reuniones fueron llevadas a cabo en el Centro de
Conferencias Pocántico del Rockefeller Brothers Fund en las afueras de la Ciudad de
Nueva York en las siguientes fechas:

I. 30 de enero al 2 de febrero, 1997


II. 4 al 6 de enero, 1999
III. 24 al 26 de enero, 2000
Además, durante los años 1997-2000, un grupo pequeño que creció de tres a ocho
personas trabajó muy de cerca con Steven Rockefeller, específicamente en la escritura
del texto.
Un primer borrador de la Carta de la Tierra fue lanzado en marzo de 1997 y un segundo
borrador fue lanzado en 1999. Cada uno de ellos fue traducido a varios idiomas,
distribuido ampliamente y recibido innúmeras contribuciones para su mejora.

En el 29 de junio de 2000, la comisión de la Carta de la Tierra con el apoyo de La Reina


Beatriz de Holanda lanzó formalmente la Carta de la Tierra en el Palacio de la Paz, en
Holanda.

Con el fin del proceso de consulta, la Iniciativa de la Carta de la Tierra entro en una
nueva fase. La meta es dar conocimiento sobre este documento y promover su uso
educativo y como guía para una acción responsable en el ámbito de la sociedad civil,
sector privado y gobierno.

“Análisis de la Carta de la Tierra”


Hace 10 años, cuando se dio a conocer la Carta de la Tierra, los albores del nuevo milenio
se encontraban cargados de esperanza y de la ilusión de una nueva era globalizada que
podría dar oportunidad a mayores expresiones de humanidad. Nuestro mundo, parecía
encontrarse en el camino adecuado gracias al Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente y a programas locales como “limpiemos el mundo, limpiemos (ciudad
en la que vives)”. La conciencia que parecían tomar los medios masivos de comunicación
sobre la importancia del cuidado del medio ambiente indicaba que la “conciencia
ecológica” se desarrollaría en los ámbitos de la vida social, económica, política e
intelectual.

Grandes pasos en la historia de la humanidad se habían dado para un fortalecimiento del


humanismo: la caída del muro de Berlín, la perestroika, la firma de acuerdos para el
desarme nuclear. Sin embargo, quedó demostrado que la caída del comunismo como
sistema político y económico sólo sería entendida por algunos empresarios capitalistas
como un espacio más para rapiña, disputas y control de mercados. Las acciones de
algunos gobiernos al “proteger” sus intereses y a algunas empresas, dejó claro que ni el
humanismo, ni la conciencia ecológica tenían validez sobre sus intereses económicos.

La destrucción de pantanos, desiertos, bosques y selvas a manos de empresas –en su


mayoría norteamericanas e inglesas— seguiría siendo práctica común. El mejor ejemplo
está en la contaminación del Golfo de México gracias a la incompetencia, ineptitud y
avaricia de British petroleum y sus empresas afiliadas. Ante situaciones así, en donde el
gobierno “más poderoso” de la Tierra se queda imberbe, es difícil creer que un organismo
como las Naciones Unidas realmente pueda preocuparse u ocuparse del bienestar del
planeta y el resto de la humanidad. Hoy la Carta de la Tierra puede considerarse un lindo
escrito, lleno de buenas intenciones y de buena fe aunque supeditado a las necesidades e
intereses de los países integrantes del Consejo permanente de las Naciones Unidas y de
las empresas que los sostienen.
Hoy la realidad es otra. A la ONU –como institución— poco le importa la Tierra, o al
menos no es congruente con sus acciones. Es absurdo querer institucionalizar el cuidado
de la Tierra y exigir que los gobiernos de países en vías de desarrollo acaten y cumplan
con ello cuando los intereses de organismos y gobiernos están centrados en el poder y el
incremento de la riqueza económica. Si no hay congruencia, ¿cómo puede haber
confianza?, ¿Qué necesitamos aprender de pueblos originarios como los que aún habitan
la Tierra?, ¿en qué momento creímos que el capitalismo de rapiña justifica toda
destrucción para la consecución de la riqueza?

¿Qué nos falta aprender para que los postulados de la Carta de la Tierra puedan ser
realidad? Respeto y cuidado de la comunidad de la vida Soy una persona respetuosa de
la vida, promotor del análisis, una persona convencida de que es posible que la justicia
social sea una realidad. Creo en los valores de fe, fraternidad y servicio, en la equidad
entre los seres humanos y la equidad de género. Valores que procuro compartir con mis
alumnos y las personas que tienen trato conmigo. Mi compromiso sigue siendo la
transmisión de estos valores y la promoción crítica y pensante de las expresiones
culturales, políticas y humanas que conduzcan al crecimiento del Ser.

Integridad ecológica Creo en el desarrollo sustentable, en el ahorro de energía y en el sano


aprovechamiento de los recursos y su reciclaje. Parte de mis acciones en este rubro es la
separación de materiales para basura, el cargar con una bolsa para la recolección de basura
en el automóvil y así no tirar basura a la calle. Junto con ello soy un acérrimo cuidador
del agua (nací en el desierto y se lo valiosa que es) por lo que en casa realizamos acciones
para no desperdiciarla.

Procuramos el uso de bolsas que sean biodegradables y bolsas re-usables no plásticas.


Evito la generación de ruido ambiental… no subo el volumen de la música como si fuera
obligación de mis vecinos escucharla, ni utilizo el cláxon de manera indiscriminada.
Justicia social y económica Valoro el trabajo de las demás personas tanto como el mío,
por lo que creo en las oportunidades de desarrollo para todos, no sólo en el ámbito laboral
sino también en el estudiantil y social. Por ello, junto con mi pareja proveemos redes de
apoyo para quien lo requiere y de ser posible, buscamos que la misma gente se preocupe
y se ocupe de sí misma.

Procuramos favorecer el apoyo hacia el desarrollo de la mujer y participamos en


manifestaciones a favor de la no discriminación y la promoción de cultura. Democracia,
no violencia y paz La democracia no es un modelo perfecto, sin embargo, es respetuoso
siempre y cuando no esté corrupto. Mi pareja, su hija y yo nos declaramos a favor de la
paz. Repudiamos la violencia de cualquier pueblo hacia otro y la intervención armada.
Estamos defraudados de la falta de autoridad de la ONU para evitar las intervenciones
armadas en países del medio oriente y otras regiones del mundo.

Creemos con franqueza que la educación es la base de la paz y la libertad por lo que
practicamos y hacemos valer la libertad de expresión, el secreto del voto y denunciamos
los actos de corrupción de los que somos testigos directos. Aquí y ahora son las
aportaciones que nosotros, por convicción, llevamos a cabo, sin embargo, considero que
los discursos que se manejan en muchos casos para los cambios, no son más que eso…
discursos que no tienen una intención real del logro. No creo en la Carta de la Tierra. Sí
creo en algunos seres humanos que comparten el ideal del cuidado de la Madre Tierra
desde antes de la institucionalización de dicho cuidado y respeto.

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