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La educaci6n moral Propuesta alternativa para la educacién del cardcter Nel Noddings Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid 2. Cuidado y educacién moral El aumento del interés por la educacién moral en los ultimos afios generé un acalorado debate entre los educadores de la moral. Al didlogo entre el evolucionis- mo cognitivo y la educacién del caracter (Nucci, 1989) se sumo la ética del cuidado como una perspectiva de la educacién moral (Noddings, 1984, 1989, 1992). Por tener sus raices en el feminismo y en el naturalismo pragmiatico, y por ser la educacién moral su principal objetivo, la ética del cuidado interesa tanto a los edu- cadores como a los filésofos. La ética del cuidado y sus origenes Al igual que la ética deontolégica (la ética del deber y el derecho), la ética del cuidado nos habla de la obli- gacion. El] sentimiento de que «yo debo» hacer algo aparece cuando alguien se dirige a nosotros. Este «yo debo» nace del encuentro directo, como preparacién de la respuesta. A veces, como cuidadores, asistimos y respondemos porque deseamos hacerlo: amamos a los que nos piden algo, o sentimos simpatia por ellos, o el pedido es tan acorde con nuestra vida cotidiana, que no nos crea ningun conflicto interior. Asimismo, quie- nes reciben el cuidado responden de un modo que nos hace saber que lo recibieron. Cuando esto sucede, de- cimos que la relacién, el episodio o el encuentro es de cuidado natural. El «yo debo» expresa un deseo 0 una inclinaci6n, no un reconocimiento del deber. 39 En otras ocasiones, el «yo debo» inicial tropieza con una resistencia interna. Reconocemos la necesidad del otro y simultaneamente nos resi: por alguna ra- z6n —por la antipatia que nos inspira otro, por nuestra propia fatiga, por la magnitud de la necesi- dad—, no queremos responder como cuidadores. En esos casos debemos recurrir al cuidado ético; d preguntarnos cémo actuariamos si él otro fuera n agradable o alguien a quien amamos, si no estuvié mos cansados 0 si la necesidad no fuera tan grande. hacerlo, recurrimos a un ideal ético: a una serie de r cuerdos de cuidar y ser cuidados que con: manifestaciones de lo mejor de nosotros m. nuestras relaciones. Utilizamos lo necesario para sos- tener ese «yo debo» original. Ahora bien, {por qué debemos hacer esto? Es deci épor qué reconocemos nuestra obligacién de cuida i fuéramos kantianos, situariamos el origen de nuestra obligacién en la raz6n, en un compromiso que la logica nos impediria eludir. Pero en la ética del cuidado acep- tamos nuestra obligacién porque valoramos la relaci nalidad del cuidado natural. El cuidado ético procura siempre establecer, restaurar o mejorar él tipo de r cién en el cual respondemos libremente porque quere- mos hacerlo. La ética del cuidado no rechaza la légica ni el razo- namiento. Cuando cuidamos, tenemos que hacer uso de la razén para decidir qué hacer y cual es la mejor manera de hacerlo. Nos esforzamos por ser competen- tes porque queremos atender tan bien como nos sea posible a quienes reciben nuestro cuidado. Pero lo que nos motiva no es la raz6n. Lo que nos induce a prodi- gar el cuidado natural es el sentimiento hacia el otro En el cuidado ético, este sentimiento esta atenuado, de modo que debe ser reforzado por un sentimiento hacia nuestro propio yo ético. Kant subordinaba el sentimiento a la razén. Ins tia en que sélo tienen valor moral los actos que realiza- 40 vy

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