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wow. menonitas.or9 Capitulo 3 Un vistazo alos siglos II y III Juan Driver, Lafeen la periferia dela historia: Una historia de pueblo cristiano desde la perspetiva delas movirrientas derestauracion y reforme radical «2Con todo, habria que sefialar que Plinio no era el observacior mejor calificado para opinar so- brela composicién social delas comunidades cris tianas, Hay mucha evidencia que apunta hada carécter humilde de sus miembros y la presencia en dladegrupos marginados. Atendgoras, 4 apologista, escribié: «Entre no- sotros, emipero, es fécil hallar a gentes sencilla, artesanos y vejezuelas, que si de palabra no son ‘apaces de poner de manifiesto la utilidad desu ‘diigién, la demuestran por las obras. Porque no se aprenden discursos de memoria, sino que mani- 2 Henry Bettenson, ed.: Documents theChristian Church, Oxford, Oxford University, 1967, p. 4 fiestan acciones buenas: no herir al quelos hiere, 1No perseguir en justicia al quelos despoja, dar a todo el que les pidey amar al préjimo como a si mismo» (Atendgoras: Legacicn en favor delos ris- tiands, 11). Tertuliano escribié en 197, en Cartago, {que «personas de uno y otro sexo, y de toda edad, condicién y, si, rango, estén pasando a la profe- sién dela fe cristiana> (Apdogial).* Si bien es certo quela iglesia primitiva estaba incorporando a algunas personas con bienes y con Cierto nivel de cultura, el nimero detos margina- dos en la Iglesia seguia siendo desproporciona- damente grande. Estos incluian esdavos, campe- sinos despojados desus tierras y desplazados a las grandes ciudades, pobres, viudas, huérfanos y mujeres, Segin la investigacién de Peter Lampe, hasta finales del siglo I! as comunidades cristia- nas en Roma estaban formadas principalmente de ‘esclavos y otras personas de las capas sociales ba- jas Segtin los escritos dela época, en las ensefian- as e instituciones nacientes de cristianismo, se- guia habiendo una predilecdén por los margina- dos Haciamediados dal siglo I! en Roma, Hermas reflejaen sus escritos cierta idealizacién dela po- breza, «Como viera, pues el Seior la mentede dilos.... mandé que se les recortaran sus riquezas, sin queles fueran ... quitadas del todo, a finde ‘que pudieran hacer algtin bien delo que les que- daba» Y aconseja alos catectimenos esperar hasta poder deshacerse de sus riquezas antes de proce der al bautismo. «Pero es preciso quese recorte de ellas este siglo y las vanidades desus riquezas, y entonces se adaptarén al reino de Dios. Porque ne- cesario es queentren en este reino, dado qued Sefior ha bendecido a esta raza inocente» (Her- mas: Comperacién Novena, 30, 5; 31, 2) En su apologia, Aristides escribié delaayuda mutua en la comunidad cristiana hacia mediados Daniel Ruiz Bueno: Padres apciogeas oriexs Madrid, Catélica, 1954, (Biblioteca de utores Cristianos), pp. 662-63. “Alexander Roberts, y James Donaldson, eds: TheAnte: NiceneFathers, val Ill, Buffalo, The Christian Litera: ‘ure, 1885, p. 17 » Citato por Robert Jewett: «A Social Profile of the Early Christians at Rome», Interpretation, vol. XLIM, nim. 3, Julio 1989, pp. 297-298. * Packes apostdicas pp. 1084-1086. wow. menonitas.or9 ded siglo Il. «Wo desprecian a la viuda, no contris- tan al huésfano; el quetiene, lesuministraabun- dantemente al que no tiene. Si ven a un forastero, lle acogen bajo su techo y se alegran con é como con un verdadero hermano. Porqueno selllarman hermanos segiin la carne, sino segiin el alma» (Aristides: Apdogia Segtin los fragmentos griegos, XV. 7)7 El autor dela EpistdadeBanabé cuando escri- bid en Alejandria hada fines del siglo I, advirtié a la iglesia contralos pdigros del camino del «ne- gro». En este camino estén los que «no atienden a laviuday al huésfano,... que aman la vanidad, ue persiguen la recompensa, queno se compade- cen del menesteroso, queno sufren con a atribu- lado, ... matadores de sus hijos por el abort ... que echan desi al necesitado, que sobrestribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos delos pobres, pecadores en todo» (Carta de Barna: bE XX, 2)" El culto en la Iglesia primitiva ‘A continuadién ofrecemos uno de los primeros (y delos pocos) testimonios, por parte de escrito- res no cristianos dea época, sobrela vida y las. précticas dela comunidad mesiénica primitiva, Bajo sospecha de actividades ilicitas, la iglesia fue 4 objeto de una investiga én oficial. El testimonio itado es partedeun informe enviado al empera- dor romano, Trajano, alrededor de afio 112. Lo queimpresiona a este observador secular, y no iniciado en los mistesios del incipiente movimien- to cristiano, es la retacion intima entre su culto ru- dimentario y su compromiso a la honradez en sus relaciones sociales y ala rectitud de vida. Los vo- tos asumidos por estos cristianos (luego los Ilama- rfan «sacramento») muy bien podrian parecerles tuna conspiraci6n a las autoridades imperiales. En realidad el bautismo cristiano primitivo compro- ‘metia de manera radical. Su alusién ala comida comiin era, sin duda, a Agape que los crstianos seguian celebrando los domingos en la noche, se- giin latradicién paulina «En un dfadesignado ellos acostumbraban re Unirse antes de a auroray recitar antifonalmente. un himno a Cristo, como si fueraa.un Dios, y hacer votos ano cometer ningiin crimen, sino abs- » Paces aplogetasariegos p. 131 © Paxires apestdlcas 809, tenerse dd hurto, del robo, del adulterio y dela infiddiidad; y a cumplir siempre la palabra empe- fiada. Al conduir esta ceremonia se marchaban ppara, luego, volverse a reunir para comer juntos tuna simple comida comin.» (CartadePlinio, gober- nador deBitinia, aTrajana,X, xcvi).? LaDidaché(titulo griego para él tratado, Dac- trinadelos Doce péstcles, que citamos a continua- Ci6n) es uno delos escritos poscanénicos mas an- tiguos que poseemos, escrito probablemente afi- nes dl siglo |. Una vez més, notamos la intima re- lacién que guardaban culto dela mesa dal Sefior y la calidad de las relaciones sociales en la comu- niidad, La auténtica participacién en la euceristia implicaba una reconciliadén con el compariero y una restauradién dellas relaciones en la familia de Dios. ‘*Reunidos cada dia del Sefior, partid él pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, afin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel, empero, que tenga contienda con su compayiero, no sejunte con vosotros hasta tanto 1no se hayan reconciliado, afin deque no se profa- ne vuestro sacrificio.» (Dectrina delos Dace Aptsto- les, XIV, 1-2. Laprimera Apdiagia de Justino Mértir refleja las actitudes y las précticas que caracterizaban ala Iglesia en Roma alrededor del aio 150. Aqui, otra vez notamos la relacién estrecha entre la celebra- ci6n conjunta dela eucaristiay el agape, y el re- pparto generoso de los bienes materiales quesigue inmediatamente después de compartir el pan y el vino. Senota también la atencién quese presta a los miembros marginados delas comunidades cristianas. Las viudas y los huérfanos, los enfer- mos y los necesitados, los encarcelados (por la persecucion oficial) y los forasteros, todos son ob- jetos especiales dela preocupacién comunitaria. “€ dia quese llama del sol se celebra una reu- niién detodos los que moran en las Gudades 0 en los campos, y alli seleen, en cuanto el tiempo permite, los recuerdos de los apéstoles 0 los escri- tos de los profetas. Luego, cuando al lector termi- na, el presidente, de palabra, hace una exhortacion einvitacién aque imitemos estos belos ejemplos. ‘Seguidamente, nos levantamos todos a unay ele- ® Bettenson, cp. ct, pp. 3-4. » Padres aposticas p. 9.

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