You are on page 1of 2

Cerrar círculos es concluir experiencias del pasado que interfieren en nuestro

presente: emociones que congelamos, pérdidas no aceptadas, duelos


inconclusos, resentimientos, reconocimientos no recibidos, pensamientos no
confesados, perdones pendientes, besos no dados, adioses no expresados,
rupturas a medias, culpas no expiadas, rencores silenciados, sueños no
cumplidos, secretos escondidos, rabias no expresadas, muertes no lloradas,
amores frustrados, responsabilidades no asumidas y todo aquello que se haya
quedado sin concluir en nuestra vida y que condicione la libertad y armonía
de nuestro ahora.

Por qué cuesta tanto soltar, dejar ir, concluir lo que ya terminó?

Y como si esto fuera poco, no solo retenemos objetos o personas, también


guardamos resentimientos, culpas, enojos, rencores, recuerdos dolorosos.

En lugar de asumir que cuando algo finaliza es porque ese ciclo ya terminó.
Que vivimos, aprendimos, dimos y recibimos lo que tenía que ser y que ahora
necesitamos nuevos espacios, nuevos ciclos, nuevas experiencias que nos
lleven a seguir evolucionando.
A veces la vida tiene que darnos una patada. Hacer que algo suceda, para que yo deje ir lo que
ya no tiene que ver con mi vida y hacer espacio para lo nuevo. Mi esposo se enamora de otra,
me corren del trabajo, se me borran los archivos de la computadora, aparece una enfermedad.
Entonces me pregunto ¿qué hice mal? No atino a pensar que esa etapa se terminó y que
necesito, espacios nuevos, nuevos espacios.

Una de las causas por las que nos aferramos es por la gran cantidad de asuntos incompletos
que hubo antes de que la persona falleciera. Y al decir asunto incompleto me refiero a aquellas
cosas que quedaron pendientes entre las dos personas: un perdón por una disputa, la
expresión de un sentimiento, un secreto jamás contado, frustraciones, culpas, amor no
expresado…Por este motivo una de las sensaciones más comunes cuando alguien muere son
los remordimientos: ojalá le hubiera dicho, ojalá hubiera hecho…todos esos ojalá quedan ahí
como culpabilidad o remordimientos.

Otra de las causas surge cuando nos aferramos a algo porque con ello obtenemos
una ganancia secundaria que, aun a pesar de nuestro dolor, llega a compensarnos. Cuando el
presente no nos gusta, o nos sentimos incapaces de comprometernos con otras personas…
puede que aliviemos nuestro sentimiento de soledad pensando en relaciones pasadas.

Otra de las razones por la que cuesta tanto despedirse es la falta de disposición a sentir el
dolor cuando se sueltan amarras. Un dolor inevitable y a la vez necesario para la superación
del duelo. Sin embargo esto nos da mucho miedo y ,tan pronto como las personas empiezan a
sentirse angustiadas toman tranquilizantes, pastillas para dormir, se refugian en las drogas o
en el alcohol, todo con el único afán de anestesiar la emociones que no nos gustan y no sentir.

Finalmente hay muchas personas que evitan despedirse, lo hacen porque sienten que dejar ir
es una traición hacía la persona que han perdido y hacia ellos mismos, es como si no quisieran
lo suficiente al que se ha ido.

You might also like