You are on page 1of 82

( i t ó s o d o s he àeredho

rparai u criminología

LAS DIMENSIONES
DE LA CRIMINALIDAD

MANUEL LOPEZ REY Y ARROJO

®
LAS DIMENSIONES
DE LA
CRIMINALIDAD
MANUEL LOPEZ REY Y A R R O J O

LAS DIMENSIONES
DE LA
CRIMINALIDAD

nwARCos
LIE«}®

f.
EDITORA
CORDOBA-
© Marcas Lerner Editora Córdoba SRL
Ayacucho 139, P. 2, Of. 6, 7 y 8 - 5000 - Córdoba
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11723

Printed in Argentina — Impreso en Argentina


INDICE

I Consideraciones previas . . . . . . 9
II El Panorama 15
III Conclusiones 33
LA POLICIA COMO ELEMENTO
DEL SISTEMA PENAL

I Introducción 37
II Relleno actual de los conceptos
seguridad del Estado y orden
público 41
III Los fundamentos sociopolíticos
del Sistema Penal . , , . , . , , , . . 55
IV Consideraciones finales 79
I. CONSIDERACIONES PREVIAS

A la hora actual la criminalidad se


ha convertido en uno de los problemas
socioeconómicos y políticos más graves
que como tal afecta prácticamente a toda
la población mundial. Pese a ello no se sa-
be con razonable certeza cuál es la exten-
sión de la misma. Las razones, o quizá sin-
razones, para tal desconocimiento son la
carencia de estadísticas criminales adecua-
dáTTseñaladamente las policiales, en la ma-
yor parte de los países y el hecho de que
aun existiendo no son siempre accesibles,
particularmente pero no sólo, bajo regí-
menes dictatoriales; a la persistencia de
creer o hacer creer que la criminalidad
se reduce a la de índole común, falsedad
hoy más evidente si tenemos en cuenta que
de 160 países independientes apenas si el
- 10 -

30% se hallan regidos democráticamente,


entendiendo por tal el serlo conforme a
los Principios y Fines de la Carta de las Na-
ciones Unidas y por la carencia de estudios
sobre las cifras obscuras de la criminalidad
no negras como a menudo se dice, que re-
quieren técnicas de investigación en mu-
chos respectos diferentes de las utilizadas
por el eminente precursor Oba. A la hora
actual, la criminalidad está constituida en
creciente proporción por la perpetrada ofi-
cial y semi-oficialinente, por afanes ideo-
lógicos, económicos y muchos otros en
los que el abuso de las diversas modalida-
des del poder es evidente. Añadamos que
en la sociedad postindustrial de nuestro
tiempo, en la que la ciencia y la tecnología
juegan papel manifiesto, la criminalidad
culposa aumenta tanto o mas rápidamente
que la intencional. El distingo entre crimi-
nalidad convencional y no convencional
es meramente operacional y no cambia el
hecho de qu.e toda criminalidad es de índo-
le común, es decir, se trata de algo que co-
rrientemente tiene lugar lo que, como ve-
remos, es evidente.
Desde sus comienzos, las Naciones
Unidas han tratado de determinar las di-
-11-

mensiones de la criminalidad tanto cuanti-


tativa como cualitativamente. A tal efecto, \
la primera encuesta se llevó a cabo en 1950
sometiendo a la Comisión Social un Infor-
me Estadístico sobre la Extensión de laJ^
Criminalidad (E/CN. 5/204) que fue segui-"
do por una segunda, conforme a una resolu-
ción de la Asamblea General en 1972 y una
tercera en 1985 cuyos datos fueron someti-
das al Vil Congreso de Prevención del
Crimen celebrado en Milán dicho año.
Aunque las tres merecen aplauso en ciertos
aspectos no así en otros, entre estos por la
manera en que fueron los cuestionarios
preparados, concentrados casi exclusiva-
mente en un grupo de delitos y tener como
fuente de información mayormente la gube-
namental. Teniendo en cuenta el número
de Estados Miembros en los respectivos
años podría decirse que en la primera en-
cuesta respondieron más gobiernos que en
la tercera en la que se recibieron solo 70
respuestas —de las que utilizaron 65— de
160 Estados Miembros o sea el 43%, mien-
tras en la primera cuando sólo habían 60
Miembros el 60% respondieron. Cabe pre-
guntarse si tal diferencia no se debe al enor-
me incremento de países con regímenes
- 12 -

dictatoriales. (1) En cuanto a los datos reu-


nidos cabe decir que no ofrecen bases fir-
mes de comparación y si bien 1a. criminali-
dad parece aumentar sus dimensiones no
aparecen claramente establecidos.
EI_ problema de las dimensiones de la
criminalidad presenta dos aspectos princi-
pales estrechamente relacionados, pero en
buena medida diferentes, uno atinente a la
criminal izacióo y otro al volumen de la cri-i
•i - ( ; V — '
minalidad cometida. El primero) se refiere a
los actos que se el aran previamente por
ley delictivos, exigencia que a la hora ac-
tual se halla e-rr-pafte eii_crisis manifiesta
dado que en(^China)>' un buen número de
países árabes eTprincipio nuUum crime sitie
previa lege no es aplicadojmesja jgenaliza-
ción criminal por analogía es admitida.
Ello permite concluir que a la hora actual
alrededor de una. cuarta parte de la pobla-
ción ii-HH-uiiai_Jio.j2cneficia de i a referida

(1) Para, detalles v. mi reciente publicación


(A Guide to United Nations Criminal Poli-
cy, 1985 en Cambridge Studies in Crimino-
logy y el Informe sobre Las Nuevas Dimen-
siones de la Criminalidad (A/CONF. 121/18)
Mayo 1985 sometido al VII Congreso, Mi-
lán 1985.
- 13 -

garantía. (2) El segundo relativo al cuanto


numérico de los delitos cometidas, es de-
cir, a las verdaderas dimensiones de la crimi-
nalidad. De este aspecto me ocupo aquí.
II. EL PANORAMA

E] análisis de los datos existentes,


que no se limitan a los contenidos en esta-
dísticas oficiales, muestra que la criminali-
dad en especial la llamada no convencional
aumenta en muchos países, en algunos rápi-
damente. Incluso en los países socialistas
ello es admitido en declaraciones mas o
menos oficiales hechas en periódicos y dis-
cursos. Refiriéndome sólo a la Unión So-
viética y a la criminalidad de índole común,
la cometida oficial o semjoficialiTiente es
tesoneramente negada, en Diciembre de
1983 Izvestia, con motivo del cambio del
jefe de policía de Moscú, dijo que "la cri-
minalidad era substancial en todo el país".
El 23 de Enero de 1984 Pravda se ocupó
extensamente de la creciente extensión de
la corrupción criminal que, pese a ser se-
- 16 -

veramente castigada, en ocasiones con la


pena capital, signe constituyendo un serio
problema criminal. En la reciente conme-
moración de la Revolución de Octubre,
Moscú 1985, el jefe de la KGB, Mr. Tche~
brikov, públicamente se refirió a dicho pro-
blema citando específicamente la corrup-
ción criminal, las malversaciones, los hurtos
y robos y el vandalismo —Le Monde, 8
Noviembre 1 9 85.
En los países no socialistas*, con esta-
dísticas mas o menos fiables, el aumento
de criminalidad es evidente. Tal es el caso
en los países escandinavos, la República
Federal Alemana, Francia, Reino Unido,
Canadá, Italia y Estados Unidos. En Espa-
ña los datos estadísticos contenidos en la
Memoria de Actividades de la Policía, 1983,
Dirección General de la Policía, muestran
un manifiesto aumento de la criminalidad
que m a l í . unamente se atribuye por algunos
a l.i < xi .ii-ni ia del régimen democrático en
Eiti.iñ.i, T.ilcs detractores pasan por alto
qiK los datos estadísticos eran cuidadosa-
inenic oculi.idos bajo el franquismo y que
mientes estudios muestran que bajo este
la criminalidad común iba en aumento y
cu mayor medida, la llamada no convencio-
- 17 -

nal en la que el abuso de poder jugó papel


esencial. Para detalles el lector es referido
a mi obra citada en la última nota y a mi
,"• —

anterior Criminalidad y Abuso de Poder, .


Madrid 1983.
Respecto a otros países, el análisis
de las estadísticas periódicamente publi-
cadas por la Organización Internacional
de Policía (Interpol) que se retiere a los
delitos de homicidio, lesiones, delitos
sexuales, robo, hurto y fraude muestra
que aunque se dan fluctuaciones, el aumen-
to de la criminalidad es evidente en no po-
cos de ios países incluidos que en la última
publicada, concerniente al año 1980, abar-
caba 66 xoaíses.
Las dificultades en obtener datos es-
tadísticos criminales policiales de 160 paí-
ses son obvias, pero cabe preguntarse si
tentativamente y habida cuenta de las fuen-
tes de información existentes más o menos
fiables no se puede llegar a establecer las
dimensiones numéricas mínimas de la cri-
minalidad a nivel mundial. Por mi parte,
lo he intentado teniendo en cuenta como
punto de partida los datos obtenidos por
las Naciones Unidas, los regularmente pu-
blicados por Interpol, las estadísticas cri-
- 18 -

mínales policiales de 25 países desarrolla-


dos . desarrollo aunque la mayor par-
te pertenecían a los primeros, y los datos
contenidos en buen número de encuestas,
publicacionesdiversas y í-esúmenes que,
con respecto a los delitos de homicidio, le-
siones, delitos sexuales, robo, Hurto y frau-
dé - ya~cítados, el monto de los cualescono-
cidos por la policía en 66 países con una
población de 1.730 millones en i 980, al-
canzaba la cifra en números redondos, de
39jmj[k> nes de hechos delictivos.
Hoy existen 160 países con una po-
blación total de aproximadamente 4500
millones y cabe preguntarse hasta qué
punto las cifras antecitadas pueden pro-
yectarse_ejLÍgs 94 países no comprendidos
en estadística" de Interpól), que poseen
una población conjunta de 2.770 millo-
nes. T.as objeciones son numerosas ya
que si bien la población es uno de los ele-
mentos esenciales no esel único que debe
tenerse _er¡_. cuenta. Mi investigación^ no
exenta de serias dificultades, muestra que
si bien entre los dos grupos de países, uno
constituido por 66 y el otro por los res-
tantes 94 se dan a veces marcada discre :
panciaji_entre el monto de la población y
-19 -

el de la criminalidad correspondiente,
pero también se dan ciertas similitudes
respecto a los delitos enumerados. Las
mayores similitudes son que en todos
ellos los delitos mencionados forman par-
te de las legislaciones penales correspon-
dientes y que a dichos delitos se refieren
generalmente las estadísticas y las referen-
cias criminológicas consultadas. Respecto
a los datos estadísticos cabe añadir que en
cuanto a los países no incluidos en los da-
tos de Interpol se dan cifras que confirman
la posibilidad de comparaciones con los
incluidos en las estadísticas de aquél. Res-
pecto a las variaciones que pueda introdu-
cir la concentración de criminalidad en las
grandes áreas urbanas^ señalaré que en los
países en desarrollo su creciente urbaniza-
ción tiende a ¿¿ffirgp-Pt3-1" cr nj^ixdid.u 1
(^Talgunos de ío^^litoscitadorparüciuar-
mente lesiones, robos y hurtos. Como vere-
mos se dan también manifiestas discrepan-
cias, pero tras paciente análisis las dimen-
siones aquí sometidas se hallan razonable
mente fundamentadas.
La conclusión es que los delitos enu-
merados conocidos por la policía en 1980
en 160 países desarrollados o no, capitalis-
- 20 -

tas o socialistas —términos que admiten una


diversidad de tonalidades- no fue inferior
a 97 millones en una población aproxima-
da de 4.500 millones. La cifra no puede
estimarse como exagerada y puede añadir-
se que probablemente no menos del 60%
de los 97 millones indicados se refieren a
delitos contra la propiedad de muy diver-
sa gravedad.
Sin entrar aquí en detalles, pero en
apoyo de lo expuesto, ad exemplum diré
que e l j n o n t o conjunto de los delitos enu-
merados en los Estados Unidos y la Unión
Soviética en el referido año no fue inferior
a 30 millones, total que grosso modo pue-
de dividirse por mitad
pais aunque ésto probablemente se negará
por un buen número de profesionales so-
viéticos que sólo en raras ocasiones tienen
acceso a las estadísticas policiales de su
país. A este respecto el lector es referido
al reciente libro The Soviet System of Jus-
tice. Figures and Policy, 1985, por Ger P.
van Berg de la. Universidad de Leyden, que
contiene abundante información pero ésta
no es de índole policial, sino judicial como
el autor advierte. Con todo el análisis de
la última permite llegar a ciertas conclu-
-21-

siones ya que se da una cierta relación en-


tre la actividad judicial y la previamente
pjolicial. Por otra parte, como el libro indi-
ca, se ha de tener en cuenta que en la
Unión Soviética la sanción penal se lleva,
a veces, a cabo, extrajudicialmente. Con
anterioridad, Michael liuny&o en su intere-
sante volumen Life imRussia,}\ 1983, ofrece
bastante información sobre sa problema de ~~
la criminalidad en dicho país que aumenta,
particularmente, en las áreas urbanas. Tal
es el caso, entre otros, el del fraude como
consecuencia def'excesivo c o n t o ^ y ^ d e la
alta burocratización existente• (3)
* Respecto ^ Chinadlos Hatos estadísti-

(3) EÍ térmmq_fraude~|ia de entenderse amplia-


mente y en ocasiones se manifiesta en una
diversidad de formas de apoderamiento de /
la propiedad estatal. Se lleva a cabo muchas
veces mediante el uso del blat que es un
término elástico que significa regalo, presen-
te o dádiva que se da a toda persona con
una cierta influencia o poder burocrático a
fin de lograr ln que se desea que puede ir
desde la entrega de algo bastaba prestación
indebid^de3n_jservicÍQ. Ellblatjsc practica
incluso de antemano, es deciFf'antes de que
se necesite algo a fin de lograrlo cuando lie- ¿
gue el momento. /
- 22 -

eos escasean, pero existe información su-


ficiente y fiable para concluir que la,crimi-
nalidad ha aumentado en los últimos años
y que la existente durante la llamada guerra
cultural fue extensa y grave. A la hora ac-
tual. particularmente a partir de'i'982. el
recrudecimiento de hs mandones penales,
tras procedimientos a veces sumarios, han
dado Jugar a la constante mención de que
las(penas}han de imponerse rápidamente.
es decir, kuai y con severidad, yau. (4)
Respecto a 1980 el monto global de
los delitos enumerados conocidos por la
policía de Inglaterra, República Federal
Alemana, Francia y Canadá, no fue infe-
rior a los diez millones y añadiré que exis-
te un grupo no pequeño de países en los
que el total de los delitos mencionados
conocidos por la policía en el repetido
año no es inferior en cada uno de ellos
a un millón.
Por otro lado, es preciso admitir que,

(4) V. el excelente estudio L'évolution récente


de la politique criminelle en Chine Populai-
re, por Tsien Tch-hao, Maitre de Reclierches
en el Centro Nacional de la Investigación
Científica, París, publicado en Archives
de Politique Criminelle, Paris, 1985.
estadísticamente» se dan ciertos contras-
tes que es_jrecigc^g^^ninar, detenidamente,
antes de aceptar como Fiables el índice de
población y los datos publicados oficial-,
mmte. Uno de los contrastes más chocan-
tes lo da la comparación estadística poli-
cial de los indicados delitos entrfe Egipto
e India. En el primero, en 1980, y en cifra
redonda, los conocidos por la policía fue-
ron 1.900.000 y en el segundo sólo
1.400.000. La población del primero es 41
millones y la dei st^uncTo 6 51__millones,
Cualquiera que haya manejado las estadísti-
cas criminales de la India sabe que las mis-
mas son marcadamente incompletas y ello
es admitido oficialmente. Dicha escasa Ha-
bilidad que no es única, ha sido tenido en
cuenta en mis comparaciones.

La conclusión es que pese a las dificul-


tades existentes la cifra de 97 millones de
los hechos delictivos indicados conocidos
por la policía en 1 980 puede aceptarse co-
mo un mínimo mundial que si peca de algo
es de ser excesivamente mínimo. Ahora

obscuras de los siete delitos dichos. La


Slñántemaa en algunos países de que
_ 24 -

la policía conoce la mayoría de los delitos


cometidos o que la cifra negra de los mis-
mos no excede del doble de la conocida
—ambas recientemente sostenidas en los
Estados Unidos con mas buenos deseos que
razonamiento adecuado— no merece ser
considerada. Sí se tiene presente la crimi-
nalidad. oficial, señaladamente en cuanto
a los "desaparecidos" atañe, el índice
tradicional -de cifra obscura del homicidio
entre 1 y 3 se ha quedado, en cuanto al 3
se refiere, bastante atrás en no pocos paí-
ses. Por otra parte, si bien los índices de
cifras obscuras tienen valor en algunos su-
puestos no así en otros. A la hora actual
en no pocos países algunos de ios altos ín-
dices del pasado que alcanzaban las cifras
de 250, 500 y 1.000 en los casos de delitos
sexuales y contra la propiedad han sido hoy
día sobrepasados. (5) Tras no poco com-
parar y cavilar llegué a la conclusión de
que si se tomaba como índice de cifra obs-
cura general el de diez para los 97 millones
antecitados, la conclusión sería que en

(5) Respecto a España v. Evolución social,


criminalidad y cambio político en Espa-
ña, 1984, por A. Serrano Gómez mi Com-
pendio citado.
- 25 -

1980 la cifra obscura global a nivel mun-


dial no sería inferior a 970 millones que
agregados a los 97 citados conocidos pol-
la policía hacen un total de 1.067 millo-
nes como dimensión numérica de la cri-
minalidad enumerada.
La cifra es impresionante, pero no
exagerada, en realidad conforme a lo ex-
puesto representa un mínimo acentuado
que, sin duda, será objetado, pero la ob-
jeción debe basarse en datos adecuados
y no meramente en rechazo verbalista.
He de repetir que probablemente, a nivel
mundial, con más o menos fluctuaciones,
eT 60% de la criminalidad indicada está
constituida por delitos contra la propic-
dad que, por otra parte, no pueden des
cariarse dada su variada gravedad y con-
secuencias económicas en personas de mo-
desta o pobre condición y aún en la eco-
nomía general en ciertos casos. .,
Sin entrar en detalles, por carencia .
de espacio, diré que las dimensiones de la ^
^ victimización^correspondiente son ,al me-
nos,el doble lo que no significa que cada
victimización implica una persona distinta
ya que ésta puede ser victirniz^a_ mjs^ de
una vez y ello ocurre cada vez más fre-
- 26 -

cuentemente en las grandes áreas urbanas.


Para detalles, el lector es remitido a mi
Cuide y Compendio mencionados. Aquí
añadiré que a menudo los victimizados cri-
minalmente ignoran su condición de tales,
„la aceptan o se resignan sin aceptarla ante
ella.
Respecto ai delincuente, su número
a nivel mundial no es fácil de establecer,
pero ciertamente no es menor que la cifra
antecitada incluso si un mismo delincuente
comete repetidamente delitos. Otro as-
pecto importante, pero no siempre tenido
en cuenta, particularmente respecto a de-
terminadas modalidades de criminalidad
oficial, semi-oficial, ideológica, económica
y , aun religiosa —no olvidemos el funda-
mentalismo religioso imperante en algu-
nos países— es que los delincuentes se dan
hoy más frecuentemente que antes en las
altas esferas política, ideológica, económi-
ca, industrial, laboral y demás. Ciertamen-
te, algunos jefes de Estado raramente co-
meten delitos por si mismos pero los ha-
cen cometer. Esta y otras cuestiones plan-
tcan la validez de la rehabilitación o reinser-
(ión del criminal como finalidad de la jus-
ticia penal, una y otra bastante desacredi-
- 27 -

tadas. Más y más se afirma que la finalidad


de aquella es una justicia social de la que
me ocupado repetidamente. También que
la criminalidad organizada, término éste
que admite una serie de variaciones, es cada
vez más manifiesta en la sociedad postin-
dustria'i y más tecnológicamente prepara-
da que antes cual corresponde a Ja índole
de dicha sociedad.
Por último, citaré el problema enor-
memente complejo del costo de la crimi-
nalidad de nuestro tiempo que no cabe ya
confinar a las partidas del presupuesto
asignadas a los diversos ministerios que se
ocupan de la criminalidad. El costo abarca
además los de asistencia, compensación,
salarios o sueldos perdidos difícilmente
recuperables en no pocos casos, pérdidas
económicas diversas y cómo afecta la cri-
minalidad ciertas áreas del desarrollo del
país. Tras no poca indagación llegué a la
conclusión de que, como promedio modes-
to, el costo de cada delito de los aquí
considerados no es inferior a us$ 1.000. La
cifra difícilmente puede estimarse como ex-
cesiva dado lo que ha de entenderse por
costo í cuando el término se refiere al fenó-
.... a ^
meno sociopolítico criminalidad. Sin duda,
- 28 -

un cierto número de hurtos, fraudes y aun


robos no alcanzan intrínsecamente dicho
monto, pero,conforme a lo dicho,el mismo
no es el único a estimar en un análisis de
costo.
En suma, las cifras aquí sometidas
pueden ser rechazadas, pero han de produ-
cirse otras debidamente fundadas para que
sean retiradas. Insistiré que las cifras se re-
fieren sólo a una parte limitada de las di-
mensiones de la criminaHdad. Habría que
agregar los delitos cada vez más numerosos
derivados de las múltiples modalidades del
abuso criminal del poder, típicas de la so-
ciedad postindustrial de nuestro tiempo en
la que la concentración económica es ma -
nifiesta en el poder creciente de algunas
multinacionales. También los delitos contra
la seguridad del Estado, en algunos supues-
! tos de la región, provincia o departamento,
el orden público, los de índole fiscal, con-
tra la administración general y la justicia
penal en particular, falsificaciones, conta-
minación, destrucción del mundo circun-
dante o ambiental y otros muchos delitos
definidos por códigos y leyes penales di-
versas. Al presente, la extensión y costo
del terrorismo de arriba y abajo es enor-
-29 -

me, pero poco se ha hecho para determi-


narla siquiera tentativamente.
El Informe Ejecuciones sumarias y
arbitrarias. fE/CN. 4/16, 1983) sometido
a la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas muestra cumplidamente
que el número de personas "desapareci-
, : —r— —: •*
das
A i - en los últimos
—— - quince
' años
' en treinta-
mjju-jna.il
y ocho países no fue inferior a dos millo-
nes. Si se tiene en cuenta que, conforme a
la práctica documental de las Naciones Uni-
das, dicha cifra ha de estimarse prudencial-
mente reducida es obvio que dicha crimina-
lidad es mucho más extensa que la cifra
indicada. El examen de otros documentos
e informes llevado a cabo por quien escribe
en los dos últimos años muestra que a los
treinta y ocho países habría que añadir
veintidós más haciendo un total de sesenta
en los cuales las ejecuciones arbitrarias,
no pocas dando lugar a una "desaparición",
siguen practicándose. Es difícil establecer
siquiera tentativamente el número de víc-
timas, pero, ciertamente, en los últimos
quince años sobrepasa en mucho la cifra
antecitada. Dicha criminalidad fue deplo-
rada y condenada por el Sexto Congreso
de las Naciones Unidas, Caracas 1980 — v.
- 30 -

su resolución N ° 5 en la que se hace espe-


cífica referencia ajjpag^jj^p12 j u e g a n e n di-
cha criminalidad las fuerzas armadas, los
encargados de aplicar la ley y organizacio-
nes paramilitares o políticamente organi-
zadas.
Habría también que agregar los deli-
tog que se mueven mayormente a un nivel
internacional como son los de guerra, agre-
sión, contra la paz y humanidad, abuso de
privilegios diplomáticos, espionaje y otros.
Papel cada vez más significativo lo juega la
criminalidad organizada, particularmente
r £5P ect £L a _ u n a variedad de tráficos ilícitos

cuya extensión ¡es facilitada por la corrup-


ción criminal en altos y medianos sectores
dirigentes.
En suma, la extensión de la criminali-
dad en todas sus modalidades aumenta por
doquier en parte consecuencia de un cre-
s> cíente desorden internacional-nacional del
que me he ocupado en el pasado. Incluso
si las dimensiones aquí avanzadas son redu-
cidas, el problema de la criminalidad es lo
suficientemente extenso y grave para mere-
cer una atención que hasta ahora se ha refe-
rido casi exclusivamente al aspecto[cualita-
tivo| de dichas dimensiones que aunque im-
- 31 -

portante lia de_^examinarse en conjunción


con la apreciación numérica de las mismas.
Terminaré diciendo que, según mis'
cálculos, detalles sobre las cuales pueden
hallarse en mis obras antecitadas, la dimen-
sión de la criminalidad común en España
en 1982 habría sido en cifra redonda, de
cinco millones. Incluso, si un gran porcen-
taje son delitos contra la propiedad, la im-
n 'i • jviv-
pwj.iaiit.ia , icio
1/, p ^uaiuivo
tiíi^iKl íip /límai, íii, LUta-

les de la criminalidad, que abordarían otros


delitos que los aquí considerados, es mani-
fiesta. En tanto no se ha intentado aún
una investigación oficial sobre dichas di-
mensiones que es necesaria si se quiere lle-
var a cabo una adecuada política criminal
que no consiste ciertamente en promulgar
más y más leyes orgánicas sin la debida
coordinación y planificación.
III. CONCLUSIONES

Lo expuesto lo ha sido en forma su-


maria cual corresponde a un trabajo con
propósito indicativo. Su concisión facilita
la crítica que es bienvenida si basada en
hechos refutádores y no en consideracio-
nes teóricas. Como he indicado, las cifras
son el resultado de una investigación en la
que sigo trabajando.
Sumariamente expuestas las conclu-
siones son las siguientes:
(^"iJiEn tanto cada país no tenga una
idea 'razonablemente aproximada de ja^ex-
tensión de su criminalidad, la política cri-
minal que se haga no dará el resultado es-
perado, será innecesariamente costosa_y
facilitará tTTncremc nto de dejterminadas
modalidades de la criminalidad,. A nivel
internacional, los esfuerzos, meritorios en
- 34 -

muchos casos, de las Naciones Unidas han


de completarse con una investigación ade-
cuada de las dimensiones numéricas de la
criminalidad a nivel mundial. Ciertamente,
los documentos preparados y sometidos
al Vil Congreso, Milán 1985, sobre las di-
mensiones de la criminalidad son intere-
santes, pero no permiten una apreciación
práctica a efectos de política criminal de
cómo debe llevarse a cabo la prevención
del crimen e instaurar el Nuevo Orden In-
ternacional - Nacional de Justicia penal
que se precisa,
^2^)Dado que la criminalidad es inhe-
rente a todo^jJaís, aunque se niegue poFlos
que afirman que el crimen desaparecerá
bajo ciertos regímenes, lo clcseajjjc^es que
se determine dentro de límites debidamen-
te fundados cuál es el monto de crimina-
lidad que un país puede soportar sin ser
seriamente perturbado en su desarrollo,
término este que no ha de entenderse sólo
económicamente. Aquí también sería de-
seable que las Naciones Unidas se ocupen
de esta cuestión en vez de seguir repitien-
do las referencias aT contexto del des-
arrollo y de un Nuevo Orden Económico
Internacional que se proclama desde hace
- 35 -

años, pero que no ha sido aun formulado


en fq|rna adecuada.
3. A la hora actual las administra-
[cioTies^dé justicia penal existentes son cada
vez ['menos capaces de enfrentarse con el
j fenómeno criminalidad lo. que no es de ex
trañar en cuanto se ha Han enraizadas en
conceptos y enfoques del siglo XIX y co
mienzos del XX. Se precisa ir a una estruc
t ur ación ^sistèmica cíe dicha justicia lo qü
ciertamente ha sioosubrayado por las Na-
ciones Uñidas más de una vez. Dicha es-
tructuración deberá ser profunda, requiere
planificación previa y que en esta no in-
tetvengan solo los profesionales del Dere-
cho, lo que ya fue recomendado por el
Segujido Congreso, Londres 1960.
í 4. Como instrumento importante den
tro de la sociedad postindustrial cada vez
más tecnológicamente concebida, no siem-
pre en forma adecuad^,! el control elec-
trónico del delincuente, [dentro de un cua-
dro adecuado de garantías de los derechos
humanos individuales y colectivos, ha de
introducirse si se quiere hacer efectiva una
justicia social penal y reducir considerable-
mente los gastos y reducir el lamentable
espectáculo de que en un numero ere-
- 36 -

cíente de países la población penal en es-


pera de ser juzgada supera la condenada.
La extensión de ésta podría notablemente
reducirse con el uso del control electrónico
que a fin de evitar suspicacias prematuras,
no exige inserción alguna en el cuerpo hu-
mano. En éste,respecto,mis recientes discu-
siones con un grupo de expertos del Conse-
j o Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid, me afirman en tal posibilidad, y
5. Operacionalmente, los Institutos
Regionales de las Naciones Unidas debe-
rían emprender la investigación de las
dimensiones de la criminalidad en sus res-
pectivas regiones. A este respecto señalaré
que (iLANUDy Costa Rica, ha tenido ini-
ciativas como la relativa .pobladón
penal en espera de ser juzgada., que mere-
cenliplauso. Esperemos que éste se repita
al iniciarse la investigación aquí sugerida.
LA POLICIA COMO ELEMENTO
DEL SISTEMA PENAL

I. INTRODUCCION

La literatura sobre la policía como ele-


mento integrante del sistema penal es es-
casa y todavía más en los países de habla
española a los que va dirigido mayormente
este trabajo. Los temas generalmente tra-
tados son la selección y formación del
personal, cuestiones de organización y
competencia y policía judicial. Casi siempre
-38 -

se parte del supuesto de que(la policía es


u t lL actividad del Estado cuya organiza-

ción depende del Ministerio del Interior,


de Gobierno o su equivalente y en ciertos

cuanto a Ía^policía judicial se la hace depen-


der del ministerio público o de los tribuna-
les o de los dos y en algún paísdel ministe-
„dü-de-justidar— t ____——

En el presente] la función policial se


halla bajo severo criticismo a nivel nacional
e internacional. En ambos se la acusa de
inefectividad, de servilidad política, de vio-
lación criminal de los derechos humanos y
de que en lo que atañe a la investigación del
hecho delictivo se confina casi exclusiva-
mente en el cometido por los de abajo y
que en tan limitada área los índices de
esclarecimiento lejos de aumentar disminu-
yen en la mayoría de los casos. En e ^ V J
Congreso de las Naciones Unidas sobre Pre-
vención del Crimen y Tratamiento del
]3eTincuenH7~Ginebra 1975, se evidenció
•.J—HI II I ••
!• —
que en muchos supuestos el criticismo se
hallaba justificado y se recomendó que se
siguiera adelante con la preparación de un
^'código éticcT de conducta poficial jque_ aún
aprobado no dará el resultado esperado, pe-
- 39 -

ro servirá de excusa para mostrar que algo


se hace para remediar una situación que re-
quiere mucho más que tal código. Justo es
señalar que clfdescrédito^policial no se debe
sólo a la policía pues es en parte derivado
del que a su vez sufrén los otros elementos
del sistema_penal, es decir, jueces, minis-
terio público y el servicio de prisiones.
En bastantes países los gobiernos ha-
blan o se ocupan de la reforma policial. Lo
que se dice o proyecta revela frecuentemen-
te serios confusionismos conceptuales, la
coirtimiidad de trillados senderos, una serie
de promesas que difícilmente se cumplirán
y nna pérdida, seria del esfuerzo, tiempo y
dinero sin gran beneficio para la comunidad
nacional e internacional.
c-
El estudio aquí intentado trata de
clarificar la situación existente respecto a la
función policial v ver hasta qué punto la
confusión y costo en tiempo, esfuerzo y
dinero podría considerablemente reducirse
si la función policial fuera elevada en su
condición y buena parte de ella integrada
en el sistema penal del que hasta ahora se
halla excluida pese a las referencias que se
hacen a la policía judicial.
¡
II. REI,LEÑO ACTUAL DE LOS
CONCEPTOS SEGURIDAD DEL
ESTADO Y ORDEN PUBLICO

Tradicionalmente, la función j ^ i c i a l
se diversifica en la protección de la seguri-
dad o existencia del Estado o en el mante-
nimiento del orden público y en la investi-
gación del Lecho delictivo. Tales activida-
des son" aspeetos~3e un mismo todo, pero
como se verá una buena parte de ellas de-
ben pasar definitivamente ai sistema penal.
La protección penal de la seguridad
o existencia deTEstalIo constituye el funda-
mento de la protección policial del mismo
niin^iilfl
a-Líii.tj Ltv. a«
cii Knat.
uuun «/i m
jiu.iiJit-1 vj ^tac*
a M O íoac ta AüVJ.t-'n-
jjdia^s
le dictatorial del régimen hace frecuente
caso omiso de los preceptos jurídiro-ppna-
les. La" expresión seguridad del Estado) y
'^órganoTcle seguridad!del"mismo se afirma
- 42 -

teórica,/y prácticamente en la segunda mi-


' tad del siglo XIX, ¡particularmente en Eu-
ropa, con el afianzamiento de la sociedad
industrial y el de sus clases dirigentes. Tal
afirmación explica que en los códigos pe-
nales de entonces y una parte de los que
se presentan como modernos, la protección
penal de dicha existencia ocupe el primer
lugar en la Parte Especial de dichos códigos.
Aunque en algunos el orden es invertido y
se comienza por los delitos contra las per-
sonas, la inversión és más aparente que real
y para ello basta echar una ojeada a la ex-
tensión de los preceptos que se otorgan a la
protección del Estado y la índole de las
sanciones correspondientes. La inversión ha
sido mantenida por los códigos de Costa
Rica 1970, Bolivia 1972 y Guatemala 1973.
s El proyecto oficial para Bolivia redactado
por quien escribe en 1943, abandonaba el
trillado camino y partía de los delitos con-
tra la organización del pueblo boliviano
jun^ctajmyas modalidades es el Estado. La
iniciativa fue ignorada en la final-redacción
del Código Penal. El anteproyecto de có-
' penal español, noviembre 1978, sigue
el sistemadle la inversión y ello pese a que
la Constitución en su art. 117 claramente
-43-

establcce que la iusticia emana del pueblo.


Es significativo señalar que mientras otras
instituciones, entre ellas el consabido Es-
tado, aparecen con mayúscula en el texto
oficial, la expresión pueblo aparece en mi-
núscula y seguida inmediatamente por las
del Rey, Jueces. Magistrados, Tribunales y
Ministerio Fiscal.
Los tratadistas raramente se ocupan
de hacer un distingo entre Pueblo, Comu-
nidad, Sociedad y Estado^ inclinándose
casi siempre a favor de -éste. Rodríguez
Devesa, es de los pocos que señala la expre-
sión delitos contra la sociedad como no
extraña en el derecho histórico. Tras hacer-
lo y señalar certeramente la índole disfor-
me del título de los delitos contra el Esta
do se ocupa seguidamente de los mismos
conforme a la finalidad de su Derecho Pe-
nal, Parte Especial, 1977, pp. 535-36. (1)

(1) Más detalladamente diré que el código penal


de 1822 dividió a todos los "HeEtoTeñ "3"os
partes, delitos contra la sociedad y contra
las personas. La primera constaba de nueve
títulos y la segunda sólo de tres. Los delitos
contra ia^Constitucióu y &1 or¿en politices
de la monarquía se estimaban, en principio,
dirigidos contra la sociedad, es decir, contra
-44-

La disformidad del í-eferido título


aparece en los equivalentes de casi todos Jos
códigos penales iberoamericanos, incluso en
México, Panamá y Venezuela donde se
utiliza con cierta preferencia el término
Nación. Como enumeración ad exernpbum
del desbarajuste jurídico-penal en los deli-
tos contra la seguridad estatal haréTa"si-
guiente: delitos dirigidos contra la patria,
violar treguas o armisticios, piratería, des-1
pedazar o ultrajar en público la bandera
nacional; violar una diversidad de ininuni-
dades diplomáticas, la asonada, suministrar
o levantar planos o proporcionar datos a,
u n a potencia extranjera o al enemigo, in-

su forma de organización que es lo correcto.


Aunque se da una cierta confusión entre
Naciór- y Estado la preferencia penàT'el a
favoFde la primera y así se había de los deli-
tos contra la libertad de la Nación que,como
entidad penal ha sido prácticamente arrum-
bada por el derecho penal a partir de 1848,
cuando el código se pronuncia, decidida-
mente.a favor del Estado y muy secundaria-
mente de la nación. A partir de entonces ia
seguridad exterior e interior de aquél se
llevan la parte del león en la Parte Especial
de los códigos penales y leyes especiales.
- 45 -

cendiar, destruir o dañar almacenes, edifi-


cios, depósitos de municiones, armas, etc., ¡
ofender públicamente al jefe del Estado,
violar los derechos políticos,, prevaricar, la
coalición de funcionarios, apoderarse de los
caudales públicos, repartirse las propieda-
des, cometer delitos de "disolución social",
es decir difundir ideas, programas o normas
de acción de cualquier gobierno extran-
jero que perturbe el orden público o la
soberanía, espionaje, sabotaje, desafiar o
injuriar a un funcionario público, amena-
zar o a c o r n e t e r j a ^ ^
autoridad o impedirle el ejercicio de sus
funciones; el desacato, causar tumultos,
turbar gravemente el orden público, calum-
niar o injuriar al superior jerárquico, orga-
nizarse o reunirse ilícitamente, acometer a
un conductor de la correspondencia públi-
ca; destruir o descomponer una vía férrea,
cortar líneas telegráficas o telefónicas, fa-
bricar explosivos o gases asfixiantes; po-
seer u ocultar armas, ser infiel al mandato
político; aceptar dádivas, honores o pen-
sión de un país enemigo; "irrespetar" en
cualquier'Torma al Presidente de la Repú-
blica Y' vilipendiar al Congreso, Cámaras
Legislativas, Consejo de Ministros, Corte
-46 -

Suprema y Consejos Municipales.


Aunque tal heterogeneidad puede jejj>
plicarse en parte históricamente es difícil
justificarla hoy jurídico-penalmente y me-
nos aún sociopolfticamente. Con todo, es
mantenida en gran parte en códigos penales
y anteproyectos recientes.
El código penal español no se queda a
la zaga con cerca de doscientos casos de
hechos punibles contra la seguridad externa
e interna del Estado algunos introducidos
o ^agravados bajo el franquismo. Los mis-
mos van desde la traición a la Patria hasta
la apología de los delitos enumerados pa-
sando por una gran variedad de hechos pu-
nibles entre los que figuraron los cometidos
contra los principios del Movimiento na-
cional o quien ostentare su máxima jefatu-
ra, sus banderas, héroes, emblemas, etc.; la
suspensión de la alteración del - trabajo y
las blasfemias. Aunque algunos de ellos
han desaparecido, la impresión de saco sin
fondo es innegable. La misma, es evidente
en el anteproyecto español citado si bien el
contenido del saco es dispersado en una
serie de títulos contra los poderes y orden
públicos, tenencia y depósito de armas y
explosivos, terrorismo, delitos contra la
- 47 -

Constitución, contra la personalidad del


Estado y su seguridad y la comunidad in-
ternacional. La referencia a esta última no
disminuye en nada el enfoque decimonono
del anteproyecto y la entusiasta ingenuidad
jurídico-penal del grupo que dentro de la
Comisión Codificadora monopolizó la tarea
de redacción. ^ f --x.
Si el concepto de Estadojes realmente
peligroso a étectos de codificación, el de
'.orden público )es elusivo y por lo común
mal entendidos Con todo, ha cobrado carta
de naturaleza entre penalistas, magistrados,
fiscales, legisladores y sobre todo dictado-
res, Rodríguez Devesa es de los pocos que
trata de clarificar el concepto al decir que
"afecta preferentemente a las exterioriza-
, ciones colectivas de la vida de la comuni-
dad". El desorden individual o en la familia
ouedan excluidos. Más adelante añade
ft^el orden público colectivo depende de
dos factores: del respectivo a los órganos a
- través de los cuales se concreta la voluntad
de la ley en un Estado de Derecho y de la
paz en~Ios lugares de uso común, también
por extensión del normal funcionamiento
de los servicios públicos^. V. su Derecho
Penal, Parte Especial, 1977, p. 713. Consi-
— 48 -

guientementc, se ocupa de la rebelión, se-


dición, atentado, resistencia y desacatos.,
desórdenesjJÚblicos, propagandas ilegales,
tenencia y depósito de armas y municio-
nes, del terrorismo y tenencia de explosivos
en sus modalidades principales y subordi-
nadas.
Evidentemente, no pocos de los he-
clios enumerados por el código penal espa-^
ñol afectan el orden público que aparece
como parte integrante de los delitos contra
la seguridad interna del Estado, pero no es
menos evidente que el desacato a un fun-
cionario, el insulto al Jefe del Estado, el
reunirse al aire libre en los alrededores del
Palacio de las Cortes, el resistirse a ciertos
actos de la autoridad, el producir tumultos
en los tribunales y otros lugares, algunos al ¡
parecer de índole meramente académica, el
causar desperfectos en líneas férreas, tele-
gráficas, etc., si bien deben ser punibles es
difícil mantener seriamente que la seguri-
dad interior del Estado es afectada y el ^
orden público gravemente perturbado.
¿Qué quieren decir moral pública, relaja-
miento del sentimiento nacional y otras
expresiones legalmente empleadas que dan
al traste con las garantías penales y procesa-
_ 49 -

les
M 1 fundamentales?
— — —
La vieja ley de Orden publico de 1870
consagró la confusión entre mantenimiento
del orden público, delitos contra la Consti-
tución y los dirigidos contra la seguridad
interior y exterior del Estado que pasa casi
integramente al código penal de 1870. La
infausta ley 1 $4/1963, que creó el juzgado
y tribunal desorden público) trata de justi-
ficar su existencia refiriéndose a los delitos^
de mayor o menor gravedad que tienden a
subvertir los principios~fiásicos_de] Estado,^
perturban el orden o siembran la zozobra ,
en la conciencia nacional. ¿Qué debe enten-
derse por esta última y por su zozobra? La
impresión es que la tradicional confusión
entre seguridad del Estado y orden públi
co ha sido aprovechada para proteger penal-
mente unos principios básicos del Estado
identificados con un régimen político anti-
democrático que exige su propio concepto
de orden público.
El confusionismo conceptual, jurídi-
co-penal y criminológico perduran en la
regulación de los delitos que nos ocupan
en el anteproyecto español ya citado. Si-
guiendo la vieja trayectoria, en parte juris-
prudencialmente apoyada, se ocupa de los
- 50 -

0 cometidos contra (los poderes y orden pú-


jcos>sedición, atentados contra la autori-
dad, sus agentes y funcionarios públicos,
resistencia y desobediencia, desacatos, in-
sultos, desórdenes públicos, tenencia y de-
pósito de armas, terrorismo y delitos con-
traja Constitución, no menos de 150 mo-
dalidades principales y subordinadas son
enumeradas con notorio desconocimiento
de lo que un código penal debe ser en la
sociedad posindustrial de finales del siglo
XX.
La proliferación tradicional de los de-
litos contra la seguridad del Estado en los
que se incluyen ios de orden público ha
dado constantemente lugar a la impunidad
de hecho de una gran parte de ellos. El títu-
lo de los dedicados a la seguridad interior
del Estado posee no menos de XIII capítu-
los cifra no alcanzada por ningún otro. Sólo
el dedicado a los delitos cometidos por los
funcionarios públicos le sigue de cerca
con XII, pero respecto a ellos la impuni-
dad es no menos manifiesta. En 1973 de
47.556 condenas, sólo el 0,3% se referían
a delitos cometidos por aquéllos. Habida
cuenta de que o existen unos cuantos cien-
tos de miles de funcionarios públicos de
diverso orden y categoría o bien hay que
admitir su casi inmaculada honestidad o
que ésta no existe y por diversas razones los
abusos criminales cometidos por ello per-
manecen impunes en su mayoría.
Lo expuesto afecta directamente a la
función policial hasta ahora escasamente
tenida en cuenta por penalistas, legislado-
res, jueces, feab y codificadores. Sin
embargo, es la policía la que de cargar con
la mayor parte del descrédito dada la impu-
nidad creciente no sólo de los delitos aquí
considerados sino de otros muchos. La con-
clusión es que al igual que en el pasado, la
criminalización de los delitos contra el
Estado y eTorden" público es excesiva.
Hay que hallar otras soluciones que el cons-
tante incremento de la pcnalización. El
serio inconveniente de tal política es el_
aumento de la represión en buen número
de casos y en otros su impunidad por
consideraciones meramente políticas. Para
no ser identificado con los representantes
de ciertas tendencias que propugnan la
desaparición del sistema penal diré que la
represión es necesaria, pero en forma limi-
tada y humana y~que en el área política,
hoy día bárbaramente desacreditada por el
- 52 -

terrorismo criminal de derecha e izquierda,


se justifica sociopolíticamente. _
Lo expuesto permite las consideracio-
nes siguientes:
^aj/La confusión entre (Patria, Socie^
^dad, Comunidad^ Nación y Estado es injus-,
tificada, da lugar a una excesiva criminali-
zación y en la práctica beneficia al Estado
como i n s t r u y e n e r i perjuicio de
las otras entidades. La confusión se mani-
fiesta en Pacheco y Sivela, pero es hoy
agravada por no pocos penalistas y la agra-
vación es patente en el referido anteproyec-
to español que no se ha dado cuenta de la
necesidad de una diferenciación exigida,
entre otras cosas, por la España actual muy
distinta a la reflejada en el anteproyecto.
b) La excesiva criminalización condu- s
ce indefectiblemente a una mayor impuni-
dad y a un descrédito de la^iuñción poli-.
cial en buena parte provocada por la forma
en que los códigos penales siguen hacién-
dose. Las Comisiones Codificadoras perte-
necen al pasado. En la práctica su tarea es
monopolizada por la audacia, intrepidez o
interés de pequeños grupos, pero la críti-
ca recae inexorable y en parte injustamen-
te sobre la Comisión como un todo.
-53-

c) La inclusión de los delitos contra la


comunidad internacional da ¿Ha aparien-
cia de modernidad que no existe y para
elio basta examinar lo que se presenta
como tal. Con variaciones, los delitos des-
critos son dar la muerte al Jefe de un Esta-
do extranjero, la violación de inmunida-
des diplomáticas, de treguas o tratados y el
ultrajé a tanderas, escudos, himnos, etc.,
extranjeros. Raramente, puede decirse que
la comunidad internacional pueda ser se-
riamente afectada por tales hechos como
lo era la del siglo XIX o primeras décadas
del XX. La frecuente referencia al genoci-
, dio no altera lo dicho, entre otras cosas
porque es un delito contra la humanidad.
Como en toda disciplina en la penal se dan
una serie de modas. Actualmente, una de
ellas es la de la comunidad internacional
pero cabría preguntar a sus postuladores
que' entienden j j o r tal. La protección penal
de la misma ha sido objeto de discusiones
en las Naciones Unidas y en el Consejo de
Europa y de una literatura. Unas y otra
han puesto de manifiesto la existencia de
una serie de relaciones sociopolíticas inter-
nacionales que a efectos de protección pe-
nal nacional e internacional raramente son
-54-

tenidas en cuenta por codificadores de muy


diversa alcurnia profesional; y
d) Persistencia de un casuismo penal
providencialista en parte originado por una
ciencia penal de sillón asentada en las opi-
niones de distinguidos tratadistas, referen-
cias a un derecho penal comparado que no
entra en el examen de la efectividad o de
los textos que se citan y en decisiones ju-
risprudenciales que lamentablemente en no
pocos países son tomadas bajo evidente
presión política dada la limitada indepen-
dencia del llamado Poder Judicial en los
mismos. En nuestros días hay que adentrar-
se en una evaluación del sistema penal, en .
una estimación sociopoíítíca"aeTTenomeno
criminalidad, favorecer~una reducción de la {
crimiñaiización sin que ello^'suponga una |
permisibilidad criminal y afirmar la esencia-
lidad social de la justicia penal.
III. LOS FUNDAMENTOS
SOCIOPOLÍTICQS DEL SISTEMA
PENAL

Por sistema penal ¿ha de entenderse


el conjunto de funciones debidamente
estructuradas cuya razón de ser es la jus-
ticia social penal. Dentro de los límites
de este trabajo diré: ^áj)que como todo sis-
tema constituye un todo cuyas partes son
interdependientes: que es un aspecto
del más extenso sistema de justicia social:
que igualmente como todo sistema es
uno de decisiones, actuaciones, mandatos
y, en su caso,sanciones, y ^ que su ade-
cuado funcionamiento y aceptación depen-
de del apoyo que recibe de la comunidad,
del gobierno y del régimen político e S -
tente (2).

(2) Del sistema penal que me ocupado en va-


-56-

T o d o sistema penal debe ser con soñ-


olencia de una política criminal debida-
mente planificada y parte de la planifica-
ción de la justicia en general que, como tal¿/
ha de integrarse lo más posible en la del
desarrollo del país de que se trata. Las pla-
nificaciones y correlaciones indicadas son
hoy día esenciales, se han de conectar con
c iertas exigencias y fines de la comunidad

internacional y exigen una acumulación y


examen de datos y una labor de equipos
que difícilmente poseen las comisiones
codificadoras nacionales al uso. Los Gobier-
nos y sobre todo los ministerios y minis-
tros de justicia cuando se lanzan intrépida-
mente a la reforma penal suelen pasar por
el alto todo esto y ciertas recomendaciones
al efecto hechas en el Segundo Congreso
de las Naciones Unidas de 1960 en Lon-
dres","eíitirc~ellas que en 7a formulaciónde
una política criminal debe evitarse |^.e-
partai^nlali^ición .--de actividades- En
suma, un adecuado sistema penal presupo-

rios trabajos y cursillos, así como experto


de las Naciones Unidas en una diversidad
de países. Más recientemente, en mi Crimi-
nología, II. 1978, cap. X, N° 6 y cap. XII.
-57-

ne una adecuada política criminal y no vi-


ceversa, como aún se propugna por algunos.
La desarticulación funcional de los sis-
temas penales de nuestro tiempo, casi
todos ellos en evidente crisis, se debe en
gran parte a confundir codificación y re
..forma penal con política criminaL Tal'i|on-^
, 'fusión explica en parte la frecuente reorga-
^ ^ ^ ^ ^ n d e j ^ l u e r z a ^ ^ e ^ ^ c í a en buen
número 3e países. Las reorganizaciones
tienden aparte de otros fines a acentuar
la profesionalización académica de la fun-
ción policial en ciertas "áreas. "Bajó una
banderola prógresista~ se exige que ciertas
categorías sean constituidas por profesio-
nales diversos entre los cuales la condición
dellcenciado en" derecho suele ser la prefe-
rida. Dicha política ha dado resultados mo-
destos en todo respecto. Un examen de la
situación en los países que nos ocupan
muestra que la presencia de tales licencia-^
dos, en puestos de^L^jndatl o ir^p<»gdón
no ha impedido el auge de la violación cri-
minal d_e los derechos humanos por la p o - .
licía. Las encuestas llevadas a cabo por las
Naciones Unidas y las discusiones en
la Comisión de" Derechos Humanos ponen
de manifiesto que la inserción de abogados
- 58 -

en los escalafones de la policía no asegura,


mayor respeto por los derechos humanos.
Podrá argüirse que la violación dicha es
consecuencia de la sumisión de la policía a
un régimen determinado. Ello es cierto,
pero la explicación es válida sólo parcial-
mente. La sumisión habría sido realmente
resistida si los indicados licenciados hubie-
ran recibido una formación, más socíojjo-
lítica^v menos profesionalizada en las fa-
cultades de Derecho. Los curriculo de es-
tas, pese a reformas variadas, se hallan en
buena parte anquilosados y el producto
final de dichas facultades, salvo excepcio-
nes, es la de un profesional más inclinado
a aceptar un status quo político que el
hacer frente a los abusos evidentes del
mismo. La esclerosis de las facultades de
Derecho a veces llamadas de Ciencias
Jurídicas y Sociales, podrá ser menor en
unas que en otras pero en casi todas se halla
presente. Ello suscita la cuestión que aquí
no puedo examinar de la sociologízación
del Derecho y por ende, del sistema de jus-
ticia en general y del penal en particular.
Nuevamente, nos enfrentamos con la nece-
sidad de hacer que la función policial sea
en nombre de la Comunidad y no del Es-
- 59 -

t a d o aunque éste intervenga c o m o expre-


sión organizada de aquélla. D i c h a organi-
z a c i ó n n o debe excluir otras llevadas a c a b o
por la propia C o m u n i d a d . ( 3 ) A u n q u e ello
es raramente tenido en cuenta existe una
estrecha c o n e x i ó n entre f u n c i ó n policial y
organización de las mencionadas facultades.
La razón es simple, si el sistema penal es en

(3) Innecesario añadir que la sumisión política


de la abogacía es más acentuada en los paí-
ses marxistas. Para ello basta asomarse a los
respectivos códigos penales, procesales y or-
ganización del ejercicio de la profesión de
abogado y de la policía. La existencia de
oficinas jurídicas colectivas, de las que ha-
cen gala algunos de dichos países, ha acen-
tuado aún la subordinación política de la
función del abogado. La reacción en favor
de una sociologización del derecho se viene
manifestando en algunos países desde hace
tiempo particularmente en la República
Federal Alemana. Norman, sein und Sollen,
Rechtsdogmatik, etc., son objeto de escruti-
nio y con ello la función del juez y demás
titulares del sistema penal. V. mis referencias
en el vol. II de mi Criminología ya citada
señaladamente pp. 335-36. La necesidad de
modificar la jurisprudencia es señalada,
por Rüdiger Lautmann, Soziologie vor den
Toren der Jurispruden., 1971.
- 60 -

parte modelado por la forma en que ac-


túan dichas facultades y la policía es parte
de aquél, lógicamente la función de éste se
halla afectada por la concepción y fun-
cionamiento de los referidos centros univer-
sitarios. _
\ Los elementos del (sistema penal son:
"(¿^ las leyes penales generales y especia-
les, las de procedimiento criminal ordina-
rio o no, la organización judicial en lo pe-
nal, la del ministerio público, las leyes y
demás regulaciones sobre el tratamiento
institucional o no del delincuente y ciertas
disposiciones constitucionales sobre tales
leyes o parte de ellas y'((bj) la estructuración
funcional del ordenamiento jurídicopenal /
que determina no sólo las funciones de los \
titulares principales^y auxiliarcs deí sisteriia
penal como son los policías, jueces, fiscales,
secretarios, funcionarios penitenciarios,
profesionales y auxiliares diversos para los
diferentes servicios médicos, psicológicos.
de asistencia social, etc.. sino también la
selección y formación de los mismos.
Por lo general, los sistemas penales
son funcionalmente concebidos como una
correlación lineal y sucesiva de sectores ca-
da uno con su diferente status y ordenación
- 61 -

y limitada coordinación entre ellos. La es-


tructuración lineal es consecuencia de la
formación histórica de los diversos elemen-
tos y de su conglomeración funcional en
el siglo XIX. \El hombre de leyes]se afirma'
antes y en el XVI tiene ya. una posición
social que se afirma más y más hasta ser
políticamente el más fuerte en el siglo XIX.
^Carceleros y policíasjjtardan mucho más en
ser estructurados y sólo en el XVI tiene ya
una posición social que se afirma más y más
hasta ser políticamente la más fuerte en el
siglo XIX. Carceleros y policías tardan
mucho más en ser estructurados y sólo en
el siglo XIX adquieren una cierta uniformi-
dad y estabilidad funcional. La invención
en sip-lo XVIII deiia. tesis TfeTPoci er judicial ¡
•-•' ~— -- i — ., —
coadyuva enormemente a reafirmar la
posición central del juez o magistrado en el
sistema penal juntamente con la del, minis-
terio público como agente gubernamental.
En la reciente Constitución española jueces
y fiscales aparecen juntamente bajo el
título Del Poder Judicial en el que se
incluye la policía judicial.
Mientras, en la sociedad industrial y
clasista^ cle finales del XIX y primeras
dicadas del X X , el monopolio judicial y
- 62 -

del ministerio público del sistema penal


puede expllca-m; y aun en ciertos supuestos
justificarse,Ifeo asyen la sociedad posindus-
trial de nuestro tiempo y del inmediato
futuro que exige un sistema penal bastante
diferente. Sin entrar en detalles diré sola-
mente que el Sistema penal jeme se precisa
ha de encararse primeramente, con la cri-^
minalidad
, vj después,
i. con el delincuente.
.
Ello significa que la comunjdad v en su
caso^la víctima, debep ^^j^eaidagjnas. en
cuenta que el delincuente lo que no implica
venganza ni represión ciega y si sólo una
estimación sociopolítica del fenómen o
criminalidad^coino algo que atañe directa-
mente y en ocasiones esencialmente el des-
arrollo de un país del cual la seguridad es
elemento primordial. Por tal^ha de enten-
derse no sólo la física sino también la que
contribuye psicológicamente a facilitar
dicho desenvolvimiento. Dicho enfoque
significa que la función policial adquiere
mayor importaheia, lo que no supone una
concepción policial de la vida o del sistema
penal, pero si que éste no puede ya ser
concebido y organizado conforme a la so-
ciedad del siglo XIX y comienzos del pre-
sente y su correspondiente concepción
- 63 -

del Bóder Judicial.


La Policía es el elemento del sistema
penal que se encara primero con la crirni-
nalidad, el delito, la víctima y el delin-,
cuente y más limitada o secundariamente el
ministerio público y menos el Juez, el ma-
gistrado y el funcionario penitenciario. Ese
encaramiento no se hace en nombre del
Estado sino de_la__sociedad y tiene lugar
por delegación de ésta y la necesidad de
justicia inherente en toda organización
social. En tal sentido, la afirmación del
art. 117 de la Constitución española de
que la justicia emana del Pueblo merece
110 sólo aplauso sino adecuada aplicación
que entre otras cosas significa una función
policial en lo judicial superior a la actual.
Como un sistema de decisiones, en el
pena! las primeras que suelen tomarse lo
son por la policía. La investigación que
lleve a cabo significa bastante más que el
uso de métodos científicos de esclareci-
miento. En verdad, la selección de algunos
de dichos métodos implica una decisión
que puede tener repercusiones importan-
tes en el procedimiento y en la decisión
judicial. La policía decide si ante un hecho
determinado debe o no iniciarse un atesta-
-64-

do o expediente policial a efectos penales.


Puede declararlo cerrado por sí misma. En
ciertos supuestos, el hacerlo, puede amo-
nestar al inculpado, especialmente, si es un
menor, una práctica cada vez más extendi-
da y en algunos países legalizada. No se
olvide tampoco que la decisión de cerrar y
no proceder más allá de lo hecho puede
ser consecuencia de presiones de trabajo u
otras circunstancias. Las decisiones toma-
das pueden ser justas o no, pero son tales
y en no pocos supuestos no difieren ética-
mente de las tomadas por el fiscal, el juez
o un tribunal. Al reunir la prueba durante
la investigación la policía toma una serie
de decisiones algunas de las cuales puede
dar lugar a la privación momentánea de
libertad del sospechoso o inculpado. Toma
también una serie de decisiones respecto
a la víctima. En otros supuestos, la poli-
cía antes de enviar el caso al juez puede
consultar con la asesoría legal de la poli-
cía en unos países y en otros con el públi-
ca prosecutor o fiscal sin hallarse siempre
obligada a seguir la opinión expresada por
una y otro. Incluso, si la acepta, y ello
acontece a menudo, la aceptación significa
una decisión que puede ir acompañada por
- 65 -

una serie de observaciones. En algunos


países, la policía es la que mantiene la acu-
sación en los tribunales inferiores. Tal
función puede estimarse peligrosa pero en
Inglaterra es la corriente y ha dado lugar a
menos abusos que los que comúnmente se
derivan en los demás países de la función
del ministerio público. (4).
Aun en los casos en que los jueces y
íiscales proceden de oficio la función po-
licial es esencial y posee su propia inicia-
tiva cualquiera que sean las instrucciones
Impartidas. Durante el procedimiento judi-
cial puede nuevamente intervenir como
consecuencia de decisiones propias o ema-
nadas del fiscal o del juez o tribunal. En
algunos países, la policía participa direc-
tamente en ciertos programas de tratamien-

(4) La historia del ministerio público no es


siempre brillante y~Tue eñ~t"odcTcaso expre-
sión del poder real. No existe en Inglaterra
y los esfuerzos para introducirlo han.afortu-
nadamente,fallado hasta ahora. Respecto a
su necesidad y justificación me remito a mi
contribución Planning of the Criminal jus-
tice System With special reference to the
Judiciary en Policy Approach to planning
in Social Defence, United Nationa, 1972.
- 66 -

to particularmente respecto a los menores


delincuentes. En otros, se da en ella una or-
ganización de relaciones con la comunidad
que es esencial y que supone igualmente
tomar decisiones diversas en conexión con
la efectividad del sistema penal particular-
mente en la finalidad, preventiva de éste.
Como ya indiqué, el apoyo de la comuni-
dad para la función policial es esencial.
Curiosamente aparece casi siempre dejado
de lado en la mayor parte de los países de
habla española, 14/11/86. (5)
Lo sucintamente expuesto muestra

(5) La literatura sobre tales relaciones es abun-


dante en los países de habla inglesa lo que
no quiere decir que es siempre certera o
aplicable a los países de distinta habla. Con
todo, ha de tenerse en cuenta para hacer
algo en tal respecto en los países que aquí
nos interesan especialmente. V. mi trabajo
Police-Community Aspects en Pólice Com-
munity Relations, 1963, publicado por la
National Institution Pólice and Communi-
ty, Michigah. El volumen Pólice, 1973, por
National Advisory Commission on Criminal
Justice Standards and Gosis contiene varias
secciones sobre las relaciones de la Policía
con la comunidad que deben consultarse
por quien se interese en el tema.
- 67 -

que incluso cuando ejerciendo meramente


funciones de orden público, la función poli-
cial es parte integrante del sistema penal
que ha de entenderse tanto en su finalidad
preventiva como de enjuiciamiento.
En éste es obvio que la policía partici-
pa en forma activa y extensa. En realidad,
es la investigación policial inicial la que
en 1a. mayor parte de ios casos pone en mar-
cha el sistema penal y fundamenta diversa-
mente la decisió~judicial. El que ésta sea
absolutoria o de sobreseimiento en nada
invalida la aserción hecha. Pese a todo ello,
la policía raramente es estimada como ele-
mento del referido sistema y cuando admi-
tida lo es con una condición secundaria que
no corresponde a su función.
Con un espíritu de cuerpo loable en
ciertos aspectos pero que debe ser supera-
do, los fiscales, jueces y magistrados, esti-
man los elementos esenciales cuando no
únicos del sistema penal, lo cual no es
cierto. Hoy día, la policía y los encargados
del tratamiento del delincuente, que de pa-
sada diré no corresponde únicamente a la
llamada administración penitenciaria, han
de desempeñar funciones no menos esen-
ciales si la efectividad del sistema penal,
- 68 -

y 110 específicas funciones de éste, son teni-


das en cuenta. Añádase que una nueva fun-
ción ha de agregarse al mismo y es la de
^compensar a las víctimas del delito. La
forma en que tal compensación es formu-
lada en el anteproyecto del código penal
español citado es continuación de una con-
cepción del siglo XIX que ha sido siempre
una negación de la justicia penal.
Pese a una serie de innovaciones, al-
gunas examinadas más adelante, la policía
judicial sigue siendo algo minúsculo dentro
de una concepción jurídico formal del pro-
ceso y de procedimiento, particularmente,
en los países de habla española y portugue-
sa aún aferrada a un sistema marcadamente
inquisitorial. En tal sentido, la ley española
de 1882, que,para su tiempo,merece en no
poco pláceme, ha seguido siendo un mode-
lo que debería haberse abandonado en este
y otros respectos. Dicha ley consagra a la
policía judicial un título fuera del dedicado
a la instrucción sumarial manteniendo así la
condición de atestado o expediente de las
funciones investigadoras de dicha policía.
Con escasas variaciones, en 1977 dicha po-
licía no difería en su constitución de la for-
mulada casi un siglo antes. Una de las ínno-
-69 -

lavaciones más señalada es la referente a los


>. agentes de tráfico. La función de tal poli-
' a'a" judicial es averiguar los delitos públi-
cos. practicar según sus atribuciones las
diligencias necesarias para comprobarlos y
descubrir a los delincuentes y recoger to-
dos los efectos, instrumentos o pruebas del
delito de cuya desaparición hubiera peligro,
poniéndolos a disposición de la autoridad
judicial. Son auxiliares de los jueces y de
los tribunales y del ministerio fiscal que-
dando obligados a seguir sus instrucciones.
Según el Decreto 1316/1977 las Fuerzas
de Orden Público, el CTuerpo"" General de
Policía, realizará las junciones técnicas de
la policía judicial.
Las funciones descritas implican una
auténtica participación de índole esencial
en el sistema penal y sin embargo, la refe-
rida policía judicial se mantiene fuera como
elemento integrante del mismo. La exclu-
sión puede en cierta medida justificarse
por la peculiar constitución que de dicha
policía hace la ley con un criterio que no
corresponde ya a las exigencias de la crimi-
nalidad de nuestro tiempo y a lo que debe
entenderse por sistema penal.
En los países de habla española y por-
- 70 -

tuguesa los teóricos que se ocupan del


asunto identifican a veces erróneamente
policía científica o técnica con policía
judicial lo que parece implicar que las de-
más policías no son científicas"'ñí técnica^.
A menudo se entiende por-vpolicía judicial
la especializaclón de una sección del servi-
cio de policía que se hace depender del
fiscal o del juez o de los dos. íjn-^1 código
de procedimientos penales del' Perú^l 9J>9.
la función de dicha policía consistcTen for-
mar un atestado que se envía a los jueces
instructores o de paz. Su valor es el equiva-
lente a una denuncia legal y la misma de-
pende del Ejecutivo. En el código de pro-
cedimientos penales d e n o s t a Rica, 1973,
la policía judicial depende de la Corte
Suprema de Justicia. Es interesante señalar
que el proyecto de dicha ley fue vetado
por el Presidente Figueres quien alegó que
con tal modificación "se estaría conce-
diendo el Poder judicial deberes y atribu-
ciones que por norma constitucional co-
rresponden exclusivamente al Poder Ejecu-
tivo". La Corte Suprema de Justicia deter-
minó lo contrario y finalmente el propio
Figueres, cual corresponde a la alta tradi-
ción democrática de Costa Rica, promulgó
- 71 -

la ley 5524/1974 que rige el "Organismo


de Investigación Judicial dependiente de la
Corte Suprema, como auxiliar de los tribu-
nales penales y del ministerio público en
el descubrimiento y verificación científica
de los delitos y de sus presuntos responsa-
bles", El organismo deberá tomar las órdenes
de los tribunales de justicia, podrá actuar
por iniciativa propia o mediante denuncia,
etc. El art. 4 de la ley enumera trece atri-
buciones, entre las que se incluye la posible
incomunicación, por resolución escrita, del
presunto culpable. Las atribuciones son
netamente sumariales aunque el término
no es utilizado al describirlas. Se organiza
una Dirección General con varios departa-
mentos y un Comité Asesor. El Director y
Subdirector deberán prestar caución metáli-
ca en la forma establecida por la ley. (6)
El código de procedimiento penal de
Guatemab)), 1973, establece que la policía
Judicial es una sección de la policía Nacio-
nal cuyas funciones y regulación dependen
del Ministerio publico. Según el art. 120 ¡el

(6) Para detalles V. Ley Orgánica del Organismo


de investigación Judicial. San José, Imprenta del
Poder Judicial. 1977.
- 72 -

jefe de la sección y jefes de departamentos


de la misma deberán ser abogados y unos y
otros devengarán sueldos iguales a los jue-
ces de primera instancia. Su función es la
investigación y comprobación d e s h e c h o
punible. Señalaré que, pese a tal exigencia,
según información fehaciente, el respeto
policial por los derechos humanos en dicho
país no pufide-^es timarse como modelo.
£1 ci^ BoJivia, 1972, regula Ta policía
judicial al ocuparse de la instrucción y_ sus
funciones son la averiguación y comproba-
ción de los delitos, Ta acumulación de
pruebas y la detención y entrega de los
presuntos culpables a los jueces, su orga-
nización está regulada por la ley de Organi-
zación Judicial 1972, que describe en for-
ma detallada sus fuyriciones,que tienen ca-
rácter de sumariales aunque el término no
se emplee. La referida ley subraya la índo-
le técnica de la policía judicial y la hace
depender. en lo administrativo de las Cor-
tes Superiores de Distrito y en el cumpli-
miento de sus funciones de la autoridad
que conoce en cada caso concreto del
proceso. Los funcionarios son elegidos por
las jndicadas Cortes por mayóríiTdevotosjy
por un período de dos años. El sistema,
- 73 -

aunque alentador en cuanto hace depen-


der dicha policía de la autoridad judicial,
es complicado y la índole local de los nom-
bramientos y su limitada duración no ase-
gura la función técnica que se promete. En
el proyecto de código procesal penal para
Bolivia que redacté en 1945, después de
más de dos años de recorrer el país y estu-
diar e¡_ funcionamiento de los tribunales
de justicia, las cárceles, etc. establecí que
la policía judicial dependería de la Corte
Suprema, criterio que casi treinta años
después adoptaría Costa Rica, y que sus
funcionarios fueran adscritos a los juzga-
dos y tribunales en el número necesario y
a las órdenes de los jueces y magistrados
de los mismos. Podía actuar de oficio, rea-
lizar detenciones por no más de 24 horas y
en ningún caso interceptar los medios de
comunicación sin autorización judicial. (7)

(7) El código fue sometido a la Comisión Co-


dificadora Nacional, distribuido por esta, a
las autoridades especialistas y abogados y
publicado por la Universidad de Córdoba,
Argentina, bajo^ el título de Proyecto de
Código Procesal Penal para Bolivia, 1946.
Tenía 429 artículos. La exposición de moti-
vos del proyecto tiene 65 páginas. Su redac-
ción era pareja a la del proyecto de código
- 74 -

En lia Argén tina /cada provincia posee


su_código procesa! penal en los que en el de
¿'Córdoba • lia ejercido gran influencia en
Buen "número de casos. Siguiendo en no
poco al código procesal italiano de(T930
el texto cordobés daba al ministerio públi-
. mmKKammmaamamta»
co excesivas facultades entre ellas el mono-
polio de la acción penal, la instrucción del
sumario en ciertos delitos y el control de la
policía Judicial. Tal concentración de fun-
ciones sólo se explica en textos fascistas o
similares pero no en los demaiT
Como']expefto de las Naciones Unidas;,
en Venezuela bube de ocuparme en varias
ocasiones en dicho país de las funciones y

penal que igualmente preparé y que fue im-


preso y publicado por la indicada Comisión
en 1943. Los códigos respectivos actuales
se basan en parte en los proyectos citados.
En 1973 se promulgó, actualizada, ia ley de
Ejecución de Penas y sistema Penitenciario
que consta de 160 artículos. Boíivia es de
los pocos países que decidió renovar su legis-
lación penal y judicial simultáneamente y
a tal efecto creó nuevas comisiones codifica-
doras en 1962 y después una Comisión Coor-
dinadora de Cuerpos legales que dio paso a
la promulgación caá simultánea de los tex-
tos citados.
- 75 -

organización de la policía en general y de


la jxidiciai en particular unas veces en rela-
ción con ciertas materias y otras directa-
mente. (8) El Código de enjuiciamiento
criminal de Venezuela de" 19771 guarda
vestigios marcados de la ley de enjuicia-
miento anterior muy influida por la españo-
la. Con todo, contiene la novedad de que
son instructores del proceso penal los órga-
nos de la policía judicial constituida por el
Cuerpo Técnico de Policía Judicial, los
órganos competentes de las Fuerzas Arma-
das de Cooperación, las autoridades de

(8) Los temas generales que traté en los que la


función policial se hallaba indirectamente
afectada fueron la suspensión del proceso y
de la pena, 1972; instalación de un centro de
computación judicial, 1973 y planificación
de la política criminal, 1974. En 1975
y 76, como experto del Ministerio de Justi-
cia, hube de ocuparme de la organización
policial dentro de un sistema penal; costo y
resultado del sistema penal venezolano y
funciones de la policía judicial dentro del
proceso penal. De mis trabajos en los dos
últimos años citados, el Ministerio indicado
publicó varios folletos, entre ellos Presupues-
tos y directivas para una Política criminal
y Análisis de costo y de resultados del sis-
tema penal en Venezuela. Ambos en 1976.
- 76 -

tránsito, la Dirección de Extranjeros y


las demás autoridades señaladas por las
leyes. La amplitud de ésta última referen-
cia, que es frecuente en muchas leyes pro-
cesales penales, da al traste con lo que debe
entenderse por policía judicial propiamente
dicha, r
En ^1975 ^e dictó una nueva ley de
Policía JuiJldaí que la divide en órganos
principales y auxiliares. Entre los primeros
se hallan el Cuerpo Técnico de la Policía
Judicial, los órganos competentes de las
Fuerzas Armadas de Cooperación, las auto-
ridades de Tránsito en lo que les fuere
competente, la Dirección General de Iden-
tificación Nacional y de Extranjeros. En-
tre los auxiliares se enumeraban no menos
de nueve, incluyéndose los directores y
subdirectores de establecimientos penales,
los capitanes y comandantes de naves y
aeronaves venezolanos y los miembros de
la Dirección de Inteligencia y Prevención
dei Estado. Tales inclusiones dejaban mu-
cho que desear, particularmente, la de los
servicios de inteligencia cuya reputación
se había visto seriamente afectada en varias
ocasiones por hechos que ciertamente
fueron tratados en forma totalmente ale-
- 77 -

jada de lo judicial. Aunque justificada en


parte, la adjudicación de policía judicial
a los directores y subdirectores de estable-
cimientos penales suscita un buen número
de críticas y, ciertamente, la serie de moti-
nes que tuvo lugar en ios años 73 al 75 en
algunas de las prisiones venezolanas, así
lo acreditaron.
La ley merece pláceme en no poco y
acentúa la condición de órgano sumarial
o instructor de la policía judicial que se
justifica ampliamente particularmente en
los países que mantienen la bipartición del
proceso penal en sumario y juicio o algo
equivalente a éste. Añádase que,por enton-
ces,la Policía Técnica Judicial de Venezue-
la, debido en parte a su director y algunos
de sus inmediatos colaboradores, gozaba
de un prestigio difícilmente igualado por
las similares en América latina. El serio
inconveniente es que dicha policía judicial
era parte del Ministerio de Justicia y que
su director, subdirector, secretario general
y aún el asesor jurídico eran de libre
elección y remoción del Ejecutivo. Si se
tiene en cuenta la conexión de ciertas ac-
tividades políticas y las funciones asignadas
a la mencionada policía, no era difícil pre-
- 78 -

ver que la misma acabaría por hundirse


en algún serio conflicto. Ello aconteció
en los años 78 y 79 y pasará mucho tiempo
y serán precisos muchos esfuerzos antes de
que el Cuerpo Técnico de Policía Judicial
adquiera en Venezuela la reputación que
tal función precisa. En todo caso, la expe-
riencia muestra cuán peligroso es hacer de-
pender un organismo con funciones.en par-
te judiciales.de un ministerio aunque éste
sea el de Justicia.
IV. CONSIDERACIONES FINALES

Lo expuesto muestra la enorme com-


plejidad de la función policial que, si bien,
puede estimarse en parte meramente gu-
bernativa, lo es también del sistema penal
aunque esto sea. generalmente ; negado o
resistido por fiscales y jueces. El concep-
to de orden público se halla unas veces
conectado y otras no, con la criminalidad
que, por su parte, puede o no afectar a
aquél. Un buen número de delitos no son
conocidos y otros siéndolo no perturban
la paz o tranquilidad públicas. El distingo
es importante pues si bien indica la conve-
niencia de una dualidad de funciones poli-
ciales. una de Or'den Público y otra relati-
va a la criminalidad, lo cierto es que la sepa-
ración es frecuentemente más aparente que
real y que en buen número de casos el ha-
- 80 -

cerla corresponde a la decisión policial


que se torne en el caso
^^-^OSaiiHoMa policía interviene! en un
akercado, riña, casos de hurto particular-
mente por menores, daños de relativa im-
portancia, "disolver" un grupo o manifes-
tación y otros muchos supuestos que_ajn£-
nudo superan el concepto de falta, es el
ejercicio de su fapiltad dtecij^c^Hial ia que
hará entrar o no a los interesados dentro
del^sÍ£tem£^peiiarr 1 ncluso, si un delito se
ha cometido, puede fundadamente decidir
cerrarlo o no. Una gran parte de la gente
cree , sinceramente • que el sistema penal,,
más concretamente la ley penal se ha de>
aplicar en todo momento.. Si así se hiciera,
además de una serie de problemas que se
crearían, la primera en protestar sería esa
opinión.
El funcionamiento del
no se inicia" las mas de las veces por el fis-
cal o el juez,\ sino poFTá policial porla ma-
nera como ésta ejerce su discreción de en-
juiciamiento y toma una decisión. Lo la-
mentable es que en la formación de los
policías en general y de los miembros de
la judicial allí donde realmente existe, el
entendimiento del sistema penal como uno
- 81 -

de decisiones apenas se da. De pasada diré,


en diversas medidas,ello acontece con la
mayoría de los jueces, magistrados y fisca-
les y para ello basta asomarse a los progra-
mas de las oposiciones que deben realizar y
a los que lian de seguir en las escuelas ju
diciales. (9) En buen número de países los
L Consejos dé la Judicatura^.y similares no se

ocupan de la formación profesional efecti-


va de losjüeces ~qü~e dan por descontada
por el hecho de ser los postulantes licencia-
dos en Derecho. En otros, los nombramien-
tos judiciales y fiscales dependen práctica-
mente del Ejecutivo que no se preocupa
mucho de "exigir una formación previa.
En la sociedad posindustrial de nues-

(9) Limitándose a mencionar aquí la Escuela


Judicial de Madrid diré que cuando la visité
en 1978 y examiné el plan de estudios
así como su biblioteca no tuve la fortuna de
hallar nada que pudiera asemejarse a una
consideración de la política criminal como
parte integrante de la de la justicia en gene-
ral, su planificación, evaluación, etc. y
menos la del sistema penal como uno esen-
cialmente de decisiones. Cuando suscité
la cuestión a quien atentamente me aten-
dió se me indicó que la enseñanza de la Es-
cuela era práctica y técnica.
-82-

tro tiempo la formación de los titulares


principales y auxiliares del sistema penal
requiere bastante más que las tradiciona-
les asignaturas y prácticas. Estas se hacen a
veces en la carne viva del recipiente o vícti-
ma de la justicia penal.
La facultad discrecional de la. poli- :
cía en el mantenimiento del orden, la paz,
tranquilidad y seguridad del Estácío y en la
averiguación de" los delitos con todas las
consecuencias que aquélla supone respecto
a personas, bienes y situaciones, muestra
constantemente una relación de interde-
pendencia con el sistema que, aunque va-
riable, es siempre primordial. Como se ha
dicho repetidamente, la puerta de dicho sis-
tema se abre en la mayor parte de los casos
por la policía general o especial. Estudios
en los Estados Unidos muestran que esa
apertura alcanza a casi el 90% de los casos
que llegan a conocimiento de los tribunales
y un porcentaje análogo ha sido señalado
recientemente en Canadá. ¿Cuál es el mis-
mo pn los países de habla española? Su de-
terminación y análisis es de decisiva impor-
tanciar en la criminalizadon de hechos y en
la codificación penal.
Respecto a España cabría preguntar
-83-

si en su actual transformación democráti-


ca no es imprescindible que la función
policial sea tenida debidamente en cuenta
en la articulación del nuevo sistema penal
que España precisa y que no debe ser, con
más o menos reformas, el existente. La po- ^
licía tiene que participar en la codificación
penal, procesal penal y en la Organización
judicial y del ministerio público. Ello será
resistido, pero es exigencia de la realidad y i
de una adecuada política criminal. La cri-
minalidad nacional, internacional y trans-
nacional aumenta en casi todos los países
y España no es excepción. Puede decirse
que en un buen número de aquéllos la crimi-
nalidad repercute en aspectos importantes
del desarrollo nacional. Ello significa que la
criminalización de conductas no puede ha-
cerse ya por Comisiones de Codificación,
en realidad por pequeños grupos dentro de
ellas. El proceso de criminalización exige
una Comisión de Política criminal mu^
diversamente compuesta que lleve a cabo
una evaluación del fenómeno sociopolítico i
de la criminalidad —para la cual la jurispru- I
dencia sirve de poco— y del funcionamiento^
del sistema penal. En ambas evaluacionesTa
participación de la policía es no menos
-84-

importante que la de fiscales, jueces y pena-


listas y unos cuantos funcionarios del Mi-
nisterio de justicia. El articulado de aquél
es de 645 artículos, de ellos 151 destinados
a una inflada Parte General de la que me
ocuparé en otro trabajo y 34 a las faltas
hoy día erradicadas del área penal en pro-
yectos y códigos más avanzados. Nada me-
nos que 494 artículos son dedicados a los
delitos y aunque no todos describen éstos
habida cuenta del casuismo de no pocos
cabe afirmar que el flameante anteproyecto
describe como mínimum 1.000 conductas
delictivas unas principales y otras deriva-
das. ¿Se justifica tan desbordada criminali-
zación y penalización? ¿Cuáles serán las
consecuencias policiales, fiscales, de ins-
trucción y juzgamiento, de detenidos en
espera de ser juzgados y de condenados de
tamaña extensión? ¿Se han comparado las
definiciones delictivas hechas con datos
policiales que aún no publicados son, sin
duda, asequibles? ¿Cuáles son las aporta-
ciones que se pueden obtener de una coo-
peración policial debidamente calificada"
en una auténtica codificación? Si se tiene
en cuenta que la criminalización y penali-
zación existe en otras leyes penales espe-
- 85 -

cíales y en provisiones de otras que no lo


son ¿cuál será la efectividad de la policía
en la averiguación de una proliferación de
delitos cuya justificación es en parte discu-
rrible? ¿No se forzará a la policía a que su
legítima facultad discrecionaria sea defor-
mada?
Otro problema que tiene particular
actualidad e importancia en la realidad
constitucional y sociopolítica española es
la~unidad o no de la policía en el territorio
nacional. La cuestión no puede discutirse
en este trabajo ya de por si extenso, pero
habida cuenta de ciertos preceptos consti-
tucionales y de la índole integral de la pro-
tección de los derechos humanos, es obvio
que el principio de unidad jurisdiccional del
sistema penal nacional presupone una poli-
cía. igualmente nacional. Ello no quita para
que se introduzcan adaptaciones funciona-
les que deben ser cuidadosamente estudia-
das, aceptadas y organizadas.
Por otro lado cabe preguntar ¿cuál
debe ser la formación profesional del per-
sonal policial en general y del especializado
en particular? Si la facultad discrecionaria
de la policía se halla plenamente justifica-
da ¿no es necesario a fin de evitar abusos y
- 86 -

errores, que afectan a menudo a los dere-


chos humanos, que la formación policial
se ocupe de algo más que de las tradicio-
nales materias que figuran en los programas
y practicas? No se olvide que a menudo un
policía actúa al mismo tiempo como fiscal,
juez y miembro de una hipotética junta de
libertad condicional en el ejercicio de su
facultad discrecional.
Para terminar, directa e indirectamen-
te, la policía es parte del sistema penal y
ello requiere una cierta formación siste-
mática que apenas existe en los países de
habla española y portuguesa. La policía,
tras las décadas del franquismo, precisa una
formación mucho más en consonancia con
la sociedad posindustiral y tendencias de-
mocráticas de la española actual. Mal está
que los profesionales de las disciplinas pe-
nales sigan, salvo personales excepciones
elaborando el derecho penal, el procesal
penal, la organización judicial y demás con-
forme a tesis de "sillón", pero peor será
I L 1 1- ' _ _ _
que io naga ia pOiícia pues es eua. ia que
abre en la inmensa mayoría de los casos
la puerta del sistema penal y sigue actuan-
do en éste. Si ello es así, es obvio que an-
tes de lanzarse a reorganizaciones y nuevos
- 87 -

esquemas se piense detenidamente en qué


consiste ser ují) elemento primordial de ese
sistema penal.
50 - NÚÑEZ, RICARDO C. - La Ley, Única Fuente del Derecho Penal
Argentino.
51 LAJE ANAYA, J. - Sebastián Soler Juez.
52 - JULIA, MARTA - Coittaminación Ambiental (Búsqueda de estra-
tegias para su controljurídico)
53 - RAMÍREZ, SILVIA DEL V. - Una Mirada Alternativa al Concepto del
Control Socio-Penal.
54 - MARCHIORI, HILDA- Criminología del Suicidio.
55 - MARCÓ DEL PONT, LUIS - Breve Historia de la Criminología.
56- ZAFFARONI, EÜGENIO-Delincuenciay Conducta Delictiva.
57- CLEMENTE, JOSÉL.-Automotores Cuestiones Penales.
58 - ALDERETE, PATRICIA - Regulación Jurídica de la Evasión Fiscal
Relación Social.
59 - BERISTAIN, ANTONIO - Re-encantamiento Criminológico En
Projimidades del Desencantamiento.
60 - TOZZINI, CARLOS - El Bien Jurídico Protegido.
61 - TORRES CARLOS A. - Reincidencia un caso complejo de inter-
pretación de la Ley Penal.
62- BARBERÁDERISSOM. C./CARRERAP.D. -Prejudicialidad.
63 - BACIGALUPO ENRIQUE - Lo objetivo y lo subjetivo en las teorías
de la autorlay la participación.
64 - RUIZ VADILLO ENRIQUE - Algunas consideraciones sobre los
delitos sexuales en españay las víctimas.
65 - BONETTO, LUIS M .-La Suspensión del Juicio a Prueba.
66 - LEÓN, ANGÉLICA A. DE - Eutanasia.
67 - IRIGOYEN, ALFREDO - Libertad Condicional.
68 - RIVERA, RICARDO-Juicio Abreviado.
69-CALLE, MARÍA CRISTIAN - Tendencias Antisociales del Ado-
lescente.
70 - SÁNCHEZ, MARIANA - Delito y Condiciones Macro-Económicas.
71 - MAUJO, MARIO-Menores, Regulación Aplicable.
72 - ROITMAN, HORACIO - Homenaje a Juan Del Campillo y Ricardo
Núñez.
73 - CRITTENDEN, PATRICIA M.-La Ecología Social del Tratamiento.
74 - MARCHIORI, HILDA - Víctima, Denunciay Criminalidad.
75 - CADENAZZI, VIVIANA -Accidentes los sábados por la noche.
76 - ROMERO DÍAZ, MARÍA D. - Condena Condicional y Prisión Pre-
ventiva.
77- TORRES, CARLOS A. - Agente Encubierto
78 - LASCANO, CARLOS JULIO (h) - Nuevas Tendencias de la
Enseñanza del Derecho Penal.
79- QUIJADA, LEANDRO ARIEL - Condena Condicional y Caducidad
de los Registros.

LERNER EDITORA SRL

You might also like