You are on page 1of 10

Rev.

Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004

¿SON POSIBLES OTRAS MASCULINIDADES?


SUPUESTOS TEÓRICOS E IMPLICACIONES POLÍTICAS
DE LAS PROPUESTAS SOBRE MASCULINIDAD

Mauricio Menjívar Ochoa*

Fecha de recepción: 14-01-04 / Fecha de aceptación: 15-04-04

Resumen

El trabajo analiza algunas de las principales perspectivas, tanto conservadoras como críticas, que
buscan explicar el tema de la masculinidad . Partiendo de que los supuestos conceptuales que subyacen
a estas propuestas son sustantivamente distintos, se busca analizar al menos una parte de las implica-
ciones políticas que de tales planteamientos se derivan. Con esta reflexión se pretende, por una parte,
llamar la atención sobre la imposibilidad de usar indistintamente propuestas conservadoras y propues-
tas críticas. Por otra, busca analizar las implicaciones políticas que se derivan de estas propuestas en
cuanto a la posibilidad de avanzar hacia masculinidades distintas a las tradicionales.
Palabras clave: Cultura, Masculinidad, Implicaciones políticas, Masculinidad tradicional, Capitalismo
patriarcal.

Abstract

This study analyses some of the main conservative and critical perspectives looking up to explain the
topic of masculinity. Considering that the conceptual assumptions underlying these proposals are subs-
tantially different, an attempt was made to analyze at least some of the political implications deriving
from such propositions. This reflection pretends to draw the attention on the imposibility of using indis-
tinctly conservative and critical propositions. In addition, it looks to analyze the political implications
coming from these propositions in terms of the possibility of advancing to masculinities quite different
from the traditional ones.
Key words: Culture, Masculinity, Political implications, Traditional masculinities, Patriarchal capitalism.

Introducción familia tradicional y los roles de género, el traba-


jo, la política, y, fundamentalmente, el carácter
Sin duda alguna la última ola feminista, del poder que cruza a todas y cada unas de estas
esta que comienza hace más de tres décadas, ha instancias.
significado una crítica sustantiva al patriarcado. Por otra parte, y contrario a lo que se podría
Con esta crítica se ha develado la opresión que creer, cuando se habla del surgimiento de propues-
enfrentan las mujeres por parte de las institucio- tas o de estudios en torno a la masculinidad no
nes sociales: la sexualidad y la maternidad, la siempre puede decirse que estas son “liberadoras”
respecto de la masculinidad tradicional. A dife-
rencia del feminismo, el ánimo de tales propuestas
1 Investigador del Instituto Nacional de las Mujeres. no es siempre crítico con respecto al patriarcado
Profesor de la Universidad Estatal a Distancia UNED. como forma de organización social basada en el
98 Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 Mauricio Menjívar Ochoa

dominio masculino. A pesar de esta situación, la fatalidad y la predestinación. Efectivamente,


no siempre se hace explícito el trasfondo político Goldberg sostiene que todas las sociedades acep-
que subyace a tales propuestas. En el ámbito de tan la existencia de sentimientos en cuanto a que
los estudios sobre la masculinidad, aun autores la voluntad de la mujer “está algo subordinada”
motivados por la crítica al patriarcado (por a la del hombre, “y de que la autoridad general
ejemplo Campos y Salas; 2002: 29) combinan en las relaciones duales [hombre-mujer]2 y fami-
indistintamente el uso de ciertas propuestas con- liares, cualesquiera que sean los términos en que
servadoras con otras de carácter crítico, a pesar una determinada sociedad defina la autoridad,
de que su trasfondo teórico y político no las hace reside, en último término, en el varón” (Goldberg;
homologables. 1976:33). De esta suerte, todas las sociedades acep-
Bajo estas consideraciones, el presente tan la existencia de tales sentimientos y se adaptan
trabajo tiene como objetivo exponer algunas a ellos “mentalizando a los niños en este sentido,
de las perspectivas que abordan el tema de la porque no les queda más remedio que hacerlo”
masculinidad. La finalidad de esta tarea es (Goldberg; 1976:34; las cursivas son nuestras).
explicar algunos de sus supuestos teóricos, Según Goldberg (1976: 28), no se trata de
así como las implicaciones políticas que de enjuiciar lo que es bueno o lo que es malo, lo que
estos se derivan. Tal cuestión es de particular debería ser y lo que no debería ser. Esto se sale
importancia para analizar las posibilidades de del terreno de la ciencia y “la ciencia no puede
transformar nuestras masculinidades tradicio- validar o invalidar apreciaciones subjetivas”.
nales en otras anti-sexistas, anti-homofóbicas, Simple y sencillamente, “el dominio masculino
anti-racistas, anti-adultistas o, dicho en positivo, es universal; no hay sociedad que jamás haya
a otras en las que quepa la diversidad. dejado de adaptar lo que espera del hombre y de
Debemos aclarar que la pregunta respec- la mujer, así como los roles sociales correspon-
to de si son posibles otras masculinidades en dientes...” (Goldberg; 1976:32).
tales perspectivas no irá seguida, por ahora, de Con esta sentencia, y sin que resulte muy
una reflexión concerniente a los elementos que difícil de colegir, masculinidades distintas a la
podrían contribuir a este cambio. Esta es una patriarcal, y por supuesto nuevas feminidades,
tarea que merece un mayor espacio que el que no son posibles. Aquí, el principio del cambio es
disponemos en esta oportunidad. inexistente en cualquier sociedad. Precisamente
el principio de universalidad busca justificar esta
El patriarcado como determinación inamovilidad. Este mismo factor hace endeble su
planteamiento, pues se invalida ante la existencia
El autor Kennet Clatterbaugh (Gomáriz; de sociedades en que los principios patriarca-
1997: 19) ha identificado varias perspectivas den- les no operen o no hubiesen operado en algún
tro de los estudios sobre masculinidades. A una momento histórico. En este sentido, la evidencia
de ellas la denominó conservadora.. Uno de sus planteada por Gilmore (1994), como veremos
exponentes es Steven Goldberg quien con el título más adelante, invalida la validez del “razona-
de su libro, publicado por primera vez en 1973, miento” de Goldberg.
quiso sentenciar la Inevitabilidad del patriar-
cado. Goldberg (1976:31) definió al patriarcado La Novedad de lo Viejo: la masculinidad
como “toda organización política, económica, arquetípica o de la perpetuación de la mas-
religiosa o social, que relaciona la idea de autori- culinidad tradicional
dad y de liderazgo principalmente con el varón, y
en la que el varón desempeña la gran mayoría de Particularmente en los Estados Unidos,
los puestos de autoridad y dirección. parece haber cobrado cierta importancia un
Si bien su punto de partida podría ser acep-
tado, su conclusión dista de ser transformadora,
pues lejos de ser una definición que abone a 2 Los paréntesis con esta forma [ ] acotan nuestros pro-
la crítica, se constituye en una que apunta a pios comentarios dentro de las referencias textuales.
¿Son posibles otras masculinidades? Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 99

movimiento de corte conservador y neo-misógi- el Amante, quien está “cerca del inconsciente
no3, uno de cuyos textos traducidos al español se [lo que] significa estar cerca de los fuegos de
titula “La Nueva Masculinidad”4. la vida, a nivel biológico...” (Moore y Gillette;
Moore y Gillette, autores de este libro, han 1993: 137).
planteado que la crisis de la identidad masculina Es evidente que los arquetipos no entrañan
de nuestro tiempo tiene que ver con una falta de nada distinto al patriarcado, pues reproducen los
“conexión adecuada con las energías masculinas estereotipos de la masculinidad tradicional, así
profundas e instintivas, con los potenciales de la como su justificación biológica. Resulta curioso
masculinidad madura”. Según ellos, las conexio- en este planteamiento la forma contradictoria
nes masculinas con esos “potenciales están blo- en la que se mezclan los argumentos de tipo
queadas por el patriarcado mismo y por la crítica ahistórico con los de tipo pretendidamente his-
feminista a la poca masculinidad a la que pueden tórico. En efecto, por una parte ubican algunos
aferrarse (...) Este bloqueo se debe a la falta de fenómenos históricos, como el patriarcado y
un proceso de iniciación, significativo y trans- el feminismo, como presuntos inhibidores de
formador en sus vidas, mediante el cual podrían la “masculinidad madura”. Por otra parte, su
haber logrado un sentimiento de masculinidad”. propuesta política es ahistórica: la de despertar
Ubican a los rituales tribales de iniciación como “la masculinidad profunda e instintiva”. Así, el
la manera de potenciar la masculinidad madura presupuesto de los arquetipos en la propuesta
(Moore y Gillette; 1993: 18). de Moore y Gillette es de tipo esencialista. Este
En este proceso de iniciación, basado en la tipo de razonamiento se caracteriza por plantear
homosocialización, se excluye “lo femenino”. los hechos sociales de manera deshistorizada, es
Es de aquí que surgen los arquetipos de la mas- decir, como si no tuvieran un contexto social y
culinidad, los cuales son, según esta corriente, un tiempo concretos, a la manera del mundo de
“estructuras profundas de la psique masculina las ideas de Platón. Cambiar la masculinidad, en
madura”. Aquí aparecen el Rey, todopoderoso esta perspectiva, es más bien reforzar la existen-
y centro del universo. También el Guerrero, a te, es decir la patriarcal.
quien, a la manera del marine de guerra norte- Cabe agregar que estos autores no reconocen
americano, le concierne la “habilidad, el poder la degradación que ha significado para muchos
y la precisión”, “el control de lo psicológico y lo hombres los rituales de iniciación practicados de
físico, lo interior y lo exterior... la capacidad de manera particularmente cruel en ciertas culturas.
soportar el dolor...” (Moore y Gillette; 1993: 99). Efectivamente estos rituales han cobrado dimen-
La tercera forma de “masculinidad madura” es el siones de tortura y vejación, según las evidencias
Mago, arquetipo del pensamiento y la reflexión, retomadas por David Gilmore (1994).
cuya conformación de sí mismo “es inamovible Además de esta perspectiva conservadora,
en su estabilidad, centralizada y emocionalmente existe otra que ya ha sido reseñada en otro lugar
fría” (Moore y Gillette; 1993: 124). Finalmente (Gomáriz; 1997: 21). Se trata igualmente de un
movimiento surgido en los Estados Unidos bajo
el apelativo de Men’s Rights. Estos compartirían
3 La misoginia es el “odio o desprecio de lo femenino” con Moore y Gillette la idea de que el feminis-
(Jiménez y Quesada; 1996: 51). Esta corriente neo- mo sería nocivo para la masculinidad y del cual
misógina ha sido llamada “corriente mito-poética”
habría que defenderse. Los autores proponen que
(Cazés: 2001:43).
el sexismo perjudica a los hombres, por lo que
4 Resulta interesante hacer notar que el título original de habría que proponer normas que los protejan
la versión en ingles es “King, Warrior, Magician, Lover: “de las consiguientes injusticias, especialmente
Rediscovering the Archetypes of the Mature Masculine” en áreas como el divorcio, custodia de hijos y
(Rey, Guerrero, Mago, Amante: Redescubriendo los
violencia doméstica”.
Arquetipos de la Masuculinidad Madura). Muy posi-
blemente el título refleje el interés comercial de los Llama la atención que en Costa Rica se haya
editores de la traducción al español. Esto no lo exime conformado una asociación que parte de supues-
de su posición conservadora. tos análogos a los de Mens’ Rights, apelando al
100 Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 Mauricio Menjívar Ochoa

eslogan de “padres divorciados”. Su motivación en la “imaginería masculina”. Esta afirmación


ha girado en buena parte en torno a la arremetida podría sustentarse, por una parte, en una consta-
contra de los avances del movimiento feminista tación empírica, y por otra, en los supuestos teó-
y de mujeres en materia legal, particularmente ricos que sirven de punto de partida a Gilmore.
en violencia contra las mujeres y paternidad. Respecto del primer aspecto este autor encuentra
Uno de los planteamientos de este movimiento que en la mayoría de las sociedades para ser
es que estas leyes habrían perjudicado a los hom- un hombre “uno debe [cumplir tres aspectos:]
bres y por esto se oponen a nueva legislación que preñar a la mujer, proteger a los que dependen
busque mejorar la situación de las mujeres. Esta de él y mantener a los familiares”5 (Gilmore;
corriente no logra visualizar que no son tales 1994: 217). Para explicar estas semejanzas, sus
leyes las que limitan su paternidad, sino una supuestos teóricos parten de “la manera en
organización social basada, entre otras cosas, en que la dinámica intrapsíquica se relaciona con
la segmentación sexual del trabajo y por lo tanto, la organización social de la producción” (Gil-
de la crianza de niños y niñas. Sin mayor desa- more; 1994: 16). En primer lugar, el impulso
rrollo teórico, esta posición se encuentra atrin- “intrapsíquico” universal a huir, impediría que
cherada en el sentido común patriarcal, lo cual los hombres cumplieran con los requerimientos
le permite una convocatoria que con seguridad exigidos socialmente. Por esto este impulso se
ninguna otra corriente tiene en este momento. contrarresta con la construcción de la virilidad.
La virilidad está llamada a rendir según las
Hacerse hombre: La función social necesidades de sobrevivencia de la comunidad
de la virilidad (expresada en la tríada anterior), lo que depende
de la resolución de los aspectos productivos en
Para Goldberg y para Moore y Gillette, el marco de la adversidad y la escasez, y entraña
la masculinidad es explicable ya sea por una una desigual posición de poder entre hombres y
supuesta universalidad inherente a las socieda- mujeres.
des o por una universalidad de carácter intrap- Gilmore busca factores comunes en la virili-
síquico. Estas propuestas ahistóricas, por tanto, dad de los hombres en diferentes culturas. Pero,
parten del supuesto de que ser hombre es una a diferencia de la postura de Moore y Gillette,
especie de esencia. Para otros hay que explicarla concluye que es dudoso que exista una estructu-
más bien a partir de los contextos culturales en ra profunda de la masculinidad o un arquetipo
que surgen. global de la virilidad, pues existen evidencias
Para el antropólogo David Gilmore, en su que señalan que no todas las sociedades actúan
estudio “Hacerse hombre: Concepciones cultu- según el canon de virilidad bajo presión. Este
rales de la masculinidad”, diferentes culturas sería el caso de los semai y los tahitianos (Gil-
alrededor del mundo piden a los varones que more; 1994: 215). Mientras que los semai habrían
actúen como “hombres de verdad” mediante la encontrado que huir del peligro es una conducta
adopción de una “doctrina viril del logro”, que es que les permite sobrevivir, los tahitianos no
una “virilidad bajo presión” (Gilmore;1994:215). habrían contado con una escasez que impulsara
Se trata de una virilidad que condiciona a los a la sociedad a construir la virilidad. En este
hombres a la lucha en condiciones adversas y caso la noción de género deja de ser relevante,
precarias para sobrellevar la escasez de recur- en tanto no existen grandes distinciones entre la
sos, y que es fomentada para contrarrestar el identidad de hombres y mujeres, como tampoco
“impulso universal” de huir ante el peligro. Así, en el desempeño de los roles. Gilmore pondría en
a mayor escasez, mayor énfasis en la virilidad
(Idem.: 219). Se trata de un código de conducta
que promueve la sobrevivencia de la colectividad
5 Estos tres aspectos resultan problemáticos al examinar
(Idem.: 217). el tema de la “irresponsabilidad paterna” que tanta
Para este autor, más que de “universalidad” actualidad ha cobrado en Costa Rica. Para una discu-
habría que hablar de tendencias y paralelismos sión sobre el tema ver: Menjívar Ochoa (2002).
¿Son posibles otras masculinidades? Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 101

evidencia que ser marido, padre, amante, provee- Género y cultura: debates
dor y guerrero, lejos de depender de una estruc- y perspectivas dentro de las posturas
tura arquetípica sin historia y sin contexto, es críticas de la masculinidad tradicional
más bien una demanda social que puede variar.
Se trata de un artificio de la cultura. No todos los planteamientos que visualizan
El autor señala que su enfoque es “funcio- la masculinidad como una construcción social
nal”, pues argumenta que “los ideales mascu- conllevan conclusiones conservadoras como la
linos representan una contribución indispen- de Gilmore. Por el contrario, del argumento de la
sable tanto a la continuidad de los sistemas construcción social se derivan conclusiones críti-
sociales como a la integración psicológica de cas que abren posibilidades de cambio. Nuestro
los hombres a su comunidad”. Estos fenóme- interés en este último apartado es analizar algu-
nos son parte del “problema existencial del nos de los planteamientos que, bajo esta premisa,
orden que todas las sociedades deben resolver nos permiten “historizar” la masculinidad, es
animando a los individuos a actuar de cierta decir, entenderla como producto social en cons-
forma que faciliten tanto el desarrollo indi- tante transformación y sujeto de cambio en el
vidual como la adaptación del grupo. Los marco de relaciones sociales conflictivas.
papeles de cada sexo constituyen una de esas Habría que señalar que el punto de partida
conductas de resolución del problema” (Gil- sobre la construcción social de la masculinidad
more; 1994: 17). es el mismo supuesto que se encuentra en la
Ahora bien, ¿es posible cambiar esta virili- base de la propuesta feminista de Simone de
dad orientada por el logro?, o como lo plantea- Beauvoir, quien planteara en 1949 respecto de
ría el mismo Gilmore (1994: 224): “¿Significa la feminidad que “no se nace mujer, una se con-
(...) que nuestra masculinidad occidental es un vierte en mujer” (Carabí; 2000: 19). De manera
fraude innecesario y prescindible, como afir- análoga, el supuesto de fondo de los estudios que
man algunas feministas y ciertos defensores a continuación reseñaremos es que el hombre no
de la emancipación del hombre? ¿Estamos pre- nace, se hace.
parados para deshacernos de ella?”. La fuerte Michael Kimmel (1997: 49), por ejemplo,
influencia funcionalista de este autor le lleva- considera “a la masculinidad como un conjunto
ría a concluir que “mientras haya batallas por de significados siempre cambiantes que construi-
ganar, alturas por esclarecer y trabajo duro mos a través de nuestras relaciones con nosotros
por hacer, algunos de nosotros tendremos que mismos, con los otros, y con nuestro mundo”. Es
“actuar como hombres”. precisamente el carácter relacional de la mascu-
De su planteamiento se derivaría que, en linidad lo que le brinda su carácter de género.
la medida en que la virilidad es una cons-
Efectivamente, tanto la masculinidad como la
trucción altamente funcional es además una
feminidad son construcciones relativas; su cons-
construcción necesaria, al menos hasta que las
trucción social solo tiene sentido con referencia
condiciones sociales cambien. Sin embargo, la
al otro (Badinter; 1993: 25-26). En tanto históri-
trampa de esta conclusión radica en que, para
que las condiciones cambien, es necesario que ca, “la virilidad no es ni estática ni atemporal”
se constituyan sujetos sociales que impulsen (Kimmel; 1997: 49).
transformaciones y que realicen rupturas. Al A pesar de que estos son supuestos comu-
evadir abordar preguntas “para filósofos” (Gil- nes, algunas propuestas críticas recurren a defi-
more; 1994: 225), Gilmore pareciera llevarnos niciones esencialistas, mezcladas con definicio-
a un callejón sin salida. Y si bien con sus evi- nes normativas o de “deber ser” de la masculi-
dencias se invalida la pretendida universalidad nidad (Connell; 1997: 34-35). Tal es el caso de
del patriarcado de Goldberg, al igual que este Michael Kimmel, quien retoma la definición
esgrime una supuesta neutralidad de la ciencia, de virilidad de Robert Brannon que señala:
al pretender dejarla fuera del terreno de la pro- “¡Nada con asuntos de mujeres! (...) ¡Sea el
puesta de soluciones. timón principal! (...) ¡Sea fuerte como un roble!
102 Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 Mauricio Menjívar Ochoa

(...) ¡Mándelos al infierno!” (Menjívar Ochoa; imagen de masculinidad de aquellos hombres


2001: 2). A diferencia de lo que indicaría este que controlan el poder” (Kimmel; 1997: 50-51).
“tipo”, la masculinidad está siempre “asociada Se trataría de una imagen que intragenéricamet-
a contradicciones internas y rupturas históri- ne estaría en el terreno de la disputa, según se
cas” (Connell; 1997: 37). “Lejos de poder ser seguiría del planteamiento de Kimmel.
considerada como absoluto, la masculinidad (...) Precisamente en este terreno, un análisis
es a la vez relativa y reactiva” pues, como ha histórico nos demuestra que la emergencia de
propuesto Badinter (1993: 26 y subs.), en cuanto “nuevos” significados de ser hombre no necesa-
cambia la feminidad -lo que sucede cuando las riamente ha estado asociada a formas no-patriar-
mujeres redefinen su identidad frente a nuevas cales. A este respecto Kimmel (1994: 6-7) nos
aspiraciones o frente a cambios sociales de provee de un análisis para el caso de los Estados
tipo económico, militar, etc.- se desestabiliza Unidos que da muestra de tal situación. Según
la masculinidad. Esta desestabilización no solo este autor, alrededor de 1830 emerge una nueva
lleva a reacciones conservadoras del tipo Men’s concepción de la masculinidad que ha denomi-
Rights, sino que abre paso al cuestionamiento nado “la hombría comercial”, y que deriva su
para construcciones alternativas. identidad de su éxito en el mercado capitalista.
La mayoría de las perspectivas que hemos Esta nueva concepción se impone sobre los
denominado como críticas6 también comparten modelos de masculinidad predominantes en el
con las propuestas feministas el tema del poder siglo XVIII y principios del XIX: 1) el “Gentil
como categoría central de análisis. Esta catego- Patriarca”, propietario de tierras, elegante y
ría sirve, por una parte, para el análisis de las refinado, “devoto y cariñoso padre”, que pasa
relaciones intergenéricas, es decir, las relaciones mucho tiempo con su familia, (G. Washington
entre hombres y mujeres. Haciendo énfasis en y Thomas Jefferson son su prototipo); y 2) el
este sentido, Connell (1997: 37) propone para “Heroico Artesano”, que encarna la fuerza física
el caso “europeo/[norte]americano” que “el eje y “las virtudes republicanas” de los granjeros
principal del poder en el sistema del género (...) acomodados, de los artesanos urbanos indepen-
contemporáneo es la subordinación general de dientes y comerciantes.
las mujeres y la dominación de los hombres”. El “Hombre Comercial”, ausente de su casa y
Por otra parte, la categoría del poder también para sus hijos, se dedica al trabajo dentro de “un
ha servido para explicar las relaciones intragené- creciente ambiente homosocial –un mundo solo
ricas, es decir, las relaciones hombre-hombre. de hombres- en el cual se oponen unos contra los
Aquí entran en juego categorías diferenciadas otros”. Este nuevo tipo de hombre habría con-
de hombres, que son medidos respecto de una tribuido a la transformación de las condiciones
masculinidad hegemónica. Esta masculinidad que vuelven “anacrónico” al ahora “afeminado”
hegemónica es entendida por algunos7 como “la Gentil Patriarca, al tiempo que vuelve proletario
al antaño Artesano Heroico de Kimmel (1994:
7). Este análisis nos llama la atención sobre la
importancia de poner atención a los “nuevos”
6 Clatterbaugh (citado por Gomáriz; 1997: 20), para significados emergentes en los distintos períodos
referirse a las corrientes críticas habla de “perspecti- históricos. Pero aún más sobre la necesidad de
va profeminista”, que parte precisamente de la teoría
feminista para analizar la masculinidad, enfoque que
analizar en qué medida estos pueden conservar,
lleva aparejado el examen de la condición y situación
de la mujer. No obstante, existen otras perspectivas, la
de Elizabeth Badinter, por ejemplo, que sin ser femi-
nistas tienen un enfoque crítico. De ahí que prefiramos por ejemplo, al usar este término privilegia su carácter
referirnos al conjunto de tales planteamientos como intergenérico: “encarna la respuesta corrientemente
“perspectivas críticas”. aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado,
la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición
7 La acepción de masculinidad hegemónica varía de dominante de los hombres y la subordinación de las
acuerdo con la postura adoptada. Connell (1997: 39), mujeres”.
¿Son posibles otras masculinidades? Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 103

al igual que las masculinidades precedentes, hablarse de capitalismo patriarcal” (Gomáriz;


características patriarcales recreadas a la luz del 1997: 28). Es decir, el capitalismo patriarcal
contextos sociales cambiantes. definiría rasgos universales de “la” masculini-
También en el terreno de la disputa, pero a dad en regiones con historias tan disímiles como
diferencia del hombre comercial evidenciado por Estados Unidos y América Latina.
Kimmel, existen grupos que se han orientado Ya antes hemos discutido de las dificultades
a cuestionar el significado de ser hombre como y riesgo que entrañan los “universales”, y dado
tradicionalmente lo entiende el patriarcado. Esta que el interés de Gomáriz en este texto no es el
postura ha sido asumida por “grupos étnico- de indagar sobre el cambio, cabe preguntarnos
culturales”, así como por grupos homosexuales. sobre la posibilidad de reconfigurar las mas-
Critican “las ‘discusiones estandarizadas sobre culinidades en el marco de este “capitalismo
masculinidad que presumen de una masculini- patriarcal” tan avasallador de la diferencia y la
dad universal referida al hombre blanco, hetero- especificidad.
sexual y de clase media’” (Gomáriz; 1997: 22), Sin pretender agotar el tema, por una parte
esa masculinidad que es precisamente el legado es posible pensar que ciertas especificidades no
del Hombre Comercial. Si bien no contamos nos colocan necesariamente en el terreno de la
con mayor referencias sobre estos movimientos alteridad, de lo sustantivamente distinto en tanto
en nuestro contexto, en el caso de los Estados no-patriarcal. El hecho de poseer una opción
Unidos se habrían ubicado en esta perspectiva el sexual diferente, por ejemplo, no se deriva nece-
movimiento gay, así como autores afrodescen- sariamente en masculinidades plenamente con-
dientes, judíos y chicanos, que abogan por una trapuestas a la dominante. Es cierto que la homo-
perspectiva de análisis que considere la especi- sexualidad cuestiona una de las premisas básicas
ficidad. del patriarcado, es decir, la heterosexualidad. Sin
Contrapuestos a la perspectiva de la espe- embargo puede continuar llevando el fardo de la
cificidad, así como de la posibilidad de hablar compulsión sexual, de la falta del autocuidado
de masculinidades, otros han sostenido que más y de cuido a los demás (al respecto ver Quirós;
bien debe hablarse de masculinidad en singular. 2003), e incluso la violencia, tan característica de
En esta dirección, Enrique Gomáriz (1997) seña- las masculinidades dominantes.
la que ciertos resultados de tipo estadístico “fue- Por otra parte, el hecho de que las iden-
ron prácticamente universales” sobre el tema, al tidades gay no escapen al influjo patriarcal,
declarar que las áreas más importantes de la vida tampoco puede llevarnos a afirmar que estas
de una proporción alta de hombres es su ejercicio sean homologables, sin más, a las heterosexuales.
profesional, mientras que el de las mujeres es su Bien ha señalado Quirós que la discriminación y
familia. Con supuestos de fondo cuestionables, la estigmatización incide en la conformación de
con datos cuya interpretación no compartimos8 algunas identidades gay, lo cual, podría pensar-
y que resultan aún insuficientes dada la comple- se, no funciona de la misma forma en hombres
jidad del tema, la discusión queda zanjada dema- que se ajustan a la norma heterosexual. También
siado pronto con la afirmación de que “las deter- es posible señalar a partir de la vivencia de las
minaciones fundamentales de la construcción de contradicciones que entraña el patriarcado, que
la masculinidad se reproducen allí donde puede algunos hombres gay se movilizan en un sentido
que algo varía respecto del dominante9.
Las perspectivas de la especificidad y de la
masculinidad única nos llaman la atención res-
8 En otro lugar (Menjívar Ochoa: 2002) hemos sostenido pecto de una discusión de gran complejidad toda-
que no es posible sostener esta distinción tan tajan- vía insuficientemente fundamentada en nuestro
te que, según Gomáriz, identifica masculinidades y
feminidades. La forma en que Gomáriz interpreta los
datos estadísticos, o quizá un excesivo empiricismo, lo 9 Algunos testimonios de hombres gay sero-positivos
lleva a esconder el significado otorgado por los propios dan algunos indicios de esto (ver Quirós; 2003: 51). No
sujetos. obstante, mayor investigación es requerida.
104 Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 Mauricio Menjívar Ochoa

medio. Se encuentra en el centro de la pregunta de dominación. En el fondo de esta materia se


concerniente a si son posibles las masculinida- encuentra la discusión sobre los mecanismos
des distintas, por lo que exige mayor investi- que permiten que las personas interioricemos
gación y reflexión. Aunque de nuestra parte el y reproduzcamos el patriarcado. Para propiciar
asunto requiere de mayor asidero conceptual y este entendimiento, Kaufman ha acuñado el con-
empírico, es posible señalar que las perspectivas cepto de gender work, con el que busca mostrar
de la especificidad son muestra, en si mismas, el proceso de interiorización de las relaciones de
de la búsqueda de la alteridad en el terreno de género. Según Kaufman (1997: 69) “la elabora-
las relaciones de poder. ción individual del género, y nuestros propios
Efectivamente, y como hemos visto, hay comportamientos, contribuyen a fortalecer y a
que tener en cuenta que tradicionalmente las adaptar las instituciones y estructuras sociales de
relaciones de poder han implicado en la cotidia- tal manera que, consciente o inconscientemente,
nidad una disputa del significado de ser hombre ayudamos a preservar los sistemas patriarcales”.
frente a otros hombres, ya sea para recrear el También sobre este tema Pierre Bourdieu
patriarcado o para buscar formas alternativas. (2000), con una gran sofisticación, ha analizado
Debe tenerse en cuenta que en el marco de tales el proceso por el cual se naturalizan las relacio-
relaciones de poder, las masculinidades cultural- nes sociales, aspecto que también ha sido una de
mente dominantes son referentes que apelan a los las propuesta de algunos de los feminismos.
individuos a calzarse a sí mismos dentro de las Bourdieu (2000:21), señala que “la división
expectativas culturales. Michael Kaufman (1997: entre los sexos parece estar en el orden de las
67) ha sostenido, en un sentido similar, que el cosas, como se dice a veces para referirse a
poder es visto por los hombres no solo “como lo que es normal y natural, hasta el punto de
una posibilidad de imponer el control sobre ser inevitable: se presenta a un tiempo, en su
otros y [sino también] sobre nuestras indómitas estado objetivo...”. La casa por ejemplo “con
emociones”. todas sus partes sexuadas...” cocina=femenino,
No obstante, este proceso de dominación oficina=masculino.
de doble vía -esto es: hacia otros y hacia uno Este mundo social está incorporado ima-
mismo-, resultaría altamente contradictorio. Este ginariamente en nuestros cuerpos, en nuestros
autor profeminista sostiene que “actualmente las hábitos, en la forma en que percibimos, en el
recompensas de la masculinidad hegemónica son pensamiento y en la acción. Y como hemos
insuficientes para compensar el dolor que provoca sido socializados en esta división encontramos
en la vida de muchos hombres” (Kaufman; 1997: una clara “concordancia entre las estructuras
81), dolor expresado en la misma negación mas- objetivas y las estructuras cognitivas”, entre
culina de su propia emocionalidad plena, la cual cómo están conformadas las cosas y las formas
es subordinada frente el imperativo de dominar en que las conocemos, entre cómo transcurre
(Idem: 70). Así, en la medida que “el patriarcado el mundo y las expectativas que de este mundo
no es solo un problema para las mujeres” (Idem: tenemos. Seco/húmedo, duro/blando, público/
81), este autor pareciera abrir un portillo por privado, fuera/dentro encima/debajo, activo/pasi-
medio del cual los hombres podríamos encontrar vo aparecen con sentido objetivo en la forma en
motivación para implicarnos en el proceso de que nos representamos el mundo, en la forma en
cambio. Estos “dolores masculinos”, como algu- que consideramos que somos hombres y mujeres
nos han anotado, podrían llevar a cuestionar las (Bourdieu; 2000: 20),.
nociones tradicionales de la masculinidad. Según Bourdieu, esta forma social de ver
Para avanzar en este cuestionamiento resul- el mundo construye la diferencia anatómica. A
ta clave tener en cuenta otro de los elementos su vez, esta diferencia construida socialmente
abordados por los análisis críticos de la mas- se convierte en la prueba, en la garantía de que
culinidad. Se trata del entendimiento respecto existe una diferencia natural entre mujeres y
de la forma en que las relaciones sociales con- hombres. Esta justificación circular conduce a
forman la institucionalidad como mecanismo encerrar nuestro pensamiento en que es evidente
¿Son posibles otras masculinidades? Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 105

que las relaciones de dominación están inscritas propuestas, hemos visto, evaden las implicaciones
en el orden de lo natural y no de lo social. Es políticas que se derivan de sus planteamientos.
decir, tiene un referente en lo objetivo y en la sub- En el marco de una organización social
jetividad, en la forma en que conocemos. Es un fundamentada en la inequidad, el poder contar
factor clave en la “asimilación de la dominación” con argumentos cada vez más sólidos, coheren-
(Bourdieu; 2000: 36 y subs.). tes y fundamentados constituye un imperativo
De esta manera se inscriben las relacio- para avanzar hacia la igualdad de género, una
nes de dominación masculina en la naturaleza igualdad ajena a los esencialismos. Poner en
biológica, cuando en realidad se trata de la evidencia el carácter histórico de la dominación
naturalización de la dominación. Es una domi- masculina, y entender que a esta lógica responde
nación que responde a una construcción social la manera en que nos explicamos todas las cosas
(naturalizada) de relaciones históricas basadas del mundo, nuestra relación cotidiana con las
en la división sexual del mundo (Bourdieu; mujeres y con otros hombres, es un paso decisivo
2000: 37). Es una realidad construida antes en nuestra construcción como hombres sujetos de
de nacer, que nos recibe al momento del alum- cambio hacia masculinidades no patriarcales y
bramiento y nos configura desde el inicio de efectivamente igualitarias. De ahí que una revi-
nuestras vidas. sión crítica de los estudios y posturas sobre la(s)
Este es un imaginario que es necesario
masculinidad(es) sea una tarea siempre necesaria
trastocar si se desea apuntar hacia la alteridad.
para nuestra propia reconstrucción.
Y precisamente porque planteamientos como los
En este proceso de búsqueda queda claro,
de Bourdieu evidencian que la masculinidad es
de acuerdo con las perspectivas criticas, que
parte de un imaginario construido socialmente,
el significado de ser hombre es históricamente
y no una inherencia biológica de los cuerpos de
construido y que, en tanto tal, está en constan-
hombres y mujeres ni una esencia, es que tal rea-
te querella. Y aunque este conflicto no siempre
lidad puede ser trastocada a partir de la acción
humana. Ella puede abrir paso a la búsqueda de ha estado asociado a la emergencia de formas
formas de ser hombre que no propicien la opre- no-patriarcales de ser hombre, nos resulta
sión de otras ni de otros. evidente que la búsqueda de la alteridad nece-
sariamente implica entrar en el campo político,
es decir, en el terreno de la disputa. Es en este
Conclusión terreno en que se debe abonar a la creación
de nuevos significados, nuevos contenidos y
Particularmente a partir de la última década,
en nuestro medio se ha experimentado un inci- nuevas prácticas asociadas al hecho de “ser
piente aunque creciente interés en el tema de la hombre”.
masculinidad. Algunas personas han visto en esta Nos alienta la premisa de que no es posible
tendencia la posibilidad de contar con una inter- ampararnos en la supuesta neutralidad de la
locución crítica y receptiva que permita redoblar ciencia y que por lo tanto esta puede abonar a la
los avances hacia la equidad. Si bien esto ha sido discusión. Así, nos queda pendiente, por ahora,
así en algunos casos, la revisión de algunas de profundizar en la reflexión de los supuestos
las tesis de tales propuestas nos muestra que esta conceptuales, mecanismos concretos y expe-
interlocución no siempre está abierta. riencias ya avanzadas, que puedan contribuir a
Más bien, una parte de estos planteamientos la búsqueda de formas más satisfactorias y no
apuntan a perpetuar el estado de cosas. Posible- opresivas de ser hombre.
mente cualitativa y cuantitativamente estas pro-
puestas sean las menos, pero no por esto gozan Bibliografía
de menor aceptación. Aún más, son las que más
asidero poseen en la cultura patriarcal, y de ahí Badinter, E. 1993. XY, la identidad masculina.
que tengan más adeptos en ciertos medios. Otras Editorial Norma, Colombia. 346 p.
106 Rev. Reflexiones 83 (1): 97-106, ISSN: 1021-1209 / 2004 Mauricio Menjívar Ochoa

Bourdieu, P. 2000. La dominación masculina. Kaufman, M. 1997. Las experiencias contradicto-


Editorial Anagrama. Barcelona. rias del poder entre los hombres, pp. 63-81.
En: Valdés, T. y J. Olavarría. Masculinidad:
Campos, Á. y J.M, Salas, 2002. “Aspectos Poder y crisis. FLACSO-Chile, Santiago.
Teóricos-Conceptuales de la Masculinidad.
Retos en el Siglo XXI”, pp. 17-51. En Kimmel, M. 1997. Homofobia, temor, vergüen-
Campos, A. y J, Salas. Masculinidades za y silencio en la identidad masculina,
en Centroamérica. Lara Segura Editores: 49-62. En: Valdés, T. y J. Olavarría.
San José. Masculinidad: Poder y crisis. FLACSO-
Chile. Santiago.
Carabí, A, 2000. “Construyendo nuevas masculi-
nidades: una introducción”, pp. 15-27. En: Kimmel, M. 1994. Bosquejo preliminar del
Segarra, M. y A. Carabí,. Nuevas masculini- capítulo del libro Masculinidad: El Reto
dades. Icaria, Barcelona. Americano. Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales. UNAM, México, 26 p.
Cazés, D. 2001. “¿Y los hombres qué? Primera
parte”. En: Meridiam. No. 21: 40-45. Menjívar Ochoa, Mauricio. 2002. Actitudes
masculinas hacia la paternidad: entre
Conell, R.W.1997. La organización social de la las contradicciones del mandato y el
masculinidad, pp. 31-48. En: Valdés, T. involucramiento. Instituto Nacional de
y J. Olavarría. Masculinidades: Poder y las Mujeres, San José. 150 p.
crisis. FLACSO-Chile, Santiago.
Menjívar Ochoa, M. 2001. “Masculinidad y
Gilmore, D. 1994. Hacerse hombre. Concepciones poder”. Revista Espiga. Año II, No.4,
culturales de la masculinidad. Paidos, julio diciembre. 1-8. EUNED, San José.
Barcelona, 159 p.
Moore, R. y D. Gillette. 1993. La nueva mascu-
Goldberg, S. 1976. La inevitabilidad del patriar- linidad. Rey, guerrero, mago y amante.
cado. Alianza Editorial: Madrid, 271 p. Paidós, Barcelona, 173 p.

Gomáriz, E. 1997. Introducción a los estudios Quirós, E. 2003. ¡Aprendiendo una nueva
sobre Masculinidad. Centro Nacional para forma de vivir!. Estudio sobre mandatos
el Desarrollo de la Mujer y la Familia: San identitarios y Módulo para promover y
José, 127 p. defender el derecho a vivir una vida y
una sexualidad segura, co-responsable
Jiménez, R. y Quesada, E. 1996. Construcción de la y placentera en grupos de hombres que
identidad masculina. ILANUD, Programa tienen sexo con hombres (HSH). CIPAC.
Mujer, Justicia y género. San José. Diseño Editorial, San José. 80 p.

You might also like