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Es curioso, y desalentador, comprobar como gente con una valía que roza lo excepcional, se
sienten disminuidos ante la vida y se estiman así mismos en mucho menos de su autentico
valor. Por el contrario, todos sabemos de egos inflados sin mérito, que precisamente por esa
confianza en sus inexistentes talentos, logran prosperar.
Una de las poquitas cosas que sabemos de la vida, es que no es estrictamente justa, y que las
recompensas no siempre son acordes a los desempeños y a la valía. Asumido esto, y
asumiendo también que ello muchas veces es debido a factores externos incontrolables, lo
que no deberíamos hacer, además, es devaluarnos a nosotros mismos por un absurdo
complejo(adquirido quién sabe dónde o cómo) y que contribuye a tasarnos en menor precio
de lo que valemos.
Una de las maneras más eficaces de medir nuestra autoestima es la reacción ante los
fracasos.Hay personas que ni siquiera toman nota de ellos. Comprenden que no todo puede
salirles bien y no le dan más vueltas, preocupados y enfocados ya en el siguiente objetivo. Y los
hay que entienden el fracaso como una derrota personal, lo que engorda la frustración y no
parando de dolerse y de dar vueltas a lo que podrían haber hecho para que las cosas no
acabaran así.
Todo lo que nos ocurre en la vida sucedió de la forma en que obligatoriamente tenía que
suceder y nada que hubiéramos hecho hubiera cambiado el resultado final. Pensar así nos hará
reaccionar cuanto antes.
Y es que la posesión de una baja autoestima impide disfrutar del mejor romance que uno
pueda tener a lo largo de su vida; consigo mismo. Cuando no nos valoramos bien estamos
determinando el precio que valemos para los demás y cuando uno no cree en sus
posibilidades, no pidamos que los demás lo hagan, porque no lo harán.
El nivel global de autoestima de una persona influye de forma capital en sus decisiones y en su
estilo de vida. Para cambiar la relación con uno mismo se debe cambiar de forma de pensar y,
por lo tanto, será esencial aprender a ser conscientes de nuestras limitaciones, necesidades y
capacidades y evitar exigirnos la perfección, sobre todo cuando los demás se exigen bastante
menos.
Reflexión final: Estímate antes de buscar la estima a los ojos de los demás y entonces verás,
cuando el espejo te devuelva la imagen, a la persona que eres y no a esa pequeña figura
encogida que te empeñas en mostrar.